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Borges y el humor

t MENÚ

En la vida y en la obra del autor de El informe de Brodie , el humor, regido por la poesía y la
desmesura, desempeñó un papel fundamental: le permitió desgarrar el velo de la estupidez en los
seres reales y en los de ficción, y tal vez salvarse, con dignidad, de la desesperación.

P z N

1 de diciembre de 1999

PENSE que, antes de referirme al humor de Borges, sería oportuno


definir qué es el humor. En este sentido, me resultó interesante
citarme a mí mismo. Mi humilde definición del humor figura en mi
libro Cuando éramos felices , bajo el título "Humor, poesía y
estupidez". El libro se publicó en 1992, pero creo que este título,
"Humor, poesía y estupidez", tiene algo de premonitorio al menos
para estas reflexiones, porque mi teoría consiste en afirmar que el
humor de Borges estuvo regido por la poesía y en constante lucha
contra la estupidez.

En esa época, yo había escrito: "Creo que el humor, como la poesía,


da lugar a la metáfora. El humor es siempre una metáfora, la intuición
que establece el nexo entre dos imposibles. Enlaza dos ideas
imposibles y las torna visibles. El humor es un dictamen de belleza
que encierra en su mecanismo poético el júbilo del descubrimiento.

La poesía descorre el velo de la belleza, el humor desgarra el velo de


la estupidez."

En ese mismo libro, agregaba esta cita de otro libro, curiosamente


también mío, llamado Anticonferencias : "Ante el estupor que provoca
la incorregible estupidez humana, el humor impone su desmesura.
Entonces el humor es una infracción, pero de alguna manera nos está
ofreciendo un ordenamiento del caos, quizá la única forma de
ordenamiento y la única forma de salvación: la del absurdo. Decía
Lugones: ´Yo sé que cinco más cinco son diez, pero me da una rabia...
´".

Definido el humor, se trata de descubrir su mecanismo. Demostrar


cómo en Borges el mecanismo del humor es el mismo, tanto en su
literatura como en su vida. Trataré de comparar ciertos artificios de
su literatura con ciertas respuestas, anécdotas y sucedidos, algunos
de ellos muy conocidos.

Voy a rescatar estas tres respuestas de Borges, porque considero que


su notable síntesis confirma mi teoría de que el humor de Borges
estuvo regido por la poesía y en constante lucha contra la estupidez.

Cuando Borges era presidente de la SADE, un miembro angustiado le


preguntó:

-Borges, ¿qué podemos hacer por los jóvenes poetas?

-Disuadirlos -contestó Borges.

Otro desmesurado, en cierta ocasión, le estrechó la mano y, pleno de


emoción, le dijo:

-¿Usted sabe, Borges? Yo escribo.

-Yo también.

Hubo una señora que lo paró en la calle y le preguntó:


-¿Usted es Borges, verdad?

-Momentáneamente.

Contar anécdotas de Borges y alardear de su amistad se ha


convertido este año en un deporte nacional, en una extraña
competencia, porque, por más sociable que sea una persona, ¿cuántos
amigos puede tener? Una vez Horacio Salas me dijo: "Solamente con
saludar a tantos presuntos amigos, a Borges se le hubiera ido la vida
y no hubiera escrito una sola línea".

Haikus y cadetes

Creo que para comprender el humor de Borges no debemos dejar de


lado algo que muchas veces se deja de lado. El hecho de que Borges
era un hombre ciego y solo, ansioso de recibir a alguien en su casa,
alguien con quien hablar, alguien a quien dictarle un poema ("Me
apunta un poema", solía decir). Por ejemplo, cuando venía el cadete
de la tintorería a traer un traje, hacía pasar al japonesito y lo sentaba
y le hablaba del teatro No, del Kabuki-za, de haikus y de tankas. El
pobre muchacho, azorado, no veía el momento de irse.

Borges habla de una soledad central . Esa soledad central es, a mi


entender, la base de su humor.

Yo creo que en Borges el humor era un sistema de salvación. Borges


traslada las imposibilidades de su vida: el amor que nunca tuvo, el
deseo de un hijo -el hijo que nunca tuvo-, el no haber peleado en los
campos de batalla como sus mayores, toda esa serie de
imposibilidades, ese corpus de imposibilidades, lo sublima, como se
dice ahora, y lo convierte en una figura retórica, da vuelta la red, la
seda de los párpados, pacta secretamente en las raíces y desmorona
la realidad cotidiana.

Creo que eso tiene el humor de Borges: la capacidad de desmoronar


la realidad cotidiana, pero no sólo la realidad, sino también la
seguridad. Esa seguridad cotidiana que nos da la aceptación de las
convenciones. Borges solía hablar (mal) de cosas sagradas. Cosas tan
sagradas como el fútbol, el tango, Gardel.

Del fútbol dijo: "El fútbol es popular porque la estupidez es popular".

Del tango: "Esa danza de burdel inventada en 1880 y que no tiene


nada que ver con la historia argentina: nadie quería el tango hasta
que vieron que se bailaba en París".

De Gardel: "Dudo de la virilidad de ese compadrito francés, Carlos


Gardel: ¿acaso no se empolvaba la cara?".

Pero, si admitimos que glorificar a Borges se ha convertido en una


moda nacional, debemos admitir también que las modas nacionales
son cíclicas. Porque hubo un tiempo en que estaba de moda
denostarlo. Quizá sea algo generacional, porque también mi primer
acercamiento a Borges data de la época en que leerlo no era bien
visto, mejor dicho, era mal visto; mejor dicho, podía llegar a ser un
estigma.

En esa época, para muchos Borges no sólo era un "reaccionario" y un


"extranjerizante". Para algunos, directamente era un "agente inglés"
y para otros, un literal traductor del inglés. Al respecto hay una
curiosa anécdota: un periodista le había preguntado si él primero
escribía en inglés y después lo traducía al castellano.
"Efectivamente", le contestó Borges, "es como usted dice. Y le diré
más, le diré que una de las cosas que más me costó traducir del inglés
fue:

Negro el chambergo y la ropa

negro el charol del zapato.

Un balazo lo tumbó

en Thames y Triunvirato.

Se mudó a un barrio vecino.

El de la Quinta del Ñato."

La dirección de "El Aleph"

Sucede que muchas veces Borges era tomado en su literalidad. Esa


literalidad peligrosa que a veces conducía a la estupidez. Hubo un
periodista español que se sintió muy ofendido porque Borges no le dio
la dirección exacta de la calle Garay donde estaba El Aleph. Borges
dijo que no, que no había tal dirección, que era una fantasía. "Hmm,
algo de eso me sospechaba yo", dijo el periodista y se fue enojado.

Es que con Borges uno tendía a volverse estúpido. Era muy difícil
superar, por ejemplo, una estúpida tentación que nos acechaba a
todos: querer estar a la altura de Borges. Había como una obligación
idiota de decir cosas inteligentes y el resultado era patético.

Es común decir que Borges es inimitable. Es cierto. Y sospecho que


su escritura es y será intransferible. Creo que hay escritores que
dejan algún lugar para el plagio, alguna fisura para la sustitución.
Borges es único, no deja discípulos. Todo intento de apropiación
termina y terminará en parodia. No obstante, hubo periodistas que
cuando tenían que entrevistar a un jugador de fútbol eran normales y
escribían con naturalidad, pero, en cuanto tenían que entrevistar a
Borges, escribían, si era de mañana: "Entrevistamos a Borges una
fervorosa mañana"; si era de tarde, escribían: "En la vaga tarde", y si
era de noche, ponían: "La noche lateral de la entrevista".

Tratemos ahora de buscar el personaje más estúpido de toda la obra


de Borges. Yo creo que quizá sea Carlos Argentino Daneri y veamos
cómo lo describe Borges en el cuento "El Aleph": "Carlos Argentino es
rosado, considerable, canoso, de rasgos finos. [...] Es autoritario, pero
también es ineficaz".

Uno piensa que esa conjunción adversativa, ese pero , va a introducir


un epíteto distinto, algo que rescate la figura de Carlos Argentino,
pero no. Borges dice: "pero también es ineficaz".

Y aquí reside la eficacia del humor de Borges. De la misma forma más


adelante dice, refiriéndose a las ideas del mismo personaje: "Tan
ineptas me parecieron esas ideas, tan pomposa y tan vasta su
exposición, que las relacioné inmediatamente con la literatura". Y
agrega: "Su actividad mental es continua, apasionada, versátil y del
todo insignificante".

Este procedimiento -hecho de transgresión y sustitución- es muy


usual en la obra de Borges, y el mismo Borges se encarga de
explicarlo. En su ensayo "El arte de injuriar", transcribe la célebre
parodia de insulto que improvisó el doctor Johnson: "Su esposa,
caballero, con el pretexto de que trabaja en un lupanar, vende
géneros de contrabando".
Esto se suma a lo sorpresivo. La interrupción del orden del
pensamiento lógico que se aprecia nítidamente en la descripción de
Carlos Argentino Daneri.

En el humor de Borges, una sola palabra da vuelta todo el sentido de


las convenciones. La sola enumeración, por ejemplo, de los títulos que
componen Historia universal de la infamia da cuenta de esa negación
de la tranquilidad que da la costumbre. Veamos, por ejemplo, "El
atroz redentor Lazarus Morell". ¿Cómo un redentor puede ser atroz?
Veamos, por ejemplo, "El proveedor de iniquidades Monk Eastman".
¿Cómo alguien puede ser proveedor de iniquidades?; en general, un
proveedor nos da cosas buenas: la leche, las frutas y hortalizas, la
factura para el mate, las masas para el té. Veamos también "El incivil
maestro de ceremonias Kotsuké no Suké". ¿Cómo un maestro de
ceremonias puede ser incivil?

Tomar precauciones

En el libro Borges, sus días y su tiempo , María Esther Vázquez


cuenta que cuando Borges "era todavía profesor en la Facultad de
Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires, una mañana
irrumpió un muchacho en su aula y lo interpeló:

-Profesor, tiene que interrumpir la clase.

-¿Por qué? -preguntó Borges.

-Porque una asamblea estudiantil ha decidido que no se dicten más


clases hoy para rendir homenaje a Fulano de Tal.

-Ríndanle homenaje después de la clase -agregó Borges.


-No. Tiene que ser ahora y usted se va.

-Yo no me voy, y si usted es tan guapo, venga a sacarme del escritorio.

-Vamos a cortar la luz -prosiguió el otro.

-Yo he tomado la precaución de ser ciego. Corte la luz, nomás.

Borges se quedó, habló a oscuras, fue el único profesor que dictó su


clase hasta el final, y sus alumnos, impresionados, no se movieron del
aula."

Observemos ahora esta respuesta: "Yo he tomado la precaución de


ser ciego". Observemos el mecanismo de su construcción, y veremos
que es el mismo de frases como "proveedor de iniquidades". Uno toma
la precaución de cerrar la puerta, de abrigarse, de cerrar el gas
cuando se va de vacaciones, de depositar el dinero en el banco para
que el cheque no sea devuelto por falta de fondos. Pero Borges toma
la precaución de ser ciego, y para mí su construcción, su mecanismo
es el mismo que va a dar lugar a verbos sorprendentes: " fatigar las
redacciones", o "esa noche nos ilustró la verdadera condición del
Rosendo".

Esta forma de distorsionar las convenciones del pensamiento se


mantiene a lo largo de toda su obra y en todos los géneros que
abordó. En el libro de ensayos Siete noches , en la conferencia
titulada "La poesía", Borges dice: "Sentimos la poesía como sentimos
la proximidad de una mujer", y agrega: "Hay gente que siente
escasamente la poesía; generalmente se dedica a enseñarla".

Ese fulgor de lo inesperado, ese "generalmente se dedican a


enseñarla", no gustó. Muchos profesores no se rieron, pero Borges
nunca se preocupó por las consecuencias de sus dichos. Borges utiliza
el humor en todos los géneros que transita y, como es un gran poeta,
utiliza el humor también en la poesía. En aquel famoso poema
"Fundación mítica de Buenos Aires" -ese poema tan lindo, cuyos dos
versos finales todos recuerdan: "A mí se me hace cuento que empezó
Buenos Aires:/ La juzgo tan eterna como el agua y el aire"-, en ese
poema, que escribió cuando aún no tenía 30 años, se perciben las
diabluras del humor y se desliza la picardía criolla.

"Pensando bien la cosa, supondremos que el río/ era azulejo entonces


como oriundo del cielo/ con su estrellita roja para marcar el sitio/ en
que ayunó Juan Díaz y los indios comieron."

Estos versos de arte mayor, alejandrinos, hechos más para la


solemnidad que para la broma, son manejados por Borges con tal
maestría que el humor se filtra con total naturalidad. El último verso
del cuarteto, "en que ayunó Juan Díaz y los indios comieron", significa
exactamente: "los indios se comieron a Juan Díaz de Solís". La
omisión del apellido Solís ejecuta con gracia una especie de humor
por sustracción.

No va jamás al baño

Otro ejemplo curioso se encuentra en el poema que Borges, poco


antes de morir, dedica a Sherlock Holmes. Borges amaba a Sherlock
Holmes y morirá con el recuerdo del detective. Es un recuerdo
ingenuo, melancólico, de las lecturas de su infancia. En el poema, le
llaman la atención dos cosas: que Sherlock Holmes nunca tuviese
relaciones sexuales, que Sherlock Holmes a lo largo de tantas
historias nunca fuera al baño: "No va jamás al baño. Tampoco
visitaba/ ese retiro Hamlet, que muere en Dinamarca/ y que no sabe
casi nada de esa comarca/ de la espada y del mar, del arco y de la
aljaba."

Vemos entonces cómo, en un poema del principio de su vida y en otro


poema del final de su vida, el humor está ahí, permanente, claro y
luminoso como la esperanza.

Por eso, no es casual que Borges, en el segundo prólogo de Historia


universal de la infamia , escriba: "Bernard Shaw ha dicho que toda
labor intelectual es humorística". Ni que hacia el final, refiriéndose a
su propio libro, diga en tercera persona: "El hombre que lo ejecutó
era asaz desdichado, pero se entretuvo escribiéndolo; ojalá algún
reflejo de aquel placer alcance a los lectores".

Vamos a ver ahora cómo un hombre asaz desdichado busca la


salvación utilizando el hecho poético que entraña el humor y que es, a
mi entender, la quintaesencia de toda literatura.

Borges era un hombre ciego y sin amor, y Bioy Casares me dijo una
vez que eso era como una doble soledad: la soledad del ciego y la
soledad del solo. Quizá por eso, para Borges, el humor, como la
poesía, se convierte en una manera de vivir.

En Anticonferencias , escribí que hay gente que no tiene sentido del


humor y hay gente que no tiene sentido. Borges tenía un gran sentido
del humor, pero además tenía buen humor. Hay quienes tienen
sentido del humor, pero lucen avinagrados, como descontentos.
Borges se reía a carcajadas como un adolescente y, como diría
Neruda, reía "con risa de arroz huracanado".

Una noche, fuimos a comer con Borges y varios escritores a un


restorán. El lugar estaba extrañamente vacío. "Por algo será",
pensamos unos cuantos. Hicimos el pedido. Como siempre, Borges
pidió papa natural. Pero pasó más de media hora y el pedido no venía
y no venía. Ya habíamos agotado varias paneras y varias botellas de
agua mineral, ya habíamos pellizcado todo lo que se podía pellizcar y
la comida no venía.

De pronto, en mitad del silencio, se oyó la voz de Borges decir:

-Caramba, ¡qué bien se ayuna en este restorán!

La plaza de Pehuajó

Hace diez años, en 1989, en Londres, le hice un reportaje al escritor


Guillermo Cabrera Infante, que salió publicado ese mismo año en La
Nación . Allí, Cabrera Infante cuenta que la primera vez que Borges
fue a Inglaterra había dado una serie de charlas en Westminster Hall,
y dice:

"Y en este lugar, desde que vino Mark Twain, en 1905, no había
habido tanta gente para oír a un escritor extranjero [...] Ahí dio dos o
tres charlas. Alcancé a ir a una. Fue memorable. Por aquel entonces
había habido aquella polémica entre Nabokov y él. Nabokov habló
muy bien de Borges al principio, pero después dijo que Borges era
una casa que no tenía nada más que la fachada. Borges sabía eso. En
la conferencia, le pasaban papelitos con preguntas. Y le pasaron un
papelito que decía: ´¿Qué opina, Borges, de Nabokov?´. Y dijo él:
´Nabo..., Nabo qué?´."

Esto contó Cabrera Infante, y yo pienso que encontrarle la etimología


de nabo a Nabokov únicamente se le podía ocurrir a Borges.
Borges atendía a la literalidad, al sonido y al sentido de las palabras.
Y siempre las palabras eran, para él, como una música. Una vez me
dijo: "Suena bien, está bien".

Y ese sonido, esa música, es la música de la poesía. Y es también la


síntesis de la poesía, que Borges descubría en el hecho más baladí, en
el acto más cotidiano. Gran bebedor de tés digestivos, Borges decía
que el tecito Cachamai era "una antología de hierbas".

Solo y ciego, Borges hizo de su soledad y su ceguera una literatura


única e incomparable. Tengo para mí que el gran vehículo de esta
literatura es el humor, la poesía del humor. Sería ocioso y tedioso
enumerar los textos de Borges donde el humor cumple su función
poética y redentora: un esplendor verbal que va de "El Aleph" a "El
Zahir", de "La fiesta del Fénix" a "Pierre Menard autor del Quijote",
de "La Cábala" a "La Poesía", de las biografías a las reseñas, de "El
arte de injuriar" a "Las alarmas del doctor Américo Castro".

El humor en Borges nunca es circunstancial, es intenso y profundo.


Manifiesto, latente o aposentado, atraviesa y sostiene toda su obra
como una delicada nervadura.

Es también una forma cotidiana de la poesía, su ejercitación


permanente. Hay un hecho que ocurrió en Pehuajó y que figura en
Borges, sus días y su tiempo . María Esther Vázquez le recuerda a
Borges la vez que estuvo en Pehuajó y un estúpido lo volvió loco
recitándole coplas camperas. Pregunta María Esther:

-"Y aquella de Pehuajó que inventaste, ¿cómo era?

-Un poco escandalosa. Había una persona de Pehuajó que me tenía


harto. Entonces yo le pregunté si él conocía aquella famosa copla de
Pehuajó y se la recité mientras la inventaba:

En el medio de la plaza

del pueblo de Pehuajó...

(observá, María Esther, la aliteración: plaza, pueblo, Pehuajó, que se


repite en el último verso)

En el medio de la plaza

del pueblo de Pehuajó

hay un letrero que dice:

la puta que te parió.

¿Y sabés qué me contestó el hombre en cuestión?

´Sí, Borges, ya la conocía...´."

Creo que aquí llegamos a uno de los momentos estelares de la


estupidez y su reducción al absurdo por la gracia poética del humor
insuperable de Borges. Creo, también, que se impone la despedida.
Borges dijo una vez que "las despedidas y el suicidio pierden su
dignidad si los menudean". Yo creo que, muchas veces, a Borges la
dignidad del humor lo salvó del suicidio.

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