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PARADIGMAS EDUCATIVOS

Reflexión: La educación Superior y el


mercado de trabajo en México
Con toga y birrete al volante
José Raúl de la Loza Ortega

2018

UNIVERSIDAD AZTLÁN
Entiendo que en México, como en cualquier otra nación, la educación de nivel
superior es parte del interés público que en ocasiones se traduce en beneficios de carácter
privado. Aunque la mayor trascendencia colectiva es la que corresponde al ámbito público,
el sector privado es parte del conglomerado social y participa en una amplia variedad de
ámbitos entre ellos, por supuesto, el educativo. Al concluir sus estudios, los profesionales
de todas las áreas del conocimiento terminamos laborando en las filas de ambos sectores
sin importar, o casi sin importar, a qué sector, público o privado, pertenece la institución en
la que nos formamos. Estoy convencido de que la mayor relevancia radica en el hecho de
que una población que cuente con una educación más amplia y de mayor calidad puede
formar una ciudadanía mejor informada, más participativa y sumamente crítica. Aunado a
ello, una nación que cuente con un amplísimo sistema de estudios de nivel superior de
calidad, podrá contar con mejores condiciones de desarrollo económico y social y con ello
ser un país socialmente incluyente.

El nuevo milenio ha sido el tiempo de la ampliación de la oferta educativa de nivel


superior en México. Sin embargo, no se puede asegurar que la calidad de los estudios,
también, haya mejorado; menos aún que los jóvenes egresados de ese tipo de estudios
puedan mejorar sus expectativas económicas pues en nuestra nación existían en 2017, “3.1
millones de jóvenes con título universitario, pero no todos tienen empleo”, según daos
publicados por la Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo.

Los números señalan que dos de cada cinco egresados de estudios superiores son
parte de la enorme fila de desempleados mexicanos. El ser profesional universitario no
garantiza ser poseedor de un proyecto de vida que asegure el futuro ya que el 41 por ciento
de personas de esta categoría y que sean, además, menores de 30 años no cuentan con
un contrato laboral estable o son parte de la llamada economía informal, misma que en
México abarca casi el 60 por ciento del total de los trabajadores. Ser taxista, vendedor o
elemento de seguridad privada, son las expectativas que enfrenta un gran número de
personas que gastaron mucho tiempo o dinero para dedicarse una gran parte de sus vidas
a sobrevivir.

Lo peor no es la tragedia personal de quienes tienen el derecho a ser llamados


licenciados y no ejercen como tales, sino el hecho de que el sistema productivo nacional no
está teniendo éxito en la planificación económica y de desarrollo integral; lo que se invierte
en la formación de capital humano no responde adecuadamente a los requerimientos de
los sectores productivos del país. No existe correspondencia entre el mercado laboral y el
capital humano generado. Ello se confirma con la situación que viven quienes sí han logrado
desarrollarse laboralmente a nivel profesional pero que su remuneración no alcanza ni 7 mil
pesos mensuales en promedio, y en muchas ocasiones se trabaja fuera de su especialidad.

Un indicador más de la deplorable situación descrita, el Centro de Estudios


Económicos del Sector Privado afirma que se perdieron más de 3 millones “de empleos
bien pagados”, en tan sólo 7 años y que únicamente el 21.3 por ciento de los trabajadores
(incluyendo a los universitarios) obtienen cerca de 6 mil pesos cada mes y 78.7 reciben
menos de eso pues apenas oscilan entre uno a tres salarios mínimos. Es innegable que el
mercado laboral ofrece escasas oportunidades para ingresar a los espacios productivos.
Con un precario mercado laboral como el nuestro, la baja productividad se acentúa a pesar
de contar con la excesiva oferta de capital profesional ya que hay 3.1 millones de
licenciados, maestros y doctores, de los cuales 1.08 millones desempeñan actividades
informales, en tanto que el desempleo atiende a 290 mil.
Desde mis recuerdos más lejanos, he escuchado el pregón de las autoridades
educativas mexicanas sobre los grandes avances alcanzados en cada sexenio. Hace no
mucho me enteré de la ampliación de la oferta educativa a nivel superior al mismo tiempo
de que su calidad se ha mejorado, además de que se hace llegar a los mexicanos con
equidad. En el año 2012 Rodolfo Tuirán, Subsecretario de Educación Superior de la
Secretaría de Educación Pública fue el encargado de informar:

“la trayectoria de la educación superior en los años recientes está marcada por un crecimiento
cada vez más vigoroso de la matrícula total: mientras que en el ciclo escolar 2006-2007 alcanzó
alrededor de 2 millones 525 mil estudiantes (sin incluir el posgrado), en 2011-2012 se situó en
cerca de 3 millones 274 mil y se prevé que en 2012-2013 alcanzará una cifra cercana a 3
millones 500 mil (La educación superior en México 2006-2012 Un balance inicial)”

Las estimaciones de aquel entonces parecían trascender el discurso político,


concretizándose en casas habitación y edificios de oficinas acondicionados
apresuradamente como nuevos institutos de estudios superiores y universidades.
Aparentemente las oportunidades educativas cruzaban poco a poco los linderos de las
grandes urbes para asentarse en las ciudades menores e incluso llegaron a territorios
semiurbanos. Las declaraciones de Tuirán continuaban:

“del conjunto de ciudades que integran en la actualidad el sistema urbano nacional, 153
ciudades de todos los tamaños han ingresado a la etapa de ‘masificación’; 136 ciudades
permanecen en la etapa anterior (la de ‘minorías’); y 69 ciudades —las más pequeñas— aún
no cuentan con oferta educativa de tipo superior (La educación superior en México 2006-2012
Un balance inicial)”.

Dicha “masificación” no pudo ser posible sin la participación del sector privado que
vio multiplicar considerablemente su presencia. Por ejemplo en Cuernavaca: durante la
década de los noventas la existencia de estas instituciones era irregular y no rebasaba las
10, para la primera década del nuevo siglo ya sobrepasaban las 50. Luego de 2001 han ido
abriendo sus puertas nuevas instituciones y en 2014 se podían calcular cerca de 70. En
2018 el Directorio de Universidades Privadas y Públicas del Estado de Morelos enlista 56
instituciones de estudios superiores privadas pero deja fuera a que, está comprobado,
existen.

Sin embargo, el crecimiento del número de escuelas y universidades que se


presencia a lo largo del territorio mexicano, en lo general y en la ciudad de Cuernavaca, en
lo particular; no elimina la limitada difusión de las prácticas de aseguramiento de la calidad
entre las instituciones particulares. Por lo contrario, las políticas del Programa de
Modernización de la Educación 1989-1994 estaban dirigidas hacia lo que se llamó
modernización al terreno educativo y uno de sus nueve capítulos se refería a la capacitación
para el trabajo. Esto marcó el inicio del giro neoliberal que se le daría a la educación
mexicana y que, en lo que respecta al nivel superior, se consolidaría en 1992 con el Acuerdo
Nacional para la Modernización de la Educación Básica y Normal (ANMEB), con el las
autoridades federales le transferían a los estados el control y el manejo de sus respectivos
sistemas educativos, entre los que, a la postre, se uniría el del nivel superior.

La política educativa Zedillista se manifestó en el Programa de Desarrollo Educativo


1995-2000 y representó la continuación del Salinismo. Ello consolidó la iniciativa que había
surgido al final del sexenio salinista de crear Universidades Tecnológicas que ofrecieran
carreras de nivel superior, pero cursadas en corto tiempo. De igual forma se establecieron,
a decir de Martínez Rizo:
“Diversos mecanismos de evaluación de programas e instituciones de educación superior, como
el Centro Nacional de Evaluación (CENEVAL), los Comités Interinstitucionales de Evaluación
de la Educación Superior (CIEES), y varias agencias acreditadoras de programas (Las políticas
educativas mexicanas antes y después del 2001)”.

Estos organismos, conjuntamente con las oficinas descentralizadoras del sistema


educativo, han mantenido una tendencia homogeneizadora a nivel nacional de los
contenidos curriculares de las licenciaturas, con un nivel técnico, argumentando que esos
mismos son necesarios para preparar a los jóvenes para que obtengan un trabajo de
acuerdo a la realidad del país.

Para cuando el PAN accedió a la Presidencia de la República la tendencia educativa


no se modificó, el Programa Nacional de Educación 2001-2006 en su Tercera Parte,
Subprogramas sectoriales, hace referencia a cuatro subprogramas en los que divide la
educación: básica, media superior, superior y para la vida y el trabajo. En lo referente a la
educación superior el Programa 2001-2006 contempló una ampliación extraordinaria de la
demanda de ese nivel educativo para dicho sexenio, por lo que se consideró que para
satisfacer tanto la demanda educativa profesional como las necesidades de los sectores
productivos, habría que incrementar el número de instituciones, al mismo tiempo que
diversificar los programas curriculares, especialmente los de dos años. Con esta medida,
la duración de las carreras profesionales se redujo a tres años, lo que desde el aspecto
mercadológico ha sido utilizado con mucho éxito por los particulares.

A la luz de los documentos, el sistema educativo, en lo que respecta a su nivel


superior, habría dado pasos significativos para que, como lo repite incansablemente el
discurso oficial, la cantidad y la calidad de quienes concluyen las licenciaturas que se
estudian en el país, pudieran contribuir a que la nación se encaminara a lograr el desarrollo
y la justicia social que aún veo distantes. Esta situación debería llevar a la SEP y a las
autoridades educativas estatales a ser enormemente exigentes al otorgar y supervisar el
llamado “Reconocimiento de Validez Oficial de Estudios (RVOE)”, con el que se le permite
a particulares ofrecer servicios educativos a nivel superior.

Para 2012 los resultados formaban el optimismo del Subsecretario de Educación


Superior de la SEP Tuirán:

“Con el fin de alentar la adopción de prácticas de aseguramiento de la calidad entre las


instituciones particulares, en 2012 se puso en marcha el Programa de Fomento a la Calidad,
que consta de dos fases:

• Una evaluación diagnóstica (mediante 133 diferentes indicadores) del servicio educativo que
prestan las instituciones particulares que cuentan con RVOE federal, la cual permite a dichas
instituciones obtener una constancia de clasificación en alguno de los 5 niveles y 10 subniveles
identificados.
Hasta el 4 de septiembre pasado, el instrumento de evaluación había sido respondido por poco
más de 1,000 planteles de educación superior con algún RVOE federal. En la clasificación oficial
de estos planteles sólo uno de cada diez se ubicó en los últimos tres niveles y seis subniveles
de la pirámide (los que tienen un innegable compromiso con la calidad), mientras que el resto
fue clasificado en los dos primeros niveles y cuatro subniveles (los que cumplen estrictamente
con los requisitos que establece la legislación actual para obtener un RVOE o bien los que
apenas superan los estándares y requisitos para lograrlo) (Véase gráfica 7).

De la evaluación diagnóstica se desprende que 10 por ciento de los planteles requieren


introducir mejoras urgentes (ya que sólo cumple un máximo de 26 de los 133 criterios de
evaluación); un 20 por ciento adicional requiere mejoras importantes (solo cumple entre 27 y 53
criterios); 49 por ciento requiere diversas mejoras (cumple entre 54 y 80 criterios); 18.4 por
ciento presenta resultados satisfactorios con algunas áreas de oportunidad (cumple entre 81 y
107 criterios); y sólo 1.7 por ciento registra un resultado sobresaliente (cumple entre 107 y 133
criterios). Hasta la tercera semana de septiembre de 2012 se habían recabado 140 cartas
compromiso de mejora de la calidad entre los planteles evaluados (La educación superior en
México 2006-2012 Un balance inicial)”.

Pero los resultados informados por Tuirán no sólo representaban el triunfalismo del
entonces funcionario de la SEP, sino que mostraban, por decir lo mejor, una realidad
inobjetable y que lejos se encontraba de ser satisfactoria. Los datos son claros, sólo el 20.1
por ciento de las escuelas que participaron en el diagnóstico señalado, presentaron
resultados satisfactorio o sobresaliente. Se señala que fueron más de mil planteles
investigados, considerando el número cerrado (1000) sólo doscientas escuelas merecerían
tener permiso para operar, el resto, 800 no podrían seguir funcionando pues lo que están
haciendo es empobrecer la calidad del servicio educativo que prestan a la sociedad. Y de
esos 800 sólo 140 se habían comprometido a realizar mejoras. Esa es la realidad del país,
excluyendo, afortunadamente, a las universidades públicas cuyas administraciones
enfrentan otros tipos de problemas pero que también afectan la calidad de sus servicios.

Asimismo, los mecanismos de supervisión de la SEP no hacen énfasis en los


modelos educativos que cada institución aplica. Tan sólo exige una justificación superficial
del por qué se eligió el mapa curricular de cada licenciatura. Situación que constaté pues
tuve la oportunidad de diseñar la carrera de Comunicación en el Centro Universitario
Americano del Estado de Morelos y obtener la autorización para su práctica de parte del
Instituto de Educación Media Superior y Superior del Estado de Morelos.

Con todo ello, algunas de las instituciones señaladas, además de contar con los
RVOE’s de las carreras que ofertan, poseen la acreditación de la Federación de
Instituciones Mexicanas Particulares de Educación Superior (FIMPES), este organismo
cuenta con el Convenio de Concertación y Aceptación de los Mecanismos de Evaluación
de la Calidad en el Servicio Educativo, firmado con la SEP.

Sin embargo, a partir de lo experimentado en los últimos 20 años, lo que se vive en


las aulas de varias universidades se encuentra muy lejos de la pretendida excelencia
académica. De vuelta a la Presidencia de la República, el PRI ha iniciado una reforma
educativa que aún no deja en claro si se trata tan sólo de un reacomodo de los diferentes
poderes de facto que en el entorno educativo existían o si verdaderamente ello traerá
modificaciones radicales en la educación general del país y, por ende, en el nivel superior;
y de qué tipo serán dichos cambios.

Hasta el momento, no se observan modificaciones sustanciales en la calidad de la


educación superior. Los planes y programas de estudios son diseñados conforme las
diferentes disciplinas que surgen en el entorno mundial. Como modas de estudios
profesionales, las ofertas se van diversificando para impactar al público consumidor que se
deslumbra viéndose como triunfadores del orbe sin meditar sobre las necesidades reales
de nuestra sociedad.

Las presiones externas e internas, conducen a la generación de visiones


momentáneas que sólo sirven para generar profesionales que sigan, con título y sin él,
sirviendo a una planta productiva dirigida a la manufactura, principalmente, sector que se
mantiene desde hace décadas con un incremento anual alrededor del 3.6%, pues las
empresas mexicanas no logran estabilizar sus procesos para ser competitivas en el
panorama global y, por ende, contratan su fuerza de trabajo, físico e intelectual, sin que se
cuente con las características mínimas necesarias; así, los bajos salarios (4 mil pesos
mensuales, en promedio) hacen parecer un ahorro en el presupuesto que los empresarios
mexicanos están dispuestos a disponer.

Como ya se ha mencionado, mientras la plataforma de desarrollo social mexicano


no deje de responder al panorama global, como una nación al servicio de las potencias
mundiales, no se dispondrá de una planificación educativa dirigida a formar una nación
independiente, justa y equitativa, en la que la cultura, y no sólo la instrucción académica,
sea el alimento de cuerpos y almas de los mexicanos.

REFERENCIAS.

ACTIVIDAD ECONÓMICA, Tomo III, ANÁLISIS ECONÓMICO EJECUTIVO, Mayo 2018.


Distribuido por el Centro de Estudios Económicos del Sector Privado, A. C.

Guerra Botello, Rodrigo. (2018). Federación de Instituciones Mexicanas Particulares de


Educación Superior.

INEGI. (2018). Resultados de la Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo, 1. Cifras durante


el cuarto trimestre de 2017.

Márquez Jiménez, Alejandro. (2011). La relación entre educación superior y mercado de trabajo
en México. Perfiles Educativos, vol. XXXIII, número especial. IISUE-UNAM.

Martínez Riso, Felipe. (2001). Las políticas educativas mexicanas antes y después del 2001.
Revista Iberoamericana de Educación, septiembre-octubre, número 027. Organización de
Estados Iberoamericanos para la Educación, la Ciencia y la Cultura (OEI). Madrid, España, pp.
35-56.

Tuirán, Rodolfo. (2012). La educación superior en México 2006-2012. Un balance inicial.


SES.UNAM. https://www.ses.unam.mx/curso2016/pdf/28-oct-Tuiran-La-educacion-superior-
en-Mexico-20062012.pdf

SEP. (2002). Convenio de concentración y aceptación de los mecanismos de evaluación de la


calidad en el servicio educativo. Sitio oficial FIMPES.
http://fimpes.org.mx/index.php/normatividad/convenios/fimpes-sep

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