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Espiral,
ISSN (Versión impresa): 1665-0565
espiral@fuentes.csh.udg.mx
Universidad de Guadalajara
México
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www.redalyc.org
Proyecto académico sin fines de lucro, desarrollado bajo la iniciativa de acceso abierto
Ma. Aidé Hernández García
Espiral, Estudios sobre Estado y Sociedad Vol. XVIII No. 50 Enero/ Abril de 2011 219
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4. Otro de los autores que ha formulado una de las críticas más sólidas al trabajo
de Marshall ha sido Bryan Turner. En primer lugar, este autor apunta que los
derechos ciudadanos no han sido consecuencia de una concesión estatal sino
el resultado de luchas sociales y políticas. Consideró que Marshall no alcanzó a
visualizar la importancia de las luchas y movimientos sociales en el desarrollo,
surgimiento y fortalecimiento de la ciudadanía; fundamentalmente, de los dere-
chos políticos (Turner; 1990: 38). Somers, quien conviene con Turner, aclara
que no sólo fueron los movimientos como el cartismo, el movimiento fabril y
el sindicalismo durante los siglos XIX y XX los que influyeron (como se piensa
generalmente), también las luchas campesinas ocuparon un lugar fundamental en
el surgimiento de los derechos ciudadanos (Somers, 1999: 230).
En segundo lugar, Turner apunta que Marshall no acompaña su conceptuali-
zación de “ciudadanía” (en particular la expansión de los derechos sociales) con
una propuesta económica que pueda ayudar al crecimiento y fortalecimiento de
los mismos (Turner, 1990: 38), pues el capitalismo, que se ha consolidado en el
mundo, está mermando —cada vez más— los derechos sociales. En este punto hay
que resaltar que hay un debate en las ciencias sociales respecto a si los derechos
sociales deberían ser incluidos o no en el concepto de ciudadanía. Al respecto,
Giovanna Procacci trata de defender la importancia de los derechos sociales
como parte de la ciudadanía. Para ella, los derechos sociales son importantes no
sólo para amortiguar la pobreza que está generando la decadencia del Estado de
bienestar, sino también para lograr que cualquier individuo (incluyendo al más
pobre) tenga los mismos derechos y pueda ejercerlos igual que cualquier otro
individuo: “[...] los pobres son ciudadanos exactamente iguales a todos los demás
y [...] tienen por ello derecho a ciertos niveles de vida que se consideran básicos
para la relación de ciudadanía” (Procacci, 1999: 34).
En tercer lugar, Turner critica a Marshall que sólo se haya enfocado, para el
desarrollo de su modelo, en el caso británico (Turner, 1992: 40). Finalmente,
este autor sostiene que Marshall no contempló en su modelo de ciudadanía el
tema de los grupos étnicos, asunto que posteriormente desarrollará Kymlicka.
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lo que es diferente a ella, es decir, lleva implícito el ser distinta a otra identidad.
En esta perspectiva, da lo mismo afirmar la identidad de algo o su diferencia
(García, 2006: 7).
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Mujeres
En México hay una fuerte discriminación hacia el género
femenino, su mayor expresión es la cultura machista que
predomina entre los mexicanos. El “machismo” se puede
definir como una serie de códigos culturales y conductas que
exaltan el papel del hombre sobre la mujer, por lo mismo se
genera “un ideal masculino que hace hincapié en la domi-
nación sobre las mujeres, la competencia entre los hombres,
la exhibición de agresividad, la sexualidad depredadora y
el doble juego” (Connell, 1993: 31). Esta creencia es una
construcción social que se aprende desde la casa, continúa
en la escuela, en el trabajo y en cualquier otro ámbito de la
vida social, y se transmite de generación en generación. En
México el machismo está tan arraigado en la cultura que en
ocasiones no nos damos cuenta que estamos inmersos en él.
Como se puede observar, en esta construcción cultural
el personaje central es el hombre, el cual a través de su
vida tiene que seguir una serie de comportamientos que
le van a ayudar a reconocerse ante los demás como tal;
entre ellos destaca el hecho de que no puede dejar ver sus
sentimientos, siempre debe ocultarlos y mostrarse fuerte
frente a cualquier adversidad, no debe llorar y mucho menos
pedir perdón; debe ser agresivo, físicamente hablando, por
lo que si práctica deportes éstos deben de poner a prueba
esta condición; además entre más mujeres tenga, más
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11. www.cedoc.inmujeres.gob.mx
12. El Universal, 29/01/09.
13. www.inmujeres.gob.mx.
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Adultos mayores
Otro de los grupos que sufre mayor discriminación en
México es el de los adultos mayores. Esta situación responde
a que en el imaginario colectivo se asocia a este sector con
improductividad, ineficiencia y enfermedad (Conapred,
2004), en consecuencia, es frecuente que se les llegue a
considerar una carga familiar y/o social.
La discriminación hacia los adultos mayores es preocu-
pante en México, ya que este sector de la sociedad se incre-
menta rápidamente, debido al aumento de la esperanza de
vida. El Conapo16 apunta que este sector crece a un ritmo
anual de crecimiento de 3.75%, de tal forma que para 2050
los adultos mayores representarán 24.6% de la población,
cifra que significa la cuarta parte del total nacional.
Aunque se carece de información sobre la discriminación
a este grupo, según el Inapam, en 2002 se presentaron 18
mil denuncias por violación de derechos ante los minis-
terios públicos en toda la República (cifra que se duplicó
en un año, pues en 2001 se habían reportado 9 mil).17 Sin
embargo, instituciones como la Conapred consideran que el
número puede ser mayor debido a que los adultos mayores
generalmente no denuncian los abusos, lo cual puede ser
consecuencia de que creen que nadie les pondría atención,
se sienten muy discriminados y cuando traspasan este
límite cultural se enfrentan a la falta de capacitación de
las autoridades sobre las sanciones que se deben aplicar
(Conapred, 2004).
Parte de la discriminación hacia este sector se puede
observar en la END: 88% de los adultos mayores se sienten
discriminados; y tres de cada cuatro adultos consideran que
una persona de edad mayor tiene pocas o nulas posibilidades
de mejorar sus condiciones de vida debido a su edad. No
16. Conapo, La población de México en el nuevo siglo, México, julio de 2001, p. 19.
17. Declaración de Pedro Borda, director del Inapam, 9 de junio de 2003. Dispo-
nible en: http://uia.mx/iberonoticias/nuestracom/03/nc80/4.html).
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Indígenas
En México la palabra “indio” puede llegar a ser un cali-
ficativo negativo, que denota inferioridad. Esta percepción
se arrastra desde la época de la conquista, en la cual los
españoles nombraron a los habitantes de las tierras con-
quistadas de América como “indios”.21 Debido a que fueron
los vencidos, la mayoría de las veces se les trató como
esclavos, es decir como seres inferiores que habían nacido
para trabajar. Esta actitud de menosprecio hacia el indio
continuó y perduró a través de los años; incluso, en ciertos
momentos se fortaleció, tal es el caso del periodo de Santa
Anna o el de Porfirio Díaz (Paulat, 1972).
La percepción de inferioridad cuando se habla de un
indio continúa. Para conocerla no hay que buscar mucho, en
primer lugar podemos apuntar que en México los indígenas
son los más pobres de la sociedad. El informe de la Conapo
de 2001 demuestra que las entidades federativas del país
con mayor proporción de población indígena presentan
los Índices de Desarrollo Humano (IDH) más bajos. Dicha
condición de pobreza es consecuencia de la poca y mala edu-
cación22 a la que accede este grupo, lo cual viene aparejado
con trabajos mal remunerados y una gran explotación; uno
de estos casos son los jornaleros agrícolas migrantes que
21. Hay que recordar que los españoles llamaron “indios” a los pobladores de
estas tierras pues ellos creían haber llegado a las Indias Orientales.
22. Según cifras del Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), la
población de habla indígena presenta un índice de analfabetismo de 44.27%. La pobla-
ción que no ha terminado la primaria es de 75%, cuando en el nivel nacional es
de 36%; las escuelas primarias con sexto grado alcanzan únicamente 38%, siendo
que en el nivel nacional rebasan 80%. La eficacia terminal es de 65.88%, cuando
en el país es de 85%; asimismo, el porcentaje de los alumnos de cuarto año que
cumplen con habilidades de lecto-escritura es apenas de 8%, cuando el promedio
nacional es ya de 25%.
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23. Un ejemplo de esta situación en México son los jornales agrícolas migrantes,
quienes generalmente son indígenas que salen de su pueblo para ofrecerse como
trabajadores ambulantes. Este sector sufre explotación y marcada exclusión social
en los lugares donde trabaja. Para lograr un ingreso familiar de sobrevivencia,
hombres, mujeres y niños entran a la fuerza laboral, sin reconocimiento de sus
derechos laborales, por lo mismo son víctimas de constantes violaciones en
sus derechos fundamentales. Actualmente, existen entre 3 y 3.4 millones de
jornaleros agrícolas (Sedesol: Programa de Atención a Jornaleros Agrícolas en
el Estado de Hidalgo 2008).
24. Sedesol: Programa de Atención a Jornales Agrícolas Migrantes. Disponible
en: www.sedesol.gob.mx.
25. Véase Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos en: www. Info4.
juridicas.unam.mx.
26. La cobertura de educación preescolar e inicial en la población infantil migrante
es de 6%, 61.1% de los hijos de familias jornaleras agrícolas —de entre 6 y 14
años de edad— no asiste a la escuela; 1 de cada 4 niños —de entre 6 y 14 años
de edad— nunca ha asistido a la escuela; la misma cantidad abandona sus estu-
dios para incorporarse al trabajo (Sedesol: Programa de Atención a Jornaleros
Agrícolas. Disponible en: www.sedesol.gob.mx).
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—¿Faltan a la escuela?
—Yo, a veces
—¿Por qué faltaban?
—Porque mis papás no estaban, iba a lavar trastes… porque los acom-
pañaba al campo (niños jornaleros agrícolas) (Reyes; 2003: 37).
27. Véase la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos en: www.
Info4.juridicas.unam.mx.
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28. Véase la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos en: www.
Info4.juridicas.unam.mx.
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29. Las respuestas negativas para las otras categorías de personas se distribuyen
de la siguiente manera: personas de otra raza: 39.8%; de ideas políticas distintas:
44.5%; de otra religión: 48.1%; enfermos de sida: 57.5% (Meyenberg y Flores, 2000).
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Hay que resaltar que las leyes no han avanzado, entre otras
razones, como respuesta a los prejuicios de la sociedad mexi-
cana. La cultura de la discriminación lleva a que este sector
sea presa de una gran exclusión, condición que les veda el
acceso a una ciudadanía plena en sus vidas cotidianas.
Conclusión
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