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Ana Hanssen
publicado: 2 mayo, 2016, 02:00
en: Bebé, Niños 1 a 3 años, Niños 4 y 5 años, Niños mayores de 5 años, Tú y tu familia, Comportamiento y
disciplina,Desarrollo, Mis niños y yo, Noticias, Salud y nutrición,Historias de mamás
Yo tenía una vecina con la que jugaba mucho cuando teníamos 8 años. Lo que más recuerdo hoy era que si se
había portado mal, sus papás le anunciaban que iba a recibir una “pela” como se le dice en Colombia a una
serie de golpes (palmadas, correazos, chancleta o cualquier otra forma de golpear). Para que no le doliera
tanto,ella se ponía doble capa de ropa en preparación para lo que le esperaba.
La verdad es que a mi también me dieron algunas palmadas y quiero ante todo decir que no culpo a los padres
de esa generación por optar por hacerlo. Son formas de crianza heredada y las alternativas de disciplinar en
forma positiva, no se conocían tanto como hoy.
Todos los adultos a quienes nos han dado un chancletazo o pellizco podremos decir, que aquí estamos, que
eso no nos hizo daño, que pegar no importa.
Sin embargo, cuando yo me convertí en mamá, antes de haber leído libros de disciplina positiva o interesarme
por el tema, sabía que pegar no era una opción para yo aplicar con mis hijos. Pegar- sin excepciones-, es feo,
y si alguna vez lo has hecho a alguien o has visto que alguien lo hace a otro, sabrás que de eso no sale nada
bueno.
Pegar da vergüenza y en lugar de darte autoridad, te la quita. Dar una palmada a tus hijos, o un golpe más
grave, los viola en su dignidad como personas, les afecta su autoestima, los confunde profundamente.
Los golpes siembran miedo, no respeto, y con el maltrato físico no se dan lecciones positivas de vida, ni se
permiten aprendizajes.
En estos casi 5 años de maternidad de dos bellezas, me he dado cuenta que las rabietas y otros retos que ellos
me ponen no son otra cosa que una oportunidad para YO poder manejar mejor mis emociones. Y la verdad que
me encanta cuando en lugar de un grito (que los he dado, soy humana) o de escuchar la voz heredada de “dale
un pellizco” , me armo de paciencia para solucionar el conflicto por una vía razonable y pacífica, una que no
destruya la confianza de mis hijos en mí, una que sea coherente con mis creencias de crianza con apego y
respeto.
Pero lo cierto es que muchos papás de hoy, contemporáneos míos, aún ven a los golpes como una alternativa
válida y hasta inofensiva. Frases como “le hacen falta un par de nalgadas” o “eso se soluciona con una
palmada” las he visto por ahí rondando en las redes sociales de quienes comparten su visión sobre el tema. Sin
embargo,pegar a los niños definitivamente NO sirve, y no lo digo yo, lo dice la ciencia.
La definición de golpear que usaron los investigadores fue: “pegar con la mano abierta en las nalgas o las
extremidades”. En otras palabras, “una palmada” de esas que para muchos papás y mamás resultan
inofensivas. Sin embargo, de acuerdo a los resultados del estudio publicado en la revista Journal of Family
Psychology , los niños que han sido castigados con golpes son mucho más propensos a retar a sus padres, a
ser agresivos, a presentar dificultades cognitivas, a tener comportamientos anti sociales, problemas mentales y
a pegar para conseguir lo que quieren.
Muchos papás y mamás recurren a los golpes cuando ven un comportamiento agresivo en sus hijos, algo que
no les gusta, algo que no pueden manejar. Pero ¿ves la contradicción? Querer enseñar a no agredir agrediendo
es lo más absurdo que puede suceder. Y además, ya la ciencia lo confirmó: Pegarle a los niños no sirve para
nada.
Recuerda: