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Se debe atender a los siglos IV - V para comprender los objetivos del historiador de la Alta
Edad Media que notifica el nuevo espíritu al panorama cultural y la comprensión de la
historia en el pasado, presente y futuro.
La atención sobre el cristianismo se apoya sobre la figura de Dios pues es este es una
figura de valor para la teología medieval donde “Dios no es substancia, sino acto puro
(…) se concibe la actividad divina fuera de las operaciones humanas y gobernándolas
(…)” (Collingwood, 2000 pág. 71).
Dicha dualidad será la base de una nueva historia, la génesis de la historiografía medieval
se produjo sin rupturas con el mundo antiguo, no obstante, se logro una combinación
entre el cristianismo y la irrupción de la utilidad germana. Se produce “(…) el péndulo del
pensamiento desde el humanismo unilateral y abstracto de la historiografía greco-romana,
hasta el teocentrismo, igualmente unilateral y abstracto, del medioevo”. (Collingwood,
2000 pág. 71).
El enfoque será sobre la vida de los santos naciendo así el género ageográfico, en la Alta
Edad Media se potenciará el cristianismo, desde el punto de vista historiografico la obra
más significativa es Historia Eclessiatica, con la intención de demostrar la continuidad del
Antiguo Testamento en el Nuevo (reflejo de las enseñanzas del Antiguo en el Nuevo).
Siglo V -
A partir del siglo V el autor acude a material de primera mano convirtiéndose el material
en exacto y veraz, con anterioridad los copia directamente y literalmente o los resume.
La importancia de Orosio recae en la cronología visible en el pasaje dedicado a las
invasiones bárbaras a pedido de San Agustín:
“Llega Alarico cerca de la tenebrosa Roma, la agita y penetra en ella. Sin embargo
previamente había ordenado que si algunos se hubiesen refugiado en lugares sagrados
precisamente en la basílica de los santos apóstoles Pedro y Pablo, éstos permanecerán y
seguros. Así luego (los soldados), ávidos de botín, tomarían todo lo que quisieran pero se
cuidarían de que no hubiera derramamiento de sangre… Al tercer día los bárbaros, que
habían entrado en la ciudad, espontáneamente se van, habiendo incendiado antes
algunos edificios, pero sin alcanzar las proporciones del que se había producido por
accidente en el año 700 de la fundación (de Roma). Si en efecto recuerdo el fuego
provocado durante los espectáculos de su emperador Nerón, indudablemente no puede
comparársele este segundo que ahora produjo la ira del vencedor con aquel que había
sido suscitado por la lascivia del príncipe. Y no debo recordar en esta relación a los galos
que, después de incendiada y destruida la ciudad, poseyeron sus cenizas casi un año. Y
para que nadie dudará de que todo había sido permitiendo al enemigo para castigo de la
ciudad soberanía, lasciva y blasfema al mismo tiempo, los lugares principales de la
ciudad, que no pudieron ser incendiados por los enemigos fueron destruidos por los
rayos.
Y así en el año mil ciento setenta y cuatro de la fundación de Roma se produjo la entrada
de Alarico en la ciudad… Durante la ocupación, Placidia, hija del príncipe Teodosio y
hermana de los emperadores Arcadio y Honorio, fue capturada por Atauifo, pariente de
Alarico, quien la tomó por esposa. Pareció como si Roma la hubiera entregado como
rehén por designio divino como especial garantía, puesto que unida en matrimonio al
poderoso rey bárbaro, fue de gran utilidad para el Estado (romano se entiende).
Entretanto, antes de dos años de la ocupación de Roma; los pueblos incitados por
Estilicón como indiqué, alanos, suevos y vándalos, atacan a los francos, pasan al Rin,
invaden las Galias y al primer empuje llegan hasta el Pirineo”.
(Paulo Orosio. Los siete libros de la historia contra los paganos. En: Lara F. y Rabana,
M.A. Comentario de textos históricos. Método, selección y ejemplos prácticos. Diagro,
Lérida, 1987, pp. 127-128.
Historiador de los vándalos, obispo de Vita (norte de África, Túnez) en el siglo V, escribió
su Historia de las persecuciones vándalas - cuenta las experiencias sufridas como
católico por las persecuciones de los vándalos arreanos.
Obra escrita en tres libros, comprende del año 428 al año 484 - supone una historia
completa de los vándalos desde su asentamiento en África hasta la muerte de Hunerico.
Se consagra como documento histórico referente a las costumbres de ese pueblo y los
acontecimientos políticos de una larga etapa del reino vándalo, además es, testimonio
para la historia de la iglesia y de sus vicisitudes en el norte de África.
En la península ibérica el transito del mundo antiguo a la época medieval esta marcada
por figuras destacadas en el panorama cultural tardorromano o visigodo. Sin apartarse de
la concepción universalista de la historia y acudiendo a las fuentes “(…) lo genuino de la
primera historiografía hispana está en saber combinar las bases universales del
conocimiento histórico anterior con el espíritu nacional de los pueblos invasores de la
península”. (Orcástegi, C.1991, pág. 75)
El ejemplar a mencionar que refleja prueba del sentimiento nacional que alentaron los
escritos de su época y caracterizaron el periodo de transición del mundo antiguo al
medieval será la Historia de los godos, vándalos y suervos.
Siglo VI -
Gregorio de Tours -
Llamado en realidad Gregorio Florentino, nació en Clermont en el año 538/9 (siglo VI)
perteneciente a una familia de rango senatorial que tenía sus raíces en la aristocracia
galo-romana de Auvernia, fue educado por su tío, el obispo de la ciudad que lo vio nacer,
y aprendió el latín vulgar como lengua materna. Atacado de una grave enfermedad,
acudió en 563 a Tours atraído por la fama de la tumba de San Martín. Tras ser curado de
su mal permaneció en esta ciudad en la cual fue elegido como obispo en 573 hasta su
fallecimiento en el año 594.
Su obra Historia de los francos - es una historia universal de 10 libros en su totalidad que
comienza con la creación y llega al año 591. Los cuatro primeros libros culminan con la
muerte de Sigberto I en el año 575, en el último de ellos se valoriza una cronología
detallada. Del 5to al 10mo se cambia el contenido de la exposición, se asemeja a un
diario de acontecimientos vividos por el autor.
El conjunto de su gran historia concluye con una biografía de los obispos de Tours, una
lista de las otras obras del autor y una recapitulación de los años del mundo. El final de la
Historia de los francos es más preciso porque el autor cuenta hechos contemporáneos
que él personalmente ha conocido y vivido con atención a la corte franca y sus
personajes, con los cuales convivió.
Siglo VIII -
Paulo Diácono -
Nacido entre los años 720 y 724 es el mejor historiador de su época, de noble familia
lombarda, había estudiado gramática en Pavia y llegó a conocer bien tanto el griego como
los clásicos latinos. En 760 profesó como monje en Montesino, pero no olvido las
vicisitudes del pueblo lombardo en su lucha por la supervivencia, conociendo y sufriendo
las consecuencias de las guerras y ña derrota final de su monarquía contra Carlomagno,
a cuya corte acudió personalmente en solicitud de clemencia para su hermano en ella,
permaneció en ella durante varios años dedicado, entre otras tareas, a visitar los
monasterios francos más importantes.
Su obra principal es la Historia de los lombardos, escrita en época carolingia, refleja con
detalle las peripecias de ese pueblo y sus enfrentamientos bélicos hasta el año 744.
Iniciada a la vuelta de Aquisgrán en el año 787, Diácono trabajo en ellas prácticamente
hasta su muerte (año 799).
Consta de seis libros que recogen en un principio numerosas leyendas trasmitidas por
tradición oral y que adquiere mayor precisión en los acontecimientos más cercanos a su
tiempo, culminando con la muerte de Liuprendo en el año 744. Así al terminar en esa
fecha evita contar el desgraciado fin de los lombardos por amor a sus patriotas, y
renunciaba a utilizar argumentos comprometidos para Carlomagno, por diferencia al
emperador que lo había protegido y aceptado en su corte.
El silencio sobre los últimos treinta años de Diácono ha sido interpretado a modo de
polémica las causas y consecuencias de la laguna dejada a la posteridad acerca de esta
etapa.
San Agustín -
Pensamiento filosófico -
Ortega y Gasset describe la necesidad de admitir otra existencia, otra realidad firme la
cual es opuesta a la de la realidad humana natural, pues es, eterna y omnipotente (es
Dios). Desde esta creencia vive el hombre en una perspectiva nueva. Todo lo que su vida
es y lo que en ella hace lo refiere a esa realidad eterna. Así, el mundo del cristianismo se
compone solo de Dios y el hombre.
Para el puro cristiano, el mundo, la naturaleza carece de interés y de aquí el desorden de
los primeros siglos cristianos a todos las ocupaciones mundiales: a la política, a la
economía y a las ciencias. Lo único verdaderamente real es el alma y Dios “San Agustín
genialmente intenta describir conceptos nuevos, adecuados a la nueva realidad y puede
decidirse que cuanto hay efectiva filosofía cristiana se debe a él”. (Dujovne, L. 1958 pág.
179).
El cristiano de los primeros siglos no logró la plena franquea de su inspiración
inmundización frente a la ideología archimundanal de aquellos helenos que pensaban con
los ojos y las manos.
Agustín que vive entre los siglos IV - V estaba persuadido de que para conocer es seguro
antes creer: conocer es recibir revelaciones de Dios y este es el único que
verdaderamente hay, por fuera de él y el hombre en sí no tiene realidad.
Ortega manifiesta que, “Dios es ante todo, es lógica que comprende inteligencia y razón
divina que se distingue del hombre por sus limitaciones de la última, no obstante,
comparten un elemento común”. (Dujovne, L. 1958, pág. 180).
El hombre esta viviendo en un mundo doble, el trasmundo divino, ante el cual no tiene
medios y este mundo frente al que posee la vigorosa facultad que es su razón. El hombre
comienza a atenerse a las cosas: solo con ellas se queda a medida que va desesperado a
la iglesia. La Edad Media se caracteriza por la convicción de que en ella la única realidad
es Dios y que lo demás esta subordinada a él.
La vida histórica hubo de ser concebida entonces como consistente en la cooperación del
qu*erer de esas sustancias creadas con la providencia divina, que en su poder volitivo los
lleva a todos a su propósito “En la Edad Media entra Dios en la historia y dirige los
corazones a la realización de su meta. Se afirma un fin de la evolución y la idea de de
finalidad recibe, un nuevo sentido”. (Dujovne, L. 1958, pág. 182).
La Edad Media veía en Dios la fuente del derecho natural, que se interpretaba como
norma obligatoria y la suprema. Por esta razón no se analizó el contenido de la vida
histórica tal como existe realmente, se buscaba dicho contenido de Dios “(…) por la
metafísica de Aristóteles, Dios recibe la denominación de “Absoluto”. La representación
de que él se tiene es la de una potencia creadora infinita que crea el cosmos y después
al hombre. Se concibe a Dios creador como poseedor de una soberanía sin límites e
infinitamente superior a su criatura”. (Graf, F. 1990, págs. 30-31).
San Agustín con su Ciudad de Dios, trató de responder a ¿no era el cristianismo la causa
de todas las desdichas del Imperio Romano? El cristianismo medieval creía en una
evolución interna del genero humano como unidad y asimilo el descubrimiento de la
unidad a la serie gradual de las edades de la vida.
La humanidad era concebida como un individuo que debe un desarrollo vital y quien la
norma de esa evolución le viene dada, como un educando por su educador.
La organización externa de la sociedad, fue la de la iglesia, en ella se encuentra un
cuerpo místico desde la Trinidad y los Ángeles están más cerca de la iglesia, hasta el
mendigo y el siervo. La iglesia como un cuerpo animado por el espíritu, unitario de Dios
recibía, confirmación en la idea de la Eucaristía. La autoridad de la iglesia dentro de la
sociedad se articula con una ordenación jurídica en la que el derecho canónico, por
proceder de Dios, tiene la suprema vigencia en la sociedad humana. Surgió entonces la
idea de la totalidad de la iglesia que recibe la unidad transferida a ella desde el mundo
trascendente y que realiza un orden divino de salvación.
El principio de autoridad que procede de Dios sustituye los principios políticos anteriores
de Occidente y se transforma la concepción entera de la sociedad de la Edad Media: en el
derecho nace el concepto de corporación en el sentido de que los individuos naturales
que están unidos, sólo representan al sujeto jurídico efectivo, incorpóreo e invisible; en
ciencia política surge la fundamentación teológica de los conceptos acerca del Estado y,
ligada a ella, una primera metafísica de la sociedad , fundada en la metafísica general y
que abarcaba toda la realidad entonces conocida de los fenómenos sociales y históricos.
Se pensó que el cuerpo único de la cristiandad estaba gobernado por el sacerdocio y por
la realeza. El sistema teocrático atribuía su puesto al Estado en la organización de la
sociedad y ofreció un criterio para determinar la naturaleza del Estado considerado como
organismo.
Si por un lado se concebía a Dios como un intelecto, para el cual sólo existe lo eterno y
universal, y por otro se lo concebía como voluntad que requiere modificaciones para llegar
a un fin. Para el cristianismo, Dios es histórico, y toda vez que la metafísica medieval
quiere unir el sistema griego de verdades eternas con el plan de Dios.
En la Edad Media hubo una conciencia histórica porque la sociedad medieval debía tener
una noción sujeta a cambios, para la visión cristiana, todo en la existencia de los
individuos y de las sociedades debía orientarse en vista de un fin supraterrestre “Dios es
el ser, no hay nadie que ÉL pueda llegar a ser, puesto que nada hay que ÉL no sea; de
modo que el cambio y la duración no existen para ÉL”. (Dujovne, L. 1958,pág.186).
El hombre recuerda el pasado y piensa en el por venir, concibe un orden del ser
intermedio entre la instantaneidad del ser de los cuerpos y la permanencia eterna de Dios;
los cristianos saben que el evangelio les había anunciado la entrada en un Reino, en una
sociedad de justos unidos por los vínculos de un común beatitud. La predicación de Cristo
se interpretó como la promesa de una vida social perfecta. La Ciudad de Dios se
construye a medida que el mundo dura, y el mundo no tiene siquiera más razón de durar
que la espera de su acabamiento.
En los siglos IV y V después de Cristo se inició un proceso que en su desarrollo echó por
la borda dos nociones capitales de la historiografía grecolatina: “la idea optimista de la
naturaleza humana y la idea substancialista de entidades enteras subyacentes al proceso
del discurrir histórico”, el autor expresa en términos de Collingwood (2000): para el
cristianismo, los actos del hombre, incapaz de concebir claramente de antemano fines, se
caracterizan por una ceguera inherente a su misma condición humana. Por lo tanto, los
logros del hombre han de deberse a algo que está más allá del hombre”. (Dujovne, L.
1958 pág. 188).
Desde el punto de vista del historiador, el ser humano se conduce como si fuera el sabio
arquitecto de su propio destino, pero en verdad son la sabiduría y la Gracia de Dios
quienes hacen de sus deseos se encaminen hacia fines dignos. Según la doctrina
cristiana nada es eterno salvo Dios; el hombre es el agente de toda la historia y Dios es el
único agente histórico, porque sólo debido a la actividad de Su procedencia, las
operaciones de la voluntad humana conducen en cualquier momento a un resultado dado,
y no a un resultado diferente.
El hombre medieval posee una conciencia histórica peculiar porque piensa la historia
como una sucesión de edades, siendo la suya la última del proceso, el hombre medieval
se sabe distinto de los hombres de la Antigüedad porque es el redimido de Cristo. No hay
diferencia entre los hombres, hay diferencia en él por haber nacido después de la venida
del Salvador.
El hombre medieval piensa que la naturaleza es siempre la misma, pero también piensa
que hay accidentes históricos trascendentales que comunican a la vida un sentido
peculiar y distintivo. El medieval se concibe como el hombre a quien le toco vivir en la
postrera edad del mundo “ÉL es un hombre como cualquier otro, pero por el tiempo que le
toca vivir es un hombre redimido por Cristo”. (Dujovne, L. 1958 pág. 191).
Las edades, además de ser distintas son unas más excelentes que otras, y eso reza
particularmente para la última edad del mundo. Ella no sólo es distinta de las anteriores
porque la venida del Salvador equivale a una recreación del Universo, sino que es la Edad
más perfecta, la más excelente, la culminación de los tiempos.
“Los hechos contienen un mensaje, un secreto, son uno de ellos símbolo del pasado del
gran misterio del pasado de la historia” (Dujovne, L. 1958 pág. 191); la interpretación
simbólica del pasado concordante con la promesa del Cristo es para el medieval la única
verdad “(…) dentro de la verdad hay jerarquía, no todas las verdades tienen igual valor;
no todas las verdades merecen el nombre de tales. (Dujovne, L. 1958 pág. 191).
Para la mentalidad medieval no existe verdad histórica y las fuentes son de inspiración
sirviendo para proporcionar imágenes, episodios y personajes pasado sacados de la
articulación histórica. Para el cronista hay una gran verdad que ilumina, condiciona y
explica todo el proceso histórico.
En la obra de San Agustín aparece por primera vez un sistema en el cual su autor
presenta una historia de las ideas religiosas junto a un esquema de la historia de la
humanidad interpretada a la luz del cristianismo.
Para Platón había un contraste radical entre el orden perfecto de lo eterno y el orden de
lo cambiante, de lo que cae bajo la experiencia sensible del hombre; entre las ideas que
son la verdadera realidad y el mundo de lo sensible que es su reflejo desmedrado.
En la Ciudad de Dios aparece una nueva idea sobre el contraste rotundo entre la realidad
perfecta y otra que es hostil. En San Agustín se trata de la misma contraposición con una
fundamental característica distintiva, para él la diversidad se plantea en el ámbito
dinámico del desarrollo de la Historia, a la vez terrena y celestial. Lo que en Platón solo
había sido una suerte de contraste entre la apariencia cambiante y una realidad estática e
inmóvil, se convierte en San Agustín en un combate generador del movimiento en la
Historia.
El Dios de San Agustín era distinto por diferentes razones del Dios de Platón, el Dios de
San Agustín creador, eterno, perfecto, participaba en el proceso de la historia, obra en
última instancia de la providencia divina.
La doctrina cristiana de San Agustín suscita el planteo de problemáticas las cuales se
manifiestan por la afirmación de San Agustín sobre las comunidades históricas que
transcurren a través del tiempo. El don que el interprete debe tener procede de Dios, pero
no posee este don hasta que no lo comparte con otros. Así el hombre cristiano debe ser
activo para ser un instrumento de la actividad de Dios. San Agustín sostiene que el
conocimiento verdadero no se logra por vía de argumentos sino que son dispensables
para evitar las formas de idiolatría. San Agustín con un método que no es el de la razón,
San Agustín elabora una concepción de la Historia.
Hubo un cambio esencial en la visión de la historia en el mundo occidental por obra del
cristianismo y de San Agustín, en dicho cambio, desempeñaron un papel importante la
idea de creación y el consiguiente rechazo de la tesis que afirma la circular repetición de
siempre.
El autor de la Ciudad de Dios, la idea de la novedad en el transcurrir el tiempo, la
aparición de lo inédito por obra de la creación. En el pensamiento griego había dos
nociones contrapuestas: la de lo eterno, inmutable, y la de lo mudable, sujeto a cambio.
San Agustín pensaba que el único eterno era Dios, y con Dios, eterno el mismo, tenía
relación con el proceso histórico; Para la concepción providencial de la historia era
indispensable la divinidad y era también indispensable la idea de creación. Los pueblos y
naciones han sido creados por Dios “Y Dios puede modificar aquello que creó, puede
reorientar su naturaleza hacia fines nuevos”. (Dujovne, L. 1958 págs. 203-204).
El autor de la Ciudad de Dios, puede Dios promover un desarrollo en el carácter de una
persona o de un pueblo ya creado, y este modo de pensar representa una novedad frente
a la filosofía platónica. El proceso histórico ocurría en la superficie de las cosas, borrosas
copias de unos modelos perfectos, de las ideas.
Por obra de San Agustín, la Historia es afirmada y adquiere un sentido, para San Agustín
el proceso histórico es lineal pero ha de llegar a un término con los rasgos que lo
caracterizan, así la historia tiene un desenvolvimiento que culmina en un desenlace
trashistórico. Estamos viviendo en la era del “sexto día” pero no desconocemos su
duración “(…) el gran contenido del acontecer histórico lo constituye la originaria y aún no
concluida lucha entre la civitas Dei y la civitas terrena”. (Dujovne, 1958, pág. 204).
No podía aceptar San Agustín que la Biblia contuviese ideas coincidentes con las de los
filósofos del siglo, a éstos le reprochaba por haber introducido “un circulo y revolución de
tiempos, con que dicen que unas mismas se han ido renovando y repitiendo siempre en el
mundo, sin cesar jamas; ya se hagan estos circuitos y revoluciones permaneciendo en su
mismo ser del mundo, el universo produzca siempre como nuevas unas mismas cosas,
las pasadas y las futuras.
En esta ciudad ciudad no hay otra sabiduría humana sino la verdadera piedad y religión
con que rectamente se adora el verdadero Dios, esperando por medio de la amable
compañía de los santos, que sea Dios todo en todos”.
San Agustín se ocupa del principio de las dos ciudades entre los ángeles, llama Ciudad
de Dios a aquella que fue una ciudad con la prerrogativa en la autoridad divina, las dos
ciudades son radicalmente distintas entre sí; no están simbolizadas por la iglesia y el
Estado y se encuentran entre sí mezcladas.
Para él, los comienzos terrenales de las historias de los dos reinos están en el Paraíso y
en el pecado original, respectivamente. Abel y Caín son los primeros representantes de
las dos “Ciudades” y en la Torre de Babel aparece bien definida la ciudad de los ateos “La
historia propiamente dicha del reino de Dios desde Abraham se desarrolla luego
lógicamente como historia de la Promesa y del Cumplimiento, siendo las grandes
personalidades y figuras del Antiguo Testamento como sobras de la realización en Cristo
del reino de Dios”. ((Dujovne, 1958, pág. 209).
San Agustín se refiere a la historia helénica y a la romana, destaca la grandeza de Grecia
en la filosofía y la literatura, se ocupo además de sostener que, Dios confirió el imperio a
Roma para el apaciguamiento de los pueblos y por sus propias virtudes. Dichas virtudes,
podían servir de ejemplo a los cristianos, ya que, los intereses romanos privados estaban
subordinados.
Los conceptos de ciudad diabólica y divina le sirven como una doctrina que permite
interpretar la historia profana, especialmente la del imperio romano, con rasgos
pertenecientes a la ciudad terrena. San Agustín pensaba sobre el drama de la historia, lo
concebía como un conflicto entre el bien y el mal, el reino terrenal y el reino celestial.
La iglesia no es para San Agustín lo divino puro y simple y el Estado en sí mismo no es el
mal absoluto. El estado es un ordenamiento de la vida humana querido por Dios, en
ocasiones, es el reflejo de una potencia enemiga de la divinidad. Por su parte, la iglesia
es el orden moral universal, es una fundación de Dios pero no netamente divina.
San Agustín concibe la historia desde desde un punto teológico y en forma simbólica: “En
este juego de contradicciones con que está tejida la historia se halla el antecedente del
séptimo siglo o de la séptima era. Después de ésta como en el séptimo día, descansará
Dios, cuando al mismo séptimo día, que seremos nosotros, le hará Dios descansar en si
mismo (…) esta séptima será nuestro Sábado cuyo fin y término no será la noche, sino el
día del Domingo del Señor, como el octavo entero que está consagrado a la resurrección
de Cristo significándolos el descanso eterno, no sólo del alma sino también del cuerpo.
(Dujovne, L. 1958, pág. 211).