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Hábitos verticales: La iglesia misional y la adoración . John D.

Witvliet
INTRODUCCIÓN: Los problemas En general, hay una falta de claridad en cuanto al
propósito del culto. Según George Barna: “La mayoría de la gente de la iglesia que discute
sobre sus preferencias musicales lo hace porque no entiende la relación entre la música, la
comunicación, Dios, y la adoración. Los líderes de la iglesia alimentan el problema cuando
se enfocan en cómo complacer a la gente con la música o en cómo ofrecer suficientes
estilos que satisfagan los diversos gustos musicales, en lugar de abordar cuestiones
subyacentes, tales como la falta de interés, comprensión, y dedicación a la adoración
fervorosa a un Dios que es santo y digno de ser adorado.” Barna también dijo que, aunque
la música constituye una parte importante en el proceso de adoración, muchas veces se le
da una importancia que excede su justo lugar en el culto. “La música es sólo una
herramienta que facilita que las personas se expresen ante Dios; sin embargo, muchas
veces pasamos más tiempo discutiendo sobre esta herramienta que sobre su propósito y
resultado.”

La analogía del lenguaje


• Nuestro lenguaje no sólo refleja, sino también forma nuestros pensamientos y
emociones.
• Un lenguaje sano no se adquiere de una manera natural; se tiene que aprender.
• La conversión y el crecimiento en la fe implican, en parte, el aprendizaje de un nuevo
lenguaje.

INTRODUCIENDO LOS “HÁBITOS VERTICALES”


El proyecto de “hábitos verticales” explora una de las muchas maneras de enfocar el tema
de la adoración fiel y bíblica. No es la única manera. Tampoco aborda todos los asuntos
urgentes. Sin embargo, ofrece ventajas que hace que sea un buen punto de partida para
nuestro trabajo.

1. Aprender a hablar es uno de los milagros más grandes de la vida. Los hábitos
de un lenguaje saludable no resultan naturales, ni siquiera para un párvulo. Los
niños pequeños tienen que aprender a decir “gracias,” “perdón,” y “por favor.” Los
padres tienen que enseñar y recalcar el uso de estos patrones de conversación. Con
el tiempo, estos pasan a ser parte de la manera en la que los niños pequeños ven
el mundo y de cómo se relacionan con los demás. Hay pocos momentos tan
preciosos como cuando se escucha un inesperado: Gracias Mami y Papi. Te quiero
Perdón …Gracias…Ayúdame. Palabras como éstas nos ayudan a construir
relaciones sanas, y cada relación cercana depende de ellas. Cuando no se ejercita
este tipo de vocabulario, muchos matrimonios fracasan y muchas amistades se
desintegran
2. El lenguaje de fidelidad constituye un aspecto central de la vida cristiana. Una
de las imágenes más llamativas e inspiradoras de las Escrituras es la de Dios como
esposo de su iglesia. El Dios de la Biblia no está interesado sólo en que lo
contemplemos, sino en construir una relación de fidelidad, centrada en la buena
comunicación. Hay evidencia más que suficiente de esto en salterio bíblico, donde
cada uno de los 150 salmos expresa por lo menos un hábito esencial para la
comunicación de un pueblo que vive en una relación de pacto con Dios.

3. Una de las maneras en las que aprendemos a tener buenos hábitos de


comunicación con Dios es a través de la participación en el culto público.
Cuando nos reunimos para adorar a Dios, la iglesia nos invita a decirle
colectivamente, “Te amamos,” “Perdónanos” “¿Cómo? ?te escuchamos,”
“Ayúdanos,” “Gracias,” “Te serviré.” De hecho, algunos órdenes de culto siguen
básicamente este esquema, asegurando una ‘dieta sana y equilibrada’ del lenguaje.
Como sucede con los niños pequeños, estos hábitos lingüísticos requieren de
mucha práctica. Pero es una disciplina que vale la pena practicar, ya que a lo largo
de tiempo nos forma para expresar nuestros temores más profundos, nuestras
esperanzas y nuestras alegrías. Cuando viajo, me encanta escuchar las oraciones
de gente de diferentes congregaciones y tradiciones; muchas veces repiten el
lenguaje que aprendieron primero en el culto.

4. El desafío que se nos presenta cada domingo es que cada uno de nosotros llega al
culto con algo diferente para decir. Algunos vienen listos para decir a Dios
“¡gracias!”. Otros quieren gritar, “¿por qué?”. Otros quieren decir “perdón, ¿”? algo
que, por cierto, todos necesitamos decir. En otras palabras, algunos vienen listos
para cantar el salmo 100; otros, el salmo 13; y todos, si somos honestos,
necesitamos recitar el salmo 51. Los buenos cultos son los que dan lugar a
emplear todas estas palabras esenciales, que nos ayudan tanto a expresar
nuestras experiencias particulares, así como a practicar formas de hablar en
las que aún necesitamos crecer. Esta es una razón por la cual el culto es tan
importante—nos motiva a utilizar formas de lenguaje de fidelidad para con Dios que
normalmente no usamos cuando estamos solos. La adoración auténtica, como el
habla de los niños pequeños, expresa quiénes somos y forma las personas en las
que nos estamos transformando.
5. La buena noticia es que la adoración no es una conversación unilateral. Hablamos
con Dios, pero Dios también habla con nosotros. A través de las Escrituras y
sermones basados en ellas, Dios nos consuela, nos desafía, nos corrige y nos
convence de nuestros pecados. A través del agua, del pan y del vino, Dios nos
bendice, nos da seguridad de nuestra salvación, y nos sustenta. Y fuera de eso,
mientras hablamos, el Espíritu de Dios está obrando en nosotros, motivándonos,
alentándonos, y enseñándonos (Gálatas 4: 6). Por eso, la próxima vez que vaya al
culto, deténgase a observar a los niños pequeños y cómo sus padres les están
enseñando a hablar. Es una buena imagen de lo que el culto debe de ser para todos
nosotros— “se nos llama hijos de Dios. ¡y lo somos!” (1 Juan 3:1)”
UNA REFLEXIÓN TEOLÓGICA MÁS PROFUNDA

1. Esta orientación se basa en la principal analogía que encontramos en las Escrituras para
entender cómo Dios y los seres humanos estamos interrelacionados—la analogía de una
relación interpersonal de intimidad. Esta imagen es:

a. Profundamente bíblica
b. Llena de potencial (cambia la percepción de una relación ideal en una potencial
oportunidad de aprendizaje)
c. Riesgosa, por la excesiva familiaridad con el lenguaje relacional

La retórica del culto judeo-cristiano es la de un encuentro interpersonal en el cual los textos


que leemos y cantamos sirven para representar la relación divino-humana. Las metáforas
principales que se usan para describir la adoración son metáforas sobre la comunicación
interpersonal. Muchos de los salmos son como guiones de conversaciones; algunas veces
expresan oraciones a Dios, palabras dirigidas a Dios. Otras veces, representan
declaraciones o palabras de Dios.

Veamos algunos ejemplos:

El salmo 12 , El Salmo 81

El culto en la tradición cristiana no se ha concebido tradicionalmente tan sólo como:

-la meditación sobre una idea profunda (aunque puede estar lleno de ideas profundas)

-el acto de generar un estado emocional en particular (aunque pueda ser profundamente
emocional)

-un evento que se diseña para atraer a cierto número de personas que permita pagar la
hipoteca del templo (aunque pueda ser atractivo)

-una experiencia estética placentera (aunque pueda ser muy hermoso)

El culto, en cambio, se concibe primordialmente como la “representación de una relación


divino-humana,” un “encuentro personal” entre Dios y su pueblo.

En cualquier ámbito, el culto cristiano tiene que abarcar tanto el escuchar como el hablar. El
centro del culto es la lectura de las Escrituras (y las referencias bíblicas), la oración honesta,
y el intercambio simbólico de dones con el Dios que nos creó y nos redimió. Todo lo
demás—la música, el arte, el drama, etcétera--son simplemente medios para llegar al fin. Lo
que el culto necesita en la mayoría de los casos es una clara distinción entre los medios y
los fines.
2. “VERTICALIDAD.”La mayoría de estos pasos son “verticales.” Ocurren entre el
Dios trino y nosotros. Considere que el término “vertical” es metafórico. En realidad,
Dios no sólo está “sobre” nosotros, sino también “a nuestro lado;” obra “dentro”
nuestro y es el fundamento “debajo de” nosotros. De todas formas, las imágenes
bíblicas extendidas nos llaman a imaginar una relación vertical en la cual
“busque[mos] las cosas de arriba” (Colosenses 3:1).
3. LA ADORACIÓN PÚBLICA ES FORMATIVA. En el mejor de los casos, el culto no
sólo refleja quiénes somos, sino que también nos ayuda a crecer en la vida de
fe. Dicho de otra manera, el culto es una parte del discipulado y la formación
espiritual. Esto no quiere decir que el culto sea el área más importante en la
formación espiritual (aunque algunos dirían que sí lo es). PERO, aun la tímida
afirmación de este principio no representa cómo funciona el culto en la mayoría de
las congregaciones. Note que este aspecto implica una crítica implícita a una
perspectiva del culto que es esencialmente expresivista, en la cual el culto
solamente expresa lo que siente una congregación en un momento determinado.
Por el contrario, el culto, debe tanto ser expresivo como formativo de una
congregación. Es una parte del crecimiento, el discipulado y la enseñanza de una
vida cristiana de rectitud.

4. LOS HÁBITOS: La palabra “hábitos” está fuera de moda, pero son cruciales. Tal
como sucede con las relaciones humanas, los momentos más vibrantes suelen ser
los más memorables, pero lo que nos sustenta para toda una vida de discipulado
son los hábitos bien arraigados. Dichos hábitos generalmente se adquieren a través
de la participación corporal. Aprendemos con la práctica; “haciendo.” El ímpetu de
la fe, como sucede con las buenas jugadas del fútbol, se aprende con mucha
práctica.

5. LA LITURGIA Y LA VIDA. El culto está íntimamente vinculado a nuestra vida en el


mundo. En el culto practicamos ciertas actitudes o formas de hablar que
necesitamos llevar con nosotros del culto hacia el mundo.
6. Los salmos bíblicos son los mentores fundacionales y guías en este vocabulario y
gramática para el culto. El Padre Nuestro es un mandato a practicar muchos de
estos pasos. Cada una de patrones del leguaje son modificados y formados por los
frutos del Espíritu.

7. Cada uno de estos hábitos verticales se reconfiguran a la luz del Cristo


crucificado, resucitado y ascendido, especialmente cuando vemos que Jesús
mismo los practicaba (“Pasa de mi esta copa,” “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me
has desamparado?”), y cuando nos damos cuenta de que el Jesús ascendido
continúa practicando muchos de ellos, mientras “vive siempre para interceder” por
nosotros (Heb.7:25).

8. En cierto sentido, estas palabras sólo tienen valor si reflejan y forman


disposiciones interiores y acciones. Si las palabras no se corresponden de
alguna manera con nuestro ser interior, son vacías, y no hacen culpables de
hipocresía. Aunque esto se tiene que afirmar y recordar a cualquier costo, este
aspecto puede ser sobrevalorado; los patrones del habla nos forman aun cuando
todavía no expresen lo que sentimos. La mayoría de los patrones del lenguaje son
textos en los que estamos creciendo, por lo que sobrevalorar este punto puede ser
una excusa para minimizar su importancia para el discipulado.

9. Parte del atractivo de esta metáfora es que la gente añora practicar hábitos sanos
de lenguaje en sus relaciones. Sabemos bien cuando este tipo de lenguaje no se
practica; cuando es demasiado superficial como para soportar el peso de nuestro
deseo de transparencia e intimidad. La experiencia humana es un punto de
contacto que nos ayuda a explorar este tema.

10. Llevado al extremo, esta perspectiva puede interpretarse como que el culto es
meramente utilitario, que es sólo para la “formación.”Tenemos que asumir la
responsabilidad de prevenir que ocurra esto.

11. Esta perspectiva no debe agotar el misterio del culto.Finalmente, es el Espíritu


Santo mismo quien intercede en y por nosotros con gemidos que no pueden
expresarse con palabras.

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