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(I) Introducción
Las viejas categorías estéticas, cuyo estudio llevó a cabo de manera extensa Tatarkiewicz
en su Historia de seis ideas, no sólo no nos son útiles, sino que incluso constituyen un
a su lógica. Entre dichas categorías, quizá una de la más problemáticas sea aquella de
belleza.1 Si bien no ha de ser descartada la posibilidad de que en alguna época hablar del
arte en términos de belleza tuviera sentido, hoy en día no queda claro cómo ese concepto
pueda ayudarnos a entender fenómenos como, por ejemplo, el de las vanguardias artísticas
del siglo XX, donde la noción de belleza queda relegada a segundo plano o simplemente no
tiene cabida. Algo muy similar sucede con el viejo concepto, tan en boga durante el
Romanticismo, de obra de arte. Este concepto, y las ideas a él asociadas del arte como un
quehacer individual y exclusivo de unos cuantos genios, está cargado a tal grado de
percepción artística existentes que resulta mejor desecharlo en busca de otros más
adecuados.
1
Cfr. Tatarkiewicz, Wladislaw, Historia de seis ideas.
1
Una de aquellas formas de producción artística que escapa por completo a la lógica de los
grotesco. Esta forma de expresión, con sus elementos populares y festivos, su orientación
hacia los bajo y su peculiar tendencia a invertir las jerarquías y degradar los valores de lo
idea del arte como una creación individual. Por lo tanto, nuestro objetivo en este trabajo
será identificar y analizar algunos de los elementos del carnaval y del realismo grotesco tal
cuáles son, de acuerdo a Bajtín, algunos de estos elementos y qué función desempeñan
dentro del marco general de la las formas e imágenes de la fiesta popular. Posteriormente
analizaremos tres pasajes del Quijote que hemos seleccionado por su marcado carácter
(II)
El realismo grotesco guarda una estrecha relación con lo que Bajtín llama las formas
positivo que logran expresar a través de la exuberancia. Son, en opinión de Bajtín, “la
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destrucción (muerte de lo antiguo) consideradas como una fase indispensable, inseparable
Hay una serie de elementos del realismo grotesco que es preciso identificar. De acuerdo a
Bajtín, la lógica interna de las exageraciones propias del realismo grotesco es aquella del
desempeñan una función decisiva. Esta última, por ejemplo, no queda reducida a una
simple y pura ridiculización sino que, por el contrario, conserva su relación con la totalidad
renovación.3 Así mismo, como señala Bajtín, la risa festiva guarda una relación esencial
con el tiempo y la sucesión de las estaciones. La fiesta, por lo tanto, se vuelve un elemento
degradaciones tienen una relación fundamental con el tiempo y los cambios sociales e
operan por medio de una permutación de las jerarquías, como cuando se proclamaba rey al
bufón y durante la fiesta de los locos, en la cual se elegía un abad, obispo o arzobispo de la
risa.4 Otros dos elementos que señala Bajtín como característicos del realismo grotesco y la
cultura carnavalesca son, por un lado, la tradición de los dichos de sobremesa licenciosos y
obscenos pero al mismo tiempo filosóficos y, por otro, el tema de la locura. Este último, en
2
Bajtín, Mijail, La cultura popular en la Edad Media y en el Renacimiento, p. 62.
3
Ibíd., p. 63.
4
Ibíd., pp. 77 y 78.
3
derrocamientos, disfraces y mistificaciones carnavalescas en los que el mundo termina por
signos más característicos y marcados del estilo grotesco.6 Destaca este estilo, así mismo,
invertida en el que lo bajo ocupa el lugar de lo alto.7 El vientre y el falo, por ejemplo, son,
hiperbolización. De acuerdo a Bajtín, estas partes del cuerpo son aquellas por donde él se
A lo largo de todo el Quijote es posible identificar una serie de pasajes en los que
desempeña una función primordial aquello que Bajtín llamó la orientación hacia lo bajo de
todas las formas de la alegría popular y del realismo grotesco. Mediante un movimiento de
metáfora, lo alto es puesto en el lugar que corresponde a lo bajo y el detrás en el lugar del
tuertos”, don Quijote y Sancho se encuentran con castillos que resultan ser ventas,
5
Ibíd., pp. 85 y 97.
6
Ibíd., pp. 273-276.
7
Ibíd., p. 278.
8
Ibíd., p. 285.
9
Ibíd., p. 286.
10
Ibíd., p. 334.
4
doncellas que en realidad son prostitutas y gigantes en los que el lector termina por
descubrir inofensivos molinos de viento. Uno de esos pasajes es aquel en el que don
Quijote confunde a Maritornes, sirvienta asturiana de una venta que don Quijote cree ser un
Pensando, pues, en estos disparates, se llegó el tiempo y la hora (que para él fue
menguada) de la venida de la asturiana, la cual, en camisa y descalza, cogidos los
cabellos en una albanega de fustán, con tácitos y atentados pasos, entró en el
aposento donde los tres alojaban, en busca del arriero. Pero apenas llegó a la puerta,
cuando don Quijote la sintió y, sentándose en la cama, a pesar de sus bizmas y con
dolor de sus costillas, tendió los brazos para recibir a su fermosa doncella. La
asturiana, que toda recogida y callando iba con las manos delante buscando a su
querido, topó con los brazos de don Quijote, el cual la asió fuertemente de una
muñeca y tirándola hacia sí, sin que ella osase hablar palabra, la hizo sentar sobre la
cama. Tentole luego la camisa, y, aunque ella era de arpillera, a él le pareció ser de
finísimo y delgado cendal. Traía en las muñecas unas cuentas de vidrio, pero a él le
dieron vislumbres de preciosas perlas orientales. Los cabellos, que en alguna
manera tiraban a crines, él los marcó por hebras de lucidísimo oro de Arabia, cuyo
resplandor al del mismo sol escurecía; y el aliento, que sin duda alguna olía a
ensalada fiambre y trasnochada, a él le pareció que arrojaba de su boca un olor
suave y aromático; y, finalmente, él la pintó en su imaginación, de la misma traza y
modo, lo que había leído en sus libros de la otra princesa que vino a ver el
malferido caballero vencida de sus amores, con todos los adornos que aquí van
puestos. Y era tanta la ceguedad del pobre hidalgo, que el tacto ni el aliento ni otras
cosas que traía en sí la buena doncella no le desengañaban, las cuales pudieran
hacer vomitar a otro que no fuera arriero; antes le parecía que tenía entre sus brazos
a la diosa de la hermosura.11
Todos los atributos con los que las princesas son asociadas en la literatura caballeresca y el
imaginario popular han sido invertidos y degradados en este pasaje. Así, el finísimo y
delgado cendal es sustituido por una camisa de arpillera, las preciosas perlas orientales por
cuentas de vidrio, los cabellos de lucidísimo oro de Arabia por crines, y, finalmente, el
suave y aromático aliento de la boca por un olor a ensalada fiambre y trasnochada. Por si
11
Cervantes, Miguel De, El Ingenioso Hidalgo Don Quijote de la Mancha, XVI, pp. 142 y 143.
5
fuera poco, todo este contraste grotesco se ve acentuado en la imaginación del lector por la
descripción que unas cuantas páginas atrás hiciera Cervantes de la sirvienta asturiana:
(…) ancha de cara, llana de cogote, de nariz roma, del un ojo tuerta y del otro no
muy sana. (…) no tenía siete palmos de los pies a la cabeza, y las espaldas, que
algún tanto le cargaban, la hacían mirar al suelo más de lo que ella quisiera.12
Otro de los pasajes del Quijote que destaca por sus elementos carnavalescos y sus escenas
ínsula de Barataria:
Digo, pues, que con todo su acompañamiento llegó Sancho a un lugar de hasta mil
vecinos, que era de los mejores que el duque tenía. Diéronle a entender que se
llamaba la ínsula Barataria, o ya porque el lugar se llamaba Baratario o ya por el
barato con que se le había dado el gobierno. Al llegar a las puertas de la villa, que
era cercada, salió el regimiento del pueblo a recibirle, tocaron las campanas y todos
los vecinos dieron muestras de general alegría y con mucha pompa le llevaron a la
iglesia mayor a dar gracias a Dios, y luego con algunas ridículas ceremonias le
entregaron las llaves del pueblo y le admitieron por perpetuo gobernador de la
ínsula Barataria.13
La pompa y aparente solemnidad de la ocasión, la entrega de las llaves, así como las
popular en la que el bufón era elegido rey por el pueblo. El contraste entre la figura
soberana del rey y aquella risible del bufón es una de las muchas ambivalencias típicas del
realismo grotesco mediante las cuales el orden jerárquico es invertido. Aquí, la figura
admiración y regocijo de todos, es conducido hasta la silla del juzgado y sentado en ella.
escena. Así, toda la solemnidad y aparente pompa que rodean al nuevo gobernador
12
Ibíd., XVI, p. 138.
13
Ibíd., XLV, pp. 887 y 888.
6
contrastan con lo bufonesco de su figura, desde su traje y su barba hasta su pequeñez y
gordura.
Por otra parte, como era propio de esta fiesta popular, a Sancho no sólo se le disfraza con
los símbolos del poder y del gobierno, sino que incluso se demanda de él que resuelva una
serie de enredados casos legales y que imparta justicia. De esa manera, al conflicto entre un
labrador y un sastre le siguen otro entre dos ancianos y entre una mujer y un ganadero rico,
todos los cuales, para satisfacción del pueblo, resuelve Sancho con aparente sabiduría
salomónica. Durante siete días y siete noches, según nos dice el narrador, se le permitirá a
Sancho vivir esta farsa y permanecer en su rol de gobernador. Pero, al igual que en la
tradición del carnaval el rey-bufón termina por ser destronado y desenmascarado, así
también Sancho acabará por perder el gobierno de la ínsula de Barataria, pues, como nos
recuerda Cervantes:
Pensar que en esta vida las cosas de ella han de durar siempre en un estado es
pensar en lo excusado, antes parece que ella anda todo en redondo, digo, a la
redonda: la primavera sigue al verano, el verano al estío, el estío al otoño, y el
otoño al invierno, y el invierno a la primavera, y así torna a andarse el tiempo con
esta rueda continua; sola la vida humana corre a su fin ligera más que el viento, sin
esperar renovarse si no es en la otra, que no tiene términos que la limiten.14
Con estas palabras se da inicio al relato sobre cómo llegó a su término el gobierno de
Sancho sobre la ínsula que Don Quijote le prometiera. Resulta en extremo interesante que,
para introducir este pasaje, Cervantes recurra a la imagen de la vida como el eterno
sucederse de las estaciones a manera de una rueda que gira continuamente. Con ello, el
contexto de la risa festiva. Esta última, como ha demostrado Bajtín, guarda una relación
14
Ibíd., LIII, p. 953.
7
esencial con el tiempo y la sucesión de las estaciones. La relación de la fiesta con la
vegetación y la sucesión de los ciclos agrícolas adquiere, por ende, particular importancia.15
Al igual que todas las cosas en esta vida, los gobiernos y los monarcas habrán de llegar a su
fin para, de ese modo, dar paso al porvenir. Los antiguos regímenes serán reemplazados por
otros nuevos. A los viejos tiranos les sucederán otros tantos. Y así, con ese eterno vaivén, a
todo habrá de llegarle su invierno, sólo para descubrir en él una nueva primavera. Es
precisamente de esa forma, nos dice Cervantes, que “se fue como en sombra y humo el
medio de golpes e injurias. Rodeado de una multitud que finge estar bajo el ataque de un
es empujado y pisoteado por su propio pueblo, sino que incluso recibe cuchilladas sobre los
Por cuyas persuasiones y vituperios probó el pobre gobernador a moverse, y fue dar
consigo en el suelo tan gran golpe, que pensó que se había hecho pedazos. Quedó
como galápago, encerrado y cubierto con sus conchas, o como medio tocino metido
entre dos artesas, o bien así como barca que da al través en la arena; y no por verle
caído aquella gente burladora le tuvieron compasión alguna, antes, apagando las
antorchas, tornaron a reforzar las voces y a reiterar el “¡arma!” con tan gran priesa,
pasando por encima del pobre Sancho, dándole infinitas cuchilladas sobre los
paveses, que si él no se recogiera y encogiera metiendo la cabeza entre los paveses,
lo pasara muy mal el pobre gobernador, el cual, en aquella estrecheza recogido,
sudaba y trasudaba y de todo corazón se encomendaba a Dios que de aquel peligro
le sacase.
15
Cfr. Bajtín, op. cit., p. 77.
16
Loc. cit.
8
Una vez más, y de manera similar a los otros ejemplos que hemos considerado a lo largo de
este trabajo, Cervantes ha reproducido con gran detalle todos los elementos carnavalescos
bufón su verdadero atuendo y, entre escarnios e injurias, es expulsado por el pueblo. Los
golpes e injurias que este recibe son, en opinión de Bajtín, el equivalente perfecto del
disfraz o la metamorfosis por la que ha pasado. A su vez, los insultos contribuyen a poner
en evidencia el verdadero rostro del injuriado de manera que, por medio de ellos, y tras
que se desata y canaliza sobre la figura del rey-bufón obedece, como en tantos otros
elementos del carnaval y del realismo grotesco, al principio dual y ambivalente de la vida
misma. De esa manera, las injurias representan la muerte, la juventud pasada y convertida
en vejez y el cuerpo vivo vuelto cadáver. En palabras del propio Bajtín, “los insultos son el
espejo de la comedia puesto ante el rostro de la vida que se aleja, ante el rostro de lo que
(III) Conclusión
El carnaval y el realismo grotesco, como demostró Bajtín, guardan una estrecha relación
con las formas y las imágenes de la fiesta popular. En ella, los excesos y la
17
Bajtín, op. cit., p. 178.
18
Loc. cit.
9
esencial al tiempo y la sucesión de las estaciones, a la muerte y renovación de la vegetación
así como a la sucesión de los ciclos agrícolas. El realismo grotesco y las formas de lo
carnavalesco no niegan los elementos decadentes e inferiores de la vida humana, sino que,
por el contrario, reconocen que toda ella se halla atravesada por este constante ir y venir,
por este eterno ascenso y descenso en el que lo superior asume el lugar de lo inferior y lo
grotesco se distinguen con claridad en los pasajes del Quijote que han sido analizados en
este trabajo. Así, el relato en el que don Quijote confunde a la sirvienta asturiana de una
venta con una princesa de inigualable belleza constituye un excelente ejemplo de inversión
carnavalesca donde lo alto se halla orientado hacia lo bajo. Por otro lado, la historia de
cómo Sancho Panza es nombrado gobernador de la ínsula de Barataria sólo para después
perderla entre golpes y vituperios es una reproducción exacta de la fiesta carnavalesca del
bufón-rey. Por último, es preciso señalar junto con Bajtín que ya el contraste mismo entre
los personajes de Don Quijote y Sancho Panza (gordo-flaco, viejo-joven, grande pequeño)
apunta a que estos forman, en realidad, una pareja carnavalesca. 19 Así, si Don Quijote es un
caballero andante, su escudero Sancho, en conformidad con las imágenes del realismo
grotesco, sería una Panza andante. Una Panza que hace la mayor de las veces de bufón pero
que, no por eso, deja de asombrar a instantes con su natural sabiduría y acertado sentido
común.
19
Bajtín, op. cit., p. 181.
10
Bibliografía:
Francois Rabelais, tr. Julio Forcat y César Conroy, Madrid, Alianza Editorial, 2003.
Cervantes, Miguel De, El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha, Alfaguara, 2004.
Tatarkiewicz, Wladislaw, Historia de seis ideas, tr. Francisco Rodríguez Martín, Madrid,
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