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EL SISTEMA DE LA LENGUA
Fue F. Saussure quien por primera vez reflexionó acerca de la lengua como
sistema. En relación con las ideas del famoso lingüista suizo, escribió su alumno y
seguidor E. Benveniste, el conocido lingüista francés:
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Denominaremos, por su parte, estructura de la lengua al “conjunto de nexos y
relaciones internos que organizan los elementos que componen un todo; a
las relaciones entre los niveles y las partes de las unidades”.
La lengua como sistema posee una división real en elementos que lo conforman
en distintos niveles. La división más general y –digamos– “basta” de la lengua es
la que se hace en los “elementos” que tradicionalmente hemos denominado
Fonética, Léxico, Morfología y Sintaxis (el “nivel” denominado Formación de
Palabras (Wortbildung en alemán; Formation de Mots en francés; Word-building
en inglés; Formazione de parole en italiano, o Cловообразование en ruso)) es
intermedio y se halla entre el Léxico y la Morfología. Estas son las áreas
fundamentales del mecanismo de la lengua, “nodos” relativamente independientes
de la misma. Entre ellos existen y operan poderosos nexos y relaciones que hace
ya tiempo ocupan la atención de los lingüistas.
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Cuando pasamos a un nivel más bajo de división del sistema de la lengua, sus
elementos no serán ya las grandes áreas del mecanismo de la lengua a las que
hicimos referencia más arriba, sino sus partes componentes: sus categorías
gramaticales y formadoras de palabras, sus series y estratos léxicos, sus clases
morfológicas y las diferentes unidades lingüísticas (el fonema, el morfema, la
palabra, la oración, etc.).
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El nivel de la lengua es un conjunto de unidades y categorías relativamente
homogéneas que no se hallan en relaciones de jerarquía entre sí y que
manifiestan relaciones jerárquicas solamente en relación con otras unidades que
constituyen otro conjunto, o sea, otro nivel. Los niveles fundamentales de una
lengua (por lo menos en la familia indoeuropea) son, como ya dijimos, el fonético,
el morfológico, el léxico y el sintáctico. Se hace preciso subrayar que tanto las
unidades que conforman una categoría, como las categorías que constituyen los
niveles de la lengua, se vinculan sobre la base de lo que se ha dado en llamar
relaciones tipo.
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eran como luceros, sus dientes como perlas, y sus labios como rubíes”, esto nos
provoca varias asociaciones: con la brillantez de los ojos de la mujer amada, con
la blancura de sus dientes y con el color rojo de sus labios (que –no se sabe por
qué– siempre resulta atrayente).
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representados son los sonidos concretos, los cuales pueden y deben ser
analizados como representantes de clases, o sea, de fonemas.
Las formas de la palabra verbal “comí” hace que evoquemos, por una parte, otras
formas de este vocablo (como, comía, comeré, comería), así como palabras que
son cercanas a ella por su lignificado (comida, comelata, comilón, banquete, etc.).
Y, por otra parte, las formas de esta palabra que hemos citado son parte de su
paradigma de conjugación y remiten la forma “comer” a un determinado tipo o
clase de palabras, así como a determinado tipo de conjugación. La palabra
“comer”, así como otros verbos cercanos a ella por su significado (alimentarse,
desayunar, almorzar, cenar, merendar, incluso devorar) forman una serie (o grupo)
sinonímico estructurado con base en las relaciones paradigmáticas existentes
entre sus significados léxicos. Además, la forma “comí” puede combinarse con
otras palabras –adverbios, frases adverbiales y/o sustantivos: comí (bien, mal,
hasta la saciedad, langosta, tacos, molletes, etc.). Las combinaciones que hemos
citado revelan nexos formales y de sentido, estructurados con base en sus
relaciones sintagmáticas.
Pongamos otro ejemplo. Cuando, para estructurar una cadena discursiva
escogemos una palabra, por ejemplo, dormitar, en el enunciado El bosque
dormitaba en la quietud de la tarde, la selección se hizo de entre una serie
sinonímica que incluye los verbos “dormir”, “reposar”, “descansar”, la combinación
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“estar inmóvil”, etc., cuyos elementos podrían servir también para expresar el
estado del bosque, pero que por razones estéticas no expresarían con precisión la
imagen que deseamos transmitir. Aquí actúan las relaciones paradigmáticas. Al
mismo tiempo, cuando estructuramos dicho enunciado, las fronteras de los medios
lingüísticos de entre los cuales hay que realizar la selección se amplían, y no sólo
en la esfera del léxico, sino también en la de la morfología y de la sintaxis. En este
momento están operando las relaciones sintagmáticas.
Los ejemplos más simples de estas relaciones son los paradigmas de conjugación
del verbo y de uso preposicional –o no– de los sustantivos, según su función en el
enunciado. La forma (y el significado) del infinitivo verbal está correlacionada con
las formas y significados de todas sus demás formas. Pero esto no quiere decir
que la forma del infinitivo es la principal, y sus demás formas son secundarias o
dependientes de ella. Tampoco hay fundamento para considerar que las formas
que expresan el indicativo, el subjuntivo, el condicional o el imperativo están
solamente correlacionadas (en el sentido de que hay tanto similitudes como
diferencias), y no relacionadas. ¿Qué las relaciona? La raíz común de la palabra y
la comunidad de la categoría gramatical: verbo. En otras palabras, en cualquier
forma en que aparezcan, se mantiene la invariante “acción o estado”, o sea, el
significado de relación entre proceso y objetos. Esto nos permite decir que en la
lengua existen no solamente similitudes y diferencias, como planteaba Saussure,
sino también rasgos comunes y diferencias.
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Esto es importante tanto para aquellos que van a dedicarse a la investigación
lingüística, como para quienes, como Ud., habrán de desarrollar labores docentes.
¿Por qué razón? Pues porque tanto entre lingüistas como entre profesores existe
la idea –peregrina por cierto– de que la lengua es sistémica, mientras que el habla
no lo es. Esto es un error, porque en el habla se materializan las propiedades
sistémicas de la lengua, así como surgen nuevas relaciones y nexos sistémicos,
sobre la base de la interacción entre la lengua que se emplea para la solución de
una determinada tarea comunicativa y la conciencia humana en acción. Debemos
recordar que la actividad conceptual de la conciencia (incluido, por supuesto, el
“trabajo” del pensamiento) es sistémica por naturaleza, por lo que sería absurdo
considerar que el producto externo de esta actividad –el discurso como conciencia
práctica y real– es asistémico.
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cuando constituyen la oración (discurso); también se ven entre unidades
sintácticas, cuando se agrupan en tipos sintácticos. Las relaciones paradigmáticas
y jerárquicas se contraponen a las sintagmáticas en que estas últimas son
lineales, mientras que las primeras pueden catalogarse de “verticales”.
Las unidades, las categorías y las funciones de la lengua constituyen los tres
rasgos esenciales que sirven de base para definir las disciplinas lingüísticas que
estudian su sistema y su estructura interna.
Si partimos del tipo de las unidades lingüísticas, podemos destacar cuatro partes
fundamentales de lo que podemos llamar intra-lingüística. Su objeto es la
escritura, la estructura fónica y gramatical de la lengua, así como su fondo léxico.
De acuerdo con el objeto de estudio de los diferentes niveles de la lengua, se
establecen las siguientes disciplinas lingüísticas: la Paleografía o ciencia de la
escritura (del griego παλαιός – viejo, antiguo, y de γράφω – escribo), la Fonética,
la Morfología, la Sintaxis (o sea, la Gramática) y la Lexicología. En relación con
la primera disciplina, debemos apuntar que es histórico-filológica y auxiliar; su
objeto de estudio lo constituyen los monumentos de la escritura antigua, y su
objetivo radica en determinar el momento y lugar en que aparecieron. La
Paleografía se subdivide en Epigrafía (estudia los escritos en piedra, madera y
metal), Esfragística (estudia los escritos en los sellos) y Numismática (estudia
los escritos en las monedas).
Cada una de las ciencias que estudian el sistema interno de la lengua puede ser
general, histórico-comparativa, tipológica, particular y aplicada. La Fonética, la
Gramática y la Lexicología generales estudian las unidades y categorías propias
de todas las lenguas. La Fonética y la Gramática históricas estudian la estructura
fónica y gramatical de las lenguas emparentadas, las correspondencias regulares
de los sonidos y las formas de las lenguas, su cronología histórica, así como las
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leyes de los cambios históricos. La Lexicología histórico-comparativa analiza no
sólo la historia de las palabras y enunciados, sino también su etimología. La
Tipología lingüística, al igual que la clasificación morfológica de las lenguas, se
apoya sobre todo en la Morfología y la Sintaxis. La Fonética, la Gramática y la
Lexicología particulares se diferencian de las generales o de las histórico-
comparativas en que parten del material de una sola lengua.
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en la Morfología y la Ortoepia existen también variatividad estilística y reglas de
matices estilísticos y de acercamiento sinonímico.
La ciencia del lenguaje está muy lejos aún de poder ofrecer una interpretación y
descripción completas y precisas de las relaciones y vínculos entre las diferentes
esferas del mecanismo de la lengua. No obstante, hay muchos hechos que son ya
conocidos, lo que nos permite hacer tres planteamientos.
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el enunciado (El) fumar daña su salud, en el cual se ve como una “acción
nominalizada”, lo que equivale a decir que actúa como un sustantivo, pudiendo
combinarse con artículo y ser el sujeto de otra acción. Otro caso es el de la
“transposición de funciones” de determinadas clases de palabras en inglés. Por
ejemplo, en el enunciado Oregon apples are very juicy (Las manzanas de
Oregón son muy jugosas), la palabra Oregon, que se ubica primariamente en la
clase “sustantivo”, colocada delante de otro sustantivo, pasa a cumplir la función
de calificación, o sea, la de un “adjetivo”.
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