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Curso: Lengua latina y cultura occidental

Prof. Agr. Virginia Orlando

La lengua latina, una entidad heterogénea


y en aparente tensión.
La dicotomía latín clásico – latín vulgar
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Acerca de la dicotomía latín clásico – latín vulgar

Esta recopilación de artículos, destinada a los estudiantes de la unidad curricular Lengua latina y
cultura occidental de la FHCE, busca reflexionar sobre dicha lengua en base a un eje temático que la aborda
como una realidad múltiple y heterogénea. Al igual que toda otra lengua natural, el latín presenta
variaciones en el tiempo, en el espacio geográfico y social, y en las diferentes situaciones comunicativas en
las cuales los hablantes se ubican a lo largo del tiempo.

A tales efectos, se presenta la delimitación de un concepto central en la tradición de los estudios


de romanística: el de la oposición “latín clásico” / “latín vulgar”. Los textos elegidos pertenecen a tres
figuras reconocidas en la temática: Coseriu, Maurer e Ilari.

En primer lugar se presenta parte de “La lengua funcional”, artículo de Coseriu (1971) que resulta
un punto de partida pertinente para revisar su propia concepción sobre el latín en tanto que “lengua
histórica”. Dicha concepción es revisada con minuciosidad en su trabajo aparecido originalmente en la
Facultad de Humanidades y Ciencias –Montevideo- en el año 1954, El llamado “latín vulgar” y las primeras
diferenciaciones romances, también parcialmente incluido en esta selección. En este último se plantean algunos
conceptos centrales sobre las variables (cronológica, geográfica, social y estilística) que deben ser tenidas
en cuenta para delimitar la noción de latín vulgar.

Los aportes de los brasileños Maurer (1962) e Ilari (1992) reflexionan, a treinta años de distancia
entre sí, sobre aspectos estrechamente relacionados con lo anterior: la incidencia de diversos factores
(entre los cuales el social ocuparía un lugar relevante) en la existencia y las características del “latín vulgar”.

Posteriormente se incorpora un texto de Barthes (1982) que recorre el viaje de esta disciplina
desde la antigüedad hasta nuestros días, con la finalidad de revisar la incidencia de la retórica en la
configuración de usos de la lengua latina, y su presencia constante en la educación del mundo grecolatino
en primer lugar, y luego occidental.

Como cierre para la discusión acerca de este tema se incluye un trabajo de Stewart (1974) que
esboza una tipología lingüística de interés para determinar las características del latín clásico en términos
de lengua estándar o clásica por una parte, y del latín vulgar en términos de lengua vernácula, por otra.

La selección de la bibliografía, la adaptación de algunos de los textos y los cuestionarios que los
acompañan a modo de orientación de lectura son de mi responsabilidad.

Virginia Orlando
Dpto. de Romanística y Español
Año 2015

INDICE DE MATERIALES

La lengua funcional - Coseriu, E. ………………………………………………….....…....2

El latín vulgar -Coseriu, E. ….………………………..……………………….……........7

Latín clásico y latín vulgar (Nociones generales) - Maurer Jr., T. E. …...……………...…...16

El latín vulgar y el latín literario en el primer milenio - Ilari, R. .…………..………....…....25

La antigua retórica -Barthes, R. …………………………….…………………..…………......30

Un bosquejo de tipología lingüística para describir el multilingüismo (Stewart, W.A.) ………..…….......49


2

LA LENGUA FUNCIONAL
Tomado de: Coseriu, Eugenio (1981) Lecciones de lingüística general.
Madrid: Gredos (págs. 302-315)

5.0. El objeto por excelencia de la descripción estructural es, de todos modos, la lengua en
cuanto técnica sincrónica del discurso. Pero en una lengua histórica (lengua que se ha constituido
históricamente como unidad ideal e identificada como tal por sus propios hablantes y por los
hablantes de otras lenguas, comúnmente mediante un adjetivo "propio": lengua española, lengua
italiana, lengua inglesa, lengua francesa, etc.) esta técnica no es nunca perfectamente homogénea. Al
contrario: normalmente es un conjunto bastante complejo de tradiciones lingüísticas
históricamente conexas pero diferentes y sólo en parte concordantes. En otras palabras: una
lengua histórica presenta siempre variedad interna. En efecto, en tal lengua suelen presentarse
diferencias internas, más o menos profundas, correspondientes a tres tipos fundamentales:
a) diferencias diatópicas, es decir, diferencias en el espacio geográfico (del gr. διά, "a través", y
тόπός, "lugar");
b) diferencias diastráticas, o sea, diferencias entre los estratos socio-culturales de la
comunidad lingüística ( del gr. διά y lat. stratum); y
c) diferencias diafásicas, es decir, diferencias entre los diversos tipos de modalidad expresiva
(del gr. διά y Φάσις, "expresión")1.
Las diferencias lingüísticas que -en un mismo estrato socio-cultural- caracterizan a grupos
"biológicos" (varones, mujeres, niños, jóvenes) y profesionales también pueden considerarse
como "diafásicas".

5.1. Las diferencias diatópicas son universalmente conocidas en cuanto al nivel de la lengua
popular ("dialectal"), donde, en las lenguas europeas, y sobre todo en algunas comunidades
(como la italiana, la francesa o la alemana), son, en efecto, muy evidentes. Pero tales diferencias
existen también al nivel de la lengua común (lengua de uso "super-regional" e hiperdialectal). Así,
en Italia, la procedencia de los hablantes se reconoce comúnmente también a este nivel, por la
pronunciación, por algunos fonemas, por ciertas palabras y construcciones; y hasta se están
afirmando ciertos tipos regionales de lengua común (un tipo "septentrional", un tipo
"meridional", un tipo "central"). Pero, de momento, se trata más bien de variedades determinadas
por los correspondientes dialectos "subyacentes" que de variedades estables y autónomas del
italiano común. Más estables y, por ello, más netas y más fácilmente delimitables son estas
variedades en las lenguas históricas habladas en países diversos, políticamente independientes y
culturalmente autónomos: es el caso del inglés, del español y del portugués de Europa y América.
A pesar de la unidad de la técnica fundamental de estas lenguas, existen entre sus tipos europeos
y americanos diferencias fonéticas, léxicas, en parte también gramaticales, y, precisamente,
también al nivel de la lengua común (y literaria).

5.2. Las diferencias diastráticas son particularmente marcadas en las comunidades en que hay
grandes diferencias culturales entre los distintos estratos sociales y, naturalmente, en las
comunidades diferenciadas en castas. Así, por ejemplo, eran radicales en la antigua India: en el
teatro indio antiguo (teatro "realista", en este aspecto), los reyes, los nobles y los sacerdotes
hablan sánscrito (la lengua de las castas superiores y lengua "culta" por excelencia), mientras que
los representantes de las castas inferiores (también, por ejemplo, los comerciantes), así como las
mujeres y los niños de cualquier casta, hablan varias formas de prácrito, es decir, una lengua
popular. Y aun hoy día son notables tales diferencias en varias comunidades de Asia, como la
persa, la indonesia o la japonesa. Pero diferencias diastráticas más o menos profundas se dan
1 Los términos diatópico y diastrático fueron propuestos por primera vez por L. Flydal, "Remarques sur certains
rapports entre le style et l'état de langue", NTS, 16, 1951, págs. 240-257. Al adoptarlos (en 1957), hemos
añadido el término diafásico, para referirnos a las diferencias llamadas "estilísticas".
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también en nuestras comunidades europeas y, justamente, también en aquellas en que estas


diferencias no coinciden con la diferencia entre lengua común y "dialecto" (en cuanto "lengua
popular"). Así, existen un francés popular y un inglés popular (bastante distinto de las formas
"cultas" de estas lenguas), un español popular y, hasta cierto punto, también un italiano popular
(como forma del italiano común).

5.3. Las diferencias diafásicas pueden -según las comunidades- ser notables, por ejemplo, entre
lengua hablada y lengua escrita, entre lengua "de uso" (alem. Umgangssprache) y lengua literaria,
entre el modo de hablar familiar y el "público" (o, eventualmente, solemne), entre lenguaje
corriente y lenguaje burocrático u "oficinesco", etc. Y en la lengua literaria, pueden existir
diferencias sensibles entre la poesía (en verso) y la prosa, entre la poesía épica y la lírica, et. En
Italia, por ejemplo, hasta tiempos bastante próximos y por una tradición propia de la poesía lírica,
se empleaban en ésta, para el imperfecto, formas con las desinencias -ea, -ia, (avea, partia), mientras
que en la lengua corriente ya eran generales las formas en -eva, -iva (aveva, partiva), o se utilizaban
palabras como augello, alma (por uccello, anima), que se hubieran empleado raramente en la prosa y
nunca en la lengua hablada. Tan sólo en los últimos ochenta años ha cambiado esta tradición, y
hoy ningún poeta escribiría ya como Carducci, uno de los últimos representantes de esta tradición
lingüístico-retórica de la poesía italiana. Un caso un poco diferente es el de la literatura griega
antigua, en la que las diferencias diafásicas son bastante profundas por corresponder a diferencias
de tipo "diatópico" que caracterizan los distintos géneros literarios: la poesía épica se escribe en
dialecto homérico (esencialmente jónico), la lírica monódica (individual), en eólico; la lírica coral,
en dórico; mientras que prosa, tragedia y comedia (salvo en las partes corales) utilizan el ático; y el
prestigio de la tradición homérica es tal que, hasta la época bizantina (y aun en esta época); quien
escribe poesía épica -o, simplemente, poesía en hexámetros- sigue empleando, en lo esencial, el
dialecto homérico.

5.4. A estos tres tipos de diferencias corresponden en sentido contrario (es decir, en el sentido
de la relativa homogeneidad de las tradiciones lingüísticas) tres tipos de unidades, de sistemas
lingüísticos más o menos unitarios, o sea, de "lenguas" comprendidas dentro de la lengua
histórica: unidades consideradas en un solo punto del espacio o que (prácticamente) no presentan
diversidad espacial, es decir, unidades sintópicas o dialectos (término que podrá aplicarse a todos los
tipos de variedades regionales comprendidas en la lengua histórica: también a las de la lengua
común); unidades consideradas en un solo estrato socio-cultural o que (prácticamente) no
presentan diversidad desde este punto de vista: unidades sinstráticas o niveles de lengua (los llamados
"dialectos sociales"); y unidades de modalidad expresiva, sin diferencias diafásicas, o sea, unidades
sinfásicas o estilos de lengua (por ejemplo: estilo familiar, estilo literario épico, etc.)
En este sentido se puede decir que una lengua histórica no es nunca un solo sistema
lingüístico, sino un diasistema, un conjunto más o menos complejo de "dialectos", "niveles" y
"estilos de lengua":
DIALECTOS

ESTILOS DE LENGUA

NIVELES
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Y hagamos notar que, normalmente, cada uno de estos sistemas es (más o menos) homogéneo
desde un solo punto de vista: en cada dialecto pueden comprobarse diferencias diastráticas y
diafásicas (y, por tanto, niveles y estilos de lengua); en cada nivel, diferencias diatópicas y
diafásicas (dialectos y estilos), y en cada estilo, diferencias diatópicas y diastráticas (dialectos y
niveles). Además, los límites entre los niveles y entre los estilos de lengua pueden ser diversos en
los distintos dialectos; y los límites entre los estilos, diversos en los distintos niveles.

5.5. Una lengua histórica no puede, por tanto, describirse estructural y funcionalmente como
un sistema lingüístico, como una sola estructura unitaria y homogénea, sencillamente porque no
lo es: al contrario, con frecuencia abarca sistemas lingüísticos bastante diferentes, a veces no
menos diferentes que ciertas lenguas históricas reconocidas como tales (piénsese, por ejemplo, en
los dialectos italianos septentrionales y meridionales). Además, una descripción estructural única
de toda una lengua histórica, aun cuando no fuese racional y empíricamente imposible, no tendría
ningún interés práctico, ya que una lengua histórica "no se habla": no se realiza, en el hablar, en
cuanto tal y de modo inmediato, sino sólo a través de una y otra de sus formas determinadas en
sentido diatópico, diastrático y diafásico. Nadie puede hablar (simultáneamente) todo el italiano o
todo el inglés, el inglés "sin adjetivos" o el italiano "sin adjetivos" (por ejemplo, un italiano ni
toscano, ni romano, ni milanés, etc., ni popular, ni culto, etc., ni familiar, ni solemne, etc., o, al
revés, un italiano toscano y al mismo tiempo siciliano, popular y culto, familiar y al mismo tiempo
solemne, etc.). Se habla en cada caso una forma determinada de italiano: no EL italiano, sino UN
italiano (por ejemplo: el italiano común, romano, del nivel medio y en estilo familiar).
Una técnica lingüística enteramente determinada (o sea, unitaria y homogénea) en los tres
sentidos en cuestión -un solo dialecto en un solo nivel y en un estilo único de lengua, en otras
palabras: una lengua sintópica, sinstrática y sinfásica- puede llamarse lengua funcional. El adjetivo
"funcional" halla, en este caso, su justificación en el hecho de que, precisamente, sólo una lengua
de este tipo funciona efectivamente y de manera inmediata en los discursos (o "textos"). En un
mismo discurso pueden, sin duda, presentarse diversas lenguas funcionales (por ejemplo, en un
discurso narrativo, una forma de hablar del autor y una forma de hablar de sus personajes, o
diversos modos de hablar que caracterizan a los propios personajes), pero en cada punto del
discurso se presenta siempre y necesariamente una lengua funcional determinada. El español, el
italiano, el inglés, el francés, etc., como generalmente se los entiende, no funcionan directamente
en los discursos y no son, por tanto, lenguas funcionales: son "colecciones" de lenguas
funcionales, mientras que una lengua funcional es una forma en todo sentido determinada de
español, italiano, inglés, francés, etc. Una lengua común fuertemente unificada y rígidamente
codificada (como, por ejemplo, el francés "oficial") se aproxima a este concepto, pero no le
corresponde exactamente, ya que también en una lengua de este tipo se dan, por lo menos,
diferencias "estilísticas".

6.1. El objeto propio de la descripción lingüística entendida como descripción estructural y


funcional es, precisamente, la "lengua funcional" -repitámoslo: un solo "dialecto", considerado en
un "nivel" determinado y en un "estilo de lengua" determinado-, puesto que sólo en el ámbito de
tal lengua, y no en toda una lengua histórica, valen de manera no ambigua las oposiciones,
estructuras y funciones que se comprueban en una tradición idiomática así como sus conexiones
sistemáticas (por más que una oposición, estructura o función puede ser común a varias lenguas
funcionales). Tratándose, en cambio, de una lengua histórica, la descripción estructural debería
hacerse por separado para cada una de las lenguas funcionales que en ella se distingan: a una
"colección" de lenguas funcionales, debería, en rigor, corresponder una "colección" de
descripciones.
En este sentido, la descripción estructural no puede ser sólo sincrónica (como se admite ya
generalmente), sino que debe ser (y, en realidad, es necesariamente) también sintópica, sinstrática y
sinfásica: cuando hablamos de "gramática estructural del inglés" ("del español", "del francés", "del
italiano"), en realidad entendemos siempre 'de un tipo determinado de inglés' ('de español', 'de
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francés', 'de italiano'). Una gramática estructural "española" (= "del español"), y aun sólo y
simplemente una gramática descriptiva "del español" -o sea, una descripción simultánea de todas
las modalidades del español (dialectos, niveles, estilos de lengua)- es empresa del todo imposible.
Es cierto, sin embargo, que, en la gramática estructural, la exigencia de limitarse en cada caso a
una lengua funcional permanece implícita la mayor parte de las veces. Sólo raramente tal
exigencia se reconoce de forma explícita. Así, por ejemplo, por D. Jones, por Z. Harris -que, en
su obra dedicada a la lingüística estructural, alude también, aunque en forma más bien vaga, al
carácter unitario de la lengua que se describe estructuralmente- y, en cierto sentido, por Chomsky,
quien, en Aspectos de la teoría de la sintaxis -aun sin hacer las distinciones que aquí hemos hecho-,
con el concepto del 'hablante-oyente idealizado', afirma prácticamente la necesidad metodológica
de la unidad de la "lengua" que es objeto de descripción (pero, por otra parte, parece querer
identificar tal lengua unitaria sencillamente con la lengua histórica).

6.2. La lengua funcional tiene, como se ha dicho, la ventaja de ser la lengua inmediatamente
"realizada" en los discursos (o "textos") y de ser homogénea (de ser propiamente "una sola
lengua"). Pero, por otra parte, desde el punto de vista de una descripción "funcional-integral" (o
sea, de una descripción que, también por exigencias de orden práctico, aspire a reflejar el saber
idiomático efectivo de los hablantes de una lengua histórica, o, al menos, de un conjunto de
hablantes reales), presenta el inconveniente de no ser fácilmente deducible de los textos y ni
siquiera del hablar de un solo individuo. En efecto, aunque en cada punto de un texto se realiza
una lengua funcional determinada, los textos que realizan más de una lengua funcional -textos, en
este sentido, "plurilingües"- son frecuentísimos. Y, si la lengua histórica no corresponde al saber
lingüístico de los hablantes "por exceso" -porque normalmente, salvo el caso de lenguas
históricas reducidas a poquísimas lenguas funcionales (o a una sola), ningún hablante conoce toda
una lengua histórica-, la lengua funcional no le corresponde "por defecto", ya que todo hablante
conoce, al menos hasta cierto punto, más de una lengua funcional.
Así, en Italia, en lo que concierne a la diversidad diatópica, un hablante toscano conoce, al
menos "pasivamente" o de forma paródica, las características más llamativas de una serie de otras
variedades regionales, por lo cual se percata de inmediato de la realización de estos tipos
dialectales, por ejemplo en el teatro o en el cine, donde se emplean con fines humorísticos más
bien que de caracterización realista. Es cierto que establecer qué aspectos de otras variedades
dialectales son conocidos por los hablantes de una variedad determinada es tarea bastante ardua;
con todo, al querer describir lo que los hablantes saben efectivamente de su lengua, es necesario
tener en cuenta también el conocimiento al que acabamos de llamar "pasivo" (puesto que sólo en
circunstancias particulares y en forma de imitación, sobre todo con finalidad burlona, se hace
también "activo"), es decir, el conocimiento que sólo en casos determinados pasa de la potencia
al acto, de un saber genérico e impreciso a una también imprecisa realización. Por ejemplo, la
canción napolitana y el teatro de los autores y actores napolitanos han dado a conocer en toda
Italia una infinidad de formas napolitanas y meridionales (como: capa, 'n coppa, iammë, scëtarsë,
piccërillo, saccio, guaglionë, etc.)2. Pues bien, estas formas pertenecen, al menos "pasivamente", al
"saber idiomático" de muchísimos italianos que hablan otros dialectos o la lengua común (o
incluso sólo la lengua común) y deberían ser tenidas en cuenta en la descripción de este saber.

6.3. No basta, para tal fin, la descripción de cada uno de los dialectos, que no nos dice qué
aspectos de un dialecto conocen los hablantes de otro dialecto. Y no basta también por otra razón:
porque con frecuencia no se trata de un conocimiento efectivo y exacto de otros dialectos, sino
de "lenguajes de imitación" (o "dialectos híbridos").
Recordemos a este respecto, como caso típico, el de la imitación "errónea" del florentino (o
del toscano en general) por parte de los hablantes de otros dialectos: en realidad, se trata de lo
que los hablantes de estos otros tipos dialectales saben (o creen saber) del florentino.
Característica del florentino es la llamada "gorgia" o sea, la aspiración de la consonante velar

2 "Cabeza", "arriba, encima", "vamos", "despertarse", "pequeño", "sé", "muchacho".


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sorda c simple e intervocálica (y menos de la bilabial sorda p y de la dental sorda t). El florentino
tiene, precisamente, tres tipos de c (= k): una simple aspirada, intervocálica; otra simple, no
aspirada, tras consonante; y una reforzada "doble", que puede aparecer también en posición
inicial de palabra, por el fenómeno llamado de "refuerzo inicial sintáctico", tras palabras
'truncadas' (como un po'), después de una serie de monosílabos vocálicos o terminados en vocal
(a, e, è, da, più, etc.) y en algún otro caso. Dice, por tanto, la hasa, i hani, pero in casa, per casa, un
cane, il cane (o iccane) y accasa (por lo que en la grafía aparece como a casa). En cambio, quien imita
el florentino (y el toscano) le atribuye un solo tipo articulatorio, el aspirado, en todas las
posiciones (o, al menos, en todos los casos en que la c se escribe simple) y dice, no sólo la hasa e i
hani, sino también in hasa, il hane, a hasa (y hasta toschano), como jamás lo diría un florentino. A este
propósito un joven estudioso italiano (toscano, por supuesto) ha hablado, con evidente y no
injustificado fastidio, de "gorgia toscana" (la auténtica) y "gorgia beocia" (la de los imitadores
ignorantes). Pero también los "beocios" tienen sus buenas razones, ya que su gorgia representa ya
una tradición lingüística, aunque híbrida: pertenece a un florentino "inexistente", por cierto, como
tal, pero que, sin embargo, existe como modo tradicional no toscano de imitar el florentino (y el
toscano).
A veces estas formas de imitación pueden convertirse en tradiciones literarias: es, hasta cierto
punto, el caso de aquel tipo de dórico que, en la tragedia ática, es el dialecto de los coros
(mientras que en los diálogos se presenta sustancialmente el ático). En efecto, este 'dórico de la
tragedia' no es el dialecto dórico, por ejemplo, de Esparta, sino un dórico de tradición literaria: el
del género literario "poesía lírica coral", que en la antigua Grecia comenzó y continuó siendo
compuesta en una lengua con ciertas características dóricas pero que, al menos por lo que
sabemos, no coincide con el dialecto de una determinada polis dórica. Análogo es el caso del
llamado gauchesco de la literatura hispanoamericana (en particular, argentina y uruguaya): el gauchesco
es el modo de hablar de los gauchos, es decir, de la gente de campo (aldeanos y, sobre todo,
pastores y vaqueros), pero, por cierto, no reproducido tal cual es, sino elaborado como modo
literario "de imitación", con formas, modismos y construcciones que los gauchos reales, o no
emplean en absoluto (al menos hoy día), o no utilizan con la misma frecuencia y en las mismas
circunstancias. Y también en Italia ciertas características dialectales han encontrado una
utilización literaria en una forma que no coincide sino parcialmente con el dialecto del que se han
querido tomar: las expresiones que Gadda emplea para imitar varios dialectos no reproducen
nunca exactamente un dialecto determinado, sin lo que se sabe en general o se cree saber de este
o aquel dialecto. Si otros escritores siguiesen el ejemplo de Gadda, usando un modo personal de
imitar ciertos dialectos sin reproducirlos efectivamente, podría nacer una tradición no diferente,
en su sustancia, de las del gauchesco o de la "gorgia beocia".

6.4. Y, naturalmente, lo que vale para la variedad diatópica de la lengua histórica, vale en
medida aún mayor para la variedad diastrática (puesto que la comunicación entre niveles es
constante), y más todavía para la variedad diafásica, ya que cada hablante emplea una serie de
"estilos de lengua" diversos: en este sentido todo hablante es, en el marco de su lengua histórica,
plurilingüe o "poligloto". Es cierto, sin embargo, que el saber "interdialectal" es las más de las
veces fragmentario y que, por lo común, los niveles y los estilos divergen sólo parcialmente (o sea
que, con frecuencia, las mismas estructuras y funciones análogas valen para más niveles y para
más estilos).

6.5. Una descripción "funcional - integral" -ya sea en la lingüística científica en cuanto tal o en
la glotodidáctica- deberá, de todos modos, tratar de conciliar la exigencia de homogeneidad del
objeto de la descripción estructural con la exigencia de corresponder a un saber idiomático real. A
tal fin, habrá que elegir, sin duda, como objeto principal de la descripción, una lengua funcional
determinada, pero, por otra parte, cada vez que ello sea oportuno, habrá que describir también,
paralelamente, y como posible "desviación" con respecto a esta lengua, aquello que sus hablantes
saben (al menos pasivamente) de otras lenguas funcionales. Y, en particular en la glotodidáctica,
7

será razonable y conveniente elegir como base de la descripción la lengua funcional que tenga la
mayor difusión en los tres sentidos de la variedad lingüística y que presente el máximo de
coincidencias con otras lenguas funcionales, es decir, en los casos "normales", una forma de la
correspondiente lengua común, en el nivel medio (conocido generalmente también por los
hablantes del nivel superior y, en cierta medida, por los de los niveles inferiores) y en un estilo de
lengua "neutro". En cuanto a las "desviaciones" que importe registrar, podrán ser de tipo diverso,
según las comunidades lingüísticas. En el caso del italiano, por ejemplo, será necesario indicar en
primer lugar, junto con la variedad sólo "estilística", las "desviaciones" diatópicas ("dialectales"),
que son las más ampliamente conocidas y las más usuales; así, también, en el caso del alemán; en
cambio, en el caso del francés y del inglés, será preciso más bien referirse con frecuencia al nivel
popular, y a veces resultará necesario llegar hasta el argot y el slang (en efecto, en la comunidad
lingüística francesa, y, en gran parte, también en las inglesas, el nivel popular de la lengua común
tiene con frecuencia la misma función socioestilística que en la comunidad italiana es propia de
los dialectos). Y en el caso del griego antiguo literario (que es el que se estudia en las escuelas), se
tomará como base el ático o la koiné (el griego común de la época helenística), y las otras
variedades (dialecto homérico, jónico de Asia, eólico, dórico) se tendrán presentes en la medida
en que funcionan como "estilos de lengua" en la literatura (cf. 5.3.). Pero en cada caso los
dialectos, los niveles y los estilos tendrán que mantenerse distintos en la descripción y se indicará
en qué medida su mezcolanza debe evitarse y en qué circunstancias, en cambio, puede ser lícito (y
conveniente) emplear en un mismo discurso -de manera reflexivamente diferenciada- dialectos,
niveles o estilos diversos.

PREGUNTAS GUÍA PARA LA LECTURA DEL TEXTO


La lengua funcional (Coseriu, E.)

 ¿Cómo puede definirse una lengua histórica?


 ¿Cuáles son los tres tipos de diferencias internas que presenta una lengua histórica?
 ¿Qué tipos de unidades de sistemas lingüísticos relativamente unitarios corresponden a los tipos de
diferencias antes aludidos?
 ¿Por qué se habla de una lengua histórica como diasistema?
 ¿Cómo se define una lengua funcional?
 ¿Cuál es el objeto de una descripción lingüística, y cómo debería ser una descripción integral de la lengua
funcional?

EL LATÍN “VULGAR”
Tomado de: Coseriu, E. (1954) El llamado latín vulgar y las primeras diferenciaciones romances. Breve introducción a la lingüística
románica. Montevideo: FHC. (num. 1-11)

1- Se dice a menudo que las lenguas romances no proceden del "latín", sino del "latín vulgar"
o "latín popular". Parecería que se opusiera con esto a la lengua latina, al "latín" sin adjetivos,
otra lengua distinta y más o menos netamente separada de ella. En efecto, los romanistas del
siglo pasado imaginaron un latín vulgar concebido de esa manera, es decir, como "otra lengua"
hablada en la República y en el Imperio Romano, una lengua "del pueblo", opuesta a la lengua de
las clases cultas, es decir, al latín de la literatura, al latín de los autores. Se basaban dichos
estudiosos en toda una serie de hechos:
a) en la existencia de muchas palabras que son evidentemente latinas y que se
corresponden en todas las lenguas romances o, por lo menos, en algunas de ellas, pero que no se
encuentran en el latín de la literatura;
b) en el hecho de que entre los mismos autores latinos hay varios que oponen al latín
culto o literario (sermo urbanus) un latín más libre, más familiar (sermo cotidianus) o más
popular (sermo plebeius), (sermo vulgaris) o dialectal, regional (sermo rusticus);
8

c) en palabras y formas no clásicas que se encuentran en escritores anteriores a la época


clásica (por ejemplo, en Plauto), en las inscripciones, en varios escritos de carácter popular y hasta
en escritos de menor empeño (por ejemplo, cartas familiares) de autores clásicos, como Cicerón.

2- El primero que delimitó científicamente el concepto de latín vulgar fue el fundador de la


moderna gramática comparada romance, el gran romanista alemán Federico Diez. Diez, autor de
la primera gramática comparada (1835) y del primer Diccionario etimológico de las lenguas
románicas, derivaba, en efecto las lenguas romances de lo que él llamaba Volkslatein (latín
popular, latín del pueblo) y que identificaba con la lengua hablada de la época imperial por los
legionarios, los comerciantes, los colonos, los funcionarios; una lengua distinta del latín clásico en
la fonética, en la morfología, en la sintaxis y en el vocabulario.

En realidad, al establecer dicho concepto, Diez no hacía sino consagrar una tradición que
venía desde la Edad Media y que oponía al latín (es decir, al latín literario de la época clásica) el
habla vulgar (romance), considerada como corrupción del latín clásico o, también, como la
antigua base del mismo. Y tal tradición medieval procedía, a su vez, de una tradición más antigua,
que arrancaba ya en el siglo IV d.C., cuando, por primera vez, se hizo clara y neta la distinción
entre latín y vulgo, entre el latín literario y el latín corriente. Contribuyó a fortalecer el concepto
de "latín vulgar" el romanticismo, con la tendencia a considerar más legítimo, más genuino y más
significativo lo "popular" (y no sólo en la lingüística), tanto que se llegó a considerar el "latín
vulgar" como el "verdadero latín", "todo el latín", el latín sin adjetivos (cf. por ejemplo, "Los
orígenes neolatinos" de Savj-López), opuesto al latín más o menos "artificial" de la literatura. Las
lenguas romances procederían, pues, de ese latín sin adjetivos que tendría una individualidad
distinta de la del latín clásico.

Eso es, naturalmente, indudable. Sólo que, al considerarse el "latín vulgar" como otra lengua,
se pensó en una lengua más o menos homogénea, una lengua unitaria, hablada de manera
prácticamente idéntica en las varias provincias del Imperio y a cuyas formas podrían hacerse
remontar las formas de las lenguas romances. Contribuyó a dar a ese "latín vulgar" una
individualidad concreta la gran obra de Hugo Schuchardt, "Der Vokalismus de Vulgärlateins"
("El vocalismo del latín vulgar", 1866-1869), a pesar de las sugerencias en contra que pueden
encontrarse en la misma. Era esa la época en que dominaban en la gramática comparada
(indoeuropeo) la idea del "árbol genealógico" de Schleicher y la de la reconstrucción de las
llamadas "Ursprachen" (lenguas primitivas y originales), reconstrucción que, a pesar de la
aparente y proclamada oposición a Schleicher, continuó con igual vigor en la época neogramática.
Justamente como una especie de Ursprachen de las lenguas romances fue considerado el "latín
vulgar" y el gran maestro de la lingüística románica, Wilhelm Meyer-Lübke (cuyo diccionario
etimológico y cuya gramática han sustituido las correspondientes obras de Diez y quedan hasta la
actualidad como las obras fundamentales de esa disciplina) emprendió, en su "Einführung in die
romanische Sprachwissanshaft" ("Introducción a la lingüística románica"; hay traducción
española, por Américo Castro de la 1ª y de la 3ª edición alemanas), la tarea de "reconstruirlo",
basándose en las lenguas romances, consideradas, precisamente, como fases actuales del "latín
vulgar". De todos modos, se siguió pensando en una lengua más o menos homogénea, pues se
consideraba que, por lo menos durante cierto tiempo, el continuo intercambio entre las
provincias debió asegurar cierta unidad a la lengua hablada en todo el territorio romanizado del
imperio.
(…)3

4- Éstos y otros estudios han contribuido a modificar, ampliar y volver menos rígido el
concepto de "latín vulgar", al mismo tiempo que los adelantos teóricos de la lingüística general
(debidos, en buena parte, a la misma lingüística romance) llevaban a una profunda modificación
3 Los puntos entre paréntesis indican en cada caso supresión de algún pasaje de la versión original.
9

del concepto de lengua y a nuevas concepciones acerca de la reconstrucción y de la continuidad


histórica de una lengua.

En primer lugar, la "lengua" no se considera más hoy como algo concretamente objetivo, casi
como un organismo con vida propia que existiera fuera de los hablantes e independientemente de
su actividad lingüística. El lenguaje es creación individual, es continuo movimiento y su única
realidad concreta es la de los actos lingüísticos individuales, sobre cuya base, justamente, se
estructura como abstracción, como "sistema de isoglosas" (cf. Pisani) el concepto de lengua. Los
límites de una "lengua" glotológicamente constituida, de un sistema de isoglosas, son, pues,
convencionales: dependen de las isoglosas con extensión máxima que se consideren. Por
consiguiente, aún refiriéndose a un solo momento histórico, podemos tomar en consideración
ciertas isoglosas de amplitud máxima y considerar como una "lengua" todo el latín (incluyendo el
latín literario y el popular, el escrito y el hablado, el docto y el corriente, etc.), o considerar, en
cambio, otras isoglosas de amplitud menor y distinguir, dentro del mismo latín, varias "lenguas"
(cada una de las cuales, naturalmente presentará ciertas isoglosas específicas, pero, al mismo
tiempo, también varias isoglosas en común con las demás 'lenguas' pertenecientes al mismo
sistema). La extensión del concepto de "latín vulgar" dependerá, por tanto, de los límites
convencionales que se le impongan, pero varios fenómenos comprendidos dentro de tales límites
pertenecerán también a otras "formas" de latín (por ejemplo al llamado "latín clásico").

En segundo lugar, ya no se piensa más, hoy, en lenguas unitarias y perfectamente


homogéneas: la unidad de una lengua es dada por las isoglosas de amplitud máxima que la
constituyen, pero dentro de ellas pueden siempre constituirse sistemas menores, todavía más
unitarios. No hay lenguas no diferenciadas: el mismo indoeuropeo común, prototipo de las
"lenguas" reconstruidas, no era, según indicó Meillet, sino un conjunto de dialectos que, además
aparecían diferenciados socialmente.

En tercer lugar, hoy ya no se consideran los resultados de la reconstrucción lingüística como


fenómenos históricamente concretos y simultáneos, y, sobre todo, no se identifica la "lengua"
reconstruida con la totalidad de una lengua hablada por una determinada comunidad de una
época determinada. La reconstrucción es ella misma una abstracción y contiene sólo aquellas
formas que se continúan por las formas sucesivas consideradas y explican estas mismas formas:
así, por ejemplo, sobre la base de las grandes lenguas romances, no podríamos reconstruir un
latín octo sino sólo un oct- (la vocal final podría ser tanto o como u) y, por lo que concierne a
septem, sólo podríamos llegar a una forma septe. Además, las formas reconstruidas de ninguna
manera pueden considerarse como históricamente contemporáneas: mientras unas eran todavía
comunes, otras podían ya haberse diferenciado y entre la diferenciación de las unas y de las otras
puede haber una distancia de siglos: así, por ejemplo, una forma como flores, reconstruida sobre
la base de las lenguas romances occidentales y mantenida hasta la actualidad en español, es
anterior a la forma septe, pues ya tenía ese aspecto cuando septe era todavía septem o septe (con
vocal nasal). Por otra parte, en ciertas lenguas consideradas pueden mantenerse formas antiguas,
mientras en otras las mismas formas siguen evolucionando: así, por ejemplo, una forma como
muito es común al portugués y al castellano antiguos, pero, mientras en portugués ella sigue
siendo esencialmente idéntica, en castellano ha llegado a ser mucho. Las formas reconstruidas no
construyen, por lo tanto, un sistema simultáneo sino un sistema fuera del tiempo; pero, al mismo
tiempo, son formas reales porque representan estadios a través de los cuales cada una de las
correspondientes formas actuales debe haber pasado en cierto momento de su historia. Además,
ellas no representan la totalidad de la lengua que se pretende reconstruir, sino sólo lo que de ella
se ha conservado hasta el momento considerado, pues en la lengua reconstruida pueden haber
existido otras formas, perfectamente normales y corrientes, que pueden haber desaparecido luego
sin dejar ninguna huella, así como en el español actual no se conservan verbos como exir o
remanir, corrientes en el español antiguo. Por ejemplo, basándonos sólo en las lenguas romances
10

actuales, si no fuera por el rumano y por alguna forma aislada conservada en las demás
(topónimos) no podríamos reconstruir un genitivo desinencial latino, que fue sin embargo
perfectamente corriente y popular en cierta época de la historia del latín y también del llamado
latín "vulgar": la reconstrucción, pues, cambia según los elementos que se empleen como punto
de partida.

Finalmente, la historia de las lenguas no se considera más como historia de conjuntos


unitarios, sino como suma de las historias de las formas y palabras que constituyen las lenguas
mismas. Además, los fenómenos fonéticos y gramaticales no se consideran más como generales y
simultáneos en todo un territorio, dado que, como queda demostrado por la geografía lingüística,
ellas se difunden con las palabras desde un centro que, en último análisis, es en cada caso un
individuo creador e innovador. Por consiguiente, considerando las formas y las palabras en un
territorio, encontraremos zonas en las que todavía se mantienen las antiguas y otras en las que ya
se han difundido innovaciones. Justamente en este sentido interpreta y modifica el concepto de
"latín vulgar" el lingüista italiano Matteo Bartoli ("Per la storia del latino volgare", Turín, 1927):
no se trata tanto de una distinción entre dos "lenguas" ("latín clásico" y "latín vulgar"), o de las
diferencias que siempre existen entre la lengua literaria y la lengua hablada (y que pueden haber
existido desde la época más remota, pues la lengua literaria implica siempre cierta selección de
formas y palabras, cierta unificación y codificación de la infinita variedad de lo hablado: en efecto,
ciertos fenómenos y formas ya corrientes en el latín arcaico y que tienen su continuación hasta las
lenguas romances nunca entraron en el latín literario), como de formas más antiguas y más
recientes, conservaciones e innovaciones.

5- La diferencia entre latín clásico y latín vulgar sería, pues, una diferencia sobre todo
cronológica, de edad de las formas: el latín clásico, constituido en sus comienzos por formas
"vivas" (habladas) contendría un número cada vez mayor de conservaciones, de formas
"muertas" (ya eliminadas de la lengua hablada), mientras el "latín vulgar" contendría un número
cada vez mayor de innovaciones. Desde un punto de vista absoluto, un vocablo como pavor no
sería ni más ni menos popular que metus, sino simplemente más nuevo en su empleo: metus era
perfectamente "popular" en la época en que se difundió en Iberia (esp. miedo), pero luego fue
sustituido por pavor en Galia e Italia (peur, paura) y una palabra como pulcher fue "popular",
"viva", hablada, en cierta época, pero luego "murió", es decir que se eliminó de la lengua hablada;
se conservó sólo en la lengua escrita y fue sustituida en el hablar corriente por formosus, vital
hasta la actualidad en Iberia y Dacia (esp. hermoso, rum. frumos) y sustituido a su vez en Galia e
Italia por el más nuevo bellus (fr. beau, it. bello). Entre las mismas formas que se atribuyen al
"latín vulgar" (en el sentido de que tienen su continuación en las lenguas romances) hay notables
diferencias cronológicas: algunas son más recientes que otras; formas como formosus y bellus no
pertenecen con el mismo título al latín vulgar; no podemos decir que al pulcher del latín clásico
corresponden en el latín popular formosus y bellus, sino sólo que, mientras en la lengua escrita se
conservaba todavía la forma muerta pulcher, en la lengua corrientemente hablada ya se decía
formosus y que luego éste fue a su vez eliminado, en ciertas regiones, por el aún más nuevo
bellus. Ello quiere decir que, según la época en la que se considere, el latín corriente o hablado
aparece cada vez más apartado del latín literario, que prácticamente se detiene en su evolución en
los últimos años de la República y los primeros años del Imperio, y, al mismo tiempo, aparece
cada vez más diferenciado, abarca un número cada vez menor de isoglosas generales. Ahora,
dado que el latín queda en un estado más bien arcaico (en comparación con las demás lenguas
indoeuropeas) hasta el siglo I d.C. y luego empieza a evolucionar y a diferenciarse muy
rápidamente, podemos comprobar que en cierta época (por ejemplo, el siglo I a.C.) las isoglosas
que diferencian el latín corriente del latín literario son de tan poca entidad y son tan importantes,
en cambio, las isoglosas que las dos formas de latín tienen en común que, prácticamente,
podemos hablar de una sola "lengua". En una época sucesiva (siglos III-IV d.C.) las isoglosas
diferenciadoras aparecen ya más importantes y numerosas que las comunes; podemos, por
11

consiguiente, hablar de dos "lenguas" distintas: el latín literario (o escrito, docto) y el latín
corriente (hablado). Por otra parte, considerando ahora sólo el "latín corriente", podemos
comprobar que hasta ese segundo momento, y aún hasta algo más tarde (comienzos del siglo VI),
las isoglosas generales que lo constituyen son lo suficientemente numerosas y más importantes
que las que, dentro del sistema más amplio, constituyen ya sistemas menores más o menos
diferenciados, tanto que podemos considerar el mismo latín corriente como una lengua única; en
cambio, en un momento sucesivo (siglos VI-VII d.C.), este sistema ya resulta tan diferenciado
internamente (es decir que ya las isoglosas que lo constituyen se vuelven menos numerosas y
menos importantes que las que lo dividen en variedades regionales) que ya conviene considerar
como "lenguas" los sistemas menores que de a poco se han diferenciado y han adquirido
individualidad peculiar dentro del sistema mayor: los sistemas que llamamos "lenguas romances"
o neolatinas.

Ahora, dado que al referimos a la época en que el latín corriente o hablado coincidía en gran
parte con el latín literario, no hablábamos de dos "lenguas" sino de una lengua única, aunque
variamente diferenciada, como todas las lenguas, quiere decir que lo que en realidad oponemos
no es el latín corriente o hablado al latín literario o escrito, sino más bien el latín en evolución y
en continuo movimiento de diferenciación al latín codificado, prácticamente detenido en su
evolución en el siglo I a.C., al latín clásico.

6- Todas esas modificaciones del concepto de "latín vulgar" son, en cierta manera,
modificaciones "desde afuera" debidas a los cambios registrados en la teoría y la metodología
lingüísticas. Pero ellas coinciden con las modificaciones surgidas "desde adentro", del mismo
análisis del concepto y de su aplicación en la gramática comparada de las lenguas romances.

Colocándonos ahora en ese segundo punto de vista, debemos tener en cuenta varios factores:
a) Las diferencias dialectales en Italia, es decir, por un lado, las diferencias dialectales dentro
de la misma zona latina y, por otro lado, las diferencias entre el latín de la zona latina y el
de la zona conquistada: entre el latín del Lacio (y principalmente de Roma) y el latín que se
sobrepuso a los dialectos itálicos y a otros idiomas de varia procedencia, asimilándolos y
eliminándolos pero también aceptando de ellos formas y palabras, o sea el latín sin
substratos históricamente determinables y el latín con substratos conocidos en la época
histórica. Hay que tener en cuenta que el latín propiamente dicho era prácticamente la
lengua de Roma, que en su misma región convivía con dialectos bastante distintos, aunque
del mismo grupo (como el falisco), y que, hasta las guerras sociales (90-89 a.C.), zonas
muy vastas de Italia (Italia meridional) quedaban casi enteramente oscas desde el punto de
vista lingüístico. Las primeras inscripciones latinas revelan continuas oscilaciones entre el
latín de Roma y otras formas dialectales "latinas" ( o "latino-faliscas"), como entre el latín
y los dialectos itálicos; y también una notable estratificación dialectal en varias zonas (ver
por ejemplo, la inscripción de la Fíbula prenestina). Sólo después de las guerras sociales el
latín de las inscripciones aparece más unificado, más homogéneo.
b) La forma particular bajo la cual el latín se impuso fuera de Italia (y también en la Italia
septentrional). El latín se impuso en las provincias ya como lengua común, no mezclado
con otros dialectos de la zona latina y tampoco con dialectos itálicos (pero, sí, con
elementos dialectales, debidos al origen de los colonizadores). Sobre la base de esta
comprobación, ciertos estudiosos consideran que hay que hacer una neta distinción entre
Italia y los demás países romanizados. Así, Mohl considera que, mientras por lo que
concierne a Italia se puede hablar de un latín "popular", para los demás países
romanizados habría que hablar más bien de un latín "administrativo", más culto que el de
Italia, el latín de los funcionarios y de los militares. Quizás esta distinción no es tan neta
como quisiera Mohl, pero, indudablemente, existe y probablemente dé razón, por lo
menos en parte, de la notable diversidad de los dialectos italianos, con respecto a las
12

demás lenguas romances que, en general, aparecen más homogéneas. Pero también se
podría hacer la distinción desde otro punto de vista, quizás no menos importante, es decir,
observando que, mientras Italia fue romanizada por romanos y latinos, las demás
provincias fueron romanizadas en buena parte por itálicos romanizados.
c) Las diferencias cronológicas entre las varias colonizaciones. En efecto, a pesar de que en la
época imperial se llegó indudablemente a cierta unificación lingüística de la Romania (lo
cual consiente o, por lo menos, justifica la ya vista identificación del latín hablado de esa
época con el "latín vulgar" considerado como base de las lenguas romances), hay que tener
en cuenta que el primer latín que se difundió en las varias provincias conquistadas no fue
el mismo en todas y cada una de ellas. En las primeras zonas conquistadas se difundió un
latín todavía preliterario, que aún no había alcanzado la unidad y era, culturalmente, más
popular: así, por ejemplo, en Cerdeña. En otras provincias se difundió un latín más
unificado y más "culturizado", como en Galia y en Iberia; y en otras, finalmente, un latín
que se estaba nuevamente diferenciando: así en Dacia. Podría pensarse que, en los últimos
años de la República y los primeros años del Imperio, el latín administrativo y militar no
debía ser mucho más diferenciado que el inglés que se difundió en los Estados Unidos y
en el Imperio Británico, quizás menos que el español que se difundió en América. Pero la
romanización no se hizo sólo en esa época de relativa unidad lingüística sino que abarca
casi siete siglos: desde el 272 a.C. (conquista de Italia meridional) hasta el siglo IV d.C.
(completa romanización de África), siempre excluyendo Grecia y el Oriente, que nunca
fueron romanizados. Encuentran aquí terreno de aplicación las conocidas normas areales
de Bartoli, en particular la norma del área aislada y la norma del área serior. Así, por
ejemplo, en armonía con la norma del área aislada, encontramos en Cerdeña, zona
conquistada en época muy antigua, formas arcaicas que se han conservado hasta la
actualidad, mientras han desaparecido en otras zonas. La misma norma puede aplicarse
también a Dacia, otra área aislada, pero, naturalmente, los fenómenos de conservación que
comprobamos en el rumano no serán tan arcaicos como los de Cerdeña, porque Dacia fue
colonizada mucho más tarde. A Dacia se puede aplicar también la norma del área serior;
en efecto, en esa zona, que fue la última provincia conquistada, se difundieron las formas
latinas de la época en que colonizó (II siglo d.C.), pero, dado que Dacia quedó luego
aislada del resto de la romanidad, en rumano se conservan formas que son anteriores a las
formas nuevas que surgieron en Italia y se difundieron por todo el Occidente después del
siglo III.
d) El hecho de que el latín nunca fue perfectamente unitario. En efecto, el latín arcaico se
presenta como una lengua que admite una gran variedad de formas y la relativa
homogeneidad que encontramos en el latín llamado clásico se debe, justamente, al hecho
de que se trata de una lengua literaria, fijada, codificada y unificada en un período
relativamente breve por unos cuantos escritores. Naturalmente, esa tendencia a la
unificación y homogeneidad de las formas, perfectamente normal en una lengua literaria y
de cultura, que era además lengua oficial de un poderoso estado fuertemente centralizado,
habrá alcanzado, gracias a la escuela, también al habla corriente, sobre todo de las clases
más cultas. Pero, indudablemente, esa tendencia no llegó a hacer coincidir el hablar
corriente con la lengua docta y oficial, y buena parte de la variedad y heterogeneidad del
latín arcaico se mantuvo en la lengua hablada, sobre todo entre las gentes menos cultas y
en el ambiente rústico. En este sentido Grandgent considera que el latín "vulgar" es el de
las clases medias, que continúa por su cuenta al latín arcaico (mientras se apartaba de ese
mismo latín la lengua "literaria", escrita y hablada por la aristocracia social y cultural) y que
termina con la formación de los idiomas romances, es decir, en el momento en que se
quiebra la unidad lingüística del Imperio, dada por la intercomprensión entre hablantes de
varias regiones. Tendríamos una situación representable en el siguiente esquema, bastante
aceptable:
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latín literario

lenguas

latín arcaico latín "vulgar" o popular

romances
200 a.C. 600 d.C.

e) El hecho de que el mismo latín literario no era perfectamente unitario, ni en el sentido


sincrónico ni en el sentido diacrónico. En efecto, aún entre escritores de la misma época
hay diferencias no sólo estilísticas sino también gramaticales; y cierta evolución, aunque
limitada, en parte por perfeccionamiento "interno", y, en parte, por la aceptación de
formas del hablar corriente, puede notarse en el mismo latín de la literatura. Además, si
consideramos el latín "clásico" como una lengua no sólo escrita sino también hablada,
aunque sólo por una aristocracia cultural y social, debemos admitir que debía haber
diferencias entre la forma escrita y la hablada. En efecto, concesiones hechas al hablar
corriente o familiar pueden indicarse en las obras de menor solemnidad de los escritores
más ejemplarmente "clásicos" (cf. las cartas de Cicerón). Giros, expresiones, palabras
"populares" se encuentran en todo el llamado latín clásico, justamente porque durante
mucho tiempo no hubo ningún abismo entre el latín culto y el menos culto. Así, por
ejemplo, se han podido distinguir elementos "populares" en la lengua de Horacio (A.
Ernout)
f) La difusión de formas nuevas en la larga historia del llamado "latín vulgar" (v. más arriba
los ejemplos de metus - pavor, pulcher - formosus - bellus).

Todas las razones hasta aquí expuestas han destruido y convencionalizado de a poco el cuadro
tradicional del latín "vulgar" concebido como una lengua constantemente distinta del latín
"clásico" y paralela a éste, como "otra" lengua latina y, al mismo tiempo, como una lengua
unitaria y homogénea tanto como el "otro" latín. Si consideramos el material que estudia Meyer-
Lübke o el que trae Grandgent (o, también, Bourciez, en sus Éleménts de linguistique romane),
comprobamos que no se trata de un verdadero "sistema lingüístico" sino, más bien, de un
conjunto de formas diferenciadas territorial y cronológicamente.

7- En realidad, en la constitución del concepto de latín "vulgar" nos encontramos con las
dificultades que se encuentran en la constitución del concepto de "lengua" (sobre todo de un
concepto no sólo sincrónico sino también diacrónico) y en el problema de la reconstrucción.
Desde el punto de vista puramente glotológico, toda "lengua" es un sistema de isoglosas limitadas
convencionalmente y dentro del cual se pueden distinguir sistemas menores más compactos,
diferenciados en el espacio, en el tiempo o en la sociedad.

Para cualquier momento de la historia del latín podemos concebir un sistema amplio que
llamaríamos "latín común", diferenciado en toda una serie de sistemas menores: latín literario
escrito, el latín literario hablado, latín de las clases medias, latín rústico, latín hablado por los
itálicos, etc. (cf. Bruno Migliorini, Lingua letteraria e lingua d'uso, en "Lingua e cultura", Roma,
1948):
latín literario latín literario hablado

latín
latín rústico reconstruido latín de las clases medias
sobre la base
de las lenguas
romances

latín hablado por los itálicos


14

Cada una de esas formas presentará una serie de isoglosas comunes con todas las demás o
con alguna de ellas y otras que, en cambio, le serán propias y características. ¿Llamaremos,
entonces, “latín vulgar” el latín de las clases medias? Podemos hacerlo, puesto que se trata de
una simple convención, pero tenemos que tener en cuenta, por un lado, que ese latín tenía un
gran número de isoglosas en común con otros latines y con el mismo latín clásico, y, por otro
lado, que ese latín no explica por sí solo las lenguas romances, dado que en ellas se continúan
también elementos rústicos e itálicos y toda una cantidad de elementos "literarios", pues dichas
lenguas (con excepción del rumano) han continuado tomando elementos del latín docto a lo largo
de toda su historia. Nos encontramos de nuevo con que no se puede hablar de un latín "vulgar"
con fisonomía determinada, sino sólo de formas más bien literarias, o más bien populares, o
corrientes, o rústicas.

8- Si, en cambio, queremos convenir que el latín "vulgar" es el que se reconstruye sobre la
base de las lenguas romances, tampoco se llega a una lengua con existencia histórica real, dado
que, por un lado, las respectivas isoglosas no se remontan todas a un mismo momento histórico
y, por otro lado, cualquier lengua real de un momento histórico determinado debió contener
también elementos que no tienen continuación en los idiomas romances. De nuevo nos
encontramos con que cada forma tiene su historia y sus límites en el tiempo y en el espacio y con
que no se puede llegar a reconstruir el latín "vulgar" como una lengua unitaria y homogénea. Hay,
naturalmente, formas que sólo se encuentran en el latín literario, que no tienen ninguna
continuación en las lenguas romances y que, por lo tanto, no podrán atribuirse al latín "vulgar".
Así, por ejemplo, palabras como crus, pulcher, diu, aequor, cruor, iecur, etc. Así, también,
podemos atribuir al "latín vulgar" formas como auricula, cantare, mesa, mesura porque son éstas
y no las respectivas formas "clásicas" (auris, canere, mensa, mensura) las que se continúan en las
lenguas romances. Pero no podemos afirmar sin más que sidus y metus eran clásicas y stella y
pavor eran "vulgares", porque sidus se conserva en algún dialecto italiano y metus se conserva en
español. Ni siquiera en un aspecto sistemático como el aspecto fónico puede reconstruirse un
sistema unitario; en efecto, dado que, a diferencia de la mayoría de las lenguas romances, el
rumano conserva como u la ǔ y el sardo conserva tanto ǔ como ǐ (en las demás lenguas romances
esas vocales pasan a o, e cerradas), habría que reconstruir para el "latín vulgar" no uno sino tres
sistemas vocálicos: uno correspondiente al rumano, otro correspondiente al sardo, y el tercero
correspondiente a las demás lenguas románicas (cf. rum. siccus >sec, pero gula > gură, furca >
furcă, y sardo filu, pira, gula, furca). Del mismo modo, no podemos decir simplemente que el
"latín vulgar" (considerado como todo el latín corriente de la época imperial) palatalizó la velar en
los grupos ke, ki, porque tal palatalización no ocurrió en el sardo legudornés y fue sólo parcial en
Dalmacia. Y por lo que concierne a la s final comprobamos que, mientras una parte de la
Romania (Italia, Dacia) la elimina totalmente, otra parte (Galia, Iberia) no sólo la conserva sino
que la reintegra también en las posiciones en las que ya se apocopaba desde el latín arcaico. Y no
estamos mejor por lo que concierne al sistema gramatical. Así, por ejemplo, mientras la mayoría
de las lenguas romances presentan un futuro perifrástico con habeo, el rumano tiene el futuro
con volo; mientras todas las demás lenguas romances tienen el artículo derivado del demostrativo
ille, el sardo lo tiene de ipse: refiriéndonos al "latín vulgar" podemos sólo hablar de tendencia a
la perífrasis, tendencia a la determinación mediante artículo, y no de formas determinadas. El
"latín vulgar" aparece, pues, como una abstracción constituida por formas homogéneas, formas
heterogéneas pero caracterizadas por una tendencia homogénea y formas simplemente
heterogéneas. Si, en cambio, queremos afirmar que el "latín vulgar" es el sistema unitario que se
reconstruye sobre la base de todas las lenguas romances, el concepto se torna más abstracto aún
quedando fuera de él numerosos elementos latinos conservados en las lenguas romances sin
solución de continuidad.
15

Por otra parte, no hay ninguna razón para llamar "vulgares" formas como mare, terra, campus,
fortis, portare, ligare, iocare, facere, octo, decem y otros centenares más, dado que ellas
pertenecen con el mismo título al latín que llamamos "clásico", y, si nos remontamos en el
tiempo, el número de esas formas aumenta cada vez más, pues prácticamente todas las formas del
latín clásico (menos las formaciones puramente literarias) fueron en algún momento populares.

9- Hemos llegado, por tanto, a la conclusión de que el "latín vulgar" no es ninguna lengua
histórica real, sino sólo una abstracción que explica el elemento latino "heredado" por las lenguas
romances (excluyendo con eso el elemento latino "adquirido" por las mismas en épocas sucesivas
-cf. la distinción de Bally entre langage transmis y langage acquis). Es un concepto más amplio
que el de "latín clásico", porque, aún comprendiendo buena parte de éste, comprende también
elementos que nunca pertenecieron al latín literario. Es también un concepto más amplio en el
tiempo, pues contiene formas anteriores al latín clásico y que no penetraron en éste, como
asimismo formas más recientes. Y es un latín mucho más diferenciado. En efecto, mientras lo
que llamamos "latín clásico" puede considerarse como una lengua "standard", en gran parte
inmutable, en el "latín vulgar" distinguimos notables diferencias regionales, sociales y estilísticas,
y, en cada uno de esos tres tipos de diferencias, diferencias cronológicas.

10- ¿En qué sentido, entonces, podemos identificar el "latín vulgar" con el latín lengua común
del Imperio Romano? Pues en el sentido de que se trata de un conjunto de formas "vivas"
(habladas) durante la época imperial. Formas que, naturalmente, no hay por qué considerar como
contemporáneas: algunas de ellas son muy antiguas, pertenecían ya al latín arcaico y se
mantuvieron luego en las épocas clásica y post-clásica; otras surgieron más tarde, o mucho más
tarde. Tampoco sería exacto considerar dichas formas como "universales", es decir, como
pertenecientes a todo el latín hablado en un determinado momento de la época imperial: muchas
de ellas pueden haber pertenecido sólo a ciertas regiones del Imperio y otras pueden haber
pertenecido sólo a determinadas capas sociales y culturales (y ya veremos luego que tales
circunstancias explican, por lo menos en parte, la diferenciación de las lenguas romances y sirven
para su caracterización). Pero, evidentemente, cierto número de isoglosas (en primer lugar las que
unen hasta hoy todos los idiomas romances, y muchas otras que se han quebrado en época más
antigua o más reciente, por diferenciación e innovación) pertenecieron a todo el latín hablado
durante la época imperial, asegurando la intercomprensión regional y social. Evidentemente,
dicho número fue mayor en los primeros siglos del Imperio y luego disminuyó cada vez más en
los siglos sucesivos. Haciendo un promedio entre conservaciones e innovaciones, podemos
ubicar dicho sistema de isoglosas, ya bastante distinto del clásico, pero todavía suficientemente
unitario, en los siglos III-IV d.C. Asimismo, desde el punto de vista social, es legítimo atribuir el
sistema unitario más amplio a la clase media, cuya habla representaba, evidentemente, un grado
intermedio entre el lenguaje de la aristocracia (más conservador, más culto, más cuidado
estilísticamente) y el de la plebe y de los campesinos. En este sentido, justamente, se dice que el
"latín vulgar" debe definirse como el latín hablado por la clase media. Pero hay que notar aquí
que se trata en este caso sólo del más amplio sistema unitario, mientras que en las lenguas
romances se continúan también formas que quedan fuera de dicho sistema (formas "cultas" y
formas "rústicas", desde el punto de vista del latín común de la época imperial) y formas
pertenecientes a sistemas menores (socialmente y regionalmente), como también formas que
pueden atribuirse a sistemas mayores (pertenecientes a todas las clases sociales; o a la clase media
y al mismo tiempo a la aristocracia; o a la clase media y a la plebe). Tal consideración deberá
tenerse en cuenta luego, en la caracterización y descripción del "latín vulgar": deberá tenerse en
cuenta que las isoglosas que se indicarán no tienen todas la misma extensión social, regional y
estilística.

11- Es evidente, pues, que el nombre de "latín vulgar" (o "latín popular") es un nombre
equivocado, desde el punto de vista de las investigaciones y concepciones más recientes, y no
16

tiene de por sí carácter definitorio, pues no se refiere a un latín propiamente "vulgar". El término
puede sólo conservarse por concesión a la tradición, como nombre convencional del complejo
concepto que acabamos de delinear.

PREGUNTAS GUÍA PARA LA LECTURA DEL TEXTO


El latín vulgar (Coseriu, E.)
 ¿Quién delimita científicamente y por vez primera el latín vulgar? ¿Cómo lo hace?
 ¿Cuál es la diferencia central entre latín clásico y latín vulgar?
 ¿Qué factores de incidencia señala Coseriu con relación a la conformación del latín vulgar?
 ¿En opinión de Coseriu, el latín vulgar es una lengua histórica real?
 ¿Dónde reside la identificación entre latín vulgar y latín lengua común del imperio romano?

LATÍN CLÁSICO Y LATÍN VULGAR (NOCIONES GENERALES)


En: Maurer Jr., T. E. (1962) O Problema do Latim Vulgar. Rio de Janeiro: Livraria Acadêmica. (Cap. 2)

En cualquier lengua moderna podemos distinguir un gran número de matices, según la


clase que la hable o el fin al que sirve. Lo mismo podríamos hacer en relación al latín. Son
conocidas las expresiones sermo quotidianus, sermo urbanus, sermo plebeius, sermo militaris, sermo rusticus,
etc., que pretenden aplicarse a las diferentes formas de la misma lengua latina. En realidad estas
designaciones representan distinciones más o menos sutiles, que muy poco significarán para un
lingüista con limitados instrumentos de investigación y a una enorme distancia de siglos del
objeto de sus estudios.
Podemos, cuando mucho, distinguir tres tipos más importantes4:

a) La lengua literaria, e.g. la de los discursos de Cicerón, las obras de César, etc.
b) La lengua coloquial urbana (sermo quotidianus o sermo urbanus). Era el latín usual de la sociedad
aristocrática de Roma, que aparece en las Cartas de Cicerón, en las Sátiras de Horacio (aquí
con algún tinte plebeyo) y también en la comedia de Terencio y aún en Plauto5.
c) La lengua vulgar (sermo plebeius o sermo rusticus). Era la lengua del pueblo, es decir, de la plebe
romana en su sentido más amplio.

La diferencia existente entre el sermo quotidianus o urbanus y la lengua literaria es el


resultado inevitable de la mayor elaboración técnica y estilística, de un formalismo al que está
sujeto todo texto escrito cuando adquiere una función social como expresión artística de la
cultura. Son, por lo tanto, dos aspectos del mismo latín, usados por el mismo grupo social,
aunque en circunstancias diferentes. No los consideraremos, por eso, en forma separada en este
estudio.
Nos limitaremos así, a distinguir dos tipos de latín, diferenciados ciertamente desde la
época arcaica, al principio casi imperceptiblemente, pero después cada vez más, mientras
coexistieron como formas vivas diferentes de la misma lengua. Ellos son:

a) El latín aristocrático (sermo urbanus), que en la forma escrita constituye el latín clásico, o, en sentido
menos restringido, el latín literario6.

4 Como hace Sedgwick en su edición comentada de la Cena Trimalchionis, págs. 17 y sigs.


5 Plauto presenta elementos populares bien acentuados, aunque de un modo general no haya escrito
exactamente en la lengua vulgar. Cicerón identifica el lenguaje de los cómicos con el sermo quotidianus en
Orator, 67: “apud quos, nisi quod versiculis sunt nihil est aliud cotidiani dissimile sermonis”. La observación cabría
particularmente a Terencia. En Plauto debemos tener el mismo sermo quotidianus en una forma más popular, o
mejor que eso, con una gran tolerancia hacia términos y construcciones plebeyas.
6 Esta definición concuerda aproximadamente con la de De Groot: “Le latin classique est la langue des adultes de

l’aristocratie de Rome”(Idées d’hier et d’aujour’hui, pág. 115).


17

b) El latín vulgar (sermo plebeius), es decir, el latín de la plebe romana. Fue siempre y esencialmente
un latín hablado, del cual los documentos literarios más antiguos y aún las inscripciones nos
dan apenas fragmentos imperfectos.

Expliquémonos pormenorizadamente. A nuestro entender, el latín clásico es el latín de la


vieja aristocracia romana en su forma escrita, pero estilizado, aunque no rígidamente estático e
inmutable. Ese latín de la aristocracia, tomado aquí en el sentido más general de latín de la sociedad
más refinada de Roma, dado que las viejas distinciones entre patricios y plebeyos ya no presentaban
los límites intransponibles de antes, preexistió a la época literaria. Era usual no sólo en lo que
llamaríamos la clase alta, sino también más o menos correctamente en la clase media. Por el
esfuerzo de escritores y artistas hábiles se vuelve un instrumento literario maleable y elegante.
Reducido a la lengua escrita, ese latín adquiere naturalmente cierta estabilidad y fijeza,
reduciéndose al mismo tiempo, poco a poco, a una lengua artificial de uso más limitado, hasta
que al final del Imperio difícilmente pasa de ser una lengua de letrados, usada en ocasiones y
ambiente especiales, mientras que la lengua hablada continúa siempre evolucionando, cada vez
más penetrada por elementos populares. Pero, ciertamente, fue sólo la caída del Imperio Romano
y el cierre de las viejas escuelas de cultura clásica, que, trayendo consigo la ruina de una
aristocracia social antigua, redujo este latín literario, ya un tanto alterado, a ser una lengua que, de
algún modo, podía llamarse muerta7.
Por otra parte, el latín vulgar, que podemos definir como “el latín hablado por la clase
popular”, es decir, por la plebe en su más amplio sentido, es una variante popular y simplificada del
mismo latín. Naturalmente, ese latín es menos estático e invariable que el de la aristocracia. No es
el mismo en tiempos de Cicerón que en tiempos de Plauto y continúa transformándose durante
todo el período imperial8.
También las clases que hablaban esta lengua popular variarían con el tiempo. Al principio
sería la lengua del campo y de la masa plebeya que poblaba la ciudad de Roma. Durante la época
imperial, sin embargo, desde Augusto, muchos elementos de este lenguaje rústico irían
penetrando en capas sociales más altas. Como lengua viva y vigorosa, este latín de la plebe
obtuvo, con el correr de los siglos, la misma victoria sobre la tradición conservadora del latín
aristocrático –no sin incorporar muchos elementos de éste- que, en las provincias, iba alcanzando
en la lucha con las lenguas de los pueblos sometidos. Este lento ascenso de elementos lingüísticos
populares se verifica con mucha frecuencia en la historia de las lenguas. De este modo, muchas
veces lo que a una generación le parecía plebeyo y rústico es considerado elegante y aristocrático
por otra posterior9.En Roma, sin embargo, esa victoria de la corriente popular es lenta y tardía.
De hecho, solo alcanza su triunfo completo y definitivo con la formación de las lenguas literarias
en el romance, las cuales así toman el lugar del viejo latín en todas sus funciones.
Debe quedar bien claro que no consideramos a esos dos tipos de latín como dos dialectos
diferentes de la misma lengua. Como se verá mejor más adelante, la lengua vulgar debía
distinguirse por su mayor simplicidad estructural y por un léxico más pobre y con numerosas
peculiaridades. Tales diferencias, insignificantes al principio, se fueron agrandando con el correr
de los siglos, especialmente desde que la lengua literaria –forma estilizada del latín aristocrático-
adquirió cierta rigidez por el esfuerzo de los letrados y de la escuela. De hecho, desde la época de
Cicerón la diferenciación entre la lengua vulgar y la lengua aristocrática debía estar bastante
avanzada, habiendo aquella asumido ya los rasgos fundamentales que caracterizarían al romance
en oposición al latín antiguo. Naturalmente, muchas de las innovaciones más revolucionarias no

7 Sobre una cierta vitalidad de ese latín en la Edad Media, en las escuelas, en los monasterios y en la Iglesia, ver
A Unidade da România Ocidental, págs. 27 y sigs.
8 Ya vimos que desde el punto de vista románico el latín vulgar que se reconstruye a través del método

comparativo es el de la época inmediatamente anterior a la escisión de la unidad latina.


9 Recuérdese el ascenso de la pronunciación wá del diptongo oi (ué) en el francés de Paris, desde el siglo XVI

hasta la Revolución, a fines del siglo XVIII, época en que la corte aún conservaba la pronunciación antigua. Con
su desaparición la innovación alcanza la victoria completa.
18

habrían llegado aún al final de su evolución; existían, sin embargo, y su victoria sobre las formas
antiguas se alcanzaría al cabo de algunos siglos.

I – LA FORMACIÓN DEL LATÍN CLÁSICO Y DEL LATÍN VULGAR

Desde tiempos prehistóricos la ciudad de Roma estaba constituida por dos clases
distintas: los patricios y los plebeyos. En tiempos más antiguos constituían clases cerradas,
estando los plebeyos privados de gran número de derechos, inclusive el del casamiento con
personas de la clase superior. Poco a poco, sin embargo, algunas de las barreras van siendo
removidas. Los plebeyos van siendo admitidos en privilegios que antes les eran negados. De este
modo muchos llegan a posiciones más altas. La noción de patricio y plebeyo se transforma. El
propio patriciado aumenta su papel con la entrada de nuevas familias, aunque no pierde hasta el
fin de la República cierta consciencia de clase y el orgullo de su origen antiguo10.
Según un historiador11, la vieja nobleza a finales de ese período estaba constituida por
alrededor de seiscientas familias, pero, de hecho, la aristocracia en sentido más amplio incluiría en
ese tiempo a un número mayor, abarcando no sólo a las familias senatoriales, sino también a las
de los caballeros (equites) y muchas otras que habían llegado a una posición sobresaliente en la
vida social y política de Roma. Había en ella muchos elementos de la plebe antigua y hasta
esclavos que participaban de la vida elegante de la urbs. Aún extranjeros, llegados a Roma,
frecuentemente convivían con esa aristocracia. Así, en lugar de constituir una clase ligada apenas
por lazos de sangre, tenemos, a una elite social caracterizada por costumbres y educación más
refinada12.
A pesar de no representar, principalmente en los últimos siglos de la República, una clase
enteramente aislada, como se da con las castas de la India, la aristocracia romana era más
conservadora de las tradiciones antiguas, apegándose, de un modo muchas veces formal y
artificial, a los tesoros de su civilización. Más celosa de mantener el patrimonio social del que se
sentía heredera, conservaba un lenguaje más puro y más correcto.
Por otro lado, la plebe de ese tiempo estaba constituida por elementos sociales variados, de
muchas familias de origen antiguo mezcladas con elementos advenedizos diversos. Esa clase
mixta, sin contacto con el pasado, porque no sabía de donde venía, no incorporaba en sí un ideal
de cultura o de clase. Creciendo constantemente debido a nuevos grupos que se le agregaban, ya
que en ella se fundían casi siempre los inmigrantes de todas partes, llegó a constituir la gran masa
de los habitantes de Roma y del Lacio y, más tarde, de todas las regiones latinizadas.
Hoy es común que se considere al latín vulgar como el latín hablado y vivo de Roma, en
perpetua evolución hasta terminar en el romance medieval y en las lenguas románicas, mientras
que el latín clásico sería un producto artificial destacado de ese latín vivo del pueblo romano, por
obra de escritores y gramáticos inspirados en modelos griegos.
Mientras tanto, si existían las dos clases arriba mencionadas, como queda fuera de dudas,
con hábitos sociales y con una cultura bien diferente, estando una habituada a la vida del forum, a
los cargos políticos, y familiarizada con las tradiciones romanas antiguas, mientras que la otra
reunía a trabajadores manuales, pequeños comerciantes, campesinos, que venían a Roma en

10 Mario, en el discurso que Salustio le atribuye en ocasión de la guerra de Jugurta, dice de los aristócratas
pusilánimes de su tiempo: “Atque etiam, cum apud vos aut in senatu verba faciunt, pleraque oratione maiores
suos extollunt: eorum fortia facta memorando clariores sese putant” (Bellum iugurthinum, LXXXV, 20 y 21).
11 Turner, The Great Cultural Traditions, pág. 865.
12 Para recordar apenas algunos ejemplos de la participación de plebeyos en la vida aristocrática de Roma,

citemos a L. Licinio Luculo, que comandó durante algún tiempo la guerra contra Mitrídates y fue famoso por la
fortuna y por la vida lujosa; la gens Herennia, de origen samnita, de la que eran clientes los Marii; C. Mario, de
origen oscuro, fue cónsul siete veces y comandó la guerra contra Jugurta y contra los cimbros y teutones: la
familia de los Marcelli, a la que perteneció M.Claudio, amigo íntimo de Cícerón, edil curul en el 56 a.C. y cónsul
en el 51. Entre los grandes escritores muchos eran de origen plebeyo, como Horacio, que, hijo de un liberto de
Venusia, llegó a encarnar uno de los más altos ideales de perfección y de elegancia literaria en Roma.
19

busca de pan y de diversión, dominados por ambiciones modestas, cuando no rastreras, sin
cultura y sin tradición, era natural que también se distinguiesen en el latín que hablaban. Mientras
la nobleza, en su sentido más amplio, conservaba con cierto cuidado la vieja lengua de Roma,
cultivando un latín más puro y elegante –presentando algunas veces innovaciones propias -, la
masa popular –mezcla de elementos heterogéneos- la transformaba más o menos profundamente,
simplificando su estructura, admitiendo gran cantidad de términos y expresiones pintorescas,
conservando, sin embargo, aquí y allí, rasgos arcaizantes bien notables13.
Ahora bien, si existía esa diferencia social, ya sensible en épocas anteriores a la de
Cicerón, entre estos dos tipos de latín, que podemos llamar el de la aristocracia y el de la plebe,
parece claro que fue sobre el latín de la primera clase que se constituyó el latín literario, por una
elaboración lenta que llega hasta la época de Cicerón y de César, ya naturalmente, algunas veces,
con un carácter un tanto formal debido a sus relaciones con la lengua oficial del Senado y del
derecho y con una cierta preocupación por la dignidad solemne, que lo llevaba a evitar
expresiones pintorescas, diminutivos, verbos intensivos e iterativos, y otras formas expresivas
más o menos corrientes tanto en el sermo quotidianus como en el plebeius.

II – CRONOLOGÍA DEL LATÍN VULGAR14

No es posible fijar con seguridad la fecha en que se formó el latín vulgar ni aquella en que
se transformó en romance. Los procesos de innovación lingüística que llevan a constituir un tipo
diferente de lengua popular dentro de la gran unidad latina y los que llevan, más tarde, a su
transformación en romance, se manifiestan lenta y casi imperceptiblemente a través de muchas
generaciones. Hay, con todo, crisis más graves en la historia de una lengua. Éstas aceleran la
tendencia hacia las innovaciones, trayendo consigo resultados decisivos para la evolución
posterior.
Así, aunque no se pueda ir más allá de fechas aproximadas, es más o menos fácil fijar las
épocas importantes de esa transformación dialectal y lingüística del latín.
Como fecha inicial podemos tomar el siglo III a.C., entre el 250 y el 200. Por esa época la
intensa colonización de Italia y la asimilación de un gran número de poblaciones nuevas debían
comenzar a afectar bastante el lenguaje de la masa popular, para darle un colorido especial. Era el
inicio de una gran revolución lingüística destinada a destruir mucho del viejo sistema flexional
heredado del indoeuropeo.
¿Pero hasta cuándo persistió ese latín de la plebe como simple variante del latín, antes de
transformarse en romance? Dada la dificultad para fijar una fecha precisa para esa transformación
lenta, lo más razonable es hacer coincidir la muerte del latín vulgar con la fragmentación
definitiva del Imperio en el siglo V. Desde esa época los factores de innovación y diferenciación
dialectal, que ya venían operando en el período anterior, se intensificaron por todas partes,
transformando la lengua que aún se podía decir latina, a pesar de su pobre estructura, en alguna
cosa, que un romano del siglo de Cicerón difícilmente aún reconocería como tal. Infelizmente, el
tiempo que media entre el fin del Imperio, o mejor, entre la separación de la Dacia y el fin del
primer milenio de la era cristiana, cuando los textos romances comienzan a multiplicarse, es
extremadamente oscuro desde el punto de vista lingüístico. Es verdad que en los documentos
escritos en el latín bárbaro de ese tiempo, se pueden rescatar algunos datos preciosos sobre la
aparición de innovaciones regionales. Mientras tanto, ese material tiene que ser usado con mucha
cautela, considerándose que siempre hay mucho de latín culto mezclado con elementos

13 La documentación de esta diferencia sensible entre el latín correcto de la aristocracia y el latín “equivocado” de
la plebe será presentada en los capítulos siguientes.
14 Empleamos aquí el término cronología tan solo para designar las fechas de su formación y de su progresiva

transformación en romance, es decir, las dos grandes crisis debidas, respectivamente, a la conquista romana y al
desmoronamiento final del Imperio, crisis que marcaron, de alguna manera, el inicio y el fin de la existencia del
latín vulgar.
20

romances. Las formas nuevas encontradas en esos escritos sirven, con todo, para testimoniar su
existencia en el uso popular contemporáneo, aunque ciertamente la innovación popular deba
preceder un poco a su documentación en el latín bárbaro, ya que las innovaciones recientes
tienen menos probabilidades de infiltrarse en la lengua del escriba medieval, que las formas
lingüísticas ya consagradas, aún populares. Mucho más difícil es fijar por medio de los
documentos notariales la pérdida de formas latinas, por cuanto éstas continuaban siendo
empleadas abundantemente en esos escritos, aún mucho después de muertas en el uso del
pueblo. Cuando mucho podemos concluir, hasta cierto punto, que la forma antigua se perdió,
cuando al lado de ella se emplea la forma romance correspondiente. En ese caso, la forma latina se
debe a la tradición culta del escriba, mientras que la forma romance denuncia el uso popular, que
él, por descuido, empleó en lugar de la que debía haber usado. Pero este criterio es olvidado
frecuentemente en el estudio de los documentos notariales.
Si las fechas que aquí adoptamos son exactas, el aislamiento de la Dacia debe haber
precedido un poco a la transformación gradual del latín vulgar en romance. No creemos, sin
embargo, que esto afecte profundamente cualquier conclusión al respecto de ese latín, dado que
ya desde el siglo IV – o aún antes, como veremos en el capítulo siguiente- los factores de la
unidad vulgar debían estar muy debilitados: lo que continua dando cierta unidad al Occidente,
aún después de la ruina final del Imperio, es una nueva organización cultural –la Iglesia -, pero
ésta constituye ya una influencia culta, la primera que contribuyó para la lenta, pero continua,
ascensión del humilde “dialecto” plebeyo de Roma a las grandes lenguas literarias de la Romania
moderna.
Las fechas referidas para el inicio y el fin del latín vulgar no presentan nada de nuevo 15.
Son generalmente aceptadas por los romanistas. Mientras tanto, se habla, muchas veces, del latín
vulgar como lengua viva hasta el siglo VIII o IX. Así A. Burger, en su artículo Pour une théorie du
roman commun en el Mémorial des Études Latines...offerts...à J. Marouzeau, pág. 164 y sigs. habla de un
romance común, que va de los siglos III al VIII, y cree que la evolución independiente de las
diversas lenguas románicas resulta de la invasión árabe y de la ruina del comercio mediterráneo.
El fin del período romance común estaría marcado por la ruptura entre la lengua hablada y la
escrita, testimoniada por primera vez, de un modo claro, en el concilio de Tours (813), en el cual
se ordena que sean traducidas “in rusticam romanam linguam” las homilías, para que todos
puedan entender lo que se dice. Debe recordarse, sin embargo, que una diferenciación fonética
avanzada no impediría, por mucho tiempo, la comprensión del latín eclesiástico bien pobre de la
época merovingia. Aún hoy no vemos individuos habituados a un dialecto muy diferente de la
lengua literaria, por ejemplo, en Alemania y en Italia, que entiendan sin dificultades esa lengua.
Además, el propio concilio de Tours recomienda también, creemos que por primera vez, la
traducción de las homilías a la lengua de los germanos (theotiscam), aunque ésta ciertamente ya
existiese desde hacía mucho tiempo en Francia. Si la recomendación tardía respecto de lo
germánico no prueba que antes el latín era comprendido por las poblaciones teutónicas
cristianizadas, ¿cómo insistir en una semejanza especial entre el romance y el latín a falta de
recomendación anterior idéntica a la del Concilio de Tours? La recomendación de ese Concilio
coincide con el renacimiento carolingio, que restablece un latín más puro –lo que traería
naturalmente mayor dificultad de comprensión para el pueblo, exigiendo la traducción de los
sermones latinos- y trata de cuidar mejor las necesidades espirituales del pueblo.
Más allá de lo anterior, esta fecha tardía de la escisión de la Romania contradice hechos
históricos, pues a fines del siglo VIII comienza la época carolingia, en la que los factores de la
unidad romance, debilitados en el período anterior, se revigorizan bastante bajo la influencia de
Francia. De hecho, llegamos entonces al final de un período de diferenciación dialectal muy
intenso de la Romania, para entrar en una época de elaboración común del romance literario, que
había de imprimirle de nuevo un aspecto armónico a todo el Occidente. Cuando mucho, podrá

15 Ver, por ejemplo, Grandgent: “El período del latín vulgar dura, pues, desde el año 200 a. de J.C. hasta el 600
d. de J.C., poco más o menos”(Introducción, pág. 21). Serafim da Silva Neto fija las fechas en el siglo III a.C. y
siglo V d.C. (Fontes, pág. 43), lo que coincide con las que aquí adoptamos.
21

decirse que los siglos V a VIII son de elaboración lenta del romance, sirviendo la última fecha de
clímax al movimiento continuo de dialectalización; pero la crisis decisiva se dio ciertamente en el
siglo V16.

III – PROTO-ROMANCE Y LATÍN VULGAR

El objetivo del presente trabajo se limita a una tentativa de caracterización general del
latín vulgar en la época de su unidad relativa durante los primeros siglos del período imperial,
sobre todo de los siglos I a III. De acuerdo con ese objetivo, basamos nuestras conclusiones en
un estudio de formas dominantes en el latín de ese tiempo, aún cuando al lado de estas podemos
encontrar vestigios regionales de un estado más arcaizante. En rigor ese método se distingue de
una tentativa de reconstruir el proto-romance, en el cual se busque la fórmula primitiva de la que
salieron todos los tipos románicos. Tal tentativa no nos llevaría al latín hablado del período
imperial, sino, muchas veces, a una época arcaica remota. Además, presentaría dificultades
especiales como consecuencia de una variedad dialectal frecuente, aún en los estadios más
antiguos del latín. (…) No nos interesa aquí esa unidad primitiva y remota, sino subsidiariamente,
aunque pueda tener un interés lingüístico incontestable.

IV – RELACIONES ENTRE EL LATÍN VULGAR Y EL LATÍN CLÁSICO

Se habla, muchas veces, del latín vulgar como una tendencia más que como una unidad
lingüística de carácter definido17. Si es innegable que el latín usual del Imperio estaba sujeto a una
evolución constante y a una variabilidad infinita, según el tiempo y los lugares donde era hablado
y, aún, según la mayor o menor educación social de los que lo hablaban –naturalmente no
debemos pensar en la plebe romana como una masa uniformemente inculta y tosca-, creemos
que la lengua vulgar tenía, desde la época de Plauto y, más aún, desde Cicerón, peculiaridades
generales suficientes para darle un aspecto más o menos definido en oposición al sermo urbanus y
a la lengua literaria. Admitía una cierta homogeneidad, sobre todo mientras se circunscribía a
Roma y sus alrededores, pero aún después, hasta cierto punto, cuando se volvió una especie de
koiné fácilmente inteligible desde la Dacia hasta la Lusitania y desde el norte de África hasta los
puestos avanzados de la latinización en la Britania.
Ese latín era más pobre, más simple y menos sintético que el literario, sin constituir un
dialecto diferente de aquel. Las diferencias no venían solo de haberse transformado la lengua
hablada, que sería el propio latín vulgar, en lengua escrita, por el esfuerzo artificial y la imitación
del griego; antes bien, por los tres factores abajo enumerados:
1) Por ser el latín vulgar el habla del pueblo común, de la plebe romana, mientras que la
lengua clásica era un producto de la sociedad aristocrática, deseosa no tanto de imitar el griego,
sino, sobre todo, de preservar un patrimonio nacional contra la amenaza de inundación de
elementos extranjeros18. La oposición social explica muchas diferencias entre la lengua vulgar y la

16 Sobre otros defensores de esa fecha tardía para el fin del período latino vulgar, ver la nota de E. Pulgram en
Language, XXVI, pág. 463, con bibliografía.
17 Así, Meillet: “le terme de “latin vulgaire” dont on se sert pour désigner le latin parlé au cours de l’époque

impériale n’exprime à aucun moment ni en aucun lieu un état un, définissable avec quelque précisión; on ne peut
entendre par la qu’un ensemble de tendances qui se sont réalisées à des degrés divers suivant la condition et
l’éducation des divers sujets parlants, suivant les temps et suivant les lieux”. (Esquisse, pág. 239). De esta
opinión nos apropiamos en nuestro trabajo A Unidade da România Ocidental. Hoy haríamos la restricción
expuesta en el texto, aunque concordemos, en líneas generales, con la idea expresada por el eminente lingüista
francés.
18 Veremos en los capítulos IV y V las razones para considerar al latín vulgar como un latín popular, de la plebe,

y al latín clásico como producto de la lengua hablada por la aristocracia de Roma.


22

literaria, aún en la época antigua, no sólo en el vocabulario –el cual traía claramente las marcas de
la clase social que lo empleaba -, sino también en la estructura y en la elegancia de la frase. La
consciencia de clase social, tan fuerte en Roma, no podía dejar de reflejarse aún más de lo que se
daría hoy en el modo de hablar la lengua común, ya que la lengua, instrumento básico de toda la
vida social, retrata fielmente la categoría a la que pertenece todo individuo que la habla.
2) Porque el latín clásico tiene su origen en un latín vivo y hablado, pero, en general, más
conservador y arcaizante que el latín vulgar. Mientras que en el habla más cuidada de la sociedad
alta y aún media continuaban usándose muchas formas antiguas del latín, del viejo patrimonio
heredado, sobre todo en la morfología y en el vocabulario, la lengua vulgar las abandonaba
frecuentemente, sustituyéndolas por otras, de origen reciente, más fáciles para una población
mixta, que en gran parte aprendió el latín de forma imperfecta a través de una rápida asimilación.
Mientras tanto, como veremos más adelante, no siempre la lengua vulgar es más innovadora que
la clásica. Esta presenta, muchas veces, notables innovaciones, modificando largamente su
aspecto estructural en relación con el indo-europeo19, la mayor parte de ellas además, comunes a
todo el latín. Otras, al contrario, son apenas clásicas, mientras que la lengua vulgar permanece
más fiel al uso antiguo.
3) Porque el latín vulgar es, desde temprano, el latín de una población mixta y
heterogénea, primero latina y itálica, pero después, en un número siempre mayor, formada por
advenedizos llegados de todas partes, esclavos, aventureros y otros habitantes de las regiones
conquistadas. La asimilación de esas poblaciones nuevas comienza con la expansión política de
roma. Ya los latinos de las ciudades vencidas, según informan los historiadores antiguos, fueron
transportados en masa a Roma, determinando el crecimiento rápido de la ciudad 20. Esa política
continuó, en parte, con otros pueblos vencidos, de lenguas diferentes. Si es verdad que los
hombres en edad militar morían frecuentemente, para suprimir el peligro de revuelta, muchos
otros eran traídos a la ciudad y más tarde, con la extensión de las conquistas, llevados para otras
regiones romanizadas. Crecía con esto el número de los que no tenían derechos civiles,
constituyendo, en principio, la clientela. Los extranjeros venidos a Roma eran primero aliados,
mayormente de procedencia itálica y, más tarde, habitantes de las diversas provincias. Los
prisioneros de guerra eran muy comúnmente reducidos a la esclavitud y traídos a Roma. Estos
constituían una legión21. Muchos conseguían después la libertad, yendo a agregarse a la población
plebeya de la ciudad.
Hasta los primeros escritores latinos revelan esta mezcla de elementos externos en la
formación de la sociedad romana: Livio Andrónico era griego de Tarento; Enio era de Rudias en
Calabria –mesapio, ciertamente (Pauly Wissowa, Real – Encyclopädie, V. 2589); Pacuvio era hijo de
una hermana de Enio; Cecilio, un liberto de origen ínsubre (galo), venía de Mediolano; Accio era
hijo de un liberto; Plauto era natural de Sárcina, en la Umbria, mientras que Terencio era
cartaginés. La propia creación de la literatura es, pues, en gran parte, obra de advenedizos. Si en
este caso, sin embargo, los extranjeros estaban bien latinizados por la convivencia en el seno de la
aristocracia, en el caso mucho más común de su fusión en la plebe urbana, no podían dejar de ser
un factor de disolución de las viejas tradiciones latinas.
Con la llegada de un gran número de campesinos –propietarios reducidos a la penuria,
que habían perdido sus tierras – y de aliados y aventureros de diversas regiones y, por fin, de
esclavos y libertos, siempre de origen exótico, la población de la ciudad en los últimos siglos de la
República, desde Plauto hasta Cicerón, estaba constituida por una plebe numerosa, o por un
proletariado vasto compuesto de “entenados” de Italia, como los llama un autor22.

19 Ver Meillet, Esquisse, cap. VII, y particularmente las páginas 127 y sigs., donde el autor trata sobre la
estructura del latín.
20 Ettore Pais, Storia di Roma, vol. II, pág. 304.
21 Turner (en The Great Cultural Traditions, vol. II, pág. 868) cuenta que en la destrucción de Cartago, 50.000

personas fueron reducidas a esa condición, mientras Mario envió a 100.000 cimbrios para Italia, y César, cerca
de 400.000 galos.
22 John W. Heaton, citado por Turner, op.cit., 867.
23

Esa inundación de poblaciones externas en número inmenso no podía dejar de afectar


profundamente al latín de Roma. Si en las clases más altas –a pesar de cierto contacto con los
elementos forasteros, sobre todo con los esclavos que serían en las casas de los nobles y aún por
la convivencia con muchos inmigrantes de cultura más completa- había una resistencia purista
contra la corrupción de la lengua, en los medios populares, por el contrario, se creaba una koiné
simplificada, llena de solecismos y barbarismos, que darían al romano de clase más alta la
impresión desagradable de un latín viciado y corrompido. Cicerón contrasta el hablar de la ciudad
en su tiempo con el del siglo anterior, en el cual aún se oía el bien latín, aunque ya señale la
existencia de un lenguaje corrompido en muchas familias del siglo II a.C., atribuyendo este
entorpecimiento explícitamente a la invasión de elementos que hablaban mal la lengua. (…)
Cicerón contrasta, así, su tiempo con el de Lelio, Cipión, Cecilio y Pacuvio, y muestra que
ya al final de la época republicana existía un latín bastante corrompido de la masa popular, el cual
amenazaba a la clase media y superior, cuando no existía un cierto celo en conservar lo que aún
subsistía de las viejas tradiciones latinas. Era el latín vulgar ya bastante definido en sus tendencias
innovadoras.
Aunque las diferencias se acentúen con el tiempo, son semejantes a las existentes en una
lengua moderna entre el habla de las personas cultas y el de las clases populares. Tomando como
ejemplo el portugués hablado entre nosotros, cuántas formas gramaticales hay que consideramos
parte integrante de la lengua y que, sin embargo, persisten hoy en un ámbito social limitado. (…)
Por otra parte, al lado de esa simplificación de la gramática, hay frecuentemente restos del
lenguaje arcaico ya abandonados en la lengua culta23. Pero estas y otras diferencias no nos dan la
sensación de estar frente a otra lengua o dialecto; es un portugués sin su estructura característica,
pero siempre es portugués. La misma impresión, tal vez un poco más fuerte, daría el latín vulgar
al romano familiarizado con su lengua ricamente flexionada y elegante24.
Al principio, la distancia que separaba esos dos tipos de latín habría sido pequeña. La
fonética vulgar era muy semejante a la clásica, aunque presentara tempranamente peculiaridades
perceptibles. El vocabulario era, en buena parte, el mismo, principalmente aquel que servía para
los usos de la vida cotidiana, los términos que designan cosas, animales y plantas, y aun los que
expresaban las acciones más triviales. Muchos de ellos pasaron ciertamente del uso popular a la
lengua aristocrática25.
Por otra parte, si la lengua vulgar innova continuamente, tomando un aspecto cada vez
más románico, no se aísla totalmente de la lengua literaria. En virtud del prestigio social de la
lengua culta, no dejaría de competir para detener, hasta cierto punto, la rápida marcha del
lenguaje popular. Debido a la convivencia constante de todas las clases, al teatro, muchas veces a
la escuela, más tarde sobre todo a través de la Iglesia, había una contribución, limitada pero
continua, de la lengua clásica hacia la popular.
Además de eso, el latín clásico no es tan rígido como para no evolucionar. Existe una
diferencia sensible entre el latín arcaico y el de Cicerón, entre éste y el de Tácito o, más tarde, el
de San Agustín. Y, si no siempre, al menos con frecuencia se percibe que la lengua literaria va
admitiendo formas y construcciones cuyos orígenes más remotos están en la lengua popular.

23 Para mayor información sobre ese portugués simplificado de las poblaciones del interior, véase Amadeu
Amaral, O Dialeto Caipira, S. Paulo, 1920. Para el estudio del habla de Río de Janeiro, consúltese A. Nascentes,
O Linguajar Carioca.
24 La lengua de los aristócratas y la de los plebeyos de la misma ciudad son divergentes generalmente en la

morfología, en la sintaxis y en el léxico: nadie duda de esto. Lo que es preciso referir es que aún en la
pronunciación pueden haber diferencias sensibles. Así, W. De Groot, en el artículo ya citado, Idées d’hier et
d’aujourd’hui, informa, basado en G. Ciccardi, que en Agnone, Italia, las clases inferiores pronuncian la a italiana
casi como e (deate = it. Dato), mientras en las clases superiores se exagera la a (da,to) (art.cit., pág. 116).
Ejemplos semejantes pueden multiplicarse fácilmente. No hay, pues, nada de extraño en suponer que en Roma
las clases populares tuvieran una pronunciación frecuentemente peculiar del latín.
25 Según Meillet, es a través de la plebe que entraron al latín los términos griegos más antiguos, e.g. balineum,

camera, macina, ampora, oleum, etc. (Esquisse, pág. 108). Sin duda lo mismo se dio con muchas formas itálicas
corrientes en la lengua literaria.
24

Los vestigios de una fonética y de una estructura morfológica y sintáctica y de un


vocabulario más parecido a la lengua clásica aparecen en las lenguas románicas. Se trata
naturalmente de supervivencias de una época en que el latín vulgar aún conocía esas formas,
perdidas luego en la mayor parte de su territorio. Por ejemplo, en la fonética tenemos el
vocalismo clásico mejor conservado en el sardo que en la mayor parte de las otras lenguas; de la
distinción antigua de o y u finales hay trazos diversos en la Romania; t final se encuentra aún en
sardo y en francés antiguo, etc.26.
En la morfología tenemos restos petrificados del vocativo, del ablativo (e.g. hac hora >
port. agora, etc.; loco > port. logo), del genitivo, del locativo –por lo menos en nombres propios-,
además de los restos del nominativo, del acusativo y del dativo, mejor conservados en la lengua
vulgar. (…)
En el verbo hay restos de todos los tiempos del indicativo, aún del futuro, por lo menos
en el verbo sum; en el subjuntivo sólo el perfecto se perdió del todo, según creemos. De los viejos
adverbios terminados en –ē, desaparecidos de la lengua vulgar como los terminados en –ter, hay
algún rastro, e.g. en bene, presse (log. de presse, a presse = de pressa), pure (reducido a conjunción en
italiano).
En la formación de palabras son muchos los vestigios de vitalidad antigua de sufijos
como –ulus (e.g. en vetulus), -(i)culus (ovicula), -eus (pineus, etc), -idus (calidus, rapidus), -estris y otros27.
Son formas que al principio eran usadas28 tanto en la lengua vulgar como en la clásica.
(…)
Es, por lo tanto, perfectamente razonable decir, como se ha dicho muchas veces, que la
lengua hablada latina presenta matices diversos y una gradación continua desde el lenguaje inculto
de los plebeyos y proletarios de los barrios pobres de Roma hasta el habla elegante de las
personas más cultas de la alta sociedad. Mientras, sin embargo, en esa forma elegante la lengua
hablada divergía relativamente poco de la lengua de los textos literarios –por lo menos en la
época de Cicerón -, en las capas inferiores de la sociedad romana y, más tarde, en la población
latinizada del Imperio, ese latín presentaba otro aspecto: admitía innovaciones revolucionarias; el
sistema flexivo antiguo estaba profundamente debilitado; su vocabulario tenía numerosos
términos peculiares y sus procesos de derivación estaban limitados.
Donde discordamos de una opinión hoy frecuentemente repetida es en el problema de la
relación entre el latín hablado y las lenguas románicas. Para nosotros es en el dialecto pobre de la
plebe inculta y no en el latín elegante y conservador de las clases más altas que estaba el primer
germen de esas lenguas.
Es lo que tratamos de demostrar en los capítulos que siguen.

PREGUNTAS GUÍA PARA LA LECTURA DEL TEXTO


Latín clásico y latín vulgar (Nociones generales) (Maurer, T.)
 ¿Cómo presenta Maurer al latín “clásico”?
 ¿Qué incidencia tendrían las dos grandes categorías sociales presentadas por Maurer en la formación del
latín clásico y del latín vulgar?
 ¿Qué fechas maneja Maurer para hablar de la formación del latín vulgar y de la transformación en romance?
 ¿Qué “latín vulgar” es caracterizado por Maurer?
 ¿Es posible, en opinión de Maurer, ver al latín vulgar como algo más que una tendencia?
 ¿En qué factores basa Maurer la diferenciación del latín vulgar con respecto al latín clásico?
 ¿Qué papel otorga Maurer a la presencia extranjera en el mundo romano?

26 Ver Gramática do Latim Vulgar, §§ 5 y 21.


27 Ver en la Gramática do Latim Vulgar, § 138, lo que se dice sobre los sufijos –eus, -(i)culus, -idus y -ulus.
28 Nota del Trad.: En el original “eram vivazes”.
25

EL LATIN VULGAR Y EL LATIN LITERARIO


EN EL PRIMER MILENIO
En Ilari, R. (1992) Lingüística Românica. São Paulo: Ed. Atica. (Cap. IV)

Sociolingüística del latín vulgar

Todas las lenguas vivas presentan naturalmente una variación vertical (correspondiente a
la estratificación de la sociedad en clases), y horizontal (correspondiente a las diferencias
geográficas); además de eso, los hablantes se expresan de diferentes maneras de acuerdo al grado
de formalidad de la situación de habla.
El latín, lengua de una sociedad que iba evolucionando y volviéndose cada vez más
compleja, no podía escapar a esa regla: era normal que presentase diferentes sociolectos, ya que la
sociedad romana fue durante mucho tiempo estratificada en patricios, plebeyos y esclavos; y que
presentase desde la época en que fue la lengua del Lazio y de Italia central diferentes variedades
geográficas, ya que tuvo que imponerse a otras lenguas, con estructura algunas veces muy
próxima. Por otro lado, al volverse la sociedad romana cada vez más compleja y articulada, es
fácil imaginar que se diversificarían también las situaciones de uso de la lengua: por ejemplo, un
hombre público del final del período republicano no utilizaría el mismo lenguaje para dar un
discurso en el forum, para escribir una carta a los amigos y familiares y para dirigirse a la
servidumbre.
Un aspecto de la diversificación de la sociedad romana es la aparición de la literatura
latina; durante mucho tiempo, los autores latinos trataron de pautar sus escritos por el ideal de la
urbanitas, evitando formas o expresiones que connotaran arcaísmo o provincianismo, o que
recordasen la educación precaria de las clases subalternas y del campo (rusticitas). De esta variedad
del latín, conocida como latín clásico y bien representada en las obras de autores como Cicerón y
Virgilio, llegaron hasta nosotros un buen número de documentos, gracias al trabajo de los
copistas de la Edad Media; en esa variedad se interesaron estudiosos de todos los tiempos y en
particular los humanistas del Renacimiento; por eso es aún hoy la variedad del latín que las
personas cultas mejor conocen; sin embargo, no se debe olvidar que el latín clásico es apenas una
de las variedades del latín, ligada a la creación de una literatura aristocrática y artificial, que tuvo
su apogeo al final de la República y al inicio del Imperio. Otra era la lengua efectivamente hablada
en el mismo período.
Desde Diez, quedó claro que las lenguas románicas no derivan del latín clásico, sino de las
variedades populares. Así, si el interés por la literatura latina y por los ideales del Humanismo
latino lleva naturalmente al estudio del latín clásico, la observación de las lenguas románicas nos
obliga a indagar acerca de las otras variedades de latín, al mismo tiempo que la semejanza entre
las lenguas románicas deja entrever que en la antigua Romania, en los primeros siglos, debe
haberse hablado una lengua latina relativamente uniforme. A esa variedad, que aparece así como
un “proto-romance”, es decir, como el punto de partida de la formación de las lenguas
románicas, Diez la llamó latín vulgar para oponerla al latín literario.
¿Qué es exactamente el latín vulgar?
La palabra “vulgar” admite tres interpretaciones distintas y suscita tres enfoques acerca
del proto-romance sobre los que conviene detenerse un poco: (i) se puede entender “vulgar” en
el sentido de “corriente”, “banal”, sin connotaciones peyorativas; el latín vulgar aparece entonces
como la lengua que todas las capas de la población romana ( inclusive la aristocracia) hablaron y
escribieron en situaciones informales; (ii) se puede entender la palabra “vulgar” con el sentido
peyorativo de “ordinario”, “bajo” que se acostumbra asociar a vulgo y vulgaridad: el latín vulgar es
entonces la expresión propia de las capas populares más humildes de la sociedad romana; (iii)
finalmente, se puede interpretar “vulgar” en conexión con “vulgarismo”, nombre que aún hoy los
puristas dan a las formas y expresiones que juzgan condenables por sus connotaciones populares,
provincianas o arcaizantes.
26

El primero de estos tres enfoques, aplicado al proto-romance, es ciertamente equivocado.


Existió, es verdad, un latín coloquial hablado por la aristocracia: y los gramáticos y escritores
romanos recomendaron frecuentemente que el lenguaje de la literatura se basara en él; pero esa
era una recomendación de carácter conservador, e inducía a evitar que la lengua literaria se alejara
de su soporte tradicional –la lengua hablada por la aristocracia- no a aproximarla al proto-
romance. Para indicar la expresión coloquial de la aristocracia, tal como aparece por ejemplo en la
correspondencia de Cicerón, los escritores latinos usan algunas veces el término sermo vulgaris, lo
cual sólo agrava la confusión.
En cuanto al segundo sentido de “vulgar”, hay buenos motivos para creer que el proto-
romance fue de hecho una lengua eminentemente popular. Según el más importante romanista
brasileño, el recordado Prof. Teodoro Henrique Maurer Jr., que dedicó a la cuestión un trabajo
de peso (Maurer, 1962), el carácter popular del proto-romance se confirma por varios
argumentos históricos, algunos de los cuales son citados a continuación (a y b); y por algunas
características estructurales que tendrían en todas las lenguas un cuño eminentemente popular (c a
f):
a) Los autores latinos aludieron frecuentemente a la existencia de una variedad de lengua
denominada rusticitas, peregrinitas, sobre la cual hicieron pesar una severa sanción, impidiendo
que sus formas tuvieran acceso a la escritura; teniendo en cuenta el carácter generalmente
conservador y aristocrático de la literatura latina, Maurer concluyó que esas variedades de
lengua son populares. Pero, la gramática y el vocabulario del proto-romance, tales como
resultan de la comparación de las lenguas románicas, presentan precisamente esos elementos
que los escritores latinos discriminaban por su naturaleza popular o rústica: por ejemplo, la
comparación de las lenguas románicas lleva a suponer que en el proto-romance los diptongos
del latín clásico cuya grafía era ae, oe, au se pronunciaban respectivamente [ε], [e] y [o] y que la
h inicial de la grafía clásica no era pronunciada. Hay testimonios de escritores latinos que
indican como vulgarismos la pronunciación [kekilius], [pretor], [edus] por [kaekilius],
[praetor], [haedus]; y la historia romana registra la iniciativa demagógica del político Claudius,
que vivió al final de la República y que, al renunciar a su condición de patricio para ser
candidato al cargo de tribuno de la plebe, se hizo llamar Clodio para que su nombre fuese
“más popular”.
b) En la latinización de la Romania, el elemento plebeyo fue preponderante; sería necesario, aún
a priori, admitir que la lengua llevada a la Romania fue marcadamente popular.
c) La estructura del proto-romance es más simple que la del latín culto: es menor el número de
declinaciones, faltan algunos tipos de numerales, es más reducido el paradigma de
demostrativos e indefinidos, se emplean relativamente pocas negaciones, etc.
d) El proto-romance recurre a la expresión analítica de las funciones y relaciones sintácticas: el
papel de los términos en la oración está expresado por preposiciones en lugar de las
terminaciones casuales; se emplean perífrasis con verbos auxiliares para indicar tiempo y
modo; se crea una pasiva analítica; se generaliza el uso de comparativos y superlativos
analíticos, etc.
e) Se recurre con más frecuencia a formas concretas y expresivas: mayor número de nombres
concretos, de artículos y de pronombres; abundante prefijación y sufijación; hipocorísticos
que sustituyen las formas corrientes; geminación expresiva, etc.
f) El proto-romance ofrece poca resistencia a términos exóticos: así, términos griegos como
parabolé (que dio origen al port. palabra, al esp. palabra), términos celtas como bracae y bertium
(port. bragas y berço) y germánicos como werra (port./esp. guerra) parecen haber sido
incorporados desde temprano al proto-romance, ya que están representados en las principales
lenguas románicas.
Los argumentos de Maurer muestran, en suma, que el proto-romance fue una lengua vulgar
en el sentido de lengua popular, expresión de capas sociales que no tuvieron acceso a la cultura
formal y escrita. No se excluye que esa variedad pudiese ser hablada también por la aristocracia
27

en situaciones extremadamente informales; pero ciertamente no es esa la característica que la


define.
En cuanto a la relación latín vulgar/ vulgarismos, no llega exactamente a representarnos una
lengua: al final, una lengua es mucho más que un catálogo de “errores”; pero es oportuna por
recordarnos que la variedad culta y el latín vulgar (proto-romance) convivieron en un mismo
espacio sociolingüístico, y que sus semejanzas estructurales eran suficientemente grandes para dar
lugar a interferencias que eran vistas como “errores”: solo así los “vulgarismos” podrían ser
encarados como amenaza a la pureza de la lengua literaria.
Para aclarar esas “convivencia”, conviene aclarar otros equívocos:
a) Algunos autores dieron a entender en el pasado que el latín vulgar habría surgido de la
“corrupción” del latín literario, asociando tal vez la decadencia de la literatura latina y la
transformación del latín en las lenguas románicas: la hipótesis es insustentable, porque el latín
vulgar se constituyó al mismo tiempo que el latín clásico, y ya estaba formado, en sus rasgos
esenciales, cuando alcanzó su apogeo. Son pruebas de la antigüedad del latín vulgar:
- la difusión de un gran número de fenómenos vulgares en toda la Romania, que no sería
posible si fueran características tardías del proto-romance;
- la presencia de fenómenos vulgares en fuentes escritas del final de la República;
- la presencia abundante de fenómenos vulgares en autores de la época antigua, por
ejemplo, Plauto;
- el gran número de arcaísmos en la lengua vulgar; como era improbable que estos
arcaísmos dejaran de existir en el latín culto y volvieran enseguida a aparecer en su
“corrupción”, se debe admitir que el latín vulgar ya estaba constituido cuando el latín
literario alcanzó su apogeo, sobreviviendo al lado de éste durante algunos siglos.
b) Las relaciones entre el latín clásico y el vulgar fueron a veces falseadas por la creencia de que
correspondían respectivamente al latín escrito y hablado, y que el latín literario surgió por
imitación del griego. Esta creencia tiene un fondo de verdad; de hecho el latín vulgar aparece
raramente en textos escritos, pero se revela falsa cuando se recuerda que el latín literario fue
una lengua hablada y que tuvo un soporte directo en la expresión coloquial de la aristocracia
romana. En cuanto a la influencia griega en la lengua literaria, fue ciertamente menor a la
influencia ejercida por el griego sobre el latín vulgar.
En suma, la gran diferencia entre las dos variedades del latín no es cronológica (el latín vulgar
no sucede al latín clásico), ni está ligada a la escritura, sino que es social. Las dos variedades
reflejan dos culturas que convivieron en Roma: por un lado la de una sociedad cerrada,
conservadora y aristocrática, cuyo primer núcleo estaría constituido por el patriciado; por otro
lado, la de una clase social abierta a todas las influencias, siempre aumentada por elementos
extranjeros, a partir del núcleo primitivo de la plebe.

Latín vulgar y latín literario en la Alta Edad Media

Otra gran diferencia es que, a lo largo del tiempo, el latín literario aparece como una
lengua extremadamente estable, mientras que el latín vulgar innova constantemente.
Mientras el latín literario permanecía relativamente estable como lengua de la escritura y
como la lengua hablada en las situaciones más formales, el latín vulgar fue derivando hacia
variedades regionales que, al final del primer milenio, ya prefiguraban a las actuales lenguas
románicas. A esas variedades se las acostumbra llamar “romances”. La separación irreversible
entre los dos tipos de cultura que se designa con las expresiones latine loqui y romanice loqui se
resolvió, obviamente, a favor de los romances, que terminaron por asumir todas las funciones
antes reservadas al latín literario, inclusive las ligadas a la escritura; pero, como se puede imaginar,
éste fue un proceso largo, sembrado de influencias recíprocas y de tentativas de cerrar la fosa que
se iba cavando entre ambos.
Un ejemplo de la influencia ejercida por el latín vulgar sobre el literario es el número cada
vez mayor de vulgarismos en la lengua de la literatura. Por otro lado, algunas innovaciones
28

románicas suponen una influencia clásica: es el caso de los llamados “futuros románicos” (cantarei,
cantaré, chanterai, canterò) construidos en base a la perífrasis cantare hayo, con un orden de palabras
típicamente clásico –en base al orden vulgar, sería de esperar hayo cantare). Un ejemplo de
evolución paralela es la síncopa de las sílabas vi, ve en los perfectos débiles (laudasti por laudavisti).
La influencia del latín literario en el romance se hizo sentir sobre todo en el período del
llamado “Renacimiento Carolingio”, cuando, por efecto de un profundo renacimiento de los
estudios latinos, muchas expresiones clásicas pasaron del latín literario al francés, siendo
adoptadas posteriormente por las lenguas románicas del occidente. En cuanto a las interferencias
del vulgar en el latín escrito, éstas fueron cada vez más numerosas a medida que pasaba el tiempo,
en la pluma de escribas que de hecho pensaban en vulgar, desconociendo los modelos clásicos, y
dominaban el latín de forma primaria. El “Renacimiento Carolingio” tuvo un papel muy
importante al mostrar que ese latín tenía muy poco que ver con el verdadero latín literario,
creando condiciones para que los romances comenzasen a ser usados en la escritura.
Como iniciativa de aproximación entre la lengua vulgar y el latín culto, se puede citar la
decisión de la Iglesia, en tiempos de San Jerónimo, de redactar en un latín lo más popular posible
los textos del Nuevo Testamento. Esta iniciativa se remonta al tiempo en que San Jerónimo (siglo
IV d.C), a pedido del papa San Dámaso, se ocupó de la versión de la Biblia conocida como
“Vulgata”. El Antiguo Testamento había sido traducido por San Jerónimo directamente del
hebreo, en un latín literario impecable, sin tener en cuenta las versiones anteriores (conocidas por
el nombre de Itala Vetus), hechas a partir del griego y contaminadas de expresiones y
construcciones populares. Se cuenta que cuando San Jerónimo se preparaba para traducir el
Nuevo Testamento, se le apareció un ángel en sueños, que lo censuraba por ser más ciceroniano
que cristiano (“ciceronianus es, non cristianus”). Según la tradición, ese fue el motivo por el cual
el texto del Nuevo Testamento fue imitado directamente de la Itala Vetus, presentando un
lenguaje de carácter mucho más popular. Evidentemente, esa tradición refleja una orientación de
la Iglesia en el sentido de aproximar su lenguaje al del pueblo; es la misma orientación que se
resume en esta frase de otro gran escritor cristiano, muy atento a las cuestiones de lengua, San
Agustín:

melius est reprehendant nos grammatici quam non intelligant populi


[antes ser reprendidos por los gramáticos que no ser comprendidos por el pueblo]

Para tener una idea de la (relativa) estabilidad del latín literario en contraposición con la
movilidad del romance , vale la pena comparar esa actitud de la Iglesia del siglo IV con la decisión
que la misma Iglesia hizo valer cinco siglos más tarde, a partir del Concilio de Tours (813),
ordenando que los obispos y diáconos trataran de traducir sus sermones al vulgar para que los
fieles pudieran comprenderlos.

ut easdem homilias quisque aperte transferre studeat in rusticam romanam linguam aut
thiotiscam, quo facilius cuncti possint intellegere quae dicuntur
[que cada uno se aplique a traducir claramente las mismas homilías a la lengua romana rústica o a
la germánica, a fin de que todos puedan comprender más fácilmente lo que se dice]

La decisión del Concilio de Tours tiene objetivos semejantes a los de San Jerónimo y San
Agustín: representa una iniciativa de la Iglesia para adaptarse a la lengua hablada, para ser
comprendida por el pueblo; pero sirve al mismo tiempo como reconocimiento de que entre la
lengua hablada y el latín de los textos que servían de base a las homilías, se había cavado un foso
imposible de traspasar. Con esta segunda iniciativa de la Iglesia, se consagra un importante
avance de los romances en dirección a la plenitud de usos lingüísticos.
29

Variedades de latín y lenguas románicas

A título de resumen, será útil visualizar en un cuadro la cronología de las principales


variedades de latín escrito y hablado, y sus relaciones con las lenguas románicas:

lat. clásico + latín medieval


V d.C XVI

escrito

culto

hablado sermo
lat. arc.(sólo hablado) urbanus
VI a.C III a.C + VII d.C

latín popular proto-romance lenguas


+ + románicas

VII d.C VIII – XV d.C

PAUTAS DE LECTURA
El latín vulgar y el latín literario en el primer milenio (Ilari,R).
 Busque determinar qué elementos mantiene y cuáles agrega Ilari al trabajo de Maurer sobre latín clásico y
latín vulgar.
30

LA ANTIGUA RETÓRICA
Tomado de Barthes, R. (1982) Investigaciones retóricas I. La antigua retórica. Barcelona: Ed. Bs. As.

0.1. Las prácticas retóricas

La Retórica, tema que se tratará aquí, es ese metalenguaje (cuyo lenguaje-objeto fue el
"discurso") que reinó en Occidente desde el siglo V a.C. al siglo XIX d.C. No nos ocuparemos
de experiencias más lejanas (India, Islam) y en lo concerniente al Occidente mismo, nos
atendremos a Atenas, Roma y Francia. Este metalenguaje (discurso sobre el discurso) ha
comprendido varias prácticas, que se han dado simultánea o sucesivamente, según las épocas, en
la "Retórica":
1. Una técnica, es decir, un "arte", en el sentido clásico del término: arte de la persuasión,
conjunto de reglas, de recetas cuya aplicación permite convencer al oyente del discurso (y
más tarde al lector de la obra), incluso si aquello de que hay que persuadirlo es "falso".
2. Una enseñanza: el arte retórico, primero transmitido por vía personal (un retórico y sus
discípulos, sus clientes), se insertó rápidamente en las instituciones de enseñanza; en los
colegios formó lo esencial de lo que hoy se llamaría el segundo ciclo secundario y la
enseñanza superior; y se transformó en materia de examen (ejercicios, lecciones, pruebas).
3. Una ciencia o, en todo caso, una protociencia, es decir:
a) un campo de observación autónomo que delimita ciertos fenómenos
homogéneos, a saber, los "efectos" del lenguaje;
b) una clasificación de estos fenómenos (cuyo rastro más conocido es la lista de las
"figuras" de la retórica);
c) una "operación" en el sentido hjelmsleviano, es decir un metalenguaje, conjunto
de tratados de retórica cuya materia -o significado- es un lenguaje-objeto (el
lenguaje argumentativo y el lenguaje "figurado").
4. Una moral: siendo un sistema de "reglas" la retórica está impregnada de la ambigüedad de
la palabra: es a la vez un manual de recetas, animadas por una finalidad práctica y un
Código, un cuerpo de prescripciones morales cuyo rol fin es vigilar (es decir, permitir y
limitar) los "desvíos" del lenguaje pasional.
5. Una práctica social: la Retórica es esa técnica privilegiada (dado que hay que pagar para
adquirirla) que permite a las clases dirigentes asegurarse la propiedad de la palabra. Puesto
que el lenguaje es un poder se han dictado reglas selectivas de acceso a ese poder
constituyéndolo en una pseudociencia, cerrada a "los que no saben hablar", tributaria de
una iniciación costosa: nacida hace 2500 años de un proceso a la propiedad, la retórica se
agota y muere en la clase de "retórica", consagración iniciática de la cultura burguesa.
6. Una práctica lúdica. Puesto que todas estas prácticas constituyen un formidable sistema
institucional ("represivo", como se dice ahora), era normal que se desarrollara una burla
de la retórica, una retórica "negra" (sospechas, desprecio, ironías): juegos, parodias,
alusiones eróticas u obscenas29, bromas escolares, toda una práctica de colegiales (que
todavía queda por explorar y constituir como código cultural).

29 Numerosos chistes obscenos sobre casus y conjunctio (en verdad términos de gramática), de los que puede
dar una idea esta metáfora progresiva tomada de las Mil y Una Noches: "Él empleó la preposición con la
construcción exacta y reunió la proposición subordinada a la conjunción, pero su esposa cayó como la
terminación nominal ante el genitivo". Con más nobleza, Alain de Lille explica que la humanidad comete
barbarismos en la unión de los sexos, metaplasmas (licencias) que infringen las reglas de Venus; el hombre cae
en anastrofias (inversiones de construcción); en su locura, llega hasta la tmesis (Curtius, p. 512-513) también
Calderón comentando la situación de una dama vigilada mientras va a ver a su galán dice: "Es un gran
barbarismo de amor ir a ver y ser vista pues, como mal gramático, termina haciendo una persona pasiva de la
persona activa". Sabemos en qué sentido anatómico P. Klossovski retomó los términos de la escolástica
(utrumsit, sed contra, vacuum, quidest: "el quidest de la Inspectora"). Es obvio que la connivencia entre la
gramática (la retórica o la escolástica) y la erótica no es sólo "graciosa"; sino que demarca con precisión y
gravedad un lugar de transgresión donde se suprimen dos tabúes: el del lenguaje y el del sexo.
31

0.2. El imperio de la retórica

Todas estas prácticas prueban la amplitud del fenómeno retórico -fenómeno que sin embargo
no ha dado lugar a ninguna síntesis importante, a ninguna interpretación histórica. Quizá se debe
a que la Retórica (además del tabú que pesa sobre el lenguaje), verdadero imperio, más vasto y
más tenaz que cualquier imperio político, pos sus dimensiones, por su duración, desborda los
marcos de la ciencia y de la reflexión históricas al punto de cuestionar la historia misma, al menos
tal como solemos imaginárnosla, a manejarla, y de obligarnos a concebir lo que se ha podido
llamar en otro lado una historia monumental; el desprecio científico dirigido a la retórica
participaría entonces de ese rechazo general a reconocer la multiplicidad, la sobredeterminación.
Pensemos, sin embargo, que la Retórica -cualesquiera hayan sido las variaciones internas del
sistema- reinó en Occidente durante dos milenios y medio, de Gorgias a Napoleón III; pensemos
en todo lo que, inmutable, impasible y como inmortal, ha visto nacer, pasar, desaparecer, sin
conmoverse ni alterarse: la democracia ateniense, las dinastías egipcias, la República romana, el
Imperio romano, las grandes invasiones, el feudalismo, el Renacimiento, le llevó tres siglos morir
y aún no es seguro que esté muerta. La Retórica da acceso a lo que bien hay que llamar una
sobrecivilización: la de Occidente, histórica y geográfica: ha sido la única práctica (con la
gramática nacida después de ella) a través de la cual nuestra sociedad ha reconocido el lenguaje,
su soberanía (Kurosis, como dice Gorgias), que era también socialmente una "señoría" la
clasificación que le impuso es el único rasgo verdaderamente común de conjuntos históricos
sucesivos y diversos, como si existiera, superior a las ideologías de contenidos y a las
determinaciones directas de la historia, una ideología de la forma, como si -principio presentido
por Durkheim y Mauss y afirmado por Lévi-Strauss- existiera para cada sociedad una identidad
taxinómica, una socio-lógica, en cuyo nombre es posible definir otra historia, otra sociedad, sin
deshacer las que son reconocidas en otros niveles.

0.3. El viaje y el resultado

Este vasto territorio será explorado (en el sentido laxo y apresurado del término) aquí en dos
direcciones: una dirección diacrónica y una dirección sistemática. Por cierto no reconstruiremos
una historia de la Retórica; nos contentaremos con aislar algunos momentos significativos,
recorreremos los dos mil años de la Retórica deteniéndonos en algunas etapas que serán como las
"jornadas" de nuestro viaje (estas "jornadas" podrán ser de duración muy desigual). En total
habrá, en esta larga diacronía, siete momentos, siete "jornadas", cuyo valor será esencialmente
didáctico. Luego reuniremos las clasificaciones de los retóricos para formar una red única, suerte
de artefacto que nos permitirá imaginar el arte retórico como una máquina sutilmente armada, un
árbol de operaciones, un "programa" destinado a producir el discurso.

A. EL VIAJE

A.1. NACIMIENTO DE LA RETÓRICA

A.1.1. Retórica y propiedad

La Retórica (como metalenguaje) nació de procesos a la propiedad. Hacia el año 485 a.C. dos
tiranos sicilianos, Gelon y Hieron decretaron deportaciones, traslados de población y
expropiaciones para poblar Siracusa y adjudicar lotes a los mercenarios; cuando fueron
destituidos por un levantamiento democrático y se quiso volver al ante quo, hubo innumerables
procesos pues los derechos de propiedad estaban confusos. Estos procesos eran de un tipo
nuevo: movilizaban grandes jurados populares ante los cuales, para convencer, había que ser
"elocuente". Esta elocuencia, que participaba a la vez de la democracia y de la demagogia, de lo
judicial y de lo político (lo que luego se llamó lo deliberativo), se constituyó rápidamente en objeto
32

de enseñanza. Los primeros profesores de esta nueva disciplina fueron Empédocles de Agrigento,
Corax, su discípulo de Siracusa (el primero que se hizo pagar las lecciones) y Tisias. Esta
enseñanza pasó no menos rápidamente al Ática (después de las guerras médicas) gracias a los
reclamos de los comerciantes que pleiteaban tanto en Siracusa como en Atenas: la Retórica es ya,
en parte, ateniense desde la mitad del siglo V.

A.1.2. Una gran sintagmática

¿Qué es esta protorretórica, esta retórica coraciana? Una retórica del sintagma, del discurso y
no del tropo, de la figura. Corax enuncia ya las cinco grandes partes de la oratio que formarán
durante siglos el "plan" del discurso oratorio:
1- el exordio,
2- la narración o acción (relato de los hechos),
3- la argumentación o prueba,
4- la digresión,
5- el epílogo.
Es fácil comprobar que al pasar del discurso judicial a la disertación escolar, este plan conservó su
organización principal: una introducción, un cuerpo demostrativo, una conclusión. Esta primera
retórica es, en suma, una gran sintagmática.
A.1.3. La palabra simulada

Es sabroso comprobar que el arte de la palabra está ligado originariamente a una


reivindicación de la propiedad, como si el lenguaje, en tanto objeto de una transformación,
condición de una práctica, se hubiera determinado, no a partir de una sutil mediación ideológica
(como ha podido suceder con tantas formas de arte), sino a partir de una socialidad más desnuda,
afirmada en su brutalidad fundamental, la de la posesión territorial: nosotros hemos comenzado a
reflexionar sobre el lenguaje para defender nuestra propiedad. Es en el nivel del conflicto social
donde nació un primer esbozo teórico de la palabra simulada (diferente de la palabra ficticia, la de
los poetas: la poesía era entonces la única literatura, la prosa sólo accedió más tarde a este status).

A.2. GORGIAS O LA PROSA COMO LITERATURA

Gorgias de Leontium (hoy Lentini, al norte de Siracusa) llegó a Atenas en el año 427, fue
maestro de Tucídides y el interlocutor sofista de Sócrates en el Gorgias.

A.2.1. Codificación de la prosa

El rol de Gorgias (para nosotros) es el de haber hecho ingresar a la prosa en el código


retórico acreditándola como discurso elevado, objeto estético, "lenguaje soberano", antepasado
de la "literatura". ¿Cómo? Los Elogios fúnebres (trenos), compuestos primero en verso, pasan a
la prosa y son confiados a los hombres de estado; son, si no escritos, al menos aprendidos, es
decir, de una cierta manera, fijados; así nace un tercer género (luego del judicial y el deliberativo),
el epidíctico; es el advenimiento de una prosa decorativa, de una prosa-espectáculo. En este pasaje
del verso a la prosa, el metro y la música se pierden. Gorgias quiere reemplazarlos por un código
inmanente a la prosa (aunque tomado de la poesía): palabras de una misma consonancia, simetría
de las frases, refuerzo de las antítesis mediante asonancias, metáforas, aliteraciones.

A.2.2. Advenimiento de la elocutio

¿Por qué Gorgias constituye una etapa de nuestro viaje? En el arte retórico pleno (el de
Quintiliano, por ejemplo) hay grosso modo dos polos: un polo sintagmático: es el orden de las
partes del discurso, la taxis o dispositio; y un polo paradigmático: son las "figuras" de la retórica, la
33

lexis o elocutio. Vimos que Corax había lanzado una retórica puramente sintagmática. Gorgias, al
exigir que se trabajen las "figuras", le confiere una perspectiva paradigmática: abre la prosa a la
retórica y la retórica a la "estilística".

A.3. PLATÓN

Los diálogos de Platón que versan directamente sobre Retórica son: el Gorgias y el Fedro.

A.3.1. Las dos retóricas

Platón estudia dos retóricas, una mala y la otra buena.


I- La retórica de hecho está constituida por la logografía, actividad que consiste en escribir
cualquier discurso (ya no se trata sólo de la retórica judicial; la totalización de la
noción es importante); su objeto es la verosimilitud, la ilusión; es la retórica de los
retóricos, de las escuelas, de Gorgias, de los Sofistas.
II- La retórica de derecho es la verdadera retórica, la retórica filosófica o también la
dialéctica; su objeto es la verdad; Platón la llama una psicagogia (formación de las almas
por la palabra). La oposición es la buena y la mala retórica, de la retórica platónica y la
retórica sofística, forma parte de un paradigma más amplio: por un lado las lisonjas,
los oficios serviles, las falsificaciones; por el otro, el rechazo de toda complacencia, la
rudeza; de un lado las empiries y las rutinas, del otro, las artes; las industrias del placer
son una falsificación despreciable de las artes del Bien: la retórica es la falsificación de
la Justicia, la sofística de la legislación, la cocina de la medicina, los afeites de la
gimnasia: la retórica (la de los logógrafos, retóricos, sofistas) no es, pues, un arte.

A.3.2. La retórica erotizada

La verdadera retórica es una psicagogía; exige un saber total, desinteresado, general (esto será
un topos en Cicerón y Quintiliano, pero la noción perderá fuerza: lo que se pedirá al orador es una
buena "cultura general"). Este saber "sinóptico" tiene por objeto la correspondencia o la
interacción que une las distintas especies de almas con las distintas especies de discursos. La
retórica platónica descarta lo escrito y busca la interlocución personal, la adhominatio; el modo
fundamental del discurso es el diálogo entre el maestro y el discípulo, unidos por un amor
elevado. Pensar en común, tal podría ser la divisa de la dialéctica. La retórica es un diálogo de amor.

A.3.3. La división, la marca

Los dialécticos (los que viven esta dialéctica erotizada) recorren dos caminos solidarios: por
una parte, un movimiento de conjunción, de ascenso hacia un término incondicional (Sócrates,
criticando a Isias, en el Fedro, define el amor en su unidad total); por otra parte, un movimiento
de descenso, una división de la unidad según sus articulaciones naturales, según sus especies,
hasta alcanzar la especie indivisible. Este "descenso" procede en escalera: en cada etapa, en cada
escalón, se dispone de dos términos; hay que elegir uno de los dos para reiniciar el descenso y
acceder a un nuevo par, de donde se partirá nuevamente; tal es la definición progresiva del
sofista.

caza de animales terrestres


salvajes domesticados (por el hombre)
a mano armada por persuasión
en público en privado
por regalos por lucro
por la subsistencia: por el dinero:
Aduladores Sofistas
34

La retórica divisional -que se opone a la retórica silogística de Aristóteles- se parece mucho a un


programa cibernético, digital: cada elección determina la alternativa siguiente; o también a la
estructura paradigmática del lenguaje cuyos pares incluyen un término marcado y un término no
marcado; acá el término marcado reinicia el juego alternativo. ¿Pero de dónde proviene la marca?
Aquí es donde encontramos nuevamente la retórica erotizada de Platón: en el diálogo platónico,
la marca es asegurada por una concesión del que responde (el alumno). La retórica de Platón implica dos
interlocutores y uno que concede: ésta es la condición del movimiento. Por eso todas esas
partículas de acuerdo que encontramos en los diálogos de Platón y que a menudo nos hacen
sonreír (cuando no nos fastidian) por su simpleza y por su chatura aparentes, son en realidad
"marcas" estructurales, actos retóricos.

A.4. LA RETÓRICA ARISTOTÉLICA

A.4.1. Retórica y poética

¿Acaso toda la retórica (si exceptuamos a Platón) no es aristotélica? Sí, sin duda; todos los
elementos didácticos que alimentan los manuales clásicos provienen de Aristóteles. Pero un
sistema no se define sólo por sus elementos, sino también, y sobre todo, por la oposición en que
se encuentra inserto. Aristóteles escribió dos tratados que conciernen a los fenómenos del
discurso, pero esos dos tratados son diferentes: la Tejné retoriké trata de un arte de la comunicación
cotidiana, del discurso en público; la Tejné poietiké trata de un arte de la evocación imaginaria; en el
primer caso, se trata de regular la progresión del discurso de idea en idea; en el segundo caso, la
progresión de la obra de imagen en imagen: son, para Aristóteles, dos rumbos específicos, dos
"tejnai" autónomas; y es la oposición de estos dos sistemas, uno retórico, el otro poético, lo que
de hecho define a la retórica aristotélica. Todos los autores que reconozcan esta oposición
podrán ser alineados en la retórica aristotélica; ésta desaparecerá cuando se neutralice la
oposición, cuando Retórica y Poética se fusionen, cuando la Retórica se transforme en una tejné
poética (de "creación"): esto sucede aproximadamente en la época de Augusto (con Ovidio y
Horacio) y un poco después (Plutarco y Tácito) aunque Quintiliano practique aún una retórica
aristotélica. La fusión de la Retórica y la Poética es consagrada por el vocabulario de la Edad
Media, en que las artes poéticas son artes retóricas y donde los grandes retóricos son poetas. Esta
fusión es capital porque está en el origen mismo de la idea de literatura: la retórica aristotélica
pone el acento sobre el razonamiento; la elocutio (o departamento de las figuras) es sólo una parte
de aquél (menor en Aristóteles mismo); más tarde se da lo contrario: la retórica se identifica con
los problemas, no de "prueba", sino de composición y de estilo: la literatura (acto total de la
escritura) se define por el escribir bien. Debemos, pues, erigir en etapa de nuestro viaje, bajo el
nombre general de retórica aristotélica, a las retóricas anteriores a la totalización poética. De esta
retórica aristotélica, Aristóteles mismo nos dará la teoría, Cicerón la práctica, Quintiliano la
pedagogía y Dionisio de Halicarnaso, Plutarco y el autor anónimo del Tratado Sobre lo Sublime nos
darán la transformación (por generalización).

A.4.2. La Retórica de Aristóteles

Aristóteles define la Retórica como "el arte de extraer de todo su tema el grado de persuasión
que encierra" o como "la facultad de descubrir especulativamente lo que en cada caso puede ser
propio para persuadir". Lo que es, quizás, más importante que estas definiciones, es el hecho de
que la retórica sea una tejné (no una empirie), es decir, el medio de producir una de esas cosas que pueden
indiferentemente ser o no ser y cuyo origen está en el agente creador, no en el objeto creado: no hay
tejné de las cosas naturales o necesarias: por lo tanto el discurso no forma parte ni de unas ni de
otras. Aristóteles concibe el discurso (la oratio) como un mensaje y lo somete a una división de
tipo informático. El Libro I de la Retórica es el libro del emisor del mensaje, el libro del orador: allí
se estudia principalmente la concepción de los argumentos en tanto dependen del orador, de su
35

adaptación al público, y esto según los tres géneros reconocidos del discurso (judicial,
deliberativo, epidíctico). El Libro II es el libro del receptor del mensaje, el libro del público: allí se
estudian las emociones (las pasiones) y de nuevo los argumentos, pero esta vez en tanto son
recibidos (y no, como antes, concebidos). El Libro III es el libro del mensaje mismo: allí se estudia la
lexis o elocutio, es decir, las "figuras" y la taxis o dispositio, es decir, el orden de las partes del
discurso.

A.4.3. Lo verosímil

La Retórica de Aristóteles es sobre todo una retórica de la prueba, del razonamiento, del
silogismo aproximativo (entimena); es una lógica voluntariamente degradada, adaptada al nivel del
"público", es decir, del sentido común, de la opinión corriente. Extendida a las producciones
literarias (lo que no era su campo específico originariamente), implicaría una estética del público,
más que una estética de la obra. Es por esto que, mutatis mutandis y guardando todas las
proporciones (históricas), esta retórica convendría a los productos de nuestra cultura llamada de
masas, donde reina lo "verosímil" aristotélico, es decir, "lo que el público cree posible". Cuántos
films, folletines, reportajes comerciales podrían adoptar como divisa la regla aristotélica: "Más vale
un verosímil imposible que un posible inverosímil": más vale contar lo que el público cree posible, incluso
si es imposible científicamente, que contar lo que es posible realmente, si este posible es
rechazado por la censura colectiva de la opinión corriente. Es evidentemente tentador establecer una
relación entre esta retórica de masas y la política de Aristóteles; era, como sabemos, una política
del justo medio, favorable a una democracia equilibrada, centrada sobre la clase media y destinada
a reducir los antagonismos entre ricos y pobres, entre la minoría y la mayoría; de allí que sostenga
una retórica del buen sentido, voluntariamente sometida a la "psicología" del público.

A.4.4. Las Rethorica de Cicerón

En el siglo II a.C. los retóricos griegos afluyen a Roma: se fundan escuelas de retórica que
funcionan por niveles de edad; en ellas se practican dos ejercicios: las suasoriae, especies de
disertaciones "persuasivas" (sobre todo en el género deliberativo) para los niños, y las controversias
(género judicial) para los de más edad. El tratado latino más antiguo es la Retórica a Herennio,
atribuida a veces a Cornificio y otras a Cicerón: es lo que hizo la Edad Media que no cesó de
copiar este manual, que pasó de ser fundamental para el arte de escribir, con el De inventione de
Cicerón. Cicerón es un orador que habla del arte oratorio; de allí proviene una cierta
pragmatización de la teoría aristotélica (y, por lo tanto, nada realmente nuevo respecto de esta
teoría). Las Retórica de Cicerón comprenden:
1- La Retórica a Herennio (suponiendo que le pertenezca) que es una suerte de resumen de la
retórica aristotélica; la clasificación de las "quaestiones" reemplaza sin embargo y supera
en importancia a la teoría del entimema: la retórica se profesionaliza. Vemos aparecer aquí
la teoría de los tres estilos (simple, sublime y medio).
2- De inventione oratoria: es una obra (incompleta) de su juventud, puramente judicial,
consagrada sobre todo al epiquerema, silogismo desarrollado en el que una premisa o las
dos son seguidas por sus pruebas: es el "buen argumento".
3- De oratore, obra muy cotizada hasta el siglo XIX ("una obra maestra del buen sentido", "de
una razón recta y sana", "de pensamiento generoso y alto", "el más original de los
tratados de retórica"): como si se acordara de Platón, Cicerón moraliza la Retórica y
reacciona contra la enseñanza de las escuelas: es la reivindicación del hombre de bien
contra la especialización; la obra tiene forma de diálogo (Craso, Antonio, Mucio Scavola,
Rufo, Cotta); define al orador (que debe poseer una cultura general) y pasa revista a las
partes tradicionales de la Retórica (la Inventio, la Dispositio, la Elocutio).
4- Bruto, historia del arte oratorio en Roma.
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5- Orator, retrato ideal del Orador; la segunda parte es más didáctica (será extensamente
comentada por Petrus Ramus): allí encontramos precisada la teoría del "número"
oratorio, retomada por Quintiliano.
6- Los Tópicos, es un resumen, hecho de memoria, en ocho días, en el barco que llevaba a
Cicerón a Grecia después de la toma del poder por Marco Antonio, de los Tópicos de
Aristóteles; lo más interesante, para nosotros, es la trama estructural de la quaestio (cf. infra
B.1.25).
7- Las Particiones, este pequeño manual hecho en forma de preguntas y respuestas, como un
diálogo entre Cicerón padre y Cicerón hijo, es el más seco, el menos moral de los tratados
de Cicerón (y en consecuencia, el que prefiero): es una retórica elemental completa, una
suerte de catecismo que ofrece la ventaja de dar en toda su extensión la clasificación
retórica (es el sentido de partitio: recorte sistemático).

A.4.5. La retórica ciceroniana

Podemos señalar en la retórica ciceroniana los siguientes caracteres:


a) el miedo al "sistema"; Cicerón debe todo a Aristóteles, pero lo desintelectualiza, quiere
impregnar la especulación de "buen gusto", de "naturalidad"; el punto culminante de esta
desestructuración será alcanzado en la Rethorica sacra de San Agustín (libro IV de la
Doctrina cristiana): nada de reglas para la elocuencia, que es sin embargo necesaria al
orador cristiano; sólo hace falta ser claro (es una caridad), atenerse a la verdad más que a
las palabras, etc.; este pseudonaturalismo retórico reina aún en las concepciones escolares
del estilo;
b) la nacionalización de la retórica: Cicerón trata de romanizarla (éste es el sentido de
Brutus), aparece la "romanidad";
c) el pacto mítico del empirismo profesional (Cicerón es un abogado entregado a la vida
política) y la apelación a la gran cultura; este pacto está llamado a alcanzar una inmensa
fortuna: la cultura se transforma en decorado de la política;
d) la exaltación del estilo: la retórica ciceroniana anuncia un desarrollo de la elocutio.

A.4.6. La obra de Quintiliano

Se experimenta un cierto placer leyendo a Quintiliano; es un buen profesor, poco rebuscado,


no demasiado moralizador; era un espíritu a la vez clasificador y sensible (conjunción que siempre
produce estupefacción); se le podría conceder el epitafio con que Teste soñaba para sí mismo:
Transiit classificando. Fue un retórico oficial, pagado por el Estado; su renombre fue muy grande en
vida, sufrió un eclipse a su muerte, pero brilló de nuevo a partir del siglo IV: Lutero lo prefiere a
todos; Erasmo, Bayle, La Fontaine, Racine, Rollin lo levantan muy alto. El De institutione oratoria
traza en XII libros la educación del orador desde su infancia; es un plan completo de formación
pedagógica (éste es el sentido de institutio); el libro I versa sobre la primera educación (relación
con el gramático, luego con el retórico); el libro II define la retórica, su utilidad; los libros III a
VII analizan la Inventio y la Dispositio; los libros VIII a X, la Elocutio (el libro X da consejos
prácticos para "escribir"); el libro XI estudia las partes menores de la retórica: la Acción
(ejecución del discurso) y la Memoria; el libro XII enuncia las cualidades morales requeridas al
orador y plantea la exigencia de una cultura general.

A.4.7. La escolaridad retórica

La educación consta de tres fases (hoy diríamos tres ciclos):


1- el aprendizaje de la lengua: que las nodrizas (Crisipo quería que tuvieran una formación
filosófica), los esclavos y los pedagogos no tuvieran ningún defecto de lenguaje; que los
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padres fueran lo más instruidos posible; había que comenzar por el griego, aprender
entonces a leer y escribir; no golpear a los alumnos;
2- con el grammaticus (el sentido es más amplio que el de nuestro término "gramática"; es, si
se quiere, el profesor de gramática); el niño lo frecuenta a la edad de 7 años, sin duda;
escucha clases sobre poesía y lee en voz alta (lectio); escribe redacciones (contar fábulas,
parafrasear poesías, desarrollar máximas), recibe lecciones de un actor (recitado);
3- en el rhetor; hay que comenzar con la retórica desde temprano, sin duda hacia los 14 años,
en la pubertad; el maestro debe actuar sin cesar a través de ejemplos (pero los alumnos no
deben ponerse de pie y aplaudir); los dos ejercicios principales son:
a) las narraciones, resúmenes y análisis de argumentos narrativos, de acontecimientos
históricos, panegíricos elementales, paralelos, desarrollos de lugares comunes
(tesis), discursos sobre un modelo (preformata materia);
b) las declamaciones, o discursos sobre casos hipotéticos; es, si se quiere, el ejercicio de
lo racional ficticio (de modo que la declamatio está muy cerca ya de la obra). Vemos
hasta qué punto esta pedagogía fuerza la palabra: se la cerca desde todos los
ángulos, se la expulsa fuera del cuerpo del alumno como si hubiera una inhibición
natural para hablar y se necesitara toda una técnica, toda una educación para llegar
a salir del silencio y como si esta palabra finalmente aprendida, finalmente
conquistada, constituyera una buena relación "objetal" con el mundo, un buen
dominio del mundo y de los otros.

A.4.8. Escribir

Al estudiar los tropos y las figuras (ligros VIII a X), Quintiliano funda una primera teoría del
"escribir". El libro X está dirigido al que quiere escribir. ¿Cómo conseguir la "facilidad bien
fundamentada" (firma facilitas), es decir, cómo vencer la esterilidad natural, el terror a la página en
blanco (facilitas) y cómo, sin embargo, decir algo, no dejarse llevar por la charla, la palabrería, la
logorrea (firma)? Quintiliano esboza una propedéutica del escritor: hay que leer y escribir mucho,
imitar modelos (hacer reproducciones), corregir enormemente, pero después de haber dejado
"descansar" al trabajo y saber terminar. Quintiliano hace notar que la mano es lenta, el
"pensamiento" y la escritura tienen dos velocidades diferentes (es un problema surrealista: ¿cómo
obtener una escritura tan rápida... como ella misma?); pero la lentitud de la mano es beneficiosa:
no hay que dictar, la escritura debe mantenerse ligada, no a la voz, sino a la mano, al músculo:
instalarse en la lentitud de la mano: nada de borradores rápidos.

A.4.9. La retórica generalizada

Última aventura de la retórica aristotélica: su dilución por sincretismo: la Retórica deja de


oponerse a la Poética, en provecho de una noción trascendente, que hoy llamaríamos "literatura";
ya no sólo se ha erigido en objeto de enseñanza sino que se ha transformado en un arte (en el
sentido moderno); de ahora en más es a la vez teoría de escribir y tesoro de las formas literarias.
Podemos captar esta translación en cinco puntos:
1- Ovidio, citado a menudo en el Medioevo por haber postulado la relación de la poesía con
el arte oratorio; este acercamiento también es afirmado por Horacio en su Arte Poético
cuyo tema es a menudo retórico (teoría de los estilos);
2- Dionisio de Halicarnaso, griego, contemporáneo de Augusto, en su De compositione
verborum abandona el elemento importante de la retórica aristotélica (la entimemática) para
ocuparse solamente de un valor nuevo: el movimiento de las frases; así surge una noción
autónoma del estilo: el estilo ya no está fundado sobre la lógica (el sujeto antes del
predicado, la substancia antes del accidente), sino que el orden de las palabras es variable,
guiado sólo por valores de ritmo;
38

3- encontramos en las Moralia de Plutarco un opúsculo "Quomodo adulescens poetas audire


debeat" (cómo hacer leer los poetas a los jóvenes) que moraliza a fondo la estética literaria;
como platónico, Plutarco intenta levantar la condena que Platón lanzó contra los poetas;
¿cómo? precisamente asimilando Poética y Retórica; la retórica es la vía que permite
"desprender" la acción imitada (a menudo reprensible) del arte que la imita (a menudo
admirable); a partir del momento en que se puede leer a los poetas estéticamente, es
posible leerlos moralmente;
4- Sobre lo sublime (Peri Hypsous) es un tratado anónimo del siglo I d.C. (falsamente atribuido a
Longin y traducido por Boileau): es una suerte de Retórica "trascendental"; la sublimitas es
en suma la "altura" del estilo; es el estilo mismo (en la expresión "tener estilo"); es la
literatulidad, defendida en un tono acalorado, inspirado: el mito de la "creatividad"
comienza a apuntar;
5- en el Diálogo de los oradores (cuya autenticidad es a veces discutida), Tácito politiza las
causas de la decadencia de la elocuencia; estas causas no son el "mal gusto" de la época,
sino la tiranía de Domiciano que impone silencio al Foro y deporta hacia un arte
descomprometido, la poesía; pero por ello mismo la elocuencia emigra hacia la
"Literatura", la penetra y la constituye (eloquentia llega a significar literatura).

A.5. LA NEO-RETÓRICA

A.5.1. Una estética literaria

Se llama neo-retórica o segunda sofística a la estética literaria (Retórica, Poética y Crítica) que reinó
en el mundo greco-romano unificado, desde el siglo II al IV d.C. Es un período de paz, de
comercio, de intercambios, favorable a las sociedades ociosas, sobre todo en el Oriente Medio. La
neo-retórica fue verdaderamente ecuménica: las mismas figuras fueron aprendidas por San
Agustín en África latina, por el pagano Libanio, por San Gregorio de Nacianzo de Grecia
oriental. Este imperio literario se edifica bajo una doble referencia:
1) la sofística: los oradores del Asia Menor, sin compromisos políticos, quieren retomar el
nombre de sofistas, a los que creen imitar (Gorgias), sin ninguna connotación peyorativa;
estos oradores de pura pompa gozan de una gran reputación;
2) la retórica: engloba todo, ya no entra en contradicción con ninguna noción vecina,
aobsorbe toda palabra; ya no es una tejné (especial) sino una cultura general y aún más: una
educación nacional (a nivel de las escuelas del Asia Menor); el sophistès es un director de
escuela, nombrado por el emperador o por una ciudad; el maestro subordinado a él es el
rethor. En esta institución colectiva no hallamos nombres que citar; es un enjambre de
autores, un movimiento conocido sólo por la Vida de los Sofistas de Filostrato. ¿En qué
consiste esta educación de la palabra? una vez más tenemos que distinguir la retórica
sintagmática (partes) de la retórica paradigmática (figuras).

A.5.2. La declamatio, la ekfrasis

En el plano sintagmático hay un ejercicio preponderante: la declamatio (meleté); es una


improvisación reglada sobre un tema; por ejemplo: Jenofonte se niega a sobrevivir a Sócrates, los
cretenses sostienen que ellos poseen la tumba de Zeus, el hombre enamorado de una estatua, etc.
La improvisación relega a segundo plano el orden de las partes (dispositio); puesto que el discurso
carece de un fin persuasivo y es puramente ostentativo se desestructura, se atomiza en una serie
suelta de fragmentos brillantes, yuxtapuestos según un modelo rapsódico. El principal de estos
fragmentos (gozaba de una muy alta tasa) era la descriptio o ekfrasis. La ekfrasis es un fragmento
antológico, transferible de un discurso a otro: es una descirpción reglada de lugares, de personajes
(origen de los topoi de la Edad Media). Así aparece una nueva unidad sintagmática, el fragmento
menos extenso que las partes tradicionales del discurso y mayor que el período de esta unidad
39

(paisaje retrato) abandona el discurso oratorio (jurídico, político) y se integra fácilmente a la


narración, en el continuo novelesco: una vez más la retórica "muerde" en lo literario.

A.5.3. Aticismo / asianismo

En el plano paradigmático, la neorretórica consagra la exaltación del "estilo"; valoriza a fondo


los siguientes ornamentos; el arcaismo, la metáfora recargada, la antítesis, la cláusula rítmica. Este
barroquismo despertó su contrapartida y se desató una lucha entre dos escuelas:
1) el aticismo, defendido principalmente por gramáticos, guardianes del vocabulario puro
(moral castradora de la pureza que existe todavía hoy);
2) el asianismo corresponde, en Asia Menor, al desarrollo de un estilo exuberante hasta lo
exótico, fundado, como el manierismo, en el efecto de sorpresa; las "figuras" juegan aquí
un rol esencial. El asianismo ha sido evidentemente condenado (y sigue siéndolo por toda
la estética clásica heredera del aticismo).30

A.6. EL TRIVIUM

A.6.1. Estructura agonística de la enseñanza

En la Antigüedad, los soportes de la cultura eran esencialmente la enseñanza oral y las


transcripciones a las que podía dar lugar (tratados acroamáticos y tejnai de los logógrafos). A partir
del siglo VIII, la enseñanza toma un estilo agonístico, reflejo de una situación competitiva aguda.
Las escuelas libres (junto a las escuelas monacales o episcopales) se libran a la iniciativa de
cualquier maestro, a menudo muy joven (20 años); todo se basa en el éxito: Abelardo, estudiante
muy dotado; "deshace" a su maestro, le quita el público que le pagaba y funda una escuela: la
competencia financiera está estrechamente ligada al combate de las ideas: el mismo Abelardo
obliga a su maestro Guillermo de Champeaux a renunciar al realismo; lo liquida desde todo punto
de vista; la estructura agonística coincide con la estructura comercial: el scholasticos (profesor,
estudiante o ex alumno) es un combatiente de ideas y un competidor profesional. Hay dos
ejercicios de escuela:
1) la lección, lectura y explicación de un texto fijo (Aristóteles, la Biblia) comprende:
a) la expositio, que es una interpretación del texto según un método de subdivisión
(suerte de locura analítica),
b) las quaestiones son las tesis del texto que pueden tener un pro y un contra: se
discute y se concluye refutando; cada razón debe ser presentada en forma de un
silogismo completo; la lección fue poco a poco dejada de lado a causa de su
pesadez;
2) la disputa es una ceremonia, una justa dialéctica, ejecutada bajo la presidencia de un
maestro; después de varias jornadas, el maestro determina la solución. Se trata, en su
conjunto, de una cultura deportiva: se forman atletas de la palabra; la palabra es objeto de
un prestigio y de un poder reglamentados, la agresividad está codificada.

A.6.2. El escrito

En cuanto al escrito, no está sometido, como hoy, a un valor de originalidad; lo que nosotros
llamamos autor no existe; alrededor del texto antiguo, único texto practicado y en cierta forma
administrado; como un capital renovado, hay diferentes funciones:

30 Aticismo: este etnocentrismo coincide evidentemente con lo que se podría llamar un racismo de clase: no hay
que olvidar que la expresión "clásico" ("clasicismo") tiene como origen la oposición propuesta por Aulo Gelio
(siglo II) entre el autor classicus y el proletarius: alusión a la constitución de Servio Tulio que dividía a los
ciudadanos según su fortuna en cinco clases, la primera de las cuales era la de los classici (los proletarii estaban
fuera de las clases); clásico, por lo tanto, etimológicamente quiere decir; que paertenece a la "crema" social
(riqueza y poder)
40

1) el scriptor recopia pura y simplemente;


2) el compilator agrega a lo que copia, pero nunca algo que provenga de él mismo;
3) el commentator se introduce sin duda en el texto recopiado, pero sólo para hacerlo
inteligible;
4) el auctor, por último, da sus propias ideas pero siempre apoyándose en otras autoridades.
Estas funciones no están nítidamente jerarquizadas: el commentator, por ejemplo, puede tener el
prestigio de que hoy goza un gran escritor (como sucedió en el siglo XII con Pierre Hélie,
apodado el commentator). Lo que por anacronismo podríamos llamar escritor es, pues,
esencialmente en la Edad Media:
1) un transmisor: que renueva una materia absoluta que es el tesoro antiguo, fuente de
autoridad;
2) un combinador que tiene el derecho de "romper" las obras del pasado, a través de un
análisis sin freno y de recomponerlas (si en la Edad Media se hubiera tenido la idea de la
"creación" que es un valor moderno, habría sido desacralizada en provecho de la
estructuración).

A.6.3. El Septennium

En el Medioevo la "cultura" es una taxonomía, una red funcional de "artes", es decir, de


lenguajes sometidos a reglas (la etimología de la época relaciona arte con arctus, que quiere decir
articulado) y a estas "artes" se las llama "liberales" porque no sirven para ganar dinero (por
oposición a las artes mechanicae, a las actividades manuales): son lenguajes generales, lujosos. Estas
artes liberales ocupan el lugar de esa "cultura general" que Platón recusaba en nombre y provecho
de la filosofía, pero que luego fue reclamada (Isócrates, Séneca) como propedéutica de la
filosofía. En la Edad Media, la filosofía misma se reduce y entra en la cultura general como un
arte entre otros (Dialéctica). La cultura liberal ya no prepara para la filosofía sino para la Teología,
que se mantiene soberanamente al margen de las Siete Artes, del Septennium. ¿Por qué son siete?
Encontramos ya en Varrón una teoría de las artes liberales: entonces son nueve (las nuestras más
la medicina y la arquitectura); esta estructura es retomada y codificada en los siglos V y VI por
Marciano Capella (africano pagano) que funda la jerarquía del Septennium sobre una alegoría, "las
Bodas de Mercurio y Filología" (Filología designa aquí el saber total): Filología, una virgen sabia, es
prometida a Mercurio; recibe como regalo de bodas las siete artes liberales, siendo presentada
cada una con sus símbolos, sus vestiduras, su lenguaje; por ejemplo, Grammatica es una anciana
que ha vivido en Atica y lleva vestidos romanos; en un pequeño cofre de marfil guarda un
cuchillo y una lima para corregir las faltas de los niños; Rethorica es una hermosa mujer, sus
vestiduras están adornadas con todas las figuras, sostiene las armas destinadas a herir a los
adversarios (coexistencia de la retórica persuasiva y de la retórica ornamental). Estas alegorías de
Marciano Capella fueron muy conocidas, las encontramos reproducidas en estatuas sobre la
fachada de Notre-Dame, sobre la de la catedral de Chartres, dibujadas en las obras de Botticelli.
Boecio y Casiodoro (siglo VI) precisan la teoría del Septennium, el primero incluyendo el Organon
de Aristóteles en la Dialectica, el segundo postulando que las artes liberales están inscriptas desde
la eternidad en la sabiduría divina y en las Escrituras (los Salmos están llenos de "figuras"): la
retórica recibe la caución del cristianismo y puede emigrar legalmente de la Antigüedad al
Occidente cristiano (y, por ende, a los tiempos modernos); este derecho será confirmado por
Beda, en la época de Carlomagno. ¿Cómo está compuesto el Septennium? Primero hay que
recordar a qué se opone: por una parte, a las técnicas (las "ciencias", como lenguajes
desinteresados, forman parte del Septennium) y por otra parte, a la Teología; el Septennium organiza
la naturaleza humana en su humanidad; esta naturaleza sólo puede ser alterada por la Encarnación
que, si es aplicada a una clasificación, toma la forma de una subversión del lenguaje: el Creador se
hace criatura, la Virgen concibe, etc.: in hac verbi copula stupet omnis regula. Las Siete Artes se dividen
en dos grupos desiguales, que corresponden a las dos vías (viae) de la sabiduría: el Trivium que
comprende Grammatica, Dialectica y Rethorica; el Quadrivium que comprende: Musica, Arithmetica,
41

Geometria, Astronomia (la Medicina se agregará más tarde). La oposición del Trivium y del
Quadrivium no es la de las letras y las ciencias; es más bien la de los secretos de la palabra y los
secretos de la naturaleza 31.

A.6.4. El juego diacrónico del Trivium

El Trivium (que es el único que nos interesa aquí) es una taxonomía de la palabra; prueba el
esfuerzo obstinado del Medioevo para fijar el lugar de la palabra en el hombre, en la naturaleza,
en la creación. La palabra no es entonces, como lo fue después, un vehículo, un instrumento, la
mediación de otra cosa (alma, pensamiento, pasión); ella absorbe todo lo mental: nada de vivencia
ni de psicología; la palabra no es expresión, sino que es inmediatamente construcción. Lo que hay
de interesante en el Trivium es, pues, menos el contenido de cada disciplina, que el juego de estas
tres disciplinas entre sí a lo largo de diez siglos: del siglo V al siglo XV, el leadership emigró de un
arte a otra, de modo que cada etapa de la Edad Media ha caído bajo la dominación de un arte;
alternativamente, es la Rhetorica (siglos V-VII), luego la Grammatica (siglos VIII-X), luego la Logica
(siglos XI-XV), la que dominó a sus hermanas, relegadas al rango de parientes pobres.

RHETORICA

A.6.5. Rhetorica como suplemento

La Retórica antigua había sobrevivido en las tradiciones de algunas escuelas romanas de la


Galia y entre algunos retóricos galos como Ausonio (310-393), grammaticus y rhetor en Burdeos y
Sidonio Apolinario (430-484) obispo de Auvernia. Carlomagno incluye las figuras retóricas en su
reforma escolar, después que Beda el Venerable (673-735) cristianizara por completo a la retórica
(tarea iniciada por San Agustín y Casiodoro, mostrando que la Biblia misma está llena de
"figuras"). La retórica no domina mucho tiempo; rápidamente queda "bloqueada" entre la
Grammatica y la Logica: es la parienta desdichada del Trivium, destinada sólo a una hermosa
resurrección cuando pueda revivir bajo las especies de "Poesía" y, de una manera más general,
bajo el nombre de las "Letras". Esta debilidad de la Retórica, empequeñecida por el triunfo de los
lenguajes castradores, gramática (recordemos la lima y el cuchillo de marciano Capella) y lógica,
deriva quizás de que ella fue enteramente desviada hacia lo ornamental, es decir, hacia lo que se
reputa inesencial respecto de la verdad y de los hechos (primera aparición del fantasma
referencial32): aparece entonces como lo que viene después33 . Esta retórica medieval se alimenta
esencialmente de los tratados de Cicerón (Retórica a Herennio y De inventione) y de Quintiliano
(mejor conocido por los maestros que por los alumnos), pero produce por su cuenta sobre todo
tratados relativos a los ornamentos, a las figuras, a los "colores" (colores rhetorici) o luego, artes
poéticas (artes versificatoriae); la dispositio sólo es abordada desde el ángulo del "comienzo" del
discurso (ordo artificialis, ordo naturalis); las figuras destacadas son sobre todo de amplificación y de

31 Existía una lista mnemotécnica de las siete artes Gram(matica) loquitor. Dia(lectica) vera docet. Rhe(torica)
verba colorat. Mu(sica) canit. Ar(ithmetica) numerat. Ge(ometria) ponderat. As(tronomia) colit astra.
Una alegoría de Alain de Lille explica el sistema en toda su complejidad: las Siete Artes son convocadas para
proveer de un carro a Prudentia que trata de guiar al hombre: Grammatica proporciona el timón, Logica (o
Dialectica) el eje, que Rethorica adorna con joyas; el quadrivium ofrece las cuatro ruedas, los caballos son los
cinco sentidos enjaezados por Ratio: el tiro marcha hacia los santos, hacia María y Dios; cuando alcanza los
límites de los poderes humanos, Theologia releva a Prudentia (la Educación es una redención).
32 Este fantasma merodea siempre. Actualmente fuera de Francia, en ciertos países donde es necesario, por

oposición al pasado colonial, reducir el francés a la condición de un idioma extranjero, se oye afirmar que lo que
hay que enseñar es sólo la lengua francesa no la literatura; como si hubiera una distancia entre la lengua y la
literatura, como si la lengua estuviera aquí y no allí, como si se la pudiera detener en algún lugar, más allá del
cual sólo habría suplementos innecesarios como la literatura.
33 "Suprema manus apponit, opusque sororum

Perficit atque semel factum perfectius ornat"


(La Retórica) da el último toque, termina la obra de sus hermanas y adorna el hecho de una forma más lograda.
42

abreviación; el estilo es referido a los tres géneros de la rueda de Virgilio34: gravis, humilis, mediocrus,
y a dos ornamentos: facile y difficile.

A.6.6. Sermones, dictamen, artes poéticas

El dominio de la Rhetorica abarca tres cánones de reglas, tres artes.


1) Artes sermocinandi: son las artes oratorias en general (objeto de la retórica propiamente
dicha), es decir, entonces, esencialmente, los sermones o discursos parenéticos (que
exhortan a la virtud); los sermones pueden ser escritos en dos lenguas: sermones ad populum
(para el pueblo de la parroquia), escritos en lengua vernácula y sermones ad clerum (para los
Sínodos, las escuelas, los monasterios), escritos en latín; sin embargo, todo es preparado
en latín; la lengua vernácula no es más que una traducción.
2) Artes dictandi, ars dictaminis, arte epistolar: el crecimiento de la administración a partir de
Carlomagno, desarrolla una teoría de la correspondencia administrativa: el dictamen (se
trata de dictar las cartas); el dictator es una profesión reconocida, que se enseña; el m odelo
es el dictamen de la cancillería papal: el stylus romanus domina todo; surge una noción
estilística, el cursus, cualidad de fluidez del texto, captada a través de criterios de ritmo y
acentuación.
3) Artes poeticae: la poesía integró primero el dictamen (la oposición prosa/poesía es desdibujada
durante mucho tiempo); más tarde las artes poeticae se hacen cargo del rythmicum, toman de
la Grammatica el verso latino y comienzan a apuntar hacia la "literatura" de imaginación. Se
inicia una recomposición estructural que, a fines del siglo XV opondrá la Primera Retórica
(o retórica general) a la Segunda Retórica (o retórica poética), de la que surgirán las Artes
poéticas, como la de Ronsard.

GRAMMATICA

A.6.7. Donato y Prisciano

Después de las invasiones, los líderes de la cultura son los celtas, los ingleses, los francos;
deben aprender gramática latina; los carolingios consagran la importancia de la gramática con las
célebres escuelas de Fulda, de Saint Gall y de Tours; la gramática introduce en la educación
general, en la poesía, en la liturgia, en las Escrituras; ella comprende, junto a la gramática
propiamente dicha, la poesía, la métrica y ciertas figuras.
Las dos grandes autoridades gramaticales de la Edad Media son Donato y Prisciano.
1) Donato (hacia 350) produjo una gramática abreviada (ars minor) que estudia las ocho
partes de la oración, en forma de preguntas y respuestas, y una gramática desarrollada (ars
major). La fortuna de Donato es enorme; Dante lo coloca en el cielo (al contrario de
Prisciano); algunas de sus páginas se contaron entre las primeras impresas, al igual que las
Escrituras; dio su nombre a tratados elementales de gramática, los donatos.
2) Prisciano (fines del siglo V y comienzos del siglo VI) era un mauritano, profesor de latín
en Bizancio, alimentado en las teorías griegas y en especial en la doctrina gramatical de los
estoicos. Su Institutio grammatica es una gramática normativa (grammatica regulans), ni
filosófica, ni "científica"; apareció en dos resúmenes: el Priscianus minor estudia la

34La rueda de Virgilio es una clasificación figurada de los tres "estilos"; cada uno de los tres sectores de la rueda
reúne un conjunto homogéneo de términos y símbolos:
ENEIDA BUCÓLICAS GEÓRGICAS
gravis stylus humilis stylus mediocrus stylus
miles dominans pastor otiosus agricola
Hector, Ajax Tityrus, Meliboeus Triptolemus
equus ovis bos
gladius baculus araturm
urbs, castrum pascua ager
laurus, cedrus fagus pomus
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construcción, el Priscianus major estudia la morfología. Prisciano ofrece muchos ejemplos


tomados del Panteón griego; el hombre es cristiano, pero el retórico puede ser pagano (es
conocida la fortuna de esta dicotomía). Dante envía a Prisciano a los infiernos, en el
séptimo círculo, el de los sodomitas: apóstata, borracho, loco, pero reputado un gran
sabio.
Donato y Prisciano representaron la ley absoluta salvo cuando no concuerdan con la Vulgata: la
gramática, entonces, sólo podía ser normativa, porque se creía que las "reglas" de la locución
habían sido inventadas por los gramáticos; éstos fueron ampliamente difundidos por los
Commentatores (como Pedro Helias) y por las gramáticas en verso (de gran auge). Hasta el siglo XII
la Grammatica comprende la gramática y la poesía, trata a la vez de la "precisión" y de la
"imaginación"; de las letras, sílabas, de la oración, del período, de las figuras, de la métrica;
abandona muy pocas cosas a la Rhetorica: sólo algunas figuras. Es una ciencia fundamental, ligada
a una ethica (parte de la sabiduría humana, enunciada en los textos, fuera de la teología): "ciencia
del hablar bien y del escribir bien", "cuna de toda filosofía", "primera nodriza de todo estudio
literario".

A.6.8. Las Modistae

En el siglo XII la Grammatica vuelve a ser especulativa (ya lo había sido con los estoicos). Lo
que se llama Gramática especulativa es el trabajo de un grupo de gramáticos llamados Modistae
porque escribieron tratados intitulados "De modis significandi"; muchos eran originarios de la
provincia monástica de Escandinavia, llamada entonces Dacias y más recientemente de
Dinamarca. Los Modistas fueron denunciados por Erasmo por haber escrito en latín bárbaro, por
el desorden de sus definiciones, por la excesiva sutileza de sus distinciones; de hecho ellos
proporcionaron los fondos a la gramática durante dos siglos y les debemos todavía ciertos
términos especulativos (por ejemplo, instancia). Los tratados de los Modistas presentan dos
formas: los modis minores, cuya temática aparece modo positivo, es decir, sin discusión crítica, en
forma breve, clara, y didáctica, y los modi majores, en forma de quaestio disputata, es decir, con el pro
y el contra, mediante preguntas cada vez más especializadas. Cada tratado comrpende dos partes,
a la manera de Prisciano: Ethymologia y Diasynthetica (sintaxis), pero está precedido de una
introducción teórica sobre las relaciones entre los modi essendi (el ser y sus propiedades), los modi
intelligendi (toma de posesión del ser bajo sus distintos aspectos) y los modi significandi (nivel del
lenguaje). Los modi significandi comprenden, a su vez, dos estratos:
a) la designación corresponde a los modi signandi; sus elementos son: vox, el significante
sonoro y dictio, palabra-concepto, semantema genérico (en dolor, doleo, es la idea de
dolor); los modi signandi no pertenecesn todavía al gramático; vox, el significante
fónico, depende del philosophus naturalis (nosotros diríamos del fonético) y dictio, en
tanto remite a un estado inerte de la palabra que no está aún animada por ninguna
relación, escapa al lógico de la lengua (correspondería a lo que llamaríamos
lexicografía);
b) el nivel de los modi significandi se alcanza cuando se agrega a la designación un
sentido intencional; a este nivel, la palabra, neutra en la dictio, es dotada de una
relación, se capta en tanto "constructible"; se inserta en la unidad superior de la frase
y depende entonces del gramático especulativo, del lógico de la lengua.
Así, lejos de reprochar a los Modistas, como se ha hecho a veces, el haber reducido la lengua a
una nomenclatura, hay que felicitarlos por haber hecho todo lo contrario: para ellos la lengua no
comienza en la dictio y en el significatum, es decir, en la palabra-signo, sino en el consignificatum o
constructibile, es decir, en la relación, en el inter-signo: se concede un privilegio de fundador a la
sintaxis, a la flexión, a la reacción y no al semantema, en una palabra, a la estructuración, que sería
quizá la mejor manera de traducir modus significandi. Hay, pues, un cierto parentesco entre los
Modistas y algunos estructuralistas modernos (Hjemslev y la glosemática, Chomsky y la
competencia): la lengua es una estructura y esta estructura está en cierta forma "garantizada" por
44

la estructura del ser (modi essendi) y por la de la mente (modi intelligendi): hay una grammatica
universalis; esto era nuevo pues se creía comúnmente que había tantas gramáticas como lenguas:
Grammatica una et eadem est secundum substantiam in omnibus linguis, licet accidentaliter varietur. Non ergo
grammaticus sed philosophus proprias naturas rerum diligenter considerans ... grammaticam invenit. (La
gramática es una, incluso en cuanto a la substancia, en todas las lenguas, aunque pueda variar por
accidentes. No es, pues, el gramático, es el filósofo quien, mediante el examen de la naturaleza de
las cosas, descubre la gramática).

LÓGICA (O DIALÉCTICA)

A.6.9. Studium y Sacerdotium

La Logica domina en los siglos XII y XIII; rechaza a la Rhetorica y absorbe a la Grammatica. Esta
lucha tomó la forma de un conflicto de escuelas. En la primera mitad del siglo XII las escuelas de
Chartes desarrollan sobre todo la enseñanza de la Grammatica (en el sentido amplio con que se
definió): es el studium, de orientación literaria; contrariamente, la escuela de París desarrolla la
filosofía teológica: es el Sacerdotium. París triunfó sobre Chartres, el sacerdotium sobre el studium: la
Grammatica es absorbida por la Logica; esto se acompaña de un retroceso de la literatura pagana,
de un gusto acentuado por la lengua vernácula, de una retracción del humanismo, de un
movimiento hacia las disciplinas lucrativas (medicina, derecho). La Dialectica se alimentó primero
de los Tópicos de Cicerón y de la obra de Boecio, primer introductor de Aristóteles; luego, en el
siglo XII y en el siglo XIII, después de la segunda entrada (masiva) de Aristóteles, de toda la
lógica aristotélica que se vincula con el silogismo dialéctico35.

A.6.10. La Disputatio

La Dialectica es un arte del discurso vivo, del discurso entre dos. Este diálogo no tiene nada de
platónico, acá no se trata de una sujeción principista del amado al maestro; el diálogo es aquí
agresivo, tiene como prenda una victoria que no está predeterminada: es una batalla de
silogismos, Aristóteles puesto en escena por dos protagonistas. Así, la Dialéctica terminó por
confundirse con un ejercicio, un modo de exposición, una ceremonia, un deporte, la disputatio
(que podríamos llamar: coloquio de oponentes). El procedimiento (o el protocolo) es el del Sic et
Non: se reúnen testimonios contradictorios sobre una cuestión: el ejercicio enfrenta a un
oponente y otro que responde; éste último es por lo general el candidato: responde a las
objeciones presentadas por oponente; como en los concursos del Conservatorio, el oponente es
de oficio; es un compañero o bien es nombrado de oficio; se expone la tesis, el oponente la
contradice (sed contra) el candidato responde (respondeo); la conclusión la saca el maestro, que
preside. La disputatio invade todo36, es un deporte: los maestros disputan entre ellos, ante los
35 Al indicar algunas fuentes antiguas de la Edad Media, debemos recordar que el fundamento intertextual, fuera
de concurso, por así decir, es siempre Aristóteles e incluso, en cierto sentido, Aristóteles contra Platón. Platón
fue transmitido parcialmente por San Agustín y alimentó, en el siglo XII, a la escuela de Chartres (escuela
"literaria", opuesta a la escuela de París, lógica, aristotélica) y a la abadía de Saint Victor; no obstante, en el siglo
XIII, las únicas traducciones verdaderas son las del Fedón y las del Menón, por lo demás poco conocidas. En los
siglos XV y XVI, se desata una intensa lucha contra Aristóteles en nombre de Platón (Marsilio Ficino y Giordano
Bruno). En cuanto a Aristóteles, entró en el Medioevo en dos oportunidades: la primera vez, en los siglos V y VI,
parcialmente a través de Marciano Capella, de las Categorías de Porfirio y de Boecio, la segunda vez,
decididamente, en los siglos XII y XIII: en el siglo IX todo Aristóteles había sido traducido al árabe; en el siglo XII,
se dispone de traducciones integrales, sea del griego o del árabe: se trata de un ingreso masivo de los Segundos
Analíticos, los Tópicos, las Refutaciones, la Física y la Metafísica; Aristóteles es cristianizado (Santo Tomás). La
tercera entrada de Aristóteles será la de su Poética, en el siglo XVI en Italia y en el siglo XVII en Francia.
36 La misma muerte de Cristo en la Cruz es asimilada al libreto de la Disputatio (algunos encontrarían hoy

sacrílega esta reducción de la Pasión a un ejercicio de escuela; otros, por el contrario, admirarán la libertad de
espíritu de la Edad Media que no envolvía con ningún tabú al "drama" del intelecto): Circa tertiam vel sextam
ascendunt magistri (in theologia) cathedram suam ad disputandum et querunt unam questionem. Cui questioni
respondet unus assistentium. Post cuius responsionem magister determinat questionem, et quando vult ei
deferre et honorem facere, nihil aliud determinat quam quod dixerat respondens. Sic fecti hodie Christus in cruce,
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estudiantes, una vez por semana; los estudiantes disputan en ocasión de los exámenes. Se
argumenta, luego de pedir permiso al maestro-presidente mediante un gesto (de estos gestos hay
un eco paródico en Rabelais). Todo esto está codificado, ritualizado en un tratado que reglamenta
minuciosamente la disputatio, para impedir que la discusión se desvíe: el Ars obligatoria (siglo XV).
El material temático de la disputatio proviene de la parte argumentativa de la retórica aristotélica
(de los Tópicos) y abarca las insolubilia, proposiciones muy difíciles de demostrar, las impossibilia,
tesis que aparecen a todos como imposibles, las sofismata, esquemas o paralogismos que sirven de
grueso de las disputationes.

A.6.11. Sentido neurótico de la disputatio

Si quisiéramos evaluar el sentido neurótico de semejante ejercicio, sin duda deberíamos


remontarnos a la majé de los griegos, esa especie de sensibilidad conflictual que hace intolerable
para un griego (luego para un occidental) toda puesta en contradicción del sujeto consigo mismo; basta
forzar un interlocutor a contradecirse para reducirlo, eliminarlo, anularlo: Calicles (en el Gorgias)
deja de responder antes de contradecirse. El silogismo es el arma misma que permite esta
liquidación, es el cuchillo que no se mella pero que mella: los dos antagonistas son dos verdugos
que tratan de castrarse uno al otro (de allí el episodio mítico de Abelardo, el castrador-castrado).
Por lo viva, la explosión neurótica debió ser codificada, la herida narcisista limitada: se
transformó en deporte a la lógica (como se transforma hoy en fútbol la reserva conflictual de
tantos pueblos, en particular los subdesarrollados u oprimidos): es la erística. Pascal vio este
problema, por eso quiere evitar la puesta en contradicción radical del otro consigo mismo; quiere
"reprenderlo" sin herirlo de muerte, mostrarle sólo que es necesario "completar" (y no renegar).
La disputatio ha desaparecido, pero el problema de las reglas (lúdicas, ceremoniales) del juego verbal
se mantiene: ¿cómo discutimos hoy en nuestros escritos, en nuestros coloquios, en nuestras
reuniones, en nuestras conversaciones y hasta en las "escenas" de la vida privada? ¿Hemos
terminado con el silogismo (aun disfrazado)? Sólo un análisis del discurso intelectual podrá algún
día responder con precisión37.

A.6.12. Reestructuración del Trivium

Vimos que las tres artes liberales libraban entre sí una lucha por la superioridad (con el triunfo
final de la Logica): es, en verdad, el sistema del Trivium, en sus fluctuaciones, lo que es
significativo. Los contemporáneos han sido conscientes de esto: algunos intentaron reestructurar
a su modo el conjunto de la cultura hablada. Hugo de Saint Victor (1096-1141) opone a las
ciencias teóricas, prácticas y mecánicas, las ciencias lógicas: la Lógica abarca el Trivium en su
totalidad; es la ciencia completa del lenguaje. San Buenaventura (1221-1274) trata de disciplinar
todos los conocimientos sometiéndolos a la Teología; en particular, la Logica o ciencia de la
interpretación; o comprende la Grammatica (expresión), la Dialectica (educación) y la Rhetorica
(persuasión); una vez más, aun si es para oponerlo a la naturaleza y a la gracia, el lenguaje absorbe
todo lo mental. Pero sobre todo (pues esto prepara el futuro), a partir del siglo XII, algo que sin

uni ascendit ac disputandum; et proposuit unam questionem Deo Patri: Eli, Eli lamma sabathcani, Deus, Deus
meus, quid me dereliquisti: Et Pater respondens: Ha, Fili mi, opera manuum tuarum ne despicias: non enim Pater
redemit genus humanum sine te. Et ille respondens ait: Ha pater, bene determinasti questionem meam. Non
determinabo eam post responsionem tuam. Non sicut ego volo, sed icut tu vis. Fiat voluntas tua. (Hacia la tercera
o la sexta hora, los maestros (en Teología) suben a la cátedra para discutir y plantean una pregunta. A esta
pregunta responde uno de los asistentes. Luego de su respuesta, el maestro cierra la "quaestio" y cuando quiere
hacerle un honor, no saca ninguna conclusión fuera de lo que el que respondió haya dicho. Así procedió un día
Cristo en la Cruz, donde se hallaba para disputar proponiendo esta pregunta a Dios Padre: Eli, Eli, lamma
sabachatani, Dios, Dios mío, ¿por qué me has abandonado? A lo que el Padre respondió: Hijo mío, no
desprecies las obras de tus manos, pues Dios Padre no ha podido rescatar al género humano sin ti. Y el Cristo
respondió: Padre mío, has satisfecho muy bien mi pregunta, no agregaré nada a tu respuesta, etc.)
37 Perelman (Charles) y Olbrechts-Tyteca (L.), La Nouvelle Rhétorique-Traité de l'Argumentation, París, PUF,

1958 (2 vol.)
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duda hay que llamar Letras se separa de la filosofía; para Juan de Salisbury, la Dialectica opera en
todas las disciplinas cuyo resultado es abstracto; la Rhetorica, al contrario, recoge lo que desdeña la
Dialectica; es el campo de la hipótesis (en la antigua retórica, la hipótesis se opone a la tesis como lo
contingente a lo general, cf. infra, B.,1.25) es decir, de todo lo que implica circunstancias
concretas (¿Quién? ¿Qué? ¿Cuándo? ¿Por qué? ¿Cómo?); así aparece una oposición que tendrá
una gran fortuna mítica (todavía dura): la de lo concreto y lo abstracto; las Letras (hijas de la
Rhetorica) serán concretas, la Filosofía (hija de la Dialectica) será abstracta.

A.7. MUERTE DE LA RETÓRICA

A.7.1. La tercera entrada de Aristóteles: la Poética

Vimos que Aristóteles entró dos veces en Occidente: una en el siglo VI con Boecio, otra en el
siglo XII a partir de los árabes. Entra una tercera vez, con su Poética. Esta Poética fue poco
conocida en la Edad Media, salvo a través de resúmenes deformantes; pero en 1498 apareció en
Venecia la primera traducción latina hecha sobre el original; en 1503, la primera edición en griego;
en 1550 la Poética de Aristóteles es traducida y comentada por un grupo de eruditos italianos
(Castelvetro, Scaliger -de origen italiano- el obispo Veda). En Francia, el texto mismo es poco
conocido; fue a través del italianismo que hizo irrupción en la Francia del siglo XVII; la
generación de 1630 reúne a los devotos de Aristóteles; la Poética aporta al Clasicismo francés su
elemento principal: una teoría de lo verosímil; ella es el código de la "creación" literaria cuyos
teóricos son los autores y los críticos. La Retórica que tiene principalmente por objeto el "escribir
bien", el estilo, queda restringida a la enseñanza donde, por otra parte, triunfa: es el dominio de
los profesores (jesuitas).

A.7.2. Triunfante y moribunda

La retórica triunfa; reina en la enseñanza. La retórica agoniza; restringida a este sector, cae
poco a poco en un gran descrédito intelectual. Este descrédito es resultado de la promoción de
un nuevo valor, la evidencia (de los hechos, de las ideas, de los sentimientos), que se basta a sí
mismo y prescinde (o cree prescindir) del lenguaje o, al menos, pretende servirse de él sólo como
de un instrumento, de una mediación, de una expresión. Esta "evidencia" toma, a partir del siglo
XVI, tres direcciones; una evidencia personal (en el protestantismo), una evidencia racional (en el
cartesianismo) y una evidencia sensible (en el empirismo). La retórica, si bien se la tolera (en la
enseñanza jesuítica), ya no es en absoluto una lógica, sino sólo un color, un adorno, al que se vigila
estrechamente en nombre de lo "natural". Sin duda había en Pascal una cierta postulación de este
nuevo espíritu, pues a él se debe la Anti-Retórica del humanismo moderno; lo que Pascal pide es
una retórica (un "arte de persuadir") mentalista, sensible, como por instinto, a la complejidad de
las cosas (a la "fineza"); la elocuencia consiste, no en aplicar al discurso un código exterior, sino
en tomar conciencia del pensamiento que nace en nosotros de modo de poder reproducir ese
movimiento cuando hablamos a otro conduciéndolo así hacia la verdad, como si él mismo, por sí
solo, la hubiera descubierto; el orden del discurso no tiene caracteres intrínsecos (claridad o
simetría); depende de la naturaleza del pensamiento, a la que debe conformarse el lenguaje para
ser correcto.

A.7.3. La enseñanza jesuítica de la retórica

En la baja Edad Media, como vimos, la enseñanza de la retórica fue algo sacrificada; subsistía,
sin embargo, en algunos colegios, en Inglaterra y en Alemania. En el siglo XVI, esta herencia se
organiza, toma una forma estable, primero en el gimnasio San Jerónimo, fundado en Lieja por los
Jesuitas. Este colegio es imitado en Estrasburgo y en Nimes: se ha fijado por tres siglos la forma
de la enseñanza en Francia. Cuarenta colegios siguen muy pronto al modelo jesuítico. La
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enseñanza que allí se imparte es codificada en 1586 por un grupo de seis jesuitas: es la Ratio
Studiorum adoptada en 1600 por la Universidad de París. Esta Ratio consagra la preponderancia de
las "humanidades" y de la retórica latina; invade Europa entera, pero su mayor éxito se da en
Francia; la fuerza de esta nueva Ratio deriva, sin duda, del hecho que hay, en la ideología que
legaliza, identidad entre una disciplina escolar, una disciplina del pensamiento y una disciplina de
lenguaje. En esta enseñanza humanística, la retórica es la materia noble, la que domina todo. Los
únicos premios escolares son los premios de la retórica, de traducción y de memoria, pero el
premio de Retórica, concedido al término de un concurso especial, designa al mejor alumno, a
quien se llama desde ese momento (títulos significativos) imperator o tribuno (no olvidemos que la
palabra es un poder -y hasta un poder político). Hasta alrededor del año 1750, fuera de las
ciencias, la elocuencia constituye el único prestigio; en esta época de decadencia jesuítica, la
retórica retoma un poco de vuelo a través de la Francmasonería.

A.7.4. Tratados y manuales

Los códigos de retórica son innumerables, al menos hasta el fin del siglo XVIII. Muchos (en el
siglo XVI y en el siglo XVII) están escritos en latín; son manuales escolares redactados por los
jesuitas, en especial por los Padres Núñez, Susius y Suárez. La "Institución" del P. Núñez, por
ejemplo, comprende cinco libros: ejercicios preparatorios, las tres partes principales de la retórica
(la invención, el ordenamiento y el estilo) y una parte moral (la "sabiduría"). Sin embargo, las
retóricas en lengua vernácula se multiplican (aquí sólo citaremos las francesas). A fines del siglo
XV las retóricas son sobre todo poéticas (artes de hacer versos o artes de segunda Retórica); hay
que citar: Pierre Fabri, "Grand ete Vrai Art de Pleine Rhétorique" (seis ediciones de 1521 a 1544) y
Antoine Foclin (Fouquelin), "Rhétorique Francaise" (1555) que incluye una clasificación clara y
completa de las figuras. En los siglos XVII y XVIII, hasta alrededor de 1830, dominan los
Tratados de Retórica; estos tratados presentan en general:
1) la retórica paradigmática (las "figuras");
2) la retórica sintagmática (la "construcción oratoria"):
estas dos ramas se consideran necesarias y complementarias, al punto que un resumen comercial de
1806 reúne a los dos retóricos más célebres; las Figuras, por Dumarsais y la construcción oratoria,
por Du Batteux. Citemos los más conocidos de esos tratados. Para el siglo XVII es, sin duda, la
Rhétorique del P. Bernard Lamy (1675): es un tratado completo de la palabra, útil "no sólo en las
escuelas, sino también en toda la vida, cuando se compra, cuando se vende"; se basa, evidentemente, en
el principio de exterioridad del lenguaje y el pensamiento; se tiene un "cuadro" en la mente y se lo
"vuelca" en palabras. Para el siglo XVII, el tratado más célebre (y además el más inteligente) es el
de Dumarsais (Traité des Tropes, 1730); Dumarsais, pobre, sin éxito en vida, frecuentó el círculo
irreligioso de d'Holbach, fue enciclopedista; su obra, más que una retórica, es una lingüística del
cambio de sentido. A fines del siglo XVIII y comienzos del siglo XIX, se publican todavía
muchos tratados clásicos, absolutamente indiferentes a la conmoción y a la mutación
revolucionarias (Blair, 1783, Gaillard, 1807) -La Rhétorique des demoiselles- Fontanier, 1827- vuelto a
publicar recientemente y presentado por G. Genette). En el siglo XIX, la retórica sólo sobrevive
artificialmente, bajo la protección de reglamentos oficiales; el título mismo de los tratados y
manuales se altera de una forma significativa: 1881, F. de Caussade: Rhétorique et Genres littéraires,
1889, Prat: Eléments de Rhétorique et de Littérature: la literatura todavía saca lugar a la retórica, antes
de ahogarla completamente; pero la antigua retórica, ya agonizante, sufre la competencia de las
"psicologías del estilo".

A.7.5. Fin de la Retórica

Sin embargo, decir de un modo completo que la Retórica ha muerto sería poder precisar por
qué ha sido reemplazada pues, como lo hemos visto reiteradamente en esta carrera diacrónica, la
Retórica debe ser leída siempre en el juego estructural de sus vecinas (Gramática, Lógica, Poética,
48

Filosofía): es el juego del sistema y no cada una de sus partes en sí, lo históricamente significativo.
Sobre este problema anotaremos, para terminar, algunas líneas de investigación:
1) Habría que hacer la lexicología actual de la palabra; ¿dónde se la encuentra? A veces aún
recibe contenidos originales, interpretaciones personales de escritores, no de retóricos,
(Baudelaire y la retórica profunda, Valéry, Paulhan), pero sobre todo, habría que
reorganizar el campo actual de las connotaciones: peyorativas aquí38, analíticas allá39,
revalorizantes más allá40, de modo de trazar el proceso ideológico de la antigua retórica.
2) En la enseñanza, el objetivo de los tratados de retórica es, como siempre en este caso,
difícil de fechar; en 1926, un jesuita de Beyrut todavía escribe un curso de Retórica en
árabe; en 1938, un belga, J. Vuillaume, aun publica un manual de retórica; y las clases de
retórica y de retórica superior han desaparecido hace muy poco.
3) ¿En qué medida exacta y con qué reservas la ciencia del lenguaje se ha hecho cargo del
campo de la antigua retórica? Primero se dio un pasaje a una psicoestilística (o estilística
de la expresividad41), pero hoy ¿en qué se tiende al mentalismo lingüístico? De toda la
retórica, Jakobson sólo ha retenido dos figuras, la metáfora y la metonimia, para hacer de
ellas el emblema de los dos ejes del lenguaje; para algunos, el formidable trabajo de
clasificación hecho por la antigua retórica parece aún utilizable, sobre todo si se lo aplica
a campos marginales de la comunicación o de la significación, como la imagen
publicitaria42, donde todavía no se lo ha explotado.
En todo caso, estas evaluaciones contradictorias muestran claramente la ambigüedad actual del
fenómeno retórico: objeto prestigioso de inteligencia y penetración, sistema grandioso que toda
una civilización, en su máxima amplitud, montó para clasificar, es decir, para pensar su lenguaje,
instrumento de poder, centro de conflictos históricos cuya lectura es apasionante si reubicamos
con precisión a este objeto en la historia múltiple en que se desarrolló; pero también objeto
ideológico, que ingresa en la ideología por el avance de esa "otra cosa" que lo ha reemplazado y
que obliga hoy a una indispensable distancia crítica.

PREGUNTAS GUÍA PARA LA LECTURA DEL TEXTO


La antigua retórica (Barthes, R.)
 ¿En qué sentido Barthes habla de la retórica como conjunto de prácticas?
 ¿Cuáles son los antecedentes que “documentan” el nacimiento de la retórica?
 ¿Cómo delimita Platón la retórica? ¿Y Aristóteles?
 Enumere al menos tres obras de Cicerón, y justifique su elección.
 ¿Cuáles son las grandes características resaltadas por Barthes acerca de la retórica romana?
 ¿En qué consiste la obra de Quintiliano?
 ¿Cómo se organiza el aprendizaje de la retórica en Roma (la escolaridad retórica)?
 ¿En qué sentido se habla de una retórica generalizada?
 ¿En qué consiste el Trivium como reflejo de una enseñanza agonística de la retórica?
 ¿Cómo y en qué lugar se presenta el Septennium?
 ¿Por qué se destacan las figuras de Donato y Prisciano?
 ¿Cómo puede hablarse de una retórica, al mismo tiempo triunfante y moribunda?

38 (La sofística del no entre los místicos: "para ser todo, cuidad de no ser nada para nada"). "Por una paradoja
fácilmente explicable, esta lógica destructiva es grata a los conservadores: es porque es inofensiva; al abolir
todo, no toca nada. Privada de eficacia, en el fondo no es más que una retórica. Algunos estados de ánimo
falsificados, algunas operaciones sobre el lenguaje: no es esto lo que cambiará el curso del mundo" (Sartre,
Saint Genet, p.191)
39 J. Kristeva, Semeiotiké, Seuil, 1969
40 Rhétorique générale,por el grupo M, Larousse, 1970
41 "La desaparición de la Retórica tradicional creó un vacío en las humanidades y la estilística ya ha recorrido un

largo camino para colmar ese vacío. Efectivamente, no sería del todo falso describir a la estilística como una
'nueva retórica', adaptada a los modelos y a las exigencias de los estudios modernos sobre lingüística y
literatura" (S. Ullmann, Language and Style, p. 130)
42 Ver en especial: Jacques Durand, « Rhétorique et image publicitaire », en Communications, 15, 1970.
49

UN BOSQUEJO DE TIPOLOGÍA LINGÜÍSTICA


PARA DESCRIBIR EL MULTILINGÜISMO
William A. Stewart

En Garvin, P. y Y. Lastra (1974) (eds.) Antología de estudios de etnolingüística y sociolingüística.


México: UNAM. pp. 303-313.

Una cantidad considerable de los problemas sociales y técnicos que acosan en particular a
las naciones nuevas y en desarrollo viene a relacionarse, en algún sentido, directamente con la
lengua. Tales problemas lingüísticos incluyen los del elevado analfabetismo, la falta de una lengua
nacional estandarizada, la necesidad de instrumentos pedagógicos en la enseñanza de la lengua
adaptada localmente, y la carencia de vocabularios técnicos modernos en lenguas que
repentinamente deben emplearse para la comunicación de conocimientos científicos y técnicos.
Problemas lingüísticos como éstos pueden darse y de hecho se encuentran en áreas con
uniformidad y diversidad lingüísticas, pero especialmente en este último caso se pueden
caracterizar por una complejidad mayor que vuelve más difíciles las soluciones.
El multilingüismo nacional, esto es, el uso de más de una lengua dentro del mismo
territorio nacional, existe en alguna forma en todas las regiones importantes del mundo. Sin
embargo, especialmente en Asia, África y América Latina el multilingüismo –con frecuencia al
igual que el aspecto lingüístico de un pluralismo étnico o cultural todavía vigoroso- ha originado
problemas de comunicación nacional de naturaleza suficientemente seria como para haber
movido a varios gobiernos nacionales a iniciar programas para su solución. Aunque estos
programas han variado considerablemente en sus detalles, se han basado generalmente en una de
estas dos tácticas fundamentalmente diferentes:
1. La eliminación eventual, por educación y decreto, de todas las lenguas, excepto una que
permanece para servir tanto en asuntos oficiales como ordinarios.
2. El reconocimiento y la preservación de lenguas importantes dentro del ámbito nacional,
complementados por el uso universal de una o más lenguas que sirvan para asuntos
oficiales y para la comunicación a través de las diferentes regiones lingüísticas.
El primero de estos enfoques aspira a restar importancia a la diversidad lingüística tanto
como sea posible y, generalmente, forma parte de un plan más amplio de total asimilación a la
cultura nacional de todas las minorías étnicas y culturales. El segundo enfoque es más tolerante
con el multilingüismo y sólo se interesa en obtener un uso adicional de ciertas lenguas para la
intercomunicación y representación nacionales. Esto va, generalmente, junto a una política que
reconoce oficialmente el pluralismo cultural como un factor fundamental del carácter de la
nación. El grado en que es más deseable una de las dos políticas depende, en gran parte, de la
situación multilingüe particular. Hablando en general, la falta de apoyo al pluralismo lingüístico es
más factible en países donde esencialmente una lengua ha llegado ya a gozar de un alto grado de
uso y prestigio mientras que la aceptación del pluralismo lingüístico es un camino más realista
para naciones que están subdivididas en un número de comunidades lingüísticas establecidas y,
hasta cierto punto, culturalmente autónomas.
Casi cada programa administrativo, técnico o pedagógico que se ha emprendido para
tratar del multilingüismo ha tropezado con problemas en forma de reacciones imprevistas a favor
o en contra de los cambios en el statu quo lingüístico. Por ejemplo, ha habido casos en que los
hablantes de una lengua se resistieron al aprendizaje de otra cualquiera por el sentimiento de que
la segunda lengua pudiera ser, de algún modo, “menos apropiada” para el uso general, aunque
quizás pudiera haber tenido una cantidad mucho mayor de hablantes. O ha habido otros casos en
que los individuos han preferido ofrecer sus esfuerzos para conseguir fluidez en algún lenguaje
distinto del suyo nativo –a pesar de las dificultades mayores que eso implica- simplemente porque
la segunda lengua había sido considerada por ellos como “más valiosa” que su lengua nativa. El
no haber previsto reacciones sociales de este tipo se ha debido a la falta de suficiente información
acerca de los diferentes modos en que lenguas distintas pueden entremezclarse con actitudes
50

sociales y esquemas de conducta en una situación multilingüe. Por esto los científicos y
planificadores en el campo de la lengua podrían sacar partido al menos de la familiaridad con los
más frecuentes fenómenos sociolingüísticos que pueden caracterizar el multilingüismo,
especialmente esas diferencias en el modo en que la gente cataloga y usa las lenguas individuales.
En particular, a través de la descripción y comparación de diferentes casos históricos nacionales,
pueden obtenerse intuiciones útiles acerca de las constantes sociolingüísticas y de las variables del
multilingüismo. Ciertamente, los administradores gubernamentales podrían encontrar que un
contexto comparativo es útil tanto para evaluar las variaciones en el progreso o resultado de los
pasados programas de orientación de la lengua como en la planificación de programas nuevos.
En el presente bosquejo se ha desarrollado una tipología sociolingüística para ser usada
especialmente en la descripción de situaciones de lenguas nacionales. Está diseñada para indicar,
en forma relativamente abreviada, las principales clases de relaciones funcionales y distributivas
que las diferentes lenguas pueden tener en el ámbito lingüístico nacional43.

Tipos de lengua en el multilingüismo

Un factor importante en la tipología del multilingüismo es el de las actitudes: será tratado


en este bosquejo como tipo de lengua. Deriva del fenómeno aparentemente general por el que,
debido a las actitudes que el pueblo ha llegado a adoptar a favor de ciertos atributos socio-
históricos del lenguaje, las diferentes lenguas pueden recibir diferentes grados de status social
relativo. Puede ser que, por causa de esto, lenguas que se dan juntas no estén en una relación de
igualdad social una con respecto de la otra. El tipo de lengua en este sentido es a menudo un
factor importante para determinar si una lengua será aceptada o no por los miembros de una
sociedad nacional, como conveniente para algún uso específico como el de la educación, o como
una lengua oficial. La especificación del tipo sociolingüístico al que pertenece una lengua
particular requiere tomar en cuenta varios hechos diferentes al respecto, puesto que ningún
atributo particular, social o histórico parece ser plenamente decisivo en la determinación del
status social potencial de la lengua. Las lenguas pueden ser diferenciadas en tipos basados en
cuatro atributos que demuestran una consistente tendencia a influir en las actitudes sociales para
con ellas. Estos son:

I. Historicidad, i.e., si la lengua es o no el resultado de un proceso de desarrollo a través


del uso. Lo que hace que una lengua sea obviamente histórica es su asociación con
alguna tradición étnica nacional.
II. Estandarización, i.e., si existe o no una colección codificada de normas gramaticales y
léxicas que sean formalmente aceptadas y aprendidas por los usuarios de la lengua.
Los diccionarios y las gramáticas formales tienden a impartir, a las lenguas que los
poseen, un status de “legitimidad” generalmente aceptado.
III. Vitalidad, i.e., si la lengua tiene o no una comunidad existente de hablantes nativos.
En igualdad de condiciones, el reconocer que una lengua tiene hablantes nativos
tendrá el efecto de incrementar su importancia social para otras personas.
IV. Homogeneidad, i.e., si el léxico básico de la lengua y su estructura básica gramatical se
derivan de los mismos estadios previos. Muchas lenguas del mundo son
homogenéticas pero hay algunas cuya gramática básica proviene de una fuente y su
léxico básico de otra.

43 Muchas tipologías lingüísticas se han preocupado por indicar las relaciones históricas entre varias lenguas. Sin
embargo, la relación histórica en sí no es, necesariamente, significativa en el caso del multilingüismo,
particularmente si las lenguas relacionadas han evolucionado suficientemente por líneas diferentes. Así, el
inglés, el bengalí y el indostaní son lenguas todas muy emparentadas, pero este hecho parece no tener ningún
efecto en los problemas involucrados en la coexistencia de ellas en el multilingüismo de la India.
51

El cuadro siguiente muestra el camino por el que estos atributos socio-históricos se


combinan para producir tipos de lengua existentes y posibles. Un signo de más indica la presencia
de una de las variables, y un signo de menos su ausencia. Los tipos de lengua resultantes aparecen
en orden descendiente de posible prestigio social.

Atributos Tipos de lengua Símbolo


I II III IV
+
+ + + - Estándar S

+ + - + Clásico C

+ - + + Vernáculo V

+ - + - Criollo K

+ - - - Pidgin P

+
- + - - Artificial A
+
- - - - Marginal M

El estándar (E) y el clásico (C) son los dos tipos de lengua con el más alto prestigio universal. Sus
normas codificadas –reforzadas en muchos casos por obras literarias- tienden a fomentar un
grado relativamente alto de uniformidad en el uso, aun allí donde los usuarios de la lengua están
separados geográfica o socialmente. En algunos casos pueden todavía hacerse concesiones a
ciertas clases de variaciones regionales, dentro de las convenciones de gramática formal y de
léxico. Estos dos tipos de lengua son los que tienen la mayor probabilidad de ser adoptados
como lenguas oficiales por las naciones formadas recientemente. Un ejemplo de tipo estándar
podría ser el inglés tal como lo hablan y escriben la mayoría de sus usuarios cultos 44. Quizás el
mejor ejemplo de un tipo clásico actualmente en uso es el árabe literario. Fuera de Malta, que
tiene un árabe estándar (i.e., el maltés), es la única forma estandarizada del árabe y existe en cada
país, además de una o más lenguas vernáculas emparentadas. Grecia nos proporciona un
interesante ejemplo de un estándar (i.e., dhimotiki) y de un clásico (i.e., katharevusa) usados uno
al lado del otro. Es posible que un clásico llegue a ser o dé origen a una moderna lengua estándar
recuperando una comunidad de hablantes nativos, cf. el hebreo israelí, un estándar desarrollado
partiendo de una lengua clásica.
Las lenguas vernáculas (V) se aprenden a menudo como lenguas primeras, o lenguas
nativas, aunque en algunos casos algunos individuos pueden adquirirlas informalmente como
segundas lenguas. Debido a su carencia de diccionarios y gramáticas formalizadas (al menos algo

44 En sentido estricto, la estandarización es independiente de la escritura ya que aparentemente han sucedido


casos de lenguas no escritas, sin embargo, han sido estandarizadas sobre la base de modelos orales
tradicionalmente recitados y preservados. Además, cualquier lengua puede ser técnicamente reducida a escritura
para ciertos fines especializados, por ejemplo, descripción lingüística, publicación de textos bíblicos, poesía, etc.,
sin que ninguna de estas técnicas de escritura haya llegado a ser establecida entre los verdaderos usuarios de la
lengua. Sin embargo, puesto que el escribir es tan frecuentemente una característica de las lenguas estándares
actuales, será incluido aquí en la definición general de estandarización, pero solamente en el sentido de “un
sistema establecido de escritura junto con una apropiada serie de convenciones ortográficas que han llegado a
formar parte de la gramática codificada de la lengua”. El lector que conozca alemán puede encontrar un útil
examen de las relaciones entre escritura y estandarización en el capítulo I de la obra de Heinz Kloss, Die
Entreicklung neuer germanischer Kultursprachen von 1800 bis 1950, Munich, 1952.
52

que los usuarios de la lengua acepten como autorizado45), las lenguas vernáculas casi siempre
están catalogadas con un prestigio más bajo que las lenguas estándares o clásicas. El que con
frecuencia tengan una gran cantidad de hablantes monolingües tiende a darles algún peso social o
político. Muchas lenguas tribales de África y de las Américas son tipos vernáculos. Pero hay
también muchas formas de hablar relacionadas con lenguas estándares que, aunque no tienen
gramáticas formalizadas propias, son tan autónomas, funcional y estructuralmente, que pueden
clasificarse como lenguas separadas, cf. el dialecto yorshire o el egipcio árabe coloquial. Las
lenguas vernáculas no se usan frecuentemente para la escritura culta a causa de su falta de
estandarización. Por supuesto, una lengua vernácula puede eventualmente llegar a ser estándar a
través de una gradual codificación y aceptación de su gramática y léxico.
Las lenguas criollas (K) y pidgins (P) son el resultado del desarrollo de una lengua
secundaria para comunicación más amplia en ciertas clases de contacto social y lingüístico donde
llegan a fundirse materiales gramaticales y léxicos de diferentes fuentes. Un pidgin es una de esas
lenguas en su primer estadio, cuando se habla como segunda lengua solamente. A veces puede
adquirir hablantes nativos, tener un desarrollo posterior y, de este modo, convertirse en criolla.
Un pidgin muy usado que se está transformando rápidamente en criollo es el neo-melanesio, o el
inglés pidgin melanesio. En el Caribe se hablan algunas lenguas criollas muy emparentadas
basadas en el francés, y en Surinam (i.e., sranan y saramakkan) y Sierra Leona (i.e. krio) lenguas
criollas basadas en el inglés. Las lenguas criollas, como las vernáculas, pueden eventualmente
llegar a ser lenguas estándares.
Las lenguas artificial (A) y marginal (M) se parecen en que ambas son creaciones ad hoc. Las
primeras tienen generalmente una estructura rígida y simplificada en alto grado, que ha sido
inventada por sus autores individuales. Las formas de hablar marginales tienen mucho menos
estructura establecida, siendo solamente instrumento de comunicación privada entre un número
muy limitado de individuos que están frecuentemente en contacto pero que no conocen una
lengua en común. Ejemplos de unas cuantas lenguas artificiales que han llegado a ser muy
conocidas son el volapük, el esperanto y, más recientemente, la interlingua. Las lenguas
marginales han sido muy comunes en las secciones coloniales de Asia y África como “lenguas
domésticas” desarrolladas entre los europeos y sus sirvientes46.

Funciones de la lengua en el multilingüismo

Otro factor de importancia en la tipología del multilingüismo es la función de cada lengua


como una clase de medio de comunicación dentro de la nación. Diferentes idiomas, aun cuando
pertenezcan al mismo tipo de lengua, pueden tener funciones diferenciadoras: algunos pueden
desempeñar papeles altamente especializados, mientras que otros pueden usarse para fines muy
generalizados. Aunque la diferenciación entre las funciones lingüísticas puede detallarse hasta
donde lo permitan las metas descriptivas, las siguientes categorías funcionales han sido
consideradas lo suficientemente adecuadas para fines de comparación y descripción general.
Oficial (símbolo: o);47 el uso de una lengua considerada legalmente apropiada para todos
los fines representativos políticos y culturales. En algunos casos, la función oficial de una lengua
está especificada por la constitución. Además de su papel representativo, casi siempre se adopta

45 Los lingüistas sostienen que todas las lenguas tienen una estructura gramatical y un vocabulario, y que éstos
son susceptibles al análisis y descripción científicos. La pregunta es, simplemente, si la cultura con la que la
lengua está tradicionalmente asociada ha desarrollado o no una serie formalmente aceptada de reglas acerca de
su supuesto comportamiento.
46 Esta caracterización de lenguas marginales es esencialmente ampliación de la tipología del multilingüismo de

Sierra Leona, de J. Berry en su trabajo “Pidgins and Creoles in Africa”, Second Meeting of the Inter -African
Committee on Lingüistics: Symposium on Multilingualism, Brazzaville, 16-23 julio, 1962 (copia preliminar p.2). El
proceso involucrado en la formación de lenguas marginales puede ser posiblemente afín al de algunos pidgin,
pero por supuesto en menor escala. Por esta razón, las formas de elocución marginal merecen un estudio
adicional bajo condiciones controladas.
47 Los símbolos en mayúscula han sido usados para codificar los tipos de lengua, y los símbolos en minúscula

para las funciones de lengua.


53

una lengua oficial para fines educativos y literarios, y para mayor comunicación dentro de la
nación.
Grupo (símbolo: g); el uso de la lengua sobre todo por los miembros de un determinado
grupo o subgrupo étnico o cultural. La asociación entre lengua y grupo puede ser tan fuerte que
lenguas con función de grupo pueden servir a veces de criterio informal para averiguar la
cantidad de miembros de un grupo. El que una lengua esté asociada así con un grupo social
particular puede tender a crear, en los ajenos al grupo, la resistencia a adoptar esa lengua para
fines más generales –particularmente si el grupo asociado con la lengua está, por otra parte,
fuertemente separado del resto de la sociedad nacional.
Mayor comunicación (símbolo: m); el uso de la lengua, distinta de la oficial, en la
comunicación a través de las fronteras lingüísticas, para fines de negocio y comercio dentro de la
nación.
Educativa (símbolo: e); el uso de una lengua, distinta de la oficial, como medio de
instrucción en algún nivel del sistema educativo.
Literaria (símbolo: l); el uso de una lengua, distinta de la oficial, principalmente para
actividades literarias y científicas.
Religiosa (símbolo: r); el uso de una lengua principalmente en conexión con la práctica de
una religión.
Técnica (símbolo: t); el uso de una lengua principalmente como medio de acceso a la
literatura internacional técnica y científica.
Bajo diversas condiciones la misma lengua puede ocupar más de un compartimiento
funcional. Aunque la correlación entre el tipo y la función de la lengua es tan flexible que debe ser
establecida en cada caso específico, generalmente sucede que las funciones oficial (o), literaria (l) y
religiosa (r) estarán ocupadas casi siempre o por una lengua estándar o por una clásica, la función
técnica (t) por lenguas estándar o artificial, y la función de grupo (g) por estándares, vernáculas y
criollas.
Las situaciones multilingües tienden a ser estables, de modo que, con frecuencia,
diferentes lenguas usadas juntas no interfieren funcionalmente una con otra. Esto sucede cuando
cualquier par de lenguas está en distribución complementaria en cierto sentido social o
geográfico. Por ejemplo, dos lenguas con función de grupo o con función religiosa, por
definición serán usadas prácticamente siempre por diferentes grupos sociales o por diferentes
religiones respectivamente. Por otra parte, dos lenguas con diferentes funciones, por ejemplo una
con función de grupo y otra con función religiosa, pueden ser usadas por las mismas personas,
pero bajo diferentes circunstancias. La lengua con función de grupo será usada para fines
generales, excluyendo el ritual religioso, mientras que la lengua religiosa se usará solamente para
este fin.
Los problemas de conflicto lingüístico ocurren cuando esta trabazón recíproca se rompe,
sea por causa de un proceso histórico natural –como en el desarrollo de una presión simultánea
de dos fuentes culturales lingüísticamente diferentes- o por intervención administrativa directa
como al hacer el intento de reemplazar, en una función particular de grupo, una lengua vernácula
por una estándar diferente, o por competencia política entre dos lenguas diferentes en busca de
una mayor comunicación o de una función oficial dentro de una región dada. En tales casos, una
de las dos lenguas quedará eventualmente eliminada, aun cuando la que quede pueda estar
fuertemente influida por la otra en cuanto a la estructura y al léxico.

Diglosia

El pluralismo lingüístico puede mostrar una red de relaciones muy complejas a causa de
las diferencias que en algún caso de multilingüismo nacional pueden darse en los tipos y
funciones de la lengua. La situación se complica más al haber dos clases muy diferentes de
relaciones asociativas en que pueden encontrarse dos lenguas. Hasta ahora, se ha dado por
supuesto que la relación normal entre las dos lenguas fue: a) mutua ininteligibilidad general y b)
54

ninguna identificación mutua clara de los dos idiomas. Esta puede considerarse la relación
bilingüe “normal”.
En general, una relación histórica entre dos lenguas no es necesariamente garantía ni de
un apreciable grado de mutua inteligibilidad ni de mutua identificación, especialmente si la
relación pertenece a un pasado remoto48. Sin embargo, donde dos lenguas están emparentadas de
un modo tan cercado que existe una obvia correlación entre ellas, en algún nivel estructural de
ambas –normalmente en cuanto al léxico-, y están en funciones complementarias, entonces
pueden, en algún caso, llegar a ser consideradas como variantes una de la otra. Esta clase especial
de relación lingüística se llama generalmente en sociolingüística, diglosia49.
En algunos casos de diglosia, dos lenguas pueden estar en una función recíproca tan sutil
que incluso pueden servir como diferentes niveles de estilo en las mismas situaciones de
elocución50.
En muchos casos de diglosia, las dos lenguas representan también diferentes tipos de
lengua, y la relación jerárquica resultante tiende a intensificar su reciprocidad y a inhibir el
impulso de una de ellas hacia el compartimiento funcional de la otra.
Una relación de diglosia entre dos lenguas puede indicarse usando las letras A y B
(Lengua A, Lengua B), anotando siempre en primer término la lengua de mayor prestigio.
Se da una muestra del posible uso de éste y otros símbolos sugeridos en el presente
bosquejo en la siguiente fórmula, resumen de la situación lingüística del estado de Louisiana:

Inglés (Eo)
Francés (El) (francés acadio, negro criollo)
Acadio (Vg) (francés acadio)
Negro criollo (Kg) (francés negro criollo)
Latín (Cr)

Esto se puede interpretar así: “Hay una lengua estándar, el inglés, que es la lengua oficial
de la región. Hay también otra lengua estándar, el francés, usada principalmente para fines
literarios y científicos. Hay, además dos lenguas usadas por grupos sociales especiales: una
vernácula, llamada acadio, y una criolla, llamada negro criollo. Ambas están en una relación de
diglosia con el estándar francés que sirve como lengua de mayor prestigio. Finalmente, existe una
lengua clásica, el latín, que se usa principalmente para llevar a cabo el ritual de una religión
particular.”

PREGUNTAS GUÍA PARA LA LECTURA DEL TEXTO


Un bosquejo de tipología lingüística para describir el multilingüismo (Stewart, W.A.)
 ¿Qué atributos establece Stewart para elaborar una tipología de lenguas y en qué consisten?
 ¿Qué diferencias presentan las lenguas estándares y clásicas entre sí y con relación al vernáculo?
 ¿Cómo puede caracterizarse tipológicamente al “latín clásico” antes del siglo V dc? ¿Y con posterioridad?
 ¿Cómo puede caracterizarse tipológicamente al “latín vulgar” antes del siglo V dc? ¿Y hacia los siglos VI – VII dc
en adelante?

48 Incluso cuando dos lenguas están bastante vinculadas históricamente, su identificación con culturas diferentes,
y a veces rivales, puede causar interferencia de actitudes en relación con la mutua inteligibilidad que podría
resultar fácil a causa de sus muchas semejanzas de estructura. Este fenómeno se trata en la obra de Hans Wolf
“Intelligibility and Inter. ethnic Attitudes”, en Symposium on Urbanization and Standard Language (=
Anthropological Linguistics, vol. 2, núm. 3, marzo 1969).
49 Para un examen general de la diglosia con ejemplos de cuatro casos similares pero no relacionados, ver

Charles A. Ferguson, “Diglosia”, en Word, vol. XV, núm, 2 (agosto 1959).


50 Para ejemplos de este aspecto particular de la diglosia tomados de dos casos diferentes, ver Haim Blanc,

“Stylistic Variation in Spoken Arabic: a Sample of Interdialectal Educated Conversation” (en Charles A. Ferguson,
ed., Contributions to Arabic Linguistics, Cambridge, Harvard University Press, 1960), y William A. Stewart, “The
Functional Distribution of Creole and French in Haití”, en Georgetown University Monograph Series on
Languages and Linguistics, núm.15, Thirteenth Annual oendtable of Languages and Linguistics.

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