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Un alma triste y vacía, va desparramando sus flores por el mundo;

Tan delicada como un lirio o una violeta,

Pero tan poderosa como la cordillera, extensa como la selva y propagada como
una ola.

Es como el viento fuerte y febril, que ruge cuando esta sobre los mares,

Pero sigilosa y cautelosa cuando reposa en las embocaduras.

Alma que es fácil de dominarla con un corazón combatiente,

Desparramando su cálida sangre por el lapso de la vida.

En tiempo de primavera, el invierno demora; cuando nieva tristeza,

El clamor de las rosas sobre la pradera, para que la alegría vuelva.

Alma libre que suelta la mariposa en el campo abierto y agreste, sin conocer
frontera;

Con una tonada de albedrío sobre las cosas.

Alma que ha de morir de un suspiro de amor y fragante aroma como el jazmín,

En que se entrega, ruega y venera al Todo Poderoso.

Que todo lo sabe y todo lo niega; pero permanece firme, incondicional y


comprometida;

Que no pide nada a cambio y esta presta a batallar.

Dejando huellas con una mano llena de caricia y dulzura,

Que solo puede tocar la oscuridad de la madrugada.

Palpar el alma es una delicia, porque corre, gira como los vientos,

Sangrando sin cesar un recuerdo resucitado,

Delirando en la marcha de encontrar las estrellas del firmamento.

J. Racines Vargas

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