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Elecciones legislativas en España 2019

Victoria del PSOE, división de la derecha,


reflujo de Podemos

Jesús Sánchez Rodríguez1 29/04/2019

Antecedentes de la situación actual

El antecedente más inmediato lo podemos situar en la moción de censura contra


Rajoy que llevó a Pedro Sánchez a la presidencia. En ese momento, en el que el PP fue
golpeado en su línea de flotación por la sentencia Gürtel que le condenaba como tal
partido por los casos de corrupción, las encuestas daban como favorito a Rivera en unas
posibles elecciones adelantadas, pero el PP rechazó convocarlas entonces para evitar su
desplazamiento para Ciudadanos, tener tiempo para renovar su liderazgo, y en el
convencimiento de que el PSOE no tenía opciones para ganar una moción de censura.
Pero Sánchez consiguió ser elegido presidente e inició una serie de políticas de corte
socialdemócrata clásico que le situó a su partido en la posición de ganar unas
elecciones y postularse de nuevo como presidente de gobierno en una posición más
sólida.

Sin embargo, este antecedente no explica todo, para ello es necesario remontarse
un poco más atrás, al otoño de 2017 cuando el independentismo catalán ensayó una
dramática independencia unilateral. Como otros acontecimientos importantes, éste

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Licenciado y Doctor en Ciencias Políticas y Sociología por la UNED. Se pueden consultar otros
artículos y libros del autor en el blog : http://miradacrtica.blogspot.com/

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también generó, a modo de un terremoto, una serie de ondas sísmicas que aún no han
terminado y que, para el objeto de este artículo, se pueden concretar en dos
especialmente. La primera tiene que ver con el hecho de que el independentismo
catalán permitió, primero, con sus apoyos la investidura de Sánchez, ganar la moción
de censura y, después, provocó la convocatoria de las actuales elecciones al llevar sus
reivindicaciones al punto que suponían una retirada de esos apoyos al gobierno del
PSOE. La segunda onda provocada por el terremoto catalán fue la responsable de la
excitación del sentimiento nacionalista español que ha llevado a la salida con fuerza a
la superficie de un partido de extrema derecha, primero en las elecciones andaluzas de
2018, y ahora en estas elecciones legislativas.

Entre los dos acontecimientos parlamentarios que han marcado esta corta
legislatura de Pedro Sánchez, la moción de censura y la convocatoria de elecciones, la
política española ha sido sometida a diversos cambios que ahora se han traducido en los
actuales resultados electorales. Un partido de ultraderecha como Vox ha conseguido
salir de la marginalidad y convertirse en un nuevo actor político, pero que los actuales
resultados electorales no le van a permitir tener una influencia importante en la política
española. El PP renovó su dirección, optando por posiciones más intransigentemente
derechistas, tanto por el líder elegido, Pablo Casado, como por la presión de Vox.
Podemos fue sacudido por una serie de conflictos internos y decisiones controvertidas
que le llevaron a escisiones, abandonos, y tensiones con su principal aliado IU. En el
PSOE, Pedro Sánchez reforzó su liderazgo y, desde el gobierno, impulsó una serie de
medidas de corte socialdemócrata clásico que le hicieron recuperar el electorado
perdido y convertirse en el partido más votado actualmente. Finalmente, el
independentismo catalán aumentó su fractura interna, y se mostró incapaz de realizar
una labor de gobierno efectiva tanto a nivel catalán, dónde gobierna, como a nivel
español, dónde sostuvo al gobierno del PSOE con tensiones continuas, dilapidó su
capacidad de influencia y presión forzando las actuales elecciones y ahora se encuentra
en una posición más débil. A partir de estos antecedentes podemos entrar a analizar los
resultados centrándonos en las diversas tendencias que se han expresado.

Resultados electorales: luchas entre bloques, luchas en los bloques

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El primer contraste que salta a la vista de los resultados es que pueden leerse en
varias claves distintas. La primera de ellas sería tomando como punto de análisis el
espacio territorial. Desde un punto de vista general, considerando solo a los principales
partidos de ámbito nacional se puede constatar que el enfrentamiento se ha producido
en el clásico eje de izquierda-derecha, con el enfrentamiento entre PSOE y Podemos
frente a PP, Ciudadanos y Vox. En este sentido se hacen notar claramente los efectos
del sistema electoral sobre los resultados, el bloque de izquierdas ha conseguido un
42,99% de los votos, en tanto que el bloque de derechas alcanzó el 42,81%, es decir, un
virtual empate en votos que sin embargo se traduce en 165 diputados para la izquierda
y 147 para la derecha. El actual sistema electoral unas veces ha jugado en favor de la
derecha y esta vez lo ha hecho a favor de la izquierda2. El hecho responsable esta se
vez se encuentra en la mayor fragmentación de la derecha, tres partidos frente a dos de
la izquierda, que supone especialmente un mayor desperdicio de votos que no se
traducen en escaños, pero también en la mayor agresividad por la disputa de la
hegemonía en el seno del bloque de las derechas que en el de la izquierda.

Sin embargo, si en lugar de tomar todo el territorio nacional y sus principales


partidos como datos de análisis tomamos los dos territorios dónde existen
nacionalismos periféricos muy activos, Cataluña y el País Vasco, entonces la lectura de
los resultados cambian. Empezando por el País Vasco, sus dos partidos nacionalistas,
PNV y Bildu, han aumentado en respaldo electoral, si en 2016 obtuvieron el 1,97% de
los votos y 7 diputados, ahora, en 2019, esos resultados han pasado a ser el 2,50% de
los votos y 10 diputados, es decir, un 40% de diputados más, realmente si parecen
cifras marginales en el conjunto nacional, sin embargo también pueden leerse como una
clara expresión de la reactivación de los nacionalismo periféricos.

En Cataluña también se ha expresado esa reactivación, en 2016, ERC y CiU


obtuvieron el 4,64% de los votos y 17 diputados, en tanto que en 2019 ERC, JxCAT
(antigua CiU) y Front Republicá (los votos de parte de la CUP) han pasado a 6,23% de
votos y 22 diputados, en este caso un 30% más de diputados. Sin embargo, los datos de
Cataluña deben ser observados con mayor detenimiento debido al conflicto
independentista en fase latente en estos momentos.

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Como por otra parte pasa igualmente en otras partes del mundo con los sistemas electorales,
como ejemplo más reciente e impactante tenemos la victoria presidencial de Trump a pesar de haber
obtenido en conjunto tres millones de votos menos que Hillary Clinton.

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Aislados los datos electorales catalanes del conjunto nacional para sacar más
consecuencias, y tomando en consideración que se producen diferencias en esa
comunidad entre las elecciones generales y autonómicas, se puede constatar en
principio que el aumento de la participación electoral en toda España (75,75%) respecto
a las elecciones de 2016 (69,84%) ha sido aún mayor en Cataluña ahora, 77,58%,
respecto al 65,61% en 2016, aumento que pude deberse especialmente a un cambio de
perspectiva política. En 2016, con el independentismo enfilado hacia la secesión
unilateral del año siguiente, el interés en ese bloque por la participación en unas
elecciones de ámbito estatal había decaído, en tanto que ahora, alejada la opción de la
secesión unilateral y en pleno juicio a sus dirigentes encarcelados ha habido una mayor
movilización del voto para reforzar su presencia, de hecho parte del electorado de la
CUP, que rechaza participar en las elecciones estatales, esta vez sí ha participado a
través de la nueva candidatura Front Republicá.

Pues bien, en las especiales condiciones de Cataluña, los partidos


independentistas en conjunto han obtenido un total del 39,6% de los votos frente al
58,49% de un muy heterogéneo bloque de partidos no independentistas. Comparando
estos datos tenemos que respecto a las elecciones generales de 2016 el
independentismo ha crecido del 32,1% al 39,6% y, con respecto a las autonómicas de
2017, y tomando en cuenta la diferente naturaleza de las elecciones, el bloque
independentista ha obtenido un 8% menos de apoyos. Evidentemente, una parte
importante de ese descenso puede deberse a la abstención de la mayoría de los votantes
de la CUP, pero, y esto es lo esencial, el independentismo sigue apareciendo estancado
en apoyos inferiores al 50% del electorado catalán.

La segunda clave en la que analizar los resultados electorales es tomando en


cuenta la disputa por la hegemonía en el seno de cada bloque. En el bloque de la
izquierda esa disputa se ha resuelto claramente en favor del PSOE y en contra de
Unidas Podemos (UP), su diferencia en votos ha sido exactamente del doble, 28,68%
frente a 14,31%, y en escaños esa diferencia se ha agrandado desde los 123 diputados
del PSOE a los 42 de UP, ganando el primero 38 diputados y perdiendo el segundo 29
diputados. Aunque dedicaremos un artículo posterior a examinar más detenidamente la
situación en el seno de la izquierda, ahora podemos adelantar que UP ha aguantado
mejor de lo esperado la debacle, pero sin que ello pueda ocultar justamente esa debacle,
que puede profundizarse en las elecciones municipales del próximo mayo si, como
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parece previsible, pierde algunos de los ayuntamientos claves que ganaron hace cuatro
años, especialmente los de Barcelona y Madrid, aunque este último está perdido para
UP una vez consumada la escisión del sector errejonista para aliarse con la actual
alcaldesa. Esta situación pone a Podemos en la difícil tesitura de tener que replantearse
el liderazgo de Pablo Iglesias, su proyecto, y el papel a jugar en la política española.

En el bloque de la derecha la debacle, y de mayores proporciones que la de


Podemos, la ha sufrido el PP, en tanto que son Ciudadanos y Vox quienes han
avanzado posiciones aprovechando el hundimiento del hasta hace poco partido
absolutamente hegemónico de la derecha en España. Si en la izquierda la disputa por la
hegemonía en su seno se ha resulto claramente en favor del PSOE, en la derecha esa
disputa no ha hecho más que agudizarse. Parece evidente que las elecciones han dado
lugar a una bicefalia entre el PP y Ciudadanos con un tercer actor, Vox, que jugará a
sus propios intereses intentando crecer utilizando sus 24 escaños en el Congreso como
caja de resonancia. Unas interpretaciones señalan que la debacle del PP se deben sobre
todo a su inclinación por "voxizarse" con una deriva de su líder al discurso radical,
otras interpretaciones señalan que sin esa "voxización" el PP hubiera perdido aún más
votos en favor de Vox, posiblemente las próximas elecciones de mayo resuelvan esta
duda. De cualquier manera el liderazgo de Pablo Casado al frete del PP se ha hecho
insostenible y es otro de los partidos que tendrá que refundarse para sobrevivir pero
posiblemente sin capacidad ya para volver a ser hegemónico.

El caso de Vox merece una atención un poco más detenida, sus 24 diputados y
10,26% de votos es un salto importante, aunque quede lejos de algunas expectativas
infladas que le daban más del doble de resultados, teniendo en cuenta que en 2016
obtuvo el 0,2% de votos. Representa una presencia importante en el Congreso y la
extensión de la derecha radical populista y xenófoba a otro país más de Europa. Su
victoria se hizo patente ya antes de las elecciones cuando se le aceptó como aliado en el
gobierno andaluz y en la manifestación conjunta de los tres partidos de la derecha en
Madrid, y cuando "voxizó" a esa derecha, especialmente al PP. La derecha española, en
una actitud impresentable, oportunista y expresiva de su talante antidemocrático,
rechazo desde el principio a colaborar en un cordón sanitario en torno a la extrema
derecha, y la abrazó encantada como aliada para sus proyectos de gobierno. En ello no
se diferencia de la parte de los liberal-conservadores europeos que han seguido la

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misma política y han propiciado, con ello, el crecimiento de las formaciones de la
ultraderecha.

En el bloque independentista catalán también había planteado una disputa interna


por saber quién ejerce la hegemonía en su seno, el enfrentamiento tenía lugar entre
ERC y el mundo ex-convergente que se ha expresado en estos últimos años a través de
diversas formaciones, en estas elecciones bajo el nombre de JxCAT. Dos partidos que
representan dos sectores sociales diferentes en el seno del independentismo catalán, el
de la pequeña burguesía y el de la gran burguesía. Los convergentes dominaron largo
tiempo la política catalana, sobre todo con Pujol y, luego, con Mas. Cuando los
convergentes giraron al independentismo la pugna interna en ese mundo se mantuvo
por encima del objetivo común de alcanzar la independencia. En las elecciones
autonómicas de diciembre de 2017 las expectativas de ERC de ser la fuerza
hegemónica se frustró debido a la ventajosa posición de Puigdemont que, desde su
huída de la justicia a Bélgica, explotó su posición de "presidente exiliado" frente a la
menor capacidad de maniobra de su rival Junqueras desde la cárcel. Pero, finalmente,
en estas elecciones ERC ha conseguido establecer su hegemonía de manera clara al
doblar el número de diputados frente a JxCAT (15 frente a 7). A la manera de lo
sucedido en el bloque de izquierdas con el PSOE, ERC se ha despegado claramente de
su rival y ha consolidado su hegemonía.

Pero en el microcosmos catalán también se puede hablar del traslado de la lucha


por la hegemonía en el seno de la izquierda entre el socio del PSOE, el PSC, y el socio
de Podemos, En Común Podemos (ECP). En las elecciones de 2016 ECP fue la fuerza
más votada de Cataluña con el 24,51% y 12 diputados, obteniendo el PSC el 16,2% y 7
diputados, mientras que en 2019 esos resultados se han invertido, teniendo ECP el
14,97% y 7 escaños, y el PSC el 23,34% y 12 diputados. En el conjunto de España, el
PSOE ya tenía 14 diputados más que Unidas Podemos en 2016 y ahora los ha
aumentado a 69, pero en Cataluña simplemente se han invertido los resultados debido
posiblemente a dos factores, uno interno, el papel incoherente y contradictorio de ECP
en el conflicto catalán que le ha costado varias escisiones, y otro externo, el tirón del
PSOE que ha beneficiado al PSC. La crisis en ECP posiblemente se agrave con la
probable perdida de la alcaldía de Barcelona en mayo.

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Un posible gobierno progresista en un panorama inestable.

Los resultados electorales pueden llevar a un gobierno del PSOE apoyándose en


UP y los nacionalismos moderados como el PNV y Coalición Canaria con una mayoría
justa (175 diputados sobre 350) y la necesidad de negociar continuamente con sus
socios, e incluso con otros. También esos resultados le dan al PSOE una mayor
comodidad de gobierno para no depender, como en el período anterior, de los apoyos
de los independentistas catalanes. Estos, por su parte, perdieron en su apuesta, hicieron
caer al gobierno anterior de Pedro Sánchez, con sus exigencias independentistas, que
dependía de sus apoyos y con los que, por tanto, podían tener cierto juego, para llegar a
una situación en que sus votos ya no son imprescindibles para mantener un gobierno
socialista. También el PSOE se encontrará cómodo en un Senado dónde ha obtenido la
mayoría absoluta. Finalmente, el PSOE, con su victoria ha reforzado el liderazgo de
Pedro Sánchez que, como suele ocurrir en estos casos, cohesiona al partido detrás del
vencedor.

Muy diferente es, por el contrario, la situación de su posible socio preferido,


Unidas Podemos. Su grave derrota electoral y la enorme distancia de peso en el
Congreso que le separan del PSOE hace difícil que éste les admita como socios dentro
del gobierno, no lo hizo en los meses anteriores cuando el apoyo de UP era más
imprescindible y es más difícil que lo vaya a hacer ahora. Podemos se encuentra,
debido a esta derrota, que previsiblemente se agudice en mayo, y a los problemas
internos que arrastra, abocado a una crisis interna para redefinir su liderazgo, proyecto
y papel político a jugar. No parece que esté en posición de ejercer mucha presión sobre
el PSOE, ni a suponerle mucha competencia en el bloque de izquierdas, al menos hasta
que resuelva su crisis.

Pero tampoco tiene un gobierno del PSOE mucha preocupación por la oposición
que le pueda hacer la derecha, enfrentada como está por dirimir quién será el partido
hegemónico en su seno y con una graves crisis de difícil solución en el PP. Vox por su
parte, puede hacer mucho ruido con sus 24 diputados pero no es una cifra que pueda
condicionar grandes cosas.

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Desde UP se difundió una duda durante la campaña para evitar el trasvase de
votos hacia el PSOE, la de que el PSOE pudiese pactar un gobierno con Ciudadanos
bajo la presión de los grandes poderes económicos que desean un gobierno muy estable
y dónde los de Albert Rivera moderasen a los de Pedro Sánchez. Sin descartar
absolutamente esa posibilidad, que dependería especialmente de si los posibles socios
de izquierda y nacionalistas pusieran condiciones muy complicadas, es difícil tomar
realmente en consideración esa eventualidad.

El flanco más complicado para un gobierno del PSOE apoyado en diferentes


partidos vendrá, como es habitual con un serio conflicto no resuelto, del lado del
desafío independentista catalán. Pero ese desafío ha perdido capacidad
desestabilizadora, primero porque los partidos independentistas ya no son necesarios
para sostener un gobierno socialista, segundo, porque se ha agudizado la disputa interna
en el campo independentista, tercero, porque las elecciones siguen demostrando que
siguen sin alcanzar el apoyo del 50% del electorado, y cuarto, porque el cansancio del
desafío está haciendo mella en energías movilizadoras que se concentraron en el otoño
de 2017, como está demostrando la normalidad con la que se está celebrando el juicio
de los dirigentes independentistas procesados.

Por tanto, la inestabilidad va a continuar, pero al contrario que en el período


anterior, dónde un gobierno extremadamente minoritario del PSOE estuvo sometido a
todo tipo de presiones, ahora esa inestabilidad se ha trasladado al interior de los otros
actores políticos, el bloque de derechas, UP y los independentistas.

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