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AVISO
La traducción de este libro es un proyecto del Foro Purple Rose. No es ni
pretende ser o sustituir al original y no tiene ninguna relación con la
editorial oficial. Ningún colaborador —Traductor, Corrector, Recopilador—
ha recibido retribución material por su trabajo. Ningún miembro de este
foro es remunerado por estas producciones y se prohíbe estrictamente a
todo usuario del foro el uso de dichas producciones con fines lucrativos.
Purple Rose anima a los lectores que quieran disfrutar de esta traducción
a adquirir el libro original y confía, basándose en experiencias anteriores,
en que no se restarán ventas al autor, sino que aumentará el disfrute de
los lectores que hayan comprado el libro.
Eli 25 y Alexiacullen
Traducción:
Eli25 Izzy Lucach
Lucac LittleGirl00
Whiteshadow Bluesea
Corrección:
Marce Doyle* ruth m. Caliope Cullen
Recopilación y Revisión:
Marce Doyle*
Diseño:
PaulaMayfair
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ÍNDICE
Aviso Capítulo 22
Créditos Capítulo 23
Índice Capítulo 24
Sinopsis Capítulo 25
Prólogo Capítulo 26
Capítulo 1 Capítulo 27
Capítulo 2 Capítulo 28
Capítulo 3 Capítulo 29
Capítulo 4 Capítulo 30
Capítulo 5 Capítulo 31
Capítulo 6 Capítulo 32
Capítulo 7 Capítulo 33
Capítulo 8 Capítulo 34
Capítulo 9 Capítulo 35
Capítulo 10 Capítulo 36
Capítulo 11 Capítulo 37
Capítulo 12 Capítulo 38
Capítulo 13 Capítulo 39
Capítulo 14 Capítulo 40
Capítulo 15 Capítulo 41
Capítulo 16 Capítulo 42
Capítulo 17 La Mañana Siguiente
Capítulo 18 Cinco Días Después
Capítulo 19 Fear (Gone #5)
Capítulo 20 Sobre el Autor
Capítulo 21
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SINOPSIS
Han pasado ocho meses desde que todos los adultos desaparecieron.
DESAPARECIDOS.
Ellos han sobrevivido al hambre. Han sobrevivido a las mentiras. Pero las
apuestas siguen subiendo, y el horror distópico sigue aumentando. Sin
embargo, a pesar de la inestabilidad latente que dejó tantas batallas,
luchas de poder y divisiones enfadadas, hay cuna calma momentánea en
la Playa Perdido.
S
e puso de pie en equilibrio sobre el borde de una lámina de
vidrio. Descalzo. Perfectamente balanceado. Un pie en frente del
otro. Los brazos a su lado. Ese era el juego ahora.
El borde superior del vidrio era delgado, tan delgado que podría llegar a
cortarlo si él resbalara o callera o si diera un paso apresurado. Ese borde
superior era una delgada cinta de arco iris que reflejaba brillantes rojos y
verdes y amarillos.
Podía ver cosas allá abajo en el lado derecho, por debajo de su mano
derecha, más allá del alcance de sus dedos. Allí abajo estaban su madre y
su padre y su hermana. Abajo había bordes dentados y ruidos fuertes que
lo hacían querer poner sus manos sobre sus oídos. Cuando el miraba a
esas cosas, a esa gente, las tambaleantes, casas insustanciales, los
muebles de bordes afilados, las manos con garras y narices ganchudas y
ojos observadores, observadores¸ observadores y bocas gritando. Quería
cerrar los ojos.
Pero no funcionó. Incluso cuando cerró sus ojos, los veía. Y los escuchaba.
Pero no entendía sus salvajes, colores pulsantes. A veces sus palabras no
eran palabras en absoluto, sino brillantes lanzas de colores disparando por
sus bocas.
Abajo había una esfera suave y brillante, como un sol verde tenue. Se
acercaba a él a veces. Un zarcillo. Una niebla. Le tocaría mientras estaba
equilibrado, un pie delante del otro, las manos a su lado.
A Pete le gustaban los juegos. Solo el lado izquierdo jugaría sus juegos a
su manera; juegos tienen de ser a su manera, de la misma manera,
siempre e inmutable. Pero el último juego que Pete había jugado con la
Oscuridad se había vuelto duro y demasiado brillante. Había apuñalado de
repente a Pete con flechas en su cerebro. Se había roto el juego.
—Gira. Tengo que meter esta lámina debajo de ti. Esta empapada.
Pero Pete sintió algo más. Una rareza. Una extrañeza. Algo incorrecto, una
profunda, una nota musical palpitante, un arco dibujado en cuerdas que
sacó su concentración lejos de la izquierda y la derecha, lejos incluso de la
lámina de vidrio sobre la que se equilibraba.
Ahora, Pete miro abajo a sí mismo, como si estuviera flotando fuera de él.
Miro su cuerpo, desconcertado por él. Sí, esa era la nueva voz, la nota
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insistente, la voz más demandante y convincente, incluso más que el
suave murmullo de la oscuridad o de las palabras exigentes de su
hermana. Su cuerpo demandaba su atención, distrayéndolo del juego de
balancearse en la lámina de vidrio.
72 Horas, 7 Minutos
S
am estaba borracho.
Era una nueva experiencia para él. Tenía quince años, y una o
dos veces tomó un sorbo del vino de su madre. Se había bebido
media cerveza cuando tenía trece años. Sólo para ver. No le
había gustado mucho, era amarga.
Nunca había sido lo suyo. Nunca había sido parte de la multitud fiestera.
Pero ésta noche había salido a comprobar la caja del monstruo que era
tanto de Brittney como de Drake, y había oído las amenazas viles y
obscenas de Drake y los rugidos y homicida rabia. Y luego, peor aún, él
había oído las súplicas de muerte de Brittney.
Sam había estado para ver a Astrid temprano por la tarde. Eso no había
ido muy bien. Astrid lo había intentado, y él lo había intentado, pero había
demasiadas cosas mal entre ellos. Demasiada historia ahora.
—Sí, he captado algo de ese mensaje —dijo él, enfadada y frustrado pero
intentando mantener alguna semblanza de frío.
—Si comenzamos, ¿cuánto crees que llevará antes que todos los sepan?
Su carga.
Esa era la vida de Astrid ahora. Ella era una enfermera para un chico
autista con todo el poder en el mundo encerrado dentro de él. Más allá del
autismo ahora: Pequeño Pete no estaba. No había manera de que supiera
dónde estaba en su extraña y rara mente.
Y eso había hecho Sam esa tarde. Astrid y Pequeño Pete. Y la criatura no
muerta gemela que Orc y Howard mantenían vigilada.
—Tiraré esto —le había dicho Sam a Howard—. Sabes que es ilegal.
En su lugar la había llevado con él. A través de las oscuras calles. Pasando
las casas quemadas y sus fantasmas.
Pasando el cementerio.
Se dirigió a la playa. Sabía en su corazón a dónde iba ahora. Sabía que sus
pies estaban llevándole al acantilado.
Justo aquí, justo dónde estaba de pie, Mary había guiado a los
preescolares a un salto suicida. Todo lo que mantuvo a esos niños vivos
fue el esfuerzo heroico de Dekka.
Debería haberse.
Debería haberse.
Debería haberse...
¿Pero lo había sido? Astrid dijo que no: solo otra ilusión. Pero Astrid no era
exactamente adicta a la verdad.
O prisión.
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Sam intentó enfocarse en eso, pero sus ojos no estaban funcionando muy
bien.
Se enderezó. Miró las palmas de sus manos. Luego estiró los brazos, las
palmas enfrentando la barrera.
Gritó una alta maldición. Y otra vez, cuando disparó otra vez y siguió
disparando.
Taylor era una bonita chica asiática que nunca había hecho un secreto su
atracción hacia Sam. También era una rara, una tres barras con el poder
de la tele transportación. Podía ir instantáneamente a cualquier lugar que
hubiera visto o estado antes. Ella lo llamaba “rebotador.”
Ella no era la chica que había sido el centro de su vida durante todos esos
meses. Ni la chica que le había dejado frustrado, humillado, sintiéndose
como un idiota. Sintiéndose más solo que nunca.
—No. —Él lo despidió—. Creo que has tenido suficiente. ¿Verdad? —Habló
con extremo cuidado, intentando no mascullar. Fallando.
Ella dudó.
—Más normal que algo. Acabo de checar a Brittney —dijo Sam—. ¿Tienes
un monstruo dentro de ti, Taylor? ¿Tienes que estar encerrada en un
sótano porque dentro de ti hay un psicópata con un brazo que azota? ¿No?
¿Ves? Eres muy normal, Taylor.
—¿Suplicas ser quemada hasta las cenizas para poder ser libre e ir con
Jesús, Taylor? No. Ves, eso es lo que Brittney hace. No, eres bastante
normal, rebote Taylor.
La besó.
72 horas, 4 minutos
E
ra increíble lo que la comida decente podía hacer para las miradas
hambrientas de una chica. Diana se miraba a sí misma en el espejo
grande.
Sus piernas eran protuberantes, con las rodillas y los pies viéndose
extrañamente grandes. Podía contar cada costilla. Su vientre estaba
cóncavo. Su menstruación se había parado y sus pechos eran más
pequeños de lo que habían sido cuando tenía doce años. Sus clavículas
parecían como perchas de ropa. Su rostro era casi irreconocible. Se veía
como una adicta a la heroína.
Cuando había visto que Caine destruiría el helicóptero con Sanjit y sus
hermanos y hermanas, ella había sacrificado su propia vida. Se había
caído desde el acantilado para forzar a Caine a tomar la decisión: salvar a
Diana o matar a los niños. Seguramente ese acto de auto-sacrificio
compensó el hecho de que ella había mordido y masticado y tragado un
trozo cocido del pecho de Panda.
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Seguramente, ¿estaba redimida? ¿Al menos un poco? ¿Por favor? Por
favor, si había un Dios mirando, por favor que vea que me he redimido.
Pero no era suficiente. Nunca sería suficiente. Tenía que hacer más.
Durante el tiempo que vivía tendría que hacer más. Empezando con Caine.
Él había mostrado solo un destello de humanidad, salvándola y dejando a
sus víctimas deseadas ir libres. No fue mucho. Pero fue algo. Y si ella podía
encontrar la forma de cambiarle…
—Sé que estás aquí, Bug —dijo Diana con calma, sin mirar atrás. Sin darle
un pequeño deslizamiento de satisfacción—. ¿Qué crees que Caine te haría
si le digo que estabas espiándome en ropa interior?
—Todo lo que tengo que hacer para deshacerme de ti, Bug, es contarle a
Caine que tus poderes están aumentando. Le diré que te estás
convirtiendo en cuatro barras. ¿Cómo crees que reaccionará por tener una
barra de cuatro compartiendo esta isla con él?
Durante un momento, Diana sintió algo como compasión por él: Bug fue
un daño, hecho un desastre y un poco deformado. Como todos ellos,
estaba asustado, y solo e incluso quizás perseguido por algunas de las
cosas que había hecho. O no. Pero nunca mostraría alguna evidencia de
consciencia.
Vivía ahora en uno de los baños, por lo que podía arrastrarse al váter
cuando lo necesitara. Diana le llevaba su comida dos veces al día. Libros.
Una televisión con un reproductor de DVD. Aún había electricidad en la
casa de San Francisco de Sales Island. El generador suministraba una
corriente débil y vacilante. Cuando Sanjit había vivido ahí, había estado
preocupado de que la gasolina para el generador se estuviera agotando.
Pero Caine podía hacer cosas que Sanjit no podía. Como levitar barriles de
gasolina desde el yate naufragado oxidándose en la parte inferior del
arrecife. La vida ahí era mucho mejor para Diana, Caine y Bug. Pero la
vida nunca sería buena para Penny.
—Te asusta, ¿no, Bug? —preguntó Diana. Se rió—. Lo intentaste, ¿no? ¿Te
colaste en la suya y te pilló?
Había decidido ser una persona mejor. Y lo sería. A menos que Bug
consiguiera molestarla.
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Las tres Jennifers. Así es como se llamaban a sí mismas. Jennifer B era
pelirroja, Jennifer H era rubia, y Jennifer L tenía su pelo de color negro
con rastas. Ni siquiera se habían conocido las unas a las otras antes de
FAYZ.
¡Kkkrrraaafff!
Esta vez, las paredes parecieron agitarse. Jennifer B se puso de pie y salió
de su cama antes de que pudiera pensar en eso. Tosió, se detuvo, luego se
giró rápidamente hacia la puerta, sus ojos no estaban muy enfocados, su
cabeza bombeaba.
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En el pasillo se encontró con Jennifer L. Jennifer L estaba tosiendo,
también, y ambas llevaban pantalón de chándal y camisetas, ambas
abatidas.
¡Kkkrrraaafff!
¡Kkkrrraaafff!
¡Kkkrrraaafff!
¡Kkkrrraaafff!
¡KKKRRRAAAAFFF!
¡KKKRRRAAAAFFF!
Se movieron con lentitud más cerca, ahora sujetando sus manos, con las
armas preparadas.
—Yo… —dijo ella, pero no hubo una segunda palabra. Intentó ponerse de
pie pero no podía.
***
Pero Hunter tenía que matar al león de la montaña porque el Viejo León
había robado demasiadas muertes al propio Hunter. El Viejo León reptó
alrededor detrás de Hunter después de que hubiera cogido un ciervo.
El Viejo León estaba haciendo justo lo que él tenía que hacer. No era
personal. Hunter no odiaba al Viejo León. Pero de la misma manera, no
podía tener al león de la montaña corriendo con la comida de los niños.
Hunter cazaba para los chicos. Eso era lo que hacía. Eso era quién era. Él
era Hunter el cazador1. Para los chicos.
El Viejo León ya era un cazador de vuelta cuando Hunter solo era un chico
normal sentándose en clase, levantando su mano para responder
preguntas y leyendo y entendiendo y siendo inteligente. El Viejo León sabía
todo sobre cazar. Pero no sabía que Hunter estaba llegando detrás de él.
Hunter olió al gato. Estaba cerca. Olió la carne muerta. La sangre seca.
Hunter estaba debajo de un peñasco alto. Se congeló, dándose cuenta de
repente que el Viejo León estaba justo sobre él. Quería correr, pero sabía
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que si daba la vuelta, el gato le pasaría. Estaba más seguro cerca de la
piedra. El Viejo León no podía caer.
Hunter no tenía palabra para la cosa. Había crecido el último día. Había
comenzado como un golpe, una inflamación. Pero entonces la piel se había
separado y crujiendo revelaron partes de la boca de un insecto. Como una
araña. O un chinche. Como los chinches que se arrastraban sobre Hunter
cuando dormía. Pero esa cosa sobres su hombro no era un chinche
normal. Era demasiado grande para eso. Y había crecido justo donde la
serpiente voladora, la larva, había dejado caer su baba sobre él.
El Viejo León estaba sobre él, clavado sobre sus hombros, con su cara
gruñendo justo a centímetros del vulnerable cuello de Hunter.
Hunter no vaciló. Levantó sus manos y apuntó. No había luz. El calor que
venía de las manos de Hunter era invisible. Pero instantáneamente la
temperatura en la cabeza del Viejo León se dobló, se triplicó, y el Viejo
León, su cerebro, se cocinó dentro de su cráneo y cayó muerto.
72 Horas, 3 Minutos
A
strid había alimentado a Pequeño Pete.
Iba lento.
No era el libro que ella hubiera leído en los viejos días. No habría estado
enganchada a muerte leyendo algún estúpido romance adolescente. Por
entonces, habría leído un clásico, o algún trabajo de gran mérito literario.
O historia.
Después de solo unos pocos minutos, Astrid dejó el libro a un lado. Sus
manos estaban temblando. Intentar escapar en el libro: fallido. Intentar
olvidar su miedo: fallido. Estaba todo justo allí, aún, justo allí delante de
cualquier otro pensamiento.
Fuera, una brisa causó que las ramas de los árboles arañaran el lado de la
casa. Una esquina de la mente de Astrid lo notó, y se sorprendió, pero lo
dejó a un lado por asuntos más apremiantes.
Sí, sí, lo quería. Quería estar en sus brazos. Quería besarlo. Y quizás más.
Quizás mucho más.
Todo eso, todas las cosas que él quería ella las quería también.
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Estúpido idiota, ¿no comprendía eso? ¿Era tan despistado que no sabía
que quería todo también?
Pero ella no era Sam. Astrid no actuaba por impulsos. Astrid pensaba las
cosas. Astrid la Genio, siempre tan irritantemente bajo control. Esa era la
palabra que le había lanzado: control.
¿Cómo no podía Sam darse cuenta de que si cruzaban esa línea sería un
pecado más? Un abandono más de su fe. Una rendición más de debilidad.
Había mucho más que eso. Era como si pequeños trozos del alma de Astrid
fueran desconchándose, cayendo. Algunos trozos no tan pequeños.
Astrid no podía ser esa persona. Tenía que volver a juntarse. Tenía que
tomarse un tiempo parar reconstruirse. Tenía miedo de romperse. Como
una escultura de cristal, astilla tras astilla y todo se rompería en miles de
trozos.
Y aún, una fría y calculadora parte de ella sabía que no podía apartarse
demasiado de Sam. Porque era sólo cuestión de tiempo antes de que todos
los demás averiguaran que había una manera para salir del FAYZ.
Los otros había visto lo que Astrid había visto en ese acantilado, cuando la
mente de Pequeño Pete se había puesto en blanco, sobrecogida por la
pérdida de su estúpido juguete.
Y por primera vez desde el comienzo del FAYZ, una fría brisa sopló en la
habitación y flotó sobre la frente empapada de la persona más poderosa en
este pequeño universo.
***
Aún estaba afuera, Drake estaba seguro de eso. Aún le llamaba, a Drake,
el fiel, el que nunca se volvería contra la Oscuridad.
Drake golpeó su mano látigo solo para oír el sónico chasquido de ella. Y
dejó que Orc también lo oyera.
—¡Hey, Orc! ¡Ven aquí para que pueda azotar ese pequeño parche de piel
tuyo! —demandó Drake.
Drake Merwin podía ver un poco de la luz del delgado y tenue sol de
Sammy. Odiaba esa luz que sabía de dónde venía y lo que representaba: el
poder de Sam, esa peligrosa luz suya.
Drake no sabía lo que había ocurrido para que tomara este camino, para
provocarle compartir un cuerpo con Brittney. Mucho de la reciente vida
era un misterio. Recordó a Caine girándose hacia él. Recordó la masiva
barra de uranio volando directamente hacia él.
Oscuro, ese sueño. Completamente oscuro. Sin el sol de Sammy. Sin luz.
Enterrado vivo, allí no podía haber aire. Sin luz y sin aire, sin agua, sin
comida, por siempre y para siempre.
Algunas veces él mismo, y otras veces esa pequeña idiota con sus visiones
lunáticas de la muerte de su hermano.
Indestructible.
Atrapado. Por ahora. En este frío, húmero y sombrío sótano. Nada aquí
abajo excepto una mesa de trabajo de madera. Ellos habían limpiado el
lugar, Sam, Edilio y el resto. Apenas una uña dejaron detrás en el suelo de
hormigón.
Una espaciosa tumba que él había compartido con la Cerda Brittney antes.
Aquí había aire. Pero Drake ya no necesitaba aire.
Indestructible.
Pero tenía que ser cuidadoso para no dejar ninguna pista para que
Brittney la encontrara cuando emergiera. Eso significaba trabajar
lentamente. Poniendo el trozo de cristal de vuelta en la basura dónde ella
esperaría verlo.
Orc golpeó el suelo, el cual era el techo de Drake. Pero no bajó para dar
batalla.
***
Así debía sentirse ser una víctima de algún horrible crimen y saber que la
persona que lo hizo aún estaba viva, aún buscaban una forma de hacerlo
otra vez.
La Oscuridad no respondió. Pero Lana sintió que sus instintos tenía razón,
la criatura estaba ansiosa.
Pero no asustada.
Lana se levantó y paseó hacia su balcón. La luna estaba alta. O era muy
tarde o muy temprano.
¿Era cierto que el mundo estaba justo al otro lado de esa barrera?
¿Realmente estaba tan cerca que ella habría sido capaz de oler las patatas
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fritas francesas en el Carl’s Jr. que construyeron para mirar boquiabiertos
a quienes venían para ver la cúpula?
Su madre y padre...
Cerró sus ojos y se mordió el labio. El dolor del recuerdo se había acercado
sigilosamente a ella, golpeándola cuando no estaba lista.
Siguió durante un rato y luego paró. La oscuridad volvió. Sam era invisible
para ella ahora.
Lana se alejó.
Así que no era la única que fantaseaba con romper el cascarón y emerger
como un pollito recién nacido.
63 horas, 41 minutos
S
am despertó en el último lugar que habría esperado: su
habitación.
Se limpió la boca en la sábana. Ésta era una casa que nadie había
allanado o vandalizado o se había mudado allí. Todavía era suya, suponía.
Aún podría haber medicinas en el baño.
—Oh, no —gimió.
Caine.
Y no había una explicación real para lo que había pasado con su padre.
Estuvo fuera de la escena incluso antes que Sam y Caine nacieran.
Ahora él tenía una familia nueva. Astrid y el pequeño Pete. Sólo que ahora
tampoco los tenía. Y ahora tenía que preguntarse qué había hecho para
merecer esto, la desaparición de su padre, las mentiras de su madre, el
rechazo de Astrid.
Caine, quien nunca había hecho ni una sola cosa buena o decente, estaba
viviendo con lujos.
Sam, quien había tratado y tratado, y hecho todo lo que había podido,
estaba sentado en su casa con un intenso dolor de cabeza, oliendo vómito
con un par de ibuprofenos quemando un agujero en su estómago.
Solo.
***
No hubo ciervo hoy. Y aún no había sacrificado al Viejo León. Ese era un
gran trabajo. Quería mantener su piel en una sola pieza, así que tenía que
tomarse su tiempo.
Vestiría la piel del león una vez que la hubiera secado. Sería cálida y le
recordaría al Viejo León.
—Sí.
—Estás todo arañado. Quiero decir, caramba, eso tiene que doler.
Tocó la herida con cuidado. Pero no dolía. De hecho, no podía sentirla para
nada.
—Así es, Roscoe —dijo Hunter. Hablaba tan cuidadosamente como podía.
Pero todavía las palabras no sonaban como las había hecho antes. Sonaba
como si su lengua estuviera cubierta de pegamento.
Olvidó como la llamaban. Astrid tenía algún nombre para eso. Pero era
una palabra larga.
—Sí. Tengo comida. Y mi bolsa de dormir está seca después que la limpié
con vapor.
—Tienes agua fresca con la que lavarte, ¿eh? —preguntó Roscoe—. Estoy
celoso. Siente ésta camiseta. —Invitó a Hunter a sentir el rígido algodón
lavado en agua salada.
—Sí, claro. Agua salada. Siente tu camisa. —Y Roscoe se estiró para tocar
la camisa de Hunter. Tocó el hombro de la camisa de Hunter.
El hombro equivocado.
—¿Qué tienes en el hombro, amigo? ¿Qué es? ¿Qué hay debajo de eso?
¿Es alguna clase de animal?
Hunter pasó saliva. Nadie había visto su hombro. No sabía lo que podía
pasar si alguien lo hacía.
—No vuelvo a hacer este trabajo. Marcie puede hacerlo todos los días. No
voy a seguir con esto.
***
No hubo respuesta.
—¿Estás viva?
Así que Jennifer Boyles salió por su propia cuenta. Se deslizó en su trasero
por las escaleras, las mantas envueltas a su alrededor. Temblando, con los
dientes castañeando.
Se quedó allí, boca abajo. Con la tos destrozando su pecho. Pero aún no
era la tos sobrehumana que había matado a Jennifer H.
Aún no.
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CAPÍTULO 5
Traducido por QueenDelC y lucac
62 horas, 18 minutos
—L
eslie-Ann, intenta limpiar mejor mi bacinica, ¿está
bien? —le dijo Albert a la chica de limpieza—. Sé que
no es un trabajo divertido, pero me gusta tenerla
limpia.
—Usa arena —dijo Albert con paciencia. Ya se lo había dicho antes—. Usa
arena para limpiarla.
—Vamos, Jamal.
Albert bordeó la plaza… aquí siempre había niños y siempre había alguien
pidiendo algo de Albert: un trabajo, un trabajo diferente, crédito, algo.
—Lo siento, pero no llevo nada de agua conmigo. —Se las arregló para
dirigirles una sonrisa forzada y siguió. Pero ahora Janice estaba llorando y
Harley estaba suplicando.
—Solíamos vivir con Mary, y ella nos daba agua. Pero ahora tenemos que
vivir con Summer y BeeBee, y dicen que tenemos que llevar dinero.
—Entonces supongo que tendrán que ganar algo de dinero —dijo Albert.
Trató de suavizarlo, trató de no sonar duro, pero tenía demasiado en la
cabeza y terminó sonando como un malvado. Ahora Harley también
comenzó a llorar.
—Si tienen sed, dejen de llorar —espetó Albert—. ¿De qué creen que están
hechas las lágrimas?
En teoría al menos, este crudo aparato hecho a mano era fijo. El principio
era lo suficientemente sencillo: hervir agua salada, dejar que el vapor se
eleve hacia el tubo, luego enfriar el vapor. Lo que destilara del final sería
agua potable.
Este nuevo esfuerzo requeriría una fogata debajo del tanque. Lo que
significaría grupos de chicos para cortar leña de las casas sin usar. Lo que
haría que todo el asunto fuera más trabajo de lo que valía.
Los cuatro chicos, ninguno con más de once años, parecían culpables.
—¿Están cavando?
Alber suspiró.
Pero no había nadie más en quien Albert confiara para la misión que tenía
en mente. Sam tendría que ir. Y Albert tendría que esperar que ningún
nuevo desastre llegara mientras no estuviera.
***
Abrió un ojo. Alguien estaba parado sobre él, el rostro ennegrecido por el
sol detrás de él.
—Soy yo.
—Ya todos trabajan para ti, Albert. ¿Cuál es el problema? ¿Te molesta que
yo no?
Sam lo miró fijamente. Luego hizo un irónico saludo con dos dedos.
—Lo siento. Estoy de mal humor. Una mala noche seguida de una mala
mañana. ¿Qué pasa, Albert?
Sam asintió.
—No. Primero, el nivel del agua en el Lago Evian está disminuyendo con
más rapidez que nunca. No hay lluvia aquí. Y es un lago pequeño. Puedes
ver lo que ha disminuido, como, tres metros de profundidad.
—Éste mapa no es muy bueno. Es demasiado grande para ver los detalles.
¿Pero ves esto? —Señaló—. El Lago Tramonto. Es como cien veces más
grande que el lago Evian.
—Dibujé éste círculo con un compás. Creo que al menos parte del Lago
Tramonto está dentro de la barrera.
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Sam asintió pensativamente.
—Sabes, es extraño. Creo que olvidé que había cosas como los mapas de
papel. Siempre solía usar Google maps. Maps punto Google punto com.
¿Recuerdas esos días? ¿Qué es esto?
—Ah, eso es una base de la fuerza aérea. Pero mira, todo está
prácticamente del otro lado. La pista, los edificios y todo. ¿Por qué?
¿Esperabas encontrar un jet de pelea?
Sam sonrió.
—Eso podría ser útil si viniera con todo y piloto. Una cosa es aterrizar un
helicóptero para Sanjit. Otra cosa muy diferente es volar un jet Mach
dentro de un tazón de treinta y dos kilómetros de ancho. No. No sé qué
estaba esperando. Quizás un arma de rayos que pudiera abrir hoyos a
través de la barrera.
—Sabes —dijo Albert, tratando de sonar casual, pero sonando más como si
estuviera dando un discurso bien ensayado—, leí en un libro donde en los
viejos tiempos, y me refiero a los viejos, viejos tiempos, que un hombre de
negocios contrataría exploradores para investigar nuevos territorios. Ya
sabes, para encontrar oro o petróleo o especias. Claro que estos
exploradores tendrían que ser fuertes y capaces de lidiar con toda clase de
problemas.
—Sí.
Albrert no dijo nada. Solo esperó y observó a Sam como una lagartija
viendo una mosca.
—No confió en ella. No para algo como esto. Quiero decir, Sam, podríamos
estar en apuros con el agua muy pronto. Quiero decir, pronto. Tengo un
camión yendo más tarde, después de eso, tal vez media docena más de
carreras.
—Lo haré —dijo Sam—. Pero no soy feliz guardándole secretos a Edilio
Albert apretó los labios en una línea. Como si estuviera pensando. Pero
Sam veía que tenía una respuesta preparada.
—Mira, los secretos no duran mucho tiempo en este lugar. Por ejemplo,
Taylor ha estado contando una historia interesante por toda la ciudad.
Sam gruñó. Tenía que ser Taylor, se reprochó. ¿Qué iba a decir Astrid? No
es que fuera en realidad su asunto. Nunca habían dicho que no podía ver
a alguien más, estar con alguien más. De hecho una vez, en un arranque
de ira, Astrid le había dicho que hiciera precisamente eso. Sólo que ella no
había dicho “estar con”. Ella había usado una frase que había estado algo
sorprendido de escuchar viniendo de Astrid.
—No eres el único que anda con grandes responsabilidades sobre sus
hombros, Sam. Interpretas al gran papi malo que no deja que nadie se
divierta, y yo interpreto al hombre de negocios codicioso que sólo busca su
ganancia. Pero no seas estúpido, tal vez soy codicioso, pero sin mí nadie
come. O bebe. Necesitamos el agua. ¿Conoces a alguien más en esta
ciudad que vaya a hacer que esto suceda?
—Sí, has llegado a ser bueno en usar a la gente, Albert. Quiero decir que
me ofreces la oportunidad de salir y salvar el trasero de todo el mundo,
¿verdad? Ser importante y necesario de nuevo. Has resuelto todo.
Tomó el mapa.
—Es buena idea tener a alguien alrededor que es más inteligente que tú.
Sam asintió con la cabeza. Era lógico. Si quería a Dekka con él, tendría
que dejar atrás a Brianna. ¿Pero Taylor?
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De repente, el viaje, que había empezado a anticipar sólo un poco parecía
mucho menos divertido.
***
—Hey, Lana.
Era una vieja broma entre ellas. Habían trabajado juntas estrechamente
en tiempos de crisis. La gripe que había dado la vuelta un par de semanas,
las diversas batallas, los incendios, las peleas, las intoxicaciones y los
accidentes.
El fuego había sido lo peor. Las dos habían estado aquí juntas por días,
apenas habían visto el sol.
Lana oyó una tos seca procedente de una niña de aspecto muy enfermo.
—¿Qué es esto?
—Creo que nuestra gripe está de vuelta. O nunca se fue. —Sacó a Lana
hacia el lado, donde los pacientes no podían escuchar—. Creo que esto
puede ser peor, sin embargo. Esta chica está alucinando. Su nombre es
Jennifer. Llegó arrastrándose aquí esta mañana. Sigue hablando de alguna
otra chica llamada Jennifer tosió tan fuerte que había piezas de sus
pulmones escupidas. Y entonces supuestamente tosió tan fuerte que se
rompió su propio cuello.
—Sí. Aun así, ojalá tuviera a alguien para ir a revisar su casa. Ver si hay
algo que hacer.
Dahra suspiró.
—Eso se acabó.
A Lana nunca le había gustado mucho Elwood, y ella era del tipo de quería
saber lo que había pasado. Dahra y Elwood habían estado saliendo
durante mucho tiempo. Pero Dahra no se veía como si le interesara
contarlo todo.
Lana curó las costillas rotas y luego echó un vistazo a la chica con los
dedos quemados.
—No vuelvas a hacer tonterías como estas —le espetó Lana a la chica—.
No quiero estar perdiendo el tiempo con estupideces. La próxima vez voy a
dejar que sufras.
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Pero ella curó la quemadura, hizo un rápido toque y fue con la chica tos.
—Trato —dijo Lana—. Albert tiene que estar mejor abastecido. Yo,
también, ya que estamos en ello. Se supone que debe enviar a uno de los
suyos con un galón al día. Ya han pasado dos días. No es inteligente para
un hipocondríaco como Albert sacarme quicio.
61 horas, 26 minutos
N
adie sabía cómo tratar con Hunter. Se suponía que no venía
a la ciudad. Así que el consejo tenía que ir con él.
Se encontraron en la carretera.
Curioso, advirtió Lana: hoy parecía casi limpia. Como si alguien hubiera
venido con un soplador de hojas y volado toda la basura de la carretera.
Así que Astrid estaba allí. Más o menos. Lana la había visto en un montón
de diferentes situaciones y estados de ánimo, pero ésta era una nueva
Astrid: retraída, preocupada. Como si estuviera por completo en otra parte.
Se estaba mordiendo los labios, retorciendo los dedos juntos, después
componiéndose y limpiando sus manos en los pantalones vaqueros.
55
Página
Lana estaba segura de que vio a Astrid lucir algo culpable cuando se dio
cuenta de la basura soplada contra la barrera. Pero tal vez sólo estaba
sensible debido a la historia que circulaba acerca de Sam y Taylor.
Edilio estaba a cargo. Lo cual estaba bien para Lana. Casi todos habían
mostrado alguna debilidad, algún poco de locura. Incluida ella misma,
reconoció con ironía.
Aunque claro, pensó Lana, si la barrera alguna vez caía, la mitad de los
chicos serían enviados al reformatorio y el resto se enviaría a las
instituciones mentales o de rehabilitación. Así que tal vez ser expulsado no
fuera tan malo.
—Hola, Hunter —dijo Edilio—. Primero, amigo, gracias por todo el trabajo
que haces, ¿cierto? Estás ayudando a mantener a todos alimentados y
sanos, así que gracias.
Hunter buscó algo que decir, con los ojos recorriendo de izquierda a
derecha, y finalmente hacia abajo.
—Soy el cazador.
—Bueno, eres un buen cazador —dijo Edilio—. Lana dice que tienes un
pequeño problema médico.
Hunter asintió.
—Bocas.
Hunter sacó la camisa por su cabeza. Dejó caer sus pantalones hasta los
tobillos.
Lana se situó junto a Hunter. Señaló las piezas bucales sobresaliendo del
hombro de Hunter. Se veía exactamente como la cabeza de una hormiga
enorme, o quizás la cabeza de una avispa, pero con enormes y rechinantes
dientes.
Lana miró a Astrid viendo a Hunter. Sus ojos azul hielo parpadearon.
Astrid frunció los labios como si no la tuviera, pero la curiosidad pudo más
que ella.
—No son buenos para la caza. Cogí uno y lo cociné pero se arrugó todo y
no había carne en él.
Howard dijo:
Astrid pinchó otra vez, más lejos del primer lugar. Y de nuevo en la parte
superior del brazo de Hunter.
—De vuelta al trabajo, ¿eh, Hunter? —dijo Edilio con una horrible sonrisa
forzada.
Hunter asintió.
—¿El qué?
—Así es como lo llamo. Al otro lado de las colinas. Hay una cueva. Por el
camino.
—El camino hacia el Lago Evian... ¿el lago de donde obtenemos el agua? —
preguntó Albert en voz baja.
Hunter asintió.
—Creo que la razón por la cual Lana no pudo curarlo es porque no es una
enfermedad.
—Es seguro que luce como una enfermedad —dijo Howard—. Como una
enfermedad que no quiero tener.
—Sí.
59
Página
—Pero están saliendo a través de su piel —dijo Edilio.
Astrid asintió.
—Hay un tipo de avispa —dijo Astrid—. Por eso le pregunté por las
avispas. Pone sus huevos en el interior de una oruga. Los huevos
eclosionan. Las larvas se comen las orugas desde adentro hacia afuera.
—Lana.
—Sí, una de las Jennifers también lo tiene. No creo que sea gran cosa.
Llévalo a ver Dahra, voy me pasaré por allí más tarde.
60
Página
Lana esperaba que Astrid asintiera y se marchara. Pero Astrid miró el
camino para asegurarse que nadie se acercara a ellas. Esto llamó la
atención de Lana.
—Mira, entiendo que eres más importante que, ya sabes, la gente normal
—bufó Lana—. Pero me haré cargo de él más tarde. ¿De acuerdo? Adiós.
—Quizás nada. Pero ven conmigo. Ven a ver Petey. Ayúdame, y voy a
deberte una.
60 horas, 30 minutos
C
aine había encontrado un telescopio en la casa. Lo llevó hasta
el acantilado en el extremo este de la isla.
—Ya sabes, porque él fue desterrado a una isla después de que casi se
hiciera cargo del mundo —dijo Diana—. Aunque era pequeño. Tú eres
mucho más alto.
—Sí. Pero aquí estoy, de todos modos —dijo Caine. Apuntó al telescopio de
vuelta a la ciudad. Podía ver los cascos ennegrecidos de las casas
quemadas justo al oeste del centro.
—¿A veces? —Diana alzó una ceja escéptica— Yo te odio casi todo el
tiempo.
Se miraron el uno al otro con una mirada que era de odio, pero también
algo más, algo mucho más indefenso que el odio.
Se dio la vuelta y se dirigió hacia la casa. Caine lanzó piedras más grandes
al mar. No sirvió de nada.
***
De todos modos, eso fue lo que se dijo. Porque admitir que todavía, incluso
ahora, incluso después de todo lo que había sucedido, y todo lo que no
sucedió, no podía alejarse de Astrid... Sería una enorme admisión de
debilidad.
No, no podía decirle que se iba. Ella tenía que saber que estaba... Donde
fuera que estuviera. Le dio una patada a una lata de refresco y lo envió a
la calle llena de basura.
¿Por qué Lana iba a ver a Astrid? El Pequeño Pete no debía de sentirse
bien. Pero, ¿cómo podía alguien decir lo que estaba sintiendo el Pequeño
Pete?
Sam frunció el ceño. No quería tener alguna escena con Astrid frente a
Lana. El cielo se estaba oscureciendo. Se iría pronto. Dekka, Taylor, y Jack
se le unirían a través de la carretera. Cada uno debía mantener la cosa en
secreto.
No hubo respuesta.
Sintiéndose extraño y mal, abrió la puerta a lo que había sido hasta hace
muy poco su propia casa y entró.
Astrid y Lana estaban arriba, podía oír el murmullo de las voces. Subió los
escalones de dos en dos y gritó:
Una mujer, una mujer adulta estaba sentada en la cama con la cabeza del
Pequeño Pete en el regazo.
La mujer era de casi cuarenta años. Tenía el pelo rubio y la piel blanca
casi translúcida de Astrid, algo envejecida por el sol. Sus ojos eran
marrones. Ella sonrió con tristeza y acunó la cabeza del pequeño Pete. Le
acarició el cabello.
Lana miró a Astrid. Entonces se percató de Sam, que estaba de pie allí.
Los ojos de Lana se estrecharon.
—Hay una gran cantidad de mutantes —dijo Sam tan blandamente como
pudo.
—Tiene fiebre y tos, gran cosa —dijo Lana—. ¿Por qué es tan urgente que
sea sanado?
—Sí —dijo Lana secamente—. Eso es todo lo que es. El parpadeo, cuando
todo el mundo vio el exterior, era sólo una ilusión. Y tu mamá, aquí, eso es
una ilusión.
Sam no miró a Astrid. Deseó no haber venido. Más, deseó que Astrid no
hubiera traído a Lana aquí, aunque lo entendía.
—¿La curación?
—No. Eso. Puedo sentirlo. Le toca. Lo observa. Puedo sentirlo. Llega a él.
—Como si me alcanzara.
—Eso debe haber sido difícil —dijo Sam—. Aun sabiendo que no era real.
Astrid miró con tristeza a su hermano. Él tosió dos veces y luego se quedó
tranquilo.
Pete
Las piernas de Pete estaban débiles. Trató de ponerse de pie pero sus
piernas y heridos pies, como la hoja de vidrio estaban cortando en él.
Se había sentido mejor cuando su madre estaba allí. Era tranquila, a él le
gustaba. No había tratado de tocarlo, excepto para que descansara allí
contra su pecho y sintiera la suave subida y caída de su respiración.
Pero entonces la respiración había empezado a hacer mella en él, por lo
que se distrajo. Si no se detenía...
69
Página
Pero luego se detuvo cuando él la hizo desaparecer. Podía recordar la parte
buena, antes de que el sonido de su respiración llegara a ser demasiado, y
no tendría que escucharlo más.
Una hermana estaba hablando y luego otra. La otra lo tocó con la mano. Él
la miró y todo se resolvió. Un débil zarcillo verde se estiró hasta tocarla.
Ella parecía estar en ambos lados del vidrio a la vez.
Sintió su toque y le hizo tensarse. Él lo soportó, pero por dentro se sentía
cada vez peor.
54 horas, 21 minutos
¡M
ÁTALO! MÁTAME.
―Tiene que haber algo en una de estas botellas. No querría tener que ir al
armario de la trastienda y coger otra botella.
Sus duros dedos sujetando la botella. Pavo Salvaje2. Sólo una pulgada de
líquido marrón en el culo de la botella. Retorció el corcho y el cuello de la
botella se hizo añicos en su puño. Eso pasaba muy a menudo. Orc pasaba
un mal rato calibrando su fuerza cuando estaba un poco bebido.
Sopló los trozos de vidrio. Levantó la botella con cuidado de mantener los
puntos afilados lejos de su boca todavía humana.
La había aplastado.
Fue pisando fuerte hacia el armario donde tenía su alijo. Con el sumo
cuidado de una persona que tenía poco control sobre su cuerpo, Orc abrió
la puerta del armario.
Drake. La chica Brittney se había ido y había sido reemplazada por Drake.
Drake se rió.
Drake le llamó varios nombres, pero ahora Orc tenía como un cuarto de
botella dentro de él. La calidez repartida a través de su cuerpo.
72
Página
Gritó algo igualmente grosero a Drake. Entonces se tambaleó de vuelta al
sofá y se hundió pesadamente en él.
Ella era un monstruo. Como Orc. Rogando por la muerte. Rogando porque
alguien la dejara ir a su Jesús.
Lágrimas se colaron por sus ojos humanos y cayeron por las rocosas
grietas de su cara.
Jamal era una de las pocas personas aparte de Howard que venía a ver a
Orc. Por supuesto, era solo para poder conseguir un trago. Pero aun así,
cualquier compañía era mejor que seguir escuchando a Drake o Brittney.
―Ya lo sabes ―dijo Jamal ―Albert me ha estado haciendo polvo todo el día.
Orc descansó en los colchones, el suelo crujiendo debajo de él. Jamal cogió
una silla y siguió con la botella.
―¿Quién está ahí arriba? ―La voz de Drake flotó en el aire―. ¿Es Jamal o
Turk? Demasiado pesado para ser Howard.
―Eh, Jamal, ¿qué hay sobre dejarme salir de aquí? ―Preguntó Drake, casi
divertido.
―¿Sí?
―Deberías ver cómo vive, hombre. ¿Piensas que vive como el resto de
nosotros? Pilla esto: si fuera por él ni siquiera saldría para tomar un
respiro. Lo tiene todo, hasta un tarro en el que mea.
―Sí, pero él tiene a una sirvienta que lo coge y lo tira por él.
―¿Mira, hombre, a él le gusta así, cierto? ―dijo Jamal, ocultando mal sus
palabras―. En el mundo real, Albert era un don nadie. Aquí es alguien
importante y yo soy… como, sabes…
Jamal lo presionó.
―No es así.
―Hombre, todo lo que tienes que hacer es ver quién es el perro que está en
la cima y quién está en la base. Mira, ahí es donde Zil se equivocaba; no es
sobre mutantes y normales, bichos raros o no, es sobre quién está en la
cima y quién en la base. Tú y yo, Orc, estamos en la base, somos perros de
la base. Deberíamos de ser perros de la cima.
―¡Para de reírte!
―¡Cállate, cállate!
75
Página
Y de repente, con un desgarrador sonido de rotura, el suelo de debajo de
Orc se vino abajo.
Con una rabia ciega, Orc se puso en pie. Le dio un puñetazo a Brittney con
todas sus fuerzas. La chica se estampó contra la pared.
Orc dio un paso atrás, reventó sus brazos de grava y corrió directo a la
puerta.
―¿Te quieres reír de mí? ―Rugió impulsado hacia arriba por las escaleras y
emergiendo en la cocina.
Jamal buscó a tientas su arma, pero Orc no tenía nada de eso. Él cogió a
Jamal del cuello, lo levantó del suelo, y lo tiró a través del agujero.
***
Una chica llamada Lana había venido y cogido de la mano a Bowie. Ella
casi no había hablado, había respondido a preguntas corteses con
monosílabos o gruñidos. O silencios incómodos.
Su tipo de chica.
Se había enterado de que ella vivía allí arriba, en Clifftop. De hecho, Edilio
tenía cuidado y advirtió repetidas veces a Sanjit de no irritarla mientras
estaban revisando el helicóptero.
―¿Es peligrosa?
―¿Has oído hablar sobre los coyotes parlantes? ―demandó Virtue. Como si
fuera una cosa de la que Sanjit tuviera la culpa.
―El gaiaphage. Ésa es la otra palabra que usan. Gaia, como mundo.
Phage, como calentador o algo que come algo. Tengo que decir que algo
que se llame así mismo “calentador del mundo” no es algo bueno.
―Bien ―Virtue hizo un mohín―. ¿Pero has visto las fosas que han puesto
en la plaza? Hay como dos docenas de tumbas ahí.
Sanjit se torció y miró de vuelta al helicóptero. Los había salvado. Era una
pena dejarlo tirado.
La barrera era un truco. El nivel más bajo era opaco, pero la mayor parte
del tiempo aparentaba translucidez.
79
Página
Más arriba estaba el cielo. Pero cuando estabas en lo alto no era como si
se pudiera ver más allá de la barrera. Si lo intentabas, la barrera se volvía
opaca de nuevo.
―Choo ―dijo Sanjit―. Caine destila pura esencia de maldad. ¿De qué estás
hablando?
―De acuerdo. Aunque sea malvado, podemos hacer una especie de trato.
–Sí.
―No vamos a volver a la isla, hermano mío. Nos han echado de allí. Ahora
ésta es nuestra casa.
―Lo creo. He oído mucho sobre eso. Pero la verdad, Choo, no es como un
sótano-vivienda de Dr. Jekyll y Mr. Hyde zombie, eso es tan inusual.
Era una antigua broma entre ellos. Sanjit había nacido como Sanjit, un
niño hindú en las calles de la Bangkok Budista. Cuando los actores
Jennifer Brattle y Todd Chance lo habían adoptado, le habían dado un
nombre al que aspirar: Wisdom.
―No estás viendo el lado bueno, Choo ―dijo Sanjit. Él, de hecho, sólo había
visto el lado positivo.
Lana había dado la vuelta por la parte trasera del hotel y estaba tirando
una pelota de tenis a su perro. Se exponían contra el débil resplandor del
horizonte occidental, e iluminados por la luz de la luna saliendo detrás de
las colinas.
―Hola.
―¿Qué estás haciendo aquí? ―le espetó Lana―. Nadie viene a Cliffton sin
que yo lo diga.
―Es falso.
―Pero hermoso.
Lana lo fulminó con la mirada. Y Sanjit tenía que admitirlo: la chica sabía
fulminar. La pistola en su pretina le añadía, definitivamente, un look de
chica dura. Pero más que eso era la expresión dolida pero desafiante.
81
Página
―O sea, que preguntarte si quieres dar un paseo conmigo a la luz de la
luna, ¿no funcionaría?
―¿Qué? ―lo fulminó de nuevo―. Vete. Para de ser tan idiota. Ni siquiera te
conozco.
―¿Eres retrasado?
―Vete.
―¿Atardecer mañana?
―¿Sabes mi nombre?
―Significa “invencible”.
Justo en ese momento, Patrick llegó corriendo. Dejó la bola a los pies de
Sanjit, exhibiendo su delirante sonrisa de perro y esperando.
54 horas, 9 minutos
S
am encontró a su pequeño equipo donde se suponía que debían
estar.
Además, ella irritaba a Dekka. Dekka era amiga y aliada de Sam. Las tres
personas con las cuales Sam sabía que siempre podría contar eran Edilio,
Brianna y Dekka. Extraño, porque no era como si ellos pasaran tiempo
juntos. Sam pasaba su tiempo solo o con Astrid. Apenas había visto a
Edilio últimamente. No tenía nada en común con Brianna, ella era muy
joven, muy loca, muy… muy Brianna para ser alguien con la cual Sam
pasaría tiempo.
Quinn había sido su mejor amigo antes. Pero Quinn tenía un gran trabajo.
Un trabajo que amaba. Los amigos de Quinn eran todo su equipo de pesca.
Eran tan unidos como una familia cercana, los pescadores.
Los ojos de Jack brillaron. Albert había empezado a usar la fuerza de Jack
para trasportar cargas al mercado, para mover muebles y Jack se molestó
por esto. En la mente de Jack él todavía era el genio de la tecnología, él
supergeek, no él hombre fuerte fenómeno.
—Porque no queremos que el pueblo entero sepa por qué estamos yendo y
a dónde estamos yendo.
—Oh Dios mío, ¿se nos está acabando el agua? —Mordió su labio, tomo
unas cuantas respiraciones dramáticas y espero—. ¿Te refieres a que todos
vamos a morir?
—Sabes, Sam, eres agradable. Y muy, muy ardiente —dijo Taylor—. Pero
no eres muy divertido.
85
Página
—Salgamos de aquí mientras podamos —dijo Dekka—. Por cierto, traje un
arma.
—Dekka tiene la razón. Salgamos de aquí antes de que algo suceda y deba
enfrentarlo —dijo Sam.
Dekka esperó.
—Hunter. Tiene alguna clase de… bueno, son como estos insectos dentro
de él. Astrid dice que son parásitos.
—¿Astrid dice? —Sam soltó—. Así que supongo que la viste antes de salir.
¿Y no te dijo?
—¿Oh?
86
Página
—No —dijo Sam—. No como eso. Desafortunadamente. Cuéntame de
Hunter.
Dekka le dijo.
La cara de Sam se volvió más oscura cuando escuchó. Tanto para salir de
la ciudad antes de que todo fuera mal. Todo se había escrito mal.
—¿Él dijo que los vegetarianos estarán al lado por la mañana? ¿Fuera de
la carretera del lago? ¿Eso es lo que dijo?
Dekka asintió.
Sam llamó a los otros dos quienes estaban discutiendo por algo estúpido.
—¡Taylor! ¡Jack! Giren justo ahí. Vamos a dar la vuelta para ver a Hunter.
***
Solo en un oído.
No era justo.
Hunter solo tenía un arma: el poder que causaba calor en sus manos. Lo
había usado muchas, muchas veces para tomar la vida de la presa.
Vio la cabeza del Viejo León, los ojos cerrados, colgando dónde él le había
colgado para despellejarle. Si el Viejo León podía morir, también podía
Hunter.
***
88
Página
¡Drake estaba libre! Ante él la puerta se destrozó. Sobre él un techo caído.
Su celda había sido desgarrada por su propio carcelero.
—Tienes tres segundos para tomar una decisión —dijo Drake, su voz
sedosa—. ¿Estás conmigo o contra mí?
—No, mira, muerte, ese es el final del dolor —dijo Drake—. No, no matar.
Pero te azotaré.
Con repentina ferocidad alegre Drake se retiró y golpeó con su mano látigo.
Cortó a través de los pantalones de Jamal y cortó una línea en su muslo.
89
Página
Jamal gritó.
Drake golpeó otra vez, dos veces más mientras Jamal se retorcía e
intentaba cubrirse con su brazo bueno.
—¡Lo sé!
Pero también vio las ruedas girando en la cabeza de Jamal cuando el chico
trabajó a través de la conclusión inevitable.
52 Horas, 37 Minutos
—¿P
or qué tenemos que escabullirnos fuera de la
ciudad en la noche? —se quejó Jack—. Estoy
tropezando con todo.
Por supuesto eso era culpa suya. Culpa suya por ser engañado por Caine y
especialmente por esa bruja, Diana.
Brianna vivía con él. Estaban de alguna manera juntos, adivinaba él.
Aunque actualmente no hacían nada. Como salir o algo. Eso no ocurría.
Jack había pensado en serio en preguntar a Brianna si saldría con él. Ella
era linda. A él le gustaba. Adivinaba que ella le gustaba él. Se habían
preocupado el uno por el otro cuando la gripe estuvo alrededor.
91
Página
Pero... lo que le ocurrió a Jack que Sam no tenía respuesta.
Taylor continuó:
—Oh, Sam, si solo pudieras ser tan inteligente además de tan totalmente
mojigato como yo. Si solo pudieras darte cuenta que nunca serás lo
bastante bueno para tenerme, a la maravillosa Astrid la Genio Rubia.
—Lo siento, Dekka —dijo Taylor—. Sé que no te gusta hablar sobre cosas
de chicos-chicas.
—¿Sí, Sam?
—¡Me has metido el pie! —dijo Taylor, más sorprendida que enfadada.
—No son tan divertidos —gruñó Taylor. Ella saltó instantáneamente justo
detrás de él. Agarró su trasero, él gritó y ella saltó lejos inocentemente.
—El gran y malvado lobo —dijo Taylor. Rió—. Así que, ¿cuándo juegas a
esas fantasías en tu cabeza Astrid es la Pequeña Caperucita Roja o uno de
los Tres Cerditos?
—Así que no caigas más sobre tu cara, Jack —se burló Taylor.
Jack esperó a que Sam saliera corriendo. En su lugar dio una profunda
respiración y en voz baja dijo:
Sam bajó la colina. No les pidió que vinieran con él. Pero no les ordenó no
hacerlo. Así que le siguieron.
Una vez en la espesa negrura bajo los árboles Sam usó sus poderes para
encender una mano en un tipo de leve y brillante luz verde. Eso hacía más
fácil ver los árboles, pero todo se volvió en una escena de pesadilla.
—¡No vengas aquí! —la voz de Hunter, destruida con la tristeza, estaba
más cerca de lo que Jack esperaba.
Ellos siguieron el sonido de su voz. Más cerca, y ahora podían oírle llorar.
No era un niño grande llorando, era como un bebé mayor. Grande,
agitados sollozos.
Pero otra vez ellos le ignoraron. No fue Jack al principio sino Dekka, quien
fue porque era más valiente y quería ayudar, incluso aunque adivinaba lo
que encontraría; Taylor porque ella era curiosa y quería ver; Jack porque
no quería ser dejado atrás solo en la total oscuridad.
—Lo sé.
—Esto es por matar a Harry. Dios tiene que castigarme. Intenté ser bueno
pero soy malo.
—El mejor.
Sam jugó con la luz arriba y abajo por el cuerpo de Hunter. El olor era
enfermizo. Jack quería apartar la mirada, pero ¿cómo podía?
***
—No creo que esté aquí —dijo Diana—. Normalmente puedo olerle.
—Quieres que sea Sam —dijo Caine—. No soy Sam. Soy yo.
Él parpadeó.
Diana sonrió.
—No. No lo eres.
97
Página
Ambos cayeron en silencio. Diana le miró. Él miraba el suelo.
—Tú.
Caminó de vuelta hacia Diana, levantando una mano para tocarla, pero
esta vez ella se alejó. Se quedó de pies hacia la ventana. La falsa luna
estaba poniéndose. Esta daba un toque a las distantes colinas con plata.
—Fue demasiado —dijo Diana, casi para sí misma—. Todo lo demás que
puedo aceptar de alguna manera. La violencia. Las batallas. Lo que le
hicimos a Andrew y lo que le hiciste a Chunk. Y todos los demás. Quiero
decir, todo eso ha dejado un moratón en mí, ¿sabes?
Caine no respondió.
Pero él lo vio ahora. La sorpresa en su cara casi la hizo reír otra vez.
98
Página
—Toda mi vida he sido una chica dura—dijo Diana—. Era genial con eso.
La gente decía, Diana es una guarra. Diana es una puta. Diana es
insoportable. Podía tratar con todo eso porque adivino que era
básicamente cierto. Ahora si me vieran dirían, ¿Diana es caníbal? ¿Cómo
puedo vivir con eso? —Ella estaba gritando de repente.
—¿Quiénes son esas personas por las que estás preocupadas? ¿Bug?
¿Penny?
—Sí. Algún día. Podría ocurrir. Eso es justo, el día podría llegar cuando
tenga un bebé. Quizás incluso más de uno.
Caine dijo:
—Um... —Hizo un vago gesto con sus manos. Hizo varios intentos para
decir algo. Nada tenía éxito.
Los ojos de Caine se abrieron de par en par. Ella actualmente podía verle
moviéndose nerviosamente. Como un animal asustado. Como un conejo
que había oído a un zorro.
—Bien.
Caine tragó y pareció encontrar sus palmas sudorosas desde que las frotó
sobre sus costados.
99
Página
Diana caminó hacia la puerta. La quitó la llave y la mantuvo abierta.
—Pero...
50 horas, 21 minutos
—¡E
dilio, levanta!
—¿Qué paso?.
***
Albert suspiró.
La verdad era que estaba asustado. ¿Sam estaba fuera del pueblo? ¿Con
Drake andando suelto?
—¿Qué te hace pensar que Sam está fuera del pueblo? —preguntó Edilio a
Albert.
—Buscando agua.
Edilio disparó una mirada a Astrid. Ella bajó la mirada. Así que ella
también lo sabía.
Edilio esperaba que Howard tuviera razón en que Orc estaba persiguiendo
a Drake. Lo esperaba poderosamente porque la alternativa era que no
había uno sino dos monstruos corriendo por el pueblo. Sobre todo cuando
Orc estaba borracho como ahora. Pero a veces, le funcionaba un borracho
enfadado y luego las cosas se ponían locas.
Edilio miró fijo a la muerta. Uno o ambos podían irrumpir ahí en cualquier
segundo. Su arma estaba a su lado. Por todo el bien que haría.
—Así que, bien, Astrid revela el mando. Y luego Astrid descubre que no es
tan divertido estar al cargo. Así es como, vamos, cojamos al estúpido
inmigrante ilegal para hacer el trabajo.
—Y yo, como un pardillo, estoy pensando, “de acuerdo, eso debe querer
decir que la gente confía en mí”. Me pidieron que estuviera en el cargo, ser
el alcalde. Me di cuenta de que no estoy tomando decisiones; Albert está
tomando las decisiones. Albert está decidiendo lo que necesitamos para
encontrar agua y enviar a nuestros dos mejores luchadores fuera al
campo. ¿Y ahora se supone que tengo que arreglarlo todo? Es como si
fueras a luchar una guerra pero no envías a mi ejército a una búsqueda
inútil.
—La muerte de Hunter —dijo Taylor sin preámbulos— fue esa… esas
cosas. Vinieron escurriéndose por encima de él y estuvieron comiéndoselo,
oh, Dios, quiero decir, fue como… Quiero decir que él estaba llorando y
Dekka rezando con él y él intentó freír su propio cerebro igual que hizo con
Harry solo que supongo que no funcionó, supongo que él no podía hacerlo,
así que Sam… —ella tragó saliva—. ¿Nadie tiene algo de agua?
—Él lo hizo por él. Sam. Quiero decir, él… Hunter era, ya sabes… así que
Sam… —ella explicó algo con gestos levantando sus manos, como Sam,
como él haría cuando usaba su poder.
Edilio abrió un cajón del escritorio grande. Tenía una botella de agua, pero
solo quedaban unos centímetros en ella. De mala gana se la entregó a
Astrid, quien se la pasó a Taylor.
Taylor cerró sus ojos. Las lágrimas se escurrieron y rodaron por sus
mejillas.
—Sí. La cosa que esa. Sam les disparó, ya sabes, con esa luz. Pero eran
como reflectantes o lo que sea. De cualquier modo, no los mató.
—Dijo algo sobre ir a eliminar la cueva donde viven los novatos. Donde
Hunter les dijo que están. Ese es el motivo por el que no regreso. No vistes
esas cosas escurriéndose por Hunter, comiéndolo vivo.
—Sí —dijo radiante Albert—. Sí, eso está bien. No es Drake, es Drake
rajando a Brittney.
—Ese es el plan —dijo Albert, obviamente aliviado—. Así que dejemos que
Sam siga adelante.
Edilio asintió.
48 Horas, 54 Minutos
T
an, tan dulce estar fuera de ese sótano. Respirar aire fresco.
Drake tenía una lista en su cabeza. Sam. Caine. Dekka. Brianna. Ellos
morirían primero. Tan rápidamente como podía matarles.
Ese había sido su gran error con Sam en la planta de energía. Se había
tomado su tiempo para disfrutar en darle una paliza. Incluso ahora el
recuerdo enviaba un estremecimiento de puro placer a través del cuerpo
de Drake.
No esta vez. Esta vez él comenzaría por matar a Sam. Luego, si podía
encontrarle, a Caine. Esa era la cosa con los locos poderosos, tenías que
matarles rápido. Tenías que golpear con velocidad y sorpresa.
Sam, Caine, Dekka, Brianna, Orc y Taylor, también. Y entonces, con ellos
fuera, él podría tomarse su dulce tiempo con Astrid. E incluso mucho más
con Diana.
Jamal dijo:
—Soy Santa Claus, Jamal. Haciendo una lista, comprobándola dos veces.
108
Página
Jamal se quedó a pocos pies detrás de él. Cargando su gran rifle
automático en su brazo bueno. El otro brazo estaba en un improvisado
cabestrillo. Asustado por su mente, sin duda, aun sintiendo el ardor del
látigo de Drake. Oh, sí, sentiría eso durante bastante tiempo.
—Albert le envió fuera para buscar en los bosques o algo así. Allí fuera. —
Jamal gesticuló vagamente—. Se supone que no debo saberlo, pero lo oí.
—¿Qué? ¿Sam no está aquí? —Él había perdido mucho, estando atrapado
como un animal.
Drake maldijo.
—Está en alguna isla, dónde esos ricos tipos vivían en los viejos días.
—¿Dekka?
***
Sam, Dekka y Jack habían parado para una comida a media milla del
campamento de Hunter. Algo de pescado cocido que no olía demasiado
fresco, junto a alcachofas y algunas palomas estúpidas.
Ellos habían pensado solo en dormir, pero nadie quería hacerlo. El horror
estaba demasiado fresco. Dormir solo significaría pesadillas y Sam no
quería ver a Hunter otra vez.
Jack estaba bien perdido detrás cuando Sam y Dekka habían comenzado a
hablar, matando el tiempo cuando caminaban lenta y precavidamente, a
través de la maleza a la altura de la cintura. Hablar y hablar sobre algo
excepto de los tristes gritos de Hunter.
Eso había comenzado con Sam admitiendo que sí había hecho un juego
para Taylor, pero nada que él hubiera hecho estando muy, muy borracho.
Desde ahí había pasado a una relación con Astrid, de la cual no quería
hablar. Algunos pensaban que Astrid estaba envenenada con el dolor y la
soledad. Lo que él le había hecho a Hunter, lo que había visto que le
pasaba, le llenó con un poderoso anhelo de estar con Astrid. Habían
pasado por mucho ya. ¿Cuántas veces la había sujetado y la tranquilizaba
diciéndole que todo estaría bien? ¿Cuántas veces ella le había besado y
110
Página
puesto sus brazos a su alrededor cuando sabía que él estaba descendiendo
a la depresión?
Desde el principio, desde el primer día, habían sido la fuerza del otro.
Pero ahora estaba esta fría distancia entre ellos. Algo dentro de Astrid se
había roto después de la muerte de Mary. Ese día había matado alguna
parte de Astrid y ahora era como si a ella no le importara nada pelear.
—Sé bien lo que quieres decir, Sam —estaba diciendo Dekka—. Lo peor
que ocurre es que Brianna dice, “de ninguna manera, no soy gay”. —Él
miró de vuelta a Jack para asegurarse que él estaba lejos para oírlo.
Dekka suspiró.
—No lo comprendes, Sam. Crees que todo lo que hay es eso, solo ser
honesto. Pero mira, ahora mismo está pequeño, diminuto gusto, como
flores de esperanza, ¿bien? No es mucho, pero es lo que aguanto. Yo solo...
no puedo tenerla mirándome y riendo o hacer una cara y ser grosero.
Porque entonces no tengo nada.
Era la charla más larga que Sam había oído lanzar a Dekka.
Sam se detuvo. Hizo un gesto a Dekka, indicando que debería escudar sus
ojos. Entonces él lanzó un bola de fuego al aire, un Sammy sol. Los
arbustos inmediatamente se convirtieron en espacios fantasmales de tinte
verde.
Dekka fue más rápida que Sam. El coyote se encontró flotando a pocos
pies del suelo, incapaz de patear, incapaz de saltar.
—¿Por qué nos estás atacando? —preguntó Sam—. ¿La Manada Líder sabe
que estás intentando matar humanos?
Sam sabía que este no era Manada Líder original. Lana había matado a
Manada Líder pero si este era el segundo coyote para mantener el título o
algún otro coyote, no lo sabía. Este ligeramente tenía mejores poderes para
hablar que el primero.
—Sí.
—Sí.
—¿Dónde están?
—Sin palabras.
—¿Entonces me quemarás?
—Entonces te quemaré.
***
Tenía que hacer algo. Tenía que advertir a alguien. Incluso si eso
significaba volver al sótano. Si Drake estaba suelto en el mundo, haría el
mal.
—¿Quién eres?
—¿Por qué estás aquí, Jamal? ¿Estás aquí para atrapar a Drake? —ella
notó que tenía unos pocos metros de cuerda enrollada y que colgaban del
cinturón de Jamal—. No creo que puedas atarle. Es muy peligroso.
Brittney de repente comprendió por qué Jamal estaba allí. Entonces ella
corrió.
Él era más rápido que ella. Todos eran más rápido que Brittney. Pero
Jamal estaba manejando torpemente la cuerda con una mano y tenía la
culata de la pistola sobre su hombro. Todo lo que ella tenía que hacer era
correr. Y entonces irrumpió en la plaza. Sin saber lo que estaba buscando,
no conscientemente. Pero se encontró subiendo deprisa los escalones de
piedra hacia la iglesia arruinada.
Jamal la atrapó en los escalones, la agarró del pelo y la tiró hacia atrás.
Sus piernas perdieron el equilibrio y cayó fuerte sobre su espalda,
golpeando el afilado borde de granito. Pero Brittney ya no sentía dolor real,
hacía mucho tiempo que ella había ido más allá del dolor.
Jamal intentó sentarse a horcajadas sobre ella, mas tropezó con la cuerda
y ella se alejó de él.
Pero él aún podía sentir dolor. Retrocedió de repente, los ojos abiertos de
par en par y el sudor goteando mientras nivelaba el rifle hacia ella.
—Lo sé. Drake me dijo que dirías eso. Pero puedo golpearte la cara y luego
no será mejor que ahora. Eso es lo que dijo, que te disparase justo en la
cara y te atara.
Brittney gritó:
—¡Ayuda! Alguien.
115
Página
***
Orc había corrido hasta que estuvo cansado. Eso no llevó mucho. Estaba
borracho y deshidratado, más débil de lo que debería haber estado, se
cansaba más fácilmente. Pero la desesperación le conducía
tambaleándose, llorando y gritando de rabia a través de la noche.
—Necesito otra botella —murmuró él. Entonces más alto, gritando a las
ventanas oscuras y las puertas cerradas—. Quiero una botella. Que
alguien me dé una botella para que no haga daño a nadie.
Entonces pudo ver al chico. Un niño. Quizás ocho, quizás nueve o diez,
difícil de decir. El chico estaba caminando doblado, sujetando su
estómago. Cada pocos pasos paraba, tosía y luego gemía de dolor por
toser.
El chico golpeó el poste de la señal tan fuerte que sonó. Luego cayó sobre
su espalda en la acera.
—Lo que sea —dijo Orc de repente, y se dirigió otra vez a la noche.
48 horas, 29 minutos
B
rianna tomó una respiración profunda del aire frío de la
noche. ¿Era una brisa? Excelente, una brisa para el Breeze3.
—Oh, Drake —cantó en voz alta—. Oh, Drake. Vamos, sal de donde quiera
que estés.
Corrió hacia abajo a Pacific Boulevard, giró hacia Brace y salió de nuevo
disparada hacia Golding. Escuchó a Orc bramando borracho en la
distancia. Sería fácil localizarle. Pero Orc no era el problema. Ninguna
señal de Drake. Se detuvo en la esquina. Ella solo podía pasar zumbando
de forma aleatoria en los alrededores o podía metódicamente calle a calle.
De forma metódica no era la forma de Brianna. Mejor mofarse de él,
tomarle el pelo mostrándose él mismo.
Pasó zumbando por la casa de Astrid. Sin señal de él ahí. Pasó zumbando
por el parque de bomberos. Por el colegio. De clifftop y abajo en la playa,
lanzando un puntapié a la cola de arena detrás de ella cuando corría. ¿A
dónde podría haber ido él? ¿Que podría hacer él? Luego cayó en la cuenta:
Brittney. ¿Qué iba a hacer Drake con Brittney? Hasta donde Brianna
sabía, Drake no tenía el poder de detener a Brittney de su estado
¡BLAM!
Drake sonrió.
Casi perdida.
No del todo.
La cara de Drake pareció fundirse y volver a formarse. Ella podía ver los
dientes individuales, perlas blancas en la luz de las estrellas, moviéndose
como insectos, escurriéndose por la carne desmenuzada para encontrar
lugares en las encías recién remodeladas. Brianna sintió lástima por el
alambre colgando de su cinturón. Era una cuerda de violonchelo MI que
había encontrado. Había envuelto las puntas alrededor de unas piezas
pequeñas de madera para formar un garrote de cuatro pies de largo.
La cabeza de Drake calló. Golpeó la piedra dura del suelo y rodó a su lado,
se sacudió unas cuantas veces y se quedó inmóvil.
El alambre cortó el torso aún en pie de Drake justo por debajo de sus
costillas. Se detuvo en la columna vertebral. Brianna dio un tirón, pero el
alambre no podía cortar la columna vertebral. Tiró y tiró y la carne del
cuerpo de Drake se retorció en un costado, por lo que ella podía ver el
interior, los órganos, la carne roja en rodajas como el bistec, el intestino
delgado y todo eso clínico, como un dibujo, como alguna horrible
presentación. Y de repente, con un frenético tirón, las piernas golpearon el
mármol resbaladizo, tuvo éxito, y con un sonido chirriante y espeluznante,
la columna vertebral se separó, y Drake calló en dos piezas al suelo.
Brianna estaba a punto de gritar. Jamal tenía la mano sobre su cara, pero
con los ojos mirando fijos con temor. Gritando y gritando como si nunca
pudiera parar. Brianna también quería gritar. Pero no por temor. En un
triunfo absoluto y salvaje. Quería bailar y embadurnarse con la sangre de
su enemigo golpeado. Quería brincar encima de los trozos del cuerpo y
patearlos con desprecio. Brianna echó hacia atrás su cabeza y aulló hacia
las vigas rotas y más allá del cielo.
Brianna sonrió.
121
Página
—¿Qué pasa, chico duro? ¿Averiguaste que elegiste el lado equivocado?
—Lo más probable es que Drake aparezca arriba. Pero si no, recuerda que
pude matarte —él se echó el arma al hombro—, pero no lo hice.
Fue solo unos cuantos minutos antes de que Edilio, acompañado por
Ellen, ambos armados con rifles automáticos hechos por ellos mismos,
entraran corriendo. Jamal y Brittney habían desaparecido. Edilio se
arrodilló al lado de Brianna. Ella vio la preocupación la compasión en sus
ojos oscuros y a su delirio realmente le gustaba él por eso.
A Brianna le dijo:
—¿Se ha ido?
A Brianna le costó llegar a su voz para hacer lo que ella quería. Pero se las
arregló después de unos cuantos intentos para decir:
***
Seguía diciendo:
124
Página
—Chicos, no es nuestra culpa, ni mía ni de Lance. Todos nos vimos
forzados por Zil y Hank. Hank era el hombre escalofriante, saben eso.
Saben que él era un desgraciado y que nos habría disparado o arruinado.
Turk se había quejado como un bebé. Y lloró. Y al final, convencidos de
que ese Edilio petulante e ilegal, y especialmente Albert, que no crearían
más problemas nunca más con las lecciones aprendidas, y sus vidas ahora
dieron un giro.
—No es solo sobre los monstruos. Quiero decir, eres el quico que piensa en
ideas y todo eso, pero te estás perdiendo. Ni siquiera te has dado cuenta de
que todo el consejo es negro o mexicano. Mira, esto es lo que está
sucediendo: todas esas minorías se conectaron con los monstruos.
—¿Y? Utilizamos a Jamal. Él nos engancha a Albert. Haz lo que tengas que
hacer. Todo lo que estoy diciendo es que tú y yo somos gente normal. O
somos o negros o maricones o mexicanos. Y nosotros somos quienes
estamos cavando aseos. ¿Por qué?
—Sam es un monstruo, y creo que él debe ser incluso judío —dijo Lance.
Sus ojos estaban brillando. Él estaba mostrando sus dientes, sonriendo
cuando habló. No fue una buena vista para él.
—Drake es blanco. Así es Orc, ya sabes, por debajo de todos. Sin embargo
son como una especie de monstruos. Solo…. solo que no de verdad. Porque
no les gustaba, se convirtieron en monstruos, tuvieron accidentes o lo que
sea que les hacía lo que son ahora.
Lisa vino luego con coles que había cogido de los campos y una rata gorda
que había comprado. La boca Turk se hizo agua: la cera era tarde.
37 horas, 48 minutos
E
dilio esperó hasta que salió el sol para ir por Roscoe.
—Claro, hombre. Pero escucha. No dejes que te toque, ¿está bien? Sólo por
si acaso.
***
Edilio lo llevó a la cabecera. Había una oficina sin usar con un camastro.
Edilio se había asegurado de que hubiera libros para que Roscoe leyera y
una vasija cubierta para que hiciera sus necesidades. Una jarra de agua
estaba en el estante junto a la ventana. También una col y un conejo
asado.
128
Página
El conejo era un manjar.
***
Todos rieron. Les había tomado ocho chicos sólo poner el pescado sobre
un lado del bote de Quinn, y luego prácticamente habían inundado el bote.
—Últimamente todo pesa más que yo. Cuando todo esto termine y
salgamos, voy a escribir un libro para dietas. La dieta FAYZ. Primero,
129
Página
comes toda la comida chatarra que puedas. Luego te matas de hambre.
Luego comes alcachofas. Luego te matas de hambre un poco más. Luego te
comes el hámster de alguien más. Luego empiezas una dieta de puro
pescado.
—Esperen —dijo.
—Tienes buenos ojos, Elise, mira hacia allá. —Quinn señaló hacia la
barrera que se encontraba a un kilómetro sobre el agua.
Los cuatro cubrieron sus ojos de los rayos del sol y miraron fijamente.
—Bien, ya fue suficiente. Regresemos a los remos. —Los otros botes se les
estaban acercando. Quinn podía ver a cada uno de ellos detenerse y mirar
fijamente hacia la clara evidencia de viento.
—Eso va más allá de lo que me pagan, solía decir mi padre. Dejaré que
Albert y Astrid lo averigüen. Yo sólo soy un tonto pescador —dijo.
—Oh, mira —jugueteó Astrid—. Veo un remo que nadie está jalando.
130
Página
Quinn se rió. Se sintió derecho, plantó sus pies y tomó el remo libre. Su
espalda, como la de todos los que se dedicaban a la pesca, era gruesa y de
puro músculo.
Él era feliz. Esta vida lo hacía feliz. El sol, el agua salada, el olor a pescado.
El arduo trabajo. Todo eso lo hacía feliz.
***
Dahra Baidoo tenía siete nuevos casos de gripe. Eso los hacía trece en
total. El tan recurrido hospital sonaba con la percusión de una tos.
Un chico llamado Pookie era su peor caso justo ahora. Miró fijamente el
termómetro en su mano, sin creer del todo que estuviera a 41 grados.
Nunca había visto un número así de alto.
La gripe se había reído del Tylenol que le dio a Pookie. No había hecho
nada por su fiebre. Aunque desarrollaba o no alguna clase de tos mortal,
moriría por la fiebre si subía un poco más. Tenía que bajarla.
Dahra tomó una decisión. Ellen estaba allí ayudando, junto con uno de los
nuevos chicos de la isla, Virtue. Deseaba tener tiempo para hablar con
Virtue: los padres de Dahra eran de África. Al igual que Virtue.
***
Quizás no era un baño con hielo, pero se acercaba. Se imaginó que la fría
agua salada sacaría un poco del calor dentro del cuerpo de Pookie.
Pookie tosió, se dobló, se ahogó con agua salada, y luego tosió tan fuerte
que hizo una marca clara en el agua.
Pookie se dio la vuelta, sobre sus manos y rodillas, y tosió tan fuerte de
nuevo que voló arena. Algo rosa y crudo estaba rociado sobre el cráter de
arena.
Pookie tosió de nuevo y la fuerza lo levantó sobre los dedos de sus pies,
doblándolo hacia atrás en forma de “c”. Salía sangre de su boca y corría
bajo sus orejas.
Nadie habló.
Parpadeó.
—Ellen, rápido, al agua. Mójate toda. ¡Talla bien con tus manos! —Dahra
siguió su propio consejo. Se adentró y sumergió en el agua.
—Oh, por Dios —dijo Ellen, con el rostro pálido—. Tosió hasta las
entrañas.
—¡Sólo haz lo que de digo! Bocarriba hacia el sol, ¡me tengo que ir!
—¿Qué dem…?
—Pookie acaba de morir —jadeó Dahra—. Gripe. Quizás. Pero, oh, Dios.
Sólo no se acerquen más. De hecho, no salgan de los botes.
Dahra suspiró.
—Déjame pensar.
—¡Sí!
—No, así son mis bromas, Quinn —espetó Dahra—. Pookie acaba de toser
un pulmón y morir. ¿Entiendes lo que estoy diciendo? Quiero decir que
realmente tosió sus pulmones fuera de su boca. Ja, ja, ja, qué gracioso.
—Bien —dijo Quinn—. Hay un punto cerca de la playa. Dile a Albert que
mande a alguien de inmediato por los pescados. Tenemos un buen montón
aquí. Conseguimos un tiburón.
37 horas, 15 minutos
—C
erca —dijo el líder de la manada.
Para matarlo.
Una vez más vio las oscuras miradas preocupadas de los jueces que temía
algún día sopesaran todas sus acciones. Oyó sus preguntas. ¿Qué derecho
tenía para tomar la vida de Hunter, Sr. Temple? Sí, entendemos que no
deseaba ser comido vivo, pero aun así, Sr. Temple, ¿no entiende que toda
vida es sagrada?
—La roca se rompió toda ahí abajo, rocas y grietas —dijo Sam—. Es como
una cueva poco profunda, sólo que no va muy lejos, no lo creo.
—No —Sam asintió con una mirada significativa a Jack. Esta era la
primera confirmación del exterior de que el gaiaphage aún vivía. Si se le
puede llamar vivir.
Una nueva boca de insecto surgió del flanco del Líder. El perro la miró,
resopló, y lo mordió.
—¿Es esto lo que él hace? —preguntó Sam— ¿Estas cosas son criaturas de
la oscuridad?
Sam suspiró.
—Sí, bueno, ya somos dos —podía ver a las criaturas retorciéndose dentro
de la piel del líder de la manada. Como si fuera una bolsa llena de
gusanos.
—¿Listo?
Sam apuntó las dos palmas de las manos hacia la bestia cuando su piel se
abrió.
Jack levantó la roca sobre su cabeza. La estrelló con todas sus fuerzas en
dos de los insectos que se retorcían para escapar. La piedra golpeó tan
fuerte que sacudió la tierra, literalmente, haciendo rebotar a Sam.
—Al igual que las cucarachas —dijo Sam—. Difíciles de matar. Lo que no
significa imposible.
—Sí. Cucarachas. Un par más allá —dijo Dekka y señaló. Cuando lo hizo
quito la gravedad y los dos bichos se elevaron en el aire. Ellos movían
impotentes sus patas.
—Dekka.
Buscó y encontró una piedra del tamaño de su cabeza. La tiró con fuerza
errándole al bicho flotante.
—Greenies.
Sam gritó una maldición y disparó. Demasiado tarde para cogerles por
sorpresa. Un error que podría resultar fatal. Brillantes rayos de luz
atravesaron la nube de atacantes. Greenies ardieron y cayeron en llamas.
Dekka canceló la gravedad debajo del borde del ataque del enjambre, pero
sólo tuvo el efecto de desorientar a algunas de las serpientes, que
respondieron volando boca abajo o en círculos salvajes.
—¡Corre! ¡Corre!
Dekka corrió hacia atrás, cancelando la gravedad detrás de ella. Una nube
de grava y tierra se elevó en medio del enjambre. Esto los hizo reducir la
velocidad. Dekka se volvió y corrió con celeridad tras Sam y Jack.
—No la atravesó.
—Mi hombro —Dekka gimió—. Oh, Dios mío, me dio. Me dio. Oh, Dios.
Sam formó un estrecho haz de luz. Con cuidado, con mucho cuidado se
trasladó más y más cerca de la mancha oscura en el hombro de Dekka.
Había una zona quemada en la piel de Dekka. Tal vez la mitad de una
pulgada de profundidad. El doble de ancho. La carne se había cauterizado,
así que no había sangre.
—Lo tengo —señaló Sam. Dekka, dijo con los dientes apretados—. Lo
tengo. No llegó ningún otro lugar. Lo queme por completo.
—Dekka...
141
Página
—Júralo, Sam. Júrame por Dios o por tu propia alma o por lo que creas,
júramelo, Sam. —Él apretó suavemente sus dedos sueltos.
***
Gripe. Sí. Una gripe que te hace toser encima de tus entrañas. Era irreal,
pensó Edilio mientras caminaba hasta la mitad de la calle y repetía la
advertencia por el altavoz.
—Supongo que te quedarás con hambre por un día. Danos tiempo para
resolver las cosas.
¿Cómo era posible que la noticia corriera tan rápido? Todo el mundo sabía
que Roscoe estaba encerrado. No había teléfonos, ni textos, ni correo
electrónico, ni nada, y aun así los niños se enteraban de las cosas casi al
instante.
—No, no, esto es sólo gripe —dijo Edilio, estirando la verdad casi hasta el
punto de ruptura—. Tos y fiebre. Un niño ya ha muerto, así que solo
hagan lo que estoy pidiendo, ¿de acuerdo?
De hecho, tres niños habían muerto. Pookie, una chica llamada Melissa y
Jennifer H. Tres, no uno. Y tal vez más que eso, no había manera de saber
lo que estaba sucediendo en todas las casas de este pueblo fantasma. No
tenía sentido sembrar más pánico del necesario.
Una muerte debería ser suficiente para llamar su atención. Tres muertos,
además de los bichos que algunos niños apodaron gusanos y otros
llamaban gusa-cucarachas. Eso era suficiente para crear pánico.
Pensó en los monstruosos que eran Drake y Brittney. Pensó en Orc. Nadie
lo había visto. Muchos lo habían oído, y había unos cuantos coches
destrozados dando testimonio de su presencia.
Y pensó en las dos personas que habían ocupado su puesto antes que él:
Sam y Astrid. Ambos llegaron a la desesperación al tratar de mantener
este grupo de niños junto, de cara a un desastre tras otro. Ambos ahora
estaban felices de que Edilio lo manejara.
33 horas, 40 minutos
E
l resplandeciente sol, directamente sobre su cabeza, despertó a
Orc. Le tomó un tiempo descifrar dónde estaba. Había
escritorios. De la clase de escritorios que tenían en la escuela.
Estaba en el suelo de linóleo de azulejos fríos, y los escritorios
estaban tirados y apilados alrededor suyo. Como si alguien los hubiera
tirado por todo los alrededores en un ataque de rabia.
Alguien lo había hecho. Había un tablero. Algo estaba escrito en él, pero
los ojos de Orc no podían enfocarlo lo suficientemente bien para leerlo.
Miedo súbito. Astrid. Drake iría tras ella. Drake odiaba a Astrid.
Debería hacer algo. Ir y… y encontrar a Drake. O cuidar a Astrid. O algo.
Astrid siempre había sido buena con él. Siempre lo había tratado bien,
como si él no fuera un monstruo. Incluso en la escuela. De repente, Orc
reconoció la habitación. Era la habitación que usaban para la detención
después de la escuela. Astrid algunas veces venia para ser su tutora.
Era verdad, que siempre le había gustado más en detención que en casa.
Orc apretó sus ojos cerrados. Necesitaba una botella. Demasiadas cosas
viniendo a su cabeza. Demasiadas imágenes y sentimientos. Notó un olor
horrible y supo de antemano que lo había causado. Cuando se desmayó
sus músculos flojearon. Se había orinado encima, y peor, estaba sobre un
charco de orina y heces.
—Desátame —le espetó a Jamal, que dormitaba con la espalda contra una
palmera, con el rifle abrazado a su pecho como un animal de peluche.
Jamal se veía como unos seis años mayor cuando estaba dormido.
Drake notó una cuerda atada desde su tobillo hasta el tobillo de él. Lo jalo
y Jamal se despertó.
146
Página
—Desátame —repitió Drake.
Jamal se arrastró y jugueteó con el nudo hasta que Drake estuvo libre
—¿Lo hiciste? —Jamal pasó la lengua por los labios—. Te vi diciendo algo,
pero estabas, tú sabes, cambiándolo todo. Fue difícil de entender.
Drake sabía que él estaba mintiendo. Jamal lo había desobedecido. ¿Pero
él realmente quería que Jamal le disparara a una persona desamparada en
el rostro?
—Bueno consíguela.
147
Página
—¿Dónde?
Drake sintió surgir una frustración. Si fuera solo él, iría derecho hacia el
pueblo y tomaría a todo el mundo que se metiera en su camino.
Probablemente no podría derrotar a Orc, pero podría usar ese estúpido,
gordo borracho. ¿Y Brianna? La haría caer.
Con Sam y Caine lejos, no había nadie que pudiera derrotarlo en una pela.
Pero si Brianna estaba custodiada por algunos de los chicos de Edilio con
rifles, bueno, ellos podrían ser capaces de derrotar a Jamal, y si lo
derrotaban, podrían agarrarlo cuando el Cerdo Brittney saliera. Encerrarlo
de nuevo. Y esta vez cuando Sam volviera, Sam terminaría el trabajo.
Lanzó las cenizas en el océano. Esa imagen volvió a Drake muy nervioso.
Tenía que encontrar una manera de deshacerse del Cerdo Brittney. De otra
manera dependería de Jamal. ¿Pero cómo podría hacer eso? Estaba sin
esperanza. Por un momento Drake sintió desesperación. Estaría atrapado
así por siempre.
Pero entonces, una débil esperanza. Tal vez había alguien que podría
ayudar. Sintió el toque es su mente. Nunca lo había olvidado.
—Iremos a ver… —Estuvo a punto de decir, “un amigo” Pero amigo no era
el término correcto. No era un amigo. Era mucho más.
—Mi maestro —dijo Drake, consciente del mundo. Pero cuando Jamal se
rió, Drake lo repitió, más confiadamente. Se sentía bien.
Cuando tenía media docena se detuvo para revisar a Bowie, quien estaba
siendo vigilado por Virtue. Bowie estaba mejor hoy. Tal vez una mejoría
permanente, tal vez no. Sanjit nunca contó sus pollos antes de que
nacieran.
—¿Estas? —Sanjit miró con fingida sorpresa al ramo—. Pienso que estas
podrían ser flores.
—Sé que son flores —dijo Virtue—. ¿Por qué estas cargando flores?
Virtue lo miró.
—¿No sabes que hay una cuarentena? ¿Dónde has estado? Se supone que
nadie debe salir.
—¿Una qué?
Empujó a través de las puertas del vestíbulo. Sabía que Lana tenía la
mejor habitación en el piso más alto, una habitación con un balcón que
miraba al acantilado, a la playa y fuera al océano.
Encontró lo que pensaba era la puerta correcta. Enderezó sus ropas y sus
flores y llamó. Desde dentro Patrick estalló en un alto ladrido.
—¿Estás bromeando?
Lana parpadeó.
—Gran vista.
—¿Qué quieres?
151
Página
—Quiero llegar a conocerte —dijo Sanjit.
—¿Por qué?
—Eres interesante.
Sanjit se sentó en la silla del escritorio. Dejó las flores en el armario cerca
de la TV. Notó el arañazo de una espina. Estaba sangrando un poco, no
gran cosa.
—Porque cuando sujetes mi mano, no quiero que sea trabajoso para ti.
—No lo hacemos.
Sanjit sonrió.
—Sobrevivió.
Los ojos de Lana eran tan penetrantes que él casi no podía encontrar su
mirada. Pero se mantuvo firme. Ella estaba buscando que se debilitara. O
quizás esperaba disgusto.
Lana rió, atrapada, riendo otra vez. Luego siguió riendo, parando,
intentando no reír otra vez, y fallando.
Sanjit sonrió.
—¿Tú crees?
Lana rió otra vez y Sanjit se dio cuenta que realmente estaba disfrutando
de su risa. No era absurda o histérica. Era, como todo en esta extraña
chica, sabia, sarcástica. Profunda. Fascinante.
—Oh, chico —dijo ella, aleccionando—. ¿Es por eso que estás aquí? ¿La
risa es la mejor medicina? ¿Es eso? ¿Soy tu acto de caridad o qué? ¿Curar
a la Curandera con el poder de la risa?
La fuerza completa de su cinismo estaba exponiéndose de vuelta.
—¿Por qué no? —dijo ella bruscamente— Quiero decir, no mientas, ¿vale?
Estoy tan loca como puede estarlo una chica. Soy un monumento a
cagarla. ¿Por qué no quieres curarme? ¡Soy un monstruoso caos!
—No lo sé.
—Crees que si estoy echada a perder, será fácil meterte en mis pantalones,
¿verdad? ¿Soy un objetivo fácil?
—Lana —dijo Sanjit—, llevas una pistola y parece que la usarás. Tienes un
perro. Intentaste matar a un monstruo por ti misma. Confía en mí cuando
digo, nadie. Nadie. Nadie te mira y piensa, “será fácil”.
—Lana suspiró cansadamente, pero Sanjit no creyó en el suspiro y el
cansancio. No. Ella no estaba cansada de él.
154
Página
Dijo.
—Te vi. Oí tu voz. Conecté. No fue muy complicado. Solo tuve una
sensación...
—¿Una sensación?
Él esperó.
—El otro día dijiste que era la segunda chica más valiente que has
conocido. ¿Quién fue la primera?
—¿El proxeneta que me partió los dientes? Iba a terminar conmigo —dijo
Sanjit—. ¿Sabes? Por enviar el mensaje que no se lo podía rechazar. Tenía
un cuchillo. Y hombre, yo ya estaba medio muerto. Ni siquiera podía
moverme. Y esta chica estaba allí. Ni idea de dónde salió. Nunca la había
visto antes. Ella, uh...
—No precisamente. Ella era una chica bonita, quizás once o doce años. Así
que, ya sabes, un joven chico de buen ver vale algún dinero para un
proxeneta. Pero una chica bastante joven, bueno, ella valía más la pena.
—¿La tomó?
Sanjit asintió.
155
Página
—Estuve enfermo durante una semana, creo. Aunque iba a morir. Gateé
lejos del montón de basura... de alguna manera, cuando fui capaz de
moverme otra vez la busqué. Pero no la encontré.
33 horas, 14 minutos.
—D
ekka, despierta.
Su estómago gruñó. Sus pies dolían. Sus espinillas arañadas dolían, así
como su espalda por dormir sobre una roca.
Sam asintió.
—Sí. Sí, eso es bueno. Así que ¿adivino que quemar un agujero en ti fue
algo bueno?
Sam señaló hacia la cima de una colina. Estaban en un lugar muy seco y
vacío. La colina no era mucho más de doscientos pies de alta y era más un
montón de tierra que una montaña.
—Hay un lugar por ese camino que parece como si estuviera ardiendo
completamente.
Sam asintió.
—Huh —dijo Jack—. Nunca me había dado cuenta de que podía hacer eso.
—Podrían haber otras maneras en las que puedas usar esa fuerza —dijo
Sam.
—Odio subir.
—Parece que está como a seis o siete millas del lago. Adivino que todos
conseguiremos una bebida cuando lleguemos allí.
—¿De verdad?
Abrieron cuatro más de los búnkers antes de admitir que no había nada
para encontrar.
Deambulando a través del campo del búnker llegaron a un camión con las
159
Página
llaves en la ignición. La batería estaba muerta, pero había una botella de
litro de agua Arrowhead medio llena.
—Un suministro gigante de esas comidas que comen los soldados, ¿cómo
se llaman?
Una alta antena apuñalaba el cielo. Y, más allá del edificio, un caos
derrumbado de enormes bloques de óxido y ocre y polvorientos.
Sam deseó haber pensado en traer los prismáticos. Había algo en ese
edificio. Estaba demasiado aislado. Aunque, se recordó Sam, podrían
haber un montón de edificios justo más allá de la pared de FAYZ. Así que
quizás este edificio era justo el borde de un gran complejo.
Todo estaba polvoriento. Las flores en un diminuto jarrón eran solo palos.
Los papeles se habían derramado desde los escritorios hasta el suelo.
Una cosa que no habían visto en mucho tiempo: un bote de Nutella estaba
abierto en un escritorio, la tapa en ninguna parte para ser vista, y una
cuchara al lado.
—¡Se dejaron algo! —gritó Jack con un tipo de puro disfrute que debería
haber señalado el descubrimiento de algo mucho más importante.
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Página
Sam y Dekka sonrieron. Era un bote grande, y al menos estaba medio
lleno.
Jack cerró sus ojos y metió la cuchara en su boca. Sin una palabra le
entregó la cuchara a Dekka.
—Este bote ha tenido que estar abierto desde hace meses, antes de que el
FAYZ cayera —dijo Sam—. Ahora estaría todo seco. Todo crujiente y duro.
—Esto no fue abierto hace meses. Esto no ha estado abierto durante más
de unos pocos días —dijo Sam. Dejó el bote—. Hay alguien aquí.
—Hay alguien aquí —dijo Sam, pegado al hecho más importante—. Alguien
que puede desenroscar una jarra de Nutella y comérsela con una cuchara.
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Lo cual no lo hace un coyote. Aquí hay una persona.
No era un pasillo largo, solo cuatro puertas a cada lado. Luz lechosa
llegaba a través de la ventana de un cristal armado en la puerta al final del
pasillo.
Sam abrió las puertas, una por una. Las dos primeras abrieron a oficinas
privadas vacías. La siguiente abrió a una sala sucia con una mesa de
metal y sillas, enfrentándose. Una pantalla estaba en la pared. Un
portapapeles en el suelo.
Sam lo recogió.
Abrió esta sala e instantáneamente supo que había alguien dentro. Incluso
antes de ver a nadie.
Esta sala tenía una ventana de cristal normal y el brillo del sol se vertía
dentro. Había una cama, un escritorio, una gran TV blanca en una pared,
los mandos de un juego polvorientos debajo de la pantalla.
El chico le miró con ojos cerrados como rendijas. Sonrió un poco. Parecía
querer volver a su libro.
—¿Es él real?
—Él sabe de lo que estoy hablando —le dijo Toto a Spiderman—. Adivina,
está probando. “¿De qué estás hablando, Toto?”, dice. Cierto. Lo sabe.
Conoce al demonio.
—Albert, pero...
—Creo que nuestro chico aquí ha estado solo durante mucho tiempo.
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—Se refiere a que estoy loco. —Toto se dirigió directamente a Dekka, no a
Spiderman, aunque volvió a mirar a la cabeza de Spidey y pareció indeciso
entre Dekka y el lanza-telarañas—. El que dice la verdad, el que dice la
verdad, Toto.
Toto no pareció oírlo. Pero ahora las lágrimas estaban manando de sus
ojos.
—Uno cero uno. Sí. Uno cero dos, lo que le ocurrió, ¿quieres oírlo?
—Cuéntanoslo.
Sam asintió. Todos habían oído la historia del gato teletransportado que
calculó erróneamente y se solidificó con un libro dentro.
—No, él no está chalado, el chico Sam —dijo Toto y sacudió su cabeza una
y otra vez. Luego, astutamente, añadió—: De alguna manera, él no cree
estarlo.
—No sabemos cómo llegar a ninguna parte —dijo Toto. De repente parecía
como si pudiera llorar—. ¿Dónde está Spidey?
—Un poco más de un año. La fecha de inicio para el sujeto 1-01 fue varios
meses antes del FAYZ.
Por otra parte, lo último que necesitaba era a otra persona para mantener
el ritmo. Y no parecía como si este chico fuera a alguna parte. Sam
siempre podía recogerle después. Y, en cualquier caso, si encontraban el
lago entonces toda la ciudad probablemente se estaría trasladando y
pasarían por este camino otra vez.
Toto siguió mirando al marrón y negro magma que había sido la cabeza de
poliestireno. Pero entre medias miraba a Sam y a Dekka e incluso a Jack.
—Sí.
—Sí —dijo Jack, aún fascinado, leyendo a través de las hojas impresas de
datos cuando caminaba—. No creo que sepan qué o sepan lo que estaban
causándole. Pero lo sabían.
No sabía qué decir o pensar. Eso le hizo enfadar, pero ni siquiera sabía por
qué debería. Por supuesto ellos querrían aprender sobre los niños que de
repente habían desarrollado poderes sobrenaturales.
32 horas, 36 minutos
T
oto los llevó desde el edificio hasta el tren.
Había unos motores diésel de Union Pacific, dos amarillos y uno negro.
Ambos seguían en posición vertical sobre la pista.
Al final del otro extremo, la barrera había cortado un furgón por la mitad.
La barrera se había roto en el lugar, partiendo el furgón de color naranja
oscuro en dos, y el cambio repentino había tenido que destruir los otros
coches.
—¿Qué es una fase? ¿Qué quieres decir con una fase?4 —preguntó Toto.
—No lo sé.
—No miento —dijo Toto, sus ojos brillando—. Soy Toto, el que dice la
verdad, sujeto 1-01, no Toto el mentiroso.
—No pude abrirlos. Están bloqueados. Y son de acero. Los golpeé con
sillas, pero no se abrieron.
—Talla única —dijo Dekka, disgustada—. Pero soy fan de los Angels7.
—Nos va tomar un tiempo revisarlo todo —dijo Sam—, pero creo que
probablemente vale la pena.
El séptimo era mejor, una carga mixta: cartones de fideos con sabor a
camarones, pollo con sabor a ramen, filtros y máquinas de café y cajas de
té de todos los sabores.
—Ojalá hubiera tenido algunos de estos fideos —Toto dijo con nostalgia—.
Hubiera sido bueno tener fideos.
Sam dijo:
No hubo respuesta.
Sam se inclinó sobre el hombro de Jack para mirar. Fila tras fila de
pesadas cajas. Cada caja estaba simbolizada con el logo de Apple.
Finalmente, Jack se movió. Corrió hacia la fila más cercana. Luego dudó.
Cuidadosamente se limpió las manos en sus pantalones. Luego arrancó la
envoltura de plástico y gentilmente, cuidadosamente, abrió la primera
caja.
Con dedos temblorosos sacó la primera caja blanca. En la caja había una
foto de un ordenador portátil.
Era como presenciar algún extraño y profundo ritual religioso. Sam logró
moverse. Él nunca había visto a Jack tan emocional.
Jack cerró los ojos, tomó aire, se volvió al portátil y presionó la luz que
indicaba la batería. Dos pequeñas luces verdes brillaron.
—¡Dos! —exclamó Jack—. ¡Dos! Tenía miedo de que fuera solo una —
suspiró—. Dos. Son quizás una hora y media. Tal vez dos horas, incluso.
—No. ¡Jesús!
Jack asintió.
¡Psst!
¡Psst!
¡Psst!
Eructo.
—¿Eso es…?
Psst!
Eructo.
—Sí, amigo. Es demasiado, ¿no es así? Quiero decir, demasiado como era
el mundo antes.
—Es cierto —murmuró Toto con cierta preocupación— Ellos comen ratas.
No habían mencionado las ratas antes, Spidey.
—Lo cual es genial —dijo Sam—. Podría durar algunos días. Si pudiéramos
conseguir llevarlas a la ciudad.
—Tienes razón. Lo siento. Solo estaba… no sé. Por unos minutos fue como
si todo esto hubiera terminado.
El furgón estaba lleno de naranjas. Pero eso solo era obvio por las alegres
marcas en los pisos. Las naranjas hacía tiempo que se habían podrido por
el calor. Un líquido pegajoso cubría el suelo del coche. De algunas de las
cajas brotaban crecimientos fantásticos de moho peludo.
***
La alarma del hospital había sonado incluso peor después del incendio.
Porque luego los niños habían gritado. Habían estado gritando el nombre
de Lana.
No había gritos esta vez, notó Lana. Tos. Áspera y profunda tos. Como si
los niños hubieran intentado toser sus pulmones hacia afuera.
Dahra estaba de pie sobre una de las cunas, sosteniendo un paño húmedo
sobre la cabeza de un niño. Ella no se había dado cuenta de que Lana
caminaba con Sanjit.
Lana fue hacia la chica. Se veía familiar. Lana pensó que su nombre
podría ser Judith, pero era difícil reconocer a alguien cuando su rostro
estaba rojo por la tos, empapado de sudor, el cabello aplastado y con la
mirada asustada, nublada y derrotada.
—No deberías estar aquí —le dijo Dahra a Sanjit—. Tenemos tres
conocidos muertos. Ve a limpiarte al océano y vete a casa.
Sanjit recogió los orinales y los equilibró en la cima del cubo de orina y
heces. El olor llenó la habitación.
—Hay una fosa en la plaza. Luego, si estás motivado, podrías lavarlo todo
con las olas.
177
Página
—Ya regreso —dijo Sanjit.
Lana se rió.
—No es mi novio.
—¿Por qué no puedo hacer esto? —se preguntó Lana en voz alta—. La
primera ronda de gripe funcionó, en su mayoría.
—Sí, y este no es el viejo mundo, ¿no es así? Esto es un circo donde nada
funciona como debería.
Entonces, una tos se escuchó tan fuerte que atrajo cada mirada. El
pequeño Dorian. Él estaba de pie y se veía sorprendido por lo que acababa
de salir de su boca.
—Está tan caliente que apenas puedo mantener mi… —dijo Lana mientras
Dorian convulsionaba, acurrucado en forma de “C”, y estalló en una tos
que esparció gotas de sangre sobre el rostro de Sanjit.
Así que es así como nos destruyes, pensó Lana. Así es cómo nos matas. A la
antigua: la peste.
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CAPÍTULO 19
Traducido por Eli25
28 Horas, 11 Minutos
O
rc tomó un pequeño desvío en su camino a la playa para
evitar su vieja casa buscando una botella a su vez. Encontró
dos.
—Vete —dijo Orc. Sin enfadarse, ahora estaba demasiado feliz para estar
enfadado.
—Tengo lo que necesito —dijo Orc. Sujetaba las dos botellas como trofeos.
Howard estaba de pie cauteloso, listo para saltar otra vez. Había sangre
corriendo por su nariz.
—No, hombre, no es eso —dijo Howard—. Es solo que, ninguna celda iba a
mantener a Drake para siempre. Todo esto es culpa de Sam, ha pasado lo
que él debería haber hecho.
Justo así. Salió. Sin planearlo. Más como si se hubiera escapado. Como
Drake: iba a salir tarde o temprano.
La comparación hizo reír a Orc. Rió alto y largo y tomó otro trago y se
sentía casi animado hasta que sus ojos empañados se situaron en la cara
de Howard una vez más. Howard estaba serio. Preocupado.
—Orc, hombre, ¿qué quieres decir? ¿Qué quieres decir con que hiciste
daño a un niño?
***
Una luz. En la dirección de las islas. Nunca había sido notada en los días
anteriores cuando Playa Perdido estaba iluminada.
Quinn había oído la historia sobre que Caine y Diana ocuparon una de las
islas. Era extraño pensar que la luz podría venir del dormitorio de Caine. Y
que Caine podría estar mirando a la oscura noche.
La vida nunca sería totalmente pacífica tanto como ese tipo estuviera vivo.
Quinn giró su mirada al sur. Los soles Sammy en las casas de las
personas no eran lo bastante brillantes para iluminar la ciudad. Pero el
brillo rojo de la puesta del sol pintaba una línea desnuda en la cima del
Acantilado, acogedor contra el arco cercano de la barrera.
Lana. A Quinn la había gustado. Había pensado que le gustaba a ella. Pero
algo había cambiado en Lana. Ella era, en algún sentido, una persona
demasiado grande y poderosa para Quinn.
Como Sam, quien una vez había sido el amigo más cercano de Quinn.
Ambos eran parte de alguna clase diferente de persona.
***
Despertó otra vez y sintió el punto del picor. Había un bulto allí. Como una
hinchazón. Y cuando lo sujetó y presionó sus dedos contra el punto pudo
sentir que algo se movía debajo de su piel.
Fue a la ventana esperando una luz. Había una luna pero la luz era débil.
Roscoe se quitó la camisa sobre la cabeza. Miró el punto en su estómago.
—¡Ahhhhh!
Eclosionando de él.
Sin respuesta.
—¡Ayúdenme! ¡Por favor, por favor, oh, Dios, por favor ayúdenme! ¡No
pueden dejarme encerrado!
No. No. No, no, no, no, no, esto no puede estar ocurriendo. No había hecho
nada para herir a nadie, no había hecho nada horrible. ¿Por qué? ¿Por qué
le estaba ocurriendo esto a él?
Roscoe cayó de rodillas y suplicó a Dios. Dios, por favor, no, no, no, no hice
nada malo. No soy valiente y fuerte, pero no fui malo, tampoco. No así, por
favor, Dios, no, no, no, no así.
Se sentó y lloró.
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CAPÍTULO 20
Traducido por Alexiacullen
25 horas, 37 minutos
D
iana alimentó a Penny un poco más tarde. Pero Penny no se
quejó. Estaba pasando en algún sueño que la hizo sonreírse,
sonriendo ante sus propias ilusiones.
Penny no respondió, solo se rió con nerviosismo ante algo que Diana no
podía ver.
Penny se rió.
—Aquí está tu comida. Pero pensé que deberías querer tomar una ducha o
un baño. Podía ayudarte.
Luego, desaparecieron.
Diana se calmó. Enojarse sería darle a Penny algo más que una sensación
de poder.
—Lo siento —dijo Diana a falta de algo más que decir—. Come algo
mientras se llena la bañera.
—Podrías ahogarte.
—Estaban rasgándote Diana —Penny se quedó sin aliento con los dientes
apretados—. Estaban todos encima de ti, Diana, haciendo todas las cosas
horribles que se me podían ocurrir.
Ella puso su brazo debajo del de Penny, lo dobló hacia abajo y la levantó.
La chica no estaba fuerte. La comida no había curado la delgadez de
modelo de pasarela de Penny.
—Caine podría hacer esto más fácil —dijo Penny— .Pero no lo hará,
¿verdad? Él no quiere venir aquí y ver su obra. No el poderoso Caine.
Diana maniobró para soportar la mayor parte del peso de Penny y bajar
primero su trasero dentro del agua caliente. Sus piernas torcidas
limpiapipas8 se arrastraron, luego siguieron a su propietario en la bañera.
Penny gritó.
Diana dio un paso hacia atrás. Penny estaba sudando, algo más pálida
que antes. Pero dejó de gritar. Se recostó sobre la bañera, la parte de
arriba de su pecho en el agua y las burbujas.
—Que va, tú no, eres demasiado inteligente —dijo Penny. Tenía sus ojos
cerrados. Diana enjuagó el champú del rostro y cuello de Penny—. Guapa
e inteligente y tienes ahora a Caine entero para ti, ¿no?
Diana suspiró.
—Escuché gritar.
—Sí, Caine, ¿no quieres verme desnuda? Todavía soy algo sexy. Si no te
importan mis piernas. Solo no las mires. Porque son de una clase que te
hacen enfermar.
Diana intentó leer la respuesta en los ojos de Caine. Nada. Había veces en
la que estaba segura de que veía ahí una decencia humana. Y otras veces
cuando sus ojos oscuros eran tan despiadados como los de un tiburón.
Caine se acercó y la levantó con sus manos. Penny salió del agua como
alguna horrible parodia de un delfín emergiendo. Salió y el agua caía y las
burbujas se deslizaban por ella. Diana cogió la boca de la manguera y
roció a Penny mientras flotaba a unos cuantos pies del aire. Incluso el
contacto del agua en sus piernas hacía a Penny doblarse de dolor y
rechinar sus dientes. Diana extendió una toalla limpia sobre la colchoneta
y Caine sentó a Penny lentamente. Suavemente.
—Podía llenar tu cabeza con pesadillas vivientes —le dijo Penny a Caine—.
Podía hacerte gritar como grito yo.
***
Albert recordó así mismo conseguir que alguien bajara hasta el muelle
para abrir el cerrojo. Él debería haberlo hecho antes, pero había sido un
día frenético. Quizás podía enviar a Jamal. Hablando de eso, ¿dónde
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Página
estaba Jamal? Se suponía que tenía que estar de vuelta en la puesta del
sol y era bien tarde de eso.
Se hizo una nota mental: darle a Dahra algo bonito como una recompensa
por su rápido pensamiento. Si Quinn y su gente habían sido reducidos por
esta gripe, la situación sería incluso más desesperada.
Albert se congeló. El sonido era de muy cerca. ¿La cocina? Vaciló solo
durante un momento, corriendo entre sus opciones. Luego, alcanzó el bajo
de la mesa, buscó a tientas y encontró la pistola pegada en la parte
inferior. Una puerta se abrió. Escuchó el sonido de eso, sintió el aire
cambiar de presión y empujó la silla hacia atrás e intentó rasgar la cinta
adhesiva libre para que pudiera sostener la pistola de forma adecuada
como había sido enseñado por Edilio, pero fue demasiado lento, demasiado
tarde, estaban con él en la habitación. Turk, Lance, Watcher y Raúl. Todos
armados.
Fue Watcher, un chico tranquilo de unos once años quien había sido
sorprendido robando, quien golpeó su rodilla con una barra de hierro.
—¡Aaahh! —no había sido tan fuerte una oscilación pero el dolor se
disparó por su pierna y durante un segundo no pudo pensar en anda más.
Nunca había sentido un dolor como ese. Su tobillo y su pie estaban
hormigueando cuando hubo pisado una línea eléctrica caída.
—¡Cógele!
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—¡Sí!
—¡Golpéale de nuevo!
—¡No! —chilló Albert, pero el siguiente golpe vino de Turk, quien estrelló la
culata de su rifle en el rostro de Albert. Su nariz manaba sangre. Este
estaba más entumecido que dolorido. Sus pensamientos estaban
dispersos, arrancando fragmentos.
Los cuatro se cernían sobre él. Albert sabía que estaba llorando al igual
que sangrando. Y sabía que tanto sus lágrimas como su sangre les
pondrían los pelos de punta.
***
Ella cerró la ducha con una gran renuencia. Podía estar allí bajo el chorro
por siempre. Pero en el fondo de su mente sabía que ellos tenían toda la
comida desperdiciada hasta que se morían de hambre.
194
Página
Había aprendido una profunda lección sobre residuos. Envolvió una de
las toallas de baño suaves a su alrededor y se cepilló los dientes. Fue hacia
su cama y encontró a Caine esperándola ahí. Está de pie torpemente,
mordiéndose la uña del pulgar.
—Uh, uh.
—Ayudé a Penny.
Diana fue hacia él. Intentaron no tocarlo. Pero estaban solo a unos
centímetros. Lo suficientemente cerca para que Diana sintiera la
respiración de él en su rostro.
—¿Por qué?
Nunca lo podría saber. Pero en ese momento ella también sabía que de
esta forma era todo lo que conseguiría de él. Y sabía que eso era suficiente.
Porque ella no iba a darle la espalda.
Ella agarró su cabeza con ambas manos y le atrajo hacia ella. Le besó con
fuerza. Fue un beso hambriento, de necesidad, salvaje. Sin tiempo para
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respirar, sin tiempo para ser amable, sin tiempo para más preguntas
tontas o dudas.
Diana dio un paso hacia atrás, desenrolló su toalla y la dejó caer. Caine
hizo un sonido como de un animal estrangulado. Ella le empujó con
fuerza. Él aterrizó sobre su espalda en la cama. Él comenzó a titubear con
su camiseta, intentando sacarla.
24 horas, 10 minutos
E
l Pequeño Pete humedeció sus labios. Estaban secos y
agrietados.
Nadie al que pedirle ayuda. Sam no estaba. Había buscado a Edilio, pero no
lo había encontrado. ¿Quién le conseguiría algo? ¿Quién podría ayudarle?
***
No era que los hombres siempre se portaran mejor que los chicos.
Por supuesto si eso fuera cierto ella iba a tener que encontrar unos
condones. Por sólo dos veces, el riesgo de embarazo no era alto,
especialmente dado el hecho de que su cuerpo estaba medio destruido.
Pero aun así. La última cosa que alguien quisiera era un bebé.
¿Qué oportunidad tendría cualquier niño con Caine como padre y Diana
como madre? Diana se rio suavemente. Y después no pudo recordar el
exacto momento cuando su risa se convirtió en grandes lágrimas.
***
¿Qué podría decir? ¿Qué le podías decir a un chico que iba a morir? La
terrible verdad era que no podría hacer nada por Roscoe. Estaba bien que
Roscoe le pidiera a Dios porque sólo Dios podría salvarlo. Edilio no podría.
Y lo que Edilio tenía que hacer a continuación destruiría la última
esperanza de Roscoe.
Tenía que hacerse. Tenía que ser. No podían dejar escapar las cosas dentro
de Roscoe.
Edilio arrastró la primera hoja a través del pasillo oscuro y la puso contra
la puerta.
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—Oigo a alguien afuera —gritó Roscoe.
Edilio abrió la caja de clavos, agarró el martillo, alineó el clavo para que
pudiera atravesar el contrachapado dentro de la moldura de la puerta.
—Roscoe, no hay nada que pueda hacer, hermano. Tengo que… vas a
escuchar algunos martillazos.
—¿Qué?
Edilio dudó.
—Sí.
—Sí —dijo Roscoe. Asintió, su mandíbula tan rígida que sus dientes
crujían.
—Dile a todo el mundo que nunca quise eso, que lo siento —dijo Roscoe,
con la voz amortiguada ahora.
—Nunca quisiste eso para nadie, hombre. Fuiste un buen tipo —Edilio
parpadeó, dándose cuenta demasiado tarde de que estaba hablando en
pasado. Rápidamente impulsó el primer clavo. Golpeó su pulgar con el
martillo. El dolor era aturdidor.
Le dio la bienvenida.
***
Había arena en su boca. Había arena en las grietas entre las piedras que
formaban su piel. Podía ver las botellas justo a algunas pulgadas de su
cabeza, vacías. Ni siquiera con una pequeña gota.
Él había salvado su vida una vez. Pero incluso antes de eso ella había sido
amable con él. Una persona. Siempre.
***
Al final Sam decidió acampar por la noche en el tren. Tenían cajas para
quemar y un tranquilizante fuego refulgía en el cielo nocturno.
—Si traemos a chicos aquí, van a averiguar lo de los misiles —dijo Dekka.
—Sí —Sam estuvo de acuerdo. Hizo un gesto para que bajaran la voz y dio
una significativa mirada a Toto, que dormitaba a ratos en una tumbona de
mimbre.
—No podemos llevar todo esto a la ciudad. Ellos tienen que venir aquí.
—Sí, ésta sería como la última cosa que me gustaría ver en las manos de
niños.
Se levantó y echó otro trozo de madera a la fogata. Era muy probable que el
fuego mantuviera alejados a los coyotes. Bostezo y se sentó en la mecedora
poniendo sus adoloridos pies en la mesita.
—¿Sabes qué? —dijo Sam—. Sigo olvidándolo: no soy el que está a cargo —
Se rio satisfecho—. Se lo diré a Albert. Edilio se encargará de Toto.
¿Entonces? No es mi problema.
Sam asintió. En algún momento por la noche se dio cuenta que el fuego se
había extinguido hasta las brasas. Vio a Dekka en la distancia, fuera del
círculo de luz de fuego. Ella le daba la espalda, su camisa levantada para
exponer su estómago, el cual tocó y palpó.
Sam volvió a dormirse y se despertó por completo lo que parecían ser unos
segundos después, aunque el fuego se había apagado por completo y
Dekka estaba en su propia silla, roncando.
No hubo respuesta.
Un crujido débil pero definido. Tal vez un chasquido, tal vez no. Luego
silencio.
La escuchó suspirar.
—Dekka la última vez que comiste un poco de dulce fue hace meses. No es
una sorpresa que tu estómago se sienta raro.
—¿Qué? —gritó. Se sentó, se frotó el rostro, encontró sus gafas—. ¿Por qué
están despiertos? Aún es de noche.
***
Sanjit era delgado. Pero era fuerte. Así que cuando Lana colapsó fue capaz
de atraparla y sostenerla.
205
Página
Dahra vio cuando sucedía.
Eso trajo una de las raras sonrisas de Virtue. Los padres de Dahra
vinieron de Ghana y los de Virtue, del Congo, así que ellos no eran del
mismo vecindario, pero les daba algo en común, Sanjit se dio cuenta. Eso
y que ambos eran personas increíblemente decentes.
—No puedo cargar a Lana hasta Clifftop —Sanjit dijo—. Pero puedo
encontrar un lugar para que descanse.
Cinco cuerpos sin enterrar estaban ahí, sábanas diferentes los cubrían, las
esquinas remetidas bajo ellos, los rostros cubiertos por felpa, seda o lana
tartán.
Su fiel perro los había seguido todo el camino y ahora Patrick se recostaba
a su lado. Miró a Sanjit cuestionándolo.
Ella casi estaría segura aquí sola, nadie quería lastimar a una Sanadora. Y
Patrick ladraría si alguien se acercaba.
Pero Sanjit no podía dejarla aquí completamente sola. Así que se sentó en
una especie de postura de Yoga, suspiró y decidió esperar por el amanecer.
***
Albert no resistió. Tal vez, pensó, un niño más valiente lo habría hecho.
Pero él no era ese chico. Cuando Turk demando saber dónde estaba el
escondite secreto de Albert. Se lo dijo.
Así de simple.
Iba a morir, sabía eso. Ellos se darían cuenta pronto que no había una
forma segura de liberarlo.
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Ellos lo sabrían. Él lo sabía. ¿Cómo no podían saberlo?
Pero podría negociar, tal vez. Tal vez ahora que ellos tenían sus cosas, su
escondite de comida y agua embotellada.
—No-no-no aquí.
—No tengo más aquí —Albert dijo—. Pero escuchen, puedo hacer más,
¿verdad? Compro más, controlo lo que se hace, lo que se escoge y todo.
—Sí —dijo Turk con una mueca de seriedad—. Eres un hombre grande
Albert, lástima que te orinaras.
—No haría eso —dijo Albert. Su mandíbula temblando tanto que casi no
podía hablar—, porque si hiciera eso, ustedes, ustedes, ustedes le dirían a
la gente que lloré.
No había compasión en sus rostros, Lance brillaba con odio, Turk era
menos emocional.
—No, no, no hagan eso —rogó Albert. Estar lleno de excremento era
infinitamente mejor que estar muerto—. No hagan eso, se los ruego.
—Tú crees que lo tienes todo, ¿no es así? Sí, sería divertido verte lleno de
mierda como lo hiciste con nosotros. Pero tú simplemente te saldrías y la
próxima que alguno de nosotros se volviera, estaría la luz de Sam Temple y
¡bam!, estamos muertos.
—Yo no… eso no… —Albert dijo—. Por favor, por favor no me maten.
—¿Dijimos que te mataríamos? —Se volvió a Lance—. ¿De dónde sacó esa
idea?
—Tal vez por esto —Turk puso el rifle al nivel del rostro de Albert.
Algo explotó.
12 horas, 48 minutos
—E
so es un lago —dijo Sam—. Eso es
definitivamente un lago.
El sol todavía no estaba, pero una luz gris nacarado mostró una larga
pendiente hacia un amplio cuerpo de agua.
Más grande que cualquier cosa que Sam había visto fuera del océano.
La barrera cortada justo al otro lado del lago, pero la parte en el interior
era más agua de la que los niños de Playa Perdido podrían necesitar o
desear.
—Vamos a ver —dijo Sam. Corrió cuesta abajo hacia la orilla, con cuidado
de no tropezar, pero ansioso de ver y probar. Sería demasiado cruel llegar
aquí y encontrar que era agua salada. Eso sería un truco más sucio, una
decepción más. Por no mencionar el hecho de que podría condenarlos a
todos.
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Llegó a la orilla del lago con los otros cerca. La roca pálida era cambiante e
inestable, por lo que sentía su camino con cautela.
Sam tragó de un bocado. Pisando el agua se volvió para ver a Jack, Dekka
y Toto de pie con incertidumbre en las rocas.
—Señoras y señores —dijo Sam, con la cara dividida por una enorme
sonrisa—, tenemos agua dulce.
Sam dio un salto de alegría. El lago era frío pero no escalofriante. La parte
surfista de su cerebro calcula que había sido lo suficientemente acogedor y
calentito con un traje de neopreno de 3/2.
Toto dijo:
—Mi padre solía llevarme a pescar —Entonces, como sorprendido por sus
propias palabras, buscó la cabeza de Spidey que no estaba allí—. No es ese
lago, ¿verdad? No, eso era el lago Isabella.
—Si nos encontramos con cañas de pescar y otras cosas en los barcos,
significa que hay peces —señaló Jack.
Pero comprendió que Dekka y los otros no podrían estar muy encantados
con nadar en el agua helada.
Sam sabía lógicamente que sin gas —y mucho de eso— nunca tendrían
suficiente agua para…
Se detuvo en seco.
—Puertos — dijo. Sintió un escalofrío que no tenía nada que ver con la
temperatura—. Puertos. ¿Sabes lo que tienen?
—Barcos —Sam sonrió—. Veleros, tal vez. ¿Pero sabes qué más? Barcos a
motor. Motos acuáticas.
Sin duda.
***
—Te desmayaste.
Lana se pasó las manos por el cabello enredado. Se limpió la boca e hizo
una mueca, saboreando el interior de su boca.
—¿Tienes el agua?
Sanjit sonrió.
—Bueno, tú te tiraste un pedo una vez. Pero sobre todo hablas en sueños.
Gimes en tus sueños.
—¿Qué te dije?
Se estremeció.
Luego, apretando los dientes, corrió hacia el agua, y tan pronto como el
agua le llegaba hasta las rodillas, se zambulló de cabeza.
Un beso de verdad.
—Eso no fue tan malo como pensé que sería —dijo Lana.
Por una vez, observó con satisfacción, Sanjit no parecía tener una réplica
elocuente. De hecho, parecía un poco enfermo, y en gran medida como si
fuera a besarla de nuevo.
***
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Brittney aumentó la conciencia en un camino de tierra estrecho. Siete pies
de alto de tierra y muros de piedra cercándola, mucho más altos que ella.
Y en lo alto de los muros, coyotes lanzaban miradas lascivas hacia abajo,
la boca abierta, la lengua colgando hacia fuera.
Sus tobillos también estaban atados, pero con una cuerda floja para que
pudiera dar pasos cortos, pero no correr.
—En algún lugar al que Drake quiere que vayamos —Él bostezó, miró
nerviosamente a los coyotes, y volvió a bostezar.
—¿Aquí? —Se rio con amargura—. ¿Esto se siente como el lugar para una
siesta?
No, Brittney reconoció en silencio. Había algo oscuro en este lugar, a pesar
de que el sol estaba alto en el cielo. Algo en el aire. Algo en la mirada en los
ojos de los coyotes. Una oscuridad que se coló dentro de su corazón sin
latir.
—Sí —dijo—. Drake es un chico malo, y va a lugares malos. Pero mejor con
él que contra él, me imagino.
217
Página
Ellos emergieron del corte a través de la vista de un agujero medio en
ruinas en la ladera de una enorme roca. Había suficiente luz de color rosa
pálido para ver que la entrada a la mina estaba bloqueada por toneladas
de roca caída. Las enormes vigas que enmarcaban el agujero se astillaron
y se veían como si fueran a romperse.
Sea cual sea el mal que Brittney sentía, venía de allí, de ese agujero, de ese
montón de rocas.
—¿Dónde estamos?
—El pozo de la mina —dijo Jamal—. ¿No has oído hablar de eso? ¿De allí?
Eso es lo que le dio a Drake su látigo.
—Eso es probablemente bueno, ¿eh? Porque si eso se siente tan mal desde
aquí, no quiero saber lo que se siente cerca —Se mordió el labio y en voz
baja dijo—. Como una gran garra sosteniendo tu corazón. Como
carámbanos en tu cerebro.
—Jamal, si te escapas…
—Tal vez el fuego —Brittney dijo en voz baja—. Tal vez el fuego santo de
Dios puede destruirnos a los dos.
—Estoy bien con eso. Si gran Sam quiere sacar a Drake, no voy a decir
nada para detenerlo. Pero escucha: todo lo que estamos tratando de hacer
es frenar Drake, chica. Él y Sam, van a encontrarse con el tiempo,
¿verdad? Así que tal vez deberías estar tratando de acelerarlo, ¿ves lo que
estoy diciendo?
Brittney miró a Jamal. ¿Era un truco? ¿Es este el diablo que me tienta?
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—¿Qué pidió el demonio de Drake que hicieras?
—Sólo dijo que estar aquí. Tiene en la cabeza que puede hablar con esa
cosa ahí. O por lo menos escuchar lo que dice.
Y ella misma, este remanente horrible de la niña que una vez fue, ella
misma era algo fuera de la naturaleza.
¿Era Sam el siervo del Señor? ¿La herramienta que Dios había elegido para
liberar a Brittney?
Ella había rogado a Sam a menudo por la liberación. Pero los caminos de
Dios no eran cognoscibles para ella. Su tiempo no era su tiempo. Hágase
su voluntad.
—Ya sabes, no siempre estar tratando de escapar, por eso tengo que atar
tus piernas y eso nos ralentiza y todo.
Ella pensó que se notaba apenas la menor falsedad en los ojos de Jamal
cuando dijo:
***
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Jamal despertó al dolor de Drake pateándolo.
—¿Qué?
—Sí, hice justo lo que dijiste Drake. Como dijiste. Le dije que iría después
de Sam, lo primero. Entonces Sam los quemaría a los dos y…
Tragó saliva, de repente se dio cuenta de que esto podría estar llevando las
cosas demasiado lejos.
—Lo hiciste bien. Y voy a llegar a Sam Temple. Más pronto o más tarde.
Drake miró el pozo de la mina. Lo que sentía hacia la oscuridad era algo
muy parecido al amor. Miedo, sí, pero la Oscuridad se merecía su miedo.
Su miedo y su devoción.
Si tenía que tirar de las rocas de allí, una por una, y si tomaba semanas,
iba a llegar a la Oscuridad y liberarlo.
—Mi viejo cuerpo está ahí abajo —dijo Drake, dándose cuenta de eso, por
primera vez—. Mi viejo cuerpo está allí con ella.
Brittney había reaparecido una vez durante ese tiempo y había comprado
la idea de ayudar a la excavación.
Insectos. Puede ser. Pero cada uno por lo menos cinco pies de largo y tres
pies de altura, con las antenas agregaban otro pie.
Drake miró a los ojos azules sin alma del primer insecto.
Él estaba listo con su látigo y Jamal estaba listo con su rifle, pero a Drake
no le gustaban mucho sus posibilidades si estaban buscando una pelea.
Había una docena de las criaturas, empujándose una alrededor de la otra,
como las hormigas que brotan de un montículo o avispas atando furiosas
de una colmena perturbada.
Drake no tuvo que preguntar qué se suponía que debía hacer al respecto.
Porque ahora la misma asquerosa, insinuante voz que hablaba por el
coyote le llegó directamente, tocó su voluntad, su mente sumisa, y la
inundó con una alegría profunda y horrible.
Drake cerró los ojos y se meció lentamente hacia adelante y hacia atrás,
sintiendo el roce de su maestro.
—¿Qué? —Jamal esperó a que Drake riera, como si fuera una broma. Pero
Drake sonrió, le guiñó un ojo y le dijo:
222
Página
—Amigo, tarde o temprano te iba a matar de todos modos.
—¡No, no! —Jamal se quedó sin aliento. Retrocedió. Dio media vuelta y
echó a correr.
El insecto más cercano, sus ojos azules helados enfocados con una terrible
intensidad, lanzó algo que podría haber sido una lengua. Era negra, y tan
gruesa como una cuerda con una punta de púas como un conjunto de
anzuelos. La lengua cogió la pierna de Jamal y cayó de bruces.
Drake se echó a reír. Él saludó con la mano mientras la lengua cuerda tiró
a Jamal hacia su perdición.
Drake sintió a Brittney regresar. Pero eso estaba bien, porque ahora su
Señor y Maestro, la Oscuridad, el único Dios verdadero de Drake estaba con
él, llenando su corazón y alma.
Y no sería frustrado.
223
Página
CAPÍTULO 23
Traducido SOS por Eli25
9 Horas, 14 Minutos
A
strid estaba en el patio trasero usando la zanja, cuando ocurrió.
Se había sentado en la cama de Pequeño Pete durante dos días,
esperando, temiendo. Pero incluso deshidratada, ella aún tuvo
que irse eventualmente. Había esperado que fuera seguro. Había
esperado ver que la gente de Albert estuviera entregando agua y comida, y
que la epidemia hubiera pasado.
Silbido-rotura.
Ella vio una ventana, el cristal aún de alguna manera en su sitio girando
derecho como un cohete. Ella lo siguió con sus ojos, esperando a que
cayera girando sobre ella. Se rompió en las ramas de un árbol, y
finalmente, el cristal de desmenuzó.
Pero ningún fuego. Ninguna explosión fuerte. Un segundo había sido una
casa de dos pisos y ahora era una casa de un piso.
—¡Petey! ¡Petey!
Todo lo que quedaba era la cama de Pequeño Pete. Y Pequeño Pete en ella.
Él tosió dos veces y se lamió sus labios. Sus ojos miraban en blanco el
cielo abierto. Astrid siguió la dirección de su mirada. Y allí, en el cielo azul
de la mañana, había una nube de algodón gris. Directamente sobre la
casa.
***
Brianna estaba furiosa. Estaba furiosa por un mucho justo las mejores
veces, pero aún estaba haciendo un largo y lento incendio sobre la pelea
con Drake y el hecho que Jack había dejado la ciudad sin siquiera
decírselo, así que lo tuvo que oír de Taylor.
225
Página
No le gustaba mucho Taylor. Una vez había sugerido que Taylor debería
adoptar un nombre frío, como Brianna hizo con “la Brisa,” “el Telepuerto,”
quizás. Taylor se había reído de ella.
Estaba dando todo esto, esperando algo pocos minutos más, y entonces
fue a correr hacia el Lago Evian para una bebida. Taylor dijo que el camino
era peligroso, que las vegetarianas estaban allí. Pero Brianna no temía a
las serpientes voladoras. Ni siquiera las serpientes voladoras que meaban
huevos verdes de bichos, o lo que fuera de lo que iba todo eso. Ella era
demasiado rápida para alguna estúpida serpiente, volando o
arrastrándose.
Brianna tuvo mucho tiempo para observar la crujiente boca y sus antenas,
y estar completamente asustada por los ojos del color de los rubíes.
Ella podía adivinar qué eran. Eran las cosas con las que Taylor había
llegado completamente loco. Las cosas que se suponían que vinieron de los
226
Página
intestinos de Hunter. Solo que ahora estaban justo aquí y cayendo de la
pared desde el segundo piso del ayuntamiento.
Al instante que el primer bicho aterrizó, se lanzó hacia Brianna. Ella dio
un paso lateral, como un torero con un toro.
Esto era demasiado. Ella solo podía alejarse, por supuesto, pero estaba
disfrutando del juego.
Ella desenfundó su gran cuchillo y cortó las antenas del bicho más
cercano. Entonces, solo para mostrarlo, solo porque era un movimiento
genial, ella dio una voltereta y aterrizó casi a horcajadas en otro bicho. Le
apuñaló, apuntando en el espacio entre sus alas de apariencia dura. Su
cuchilla golpeó el ala en su lugar y no penetró.
¡Blam! ¡Blam!
Edilio disparó a su bicho dos veces más. Luego, viendo dudar a Brianna,
gritó:
—¡Intenta machacarlos!
227
Página
—¿Con qué?
—No lo sé.
—¡Están escapando!
***
228
Página
Orc estaba seco. Miró siniestramente a la botella en su mano. ¿No debería
estar muerto por ahora? ¿Cuántos tragos llevaría antes de que se muriera
ya?
Así que ahora el cuerpo del chico pequeño estaría pudriéndose en una
casa sin usar. Probablemente no sería el único cuerpo alrededor.
Probablemente.
¿Hasta qué?
Alguien habría visto lo ocurrido, o uno de los más inteligentes como Astrid
o Albert o Edilio lo averiguarían. Y él ni siquiera tendría la oportunidad de
explicarse. Ellos le harían irse, irse a vivir fuera de la ciudad, como
hicieron con Hunter.
Pero él no era Hunter. No podía vivir fuera de allí. Fuera dónde estaban los
coyotes.
229
Página
Orc recordó a los coyotes. Recordó la manera que habían hundido sus
bocas en sus intestinos vivos y desgarrado y destrozado sus entrañas.
Eso fue cuando había comenzado. Así fue cuando la carne desgarrada se
había convertido en grava y roca, en piedras, la piel del monstruo había
crecido por todo su cuerpo.
Aunque, Astrid tenía reglas; ella las había puesto, y eso es lo que ellos
harían, echarle, irse. Orc se iría y moriría, enloquecería.
Tenía que hablar con Astrid. Ella siempre era buena con él. La única que
era buena con él. Eran sus estúpidas normas, así que ella sería capaz de
averiguar algo. Era inteligente, después de todo. Y bonita.
A dos bloques de distancia notó algo muy extraño. Tan extraño que pensó
que podría estar imaginándoselo. Porque no estaba bien, eso seguro.
Había una nube. Arriba en el cielo. Cuando él miró arriba, el sol comenzó
a deslizarse por detrás.
Caminó hacia la calle de Astrid. A medio bloque de distancia, vio los restos
esparcidos sobre los árboles, y los patios y las cortinas sobre las vallas.
Entonces la casa. Eso le detuvo muerto en su camino.
¡CRRRRR-ACK!
¡BUUUUUM!
Relámpago. Trueno.
Las astillas y las hojas del árbol cayeron en una ducha, todo alrededor de
Orc.
Y de repente, la nube pareció caer del cielo, solo que no era la nube en sí,
era lluvia. Riachuelos grises de agua, vertiéndose.
Era como caminar a una ducha de agua fría. La lluvia caía sobre la cara
marmórea y levantada. Se encharcó en sus ojos, llovía en riachuelos a
través de su cuerpo losetado.
Orc abrió su boca y el agua fluyó dentro. Limpia, fresca, tan fría como el
agua helada.
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Página
CAPÍTULO 24
Traducido por bluesea
9 horas, 6 minutos.
B
ritney vio el enorme insecto de ojos azules. Vio la cueva. Y no
entendió nada de eso. Luego vio el arma de Jamal. Jirones de
su ropa. La sangre que las impregnaba.
Se paró enfrente de uno de los insectos. Cargaba una roca que fácilmente
podría aplastarla. No sería nada para estos insectos atacarla, desgarrarla
como ellos aparentemente habían hecho con el pobre y asustado Jamal.
¿Por qué? ¿Por qué se comerían a Jamal y no a ella? ¿Porque solo comían
carne viva? ¿O porque sabían que ella era Drake y Drake era ella y ellos no
podían lastimar a Drake?
Pero Britney ya sabía la respuesta. Sabía que algo, alguien, alguna mente
estaba tocando la de ella. Era como si ella siempre lo supo. Como si esa
fría consciencia siempre hubiera estado ahí, en el fondo, observándola
mientras ella apartaba los ojos y miraba al cielo.
Ella lo había sabido, pero no quería reconocer que Drake era su criatura,
la criatura de este mal, así como ella era la criatura de Dios.
Miró al pozo de la mina, se paró allí mientras los insectos apartaban las
rocas. Como si fuera una roca en medio del agua que corre.
Cuando cerró sus ojos sintió, más que ver, algo parecido a una sonrisa
brillante desde una piscina profunda llena de oscuridad.
***
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—¿Puedes darle algún sentido a eso? —Sam le preguntó a Jack.
Toto estaba hurgando las alacenas, sin encontrar mucho. Dekka estaba
sentada en una de las sillas con sus pies en alto, mirando
melancólicamente al lago. Repetidamente, a hurtadillas, pasaría sus
manos por su estómago, hombros, muslos, verificando por cualquier signo
de infestación.
—¡Ja! —dijo Jack—. Creo que lo tengo. Un camión les entregó gas marino
una semana antes de la FAYZ. Unos mil galones en números redondos.
Eso debió llevarlos por encima de doce mil galones en total. Y también
tienen diésel. No puedo encontrar esos...
Lo mejor de todo, el lago era inmenso y lleno con agua fresca. Más agua
fresca de la que alguna vez usarían en miles de años. También habían
234
Página
encontrado una tabla sujeta papeles con garabatos indicando que el lago
había sido abastecido recientemente con trucha y róbalo.
Era como tropezarse con el Jardín del Edén. Podían mover a toda la
población aquí arriba, usar los botes como casas, pescar en el lago. Beber
el agua. Usar el gas para llevar los cultivos de los campos hasta aquí
arriba.
—Las personas que estudiaban a chico loco aquí —señaló con su cabeza a
Toto.
—¿Qué tal advertir a la gente sobre lo que sucedía? —dijo Dekka—. Como,
“oigan, personas de Playa Perdido, algo muy raro está sucediendo”.
—Significa que las personas afuera saben lo que está pasando —dijo
Dekka.
—¿Qué crees que pasará cuando la barrera se venga abajo? —se preguntó
Sam en voz alta—. Me refiero, ¿a todos nosotros?
—Lo más probable que todos nuestros poderes se vayan —dijo Jack.
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Página
—Lo más probable —concordó Sam.
—No.
—Como dijo Jack, lo más probable es que nuestros poderes se irán. Eso
será un alivio.
—No es verdad —dijo Toto—. Él dice que será un alivio, pero eso no es
verdad, eso no es lo que cree.
—Pero no está seguro —dijo Dekka secamente—. Sam, tu nunca has sido
un raro en el mundo real. ¿Yo? Para muchas personas yo era una rara
antes de llegar aquí. Si mis padres me enviarían a Coates solo por ser una
lesbiana, imagina qué felices serían de ver que también puedo cancelar la
gravedad.
Dekka asintió.
—No hay dudas. Y Jack aquí quiere que termine para volver a su
computadora, y todo porque la mitad del tiempo él ni siquiera recuerda
que tiene súper fuerza. Edilio también quiere que termine, creo, al menos
que empiece a pensar sobre ser deportado a Honduras. Pero,
¿honestamente crees que Brianna quiere dejar de ser la Brisa?
—Hay chicos que rezan todas las noches para que todo esto termine. Hay
otros chicos que rezan todas las noches que la barrera se quede justo
dónde está. Y ahora que les mostraremos toda esta encantadora agua
fresca, este agradable lugar aquí arriba...
—Necesitas pensar todo eso, Sam —dijo Dekka—. Tú eres el líder, después
de todo.
Él asintió.
—Mi mamá tuvo un quiste benigno una vez, así que quizás eso es todo lo
que es —dijo seriamente Dekka.
—Quizás solo lo noté porque estoy buscando uno, pero quizás es uno de
ellos —dijo Dekka.
—No te apresures.
—No lo hago —dijo Dekka—. Pero si eso es lo que es, si es una de esas
cosas, voy a pedirte que te encargues de mí.
No podía responder.
—¿Qué?
—Dekka...
Ella sonrió.
9 horas, 5 minutos.
U
na cosa estaba clarísima para Astrid, mientras estaba de pie
bajo la torrencial lluvia: el secreto que había guardado
durante tanto tiempo ya no era más un secreto.
Y, viniendo por la calle detrás de él, había otros cuatro chicos. Reconoció a
Lance y Turk. A los otros dos apenas los conocía.
Pero no, las calles estaban abandonadas excepto por una chica de
apariencia enfermiza, encorvada y cansada, moviéndose por el camino
habitual hacia la plaza, deteniéndose a toser y tambaleándose.
Orc estaba de pie bajo ella, un montón de grava viviente bajo el diluvio.
Turk rodeó a Orc y saltó la valla hacia el patio de Astrid. Sus amigos lo
siguieron, cautelosos, mirando de forma penetrante a Astrid y luego a Orc.
Orc no hizo nada.
—Él no sabe lo que está haciendo —dijo Astrid. Ella estaba helada ahora y
comenzando a temblar—. Él solo estaba sediento. Tiene la enfermedad, la
gripe, y simplemente tenía sed.
—El retrasado debe ser alguna clase seria de raro para hacer esto —dijo
Lance—. ¿Volar desde el techo de una casa? ¿Llamar a una nube de
lluvia? Eso son como, por lo menos, tres poderes. Quizás cuatro.
—Buen intento, Astrid. Pero si el fenómeno retrasado hace que llueva cada
vez que tiene sed, todo lo que tenemos que hacer es mantenerlo sediento y
poseeremos al hacedor de lluvia.
Ella lo quitó.
242
Página
Todo lo que veía ahora era el rostro de Turk y la mira en forma de “V” de la
pistola.
—¿Vas a dejar que Astrid se quede simplemente con este fenómeno? —le
demandó Turk a Edilio.
¿Qué tipo de vida tenía él? ¿Valía la vida del pequeño Pete todo esto?
¿Valía la pena la muerte de Edilio? ¿Valía la pena las muchas muertes que
seguramente sucederían? ¿Valía la pena todos ellos muriendo en este
violento, infectado y olvidado de la mano de Dios FAYZ?
***
Diana y Caine habían hecho el amor varias veces más. En la cama de ella.
En la cama de él. En la gran habitación con su pared de sus padres
estrellas de cine, sonriendo en fotos sacadas con Leo DiCaprio, Natalie
Portman, esa actriz que estuvo en Mamma Mía!, Steven Spielberg, Heath
Ledger y un montón de personas que probablemente eran famosas pero
que parecían más del tipo de negocios.
Diana no había tenido la intención de que fuera así con Caine. De alguna
forma, ella se había imaginado el momento, pero no la interminable serie
de secuelas. Pero el apetito de Caine no se había saciado. Él había
regresado a su cama durante la noche. Y luego esta mañana, incluso antes
de que saliera el sol.
Pero esto era diferente. Ella no estaba usándolo ahora. Esa era su usual
actitud hacía él. Por lo menos, era lo que siempre se había dicho a sí
244
Página
misma: él era útil. Una chica como Diana, que disfrutaba al tomar riesgos,
al clavar un cuchillo de ingenio y crueldad a las otras chicas en la escuela,
al burlarse de los jadeantes y hormonales chicos y mirando de reojo a los
viejos. Una chica como ella podía utilizar a un fuerte hombre protector.
Ella supuso que, si tenía que ser seria, había desarrollado genuinas
emociones hacia él hacía mucho tiempo. De algún tipo. No amor. Ni
siquiera simpatía. Pero algo. Algo que las personas normales podrían
haber pensado que era enfermizo, de cierta forma. Emociones. Pero no lo
que ella sentía ahora, fuera lo que fuera.
Ella encontró a Caine fuera sobre lo que había sido una vez césped bien
cuidado, el cual cubría todo el suelo desde la casa hasta el acantilado.
Ahora se veía salvaje con las hierbas, algunas tan altas que llegaban hasta
su cabeza. Él estaba mirando hacia el distante pueblo a través de su
telescopio.
—No me importa.
—Una nube. Como una nube de lluvia. De hecho, creo que está lloviendo.
Es solo una pequeña nube. Muy baja. Sin embargo, no es una ilusión en la
barrera.
—¿Qué te importa?
—No me gusta la idea de que hayan otros cuatro más. Ya somos uno de
más, siendo dos de nosotros.
—Eso no significa que sean un cuatro más —dijo Diana—. Brianna, Dekka
y Taylor son solo tres.
—No —dijo ella honestamente—. No creo que él vaya a buscar una pelea
contigo. No es tan inseguro como tú.
9 horas
—¿Q
uieres que le disparemos a tu hermano? —Turk
no podía creerlo.
Edilio sintió cómo se llenaba de pánico. ¿Qué se suponía que haría ahora?
¿Acaso Astrid se estaba volviendo loca, igual que Mary Terrafino?
Edilio tosió, ahogó una tos, tosió de nuevo. Trató de aclarar su mente y
calmarse. Tenía que mantenerse enfocado.
—No, no, no. ¿De qué están hablando ustedes dos? Esa es la primera
pregunta —demandó Turk, sintiendo una ventaja que no podía entender
del todo. Su arma aún estaba apuntando a Astrid.
—No era eso lo que preguntaba y lo sabes, Edilio —gruñó Lance—. Dime,
Astrid. Dínoslo a todos. ¿Qué pasa si le disparo al Petardo?
¡BLAM!
¡BLAM!
Turk, cuyo rostro era una máscara de furia, apuntó hacia Edilio. Pero
Edilio ya había cambiado su objetivo y su mirada estaba de nuevo en
Turk.
Turk titubeó. Pero Edilio no vio el titubeo, vio el arma de Turk y solo su
arma, el oscuro y redondo agujero en el cañón y, sin pensarlo, apretó el
gatillo.
Turk se llevó una mano hacia el estómago y con la otra trató de alcanzar el
arma. El dedo de Edilio estaba tambaleante sobre el gatillo. Podía sentir
algo terrible dentro de él, una oleada de algo horrible apenas controlada
mientras apuntaba hacia la cabeza de Turk.
Bajó su arma.
Turk gimió más bajo. Su garganta convulsionaba como un pez sobre tierra
firme tratando de respirar. Su mano aún se estiraba hacia su ahora
inservible arma.
249
Página
Ningún chico estaba muerto.
***
—Sabes, este bote tiene la energía suficiente como para arrastrar a un par
de esquiadores —observó Sam.
—Sí, bueno, no siempre hago lo que quiero —se quejó Sam—. Necesitamos
explorar el resto del lago. Después podemos regresar al pueblo y ser
bienvenidos como héroes.
Había esperado que esa última parte fuera auto-despreciativa, pero una
parte de él en realidad esperaba entrar andando al pueblo para anunciar
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Página
que habían encontrado toda el agua que pudieran necesitar, además de
una buena cantidad de bocadillos dulces.
—Apártate —le gritó Sam a Jack. Luego, con las sogas a bordo, dirigió el
bote hacia el oeste y salió del puerto.
Podrían construir una vida nueva aquí en el lago. Dejar atrás toda la
apestosa agua residual, basura y recuerdos de Playa Perdido. Dejar atrás
la maltrecha iglesia y las casas quemadas. Dejar atrás ese terrible
cementerio.
¿Cierto?
¿Y si se casaban?
—Sí, pero ¿quién nos podría casar? —preguntó en voz alta, sin quererlo.
Miró nerviosamente sobre su hombro para ver si alguien lo había
escuchado. Claro que no, con el motor rugiendo y el sonido de la proa
golpeando contra las olas.
Sam saltó y giró el volante hacia un lado. Se sujetó con firmeza y trató de
ignorar el sonrojo que se extendía desde su cuello hasta sus mejillas. Ella
estaba de pie a su lado.
—Ves, por eso es bueno que Taylor ya no esté con nosotros —dijo Dekka—.
Si te hubiera escuchado, la noticia se habría esparcido más rápido que la
velocidad de la luz.
Sam suspiró.
***
Edilio había dicho que saldrían del pueblo. Eso era lo que también daba
vueltas en su cerebro. Los asesinos tenían que salir del pueblo.
—¿Qué?
—Cualquiera que mate a alguien tiene que irse lejos para siempre.
—Tengo que alejarlo de aquí —dijo Astrid. Pero Orc no pensó que se lo
estuviera diciendo a él.
—¿Al Petardo?
—¿A dónde?
—Lejos —dijo Astrid—. Esa es la ley. Los asesinos se tienen que ir. Eso es
lo que es, lo sabes. Es el peor de nosotros. Cada muerte en el FAYZ…
todos esos chicos…
—Por favor, Charles. Levántalo. Edilio regresará pronto con Lana. Tenemos
que irnos para entonces.
254
Página
Orc pasó sobre Turk. El chico ahora estaba temblando sin control, sus
piernas completamente rectas, los pies doblados, sacudiéndose mientras
se sostenía el estómago.
Lance aún estaba gritando. No había parado, pero ahora estaba mezclando
maldiciones, gritándole a todos, espetando cada palabra de odio en la que
podía pensar.
Orc miró al Pequeño Pete. Astrid decía que él había matado a personas.
Orc no veía cómo eso era posible. Ni siquiera se podía mover mucho,
parecía.
El Pequeño Pete tosió tres veces muy rápido. No se cubrió la boca ni nada.
Era como si ni siquiera se hubiera dado cuenta de que había tosido. Orc
levantó al Pequeño Pete por los aires. No pesaba mucho. Orc era fuerte.
Astrid lo miró todo como si estuviera a kilómetros de distancia. Era como
si estuviera mirando a través de un telescopio.
—Lejos —dijo.
6 horas, 11 minutos
D
rake apareció.
Dejó el último indicio de luz atrás. La oscuridad era total ahora. Sintió su
camino a adelante, paso a paso, la mano y el brazo en forma de látigo
extendidos. Se raspó contra las rocas que sobresalían, estrelló los dedos de
sus pies docenas de veces. El aire olía a rancio. Hacía más calor del que
debería haber en el pozo, más caluroso que en el exterior. Estaba sudando
en la oscura cueva, jadeando por el escaso oxígeno.
—¡Voy en camino! —volvió a gritar, pero su voz ahora era metálica y plana
y no recorrió ninguna distancia. Tropezó y cayó de rodillas. Cuando se
puso de pie, se golpeó la cabeza.
Había estado descendiendo por un largo, largo tiempo. ¿Hasta dónde había
llegado? No podía decirlo. Oyó el crujido de los bichos que venían detrás de
él. En los lugares estrechos tenían que apretujarse para poder pasar, como
cucarachas enormes, estrujándose a sí mismas para deslizarse debajo de
salientes de escasa altura, retorciéndose en sus lados para atravesar pilas
de roca sólida.
Lo seguían. Su ejército. Sí. Estaba seguro de ello. Ellos serían suyos para
comandar y usar.
¡Su ejército!
257
Página
Ya no podía respirar el aire. Pero esta no era su primera vez sin oxígeno.
Aún podía ver en intensos destellos el largo y lento camino a través del
fango de su tumba.
No, Drake no necesitaba aire. El aire era para los vivos, y Drake era algo
mucho mejor que un ser vivo.
Imposible de matar.
Inmortal.
Toco un poco los alrededores con las manos y supo que estaba en un
estrecho saliente en un lado de una caída vertical profunda.
Se levantó, puso sus dedos en el borde y miró hacia abajo. Mucho más
abajo, una tenue luz verde brillaba, la única luz en este pozo de oscuridad.
Podría estar a treinta metros, podría estar a una milla, podría estar a un
centenar de kilómetros. No había forma de saberlo.
Cayó y cayó, como Alicia en el agujero del conejo. Parecía no tener fin. No
segundos, sino minutos. Una eternidad.
¡WHUMPF!
Golpeó con tal fuerza que debería haberse roto las pantorrillas y los
huesos del muslo, explotado sus rodillas, pulverizado su columna
vertebral y abierto la cabeza como un huevo.
Ven.
258
Página
Aún más lejos, por una rampa inclinada. Se dio cuenta de que se trataba
de un tipo diferente de túnel, ya no era uno hecho por los mineros sino
una cueva natural, profunda en las entrañas de la tierra sofocante.
Entró en una caverna que subía a cientos de metros por encima de él.
Estalactitas teñidas de verde colgaban encontrándose con estalagmitas
rechonchas. Como entrar en la mandíbula de un tiburón gigante.
¿Hasta dónde había caído? No podía saberlo. ¿Qué tan profundo estaba el
ahora? Millas.
***
No fue Drake, sino Brittney quien finalmente llegó al lugar donde yacía el
gaiaphage. Era como arena verde viva. Miles de millones de partículas,
cada una casi invisible para el ojo, pero juntas formaban un solo ser vivo,
una colmena.
Sabía lo que era y en dónde estaba. Esta era la parte inferior de la pared
del FAYZ, la parte inferior de la burbuja gigante. Estaba a diez kilómetros
de profundidad, en lo más profundo del universo cerrado de la FAYZ.
Sabía que era consciente. Lo sabía porque ahora sentía el toque de temor
de su horrible mente. No podía caber la menor duda.
Entrelazó sus dedos y cerró con fuerza sus ojos. Pero no pudo bloquear el
resplandor verde. No podía dejar de ver. No podía mantener su mente a
salvo del terrible toque.
Nada.
El devastador impacto.
Su hermano muerto era un ángel. No con las alas y todo eso, pero sabía
que era un ángel. Y ahora se le aparecía y le habló con una voz suave y
tranquilizadora.
—No lo entiendo. —Con los ojos lastimeros alzó la vista hacia el ángel
convertido en demonio—. ¿Qué necesitas que haga?
—Némesis debe ser mío —dijo Tanner—. Némesis me tiene que servir a mí
y solamente a mí. Todos los que lo defiendan y lo protejan deben ser
destruidos. Él tiene que vivir para servirme.
Sabía su nombre.
Quería gritar, pero si gritaba, los colores fuertes se harían más fuertes.
¿Por qué estaba aquí? ¿Por qué en los brazos de un monstruo? ¿Qué le
estaba pasando? Después de un largo y silencioso escape había sido
recapturado por el mundo demasiado grande de actividad furiosa e
imágenes inconexas.
Su cuerpo, su cuerpo, eso era todo lo que podía ver o sentir, el dolor , la
molestia y el temblor que le hizo sentir como si partes de él pudiesen
aflojarse y caer, su cuerpo, lo obligó a alejar su atención del acantilado de
vidrio virgen . Forzándolo a sentir cada estremecimiento, el retroceso en
cada tos, sentir, realmente sentir, la enfermedad que estaba abrumando
sus defensas.
263
Página
CAPÍTULO 28
Traducido SOS por Eli25
5 horas, 1 minuto
D
rake no vio a Tanner.
Todos excepto uno, le dijo el gaia. Mata hasta que no haya nadie para
matar. Pero no hagas daño a Nemesis.
Drake estaba lleno con una pura alegría que nunca había conocido. Sentía
una energía salvaje. Toda su vida había esperado para este momento. Era
como si cada cosa que hubiera hecho —las palizas que había sufrido, las
más numerosas palizas que había repartido, el placer que había
encontrado en quemar ranas y meter a un cachorro en el microondas y
dibujar todas esas adorables imágenes sin fin de armas, lanzas, cuchillos,
aparatos de tortura, todo eso, todos los odios, toda la lujuria quemada,
toda la locura y la rabia, se hubieran juntado para formar este perfecto,
último momento de alegría cristalina.
Pensó que podría morir del placer que sentía, tanta emoción, una
inundación, una tormenta, ¡un choque de planetas! ¡Muerte! Era la
muerte, desatada finalmente.
¡Mátalos a todos!
Se enfureció cuando alcanzó las alturas que no podía subir pero entonces
las criaturas corrieron para levantarle y apresurarle arriba y arriba a una
velocidad mareadora a través de las cavernas sin fin.
¡Un ejército!
¡Su ejército!
Drake sonrió.
No estaban solos.
—¿Yo? —Drake rió con ganas—. Voy a una épica juerga asesina.
***
Astrid se dijo que no había querido decir eso. Solo era una táctica.
Después de todo, si alguien estaba usando una amenaza tenías que
menospreciar la importancia de la amenaza, pretender que no importaba.
Esto tenía que parar. Tenía que terminar. ¿Una muerte para salvar a
docenas, quizás a miles de niños?
Astrid nunca antes en su vida se había sentido tan nublada por la roja
rabia. Había odiado antes de odiar a Drake. Antes había tenido miedo
muchas, muchas veces. Pero nunca se habría creído capaz de esa rabia
asesina.
¿Sería ella misma otra vez? ¿O Astrid tenía que morir, la vieja Astrid, para
ser reemplazada por esta nueva criatura, ésta enfadada, temida bruja?
No por primera vez se dio cuenta que ésta había sido la vida de Sam desde
el comienzo del FAYZ. ¿Cuánta rabia y miedo había superado? ¿Cuánta
culpa amarga por sus fallos? ¿Cuánta culpa se comió su alma como ahora
la comía a ella?
Deseó que él estuviera aquí ahora. Quizás sería capaz de preguntarle cómo
vivía con eso.
Adelante. Dispárale.
***
Lo único bueno sobre ser la criada de Albert era que Albert se aseguraba
que ella tuviera suficiente para comer. Albert siempre tenía comida y agua.
No la dejaría morir de hambre.
Así que Leslie-Ann hizo su camino desde la casa que compartía con sus
hermanos a la casa mucho más sofisticada de Albert.
Notó algo extraño hacia el oeste: una nube. Leslie-Ann frunció el ceño,
preguntándose por qué parecía tan extraño.
Pero no tuvo tiempo para preguntarse: el FAYZ estaba lleno de cosas raras.
Si hubieras visto a Sam disparar luz de sus manos, y ella lo había visto,
dejarías de estar sorprendido por cosas raras.
La puerta delantera de Albert estaba abierta. Eso parecía más extraño que
la nube. Albert nunca dejaba su puerta sin cerrar. Nunca. Mucho menos
abierta.
—¿Albert?
Pensó que escuchó algo viniendo del salón. Sus pies se deslizaron en el
azulejo español. Miró hacia abajo: una mancha roja.
Su pie pateó una lata. Giró ruidosamente. ¿Una lata en el suelo de Albert?
¿Quién haría ese tipo de caos? Tendría que limpiar eso o Albert la
despediría.
Se inclinó y tomó la lata con su mano libre. Olía a comida. Se le hizo agua
la boca. Sujetó el cuchillo torpemente mientras recorría su dedo por dentro
buscando algo que pudiera haber sido dejado. Consiguió, quizás, una
cucharada grande de salsa de tomate y la lamió golosamente de su dedo.
—¿Albert?
Luchó contra el deseo de correr y correr y seguir corriendo. Solo que, aún
estaba sedienta y hambrienta. Y allí había una botella de agua con unos
pocos preciosos sorbos. Se la bebió. No era suficiente, pero algo.
—¿Albert?
—¿Estás vivo?
4 Horas, 8 Minutos
B
rianna sacó el cuchillo curvo de su funda.
Ella giró en medio del aire, pateó la espalda de un bicho, y llevó el enorme
cuchillo hacia abajo otra vez, cortando la mano látigo de Drake y dejándolo
como una pitón enrojecida, retorciéndose pero ya no unido a Drake.
¡Ella atacó! ¡Otra vez! ¡Otra vez! En el parpadeo de un ojo. Pero las
criaturas estaban reaccionando ahora, una masa de ellas.
Corriendo hacia ella. Despacio, demasiado lento, pero ella aún tenía que
esquivarlas, y eso le costó un precioso segundo.
Ella tejió pasando las partes bucales que crujían y las guadañas
mandíbulas y enterró el cuchillo en el cráneo de Drake. La cuchilla se
hundió en el hueso, atascándose.
Ella tiró de él, pero la parte superior del cuerpo de Drake fue con él. La
cuchilla no saldría libre.
¡Speeeewt!
271
Página
Algo golpeó su pantorrilla. Se retorció para mirar y vio una larga toga
negra con púas extendiéndose de la boca del bicho más cercano. Ella
sacudió su pierna pero eso no salió.
—¡Grosero!
Otro bicho intentó lo mismo y ella dio una voltereta fuera del camino. Esa
primera lengua aún estaba unida a ella y podía sentir los ganchos
enterrados en su piel.
Brianna situó una piedra con un ligero borde. Lo golpeó en la lengua con
toda la fuerza que su velocidad le permitió. La lengua sangró pero no se
rompió. El bicho de ojos azules se fijó en ella con lo que ahora parecía
triunfo.
—Oh, no lo hagas.
¡Shwoop!
Los bichos jugaban con ella. Habían escondido esta arma en su arsenal y
ella había sido una engreída.
¡Speeeewt!
Brianna pateó y se retorció, pero dos de ellos estaban sobre ella. Usó la
roca en la lengua, que se cerró en su estómago, y lo pateó suelto pero fue
instantáneamente reemplazado por tres más.
¡Speeeewt! ¡ Speeeewt!
Brianna sintió de repente una ola de miedo. ¿Era posible que pudiera
perder esta pelea?
Incluso cuando liberaron otras para golpear. Ella podía verlas volando
hacia ella como sorprendentes cobras.
Brianna nunca había sido alguien que ignorase una burla. Nunca había
huido de una pelea. Pero había escapado por pulgadas. Por milímetros.
—Es el fin, Brisa —cacareó Drake—. Voy a matarlos a todos. ¡A cada uno
de ustedes! —Bailó en un círculo, girando en un salvaje regocijo—. ¡Corre,
Brisa! ¡Cooooorre! ¡Porque cuando te alcance, te haré sufrir!
Brianna corrió.
***
Leslie-Ann alimentó a sus hermanos con los arañazos de las latas y les
dejó beber el agua.
Nunca le había gustado mucho Albert. Él era un idiota con ella. Nunca
había dicho nada bonito como:
Pero sabía lo que sentía, y lo que sentía era que no había hecho bien.
Salió a las calles, sin saber exactamente a quién debería localizar, o a
quién debería decírselo, pero sabía que tenía que decírselo a alguien.
Desde donde estaba de pie podía ver una gran y extraña nube más
claramente. Parecía como si estuviera lloviendo. Y solo entonces dos niños
pasaron. Estaban caminando en una bici para dos, compartiendo la carga
de una pesada bañera de plástico. Ésta estaba chapoteando agua sobre los
lados y estaban mojando todo.
—¡Está lloviendo!
274
Página
—Se supone que nadie debe salir —dijo ella.
El niño bufó.
—Nadie dice a nadie qué hacer ahora mismo, y hay agua. Si yo fuera tú,
conseguiría algo rápido.
Cuando se acercó notó algo que era, a su manera, tan raro como la nube,
lo cual ahora casi estaba sobre su cabeza: había agua corriendo por la
alcantarilla. Agua de verdad. Solo corriendo a la alcantarilla.
Rompió a correr y vio a una multitud bailando, jugueteando con los niños
delante suyo. Cubos situados debajo del chaparrón. Los niños estaban de
pie con sus bocas abiertas, o intentando ducharse, o solo empujando y
jugando y salpicando.
—Sé algo.
Howard suspiró.
—Lo he oído. Está muerto. Orc se fue y Albert está muerto y esos idiotas
están festejando como si fuera Mardi Gras o algo.
Tosió. Y miró sin expresión a Brianna, quien zumbó y vibró a una salvaje
parada ante él.
—Eres todo lo que tengo —dijo Edilio—. Eres la única rara con algún poder
serio. No creo que la Sirena sea de mucha ayuda contra... ―tosió— … esas
criaturas.
—¡Yo no pierdo!
—No puedes golpearlos sola, Brisa. —Una tos cayó, la peor aún. Pasaron
varios minutos antes de que él continuara—. Yo he terminado. No sé si
esto me matará o no pero ni siquiera puedo ponerme de pie.
—Hey, no podemos solo rendirnos —dijo Brianna—. Esas cosas son del
tamaño de un pony ahora, algunos de ellos. ¡Y están creciendo! No puedes
rendirte, Edilio. Eres el que está al cargo.
Él apuntó sus ojos hacia ella, pero estaban aguados. Ella estaba enfadada,
la cara desenfocada.
—Puedo intentarlo.
—¿Sí o no?
—No.
3 horas, 50 minutos
S
am había llevado el bote todo el recorrido hacia el lago y todo el
recorrido de regreso. Habían encontrado dos pequeños sitios para
acampar, pero no los exploraron minuciosamente. Quizás una
docena de grandes tráileres, unas pocas tiendas rasgadas en
varios estados de colapso. Sin duda un poco de comida de campamento,
soda, cerveza, café, todas las cosas que las personas llevaban para
acampar.
Ya se imaginaba los pasos que tendrían que tomar. Llevarían a los tráileres
al área de la marina y formarían un gran círculo o tal vez dos círculos
concéntricos. Tendrían que excavar unos buenos tanques sépticos bien
lejos del lago, así no se filtraría nada en el agua potable.
Ese era un trabajo para Albert, tuvo que conceder Sam. Sin duda Albert se
volvería aún más suntuoso, pero era el único con las habilidades
organizativas para el trabajo.
Por su parte, tenía que encontrar una manera de destruir a los greenies
voladores. Pero seguramente con la fuerza de Jack y los poderes de Dekka,
279
Página
y quizás los de Brianna, quien probablemente podía atravesar una nube de
greenies sin ser tocada, podrían sellar esa cueva y aplastar o quemar lo
que fuera que sobreviviera.
A Dekka le dijo.
—Pienso que quizás deberíamos cargar tanta agua como podamos llevar en
un SUV y conducir de regreso esta noche.
—Creo que te habrás dado cuenta que no hay ningún camino que nos lleve
directamente de regreso.
Miraron.
Tenía que ser una ilusión. Un truco. Era imposible. Como una pesadilla
sacada de alguna película vieja de ciencia ficción.
Siguió observando con los binoculares y de repente vio una figura humana
parada encima de una de las criaturas. No podía ver su cara lo
suficientemente bien para identificarlos. Pero no se podían negar los
grandes y airosos tentáculos a su alrededor.
***
Howard estaba frustrado, había esperado que si Albert seguía vivo podría
negociar un acuerdo. Después de todo, si Howard salvaba la vida de
Albert, luego habría una razón de que le debiera a Howard un poco de
algo.
Howard llegó al tan llamado hospital para ver una muy perturbadora vista:
Edilio, temblando y hablando entre dientes, en los escalones de piedra,
ignorado. Solo era una de las docenas de chicos enfermos con varios
grados de enfermedades. Tos, tos seca, y temblores.
¡Kkkrrraaalff!
3 horas, 49 minutos
S
am acercó el barco a unas treinta yardas de la costa.
Sam tuvo que dominar la cólera furiosa que le quemaba por dentro, ¿Cómo
había escapado Drake? ¿Había encontrado la forma de sobornar a
Howard?
—No estaría parado allí burlándose a menos que pensara que podría
vencernos —dijo Sam en voz baja.
—Sin armas.
—¿Crees que Drake puede controlar esas cosas, hacer que hagan lo que él
quiere? —Jack preguntó.
—Hey, Sam —gritó Drake—. Pensé que te gustaría saber que esto no es
todo mi ejército. —Sam no lo dudó.
Dekka estaba a mitad de camino por la borda, lista para nadar hasta la
orilla. Jack la agarró y la abrazó.
Sam registró el hecho de que Jack estaba haciendo una amenaza física
real. No recordaba haber oído nunca algo así de Jack. Pero Dekka era la
mayor preocupación de Sam.
—Voy a matarlo —Dekka lo dijo con una voz tan profunda de su garganta,
que sonaba como un animal.
—Lo voy a matar. Lo voy a matar. —Entonces ella gritó—. Voy a matarte,
Drake. Voy a matarte.
Drake sonrió.
—En verdad adivino, Toto —Sam susurro—. Puede decir cuando la gente
miente.
—Decidí que me caes bien —le dijo Dekka a Toto—. Es posible que seas
utilidad.
—Sí, el resto de mi ejército está acabando con los últimos niños en Playa
Perdido. Fue una hermosa masacre, Sam, deberías haber estado allí.
Sam hizo una seña a Dekka para que no respondiera. Cuanto más hablara
Drake, mejor.
—¿Todo eso?
—Todo eso.
Sam respiró.
—Bien, Drake —Sam gritó a través del agua—. Siento oír hablar de eso.
Supongo que no queda nada sino que vengas y me atrapes.
286
Página
Su tono era tan casual, que dejó a Drake con la boca muy abierta. Le tomó
un momento al psicópata reaccionar.
—Apenas —dijo—. Entre más agudo sea el ángulo, menor será lo que
puedo hacer. Pero sí.
Dekka levantó las manos y Drake se elevó sutilmente del suelo. Lo sintió
de inmediato, sabía lo que estaba pasando, y pateó contra el aire como
una marioneta.
Sam levantó las manos. Disparó el doble haz de luz verde. Golpearon una
de las criaturas, dos metros a la izquierda, pero Sam les balanceó a la
derecha y atraparon la pierna de Drake.
Drake azotó con el látigo y alcanzó una de las criaturas. Haló de él fuera
del alcance de Dekka y cayó entre los seres, bloqueando los rayos de Sam.
—Sí, pero no pueden nadar muy bien —Sam señaló. Puso el motor en
reversa y bailoteamos lentamente a una distancia segura. Las criaturas
habían dejado de correr por el agua. Aquellos que podrían hundirse
regresaron ignominiosamente de nuevo a tierra firme. Dos de las criaturas
que flotaban como balsas sin amarras, como remolques atrapados en una
inundación, girando lentamente, impotentes.
***
—Una pregunta más para ti, Brianna. Es serio. Así que no me des la
respuesta automática de chica dura, ¿de acuerdo? Porque quiero la
verdad.
—¿Sí?
—A todo el mundo parezco gustarle ahora, por los peces. Hay algo que
hago bien, y es necesario, y la gente me respeta. —Suspiró y tiro de la
cuerda de amarre de la lancha. —Ahora voy a ser el hombre que trajo de
vuelta Caine.
Brianna asintió.
—Aguanta, Breeze.
***
—¿Cómo lo sabes?
—Es un secreto —Orc gruñó—. Quiero decir, no hay nadie allí. Ninguno de
los niños de todos modos. Caine o todos esos tipos.
—No me preocupa Drake —dijo Orc con enojo—. Tuve suficiente de él. Pero
tengo que estar lejos de la ciudad. ¿A dónde más voy a ir?
Astrid estaba segura de que era parte de la verdad. Pero no toda ella.
—¿Qué chico?
Era difícil leer la expresión del Orc. Pero oyó la angustia en su voz.
—Tengo que salir de la ciudad. Al igual que Hunter. Esa es la ley. Deberías
saberlo, ya que tú inventaste esa ley.
Ella palpó su frente. Aún febril, pero tal vez no peor que antes. No tenía
termómetro. Estaba tosiendo a trancas y barrancas. No, peor, no mejor.
Astrid llamó a Orc, pero él no escuchó. Oyó sus pesados pasos retumbar
en el silencio sobrecogedor.
Lo mejor sería dejarlo en paz. En otra sala encontró ropa que era casi de
su tamaño. Lo suficientemente cerca. No estaba limpia, pero al menos no
había sido usada recientemente. Coates había sido abandonado hacía un
tiempo. Se preguntó si pertenecía a Diana.
—Aquí es donde Howard hace el whisky —dijo Astrid—. Así es como sabes
del lugar.
—No importa mucho el tiempo que sea, hay cualquier tipo de vegetal. Hay
un parche de maíz; que sólo unas pocas personas conocen. Alcachofas,
también. Coles. No importa.
—Tenía frío.
Él asintió y bebió. Sus ojos estaban sobre ella, mirándola con detalle.
Estaba muy contenta de no estar usando el camisón. Se preguntó si Orc
era lo bastante mayor para preocuparse por eso. Ella pensó que no. Pero
era una posibilidad aterradora.
Se dio cuenta de dos botellas más en el suelo, justo donde él podía llegar a
ellas sin moverse.
294
Página
—Es un pecado mortal —dijo ella, sintiéndose como una tonta estúpida.
La misma palabra, pecado, se sentía como un pecado viniendo de ella.
—Pero qué sientes por eso. Has pensado en ello. Y qué sientes por él.
Orc sollozó de repente, un sonido fuerte. Echó la cabeza hacia atrás y vio
que el último sorbo escapaba de la botella a la boca.
3 Horas, 48 Minutos
S
am disparó. Los rayos de luz golpearon a los bichos de lleno.
Los rayos de luz rebotaban y se fragmentaban, vaporizando el
agua.
Ella mató seriamente debajo del bicho acechante así que se disparó de
repente hacia arriba seguido por un silbido de agua alzada.
Pero eso no fue bueno. Más de las criaturas estaban abriendo sus alas
como cucarachas y volando torpemente hacia el bote. Sam maldijo, lanzó
el motor en un rugido y giró el volante. El bote zumbó hacia el medio del
lago.
—Sí, podrías adivinar eso —gritó Sam cuando esquivaron a otra torpe
criatura.
Podían seguir esquivando a los bichos, quizás para siempre, pero cuando
Sam golpeó el medidor de combustible este mostró solo un octavo del
tanque.
296
Página
Había un surtidor manual en el tanque del muelle del combustible. Pero
no era como si Drake les dejara detenerse y repostar.
Miró hacia atrás y vio a Drake urgiendo a las criaturas. Eran rápidos,
escabulléndose en sus piernas de insecto. Pero no tan rápidos como el
bote. A toda velocidad podían alejarse.
—Eso no es cierto.
No llevó mucho tiempo que a toda velocidad alcanzaran el final del lago.
Las enormes cucarachas pululaban a lo largo de la orilla, apurándose
impacientes para alcanzar. Ninguno estaba volando ahora.
Sam encendió el motor. Giró el volante, esperó, esperó, hasta que la ola de
Drake se hizo más grande.
—¿Qué?
***
298
Página
Lana no corrió, estaba demasiado cansada para eso, y de todas formas
Howard probablemente estaba equivocado. Turk y Lance seguramente
creían que ellos habían matado a Albert. Cuando él estuvo tumbado allí,
chillando de dolor debajo del tacto curativo de Lana, Lance siguió
balbuceando algo sobre perdón, rezando para ser salvado, diciendo que lo
lamentaba por Albert.
Lana se había perdido la oportunidad para ser una heroína por destruir el
Gaia. Y había fallado en detener el virus que ahora reclamaba nueve
cuerpos. En su lugar ella había salvado a un par de asquerosos. Yuju por
ella.
Ella y Howard encontraron a Albert justo como él había dicho: sentado con
su espalda contra la pared.
—Tan cerca como puedas estar —dijo Lana—. Pero no, no está muerto. Y
este tipo de cosas, al menos, puedo curarlas.
—¿Le dirás a Albert que te traje, verdad? ¿Le dirás que fui yo, verdad?
Lana se puso en una posición más cómoda. Patrick fue a buscar comida
alrededor de la casa.
***
—¿Qué?
Jack saltó derecho desde la popa al lazo. Estaba sujetando el ancla como
una lanza. Como si realmente fuera un caballero. Con suerte Drake lo
habría notado.
Un segundo.
Los bichos incluso eran más lentos para alcanzar. Ahora estaban
corriendo a lo largo de la costa, pero ni Drake ni los bichos llegarían al
puerto deportivo antes que Sam.
Sam corrió al final del muelle. Drake estaba gritando hacia ellos. Sam miró
a la izquierda, buscando lo que necesitaba. Un velero de tiro corto. Eso
serviría.
Dekka levantó las manos y el bote se alzó desde el agua, goteando todo
sobre ellos, ladeando un lado durante un momento en el que Sam tuvo
miedo de que girase y destrozara el mástil sobre sus cabezas.
El bote voló, girando locamente a través del aire. No lejos, justo a veinte o
treinta pies antes de que explotara en llama cuando Sam apuntó y
disparó.
Sam fue de vuelta al bote y comenzó a arrancarlo y a tirar fuera los restos
en llamas.
Nadie necesitó que se lo dijeran dos veces. Toto y Jack fueron los primeros.
Dekka tropezó cuando corría, golpeó su vientre, y durante un momento
Sam pensó que algo la había golpeado.
Drake estaba arriba y su mano látigo encontró a Jack. Jack aulló y agarró
el tentáculo pero lo perdió.
Ella no respondió.
—¿Dekka?
3 horas, 47 minutos
D
iana rodó fuera de la cama, tirando accidentalmente de las
sábanas de Caine cuando lo hizo.
Diana se dio una ducha rápida y salió, chorreando agua, para encontrarle
esperándola sujetando una toalla para ella.
Este era un lugar bonito. Y Caine era un chico guapo, joven, supuso ella
que al menos en el exterior. Si la comodidad, el lujo y la misma Diana
podrían mantenerle pacífico, quizás la vida continuaría de esa forma:
apacible. Incluso cuidando de Penny y tratando con Bug eran pequeños
305
Página
problemas a comparar con lo que ella había sobrevivido. Panda, ella se
estremeció ante el recuerdo y enfermó.
—Es Quinn —dijo Caine—. ¿Qué está haciendo ahí? Esperaba que fuera
Zil o uno de sus fracasados.
306
Página
—¿Esperabas? —Diana frunció el entrecejo—. ¿Qué quieres decir con que
esperabas?
Él se rió. Una risa petulante y cruel. —Solo hay dos de cuatro barras en la
FAYZ, Diana. Antes o después alguien estaría lo suficientemente harto de
Sam siendo un señorito por encima de ellos y vendrían a buscarme. Diana
sintió algo torciéndose en su interior.
Caine dio un paso muy al borde del precipicio. Levantó sus manos
haciendo que la barca comenzara a subir del agua.
—No, no, déjame adivinar. Voy a decir… Sam se cansó de hacer el trabajo
sucio de todos, tomando todos los riesgos, y luego captando toda la culpa
cuando las cosas no iban perfectamente.
—No, no, tienes que venir. No quiero estar aquí fuera en albornoz.
Después de todo, esto es un gran momento para la historia de FAYZ.
—Mi regreso triunfal, Diana. Ese es el porqué está aquí Quinn, para
rogarme que vuelva.
—Sabes que aquí tenemos una vida muy bonita —dijo Caine
extensamente—. Llena de comida, de agua e incluso agua caliente para
las duchas si puedes creerlo. De hecho, estábamos justo tendidos en la
cama hablando de ello.
—Diana, creo que sería mejor que le hagas una lectura a Quinn. Solo por
si acaso ha desarrollado algo.
Diana se puso de pie cerca de Quien y tendió una mano sobre su hombro.
Ella se concentró, formando un cuadro en su cabeza.
—Yo podría haber dicho eso —dijo Quinn, con su voz ahogada por la
galleta.
Pero aún estaba cerca, casi invisible, pero sin tocarla, sin hacer contacto
físico. Tampoco estaba Caine tocándola. El poder de leer a los raros solo
funcionaba en contacto directo. ¿Estaba sintiendo su propio poder? No. No,
esto era algo diferente. Era débil pero persistente. Se dio la vuelta y colocó
su mano sobre su estómago.
Diana casi se desmayó. Ahí estaba, más claro que antes. Una lectura. Dos
barras. Definitivamente clara e inconfundible.
—Hay una enfermedad —estaba diciendo Quinn—. Como una gripe o algo
así, pero los chicos están tosiendo sacando sus pulmones, muriendo.
Imposible, dijo alguna cruel voz dentro de su cabeza, tan imposible como
una cúpula impenetrable. Tan imposible como que todo el mundo sobre la
edad de catorce años desapareciendo. Tan imposible como que los coyotes
pudieran hablar. Tan imposible como que un novio pudiera burlarse de
las leyes de la física por levantar una barca del mar con nada más que un
pensamiento.
* * *
Todo era una broma macabra. FAYZ: llenos de sonido e ira y sin significar
nada más que la muerte y la desesperación. ¿Por qué aferrarse a esta
vida? Intentó imaginarse estando en un mundo real. Intentó llamar a las
imágenes de sus padres y a su vieja casa. Por su puesto esa casa estaba
quemada en el suelo. Y sus padres incluso la reconocían difícilmente por
no hablar de su hijo.
No, eso no era cierto. Los reconocerían a ella y a él, pensarían que aun
eran los niños que habían amado. Solo gradualmente llegarían a entender
lo que eran los monstruos adultos tan feos en su interior como lo era Orc
por fuera. Quizás si FAYZ finalizara, Orc podría ser restaurado a su forma
normal ¿Pero cómo restauraría la suya? ¿Cómo la chica que amaba las
matemáticas y la ciencia, que podía leer durante toda la noche, la chica de
sueños dulces, románticos y grandes planes para salvar al mundo, cómo
era esa chica que nunca iba a volver a existir?
—Sí, de acuerdo —dijo Astrid—. Pete, creo… creo que si puedes detener
esto… Todo esto…, esto tiene que terminar. Hay niños que están
muriendo con esa tos. Y todo esto es por este lugar que has hecho, la
FAYZ. Cambiaste las reglas y eso tiene consecuencias.
Astrid se echó hacia atrás. Estaba temblando. Podría hacerlo a menos que
el mismo Pete la detuviera. Ella podría. Y nunca sería atrapada. Nadie
podría reprochárselo.
—No —susurró con voz temblorosa e insegura. Luego más fuerte —No.
Astrid juntó sus manos, queriendo así orar por orientación. Pero las
palabras no vinieron. Desde lo más recóndito de su memoria
extraordinaria desenterró un muy viejo texto. Un fragmento de una
conferencia a la que había asistido. De uno de los antiguos griegos,
¿Aristóteles? No, Epicuro.
2 horas, 51 minutos
—¿V
an a ir? —preguntó Diana.
—No.
Caine se rió.
Caine hizo un negligente gesto para que se acercara. Diana fue impulsada
hacia él. Tropezó, pero no cayó. La abrazó inmóvil con poderes que no
podía resistir y la besó.
Ella no respondió.
—Pero si piensas —continuó—, que tienes algún tipo de control sobre mí,
bueno, piénsalo otra vez. Mira, yo soy Caine, soy cuatro tiras, yo soy el
maneja las cosas y estoy feliz de que seas parte de eso. Puedes hacerme
bromas y burlarte de mí, no soy sensible. Me gusta tener una persona que
pueda hacerme frente y decirme lo que piensa. Un buen líder lo necesita
—se inclinó tan cerca que podía sentir su aliento en la oreja mientras le
susurraba—. Sólo recuerda, soy Caine. Y aquellos que me combaten lo
lamentan. Ahora haz las maletas. Asegúrate de llevar esa pequeña cosa de
encaje negro, me gusta cómo te queda. Bug, ve a decirle a Penny que nos
vamos.
***
—Sé que te preocupas por eso —Dekka puso una mano en la suya. Le
tomó la mano y la sostuvo entre las suyas.
—Un poco, sí. Yo veo, como, un juicio o algo parecido. Viejos y ancianas
todos mirándome con dureza y pidiendo justificaciones... ya sabes, ¿qué
hizo para salvar a EZ, Sr. Temple? —negó con la cabeza—. En mi
imaginación siempre me llaman Sr. Temple.
—No, porque la gente negra no sabe nadar —dijo Dekka, sonando como la
antigua Dekka—. Por supuesto que puedo nadar.
—¿Pueden nadar?
—Buen punto —dijo Sam—. Pero creo que es mejor correr el riesgo. Esto
es lo que estoy pensando: todos van tranquilamente entrando en el agua.
Enciendo el bote, levo el ancla y salto. Si funciona, Drake y sus amigos
oirán el barco y lo perseguirán. Nadamos a tierra y corremos como locos.
Jack se retorció.
—¿Podríamos pensar en ese otro plan antes que en este? —preguntó Jack.
***
317
Página
Caine se puso en la proa del barco de Quinn cuando se abrió paso a
través de un hachazo muy ligero hacia Playa Perdido.
Caine puso su mano sobre el hombro de Quinn, le miró a los ojos con una
pretensión de franqueza y honestidad que Caine aún podía manejar
cuando la ocasión lo requería.
—Entonces Quinn, aquí está mi primer decreto: eres libre para pescar.
Sigue haciendo lo que estés haciendo y nada más será pedido por ti.
Quinn comenzó a decir algo pero se detuvo, confuso. Caine extendió sus
brazos a sus costados, con las palmas hacia abajo, y levitó del barco y
sobre el muelle. La grandiosidad de eso hizo a Caine reír con voz alta, una
risa ante su propia arrogancia.
Detrás de él, Diana y Blug treparon con poca energía al muelle. Caine
levantó a Penny y la sentó, indefensa, sobre los tablones de madera.
—Las cosas serán diferentes esta vez —dijo Caine—. Hubo demasiada
contención, demasiada violencia la última vez. Intenté ser un líder
pacífico. Pero las cosas salieron mal.
Rey.
Por el rabillo del ojo, vio una sonrisa incrédula del rostro de Diana. Agitó
su cabeza lentamente, con remordimiento, como si al fin entendiera algo
que la había desconcertado.
Caine sintió todos los ojos sobre él. Penny salvajemente lista para imponer
su voluntad, por mucho que le odiara en su corazón. Bug sonríe con
superioridad, siempre un buen instrumento. Y Diana sorprendida y
asombrada por su propio asombro.
—¿Bien? —se hizo eco Caine, alzando una ceja de forma expectante.
Sonrió para mostrar que no estaba enfadado. Aún no, de todas formas.
Y Quinn se fue.
Albert estando muerto era una pena. Albert era un organizador nato y
Caine estaba seguro que podía haberle utilizado. Por otro lado, un Edilio
muerto sería una excelente noticia. Edilio había sido la mano derecha de
Sam desde el principio.
Resignación, aceptación.
Ella podía ver que ahora él estaba a cargo. Cuando todos vieran eso,
cuando todos simplemente aceptaran que ahora así era la vida, que esta
era la única vida posible, entonces él tendría el control por completo. Él
podía sentir el miedo en Playa Perdido.
—Donde ella vive. Lo recuerdo por los viejos tiempos cuando solía colarme
a la ciudad.
—Él quiere decir esos viejos tiempos cuando solía colarse y ver cómo te
desvestías —Diana le dijo a Taylor.
—Las cosas siempre están mal —dijo ella—, estamos en un nuevo nivel de
mal. Vi esos insectos
—Tengo que luchar con estas criaturas, pero no se mucho de estas. Taylor
le dijo lo que sabía y Caine sintió algo de su confianza desvanecerse
mientras ella le contaba con todo detalle y con gran convicción.
—Bueno, esto debería ser divertido —dijo Diana secamente— Estoy tan
feliz de que hayamos regresado. Caine apretó sus dientes pero la ignoró.
—¿Con quién puedo contar para que me ayude? —él le preguntó a Taylor.
Taylor se rió.
—¿Qué tipos?
Era el destino.
Los reyes eran supuestamente elegidos por Dios, bueno, si había un Dios
en la FAYZ, parece que él había hecho su elección.
Caine asintió.
—Solo pienso, que eres una chica muy valiosa y útil, creo que tendrías
que tener un lugar a mi lado. Te respeto
—Verdad, verdad, pero puedo pagarte mucho mejor que Sam y Albert. Por
ejemplo, ¿sabes de la isla, verdad? ¿Y puedes aparecer en cualquier lugar
que hayas visto, verdad? ¿Cualquier lugar que conozcas?
Ella asintió con precaución, pero Caine podía ver que estaba intrigada.
324
Página
—Si solicito que te lleven a la isla, tú serás capaz de ir y venir en cualquier
momento. Tan fácil
—Diría, “hola, hace mucho no nos vemos jabón”, eso es lo que diría.
—Intentas sobornarme.
—Prometo pagarte.
—Necesito saber dónde están estas criaturas, estos insectos. Cuán rápido
se están moviendo, por cual camino vienen.
—¿Eso es todo?
1 hora, 55 minutos
S
am observó a sus amigos hasta que desaparecieron de vista.
Toto no era un buen nadador, así que le dieron un sillón inflable
para flotar y Jack lo arrastró con una mano.
Jack tampoco era buen nadador, pero no tenías que ser elegante
cuando eras diez veces más fuerte de lo normal.
Miró nuevamente para ver que los insectos estaban en movimiento. Eran
un enjambre plateado alejándose. No vio a Drake.
—Shhh —siseó tan pronto como llegó a ellos—. Hacen más ruido que un
grupo de críos en una piscina para niños.
—Hola, Sam.
—Te he pedido varias veces que me liberes, Sam —dijo ella. Su voz era fría
y lejana. No molesta, ni con miedo. Tal vez un poco triste.
—Lo sé, Brittney. Pero no soy un asesino a sangre fría —dijo Sam.
—¿Drake? —Sam se rió—. Él nos odia a todos. Odio es todo lo que tiene.
—¿En serio?
—Me advirtió que dirías eso —dijo Brittney—. Mi Amo y Némesis deben ser
unidos. Y todos ustedes deben morir. Son como una enfermedad. Como un
virus. Una plaga que debe ser exterminada para que Él pueda unirse con
Némesis y nacer.
—Sí, bueno, eso suena solo como una pizca minúscula de locura, Brittney.
Ella sonrió.
—Todo esto es una locura, Sam. Todo esto. Lo hará todo de nuevo. Una vez
que Él haya nacido de nuevo.
Sam se sintió cansado. Deseó que Astrid estuviera allí. Quizás ella podría
averiguar más. Quizás ella podría hablar con Brittney sobre su delirio
lunático. Pero él no era Astrid.
—No por mucho tiempo —dijo Brittney—. ¿Crees que esas criaturas se han
encontrado ellas mismas? El Señor las ha moldeado, las creó para ser
indestructibles, para que no las pudieras detener, Sam.
—Siento que esto te haya sucedido, Brittney —dijo Sam—. Has sido
víctima de más abusos de los que cualquier persona lo ha sido. Pero aun
así yo voy a detenerte. —Levantó sus manos, con las palmas hacia fuera—.
Lo siento.
Jack dio un golpe hacia arriba a través de los tablones de la cubierta pero
había escogido un mal emplazamiento. Estalló en cólera entre Brittney y
Sam, bloqueando el fuego de Sam.
Brittney gritó:
—¡Mátenlos!
Jack levantó a Dekka del agua y ella golpeó a la criatura incluso antes de
que pudiera ponerse de pie. La gravedad debajo de la criatura más cercana
cesó. El virus se transmitía por el aire, y su impulso lo llevó un poco más
allá de la cabeza agachada de Sam. Se disparó a través del campo de
Dekka y aterrizó en medio del agua, con su parte posterior sobre el muelle.
—¡Empújalo!
Jack, tirado sobre su espalda, lo pateó con tanta fuerza que la madera de
debajo de él se rompió. La tercera criatura trepó sobre la primera. Sus
mandíbulas rozaron a Dekka fallando en su intento de cortarla por la
mitad, pero le dio un golpe que la lanzó unos seis metros lejos del agua.
Sam vio en una fracción de segundo con claridad lo que tenía que hacer.
No le gustó.
***
Más allá de los enfermos, había docenas de niños, muchos húmedos por
haber llegado a través de la lluvia por el oeste. Muchos aún estaban
limpiándose el sueño de sus ojos. Algunos de los más jóvenes llevaban sus
mantitas.
Caine lo veía todo. Cada rostro volteado iluminado por la luz de la luna.
Vio el miedo y la anticipación. Se deleitó en ello. Se vanaglorió de ello.
—En primer lugar, digo esto —dijo Caine—. Taylor, quien se ha unido a
mí, me informa de que las criaturas casi están aquí. Están aproximándose
por la carretera y llegarán a la ciudad en unos minutos. Cuando lo hagan,
cazarán, matarán y comerán… a toda persona que viva.
—¿Cómo lucharéis sin Sam? —exigió Caine—. ¿Está aquí? ¡No! Sam no
puede detener a esas criaturas. ¡Lo intentó y falló y ahora ha huido!
Un silencio sepulcral.
—Ese es el por qué Quinn… Quinn, quien trabaja noche y día para
alimentaros a todos, vino a buscarme para pedirme ayuda.
—Los salvaré —dijo suavemente, con los ojos estrechados—. Pero no solo
de esta terrible situación. No. ¿Acaso no es tiempo de tener una vida
mejor? ¿No hemos sufrido lo suficiente?
Un murmullo de acuerdo.
—¿Y Sam? —dijo Caine, levantando su voz—. Sam una vez fue un líder
valiente, pero está quemado y todos lo saben. Su corazón nunca estuvo
puesto en ello. Ahora al menos ha huido. Sam no es lo que la FAYZ
necesita. No es un rey.
—¿Dijo “rey”?
Caine había mandado a Taylor por ellos. Les había dicho que podía usar a
un par de chicos rudos como ellos. Les había prometido un viaje a la isla.
Ellos subieron las escaleras para ponerse de pie junto a Caine, pálidos e
incapaces de estar quietos pero seguros de que iban a obtener nuevas e
importantes posiciones.
—Estarán aliviados al saber que Lana pudo salvar a Albert —dijo Caine—.
¿Pero qué se supone que tenemos que hacer con dos aspirantes a asesinos
como estos?
Turk se veía aún más pálido. Esto no iba del modo en que ellos esperaban.
Lance estaba demasiado nervioso, preparándose para salir corriendo.
Apenas en movimiento y con una leve sonrisa, Caine levantó la mano y
Lance se encontró siendo empujado débilmente contra una barrera
invisible.
Había algo cómico sobre lo que estaba pasando, y Caine no podía seguir
evitando sonreír.
El grito cambió de tono cuando Lance se tropezó y golpeó el suelo del final
de la plaza.
1 hora, 45 minutos
S
am saltó hacia la boca abierta de la criatura. La cabeza y los
hombros lograron entrar. La garganta del insecto tuvo un
espasmo, como si fuera una goma mojada obstruyendo el paso
del aire a sus pulmones.
Sus ojos estaban fuertemente cerrados, pero no podía cerrar sus fosas
nasales y casi vomitó ante el hedor parecido a la carne descompuesta,
algas marinas y amoníaco.
No podía ver la luz; sus ojos estaban cerrados. Pero podía sentir el
estremecimiento que atravesó el cuerpo del insecto.
¡Aire!
Jack sujetó su mano, lo levantó y lo sacó con tal fuerza que Sam voló por
los aires. Sam se zambulló gratamente en el agua.
Cuando volvió a emerger, podía ver que el insecto que se había echado al
agua estaba luchando, no muy lejos, por volver a la costa. El que estaba
muerto, el que Sam había matado desde el interior, yacía totalmente
inmóvil. Casi parecía como si tuviera una expresión de sorpresa en su
cara. O lo que sería su cara. Sus espeluznantes ojos azules estaban
vidriosos.
Dekka levantó sus manos y el insecto impotente se elevó por los aires. No
resistiría más de unos segundos, pero eso era todo lo que Jack necesitaba.
—¡Yaaahhhh!
Sam comenzó a subir al muelle pero sus manos tenían ampollas. Jack
tenía que levantarlo por sus axilas.
—Apenas puedo caminar —dijo Sam. Tenía que apretar los dientes para
evitar gritar del dolor. No tenía piel en su tobillo. Estaba sangrando por
todo el muelle.
—Nervios, amigo —dijo Sam—. Estuve ahí. Salgamos de aquí. Por donde
llegamos. Drake esperará que tomemos la ruta más directa de vuelta a la
ciudad, y si nos atrapa en campo abierto estamos acabados.
—Edilio tiene a Orc. Espero. Más Brianna. Taylor. Él tiene a sus soldados,
aunque dudo que las armas funcionen al menos que apunten a la boca. —
Sam sacudió la cabeza.
—Jack.
—Jack puede moverse más rápido sin nosotros. Con su fuerza viene una
cierta cantidad de velocidad, y él no se cansa tan rápido como lo haríamos
nosotros. Las colinas no le cansan, por lo que puede ir directamente por
ellas, en línea recta.
—Hay dos personas que podrían hacerlo —dijo Sam—. Caine. Él podría ser
capaz de hacerlo.
Dekka gruñó.
—¿Caine?
Sam suspiró.
—La última vez que Pequeño Pete se sintió en peligro mortal hizo el FAYZ
—dijo Sam—. Él tiene que estar en peligro mortal de nuevo.
—¿Pequeño Pete? —Jack preguntó—. ¿Ese niño tiene ese tipo de poder?
341
Página
—Sí —dijo Sam simplemente—. Comparados con Pete, yo, Caine, todos
nosotros, somos como… como pistolas de aire comprimido en comparación
con un cañón. Nosotros ni siquiera sabemos cuáles son los límites de sus
poderes —dijo Sam—. Lo que sí sabemos es que no podemos
comunicarnos con él muy bien. Ni siquiera podemos adivinar lo que está
pensando.
Sam se puso de pie e hizo una mueca mientras descansaba su peso sobre
el talón herido. Puso su mano sobre el hombro de Jack.
—Recógelo, Jack. Llévalo al sitio más cercano de estos insectos que puedas
encontrar.
***
Tráeme a Némesis.
Tráemelo.
¡Tráelo!
Tráeme a Némesis.
¡Némesis!
El ejército de Drake corrió a toda velocidad lejos del lago, correteando por
la larga cuesta que conducía desde el lago hasta las tierras secas de más
allá.
Sintió una oleada de furia dirigida a él. Una oleada de furia que lo sacudió
hasta la médula. El tentáculo oscuro estaba envuelto alrededor de su
cerebro, llenando sus pensamientos, exigiendo, amenazando.
¡Némesis!
—Son mi ejército. ¡Mi ejército! —gritó Drake. Sus propios odios eran
demasiado fuertes como para ser negados. Y hasta podría haber desafiado
al gaiaphage. Pero a medida que Drake estaba agonizando, el odio lidiando
con el miedo, perdió la capacidad de tomar la decisión.
1 hora, 39 minutos
S
am cojeó más rápido de lo que había esperado. Él se recostó en
Toto y también se benefició de Dekka caminando detrás de él y
aliviando la gravedad.
Pero esto era la FAYZ, y solo porque tenían unas buenas noticias, no
significaba que vendría alguna cosa buena. En el espacio de una hora él
había de completa esperanza y una completa desesperanza.
Una y otra vez en su mente, vio varios escenarios. Edilio tendría a sus
hijos, además de a Brianna, Taylor, y esperaba que a Orc. Si Jack llegaba
a la ciudad a tiempo lucharía también. Jack sería un refuerzo.
Pero no era suficiente. Incluso si él y Dekka estaban bien, tal vez no sería
deficiente. Así que en vez de salvar la ciudad y mostrarles la salvación en
forma de agua, fideos y Nutella, Sam sabía que llegaría a una ciudad
devastada.
—¿Cruel?
—Supongo que eso no está tan bien —Dekka dijo cansada—. Pero alguien
tiene que hacerlo, cada uno contribuye con lo que tenemos.
—Pensé sobre esto —Sam dijo—. ¿Pero cómo llevarlos hasta allá? ¿Cómo
desciframos como usarlos?
—¿Dekka?
—¿Sí?
—Sí, ¿y?
—He visto cómo levitas tú. Digo, cancelas la gravedad debajo de ti y flotas,
¿verdad? Bueno, ¿qué tan alto puedes subir?
346
Página
—No lo sé —ella admitió—. Si yo lo estoy proyectando, ya sabes si quiero
que le pase a algo más, solo alcanzo los cincuenta centímetros más o
menos. Tal vez un poco más.
—Bien, pero esa eres tu golpeándola desde cierto ángulo, ¿verdad? Quiero
decir, tú más o menos estás disparando, porque la gravedad va de arriba
abajo.
Dekka lo miró de manera extraña, ella extendió sus manos a los lados.
Inmediatamente, ella empezó a levitar junto a un montón de polvo y rocas,
un pila de estas.
—Aquí arriba.
—Sí, mira por dónde vas, a menos que quieras flotar también.
—Bueno, tal vez más de cincuenta metros, eso es seguro. No sé qué tan
alto llegue, pero fue bastante. Tal vez tienes razón, tal vez funciona mejor
cuando cancelas la gravedad de arriba abajo. Pero solo puedo volar en
línea recta. Así que si estás pensando en que puedo ir a la ciudad volando,
eso no pasará.
—Estoy pensando —Sam dijo— que la FAYZ es una gran burbuja como…
¿que son esas cosas con agua por dentro que tú los sacudes y se mueve la
nieve?
—De acuerdo, dime si esto tiene sentido —Sam frunció el ceño, tratando
de organizar todo mientras pensaba—. El tren está cerca de la pared norte
de la FAYZ. Así que si tú estuvieras parada allí y cancelaras la gravedad…
irías raspado a la largo de la pared de manera dolorosa hasta llegar a la
cima, como una burbuja llegando a la cima de una esfera de nieve. Hay
carros en la planta de energía, unos que han sido usados recientemente.
En el último mes, Edilio los llevo allí. Así que las baterías deberían
funcionar, muchos tienen el gas drenado, pero nosotros no necesitaremos
mucho. —Él estaba pensando en voz alta, ni siquiera prestándole atención
a los comentarios.
***
Los niños lo seguían, pero a una distancia segura. Una docena de ellos
dentro de una ventada rota de una compañía de seguros, unos cuantos
sentado en un estacionamiento de autos.
348
Página
Bien, déjenlos ver mientras salvo sus traseros, Caine pensó.
Podría alejarse justo ahora. Diana y él, solo ellos dos, solos en la isla.
Quedando a los lugareños con Penny y Bug. Sólo él y Diana. Comida, lujo,
sexo. ¿No era eso infinitamente mejor que esta batalla?
No. Esa era su propia decisión. ¿Pero por qué? ¿Por qué renunciar a la
isla? ¿Para qué? ¿Para ser desgarrados por monstruos nacidos de cuerpos
humanos? ¿Incluso si sobrevivía, a qué se enfrentaría? Alcachofas y
pescado, resentimiento, probablemente una pelea con Sam y el retiro
deprimente de Diana.
—¡Guau!
Por otra parte, si fallaba, estarían ocupados corriendo por sus vidas. Un
destello repentino de plata bajó por la carretera. Caine curioseó en la
349
Página
oscuridad. Sin luz, por supuesto, ni siquiera un sol Sammy aquí arriba por
la carretera principal. Solo un poco de luz de luna y un poco de luz de
estrellas y un montón de oscuridad.
Caine elevó el coche arriba y más arriba. Era difícil ver el color con esta luz
pero parecía como si pudiera ser azul. Un SUV pequeño y azul. Tuvieron
una idea. Se echaron rápido para atrás.
Caine no tuvo tiempo para ver qué efecto tuvo porque un segundo insecto
se precipitó sin pausa hacia arriba y sobre el SUV. Una de las patas
puntiagudas del insecto perforó el techo corredizo.
—¡Sí, chúpate esa! —chilló Caine. No era exactamente una cosa para decir,
pero primero la batalla, la propaganda más tarde.
350
Página
Caine no podía ver la cara de la criatura, pero podía ver que sus patas
estaban pateando al azar sin ningún tipo de ritmo.
—Uno tachado. —Esto iba a ser más fácil de lo que esperaba. Pero justo
cuando estaba felicitándose, una pared sólida de criaturas se empujaron
hacia arriba y sobre los dos primeros. Y lo peor, había media docena de
criaturas corriendo hasta la carretera de detrás de él. ¡Habían dado la
vuelta en círculos!
Habían elegido el lugar erróneo para esta pelea. De repente, había una
claridad deslumbrante. La última cosa que podía hacer es luchar en
campo abierto donde llegarían a él desde todas las direcciones como esta.
El corazón de Caine dio un vuelco, su mandíbula se apretó hasta que sus
dientes se agrietaron. Había asumido que los cuentos sobre las criaturas
eran exagerados. No. No. No exageraron.
Caine se quebró y corrió. Corrió en ángulo recto hacia las dos fuerzas que
se aproximaban. Saltó una zanja, aterrizó con fuerza, salió en desbandada
y corrió completamente a través de la vía de servicio y pasó volando a la
multitud conmocionada y confundida en la compañía de seguros gritando:
—¡Corran, idiotas!
Las cosas habían ido de mal a desesperadas mucho más rápido de lo que
Caine hubiera imaginado. Un segundo chico fue capturado por lo que
351
Página
parecía como una lengua negra de rana echando fuego por la boca del
insecto. Él gritó cuando el insecto lo enroscó.
Caine levantó un coche aparcado y lo lanzó, luego otro y otro, tres coches
en una rápida sucesión. Fue como un cacharro en una autopista,
chocando, destrozándose, con los cristales pulverizándose, los espejos
laterales estallando, las llantas rodando por las aceras. Su contraataque
furioso debería haber detenido o incluso matado a algunos insectos, pero
no podía estar seguro en la oscuridad, aunque la multitud nunca vaciló. Y
aún más encima rodaron como una ola.
Sin pensarlo, se había puesto de pie con una postura fuerte, y pudo sentir
el peso de sus pantorrillas y muslos incluso más a sus brazos. No solo
estaba proyectando el poder como siempre hacía, estaba empujándolo de
vuelta, al límite de sus poderes, siendo presionado por cientos de golpes de
docenas y docenas de patas punzantes.
—¡Ey! ¡Mamonazos!
—¿Qué?
—¡No hay tiempo! —se burló Brianna—. Por favor. Solo tienes que ir
cojeando.
—¿Ir cojeando?
Caine intentó ponerse de pie, pero ellos ya tenían sus manos en su espalda
empujándole, impulsándole hacia adelante a una velocidad de locos.
Golpeó el marco de la puerta en su camino. Los insectos pulularon hacia
la puerta, pero ya se había cerrado de golpe con cierre y bloqueada con
una silla.
—Creo que me has roto la espalda —dijo Caine. Sintió un agudo dolor en
sus costillas. Pero era un dolor de quemadura mucho mejor que la
alternativa.
59 minutos
S
am había hecho un plan.
Era descabellado.
El pie de Sam estaba más allá del dolor. Era agonía. Dekka hacía todo lo
que podía por él al aminorar la gravedad de alguna manera, pero aún tenía
que moverse hacia adelante, y tenía que moverse lo más rápido posible.
—¿Qué? ¿Qué tengo que hacer, Sam? Me están comiendo desde adentro,
¿qué quieres que diga?
Estaban cerca, Sam podía sentirlo. Tenían que estarlo. Tenían que llegar al
tren antes de que los bichos finalmente salieran de Dekka y la comieran
viva.
Necesitaba que ella viviera un poco más. Para el amargo, amargo final, la
necesitaba, y ella estaba pasando sus últimos minutos corriendo y
tratando de ayudarlo y él era un inútil, no podía hacer nada más que
esperar que ella siguiera con vida, que sufriera un poco más, conquistara
su miedo, todo por un maldito estúpido plan sin sentido.
La luz era tenue, gris, acuosa e inadecuada. Pero sí, Sam podía ver el tren.
Chirrió sus dientes y corrió, ahora a toda velocidad, cada paso se sentía
como un cuchillo enterrándose en su pie con el dolor radiando todo el
camino subiendo por su pierna.
Sam ahuecó sus manos y creció una bola de luz de un verde enfermizo. Se
hinchó hasta que pudo ver el rostro de sus dos acompañantes. Para su
horror, la luz mostró que un bicho había comido a través de la blusa de
Dekka. Ella estaba temblando.
—Entonces caemos —dijo Sam—. Tú y yo, Dekka. Si me tengo que ir, será
un honor estar contigo.
Sam cerró con fuerza el contenedor y los tres subieron a la parte de arriba.
El contenedor no estaba perfectamente plano, estaba arrugado por la
fuerza. Pero el armazón con barras de acero no tenían más de quince
356
Página
centímetros de altura. Se acostaron sobre sus espaldas, mirando hacia
arriba.
—Aquí vamos —dijo Dekka. Extendió sus manos contra el contenedor, las
palmas bocabajo.
El contenedor se levantó.
Sam se acostó mirando hacia el cielo, que no era un cielo real. Las
estrellas estaban palideciendo. La luna había salido.
¿Qué tan rápido se estaban levantando? La barrera estaba algo cerca, sólo
a unos pocos kilómetros lejos del tren. Por primera vez en su vida, deseó
haber puesto más atención en la clase de geometría. Había, sin duda, una
fórmula para saber cuánto tiempo pasaría antes de que rozaran la barrera.
¡Screeeeech!
Sostuvo las barras aún más fuerte. Pero se dio cuenta, con una agradable
sorpresa, de que no tenía peso contra el contenedor. Se estaba sosteniendo
para evitar salir volando.
Screeee.
Aun elevándose. Más rápido. El aire pasando como ráfaga mientras subía
la velocidad.
Mirando hacia arriba, no podía ver la barrera a esta altura; no era suave y
nacarada translucidez a la que estaba acostumbrado. Era más como si
estuviera presionado contra un vidrio, viendo las estrellas más allá. Medio
había esperado encontrar que las estrellas eran pintadas, pero claro que
era una locura. La barrera mantenía la ilusión incluso aquí. Se sintió
volar, mirando hacia la nada en el espacio.
—¿Qué?
—Aguanta, Dekka.
Sam trató de adivinar cuán rápido iban a juzgar por el viento. Trató de
visualizar estar en un auto con la ventana abajo. ¿Qué tan fuerte iba ese
viento cuando el auto iba a cincuenta o setenta o cien kilómetros por
hora?
—Oh, Dios, oh, Dios, oh, Dios, no, no, la veo, ¡la veo! —gritó Dekka y el
contenedor se tambaleó con fuerza y se hundió como si fuera un ascensor
cayendo.
—Lo siento. Miré. Está comiendo mi… —no pudo terminar—. No creo que
tenga mucho tiempo, Sam.
Sí. Y golpearían contra el suelo a una velocidad mortal y eso sería todo.
No por mucho.
—¿Qué?
—Sí. Sólo haz más. Debilita todo, pero más en la parte delantera, ¿de
acuerdo? Debe ser como deslizarse por una pendiente, ¿verdad?
—Si tengo que morir, este es el camino a seguir. No me habría perdido por
nada esta locura.
—La gente que volvió a la instalación les hubiera gustado conocer a Dekka
—dijo Toto, con su cara a centímetros de la de Sam.
—No puedo ver el suelo —dijo Dekka—. No quiero moverme. Tienes que
decirme qué tan cerca estamos.
***
—¡En el piso de arriba! —dijo Caine. Corrió por las escaleras, pero eso
significaba pasar cerca de la puerta principal. Uno de los monstruos tenía
su mandíbula hasta el fondo, y se estaba balanceando izquierda y
derecha, ensanchando la puerta destrozada.
—Ni siquiera puedo llegar a un coche de allí —dijo Caine—. No tengo nada
con lo que golpearlos.
Una sustancia pringosa brotó de los lados del insecto. Las piernas
pateando se detuvieron.
Pero podía sentir sus piernas y brazos. No había nada roto. Nada
perforado. Él tenía el poder para levantar los escombros fuera de sí mismo.
Pero si lo hacía, entonces las criaturas estarían sobre él en un instante.
Hacerse el muerto significaba dejar que algunos niños murieran para que
él pudiera vivir. Caine decidió que probablemente estaba bien con eso.
38 minutos
E
dilio seguía el camino hacia la ciudad sintiéndose tan débil como
un gatito. Apenas había oído el gran discurso de Caine. No podría
importarle menos. No había nada que pudiera hacer, no con el
delirio haciendo girar su cabeza.
Tosió fuerte, demasiado fuerte. Su cuerpo se sacudía cada vez que tosía,
así que le temía a la próxima tos. Su estómago se apretó en nudos. Cada
músculo de su cuerpo le dolía.
Sálvame, madre.
—Santa María, sálvame17 —rogó, y tosió tan fuerte que se golpeó con
violencia la cabeza contra los escalones. La muerte estaba cerca, lo sintió.
Santa María, madre de Dios, ruega por nosotros los pecadores, ahora y en
la hora de nuestra muerte18.
16 En español en el original.
17
En español en el original.
18
En español en el original.
365
Página
Ella levantó una mano, como si lo bendijese. Oyó su voz. Se sorprendió de
que hablara en inglés. Él siempre había pensado que la madre de Dios
hablaba en español.
—Sé que estás enfermo, pero corre. ¡CORRE! ¡No puedo salvarte!
Se sentó allí por un tiempo, esperando encontrar la fuerza para seguir las
órdenes de Brianna. Correr.
Miró hacia arriba y vio que estaba al otro lado de la plaza. Vio a los
desesperados enfermos y a los pacíficos muertos en las escaleras.
***
Brianna vio a Lana salir del llamado hospital con Sanjit. Los insectos se
movían en manada.
Edilio había corrido, por suerte. Ahora aquí estaba Lana. Brianna maldijo
y gritó:
De uno de los ojos rubí babeaba pus de color blanco y rojo, pero el bicho
nunca dejó de comerse a una chica que, Brianna solo podía rezar, ya
estuviera muerta.
—No seas idiota. Te necesitamos viva. ¡Escápate! —Ella agarró a Sanjit por
el cuello—. Sácala de aquí. ¡La necesitamos con vida!
Brianna había visto la forma más eficaz para matar bichos, pero ella no
era Caine. No tenía sus poderes.
Era demasiado difícil de soportar. Muerte, ella tenía que morir; para
acabar con ella, para matarlos y para matarla, para no ver lo que estaban
haciendo con ella.
Tenía que conseguir estar por debajo de Sam. Sam y Toto estaban por
debajo de ella aun girando locamente. Pero Dekka, con menos resistencia
al viento, caía un poco más rápido.
***
Los insectos se habían ido. Vio la cola de uno que salía corriendo.
Habían dos resultados posibles: los insectos los habían matado a todos y
entonces ¿quién gobernaría sobre Caine? O los insectos fueron derrotados
por otra persona. Y, entonces, ¿cómo podría alguna vez tener el control? El
poder iría a quien ganara esta pelea.
Caine todavía vaciló. Una gran cama caliente. Una hermosa chica con
quien compartirla. Alimentos. Agua. Todo lo que necesitaba estaba solo a
pocos kilómetros de distancia en la isla. La respuesta lógica, racional, era
evidente, razón por la cual el mundo seguía en mal estado. Caine dijo en
voz baja:
368
Página
—La gente no es racional.
***
Orc apenas miraba su reflejo. Seis pies, tal vez más, de grava gris húmeda.
Echó hacia atrás su cabeza, sus amplios brazos, y aulló.
Se echó a llorar y golpeó sus puños contra su rostro. Luego, con los dedos
de piedra, arrancó la última carne viva que quedaba en su rostro. La
sangre corrió, roja.
—¿Por qué?
Se lanzó lejos. Corrió brincando, dando saltos salvajes hacia las escaleras.
Astrid.
Orc saltó hacia la ventana. Había sido abierta y en cualquier caso los
cristales estaban rotos.
—Pensé que sonabas como tú, Orc —Drake sonrió—. ¿Y tienes a Astrid allí
contigo? Excelente. No podría ser mejor.
—No, no creo que lo haga —dijo Drake. Corrió ligeramente hacia la puerta
de abajo y desapareció de la vista.
25 minutos
S
am sintió algo húmedo. Estaba en todas partes, una nube
levantándose desde abajo. Estaba como cayendo a través de un
tornado de barro. El agua salada y la tierra, liberadas por la
ingravidez, volaban hacia arriba.
Sam sintió como si su piel estuviera siendo desollada. Cerró sus ojos, giró
su cabeza para evitar que su nariz y boca se llenaran con tierra mojada y
se golpeó fuerte contra una superficie tan sólida e inflexible como el
hormigón.
El aire explotó de sus pulmones. Era como ser pateado por una mula.
Entonces todo el agua y la tierra que habían flotado por encima suyo les
encontraron cayendo en forma de lluvia.
—¿Estás herido?
—¡Dekka! ¡Dekka!
—Estoy bien. Así como Toto. Tiene las piernas rotas, es todo. —Él miró de
izquierda a derecha y situó los contenedores destrozados en un peñasco
bajo. Los cráteres rectangulares y sus mortales contenedores se habían
derramado.
—No sé dónde estamos —dijo Sam—. Creo que estamos al sur de la planta
de energía. —Él miró alrededor, frenético. Su plan siempre había sido
imprudente e inútil, pero había esperado, de alguna manera, acercarse a
la planta de energía. Allí podría haber un coche aún en condiciones
usables. ¿Pero aquí? Ni siquiera estaba seguro de dónde era aquí.
—¡Sam! —Una voz le estaba llamando desde donde estaba el mar. Un bote.
Vio a cuatro personas dentro, y los remos salpicando y empujando fuerte
hacia ellos.
—¡Quinn!
Sam le agarró.
—Lo que sea, dímelo. Dekka podría no tener otra media hora. ¡Rápido!
El plan Dos podría ser morir. Pero Sam tenía un último truco en su
manga, un último esfuerzo salvaje no para salvar a la ciudad, sino quizás
para salvar a su amiga.
Toto gimió, tumbado en el fondo del bote a dos pulgadas del agua con olor
a pescado. Dekka estaba tumbada contra Sam en la popa. Sus brazos
estaban a su alrededor. Le susurraba en el oído que no se rindiera.
Él podía sentirlos a través de sus ropas. Era cuidadoso al evitar las bocas
emergentes, pero no podía evitar sentir el horror surgiendo de los cuerpos
de los insectos moviéndose dentro del cuerpo de Dekka.
374
Página
—Sam, me lo prometiste—gimió Dekka.
—Lo haré, Dekka. Prometo que lo haré. Pero aún no, aún no. —Para
Quinn, dijo—: Tan pronto como alcancemos el muelle, ve por Lana.
***
—Yo me encargaré del chico, Orc —dijo Drake—. ¿Dónde está Astrid?
¿Pero no había arrasado con todo antes de llegar aquí para desquitarse
con Astrid? Y hasta ahora el sadismo de Drake, la engreída sonrisa, hacían
que saltaran algo parecido a chispas dentro de él.
—Déjala en paz.
Drake rió.
—Chico roca, no voy a dejar a nadie en paz. Tengo un ejército fuera. Haré
lo que quiera con Astrid la Genio.
—Cállate.
Orc fue detrás de Drake, balanceándose otra vez, y esta vez falló
completamente. Su puño perforó un agujero en la pared donde había
estado la cabeza de Drake.
Orc se abalanzó sobre él, pero Drake era rápido y ágil. Se alejó danzando,
recortó de nuevo hacia Orc y esta vez envolvió sus tentáculos alrededor del
cuello de Orc. No era fácil asfixiar a Orc, pero no era imposible. Drake
estaba detrás de él, empujando tan fuerte como podía, apretando con su
látigo de mano como una pitón, centímetro a centímetro, intentando
exprimir la piel de piedras. Orc clavó sus dedos en el látigo de mano y tiró
de él, intentando liberarse. Pero no estaba funcionando porque, de alguna
forma, el agarre de Orc se estaba debilitando. Intentaba respirar pero no
podía.
—Brittney.
—Astrid, Dios ha dicho que Él necesita a Pequeño Pete —dijo Brittney con
satisfacción—. Es la única forma.
—Si Él es un Dios, ¿por qué necesitaría a Pequeño Pete? Pensaba que Dios
no necesitaba nada.
Pero este no era el momento. La criatura triste que era Brittney era solo
una herramienta de una criatura malévola que ella había confundido con
Dios. En cualquier caso, ¿por qué estaba Astrid defendiendo a Pequeño
Pete? Ya había estado dispuesta a verle morir si eso significaba terminar
con el sufrimiento.
Astrid no dijo nada. Ella sabía todas las respuestas correctas, pero la
voluntad había desaparecido. ¿Creía ella misma en Dios ahora? ¿Por qué
discutir sobre un fantasma? Eran dos tontas discutiendo sobre mentiras.
Pero Astrid aún tenía su orgullo y no podía permanecer en silencio y
permitir que Brittney tuviera la última palabra.
Ella sonrió en lo que pareció ser la primera vez en mucho tiempo. Brittney
también sonrió, pero tristemente.
—No lo haré, Astrid. Pero Drake lo hará. Sabes que lo hará. Los insectos
están todos alrededor de este edificio, esperando. Y cuando Drake venga,
se llevará a Pequeño Pete y te matará.
—Orc, no les dejes matarte —dijo Astrid, poniendo su mano sobre el brazo
de él.
Él corrió por el pasillo. Astrid le vio por última vez mientras se reía de los
insectos debajo de él. Saltó al tren de aterrizaje y se dejó caer sobre el
enjambre.
***
379
Página
El chico, cuyo nombre era Buster, intentó escapar, trató de ponerse de pie
y correr, pero era demasiado lento y también estaba demasiado enfermo.
Tosió y se tropezó y cayó sobre sus rodillas. La lengua del insecto atacó su
cuello y tiró de él sin pensárselo dentro de sus piezas bucales.
Una chica llamada Zoey tosió, se dobló ante el dolor y un segundo después
fue capturada y comida.
Corrió a toda velocidad bordeando una lengua brillando, saltó por encima
de las mandíbulas de forma de guadaña y apuñaló a un insecto en ambos
ojos rojos. Luego aferró su escopeta dentro de la boca rechinante y apretó
el gatillo. La enorme criatura se estremeció pero no murió.
—¡Caine! —chilló.
Ella se abrió paso a través del enjambre, saltó fácilmente sobre las piernas
agitándose violentamente del insecto volcado y apuñaló con su cuchillo
sus tripas. Luego, dentro de la herida más grande metió la escopeta y
apretó el gatillo.
¡BLAM!
Siete.
Pero Caine había sido un poco lento y ahora tres de las criaturas estaban
persiguiéndole. Las tres se habían aferrado a él con sus lenguas y él
estaba gritando a pleno pulmón por ayuda. Brianna bajó corriendo las
escaleras, manchadas ahora con sangre humana y de insectos. Cortó la
primera lengua y los otros dos insectos se tambalearon hacia atrás de
forma defensiva.
—¡Dales la vuelta!
—Estoy intentándolo —dijo Caine con sus dientes apretados. Giró a uno
más pero el insecto estaba aprendiendo rápido. Un segundo insecto cargó
al primero, se deslizó debajo de él y lanzó a su hermano de espaldas sobre
sus patas.
Caine había retrocedido otra vez cuando las criaturas cargaron. Si cogían a
Caine, la batalla estaría acabada. Brianna echó a correr, agarró el brazo de
Caine y tiró de él para estar seguros temporalmente detrás de un árbol.
¡Cuh-runch!
—Me di cuenta.
—No puedo a menos que Albert… —comenzó a decir el chico hasta que
Brianna puso su cuchillo contra su garganta y dijo:
Le había conseguido a Caine tal vez tres segundos. No más. Ella apuntó
hacia los ojos rubí demoníaco del siguiente insecto, disparó a quemarropa
y salió volando de nuevo hacia la gasolinera. Salió pitando pasando al
guarda en pánico, que estaba aún ocupado vertiendo una gasolina
preciosa por el suelo.
Brianna sabía algo sobre la velocidad. Sabía que la cosa esa de Hollywood
donde la gente corría más rápido que la explosión era una tontería. Ni
siquiera Breeze podría salir corriendo más rápido que una bola de fuego.
Pero ahí estaba, de pie en medio de un fuego, y luego pasando a través a la
velocidad del sonido.
Una ola de calor chamuscó su pelo y sus cejas, una explosiva ola a presión
que reventó los oídos de Brianna. Pero la corpulencia del insecto la había
protegido de lo peor. La criatura líder alcanzó a Caine, pero él se había
lanzado por los aires y la bola de fuego, la criatura y Brianna, todos,
pasaron como una moto por debajo de él.
¡KA-BOOOM!
9 minutos
O
rc aplastó su botella contra la cabeza de un bicho de ojos
azules. Eso no le hizo nada. No había pensado que lo haría. La
criatura abrió sus mandíbulas, y con un gran movimiento,
golpeó a Orc en el pecho. Orc salió volando boca abajo sobre la
grava.
Astrid gritó.
***
Era el héroe.
Podía ser computadora Jack. Pero podía ser algo más también.
Y aun así, ¿qué Sam quería que él matara a Pequeño Pete? ¿Cómo podía
eso estar bien?
Cuando oyó un llanto. Una voz humana. Una chica, pensó, gritando.
Jack corrió hacia el sonido, a través del profundo barranco obstruido con
arbustos y arriba hacia el otro lado. Se encontró en un estrecho camino
entre los altos árboles.
—¡Coates! —dijo.
No oyó otro grito, pero escuchó sonidos, como una pelea de puñetazos.
Dos de las criaturas volvieron sus misteriosos ojos azules hacia Jack.
—Tú eras muy valiente y temerario en el lago, Jack —tanteó Drake. Otros
dos pies y lo tendría a su alcance.
—Yo sólo… —Luego Jack jadeó por algo que había visto detrás de la
espalda de Drake.
Cuando se levantó, se dio cuenta que había volado a unos buenos veinte
pies por el aire.
Se puso en pie y se sobo la mejilla. Jack era bastante bueno. Wow. Eso
podría haberme matado. Sabes, si pudiera morir.
—Mejor que salves rápido a Orc, allí, Jack —se burló Drake—. Se ve como
que está acabado.
Ellos matarían pronto a Orc. Y el ejército de Drake podría lidiar con Jack.
Todo lo que él tenía que hacer ahora era mantener a Jack distraído.
—Mi lado es el único lado ahora, Jack. Hay otro ejército de bichos
comiendo todo en su camino a través de Playa Perdido ahora mismo. ¿Por
quién crees que estás luchando siquiera? Lo que sea que el ojo-rojo no
haya terminado, lo haremos nosotros cuando lleguemos allí.
Jack lo golpeó en el pecho tan fuerte que su puño fue por todo el camino.
Pero el agarre de Drake nunca se aflojó, los ojos de Jack se hincharon y la
voz de Orc ya no se escuchaba por encima del sonido rechinante de las
piezas bucales.
***
Él lo agarró, atrapó y dejó caer. Pero Quinn fue más rápido. Él lanzó una
red de pesca sobre la criatura, dio un paso hacia los bordes y lo mantuvo
inmovilizado en el fondo del bote
—Breeze, Lana. ¡Ahora! ¡AHORA! —Lloró Sam, pero el segundo “ahora” fue
dicho al aire.
—Quinn. Lo que voy a hacer… Solo mantenla abajo. Mantenla abajo sin
importar qué.
Quinn golpeó al bicho una vez más y si no estaba muerto, al menos no iba
a ir a ninguna parte. Él se dejó caer sobre sus rodillas y sostuvo los
hombros de Dekka.
***
Brianna encontró a Lana con Sanjit retirándose hacia el borde este del
pueblo.
—¡Lana!
Quinn le quitó los bichos y los arrojó desde el bote al agua. Él estaba
cubierto de sangre hasta el codo.
Lana saltó al bote, que se sacudió locamente hacia adelante y atrás. Dekka
estaba más allá de poder hablar, más allá incluso de poder llorar. Lana
apoyó sus manos en el contorsionado rostro de Dekka.
Brianna frunció el cejo, no estando segura de sí Sam tenía razón. Pero ella
se arrodilló junto a Dekka y puso su oído cerca.
Brianna escuchó, cerró sus ojos por un momento, y luego se levantó sin
decir nada.
Ella se giró y se fue, pero no tan rápido para perderse al extraño chico
nuevo decir:
—Eso no es verdad.
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CAPÍTULO 42
Traducido por bluesea y Alexiacullen
3 minutos
A
strid observaba, impotente.
La cara de Jack se estaba volviendo negra. Sus forcejeos eran cada vez
más débiles. Sus dedos arañaban impotentes. Sus ojos sobresalían como
si fueran a salirse de su cabeza.
***
—¡No! —gritó otra vez, mientras ella tiraba a su hermano hacia el mar de
insectos.
—¡No lo lasti...! —gritó Drake. Pero sus palabras fueron interrumpidas por
un débil pero certero golpe de Astrid.
Pero ya era demasiado tarde. Los insectos se arrojaron hacia Pequeño Pete.
Sus lenguas chasquearon. Sus partes bucales rechinaron.
No hubo explosión.
Pequeño Pete cayó al piso. Tosió una vez, con gran violencia. Y luego, él
también, solo desapareció.
Astrid y Drake estaban lado a lado, ambos mirando hacia abajo con
horror.
Astrid abrió los ojos y vio cómo su cara cambiaba, los bordes como tiburón
derritiéndose, a un suave y redondo contorno.
—Salgamos de aquí antes de que Drake vuelva —dijo Jack. Agarró el brazo
de Astrid. Pero ella no iría con él. Todavía no.
Ella estaba casi cegada por sus lágrimas, su mente en una confusión de
emociones: odio propio, asco, enfado. Y lo peor de todo, alivio. Se había
ido. Pequeño Pete estaba muerto. Y ahora por fin terminaría. La pared de
la FAYZ desaparecería. La locura terminaría. Alivio. Y el entendimiento
repugnante de que estaba feliz por lo que había hecho. Jack la guió
escaleras abajo. Él levantó una herida terrible, aplastada del esfuerzo de
Orc. Orc estaba gimiendo de dolor y llorando porque le dejaran morir.
Dahra Baidoo emergió desde el llamado hospital por primera vez en lo que
sentía como días.
Virtue le sostuvo, a pesar de que estaba temblando tanto que apenas podía
caminar por sí mismo. Ambos estaban cubiertos de sangre. El hospital era
un matadero. El único insecto que había entrado sólo había masacrado a
niños demasiados enfermos para permanecer de pie, mucho correr. Virtue
se decía a sí mismo que la mayoría de esos chicos estaban demasiado
enfermos de todas formas para sobrevivir. Había estado metido a presión
en una esquina detrás de una cuna, acobardado y rezando y rogando por
ser liberado. Había tirado cosas al insecto, pero las cuñas y las botellas no
eran nada para el monstruo. Y luego, en un instante, la criatura había
desaparecido.
—Entonces supongo que la isla se está viendo algo mejor, ¿no? —preguntó
Santji—. Tenías razón, esto era un gran asilo al aire libre.
***
El primero de ellos inclinó su cabeza. Fue un gesto brusco y torpe pero que
estuvo bien para Caine: aprenderían.
S
am no podía enfrentarse a la ciudad y a los niños allí. Si iba a la
ciudad ahora, podría haber una pelea con Caine. No podía
enfrentar una pelea. Después. Ahora no. Aún no.
Pensé que sabía qué había ocurrido. Solo un poder era lo bastante grande
para hacerles parar para salir.
Contra toda rareza, Jack debía haber tenido éxito tirando a Pequeño Pete a
los bichos. Solo Petey podía haberlo hecho. El desesperado y lunático plan
de Sam había funcionado, actualmente había funcionado.
Pero una vez que Astrid supiera que él era el que había ordenado que Jack
lo hiciera, ella nunca le hablaría otra vez.
Eso es correcto. Y porque hice que los bichos fueran destruidos. Y las vidas
fueron salvadas.
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Tú no tienes que tomar esas decisiones, Sr. Temple. Dios decide vivir o
morir.
—Sam.
Él giró sobre sus talones. Astrid estaba allí de pies. Jack estaba unos cien
pasos por detrás y no mostraba ningún deseo de acercarse más.
—Astrid.
Sus ojos estaban rojos e hinchados. Ella estaba mirando más allá de él,
mirando la barrera con una expresión que él no podía leer.
—Sí.
—¡Para nada! ¡Le maté por nada! —gritó Astrid—. ¡Oh, Dios, no! ¡Lo hice
por nada!
—¿Tú? Tú no... —Pero entonces vio la mirada en los ojos de Jack. Jack
asintió, luego miró al suelo.
Le golpeó con la fuerza de una revelación que ella no podía estar con él
mientras se sintiera débil o fuera de control. Astrid necesitaba ser fuerte.
Necesitaba ser... Astrid.
—Astrid...
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—Por nada —susurró ella.
Él retrocedió.
Pero ella no estaba escuchando. Una mirada de puro odio, una mirada que
él nunca había pensado que ella fuera capaz, transformó su cara. ¿Era por
él? ¿Por la barrera?
¿Por ella?
—Me fui, sabes. Dejé la ciudad con Orc. Y luego dejé a Petey. Solo salí por
la puerta hacia Coates. Le abandoné. A Él y a Orc. Ambos me necesitaban.
Pero me alejé porque pensé, “si te quedas, estarás tentada”. Un simple acto
de asesinato. ¿Sabes cómo una frase atascada en tu cabeza y gira y gira?
—Mira, ven conmigo—dijo él. Él levantó una mano hacia ella, pero pudo
sentir una fría e impenetrable pared a su alrededor. Ella estaba en alguna
parte más ahora. Ella era alguien más. Sus manos cayeron de vuelta a sus
costados.
Sí. Una parte de él quería decir eso. Una parte de él quería decir esas
palabras. Bienvenida a mi mundo. ¿No es tan fácil ser Sam, verdad?
Intentó no dejar que la emoción se mostrara en su cara, pero debía haberlo
hecho porque Astrid asintió ligeramente como si él hubiera hablado.
H
abía pasado un largo tiempo desde que tantos niños llenaron la
plaza. No habían venido todos, pero sí la mayoría. Mirando
abajo desde los escalones del ayuntamiento, Sam vio caras que
eran miedosas, otras que eran felices, y por supuesto, como con
cualquier grupo de niños, algunos solo estaban jugando.
Era algo bueno, se dijo a sí mismo, esta habilidad para encontrar algún
trozo pequeño de alegría para soportarlo.
La más notable ausencia era Astrid. Ella debería haber estado allí. Él
escaneó la multitud por alguna señal de ella. Pero nadie la había visto. Los
cotilleos decían que se había trasladado a un pequeño apartamento en el
borde de la ciudad. Otros decían que la habían visto caminando por la
carretera hacia Rey Stefano.
Sam había esperado que ella apareciera hoy para la Gran Ruptura, como
Howard había apodado esta extraña ceremonia. Pero ella no estaba en
ninguna parte para ser vista. Y los amigos de Sam ahora cuidadosamente
evitaban mencionar su nombre.
Toto estaba de pie torpemente, auto consciente, nervioso, entre los dos
campos separados.
—Creo que todos los que están aquí probablemente son los que vendrán—
corrigió Caine.
Caine levantó su mano, señalando que era el momento para que todos se
callaran.
—Todos ustedes saben por qué estamos aquí —dijo Caine en su fina y
fuerte voz—. Sam y yo queremos la paz.
—Toto, para esos que no lo saben, eres un bicho raro con el poder de decir
la verdad de la mentira.
—Él... él cree eso —dijo Toto. Pero estaba frunciendo el ceño, quizás
sintiendo algo sobre Caine que o era cierto o falso.
—Pero también haré todo lo que pueda para dejaros a cada uno en paz.
Quinn, si él elige quedarse, aún podrá pescar. Albert, si él elige quedarse,
correrá con sus negocios. Monstruos y normales serán tratados
igualmente.
—Todos los que se vengan conmigo tienen un voto en cómo harán las
cosas. Creo que estaré más o menos a cargo, pero probablemente elijamos
alguna otra persona, crear un consejo como... bueno, con suerte, mejor
que el que tuvimos antes. Y, um... —Él estaba intentando reírse a su
propia patética actuación—. Miren, gente, si quieren a alguien, algún...
rey, es una pena, que les diga qué hacer, quédense aquí. Si quieren tomar
sus propias decisiones, bueno, vengan conmigo.
—Fue Caine quién nos salvó—gritó una voz—. ¿Dónde estaba Sam?
—Cierto —Toto.
—Mi trabajo es organizar a los niños para trabajar, tomar las cosas que
ellos cosechan o capturan y redistribuirlas a través de un mercado.
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—Y conseguir lo mejor para ti mismo —gritó alguien en una risa general.
Sam asintió ligeramente. Era difícil de oír. Pero lo más difícil era ver la
manera que la multitud estaba asintiendo, estaba de acuerdo. Era la
verdad. El hecho de que él hubiera dejado correr las cosas del consejo,
echarse a un lado, y luego sentarse sintiendo pena de sí mismo. Se había
saltado la oportunidad de salir a una aventura y no había estado aquí para
salvar a la ciudad cuando lo necesitaban.
—Así que —concluyó Albert—, seguiré con mis cosas aquí, en Playa
Perdido. Pero habrá libre comercio de cosas entre Playa Perdido y el lago. Y
a Lana se la tiene que permitir moverse libremente.
Aceptarlo.
Sam tuvo que resistir la urgencia de reírse en voz alta. Después de todo lo
que había ocurrido entre él y Caine, después de toda pose de Caine hoy,
no era grande, encantador, apuesto, y muy poderoso Caine, ni Sam
tampoco, quienes recorrían el FAYZ. Era un niño negro reservado, delgado
cuyo único poder era la habilidad de trabajar duro y seguir enfocado.
—Bien —dijo Sam—. Me voy a casa de Ralpha. Todo los que quieran venir
conmigo, diríjanse allí. Esperaré dos horas. Traigan botellas de agua y
cualquier comida que tengan. Es una larga caminata al lago.
Él bajó los escalones, se alejó sin mirar atrás y caminó hacia la carretera.
Él tenía el fuerte sentimiento que estaba caminando solo.
—Amigo...
—Quinn, me alegro que encontraras algo tan importante para hacer. Algo
que realmente te guste.
—Sí, pero...
—El trato era que los niños tomen una elección —dijo Sam—. Creo que
Howard solo se dio cuenta cuan peligrosa puede ser la vida para un
criminal viviendo en un lugar dónde el “rey” decide vivir o morir.
Para alivio de Sam, Howard no llegó para hablar con él. Orc y él se
sentaron en la parte de atrás de una furgoneta. Otros niños les dieron un
amplio agarre.
Justo antes de que la hora pasara, Sam oyó un movimiento. Los niños
estaban haciendo una línea para alguien, murmurando. Su corazón saltó.
—Hey, Sam.
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Él tragó el bulto en su garganta.
—¿Diana?
—No me esperabas, ¿eh? —ella hizo una cara irónica—. ¿Dónde está la
rubita? No la he visto en el gran espectáculo de animadores.
Diana suspiró.
—Sam, tengo problemas más grandes que Caine. Y también tú, creo.
Porque FAYZ va hacer algo que nunca ha hecho antes: crecer por uno.
Sam miró en blanco. Brianna dijo una palabra muy ruda. E incluso Dekka
levantó la mirada.
—Eso espero —dijo Diana sombríamente—. Espero que eso sea todo.
Pete
Él caminó por el borde de una hoja de cristal a un millón de millas de
altura.
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A un lado, lejos, muy lejos debajo de él, los nerviosos ruidos y los colores
que abrasaban los ojos estaban atenuados. Vio el pelo amarillo de su
hermana y los perforantes ojos azules, pero ahora él estaba muy lejos para
que ellos le hicieran daño.
Vio los ecos de los horripilantes monstruos de ojos brillantes que había
creado para comerle. Eran fantasmas hundiéndose perezosamente hacia el
brillo verdoso lejano de más abajo.
Tenía miedo.
Por primera vez, Pequeño Pete vio el mundo sin arrastrarse o necesitando
huir. Era como si hubiera estado observando el mundo a través de un velo,
a través de un cristal lechoso, y ahora lo viera todo claramente por primera
vez en su breve existencia.
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Toda su vida había necesitado esconderse. Y ahora jadeaba por la emoción
de ver y oír y sentir.