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Reformas militares

Habiendo quedado patente la debilidad del imperio colonial español durante la guerra de los
Siete Años, una de las primeras medidas tomadas por la Corona fue reforzar sus defensas.
Se enviaron inspectores a Cuba y a México, al poco de terminar la guerra, con la finalidad de
reorganizar las defensas y reclutar las tropas necesarias. En 1768 se emitieron las
Ordenanzas Militares de Carlos III, que buscaron imbuir de un nuevo espíritu a las tropas
hispanas. Para 1771 la situación había mejorado considerablemente, contándose en toda
Hispanoamérica 42995 hombres en armas. Sin embargo, estos estaban repartidos de
manera desigual, ya que se otorgó prioridad a la región del Caribe y a la del Río de la Plata,
donde el peligro de un ataque inglés era mayor. Por esta razón, cuando hacia 1780 se
desatan grandes rebeliones en los virreinatos del Perú y Nueva Granada, las fuerzas realistas
estaban mal preparadas.

El considerable aumento de las tropas coloniales sólo pudo lograrse gracias al enrolamiento
de la población local, incluyendo gran número de indígenas y mestizos en los virreinatos del
Perú y Nueva España. En todos los casos fueron los criollos quienes más se beneficiaron de
la expansión de las milicias, pues coparon la mayor parte de la oficialidad. Así, la carrera
militar se convirtió progresivamente en un excelente medio para lograr ascendencia social,
sobre todo en momentos en que los peninsulares ocupaban los altos cargos de la
administración. De allí que no es de extrañar que los protagonistas de los movimientos
emancipadores a comienzos del siglo XIX fuesen casi todos militares.

El refuerzo de las posiciones militares españolas en América rindió pronto sus frutos. En
1776 se logró conquistar Sacramento por tercera vez, gracias a una expedición militar
proveniente de Buenos Aires. Esta conquista se convirtió en definitiva gracias al tratado de
San Ildelfonso (1778). Similares resultados se obtuvieron durante la Guerra de
Independencia estadounidense (1779-1783), cuando España y Francia intervinieron en favor
de los rebeldes: desde Louisiana se organizó un ataque hacia la Florida, ocupando Pensacola.
Y en Centroamérica se expulsó a los ingleses de la Costa de los Mosquitos, (aunque no pudo
hacerse los mismo en el caso de Belice). En el subsiguiente tratado de paz, España recuperó
la Florida, lo que aunado a las expediciones hacia California y Texas, realizadas desde Nueva
España, consolidaron las fronteras del imperio colonial español.

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