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Profesora: Alejandra Ithurburu

Relación Individuo-Sociedad

Si nos ponemos a pensar en cómo los procesos sociales nos traspasan en tanto sujetos, nos damos cuenta que
ya antes de nuestro nacimiento estos procesos influyen sobre nosotros; antes de nacer ya tenemos
determinado donde vamos a nacer y en qué tiempo, en que cultura, en que tipo sociedad, si vamos a ser
educados formalmente o no, alguna posición social, algunos de los roles que vamos a ocupar según nuestro
sexo y edad (por supuesto que esto siempre está sujeto a cambios, tanto a nivel social-estructural, como a nivel
individual o familiar).

No es posible pensar la sociedad sin los individuos que la componen, así como tampoco puede pensarse el
individuo sin considerarlo en tanto sujeto social. Los individuos formamos parte de interrelaciones, de las
cuales no podemos escapar, pero las que a su vez no pueden librarse de nosotros. Del entramado de acciones
de muchas personas puede derivarse una dinámica no prevista por ninguna de tales personas, y a su vez, dicha
dinámica puede asumir la orientación de las acciones de dichas personas. Al hacer manifiestos dichos
entramados, la sociología contribuye a que los individuos sean más conscientes de que la historia de la
sociedad no es producto de una fuerza suprapersonal que los domina, sino de su recíproca dependencia y
vinculación en tanto sujetos sociales, y de las tensiones y conflictos implícitos en tal entramado. Los entornos
sociales de los que formamos parte no son producto de la mera conjunción de hechos o acciones casuales, sino
que están estructurados de manera histórico-social. Las particularidades de la vida humana en determinado
espacio y tiempo, no pueden considerarse como características “dadas”, sino que están conformadas por
influencias sociales; hasta en el ámbito más personal de nuestra vida cotidiana, las razones que nos llevan a
actuar (y a hacerlo de determinada manera) están conformadas socialmente. La vida que llevamos, no es la
única posible y podría haber sido de otra manera; no es natural tal como es, ni está determinada
biológicamente: si bien el ser humano posee ciertas necesidades y capacidades fisiológicas, la manera en que
las desarrolle y concrete dependerá de las circunstancias sociales en las que se encuentre. Nuestras maneras
de pensar, actuar, sentir, ver, entender, están condicionadas social, cultural e históricamente, pero nosotros en
nuestra cotidianeidad no solemos relacionar los cambios sociales con nuestras biografías personales.

Para poder percibir y comprender la relación individuo-sociedad Mills enuncia que es necesaria cierta cualidad
mental: la imaginación sociológica. Esta cualidad permite ubicar la acción individual y su cotidianeidad en un
marco histórico amplio, y comprender así también la acción de los demás individuos; permite pensar,
cuestionar, analizar, cómo se imbrican biografía e historia, inquietudes personales y problemas públicos. Por

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esto, la imaginación sociológica posibilita un mayor autoconocimiento de nosotros mismos y de nuestro
entorno, ya que promoviendo una mayor posibilidad de influir en la propia vida, posibilita una mayor libertad
(un margen de acción y de elección mayor). El pensar sociológicamente al cuestionar la naturalidad e
inevitabilidad de las formas sociales, puede producir un efecto desestabilizador de las estructuras de poder.

Bauman considera que la diferencia que distingue a la sociología de las demás ciencias sociales, es su
consideración de las acciones humanas como elementos de elaboraciones más amplias, o sea, la consideración
de los actores como miembros de una red de interdependencia mutua. Los individuos no podemos escapar de
esta red de interdependencia que nos produce en tanto sujetos sociales, y que a la vez es producida por
nosotros mismos. La sociología se cuestiona cuáles son las consecuencias de esas interrelaciones de las cuales
formamos parte como sujetos, sobre nuestro comportamiento real o posible. La interdependencia entre las
personas remite a que cada una de ellas se ve influida en su acción y en sus intenciones por la acción de las
demás, y a la vez, influye sobre éstas recíprocamente. Esta interdependencia adquiere un carácter
autorregulado frente a los propios sujetos que se interrelacionan, suponiendo un orden propio, regularidades
específicas, que no pueden separarse de los individuos, ya que se derivan de su constante interrelación. Los
individuos en su vida cotidiana no suelen asociar los cambios en la estructura de la sociedad, con sus propias
historias individuales. Esta autonomía relativa de las estructuras que se derivan de la interdependencia de los
sujetos, le da una peculiaridad a la sociología como disciplina, y la diferencia de las ciencias que se ocupan de
las personas consideradas individualmente. La sociología intenta vislumbrar esos entramados de relaciones que
se desarrollan con independencia de las intenciones de la acción de los sujetos que los componen: las
consecuencias no intencionadas e imprevistas de la acción, son centrales para la sociología en el estudio de la
sociedad, sus formas, su desarrollo, sus continuidades y rupturas. Los entornos sociales de los que formamos
parte no son producto de la mera conjunción de hechos o acciones casuales, sino que están estructurados de
alguna manera (no natural, sino histórico-social). La historia de la sociedad es producto de nuestra
dependencia y vinculación en tanto sujetos sociales, y de las tensiones y conflictos implícitos en tal entramado.
La rutina hace que nuestras ideas de sentido común aparezcan como evidentes. La sociología cuestiona la
familiaridad, ofreciendo al individuo una mayor autoconciencia de sí mismo y una mayor comprensión de otras
formas de vida, dándonos así una mayor posibilidad de acción y comprensión. La sociología nos ayuda a
vislumbrar las limitaciones del conocimiento de nosotros mismos, y a la vez aporta a nuestro autoconocimiento
personal y el de nuestro entorno social, brindándonos una mayor posibilidad de influir sobre nuestra propia
vida y vislumbrar futuros posibles, teniendo de esta manera una fuerte importancia política, como herramienta
para analizar la reproducción y transformación social.
La relación problemática entre sociología y sentido común deriva de que la primera se vale de la experiencia
cotidiana de la gente común para sus análisis. El sentido común es el conocimiento necesario que los individuos

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poseemos para vivir en sociedad, en interacción con otros individuos. Al estar inmersos en nuestras rutinas,
generalmente no nos detenemos a pensar la interrelación entre nuestra biografía y la historia de la sociedad. El
sociólogo en tanto individuo está inmerso en esto, y a su vez, en tanto analista social debe poder separarse de
esta posición de manera crítica. Las acciones e interacciones humanas que los sociólogos analizan, ya fueron
teorizadas por los propios individuos desde sus experiencias cotidianas, y poder plantear un análisis por fuera
de esta teorización del sentido común, es fundamental para la sociología. El análisis sociológico debe
distanciarse de las interpretaciones personales del mundo, y observar las influencias sociales que conforman la
vida de los individuos.

La construcción social de la realidad

Cadena externalización-objetivación-internalización: esta cadena implica tres momentos de un


proceso dialéctico constante. La sociedad es un producto humano: esta afirmación refiere a la
externalización; el orden social es una producción humana constante, efectuada por el hombre en
el curso de su continua externalización; no deriva de la naturaleza de las cosas, sino que es un
producto humano tanto en su origen como en su existencia. El ser humano se externaliza en
actividad en la interacción social (más adelante veremos cómo esta externalización es a la vez
canalizada). La sociedad es una realidad objetiva: remite a la objetivación, que implica que los
productos externalizados de la actividad humana adquieren el carácter de objetividad. Un ejemplo
es la institución, en su manifestación como realidad por encima y más allá de los individuos en tanto
productores sociales. Solamente como mundo objetivo pueden las formaciones sociales transmitirse
a las nuevas generaciones por medio de la socialización. El hombre es un producto social: refiere al
proceso de internalización; el hombre y su producto (el mundo social) interactúan dialécticamente,
siendo así el hombre producido por el mundo social por medio de la socialización. No existe
naturaleza humana; los hombres somos a partir de nuestros roles. El factor más importante de
socialización es el lenguaje; aparece como algo inherente a la naturaleza de las cosas, como algo
dado e inalterable (objetivización). Una internalización es una objetivación legitimada: la realidad
del mundo social en su transmisión a las nuevas generaciones debe ser explicada mediante fórmulas
de legitimación, que serán aprendidas por la nueva generación por medio de la socialización dentro
del orden institucional. Las objetivaciones se internalizan como pautas sociales preexistentes, y a
mayor institucionalización del comportamiento, mayor previsibilidad y control recaen sobre el.

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