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RAFAEL ESCOBAR
DE ANDREIS
Rosa Blindada
Rosa Blindada
EDICIONES
Ediciones
http://rosablindada.net
Derechos reservados
2018 Rafael Escobar De Andreis
De esta edición
Diciembre de 2018 Rosa Blindada Ediciones
ISBN: 978-958-48-4481-1
Impreso en Colombia
Printed in Colombia
Queda hecho el depósito legal
PRÓLOGO ................................................................... 11
Una puerta pintada en la muralla.............................. 11
En forma........................................................................ 17
Revelación..................................................................... 18
Sin aspavientos............................................................. 19
Incontenible................................................................... 20
El signo de la mosca..................................................... 21
Tras el telón................................................................... 22
Terquedad..................................................................... 23
Descartes mejorado...................................................... 24
Algunos pocos fijan fecha........................................... 25
Dulce compañía............................................................ 27
Tácita.............................................................................. 28
Destino........................................................................... 29
Silenciosa partida......................................................... 30
Autoinvitadas............................................................... 31
Poética............................................................................ 32
Guardadas las distancias............................................ 33
Infiel............................................................................... 34
Comprendí entonces
que mi padre había muerto.
Nada detienes
si tiras a la basura
los calendarios.
Nada detienes
si cubres con trapos negros
los relojes.
El tictac en tu pecho
marca el tiempo.
El Oráculo,
consultado sobre la salud del enfermo,
ve en todo este ingenuo bagaje instintivo,
una mala señal.
A veces,
contra toda corriente,
aunque en frente no haya
camino ni sendero,
a pesar de los monstruos
que el espejo refleja
entre el alba y la noche
y de los espantos
que vestidos de frac
se nos meten al miedo
y aun de cierto empeño
de seguir muy de cerca
las huellas del invierno.
A veces,
contra toda corriente,
se despierta uno un día
con unas ganas locas
de seguir en la vida.
Por suerte,
aún queda el recurso de escoger amistades.
Nadie habla de ti
pero eres aire bueno,
eres luz de otros mundos,
oscuridad de abismo.
No se respira entonces
ni se ve un horizonte,
quizá por eso es triste,
cuando a los ojos caen
las cortinas pesadas.
Y, si es posible,
esbozando una sonrisa.
Se marchan antes,
pero todos saben a qué vinieron.
El muerto en cambio,
ya no sabe ni a qué vino
ni hacia dónde ahora se dirige.
Eres un alquimista,
que no posee la piedra filosofal
ni ha encontrado el elíxir
que derrote a la muerte.
El gusano de seda
sale de la crisálida,
agita las alas,
busca a la hembra,
tiene sexo y muere.
No hace exigencias,
solo espera el caro regalo
o cualquier dádiva en deterioro,
su interés es nutrirse.
No entiende de ejercicio
o comida sana,
se conforma con que le dejes un guiñapo;
recogerá lo que sea, tarde o temprano.
Te has levantado
despacio, acariciando el vértigo,
cae el agua sobre tu cuerpo
como algo imprevisto.
El pájaro en su canto
imita mi silbido,
el libro en su anaquel
soy yo cuando decido
no conversar con nadie;
el paisaje del cuadro
me lleva de la mano
por rutas que conozco;
el cesto de papeles
es mi mente en blanco,
pero al menos tiene
deshechos borradores.
El radio apagado
simula mi silencio.
Como la noche,
logrará que las sombras
parezcan más oscuras
y sea más largo el día.
Ven, acerquémonos
nuestras manos sobre su piel,
escuchará que estamos
aunque se haya ido.
Sabes también
que no puedes salvarte
desde el momento mismo
en que pisas la escena.
Se inicia entonces
el crepitar sonoro y ardiente
de dragón en celo.
Desahuciado
porque otros eligieron por ti
aunque nunca eligieras por ellos.
Porque así
se domestican las tormentas.
Es más fácil
manejar los tímidos balidos
de un rebaño anodino.
Porque el desahucio
es un despojo del cuerpo
que sin dejar huellas aparentes
nos obliga a un repliegue
de caracol fetal
que aún sueña con vivir.
Como a un penitente
caen latigazos de agua
sobre la piel erizada.
Un hombre muerto;
la mosca no lo sabe,
lo paladea.
Insectos amortajados
esperan en la red
el apetito de la araña.
No permanece alerta
sobre las vibraciones de su tela
más tarde o más temprano
encontrará sin falta su ración
sin el menor esfuerzo.
Su pecado, si lo hubiera,
ha sido hablar de injusticias presentidas,
dirigirse como a cualquier persona;
al mar, al cielo y a la piedra,
a la ventana y a esa muerte que tras ella
se divisa.
No faltará un efluvio,
unas fuentes abiertas —o cerradas—
una vulgar ofensa de la espalda,
Sé de tu gran boca
y de tu hambre.
En la espera
y la paciencia
nutres tus huesos.
Mientras la enfermedad,
la vejez
o simplemente la vida
intentan en vano
saciar tus apetitos.
Si no cambia el paisaje
o los ojos que miran,
que yo siga durmiendo,
por esta vez...
Por siempre.
Sean fieles
como la víctima a su verdugo.
Paternales
como el río a las piedras.
Anhelantes
como el agonizante a su fin.
Necesarios
como la carroña al buitre.
Esperanzados
como el ateo a la plegaria.
Amorosos
como el loco a su delirio.
Agradecidos
como el suicida a la cuerda.
Desobedientes
a los consejos de la vida.
Quiero asegurarte,
que si por lances del destino
me enfrento a tu poder monstruoso,
no espero sucumbir ante tus amenazas,
así este sea
mi último gesto de libertad
entre cadenas.
La presbicia no salva
del progresivo descenso en los espejos.
¿A quién le importa
si somos optimistas o vemos todo oscuro?
Y se me vino el miedo
como lluvia ácida
y soledad de cementerio.
Pero no me refiero
a ese final final final de todo,
ni a las células que pierdo cada día
ni a destrezas que dejo en el camino.
Llega un momento
en que la vista cede,
y ya no nos engolosina
ni un eclipse.
No intentes comprender
cada voz de tu cuerpo
ni atosigues con bálsamos
las hambres, los dolores.
Solo acuden
musicales imágenes
y uno quiere expresar lo diferente,
quizás el mismo miedo
decrete merodear entre las ramas.
En manos de un niño
agoniza el resuello de un pájaro en vuelo.
Mi compañera,
no sé si por animarme,
ve a los que son coetáneos
mucho más viejos.
Encogido el abdomen
para evitar el roce siamesino
de otra piel,
el choque accidental de los alientos.
No una posibilidad
ni un chiste ni una broma,
ahora solo puedes mostrar
lo que resiste
después de tantos años,
lo que sobrevivió
al apetito voraz de los gusanos.