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Sin embargo, este antecedente no explica todo, para ello es necesario remontarse
un poco más atrás, al otoño de 2017 cuando el independentismo catalán ensayó una
dramática independencia unilateral. Como otros acontecimientos importantes, éste
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Licenciado y Doctor en Ciencias Políticas y Sociología por la UNED. Se pueden consultar otros
artículos y libros del autor en el blog : http://miradacrtica.blogspot.com/
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también generó, a modo de un terremoto, una serie de ondas sísmicas que aún no han
terminado y que, para el objeto de este artículo, se pueden concretar en dos
especialmente. La primera tiene que ver con el hecho de que el independentismo
catalán permitió, primero, con sus apoyos la investidura de Sánchez, ganar la moción
de censura y, después, provocó la convocatoria de las actuales elecciones al llevar sus
reivindicaciones al punto que suponían una retirada de esos apoyos al gobierno del
PSOE. La segunda onda provocada por el terremoto catalán fue la responsable de la
excitación del sentimiento nacionalista español que ha llevado a la salida con fuerza a
la superficie de un partido de extrema derecha, primero en las elecciones andaluzas de
2018, y ahora en estas elecciones legislativas.
Entre los dos acontecimientos parlamentarios que han marcado esta corta
legislatura de Pedro Sánchez, la moción de censura y la convocatoria de elecciones, la
política española ha sido sometida a diversos cambios que ahora se han traducido en los
actuales resultados electorales. Un partido de ultraderecha como Vox ha conseguido
salir de la marginalidad y convertirse en un nuevo actor político, pero que los actuales
resultados electorales no le van a permitir tener una influencia importante en la política
española. El PP renovó su dirección, optando por posiciones más intransigentemente
derechistas, tanto por el líder elegido, Pablo Casado, como por la presión de Vox.
Podemos fue sacudido por una serie de conflictos internos y decisiones controvertidas
que le llevaron a escisiones, abandonos, y tensiones con su principal aliado IU. En el
PSOE, Pedro Sánchez reforzó su liderazgo y, desde el gobierno, impulsó una serie de
medidas de corte socialdemócrata clásico que le hicieron recuperar el electorado
perdido y convertirse en el partido más votado actualmente. Finalmente, el
independentismo catalán aumentó su fractura interna, y se mostró incapaz de realizar
una labor de gobierno efectiva tanto a nivel catalán, dónde gobierna, como a nivel
español, dónde sostuvo al gobierno del PSOE con tensiones continuas, dilapidó su
capacidad de influencia y presión forzando las actuales elecciones y ahora se encuentra
en una posición más débil. A partir de estos antecedentes podemos entrar a analizar los
resultados centrándonos en las diversas tendencias que se han expresado.
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El primer contraste que salta a la vista de los resultados es que pueden leerse en
varias claves distintas. La primera de ellas sería tomando como punto de análisis el
espacio territorial. Desde un punto de vista general, considerando solo a los principales
partidos de ámbito nacional se puede constatar que el enfrentamiento se ha producido
en el clásico eje de izquierda-derecha, con el enfrentamiento entre PSOE y Podemos
frente a PP, Ciudadanos y Vox. En este sentido se hacen notar claramente los efectos
del sistema electoral sobre los resultados, el bloque de izquierdas ha conseguido un
42,99% de los votos, en tanto que el bloque de derechas alcanzó el 42,81%, es decir, un
virtual empate en votos que sin embargo se traduce en 165 diputados para la izquierda
y 147 para la derecha. El actual sistema electoral unas veces ha jugado en favor de la
derecha y esta vez lo ha hecho a favor de la izquierda2. El hecho responsable esta se
vez se encuentra en la mayor fragmentación de la derecha, tres partidos frente a dos de
la izquierda, que supone especialmente un mayor desperdicio de votos que no se
traducen en escaños, pero también en la mayor agresividad por la disputa de la
hegemonía en el seno del bloque de las derechas que en el de la izquierda.
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Como por otra parte pasa igualmente en otras partes del mundo con los sistemas electorales,
como ejemplo más reciente e impactante tenemos la victoria presidencial de Trump a pesar de haber
obtenido en conjunto tres millones de votos menos que Hillary Clinton.
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Aislados los datos electorales catalanes del conjunto nacional para sacar más
consecuencias, y tomando en consideración que se producen diferencias en esa
comunidad entre las elecciones generales y autonómicas, se puede constatar en
principio que el aumento de la participación electoral en toda España (75,75%) respecto
a las elecciones de 2016 (69,84%) ha sido aún mayor en Cataluña ahora, 77,58%,
respecto al 65,61% en 2016, aumento que pude deberse especialmente a un cambio de
perspectiva política. En 2016, con el independentismo enfilado hacia la secesión
unilateral del año siguiente, el interés en ese bloque por la participación en unas
elecciones de ámbito estatal había decaído, en tanto que ahora, alejada la opción de la
secesión unilateral y en pleno juicio a sus dirigentes encarcelados ha habido una mayor
movilización del voto para reforzar su presencia, de hecho parte del electorado de la
CUP, que rechaza participar en las elecciones estatales, esta vez sí ha participado a
través de la nueva candidatura Front Republicá.
El caso de Vox merece una atención un poco más detenida, sus 24 diputados y
10,26% de votos es un salto importante, aunque quede lejos de algunas expectativas
infladas que le daban más del doble de resultados, teniendo en cuenta que en 2016
obtuvo el 0,2% de votos. Representa una presencia importante en el Congreso y la
extensión de la derecha radical populista y xenófoba a otro país más de Europa. Su
victoria se hizo patente ya antes de las elecciones cuando se le aceptó como aliado en el
gobierno andaluz y en la manifestación conjunta de los tres partidos de la derecha en
Madrid, y cuando "voxizó" a esa derecha, especialmente al PP. La derecha española, en
una actitud impresentable, oportunista y expresiva de su talante antidemocrático,
rechazo desde el principio a colaborar en un cordón sanitario en torno a la extrema
derecha, y la abrazó encantada como aliada para sus proyectos de gobierno. En ello no
se diferencia de la parte de los liberal-conservadores europeos que han seguido la
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misma política y han propiciado, con ello, el crecimiento de las formaciones de la
ultraderecha.
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Un posible gobierno progresista en un panorama inestable.
Pero tampoco tiene un gobierno del PSOE mucha preocupación por la oposición
que le pueda hacer la derecha, enfrentada como está por dirimir quién será el partido
hegemónico en su seno y con una graves crisis de difícil solución en el PP. Vox por su
parte, puede hacer mucho ruido con sus 24 diputados pero no es una cifra que pueda
condicionar grandes cosas.
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Desde UP se difundió una duda durante la campaña para evitar el trasvase de
votos hacia el PSOE, la de que el PSOE pudiese pactar un gobierno con Ciudadanos
bajo la presión de los grandes poderes económicos que desean un gobierno muy estable
y dónde los de Albert Rivera moderasen a los de Pedro Sánchez. Sin descartar
absolutamente esa posibilidad, que dependería especialmente de si los posibles socios
de izquierda y nacionalistas pusieran condiciones muy complicadas, es difícil tomar
realmente en consideración esa eventualidad.