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UNIVERSIDAD – FACULTAD CIENCIAS ECONOMICAS SOCIOLOGIA ORGANIZACIONAL

PROGRAMA - RECOPILADO : DOCENTE CARLOS ALBERTO DUQUE GALLEGO

LA PERSPECTIVA SOCIOLÓGICA1

La empresa ha constituido, durante al menos dos siglos, la unidad fundamental


del desarrollo económico, y en consecuencia de las sociedades modernas;
tanto de la sociedad industrial que agoniza, como de la nueva sociedad
informacional que vemos apuntar desde hace dos décadas. Y entra de lleno en
la lógica de la Sociología, como ciencia que, al decir de Max Weber, pretende la
interpretación comprensiva de la acción social, el ocuparse de la cuestión.
Aunque la Sociología de la Empresa es una disciplina relativamente reciente,
la preocupación sociológica por la empresa ha sido constante. De hecho ocurre
así desde su mismo origen. Saint Simon apuntó algunos de los conceptos
fundamentales de la Sociología, analizando precisamente el funcionamiento de
las nacientes empresas industriales de principios del siglo XIX. Definió la sociedad
industrial como la sociedad del futuro, como así ha sido efectivamente. Uno de
sus discípulos, Auguste Comte, fue el fundador de la Sociología.

Para Comte el impresionante desarrollo económico, cultural y social producido


a lo largo del siglo XVIII y primera mitad del XIX, se debía a “la combinación continua
de dos clases distintas, muy desiguales en número pero igualmente indispensa-bles: por una parte,
los empresarios propiamente dichos, siempre poco numerosos, que, poseyendo los diversos
materiales convenientes, incluídos el dinero y el crédito, dirigen el conjunto de cada operación,
asumiendo pues la principal responsabilidad de los resultados, cualesquiera que sean; por otra
parte, los operarios directos, que viven de un salario periódico y constituyen la inmensa
mayoría de los trabajadores, y que ejecutan, en una especie de intención abstracta, cada uno de
los actos elementales, sin preocuparse especialmente de su concurso final” (Comte,
1984:130). Esto lo escribía en 1844, y años más tarde (en 1893) uno de sus
discípulos, Emile Durkheim, desarrollaría una profunda investigación sobre un
tema que se atisba en las palabras citadas, y que constituye posiblemente la
esencia del desarrollo social y económico, que ya había preocupado a Adam
Smith desde la Economía: la división del trabajo.

Durkheim andaba precisamente preocupado, al enfrentarse a esa cuestión, por


lo que denominaba la extensión de la función económica, y la necesidad de su
regulación. Proponía que “si en las ocupaciones que llenan casi todo nuestro tiempo no
seguimos otra regla que la de nuestro interés bien entendido, ¿cómo vamos a tomar el gusto al
desinterés, al olvido de sí mismo, al sacrificio?”; y afirmaba que “la ausencia de toda
disciplina económica no puede dejar de extender sus efectos más allá del mundo económico
mismo, y de llevar tras de sí un descenso de la moralidad pública” (Durkheim, 1993, I:15).
Le preocupaba, por otra parte, que entre los sindicatos de patronos y de
empleados no hubiese contactos regulares: "No existe organización común que los
aproxime sin hacerlos perder su individualidad y en la que puedan elaborar en común una

1
I n t r o d u c c i ó n a l a s o c i o l o g í a
d e l a e m p r e s a - A r t e m i o B a i g o r r i - Dr. en Sociología, Profesor Titular de Universidad
Universidad de Extremadura
UNIVERSIDAD – FACULTAD CIENCIAS ECONOMICAS SOCIOLOGIA ORGANIZACIONAL
PROGRAMA - RECOPILADO : DOCENTE CARLOS ALBERTO DUQUE GALLEGO

reglamentación que, fijando sus mutuas relaciones, se les imponga a los unos y a los otros
con la misma autoridad; por consiguiente, es siempre la ley del más fuerte la que resuelve los
conflictos y el estado de guerra subsiste por completo" (ibidem, 18).

Por lo demás, y desde una perspectiva radicalmente distinta, Marx y Engels


publican en 1847 el Manifiesto Comunista; un documento que, además de
constituir la base doctrinal del comunismo, propone una interpretación
conflictualista de la historia y una particular visión del desarrollo de las
empresas y de sus relaciones con los trabajadores. Marx desarrollaría luego, en
El capital, un minucioso análisis del modo capitalista de producción, y Engels
-que administraba precisamente varias empresas- llevaba años investigando
las deficiente condiciones laborales de los trabajadores en las industrias
inglesas. Aunque hoy se pretenda el olvido de sus aportaciones, gracias a ellos
podemos conocer mejor el desarrollo de la empresa moderna, siempre que
despojemos de doctrina sus aportaciones sociológicas, como esta sintética
descripción tomada del manifiesto: "La industria moderna ha transformado el pequeño
taller del artesano patriarcal en la gran fábrica del burgués capitalista. Masas de obreros,
amontonados en la fábrica, están organizados militarmente. Son como simples soldados
de la industria, colocados bajo la vigilancia de una jerarquía completa de oficiales y
suboficiales. No son solamente esclavos de la clase burguesa, del Estado burgués, sino
diariamente, a todas horas, esclavos de la máquina, del contramaestre y, sobre todo, del
mismo dueño de la fábrica" (Marx,Engels, 1971:341). Previamente los
denominados socialistas utópicos habían abundado en este tipo de descripciones; en
éstos es mucho más difícil discernir el análisis social del discurso apocalíptico y
mesiánico, pero no por ello dejan de ser válidas sus interpretaciones del
funcionamiento de la la forma de empresa paradigmática del siglo XIX: la
empresa industrial.

Vemos pues ya en origen como dos líneas de acercamiento al fenómeno


social de la empresa: una línea que podríamos llamar organicista,
interesada en hallar los mecanismos que posibiliten la estabilidad social, en el
propio marco de la empresa; y una segunda línea que denominaremos
conflictualista, preocupada más bien tanto por las disfunciones que se producen
dentro de la empresa, como por las que ésta provoca, en su forma industrial y
capitalista, en el resto de la sociedad. En ambos casos, sin embargo, se trata
en el fondo de una preocupación, recurrente en la Sociología, por la
evolución de las sociedades, y más concretamente por la transformación que
supone el paso de las sociedades tradicionales, rurales, a las sociedades
modernas, urbanas e industriales, en las que "la organización y la producción
industrial -la fábrica- tiene una importancia fundamental en la organización de la convivencia"
(Lucas, 1994:4).
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En este sentido, ya en las primeras décadas del siglo XX, el tercer eslabón de la
Sociología clásica, Max Weber, aporta de alguna manera la superación
dialéctica de esas dos líneas interpretatativas que se venían desarrolllando en
paralelo. Weber encuentra que la evolución de las ideas -particularmente las
religiosas, a partir de la aparición de la Reforma protestante- condiciona
fuertemente el desarrollo del capitalis-mo en su conformación decimonónica. Para
Weber el afán de lucro, que los críticos sociales decimonónicos atribuían en
exclusividad al capitalis-mo, y a los capitalistas, es una tendencia que se
encuentra por igual en todas las épocas y en 'hombres de toda condición';
precisamente el capitalis-mo debería de considerarse, según sus análisis, "como el
freno o, por lo menos, como la moderación racional de este impulso irracional lucrativo.
Ciertamente -escribe- el capitalismo se identifica con la aspiración a la ganancia lograda con
el trabajo capitalista incesante y racional (...); todo esfuerzo individual no enderezado a la
probabilidad de conseguir una rentabilidad está condenado al fracaso. (...) Lo decisivo de la
actividad económica consiste en guiarse en todo momento por el cálculo del valor dinerario
aportado y el valor dinerario obtenido al final" (Weber, 1985:9-11). Pero, sobre todo, al
estudiar la evolución de las formas de autoridad y de organización social,
descubre la importancia que, en la sociedad industrial y capitalista, adquiere la
burocracia, que caracteriza no sólo al Estado moderno sino también, en el plano
productivo, a la empresa capitalista. Para Weber, "el motivo decisivo del progreso
de la organización burocrática ha sido siempre su superioridad meramente técnica sobre
cualquier otra forma de organización. El mecanismo burocrático plenamente desarrollado es,
respecto a otras organizaciones, lo mismo que la máquina respecto a los modos de producción
no mecánicos" (Weber, 1985b,I:191).

Si a estas grandes pinceladas añadimos la importancia que la Sociología


presta al análisis de los grupos humanos bajo todas las formas de organización
social, parece plenamente justificado el interés de unir, al conocimiento
económico y jurídico de la empresa, la perspectiva sociológica. Por otra
parte, la empresa no es en modo alguno un establecimiento estanco, o a
lo sumo interrelacionado con otras empresas, sino que surge y desarrolla su
actividad dentro de un sistema social determinado. Disponer de una visión
global -holista- ha de ser cada vez más imprescindible para desenvolverse
empresarialmente en un mundo crecientemente conflictivo que se transforma
aceleradamente.

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