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Ma. Aidé Hernández García


Los retos de la democracia mexicana: una ciudadanía sin discriminación
Espiral, vol. XVIII, núm. 50, enero-abril, 2011, pp. 219-254,
Universidad de Guadalajara
México

Disponible en: http://www.redalyc.org/articulo.oa?id=13818129007

Espiral,
ISSN (Versión impresa): 1665-0565
espiral@fuentes.csh.udg.mx
Universidad de Guadalajara
México

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www.redalyc.org
Proyecto académico sin fines de lucro, desarrollado bajo la iniciativa de acceso abierto
Ma. Aidé Hernández García

Los retos de El propósito de este trabajo


es exponer que el desarrollo
la democracia de una ciudadanía plena
no sólo tiene que ver con la
mexicana: una existencia de derechos, sino
ciudadanía sin también de una cultura de
la no discriminación. La
discriminación tradición liberal reconoce
a un ciudadano como aquel
Este artículo se propone exponer cómo el que tiene derechos y obligaciones al
ejercicio pleno de la ciudadanía necesita no
interior de una comunidad deter-
sólo de derechos garantizados legalmente,
sino también de una cultura de la no minada. Para que el ciudadano
discriminación. A partir de dos premisas: ejerza estos derechos no es sufi-
la primera es que para que el ciudadano
pueda ser activo en la política necesita ciente su legislación, es necesario
de derechos que le garanticen su pleno una cultura1 de respeto a la dife-
desarrollo, empero, los derechos no tienen
rencia. Cuando un sector de la so-
que ser iguales para todos los ciudadanos,
pues hay una gran diversidad social y cul- ciedad considera que los demás, o
tural, por lo que se propone la existencia un grupo social en particular, no
de derechos diferenciados. La segunda
premisa es apuntar que estos derechos ciu- merecen los mismos derechos que
dadanos no se pueden ejercer ampliamente ellos, en la vida cotidiana coarta-
si existe una cultura de la discriminación,
rán sus derechos —a pesar de que
pues aunque haya leyes que favorezcan
al desarrollo de una ciudadanía plena, si existan en la ley—; pero además,
la sociedad excluye a ciertos grupos los por la condición de exclusión de
está condenando no sólo a la pobreza sino
también a tener una baja autoestima y una estos ciudadanos, ellos mismos no
concepción de inferioridad, actitud que los se considerarán sujetos de derecho.
lleva a no considerarse sujetos de derecho.

Palabras clave: discriminación, ciudada- 1. Entendemos por cultura un sistema de actitudes,


nía, pluralidad. valores y conocimientos compartidos ampliamente en
la sociedad y transmitidos de generación en generación.
Mientras la naturaleza humana es biológicamente innata

Profesora-Investigadora de la Universidad y universal, la cultura es aprendida socialmente desde
Autónoma del Estado de Hidalgo. que se nace y se fortalece o se reformula cotidiana-
maaaide@yahoo.com, mente, en consecuencia, ésta variara de una sociedad
maaaide@hotmail.com. a otra (Inglehart, 1998: 18).

Espiral, Estudios sobre Estado y Sociedad Vol. XVIII No. 50 Enero/ Abril de 2011 219
Ma. Aidé Hernández García 

Por tanto, este artículo parte de dos supuestos. El pri-


mero, que para garantizar una ciudadanía plena no sólo
es suficiente la generación y promulgación de leyes, sino
también la formación de una cultura de la no discriminación
que ayude a que dichas leyes se cumplan y se respeten en la
vida cotidiana. El segundo, que en México hay una amplia
cultura de discriminación que no permite, en primer lugar,
que las leyes que existen para el desarrollo de la ciudada-
nía sean efectivas para todos, y en segundo lugar, que esta
cultura no ayuda a la promulgación de leyes necesarias
para lograr una ciudadanía plena de diversos sectores de la
sociedad, tales como mujeres, adultos mayores, personas con
discapacidad, indígenas y ciudadanos no heterosexuales.
Cuando hablamos de una ciudadanía plena nos referimos
a que los derechos ciudadanos —hay que aclarar, tal como
lo hace Will Kymlicka, que los derechos no tienen que ser
iguales para todos los ciudadanos, pues hay grupos que
necesitan derechos específicos o diferenciados—, puedan
ser ejercidos ampliamente por los ciudadanos sin distin-
ción de clase social, edad, sexo, preferencia sexual, ingreso
económico o color de piel.
Un ciudadano pleno es fundamental para lograr la con-
solidación de una democracia, la cual necesita de un ciuda-
dano que participe activamente en la política y de manera
autónoma e informada. Dichas características se logran si el
ciudadano goza de sus derechos, entre ellos podemos citar la
educación y el ingreso, por poner un ejemplo. Si el ciudadano
no cuenta con educación es muy difícil que tenga el capital
cultural que le permitan leer y entender las noticias, y si
tampoco le alcanza el dinero para comprar libros, revistas
o periódicos, será imposible que esté informado. Por ello la
calidad de la democracia depende de la de sus ciudadanos.
Para cumplir con los objetivos antes planteados, el artículo
se dividirá en tres apartados. En el primero se discutirá con
dos de las teorías más influyentes sobre ciudadanía, de tal

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Los retos de la democracia mexicana: una ciudadanía sin discriminación

forma que argumentemos cómo han sido relegados de la


discusión fenómenos culturales como la discriminación. En
segundo lugar, se expondrá la definición de discriminación
y su influencia en el desarrollo de una ciudadanía plena.
En tercero se analizará el caso mexicano, por lo que se
mostrará, a partir de trabajos cualitativos y cuantitativos,
la discriminación que hay hacia diversos sectores sociales,
tales como: las mujeres, los adultos mayores, los discapa-
citados, los indígenas y los no heterosexuales.2

Ciudadanía y su construcción teórica

En el tema de la ciudadanía existen dos perspectivas


teóricas que han destacado en las ciencias sociales, la que
proporciona T. Marshall y la de Will Kymlicka. Ambas pro-
puestas se centraron en la pregunta qué derechos necesitan
los ciudadanos para lograr las condiciones fundamentales
para su desarrollo; no obstante, en este trabajo conside-
ramos que no sólo los derechos son importantes para el
fortalecimiento ciudadano sino también una cultural que
los respalde para que logren su desarrollo pleno.
La propuesta de Marshall representó una “especie de faro
para la sociología [y] la política social al final de la guerra”
(Pérez: 2000: 9). El éxito de este autor radicó en que consideró
al ciudadano como un individuo detentador de derechos y
obligaciones en condiciones de igualdad con el resto de los
miembros del conjunto social: “el ciudadano es aquel que nace
en un territorio determinado y goza de derechos y obligacio-
nes garantizados por la ley” (Marshall, 1950).

2. Estos grupos sociales se escogieron debido a que la Encuesta Nacional sobre


la Discriminación de México (END) dejó ver que el mexicano es altamente discri-
minador con estos grupos. Dicha encuesta fue realizada a mediados de 2004 por
la Secretaría de Desarrollo Social (Sedesol) y la Comisión Nacional para Prevenir la
Discriminación (CNPD). Los resultados pueden hallarse en www.sedesol.gob.mx
y en Székely (2007).

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El autor de Ciudadanía y clase social, preocupado por


la pobreza que observó en Inglaterra a principios del siglo
pasado, se preguntó qué tipo de derechos debe tener un
ciudadano para desenvolverse plenamente en una sociedad
en la que existen clases sociales. La respuesta que ofreció es
que el Estado debe garantizar a todos sus ciudadanos tres
tipos de derechos: civiles, políticos y sociales.
El elemento civil contempla los derechos necesarios para
la libertad de la persona: expresión, pensamiento, religión,
propiedad, justicia y de establecer contratos válidos. El ele-
mento político incluye el derecho a participar en el ejercicio
del poder político como miembro de un cuerpo investido de
autoridad política o como elector de sus miembros. Mien-
tras que el elemento social abarca desde el derecho a la
seguridad y a un mínimo bienestar económico hasta el de
compartir plenamente la herencia social y vivir la vida
de un ser civilizado conforme a los estándares predominan-
tes en la sociedad (Marshall, 1950: 23).
Marshall deja a un lado la discusión de si el ciudadano
debe ser muy participativo o no en la política,3 para cen-
trarse en qué derechos necesita este ciudadano en caso de
que quiera participar. Marshall apunta que el Estado debe
garantizar que el ciudadano tenga las condiciones sociales,
económicas y legales propicias para que pueda desarrollarse

3. Hay que recordar que cuando se habla de ciudadanía se recuerda el papel de


la polis griega, en donde todos los que eran ciudadanos participaban en la toma
de decisiones sobre asuntos de orden público (Arendt, 1993). Habría que acla-
rar que estos ciudadanos no tomaban todas las decisiones, pues autores como
Manin apuntan que en la democracia ateniense “muchos poderes no estaban en
manos del pueblo reunido en asamblea” (1998: 19). Sin embargo, lo que hay que
rescatar de los griegos es que los ciudadanos sí se reunían para discutir y tomar
decisiones sobre lo público, asumían un papel activo en la política. A través de
la historia este comportamiento se fue convirtiendo en el ideal del ciudadano y,
en consecuencia, se suele pensar que el ciudadano es aquel que participa en la
política. En este sentido, Marshall se logra dar cuenta de que no todos tienen las
condiciones sociales y económicas para hacerlo, así que considera que si queremos
tener un ciudadano que participe activamente en la política hay que otorgarle
derechos sociales, civiles y políticos.

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Los retos de la democracia mexicana: una ciudadanía sin discriminación

como tal y pueda participar, si así lo desea, no sólo en la


política sino también en otros ámbitos de la vida social. En
otras palabras, el autor considera que si al individuo no se le
otorgan derechos como libertad de expresión, pensamiento,
religión, educación y trabajo, difícilmente tendrá el hábito
y las condiciones para debatir y participar en la política.
Autores como Almond y Verba (1963) fortalecen esta pro-
puesta y concluyen que para que un ciudadano pueda ser
participativo en la política debe tener condiciones sociales
y económicas tales como educación e ingreso; pero además
de estas características este individuo, a lo largo de su vida,
debió de haber tenido la libertad de pensamiento y de expre-
sión en diversos ámbitos de su vida, tal como la familia, la
escuela, las asociaciones, el trabajo; si el ciudadano halló
estas características, seguramente cuando tenga que par-
ticipar en la política en su vida adulta, lo hará de manera
natural. Pero si este ciudadano nunca ha participado y
expresado sus ideas, y además no tiene educación ni trabajo,
es muy probable que se muestre pasivo y desinteresado en
la política. Por ende, el ejercicio de los derechos políticos es
un escalón alto, para llegar al cual primero hay que pasar
por los derechos sociales y civiles.
En este trabajo destacaremos dos críticas importantes a
la propuesta de Marshall. La primera es que asume que si
los derechos (sociales, civiles y políticos) están garantizados
legalmente, se cumplirán y harán posible un ciudadano
pleno, pero ¿qué sucede cuando en una sociedad hay una
gran discriminación hacia determinados grupos a los cuales
no se les cree merecedores de dichos derechos? ¿Se respe-
tarán los derechos otorgados por la ley?
La segunda crítica es que el autor presupone que todos
los individuos tienen los mismos intereses y necesidades,
no repara en que existe una pluralidad social y cultural y,
por ello, propone los mismos derechos para todos. Al res-
pecto, Chantal Mouffe apunta que “una comunidad política

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democrática moderna no puede organizarse en torno a una


sola idea sustantiva de bien común” (1997: 229), para esta
autora una concepción de ciudadanía no debe sacrificar la
libertad por la igualdad. En este tenor, Iris Marion Young
deja ver que la diversidad debe ser el punto de partida para
la formación de una ciudadanía: “la diferenciación en grupos
es un proceso inevitable y deseable en las sociedades moder-
nas” (1989: 261). Empero, el autor que articula esta crítica
en una teoría moderna de ciudadanía es Will Kymlicka.4
Este autor señala que Marshall pretendía con su pro-
puesta atenuar la diferencia de clases, sin embargo, cuando
a la diversidad social se le otorgan los mismos derechos,

4. Otro de los autores que ha formulado una de las críticas más sólidas al trabajo
de Marshall ha sido Bryan Turner. En primer lugar, este autor apunta que los
derechos ciudadanos no han sido consecuencia de una concesión estatal sino
el resultado de luchas sociales y políticas. Consideró que Marshall no alcanzó a
visualizar la importancia de las luchas y movimientos sociales en el desarrollo,
surgimiento y fortalecimiento de la ciudadanía; fundamentalmente, de los dere-
chos políticos (Turner; 1990: 38). Somers, quien conviene con Turner, aclara
que no sólo fueron los movimientos como el cartismo, el movimiento fabril y
el sindicalismo durante los siglos XIX y XX los que influyeron (como se piensa
generalmente), también las luchas campesinas ocuparon un lugar fundamental en
el surgimiento de los derechos ciudadanos (Somers, 1999: 230).
En segundo lugar, Turner apunta que Marshall no acompaña su conceptuali-
zación de “ciudadanía” (en particular la expansión de los derechos sociales) con
una propuesta económica que pueda ayudar al crecimiento y fortalecimiento de
los mismos (Turner, 1990: 38), pues el capitalismo, que se ha consolidado en el
mundo, está mermando —cada vez más— los derechos sociales. En este punto hay
que resaltar que hay un debate en las ciencias sociales respecto a si los derechos
sociales deberían ser incluidos o no en el concepto de ciudadanía. Al respecto,
Giovanna Procacci trata de defender la importancia de los derechos sociales
como parte de la ciudadanía. Para ella, los derechos sociales son importantes no
sólo para amortiguar la pobreza que está generando la decadencia del Estado de
bienestar, sino también para lograr que cualquier individuo (incluyendo al más
pobre) tenga los mismos derechos y pueda ejercerlos igual que cualquier otro
individuo: “[...] los pobres son ciudadanos exactamente iguales a todos los demás
y [...] tienen por ello derecho a ciertos niveles de vida que se consideran básicos
para la relación de ciudadanía” (Procacci, 1999: 34).
En tercer lugar, Turner critica a Marshall que sólo se haya enfocado, para el
desarrollo de su modelo, en el caso británico (Turner, 1992: 40). Finalmente,
este autor sostiene que Marshall no contempló en su modelo de ciudadanía el
tema de los grupos étnicos, asunto que posteriormente desarrollará Kymlicka.

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Los retos de la democracia mexicana: una ciudadanía sin discriminación

lo único que se genera es una mayor desigualdad econó-


mica; por ello, deja ver que la solución para lograr mejores
condiciones para el desarrollo ciudadano son los derechos
diferenciados.
Hay que aclarar que Kymlicka de ninguna forma pre-
tende acabar con los derechos que propone Marshall, lo que
apunta es que estos derechos no tienen que ser rígidos; por
ejemplo, si la educación pretende enriquecer la pluralidad
cultural no debe ser impartida de igual forma para todos,
sería conveniente que se enseñara en diferentes idiomas o
dialectos, con especificaciones particulares dependiendo del
grupo del que se trate. En otros casos, habrá ciertos sectores
que necesiten condiciones especiales para su desarrollo,
tal como la aprobación de ejidos o una legislación laboral
específica, por mencionar algunos casos. En otras palabras,
lo que está señalando Kymlicka es que los derechos funda-
mentales que propone Marshall no necesariamente tienen
que ser los mismos para todos y en las mismas condiciones,
ya que en una sociedad existen diversos grupos con dife-
rentes necesidades.
Para Kymlicka es fundamental concebir que las socieda-
des son plurales. Ya no es posible hablar de la existencia
de un Estado-nación, pues los países no se componen de
una sola cultura sino de varias; es decir, el Estado es mul-
ticultural, por ello los derechos ciudadanos deben recupe-
rar dicha pluralidad social. Para el autor de Ciudadanía
multicultural las sociedades presentan principalmente tres
tipos de culturas:

1. Minorías nacionales, que son grupos potencialmente


autogobernados y que son resultado de la colonización, la
conquista o la confederación de comunidades nacionales.
2. Grupos étnicos, que son inmigrantes que han abando-
nado su comunidad nacional para incorporarse a otra
sociedad determinada.

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3. Nuevos movimientos sociales, es decir, grupos sociales


como movimientos gay, mujeres, pobres, incapacitados
y demás grupos minoritarios que existen en la sociedad
nacional o en un grupo étnico (Kymlicka, 1996: 32-37).

El autor apunta que los derechos para fortalecer este


multiculturalismo deben ser diferenciados y propone tres
categorías:
El primero es el de autogobierno, el mecanismo para
lograrlo es la existencia de un federalismo que garantice
(institucional y legalmente) que las minorías nacionales
puedan estar concentradas territorialmente y puedan
formar las leyes que les permitan seguir desarrollándose
con sus particularidades culturales.
El segundo es el derecho poliétnico, el cual consiste en
leyes especiales que ayuden a la integración de las minorías
en el conjunto de la sociedad, sin dejar su herencia étnica; un
ejemplo que usa el autor es el de los judíos ortodoxos en
Estados Unidos, quienes han reivindicado el derecho a vestir
la yamulka durante el servicio militar.
Por último propone los derechos especiales de represen-
tación, es decir mecanismos institucionales para que los
grupos étnicos puedan estar representados en los distin-
tos órganos de representación, para que así ellos mismos
puedan velar por sus necesidades e intereses (Kymlicka,
1996: 46-55).
Para Kymlicka, los derechos diferenciados podrán forta-
lecer una sociedad plural y democrática; empero, ¿qué pasa
cuando en una sociedad no hay el reconocimiento a la dife-
rencia y se intenta desaparecerla? En este panorama, ¿po-
drán existir los derechos diferenciados?, y si existen, ¿podrán
garantizar una ciudadanía plena? Al igual que Marshall,
Kymlicka nunca considera que la cultura pueda ser una
barrera para garantizar el fortalecimiento de los derechos

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Los retos de la democracia mexicana: una ciudadanía sin discriminación

diferenciados, da por sentado que los ciudadanos aceptan


la diferencia y quieren enriquecerla, pero no siempre es así.
En este contexto es fundamental subrayar el hecho de
que la cultura no siempre ayuda al fortalecimiento de la
diversidad y menos aún abona a favor de la vida democrá-
tica. Rasgos culturales como la discriminación pueden ser
una gran barrera para el fortalecimiento de una ciudadanía
plural, principalmente, desde dos perspectivas:
1. Si la sociedad no reconoce la identidad del otro, habrá
mucha resistencia para generar los derechos que forta-
lezcan la diferencia.
2. Si por alguna razón el gobierno logra implementar este
tipo de derechos, éstos enfrentarán dos desafíos: que los
afectados no los utilicen pues no creen que los merecen,
y si finalmente deciden utilizarlos, la sociedad pondrá
barreras para que no puedan ser sujetos de derecho.

En consecuencia, la discriminación no permite la generación


o la garantía de los derechos ciudadanos que fortalezcan la
pluralidad cultural.5 De acuerdo a este contexto cultural,
habría que preguntarse qué tipo de ciudadanía podría for-
talecerse en una sociedad en donde la discriminación es la
forma común de relacionarse.

Discriminación

En una sociedad democrática las relaciones cotidianas


deben estar basadas en el reconocimiento a la diferencia.
Este reconocimiento puede ser entendido como el principio
que reivindica las diferencias propias a condición de reco-
nocer, respetar y defender las identidades6 ajenas. En este

5. En este artículo se usarán como sinónimos la pluralidad cultural y el multicultu-


ralismo, conceptos que reflejan la existencia de distintas culturas en una sociedad.
6. La identidad es aquello que constituye lo que una cosa es en sí misma y que, al
mismo tiempo, la distingue de otra que no es ella. La identidad está delimitada por

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sentido, cuando se da el reconocimiento a la diferencia se


están sentando las bases para ésta pueda florecer y generar
una sociedad en donde las leyes se cumplan para garantizar
una democracia plural.
Si en una sociedad se niega el reconocimiento a la dife-
rencia y los grupos sociales le muestran a un individuo o
a un grupo social un cuadro limitativo, degradante o des-
preciable de sí mismo, es seguro que las relaciones socia-
les no se llevarán en un clima de respeto a la diversidad
cultural; por el contrario, se generarán fenómenos como la
discriminación que llevan, entre otros factores, a que las
leyes se usen discrecionalmente: a favor de unos y en contra
de otros. En este tipo de contextos los grupos minoritarios
no tienen esperanza de crecer y fortalecerse, y sí muchas
probabilidades de ser excluidos.
La discriminación se puede entender como una conducta,
culturalmente fundada y socialmente extendida, “de despre-
cio contra una persona o grupo de personas sobre la base de
un prejuicio negativo relacionado con una desventaja inme-
recida, y que tiene por efecto (intencional o no) dañar sus
derechos y libertades fundamentales” (Rodríguez, 2006: 8).
En este sentido, la discriminación no permite el floreci-
miento de la diversidad y limita la posibilidad de competir
en igualdad de circunstancias. En consecuencia, la no dis-
criminación no viene de la mano con la igualdad sino con
la pluralidad, esto es con el florecimiento de la diferencia.
Lo anterior nos lleva a proponer que una ciudadanía plena
debe ir acompañada del reconocimiento a la diferencia y de
una cultura de la no discriminación.
Las prácticas discriminatorias se construyen en la vida
cotidiana y se transmiten de generación en generación. Los
espacios de recreación de estas actitudes son la familia, la

lo que es diferente a ella, es decir, lleva implícito el ser distinta a otra identidad.
En esta perspectiva, da lo mismo afirmar la identidad de algo o su diferencia
(García, 2006: 7).

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Los retos de la democracia mexicana: una ciudadanía sin discriminación

escuela, el trabajo, las reuniones sociales; es en estas esferas


sociales donde se forman los prejuicios, los estigmas y los
estereotipos hacia los grupos sociales; y son estas actitudes
las que guían el comportamiento cotidiano de los indivi-
duos. En otras palabras, la discriminación se construye
socialmente, día con día y se aprende de manera “natural”
e inconsciente.
Cuando en una sociedad existe discriminación, tal como
en el caso mexicano, las leyes no son suficientes para cons-
truir una ciudadanía plena. La Constitución Política de los
Estados Unidos Mexicanos7 en su artículo primero apunta:

Queda prohibida toda discriminación motivada por origen étnico o


nacional, el género, la edad, las discapacidades, la condición social, las
condiciones de salud, la religión, las opiniones, las preferencias, el estado
civil o cualquier otra que atente contra la dignidad humana y tenga por
objeto anular o menoscabar los derechos y libertades de las personas.

A pesar de este ordenamiento legal, en México existe


una gran discriminación, la cual mantiene en exclusión y
pobreza a quien la padece. A continuación analizaremos
dicho fenómeno, así como las repercusiones que tiene en la
construcción de una ciudadanía plena.

Discriminación en México

Este apartado pretende dos objetivos. En primer lugar,


describir que en México hay una gran discriminación hacia
diversos sectores de la sociedad, tales como: mujeres, adul-
tos mayores, discapacitados, población indígena y personas
con preferencia no heterosexual.

7. Véase la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos en: www.


Info4.juridicas.unam.mx.

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En segundo lugar, apuntar que los derechos que otorga


la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos,
por un lado, son insuficientes para el desarrollo pleno de
dichos sectores de la sociedad, y, por el otro, que muchos
de los derechos otorgados no se respetan. En este sentido,
la discriminación ocasiona que los individuos no se consi-
deren sujetos de derecho, que no crean que pueden usarlos
y exigirlos, pues hay un deterioro de su autoestima y una
concepción de inferioridad respecto a los demás sectores.

Mujeres
En México hay una fuerte discriminación hacia el género
femenino, su mayor expresión es la cultura machista que
predomina entre los mexicanos. El “machismo” se puede
definir como una serie de códigos culturales y conductas que
exaltan el papel del hombre sobre la mujer, por lo mismo se
genera “un ideal masculino que hace hincapié en la domi-
nación sobre las mujeres, la competencia entre los hombres,
la exhibición de agresividad, la sexualidad depredadora y
el doble juego” (Connell, 1993: 31). Esta creencia es una
construcción social que se aprende desde la casa, continúa
en la escuela, en el trabajo y en cualquier otro ámbito de la
vida social, y se transmite de generación en generación. En
México el machismo está tan arraigado en la cultura que en
ocasiones no nos damos cuenta que estamos inmersos en él.
Como se puede observar, en esta construcción cultural
el personaje central es el hombre, el cual a través de su
vida tiene que seguir una serie de comportamientos que
le van a ayudar a reconocerse ante los demás como tal;
entre ellos destaca el hecho de que no puede dejar ver sus
sentimientos, siempre debe ocultarlos y mostrarse fuerte
frente a cualquier adversidad, no debe llorar y mucho menos
pedir perdón; debe ser agresivo, físicamente hablando, por
lo que si práctica deportes éstos deben de poner a prueba
esta condición; además entre más mujeres tenga, más

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Los retos de la democracia mexicana: una ciudadanía sin discriminación

hombre es; en el hogar, su papel en la familia es el de pro-


veer mientras que el de su esposa es atenderlo y de estar
atenta de sus necesidades sin importar cuáles sean éstas8
(Castañeda, 2007).
Además de estas características, Octavio Paz en su libro
clásico El laberinto de la soledad, señala que en el imagina-
rio colectivo el hombre —al cual el autor llama “macho”—
nunca debe rajarse y debe ser “chingón”. Para el mexicano
el que se raja “es de poco fiar, deja ver que es incapaz de
afrontar los peligros como se debe: se trata de un traidor”
(Paz, 2002: 165), como consecuencia un “verdadero hombre
jamás se raja”. Ser chingón no implica virilidad sino agre-
sividad, es una palabra que implica violencia, pues donde
hay un chingón hay un chingado, en consecuencia, la vida
cotidiana se convierte en una posibilidad de chingar y de ser
chingado, en otras palabras, de violentar, de agandallar, de
castigar, de ofender y, lo que es peor —como el hombre no
se raja—, debe soportar humillaciones y maltratos pues lo
que está aprueba es su hombría. En esta visión, la mujer es
vista como inferior ya que, indiscutiblemente, es la chingada
y la que se raja.
Entonces, en el machismo en México la mujer se cons-
truye en contraparte al hombre: ella debe ser callada y
recada; como es débil, le está permitido mostrar sus senti-
mientos y llorar; su papel como esposa es hacerse cargo de
los quehaceres de la casa y vivir para satisfacer a su marido,
al cual debe aceptar tal como es, por ende, cuando se llegue
a dar cuenta de la infidelidad debe comprenderlo, jamás
desafiarlo o ponerlo en evidencia; el papel de cuidado de los
hijos le corresponde a ella; si no cumple con este papel es
estigmatizada como una “mala mujer”, por lo que se puede
justificar los malos tratos del marido (Castañeda; 2007).

8. Lo interesante del libro de Castañeda (2007) es que la autora demuestra que


cada uno de estos elementos es un producto cultural y no una condición biológica
innata que no se pueda transformar en el transcurso de la vida.

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Este estereotipo no deja ver una igualdad entre géneros;


al contrario, hay una clara desigualdad, en donde la mujer
es inferior al hombre.9 Esto a pesar de que la Constitución
Política de los Estados Unidos Mexicanos en su artículo
cuarto apunta que: “El varón y la mujer son iguales ante
la ley”.10
Entonces, en México existe una clara discriminación
hacia el género femenino, la cual se puede observar en la
Encuesta Nacional sobre la Discriminación en México (END)
(Székely, 2007). En dicha encuesta, paradójicamente 84%
dijo respetar a la mujer que decida ser madre soltera, 90%
opinó que negar el empleo a una mujer embarazada es una
violación a sus derechos humanos y casi 100% afirmó que
resulta injustificable que un hombre golpee a una mujer. De
manera paralela a este discurso, uno de cada cuatro pedi-
ría un examen de embarazo a una mujer antes de decidir
darle empleo, uno de cada tres opina que es normal que los
hombres ganen más que las mujeres y prácticamente uno
de cada cuatro mexicanos está de acuerdo con que muchas
mujeres son violadas porque provocan a los hombres. Estos
elementos son rasgos claros de una concepción de desigual-
dad de géneros.
En esta encuesta también se observa que las mujeres
encuestadas apuntan que los espacios donde perciben una
mayor discriminación son en el trabajo y en el hogar. En
esta última esfera, según la Encuesta Nacional sobre la

9. En la actualidad estos roles están siendo cuestionados principalmente por


una mayor incursión de la mujer en el mercado laboral. El hombre ya no puede
ser el único sostén económico de la casa, de hecho se dan casos en donde los
hombres pierden el trabajo y tienen que vivir del sueldo de la mujer. Esta nueva
situación económica y laboral está redefiniendo el machismo en México. Autores
como Montecinos hablan de la emergencia de nuevas características, que hacen
pensar en la existencia de varios tipos de machismo (véase Montecinos, 2007:
20-45), sin embargo, es claro que este fenómeno se transforma para permanecer
(Castañeda, 2007).
10. Véase la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos en: www.
Info4.juridicas.unam.mx.

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Los retos de la democracia mexicana: una ciudadanía sin discriminación

Dinámica de las Relaciones en los Hogares 2003,11 35% de


las mujeres de quince años y más reportó haber sufrido
violencia emocional por parte de su cónyuge durante los
últimos 12 meses previos al momento de la encuesta, 27%
de las mujeres señaló haber sufrido violencia económica,
9% violencia física y 8% violencia sexual. Estos tipos de
violencia dejan ver la falta de derechos reales de la mujer
en México, pues, en primer lugar no en todos los estados de
la República están tipificados estos tipos de violencia; en
segundo lugar, a pesar de que hay un castigo legal, prin-
cipalmente para la violencia física, ésta sigue presente y
habría que aclarar que las cifras pueden ser más altas pues
la mujeres no siempre denuncian el maltrato y la violencia
a las que son expuestas, ya que están tan inmersas en ellas
que o ya se acostumbraron o creen que la vida es así.
Los datos sobre la violencia contra las mujeres muestran
que está lejos de desaparecer en el corto plazo. De acuerdo
con la misma encuesta, hasta 80% de las mujeres en México
han sido violentadas alguna vez en su vida; mientras que el
Observatorio Ciudadano Nacional del Feminicidio reportó
mil catorce homicidios dolosos contra mujeres12 del 1º de
enero de 2007 al 31 de julio de 2008 en 13 estados del país.
La discriminación hacia las mujeres también se observa
en la educación y en el ingreso salarial. Las tasas de anal-
fabetismo son de 11% para mujeres y 7% para hombres.13
En cuanto a la brecha salarial, de acuerdo con cifras del
INEGI, 29% de las mujeres que realizan un trabajo remu-
nerado recibe entre uno o dos salarios mínimos mensuales
como pago, en tanto que sólo 22% de los hombres están
en esa situación y 11% de hombres perciben más de cinco
salarios mínimos mensuales, mientras que sólo 7% de las

11. www.cedoc.inmujeres.gob.mx
12. El Universal, 29/01/09.
13. www.inmujeres.gob.mx.

Sociedad No. 50
233
Ma. Aidé Hernández García 

mujeres tiene el mismo ingreso.14 Entonces, es claro que en


la actualidad las mujeres perciben menos salario que los
hombres. Lo anterior pasa aunque la Constitución señala
que hombres y mujeres son iguales ante la ley y que ambos
tienen el mismo derecho a la educación y al trabajo.
Lo antes expuesto muestra que en México es común
un trato desigual hacia las mujeres, el cual se observa de
manera cotidiana en cada una de las relaciones sociales que
tienen los mexicanos. Marta Torres, en su artículo “Género
y discriminación” (2005), nos ilustra con un relato de esta
discriminación:

Una mujer profesionista trabaja en una empresa —pública, privada o


social— en el horario generalizado de nueve a seis. En las juntas de
dirección, tanto el jefe como los compañeros esperan —ya ni siquiera
tienen que pedirlo— que ella sirva el café o el agua, que tome nota
de las discusiones y acuerdos para después enviar una minuta, y que
conteste el teléfono. Cuando alguien le dijo “no dejes que te traten
como secretaria” se dio cuenta de dos cosas: la primera era que la
totalidad de las secretarias eran mujeres, y la segunda menos obvia,
que ellas tampoco tendrían por qué servir café. En este espacio laboral
ya no se solicitaban análisis clínicos de ingravidez, pero tampoco se
contrataba a mujeres embarazadas; se exigía excelente presentación,
pero no se hacían explícitos los criterios para evaluarla y, por último,
a las secretarias y recepcionistas se les exigía ser menores de 25 años
en el momento de su ingreso… Esa misma mujer tiene que salir a la
hora en punto porque su día de trabajo no acaba a las seis. Hay algunas
otras responsabilidades: hacer las compras de víveres, preparar la cena,
revisar las tareas de los hijos… y… atender al marido (Torres, 2005: 71).

Torres dejó la historia en este punto, empero consideramos


que podría concluir de la siguiente forma:

14. INEGI (2005). Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo. México.

234
Los retos de la democracia mexicana: una ciudadanía sin discriminación

[…] Cuando llega el marido y se percata que en la casa hay desorden


y que “su mujer” no le hace caso, pues está apurada terminando los
quehaceres domésticos y con las tareas de los hijos, entonces le dice:
“todavía no acabas”, pues qué “has hecho”, “por qué no te organizas
mejor”, en algunas ocasiones la mujer discute y los hijos no sólo ven el
maltrato emocional, sino que llegan a ver y a padecer la violencia física.

Esta historia está lejos de desaparecer de la vida diaria de


los mexicanos, toda vez que la mayoría de nosotros ha sido
partícipe de esta realidad de manera directa o indirecta, sin
importar el nivel de estudio y/o nivel económico; y, lo que
es peor, la seguimos reproduciendo; por lo mismo, habría
que reflexionar si en México los ciudadanos somos iguales
en la vida cotidiana, o si hay ciudadanos de primera y de
segunda categoría.
En la cultura mexicana el rol de la mujer ante el hombre
es de subordinación, lo que ocasiona un sentido de inferio-
ridad de sí misma. Cuando este estereotipo se ha interiori-
zado, aunque existan leyes que garanticen los derechos de la
mujer, éstas no serán utilizadas en defensa de la igualdad de
género, ya que, en general, la mexicana no se concibe como
un igual ante el hombre, por ende no ejerce como sujeto de
derecho; y de hacerlo, muchas veces las instancias guber-
namentales no se encuentran preparadas para ayudarlas.15
Ante esta discriminación que hay en México contra las
mujeres, nos cuestionamos cómo puedan ellas lograr una
ciudadanía plena, si culturalmente no les está permitido.

15. Señora de 40 años establecida en el estado de Hidalgo. Después de haber


recibido varias golpizas de parte de su marido, aconsejada por sus “comadres”
fue a demandarlo al Ministerio Público. Lo que obtuvo fue que le dijeran: “Pues,
¿qué le hizo a su marido que le pegó de esta manera?”. Encuesta hecha por la
autora, septiembre de 2008.

Sociedad No. 50
235
Ma. Aidé Hernández García 

Adultos mayores
Otro de los grupos que sufre mayor discriminación en
México es el de los adultos mayores. Esta situación responde
a que en el imaginario colectivo se asocia a este sector con
improductividad, ineficiencia y enfermedad (Conapred,
2004), en consecuencia, es frecuente que se les llegue a
considerar una carga familiar y/o social.
La discriminación hacia los adultos mayores es preocu-
pante en México, ya que este sector de la sociedad se incre-
menta rápidamente, debido al aumento de la esperanza de
vida. El Conapo16 apunta que este sector crece a un ritmo
anual de crecimiento de 3.75%, de tal forma que para 2050
los adultos mayores representarán 24.6% de la población,
cifra que significa la cuarta parte del total nacional.
Aunque se carece de información sobre la discriminación
a este grupo, según el Inapam, en 2002 se presentaron 18
mil denuncias por violación de derechos ante los minis-
terios públicos en toda la República (cifra que se duplicó
en un año, pues en 2001 se habían reportado 9 mil).17 Sin
embargo, instituciones como la Conapred consideran que el
número puede ser mayor debido a que los adultos mayores
generalmente no denuncian los abusos, lo cual puede ser
consecuencia de que creen que nadie les pondría atención,
se sienten muy discriminados y cuando traspasan este
límite cultural se enfrentan a la falta de capacitación de
las autoridades sobre las sanciones que se deben aplicar
(Conapred, 2004).
Parte de la discriminación hacia este sector se puede
observar en la END: 88% de los adultos mayores se sienten
discriminados; y tres de cada cuatro adultos consideran que
una persona de edad mayor tiene pocas o nulas posibilidades
de mejorar sus condiciones de vida debido a su edad. No

16. Conapo, La población de México en el nuevo siglo, México, julio de 2001, p. 19.
17. Declaración de Pedro Borda, director del Inapam, 9 de junio de 2003. Dispo-
nible en: http://uia.mx/iberonoticias/nuestracom/03/nc80/4.html).

236
Los retos de la democracia mexicana: una ciudadanía sin discriminación

obstante, uno de los datos más sorprendentes es el grado


de internalización de la discriminación: por ejemplo, 41% de
los encuestados afirma que es justo ser discriminado por
su familia. Esta situación cultural y psicológica lleva a que
los adultos mayores no sientan que sus derechos deben ser
respetados, por ende, se dejan humillar, violentar. En pocas
palabras, sus derechos no son asumidos ni por los otros ni
por ellos mismos.
El problema se agudiza cuando el adulto mayor padece
alguna discapacidad. 18 Y peor aún cuando es mujer
(Conapred, 2004). La estigmatización que pesa sobre el
adulto mayor en México hace que dicho sector sea uno de
los más excluidos, no sólo económica sino socialmente. Este
fenómeno no sólo los lleva a la pobreza sino a la depresión y
baja autoestima. Con lo antes señalado, es claro que resulta
imposible una ciudadanía plena, pues no son ciudadanos
iguales, se les maltrata, se les priva de una vida digna,
muchos de ellos no tienen derechos a la salud pública y
tampoco cuentan con ingresos:

Tengo 93 años, nunca me casé y siempre trabajé en casa, desde muy


joven cuide de mi papá y de mi hermana —mi mamá murió cuando
nací—, ellos ya murieron, ahora ya no tengo familia… Actualmente no
tengo ingresos, pues yo fui costurera desde los 18 años, me iba muy
bien, pero ahora mis manos y mi vista ya no me dejan trabajar, ya no
puedo… No tengo un ingreso, no tengo familia; una de mis primas
lejanas me deja vivir en un cuarto arriba de su casa, pero no me da ni un
taco… dice que me conforme con el cuarto. Yo todos los días espero
que alguien me socorra, y bueno siempre hay buenas personas, y un
café y un taco de frijoles no me falta. Sólo pido que Dios se acuerde

18. El problema de la discriminación que afecta a los adultos mayores adquiere


proporciones mayúsculas si se considera que, según el INEGI, dentro de la población
longeva existe 15% de personas con algún tipo de discapacidad (Conapred, 2004).

Sociedad No. 50
237
Ma. Aidé Hernández García 

de mí lo más pronto posible, pues ya me duele todo y la familia con la


que vivo me humilla mucho.19

Infortunadamente, en México hay un gran porcentaje de


personas de la tercera edad que no tienen ingresos fijos, no
saben leer, están enfermos y no cuentan con seguro social.
De acuerdo con el Instituto Nacional de la Personas Adultas
Mayores (Inapam), sólo 25% de los adultos mayores cuenta
con recursos suficientes para enfrentar la vejez. Alrededor
de 90% de los adultos mayores vive con sus familiares y
10% de ellos carece de apoyo institucional o individual
(Conapred, 2004: 14). Las condiciones económicas y sociales
en las que vive un gran porcentaje de este sector de la socie-
dad hacen que reflexionemos si estos ciudadanos son plenos
y si pueden —y les interesa— fortalecer la democracia.

Personas con discapacidad


El expresidente de la Conapred, Gilberto Rincón
Gallardo20 promovió la utilización del término personas con
discapacidad, en sustitución de expresiones como capacida-
des diferentes, ya que “…es un neologismo que no define la
discapacidad y que resulta erróneo porque todos tenemos
capacidades diferentes” (Maciel, 2008: 16). De acuerdo con
lo afirmado por Rincón Gallardo, en este trabajo las deno-
minaremos personas con discapacidad.
En México, 7.1% de los hombres y 10.4% de las mujeres
presentan alguna discapacidad, entre las cuales sobresalen:
motriz, auditiva y visual. A mayor edad, las limitaciones
tienden a incrementarse (Maciel, 2008: 8). Al igual que con
los adultos mayores, a este sector también se le ha estig-
matizado de manera negativa, pues se le asocia con un ser
improductivo, ineficiente, enfermo y/o torpe.

19. Entrevista de la autora a señora de la tercera edad en el estado de Hidalgo,


el 15 de mayo de 2009.
20. Murió en 2008, siendo presidente de la Conapred.

238
Los retos de la democracia mexicana: una ciudadanía sin discriminación

En la END, 41% de los mexicanos encuestados declaró


que las personas con discapacidad no trabajan tan bien
como las demás, y uno de cada tres está de acuerdo en que
en las escuelas donde hay muchos niños con discapacidad
disminuye la calidad de la enseñanza. Estos datos dejan
ver claramente el estigma de “carga social” que hay en los
mexicanos hacia este grupo social. Lo anterior trae como
consecuencia que los discapacitados no sean considerados
como ciudadanos con igualdad de derechos y de obligaciones.
Esto es verdaderamente grave para una democracia que
defiende la pluralidad como uno de sus valores fundamen-
tales. Por tanto, es claro que en México el problema “de los
discapacitados no es su discapacidad, que bien puede ser
vista como un rasgo más de la diversidad de la vida, sino
la incapacidad de la sociedad a entender, aceptar y tolerar la
diferencia y la otredad” (Maciel, 2008: 80).
Como consecuencia, también la END mostró que 94% de
los discapacitados encuestados se sienten discriminados.
Este resultado coincide con los resultados del trabajo cua-
litativo que realizó Maciel González (2008), en donde —con
base en grupos de enfoque—muestra cómo la sociedad
mexicana discrimina a los discapacitados al no brindarles
las mismas oportunidades y no respetar su diferencia; asi-
mismo, cómo las instituciones no están preparadas para
trabajar con ellos, además de que no generan condiciones
para su desarrollo, no hay ni solidaridad ni ayuda de los
demás. Para ejemplificar esta situación mostramos algunos
de los puntos de vista de los entrevistados por Maciel:
• “El trabajo para una persona con discapacidad es impo-
sible, todo está reducido a las labores artesanales”.
• “Nadie cede el lugar en un transporte público”.
• “Casi nunca se respetan los lugares de estacionamiento
para las personas con discapacidad. Muchos elevadores

Sociedad No. 50
239
Ma. Aidé Hernández García 

no permiten la entrada de sillas de ruedas, el acceso a


un lugar siempre es muy complicado”.
• “El único transporte con acceso a personas con discapa-
cidad es el metrobús, pero queda hasta Insurgentes”.
• “Son pocos los lugares en el metro que pueden dar acceso
a una persona con discapacidad”.
• “El maestro de educación física reprobó a mi hijo por
faltas, porque cuando pasaba lista nunca dijo ‘presente’.
Mi hijo es autista”.
• “Las escuelas son espacios en donde los alumnos con
discapacidad no tienen cabida, por la falta de conoci-
miento de las autoridades y de los maestros, o algunas
veces por la falta de voluntad de ayudar a estos niños,
de hacer un esfuerzo para trabajar con ellos en el salón de
clase o en sus demás actividades”.
• Una señora mencionó que su hijo fue “diagnosticado”
con síndrome de Down: “Al nacer mi hijo los doctores
me dijeron: ‘No se preocupe, señora, su hijo tiene pocas
esperanzas de vida, estimamos que a los tres años se
liberará del problema’”.
• “Después de los 18 años no hay opciones ni vida para
los discapacitados. Y aunque la hubiera, a esa edad ya
hay atrofia emocional”.
• “En México la discapacidad es una enfermedad”.

La estigmatización y los prejuicios frente a dicho sector


hacen que la sociedad mexicana no los reconozca como ciu-
dadanos diferentes pero con igualdad de condiciones, lo cual
genera actitudes de inequidad en la vida cotidiana; por lo
mismo, el que ellos no vayan a la escuela o no tengan un tra-
bajo es normal para los mexicanos, pues son discapacitados.
Con una cultura de la discriminación, los derechos básicos
que otorga la Constitución —escuela, trabajo, libertad de
expresión— son limitados en la vida cotidiana, además

240
Los retos de la democracia mexicana: una ciudadanía sin discriminación

de que en México la mayoría de los estados carecen de leyes


especiales para su desarrollo (Maciel, 2008).

Indígenas
En México la palabra “indio” puede llegar a ser un cali-
ficativo negativo, que denota inferioridad. Esta percepción
se arrastra desde la época de la conquista, en la cual los
españoles nombraron a los habitantes de las tierras con-
quistadas de América como “indios”.21 Debido a que fueron
los vencidos, la mayoría de las veces se les trató como
esclavos, es decir como seres inferiores que habían nacido
para trabajar. Esta actitud de menosprecio hacia el indio
continuó y perduró a través de los años; incluso, en ciertos
momentos se fortaleció, tal es el caso del periodo de Santa
Anna o el de Porfirio Díaz (Paulat, 1972).
La percepción de inferioridad cuando se habla de un
indio continúa. Para conocerla no hay que buscar mucho, en
primer lugar podemos apuntar que en México los indígenas
son los más pobres de la sociedad. El informe de la Conapo
de 2001 demuestra que las entidades federativas del país
con mayor proporción de población indígena presentan
los Índices de Desarrollo Humano (IDH) más bajos. Dicha
condición de pobreza es consecuencia de la poca y mala edu-
cación22 a la que accede este grupo, lo cual viene aparejado
con trabajos mal remunerados y una gran explotación; uno
de estos casos son los jornaleros agrícolas migrantes que

21. Hay que recordar que los españoles llamaron “indios” a los pobladores de
estas tierras pues ellos creían haber llegado a las Indias Orientales.
22. Según cifras del Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), la
población de habla indígena presenta un índice de analfabetismo de 44.27%. La pobla-
ción que no ha terminado la primaria es de 75%, cuando en el nivel nacional es
de 36%; las escuelas primarias con sexto grado alcanzan únicamente 38%, siendo
que en el nivel nacional rebasan 80%. La eficacia terminal es de 65.88%, cuando
en el país es de 85%; asimismo, el porcentaje de los alumnos de cuarto año que
cumplen con habilidades de lecto-escritura es apenas de 8%, cuando el promedio
nacional es ya de 25%.

Sociedad No. 50
241
Ma. Aidé Hernández García 

hay en México23 y es muy preocupante, además, el tema


de los niños.
Los niños jornaleros agrícolas migrantes trabajan desde
cortas edades, algunos desde los tres años.24 En este punto
hay que recordar que la Constitución, en su artículo 123,25
prohíbe en forma expresa que trabajen los menores de 14
años. La violación a los derechos fundamentales de los niños
jornaleros es grave, pues debido al trabajo que realizan no
acceden a una educación básica que pueda formarlos y que
les permita continuar sus estudios.26 Entonces, a un niño
indígena que no tenga educación ni una buena alimentación
se le está condenando a la pobreza, pues como diría Amartya
Sen (1987) no tiene oportunidades reales para salir de ella. A
continuación, algunos fragmentos de entrevistas profundas
a maestros, jefes de cuadrillas y a niños jornaleros:

En el campo pues más que nada a estas alturas de la temporada a cortar


tomate, el chile con el apoyo de los padres, los niños más chicos entre
6 y 8 años. Ya de los 9 años hacia arriba, ellos solos ya conocen bien el
oficio y ellos solos recosen las labores del campo, incluso pues llevar la

23. Un ejemplo de esta situación en México son los jornales agrícolas migrantes,
quienes generalmente son indígenas que salen de su pueblo para ofrecerse como
trabajadores ambulantes. Este sector sufre explotación y marcada exclusión social
en los lugares donde trabaja. Para lograr un ingreso familiar de sobrevivencia,
hombres, mujeres y niños entran a la fuerza laboral, sin reconocimiento de sus
derechos laborales, por lo mismo son víctimas de constantes violaciones en
sus derechos fundamentales. Actualmente, existen entre 3 y 3.4 millones de
jornaleros agrícolas (Sedesol: Programa de Atención a Jornaleros Agrícolas en
el Estado de Hidalgo 2008).
24. Sedesol: Programa de Atención a Jornales Agrícolas Migrantes. Disponible
en: www.sedesol.gob.mx.
25. Véase Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos en: www. Info4.
juridicas.unam.mx.
26. La cobertura de educación preescolar e inicial en la población infantil migrante
es de 6%, 61.1% de los hijos de familias jornaleras agrícolas —de entre 6 y 14
años de edad— no asiste a la escuela; 1 de cada 4 niños —de entre 6 y 14 años
de edad— nunca ha asistido a la escuela; la misma cantidad abandona sus estu-
dios para incorporarse al trabajo (Sedesol: Programa de Atención a Jornaleros
Agrícolas. Disponible en: www.sedesol.gob.mx).

242
Los retos de la democracia mexicana: una ciudadanía sin discriminación

cubeta llena de tomate, de chile, de berenjena; ellos solos las acarrean


a las batangas donde depositan toda la hortaliza que van cortando (Jefa
de cuadrilla) (Reyes, 2003: 28).

Bueno pues en su físico niños muy alegres y a la vez tristes porque


todo el tiempo andan de acá para allá, no tienen un lugar estable donde
vivir, su inteligencia sí se les desarrolla pero a algunos se les dificulta,
pues se interesan más por el trabajo, ya que dicen que ellos no vienen
a estudiar, vienen a trabajar. Los papás casi no se preocupan por la
educación (profesora de campo agrícola) (Reyes; 2003: 33).

—¿Faltan a la escuela?
—Yo, a veces
—¿Por qué faltaban?
—Porque mis papás no estaban, iba a lavar trastes… porque los acom-
pañaba al campo (niños jornaleros agrícolas) (Reyes; 2003: 37).

Cuando estos niños alcancen la mayoría de edad segura-


mente serán pobres y no tendrán educación. Muchos de ellos
no sabrán ni leer ni escribir, lo cual nos lleva a cuestionar-
nos si un ciudadano con estas características fortalece a la
democracia. Pero el problema de este sector de la sociedad no
sólo es la niñez, los jornaleros agrícolas migrantes adultos
trabajan en condiciones muy precarias, no tienen seguro
social, ni prestaciones, ni garantías laborales (Rodríguez,
2007), condiciones que están garantizadas por la Constitu-
ción Política de los Estados Unidos Mexicanos en su artículo
123,27 pero que en la vida real no se cumplen.
La discriminación social hacia el indígena abarca desde
el color de su piel y su lengua, hasta su forma de vestir y
de vivir; cada uno de estos rasgos es violentado en la vida
cotidiana, y se les condena a trabajos de campo mal paga-
dos con una sobre-explotación que no les permite salir del

27. Véase la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos en: www.
Info4.juridicas.unam.mx.

Sociedad No. 50
243
Ma. Aidé Hernández García 

círculo vicioso en el que se encuentran. Tal es el caso de los


jornaleros agrícolas migrantes.
Esta violencia se refleja en expresiones coloquiales como
“¡Qué indio eres!”, frase agresiva que es una de las peores
ofensas que un mexicano le puede inferir a otro mexicano,
pues éste lo que menos quiere es parecerse a un indio o
tener uno de los rasgos que lo caracterizan.
En el imaginario colectivo los indios no son exitosos, más
bien tienden a ser pobres; de hecho, si uno ve la televisión
mexicana podrá percatarse que quienes representan los
papeles de “criados” o “sirvientes” tienen rasgos indígenas,
es el papel que se les ha dado culturalmente. Como conse-
cuencia de este estereotipo, si los indios quieren dejar de
ser pobres, primero tendrán que abandonar su identidad.
En la END, 43% de los mexicanos encuestados apuntó que
los indígenas siempre enfrentarán una limitación social
debido a sus características raciales; y uno de cada tres
opina que lo único que los indígenas deben hacer para salir
de la pobreza es no comportarse como indígenas. Estos
datos son alarmantes, pues mientras Kymilcka defiende
una ciudadanía multicultural, los mexicanos parecieran
querer acabar con ella.
Lo anterior explica por qué en la misma encuesta 40%
dijo estar dispuesto a organizarse con otras personas para
solicitar que no permitan a un grupo de indígenas esta-
blecerse cerca de su comunidad; esta actitud deja ver una
gran discriminación hacia dicho sector. En este sentido, la
cultura se convierte en una de las barreras más importante
en la lucha por el respeto a la igualdad entre ciudadanos,
reconociendo la diferencia. En México grupos como los
indígenas, en la mayoría de los casos, no ha accedido a
los derechos fundamentales establecidos por la Carta
Magna: educación, trabajo, salud; en estas condiciones,
hablar de una ciudadanía plena o multicultural es un dis-
curso vacío.

244
Los retos de la democracia mexicana: una ciudadanía sin discriminación

Esta discriminación explica por qué 91% de los encues-


tados indígenas declaró sentirse excluido de la sociedad;
90% de ellos consideró tener menos oportunidades para
conseguir trabajo que el resto de la población; y tres de
cada cuatro pensaron tener menos oportunidades para ir a
la escuela que el resto de las personas. Esta marcada dis-
criminación hacia este sector permanece a pesar de que la
Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, en
su artículo segundo, apunta que se impulsará el desarrollo
de este sector en un marco de respeto a la pluricultura-
lidad; para lograr esto, se destacan, entre otros factores:
el desarrollo regional de las zonas indígenas, mejorar las
condiciones de vida, garantizar los niveles de escolaridad,
favoreciendo la educación bilingüe, asegurar el acceso a los
servicios de salud.28 Entonces, según lo descrito hasta aquí,
dicho artículo se violenta cotidianamente. Ni el gobierno ni
el ciudadano común lo respetan. Lo peor es que los indíge-
nas, debido a la ignorancia y a la pobreza en la que están
sumergidos, no se saben sujetos de derechos e ignoran cómo
exigirlos.
De lo anterior se desprende que cuando se asume que no
eres igual al otro —pero además no tienes las condiciones
de desarrollo del otro—, aunque haya leyes que estipulen el
respeto a la diferencia, este ciudadano no cuenta con dichos
derechos, no cree en ellos y no sabe como exigirlos, por lo
mismo, mucho menos creerá que puede luchar por más.

Los ciudadanos no heterosexuales


En México el conglomerado de los grupos de la diversidad
sexual se autodenomina “la red LGBT”, cuyas siglas incluyen
la participación de mujeres lesbianas (L), hombres gay (G),
personas bisexuales (B) y personas transexuales, travestis

28. Véase la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos en: www.
Info4.juridicas.unam.mx.

Sociedad No. 50
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Ma. Aidé Hernández García 

y transgéneros (T) (Flores, 1996: 6). La discriminación que


sufre este sector es clara y visible. Este casi nulo reconoci-
miento en parte se debe a la concepción machista que priva
en la sociedad mexicana, así como a la rigidez cultural para
concebir el rol masculino y femenino.
Esta discriminación llega a tener tintes violentos: desde
agresiones físicas hasta la muerte. Según el Informe del
Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos
Humanos, hasta 2000 se habían cometido 213 crímenes de
odio relacionados con la orientación sexual de las víctimas
en toda la República Mexicana, con lo cual México ocupaba
el segundo lugar en el continente por este tipo de agresiones
(Flores, 1996: 8).
En una encuesta que levantó el Instituto Federal Elec-
toral en 1999, a la pregunta sobre qué tan dispuestos esta-
rían las personas entrevistadas a que en su casa vivieran
personas de otra raza, de otra religión, de ideas políticas
distintas, homosexuales y enfermos de sida, 66.5% (el más
elevado) respondió que no en el caso de los homosexuales.29
Estos datos se fortalecen con los de la END, en donde cinco
de cada diez personas no estarían dispuestas a permitir que
en su casa viviera un homosexual.
La discriminación a este sector inicia en la familia. Uno de
los documentos de trabajo de la Conapred títulado “Estudio
sobre la diversidad sexual y los retos de la igualdad y la
inclusión”, documenta la exclusión familiar que viven los
no heterosexuales:

A muchas compañeras les ha pasado, que la familia cuando se entera que


son lesbianas […] les dicen “hubiera preferido que fueras puta” (…),
mejor drogadicta, mejor borracha, mejor lo que sea, menos lesbiana, me-
jor te mueres que ser lesbiana, porque así ya no enfrento a una sociedad

29. Las respuestas negativas para las otras categorías de personas se distribuyen
de la siguiente manera: personas de otra raza: 39.8%; de ideas políticas distintas:
44.5%; de otra religión: 48.1%; enfermos de sida: 57.5% (Meyenberg y Flores, 2000).

246
Los retos de la democracia mexicana: una ciudadanía sin discriminación

que me va a decir: “Ahí va la mamá de la lesbiana; prefiero mejor verte


muerta” (Flores, 2006: 99).

La agresión a dicho sector no sólo proviene de personas


extrañas o lejanas a la familia sino también de vínculos
cercanos. Hay, entonces, dos caminos para enfrentar esta
discriminación. En primer lugar, el temor de perder los
amigos, la familia, el trabajo o la vivienda, así como el miedo
a la exclusión, a la pobreza, a la prisión o al tratamiento
psiquiátrico forzado, mantiene a la gran mayoría de las
lesbianas y los homosexuales en silencio, obligándolos a
vivir en la simulación o a llevar una doble vida, con toda la
presión (Conapred; 2004). En segundo lugar, dejar visible
su personalidad y enfrentarse a la violencia social y, lo peor,
acostumbrarse a ella no sólo en su familia sino también en
otras esferas de su vida, tal como en el trabajo:

A mí mismo me tocó. Yo trabajé en la clínica para niños con problemas


y cuando empecé a participar públicamente en la marcha del orgullo,
en las manifestaciones en contra de la violencia contra la mujer y estas
cosas, empezó a salir mi imagen en diarios y demás. La dirección de la
clínica no me dijo nada, pero de tener un horario de las 6 de la mañana
a las 7 de la noche con una hora escasa para comer al mediodía, de
repente apareció una semana mi horario de trabajo con una terapia a
las siete de la mañana, a las once, a la una, a las dos de la tarde, inex-
plicablemente disminuyó. Claro que como yo era el más antiguo de
la empresa y había capacitado a todo el personal de rehabilitación,
de terapia, pues los compañeros de contabilidad se sintieron cuestio-
nados y fueron citados por la dirección de la institución a una junta en
donde les explicaron que me estaban tratando de orillar para que yo
renunciara y no manchara la imagen de la institución por mi orientación
sexual y mi compromiso social ante esta orientación (Flores; 2006, 101).

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Ma. Aidé Hernández García 

Lo antes señalado explica por qué en la END, 95% de la


población encuestada no heterosexual apuntó que la dis-
criminación es intensa: dos de cada tres siente que no se
han respetado sus derechos de manera sistemática por sus
preferencias; más de la mitad afirma sentirse rechazado
por la sociedad; prácticamente la mitad manifiesta que el
trato que reciben por parte de la gente es de rechazo, falta
de respeto y descortesía; 72% cree tener menores oportuni-
dades para conseguir trabajo que el resto de las personas;
y 75% afirma haber obtenido un salario menor por realizar
un trabajo similar al que desempeña otra persona.
Hay que subrayar que el problema con este grupo de
personas no sólo es cultural sino también legal, las leyes en
México no han evolucionado para que este sector pueda ser
protegido y logre desarrollar una ciudadana plena, tal como
lo apunta Kymlicka. En este tema hay que destacar que el
reconocimiento legal de las parejas homosexuales impide
que puedan solicitar un crédito con los ingresos de ambos, que
puedan postularse como beneficiarios del seguro médico
y que puedan contar con los mismos derechos sociales y
patrimoniales que las parejas heterosexuales. Asimismo,
la homosexualidad o la bisexualidad pueden hacer que un
padre pierda la custodia de sus hijos o sea causal de divorcio
(Flores, 2006: 102). La siguiente entrevista profunda deja
ver la falta de derechos diferenciados para el desarrollo de
este grupo de personas:

Al ser una persona transexual, como la transexualidad no está recono-


cida, sigue siendo vista como una preferencia fetichista de la homosexua-
lidad. No se comprenden los problemas que tenemos. Si una persona
transexual ya con procesos de hormonación es detenida por alguna
causa y es metida a la cárcel, automáticamente la meten a una prisión
por sus genitales. Entonces, imagínate una persona que ya tenga una
apariencia de mujer, que ya se haya modificado la cara, que haya tenido
ya senos, ¿que la metan a una cárcel de hombres? […]. Además del

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riesgo que corre ahí, le quitan el proceso hormonal en seguida, ¿Qué


es lo que pasa entonces?, tu cuerpo ya está funcionando con una dosis
de hormona y se la cortas, lo desbalanceas, y la hormona masculina que
está siendo controlada se descontrola; provoca cánceres y todo esto,
además de que te cortan el cabello y todo eso, es volver a esta persona a
la fuerza a un estadio que ya se superó, es una violación completamente
a sus derechos humanos […] Entonces lo que estamos pidiendo es que
una vez que se reconozca la transexualidad, a una persona transexual en
prisión se le respete su derecho a su acceso del tratamiento hormonal
como una persona que tenga diabetes, como una persona que tenga
cáncer o cualquier otra cuestión (Flores, 2006: 103).

Hay que resaltar que las leyes no han avanzado, entre otras
razones, como respuesta a los prejuicios de la sociedad mexi-
cana. La cultura de la discriminación lleva a que este sector
sea presa de una gran exclusión, condición que les veda el
acceso a una ciudadanía plena en sus vidas cotidianas.

Conclusión

El debate actual de ciudadanía se da alrededor de la


propuesta de Kymlicka, quien plantea que para lograr el
desarrollo de las democracias modernas es necesario el for-
talecimiento de una ciudadanía multicultural; sin embargo
en México, a pesar de las exigencias teóricas, el ciudadano
no está listo para respetar la diferencia cultural, y contrario
a este presupuesto teórico presenta una alta discriminación
hacia diversos grupos sociales. Este fenómeno ocasiona que
no se respeten los derechos básicos de las minorías y por
tanto que se les excluya, evitando así el desarrollo de su
ciudadanía plena.
Cuando la discriminación está presente en la sociedad
tiene, fundamentalmente, dos consecuencias: en primer
lugar, los sujetos que han sido formado en un clima adverso
no se creerán dignos no sólo de exigir derechos que les

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ayuden a fortalecer su diferencia, sino tampoco que puede


utilizar los derechos ya existentes; en segundo lugar, la
sociedad no ayudará a la generación de más derechos dife-
renciados y dificultara la garantía y el fortalecimiento de
los derechos que ya están en el marco legal.
Por tanto, la discriminación socava los derechos y limita
la generación de otros que les permitan a los ciudadanos
mejorar su calidad de vida. Estas condiciones culturales y
legales llevan a al exclusión social y a la pobreza, por ende,
bajo estas condiciones es imposible el fortalecimiento de un
ciudadano pleno que crezca en un ambiente de respeto a
la diferencia.
En el caso mexicano se pudo observar hay una gran dis-
criminación hacia las mujeres, adultos mayores, discapaci-
tados, indígenas y no heterosexuales. El análisis de cada uno
de estos grupos dejó ver que carecen de un reconocimiento
a su diferencia, que son vistos con inferioridad y que la
sociedad los relaciona con características negativas, esto
ocasiona que estos sectores tengan una baja autoestima y no
se consideren con igualdad de derechos frente a los demás, se
asumen como ciudadanos de segunda y se comportan como
tales. Esta realidad lleva que a que no sólo no usen los pocos
o muchos derechos que les otorga la ley, sino que tampoco
sean capaces de exigir más.
Entonces, a partir de lo expuesto en este trabajo podemos
señalar que uno de los elementos que no ayudan al desarro-
llo de una ciudadanía plena en México es la cultura. Hay
una gran discriminación hacia diversos grupos sociales;
dicha construcción cultural es resultado de una socializa-
ción en donde participan la familia, la escuela, los medios
de comunicación, el trabajo, los amigos, las asociaciones;
pero además, se está reproduciendo de generación en gene-
ración, sin que los mexicanos seamos conscientes de ello.
Mientras esta concepción no se transforme, la formación
de un ciudadano pleno en México es muy difícil; y por las

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Los retos de la democracia mexicana: una ciudadanía sin discriminación

consecuencias que esto acarrea para la democracia,


consideramos que se debe poner en la agenda pública
la formación de una cultura de la no discriminación
y del respeto a la diferencia social.

Fecha de recepción: 05 de febrero de 2010


Fecha de aceptación: 13 de marzo de 2010

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