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Antes de que las ruedas de una tanqueta pasaran por encima del rostro del
cuchillo. Los grupos paramilitares que respaldaban la dictadura del general Carlos
guerrilla del Frente Farabundo Martí. Con Ortiz, eran cinco los religiosos asesinados
San Salvador, Óscar Romero quiso hacerle frente a la persecución a la que estaban
sus prelados.
Monseñor Romero llegó con cita confirmada al despacho papal pero no fue
recibido. Los ayudantes del pontífice se las arreglaron para que la reunión no se
diera. “Ya debes saber que el correo italiano es un desastre” fue la frase que le
monseñor Romero hizo la tarea como cualquier feligrés que viaja a Roma a
San Pedro a la espera del saludo. Cuando le llegó el momento de darle la mano
usted” . Sin otra salida, el Papa le concedió la audiencia para el día siguiente. .
Monseñor Romero colocó sobre la mesa del despacho una caja con los documentos
e informes que revelaban los abusos, las calumnias, la campaña de difamación que
salvadoreña.
vengan cargados con tantos papeles! Aquí no tenemos tiempo para estar leyendo
tanta cosa.
Sorprendido, con las lágrimas en los ojos, el obispo de San Salvador abrió el sobre
que guardaba la foto del rostro del sacerdote Octavio Ortiz destruido. Le contó la
historia del origen campesino del cura, la tarde en que lo ordenó, el día en el que
fue apresado por el gobierno sólo porque le estaba enseñando a los muchachos de
un barrio humilde de San Salvador el evangelio. “Lo mataron con crueldad y hasta
dijeron que era guerrillero…” Viendo la foto de refilón, Karol Wojty le preguntó “¿Y
acaso no lo era?”.
Monseñor Romero soportó todo. El consejo del Papa no podía ser màs
“imperio del infierno” calificativo que le daría a los terratenientes. Las amenazas
aumentan hasta que su círculo íntimo decide como una precaria medida de
seguridad, limitar sus misas al oratorio del hospital para cancerosos La divina
providencia. Pero hasta allí llegaron sus verdugos. El 24 de marzo de 1980, tres
El Vaticano mantuvo silencio, pero América Latina lo adoptó como el santo de los
hubiera dilatado por el desinterés del papado de Juan Pablo II en los sacerdotes
Darío Castrillón, Monseñor Oscar Romero fue beatificado en su propia tierra donde