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Herder
Hans Küng
Religión y ética
en tiempos de globalización
Conversaciones con Jürgen Hoeren
Herder
Versión castellana de Gilberto Canal Marcos de la obra de
Hans Küng, Wozu Weltethos? Religión und Ethik in Zeiten der Globalisierung,
Verlag Herder Freiburg im Breisgau.
t
En lugar de un prólogo
—7-
En este diálogo, redescubrieron las religiones del mun
do que sus afirmaciones éticas fundamentales apoyan y
profundizan los valores éticos seculares que contiene la
Declaración Universal de los Derechos Humanos. En el
Parlamento de las Religiones del Mundo de 1993, en
Chicago, manifestaron más de 200 hombres y mujeres
representantes de todas las grandes religiones del mun
do, por primera vez en la historia, su consenso sobre algu
nos valores, actitudes y modelos éticos comunes como
base para una ética mundial, que luego fueron asumidos
en el informe de nuestro grupo de expertos para el secre
tario general y la Asamblea Plenaria de las Naciones
Unidas. ¿Cuál es esa base para una ética mundial, sus
ceptible de ser compartida por las personas de todas las
grandes religiones y tradiciones éticas?
En primer lugar, el principio de humanidad: «Todo hom
bre -varón o mujer, blanco o de color, rico o pobre, joven
o viejo- debe ser tratado humanamente». Esto se expre
sa con mayor claridad aun en la Regla de Oro de la reci
procidad: «Lo que no quieras que te hagan a ti, no se lo
impongas a otro». Estos principios se desarrollan en cua
tro ámbitos centrales de la vida, y llaman a cada hombre,
cada institución y cada nación a asumir su propia res
ponsabilidad:
- a favor de una cultura de la no violencia y del res
peto a toda vida,
- a favor de una cultura de la solidaridad y del orden
económico justo,
- a favor de una cultura de la tolerancia y de una vida
veraz,
- a favor de una cultura de la igualdad y la colabora
ción entre hombre y mujer.
Precisamente en la era de la globalización es absolu
tamente necesaria esta ética global. Sin duda, la globa
lización de la economía, la tecnología y la comunicación
lleva consigo una globalización de problemas a escala
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mundial que amenaza con someternos: problemas medio
ambientales, de tecnología atómica y de tecnología ge
nética, pero también globalización del crimen y del terro
rismo. En esta clase de tiempos es urgente necesidad que
la globalización de la economía, de la tecnología y de la
comunicación vaya acompañada por una globalización de
la ética. En otras palabras: la globalización requiere una
ética global* pero no como lastre complementario, sino
como principio y ayuda para el hombre, para la sociedad
civil.
Algunos politólogos pronostican para el siglo XXI un
«choque de culturas». Aquí proponemos, por el contrario,
una visión de futuro de talante muy distinto; pero en modo
alguno un simple ideal optimista, sino una realista visión
de esperanza: las religiones y culturas del mundo, en co
laboración con todos los hombres de buena voluntad, pue
den ayudar a evitar ese choque, siempre naturalmente
que lleven a la práctica las siguientes iniciativas:
No habrá paz entre las naciones sin paz entre las re
ligiones.
No habrá paz entre las religiones sin diálogo de las
religiones.
No habrá diálogo de las religiones sin estándares éti
cos globales.
No habrá en nuestro Globo supervivencia en paz y
justicia sin un nuevo paradigma de relaciones interna
cionales basadas en estándares éticos globales.
Hans Küng
Nueva York, 9 de noviembre de 2001
-9-
Pérdida del monopolio de las iglesias
I *
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la única forma de conocerlas eran los viajes. Ahora tienen
seguidores en nuestros países y se hallan constantemente
presentes en nuestros medios de comunicación. En medio
de nuestra sociedad existe ahora un nuevo conglomera
do de religiosidad, de esoterismo y de los más variados
movimientos religiosos. Personalmente, califico a este fe
nómeno como religiosidad que vagabundea libremente,
una vez que, falta de un hogar en las grandes iglesias,
se sitúa en cualquier parte, con frecuencia de un modo
totalmente arbitrario. Cuando preguntamos a algunas
personas por qué pertenecen a este o a aquel grupo reli
gioso, no es raro escuchar como respuesta: «Un día me
encontré a uno en el tren», o «me empujó a ello mi amigo
o mi amiga», o «leí este o aquel libro». Lo que hoy se cree
y es materia de práctica religiosa se halla determinado
por muchos factores subjetivos y depende con frecuencia
de este tipo de relaciones muy personales.
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reformado del siglo xix. El cristianismo, a causa de este
doble cambio de paradigma, ha afrontado problemas, al
menos parcialmente, pendientes todavía de solución en
el islam o en las otras grandes religiones.
La modernidad, que es también, aunque no sólo, un
producto de la Reforma, no es fruto directo de estas reli
giones, sino más bien indirecto como resultado de la nue
va filosofía, *ie lás ciencias de la naturaleza, de la teoría
de la sociedad y del Estado, que al principio conmocionó
también fuertemente al cristianismo, el cual se posicionó
por desgracia ampliamente contra todas estas fuerzas.
Descartes -prototipo del pensador moderno- no era en
modo alguno un hombre irreligioso. Hasta cabría pen
sar que él habría podido ayudar al cristianismo a supe
rar su crisis. Como es sabido, el cardenal Bérulle le pidió
expresamente que elaborara una nueva filosofía univer
sal, capaz de servir de ayuda al cristianismo. Tampoco el
mismo Galileo Galilei era un hombre antieclesiástico, pero
fue arrastrado por la Inquisición a un claro enfrentamiento
que concluyó en su condena. Y muchos ideales de la nue
va concepción del Estado de ningún modo eran anticris
tianos en su punto de partida. Incluso las palabras «liber
tad, igualdad, fraternidad» habrían podido entenderse
como originarias palabras cristianas. Al principio de la
Revolución Francesa, existían también en el clero ten
dencias a interpretar aquellos ideales a partir del cristia
nismo. Estoy pensando, por ejemplo, en la gran figura del
abbé Henrí-Baptiste Grégoire, que en la Asamblea Nacional
se manifestó, entre otras cosas, a favor de una declara
ción de deberes humanos al lado de la Declaración de los
Derechos del Hombre, ¡y cuyos restos mortales fueron
trasladados al Panteón bajo el mandato de Frangois
Mitterrand! Grégoire era entonces presidente de la
Asamblea Constituyente y, en su calidad de obispo, jefe
espiritual de la llamada iglesia constitucional. Pero he
aquí un síntoma de la posición católica adversa a la
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Revolución hasta los tiempos actuales: el cardenal de
París, Lustiger, se negó a tomar parte en la ceremonia
solemne del entierro de Grégoire en el Panteón.
Volviendo al tema central que nos ocupa, todo esto quie
re decir: sobre todo la iglesia católica, y en parte también
la protestante, no han sabido en el fondo adoptar una
actitud correcta con respecto a la modernidad. Tuvieron
que darse cuenta naturalmente de que la filosofía, la cien
cia, la teoría del Estado se volvían cada vez más antie
clesiásticas. También el fenómeno de la francmasonería
había adquirido en el continente europeo, no así en el
ámbito anglosajón, esta tendencia fuertemente anticle
rical. En parte, sufrimos todavía hoy en las iglesias cris
tianas problemas que se remontan al siglo xvi, problemas
de la Reforma que no hemos solucionado. Baste pensar
en el matrimonio de los presbíteros y en los matrimonios
mixtos. Pero sobre todo sufrimos problemas que proce
den de lo siglos XVII, xvm, problemas, por tanto, de la
modernidad, que justamente ahora estamos tratando
de solucionar poco a poco. El Vaticano Segundo ha inten
tado, tanto realizar las exigencias de la Reforma como
tomar en serio y llevar a cabo las de la modernidad. Ha
intentado realizar al mismo tiempo dos cambios de para
digma. Pero, ¡cómo no pensar en las dificultades que tuvi
mos simplemente para implantar la lengua vernácula
en la liturgia o sacar adelante la Declaración sobre la li
bertad religiosa! Y cuando se piensa que Juan XXIII fue
el primer papa que recibió positivamente nada menos que
los Derechos Humanos, calificados por papas anteriores
como invento satánico, puede entenderse que en estas
cuestiones nos encontremos todavía en una lucha excep
cional.
Mientras tanto, la evolución de la humanidad sigue
su curso. Actualmente, gran parte de la humanidad se
ha vuelto muy escéptica con respecto a la modernidad y
ha entrado en una cierta posmodernidad. Ya no acepta
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incondicionalmente a la razón como norma absoluta. Se
ha vuelto escéptica con respecto a la pura racionalidad.
También son cada vez más claras las dudas sobre el
progreso como segunda idea motriz de la modernidad. El
entusiasmo por el progreso, que tuvo su punto culminante
antes de la Primera Guerra Mundial, ha caído en nues
tros días en una profunda crisis. La gente se ha vuelto
también escéptica frente a la nación, tercera idea motriz
de la modernidad. El nacionalismo ha sido superado
por la Unión Europea. En el fondo, se estaría dando aho
ra la oportunidad para una nueva revitalización de la
religión. Realmente hoy no existe ya tanto resentimiento
antirreligioso como antes, a menos que ciertas encíclicas
papales no vuelvan a despertarlo artificialmente. Más bien,
la ignorancia de la religión es, a mi entender, lo caracte
rístico del presente: olvido de la dimensión profunda del
hombre, concentración en lo material, preferentemente
económico, eso es lo que caracteriza al hombre occiden
tal. El materialismo del Este tiene hoy su paralelismo
en el materialismo de Occidente. Pero en modo alguno
existe aversión a la religiosidad en sí misma. Sólo encuen
tra fuerte rechazo cuando se manifiesta en formas reac
cionarias, bien se trate de un islamismo agresivo como el
que profesan los talibanes afganos o los terroristas islá
micos, bien de un catolicismo agresivo, que piensa que
puede en Polonia o en cualquier otro sitio volver a implan
tar situaciones medievales. Pero, una vez más, la religión
podría tener hoy oportunidades. En mi condición de teó
logo católico que ha penetrado ampliamente en los ámbi
tos de la secularidad, la política mundial y la economía
mundial, puedo decir que en todas partes se me escucha,
e incluso se me pide constantemente que exponga las po
siciones de la religión y de la fe. No es, por tanto, cierto
que, por principio, la religión no tenga ya nada más que
decir. Lo que pasa es que la religión se presenta con
frecuencia de una forma que se ha vuelto irrelevante
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para muchos, o bien desencadena fuertes reacciones en
contra.
\
¿Se busca, por tanto, religión, pero no confesiones concre
tas, y sobre todo ningún confesionalismo?
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En el fondo, esto parece significar que lo importante ya
no es la diferenciación teológica. Pero usted mismo, a lo lar
go de su trayectoria científica se ha implicado precisamente
en la diferenciación teológica, y la doctrina de la justifica
ción es sólo un ejemplo. ¿No existe el peligro de que el úni
co resultado sea una gran simplificación?
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he descendido del cielo»- creen estar autorizados para
hablar sobre fenómenos como la globalización de un modo
tan indiferenciado como en otro tiempo lo hicieron sobre
el capitalismo y el socialismo, yo me remito a lo que Hegel
llamó «el trabajo del concepto». Todo debe ser pasado por
la criba de la empiría; debe estar claro qué conceptos usa
mos, por qué los usamos, por qué no usamos otros y en
qué sentido usamos éstos. Se trata de un trabajo duro que
no se puede economizar sustituyéndolo por palabras, esló-
ganes y reclamos publicitarios.
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que el cristianismo en el norte de África, en el islam, no
consigue ninguna clase de progreso. Por tanto, el estudio
de las religiones del mundo y el diálogo con ellas es para
mí un asunto que viene de lejos.
Sin embargo, no he planeado mi itinerario teológico, y
tampoco me habría sido posible trazarlo. Me encontraba
enfrentado constantemente a nuevos retos. He trabaja
do, por así ctecirto, con el esquema toynbeeniano de «reto
y respuesta». Posponía a veces planes de publicación por
que, entre tanto, habia surgido otra cosa. Después de mi
disertación sobre la justificación, quería titularme en filo
sofía en París, y ya tenía casi terminado un estudio sobre
Hegel. Lo pospuse porque fui llamado a Tubinga y, pos
teriormente, nombrado teólogo del Concilio. Después de
las cuestiones sobre la existencia cristiana, sobre la jus
tificación del pecador, que me ocuparon durante los años
cincuenta, marcaron del todo mis años sesenta cuestio
nes como el concilio, la iglesia, el ecumenismo. Tenía bas
tante con sobrellevar espiritualmente todo lo que caía
sobre mí. Escribí entonces mi libro sobre La Iglesia (1967),
que todavía sirve de manual en muchos lugares, a ex
cepción de aquellos en los que fue prohibido. Los años se
tenta quedaron consagrados de hecho a los fundamentos
del cristianismo. Sucedió como consecuencia de que, en
1970, mi libro ¿Infalible? planteaba la cuestión de si real
mente se podía construir la teología sobre la base de
dogmas infalibles -siendo ellos precisamente tan pro
blemáticos como el dogma «fuera de la iglesia no hay sal
vación». Los tres libros Ser cristiano, ¿Existe Dios? y Vida
eterna siguen constituyendo la base de mi labor teológi
ca. Hasta hoy no me he visto obligado a revisar ninguna
de estas posiciones. Al contrario. Ya el primer capítulo de
Ser cristiano comprende, por una parte, el horizonte de la
secularidad moderna y del moderno ateísmo, y, por otra,
el de las grandes religiones del mundo. El libro ¿Existe
Dios? estudia ya la idea de Dios de los chinos, así como
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la religiosidad no-teísta del budismo. El libro ¿Vida eter
na? incluye la escatología y otros aspectos de las religio
nes del mundo.
Con estos presupuestos me encontraba a finales de
1979, cuando estalló la gran polémica con Roma sobre la
infalibilidad, bastante bien preparado para esta apertu
ra al «gran ecumenismo». De otro modo, difícilmente me
habría atrevido en 1982 a discutir públicamente, en el
gran auditorio de la Universidad de Tubinga, con espe
cialistas del islam, del hinduismo y del budismo sobre los
fundamentos de estas religiones. El fundamento firme de
la teología cristiana me daba la confianza de poder ofre
cer una respuesta a todo lo que se me proponía desde las
otras grandes religiones del mundo. Esta larga funda-
mentación me permitiría posteriormente una construc
ción mucho más profesional. Del diálogo con mis colegas
de Tubinga, el indólogo Heinrich von Stietencron y el espe
cialista del islam Josef van Ess, junto con el budólogo de
Gotinga, profesor Bechert, y la colega china Julia Ching,
surgió en mí casi espontáneamente la idea de la paz entre
las religiones como base de la paz entre las naciones. Esta
idea quedó formulada ya en 1984, mucho antes de que
Samuel P. Huntington atrajera hacia sí la atención con
su artículo sobre el Clash of Civilizations. Teniendo en
cuenta que ya en 1989, el gran año de las revoluciones
europeas, me había pronunciado tanto en la Unesco, sobre
paz entre las religiones y paz mundial, como en el Foro
económico mundial de Davos, sobre la problemática
«modelos éticos comunes», me encontraba en buenas con
diciones para publicar un año más tarde mi Proyecto de
una ética mundial (1990). Instancias de otros me llevaron
a reflexionar sobre modelos éticos comunes, y he inten
tado ofrecer algunas respuestas.
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¿NO HAY SALVACIÓN FUERA DE LA IGLESIA?
I *
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que piensan sin más que todo es por nada y para na
da. Por el contrario, también ellos ponen una confianza
fundamental en la realidad, por ambivalente que ésta sea,
por difícil que resulte encararla. Por tanto, también cons
tatamos en no cristianos un «sí» a la vida, tal como ella
es, a un sentido de la vida. Se trata de un ámbito que tie
ne necesariamente que ver con culpa y gracia, pero que
no es en principio específicamente cristiano y menos
aún católico, sino universal. En esa línea, la confianza
fundamental también es para mí la base de una ética fun
damental que puede vincularnos a todos. En efecto, sin
esta «entrega» a la realidad, sin este motivo y confiado «sí»
a la realidad, a pesar de todas las zozobras, sin esta con
fianza fundamental, nadie puede comportarse ética
mente. Una moral fundamental está presuponiendo una
confianza fundamental en la realidad.
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no. Para mí, la única religión verdadera es la fe cristiana,
y Jesucristo, por decirlo en palabras del Evangelio de
Juan, el camino, la verdad y la vida. Y esto no cambia en
absoluto cuando me encuentro dialogando con miembros
de otras religiones.
Sólo que, en ese diálogo, he de tener en cuenta al mis
mo tiempo una segunda dimensión. Cuando, por una par
te, preguntan al judío: «¿Qué es para usted el camino, la
verdad y la vida?», él te contestará: «Para mí lo es la Torá».
Y el musulmán a su vez te contestará: «Para mí no lo es
precisamente Mahoma, sino el Corán». Y el budista dirá:
«Para mí lo es el óctuple sendero de Buda». De ese modo,
cada religión tiene su verdad originaria, que nunca es
solamente una verdad de la teoría, sino una verdad de la
praxis. No se trata, pues, únicamente de conocimiento
verdadero, sino también de recto comportamiento. No
se trata sólo de doctrinas, sino también de actitud ética.
A la pregunta: «¿Cómo armonizar ambas dimensio
nes?», respondo: en primer lugar, el respeto es la virtud
fundamental más importante. Debo respetar que el otro
sea distinto. A ello hay que añadir la comprensión. He de
intentar comprender mejor al otro. De igual modo que el
otro me entiende mejor cuando yo trato de entenderle
mejor a él. Con el tiempo, constataremos así muchas coin
cidencias. Lo que en un principio puede parecer tan exclu
sivo, no resulta luego tan exclusivo: como cristianos, no
podemos rechazar, de entrada, la Torá. Ella es precisa
mente la raíz de la que procedemos. Tampoco podemos
rechazar sin más el islam, pues se trata de la religión que
vino después del cristianismo, y mantiene consciente
mente una relación con judaismo y cristianismo. El islam
es una religión que acepta a los antiguos profetas, y
también acepta a Jesús como profeta, aunque se consi
dere obligada a añadir determinadas correcciones -por
ejemplo, a una cristología sobredimensionada, «divini
zante», y a otras muchas cosas. Es preciso tenerlo en cuen
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ta. Es, por tanto, perfectamente posible que yo esté ple
namente convencido de mi propia religión, de la verdad
de mi propia religión, y, al mismo tiempo, abierto sin reser
vas a la religión y a la crítica de los otros.
Todavía debemos añadir una tercera dimensión: aquí
y ahora no nos es posible decir dónde se encuentra en
último término la verdad. Nos encontramos todos en cami
no. Somos todos, según la antigua expresión, homines via-
tores, peregrinos en esta tierra. Como dice Pablo, lo vemos
todo solamente como en un espejo y fragmentariamente,
y no como es en sí. Ahora caminamos hacia la consuma
ción, y la verdad, tal como realmente es, sólo se revelará
al fin. A nosotros se nos abre, por así decirlo, solamente
una pequeña rendija. Me vienen ahora a la mente las pala
bras del apóstol Pablo en 1 Corintios, al final del capítu
lo 15, donde leemos afirmaciones sumamente curiosas.
Pablo deja claro que, al final, ningún profeta ejercerá ya
el papel decisivo. Entonces, dejará de funcionar lo pro
visorio. Sí, esto quiere también decir que en este mo
mento Jesús, el Hijo, se somete al Padre para que Dios
mismo lo sea todo en todo. Karl Rahner ha escrito un bello
artículo en el que dice que «Dios mismo», en el Nuevo Tes
tamento, es siempre el único Dios y Padre. Así, él lo es
todo en todo. No como ahora en todas las cosas, sino
que él lo es todo en todas las cosas. Esto es la consu
mación, la verdad incondicional. Sólo entonces se reve
lará esta verdad plena; todo lo anterior es únicamente
reflejo, únicamente fragmentario. Cuando se es consciente
de esto, no se cae ya ni en la ilusión de que uno mismo
lo ha comprendido todo, ni en el desprecio a los otros,
considerándolos deficitarios, por utilizar una formulación
del nuevo documento doctrinal Dominus Jesús. Deficitarios
somos todos -hasta que conozcamos como nosotros mis
mos somos conocidos por Dios, por citar de nuevo a Pablo.
Podemos movernos en estas tres dimensiones, y tam
bién entender el diálogo como un proceso continuo. Tal
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diálogo no tiene nada de estático, sino que es algo que
acontece diariamente, y, por cierto, no sólo para los teólo
gos, sino para todo hombre que escucha en la radio una
noticia al respecto, o lee un libro, o coincide con perso
nas de otras religiones. Un diálogo así entendido es, en
estas tres dimensiones, un creciente proceso de profun-
dización. Se pueden hacer en este sentido grandes pro
gresos, por,poco que uno se esfuerce.
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de comunicación orientada a la veracidad. Tal veracidad
no es un mínimo, sino un elemental presupuesto, que
constituye, por lo demás, la base de todo diálogo: vosotros
tenéis que poder dar por supuesto que no os intento enga
ñar. Y, por mi parte, tengo que dar por supuesto que estáis
honestamente interesados en plantearme preguntas
de las que ha de surgir algo instructivo. La misma convi
vencia familiar presupone ciertas reglas elementales, por
ejemplo, no engañarse unos a otros, no burlarse unos
de otros. Y también es válido todo ello aplicado a una
oficina, a un instituto universitario, a cualquier empre
sa. Seguramente habrá oficinas e institutos, y hasta
empresas, en los que es norma la Regla de Oro, en los que
el jefe diga eventualmente a cada uno ya en su incorpora
ción: «Mire, hay determinadas cosas que aquí sencillamen
te no hacemos. Nos atenemos a estas y estas reglas». Pero
actitud ética no significa que nunca se cometan errores
ni se contravengan las reglas. El hombre es un ser libre.
No siempre nos controlamos a nosotros mismos, y a veces
hacemos algo de lo que más tarde nos arrepentimos: «Qué
daría por no haberlo hecho». Tampoco se trata de negar
que se infringen ciertas reglas elementales. Pero es
enormemente relevante que en la guardería, la escuela, y
también en nuestras universidades vuelva a estar claro
que existen ciertas normas que siguen vigentes y deben
ser cumplidas. Y es reconfortante que en los despachos
directivos de nuestros consorcios internacionales se diga:
determinadas cosas, como todo lo que huele a corrup
ción, aquí no se hacen. En ese sentido, no deberíamos ha
blar aquí de minimalismo, sino de reglas elementales.
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Usted habla de ethos mundial, no de ética mundial * ¿Existe
una diferencia entre ethos y ética?
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petarse y amarse. Todo ello son normas que conciernen
a mi actitud fundamental interior y que presuponen
mi autocontrol. Nadie puede obligarte a decir la verdad.
Si quieres mentir, puedes mentir. La cuestión es si te des
cubren o no. Pero el querer esto o no es tu propia deci
sión absolutamente personal. En este sentido, es algo
grande que el hombre sea en definitiva señor de sí mis
mo, en medio de todos los influjos que le empujan, pre
sionan y mueven, tanto desde fuera como desde den
tro. Cada persona puede actuar de esta manera o de la
otra. La autorresponsabilidad, sobre todo en tiempos de
movimientos globales, es de gran importancia, y hoy
adquiere una nueva consideración hasta en cuestio
nes del tribunal de justicia internacional. Ni siquiera los
jefes de Estado están ya por encima de la moral, «más
allá del bien y del mal», sino que, en ciertas circunstan
cias, pueden exigírseles responsabilidades.
n?
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Etica mundial, ¿una nueva religión mundial?
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cuestiones de moral no es admisible ninguna arbitra
riedad posmoderna, ningún anything goes. Que existen,
más bien, determinadas reglas que nos obligan a to
dos, no sólo a la ciudadana y el ciudadano medio, sino
también a los hombres de Estado, los industriales y los
profesores, en las universidades o en los laboratorios. En
segundo lugar, que se tenga claro que estas reglas fun
damentales son comunes a todos, es decir, que no sólo
tienen vigencia en el ámbito de las tres religiones profé-
ticas, el judaismo, cristianismo e islam, sino que también
en las religiones de procedencia india y china se encuen
tra este tipo de normas.
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verdad? ¿Qué significa no robar, sino trabajar por un orden
económico justo? ¿Qué significa no abusar de la sexuali
dad, sino defender el respeto a la mujer y la colaboración
de varón y mujer? Estas son normas que unen a todas
las religiones y que también no creyentes pueden asumir.
Para ello no hace falta una religión común, sino única
mente una común moral fundamental.
i *
¿Qué significa esto? Usted menciona el ámbito de la sexua
lidad, del abuso de la mujer. ¿Qué exige la ética mundial?
31 -
Deberían aprender que la sexualidad no es ninguna fuer
za negativo-destructora, sino una fuerza creadora y for-
madora, que tiene por tanto la función de construir una
comunidad defensora de la vida, y que la sexualidad sólo
puede desarrollarse cuando es vivida responsabilizándo
se también de la felicidad de la otra parte. Todos estos
temas se hallan relacionados con la cuestión de la sexua
lidad.
Pero he de hacer una precisión. Ni en la Declaración
de Chicago, ni en la Ciudad del Cabo, ni tampoco en la
Declaración política del InterAction Council de anteriores
jefes de Estado y de gobierno, encontrará usted algo que
tenga que ver con las controvertidas cuestiones actua
les del ámbito de la sexualidad o de la bioética. Y esto tie
ne especial aplicación a las cuestiones de la contracep-
ción, del aborto, la homosexualidad y la eutanasia. ¿Por
qué estos documentos no se pronuncian en estos temas?
Porque se trata de cuestiones controvertidas no sólo entre
las religiones, sino también dentro de una misma religión,
de cada religión, e incluso de cada iglesia. Como es noto
rio, tampoco en la iglesia católica existe consenso sobre
estos cuatro puntos. Por consiguiente, no es posible de
cidir sobre una cuestión como ésta en una declaración
general. Por fortuna, he tenido suficiente influencia en el
curso de los acontecimientos para poder rechazar algu
nas exigencias de pronunciarse sobre estas cosas, y así
pudimos mantener los textos libres de unas afirmaciones
que, luego, habrían torpedeado la Declaración en su con
junto porque sin duda habrían provocado imprevisibles
controversias, por ejemplo a favor o en contra del aborto.
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Sin duda habrá que distinguir entre una ayuda a las pros
titutas que, como acabamos de citar de la Declaración
sobre Ética Mundial, son muchas veces victimas de las
circunstancias. Naturalmente, también hay a veces en
nuestra sociedad mujeres que se encuentran en esta difí
cil situación, quién puede meterse a juzgarlo. Una cosa
es prestarles ayuda y crear para ellas posibilidades de
emancipación. Yotra muy distinta es pensar que se pue
de banalizar la prostitución, y no ver que no se trata de
una profesión como otra cualquiera, sino que represen
ta un abuso de la sexualidad. También aquí hay ciertos
límites, y es sin duda función de la iglesia señalar esos
límites. Lo fatal es que una iglesia como la católica roma
na, cuya jerarquía se opone incluso a la píldora y blan-
de en todas las cuestiones las reglas morales, ya no es
escuchada ni siquiera cuando realmente debería serlo. La
generación joven suele decir: al fin y al cabo, éstos están
«contra todo».
-33-
Ecumenismo
I *
Profesor Küng, usted ha aludido antes a que, con frecuen
cia, existen en las religiones diferencias objetivas sobre
cuestiones centrales. ¿No es un escándalo para el diálo
go que usted propugna en el proyecto de una ética mun
dial, que, por ejemplo, el cristianismo esté todavía tan di
vidido en temas confesionales y en otros ámbitos?
l -35-
ya en muchos informes teológicos y por numerosos cre
yentes. Tendríamos quizá que volver a la propia casa,
en lugar de andar siempre salmodiando a la sociedad:
tenéis que hacer esto, tenéis que tener en cuenta aque
llo. Claro que es muy digno el compromiso social. Pero los
obispos no son creíbles cuando se pronuncian a favor de
la eliminación de las minas antipersona, mientras no osan
rozar las minas eclesiásticas con la punta del dedo, por
no decir intentar desactivarlas.
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República Federal enormes problemas. Recuérdese el sí
nodo de Würzburg: qué cúmulo de resoluciones -total
mente ignoradas en Roma, sin dedicarles siquiera una
respuesta. ¿Quién habla ya de eso? Y lo mismo pasó con
el sínodo de Suiza. ¿Dónde es ya de recibo que el pueblo
pida tan claramente unas cosas, y que luego no suceda
nada en absoluto? A veces me gustaría que hubiera ple
biscitos eclesiásticos como los que, en el ámbito políti
co, existen en la Confederación Helvética: allí se pueden
tomar iniciativas o promover un referéndum, y cuando lo
apoya un número suficiente de personas, es preceptivo
someter el tema a votación. Así, es posible superar el estan
camiento por iniciativa de la base.
Una cosa es segura: en todas estas cuestiones con
trovertidas, el mismo Concilio habría podido adoptar una
decisión en sentido positivo. Si se sometieran a un refe
réndum del pueblo creyente cuestiones como la contra-
cepción, el celibato o el problema de la ordenación de
mujeres, seguramente el resultado sería abrumadora
mente positivo. Naturalmente, no ha de tomarse esta pro
puesta al pie de la letra, en el sentido de considerar en
absoluto al referéndum como el instrumento más impor
tante de la iglesia católica romana. Pero una jerarquía
que tiene miedo de su propio pueblo, que reacciona tan
totalmente a espaldas del pueblo como lo hace la cató
lica romana, no debería admirarse de encontrar en él
cada vez menos eco y confianza. Imaginemos que un
día se priva a la iglesia de la protección estatal o se supri
me el impuesto eclesiástico: ¿Qué quedaría de toda la
gran fachada eclesiástica? Sería sin duda muy conve
niente reflexionar sobre ello. Nuestra «jerarquía» no debe
ría condenar a quienes ejercen la crítica, sino tomar final
mente en serio la crítica de los cientos de miles que
integran los movimientos populares dentro de la iglesia.
Se trata de trabajar seriamente por resolver siquiera
alguno de estos problemas que arrastramos desde hace
-37-
siglos, o al menos alguno de los que arrancan de hace
decenios.
Por lo demás, este diagnóstico crítico de la situación
social no afecta sólo a la iglesia católica. También en la
iglesia protestante existe en parte este anquilosamiento.
De todos modos, el problema es aquí de otro tipo. En la
iglesia protestante se ha producido en muchos casos un
vacío de sustancia. Cuando, por ejemplo, algunos párro
cos ven su tarea casi exclusivamente en actividades so-
cioemancipatorias, y no en el auténtico anuncio del evan
gelio y la celebración de los sacramentos, si duda se ha
abandonado algo esencial. Y mientras la iglesia católi
ca padece una rígida petrificación, la evangélica se resien
te, por el contrario, de falta de perfil. Ya no se sabe muy bien
por qué se es evangélico. Tampoco se sabe bien lo que re
almente hay que anunciar. Ni siquiera las declaraciones
públicas conjuntas de los presidentes de ambas iglesias,
en las que generalmente el presidente del consejo de la
iglesia evangélica alemana se acomoda al presidente de
la conferencia episcopal, pueden llamarnos a engaño sobre
esta desolada situación en diversos aspectos.
- 38 -
El Papa y la ética mundial
-39-
de un texto tan valioso, quiero citar aquí un pasaje del
mismo: «Puesto que la humanidad ha emprendido el cami
no de la globalización, no puede proseguir más tiempo sin
un código ético común. Y no se trata aquí de un único sis
tema socioeconómico dominante o de una cultura que
impone sus valores y criterio al discurso ético. Las nor
mas de la vida social han de buscarse en el hombre mis
mo, en la humanidad universal tal como ha salido de la
mano del Creador. Esta búsqueda es inevitable si no que
remos que la globalización sea únicamente otro nombre
para la absoluta relativización de valores y para la homo-
geneización de estilos de vida y culturas. Dentro de toda
la multiplicidad de formas culturales existen valores hu
manos universales, y estos valores deben ser explicita-
dos y subrayados como fuerza conductora de cualquier
clase de desarrollo y de todo progreso». Creo que no se pue
de decir mejor.
- 40-
que los orientales deberían «volver» de nuevo bajo el po
der romano, bajo el que, en el fondo, nunca han estado?
Y cuando visita la Mezquita Omeya de Damasco, ¿no está
pensando quizá que, en realidad, todos los musulmanes
deberían hacerse católicos?
En él está presente esta ideología del retorno, que vuel
ve a encontrar fuerte fundamentación en el documento
Dominus J&sus? Aquí prevalece de nuevo, con respecto al
Vaticano Segundo, otra visión de las diversas religiones.
Entonces la visión teológica de las otras religiones no era
todavía definitiva ni estaba elaborada de modo totalmen
te consecuente. Pero no se puede ignorar que el Concilio
Vaticano Segundo abandonó la ideología del regreso. Con
todo, una vez más, me alegro de lo que Juan Pablo II ha
hecho en esta dirección, sobre todo en los últimos años.
Las auténticas cuestiones de controversia entre yo y este
papa se refieren a problemas intraeclesiales, y, sobre todo,
a su clamorosa contradicción entre la política exterior y
la política interna. La política exterior se halla bajo el sig
no de un compromiso mundial a favor de los derechos
humanos, la libertad y el reconocimiento del otro. La polí
tica interna, según mi impresión, bajo el signo de la repre
sión de la libertad de opinión, de la inquisición, de la
minusvaloración de la mujer, de las constantes trabas a
la solución de cuestiones controvertidas. Un insólito cúmu
lo de problemas.
- 41 -
de una posición primacial. La disputa nunca fue para mí
si debe haber un papa o no, sino cómo debe ejercerse ese
primado. Y a este respecto, desde un punto de vista sim
plemente histórico, constato con toda claridad: durante
el primer milenio no hemos tenido este sistema romano.
Ciertamente hubo obispos romanos que intentaron implan
tar su Impeñum romanum. Pero la auténtica ruptura fue
la revolución desde arriba de Gregorio VII, quien, en el
siglo xi, estableció un primado de jurisdicción con la lla
mada Reforma Gregoriana, y adoptó un comportamiento
agresivo con respecto a la iglesia oriental. He descrito este
proceso en mi reciente publicación Pequeña historia de la
iglesia católica. Desde el siglo xi se impuso esta enorme
supremacía, esta separación entre el clero y los laicos.
También entonces comenzó a introducirse la ley univer
sal del celibato para el clero secular, con todos los medios
de coacción espiritual. Desde entonces tenemos estos
problemas que aún arrastramos, y desde el siglo xi, te
nemos también la lastimosa separación de la iglesia
oriental.
En el fondo, ya habíamos dado un paso más cuando
Pablo VI y el patriarca Atenágoras se dieron un abrazo en
Jerusalén. Aquello marcó ciertamente una época. Entonces
se podría haber progresado dialogando con los ortodoxos
sobre las condiciones bajo las que estarían dispuestos a
reconocer un primado romano. A mi entender, no se habría
tratado sólo de un primado de honor, sino quizá de un
primado pastoral, como Juan XXIII preconizó ejemplar
mente para Oriente. Pero lo inaceptable para las iglesias
orientales, y más todavía para las iglesias de la Reforma,
es esta increíble pretensión, completamente ajena a la
Biblia, de un primado de jurisdicción sobre cada una de
las iglesias y cada uno de los cristianos. El papa ejerce
sin medida este primado de jurisdicción únicamente a
partir del Vaticano Primero en 1870. Y también es éste un
problema que podría resolverse. Ya en mí libro La Igle
-42-
sia (1967) he ofrecido iniciativas concretas para la so
lución teológica de estos problemas, por ejemplo, para
la Anglican Roman-Catholic International Commission
(ARCIC), es decir, para las conversaciones entre repre
sentantes de la iglesia anglicana y el Secretariado romano
de la unidad. En cuanto a la solución de las cuestiones
teológicas, la unidad entre Roma y Canterbury podría res
tablecerse casi de un día para otro. Hace algún tiempo
tuve ocasión de asistir en el Palacio Lambeth de Londres
a un homenaje al arzobispo anglicano George Carey, y
recuerdo que le dije el despedirme: «Espero vivir todavía
la experiencia del restablecimiento de la unidad entre
Canterbuiy y Roma». Partiendo del mutuo respeto, esto
sería posible con dos condiciones: por una parte, el reco
nocimiento del primado pastoral romano por la iglesia
anglicana, y, por otra parte, el reconocimiento de la auto
nomía de la iglesia anglicana por Roma, ambas cosas en
el espíritu de la antigua tradición. Esto significaría en con
creto que los obispos pudieran seguir eligiéndose en
Inglaterra por un gremio compuesto por clero y laicos, y
algunas otras cosas semejantes. Todo ello sería un mode
lo de unidad en la variedad, y no el actual uniformismo
dictatorial.
En nuestros días, la iglesia católica romana da la impre
sión de ser una dictadura clerical. Aquí no se tolera a
nadie que opine de un modo distinto. No resulta fácil de
sechar la tentación de comparar al Vaticano con el anti
guo Kremlin y sus métodos. Y no es en modo alguno ino
cente argumentar en contra que «hoy ya no se quema
en Roma a nadie en la hoguera». Las personas sometidas
a este molino inquisitorial quedan destrozadas psíqui
camente, y terminan por firmar lo que se les ponga delan
te. En el fondo, todos han tenido que firmar algo, como
los beneméritos teólogos Balasuriya y Dupuy. De otro
modo no habrían podido salvarse. Personalmente, me he
negado a acudir a Roma porque sabía muy bien la orda-
-43-
lía, el tormento que me esperaba. Ninguna clase de pro
ceso limpio, como exige la Declaración de los Derechos
Humanos de la ONU, sino una exigencia de capitulación,
como es usual en todos los sistemas totalitarios. Mientras
sigamos teniendo ese sistema dictatorial, no cabe pensar
en una reunificación de los cristianos separados. Por eso
digo: con el papa Juan XXIII y también con Pablo VI está
bamos mejor. Deberíamos volver de nuevo al menos a
aquella situación. Espero que, en la próxima elección
papal, haya suficientes cardenales capaces de compren
der que no llegaremos muy lejos mientras sigamos por el
camino en que ahora nos encontramos.
-44-
Reconocimiento de la propia culpa
- 45 -
ser la primera sede episcopal, ni siquiera en el gran
Concilio de Calcedonia, cerca de Constantinopla, el
año 451. Reclamó ser la segunda sede, pues Constan
tinopla era la nueva capital del Imperio. El patriarca de
Constantinopla no tiene por tanto problema alguno, por
principio, para reconocer la primacía al papa. El obispo
de Roma es también el patriarca de Occidente, y también
el Metropolita de Italia, cosa que suele olvidarse. Ante
todo, el papa es el obispo de una diócesis, la romana, que
en modo alguno se encuentra en la mejor situación.
Habría, pues, que hablar sobre esta diversificada gra
duación de competencias. Con todo, lo decisivo en estas
cuestiones es la renuncia voluntaria de Roma al poder en
relación con el conjunto de la iglesia. No ciertamente la
renuncia a toda autoridad, y menos todavía a la autori
dad pastoral. Lo importante es la renuncia al poder me
dieval del papado, todavía defendido teóricamente, pero
que ya hace tiempo se ha perdido en el ámbito secular,
por más que el mundo eclesiástico se agarre a él, aun
que con poco éxito -en Oriente se perdió, ya no es vigen
te desde el siglo xi, y en las iglesias de la Reforma desde
el siglo xvi.
Habría sin duda que asumir que el representante
de una institución que se remonta a Jesús de Nazaret
tomara un poco más en serio las bienaventuranzas de
Jesús y llevara a la práctica las reglas que allí se contie
nen sobre la renuncia al poder. El Nuevo Testamento reco
mienda que se acompañe al otro no sólo una milla, como
él pide, sino incluso dos. Traducido a la situación ecu
ménica, se trataría en el fondo de lo siguiente: ciertamente
hemos definido así el primado en una determinada situa
ción y apoyados en circunstancias históricas muy con
cretas. Pues bien, hoy no concedemos ningún valor a
las pretensiones jurisdiccionales sobre las iglesias her
manas de Oriente. Sí quisiéramos seguir conservando
nuestra tradición romana, fundada sobre las tumbas apos
- 46 -
tólicas de Pedro y Pablo, quisiéramos cumplir este ser
vicio cetrino que, siguiendo el ejemplo del apóstol Pedro,
ha de ser un servicio de confirmación de los hermanos
en la fe. Pero no queremos dominar, sino más bien ser
lo que, desde Gregorio Magno, ha sido un título de los
papas: servus servorum Dei (siervo de los siervos de Dios).
Lo que, en este caso, significaría: siervos de las iglesias
orientales. Por tanto, si más allá de una confesión de culpa
y de una afirmación puramente teórica de este servicio,
se vieran consecuencias prácticas, una verdadera enmien
da y satisfacción, entonces sí se arreglarían muchas cosas
de un día para otro, literalmente de un día para otro.
-47 -
necesaria la presión desde abajo y, naturalmente, sobre
todo desde los obispos, a fin de que se cambie en Roma
el sistema absolutista -con el consentimiento del Papa.
Yo recomendaría a este respecto el sistema de Inglate
rra, donde, mediante una glorious revolution y algunos
cambios constitucionales, se ha quitado al rey el poder
absoluto, dándoselo a la House of Commons. Necesitamos
realmente una transferencia de poder, de este Señor abso
luto en Roma a las conferencias nacionales de obispos y
a un consejo internacional de obispos que pueda code
cidir de verdad, y no se pierda, como está sucediendo aho
ra, en meros discursos inútiles.
- 48 -
pos reaccionarios con frecuencia se mantienen en el minis
terio muchos años más. Pero también para el papado pare
ce oportuna una solución. Claro que no se puede olvi
dar que, según el derecho canónico vigente, un papa puede
perder su ministerio. Y esto no es sólo aplicable al caso
de herejía o de cisma, pues también un papa puede vol
verse cismático si se aparta de la iglesia. También pierde
su ministerio y su autoridad de modo automático en caso
de demencia o de alzheimer. Un caso semejante sumiría
a la iglesia en una crisis tan grave que sería mucho mejor
promover con tiempo una solución jurídica.
-49-
El próximo papa
J *
- 51 -
Usted ha vivido el mandato de varios papas: Pío XII,
Juan XXIII, Pablo VI, Juan Pablo II. Para usted, Pío XIIfra
casó lastimosamente en la cuestión del aniquilamiento
de los judíos.
-52-
ni se había librado de los prejuicios antijudíos que tenía
entonces gran parte de la humanidad. Por eso no se pue
de cometer el error de pensar que el antisemitismo era
sólo cuestión de la iglesia católica. El antisemitismo esta
ba también extendido en Francia, en Polonia, en Inglaterra
y en EE UU. Sigue todavía hoy siendo muy fuerte en Nueva
York, aunque nadie hable de ello. Son problemas que debe
rían hacer pensar no sólo a la iglesia católica.
-53-
¿Un Concilio Vaticano Tercero?
- 55-
nación de mujeres ha sido simplemente ignorada. Feliz
mente, han pasado ya los tiempos en que medidas como
éstas eran todavía eficaces.
- 56 -
hasta entonces ignorados, quien les permitió observar las
discusiones conciliares y les ofreció la posibilidad de inter
venir. Era un excelente comienzo, y debería haberse se
guido progresando en esa dirección, pero ciertamente no
con turismo ecuménico, gestos ecuménicos, besos y abra
zos a príncipes de las iglesias, barbados y no barbados.
Aquí habría que emprender acciones ecuménicas mucho
más eficace®. *
En el fondo, sólo se trata ahora de tomar en serio lo
ya elaborado por diversas comisiones ecuménicas, por
ejemplo, en cuestiones como el reconocimiento de los
ministerios, la participación común en la celebración eu-
carística o el primado, y de llegar luego de una vez a con
clusiones prácticas. Son inútiles las eternas discusio
nes sobre un tema en el que no se tiene la mínima
voluntad de avanzar. Y que quienes bloquean pidan
oraciones por la unidad es pura burla. No hacen falta
grandes discusiones cuando de verdad se quiere dejar
el poder. El mismo Juan XXIII convocó el Concilio sin lar
gas discusiones previas. Una vez más: el progreso en el
ecumenismo es más una cuestión de voluntad política
que de reflexión teológica.
-57-
El islam misionero
-59-
serio. Sólo mucho más tarde pudo la exégesis católica
utilizar el método histórico-crítico. Un poco antes comen
zaron algunos historiadores eclesiásticos a escribir una
historia crítica de los papas y de la iglesia. Finalmente,
también los católicos conseguimos prepararnos para el
diálogo.
Todo esto es todavía algo más difícil en el islam, pues
la exégesis y la hermenéutica coránicas siguen siendo
cuestiones abiertas. También la historia de las conquis
tas islámicas debería ser estudiada críticamente por los
musulmanes. No se puede hablar indefinidamente de que
los cristianos hicieron esto y aquello a los musulmanes, lo
que ciertamente no sólo hay que lamentar, sino también
enmendar. Pero hay que reconocer al mismo tiempo que
ha existido un periodo antiguo en el islam en el que el
cristianismo fue prácticamente borrado de sus lugares de
origen. Naturalmente, esto ya no tiene vuelta. Éstas son
justamente las cuestiones pendientes, que resultan in
cómodas para los musulmanes y que no les es grato plan
tearse.
- 60 -
vamos la interpretación literal que hacen de la Biblia fun-
damentalistas judíos o fundamentalistas cristianos, lle
gamos prácticamente a lo mismo. El islam no tiene, por
ejemplo, los problemas que plantea el relato de creación
cuando es tomado literalmente, ya que no cuenta con una
exposición detallada de la creación. Pero, por otro lado,
el islam y también el judaismo tienen más problemas con
las prescripciones legales prácticas.
Cada religión tiene sus problemas. Y cada una tiene en
su propia tradición caras claras y oscuras. Para la com
prensión actual de los testimonios religiosos es preciso
resaltar los aspectos positivos en lugar de los negativos.
Una gran tarea, muy digna de tenerse en cuenta en el ejer
cicio del diálogo. Estoy convencido: esto se observará
cada vez más. De igual modo que, en tiempos del hele
nismo, el judaismo de la diáspora ejerció un gran papel,
también el actual islam de la diáspora desempeñará un
gran papel. Hoy existen en toda Europa millones de musul
manes que pertenecen ya a la segunda o tercera genera
ción. Y también existe hoy un creciente número de musul
manes ilustrados, y no sólo los llamados «trabajadores
extranjeros». Esta evolución conduce a que tengamos en
el diálogo colaboradores cada vez más competentes. Éstos
influyen, a su vez, en sus países de origen, en Turquía o
África del norte, o cualquier otro pais de procedencia. Todo
está ahora en movimiento.
-61 -
documentaban las avanzadillas misioneras en todo el
mundo por medio de fotografías de las nuevas iglesias
construidas, y se presentaba a las nuevas misiones como
gloriosas «conquistas». Tampoco el hecho de que, por ejem
plo, Arabia Saudí transfiera dinero a otros países es real
mente un nuevo invento. Eso ya lo habían hecho antes
los cristianos. Todavía recuerdo una discusión en Lagos,
capital de Nigeria, en la que misioneros católicos y evan
gélicos se quejaban de que los musulmanes recibieran
mucho dinero del extranjero. Yo me limité a preguntar
les: ¿Cuándo estuvieron ustedes la última vez en Stutt-
gart (en Pan para el mundo y Diaconía)? Y ustedes en
Aquisgrán (en Missio y Misereor)? Todos soltaron la car
cajada al verse bien retratados. Ya no hubo necesidad de
seguir discutiendo sobre este punto. Evidentemente, tan
to en el ámbito cristiano como en el islámico, es prácti
ca habitual recibir ayuda de las Obras Misionales. No se
puede reprochar a los saudíes lo que practican de igual
modo los cristianos de Alemania. Lo que sí es de espe
rar y hay que exigir con insistencia es que también en
Arabia Saudí se implante la tolerancia religiosa. Pues es
sin duda un gran déficit del islam, sobre todo en países
conservadores, que no exista allí ni se practique ninguna
clase de verdadera tolerancia religiosa.
-62- ,,J
gundo, se elevaban constantes quejas con respecto a
España. La católica España de Franco no era precisa
mente un modelo de tolerancia, tampoco Portugal era
un país de tolerancia, ni Irlanda, y el católico continen
te latinoamericano distaba igualmente mucho de ser un
continente marcado por la tolerancia. Por fortuna, el
Concilio movilizó entre nosotros muchas cosas. No esta
ría mal que también el islam pudiera contar con una es
pecie de concilio en el que pudieran plantearse abierta
mente estas cuestiones. En el caso de Arabia Saudí hay
que añadir que esta enorme península arábiga se en
cuentra aislada por el mar. A causa del aislamiento del
devastado paisaje desértico, bendecido con el petróleo,
este país puede permitirse una soledad muy distinta de
la de un país de tránsito como Alemania o la actual
Polonia.
-63-
y Mahoma es su profeta. Todos los demás profetas son
reconocidos y confirmados por él.
A ello se sumó -y ello sin duda tiene todavía repercu
siones en el África negra- que el islam, que procede de un
contexto árabe, adoptó una actitud tolerante con las reli
giones tribales. En el Corán se toleró, por ejemplo, la poli
gamia, que era algo normal todavía en el Antiguo Tes
tamento de los Patriarcas, y también en la sociedad tribal
de África. Eso le hizo mucho más fácil penetrar en terri
torios cristianizados, en los que los misioneros cristianos
habían impuesto exigencias en parte muy rigurosas, lo
cual no quiere decir que no haya que influir a favor de
la monogamia. Pero cuando uno habla con misioneros en
África, constata que ello no resulta en absoluto sencillo.
Ellos te cuentan discusiones muy simpáticas; por ejem
plo, que una vez, al decirle a un jefe de tribu que tenía
que quedarse sólo con una de sus mujeres, éste contes
tó: muy bien, ¿pero cuál? ¿La más vieja? Eso sería bas
tante necio por su parte. ¿O la más joven? Pero en ese
caso ya no sería la primera. A pesar del tono humorísti
co, se entiende que aquí se trata de una discusión muy
seria, es decir, de cómo proceder con respecto a estos ritos
y usos seculares. Tampoco los germanos se «civilizaron»
en un día. El islam fue a veces más comprensivo que la
misión cristiana de hombres célibes, cuya renuncia al
matrimonio distaba mucho de convencer a los musul
manes.
-64-
comunidades cristianas florecientes, tanto católicas como
evangélicas. También hay muchas iglesias independien
tes, vinculadas entre sí. Se trata de un gran movimiento
en el que han surgido profetas, profetas cristianos que
cumplen una importante función. En todo caso, no habría
que intentar imponerles de nuevo determinadas formas
europeas -prescribir en sus liturgias cosas como poner
se de rodillas, sentarse, etc. A los africanos no les gusta
rezar rígidos y quietos «como estatuas», sino acompañar
sus oraciones con el movimiento. También en Asia tienen
usos muy distintos de los nuestros. Comenzando por que
también las expresiones lingüísticas son distintas. Cuando,
desde Roma, se trata por ejemplo de implantar incluso
ciertas formas de lenguaje, y se insiste en traducirlo todo
literalmente del latín, no se está ayudando en absoluto a
las iglesias de África, sino que más bien se priva de vida
al culto litúrgico.
Es necesario dejar vía libre a la inculturación, es decir,
al desarrollo de una forma de cristianismo que perci
ba, tome en serio e integre las tradiciones culturales de
África. Esa inculturación se ha hecho ya en parte, pero
debería proseguirse consecuentemente, en lugar de poner
le trabas. No se puede pretender que cada creyente afri
cano siga y comprenda toda la evolución de los dogmas de
la cristiandad occidental. Una confesión de fe formulada
por un concilio de los siglos iv y v en términos helenísticos
sólo puede ser comprendida por los africanos, y por muchos
europeos, de un modo relativo. La norma no debería ser
un concilio determinado, sino el mismo Nuevo Testamento.
La predicación, el anuncio, la catcquesis deben reinter
pretar el mensaje bíblico adaptándolo a los tiempos actua
les. De poco sirve establecer como norma un catecismo
universal de un kilogramo de peso y echárselo encima a la
gente, sin mover un dedo para ayudarla. La inculturación
no sólo afecta a los ritos litúrgicos, sino también, y en pri
mer término, al anuncio, la predicación y la catcquesis.
- 65 -
Volvamos al contexto cristianismo/ islam y al significado
de Jesús de Nazaret. ¿No es Jesús la figura central del pro
blema en el diálogo de las tres grandes religiones mono
teístas, judaismo, cristianismo e islam?
-66-
tológicas más importantes: Jesús es el representante,
y como tal, puede ser llamado eventualmente Hijo: «Mi
Hijo eres Tú, yo te he engendrado hoy» (Sal., 2). Esto ha
de entenderse como dice la Biblia, hablando del día de la
entronización del rey: que Dios ha «engendrado» al rey de
Israel. Una fórmula semejante utiliza el Nuevo Testamento
hablando del Resucitado. El día de la resurrección, Jesús
habría sido asumido por Dios y ahora se sienta a la dere
cha del Padre como su «Hijo». Estas ideas podrían per
fectamente ser entendidas por el islam.
Lo que los musulmanes no pueden entender es que,
como sucede con frecuencia en el cristianismo, se diga
simplemente que «Jesús es Dios», en lugar de decir: «Jesús
es el Hijo de Dios» -cuando, por tanto, el único Dios y
Padre (según el NT, «eZ Dios») desaparece de hecho tras
Jesús. No es raro oír a niños decir: «Ese de la cruz es Dios».
La diferencia entre Dios, el único Dios, el Padre, y Jesús,
el Hijo, es fundamental, decisiva, pues se trata aquí de
una diferencia personal.
Aunque el profeta Mahoma es un profeta poscristiano,
no se le puede negar por ello su condición de profeta. Él
tuvo más éxito que la mayoría de los profetas. Este pro
feta Mahoma se presentó como «amonestador». Y, a mi
entender, habría que tomar en serio aún hoy sus adver
tencias frente a una cristología sublimada de manera no
bíblica. Quien conozca a fondo la exégesis neotestamen-
taria y veterotestamentaria, puede hablar con musulma
nes incluso sobre estas difíciles cuestiones de la cristolo
gía y la doctrina de la Trinidad. Lo cual no quiere decir que
se llegue enseguida a un acuerdo. Personalmente, suelo
utilizar una fórmula trinitaria comprensible para los musul
manes: Dios como el Padre sobre mí, Jesús como mi her
mano junto a mí, el Espíritu Santo como Dios dentro de
mí. Incluso sobre esta difícil cuestión de la Trinidad es, por
tanto, posible entenderse teológicamente, con tal de que no
se esté dispuesto a tildar al otro de malvado o insensato.
-67-
¿Siente usted una cierta simpatía por el islam?
-68-
elaborado también un atractivo folleto de acompañamiento,
que muestra a las grandes religiones con sus principales
preceptos éticos e informa sobre el grado de consenso ya
existente entre ellas. Sencillamente, ya no se puede seguir
pensando: «A un musulmán le está permitido asesinar,
mentir, o quién sabe cuántas cosas más». Tales prejuicios
deben ser sustituidos por la conciencia de que todos coin
cidimos en ios estándares éticos elementales.
-69-
EL 1 1 DE SEPTIEMBRE DE 2001
Y SUS CONSECUENCIAS
-71 -
raímente, las motivaciones estaban influenciadas por los
presupuestos religiosos de esta gente. Ellos ven a las gran
des potencias occidentales como los enemigos de Alá y del
islam.
-72-
palestinos, cuya situación continúa empeorando, du
den de la honradez de la mediación de Estados Unidos
a favor de la paz. El conflicto del Próximo Oriente no es
sustancialmente un problema terrorista, sino un conflic
to territorial. Si, después de 50 años, no se consigue por
fin alcanzar una pacífica convivencia entre Israel y un
Estado palestino viable, habrá que seguir dando por des
contado nuevo» ataques terroristas dentro y fuera de la
región. La paz exige que cedan algo ambas partes, espe
cialmente la parte más fuerte, en este caso Israel, que,
con el apoyo de EE UU, es la fuerza militar más poderosa
en el Próximo Oriente.
-73-
trategia de «una gran batalla» (contra Afganistán, Irak y
Siria), a favor de una alianza diplomática antiterrorista.
Venganza, «revancha» que responde a una injusticia con
otra injusticia mayor, ha ocasionado en la historia euro
pea y en otras partes del mundo muchísima miseria a
pueblos enteros. Bombardeos arbitrarios no consiguen
otra cosa que fomentar el odio. No se puede responder al
terror con más terror, sino con los medios propios de un
Estado de derecho.
- 74 -
en Washington que el enfrentamiento con el terrorismo
no puede ganarse con flotas navales y escuadrillas aére
as. Por supuesto que hay que buscar a los criminales y
tratar de procesarlos. Quizá también EE UU e Israel ten
gan ahora algún interés en un tribunal de justicia inter
nacional, que hasta este momento siempre han sabote
ado. Por lo demás, lo realmente importante es reflexionar
y realizar un nuevo paradigma de relaciones internacio
nales. Todavía estamos demasiado inmersos en el viejo
paradigma del enfrentamiento, de la política del poder y
el prestigio. Se trataría de realizar el paradigma del acer
camiento, la comprensión y la reconciliación, como por
fortuna está sucediendo en la Unión Europea, y hacerlo
extensivo a otras partes del mundo, particularmente al
Próximo Oriente. El enfrentamiento no debe realizarse en
primer término con medios militares, sino que se trata
más bien de encontrar una solución de los problemas por
vía política, espiritual y ética. Deberíamos convencernos
de que todas las grandes religiones tienen los mismos
principios éticos elementales. Son la base para una ética
humana común, para una ética mundial. La simple aten
ción a la Regla de Oro podría ayudarnos tanto en la gran
política como en la vida cotidiana. Es un proverbio que
hasta los niños conocen: «Lo que no quieras para ti, no
se lo impongas a otro».
-76-
El i'slam, ¿una religión agresiva?
I *
-77 -
gre se ha vertido en ese contexto, y los hechos se han des
crito no pocas veces con notable dureza. También conta
mos con salmos de maldición que hoy no nos atrevería
mos a aplicar al más encarnizado enemigo. Por tanto, es
preciso leer críticamente tanto la tradición judía como
la cristiana -entonces también deberíamos poder esperar
de los musulmanes que leyeran críticamente su propia
tradición. Eso ya lo están intentando hoy algunos musul
manes abiertos, en cuanto que interpretan la «yijad» ante
todo como esfuerzo moral, y tratan de acabar con los pro
blemas de la violencia en el islam. Pero los acontecimientos
del 11 de septiembre de 2001 evidencian también cómo
se presta el termino «yijad» a ser utilizado abusivamente
por ciertos fanáticos políticos. Así, la cuestión fundamental
que aquí se plantea es la de la interpretación del Corán.
El islam debe prestarse a una honrada confrontación con
la modernidad.
La cuestión de la violencia es sin duda para el islam un
problema central. Pues no cabe pasar por alto que, al con
trario que Jesús de Nazaret, el profeta Mahoma no sólo
fue un hombre de estado, sino también un general que
luchó militarmente, lo que le granjeó no poca gloria has
ta el día de hoy. Debido a esta historia de sus orígenes,
el islam tiene una connotación militar que no es propia
originariamente del cristianismo. Ciertamente, también
los cristianos hemos asumido lo militante desde el giro
constantiniano, y en las cruzadas hemos desarrollado
poderosamente lo militar, por lo que no les vamos a la
zaga a los musulmanes en cuanto a agresividad. Pero,
al menos en nuestros días, el Papa pide disculpas por ello.
Sin embargo, el estado del problema en el cristianismo
es muy distinto que en el islam. Pues el musulmán que
recurre a la violencia puede invocar eventualmente en su
favor el ejemplo del Profeta, mientras que el cristiano que
recurre a la violencia de ningún modo puede invocar en
su favor el ejemplo de Jesús, el no-violento de Nazaret.
-78
En este sentido, seguramente los musulmanes ten
drán que reflexionar hoy mucho más sobre el modo de
afrontar constructivamente el problema de la violencia.
Hoy, nuestro problema en el cristianismo es menos la vio
lencia que la exclusividad dogmática, que se funda en
determinados pasajes, por ejemplo, del Evangelio de Juan,
o en una frase tan hermosa como «Yo soy el camino, la
verdad y la yida*. La pretensión de poseer la verdad sal-
vífica ha sido largo tiempo entendida tan exclusivamente
por la iglesia católica que se mandaba directamente al
infierno a todos los representantes de otras creencias.
Todavía hoy encontramos muchos fundamentalistas pro
testantes que quisieran enviar al infierno a todos los de
otras creencias o a los no creyentes.
Cada religión tiene un problema propio al que enfren
tarse, fundado en sus propias fuentes, y que, por tanto, no
es algo simplemente derivado, sino que se plantea orgi-
nariamente. Pero no basta con limitarse a hablar de ello,
sino que es preciso corregir algunas cosas en concreto.
Según mis observaciones, es sin duda un hecho que la
mayoría de los musulmanes en Jerusalén, Ammán,
Islamabad o Teherán son actualmente hombres tan pací
ficos como la mayoría de los cristianos. ¿Acaso cree usted
que los millones de habitantes de El Cairo tienen el míni
mo deseo de entrar de nuevo en guerra con Israel? Ni por
asomo. Se estaría infinitamente contento -por citar otro
ejemplo- si hubiera paz en Argelia. No es nada alentador
lo que está pasando en Cachemira entre hindúes y musul
manes, entre India y Pakistán. Observamos con frecuen
cia que los conflictos religiosos son utilizados por deter
minados jefes políticos para azuzar las pasiones de las
masas. Pero también es éste un problema que hemos teni
do abundantemente en el cristianismo. La llamada a la
cruzada de Bernardo de Claraval no se realizó precisa
mente bajo el signo del Sermón de la Montaña. Los países
árabes tienen que soportar que muchos de sus jefes, de an
-79-
tes y de ahora, solivianten emocionalmente a las masas, en
lugar de mejorar la desolada situación social de sus pue
blos. A este respecto, y en el contexto de la política interna
cional, debería hacerse algo, especialmente en el ámbito
de la ONU, para lograr el entendimiento entre los pueblos.
- 80 -
que tener en cuenta que Gandhi ha desarrollado su acti
tud ética del ahimsa a partir de la Bhagavad-Gita y del
jainismo, por un lado, y de Jesús de Nazaret por otro,
cuya imagen tenia colgada en la pared de su cuarto y del
que aprendió muchas cosas. En sentido inverso, el ejem
plo de Gandhi influyó posteriormente a su vez en Martin
Luther King que, como es sabido, era un teólogo cristia
no. Hermoso ejemplo de cómo las religiones pueden apren
der unas de otras. Además, también se muestra aquí la
enorme importancia de los modelos. Gandhi, como Martin
Luther King, se ha convertido en un modelo para todo un
movimiento. Uno de los lados fuertes de la religión, que
normalmente la filosofía no posee en la misma medida,
es que en ella no sólo se expresan ideas, sino que una
persona adquiere el carácter de modelo -de cómo vivir y
cómo morir.
Desde mi punto de vista, la no violencia es algo en lo
que podrían unirse las religiones. En todas las tradicio
nes religiosas existe, de hecho, la exigencia de la no vio
lencia. Por otra parte, en todas las religiones hay violen
cia. No es del todo cierto que las religiones asiáticas sean
por principio no violentas. Sabemos muy bien que los hin
dúes pueden ser extraordinariamente violentos, por ejem
plo, contra los musulmanes. También conocemos relatos
sobre acciones muy violentas de monjes budistas en China
o Japón. Dondequiera que haya convivencia humana,
encontramos violencia. El hombre siente siempre la ten
tación de conseguir contra la voluntad de los otros lo que
no es capaz de lograr libremente, y recurre a la violencia
y hasta el derramamiento de sangre para lograr lo que no
puede conseguir mediante la persuasión espiritual.
-81 -
Ciertamente, el budismo ha sido idealizado en Europa en
este sentido. Por su parte, el Dalai Lama ha reconocido
que la vieja teocracia tibetana no es propia ya de nues
tros tiempos. Por eso él no la implantaría de nuevo, si
algún día pudiera volver a Lhasa, la capital tibetana.
Resulta claro, cuando se considera el budismo de
Birmania, Tailandia o Sri Lanka, que, en la vida más con
creta, el budismo dista mucho de lo que un budista
alemán puede considerar esencial. Los dioses y espíri
tus, los templos y reliquias desempeñan allí un papel muy
distinto que en el budismo de la meditación occidental
o japonés. Por algo el Chan chino y el Zen japonés cons
tituyen una cierta reacción contra este budismo popular.
Honradamente, habría que comparar el budismo popu
lar con el catolicismo popular, y no con un cristianismo
ideal. En todas partes existe la religión popular, que no
puede ser eliminada alegremente. Por el contrario, cier
tos momentos folclóricos y populares enriquecen sin duda
a la religión. Los hombres no sólo necesitan la palabra,
también necesitan imágenes, colores, la vida multicolor.
Por eso hay que ser, en mi opinión, muy prudentes al juz
gar. Lo importante es que la religión no se vea privada de
su auténtico centro. Eso es lo decisivo. Que, como a veces
sucede en el cristianismo, la gente, por pura devoción a
la Virgen, deje casi en el olvido las exigencias de Jesús
y de las bienaventuranzas, es tan malo como que un bu
dista, en Birmania por ejemplo, considere más importante
su mundo de espíritus que el óctuplo sendero de Buda.
-82-
Nostalgia, de líderes religiosos
I "
-84-
¿Cuál es la posición del Dalai Lama ante su proyecto de
ética mundial?
-85-
Naturalmente, los cristianos piensan de otro modo.
Nosotros llamamos Dios a la realidad primera y última
que todo lo penetra, que no puede encerrarse en con
ceptos y, ante la cual, lo verdaderamente apropiado es
callar. Esto los budistas lo entienden perfectamente. Un
Dios así entendido es el gran misterio de nuestra vida, y
no algo que puede representarse en imágenes. La Biblia,
al igual que el Corán, prohíbe las imágenes. No me cues
ta, pues, trabajo alguno entender que el Dalai Lama dije
ra que su comunidad está a favor de una actitud ética y
de la Declaración de una ética mundial, pero que no
quiere hacerlo en nombre de Dios. La cosa no necesita
discusión. Por nuestra parte, deberíamos más bien feli
citarnos de contar con una Declaración común sobre una
ética mundial.
De todos modos, los cristianos no deberíamos sentir
vergüenza alguna en decir: como creyente dispongo to
davía de otras razones para afirmar el carácter incon
dicional de esta Declaración. En esta Declaración, nos
remitimos a las viejas tradiciones religiosas de la huma
nidad. Se trata de una poderosa tradición, un enorme
tesoro espiritual, elaborado, sufrido y verificado por la
humanidad desde la era del Neanderthal. Fue a través de
un proceso milenario como ha ido configurándose lo que
llamamos actitud ética. En el monte Sinai, estas nor
mas fueron puestas bajo la autoridad del Dios único. Los
creyentes deberían tener una especial motivación a favor
de esta ética, pues no sólo se les dice, como en la Decla
ración sobre ética mundial: «No matarás, no mentirás, no
robarás, no abusarás de la sexualidad». Para quien cree
en Dios, la formulación es ésta: «Yo soy el Señor tu Dios,
no...». Lo que significa: detrás de este precepto está la
autoridad incondicional de Dios. Esto sin duda confiere
al creyente bíblico una enorme libertad. Puede remitirse
precisamente a este Dios. Cuando me encuentro, por ejem
plo, en situaciones conflictivas, cuando una autoridad del
-86-
Estado o de la iglesia me dice que tengo que hacer tal o
tal cosa, yo puedo tomar distancia y preguntar: ¿Por qué
tengo que hacerlo? Mientras no sea el Uno quien me dice
«Deberás...», no tengo por qué sentirme obligado. La obe
diencia absoluta sólo se debe al Uno, y no a cualquier
autoridad civil o religiosa. En este sentido, la fe en Dios
robustece extraordinariamente la actitud ética. Pero hay
que decir al oiisrao tiempo -sobre todo en nuestra amplia
mente secularizada sociedad- que la fe en Dios no es abso
lutamente indispensable para poseer una actitud ética.
-87 -
arte o el derecho. Son diferentes estratos del hombre,
diversos estratos de la sociedad humana que considero
necesario tomar en serio. Se debería procurar que cada
una de estas dimensiones ocupe el lugar que le corres
ponde, sin absolutizar a ninguna de ellas,. Si todo se con
vierte en derecho, se perjudica al bien del hombre. Si todo
se vuelve estética, tampoco por ello se mejora la vida real.
Si se piensa que es posible pasar sin moral, se termina
en el fracaso. Si todo lo invade la religión, caemos en la
teocracia, que puede resultar inhumana. Ni siquiera se
ha de exagerar la moral, pues cuando se moraliza, es decir,
se exagera la función de la moral, se lesiona la autono
mía de los otros ámbitos mencionados, la política, el dere
cho, el arte y la misma ética.
- 88 -
estos antiquísimos estándares es el hecho de que tal acti
tud ética trasciende a todas las culturas, que es posible
evitar un clash of civilizations precisamente porque estos
principios éticos transculturales son los mismos en todas
partes.
Siendo esto así, cada sociedad debería preocuparse
de verdad de educar a sus niños en el espíritu de estas
normas. D^sde-el mismo preescolar debería practicar
se la Regla de Oro. Nuestros jóvenes tendrían que darse
cuenta de que esta normativa de tolerancia es válida tam
bién para los muchachos turcos que comparten su aula,
que esas reglas se hallan también en la raíz de la cultu
ra y religión turca. En este sentido, la ética mundial debe
irse introduciendo lentamente desde abajo, y asi es como
se termina implantando. Todo cuanto hasta ahora ha
acontecido en los diversos campos de la ética muestra que
esto no es algo ilusorio. La misma colaboración de hom
bre y mujer, que constituye uno de los puntos principa
les de la Declaración sobre ética mundial, es algo adqui
rido en fecha reciente. Hace treinta años, difícilmente
estaríamos hablando de esta colaboración de pareja entre
hombre y mujer. Esta realidad se ha impuesto en la con
ciencia de nuestros pueblos de un modo relativamente
rápido. Es cierto que chocamos con frecuencia con muchas
cosas que distan todavía mucho de ser conseguidas. Pero
es notable el giro en la relación de hombre y mujer, si la
comparamos con la situación inmediatamente posterior
a la Segunda Guerra Mundial.
-89-
presidente indonesio, Wahid, y tuve ocasión de hablar con
él personalmente. También he conocido personalmente al
primer ministro de Israel, Barak, con ocasión de una visi
ta oficial del presidente de Alemania, Rau. No puedo por
menos que entristecerme cuando veo que tanto uno en
Indonesia como el otro en Israel han fracasado, pero hay
que comenzar por tener en cuenta la compleja situación
de estos países o regiones. Un territorio de mil islas, como
Indonesia, con muy diferentes pueblos y lenguas, ha sido
forzado a convertirse en un imperio, primero por los holan
deses, y luego por el primer presidente, Sukarno. El he
merece un minucioso estudio. Los europeos tenemos razo
nes para ser prudentes cuando, por ejemplo en España,
no somos capaces de lograr el sosiego y la paz, porque los
vascos quieren algo distinto que los catalanes o caste
llanos. Los acontecimientos en Asia son, a mi entender,
consecuencia de la nueva situación política. Una vez
eliminados los grandes conflictos, la gran confrontación
Este-Oeste, que han mantenido a estos países ligados
férreamente a una cierta disciplina -o se está con el Este
o con el Oeste-, ahora emergen de nuevo las viejas fron
teras, las viejas identidades étnicas, surgen de nuevo las
viejas enemistades étnicas en las islas indonesias, o en
los diversos movimientos autonomistas. La peste del nacio
nalismo europeo en alguna región pequeña se ha visto
incitada con frecuencia por las aspiraciones hegemóni-
cas de los grupos dirigentes en las otras partes del país.
Todo ello es muy complicado.
En último término, todo dependería de que hubiera al
frente de los Estados personalidades con competencia
política y responsabilidad ética y con carácter, que inten
taran seriamente hallar una solución. Lo que hace falta
no son, por tanto, tipos brutales, como el primer minis
tro de Israel, Ariel Sharon, que inició la desgraciada cam
paña de Líbano y toleró masacres de musulmanes en los
campos de refugiados. De hombres así no cabe esperar la
-90-
paz. Personalmente, estoy convencido de que los proble
mas tienen solución. En todo caso, también Europa ha
necesitado su tiempo. La enemistad entre Francia y
Alemania sólo fue superada después de que en ambas
partes corriera abundantemente la sangre y de que ambas
quedaran devastadas, hasta que quienes lo habian pade
cido, como los dirigentes políticos después de la Segunda
Guerra Mundial^ dijeron por fin: «Esto no lo volvemos a
hacer. Ninguna guerra, ninguna revancha más. Es hora
de construir un orden europeo diferente. No el viejo Estado
nacional al estilo del siglo xix, sino una Europa unida».
Este modelo europeo nos ha traído ya cincuenta años
de paz. Incluso hay que decir que todo el mundo de la
OCDE -que es mucho más amplio, llegando hasta Canadá
y Estados Unidos, hasta Australia y Nueva Zelanda, y has
ta el Japón- vive sin guerras desde hace cincuenta años.
Hay guerras subsidiarias, pero los Estados de la OCDE
no se han declarado la guerra entre sí. Si esto ha sido
posible, también han de poderse resolver algún día los
problemas del Próximo Oriente y de Indonesia. Sólo que
da esperar que no se siga derramando más sangre.
A veces tenemos la sensación de que la humanidad sólo
aprende a fuerza de dolor, sangre y lágrimas, a fuerza de
catástrofes cada vez más grandes, hasta que por fin se
decide a decir: «Vamos a intentar cambiar de rumbo».
Con la mirada puesta en Israel y los palestinos, quie
ro repetir una vez más: en principio, los problemas del
Próximo Oriente tienen solución si se afronta finalmente
el problema de los asentamientos judíos y la repartición
del poder en Jerusalén, contando en todo ello con la nece
saria presión de Estados Unidos.
-91 -
Las religiones y la paz
93-
religiosos. ¿Cuáles son las fronteras, supuestamente
dadas por Dios? Quienes ponen constantemente sobre
el tapete esta cuestión son los colonos fundamentalis-
tas. Pero la cuestión fronteriza constituía ya un proble
ma en la fundación del Estado de Israel en 1948. En mi
libro Eljudaismo, he aventurado la pregunta de si la Bib
lia establece realmente determinadas fronteras de la
Tierra Santa, Israel.
También el estatus de Jerusalén es una cuestión reli
giosa central. Y también ella tiene solución, con tal de que
no se la considere ni como cuestión exclusivamente reli
giosa ni exclusivamente política. Una vez conseguida una
posición de acercamiento en la dimensión religiosa, se
requerirían, en orden a las consecuencias políticas, esta
distas que tuvieran el valor de avanzar, de igual modo que
en otro tiempo lo hicieron los europeos. También en el
proceso de unificación europea existían altas barreras y
no pocos prejuicios de una y otra parte. En Francia eran
muchos lo que se resistían a fiarse de los alemanes: «Es
imposible», decían. Y lo mismo pasaba en Alemania. Había
allí voces que decían: «No, los franceses nunca son de fiar»,
o «Y no hay duda de que los ingleses son falsos». Reservas
de este tipo existen naturalmente también en el Próximo
Oriente: los israelíes tienen prejuicios con respecto a los
árabes, y viceversa. Aquí es necesario que, ante todo,
los más fuertes abran el paso y rompan los prejuicios.
Israel se cuida muy bien de presentarse como vícti
ma, pero es claramente la potencia más fuerte de toda
la región.
Nada se moverá tampoco en el Próximo Oriente sin
renuncia -Alemania hubo de aprenderlo en el contexto de
los antiguos territorios del Este. Si no se renuncia volun
tariamente a algo, resulta imposible conseguir la paz.
Me pregunto a veces si el Sermón de la Montaña no podría
suponer también un impulso válido para el Próximo
Oriente. El Sermón de la Montaña fue, en realidad, de
-94-
enorme importancia para el grupo de cristianos evangé
licos que, en su día, elaboraron un memorándum para la
iglesia evangélica alemana, abogando por una nueva rela
ción con los Estados del Este, especialmente con Polonia.
Lo que movía a estos cristianos eran los impulsos de una
renuncia no violenta. De momento, nos contentaríamos
en el Próximo Oriente con que se observara, no ya la Regla
de Oro, sino,simplemente el ius talionis: «Ojo por ojo, dien
te por diente*-. Si alguien me rompe un diente, no voy yo
a responder rompiéndoselos todos a él. Y si mi enemigo
me saca un ojo, no voy yo a sacarle a él los dos, ni a avan
zar con tanques y aviones contra niños y jóvenes. Pero
ésta es actualmente la estrategia de las partes en conflic
to en el Próximo Oriente. Conduce a constantes derra
mamientos de sangre, y luego ambas partes se acusan
mutuamente de que la otra parte es la que no quiere la
paz. El más fuerte tendría que reconocer aquí con toda
lucidez que no es posible seguir adelante sin renuncia
a los territorios ocupados. Y, al mismo tiempo, sería pre
ciso hallar también un modus vivendi para Jerusalén, con
una presencia en ella, al menos simbólica, de ambos
Estados soberanos. La ciudad vieja de Jerusalén, que
constituye el auténtico centro religioso, debería ser de
libre acceso para todos. En el libro El judaismo he hecho
algunas propuestas muy concretes en orden a utilizar
la solución de la «cuestión romana» (Italia-Vaticano) como
modelo para la solución de la cuestión de Jerusalén: ¡en
una sola Ciudad Santa bajo única administración, dos
Estados soberanos! Quizás estas propuestas puedan
hacerse realidad algún día.
-95-
La Fundación Ética Mundial es una minúscula organi
zación que no se puede comprometer en modo alguno a
actuar de mediadora de paz en el Próximo Oriente. Hemos
conseguido muchas cosas en pocos años, por lo que nos
sentimos muy satisfechos, si bien no estamos presentes
en determinados ámbitos, lo que, por otra parte, nunca
hemos considerado como tarea propia. Sin embargo,
he podido explicar mi propuesta para una solución de
la cuestión de Jerusalén en una conferencia en esta ciu
dad en la que se hallaba presente Teddy Kollek, y tam
bién estuve allí con ocasión de las visitas oficiales, tanto
del presidente alemán Herzog como del presidente Rau.
Además, hemos procurado en la medida de lo posible
poner en marcha al menos algunos proyectos piloto.
Hemos organizado en Innsbruck un campamento de va
caciones con jóvenes judíos, cristianos y musulmanes.
También hemos financiado a un grupo de estudiantes de
Tubinga y de España para un encuentro en Israel con
judíos y musulmanes. Estamos comprometidos en esta
clase de pequeñas iniciativas. Nuestro vicepresidente, el
profesor Karl-Josef Kuschel, se halla muy implicado en
Sarajevo. También se dedica a establecer contactos en los
demás lugares en que conviven las tres religiones abra-
hámicas.
Mi tarea principal sigue siendo el trabajo intelectual
previo, la elaboración de soluciones. El libro El judaismo
no sólo estudia la historia global de esta religión, sino que
también plantea cuestiones muy concretas, como la de
las fronteras del Estado de Israel, la cuestión de los pa
lestinos, la cuestión de Jerusalén, y propone ideas que
podrían ser tenidas en cuenta. En todas mis actuaciones,
trabajo en esta dirección. Pero, en definitiva, son indis
pensables unos estadistas dispuestos a hacer realidad
determinadas ideas. Esto sería especialmente necesario
en el Próximo Oriente a fin de hacer progresar el proce
so de pacificación. Por conversaciones mantenidas con el
-96-
ex presidente de Estados Unidos Jimmy Cárter conozco
la importancia que tuvo el hecho de que él, como cris
tiano, mediara entre el musulmán Sadat y el judío Begin.
Me manifestó que consideraba una tarea cristiana, sin
interés personal alguno, propiciar el encuentro de estos
dos hombres tan distintos. Sólo cabe esperar que tal ini
ciativa vuelva a repetirse, y que al fin se llegue a un gran
proyecto, y que no pase como con las trabajosas conver
saciones bajo el presidente Clinton, que luego aportaron
escasas soluciones.
-97 -
ciencia -«mi conciencia me obliga»-, puede cambiar el pai
saje político. Jeffords se pasó a los demócratas, con lo que
consiguió de repente que toda una serie de intransigen
tes republicanos fueran destituidos y ocupara gente nue
va los puestos de responsabilidad. Esto constituye para
mí una de las muchas esperanzas con las que nos encon
tramos una y otra vez. Una sola persona puede sin duda
poner algo en movimiento cuando se planta y dice: «lo
hago, pase lo que pase», sin tener en cuenta los posibles
inconvenientes que ello le acarree. A su pesar, el presi
dente Bush se vio obligado, poco antes del 11 de sep
tiembre del 2001, a corregir radicalmente su arrogante
unilateralismo.
-98-
rieran desde dentro la teología que se enseñaba en Roma,
que tuvieran al mismo tiempo la capacidad para ex
ponerla de un modo inteligible y critico, y que, además,
estuvieran dispuestos a exponer su cabeza por defender
públicamente la propia opinión. Todo ello lo hice plena
mente consciente y no por mera ingenuidad.
-99-
El poder de la oración
- 101 -
El poder de la oración
- 101 -
«pone a los hombres pesadas cargas que éstos no pueden
soportar». Tales expresiones de Jesús han sido y siguen
siendo orientadoras para mí.
Cuando observo que la jerarquía no se muestra abier
ta a corregir nada con respecto a la doctrina, hay otra
frase del Nuevo Testamento que emerge con un impulso
totalmente originario y profundo: «Me compadezco de la
gente». Sólo por mí, no habría tenido por qué asumir todas
estas cosas. Podría haber llevado una vida cómoda como
la de otros profesores de teología -sin grandes enfren
tamientos- y escrito hermosos libros que suscitaran el
aplauso. Me habría gustado, por ejemplo, escribir un li
bro sobre los grandes compositores y su religiosidad.
De hecho, he publicado un librito sobre Mozart y escrito
algo sobre Wagner, y también me habría gustado escri
bir algo sobre Bach y Beethoven, sobre Schubert y Men-
delssohn. De ese modo, seguramente habría tenido menos
problemas con la llamada iglesia oficial. Pero si quería
ocuparme de las necesidades de la gente y de sus espe
ranzas, tenia evidentemente que optar por otros temas.
En una visión retrospectiva, puedo, sin embargo, afirmar
que tampoco me ha ido tan mal.
- 102 -
go una difícil conversación con un periodista, ruego que
me sean dadas las palabras justas y que reine una atmós
fera adecuada». Sé muy bien que no puedo forzar nada,
y también sé que en último término -independientemen
te de la propia capacidad- siempre es pura gracia que algo
se logre o no. La oración es una dimensión esencial, pues
es siempre expresión de que se le concede a uno un logro.
También expresa el agradecimiento y ofrece la oportuni
dad de pedir perdón cuando algo no ha sido bueno.
Suelo ser agradecido por todas las pequeñas cosas:
haber tenido un hermoso día, disfrutar de buen tiempo.
Soy otro hombre cuando puedo sentarme en la terraza y
escuchar el canto de los pájaros, contemplar el verde, sen
tir el calor del sol, cuando puedo contemplar la campiña
suabia o, en mi tierra natal, el lago y los Alpes suizos.
También esto es para mí religiosidad y va incluido en la
oración. Por otra parte, también se nos pide: «orad cons
tantemente». Pero eso no puede querer decir que estemos
constantemente pronunciando fórmulas de oración. Me
gusta el Padrenuestro, pero lo rezo en contextos muy con
cretos. En último término, orar significa para mi que se
parte siempre de que somos llevados, de que no podemos
perder la esperanza, de que todavía hay otra dimensión
en la vida, la vertical, la trascendencia.
- 103-
como acontece en el budismo. Éste es el punto de parti
da. No existe ninguna religión tan ingenua que afirme
que al hombre le va bien por principio, y que ya sólo ne
cesite seguir haciendo bien las cosas. Éste es, por así
decirlo, el aspecto negativo.
Pero todas las religiones convienen también en la con
vicción de que hay un camino por el que todo puede ir
mejor. Se puede mostrar ese camino. Es siempre un cami
no hacia la salvación, y ciertamente ya aquí, en este mun
do, pero también con la mirada puesta en el fin de los
tiempos. La muerte se toma muy en serio en todas las reli
giones. La muerte es la antiutopía absoluta. Ella hace que
surjan de inmediato preguntas: por el nirvana, por la vida
eterna, por la reencarnación, etc. En esta fe en un cami
no de salvación coinciden todas las religiones. Y, en este
sentido, pueden entenderse eventualmente bien monjes
cristianos y budistas cuando meditan juntos en silencio.
Ellos se orientan hacia algo distinto. Saben bien una cosa:
aquí hay alguien que necesita un camino y un fin, alguien
que no está aún consumado, pero que todavía puede reci
bir el don de la iluminación y de la consumación.
- 104 -
Taishan, en Japón el monte Hiei de Kyoto, y también he
estado en monasterios tibetanos construidos en monta
ñas, en el Monte Sión, la colina del Vaticano -todos ellos
son para el hombre lugares sagrados.
Pero el valor atribuido a los lugares sagrados en las
diferentes religiones es también muy distinto. Para el ju
daismo, por ejemplo, la tierra tiene un valor central, mien
tras que para el cristianismo carece totalmente de signi
ficación. Quienes poseerán la tierra son, en el Sermón de
la Montaña, los pacíficos. La misma Ciudad Santa de
Jerusalén no constituye un objeto de reivindicación para
los cristianos. Siendo yo todavía miembro de la facultad
católica de teología de la Universidad de Tubinga, predi
qué una vez una homilía en la abadía de la Dormición de
Jerusalén. Elegí para la homilía el pasaje del evangelio en
el que se dice: «Él no está aquí». Y es que no está en
Jerusalén. Ése es el mensaje del ángel sobre la resurrec
ción. ¿Por qué venís aquí a buscarlo? No está aquí, ha
resucitado. El Señor glorificado está sentado a la derecha
del Padre. Ha entrado en la invisibilidad de la gloria de
Dios. Y Dios está en todas partes. Éste es uno de los moti
vos fundamentales de que el cristianismo esté menos pre
ocupado que otras religiones por localizaciones espacia
les. Un cambio se produjo en el cristianismo en siglos
tardíos, cuando se comenzó a venerar las tumbas de los
mártires. Del culto a los mártires se pasó al culto a los
santos en general, y a manifestaciones más recientes,
en las que adquieren importancia determinados lugares
de apariciones. Pero también con respecto a ellos hay cier
tas diferencias. Por ejemplo, me gusta visitar el santua
rio de Einsiedeln, antiguo lugar suizo de peregrinación.
Mis visitas a Lourdes, en Francia, no me han producido
una especial impresión. Y nunca he visitado Fátima, lugar
portugués de peregrinación, pues, según las actas origi
nales, considero como meras proyecciones las aparicio
nes a los pastorcillos.
- 105 -
El cristiano se centra en la persona de Jesús. Su orien
tación es totalmente personal, y no está ligada a ningún
lugar determinado, por lo que el cristianismo no es una
religión sacralizada. En cualquier lugar se puede ser cris
tiano y celebrar una eucaristía con pan y vino en memo
ria de Cristo. Estos elementos son también en el Próximo
Oriente los medios de vida más fundamentales. Pero no
habría inconveniente, en caso de necesidad, de utilizar
en la eucaristía un pan y un vino que no fueran de trigo
y de uva. Ciertamente, en el cristianismo tenemos luga
res sagrados, pero no son indispensables.
- 106-
voto de la mujer se introdujo en torno a la Primera Guerra
Mundial. Es absolutamente necesario que esta idea se
imponga en las religiones, y ya hallamos por todas par
tes tendencias en ese sentido. El judaismo reformado, y
también el judaismo conservador, ya empieza a contar
con algunas mujeres en la función rabínica. En esto se
han adelantado a la iglesia católica. También existen,
en diversos países, musulmanas con alta conciencia de
sí mismas. En el islam pueden actuar mujeres como direc
toras de la oración, al menos para mujeres. Existen, por
tanto, por todo el mundo tendencias feministas. La cues
tión de la mujer se está convirtiendo progresivamente
en una cuestión de «ser o no ser» para las religiones. Es
necesario que las religiones consigan incorporar a las
mujeres a los puestos de responsabilidad.
El peligro de la situación del catolicismo actual es éste:
por una parte, se pierde la juventud, porque ya no se es
capaz de socializarla eclesialmente, y, por otra, se ha per
dido ya a buena parte de las mujeres, simplemente por
que las más jóvenes no están dispuestas a seguir sien
do tratadas como en el pasado -empezando por la
regulación de los nacimientos y la píldora y terminando
por la cuestión de la ordenación de mujeres. Se trata de
fallos del sistema. ¿Por qué ha afirmado el Papa que la
imposibilidad de la ordenación de mujeres es una en
señanza infalible? Estoy convencido: porque tiene una
visión de la infalibilidad del papa y de los obispos que lo
conduce directamente a esta trampa. Naturalmente, no
se puede discutir que, a través de los siglos, la ordena
ción de la mujer ha sido considerada imposible por papas
y obispos. Pero cuando se define esta tradición humana
como enseñanza infalible de Dios, se cae en la trampa,
pues se piensa: «el mismo Dios lo quiere así».
Sin embargo, Jesús mismo tenía un espontáneo trato
con las mujeres. En sus desplazamientos le seguían siem
pre mujeres. Lucas narra incluso que ellas preveían a las
- 107-
necesidades de Jesús y sus discípulos. Pues milagros
como la multiplicación de los panes no sucedían todos los
días. Algunas mujeres tuvieron un papel importante en
la vida de Jesús. María de Magdala aparece como la pri
mera testigo de la resurrección. En las comunidades
paulinas, ha habido ciertamente mujeres al frente de
comunidades domésticas. Es algo que está hoy bien docu
mentado. Lo podría haber tenido en cuenta el Papa, que
se debe ciertamente al mensaje cristiano. Entonces sabría
que si Jesús volviera hoy, difícilmente diría que es impo
sible para Dios que una mujer pueda llegar a ser párro
ca. Sucedería exactamente lo contrario. Evidencias como
ésta muestran cuándo un sistema está construido inco
rrectamente -y ciertamente en importantes cuestiones bá
sicas. La romanización introducida en tiempos antiguos
en la iglesia católica -como se documenta en mi libro El
cristianismo, esencia e historia (1995)- significa su cen
tralización (iglesia del papa), su juridización (iglesia del
derecho), su politización (iglesia del poder) y su clericali-
zación: justamente, una iglesia de hombres solteros con
prohibición del matrimonio.
- 108 -
En este vertiginoso proceso en el que nos encontramos
hoy más que nunca, surgen diariamente nuevos proble
mas, y, en el curso de los años, se forman eventualmen
te nuevas áreas de problemas. Por ello es tanto más
urgente contar con algunas reglas fundamentales, váli
das para todos y en todos los tiempos. Naturalmente, estas
reglas no constituyen soluciones especiales a todas las
cuestiones planteadas. Justamente por eso, distinguimos
también diversas éticas. Existe una ética médica, que
se ve enfrentada a problemas constantemente nue
vos. Existe une bioética, que se ocupa de toda la biociencia.
Existe una ética jurídica, una ética política, una ética
de los medios de comunicación, una ética del deporte, etc.
Pero ciertos principios generales deben constituir la acti
tud ética en que se funden estas éticas especiales, pues
de otro modo nos encontraríamos con soluciones o pro
puestas de solución totalmente dispares. Y justamente en
este contexto creo que deben tenerse en cuenta los prin
cipios fundamentales de una ética mundial.
Ante todo, debe aplicarse en todas partes el principio
de humanidad formulado en la Declaración de Chicago
Hacia una ética mundial, «...todo ser humano, sin dis
tinción de sexo, edad, raza, clase, color de piel, capacidad
intelectual o física, lengua, religión, ideas políticas, nacio
nalidad o extracción social, posee una dignidad inviola
ble e inalienable. Por esa razón, todos, individuos y Estado,
están obligados a respetar esa dignidad y a garantizar
eficazmente su tutela. La economía, la política y los medios
de comunicación, los centros de investigación y las empre
sas han de considerar siempre al ser humano sujeto de
derecho; la persona debe ser siempre fin, nunca puro
medio, nunca objeto de comercialización e industriali
zación. Nada ni nadie está ‘más allá del bien y del mal’:
ni individuo, ni estrato social, ni grupo de interés por influ
yente que sea, ni cártel de poder, ni aparato policial, ni
ejército, ni Estado. Al contrario: ¡Todo ser humano, dota
- 109-
do de razón y de conciencia, está obligado a actuar de for
ma realmente humana y no inhumana, a hacer el bien
y a evitar el mal!».
Todo ello se halla expresado de un modo muy genéri
co, y debe aplicarse a los diversos campos de acción y
situaciones. Como concretización, hay que añadir la exi
gencia del respeto a la vida. Es el primero de los cuatro
«preceptos inamovibles». Allí se dice claramente: «Todo ser
humano tiene derecho a la vida, a la integridad corporal
y al libre desarrollo de su personalidad siempre que el
ejercicio de este derecho no lesione los de los demás.
Ningún ser humano tiene derecho a maltratar física
o psíquicamente a otro, a lesionarle o, por supuesto, a
matarle. Y ningún pueblo, ningún Estado, ninguna raza,
ninguna religión tiene el derecho de discriminar, ‘depu
rar’, exiliar ni, por supuesto, exterminar a una minoría
de otra condición u otro credo». Muchas actuaciones con
cretas quedan así descalificadas como contrarias a la éti
ca y claramente inmorales. Mucho de lo sucedido en
Yugoslavia era inmoral. Todo lo que sucedió en la época
nazi, en el contexto de los grupos o personas a los que se
declaraba «indignos de vivir», sin contar ahora el gran
crimen de la aniquilación de seis millones de judíos, es
declarado inmoral e inhumano en esta formulación del
antiquísimo precepto: «No matarás».
Pero cuando se trata de cuestiones concretas de la
actual biotecnología es necesario, como en todas las cues
tiones altamente complejas, ser muy precavido en la
aplicación de preceptos generales. Ninguna norma ética
vale de un modo meramente abstracto. Es preciso com
prender en qué situaciones concretas debe ser aplicada
esa norma. Así se evidencia en formulaciones tan claras
como «no mentirás». ¿Qué significa esta exigencia en la
situación concreta? ¿Me habría sido lícito, por ejemplo,
durante la dictadura nazi, dejar a alguien en manos de la
Gestapo por el simple hecho de que yo tenía que decir
-110-
la verdad? Nos hallamos aquí ante situaciones especiales
de conflicto. Tales conflictos de valores y de normas han
existido y existirán siempre. Eso es lo que acontece con
la actual tecnología genética. Por una parte, se pretende
ayudar a enfermos incurables utilizando eventualmente
procedimientos genéticos, y, por otra parte, es preciso res
petar la dignidad del hombre. Cómo hacer compatibles
ambas cosas en-el caso concreto, no es algo fácil de es
tablecer de antemano. Naturalmente, habría que esperar
precisamente de las iglesias que no se limitaran a adop
tar la posición rigorista de la invariabilidad, el inmo-
vilismo y la no adaptación. Eso puede ser necesario en
ciertos momentos. Es lo que habría cabido esperar de las
iglesias en tiempos del nazismo. Pero en la actual tecno
logía genética, la mayoría de los biólogos son a mi enten
der personas totalmente responsables. Y nuestros mé
dicos saben también que las decisiones, lo que debo y no
debo hacer, no son nada fáciles de tomar. También sería
tarea de las iglesias, en cuestiones como la contracepción,
el aborto y la eutanasia, ofrecer soluciones conciliado
res y no unilaterales; ¡una razonable vía media entre liber-
tinismo y rigorismo!
- 111 -
Competencia científica
-113-
vida humana desde la fecundación o al menos desde la
anidación del óvulo. Un óvulo fecundado es ya vida huma
na, pero no es aún persona humana, pues no posee aún
actividad cerebral ni puede desarrollar espíritu alguno.
El espíritu se desarrolla con el tiempo. Naturalmente, nos
otros no podemos seguir al pie de la letra la concepción
de Aristóteles y de Tomás de Aquino. Pero sí habría que
admitir también hoy que no todo está dado formalmente
desde el principio. Por tanto, pienso que cabría afirmar
dos cosas: en primer lugar, que desde el principio hay vida
humana a la que se debe tratar con sumo respeto, pero
no hay todavía un hombre en cuanto persona. En ese sen
tido, en caso de aborto no se puede hablar sin más dis
tinción de muerte de un hombre, y menos aún de homi
cidio. En segundo lugar, en el curso de su desarrollo la
vida humana se hace espiritual y posee un espíritu, sobre
todo en la fase posterior en la que se forma el cerebro.
Una comparación: si alguien roba una bellota en mi huer
to, se trata ciertamente de una encina en potencia, y, si
usamos el lenguaje escolástico clásico, de una encina
uirtualiter, pero no formaliter. No puedo, por tanto, decir
que el ladrón que me ha robado la bellota ha talado una
encina de mi huerto. Para llegar a encina habría requeri
do todo un proceso previo de desarrollo.
En cuestiones tan complicadas, lo primero que se
requiere es una discusión objetiva y, sobre todo, honra
da. Pero con esto no hemos dado todavía ninguna res
puesta a la pregunta sobre si se pueden utilizar embrio
nes humanos para experimentos, concretamente para
la producción de órganos. Sobre ello tendrían que discu
tir los especialistas en biología, en medicina, en derecho,
en ética. Primero habría que precisar con exactitud lo que
aquí es razonable y lo que no es razonable, lo que es peli
groso y lo que carece de peligro. Naturalmente, siempre
hay que sopesar las consecuencias, tanto para el indivi
duo como para la sociedad. Pero lo que no ayuda a avan
-114-
zar es comenzar diciendo que aquí no hay nada que ha
cer. Así, por una parte, la iglesia pone en dificultades al
Estado porque, como en la cuestión del aborto, crea fren
tes artificiales. Por otra parte, la misma iglesia cae en
descrédito, pues se suscita esta impresión: ellos se opo
nen siempre a cualquier nuevo descubrimiento.
- 115 -
Mundo, llegan al convencimiento de que la iglesia ca
tólica, el Vaticano, el Papa, son sus mayores enemigos.
Practican abierta y solapadamente la obstrucción con
tra todas las medidas que tratan de frenar un poco el
crecimiento demográfico.
Es, por otra parte, muy cierto que en países islámicos
como Bangla Desh no se permite todavía una «ilustración»
abierta sobre regulación de la natalidad, control de naci
mientos y medios anticonceptivos artificiales. Pero no lo
olvidemos: en la misma católica Irlanda estaba prohibi
da la píldora hasta hace poco. Ni siquiera estaba permi
tido hablar de ella. No podemos esperar que un país como
Bangla Desh ponga en práctica de la noche a la mañana
todo lo que nosotros hemos tardado casi 200 años en con
seguir. ¿Qué clase de salto a la modernidad estamos espe
rando? Eso requiere un largo proceso de educación. En
primer lugar, hace falta una cierta elite, convencida de
determinadas soluciones constructivas. Y tampoco deben
ocurrir errores como los que se cometieron en la India,
donde, bajo Indira Gandhi y particularmente bajo su hijo
Rajiv, prácticamente se obligó a la esterilización a millo
nes de mujeres jóvenes. Curas tan radicales no traen más
que daño.
- 116 -
emprender determinados experimentos que ponen en peli
gro la dignidad humana. Sin embargo, existen muchas
investigaciones totalmente justificadas. Polemizar, por
ejemplo, contra toda forma de diagnóstico prenatal me
parece sencillamente incorrecto. Hoy es ya práctica esta
blecida que una mujer se somete a un análisis del líqui
do amniótico porque no quiere traer al mundo a un niño
deficiente psíquico, minusválido severo o inviable. Se tra
ta sin duda de una preocupación totalmente justificada,
por lo que se puede investigar si no se deberían tolerar
también otros métodos, concretamente con respecto a
la fertilización in vitro.
En cualquier caso, me preocupa seriamente que se
intente construir un nuevo ser humano, sin que con ello
se trate de ayudar a alguien, sino por la simple codicia de
crear artificialmente un ser humano mejor. El hombre
como creador: no me puedo imaginar que de ello salga
algo mejor. Se sobrepasan los límites de la dignidad huma
na cuando se piensa que esa vida humana que aún no es
persona puede ser considerada material de libre y total
disposición. Eso no se puede consentir. Pero, dónde está
realmente el límite es algo que, a mi parecer, han de dis
cutir los especialistas, entre los que personalmente no me
encuentro. Tampoco puede regularse en una mañana una
cuestión tan difícil, sino que debe discutirse sin agobio
de tiempo. Mi relativa tranquilidad se apoya en mi con
vicción de que en todas las disciplinas, desde la ética
hasta la biología y la medicina, existen hombres y par
ticularmente mujeres totalmente conscientes de su
responsabilidad, que no se mueven únicamente por la
gloria científica o el simple provecho comercial, sino que
ejercen una función autocrítica.
- 117-
Globalización
-119-
conjunto extraordinariamente complejo. En una gran
empresa, hay centenares de miles de implicados, además
de los empleados directos. Todo ello debe tenerlo en cuen
ta una empresa, y, en el fondo no puede hacer otra cosa.
Se ha intentado a veces seguir otro rumbo, pero ello ha
costado casi siempre muchísimo dinero. Incluso grandes
consorcios, como Shell, tuvieron que terminar recono
ciendo que no podían actuar sin tener en cuenta a la
población y al medio ambiente. También las industrias
químicas de Basilea han tenido que aprender de los acci
dentes, y ahora cuidan la seguridad, prestan atención a
la limpieza de las aguas del Rin, controlan los problemas
medioambientales, etc. Hoy una empresa no puede pros
perar a largo plazo mientras no demuestre que tiene tam
bién en cuenta lo social y medioambiental. Ciertas gran
des empresas norteamericanas de exportación han tenido
problemas cuando han descuidado determinadas normas
en relación con la producción y las condiciones laborales
en el Tercer Mundo.
- 120 -
ción o la mentira. No creo que corrupción y engaño sean
algo rentable a largo plazo para una empresa.
Es necesario establecer por principio: si sólo realiza
mos una globalización de la economía, de la tecnología y
de la comunicación, y no tenemos también en cuenta una
globalización de la ética, no tendremos ninguna seguri
dad de que todo ello no revierta en daño para la huma
nidad. Sobne una cosa existe hoy creciente consenso,
incluso por parte de quienes comenzaron por rechazar
todas las formas de globalización: que todos recibimos
muchos beneficios de la globalización, y cada uno se ale
gra de poder enviar un fax o mandar un e-mail, de que
haya eficiente circulación aérea internacional y fluido
intercambio de pagos a escala internacional. Éstas son
sólo algunas de las ventajas. Por el contrario, hay otros
que comenzaron por alabar sin recelo alguno la globali
zación, y posteriormente se han persuadido de que tam
bién hay perdedores en este proceso. Hay empresas que
han hecho bancarrota. Hay desempleados que han per
dido su puesto de trabajo a causa del outsourcing.
Hay naciones enteras, e incluso continentes, que han
quedado del todo olvidados. África es uno de estos conti
nentes problemáticos por los que la globalización pasa de
largo. Se está produciendo así una nueva y cada vez más
profunda sima entre quienes poseen ordenadores, tienen
fax y disponen de todas las nuevas posibilidades técni
cas, y quienes carecen de todo ello. A largo plazo, esta
situación es altamente explosiva. Se agudiza la vieja ten
sión Norte-Sur, se hace más profundo el abismo entre los
ha ve and have-nots, en expresión inglesa, a causa del des
igual acceso a estas nuevas tecnologías. Por consiguien
te, había que poner más empeño en que la globalización
se llevara a cabo, en primer lugar con un enfoque social
y, en segundo lugar, con un enfoque respetuoso del medio
ambiente, y sobre todo que nadie sea dejado fuera.
No hay duda alguna de que este proceso plantea altos
- 121 -
desafíos a cada individuo y de que todas las naciones
se enfrentan también a nuevas exigencias. Esto tiene par
ticular aplicación en África, donde, entre otras cosas,
cuando algunos afroamericanos han visitado aquel con
tinente, han vuelto verdaderamente horrorizados de
encontrar allí tan poca disciplina y voluntad de trabajo,
y de que exista entre las elites tal corrupción que los millo
nes de dólares de ayuda desaparecen como por arte de
ensueño. Pero también es válido en definitiva para Europa.
También en Alemania nos hallamos enfrentados a exi
gencias totalmente distintas, pues constatamos que nos
encontramos «en competición», y en ciertos aspectos he
mos sido relegados a un segundo plano incluso frente a
nuestros propios países vecinos, y la productividad es en
ciertos casos mayor en Francia, Holanda y Escandinavia
que en la República Federal de Alemania. Habrá, pues,
que preguntarse si los problemas existentes pueden resol
verse únicamente por medio del reparto reiterado de bene
ficencia y conquistas sociales. Hay que reflexionar si no
deberíamos liberalizar de algún modo el mercado de tra
bajo, regulado tan estrictamente entre nosotros, de igual
modo que ha sucedido en otros países, aunque a veces
ello resulte incómodo para cierta gente cómoda. En esta
economía en rápido desarrollo, se requiere una nueva y
constante adaptación. Cuando una empresa no crea esta
flexibilidad, se pone en peligro. Y cuando una nación en
su conjunto no se esfuerza, se pone igualmente en peligro.
_ i190
_
i-.
—
ta decadencia cualitativa, incluso en las instituciones jurí
dicas públicas, achacándola a la presión ejercida por cier
tas emisoras privadas.
Yo mismo he hecho, en colaboración con la Radio
difusión Sur-Oeste alemana (SWR), una serie televisiva
en siete capítulos sobre las grandes religiones, titulada
Buscando las huellas. Constituyó un enorme reto para mí
mismo y pa*ra mi equipo. Quería condensar en 7 episo
dios de 50 minutos la esencia de las siete grandes reli
giones y su cambio de paradigma, y exponer al mismo
tiempo la actitud ética de estas religiones. A nadie se le
ocultan las dificultades que supone estudiar cuatro mil
años de historia de la religión china y aproximadamente
otros tantos de las religiones indias, mostrando también
los problemas surgidos en ellas.
Sin embargo, todo ello ha resultado posible, y me
encuentro extraordinariamente agradecido de que actual
mente estas ideas cuenten con una difusión multimediá-
tica. Se pueden ver todas las filmaciones en vídeo, se dis
pone de un CD-ROM pedagógico-didáctico, con una serie
de informaciones adicionales, existe también un volumen
ilustrado que explica muchas cosas de un modo claro y
comprensible. Basados en él, hemos concebido y elabo
rado también una exposición ambulante Religiones del
mundo - Paz mundial - Ética mundial, que se apoya en
esos mismos presupuestos. Existen tres ediciones de esta
exposición ambulante, que circulan de ciudad en ciudad
por Alemania, Suiza y Austria. Yo mismo he inaugurado
recientemente en Inglaterra la primera exposición en ha
bla inglesa. En diciembre y enero de 2001 y 2002, podía
verse una segunda edición inglesa en la sede de Nacio
nes Unidas de Nueva York. Nos sentimos muy orgullosos
de ello.
Éstas son nuevas e insospechadas posibilidades con
las que se puede difundir la idea de una ética mundial.
A este respecto, precisamente las escuelas tienen enor
- 123 -
me importancia. Es reconfortante que en Baden-Würt-
temberg, y también en otros Estados federales, exista tan
alto interés por el proyecto Ética Mundial. Hemos logra
do una amplia resonancia. Nuestros colaboradores infor
man sobre el tema en cursos de formación continua de
profesores. En Alemania y Suiza, hemos realizado en
sayos para maestros sobre el modo de hablar de las re
ligiones, y, sobre todo, de difundir la idea de una ética
mundial. Con toda probabilidad, las escuelas no van a
introducir la ética mundial como asignatura propia, pero
tampoco es absolutamente necesario. Seria ya un gran
paso que se asumiera la perspectiva de la ética mundial
como enfoque en los planes de la enseñanza de la religión
y de la ética. Además, sería también importante que un
profesor de geografía, al tratar de India o de China, inclu
yera este tipo de cuestiones. Los alumnos suelen intere
sarse más por el modo de vida de un pueblo, las normas
que lo rigen, la forma de resolver ciertos problemas, que
por limitarse a aprender los nombres de los ríos de un
país.
- 124-
Buda y Jesüs
4 *
- 125 -
Al mismo tiempo, con esta ampliación del horizonte,
también se ha producido, como es natural, un enrique
cimiento interior. Ahora veo la figura de Jesús de Nazaret
en un contexto totalmente distinto. Y no es que todo esto
me haya llevado a una equiparación, muy al contrario. Ya
lo he indicado en el contexto, por ejemplo, del profeta
Mahoma. Ahora veo muy bien lo importante que es para
nosotros tener una figura histórica que se halla en el ori
gen del cristianismo, encarna la no violencia, convierte
en objetivo central el servicio al hombre, enseña el per
dón y el compartir, ofrece una visión del mundo y posi
bilita un camino en el mundo, que, después de milenios,
todavía vale la pena vivir. Para mí, en todo caso, ningún
otro se ha evidenciado como mejor.
- 126-
bre no se sitúan frente a frente, como acontece en la tra
dición profética, pues nosotros ensalzamos y alabamos a
«Dios en las alturas», mientras que nosotros no somos
sino pobres pecadores en la tierra. Esto es típico del ju
daismo, del cristianismo y del islam. Cierto que la espiri
tualidad india también conoce la culpa y el fracaso, pero
está orientada más fuertemente a que adquiramos con
ciencia de npsotros mismos, volviéndonos hacia el inte
rior mediante la meditación y otros métodos, a que, en el
más profundo fondo del alma, encontremos al Absoluto.
En definitiva, el «atmán», el alma, y el «brahmán», lo
Absoluto, son idénticos. Ésta es una visión de las cosas
completamente distinta. Por algo Buda se representa plá
cidamente sentado, con los ojos entornados, en actitud
de meditación. No es así como se representa al Jesús oran
te. ¿Cómo y dónde oraba Jesús? Él oraba en el desierto,
luchando con demonios, o en el Monte de los Olivos: es
una forma de orar totalmente distinta. Se muestra a Jesús
mismo en lucha con Dios. Ya en estos gestos centrales de
oración o de meditación se evidencia que ambas figuras
no pueden compaginarse fácilmente.
- 127 -
o quizás un año escaso, si es correcta una determinada
cronología de los Evangelios. Él tuvo una vida pública
vivida de un modo extraordinariamente rápido, termi
nada dramáticamente, y enfrentada desde el principio con
el poder religioso y político. Y luego, esa «infame muer
te» en la cruz, agonizando con un grito. Así moría un hom
bre que había anunciado la cercanía del reino de Dios. No
podía ser más dramático.
La biografía de Buda es totalmente distinta. Buda mue
re a edad avanzada, rodeado por sus discípulos, por un
envenenamiento de la comida. En ese sentido, tuvo una
muerte plácida. Las imágenes de Buda lo representan de
una forma que no podía ser más distinta de las repre
sentaciones de Jesús. Buda aparece sentado en una flor
de loto, irradiando felicidad. La flor de loto, que hunde
sus raíces en el cieno, pero aparece limpia sobre el agua,
es el símbolo de la pureza en esta vida. Buda muestra la
serenidad y distensión de un hombre que lo ha penetra
do todo, que ha comprendido la inconsistencia de todas <
las cosas, la vacuidad de todo. Esto es lo que se deno
mina «iluminación», «entrada en el nirvana». Ya en este
mundo, y sobre todo, en el pari-nirvana, en la muerte.
Todo esto es muy distinto del cristianismo, y no se de
bería intentar establecer ninguna clase de concordancia
entre lo uno y lo otro. Se puede admirar a Buda como esa
figura iluminada que uno quisiera a veces poder ser. Pero
soy de nuevo consciente de que existe el sufrimiento en
todas las partes del mundo, naturalmente también en
la India, un sufrimiento que hace a la gente gritar deses
perada. Hay situaciones en las que todas las meditacio
nes son ya incapaces de ayudar, y sólo queda la deses
peración absoluta: «Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has
abandonado?». Sentirse abandonado es una experiencia
que puede acontecemos a todos. En tales estados de áni
mo y en tales situaciones, el Crucificado representa sin
duda una respuesta distinta a esta desesperación última.
- 128-
Pero considero que no hay por qué oponerla a la ilumi
nación de Buda.
- 129-
se mantiene dentro de ciertos límites, y no tiene tanto
alcance como en la iglesia católica. Aquí la diferencia deci
siva es que en el budismo, al igual que en el islam, no
existe ninguna autoridad doctrinal que pueda actuar sim
plemente por decreto y estar presente inquisitorialmente
en todas partes.
- 130-
ritual. Actualmente nos hallamos de nuevo ante un cam
bio de paradigma. Vamos a tener que renunciar a algu
nas cosas que hemos ido acumulando en el curso de los
siglos. Algunas de ellas son meros residuos medievales.
El cristianismo, budismo, y también el islam, la mayo
ría de las grandes religiones, tienen que luchar con su
propia Edad Media. En ese sentido, las religiones siem
pre deben ser comparadas de acuerdo con sus paradig
mas. Es poco sensato comparar un islam medieval con
un cristianismo moderno. Se ha de comparar el islam me
dieval con el cristianismo medieval, y el islam o el budis
mo moderno con el cristianismo moderno. Aun así, siem
pre quedarán bastantes diferencias.
Creo que todas las religiones se encuentran hoy ante
enormes desafíos: cómo, partiendo de sus orígenes, van
a superar su Edad Media y entrar en una modernidad que
ya se encamina a la posmodernidad. Como ya hemos
dicho, el cristianismo ha realizado ya algo en ese senti
do, a causa de su difícil historia durante la Reforma y la
Ilustración, experiencias por las que aún no han pasado
todavía otras religiones. Y, sobre todo, protestantes y cató
licos han conseguido realizar una interpretación de la
Escritura que pone de relieve lo originario, y percibe me
jor que otros lo que es esencial y lo que no lo es en sus
Sagradas Escrituras.
- 131 -
El cristianismo, motor del diálogo
i *
- 133 -
en Asia y han asumido muchas cosas del estilo de vida
asiático.
Diríamos que la globalización es un proceso que tam
bién afecta a las religiones. Ninguna religión vive aislada
y encerrada en sí misma. Cada una tiene que contar con
que pronto vendrá uno de fuera, mientras que uno de den
tro saldrá a un mundo totalmente distinto, para más tar
de regresar de nuevo. Pensemos en el gran intercambio
cultural que existe, por ejemplo, entre Alemania y Turquía.
¡Cuántos turcos viven aquí como turcos! Pero se sienten
alemanes cuando regresan de nuevo a Turquía. Éste es el
mundo que poco a poco se va configurando para el futuro.
- 134 -
¿Piensa usted que lo importante es que el hombre sea reli
gioso?
- 135-
Fanatismo religioso
- 137-
dadanas no pueden ejercer una colaboración real, sino
que han sido sometidos a tutela y expoliados por la clase
dominante, y en parte lo siguen siendo todavía.
En tales circunstancias, hallan fácil clientela en el islam
ciertos predicadores conservadores, que explican: «¿De
dónde viene en realidad todo esto? De que hemos aban
donado la antigua religión. Debemos recuperarla de nue
vo». Esto no es malo de suyo, con tal de que la renovación
se realice de un modo correcto. Fenómenos parecidos
hallamos, por lo demás, en el ámbito católico, donde se
intenta persuadir a la gente de que es preciso volver a
guardar los preceptos romanos para que todo nos vuel
va a ir mejor. Así lo veían y siguen viendo también algu
nos mullahs o predicadores musulmanes, y a veces al
gunos laicos: «Sólo tenéis que cumplir la Sharia, y entonces
todo volverá a ser mejor». Con frecuencia se trata de gen
te bienintencionada, a la que no se debería juzgar por un
único rasero.
En todo caso, términos como fundamentalismo y fun-
damentalistas no son nada precisos. Muchos de los que
quieren ser gente religiosa tienen una actitud totalmente
democrática, de todas maneras no son terroristas. Simple
mente no quieren aceptar el secularismo. La vida sin reli
gión les parece desesperada, y también la muerte, y quie
ren seguir practicando la religión. Para nada se trata aquí
de fundamentalistas en el sentido negativo de la palabra;
muchas de sus organizaciones tienen una proyección
social en el mejor de los sentidos. En ciertas ocasiones
encuentran dificultades para vivir su religión de acuerdo
con los tiempos, y entonces apoyan exigencias políticas
y partidos problemáticos. Pero la necesidad de religión
es un hecho. Tal necesidad retrocede en algunos casos,
y hasta puede llegar a desaparecer. A veces incluso se la
reprime. Pero siempre habrá también situaciones en las
que un hombre, a causa de cambios sociales o de una
experiencia personal negativa, vuelve a recuperar la con-
- 138 -
ciencia de la religión, y dice: «Bueno, tampoco era todo
realmente tan malo. De todos modos, no quisiera que mis
hijos se educaran de un modo ateo. Por tanto, prefiero
mandarlos a una escuela coránica, o a una escuela cris
tiana La vida concreta es mucho más complicada de
lo que sugiere el término fundamentalismo.
- 139-
nes, como ha propuesto el Papa mismo recientemente
en su ya citado discurso a la Academia de Ciencias So
ciales. Eso es lo que vengo intentando desde hace años,
y que, por supuesto, se puede mejorar. En ese sentido, se
pide a los estudiosos de una determinada religión que
colaboren para buscar en ella los posibles puntos de coin
cidencia y para verificar los verdaderos puntos de encuen
tro de las religiones.
- 140-
dos, nada menos que unos doscientos, no hubo ni uno
capaz de reaccionar a aquella afirmación, respondien
do: «Por supuesto, estamos totalmente de acuerdo con la
delegación china. Queremos respetar absolutamente esta
tradición, y tomar en serio que precisamente el concep
to de lo ‘humano’, de lo verdaderamente humano, ren
en chino, es un concepto central de la tradición china,
que el humanismo de los chinos representa un mara
villoso rasgo fundamental, y que finalmente se plan
tea también desde aquí la cuestión de los derechos
humanos».
Los europeos tenemos con frecuencia una perspecti
va muy estrecha con respecto a los derechos humanos.
He trabajado no poco en este tema, proponiendo que es
preciso tener en cuenta al mismo tiempo las responsa
bilidades o deberes humanos. Éstos son tan viejos como
la humanidad, y ciertamente más antiguos que la for
mulación de los derechos. Siempre ha habido deberes de
los hijos para con los padres y de los padres para con los
hijos. Y lo mismo en todos los ámbitos, por ejemplo, las
cuatro relaciones éticas que se encuentran precisamen
te en la tradición china.
La formulación de los derechos humanos es una reali
dad muy importante, magnífica, que se implantó entre
nosotros con la Ilustración europea y americana. No es a
la defensiva como queremos y debemos hacer vigentes
estos derechos humanos. Nos interesa que se pongan en
práctica en todos los países, en beneficio del bienestar de
las respectivas poblaciones. Pero realizaríamos mucho
más fácilmente nuestro propósito si comenzáramos por
decir a los asiáticos: «Los derechos van siempre unidos a
determinados deberes». «El Ganges de los derechos nace
en el Himalaya de los deberes», como decía Mahatma
Gandhi. Derechos y deberes se fundan, en última ins
tancia, en la dignidad del hombre.
- 141 -
Veracidad y mentira
é *
¿Qué deberes considera usted especialmente importantes
en nuestros días?
- 143-
verdad. Y ello por un motivo muy sencillo: la confianza
depende de la veracidad. Cuando no se puede confiar
en el embajador de otro país porque suele engañar o no
cumple lo acordado, difícilmente podrá llevar adelante su
cometido. Un comportamiento no veraz no compensa. En
la formación de diplomáticos debería tener un papel
fundamental la actitud ética. El mismo Henry Kissinger,
un diplomático muy competente, terminó por descubrir
sus propios límites porque, con razón o sin ella, se em
pezó a sospechar que su juego diplomático no era hones
to, y mantenía un discurso en El Cairo y otro distinto
en Tel Aviv.
- 144 -
t
es porque he constatado a menudo que se pretende defen
der la verdad, y al mismo tiempo se actúa de un modo no
veraz. Se han utilizado los más variados trucos para in
terpretar los dogmas en sentido ortodoxo, a fin de poder
los seguir manteniendo de algún modo. Se ha defendido
a la iglesia y su verdad utilizando medios no veraces.
Demasiadas veces he tenido la experiencia de recibir de
algunos hombres de iglesia desmentidos que no respon
dían a la verdad, y también confirmaciones que no lo eran.
Durante el Concilio Vaticano Segundo, pregunté a mi
amigo y redactor del decreto conciliar sobre la libertad
religiosa, el famoso jesuíta norteamericano John Coutney
Murray: «¿Qué pensar del arzobispo americano X...?». A
lo que él me respondió: «Hans, he is an absolutely honest
man. He would never lie if it would not be to the benefit
of the church». (Es un hombre totalmente honesto, él
nunca mentiría de no ser en beneficio de la iglesia.) Eso
me descubrió que gente normalmente honrada conside
ra lícito mentir si se trata de la iglesia (o del Estado).
Cuánto se ha mentido, negado o encubierto, por ejemplo,
con respecto a la ley, no bíblica, del celibato. Cuántos es
cándalos descubiertos recientemente: abuso de niños por
sacerdotes, violación de religiosas por sacerdotes y obis
pos, abuso de exorcismos a mujeres. Una larga lista.
Abusos no sólo en Alemania, sino también en otros
muchos países. Lo que más espanta en todo ello son los
abusos de niños y jóvenes. Muchos de los abusos de reli
giosas en África ya eran conocidos hace tiempo por las
instituciones de ayuda y las autoridades responsables.
¿Por qué se encubrían y se niegan todavía todas estas
cosas? Estas cuestiones me han vuelto cada vez más alér
gico a cuanto lesiona la veracidad.
Por fortuna, me he acostumbrado desde muy pronto a
practicar la honradez intelectual en el campo de la teolo
gía. He convertido en principio fundamental no escribir
nada que no diga, y no decir nada que no piense. Hay teó
- 145 -
logos que, cara a cara, no parecen tener nada que obje
tar a todo lo aquí expuesto. Pero si tienen que escribirlo
o simplemente decirlo públicamente, se asustan y se vuel
ven atrás. A ese contexto pertenece también una espe
cie de valentía teológica de mesa de bar después de las
sesiones de la facultad. Luego, esa valentía de bar se con
vierte rapidísimamente en hipocresía en la cátedra,
sobre todo con respecto a la jerarquía eclesiástica. Ese
comportamiento equívoco y no veraz siempre me ha des
agradado. Muchas cosas me habrían podido ser más fá
ciles si me hubiera limitado a murmurar como otros en
lugar de expresar públicamente de un modo tan claro mi
disgusto y mi crítica. En mis comparecencias ante los
medios de comunicación, más de una vez he pregunta
do a los periodistas: «¿Por qué se dirige usted precisa
mente a mí?». La respuesta solía ser: «Bueno, usted nos
dice la verdad».
En cualquier caso, también he aprendido muy tem
prano: cuando se dice la verdad, no raramente hay que
pagarlo caro. Cuando se manifiesta públicamente la ver
dad sin la astucia adecuada, se es llamado al orden. Con
mucha frecuencia sucede que, como decía Lutero, basta
con «ponerle el cascabel al gato» para que recibas palos
por la palabra honesta, por la verdad incómoda. Pero no
hay más remedio que aguantarlo.
- 146 -
mucho la conversación sincera y directa. Autenticidad
y veracidad eran el lema, no sólo con respecto a las pa
labras. En el movimiento juvenil prestábamos especial
atención a lo auténtico en todas las cosas cotidianas
-incluso en el vestir-, y no tratábamos de atenernos a lo
puramente convencional. Esto ha influido en mí pode
rosamente. Luego, mi propia formación intelectual y espi
ritual se orifntó*en esa misma dirección.
Finalmente, en mis siete años de estudios romanos,
pude observar y contemplar tantas cosas, que sabía per
fectamente cómo se actúa en la iglesia con respecto a la
verdad y la veracidad. Conocía bastante bien, desde den
tro, toda la institución eclesiástica, y al mismo tiempo
pude estudiar lo mucho que, en el sistema romano, se
había construido sobre mentiras históricas. ¡Cuántos
privilegios y prerrogativas papales no se apoyan en fal
sificaciones! El hecho de que pusiera al descubierto y
publicara en mis libros estas cosas no ha agradado ex
cesivamente a la jerarquía. Precisamente acabo de reci
bir, de un profesor católico inglés, una malintencionada
recensión de mi Pequeña historia de la iglesia católica por
que he analizado con toda claridad su evolución desde la
Edad Media. Resalto también lo positivo, pero no callo
lo negativo, lo que se apoya en falsificaciones, todo el poder
jerárquico acumulado por el hecho de que el papa y la
curia, los obispos y el clero han querido cada vez más
poder. ¿O es que no voy a poder publicar también lo incó
modo para que la gente pueda distinguir lo que es verdad
en nuestra iglesia y lo que es falsedad? Afortunadamente,
otros críticos lo han reconocido.
- 147-
En primer lugar, hay que atribuirlo al enorme peso de la
historia, iglesias que han surgido de movimientos del siglo
xvi o xvn, es decir, que tienen una historia más breve, no
están lastradas con el peso plúmbeo de una larga tradi
ción. Además, en la iglesia católica romana, mucho más
que en las iglesias orientales, existe un masivo aparato
de poder que se resiste a reconocer sus falsas decisiones.
Se teme ante todo una cosa: si se reconoce un error auto
máticamente hay que reconocer también otros, y así se
quiebra todo el sistema. Se teme perder la credibilidad si
se reconoce un error en graves cuestiones de fe y cos
tumbres, como sucedió, por ejemplo, con la encíclica
Humanae uitae en el tema de los medios anticonceptivos.
Mi visión en este punto es exactamente la contraria:
cuando se confiesan honestamente errores y falsas de
cisiones, se vuelve a ganar una nueva confianza. Entonces
tuve ocasión de conversar largamente con Pablo VI so
bre estas cuestiones. Por ejemplo, por qué su predecesor
Pío XI asumió, en los años treinta, en su encíclica Casti
connubii una posición tan rigurosa -comprensible aún
para aquellos tiempos- sobre la contracepción: enton
ces no existía todavía la píldora, y la sexualidad se va
loraba en muchos aspectos de un modo muy distinto.
Pablo VI habría podido revisar aquella concepción y sacar
la conclusión de que, treinta, cuarenta años más tarde,
se podía juzgar de otro modo la sexualidad y la contra
cepción. Una encíclica en ese sentido sin duda habría sido
muy bien acogida. El Papa habría ganado una enorme
credibilidad. La opinión pública habría dicho: «Ya veis
con qué soberana facilidad son capaces de corregir sus
propios errores». Así habría sido posible orientarse nue
vamente a objetivos constructivos. Los fieles habrían
agradecido no tener que seguir confesando el uso de la
píldora. Habrían asumido responsablemente el empleo de
medios anticonceptivos.
En el mismo Nuevo Testamento leemos: «La verdad os
- 148 -
hará libres». Pero eso es lo que parece temer nuestra igle
sia, que realmente la verdad nos haga libres. En este pun
to, tocamos el problema que ya expresaba Dostoievski en
la leyenda del Gran Inquisidor: hay eclesiásticos que sos
tienen la opinión de que los hombres son incapaces de
soportar esa libertad. Es preciso protegerles de su propia
libertad. Cuando la Congregación para la Doctrina de la
Fe, del cardenal Joseph Ratzinger, vuelve a proceder inqui
sitorialmente contra un teólogo, como recientemente ocu
rrió, una vez más, contra el ecumenista ceilanés Tisa
Balasuriya o el teólogo moralista español Marciano Vidal
en cuestiones de moral sexual, lo que pretende es «pro
teger» a los creyentes con sus medidas inquisitoriales,
pues podrían ser descarriados por estos teólogos. La
Congregación para la Doctrina de la Fe quiere incluso
«proteger» a los obispos y a todos los que han oído a estos
profesores, sobre todo a los teólogos, lo cual no es ni más
ni menos que una total tergiversación. En el fondo, todo
ello no es sino una medida policial e inquisitorial que
intenta proteger al sistema doctrinal y disciplinar ro
mano -¡contra Ilustración y Reforma! Se obliga a un teó
logo a firmar algo que en realidad no quiere firmar. Pero
si el teólogo no quiere perder su cargo y su cátedra ni
exponerse a otros inconvenientes, no le queda otro reme
dio que suscribir un papel de la Congregación para la
Doctrina de la Fe y hacer su reseruatio mentalis. Lejos de
tener que ver todo ello con protección, es más bien un ata
que a la libertad de la iglesia. Es realmente una tergi
versación del lenguaje, al estilo de Orwell, declarar un
ataque a la libertad del cristiano como defensa de esa
libertad: «Te encadenamos para poder proteger tu liber
tad», dicen quienes en modo alguno estarían dispuestos
a llevar cadenas.
La respuesta la ha dado Dostoievski: la gran instancia
de apelación es Jesús mismo, que vuelve y es interroga
do por el Gran Inquisidor: «¿Por qué vienes a molestar
149 -
nos?». Jesús de Nazaret molesta aunque permanezca
callado. Él mismo nunca interrogó dogmáticamente a los
hombres: «¿Cuál es tu profesión de fe? ¿Eres de verdad
ortodoxo?». Tampoco castigó a nadie por no atenerse a la
norma establecida. Por el contrario, él defendió a los que,
contra la costumbre habitual, desgranaban el sábado
espigas para comer sus granos, y hasta tomó bajo su pro
tección a la adúltera. Y no porque estuviera de acuerdo
con el adulterio, sino porque se oponía a la forma en que
los bienpensantes habían condenado a la pobre mujer,
sabiendo muy bien que ellos mismos no eran mucho
mejores. Jesús es la incomodísima instancia de apela
ción. Y el hecho de que lo sea tiene que ver con la verdad,
porque él mismo es «la verdad» en la medida en que está a
favor de Dios, que es la verdad incondicional. De acuerdo
con esta verdad es como habría que regirse en la iglesia,
en el cristianismo. Aun sabiendo que eso no es cómodo.
En realidad, las cosas son con frecuencia bien distintas,
como he podido comprobar personalmente durante el
Concilio: Papa, cardenales y obispos piensan poco en lo
que habría dicho el mismo Jesús si estuviera ahora en el
aula conciliar. Más bien se han adoptado con frecuencia
resoluciones de acuerdo con el sistema -por ejemplo en
cuestiones sobre la constitución de la iglesia-, mientras
se pasaba de largo ante los verdaderos problemas.
Entonces me volvió de nuevo a la mente August Hasler,
que escribió el libro Por qué el papa llegó a ser infali
ble. El autor trabajó algún tiempo en un departamento
vaticano, y constata: si en una de las sesiones del Vaticano
alguien se hubiera remitido a Jesús, eso se habría re
cibido sin duda con cierta extrañeza. Probablemente se
habría preguntado: «¿A qué viene esto? Nosotros tenemos
el derecho canónico y el dogma. Sabemos lo que dicen los
cánones. Sabemos sobre todo lo que quiere el Papa». Se
llega así a instrumentalizar al mismo Jesús en favor
de la fundamentación del absolutismo papal.
- 150-
Iglesia del futuro
- 151 -
en la iglesia. Hay muchas personas con especiales dotes
organizativas que estarían dispuestas a hacer algo a favor
de la parroquia. Hay laicos con buena formación que no
tendrían inconveniente en pronunciar una homilía sobre
temas de su especialidad.
En el Concilio, he redactado el borrador del discurso
del cardenal Suenens Sobre los carismas. Esto es lo que
ha caracterizado a las comunidades paulinas: cada uno
tiene su carisma, su vocación, su don, y todo al servicio
de la comunidad. Pablo dice: «Uno posee un don, y otro
posee otro distinto». Uno está bien dotado para el gobier
no, y otro es bueno cuidando enfermos, y un tercero tie
ne dotes para consolar. Cada uno tiene su carisma. En el
fondo, la iglesia es una comunidad en la que los seres
humanos tienen la sensación de que allí se encuentran a
sí mismos, se hacen más humanos. Produce satisfacción
vivir en esta comunidad y comunión. Es una realidad libe
radora, y no se tiene la sensación de que salgo de esta
iglesia, de sus actos litúrgicos y de sus reuniones, más
triste de lo que he entrado.
- 152-
la gente cuenta con un párroco abierto que trata sus ver
daderos problemas vitales en la predicación dominical,
seguramente siente menos necesidad de buscar respuestas
a un nivel inferior y más banal.
- 153-
también de moral. Si no se logra esta clase de conviven
cia, no hay que admirarse de que crezca la violencia.
Cuando no se sabe que «no matarás, no lesionarás a otro,
ni física ni psíquicamente», etc., son imperativos de la
humanidad universalmente válidos, será muy fácil que se
produzcan conflictos, odio, brotes de violencia, e incluso
muertes de niños a manos de otros niños. Lo común debe
comenzar a acentuarse lo más pronto posible, en lugar
de subrayar lo que separa. Éste es el principal objetivo de
la ética mundial.
- 154 -
El caso peculiar de China
155 -
Hoy, no es difícil en China explicar, tanto a profesores
como a estudiantes, la importancia de la ética mundial.
Esto es consecuencia, por una parte de la situación polí
tica y económica mundial, agudizada para China con la
entrada en la Organización Mundial del Comercio (OMC):
la globalización de la economía, de la tecnología y de la
comunicación exige una ética global. Por otra parte, deri
va de los significados y las ideas del orden y los valores
de la tradición confuciana, con más de dos mil años de
antigüedad: en el confucianismo hay dos términos cen
trales, en los que también se apoyan los dos principios
fundamentales de la ética mundial: 1) El término ren, lo
humano, lo verdaderamente humano. En él puede apo
yarse la regla de humanidad: «Toda persona humana debe
ser tratada humanamente». 2) El término shu, la reci
procidad. En él se funda la Regla de Oro, que ya se encuen
tra en Confucio: «Lo que tú mismo no quieres, no se lo
hagas a otros» (Coloquios 15,24).
La situación en China es semejante a la de la antigua
Unión Soviética. El marxismo estalinista, al igual que el
maoísta, no quería saber nada de ética. En este siste
ma, lo único que importaba era obedecer las consignas
del partido. Se daba por descontado que la gente mentía
y decía cosas en las que no creía en absoluto. Se daba por
descontado que la gente robaba, pues realmente era la
única forma de sobrevivir. Por ello, tanto en Rusia como
en China, se perdieron ciertos estándares éticos de com
portamiento. La situación era muy distinta cuando el
confucianismo todavía gozaba allí de gran prestigio. El con
fucianismo era un estable sistema ético, que concedía
gran valor al humanitarismo, ren en chino. Los comu
nistas chinos adoptaron frente a Confucio una actitud
muy ambivalente. En mi primera visita a China, al pro
nunciar el nombre de Confucio, mis interlocutores chi
nos se mostraron visiblemente inquietos. Sin embargo, a
pesar de todas las convulsiones, Confucio siguió siendo
una figura señera en China, que no podía ser elimina
da fácilmente. Pero esta figura ha sido utilizada de for
mas muy diversas. Por ejemplo, al antiguo ministro de
Asuntos Exteriores Chu En-lai se le acusaba de ser con-
fuciano porque vestía como un mandarín, muy formal
mente, en lugar de aparecer con porte de comunista pro
letario. En el confucianismo se ha criticado con razón
que legitimaba y apoyaba un orden social muy jerárqui
co, un orden antiquísimo construido sobre las llamadas
«cinco relaciones», y que en el curso de la historia fue natu
ralmente interpretado en sentido patriarcal: superior-
súbdito, padre-hijo, marido-mujer, hermano mayor-her
mano menor, amigo-amigo. En la actualidad es preciso
rescatar la reciprocidad, shu. Puede verse, por tanto, que
en esta tradición existen cosas muy valiosas. Un her
moso poema de un autor chino afirma que los signos de
la escritura china contienen muchos de estos valores.
Estos pictogramas serían como los eternos signos del cie
lo estrellado, que no se puede pretender borrar.
Por eso, he hallado en China un consenso espontá
neo en favor de la idea de una ética mundial, mucho más
que en otras partes. Se puede discutir si el confucianis
mo es sólo una moral o es también una religión. Perso
nalmente estoy persuadido de que también es religión,
pues la «voluntad del cielo» ejerce en Confucio un gran
papel. Se puede llegar hasta a deponer a un jefe cuando
ya no representa la voluntad del cielo. Así lo experimen
taron, bien a su pesar, varios emperadores chinos. Éste
es el motivo del incomprensible miedo que tienen los co
munistas cuando toman cuerpo nuevos movimientos re
ligiosos, como el Falún-Gong, a pesar de que este movi
miento no se propone en absoluto el derrocamiento del
régimen. Con todo, los poderosos temen que tales movi
mientos puedan influir en la opinión de las masas, hacien
do surgir en ellas la impresión de que el emperador -el
emperador rojo- ya no cumple la voluntad del cielo. En
- 157-
determinadas circunstancias, eso podría convertirse en
peligroso.
En China existe todavía mucho potencial religioso, y
queda por saber en qué medida va a ser posible hacerlo
de nuevo vivo y operante. De todos modos, también en el
«Imperio del Medio» está amenazando actualmente el tur
bio capitalismo norteamericano, y ciudades como Pekín
y Shanghai crecen vertiginosamente. Se han formado dos
nuevas clases sociales, y existe una abismal diferencia
entre las concentraciones urbanas en la costa Este y los
territorios agrícolas. También esto encierra su peligro. Ya
ha habido más de una rebelión de campesinos. Y a más
de uno le viene a la memoria que también el maoísmo
comenzó como una rebelión de campesinos. Cuando se
juntan campesinos, religión y revolución, puede pro
pagarse rápidamente un incendio en la estepa. En ese
sentido, los mismos dirigentes chinos deberían estar se
riamente interesados por la moral. En modo alguno pue
de ser interés del Estado que desaparezca la moral.
Cuando eso sucede, quiebra la sociedad civil, hasta la
economía puede salir perdiendo. El mejor ejemplo de ello
lo tenemos en Rusia. Con la caída de la sociedad civil
y con el vacío moral, surgió una mafia de advenedizos
que se apoderó de toda la economía. Sólo cabe, pues, espe
rar que sea posible encontrar en China una solución para
que recupere su vigencia la ética del confucianismo. En
este contexto, la religión puede eventualmente volver a
desempeñar un gran papel.
Actualmente, no se impide en China el cristianismo,
con tal de que no despliegue actividades políticas. Hay
que reconocerlo. Existe un libro en el que figuran todas
las iglesias católicas de China. También ha causado impre
sión en China que muchos cristianos chinos no se hayan
doblegado durante la revolución cultural. Muchos se pre
guntan: «¿De dónde sacan éstos su fuerza?». Eso mues
tra que el cristianismo, al menos en una determinada eli-
- 158-
te, todavía puede tener posibilidades, aunque no en el
antiguo sentido misionero. Ya ha pasado el tiempo de la
misión en sentido tradicional. Los misioneros son pues
tos en la frontera. Si alguno entra clandestinamente, es
detenido. Por lo demás, lo mismo sucede en la India, se
está en guardia contra una misión a la que se considera
una forma de colonialismo e imperialismo. En otro tiem
po, los misityieros, junto con los soldados, comerciantes
y empleados coloniales, constituían las columnas del orden
imperial. Hoy no se quiere tener una misión exterior.
Pero cuando nace de dentro el deseo de información
sobre el cristianismo, cuando existe una comunidad viva,
cuando se celebran en ella actos litúrgicos expresivos a
los que la gente acude espontáneamente, cuando exis
te también una preocupación social con repercusiones
externas, todo ello recibe una valoración positiva. En este
sentido, existen hoy en China muchas posibilidades.
Pienso que la situación en China sin duda va a cambiar:
cuando se haga realidad la entrada de China en la
Organización Mundial del Comercio (OMC) volverá a ser
posible una nueva apertura. También la Olimpíada de
Pekín podría suponer un impulso positivo para la liber
tad y los derechos humanos en China. Hoy, el gran peli
gro para los hombres no se encuentra ya en el comunis
mo como ideología. En eso no creen ni los mismos altos
funcionarios del partido. El gran peligro es el materialis
mo práctico: la orientación exclusiva hacia lo material,
hacia el dinero, más bienestar y más lujo.
- 159-
mos ninguna actividad misionera secreta entre el pueblo.
Ni organizamos grupos especiales, ni emprendemos nada
que pudiera ser preocupante. Nuestro objetivo es que la
ética mundial encuentre acogida entre los profesores que
ejercen la docencia en filosofía, ciencias de la religión,
pedagogía, etc.
Nos alegra que haya en China publicaciones sobre éti
ca mundial y que se discuta este tema en las universida
des, para que de ese modo se vaya filtrando lentamente
la idea, y se vaya realizando una formación y cambio de
conciencia en dirección a una actitud ética común. Ya se
están reconociendo en China las grandes posibilidades
que se encierran en la ética mundial. En ese aspecto,
somos políticamente críticos, pero no somos peligrosos
y tampoco queremos serlo.
- 160-
proceso de cambio de paradigma. Con todo, su moder
nización se ha realizado con cierto retraso, concretamente
en torno a la Primera Guerra Mundial. Cuando apenas
comenzaban a formarse en Europa los grandes imperios,
el Imperio Habsburgo, el Imperio Otomano, el Imperio
Alemán, hacia ya siglos que existía el Imperio Chino. Pero
ahora se derrumbaba el milenario Imperio Chino -enor
me acontecyniepto-. La primera modernización en el
«Imperio del Medio» se produjo en un gobierno casi-bur-
gués, bajo Sun Yat-sen. Luego vino la modernización revo
lucionaría de Mao Tse-tung. Esta forzada modernización
fue seguida por la revolución cultural. En ella descubrie
ron finalmente los chinos lo que pasa cuando se impone
la modernización. Esta última fase de forzada moderni
zación ha hecho retroceder a China prácticamente más
de diez años.
En nuestros días se está intentando modernizar la eco
nomía, pero sin incluir al mismo tiempo la democracia.
En todo caso, eso requerirá pasos sucesivos. Algunos
observadores extranjeros llegan incluso a prevenir de que
se introduzcan demasiado rápidamente en China estruc
turas democráticas. Para ello serían excesivamente gran
des las diferencias en este inmenso imperio. Hay obser
vadores que hablan de tendencias de algunas provincias
ricas a declararse independientes. Pero se debe evitar por
todos los medios los enfrentamientos bélicos. Conclusión:
en China se requiere un gobierno central fuerte para man
tener unido este inmenso país de más de mil millones
de habitantes. A ello hay que añadir constantes proble
mas por catástrofes naturales, como inundaciones, terre
motos o sequía. China necesita en primer lugar la ga
rantía y realización de los derechos humanos. De ningún
modo se puede aceptar que se encarcele a personas, como
sucede una y otra vez, por el simple hecho de decir la
verdad.
Mientras tanto, el mundo entero se encuentra en un
- 161
nuevo cambio de paradigma, y se mueve de la moderni
dad hacia una posmodernidad. En Europa, los típicos
valores modernos -razón, progreso, nación- se han comen
zado a cuestionar, en mi opinión, desde 1918. Ya en estas
fechas surgían dudas de si la tecnología no dañaría a la
naturaleza. Entonces se lanzó también la pregunta de si
no había que reemplazar al patriarcado por una colabo
ración de hombre y mujer. También por ese tiempo sur
gieron impulsos en favor de un movimiento pacifista. Pero
con el nacionalsocialismo y el fascismo se interrumpió
todo aquello. Después de la Segunda Guerra Mundial, se
recuperaron aquellos movimientos y cuestiones, y salta
ron de nuevo a la actualidad: movimiento ecológico, movi
miento feminista, movimiento pacifista. La ética mundial
compendia sus contenidos éticos. Finalmente, este movi
miento logró una resonancia mundial en 1989 con la gran
revolución europea. De repente, todos estos movimientos
se extendieron por todas partes.
En el gran imperio soviético entraron corrientes occi
dentales. El mundo dejaba de estar dividido en dos par
tes, y comenzaba a ser posible la globalización en senti
do estricto. En este aspecto, nos encontramos en el
momento culminante del cambio de paradigma hacia una
era posmoderna. De todos modos, ni siquiera sabemos
aún cómo va a llamarse esa nueva era. Algunos propo
nen llamarla la «modernidad modernizada», lo que resul
ta un tanto acrítico. Otros hablan de «segunda moder
nidad», lo que es superficial. Ni unos ni otros parecen ver
que nos enfrentamos con problemas radicalmente nue
vos. Por ejemplo, la misma cuestión de la religión se plan
tea de un modo nuevo. Y ya no es posible resolverla con
las simples categorías de la modernidad, bien ignorán
dola, bien reprimiéndola o incluso persiguiéndola. Es pre
ciso plantear de modo nuevo estas cuestiones, y en ese
aspecto ya hay un nuevo paradigma en marcha y una
nueva época, que, como otras, sólo recibirá nombre a pos-
- 162-
teriori, o quizá sobrenombre -como barroco o rococó-.
Ciertamente, nuestro tiempo es interesante, y nadie sabe
qué aspecto tendrá el mundo del mañana.
ÉTICA MUNDIAL Y DERECHOS HUMANOS
- 165 -
de responsabilidades. Finalmente rechacé la idea porque
me parecía poco usual desde el punto de vista lingüísti
co. La palabra «responsabilidad», en su forma plural, se
utilizaba más bien, en el ámbito administrativo, en el
sentido de atribuciones o departamentos de la adminis
tración, pero no en el auténtico sentido de deberes éticos.
Pero no creo en modo alguno que por ello haya que aban
donar la palabra. Tony Blair, aceptando mi invitación a
participar en Tubinga en Ética Mundial, Coloquio I, habló,
ya entonces, de rights and responsibilities. Y el canciller
Gerhard Schróder asumió esos mismos términos en algu
nas declaraciones. Últimamente se habla cada vez más
de ello: no sólo se tienen derechos -lo que vale tanto para
trabajadores en activo como para desempleados-, sino
también deberes. Lo cual es realmente una obviedad.
Según Kant, hay deberes que se derivan de derechos, y
otros que no pueden derivarse fácilmente de derechos:
hay deberes legales y deberes simplemente humanos. Si
uno tiene, por ejemplo, el derecho a ejercer la libertad de
prensa, los demás tienen el deber de respetar ese dere
cho. Y uno mismo tiene a su vez el deber de respetar la
libertad de prensa de los otros. Pero también para los
periodistas existen deberes que no dimanan simple
mente de derechos. Y una de estas responsabilidades
fundamentales es la obligación de veracidad, que no es
directamente un derecho de los otros, sino un deber, un
imperativo de humanidad con respecto a ella misma.
Reflexionemos un poco: si usted me pregunta algo incó
modo, puedo mentirle. No puede por ello decir que yo haya
lesionado un derecho suyo. Simplemente le he mentido.
- 166 -
Pero, en el fondo, la falta es contra mí mismo. Me pongo
así en contradicción conmigo mismo, no soy transparen
te en la medida en que le digo algo que no pienso. Y, en
definitiva, eso atenta contra mi propia humanidad, se que
da en mi propia persona. Pertenece a mi propia digni
dad que yo sea capaz de transparencia. Puedo entrar en
contradicción conmigo mismo, cosa que no pueden hacer
los animales. Un animal no puede mentir. Un hombre
puede mentir. La veracidad es realmente un deber ético
que tiene su fundamento originario en la dignidad de la
persona humana, lo mismo, por supuesto, que otras vir
tudes como la sinceridad y la humanidad. No es realmente
un derecho, sino una responsabilidad fundamental del
hombre. La veracidad es un imperativo de la humanidad.
- 167-
asumir compromisos difíciles que suponían gran dedica
ción. Así, se me encomendó redactar el documento base
para el primer Diálogo de las Religiones en la Unesco,
en 1989. Su tesis fundamental «No habrá paz entre las
naciones sin paz entre las religiones» se ha ido imponiendo
ampliamente. El profesor Klaus Schwab, fundador y pre
sidente del Foro de Economía Mundial, muy sensible a
las cuestiones éticas, me encomendó, ya antes del giro de
1989, una ponencia en Davos sobre estándares éticos
comunes para la política y la economía. Ambos trabajos
se convirtieron en la base de mi libro Proyecto de una éti
ca mundial, cuyas tesis encontraron eco también en la
política. Ha sido editado en una docena de lenguas, entre
las que cabe destacar el árabe y el chino. He repensado
aquellas tesis en relación con la política mundial y la eco
nomía mundial, tanto en la perspectiva histórica como
en la perspectiva actual, y he concretado su contenido en
el libro Una ética mundial para la economía y la política,
que también acaba de aparecer en edición china. Natu
ralmente, hay mucho esfuerzo y trabajo en el fondo de
todas estas publicaciones, conferencias y viajes.
- 168-
presentó ante la Asamblea plenaria de la ONU, el 21 de
septiembre de 1998, la propuesta de proclamar el año
2001 Año del diálogo de las civilizaciones. Yo mismo pro
nuncié tres conferencias, en el ámbito más reducido de
la sede de la ONU, sobre el diálogo de las religiones, so
bre los derechos y deberes y sobre la ética mundial. Con
tal ocasión, el secretario general Kofi Annan me llamó
-junto con ^ ex presidente alemán Richard von Weizsácker,
los dos representantes de habla alemana- a formar par
te de un «grupo de personalidades eminentes», que, des
pués de sesiones en Viena, Dublín y Qatar, elaboró un
grueso informe sobre el diálogo de las civilizaciones,
orientado a un nuevo paradigma de relaciones interna
cionales. El 8 y 9 de noviembre de 2001, nuestro grupo de
veinte miembros presentó al Secretario general y a la
Asamblea plenaria de la ONU el informe en forma de libro
con el título Crossing the Divide. Dialogue among Civi-
lizations. Me complace que, de ese modo, la idea del diá
logo interreligioso y de la ética mundial llegara hasta el
ámbito de la ONU, para propagarse luego por las diver
sas naciones. Éste era uno de los objetivos de nuestra
Fundación Ética Mundial, visto «desde arriba». El otro,
«desde abajo», es el trabajo de las escuelas. «Arriba» y
«abajo» se encuentraron cuando el secretario general Kofi
Annan nos permitió mostrar, por primera vez en edición
americana, nuestra exposición ambulante Religiones del
mundo - Paz mundial - Ética mundial en el pabellón cen
tral de Naciones Unidas en Nueva York, de diciembre de
2001 a enero de 2002.
- 169-
de la UE y a la OCDE: en lugar de la actual política nacio
nal de intereses, poder y prestigio, una política de mutuo
acercamiento, comprensión y reconciliación. En lugar
de los viejos enfrentamientos, agresiones y revanchas
-recuérdese el infausto ejemplo de Alemania y Francia-
se requeriría, en la actuación política concreta, mutua
cooperación, compromiso e integración, como sucedió
entre Alemania y Francia, esta vez en sentido positivo. Lo
que se ha podido lograr en Europa, también ha de ser
posible en el Próximo Oriente o en Cachemira.
Esto se halla relacionado muy profundamente con la
actitud ética, pues, evidentemente, esta nueva constela
ción política global presupone un cambio de mentalidad
que trasciende con mucho la política cotidiana: no bas
tan para ello nuevas organizaciones, se necesita una
nueva forma de pensar. Concretamente: la diferencia
nacional, étnica, religiosa ya no debe seguir siendo con
siderada fundamentalmente como amenaza, sino al menos
como posible enriquecimiento. El viejo paradigma pre
suponía siempre un enemigo, a veces heredado de gene
raciones pasadas. No, el nuevo paradigma ya no nece
sita enemigos, sino más bien colaboradores, concurrentes
y también oponentes. En ningún caso más enfrenta
mientos militares, aunque sí competencia económica. Ya
se ha mostrado suficientemente que el bienestar nacio
nal no se fomenta a largo plazo por medio de la guerra,
sino únicamente a través de la paz. No es el enfrenta
miento o la simple vecindad, sino la unión lo que nos
hace fuertes.
En el nuevo paradigma, la política no va a ser nece
sariamente más fácil, pues seguirá siendo -ahora feliz
mente de modo no violento- el «arte de lo posible". Para
conseguir funcionar, no puede fundarse en modo algu
no en un frívolo pluralismo «posmodernista» y capri
choso. Presupone más bien un consenso social, recla
mado ya de diversos modos, con respecto a determinados
- 170-
valores, derechos y deberes fundamentales. Justamente
una ética mundial: un consenso social fundamental, que
puede y debe ser compartido por todos los grupos socia
les, por creyentes y no creyentes, por los seguidores de
las diferentes religiones, filosofías o ideologías.
Pero, a fin de evitar cualquier equívoco: un sistema
democrático no puede forzar este consenso, sino que ha
de contar con ék Tampoco se trata de un sistema ético
común («una ética», ethics). Pero sí un fundamento co
mún de valores y normas, derechos y deberes, es decir,
una actitud ética común (ethic), una actitud ética de la
humanidad. La ética mundial (global ethic) no es una nue
va ideología o «superestructura», ni intenta suplantar las
éticas especiales de las diversas religiones, sino que más
bien las apoya. Recoge los recursos religioso-filosóficos
comunes de la humanidad, que no han de imponerse por
ley, sino interiorizarse en la conciencia.
- 171 -
tra la humanidad, crímenes de guerra, y pronto también
ante la Corte Internacional de Justicia de La Haya. Esto
es en esos casos, cuando uno de los Estados no puede o
no quiere castigar judicialmente los crímenes perpetra
dos en su propio territorio. Quién sabe, sí, después de
las experiencias con Bin Laden, países anteriormente
arrogantes e insensibles a este respecto, como Estados
Unidos e Israel, se decidirán también a apoyar la Corte
Internacional de Justicia.
- 172-
janos cardíacos con honorarios astronómicos, sacerdotes
o pastores con abusos de niños, periodistas con entre
vistes manipuladas, etc., pueden atraer el descrédito sobre
profesiones enteras.
Como puede verse, la funcionalidad de las institucio
nes depende de la integridad de las personas. Por eso es
importante, también para las instituciones y los sistemas,
que se interipricen fuertemente en las conciencias, ya des
de nuestras familias y escuelas, algunos preceptos inmu
tables, particularmente los cuatro que hallamos en los
tres mencionados documentos sobre ética mundial. Ellos
se orientan a una cultura: 1) de no violencia y respeto a
toda vida, 2) de solidaridad y un orden económico justo,
3) de tolerancia y una vida veraz, 4) de igualdad de dere
chos y colaboración entre hombre y mujer.
- 173-
cuestiones como la contracepción y el aborto. Así se difi
culta notablemente un diálogo inteligente con personas
de otras convicciones, como se muestra en las discusio
nes sobre la protección de la vida humana y sobre la euta
nasia. La iglesia no debería adoptar posiciones extremas,
sino ofrecer inteligentes soluciones mediadoras.
- 174-
cuento con ningún compañero o compañera, porque estoy
solo? En tales situaciones de la vida, la fe cristiana
puede conducir a una profundidad de lo humano muy
difícil de alcanzar por un humanismo secular. Natural
mente, en situaciones límite, se puede decir con Albert
Camus: «Bueno, no hay más remedio que aguantarlo como
Sísifo, que empuja una y otra vez su roca montaña arri
ba, y cuando és.ta se desprende, vuelve a bajar imper
térrito para comenzar de nuevo». Ésta es una actitud
existencialista heroica, que no se puede aconsejar a todos.
Que en determinados momentos sólo quede la opción
de gritar, como hizo el mismo Jesús en la cruz, quizá pue
da ser soportable, con tal de que se pueda decir «¡Dios
mío, Dios mío!». Cuando sé que, a pesar de todo, estoy en
manos de Dios, ese grito es muy distinto que cuando sólo
puedo decir «¿por qué estoy abandonado?».
La fe cristiana en el Crucificado y Resucitado alcanza
una profundidad muy distinta que la ética mundial. Con
la mirada puesta en Él, no sólo soy capaz de actuar, sino
también de sufrir, no sólo puedo vivir, sino también morir.
Sin embargo, la ética mundial no intenta responder a la
cuestión del sentido de la vida y de la muerte ni resolver
la cuestión de la culpa. Responder a las cuestiones pri
mordiales del hombre es función de las religiones. El bu
dismo, por ejemplo, dice con cierta razón que la vida es
dolor, todo es dolor, el nacimiento, el crecimiento, la muer
te. Esa expresión indica algo que también sabe el cris
tiano: nada hay estable, todo cambia, hay algunos momen
tos felices que desaparecen demasiado deprisa. Eliminar
el dolor es una tarea a la que todo hombre se enfrenta.
La ética mundial se enfrenta al dolor humano de
una forma distinta, elementalmente práctica. Trata, por
ejemplo, del sufrimiento de las mujeres, de las mujeres
violadas, las obligadas a prostituirse, del sufrimiento
provocado por el abuso de niños, de los desheredados
sociales y los oprimidos políticos. Contra lo que lucha la
- 175 -
ética mundial es contra el dolor concreto de los hombres,
y precisamente con el imperativo ético: «¡Harás esto y no
harás aquello!». Soy realista, y sé muy bien una cosa:
depende de los hombres, y especialmente de los que ocu
pan puestos de responsabilidad, en qué medida se
traducen a la práctica los mencionados principios éti
cos. Pero, en este tiempo de cambio, estoy más persua
dido que nunca de esto: sin voluntad ética, sin impulso
moral, sin energía moral, no se pueden resolver, y ni siquie
ra plantear correctamente, los grandes problemas del
siglo xxi. Tanto en el campo de la política como en el de
la economía, necesitamos nuevas estructuras, pero tam
bién necesitamos personalidades íntegras y un nuevo sen
tido de la responsabilidad. Sólo así es posible realizar esa
política de responsabilidad que trata de hacer viable ese
precario equilibrio, que hay que seguir buscando, entre
ideales y realidades. Sólo así cabe pensar igualmente en
una economía de responsabilidad, capaz de unir estrate
gias económicas con convicciones éticas. Todo ello se expli
ca ampliamente en uno de mis libros.
- 176 -
que me sitúa ante una responsabilidad incondicional. Eso
en modo alguno puedo sustituirlo por ninguna clase de
autoridad del Estado o de la iglesia, que, al fin y al cabo,
sólo son autoridades humanas.
Con todo, confianza fundamental y fe cristiana, moral
fundamental y moral cristiana, ética mundial y ética cris
tiana son realidades estrechamente relacionadas. Lo
segundo siejnpre es una radicalización de lo primero.
Quien tiene lo primero no ha de tener necesariamente
lo segundo. En otras palabras: quien tiene una ética mun
dial, una confianza fundamental, una ética fundamental,
no tiene por qué ser necesariamente creyente en Dios y
cristiano. Personalmente, me alegro de ser cristiano
y de contar con este fundamento. Sé, y no de un modo
condicional, por qué he de comportarme de una forma con
creta en una situación determinada. Y no sólo de un modo
hipotético, según la formulación kantiana, sino categó
ricamente, en cualquier caso. Pero, por mucho que me
alegre de tener esta base y este compromiso, no puedo
írselo predicando a otros, y, menos aún, imponérselo.
Debo tener en cuenta que hay gente que dice: «No creo en
Dios, pero trato de ir por la vida como persona decente».
Estoy de acuerdo. En esa línea, la ética mundial ofrece la
posibilidad de estar al alcance de todos, incluidos ateos
y agnósticos.
Contra una ética mundial sólo puede estar fundamen
talmente el nihilista, que dice: «A mí, todo me da igual. Yo
no necesito ninguna moral, la vida hay que tomarla como
es. Me rijo únicamente por lo que me importa». Se trata
de absolutos egoístas que piensan poder aprovecharse de
los otros y utilizarlos para los propios fines. Tal actitud
podría calificarse como nihilismo práctico -por supuesto,
mucho menos heroico y considerablemente más banal
que el esbozado por Nietzsche. Es lo verdaderamente
opuesto a la ética: el mundo sin ética, el hombre más allá
del bien y del mal, la inmoralidad. Naturalmente, también
- 177-
esto existe. Otra cosa es en qué medida un hombre así
puede triunfar a largo plazo. A corto plazo se pueden con
seguir muchas cosas. Pero, a largo plazo, hasta un play-
boy sin conciencia se vuelve aburrido y ridículo. Por el
contrario, la ética ayuda a encontrar la senda justa, da
normas claras, indica el camino, aunque uno sepa que
siempre tendrá que decidir por sí mismo qué dirección
tomar finalmente. La ética no lo es todo en la vida huma
na, pero sí constituye una dimensión decisiva.
Creo que tiene algo que ver con mi catolicidad, por más
que la catolicidad no sea condición previa de la ética mun
dial. Los católicos estamos constitutivamente abiertos
a una universalidad mundial, y no limitados a una igle
sia puramente local. Pero la idea de ética mundial no es
realmente una idea confesional, y sería del todo equivo
cado convertirla en asunto confesional. Por fortuna, tam
bién el Papa se ha pronunciado recientemente en favor
del programa de una ética mundial. Y también el mode
rador del Consejo Mundial de las Iglesias, arzobispo Aram
Keshishian, Katholikos de la Santa Sede de Cilicia, de la
iglesia armeno-apostólica, pronunció en la Asamblea ple-
naria del CEI de 1998, en Harare, palabras muy claras
sobre la ética mundial.
Todo ello no debe entenderse desde un punto de vista
confesional. Cada confesión tiene sus propios problemas.
La iglesia católica romana quería ser tan universal que
tenían que pertenecer a ella todos los que quisieran ir al
cielo: ¡Fuera de la iglesia no hay salvación! Las iglesias
protestantes eran a su vez tan exclusivistas que su obli
gado cristocentrismo les impedía reconocer la verdad en
otras religiones. El mismo Karl Barth tuvo notables pro
blemas para aceptar alguna clase de luz en otras reli
- 178-
giones, hasta que, ya en edad avanzada, reconoció al
menos ciertas lucecillas fuera de la única Luz, Jesucristo.
Con respecto al conflicto entre la teología natural de los
católicos y la teología dialéctica de los evangélicos, he pro
puesto hace tiempo una solución fundamental, que, por
desgracia, encontró poco eco entre los teólogos de ambas
iglesias.
é *
- 179-
La idea de la Cruz Roja se impuso porque poseía un valor,
a pesar de que Henri Dunant cayó en el olvido durante
largo tiempo, después de hacer bancarrota en Ginebra,
cosa que jamás le perdonaron los ginebrinos. Si no me
traiciona mi memoria, sólo saltó de nuevo a la fama cuan
do fue propuesto para recibir el premio Nobel. Si es bue
na, una idea no depende simplemente de un hombre.
Personalmente, pienso que la idea de ética mundial es
muy buena, que ha echado muchas raíces, y que en modo
alguno depende ya de mi persona. La ética mundial fue
desde el principio un proyecto de muchas personas que
tuvieron parte activa en el Parlamento de las Religiones.
La han asumido representantes de religiones, estadistas,
científicos, etc. Estoy persuadido de que seguirá adelan
te. Nuestra pequeña Fundación Ética Mundial cuenta con
gente muy buena, y tendrá futuro si sigue encontrando
apoyo eficaz.
Para mí personalmente, esto no es una cuestión de
cisiva. Si mi primer interés hubiera sido el éxito, no habría
debido hacer muchas de las cosas que he hecho. En mi
vida de teólogo, ha habido ocasiones en las que me he
dicho: «Esto hay que decirlo de una vez. Esto ya es hora
de hacerlo. Luego, ya veremos». No soy responsable del
mundo. Y tampoco soy responsable de la ética mundial.
Con todo, me gustaría aportar algo, y algo he hecho para
que esta idea sea conocida y asumida. Pero lo que resul
te de todo ello queda en otras manos. Como cristiano,
puedo dar por supuesto que no se va esperar de mí que
me presente, por así decirlo, con la ética mundial en las
manos, y le diga a mi Dios: «Mira, se ha hecho realidad».
Más bien puedo, como todo hombre, presentarme con
las manos vacías, es más, debo presentarme con las
manos vacías, y limitarme a pedir que Él se apiade de
mí, pobre pecador.
- 180-
Bibliografía
- 181 -
Richard von Weizsácker, Hans Küng y otros: Brücken
in die Zukunft. Ein Manifest für den Dialog der Kulturen.
Eine Initiative von Kofi Annan, Francfort 2001.
- 182-
Apéndice
- 185 -
Con especial preocupación observamos cómo, en no
pocos lugares de este mundo, dirigentes y seguidores de
religiones incitan una y otra vez a la agresión, al fana
tismo, al odio y a la xenofobia, e incluso inspiran y jus
tifican enfrentamientos violentos y sangrientos. Muchas
veces la religión se convierte abusivamente en puro
instrumento para la conquista del poder político y se uti
liza hasta para encender la guerra. Algo que nos llena
de una especial repugnancia.
Condenamos todas estas manifestaciones y proclama
mos que esto no puede ser así, que no debe ser así. Y no
debe ser así porque ya existe una ética capaz de afrontar
y reconducir tan funestas manifestaciones globales. Esta
ética, ciertamente, no ofrece soluciones directas a todos
los problemas mundiales, tan inmensos, pero sí consti
tuye la base moral de un mejor orden individual y global;
brinda una visión que sea capaz de recuperar a las muje
res y a los hombres redimiéndolos de la desesperación
y del dominio de la fuerza, y que sea capaz también de
liberar del caos a las sociedades.
Somos hombres y mujeres que profesamos los precep
tos y prácticas de las diversas religiones del mundo.
Queremos dar fe de que ya existe un consenso entre esas
religiones que puede constituir el fundamento de una
ética mundial. Se trata de un consenso básico mínimo
relativo a valores vinculantes, criterios inalterables y acti
tudes morales fundamentales.
- 186-
I. No ES POSIBLE UN NUEVO ORDEN MUNDIAL SIN UNA
ÉTICA MUNDIAL
- 187-
nidad dispone hoy de suficientes recursos económicos,
culturales y espirituales como para instaurar un mejor
orden mundial. A pesar de ello, una serie de tensiones
étnicas, nacionalistas, sociales, económicas y religiosas,
antiguas y modernas, ponen en peligro la construcción
pacífica de un mundo mejor. Nuestra época, ciertamen
te, ha experimentado un progreso científico y técnico sin
precedentes. Pero también es un hecho innegable que, a
lo largo y ancho del mundo, la pobreza, el hambre, la mor
tandad infantil, el paro, el empobrecimiento y la des
trucción de la Naturaleza no han decrecido, sino que por
el contrario han seguido aumentando. Muchos pueblos
están amenazados por la ruina económica, el desman-
telamiento social, la marginación política, la catástrofe
ecológica, la quiebra nacional.
En tan dramática situación mundial, a la Humanidad
no le bastan los programas y las actuaciones de carácter
político. Necesita ante todo una visión de la convivencia
pacífica de los distintos pueblos, de los grupos étnicos y
éticos y de las regiones, animados por una común res
ponsabilidad para con nuestro planeta Tierra. Una visión
semejante se basa en esperanzas, en objetivos, ideales,
criterios; dimensiones todas ellas que muchos hombres
diseminados por el ancho mundo han ido perdiendo.
Y sin embargo estamos convencidos de que precisa
mente las religiones, a pesar de todos sus abusos y rei
terados fallos históricos, pueden responsabilizarse de que
tales esperanzas, objetivos, ideales y criterios puedan per
durar, enraizar y pasar a formar parte de nuestra vida.
Esto es especialmente válido en el caso de los Estados
modernos. Éstos garantizan la libertad de conciencia y de
religión, pero con ello no suplen valores, convicciones y
normas vinculantes válidos para todos los humanos, con
independencia del origen social, sexo, color de piel, len
gua o religión.
- 188 -
Estamos convencidos de la unidad fundamental de la
familia humana que puebla nuestro planeta Tierra. Por
eso queremos traer a la memoria la Declaración Universal
de los Derechos Humanos hecha por Naciones Unidas en
1948. Lo que en ella se proclamaba solemnemente en el
plano del derecho, eso mismo queremos nosotros ratifi
car y profundizar aquí desde el ángulo de la ética: el res
peto total a, la persona humana, al carácter inalienable
de la libertad, a la igualdad básica de todos los humanos
y a la interdependencia de todos con todos.
A partir de experiencias personales y a la vista de la
precaria historia de nuestro planeta, hemos aprendido:
• que solamente con leyes, reglamentos y convenciones
no se puede crear, y mucho menos imponer, un mejor
orden mundial;
• que la consecución de la paz y de la justicia y la con
servación de la Tierra dependen de la actitud y de la dis
posición de los seres humanos para hacer valer el de
recho;
• que el compromiso con el derecho y la libertad supo
ne una toma de conciencia previa de las responsabi
lidades y obligaciones, y que, por tanto, es menester
interpelar a los seres humanos en su mente y en su co
razón;
• que el derecho sin eticidad no tiene a la larga con
sistencia ninguna y, en consecuencia, sin una ética mun
dial no es posible un nuevo orden mundial.
Por ética mundial no entendemos una nueva ideología,
como tampoco una religión universal unitaria más allá
de las religiones existentes ni, mucho menos, el predo
minio de una religión sobre las otras. Por ética mundial
entendemos un consenso básico sobre una serie de valo
res vinculantes, criterios inamovibles y actitudes básicas
personales. Sin semejante consenso ético de principio,
toda comunidad se ve, tarde o temprano, amenazada por
el caos o la dictadura y los individuos por la angustia.
- 189-
II. Condición básica: Todo ser humano debe
191 -
camino equivocado. Sin duda alguna, la Humanidad nece
sita transformaciones sociales y ecológicas, pero no menos
necesita una renovación espiritual. En tanto que perso
nas animadas de un sentido religioso deseamos impli
carnos en esta tarea de renovación, plenamente cons
cientes de que precisamente las fuerzas espirituales de
las religiones pueden proporcionar a la vida de los hom
bres una confianza básica, un horizonte vital, unos cri
terios estables y una patria espiritual. Las religiones sólo
podrán acometer esta tarea de forma creíble si eliminan
los conflictos que ellas mismas provocan, si deponen toda
arrogancia y desconfianza mutua, si abandonan prejui
cios y estereotipos y profesan respeto a las tradiciones,
santuarios, fiestas y ritos de los otros creyentes.
Todos sabemos que en todas las partes del mundo hay
seres humanos que siguen recibiendo un trato inhuma
no. Se les priva de sus condiciones vitales, se les arre
bata la libertad, se pisotean sus derechos humanos, se
desprecia su dignidad humana. ¡Pero fuerza no equivale
a derecho! Ante tanta inhumanidad, nuestras conviccio
nes éticas y religiosas nos mueven a gritar que ¡todo ser
humano debe recibir un trato humano!
Esto significa que todo ser humano, sin distinción de
sexo, edad, raza, clase, color de piel, capacidad intelec
tual o física, lengua, religión, ideas políticas, nacionali
dad o extracción social, posee una dignidad inviolable e
inalienable. Por esa razón, todos, individuos y Estado,
están obligados a respetar esa dignidad y a garantizar efi
cazmente su tutela. La economía, la política y los medios
de comunicación, los centros de investigación y las empre
sas han de considerar siempre al ser humano sujeto de
derecho; la persona debe ser siempre fin, nunca puro
medio, nunca objeto de comercialización e industrializa
ción. Nada ni nadie está «más allá del bien y del mal»: ni
individuo, ni estrato social, ni grupo de interés por influ
yente que sea, ni cártel de poder, ni aparato policial, ni
- 192 -
ejército, ni Estado. Al contrario: ¡Todo ser humano, dota
do de razón y de conciencia, está obligado a actuar de for
ma realmente humana y no inhumana, a hacer el bien
y a evitar el mal!
Nuestra Declaración pretende explicitar el concreto sig
nificado de esto. Pretendemos traer a la memoria, con vis
tas a un nuevo orden mundial, ciertas normas éticas
inamovible^, absolutas. Unas normas que lejos de ser
cadenas y grilletes para los seres humanos les sirvan de
ayudas y apoyos en su camino hacia el reencuentro con
una directriz vital, con unos valores vitales, con una acti
tud vital y un sentido vital, y su correspondiente puesta
en práctica.
Para conducirse de forma verdaderamente humana vale
ante todo aquella regla de oro que, en el transcurso de
milenios, se ha ido acreditando en muchas tradiciones
éticas y religiosas: No hagas a los demás lo que no quie
ras para ti. Un principio que tiene un planteamiento posi
tivo: Haz a los demás lo que quieras que te hagan a ti.
Ésta debería ser norma incondicionada, absoluta, en todas
las esferas de la vida, en la familia y en las comunidades,
para las razas, naciones y religiones.
Los egoísmos de todo tipo, sean individuales o colecti
vos, aparezcan en forma de ideología de clase, de racismo,
de nacionalismo o de sexismo, son reprobables. Nosotros
los condenamos porque le impiden al ser humano ser ver
daderamente humano. Autodeterminación y autorreali-
zación sólo son plenamente legítimas cuando no apare
cen desligadas de la responsabilidad individual frente a
uno mismo y frente al mundo, cuando se vinculan a la
responsabilidad para con el prójimo y con el planeta Tierra.
Esta regla de oro incluye una serie de normas muy con
cretas a las que debemos atenernos. De ella dimanan cua
tro antiquísimos principios que podemos encontrar en la
mayoría de las religiones del mundo.
- 193 -
III. Cuatro orientaciones inalterables
- 195-
b) Ciertamente, allá donde haya humanos habrá siem
pre conflictos. Pero, como principio, tales conflictos debe
rían solventarse sin recurso a la violencia sino en el mar
co de un ordenamiento jurídico. Esto vale tanto para los
individuos como para los Estados. A los dirigentes políti
cos se les exige más que a ningún otro que se atengan
al orden jurídico y se empeñen en lograr soluciones pací
ficas, en lo posible no violentas, en el marco de un orde
namiento de paz internacional, que a su vez precisa ser
salvaguardado y defendido frente a los violentos. La carre
ra de armamentos es un camino equivocado; el desarme,
un imperativo del momento presente. Que nadie se enga
ñe: ¡No es posible la supervivencia de la humanidad sin
una paz mundial!
c) Por eso los jóvenes deberían aprender ya en la fami
lia y en la escuela que la fuerza nunca puede ser medio
de confrontación con los demás. Sólo así puede estable
cerse una cultura de la no-violencia.
d) La persona humana es inmensamente valiosa y abso
lutamente merecedora de protección. Pero la vida de los
animales y de las plantas, que junto con nosotros habi
tan este planeta, también merece salvaguardia, conser
vación y cuidado. La explotación desenfrenada de los ele
mentos básicos naturales, la destrucción despiadada de
la biosfera y la militarización del cosmos son un crimen.
Como humanos -con la vista puesta en las generacio
nes venideras- tenemos una responsabilidad especial para
con el planeta Tierra y el cosmos, el aire, el agua y el sue
lo. En este mundo todos estamos implicados recíproca
mente y dependemos los unos de otros. Cada uno de nos
otros depende del bien de la colectividad. Por eso no tiene
sentido proclamar la soberanía humana sobre la natura
leza y el cosmos, sino que por el contrario deberíamos
entregarnos a fomentar la comunidad humana con la
naturaleza y el cosmos.
e) Ser verdaderamente humano, según el espíritu de
- 196 -
nuestras grandes tradiciones religiosas y éticas, significa
ser afable y abierto a la cooperación, en la vida privada
y en la pública, no ser jamás desconsiderado y brutal.
Cada pueblo, cada raza y cada religión debe tributarle a
las demás tolerancia y respeto, e incluso estima y consi
deración. Las minorías, sean de tipo racial, étnico o reli
gioso, necesitan nuestra protección y estímulo.
• -
197-
a) En este contexto, las tradiciones religiosas y éticas
más antiguas e importantes de la Humanidad nos han
transmitido un mandamiento: ¡No robarás! Dicho en un
sentido positivo: Obra con justicia y sin doblez. Saquemos,
pues, las consecuencias de este antiquísimo precepto.
Ningún ser humano puede atribuirse un derecho a robar
a nadie, sea cual fuere la manera de hacerlo, ni puede aten
tar contra la propiedad ajena ni contra la propiedad común.
Nadie puede tampoco, dándole la vuelta al precepto, hacer
un uso arbitrario de sus propios bienes sin tener en cuen
ta las necesidades de la colectividad y de la Tierra.
b) Allí donde reina una pobreza extrema cunde pron
to el desamparo y la desesperación y se multiplican los
robos por una simple razón de supervivencia. Donde se
acumulan de forma incontrolada poder y riqueza sur
gen muy pronto entre los desfavorecidos y marginados
sentimientos de envidia, actitudes resentidas, un odio
mortal e incluso tendencias a la rebelión. Todo ello con
duce a un círculo infernal de violencia y contraviolen
cia. Que nadie se engañe: ¡No es posible la paz mundial
sin una justicia mundial!
c) Por eso los jóvenes deben aprender ya, en la familia
y en la escuela, que la propiedad, por exigua que sea, tie
ne sus obligaciones. Su uso debe contribuir también al
bien común. Sólo así puede construirse un orden eco
nómico justo.
d) Un cambio decisivo de una situación que afecta a los
más pobres del planeta, cuyo número asciende a mil millo
nes de personas e incluye una mayoría de mujeres y niños,
requiere que las estructuras de la economía mundial se
configuren de una forma más justa. No bastan la bene
ficencia individual y los proyectos de ayuda aislados, por
muy imprescindibles que resulten. Para que se alcance
un equilibrio justo se precisa la participación de todos los
Estados y la autoridad de las organizaciones internacio
nales.
- 198 -
La crisis de la deuda, así como la pobreza del Segundo
Mundo, ahora en proceso de disolución, y sobre todo la
del Tercer Mundo, deben ser reconducidas y recibir una
solución satisfactoria para todas las partes. Ciertamente
los conflictos de intereses continuarán siendo inevitables
también en el futuro. Pero al margen de ello los países
desarrollados deberían distinguir entre consumo nece
sario y con^jmo desenfrenado, entre un uso social y un
uso insolidario de los propios bienes, entre el aprovecha
miento justificado y el consumo injustificado de los recur
sos naturales, entre una economía de mercado puramente
capitalista y una economía de mercado con carácter social
y ecológico. Pero también los países en vías de desarrollo
necesitan un examen de conciencia nacional.
Quede claro a todos que, mientras haya dominadores
que opriman a los dominados, instituciones que aplasten
a las personas y un poder que sofoque el derecho, no habrá
más remedio que recomendar una actitud de resistencia
que, dentro de lo posible, se ejerza sin violencia.
e) Ser verdaderamente humano, según el espíritu de
nuestras grandes tradiciones éticas y religiosas, significa
que:
• En lugar del recurso a la fuerza económica y política
en una lucha despiadada para conquistar el poder, debe
emplearse esta misma fuerza en servicio de las personas.
Esta proyección debe estar animada por un espíritu de
compasión para con los que sufren y una solicitud espe
cial hacia los pobres, minusválidos, ancianos, refugiados,
abandonados.
• En lugar de una concepción pura del poder y de una
política de dominación brutal, deben imperar el respeto
mutuo, un razonable equilibrio de intereses y una volun
tad abierta a la mediación y a la consideración recíproca.
• En lugar de un insaciable afán de dinero, prestigio
y consumo, hay que redescubrir el sentido de la medi
da y de la moderación, porque el ambicioso pierde su
- 199-
«alma», su libertad, su sosiego, su paz interior y, con ello
precisamente, lo que le constituye en persona.
-200
gún Estado y ninguna iglesia o comunidad religiosa tie
ne derecho a decir falsedad a los demás.
b) Esto es especialmente válido:
• Para los medios de comunicación, a los que con toda
razón se garantiza la libertad de información para la bús
queda de la verdad, por lo que en toda sociedad les co
rresponde la función de vigilantes. Pero esto no quiere
decir que estén-por encima de la moral, sino obligados a
defender con objetividad y trasparencia la dignidad de
la persona, los derechos humanos y los valores funda
mentales. No tienen en absoluto derecho a vulnerar la
esfera privada del individuo, ni a desfigurar la realidad,
ni a manipular la opinión publica.
• Para el arte, la literatura y la ciencia, que con toda
razón tienen garantizada la libertad artística y académi
ca. Pero ninguna de ellas está desvinculada de las nor
mas éticas universales, y debe servir a la verdad.
• Para los políticos y sus partidos. Cuando los políticos
mienten abiertamente a su pueblo, cuando son culpables
de la manipulación de la verdad, de la corrupción o de
una desmedida política de abuso del poder tanto en el
interior como en el exterior, pierden su credibilidad y no
merecen más que perder sus cargos y sus electores. Por
el contrario, la opinión pública debería apoyar a aquellos
políticos que tienen el valor de decir la verdad al pueblo
en todo momento.
• Y, finalmente, para los representantes de las reli
giones. Cuando éstos avivan los prejuicios, el odio y la
hostilidad frente a quienes profesan otro credo, cuando
predican el fanatismo o inician y legitiman guerras de reli
gión, no merecen otra cosa que la condena de todos y el
abandono de sus partidarios. Que nadie se engañe: ¡No
es posible una justicia mundial sin veracidad y huma
nidad!
c) Por eso los jóvenes deben aprender, ya en la familia
y en la escuela, a ejercitar la veracidad en su pensar, en
t - 201 -
su hablar, en su obrar. Todo hombre tiene derecho a la
verdad y a la veracidad. Tiene derecho a toda información
e instrucción necesarias para poder tomar las decisiones
fundamentales de su vida.
Está claro que el hombre, dado el caudal de informa
ción que cada día nos inunda, apenas puede distinguir lo
importante de lo accesorio si carece de una orientación
ética fundamental. Cuando se tergiversan los hechos,
se encubren los intereses, se especula con las apetencias
y se absolutizan las opiniones, las normas éticas consti
tuyen una gran ayuda para el discernimiento.
d) Ser verdaderamente humano de acuerdo con el espí
ritu de nuestras grandes tradiciones religiosas y éticas
significa:
• Hacer valer la verdad, en lugar de confundir liber
tad con capricho y pluralismo con arbitrariedad.
• Fomentar el espíritu de veracidad en las relaciones
interpersonales de cada día en lugar de vivir en la insin
ceridad, la simulación y la acomodación oportunista.
• Buscar incesantemente la verdad, animados por una
incorruptible voluntad de sinceridad, en lugar de difun
dir medias verdades ideológicas y partidistas.
• Servir a la verdad, una vez conocida, con confianza y
firmeza en lugar de rendir tributo al oportunismo.
- 202-
tución impuesta. Las diferencias sociales que persisten
en nuestra Tierra conducen con gran frecuencia a que
muchas mujeres, e incluso niños, especialmente de los
países poco desarrollados, se vean obligados a ejercer la
prostitución como medio de supervivencia.
a) En este contexto, las tradiciones religiosas y éticas
más antiguas e importantes de la Humanidad nos han
transmitidaun mandamiento: ¡No te prostituirás ni pros
tituirás a otro! Dicho en sentido positivo: ¡Respetaos y
amaos los unos a los otros! Saquemos, pues, las conse
cuencias de este antiquísimo precepto: Ningún humano
tiene derecho a degradar a otro hasta convertirlo en puro
objeto de su sexualidad, ni a someterlo o mantenerlo en
una forzada dependencia sexual.
b) Condenamos la explotación sexual y la discrimina
ción de los sexos como una de las más indignas formas de
degradación humana. Dondequiera que se proclame el pre
dominio de un sexo sobre el otro -especialmente si se hace
en nombre de una convicción religiosa- y se tolere la explo
tación sexual; dondequiera que se fomente la prostitución
o abusos de los niños, debe surgir una actitud de resis
tencia. Que nadie se engañe: ¡No es posible una verdade
ra humanidad sin una convivencia en camaradería!
c) Por eso los jóvenes deben aprender ya, en la familia
y en la escuela, que la sexualidad no es en sí una fuerza
negativa destructora o explotadora, sino creativa y mol
deadora. Tiene la función de generar una comunidad que
dice sí a la vida y que sólo podrá desarrollarse adecua
damente cuando también contempla con responsabilidad
la felicidad del compañero o compañera.
d) La relación hombre-mujer no debe regirse por cáno
nes de tutela o explotación, sino por el amor, el compa
ñerismo y la confianza. La plenitud humana no se iden
tifica con el placer sexual. La sexualidad ha de ser
expresión y ratificación de una relación de amor vivida en
compañerismo.
t - 203 -
Por otro lado, algunas tradiciones religiosas conocen
también el ideal de la renuncia voluntaria al desarrollo
de la sexualidad. También esta renuncia voluntaria
puede ser expresión de identidad y de plenitud.
e) El matrimonio, en tanto que institución social, se
caracteriza, más allá de todas las diferencias culturales
y religiosas, por el amor, la fidelidad y la estabilidad. Su
función es y debe ser la de garantizar a hombres, muje
res y niños seguridad y mutua ayuda, asi como la salva
guardia de sus derechos. En todos los países y culturas
hay que tratar de establecer unas relaciones económi
cas y sociales que hagan posible a los matrimonios y a las
familias, sobre todo a las personas mayores, llevar una
existencia digna. Los niños tienen derecho a la educación.
Ni los padres deben explotar a los hijos, ni los hijos a
los padres; su relación debe estar impregnada de mutuo
respeto, de reconocimiento y atenciones.
f) Ser verdaderamente humano de acuerdo con el espí
ritu de nuestras grandes tradiciones éticas y religiosas
significa que:
• en lugar de la dominación patriarcal o degradación,
que son manifestaciones de violencia y a menudo provo
can la violencia como respuesta, deben reinar un respeto
mutuo, comprensión, compañerismo;
• en lugar del afán posesivo o del abuso sexual de cual
quier tipo, debe haber una mutua consideración, tole
rancia, apertura a la reconciliación, amor.
Sólo se puede poner en práctica en el ámbito de nacio
nes y religiones lo que ya se vive en el plano de las rela
ciones personales y familiares.
-204-
IV. Cambio de mentalidad
i - 205 -
3. Queremos animar a las distintas comunidades reli
giosas a que formulen su ética más específica: aquello
que cada una, partiendo de su tradición en la fe, tiene que
decir, por ejemplo, sobre el sentido de la vida y de la muer
te, manera de afrontar el problema del dolor, perdón de
las culpas, la entrega desinteresada y la necesidad de la
renuncia, la compasión y la alegría. Con ello se profun
dizará, explicitará y concretará el ethos mundial, que ya
se va haciendo perceptible.
-206-
¿Por qué una ética mundial?
En tiempos de globalización, que nos llevan a enlazar di
ferentes espacios culturales con vertiginosa facilidad, urge
más que nunca un nuevo paradigma de relaciones interper
sonales e ¡nterculturales. En su incansable labor en pro de un
diálogo mediador entre las diferentes religiones y culturas
del mundo, el teólogo Hans Küng ha desarrollado el proyec-
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ISBN: 84-254-2277-9
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