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2.

EL SISTEMA DE LA LENGUA

En muchas ocasiones las palabras sistema y estructura se tratan como si


tuviesen el mismo significado, como si fuesen sinónimos, y por ello se
intercambian frecuentemente, aunque, como veremos durante el estudio de la
unidad, no coinciden en todos sus significados.

La palabra “sistema” proviene del griego συστημα, mientras que el vocablo


“estructura” es de origen latino (structura significa disposición, colocación).
Podemos añadir que la palabra sistema tiene mayor cantidad de significados que
estructura, y en uno de ellos coincide con esta última, en el sentido de que es
una estructura que representa la unidad de partes con una disposición y un
funcionamiento regulares.

Fue F. Saussure quien por primera vez reflexionó acerca de la lengua como
sistema. En relación con las ideas del famoso lingüista suizo, escribió su alumno y
seguidor E. Benveniste, el conocido lingüista francés:

“El abordaje de esta corriente de ideas (el estructuralismo) no puede


hacerse de manera simplista, y debemos subrayar que Saussure
nunca empleó la palabra “estructura” en ninguno de sus sentidos. Lo
más importante para él era el concepto de sistema. Lo novedoso de su
teoría consiste precisamente en la idea de que la lengua forma un
sistema; de esta idea se desprenden consecuencias de largo alcance
que durante largo tiempo fueron gradualmente comprendidas y
desarrolladas por los lingüistas. El “Curso” presenta la lengua
precisamente como sistema, y estas fórmulas deben ser recordadas:
“La lengua es un sistema subordinado solamente a su propio orden
interno...”, “La lengua es un sistema de signos arbitrarios...”, “La lengua
es un sistema, todas cuyas partes pueden y deben ser analizadas en
su unidad sincrónica...”. Saussure, en particular, afirma la primacía del
sistema en relación con los elementos que lo componen: “Es un gran
error analizar la palabra como la unión de un cierto sonido con un cierto
concepto. Analizar la palabra de esta forma significa aislarla del sistema
del cual forma parte; ello significaría que, a partir de palabras aisladas,
podría construirse el sistema como la suma de todas ellas, cuando en
realidad hay que partir, por el contrario, de una unidad compleja para
mediante el análisis llegar a sus elementos constituyentes... “. Esta
última frase contiene el germen de toda la esencia de la concepción
“estructural”. Pero en todos sus razonamientos Saussure opera con
el concepto de sistema”

Consiguientemente, el término “estructura” no fue empleado por Saussure, sino


que fue introducido en la Lingüística por sus alumnos, particularmente por los
integrantes del llamado Círculo Lingüístico de Praga y, posteriormente, por los
representantes de la Escuela de Copenhagen.

2.1.1. Concepto de sistema y de estructura de la lengua.

Cuando nos referimos al sistema de la lengua o a la estructura de la lengua, lo


único que queremos decir es que la lengua posee un orden interno, una
organización de sus partes en un todo único. Sin embargo, cuando nos referimos
a la palabra, decimos estructura (fónica o morfémica, por ejemplo), mientras que
cuando hablamos del verbo, utilizamos sistema (de conjugación).

Convengamos, entonces, en llamar sistema de la lengua al conjunto de


elementos organizados por sus nexos y relaciones en un todo único; como
un inventario de unidades agrupado en categorías y niveles de acuerdo con
sus relaciones típicas.

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Denominaremos, por su parte, estructura de la lengua al “conjunto de nexos y
relaciones internos que organizan los elementos que componen un todo; a
las relaciones entre los niveles y las partes de las unidades”.

Por consiguiente, la estructura de una lengua no es sino uno de los rasgos de


su sistema. Los conceptos de unidad, categoría, nivel y relaciones de la lengua
no coinciden, pero todos resultan importantes para elucidar el propio concepto de
sistema de la lengua.

La lengua como sistema posee una división real en elementos que lo conforman
en distintos niveles. La división más general y –digamos– “basta” de la lengua es
la que se hace en los “elementos” que tradicionalmente hemos denominado
Fonética, Léxico, Morfología y Sintaxis (el “nivel” denominado Formación de
Palabras (Wortbildung en alemán; Formation de Mots en francés; Word-building
en inglés; Formazione de parole en italiano, o Cловообразование en ruso)) es
intermedio y se halla entre el Léxico y la Morfología. Estas son las áreas
fundamentales del mecanismo de la lengua, “nodos” relativamente independientes
de la misma. Entre ellos existen y operan poderosos nexos y relaciones que hace
ya tiempo ocupan la atención de los lingüistas.

Cuando hablamos de “nexos”, presuponemos, evidentemente, la interacción entre


elementos “vinculados”. Cuando nos referimos a sus “relaciones”, tenemos en
cuenta, ante todo, las similitudes y diferencias.

En este sentido hay que recordar el postulado de Saussure acerca de que en la


lengua no hay otra cosa que semejanzas y diferencias. No obstante, estas
similitudes y diferencias participan en la organización del todo y crean la estructura
de relaciones y “oposiciones” de las que dependen tanto el todo como los
elementos que lo componen. En otras palabras, entre las relaciones y los nexos
no existe una delimitación, una barrera insuperable.

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Cuando pasamos a un nivel más bajo de división del sistema de la lengua, sus
elementos no serán ya las grandes áreas del mecanismo de la lengua a las que
hicimos referencia más arriba, sino sus partes componentes: sus categorías
gramaticales y formadoras de palabras, sus series y estratos léxicos, sus clases
morfológicas y las diferentes unidades lingüísticas (el fonema, el morfema, la
palabra, la oración, etc.).

Las unidades de la lengua constituyen elementos constantes de la misma, y se


diferencian entre sí por su finalidad, su estructura y por el lugar que ocupan en el
sistema lingüístico.

Por su finalidad, las unidades de la lengua se dividen en nominativas,


comunicativas y estructurantes. La unidad nominativa fundamental de la lengua
es la palabra (el lexema), la unidad comunicativa básica es la oración (el
enunciado), su modelo sintáctico. En lo que respecta a las unidades
estructurantes, estas sirven de medio para la construcción y conformación de las
unidades nominativas y comunicativas. En este sentido, se consideran unidades
estructurantes de la lengua los fonemas y los morfemas, así como también las
formas de las palabras (afijos) y las formas de combinación de las palabras
(combinaciones nominales y verbo-nominales).

Las unidades de la lengua se distribuyen por categorías y niveles.

La categoría de una lengua la constituyen grupos de unidades homogéneas, en


el sentido de que se agrupan con base en un rasgo común, categorial,
generalmente semántico. En la lengua española, por ejemplo, constituyen
categorías el tiempo y el modo verbales, el género y número de sustantivos y
adjetivos, así como la categoría de “colectividad” (por ejemplo, estudiantado,
campesinado, mobiliario, vestimenta, etc.), la cual, debido a que designa por sí
misma “más de uno”, no posee forma de expresión del plural.

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El nivel de la lengua es un conjunto de unidades y categorías relativamente
homogéneas que no se hallan en relaciones de jerarquía entre sí y que
manifiestan relaciones jerárquicas solamente en relación con otras unidades que
constituyen otro conjunto, o sea, otro nivel. Los niveles fundamentales de una
lengua (por lo menos en la familia indoeuropea) son, como ya dijimos, el fonético,
el morfológico, el léxico y el sintáctico. Se hace preciso subrayar que tanto las
unidades que conforman una categoría, como las categorías que constituyen los
niveles de la lengua, se vinculan sobre la base de lo que se ha dado en llamar
relaciones tipo.

Las relaciones lingüísticas son las interrelaciones que se manifiestan entre


niveles y categorías, así como entre unidades y sus partes, en el proceso de
funcionamiento de la lengua como habla. Los tipos fundamentales de relaciones
lingüísticas son las paradigmáticas (asociativas), las sintagmáticas y las
jerárquicas.

Las relaciones paradigmáticas son aquellas que unen a las unidades de la


lengua en grupos, clases y categorías. Estas relaciones puede ser
denominadas relaciones internas entre elementos que constituyen una clase. En
ellas se apoyan el sistema de consonantes, el sistema de conjugación y las series
de sinónimos y antónimos; las mismas nos ayudan a escoger, durante la
producción del discurso, la unidad léxico-gramatical necesaria, así como a formar
formas y palabras por analogía.

Un ejemplo de este tipo de relaciones lo constituye la palabra “enseñar”, la cual


evoca en nuestra memoria toda una serie de palabras: enseñanza, enseñante,
aprendizaje, aprendiz, mostrar, educación, estudiante, alumno, etc., las cuales se
acercan entre sí por uno u otro rasgo. Las asociaciones también desempeñan
un papel importantísimo en la aparición de la metáfora, la metonimia y la
sinécdoque, o sea, en el uso de los llamados “tropos del lenguaje”. Citaremos un
ejemplo para ilustrar este planteamiento. Si usamos un enunciado como “Sus ojos

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eran como luceros, sus dientes como perlas, y sus labios como rubíes”, esto nos
provoca varias asociaciones: con la brillantez de los ojos de la mujer amada, con
la blancura de sus dientes y con el color rojo de sus labios (que –no se sabe por
qué– siempre resulta atrayente).

Las relaciones sintagmáticas agrupan las unidades de la lengua en una


secuenciación simultánea. Históricamente estas relaciones preceden a las
paradigmáticas, lo que reconocía el propio Saussure cuando afirmaba que el
hecho del habla precedía al hecho de la lengua. Sobre la base de las relaciones
sintagmáticas se construyen las palabras, como conjuntos de morfemas y sílabas,
las combinaciones de palabras y las denominaciones de carácter analítico (propias
del inglés, el español y otras lenguas romances, fundamentalmente analíticas, a
diferencia de las lenguas sintéticas, como el ruso), las oraciones (como
agrupación de miembros de la oración) y las llamadas oraciones compuestas.

Cuando hacemos uso de la lengua, las relaciones sintagmáticas nos permiten


utilizar, al mismo tiempo, dos o más unidades lingüísticas.

Gracias a la materialización de estas relaciones, pueden formarse con los


elementos de la lengua las productos del discurso portadores de la información:
los enunciados. En otras palabras, es gracias a las relaciones sintagmáticas que
la lengua puede funcionar como medio de comunicación; por lo tanto, estas
relaciones son funcionales.

Este carácter funcional de las relaciones sintagmáticas puede observarse no sólo


en la sintaxis, sino también en otros niveles de la lengua, como el fonológico y el
morfológico.
Pongamos algunos ejemplos. Los fonemas de la lengua constituyen clases de
sonidos. Los elementos de estas clases son los sonidos concretos (variantes,
variaciones, alófonos). En una cadena discursiva lineal real los que están

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representados son los sonidos concretos, los cuales pueden y deben ser
analizados como representantes de clases, o sea, de fonemas.

El morfema constituye, por su parte, una clase de un cierto número de variantes


concretas: los alomorfos. En una cadena sintagmática (v.g. re – con – struc – ción)
están representados alomorfos concretos (prefijo + prefijo + raíz + sufijo). Por
cuanto estos alomorfos son representantes de las clases-morfemas, podemos
hablar en la sintagmática de los morfemas y de las relaciones entre ellos en una
serie sintagmática.

¿En qué consiste la diferencia y, a la vez, interrelación entre sintagmática y


paradigmática?

Las formas de la palabra verbal “comí” hace que evoquemos, por una parte, otras
formas de este vocablo (como, comía, comeré, comería), así como palabras que
son cercanas a ella por su lignificado (comida, comelata, comilón, banquete, etc.).
Y, por otra parte, las formas de esta palabra que hemos citado son parte de su
paradigma de conjugación y remiten la forma “comer” a un determinado tipo o
clase de palabras, así como a determinado tipo de conjugación. La palabra
“comer”, así como otros verbos cercanos a ella por su significado (alimentarse,
desayunar, almorzar, cenar, merendar, incluso devorar) forman una serie (o grupo)
sinonímico estructurado con base en las relaciones paradigmáticas existentes
entre sus significados léxicos. Además, la forma “comí” puede combinarse con
otras palabras –adverbios, frases adverbiales y/o sustantivos: comí (bien, mal,
hasta la saciedad, langosta, tacos, molletes, etc.). Las combinaciones que hemos
citado revelan nexos formales y de sentido, estructurados con base en sus
relaciones sintagmáticas.
Pongamos otro ejemplo. Cuando, para estructurar una cadena discursiva
escogemos una palabra, por ejemplo, dormitar, en el enunciado El bosque
dormitaba en la quietud de la tarde, la selección se hizo de entre una serie
sinonímica que incluye los verbos “dormir”, “reposar”, “descansar”, la combinación

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“estar inmóvil”, etc., cuyos elementos podrían servir también para expresar el
estado del bosque, pero que por razones estéticas no expresarían con precisión la
imagen que deseamos transmitir. Aquí actúan las relaciones paradigmáticas. Al
mismo tiempo, cuando estructuramos dicho enunciado, las fronteras de los medios
lingüísticos de entre los cuales hay que realizar la selección se amplían, y no sólo
en la esfera del léxico, sino también en la de la morfología y de la sintaxis. En este
momento están operando las relaciones sintagmáticas.

Los ejemplos más simples de estas relaciones son los paradigmas de conjugación
del verbo y de uso preposicional –o no– de los sustantivos, según su función en el
enunciado. La forma (y el significado) del infinitivo verbal está correlacionada con
las formas y significados de todas sus demás formas. Pero esto no quiere decir
que la forma del infinitivo es la principal, y sus demás formas son secundarias o
dependientes de ella. Tampoco hay fundamento para considerar que las formas
que expresan el indicativo, el subjuntivo, el condicional o el imperativo están
solamente correlacionadas (en el sentido de que hay tanto similitudes como
diferencias), y no relacionadas. ¿Qué las relaciona? La raíz común de la palabra y
la comunidad de la categoría gramatical: verbo. En otras palabras, en cualquier
forma en que aparezcan, se mantiene la invariante “acción o estado”, o sea, el
significado de relación entre proceso y objetos. Esto nos permite decir que en la
lengua existen no solamente similitudes y diferencias, como planteaba Saussure,
sino también rasgos comunes y diferencias.

La presencia de rasgos comunes en los miembros de un paradigma permite


afirmar que entre ellos existe no sólo relaciones, sino también nexos: las distintas
formas de conjugación de un verbo están interrelacionadas porque son variantes
de un determinado significado gramatical invariante (acción o estado), y
externamente lo único que ocurre es cambian sus formas, pero la composición
morfémica propia de esta categoría se mantiene.

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Esto es importante tanto para aquellos que van a dedicarse a la investigación
lingüística, como para quienes, como Ud., habrán de desarrollar labores docentes.
¿Por qué razón? Pues porque tanto entre lingüistas como entre profesores existe
la idea –peregrina por cierto– de que la lengua es sistémica, mientras que el habla
no lo es. Esto es un error, porque en el habla se materializan las propiedades
sistémicas de la lengua, así como surgen nuevas relaciones y nexos sistémicos,
sobre la base de la interacción entre la lengua que se emplea para la solución de
una determinada tarea comunicativa y la conciencia humana en acción. Debemos
recordar que la actividad conceptual de la conciencia (incluido, por supuesto, el
“trabajo” del pensamiento) es sistémica por naturaleza, por lo que sería absurdo
considerar que el producto externo de esta actividad –el discurso como conciencia
práctica y real– es asistémico.

¿En qué radica la diferencia entre las relaciones sintagmáticas y las


paradigmáticas?

Podemos decir, siguiendo a Saussure, que las relaciones sintagmáticas están


siempre in praesentia, o sea, se basan en la presencia de dos o más miembros
de una relación que se hallan en una secuencia real de la cadena discursiva. Por
su parte, las relaciones paradigmáticas agrupan a los miembros de esta relación
en una serie virtual, guardada en la memoria, o sea, sus miembros están siempre
in absentia. Resulta evidente, entonces, que las relaciones paradigmáticas tienen
un carácter totalmente diferente a las sintagmáticas. No se apoyan en la
extensión, sino que se localizan en el cerebro y pertenecen a ese patrimonio que
cada individuo guarda en su memoria, y que se denomina lengua.

Las relaciones jerárquicas son nexos entre elementos heterogéneos que se


hallan en una relación de subordinación mutua, como lo particular y lo general, el
género y la especie y lo superior y lo inferior. Las relaciones jerárquicas pueden
verse entre unidades de diferentes niveles de la lengua, entre fonemas y
morfemas, entre estos y palabras, así como entre palabras y sus combinaciones

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cuando constituyen la oración (discurso); también se ven entre unidades
sintácticas, cuando se agrupan en tipos sintácticos. Las relaciones paradigmáticas
y jerárquicas se contraponen a las sintagmáticas en que estas últimas son
lineales, mientras que las primeras pueden catalogarse de “verticales”.

2.1.2 Las ciencias que estudian el sistema de la lengua

Las unidades, las categorías y las funciones de la lengua constituyen los tres
rasgos esenciales que sirven de base para definir las disciplinas lingüísticas que
estudian su sistema y su estructura interna.

Si partimos del tipo de las unidades lingüísticas, podemos destacar cuatro partes
fundamentales de lo que podemos llamar intra-lingüística. Su objeto es la
escritura, la estructura fónica y gramatical de la lengua, así como su fondo léxico.
De acuerdo con el objeto de estudio de los diferentes niveles de la lengua, se
establecen las siguientes disciplinas lingüísticas: la Paleografía o ciencia de la
escritura (del griego παλαιός – viejo, antiguo, y de γράφω – escribo), la Fonética,
la Morfología, la Sintaxis (o sea, la Gramática) y la Lexicología. En relación con
la primera disciplina, debemos apuntar que es histórico-filológica y auxiliar; su
objeto de estudio lo constituyen los monumentos de la escritura antigua, y su
objetivo radica en determinar el momento y lugar en que aparecieron. La
Paleografía se subdivide en Epigrafía (estudia los escritos en piedra, madera y
metal), Esfragística (estudia los escritos en los sellos) y Numismática (estudia
los escritos en las monedas).

Cada una de las ciencias que estudian el sistema interno de la lengua puede ser
general, histórico-comparativa, tipológica, particular y aplicada. La Fonética, la
Gramática y la Lexicología generales estudian las unidades y categorías propias
de todas las lenguas. La Fonética y la Gramática históricas estudian la estructura
fónica y gramatical de las lenguas emparentadas, las correspondencias regulares
de los sonidos y las formas de las lenguas, su cronología histórica, así como las

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leyes de los cambios históricos. La Lexicología histórico-comparativa analiza no
sólo la historia de las palabras y enunciados, sino también su etimología. La
Tipología lingüística, al igual que la clasificación morfológica de las lenguas, se
apoya sobre todo en la Morfología y la Sintaxis. La Fonética, la Gramática y la
Lexicología particulares se diferencian de las generales o de las histórico-
comparativas en que parten del material de una sola lengua.

La Fonética, la Gramática y la Lexicología se dividen, a su vez, en partes más


pequeñas, diferentes por su objeto de estudio y su metodología de análisis.
Además, existen partes que estudian las unidades que se hallan “entre niveles” y
que, con su propia existencia, corroboran el postulado de que la lengua es un todo
único. Estas ciencias, que podemos denominar mixtas, y que se han desarrollado
visiblemente en los últimos tiempos, son la Fraseología, la Formación de Palabras
y la Pragmática (esta última estudia no tanto las relaciones intra-sistémicas entre
las unidades de la lengua, como los nexos entre estas y el emisor-receptor del
mensaje discursivo).

La Fonética, la Gramática, la Lexicología y otras partes más estrechas de la


ciencia lingüística estudian la estructura de la lengua con independencia, al
parecer, de su uso real en el discurso. Sin embargo, la lengua existe solamente en
sociedad, cuando es empleada por los hombres, y además de manera diferente en
distintos espacios comunicativos. Esto provoca la variatividad de los medios
lingüísticos, su uso sinonímico, sus variantes funcionales, su formalidad o
informalidad, el discurso oral y literario escrito, o sea, los diferentes estilos de la
lengua llamada literaria (en el sentido de que es la utilizada por los miembros
medianamente cultos de un grupos social determinado). Esto es objeto de estudio
de la Estilística, la cual se ocupa de la investigación de los modos de empleo y de
selección de los medios lingüísticos, en dependencia del carácter y de los
objetivos del enunciado y de las condiciones de la comunicación, así como los
propios estilos resultantes de la estratificación funcional de la lengua. La Estilística
analiza, ante todo, el fondo léxico de la lengua, así como su sintaxis, pese a que

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en la Morfología y la Ortoepia existen también variatividad estilística y reglas de
matices estilísticos y de acercamiento sinonímico.

La ciencia del lenguaje está muy lejos aún de poder ofrecer una interpretación y
descripción completas y precisas de las relaciones y vínculos entre las diferentes
esferas del mecanismo de la lengua. No obstante, hay muchos hechos que son ya
conocidos, lo que nos permite hacer tres planteamientos.

1. El Léxico y la Formación de Palabras están tanto relacionados como


correlacionados en muchas direcciones que son, al mismo tiempo, diversas.
¿En qué sentido? En que la formación de nuevas palabras se basa en el fondo
léxico ya existente, o sea, este mecanismo no puede trabajar sin este apoyo. Al
mismo tiempo, la formación de palabras da nuevos vocablos, incrementa y hace
variar el léxico.

2. La Formación de Palabras está también relacionada y correlacionada con


la Morfología. Es conocido que en las partes del discurso actúan mecanismos
propios, autónomos, de formación de palabras. Por consiguiente, la Morfología
hace cambiar las regularidades y procedimientos generales de formación de
nuevas palabras, adaptándolas a sus requerimientos y posibilidades. En este
sentido basta con recordar la evidente diferencia, por ejemplo en inglés y
alemán, entre las regularidades y procedimientos de formación de sustantivos,
adjetivos y verbos. Esta diferencia se deja sentir en la Semántica, la Morfología
y en los modos y tipos de formación de palabras.

3. También son conocidas hace ya tiempo las numerosas líneas de nexos y


relaciones entre la Morfología y la Sintaxis, las cuales están condicionadas,
sobre todo, por su común base gramatical. En el campo de la semántica
gramatical puede verse la influencia de las posiciones sintácticas de las
palabras (sus posiciones como miembros de la oración) en las partes del
discurso. Por ejemplo, el verbo fumar se considera tal mientras no aparezca en

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el enunciado (El) fumar daña su salud, en el cual se ve como una “acción
nominalizada”, lo que equivale a decir que actúa como un sustantivo, pudiendo
combinarse con artículo y ser el sujeto de otra acción. Otro caso es el de la
“transposición de funciones” de determinadas clases de palabras en inglés. Por
ejemplo, en el enunciado Oregon apples are very juicy (Las manzanas de
Oregón son muy jugosas), la palabra Oregon, que se ubica primariamente en la
clase “sustantivo”, colocada delante de otro sustantivo, pasa a cumplir la función
de calificación, o sea, la de un “adjetivo”.

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