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Análisis de otras variables macroambientales (Johhny)

1. Realice una caracterización y análisis del mercado del proyecto, teniendo en


cuenta la respuesta a las siguientes preguntas:

¿Cuáles son las condiciones y tendencias de la sociedad?

Recientemente, el DANE reveló que el PIB - real de Colombia se expandió al 1,8%


durante todo el año 2017 (vs. 2% de un año atrás), valor que pronosticaba ANIF y
el grueso del mercado, aunque ello fue consecuencia de la revisión al alza de la
dinámica de valor agregado en los primeros trimestres de 2017 (ver Informe
Semanal No. 1401 de marzo de 2018). Sectorialmente, dicha expansión se explicó
por el buen desempeño del sector agropecuario (4,9% anual vs. 1,6% en 2016);
los establecimientos financieros (3,8% vs. 4,4%); y los servicios sociales (3,4% vs.
2%). En cambio, resultaron muy preocupantes las contracciones en: i) la
construcción (-0,7% anual vs. +4,5 en 2016), lejos de las expansiones que uno
hubiera esperado tras los reiterados anuncios de las obras 4G; ii) la industria (-1%
vs. +3,4, pese al crecimiento del +4,9% en la refinación de petróleo), evidenciando
la falta de competitividad del sector; y iii) la minería (-3,6% vs. -7%), a pesar de la
recuperación del precio internacional del petróleo y del carbón.

En efecto, durante 2017, el sector minero energético registró una contracción del -
3,6% real anual, completando contracciones en tres de los últimos cuatro años. De
esta forma, luego del auge de 2010-2014 cuando el sector crecía al +6,8% en
promedio anual, se pasó a contracciones promedio del -3,5% en 2015-2017. Esto
fue consecuencia, principalmente, de la marcada reversión de los precios del
petróleo de niveles promedio de US$102/barril en 2010-2014 hacia US$44/barril
en 2016 y US$54/barril en 2017, lo que ahondó algunos problemas estructurales
que ya acarreaba el sector y cambió las perspectivas de rentabilidad y producción-
exploración de los proyectos minero-energéticos en el país.

El mal desempeño del sector minero energético en 2017 respondió a la


contracción de sus cuatro principales subsectores. Por ejemplo, el subsector de
carbón (con una participación del 22% del total del sector) pasó de crecer al 9,9%
real en 2016 a contraerse al -0,4% real en 2017 (ver gráfico adjunto).

Esto obedeció a la caída del -1,2% anual en los niveles de producción, alcanzando
89,4 millones de toneladas en 2017 (vs. 90,5 millones de toneladas en 2016) que
no alcanzó a ser compensada por la recuperación del precio hacia niveles de
US$76/tonelada gracias a un incremento en la demanda de China, luego de varios
años de descensos pronunciados.

En la misma línea, la extracción de minerales no metálicos (participación del 6%)


exhibió una contracción del -1,9% anual en 2017, luego de haber crecido al +2,9%
un año atrás. En este caso, la caída en la producción de esmeraldas (-10%) no
logró ser compensada por el crecimiento de la producción de minerales para la
industria (+15%) y la construcción (+5%), que tienen una participación menor en
este subsector.

El comportamiento del subsector de petróleo, gas natural y derivados (cuya


participación dentro del sector minero-energético es del 67%) tampoco fue bueno
en 2017, aunque se contrajo menos que el año anterior. En efecto, este subsector
cayó al -3,9% anual en 2017 (vs. -13,3% un año atrás). Ello respondió a: i) la caída
de -3,6% en la producción petrolera en 2017 (854.000 bpd vs. 886.000 bpd en
2016) después de haber caído -12% en el período anterior; y ii) la fuerte reducción
del -13% en la producción de gas natural, llegando a 908 millones de pies cúbicos
diarios. El aumento en los precios del crudo hacia niveles promedio de
US$54/barril (vs. US$44/barril en 2016) no alcanzó a compensar, puesto que,
según datos de la Asociación Colombiana de petróleo (ACP), las empresas del
subsector se enfocaron en el cumplimiento de obligaciones contractuales y en
mitigar la declinación de la producción.

Por último, el subsector de minerales metálicos (participación del 5%) registró un


muy mal comportamiento, contrayéndose a tasas del -16% real anual en 2017 (vs.
+6,3% en 2016). Allí el desfavorable desempeño en la producción de oro (con una
caída en la producción del -34% anual) opacó el aumento en la producción de
plata-platino (+10%) y níquel (+9,5%).

Para el año 2018 (como un todo), ANIF proyecta que el PIB-real del sector minero-
energético volverá al plano positivo al registrar un crecimiento del 1,5% anual, muy
superior al -3,6% observado en 2017. Esto obedecería principalmente a un mejor
desempeño de los subsectores de carbón (gracias a una elevación del +27% en el
precio promedio internacional) y de petróleo y gas natural (que es el que tiene
mayor ponderación dentro del sector). En este último caso, el mejor desempeño
sería consecuencia de: i) una caída del -8% en los costos de operación de las
empresas del sector petrolero, según la ACP, elevando su rentabilidad; ii) una
mayor inversión en la exploración y producción de hidrocarburos, la cual pasaría
de unos US$3.400 millones en 2017 a US$4.500 millones en 2018, lo que podría
tener algunos efectos positivos desde 2018; y iii) la recuperación del precio
promedio del petróleo hacia US$65/barril en 2018 (+20% anual), gracias al recorte
de producción de la OPEP (y de algunos países no miembros, como Rusia) que se
mantendría hasta finales de este año.

¿Cuáles son las condiciones y tendencias de la economía en general?

Sin duda la economía mundial se viene desacelerando, sobre todo la economía de


los Estados Unidos desde mediados del año pasado e incluso con la crisis
financiera que se consolida este año, y ahora en los últimos meses la economía
europea y japonesa también comienzan a perder impulso.

Es muy difícil generar empleo productivo en Colombia y que las tasas de


informalidad laboral son muy altas. "La tasa de desempleo es de las más altas de
América Latina y creo que vale la pena hacer un diagnóstico de qué está
ocurriendo.

¿Cuál es, entonces, la raíz del problema?

La causa más importante tiene que ver con costos muy altos, la tendencia del
gobierno a financiar programas sociales con impuestos al trabajo, los mismos
programas sociales del gobierno que hoy están incentivando la informalidad
laboral y la conducción de la política económica asimétrica, en el sentido de que
se han brindado muchos auxilios y favores tributarios a la inversión, a la
acumulación de capital, pero no a la generación de empleo. El gobierno pone
todos los huevos en la canasta de la inversión y deja desatendido el empleo, por
tanto las empresas han venido invirtiendo con mucha celeridad pero no han
generado empleo.

¿Falta compromiso por parte del empresariado?

Uno puede decir eso, pero es una posición que desde un punto de vista
económico encierra algo de demagogia. Creo que la generación de empleo para
que sea sostenible y alcance las dimensiones que uno quiere tiene que ser un
buen negocio para los empresarios. Si seguimos considerando la generación de
empleo como una decisión altruista o como parte de la responsabilidad social
empresarial algo lograremos, pero en el fondo lo que uno debe tener es una
política económica que incentive, que haga rentable la generación de empleo.

Y uno de los fenómenos que más refleja el problema es el desempleo,


porque golpea a la población.
La paradoja que estamos señalando es la siguiente: de pronto la economía
colombiana va a seguir creciendo a tasas no muy distintas a las de siempre, 4%,
2% en términos per cápita, pero si ese crecimiento no es capaz de reducir el
desempleo por este tipo de distorsiones que se han venido generando en el
mercado laboral estamos ante una situación muy complicada; estamos diciendo
que la tasa a la que aparentemente vamos a crecer en promedio en los próximos
diez años no es suficiente para reducir el desempleo.

¿Cómo resolver la disyuntiva entre una alta inflación y el empleo. Es posible


mantener a raya la inflación y generar empleo?

Los economistas siempre plantearon una relación inversa entre inflación y


desempleo, en el sentido de que si la inflación aumenta unos pocos puntos eso
podría reducir el desempleo; la coyuntura de los últimos meses no muestra eso,
sino lo que algunos economistas llaman estanflación, porque tenemos crecimiento
simultáneo de la inflación y del desempleo, por una razón sencilla y es que la
inflación hoy en día tiene causas externas también, como el crecimiento del precio
de los combustibles y de los alimentos, fenómenos internacionales que desbordan
lo que se pueda hacer en Colombia. El Banco de la República ha venido diciendo
que si nosotros dejamos que estas presiones inflacionarias prosperen puede
traducirse en mayores expectativas de inflación y nos podemos montar en niveles
inflacionarios muy altos, y lo que tenemos es que tratar de subir las tasas de
interés no para reducir la inflación del presente, sino para prevenir un brote
inflacionario en el futuro y eso a su vez está afectando el desempleo. Entonces, la
disyuntiva no es entre inflación y desempleo presente, sino entre prevenir la
inflación futura y el mayor desempleo presente.

¿Cuáles son las condiciones y regulaciones dentro del ambiente político


gubernamental?

Sector energético en Colombia


Entidades que conforman el sector energético

El sector energético colombiano está conformado por distintas entidades y


empresas que cumplen diversas funciones en los mercados de generación,
transmisión, comercialización y distribución de energía. A continuación
presentamos algunos términos que pueden facilitar el conocimiento del sector
y algunas de las entidades que lo conforman.

Separación de actividades y mercados

El marco regulatorio del sector eléctrico clasifica las actividades que desarrollan
los agentes para la prestación del servicio de electricidad en: generación,
transmisión, distribución y comercialización de energía eléctrica.
Teniendo en cuenta las características de cada una de las actividades o negocios,
se estableció como lineamiento general para el desarrollo del marco regulatorio, la
creación e implementación de reglas que permitieran y propendieran por la libre
competencia en los negocios de generación y comercialización de electricidad, en
tanto que la directriz para los negocios de transmisión y distribución se orientó al
tratamiento de dichas actividades como monopolios, buscando en todo caso
condiciones de competencia donde esta fuera posible.

Algunas entidades que conforman el sector energético

 Ministerio de Minas y Energía (MME)


 Unidad de Planeación Minero Energética (UPME)
 Comisión de Regulación de Energía y Gas (CREG)
 Superintendencia de Servicios Públicos Domiciliarios (SSPD)
 Administrador del Sistema de Intercambios Comerciales (ASIC)
 Liquidador y Administrador de Cuentas (LAC)
 Centro Nacional de Despacho (CND)
Consejo Nacional de Operación (CNO)

Regulación
La expedición de las leyes 142 y 143 de 1994, permitieron la conformación de un
nuevo esquema para el sector eléctrico nacional. Dentro de los aspectos más
importantes de estas dos leyes tenemos: se permitió la participación del sector
privado en la prestación de los servicios públicos, la división de la cadena de
producción en segmentos (generación, transmisión, distribución y
comercialización) y se diseñó un sistema de regulación con la creación de la
Comisión de Regulación de Energía y Gas (CREG), además identificó
mecanismos para la defensa de la calidad y confiabilidad del servicio a través de
la Superintendencia de Servicios Públicos Domiciliarios (SSPD).

La Normativa Minera en Colombia


Desde el gobierno nacional está regulada por el ministerio de minas y energía, el
ANLA AUTORIDAD NACIONAL DE LICENCIAS AMBIENTALES, INGEOMINAS,
AGENCIA NACIONAL DE MINERIA (ANM), El Departamento Nacional de
Planeación (DNP).

El Código Minero
 El Decreto 2655 de 1988

 La ley 685 de 2001


 La Ley 1382 de 2010

¿Cuáles son las condiciones y tendencias del ambiente internacional?

La paradoja que vive el sector minero en Colombia

En 2017 las exportaciones del sector minero crecieron 35% frente al año anterior y
la inversión revirtió su tendencia. Sin embargo, el impulso se dio por los precios y
persisten dificultades.

El año pasado, la producción de carbón en Colombia bordeó 90 millones de


toneladas. De ellas, casi 83 millones salieron del norte del país, la región de mayor
producción, que además alcanzó una de las mejores cifras de su historia. Para
2018 se espera que la producción nacional alcance un récord de 92 millones de
toneladas y que en el norte llegue a 84.

La situación no fue exclusiva del carbón. Lo mismo pasó con el cobre, la plata, el
níquel y el mineral de hierro. El reflejo de esta recuperación se dio en dos cifras:
por un lado, las exportaciones que crecieron 35% frente a 2016, al superar los
US$12.000 millones, de los cuales cerca de US$7.400 millones fueron de carbón.

Y, por el otro lado, los flujos de inversión extranjera directa, que el año pasado
registraron una recuperación al alcanzar US$1.000 millones, luego de reportar –
US$125 millones en 2016 y unos US$640 millones en 2015.

La explicación de este repunte en las cifras es la estrecha relación que tienen los
productos del sector con los precios de los commodities: según cálculos de la
Asociación Colombiana de Minería (ACM), el año pasado el índice de precios fue
cercano a 10 en 2016 fue apenas superior a 5, pero, como advierte el gremio,
lejos del boom de 2008, cuando llegó a 20.

Pero persisten serias dificultades en el sector minero por cuenta de los fallos
jurídicos, las diferencias con las comunidades y los retos ambientales.

Uno de los principales indicadores está relacionado con los Proyectos de Interés
Estratégico Nacional (Pines) que deben conducir a crecimientos en la producción
de oro de 130%, de 17% adicional en carbón y de 14% más de níquel, entre otras.

En el caso de la inversión, si bien se recuperó el año pasado, no alcanza los


niveles del auge minero entre 2004 y 2014 donde los recursos superaron los
US$2.000 millones anuales. Según SNL Metals, Colombia atrajo apenas 6% de la
inversión en exploración minera en Latinoamérica, mientras México, Perú y Chile
atrajeron 21%, 22% y 23%, respectivamente. De acuerdo con estos índices, la
baja atracción de capitales mineros se debe más a la falta de incentivos y de
certeza jurídica que a la caída de los precios de los commodities.

Diferentes fallos de las cortes han generado preocupación entre las empresas por
la inseguridad jurídica que generan. Un análisis sobre sentencias de 2010 a 2017
de la ACM muestra que en la Corte Constitucional se han proferido 60 sentencias
con impacto sobre el sector minero: 27 de constitucionalidad, en las que 50% se
ha declarado inexequible total o parcialmente la norma; 33 tutelas seleccionadas y
resueltas 90% de ellas en contra.

Muchos de estos fallos han derivado en demandas internacionales contra el


Estado. De las 11 que existen contra Colombia –en curso y en etapa prearbitral–,
siete corresponden a conflictos con mineras.

A las preocupaciones jurídicas y las tributarias, el sector tiene un goverment take


que con los precios de hoy puede ser de entre 60% y 70%, sin incentivos para la
exploración minera, se suman dudas sobre la demanda de minerales. Ya los
países europeos han advertido que en 2030 harán una sustitución del carbón.
Para Ángel, el crecimiento va a estar en Asia -India, China y Pakistán- donde
seguirá siendo una de las fuentes de energía más importantes y tendrá que
pensarse en la transición para competir.

¿Qué hacer?

La estrategia del Gobierno para potenciar el sector pasa por diferentes ejes. Uno
es el relacionamiento con el territorio y dialogar con los actores sobre los temas
que preocupan, “para llevar información cierta y qué significa la llegada de una
empresa minera.
Otro aspecto es la formalización que, además, permita la coexistencia entre
mineros grandes, pequeños y medianos. Los resultados desde 2016 muestran
cerca de 40 contratos de operación que involucran más de 2.500 mineros que
antes estaban en la ilegalidad y 62 subcontratos de formalización, que involucran
unos 2.000 mineros pequeños, entre otros logros. El tercero es seguir avanzando
con la garantía del desarrollo de los Pines.

Y el cuarto punto es trazabilidad y transparencia. “Se creó el registro único de


comercializadores, garantizamos las escalas de producción y hasta dónde se
puede hablar de minería de subsistencia. Vamos a terminar el registro de
transacción minera a través del cual se hace un mecanismo de trazabilidad desde
el origen del mineral hasta el momento de la exportación. La producción de oro
legal creció a cerca de 19 toneladas y veníamos de un promedio de 12”.

¿Cómo tener una buena política minero-energética en el país?

Para atraer mayor inversión es necesario mostrar el potencial en materia de


riqueza del suelo y, agrega, que se ha venido construyendo un mayor
conocimiento en la carta geológica del país. “De 52,2% que se había construido
durante 100 años pasamos a tener 70% del país cubierto con cartografía
geológica y en la determinación de yacimientos mineros”, agrega el funcionario.

Con este conocimiento el reto siguiente es el modelo de asignación de áreas. “No


se puede pretender que la única forma de asignación de áreas sea la de ‘primero
en el tiempo, primero en el derecho’, que termina siendo ineficiente por temas de
especulación pasiva de la gente que adquiere los títulos cumple con las
condiciones mínimas y luego se dedica a pasear con una carpeta para ver quién
los compra. Estamos haciendo un trabajo con el Banco Mundial en el análisis y la
eficiencia del modelo de asignación de áreas y hay que darles supremacía a las
áreas estratégicas mineras si queremos tener un aprovechamiento racional y
adecuado de estos recursos”.

En medio de la campaña presidencial y la polémica por el futuro minero-


energético, hoy el sector sigue cumpliendo un papel protagónico para la economía
del país y será necesario ajustar la política para avanzar en su desarrollo.

Diversificar las exportaciones

La cifra no es despreciable, pues equivale a 25% del presupuesto anual del Sena,
27% de los recursos del Departamento de la Prosperidad Social (DPS), 2,4 veces
mayor que el presupuesto anual de Colciencias y 2,6 veces más grande que el del
Ministerio de Ambiente, tomando como referencia el Presupuesto General de la
Nación para 2019.

Alpina, Natura, Cementos Argos, Postobón, ISA, Bavaria, Telefónica-Movistar,


Corona, Grupo Nutresa y Grupo Éxito lideraron el Índice de Inversión Social
Privada (IISP).

Los sectores de hidrocarburos, financiero y alimentos y bebidas participaron en las


inversiones de $857.000 millones registradas el año pasado, con aportes de 20%,
17% y 17%, respectivamente. La minería puso 12%, el sector energético, 10%;
telecomunicaciones 7% y construcción 5%.
La inversión social privada corresponde a aquella que destinan las empresas en
ejercicio de su ciudadanía, más allá del mínimo requerido. Su retorno está en la
sostenibilidad del mercado y en el desarrollo de la sociedad en la que se mueve
cada organización.

De las compañías que hicieron parte del ranking, 82% cuenta con un comité de
reputación o ética en su junta directiva. 96% afirma tener estrategias definidas
para dirigir su contribución a la comunidad y 44% tiene mecanismos para evaluar
el retorno de la inversión social. En 2018 este indicador era de 37%.

Aquí resulta clave el trabajo realizado en territorios afectados por la violencia. De


acuerdo con el índice IISP, de las empresas medidas 39,4% ha hecho inversiones
en municipios del Programa de Desarrollo con Enfoque Territorial (PDET), y
reportan acciones en 117 de los mismos.

El sector minero-energético es el que más desarrolla actividades en este tipo de


territorios, y también el que mayores acciones implementa en los mismos. Lo
siguen el sector de alimentos y bebidas y el financiero.
Estas son las 10 tendencias que transformarán la industria minería este año

El ingreso de la Cuarta Revolución Industrial evidencia una serie de tendencias


que prevén transformar el sector minero no solo en materia tecnológica, sino
también en temas de sostenibilidad y responsabilidad social. El diálogo con las
comunidades, el aprovechamiento de los recursos y la mayor inclusión
empresarial hacen parte de un paquete de 10 medidas que, según el más reciente
informe de Deloitte, prevén cambiar la industria minera en 2019.

Panorama energético de Colombia

La energía eléctrica ha sido fundamental para las regiones a nivel global, llevando
desarrollo, crecimiento y una mejora en la calidad de vida de sus
habitantes. Según el último dato del Índice de Cobertura de Energía Eléctrica
(ICEE) reportado en 2015, el 96,9% de la población cuenta con energía eléctrica
en sus hogares. La cadena de energía eléctrica está compuesta por cuatro
actividades: generación, transmisión, distribución y comercialización, las cuales
permiten integrar el Sistema Interconectado Nacional (SIN), mediante el cual la
energía es transportada desde el lugar en que es generada, hasta el consumidor
final. Las áreas que no tienen acceso al SIN son denominadas las Zonas No
Interconectadas (ZNI) y en estas habita cerca del 3,04% de la población de
Colombia (Unidad de Planeación Minero Energética -UPME- 2015). Allí el
consumo de energía se abastece mediante plantas diésel, pequeñas centrales
hidroeléctricas y, más recientemente, paneles solares. Adicional al Sistema
Interconectado local, Colombia tiene conexiones con Venezuela y Ecuador, lo que
permite hacer intercambios de energía según la situación de cada mercado,
incluidos los eventos hidrológicos y la disponibilidad de recursos hídricos, los
cuales son determinantes en las fuentes usadas para el suministro eléctrico.

La energía hidráulica sigue liderando en el país

Colombia se posiciona como uno de los países con mayor riqueza hídrica tanto a
nivel global como en Latinoamérica. Por eso, en la actualidad, la matriz de
generación de energía eléctrica del país está basada en un 70% en el recurso
hídrico, lo que la hace una matriz limpia, compuesta por recursos renovables como
lo es el agua, y menos contaminante que el común de matrices energéticas a nivel
mundial, al no tener una alta dependencia en condiciones normales de recursos
fósiles, los cuales generan mayores emisiones de CO2 a la atmósfera.

El 30% restante lo componen fuentes alternativas, teniendo en cuenta que la


disponibilidad del recurso hídrico depende de los eventos climatológicos como el
Fenómeno de El Niño y el Fenómeno de La Niña. Por eso, Colombia ha definido
unas políticas energéticas que buscan velar de forma permanente por el
abastecimiento de la demanda de energía y que posibilitan la generación
utilizando recursos fósiles como carbón, gas natural, gas licuado de petróleo, entre
otros, que ante eventos de disminución de lluvias ayudan a soportar la menor
generación de las grandes hidroeléctricas.

La infraestructura energética necesita expandirse

El consumo de energía eléctrica anual del país está cerca de alcanzar los 70.000
GWh/año y para los próximos 11 años, según las proyecciones realizadas por la
UPME, se espera un incremento promedio del 2% anual, teniendo en cuenta las
expectativas de dinámica del sector industrial, la electrificación de la economía y
un incremento en el número de vehículos eléctricos, que para 2030 se estima
sean 400.000 en circulación en las vías colombianas.
Soluciones energéticas para Colombia

Subasta

Para suplir las necesidades energéticas que podrían materializarse en los


próximos años, la UPME convocó a una subasta de expansión de asignación de
Obligaciones de Energía Firme (OEF), que busca garantizar el abastecimiento de
energía en el mediano plazo e incentivar la construcción de nuevos proyectos que
puedan aportar energía firme y, por ende, confiabilidad al sistema a partir de 2022.
Energías renovables

Otra de las medidas adoptadas por el gobierno es la de incentivar y dar más


impulso al desarrollo de proyectos de generación de energía eléctrica mediante
fuentes renovables no convencionales (FRNC), con el fin de migrar hacia una
matriz energética cada vez más limpia, diversificada, competitiva y resiliente a la
variabilidad climática del país.

La energía limpia, el futuro que ya comenzó en Colombia

En total, son 392 proyectos de energía solar los que aparecen registrados ante la
UPME entre las tres fases y que suman 5.339 MW, 19 proyectos de energía eólica
que generarían 2.747 MW y 14 proyectos de biomasa para generar 59 MW. Cifras
que muestran un panorama alentador frente a la coyuntura que se está viviendo
en el sector eléctrico en Colombia.

Industria del Petróleo y Gas: Las tendencias para 2019


El mencionado cambio de tendencia, refrendado en un estudio reciente efectuado
por el Banco Mundial donde se proyectan los precios de los
principales commodities hacia el 2030, ha sido el resultado del impacto de varios
factores, entre lo que pueden destacarse: i) el continuo recorte en la producción de
crudo que la Organización de los Países Exportadores de Petróleo (OPEP) y sus
socios llevan adelante desde 2016 para colocar el precio del crudo en una
tendencia alcista, y ii) el aumento constante que experimenta la producción de gas
y petróleo en los EE.UU. que, al contrario del anterior, amortigua los aumentos y
genera presiones a la baja de los precios. Asimismo, por la relevancia que han
cobrado recientemente en lo referido a la generación de expectativas futuras para
el mercado energético, a estos elementos podrían sumarse otros dos: iii) la guerra
comercial que sostienen EE.UU. y China en materia arancelaria, y iv) la crisis
económica, política y social de Venezuela, que inyecta un nivel significativo de
incertidumbre en materia productiva en respuesta a la delicada situación interna
que atraviesa y las recientes trabas impuestas por EE.UU y otros países a su
oferta de crudo.

Es importante destacar que al recorte en la producción llevado adelante por los


miembros de la OPEP (entre los que se destacan Arabia Saudita, Argelia,
Emiratos Árabes Unidos, Irán, Irak, Kuwait, Libia, Nigeria, Ecuador y Venezuela)
se ha sumado el impulsado por otros países petroleros como Rusia. En términos
generales, este frente de países, que representa alrededor del 50% de la oferta
global de crudo, desde enero de 2017 había decidido reducir su producción en un
estimado de 1,8 millones de barriles diarios con el claro objetivo de apuntalar el
precio de este recurso y recuperar las inversiones inducidas años atrás por el ciclo
más extenso de incrementos que experimentaron los precios de
los commodities energéticos. Este escenario, que durante 2018 había virado hacia
un incremento en la producción diaria en respuesta a la recuperación que venía
observándose en el precio del crudo, se ha invertido nuevamente ya que los
países de la OPEP y sus socios confirmaron recientemente que el programa de
recortes continuará durante 2019, como réplica al nuevo descenso registrado a
partir de noviembre de 2018 en el precio medio del petróleo, decisión que podría
implicar una merma estimada de 1,2 a 1,5 millones de barriles diarios a partir de
enero de 2019. Como secuela del exceso de demanda resultante, entre 2017 y
2018 el precio promedio del barril de crudo pasó de un valor cercano a los US$ 46
(junio de 2017) a otro de US$ 76 (en octubre de 2018); pero sufriendo una caída
en noviembre de 2018 que terminó situando al barril en alrededor de los US$ 62,
situación que puso de relieve nuevamente las preocupaciones de la OPEP y
reactivó el programa de recortes para 2019. En igual período (junio de 2017 -
octubre de 2018), en tanto, las variedades WTI y Brent pasaron de US$/bbl 45 y
US$/bbl 47 a superar los US$/bbl 70 y US$/bbl 80 respectivamente, siendo el
Brent el más impactado por los recortes efectuados en la producción y en la
exportación de crudo.
Asimismo, EE.UU. continúa su camino hacia el autoabastecimiento total en
materia de hidrocarburos como resultado del boom que desde el año 2005 han
tenido la extracción y producción de no convencionales, elemento que los
analistas habían posicionado durante 2018 como un claro obstáculo al propósito
de la OPEP, pero sin dejar de argumentar que esto dependía del consumo interno
efectivo de la economía americana y el impacto que ello tuviera en los mercados
internacionales. Desde el año 2015 los hidrocarburos no convencionales como
el shale y el tight contribuyen con más del 50% de la oferta total de crudo y con
alrededor del 60% de la de gas de este país, lo que coloca a EE.UU como un
jugador clave tanto en la determinación de la oferta internacional de hidrocarburos
como en lo referido a la conformación del precio final de equilibrio (principalmente
en lo que concierne al gas natural). Las estadísticas del Centro de Comercio
Internacional (ITC, por sus siglas en inglés), con base en información de Naciones
Unidas (UN COMTRADE), muestran que durante 2018 EE.UU. no solo alcanzó el
primer lugar en el ranking mundial de productores de crudo3 sino que tal evento
fue acompañado por un cambio paradigmático en el balance y uno de los
determinantes que explicarían el pronóstico realizado al precio del crudo, que lo
ubican en un promedio de US$/bbl 70 hacia 2030 (ver sección I).

Como se detalló en informes anteriores (KPMG, 2016 y 2018)5, la evolución del


precio de los hidrocarburos en la última década estuvo signada, en su fase alcista,
por el super-ciclo de incrementos en los precios de los
principales commodities agrícolas y energéticos y cuyo determinante principal fue
el crecimiento de los países del BRICS (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica, y la
presión que hacían sobre la demanda internacional de insumos y factores
productivos). A este proceso, que puede ubicarse entre los años 2003 y 2014, le
siguió un período de declive producto de la morigeración en las cifras de
crecimiento de las mismas economías (principalmente, China) y del excedente
resultante en la oferta de commodities (principalmente energéticos como el
petróleo y otros minerales), situación que pudo ser revertida el último año con el
recorte productivo del frente OPEP, en un escenario en el que, no obstante, la
producción de hidrocarburos no convencionales podría haber contrarrestado ese
efecto. En este nuevo contexto, en el que las decisiones tomadas por los
principales productores y exportadores de hidrocarburos construirán el camino que
de aquí en más sigan los precios, la Argentina, que suele atar su crecimiento a los
precios externos de las materias primas (ya que éstas representan una porción
importante tanto de su PBI como de sus exportaciones), ha aplicado una batería
de medidas que ha buscado con éxito contrarrestar la volatilidad de los precios y
sus efectos internos (precios locales subsidiados, re-estructuración del modelo
tarifario para el consumo de gas y electricidad residencial e industrial, acuerdos
para eficientizar la actividad, reducir costos y mejorar la productividad, etc.),
fomentando, al mismo tiempo, la inversión en exploración y extracción de
hidrocarburos, con el objetivo de recuperar la soberanía energética y devolver al
país a su condición de exportador neto de hidrocarburos.
Con este cuadro de situación, una descripción detallada de los temas más
importantes que la industria del P&G enfrentará en 2019 resulta crucial para
entender lo que le depara en el corto plazo.

Evolución reciente de los precios del petróleo y el gas.

En los dos últimos años (ver Figura N° 2), el precio promedio del petróleo
(promedio WTI, Brent y Dubai) marcó un sendero estable que lo llevó de US$/bbl
43 en 2016 y US$/bbl 53 en 2017 a superar los US$/bbl 70 en 2018 (de hecho,
mientras el Brent llegó a rozar los US$/bbl 81 en octubre, el WTI alcanzó los US$
70 el mismo mes). Siguiendo las proyecciones del Banco Mundial hacia 2030 –las
que fueron elaboradas en base a información estadística que llega solo hasta
octubre de 2018–, podría decirse que el precio del crudo estaría hallando su
promedio máximo en alrededor de los US$/bbl 70, ya que la mencionada fuente
estima que el precio de este recurso se mantendrá alrededor de esa cifra en el
mediano a largo plazo, seguramente como resultado de la puja que hoy llevan
adelante los principales productores de crudo y sus efectos sobre los valores que
pueda alcanzar éste durante 2019, teniendo en cuenta el impulso que EE.UU.
sigue dando a la extracción de no convencionales y el impacto que ello podría
tener en el mercado internacional, más aún luego del inédito superávit que esta
economía ha logrado en la cuenta comercial del crudo durante 2018. En tanto, con
el gas natural ocurre algo similar ya que en igual período el precio de este
hidrocarburo, entendido como el promedio del producido en EE.UU. y la Unión
Europea (UE) por millón de BTU (MMBTU), pasó de US$ 3,5 en 2016 a un
aproximado de US$ 5,3 en 2018. Para este producto, el Banco Mundial, a
diferencia de la revisión efectuada en 20176, sostiene que el precio mantendrá
una tendencia alcista que lo podría llevar a los US$/MMBTU 6 en 2030, con cifras
algo más elevadas para el gas natural licuado proveniente de Japón, que se
ubicaría en torno a los US$/MMBTU 10 para ese mismo año.

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