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Las nuevas palabras y el psicoanálisis

La lengua revuelta
Sororidad, “se va a caer”, patriarcado, NiUnaMenos, escraches, heteroflexible. Palabras-frases nuevas o con nuevos
sentidos que desnudan dispositivos naturalizados de reparto del poder.
Por Lila María Feldman

Hoy escribo para pensar en qué formas determinados movimientos y acontecimientos sociales generan, dan lugar a
una transformación y ampliación del lenguaje. Formas en las que el lenguaje permite visibilizar o desnudar dispositivos
inconscientes o naturalizados de reparto y distribución del poder.
Se trata del surgimiento de palabras nuevas, o de palabras viejas que adquieren nuevos significados, y armarán la
trama de constitución de determinadas representaciones sociales y representaciones psíquicas.
Resumen una historia de luchas que se cristalizan en una movilización y ampliación de sentidos.
Se trata de palabras y frases que cobran relevancia, y se afianzan, en tanto constituyen un nuevo sujeto político.
En este sentido, algún tiempo atrás, la palabra “grieta” (en mi opinión, mucho más que ubicar diferencias partidarias o
engendrar un nuevo conflicto) construyó, organizó un nuevo sujeto político, iluminando, dando visibilidad, a un conflicto
ya existente: el de los medios de comunicación y sus tensiones, desnaturalizando el juego de sus propios intereses y
los modos en los que ellos impactan y participan en la vida y la agenda política. También construyó un sujeto -lector de
los medios distinto, tanto menos pasivo e ingenuo. Un ejemplo de hoy: los modos en los que se nomina la violación de
cinco hombres a una piba de 14, y el relato, inadmisible y brutal en algunos casos, que cada medio realiza de ello.
Feminismo mediante, a partir del “Mirá como nos ponemos” las víctimas de abusos y maltratos, ya no son sujetos que
padecen tan silenciosa, culposa y avergonzadamente. Consolidaron la toma de la palabra. El “Mirá como nos ponemos”,
despertó, y lo sigue haciendo, todo un campo de interrogaciones, movilizando la biografía singular de las mujeres, al
tiempo que refuerza la pertenencia al campo colectivo del mundo femenino. “Sororidad” es otra palabra para mencionar.
“Escrache”, con toda su polémica complejidad. El término más amplio del “Lenguaje inclusivo”, la lucha todavía
inconclusa (pero poseedora de una fuertísima solidez en cuanto a su fundamentación, todo un campo extenso de
palabras en contraposición a las paupérrimas e hipócritas fundamentaciones de los mal llamados “provida”, en verdad
defensores del aborto clandestino) por la legalización del aborto, etc.
Sin embargo, no son únicamente las mujeres quieres se reubican y reformulan, también los hombres, y los mismos
vínculos. La adolescencia también se transforma y hoy el armado laborioso de la construcción de identidad, por empezar
la de género, se realiza de otras maneras, con mayores grados de libertad y complejidades bien diferentes que no tanto
tiempo atrás. Por momentos no parece tan imperioso definir orientación sexual, tipo de elección de objeto, la exploración
y el tiempo para ello son terreno ganado, pero sí parece mucho más una necesidad psíquica, la de constituirse en sujetos
de derechos. Muy en especial, las mujeres. Niñas, adolescentes y adultas. Y en particular, es impactante los cambios en
las adolescencias y su capacidad de ligarse a nuevas categorías: “heteroflexible”, “pansexual” y algunas otras, que les
constituyen como sujetos capaces de ejercer nuevos derechos y libertades. O que buscan que elles sean reconocidos y
legitimados. Se visibilizan y expresan conquistas. El lenguaje es un territorio donde se consolida lo ganado, donde se
disputan batallas, y donde se avanza.
En otro terreno, en el campo de la Salud Mental, es interesante pensar los efectos de algunas palabras. Por ejemplo,
“desmanicomialización”: término que inauguró nuevas prácticas y teorías de enorme potencia transformadora, fue y sigue
siendo una palabra que designa no solo la búsqueda de salida al encierro represivo del padecimiento psíquico grave,
sino que localizó representaciones arraigadísimas al ponerlas en jaque: la figura del loco, del paciente internado en
instituciones psiquiátricas no como alguien a excluir y aislar, sino a escuchar e integrar. Reformuló en gran medida, aún
inacabadamente, el lugar social de la enfermedad mental, los tratamientos posibles, sus consecuencias singulares y
colectivas, por resumir en breves líneas un recorrido tan valioso, extenso y complejo. Es decir, la desmanicomialización,
como nominación, esclareció, tornó visibles, las prácticas manicomiales, más allá incluso de los muros institucionales, y
todo un andamiaje representacional manicomial, lamentablemente aún vigente. Las palabras son territorio de luchas.
Estas revoluciones del lenguaje se oponen, tienen como elemento antagónico, a los clises “banalizadores” o
“banalizaciones lenguajeras”, que alivianan una palabra hasta vaciarla (siguiendo lo planteado por Eduardo Muller). En
las macropolíticas y en las micropolíticas de la vida cotidiana.
¿Que es, entonces, para el psicoanálisis, estar a la altura de la época? Un psicoanálisis que incorpora y repiensa
categorías, dispuesto a renovar los modos de pensar, o más bien a preservar su capacidad de pensamiento y su lugar
de vanguardia en la historia. O volverse anacrónico... Freud gestó al psicoanálisis con la literatura, la filosofía y cu ltura
de su tiempo. Sus mismos cimientos se edificaron en la tensión singular-colectivo, como modo de dar cuenta del
funcionamiento y constitución psíquica. ¿Qué sería entonces saber leer (en lugar de recitar- repetir)? Poder pensar la
herencia teórica junto con el diario de hoy, y en relación directa a una experiencia propia.
Yo defiendo, sostengo y concibo al psicoanálisis que no piensa a lo epocal como contexto o “ropaje” anecdótico, que
reviste las cuestiones estructurales y fundamentales. Sino al psicoanálisis que considera que el tiempo histórico también
es constitutivo y subjetivante. Un psicoanálisis no que se ubica del lado de los sastres cómplices que confeccionan “el
traje nuevo del emperador”, en alianza con algún poder, sino un psicoanálisis que se posiciona del lado de la niña que
grita, riendo: “¡el rey está desnudo!” y así desenmascara una verdad y el pacto de mentira que la negaba.
El lenguaje se modifica y se amplía cuando permite visibilizar y desnaturalizar alguna opresión. Una lucha eficaz es la
que permite nombrar de otro modo. Establece un antes y un después. Es acontecimiento tanto en las múltiples historias
con minúscula, como en La Historia, con mayúscula. Algo ya existía pero al ser nombrado existe de otro modo, y reordena
el conjunto de significaciones y problemas.
Las intervenciones psicoanalíticas eficaces también son las que reordenan, transforman sentidos. Hay palabras que
advienen a la escena psíquica a nombrar algo nuevo o a nombrar algo viejo de un nuevo modo. Estas intervenciones
sorprenden, ocurren. No se planifican, no son operaciones prefabricadas, aun cuando se desprendan de un trabajo
anterior, aun cuando tengan una historia de construcción. No son slogans ni clises.
El “Se va a caer”, “Lo patriarcal”. “Mirá como nos ponemos”. “Ni una menos”. “Escraches”. Palabras-frases que fuerzan
una toma de posición. Palabras que reordenan todo el sistema del lenguaje. ¿Pueden los consultorios quedar al margen
de esto?
El poder, por supuesto, resiste. La Real Academia. Los monopolios. Los grupos de poder. El psicoanálisis vetusto
también. El poder psiquiátrico. Los grandes intereses económicos. Los laboratorios. Los señores feudales. La iglesia y
los sistemas religiosos en general, en particular los grupos evangélicos –nuevos actores sociales–, es decir, el conjunto
heterogéneo y férreo de los sectores conservadores que históricamente se caracterizan por silenciar o mantener el statu
quo.
Entonces, una verdadera revolución empieza, concluye y se instala definitivamente en el lenguaje. Lenguaje que habita
nuestros cuerpos, representaciones indisociables de afecto.
No conocemos los alcances y el punto de llegada, pero sí que no tiene vuelta atrás.
Lo que queda claro, lo insoslayable, cada vez más, es que la vida es política. Tomando las palabras del comienzo, de
Simone de Beauvoir, somos responsables de pensar que frente a, o mejor dicho, dentro de las cosas que ocurren, y nos
ocurren, nuestra posición implica situarlas desde las propias preguntas, y desde determinados proyectos. Nunca en
abstracto.
Lo sepamos, lo pensemos, lo nombremos o no.
* Psicoanalista.

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