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Universidad Autónoma de Chihuahua

Facultad de Filosofía y Letras

División de Estudios de Posgrado

La estética de lo cotidiano en los espacios de


creación de las mujeres artistas

Dr. Jesús Erbey Mendoza Negrete

Alumna: Alba Rubí Acosta González

Chihuahua, Chih., marzo de 2018


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La estética de lo cotidiano en los espacios1 de creación de las mujeres artistas

Al adentrarnos aunque sea parcialmente en el mundo del arte, es inevitable advertir

que el uso del término estética se encuentra presente de manera predeterminada.

La estética es entendida desde múltiples aristas, como la experiencia que se

desprende de la cualidad de un objeto, pero éste no es su único significado. Se

plantea un conflicto al ser demasiado ambiguo, debido a que también se emplea para

delinear, según Mandoki:

Un sentimiento de placer, al clasicismo en el arte, un juicio de gusto, la

capacidad de percepción, un valor, una actitud, la teoría del arte, la doctrina de

lo bello, un estado del espíritu, la receptividad contemplativa, una emoción,

una intención, una forma de vida, la sensibilidad, una rama de la filosofía, un

tipo de subjetividad, la cualidad de ciertas formas, un acto de expresión, etc.

(Prosaica I 6)

Estas diversas acepciones dejan entrever –como Mandoki propone– que el problema

de la estética es que no ha definido claramente su objeto de estudio (7). Aunque se le

concibe como una disciplina cuyo objeto de estudio es el arte, lo bello y otras

categorías de la percepción; los estudios de estética provienen de otras disciplinas

como la Filosofía o la Historia del Arte. Diffey considera que la estética no es una

disciplina, sino un problema multidisciplinario (ctd Prosaica I 7). Por lo que "la estética

ha sido una rama de otra disciplina, la filosofía, y no una disciplina propiamente dicha,

al igual que no lo son ni la ontología, ni la ética, ni la metafísica” (8).

1Los términos “espacio” y “estética” aparece repetidas ocaciones a lo largo del texto por ser necesario su uso. Se
ofrece de antemano una disculpa al lector.
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El objeto artístico es un mediador entre quien lo produce y quien lo percibe. No es por

sí solo un objeto estético. Lo bello, o cualquier categoría estética no es una cualidad

del objeto en sí mismo “sino un efecto de la relación que el sujeto establece con el

objeto desde un contexto social de valorización o interpretación particular” (12).

Mandoki propone el término Prosaica, entendida como aquello que se contrapone a la

poética y es por ello que se define como la estética cotidiana. La cual emerge desde

nuestra forma de vivir, que se expresa a través de las construcciones y

representaciones de las identidades sociales (4).

Por lo anterior, para Madoki, existe una necesidad de que la estética permee más allá

de los campos habitualmente ceñidos al arte y lo bello, porque “ejerce también un

papel constitutivo en la producción de imaginarios, la legitimación del poder, la

construcción del conocimiento y, sobre todo, la presentación de las

identidades” (Prosaica II 8). Es decir, la estética vista desde lo ordinario.

Existe también una estética del sitio público, estudiada desde varias perspectivas. Una

de ellas es el townscape, que hace referencia al paisaje urbano, en analogía al

landscape o paisaje natural (García-Doménech 306).

Si bien, el arte desde sus inicios se ha ocupado de las cuestiones de espacialidad

representada en la obra, fueron los artistas del siglo XX quienes empezaron a utilizar

expresiones artísticas como la instalación, para construir propuestas que condujeran al

análisis sobre la percepción del contexto, ya que por medio de las intervenciones en el

espacio, se posibilitan reflexiones a cerca del cuerpo y los objetos en relación al

entorno y las conexiones estéticas y funcionales que las personas establecen con el

mismo (Orta 142).

Al existir una estética del espacio, nos permite plantear que es posible entender el

espacio privado desde el punto de vista de la estética; y aunque no existen estudios

concluyentes, podría del mismo modo comprenderse el espacio destinado a la

creación desde un enfoque estético, puesto que desde estos espacios destinados a la

producción artística, se posibilitan reflexiones, construcción de conocimientos,

interacciones y representaciones de la identidad.

Heidegger describe el espacio y el habitar, como dos cuestiones indisociables. La

forma en la que la persona se relaciona con el espacio “no es otra cosa que habitar en

un modo esencial“ (159). Según Heidegger, pese a que no se hable de una vivienda

propiamente, puede estar implícito el habitar, por ejemplo el sitio de trabajo, el

supermercado o el museo, comprendidos como lugares en los que se posibilita la

interrelación persona-espacio.

Relativo a lo anterior, Mandoki habla sobre las matrices. “Del latín ‘mater’, son literal y

metafóricamente los lugares donde se gesta y se desarrolla la identidad” (Mandoki,

Estética Prosaica II 71). De acuerdo con la autora, las matrices posibilitan la

construcción de la subjetividad, ya que en ellas de construye el individuo social, similar

a la persona individual en el útero materno. Por lo que el habitar un espacio podría,

dependiendo del sentido de éste, constituir una matriz, debido a que comprenden

rasgos (no físicos) característicos que se construyen en ellos.

La lectura de espacio, habitar y matriz que interesa aquí es el que se refiere a las

interacciones destinadas a las cuestiones artísticas. Aun cuando la tesis de Mandoki

aboga por percibir a la estética más allá de la exclusividad artística, es la unión con el

arte lo que atañe a este ensayo. En este sentido, se presentan dos acepciones para el
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habitar el espacio y su conjunción con la estética, comprendiendo estos como

matrices culturales.

El primero, se refiere a los espacios determinados a culminar el propósito del proceso

creativo, esto es, exhibir el producto artístico y la manera en la que éste –el espacio–

interviene en la forma en que el arte se percibe. Aquí, es pertinente tener en cuenta la

museografía, en tanto que se encarga de todo lo que conlleva la distribución de las

obras en el espacio museístico; o bien, la curaduría –por cierto cada vez más

inmiscuida en el proceso y el discurso creativo– definida grosso modo como la

planeación y desarrollo de estrategias de montaje, como prever la manera en la que el

espectador realizar el recorrido artístico, entre muchas otras cosas; para crear un

exitoso diálogo entre el discurso artístico y quien lo percibe. Otra de las relaciones

entre estética-espacio se encarga de estudiar el espacio urbano y la correlación entre

éste y la obra. Por un lado, la manera en que la obra modifica el sitio público

(entendido como exterior) y por otro, la manera en la que influye el espacio público o

urbano en el sentido de la obra.

El que más nos interesa aquí, se refiere a los espacios destinados a la creación

plástica, es decir, el taller o estudio de artista; y que hasta ahora comprende un

abordaje poco investigado.

El espacio tiene una clara influencia en el artista (claro está que el artista influye de

primera mano en el espacio, ya que es quien lo configura en el caso del taller o bien lo

modifica en le caso del arte urbano o la instalación) debido a que es quien habita; pero

no solo eso, ya que no es el habitar una cocina, una sala o una habitación, sino que

ese habitar implica un producto artístico. Sin ahondar en lo que se percibe como arte o
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el mal arte y el buen arte, lo que interesa aquí es el sentido de expresión que se ha

conformado a través de ese espacio para que pueda posibilitarse el proceso creativo.

Es pertinente agregar un nuevo concepto, el cual se introducirá por cuestiones

prácticas a manera de modesto silogismo. Existe una estética del espacio. Luego,

históricamente se ha asociado espacial y simbólicamente lo público con lo masculino y

con el espacio privado o doméstico a lo femenino. Para López Fernández-Cao existe

una diferenciación de la manera en que se constituye el espacio de creación de las

mujeres. Por lo tanto es plausible una estética que se aproxime a los espacios de

creación de las mujeres artistas.

De entrada sería ingenuo pensar que existe una obvia distinción formal de espacios

creativos para mujeres y hombres. Atribuir gestos femeninos como el orden, el

ambiente pulcro, delicado o esmerado en su conformación, sería equivalente a pensar,

como Nochlin lo apunta, que pudiera distinguirse en la pintura una sutil esencia de

feminidad (284). En todo caso, existen espacios impecables y por el contrario otros

tantos muy caóticos, sin ser el género un distintivo. Así como también, encontramos

estilos sutiles, preciosistas, delicados y frágiles como las escenas que pintaba

Fragonard, o las introspecciones de Redon. Prosigue Nochlin “¿No se trata, acaso, de

que el estilo rococó del siglo XVII en Francia era “femenino” si se juzga en términos de

una escala binaria de “masculinidad” versus “femineidad”? (283).

Pero, permitámonos por un momento, la sentencia tal vez atrevida de plantear que

existe una particular configuración en los talleres artísticos de mujeres, y no con el afán

de disgregar de manera negativa lo masculino y femenino. Más bien, en el intento de

no caer en la generalización, ya que las prácticas artísticas, no obstante llevan


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procesos similares, contienen algunas diferencias que es necesario apuntar y que se

llevan a cabo no solo, pero si mayormente en el taller, lo que resulta importante en el

proceso de creación.

Lopez Fernandez-Cao expresa como estos espacios de creación plástica no

femeninos se han asociado al espacio público, entendido como el espacio no

doméstico, donde la cotidianidad desaparece para dar paso al genio creador, exento

de obligaciones domésticas. Mas, esta visión no concuerda con la realidad de la mujer

creadora –la mujer creadora actual, ya que hasta hace relativamente poco, la creación

artística estaba condicionada para las mujeres–. López Fernández-Cao señala que el

arte de las mujeres se articulaba en la más pura cotidianidad, sin ser posible

extraviarse de las obligaciones de la vida diaria, como alimentar a la familia, o

mantener en pie el hogar.

Aun hoy, como en las tiras de la dibujante de cómics Claire Bretecher, las

mujeres podemos, no sé si por educación, costumbre o permanencia del

modelo materno, poner una lavadora, descongelar la carne de la próxima

comida o tender la ropa entre párrafo y párrafo de texto, pincelada o golpe de

martillo sobre la escultura de turno.

Estas características, son las que nos permiten situar una transversalidad en los

espacios de creación y podrían comprender una perspectiva estética desde una matriz

cultural, que si bien, Mandoki no la propone como tal, al hablar de matriz es posible

visualizar la óptica femenina.

El espacio, si lo tomamos como parte fundamental del proceso de creación, es tan

importante como la obra artística. Esta es una de las premisas del arte conceptual, de
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acuerdo con Vásquez Rocca quien cita a Ascott: “El proceso sustituye en importancia

al producto, igual que el sistema remplaza a la estructura” (21).

En este sentido, los espacios vistos desde donde se lleva a cabo el proceso creativo

son portadores de significaciones e información, pero solo en tanto de quien los

configura o los percibe. Lo que interesa aquí, no es el fin último de este espacio, que

es la obra de arte. Sino el conjunto de elementos y su disposición, como un vehículo

para expresar a través este espacio. Podría decirse entonces que el espacio de

creación es el espacio liminal que existe entre la artista y la obra, ésta última entendida

como vehículo de relación estética entre dos personas. Mandoki, retoma los estudios

sobre proxémica de Hall y la define como el espacio que existe entre dos individuos,

como un código que “utiliza el espacio entre el emisor y el receptor“ (II, 40). La

proxémica, así como la liminalidad, podría asimilarse como el espacio, visto como esa

extensión o plano intermedio que posibilita la articulación de un mensaje.

Tomando como ejemplo la mujer descrita por López Fernández-Cao, la que articula su

creación dentro del espacio doméstico; y al conjugarlo con la propuesta de Proxémica,

adquiere un significado ambivalente, en tanto que no se encuentra alejada de los

objetos domésticos y por otro lado, también cercana a los enceres de la profesión

artística.

Entonces ¿Podría estudiarse este espacio desde la perspectiva estética puesto que

imbrica relaciones entre quien emite y el resultado final que es la obra? Aunque podría

decirse también que el resultado final será la percepción que el receptor tendrá ante la

obra, dicho de otro modo: la experiencia estética, sin un espacio donde articular, el

resultado no sería posible.

Se ha mencionado la poca información científica que existe en torno al análisis de

espacios destinados a la creación, al realizar un sondeo sobre distintos medios de

divulgación que albergan noticias sobre el taller artístico, nos encontramos con que en

su mayoría son artículos destinados a El artista.

Con todo lo anterior se concluye que aún en estos días, los espacios reservados para

la creación siguen siendo mayormente asunto de hombres, por lo que podemos inferir

que existe una crisis cultural de lugares destinados a la creación artística de las

mujeres. Ojalá por medio de las reflexiones que nos brinda la prosaica, sea posible la

emancipación de las conciencias. Que, respetando las individualidades permita un

habitar de espacios más equitativo.

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Referencias

García-Doménech, Sergio. "Percepción social y estética del espacio público urbano en


la sociedad contemporánea." Arte, individuo y sociedad 26.2 (2014). DOI
10.5209/rev_ARIS.2014.v26.n2.41696

Heidegger, Martin. "Construir, habitar, pensar." Teoría 5-6 (1975): pp-150.

López Fernández-Cao. "Metodologías para la investigación sobre arte y género una


propuesta posible."Arte, Individuo y Sociedad, 2005.

Mandoki, Katya. Estética cotidiana y juegos de la cultura: prosaica I. Siglo XXI, 2006.

——— Estética cotidiana y juegos de la cultura: prosaica II. Siglo XXI, 2006.

Nochlin, Linda. “Why have there been no great women artists?”, en Women, art and
power and other essays, Nueva York: Harper & Row Publishers, 1988, pp.
145-178. (publicado original- mente en Art News, vol. 69, núm. 9, enero de
1971.)

Orta, Aura Marina. "Reflexiones en torno al espacio en las Artes Visuales." Revista de
Investigación, vol. 34, no. 69, 2010, pp. 129-150.

Vásquez Rocca, Adolfo. "Arte conceptual y posconceptual. La idea como arte:


Duchamp, Beuys, Cage y Fluxus." Nómadas 37 (2013). DOI: 10.5209/
rev_NOMA.2013.v37.n1.42567

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