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B) La novela picaresca: características del género; obras representativas.

Lectura:
* Lazarillo de Tormes

El Lazarillo de Tormes y el nacimiento del pícaro literario


(Adaptación: profesora Ma. Inés Rodríguez).

La vida de Lazarillo de Tormes y de sus fortunas y adversidades fue un curioso título que apareció de
forma anónima en 1554 en cuatro ciudades: tres españolas (Burgos, Alcalá y Medina del Campo) y una
belga (Amberes), aunque todas ellas derivan, con interesantes variantes, de una edición original hoy
perdida. La sorpresa del lector empezaba ya con la portada de ese librillo en octavo y de corta extensión,
que parecía remedar y contrariar, al mismo tiempo, a los que estaban de moda: los libros de caballería que
solían contener en su título un nombre propio unido a una procedencia, como signo del género. Sólo
quienes hubiesen leído-el Cuarto libro del esforzado caballero Reinaldos de Montalbán (Sevilla, 1542), conocido
como el Baldo castellano por su clave paródica, se habían encontrado con un relato provocador de similares
asombros. Rara era la biografía de un personaje con nombre folclórico —presente en chistes y refranes
populares—, y a quien la pobreza obliga a dejar a su madre siendo un niño para mendigar junto a un ciego y
buscarse la vida en solitario. Y raro era también su nacimiento dentro de un río —en guiño claro a quienes
conocían el Amadís—, pues no era ya el "sacro Tormes" que Garcilaso ensalzó en sus églogas, y Fray Luis
convirtió en escenario de coloquios filosóficos, sino de una ciudad famosa por una universidad que,
además, nada tendría que ver con el relato. Curiosamente, igual que sucedió ya en La Celestina, obra con la
que le unirían tantos misterios. El primero de ellos, la autoría del texto, sigue siendo aún uno de los asuntos
más discutidos entre los especialistas.
Muchas son las razones que justifican que fuera precisamente un erasmista el autor de una de las
obras más profundas que se escribieron en el siglo XVI pues está teñida, como veremos, del escepticismo y
el pesimismo en que vivieron todos los heterodoxos en tiempos contrarreformistas; en particular los
judeoconversos, difícilmente resignados a su condición marginal dentro del sistema social. Sin embargo, lo
verdaderamente interesante sigue siendo su publicación anónima, y no sólo por lo que pudiera tener de
escudo ante la Inquisición, como parece evidente, sino por ser un inteligente recurso que creaba en el
lector la ilusión de que el verdadero autor de la obra era el propio Lázaro de Tormes. Pues sólo de esa
manera se hacía creíble la forma epistolar elegida por el autor para hacer que su personaje contara su vida
a un ignoto "Vuestra Merced" —probable alto cargo nobiliario o eclesiástico— a quien se dirige desde las
primeras líneas como si de una carta de relación verídica se tratase. De ahí que sea justo decir que más que
libro anónimo es libro apócrifo, con falsa atribución de autor. En cualquier caso, El Lazarillo apareció ante los
lectores españoles y europeos de mediados del quinientos como un tipo de prosa, a caballo entre la crónica
y la ficción, no vista hasta entonces; lo que supondría "la mayor revolución literaria desde la Grecia clásica:
la novela realista" (R Rico).
Todo resultaba cercano en los siete 'tratados' en que se dividía esa autobiografía ficticia: los hurtos de
un padre molinero que le llevan al destierro, el amancebamiento de una madre viuda con un gañán mulato,
el servir por necesidad, las tretas movidas por el hambre para burlar a un mezquino ciego (trat. I), la mala
vida junto a un clérigo avaro (trat. II), junto un escudero sin bienes (trat. III), un fraile mercedario (trat. IV);
un vendedor de bulas (trat. V), y un capellán (trat. VI), y, al final, la ilusoria mejora como pregonero de los
vinos de un arcipreste, con cuya manceba se ha casado el joven Lázaro (trat. VII). Especialmente familiar
podía serle al lector un tipo de desheredado que abundaba en las calles, solo y abandonado a su suerte, y
sin más armas que la astucia para sobrevivir —"el hambre aviva el ingenio", decía el refranero popular,
como bien recordaba el Pármeno de La Celestina—, pues era ésta una situación demasiado frecuente en el
ambiente social de la época. El injusto reparto del suelo y la emigración desde el campo, fenómeno común
a tantos países europeos, llenó las ciudades españolas de numerosos marginados y 'pobres mendicantes' a
los que se intentó controlar infructuosamente con diversas leyes, como la que en 1545 prohibía mendigar
fuera de los lugares de origen. Los índices de mendicidad fueron tan alarmantes —casi un 15% de la
población— que se llegó a presionar a las instituciones para que intervinieran en la reforma de la
beneficencia, como reflejan muchos textos de diversa índole que abordaron de forma teórica el tema de la
pobreza, paralelamente al tratamiento literario que le estaba dando la novela picaresca, y en particular el
Guzmán de Alfarachev. Éstas son las circunstancias reales que justifican la aparición del personaje que llegaría
a ser bautizado como 'pícaro' por la literatura —así nombrará ya a su protagonista Mateo Alemán—, varias
décadas después de que la palabra hubiera circulado como adjetivo de incierta procedencia.
Lázaro de Tormes se convierte así en el primer pícaro literario occidental, por reunir ya todos los
rasgos fundamentales que luego repetirían las i novelas de este género: una genealogía vil y deshonrosa, el
servicio a varios amos como medio de supervivencia, el afán de medrar en la escala social, la soledad
absoluta en un mundo que le es adverso y cruel, la evolución desde la inocencia a la malicia a la que le
obligan sus experiencias, y, por tanto, la adaptación de su comportamiento sólo a lo provechoso o lo
conveniente para sí mismo —-lo que se ha llamado "el trastorno de la moral" en el pícaro—, y, en fin, una
actitud antiheroica que lo convierte en antítesis de cualquiera de los personajes de las ficciones idealistas
en boga. De todo ello merece resaltarse el hecho de que la novela inaugurada por El Lazarillo crea al
personaje definitivamente marcado por su origen y ambiente vital, lo que lo convierte en un precedente
esencial de lo que será la novela 'naturalista' en el siglo XIX. Los planteamientos deterministas entran con
fuerza en la literatura gracias a la sutil forma en la que el pícaro cuenta su vida, adelantándose a modernas
teorías psicológicas sobre la conducta humana. Si de algo carecerá Lazarillo, como todos sus congéneres, es
de una auténtica vivencia del amor, tema que no por casualidad será el único absolutamente excluido de
estas novelas.
Las numerosas aportaciones del Lazarillo a la novela europea empiezan, en efecto, en el modo de usar
la autobiografía ficticia para implicar al lector en la tesis que subyace al libro. En primer lugar, el uso de la
primera persona supone la imposición de un único punto de vista sobre la realidad: j el del pícaro-narrador,
que reflexiona sobre los sucesos y aventuras que más han perdurado en su recuerdo desde su infancia. El
autor consigue así que pasemos por todos sus estados de ánimo y nos conmovamos con ellos, hasta llegar a
sentir compasión por el personaje. Este juego constante con dos planos narrativos —el del pícaro niño o
adolescente que vive y el del adulto que lo 'revive' en su memoria y saca conclusiones— implica una doble
temporalidad en la novela que nunca antes había sido practicada tan intencionadamente: insistir en el
contraste entre la ingenuidad inicial y el desengaño presente. En segundo lugar, toda la narración está
dirigida a explicar una situación final, un "caso" claramente relacionado con la honra, que sólo se desvela
en el tratado VII, que da sentido a los anteriores'. Es decir, que todo lo que Lázaro escribe se debe al intento
de autojustificar sus hechos y, lo que es más importante, la experiencia que ha sacado de ellos. La selección
de lo narrado resulta entonces fundamental para lo que quiere exponer el autor, obligando siempre al
lector a juzgar por sí mismo; algo que dará un sello personal a cada una de las pseudoautobiografías que
integren el género. Nada es causal en lo elegido, dada la lograda concisión del estilo del Lazarillo. Así, por
ejemplo, hay episodios descritos con todo detalle, como la escena en que el ciego le rompe la cara al niño
dejando caer sobre él una jarra de barro mientras bebe descuidado —magistral descripción de la
perversidad frente a la ternura, que convence del ansia de venganza—, o como el paseo de Lázaro por el
mercado de Toledo, mirando los puestos de comida mientras van dando las horas en el reloj, con lo que el
autor logra hacernos sentir su propia hambre en aumento, etc.. Y frente a esto, hay otros episodios
sumamente breves, como, por ejemplo, el que reduce a una frase el tiempo que pasa con un alguacil (inicio
del tract. VII), del que se conforma con decir que vivió poco tiempo por parecerle oficio peligroso, pues
terminó apedreado; a diferencia del desarrollo que se hará de tal situación en El Buscón, por ser el alguacil
uno de los personajes más denostados en la prosa de Quevedo.
En este sentido, lo más trascendente para la interpretación del Lazarillo es el hecho de que de los ocho
amos a los que sirve Lázaro, cinco pertenezcan a estamentos de la Iglesia —era bien conocido el gran poder
del clero de Toledo, en concreto—, teniendo por denominador común la hipocresía, la insolidaridad y la
avaricia; defectos que habían sido denunciados ampliamente por todos los simpatizantes de la Reforma,
como el anticlerical autor del Crotalón (supra, nota 30). Y lo mismo cabe decir de la sátira del falso hidalgo
que recorre el tercer capítulo, y que supone la culminación del aprendizaje de Lázaro sobre la falsedad de
las apariencias y el peso de las manifestaciones externas de respeto, puesto que concentra magistralmente
los principales tópicos sobre la "negra honra" —el culto al vestido y la preocupación por las cortesías— que
eran censurados en los diálogos humanistas de corte erasmista, como los de Torquemada, con los que
guarda estrechos paralelismos. De nuevo, un problema sociológico estaba detrás del Lazarillo-, el notable
aumento de los hidalgos empobrecidos que se dio en Castilla hasta comienzos del XVII (como después
certificará El Quijote), justo en un momento en que crecía también la obsesión por el linaje, y los medios para
controlar los rangos heredados frente a los que podían comprarse. Ese rígido código del honor, que hacía
indispensables la pureza étnica y la ortodoxia religiosa, es para muchos la causa directa de que la picaresca
surgiese precisamente en España y no en otro país europeo, pues si hay un tema hegemónico en todas las
novelas de este género es la honra y la 'limpieza de sangre". ¿Fue obra de un converso que quiso poner en
evidencia su carácter superficial haciendo que un pícaro fuera capaz de simularla? ¿Se trataba de hacer
pensar a los aristócratas sobre la inautenticidad de tales valores sociales y el inmovilismo que generaban?
Hay además un componente estructural básico en el que coincide el texto del Lazarillo con otras
formas didácticas anteriores, y que valdría ya para incluirlo entre los principales vehículos de la ideología
erasmista: el viaje constante del pícaro, siempre obligado por las circunstancias, como modo de aprendizaje
y como recurso para mostrar, desde una gran cercanía, los tipos sociales que va encontrando a su paso. Es
decir, para tomar el pulso a la sociedad española del momento.(…) Lo peculiar del viaje picaresco que se
inicia en el itinerario Salamanca—Toledo (considerada la capital semioficial de Castilla en la época) es que,
a diferencia de los caballeros andantes, el pícaro va sin rumbo fijo, sin más reto o prueba que su propia
supervivencia, y con el único afán de mejorar su estado. A partir del Guzmán, además, sólo buscará ciudades
donde pueda pasar desapercibido en sus fechorías o usurpar identidades falsas, y de las que huye en
cuanto es conocido. Y puesto que todo lo que experimenta suele ser un cúmulo de fracasos, decepciones y
nuevos ardides para engañar, su viaje resulta al final todo un proceso deseducador, en claro contraste,
paradójicamente, con la finalidad que el viajar tenía dentro de los planteamientos humanistas.
Estilísticamente, y al margen de su enorme riqueza lingüística, la genialidad del Lazarillo está, sobre
todo, en su sabio manejo de la ironía para insinuar y sugerir tanto como realmente dice. El predominio de
lo humorístico, unido a la inserción de cuentecillos chistosos la convirtieron, de hecho, una obra de burlas,
que es como tenemos constancia que se leyó en su época. Las peripecias de Lázaro hicieron sobre todo reír,
demostrando que el pícaro era hijo también del folclore: las anécdotas sobre ciegos pedigüeños y
avarientos, los cuentos con frailes o con el esquema triangular marido-mujer- clérigo amante, tan presentes
en el fabliau medieval, o aquellos otros con el patrón del 'burlador-burlado', eran algo demasiado arraigado
en la tradición oral, como demuestran muchas compilaciones de facecias de los siglos XIV y XV. Lo
interesante es que El Lazarillo se convertirá, en su brevedad, en todo un modelo indispensable en el arte de
insertar ese tipo de cuentos o dichos folclóricos en la narración picaresca, así como de hacer de éstos el
sostén de todo un episodio más largo; procedimientos todos ellos en los que llegarían a ser magistrales las
plumas de Mateo Alemán y Cervantes. Sin embargo, la gran acogida que tuvo la obra dentro y fuera de
España nos prueba que debió de contar también con lecturas mucho más serias. Entre ellas, las de los
inquisidores que obligaron a incluirlo en el Indice de 1559, y las de aquellos otros que sólo permitieron
reeditarlo censurado o 'expurgado' —con la supresión de todas las bromas consideradas irreligiosas del
cuarto y quinto tratados—, bajo el título Lazarillo de Tormes castigado, aparecido en 1573. Curiosamente,
desde esa fecha ya no se publica más hasta la aparición del Guzmán, momento a partir del cual se editarán
juntos, contando con varias reimpresiones durante el XVI y XVII, lo que lleva a preguntarse por las razones
de tan extraña difusión del libro. ¿Fue de verdad bien aceptado por los cultos? ¿Tardó en comprenderse la
esencia de su originalidad bajo todo ese envoltorio folclòrico? Sea como fuere, existen suficientes
testimonios como para atestiguar su gran influencia posterior, así como para afirmar que fue el primer libro
de ficción español más imitado en Europa que dentro de nuestras fronteras incluso, como demuestran las
numerosas traducciones y recreaciones francesas e inglesas que se sucedieron desde 1560.
Cuestionario:
1. ¿Cuántas ediciones se conocen del Lazarillo? ¿Qué “sorpresas” y “guiños” le esperaban al lector
de la época?
2. ¿Qué problemas hay en torno a la anonimia de la obra? ¿Qué importancia cobra este rasgo
para la novela? ¿Quién es “vuestra merced”? ¿Por qué conviene hablar de un texto “apócrifo”?
3. ¿Qué relación guarda la obra con su contexto de producción y qué consecuencias acarrea esto?
4. Defina y caracterice a Lázaro de Tormes como pícaro. ¿Cuál es el “trastorno moral” del pícaro?
¿Por qué anticipa a la “novela naturalista”?
5. ¿Qué aporta esta novela a la literatura europea? Enumere y detalle.
6. ¿Qué se puede deducir de la galería de amos de Lázaro?
7. ¿Por qué el texto puede ser filiado con formas didácticas anteriores y qué función cumple el
viaje en su configuración?
8. ¿Qué figura retórica es la que le otorga comicidad a la novela? ¿Qué relación guarda el texto
con el folclore?
9. Si bien fue leído como una “obra de burlas”, ¿quiénes prestaron atención con seriedad y cuál
fue la suerte que corrió el texto del Lazarillo?

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