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ANATOLE FRANCE

LA AZUCENA ROJA (ideas, frases)

Estoy acostumbrado a vivir sin goces agudos y sin tristezas profundas.

Ven conmigo para ver las cosas más bellas del mundo, que tu presencia las
embellecerá aun más.

No es posible tener corazón y no amar.

No hay que confiar en nadie ni contar con nadie, ni en las mujeres ni en las
cosas, nada hay seguro, la vida es una continua traición.

Árbitro de las elegancias, del buen gusto y del bien decir.

La vida es un estercolero para quien reflexiona un poco, pues no reflexione


usted.

Puede una sombra llorar a una sombra.

Los que tienen algún mérito y se presentan con sinceridad, nunca son mal
recibidos, nunca aburren.

Me gustan las viejas calles donde se cobija la miseria.

Con motivo y sin motivo de todo se habla, no todo se descubre pero todo se
dice.

Aquellos juveniles años, cuando el ardiente despertar de nuestra imaginación y


las insinuaciones misteriosas de nuestra carne nos entregan a una inquietud,
mezcla de deseos y temores.

Tiene los recursos de una inteligencia vivaz, la fuerza invencible de su carácter


y una singular amalgama de astucia y de probidad.

Yo aspiro a todos los goces de la carne y a todo lo deseable y placentero que


pudiera ofrecer el mundo, gozar de todo cuanto hay apetecible y hermoso.

La brutalidad de su temperamento y la fina percepción de su espíritu.

Pensamientos demasiado libres y su corazón demasiado abierto a las


emociones.

Hombre con semejante riqueza de temperamento, semejante plenitud de


fuerzas activas y creadoras.

La satisfacción de los deseos fastuosos, la alegría de brillar y ostentar, la


grandeza común y fuerte, el orgullo vulgar y la dominación material, a que se
reduce todo el valor de la vida.
Perdóname por tener esa costumbre de agradar a la gente.

Debemos creer en algo, si no hubiera Dios y el alma no fuese inmortal, sería


muy triste nuestra vida. Pobre amigo, no sabemos cómo emplear esta vida tan
corta, y deseas aún otra que no se acabe nunca…

Creen que la silla presidencial se reduce a cuatro pedazos de madera cubiertos


de terciopelo, la silla presidencial es un hombre y ese hombre es el Presidente
en turno. Un trono es un hombre y ese hombre es Napoleón.

Toda idea falsa es peligrosa, se cree que los visionarios no hacen daño, y es un
error, hacen mucho daño.

Las utopías más inofensivas, en apariencia, ejercen una acción perjudicial,


poco a poco nos conducen al desprecio de la realidad.

Me gusta todo lo que tienda siempre al mejoramiento dentro de lo posible.

Buenas o malas, las cosas son lo que deben ser, aún así, varían sin cesar.

En la sociedad como en la naturaleza, las transformaciones se operan por


dentro.

La azucena roja “la parábola de los tres anillos” – Decamerón de Bocaccio.

Los hombres celebres no se parecen a la idea que de ellos concebimos.

Napoleón: nacido para la gloria, la consigue con la sencillez brillante de un


héroe de epopeya. Un héroe debe ser humano, Napoleón no fue humano. Era
violento, ligero, y, por lo mismo, profundamente humano, es decir, semejante a
todo el mundo. Quiso, con fuerza singular, todo lo que la mayoría de los
hombres estiman y desean. Compartió las ilusiones que imponía a los pueblos.
Esta fue su fuerza y su debilidad; esta fue su belleza. Creía en la gloria.
Pensaba acerca de la vida y el mundo casi lo mismo que uno de sus
granaderos. Guardó siempre la gravedad infantil que se goza en los juegos de
sales y tambores, y una especie de inocencia característica de los buenos
militares. Estimaba sinceramente la fuerza. Fue el hombre de los hombres, la
carne de la carne humana. No tuvo pensamiento que no se transformara en
acción, y todas sus acciones fueron gigantescas y comunes. La grandeza
vulgar es la que crea los héroes, y Napoleón fue el héroe perfecto. Su
cerebro no se remontó más de donde alcanzaba su mano. Aquella mano
pequeña y fina que barrió el mundo, ni por un momento se preocupó de lo que
no podía alcanzar. Napoleón tenía el genio necesario para evolucionar con
brillantez en el circo civil y militar del mundo, pero carecía del genio
especulativo, no tenía curiosidad filosófica ni afán por lo incognoscible, ninguna
inquietud acerca del misterio que envuelve el destino. En Santa Elena, cuando
habla de Dios y del alma parece un buen colegial de 14 años. Lanzado al
mundo, siéntese como hechura del mundo, y nada de su alma fue a perderse
en el infinito. Poeta, sólo conoció la poesía en acción. Limitó a la tierra sus
ensueños poderosos de vida.

No tiene las necesidades, los entusiasmos ni los vicios que nos arraigan a la
vida. Es solitario y puro. Siente la soberbia de sus virtudes profundas. Vive
entre míseros ignorantes. Ve sufrimientos en torno suyo. Siente abnegación,
sin ser piadoso. Desconoce la caridad fría que llamamos altruismo. No es
humano, porque no es sensual.

¿Por qué tratas de atormentarme? Tienes a veces sequedades, durezas


verdaderamente dolorosas.

Soy codicioso a mi manera, codiciosos de ilusiones, de afanes, ya sé que todo


ello no vale el sufrimiento que cuesta, pero es el sufrimiento lo estimable,
porque mi sufrimiento soy yo, es mi vida. Gozo con violencia lo que amo y lo
que pensé amar.

La vida es poca cosa y lo que la complace no es mucho.

No es una resolución (de resolución se cambia), es algo más grave: es un


estado de la carne y del pensamiento.

Los bellos movimientos son la música de los ojos.

Tumba prodigiosa donde habitan fantasmas luminosos, el encanto de la muerte


yace allí.

¿Para qué le sirven al lector mis páginas escritas? Se forman con ellas una
serie de conceptos falsos, de contrasentidos y errores. Leer, comprender, es
traducir. Acaso haya hermosas traducciones, pero no las hay exactas. ¿Qué
me importa que admiren mis libros, si lo que admiran es lo que han imaginado
sobre lo que yo puse en ellos? Cada lector sustituye por el suyo nuestro
pensamiento, y sólo servimos para dar pábulo a sus imaginaciones, cada lector
deforma lo que nosotros pensamos.

Las almas son impenetrables para las almas, hágase lo que se haga no hay
manera de comunicarse por entero con los demás, cada uno está sólo dentro
de sí, aislado, queremos explicarnos y nunca nos comprenden.

El cielo de Florencia, ligero y sutil, fecundiza las hermosas ideas de los


hombres.

Vivimos en espera de lo que mañana, rey del país de los prodigios, traerá en su
manto negro o azul, sembrado de estrellas, de flores, de lágrimas.

Tengo el orgullo de servirme yo mismo, es perjudicial consentir que otro realice


servilmente aquello en que podemos emplearnos con hidalga libertad.

La desdicha entra en las casas por la puerta, ese funesto visitador, es


ingeniosa y sutil, se cuela por la ventana, se filtra por las paredes, no se pone
de manifiesto siempre, pero está siempre en acecho. La desdicha es nuestra
mejor señora y aliada, es la que nos enseña el sentido de la vida. Cuando
sufran ustedes sabrá lo que hay que saber, creerán lo que hace falta creer,
harán lo que haya que hacer, serán lo que deben ser, y gozarán la alegría que
niegan los goces, la alegría verdadera, que no se halla en los placeres.

La muerte de los hombres es idéntica en todo a la de las bestias. Alma no es


inmortal.

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