La relevancia de la imaginación en la Antigüedad es
insoslayable. Se sabe que la fantasía1 es una especie de motor que produce fantasmas inmanentes al alma del sujeto. Si el alma es la esencia de la fantasía, la fantasía es la esencia del conocimiento, dado que es sólo por medio de ella y desde ella donde se posibilita una apertura al devenir de todo tipo de pensamiento en cuanto posibilidad. En este sentido, encuentro sensato esclarecer el por qué es fundamental la imaginación en la esfera del conocimiento humano. El neoplatónico del siglo IV d. C, Sinesio de Cirene, escribió una famosa obra, tratado sobre los sueños.2 Sinesio le da un estatuto a la fantasía 3, puesto que es en ella donde se reflejan, como en un espejo, las imágenes del devenir cristalizadas en sueños. “Pues bien, lo mismo que nada conocemos de la actividad del intelecto antes de que éste comunique su fuerza gobernante al órgano común, esto es, el alma, y lo mismo que todo lo que no llega al alma le pasa desapercibido al ser vivo, así tampoco aprehendemos nada de lo que hay en el alma primera antes de que lleguen su improntas a la fantasía 4.” De estos pasajes se puede inferir la necesidad de un motor que crea imágenes, y que es la fantasía aquella que permitiría una decodificación e interpretación de toda realidad fuera del sujeto –ya sea del mundo sensitivo ya sea del mundo inteligible–, introyectando esas realidades dentro del sujeto en modos de imágenes. Como también la fantasía en Sinesio es una facultad del alma que nos posibilita la comunicación con los dioses que nos amonestan, nos dan respuestas y cuidan de nosotros. 1 Fantasía es como se le llamó en la antigüedad y medievo a lo que hoy conocemos como imaginación. 2 “En el año 405 Hipatia recibió una carta que acompañaba a dos obras publicadas por Sinesio ese mismo año: el Dión y el sobre los sueños. Himnos- tratados Editorial Gredos. 1993 3 Facultad representativa o imaginativa. 4 De Cirene, Sinesio. Himnos y tratados. Gredos. Págs. 260-261 De modo que la fantasía tiene un carácter fundamental hermenéutico de lo humano con lo divino. En suma, también tiene una relación fundamental la fantasía con la relación de los inteligibles, puesto que es por intermedio de ella que lo humano logra atisbar la más perfecta visión de los seres. “Y si alguien considera grandiosa esa elevación, pero no tiene confianza en absoluto en que a través de la fantasía pueda conseguirse aquella feliz unión, que escuche los oráculos sagrados (oráculos caldeos) y lo que dicen sobre los diferentes caminos. […]Conforme a la manera por la que es posible acrecentar la semilla interior, dicen: a unos les concedió aprehender por la naturaleza el símbolo de la luz; a otros, incluso durante el sueño, les implantó el fruto de su fuerza.” 5 El sentido de esa frase es que en estado de vigilia el hombre se instruye por medio de otro hombre; en cambio, en el sueño el hombre se instruye por Dios. Análogamente, Sinesio concibe la fantasía como el sentido de los sentidos, intentando reivindicar el valor real que ella tiene: “Nada hay, en efecto, entre las cosas visibles más divino ni más común a todos que el sol. Y si ver con los propios ojos a Dios es un acontecimiento dichoso, captarlo por medio de la fantasía es una visión aún más estimable. Y es que éste es el sentido de los sentidos, porque el espíritu representativo (pneuma phantastikon) es el órgano sensorial más común y el cuerpo primero del alma.[…] La fantasía está escondida en el interior y ejerce el mando sobre el ser vivo, como desde una acrópolis, pues en torno a la fantasía, la naturaleza fundó toda la actividad de la cabeza6” Sinesio asevera que todos los demás sentidos sensoriales no son más que sentidos auxiliares del sentido común. 7 La fantasía oye con el espíritu entero y con él ve y ejecuta todo lo demás.8 Sinesio sabe que el contacto del ser 5 Ibíd. Pág. 261 6 Ibíd. Pág. 262 7 Fantasía. 8 Posteriormente, en el siglo XV, el neoplatónico Marsilio Ficino (1433-1499), en su texto de amore, afirmaba que las relaciones amorosas son como una especie de contagio donde se inocula el espíritu humano con la realidad es un contacto sensitivo, o dicho de otra manera, el ser humano es un ser vivo que percibe antes de aprehender por medio de la imaginación. No obstante, el ser humano como un mero ser percipiente no logra alcanzar lo real o las realidades últimas si no es por medio de la fantasía que decodifica las percepciones sensibles y las transforma en realidades fantasmales que estarían más cercanas e inmanentes al alma. “la fantasía es más divina y más próxima al alma, es que permite una percepción inmediata.9” De modo que la fantasía es aquella que permitiría una apertura hacia realidades últimas y sublimes. Por otra parte, la fantasía es el vehículo de comunicación por excelencia del alma,10puesto que el alma sólo concibe tanto las realidades devenidas del mundo sensible como del inteligible por medio de un lenguaje fantástico. Ahora bien, la fantasía puede ser beneficiosa para el alma como también el germen de su propia inoculación. Sinesio plantea que “si la fantasía se encuentra en buen estado, se vuelve sutil y etéreo; pero, si se encuentra mal, engorda y se hace tierra. En definitiva, la fantasía constituye la tierra de nadie entre la irracionalidad y la razón, entre lo corpóreo y lo incorpóreo, una frontera común entre ambos, y por medio de la fantasía, lo divino entra en contacto con la materia”.11 Por lo que se ha estudiado, se atisba que Sinesio es uno de los primeros filósofos que reivindica la imaginación como una facultad intelectiva o propia del entendimiento 12. Por por medio de fantasmas que corrompen la facultad representativa. Contagio que vincula al amante con el objeto de su deseo, gestando un estado de enamoramiento en el tiempo donde el fantasma se apodera de su imaginación. La filosofía del amor en Ficino se funda en la imaginación. El sentido interno concebido como un espejo espiritual. 9 Ibíd. Pág., 263 10 El vehículo del alma se le atribuye su origen a Sinesio. El historiador rumano Ioan Culianu en eros y magia en el Renacimiento planteó esta hipótesis. 11 Ibíd. Pág. 265 12 En el texto estancias, Agamben menciona que en el medioevo la imaginación también era una forma de pensamiento. En el sentido de que se puede pensar por imágenes. Vis cogitativa le llamaban. Estancias. Pág. 28. consiguiente, el neoplatónico plantea que sin la fantasía no devienen los pensamientos, puesto que es en el hombre donde ésta actúa por sí misma ya sea sola o en unión a otra facultad. La causa de esto es que las representaciones son más primigenias que los pensamientos, y que estos no se conciben antes sin representaciones. Por lo que la filosofía, en este sentido, no se comprendería si no se pensara como el ejercicio intelectual en tanto se conforma por composiciones de imágenes independientes al concepto. O sea sólo hay filosofía ahí donde hay imágenes. Si es la imagen la que permite el pensamiento, se cuestiona la tesis de que el ser humano está preñado de razón y de sabiduría desde su origen. ¿Cómo es que se ha olvidado la importancia de la imaginación como acicate originario del desarrollo intelectual del ser humano? Se puede vislumbrar que la imaginación se ha subordinado y muchas veces se ha relacionado con la sinrazón y la locura para así evitar su estudio. Así es el método de Descartes, pues su propedéutica es concebida bajo el tamiz del cogito en detrimento de cualquier posibilidad de pensar la imaginación como una potencia de toda posibilidad de pensamiento; la imaginación es más bien en el escéptico un medio que conduciría a lo no verdadero, puesto que sólo alberga seres sin sentido, que se exacerban por la misma facultad compositiva, representando seres maravillosos y seres sin sombra que habitan en el país de la nada y que sólo reflejan aquello que de suyo les constituye: el vacío y el sin sentido. En la historia de la locura, Foucault, leyendo a Descartes, escribe lo siguiente: “en cuanto al sueño, puede –como en la imaginación de los pintores– representar sirenas o sátiros por medio de figuras grotescas y extraordinarias; pero no puede crear ni componer por sí mismo esas cosas más sencillas y más universales cuya disposición hace posible las imágenes fantásticas. […] es una imposibilidad de estar loco, esencial no al objeto del pensamiento, sino al sujeto pensante.13” En primer lugar, la imaginación no es de suyo una sustancia pensante y creadora per se. En segundo lugar, Descartes deja entrever que la razón es más 13 Historia de la locura. Pág. 76 universal y originaria que la imaginación. Es evidente, al menos en las meditaciones metafísicas, que la imaginación en Descartes, a diferencia de Sinesio, no hace posible la posibilidad de relación inmediata del sujeto con las cosas más sencillas e universales ni menos tiene un carácter hermenéutico. Según Descartes, el pensamiento es inseparable del sujeto, estableciendo así una cogitología, y que todo lo humano no puede ser concebido ni interpretado si no alberga en sí la directriz de la razón. En este sentido, la razón no se puede pensar de su propio horizonte. Si se rebasa cualquier horizonte de la razón, ya se es lo otro, un extranjero de esa región tan demarcada por el racionalismo moderno. El problema de la locura es el problema de la razón pensada allá de su región. Se está loco sólo si no se efectúa el pensamiento del sujeto. Se es lo otro, el loco, cuando ese loco no se implica desde esa matriz racionalista. Entonces locura se implicaría a sí misma y se aleja inevitablemente del proyecto cartesiano o del cogito. Es la tiranía del cogito que asevera sólo la posibilidad de un sujeto de enunciación cómo camino seguro hacia la verdad. El problema surge cuando el sujeto de enunciación está fuera de esa racionalidad. Entonces la imaginación se vuelve algo muy extravagante y fatuo. Es ahora la otredad, y queda fuera del proyecto. En este sentido, uno de los sujetos de enunciación imperantes se encarnizan en Tomás de Aquino, quien se resistió a la hipótesis de que detrás de una idea ne hay ningún sujeto de enunciación en específico y se resistió a pensar de que el sujeto cognoscente es sólo una ocasión de su verdad, ósea, se resistió a la posible imposibilidad de que las ideas se subsuman en un solo sujeto. Por el contrario, En Aquino es el sujeto aquello permite la posibilidad de todo pensar, sin embargo esa posibilidad ya está limitada e individualizada por el juicio final. En cambio, el sujeto en el averroísmo no pueda determinar ni definir ese pensamiento ni nada que esté condicionado a un juicio taxativo final, puesto que el sujeto de enunciación es sólo una brizna atravesada por un lugar y tiempo en específico, o dicho de otra manera, el sujeto es puro acontecimiento que no hace más que actualizar un pensamiento eterno y separado. En Aquino se impone el cogito que subsume la posibilidad de otros tipos de pensamiento e imaginarios, en este caso en específico: el averroísmo. Coccia mienta que “Santo Tomás de Aquino intenta mostrar un concierto originario entre cuerpo y un conjunto de saberes, hacer sujeto de todo saber a un cuerpo humano, para poder repetir al fin aquella fórmula: hic homo intelligit, existe un sujeto detrás de todo pensamiento y, por lo tanto, todo pensamiento existe esencialmente como conciencia.”14 Mientras que, en Averroes se patenta la fisura entre sujeto y pensamiento, porque en Averroes el logos es la vida sin crecimiento ausente de imágenes, génesis y muerte de la cual los cuerpos celestes son eterna actualidad, y una zoè que tiene movimiento, que se puede reproducir, y sin embargo, no piensa. Más bien las ideas son desplegadas por órdenes de movimientos elementales.15 De modo que el pensamiento es exterior y no se subsume a un ente individual concreto que se consume en su finitud. El pensamiento, en este sentido, trasciende la finitud humana y no se limita a ella. Según Coccia los averroístas pudieron ver esta fractura, y que por lo tanto plantearon que el puer no tiene ideas, es simple actualidad de una vida vegetativo- sensitiva, capaz de vida y de percepción, pero carente de saberes y de lenguaje […] Por lo tanto, la vida en el hombre se relaciona con el conocimiento y lenguaje como pura exterioridad, y es en esa exterioridad donde el hombre se podrá unir, pero jamás concordar perfectamente.16 Esto debido a que el averroísmo en el libro tercero de acerca del alma 14 Coccia, Emanuele. Filosofía de la imaginación. Pág. 88 15 Ibíd. Pág. 89 16 Ibíd. Pág. 90-91 aprehende la lectura de Aristóteles, quien leyendo a Anaxágoras, concibe el pensamiento como separado, sin mezcla, puro, incorruptible y común. Aquí la hipótesis que se pone en juego es que si hay un intelecto separado del cuerpo ¿entonces trasciende el pensamiento la finitud irrecusable del hombre porque el pensamiento de naturaleza una substancia común?