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Introducción........................................................................................................ 1
Cuando como cristiano se responde al llamado del Padre, se inicia un andar por el
Camino al cual Él ha llamado a cada uno, camino que en ocasiones puede ser
árido, cuesta arriba, o incluso cansar, es en esos momentos en que se necesitan
palabras que permitan sí, tomar aliento, pero más aún: motivar para seguir el
andar.
Esa serie de reflexiones buscan servir como ese amigo que en ocasiones
acompaña el andar para proporcionar, en la medida de lo posible, un respiro que
devenga en incentivos para continuar el andar.
Que el Santo Espíritu de nuestro Padre Dios que mora en cada uno ilumine y
fortalezca para vivir, con liderazgo y motivación, el llamado del que se ha sido
objeto, conforma a la voluntad del Padre y para Su mayor gloria en Cristo Jesús.
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Un hecho innegable es que como personas todos tenemos un sinfín de sueños,
metas y objetivos que prácticamente bullen en nuestro interior por ser alcanzados:
Amigos, estudios, familia, trabajo, no hay área del desarrollo humano donde no
tengamos algo que quisiéramos llegar a ser o llegar a tener.
Así que el cristiano tiene una doble lucha: no solo por alcanzar las metas, sueños
y objetivos que lo lleven en este siglo a llegar a ser más y tener más, sino a luchar
con mayores fuerzas, con mayor denuedo, por las metas eternas que se nos han
ofrecido poniendo estás últimas en primer lugar.
Esta lucha puede ser muy palpable o más bien sutil, pero siempre será muy fuerte.
El Enemigo, el mundo, la carne nos incitan constantemente a pecar, esa batalla es
muy frontal, pero también, y más sutilmente, nos presenta las metas, sueños y
objetivos temporales de tal manera que podemos llegar a cambiar el orden de
prioridades dejando las promesas eternas en un segundo término.
Para el cristiano le queda muy claro que mientras militemos en esta carne
estaremos llevando una batalla constante por las promesas, una batalla donde
Enemigo, el mundo, la carne buscan arrebatar los sueños, metas y objetivos
eternos que nos hemos fijado desde que fuimos llamados por el Padre.
Esta batalla nos parece imposible, y lo es, pero para nosotros, no para Dios, así
que debemos salir a pelear con nuestra esperanza puesta en Quien nos ha
llamado, pidiendo su luz y fuerza para llegar a la meta final de nuestro
llamamiento.
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importantes por los más, así que no lo olvides lucha por tus sueños, sino otro los
conquistará.
Referencias:
Revelación 1:6; 5:10; Romanos 5:10; Colosenses 1:20; Efesios 2:8-9; 1 Corintios
1:29; Juan 6:44; Romanos 8:29; Revelación 3:11; Hebreos 10:23-29, 35-39; 1
Juan 2:16; Efesios 6:12; Lucas 18:27; Filipenses 3:14; Romanos 8:31
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Prácticamente desde que comenzamos a vivir comenzamos a experimentar una
serie de obstáculos, de retos, que al irlos superando nos fueron capacitando para
vivir una vida más plena.
Si bien todos los ámbitos de nuestra vida enfrentan estos obstáculos, estos retos,
para el cristiano en primer lugar está el desarrollo que en su vida espiritual busca.
Y es que desde que somos llamados a formar parte de la familia de Dios como
Sus hijos e hijas comenzamos a experimentar una serie de obstáculos, de retos,
que al irlos superando nos van habilitando para ser parte de esa familia al ir
formando en nosotros el carácter perfecto y santo de Dios.
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Pero al igual que en nuestra vida física, emocional o intelectual, en nuestra vida
espiritual habrá ocasiones en que creamos que no podemos superar algún
obstáculo o reto que se nos presente sólo para darnos cuenta, una vez superado,
que no era como pensábamos y que nuestro potencial es aún mayor.
La clave, en la vida cristiana, es que en todo lo que hagamos, incluso y con mayor
razón al enfrentar obstáculos o retos, pongamos a Dios primero y lo que vivimos lo
pongamos en Sus manos.
Esto debe ser muy claro para el cristiano pues al sabernos débiles e imperfectos
nunca ponemos en nuestra fuerza la esperanza de nuestro éxito sino que nos
afianzamos a Aquel por quien hemos sido llamados para Su gloria.
Amedrentarnos ante los obstáculos, ante los retos que nos plantea la vida, es un
signo de que estamos dependiendo de nuestra capacidad, de que estamos
considerando nuestras fuerzas, avanzar decididamente a pesar del temor que
pudiéramos sentir es un signo de la confianza que en Dios tenemos.
En efecto, aunque tenemos una vida limitada, nuestro potencial es ilimitado por el
llamamiento del que hemos sido objeto, y en función de esto el padecer, penar o
angustiar en esta vida por conseguir las promesas que se nos han dado no son
nada en comparación de lo que se nos ha ofrecido.
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Como cristianos estamos llamados a pasar de ser niños a adultos, espiritualmente
hablando. Al igual que nuestra vida física, emocional o espiritual, este desarrollo
implica ir venciendo los obstáculos o retos que se nos presentan y, de la mano de
Quien nos ha llamado, reconocer Su majestuosidad y saber que a su lado todo es
posible, así que recuerda los obstáculos solo existen para demostrarte que no
tienes límites.
Referencias:
Romanos 9:8; 1 Juan 3:1-2; Efesios 1:5; 4:11-16; Gálatas 4:4-7; Mateo 5:48; 1
Pedro 1:16; Proverbios 16:3; Filipenses 4:13; 2 Corintios 3:5; Deuteronomio 3:22;
20:1-4; Romanos 8:17-18
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Cuando uno responde al llamado del Padre y deviene en lo que puede llamarse un
cristiano, debe tener muy en claro que en realidad no ha llegado a ninguna parte
aún sino que ha iniciado un caminar que durará toda la vida.
Ese olvidar el primer amor se refiere a dejar que con el paso del tiempo esa
motivación, esa energía, ese compromiso con nuestra santificación vaya
decayendo hasta llegar a una rutina diaria donde no hay avance en nuestra vida
espiritual.
En este punto podemos, si, terminar cada día viendo las maravillas que Dios ha
hecho en nuestra vida y poniendo a Sus pies lo que hemos logrado, pero también,
si somos honestos, veremos cómo es que mucho de eso que hemos logrado ha
sido por que más bien se ha dado por sí mismo y no tanto porque lo hallamos
primero proyectado como idea y luego realizado como acción.
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Lo anterior está bien, muchas veces no puede planearse todo y como cristiano
uno debe dejarse llevar por el Santo Espíritu de nuestro Padre Dios que mora en
nosotros, pero el gran proyecto que implica nuestra santificación conllevará en
muchas ocasiones la aplicación volitiva de nuestros pensamientos y nuestras
acciones.
Piensa solamente en los frutos del espíritu: amor, gozo, paz, paciencia,
benignidad, bondad, fidelidad, mansedumbre, dominio propio, ¿crees acaso que
se irán dando sin que haya de tu parte participación alguna? Muchas cosas se dan
por gracia y misericordia de Dios en nuestra vida, de hecho todo lo bueno y
perfecto que se nos da, viene de arriba, pero también la Escritura nos dice que no
todo el que dice “Señor, Señor” entrará en el Reino de los Cielos sino el que hace
la voluntad del Padre.
Ahora bien, ¿qué hacer si alguna vez uno se encuentra en una situación dónde la
tibieza amenace nuestra vida espiritual y estemos por la senda de olvidar aquel
primer amor que nos trajo al Camino?
Es cierto que como cristianos el Santo Espíritu de nuestro Padre Dios que mora en
nosotros, si somos dóciles, trabajará en nosotros en nuestra edificación como
parte del cuerpo de Cristo, pero también es cierto que nuestra participación nos
es requerida como contraparte del compromiso adquirido a venir al Cuerpo de
Cristo, así que reflexiona: ¿Ves todo lo que a veces has logrado sin proponértelo?,
¡ahora imagínate si te lo propusieras!
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Este artículo puede verse en video en
https://youtu.be/UrgDjB80YVQ
Referencias:
Juan 14:6; Efesios 1:17; 4:13; Hebreos 5:14; Juan 15:16; Revelación 2:4; Gálatas
5:22-23; Mateo 7:16; Efesios 5:9; Colosenses 3:12; Santiago 1:17; Mateo 7:11;
Santiago 3:15, 17; Mateo 7:21-23; Lucas 6:46; Romanos 2:13
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La vida cristiana se parece tanto a una lucha que se nos recomienda cubrirnos con
la armadura de Dios: ceñidos con la verdad, vestidos con la justicia, calzados con
el Evangelio. Claramente se nos dice que nuestra lucha es contra los
gobernadores de las tinieblas de este siglo, contra huestes espirituales de maldad
en las regiones celestes.
Si seguimos esa comparación tendremos que reconocer que, al igual que en las
batallas temporales, uno debe saber cuándo luchar y cuando no, y en este último
caso cuando hacerlo por prudencia y cuando por tomar un descanso.
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Relacionado con este tema, tal vez el relato más emblemático es cuando Jesus
les dice a sus Apóstoles que vinieran con Él aparte a un lugar desierto para que
descansaran un poco pues atendían a tanta gente que ni tiempo para comer
tenían. Siguiendo con el relato a continuación se daría el milagro de la
alimentación de las cinco mil personas en el cual los discípulos colaborarían
agrupando a las gentes, llevando el alimento y recogiendo el sobrante.
El tener la conciencia clara que como cristianos se ha iniciado una lucha que no
cesará hasta que hayamos logrado la meta del supremo llamamiento del que
hemos sido objeto, no implica que no debamos en ocasiones descansar, hacer un
alto en el camino, y retomar con nuevas fuerzas esa lucha.
Este descanso es posible pues Dios mismo pelea por nosotros, solo por esta
razón al sentirnos decaer podemos descansar, dormir, para despertando volver a
la batalla, sabiendo que nuestra lucha no se habrá consumado hasta no ser parte
de la Familia de Dios como hijos suyos siendo reyes y sacerdotes con Cristo en el
Reino de Dios, así que recuerda en la lucha nos es permitido tomar un descanso,
¡pero nunca claudicar de conseguir nuestras metas!
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Este artículo puede verse en video
en https://youtu.be/zo9VPpW1SbY
Referencias:
Efesios 6:10-18; Génesis 28:10-27; 1 Samuel 21-24; Deuteronomio 20:1-4; Marcos
6:30-34; Hebreos 4:15; Filipenses 3:14; Romanos 8:37; Corintios 2:14
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¿Has intentado en algún momento de tu vida, siquiera como juego, caminar hacia
atrás? Si bien es algo divertido te habrás dado cuenta de lo difícil que es ello. Esto
es porque nuestro cuerpo está diseñado para moverse mayormente hacia
adelante.
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Si se nos impele a amar a Dios con todo todo nuestro corazón, con toda nuestra
mente, con todo nuestro ser, eso implica que necesaria y forzosamente debemos
crecer en tres aspectos. Uno, es crecer en los sentimientos que abrigamos
alejándonos de las pasiones de este siglo y siguiendo la justicia, la fe, el amor y la
paz. Dos, creciendo en el conocimiento respecto de la verdad, ello a través del
estudio, de la oración de la meditación. Y tres, poniendo por obra los dos puntos
anteriores para no tener una fe muerta, es decir, vana y sin vida en sí misma.
Fíjate cómo es que este caminar que hemos iniciado siempre es hacia adelante y
dura, no semanas, es más: ni siquiera años, sino toda nuestra vida, ¿hasta
cuándo? hasta que todos lleguemos a la unidad de la fe y del conocimiento pleno
del Hijo de Dios, a la condición de un hombre maduro, a la medida de la estatura
de la plenitud de Cristo.
Pero al igual que nuestro caminar físico en la vida, nuestro caminar espiritual
puede experimentar tropezones, trastabilleos e incluso caídas. ¿Eso quiere decir
que no servimos para el llamamiento del que hemos sido objeto? Un bebé al dar
sus primeros pasos, con sus consecuentes primeras caídas, no piensa eso so
pena de quedarse tirado y nunca aprender a andar; de igual forma la Escritura no
nos dice que los llamados nunca tropiezan, que nunca caen, sino por el contrario
lo que nos dice es que siete veces cae el justo, y vuelve a levantarse.
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Este artículo puede verse en video en
https://youtu.be/WBwSyIt2jAI
Referencias:
Mateo 22:37; Deuteronomio 6:5; Mateo 5:48; 1 Pedro 1:16; Filipenses 2:13; 2
Timoteo 2:22; Hebreos 4:12; 2 Timoteo 3:16-17; Salmos 119:105; 2 Pedro 1:5-6;
Efesios 4:13; Proverbios 24:16
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Hablando de la vida, el idear, el proyectar, el planificar, forma parte intrínseca de
nuestro quehacer cotidiano pues ante los recursos finitos con los que contamos se
yergue la imperiosa necesidad de hacer un óptimo uso de los mismos. La vida
cristiana, de igual forma, requiere que sepamos qué es lo que queremos conseguir
con los recursos que se nos han asignado.
Es verdad que la Palabra de Dios nos insta a no afanarnos por el día de mañana,
pero ¿quiere decir eso que debemos vivir con desidia, sin metas, sin acciones?
Para nada. La misma Escritura nos insta a no ser como el perezoso, pero sí a
guardar un estricto orden de prioridad buscando primero el Reino de Dios y Su
justicia, de otra forma negamos a Dios como nuestro proveedor y nos erigimos en
constructores de nuestro proyecto de vida dejando a Dios y Sus promesas de
lado.
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pregunta reflexiva referida a de qué valdría a alguien ganar el mundo si con ello
perdiese su alma.
Nuestro Señor explicó estos dos aspectos en lo que se conoce como la Parábola
del Sembrador donde las dificultades que uno experimenta, el afán por las cosas
de este siglo, la labor del Enemigo, terminan por extinguir la Palabra que hemos
recibido; pero de igual forma contiene el exhorto de que, en el debido orden de
prioridades, oigamos la Palabra, la entendamos, la pongamos por práctica y
demos mucho fruto.
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Este artículo puede verse en video en
https://youtu.be/xMZSwnrhHtU
Referencias:
Proverbios 13:14; 10:4; 12:11,24; 26:13; Mateo 6:33; Lucas 12:13-21; Mateo
16:26; Lucas 10:38-42; Efesios 6:12; Mateo 4:1-11; Marcos 1:12-13; Lucas 4:1-13;
Mateo 13:1-9, 18-23; Marcos 4:1-9; 3-20; Lucas 8:4-8, 11-15; Colosenses 1:13
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Como si de una contradicción se tratara la iglesia de Dios es presentada por la
Escritura como pequeña, perseguida, débil y despreciada por el mundo, pero de
igual forma se señala de ella que es la sal de la tierra así como la luz del mundo.
Esto no es por mérito propio sino porque ella, por la acción del Espíritu Santo que
mora en cada uno de sus miembros, es columna y fundamento de la verdad.
La iglesia, como Cuerpo de Cristo, está conformada por muchos miembros, todos
aquellos que en su momento han sido llamados por el Padre para salvación en el
presente siglo, siendo sólo por este hecho que todos los bautizados estamos
llamados a ser, en nuestros dichos y en nuestros hechos, esa sal de la tierra y esa
luz del mundo.
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Como todo, este sueño, este anhelo, implica que no sólo le digamos “Señor,
Señor”, sino que hagamos lo que Él espera de nosotros. Siendo que cuando
ponemos por práctica esa fe que en nuestra mente y en nuestro corazón hay es
cuando comenzamos a dar frutos de excelencia, de perfección y santidad, siendo
sal de la tierra y luz del mundo para la mayor gloria de Dios.
Referencias:
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Lucas 12:32; Mateo 10:22; 24:9; Juan 15:19; Mateo 5:13, 14; 1 Timoteo 3:15; 1
Corintios 12:12-27; Juan 6:44; Hechos 2:47; 2 Timoteo 3:1; Juan 1:5; Juan 6:69; 1
Juan 4:16; Revelación 1:6-8; Mateo 7:21-23; Santiago 2:14-17; Gálatas 5:22-23;
Deuteronomio 4:24; Hebreos 12:29; Lucas 12:49; Proverbios 4:18; Mateo 5:48; 1
Pedro 1:16; Efesios 4:13
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Una verdad constante en la vida del cristiano es que no somos de este mundo,
Pedro se refería a la iglesia de Dios como formada por extranjeros y peregrinos y
Pablo escribiendo a los Filipenses les indicaba como es que su ciudadanía, así
como la nuestra, está en los cielos.
Con todo y todo hay que reconocer que como personas nos duele, nos molesta y
nos indigna, la maldad, la injusticia, el desafuero que hay en el mundo y que
quisiéramos que todo fuera ya diferente. Eso está bien, es señal de que no
estamos llamados a lo que ahorita es, pero las prioridades no deben confundirse.
Independientemente de esto hay mucho que uno puede hacer por este mundo y
esto lo refiere la Escritura como ser sal de la tierra y luz del mundo, para ello, uno
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debe vivir, no sólo confesar, los principios cristianos sobre los que se erige nuestra
vida.
Pablo escribiendo a los Efesios les decía que fueran obedientes a sus patrones,
con temor, temblor y sinceridad, y hablaba de cosas terrenales pero para el
cristiano con un sentido que va más allá. También escribiendo a Timoteo, Pablo le
dice que hay que pedir por los gobernantes para poder vivir una vida tranquila y
sosegada, de nueva cuenta cosas terrenales pero vistas de manera espiritual.
De igual forma, Santiago, escribiéndoles a los que habían venido a la fe, los llama
a tener obras que muestren esa fe y entre las cuales ejemplifica el vestir al
desnudo, el dar pan al hambriento, por cierto esto lo retoma de aquellos dichos de
Jesús referido al juicio de las naciones donde los que hicieron misericordia con los
hambrientos, sedientos, forasteros, desnudos o presos, serán reconocidos,
mientras los que obraron injusticia serán condenados. La parábola del Buen
Samaritano deja claro para el cristiano que con todos y para todos, es decir, el
mundo en sí, debemos practicar misericordia.
El cristiano, si bien debe tener obras de misericordia y caridad, debe entender que
no está aquí para cambiar al mundo, sino para dar testimonio ante él de la
salvación que por misericordia del Padre a través de Su Hijo, Jesús, ha venido. El
primer llamado para uno es buscar el Reino de Dios, así que antes de pretender
cambiar el mundo uno debe trabajar en sí mismo para no ser esos que dicen
“Señor, Señor” pero no hacen la voluntad de Quien les ha llamado.
Una vez viviendo en nosotros el llamado del que hemos sido objeto, es cuando
podemos ser ante los demás testimonio de la Vida, la Luz y la Verdad, y a través
de nuestras obras de misericordia y caridad, si no cambiar el mundo, al menos sí
irnos moldeando a la imagen del Hijo, Quien es reflejo de la gloria del Padre, así
que no lo olvides ¿que quieres arreglar el mundo? Excelente... ¿pero qué tal si
comienzas por mejorar el pequeño mundo que eres tú mismo?
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Este artículo puede verse en video en
https://youtu.be/SwSJTd27cVs
Referencias:
Juan 17:16; 1 Pedro 2:12; Filipenses 3:20; Mateo 6:33; Mateo 5:13-16; Efesios
6:5; Santiago 2:14-26; Mateo 25:31-46; Lucas 10:25-37; Mateo 7:21-23; Efesios
4:13; Hebreos 1:3
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Cuando de liderazgo en la iglesia de Dios hablamos, generalmente uno tiende a
pensar en sus dirigentes, pero si bien nuestros dirigentes tienen ciertas
responsabilidades muy puntuales en la congregación, la Escritura nos habla de
que todo cristiano es llamado a ser líder, a ser en este tiempo sal de la tierra y luz
del mundo y en el mundo venidero reyes y sacerdotes con Cristo Jesus.
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Visto de esta forma ese liderazgo es como uno, antes de pretender decirle a los
demás qué o cómo hacerle en su vida, busca constantemente trabajar en sí
mismo en la viga que uno puede traer en el ojo antes de ayudar al hermano con la
paja que trajese en el suyo.
De nuevo: hay que ser astutos como las serpientes y prudentes como las
palomas, lo anterior no quiere decir que no exhortemos o que no podamos
redargüir o corregir cuando vemos algo mal en los demás, pero debemos hacerlo
con humildad y sencillez, viendo primero en nosotros si no es que estamos peor
que quien queremos reprender.
Finalmente cada quien responderá por sus obras, por eso si uno se acerca al
hermano para alguna amonestación siempre deberá hacerse con un sentido de
amor fraternal, de preocupación sincera por su salvación, pero sabiendo que todo
aquel que se erija como maestro de los demás recibirá un juicio más severo.
Un juicio más severo deviene porque si uno dice “yo sé”, entonces así se le juzga
y si enseña a los demás bien o mal, así recibirá; por ello debe uno día con día
evaluarse, corregirse, edificarse y santificarse, no por nuestros propios esfuerzos o
nuestros propios méritos, sino por la gracia de Dios, Su luz y Su fuerza, que a
través de Su Santo Espíritu nos dispensa.
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Este artículo puede verse en video en
https://youtu.be/kncqTfYOb_E
Referencias:
Mateo 5:13-16; Revelación 1:6; 5:10; Mateo 7:3-5; Lucas 6:42; Mateo 10:16;
Jeremías 31:30; Romanos 14:12; Mateo 18:15; Santiago 3:1; Mateo 5:19; Juan
9:41; Marcos 12:31; 1 Tesalonicenses 5:11; 1 Corintios 10:24
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El ser humano por naturaleza es alguien desesperado, parece como si supiera
que tiene poco tiempo en esta tierra y quiere todo rápido. Esta actitud en el
creyente puede ser muy dañina para su proceso espiritual pues el mismo lleva
algo de tiempo.
Job, por ejemplo, se quejaba de que la vida humana era muy corta y cargada de
amarguras, David también señalaba lo corto de la vida y cómo es que ésta estaba
sujeta a vanidad. Haciendo eco de esto Salomón hablaba de los días del hombre
como penosos y cargados de dolor ¡incluso señalaba que ni de noche descansa
nuestro corazón!
Dado que Dios mismo ha dicho que tiene planes de bienestar y no de calamidad,
para darnos un futuro y una esperanza, al no ver esto realizado en lo que va de la
historia de la humanidad la desazón, la desesperanza, pueden hacer veamos sus
promesas como tardadas.
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Si uno se fija en esto puede ver como muy dilatado el cumplimiento de las
promesas de Dios. Pedro se quejaba de algunos que viendo esto se jactaban del
incumplimiento de las promesas de Dios, pero también aclara que Dios tiene Sus
tiempos y en estos existe la consideración para que todos vengan a salvación.
El dolor es algo inherente a la vida humana, pero Dios incluso a través de él está
obrando una obra gloriosa en nosotros. La Escritura nos presenta como granos de
trigo que, al igual que nuestro Señor Jesús, debemos morir para dar vida.
Siguiendo este símil Isaías señala como es que de la misma forma el grano de
trigo no se tritura para siempre, Dios ha puesto un límite a este siglo y su vanidad
estando cada vez más cerca el cumplimiento pleno de lo prometido.
Para avanzar hacia las promesas dadas debemos estirarnos hacia ellas, como
Pablo decía, en vez de estar volteando hacia lo que va quedando atrás, después
de todo, como dice en algunos espejos retrovisores de autos: "las cosas están
más cerca de lo que parecen"
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Este artículo puede verse en video en
https://youtu.be/87v1vJhRDsY
Referencias:
Job 14:1; Salmos 89:47; Eclesiastés 2:23; Jeremías 29:11; 2 Pedro 3:3-9; Salmos
126:6; Job 42:1-4; Samos 25:4-5; Eclesiastés 12:13; Filipenses 3:13
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Desde la desobediencia de nuestros primeros padres, la humanidad siempre ha
tratado de quitar de sobre sí las responsabilidades que sus actos acarrean. Adán
ante Dios señalaba a la mujer como responsable de haberle dado el fruto del árbol
prohibido. De igual forma cada uno de nosotros puede de una manera u otra tratar
de hacer responsable a los demás de nuestras decisiones y por lo tanto
exonerarnos de sus consecuencias.
Pero bueno, una cosa son los pensamientos de los hombres y otra muy distinta los
pensamientos de Dios y en este sentido la Escritura es muy clara en que cada
quien responderá de sus propios actos, de sus propias decisiones, y por ende, las
consecuencias que de ellos se acarree.
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La segunda es para no andarnos metiendo en la vida de los demás ni como
jueces, ni como maestros, ni como preceptores, nadie es más que los demás,
nadie tiene la verdad última y perfecta, todos estamos siendo edificados, y a
todos se nos ha dispensado la infinita misericordia y el eterno amor del Padre al
habernos sido llamados a salvación.
La tercera, y tal vez la más sutil y que deviene de las otras dos, es que debemos
ejercer misericordia hacia el hermano y siendo testimonio de Aquel que nos ha
llamado a salvación, ayudar al más débil en la fe, sin ser piedra de tropiezo, para
su propia corrección, edificación y salvación, siempre con caridad y con extrema
humildad.
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Referencias:
Génesis 3:12; Isaías 55:8; Romanos 14:12; Gálatas 6:5; Eclesiastés 12:14;
Filipenses 2:12-16; Revelación 3:11; Lucas 6:37; Mateo 7:1; Mateo 23:8,10;
Colosenses 2:7; Efesios 2:20; Judas 1:20; Efesios 2:4-5; 1 Pedro 5:10; Tito 2:11-
12; 2 Timoteo 1:9; Ezequiel 3:19; Lucas 17:3; Santiago 5:19; Mateo 18:15; Mateo
7:5; Lucas 6:42
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Como podemos ver, todo en la existencia se rige de leyes, desde los planetas y
sus órbitas, a través de las leyes físicas, hasta la inmensa diversidad de seres
vivos, a través de las leyes de la biología; incluso y de igual forma las creaciones
humanas, desde una empresa hasta una comunidad, tienen sus reglas.
De igual forma a nivel personal pudiéramos decir que existen reglas, no tan
estrictas y exactas como las leyes de la física o de la biología, pero igualmente
importantes para definir lo que somos, una de esas leyes, carnal por cierto, es la
ley del mínimo esfuerzo.
La ley del mínimo esfuerzo implica conseguir lo que queremos aplicando la menor
cantidad de recursos en ello, de nuevo, esta es una ley carnal, y como tal está en
contra de las exigencias espirituales de nuestro Padre Dios que espera de
nosotros perfección y santidad.
Dentro de esa ley del mínimo esfuerzo se enmarca un pensamiento muy peligroso
que señala que con sólo creer en Jesús, como nuestro redentor, uno ya es salvo.
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Si bien es cierto la Escritura señala eso, hay que aclarar que se refiere a la
salvación que nadie puede alcanzar por sus esfuerzos, por sus propias obras, y
que nos es otorgada por el Padre a través del sacrificio de nuestro Señor Jesús.
Pero pensar que eso es todo lo que de nosotros espera nuestro Padre es
engañarnos ya que la misma Escritura señala que “no son los oidores de la ley los
justos ante Dios, sino los que cumplen la ley, ésos serán justificados”, en ese
mismo orden de ideas nos dice que “el que mira atentamente a la ley perfecta, la
ley de la libertad, y permanece en ella, no habiéndose vuelto un oidor olvidadizo
sino un hacedor eficaz, éste será bienaventurado en lo que hace”, y de igual forma
nos señala que “en esto sabemos que amamos a los hijos de Dios: cuando
amamos a Dios y guardamos sus mandamientos”.
Pero quien todavía quiera rechazar esa necesidad de vivir de acuerdo a lo que el
Padre espera de nosotros, y argumente que dado es por gracia que se es salvo y
no requiere obedecer ley alguna, haría bien en escuchar la recriminación de ese
Jesús que dicen haber aceptado cuando señala “¿por qué me llamáis, Señor,
Señor, y no hacéis lo que yo digo?”, y para mayor claridad del punto, ese mismo
Jesús aclara que “No todo el que me dice: “Señor, Señor”, entrará en el reino de
los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos”.
No guardamos los mandamientos de Dios para ser salvos, eso nos ha sido
otorgado gratuitamente por el Padre a través del sacrificio redentor de nuestro
Señor Jesús, sino que más bien porque somos salvos es que guardamos Sus
mandamientos. “Muéstrame tu fe sin las obras, -decía el Apóstol Santiago- y yo te
mostraré mi fe por mis obras”, esto ya que si bien nuestros pensamientos nos
guían y nuestros dichos nos comprometen, son nuestras acciones las que nos
definen.
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Este artículo puede verse en video en
https://youtu.be/nwyuoWPhFE4
Referencias:
Romanos 8:5; 1 Pedro 1:16; Mateo 5:48; Hechos 16:31; Efesios 2:8; Romanos
2:13; Santiago 1:25; 1 Juan 5:2; Lucas 6:46; Mateo 7:21; Santiago 2:18
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Cuando uno habla de la vida cristiana, generalmente se viene a la mente un
contexto espiritual casi casi desvinculado del devenir de este mundo, pero una
realidad patente es que el cristiano sigue aquí y que debe, entre otras cosas,
afanarse por cubrir sus necesidades, claro, sin perder la prioridad en sus metas.
El cristiano sabe que incluso sus proyectos temporales deben ser puestos en
manos del Señor para que se cumplan conforme a Su voluntad, de igual forma
sabe que su labor debe desarrollarla de buena gana pues finalmente uno no dará
cuenta al mundo de sus actos sino a Dios mismo.
Este trabajar la Escritura lo define como diligente señalando que el mismo trae
bendiciones a quien lo hace con amor. Sobre esto último, es curioso como Pablo
señala que todo debe hacerse con amor, no sólo las cuestiones de la iglesia o las
que podríamos denominar espirituales, sino todo.
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Para mayor énfasis en lo anterior, y para tener las cosas en una correcta
perspectiva, la Escritura nos insta a hacer todo –de nuevo: todo- en el nombre del
Señor Jesús dando gracias a Dios por medio de Él.
Ahora bien, si bien el trabajo es algo que el cristiano sabe como parte integral de
su vida, ante esto siempre debe tener en su mente un correcto orden de
prioridades. Nuestro Señor Jesús nos insta en la Escritura a ver las aves del cielo
que sin tanta preocupación son alimentadas por nuestro Padre Dios, y nos pone
delante la premisa de que nosotros somos de mayor valor, por lo que debemos
esperar mayor cuidado de Dios para con nosotros en cuanto a nuestras
necesidades, para en ese orden de ideas, buscar primero el reino de Dios y su
justicia.
El cristiano no es alguien indolente que con desidia espera el Reino de Dios sino
alguien que busca en perfección y santidad trabajar para suplir sus necesidades
temporales con una correcta perspectiva del orden de las prioridades pues
extranjeros y peregrinos somos de este mundo y entiende, de esta forma, que solo
un trabajo honesto es productivo, solo un servicio solidario es fructífero, y solo una
calidad que exceda lo esperado es justa.
39
Referencias:
Proverbios 16:3; Colosenses 3:23-24; Proverbios 12:24, 10:22; 1 Corintios 16:14;
Colosenses 3:17; 2 Corintios 9:8; Eclesiastés 3:12-13; Mateo 6:26; Mateo 6:33; 1
Pedro 2:12
40
Amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre, templanza,
cuando se repasa la lista de los frutos del Espíritu, ¿cuántos de nosotros podrá
poner una marca de logrado o cumplido en todos? Tal vez algunos tenga un, dos,
tres frutos del Espíritu, pero ¿habrá quien tenga todos?, y peor aún: ¿habrá quien
los tenga de manera perfecta y santa?
Ante esto la Escritura nos da palabras de aliento pues nos dice de Dios que Su
poder se perfecciona en nuestra debilidad, ¿cómo es esto? ¡haciéndonos
perfectos y santos!
41
De esta forma el cristiano tiene muy en claro que es Dios quien obra en nosotros
el querer y el hacer, que todo lo que llegamos a lograr es por su luz y fuerza en
nosotros, que finalmente a Él es la gloria.
Pero entonces, ¿qué pasa con esos frutos del Espíritu que no tenemos o aunque
tengamos no los tenemos de manera perfecta y santa? Seguirnos esforzando por
desarrollarlos, tenerlos y mostrarlos en nuestra vida pero entendiendo que no es
nuestro esfuerzo el que los consigue sino sólo el que evidencia ante Dios que
queremos lograr eso siendo que de esa forma Él obra en nosotros.
Los Evangelios son muestra de gente ciega, coja, leprosa, que se acercaba al
Señor, Cristo les preguntaba qué querían y ellos al expresar su deseo de ser
sanados eran limpiados de sus males y dolencias por Jesús.
Nuestros esfuerzos por mostrar los frutos del Espíritu son ese grito que lanzamos
a Dios para ser transformados en lo que Él desea para nosotros. Nosotros no lo
logramos, pero debemos mostrar con nuestro esfuerzos lo queremos para que Él
cumpla Su voluntad en nosotros.
Misterio de misterios pero una esperanza real: Dios mismo trabaja en nosotros,
con nuestras debilidades, para desarrollar en cada uno su carácter perfecto y
santo, conforme a Su voluntad y para Su mayor gloria en Cristo Jesús, así que no
hay pretexto: Si puedes hacerlo, hazlo, y si no ¡al menos inténtalo!
42
Este artículo puede verse en video en
https://youtu.be/SekfDFvel5I
Referencias:
Gálatas 5:22-23; Mateo 5:48; 1 Pedro 1:16; Romanos 7:22-25; 2 Corintios 12:9;
Filipenses 2:13; Deuteronomio 30:19; 1 Timoteo 6:12; 2 Crónicas 15:7; 1 Corintios
9:24-27; Mateo 7:21-23; 15:21-28; 8:5-13; 9:27-31; Lucas 5:12-16
43
Sin duda alguna la muerte es uno de esos enigmas que siempre ha intrigado a la
humanidad, dado que no hay nada peor que la incertidumbre, el ser humano ha
buscado darse una respuesta que si bien no venga a solucionar la cuestión de qué
es la muerte al menos le dé cierto sosiego.
Así han surgido un sinfín de explicaciones sobre esto, más sin embargo, quien se
atiene a la revelación contenida en la Palabra de Dios, sabe que los muertos están
inconscientes en sus tumbas y que la inmortalidad es condicional, lo cual es
contrario a la mentira de la serpiente original cuando les dijo a nuestros primeros
padres que aunque pecaran, que aunque desobedecieran a Dios, ellos no
morirían.
Si bien esta es una verdad, en ocasiones pareciera, incluso para el cristiano, que
éste vive como si nunca fuera a morir, no hablando de la condición en la que se
encuentran los muertos, sino de que su vida física la vive como si nunca fuera a
morir.
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Dios no quiere que nadie muera sino que todos procedan a arrepentimiento, por
eso da tiempo suficiente para que todos lleguen al conocimiento de la verdad.
Algunos han oído la voz del señor y han respondido, pero esa respuesta debe ir
acompañada de la diligencia de caminar en el sendero al cual Dios nos ha
hablado.
Pero puede darse el caso que algunos oyendo el llamado y respondiendo a él, es
decir, arrepintiéndose y bautizándose, esperen de manera desidiosa que la obra
de la iglesia o el poder de Dios actúen en él sin necesidad de esfuerzo alguno de
su parte.
Se han bautizado, sí, han recibido el Espíritu Santo, sí, van a los servicios de la
congregación, sí, pero de su parte no hay estudio, no hay edificación, no hay
voluntad para continuar creciendo y pasar de tomar leche a comer carne, es decir,
a escudriñar todo reteniendo lo bueno.
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Referencias:
Job 14:12-14; Salmo 6:5; 115:17; Eclesiastés 9:5-6; Salmo 49:16-17; Eclesiastés
3:19-20; Salmo 13:3; Hechos 11:34; Hebreos 11:13, 39-40; Juan 5:28-29; Isaías
26:19; 1 Corintios 15:51-56; 1 Tesalonicenses 4:13-18; 2 Pedro 3:9; Efesios 4:12,
16; 1 Corintios 14:12; 1 Tesalonicenses 5:11; 1 Corintios 14:26; 1 Corintios 3:2;
Hebreos 5:12-13; Proverbios 10:4; Proverbios 20:13; Proverbios 20:4; Proverbios
24:34; Proverbios 19:15; Proverbios 12:24; Proverbios 13:4; Proverbios 21:25
46
Todos queremos tener éxito en nuestra vida, más sin embargo para el cristiano, el
mayor éxito es obtener las promesas que se le han dado por parte de nuestro
Padre Dios a través de Su Hijo Jesucristo. Estas promesas, al igual que las
temporales, requieren de nosotros lo que como humanos podemos dar aunque
imperfectamente: constancia, disciplina y pasión.
La salvación nos viene de gracia, no hay nada que uno pueda hacer por obtenerla,
es el eterno amor del Padre y Su infinita misericordia los que, a través del
sacrificio redentor de Jesus, ofrecen la salvación para todo aquel que la acepte.
Más sin embargo, una vez salvos, hay exigencias para la vida cristiana so pena de
perder el regalo que se nos ha dado.
Perder las promesas es algo muy claro a lo largo de la Escritura, desde Génesis
cuando Esaú vendió su primogenitura, hasta Revelación cuando se señala la
fidelidad como requisito adicional para los llamados y elegidos exhortándoles a
cuidar que nadie venga y les arrebate la corona prometida.
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Constancia, para el cristiano, es saber que hay algo que tenemos que hacer y
asignarle un compromiso de realización a prueba de todo. Dado que la vida
cristiana requiere acciones concretas, estas acciones deben tener un tiempo y un
espacio asignado para ello, no sólo cuando las circunstancias se presenten. Sin
caer en el extremo mecanicista hay que asignar compromisos para el estudio, la
oración, la meditación y todo lo que contribuya a nuestra edificación.
Disciplina, para el cristiano, se refiere a que las cosas que deben hacerse se
harán sin buscar pretexto para no hacerlas. La disciplina va aunada a la
constancia pues la primera le imprime un carácter de calidad a la segunda,
después de todo ¿de qué sirve organizarnos para cumplir con constancia las
acciones concretas de nuestro cristianismo si las mismas se hacen con desidia,
con enfado, con poco compromiso en ellas?
Pasión, en la vida cristiana, es hacer algo que nos guste, pero no solo que nos
guste sino que nos guste tanto que valga la pena toda la constancia, toda la
disciplina. Este ingrediente, la pasión, hace que puedan realizarse las otras dos,
constancia y disciplina, y en el caso de la vida cristiana, para quienes han sido
llamados, la promesa de ser reyes y sacerdotes con Cristo en el Reino del Padre
por toda la eternidad debe mover a imprimir en nuestras acciones concretas
cristianas esa pasión requerida para ello.
No basta con decir “Señor, Señor”, sino que se requiere cumplir la voluntad de
Dios, después de todo el cristiano es conocido no por lo que cree sino por los
frutos que puede mostrar, como claramente dice la Escritura “no son los oidores
de la ley los justos ante Dios, sino los que cumplen la ley, ésos serán justificados”
y para esto el éxito es la combinación de constancia, disciplina y mucha, ¡pero
mucha pasión!
48
Este artículo puede verse en video en
https://youtu.be/7vCf78OiXAk
Referencias:
Génesis 25:27-28:5; Revelación 17:14; 3:11; Romanos 4:21; Hebreos 10:23;
Santiago 1:12; Lucas 6:46; Mateo 7:21, 20; Romanos 2:13
49
Generalmente cuando se oye hablar de personajes bíblicos como Noé, Abraham,
Moisés o David, entre otros, uno tiende a idealizarlos como sin error alguno
poniéndolos casi casi fuera del alcance de nuestra comprensión su vida misma.
Dado que toda la Escritura es inspirada por Dios, y útil para enseñar, para
redargüir, para corregir, para instruir en justicia, si uno lee en ella la vida de todos
los personajes bíblicos, incluso de aquellos que podríamos llamar ejemplares,
podrá darse cuenta que eran gente como nosotros, con defectos y virtudes, con
debilidades y fortalezas, pero con un deseo de responder al llamado que Dios
había hecho en su vida.
Cuando uno tropieza en esta vida, cuando uno cae, tiende a ser sumamente
estricto con uno mismo al grado, en ocasiones, de verse y considerarse indigno
del llamamiento del que uno ha sido objeto, contrariamente a este pensamiento la
Escritura nos dice que Dios no ha escogido ni a lo sabio, ni a lo fuerte, ni a lo
estimable de este mundo, sino que escogió a lo necio, a lo débil, a lo vil, para que
nadie pueda jactarse en su presencia.
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Si tú, como yo, te consideras dentro de los elegidos como parte de este segundo
grupo, entiende que sólo los llamados que sean elegidos, y los elegidos que sean
fieles, son los que llegando al final de la carrera obtendrán la corona que Dios
mismo ha prometido.
Pero volviendo a las ideas iniciales, ¿un justo nunca tropieza, un justo nunca cae?
Si pensamos eso vamos contra la Escritura pues la misma señala que no una, ni
dos, ni tres veces cae el justo sino incluso siete, pero la diferencia con el pecador
es que el justo se levanta esa misma cantidad de veces que cae.
De igual forma, Juan haciendo eco de esto, en su primer carta deja claro que si
bien los consejos dados por la Escritura son con el fin de que nos mantengamos
en perfección y santidad, si llegamos a pecar –con lo cual reconoce que incluso
los llamados, los elegidos y los fieles pueden pecar- señala que Cristo, nuestra
propiciación, actúa como nuestro abogado ante el Padre para obtenernos perdón.
El claro entendimiento de esto permite quitar del cristiano una carga imposible de
llevar: la de su misma imperfección, pero de igual forma debe verse desde la
correcta perspectiva pues lo anterior, como señala de igual forma la Escritura, no
implica una licencia para seguir pecando. Como Pablo señala al escribir a los
Romanos “¿Qué concluiremos? ¿Qué vamos a persistir en el pecado, para que la
gracia abunde? ¡De ninguna manera! Nosotros, que hemos muerto al pecado,
¿cómo podemos seguir viviendo en él?”
Cuando leamos sobre los grandes héroes de la Biblia fijémonos que como
nosotros, a pesar de que todo tenían en contra, estaba a su favor algo mayor:
Dios, de esta forma si ves a un triunfador, verás una persona que se ha levantado
tantas veces como se ha caído, y sigue de pie.
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Este artículo puede verse en video en
https://youtu.be/b-Fn5XBy_bo
Referencias:
2 Timoteo 3:16-17; 1 Corintios 1:27-31; Revelación 17:14; 1 Corintios 9:24; 2
Timoteo 4:8; Proverbios 24:16; Romanos 6:1-2; Romanos 8:31
52
Hay algunos cristianos que cree que llegar a la iglesia de Dios es algo que ya da
por hecho la salvación. Recordando el discurso de Pedro en Pentecostés es gente
que se ha arrepentido, se ha bautizado y ha recibido el don del Espíritu Santo.
Pero la Escritura reiterativamente nos indica cómo es que uno debe mantenerse
en el camino al que ha sido llamado so pena de perder las promesas que se nos
han dicho. Jesús mismos hablando a la iglesia de Filadelfia le dice que retenga lo
que tiene para que nadie le quite su corona, luego entonces esa corona puede ser
perdida.
Pero ¿qué hay del dicho de Jesús, respecto de Sus ovejas, en cuanto que nadie
las arrebatará de Sus manos?, ¿o de cuando señala, respecto de esas mismas
ovejas, que nadie puede arrebatarlas de las manos de Su Padre, de nuestro
Padre?
53
venir, ni lo alto, ni lo profundo, ni ninguna otra cosa creada nos podrá separar del
amor de Dios, que es en Cristo Jesús Señor nuestro”.
Pero una cosa es que nada ni nadie pueda arrebatarnos de las manos de Cristo o
de las manos de nuestro Padre y otra muy distinta que nosotros mismos,
desechando el llamamiento del que hemos sido objeto y despreciando las
promesas que se nos han dado, libremente desdeñemos la salvación que se nos
ha ofrecido.
En ese mismo orden de ideas Pablo, escribiendo a los Hebreos, les señala que “si
continuamos pecando deliberadamente después de haber recibido el conocimiento
de la verdad, ya no queda sacrificio alguno por los pecados sino una horrenda
expectación de juicio y hervor de fuego que ha de devorar a los adversarios”.
El llamamiento del que hemos sido objetos es un primer paso en un largo andar
que durará toda nuestra vida, por eso inicialmente a esto se le llamaba El Camino,
siendo ese camino el mismo Jesús, quien nos conduce al Padre.
El llamamiento es el primer paso en este Camino, pero como todo primer paso,
hay un segundo, que es el haber sido de los pocos elegidos, y como dicen que no
hay segundo sin tercero hay un tercer y último paso: el ser fieles.
Ser fieles implica fidelidad al camino, fidelidad a la verdad, fidelidad a la vida que
revela en la Escritura a través de la Palabra y que en Cristo Jesús tenemos, como
dice Revelación, la perseverancia de los santos se refiere a guardar los
mandamientos de Dios y la fe de Jesús, después de todo nadie ha cruzado la
meta sin haber tenido que dar el último paso.
54
Referencias:
Hechos 2:38; Juan 10:27-29; Romanos 8:38-39; Hebreos 10:26-27; Hechos 9:1-2;
Juan 14; Mateo 22:14; Revelación 17:14; 14:12
55
Si nos fijamos, todo en nuestra vida esta de alguna forma planificado por nosotros
mismos. Tenemos horarios, citas, reuniones, tenemos metas, objetivos y
estrategias. De alguna forma decimos qué queremos lograr y establecemos lo que
a nuestro juicio es necesario para ello. Pero ¿y nuestra vida cristiana?
Algo que tiene muy en claro el cristiano es que Dios es quien pone en nosotros el
querer y el hacer, de igual forma sabe que la salvación nos es dada por gracia a
través de la fe ejercida en el sacrificio redentor de nuestro Señor Jesús, más sin
embargo de igual forma el cristiano sabe que ha sido llamado a dar fruto y fruto en
abundancia.
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Cada uno de nosotros, por la infinita misericordia y el eterno amor del Padre,
hemos sido llamados a formar parte de Su familia en Su reino. Si bien hemos
respondido ese llamamiento se espera de nosotros llegar a ser fieles y al final,
tener fruto en abundancia que mostrar al regreso de nuestro Señor Jesús, quien
trae la paga correspondiente a cada uno, cuando todos seremos juzgados según
nuestras obras.
Volviendo sobre la idea inicial, ¿qué tanto de nuestra vida cristiana cuenta, al igual
que la vida temporal que ahorita tenemos, de metas y acciones para poder decir
que al menos, al menos, estamos trabajando en la obra de Dios?
En este punto hay que aclarar que en esas metas que podamos identificar, hay
dos grandes grupos que no deben ser descuidados: las metas de nuestra propia
edificación y las metas referidas a nuestra relación con los demás. De nueva
cuenta: ambos grupos de metas están correlacionadas y no pueden desligarse.
Por otro lado, si alguien trabaja únicamente en su relación con los demás, corre el
riesgo de identificarse con aquellas personas que a los demás les profetizan, que
les arrojan demonios, que les realizan milagros, todo en nombre Jesús, pero que
al final el Señor les dice “Nunca os conocí; apartaos de mí, hacedores de maldad”.
Los cristianos no hemos sido llamados a estar ociosos, sino a producir frutos de
perfección y santidad para la mayor gloria de Dios, de esa forma tu vida espiritual,
al igual que tu vida temporal, así como el auto necesita gasolina para avanzar, así
tus metas necesitan de tus acciones cotidianas para ser alcanzadas.
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Este artículo puede verse en video en
https://youtu.be/ORt3JuL27KY
Referencias:
Filipenses 2:13; Efesios 2:9; Efesios 1:7; 1 Corintios 1:30; 1 Timoteo 2:6; Tito 2:14;
Juan 15:16; Tito 3:14; Santiago 2:14-26; Gálatas 5:22-23; Mateo 25:14-30;
Romanos 2:5-11; Corintios 13:1-3; Mateo 7:21-23
58
Aunque en la mente del recién convertido la posibilidad de caer en el nuevo
camino pueda antojarse casi como imposible, la misma Escritura nos indica que
mientras militamos en esta carne las caídas de los elegidos, fieles y justos, están
al orden del día.
Esto puede parecer desmoralizante pero sólo es así cuando uno deja de lado las
promesas del Padre que no sólo señalan hacia Su trabajar en nosotros para
desarrollar Su carácter sino que nos ha proveído, no sólo de un rescate por
nuestros pecados a través del sacrificio redentor de nuestro Señor Jesus, sino que
a través de Él ha establecido el medio para la intercesión ante nuestras caídas.
La diferencia entre las caídas del justo y las del que es del mundo, es que el
primero, el justo, no las procura, es más, le duele cuando cae, mientras que el
segundo, no solo las procura, sino que las disfruta. Es por eso que el primero
puede caer siete veces pero las siete veces se levanta.
59
Pablo señala esto al referirse a los santos como “perseguidos, pero no
abandonados; derribados, pero no destruidos”. La expresión “derribados, pero no
destruidos” implica, si, caer, pero no quedar derrotados en el suelo sino, como la
misma Escritura señala, ser levantados por la misma mano del Señor.
Ahora bien, esta infinita misericordia del Padre no debe ser considerada como una
libertad para pecar, Pablo es muy claro en esto al preguntarse y responderse
“¿Qué, pues, diremos? ¿Perseveraremos en el pecado para que la gracia
abunde? En ninguna manera. Porque los que hemos muerto al pecado, ¿cómo
viviremos aún en él?”
Ahora bien, el justo al caer es dolido, eso está bien pues ese dolor produce
arrepentimiento, y ese arrepentimiento nos lleva a confesar nuestros pecados y
obtener así del Padre, por mediación de nuestro Señor Jesucristo, el perdón de las
faltas cometidas.
De nuevo: si bien el dolor por las caídas es bueno pues nos lleva a
arrepentimiento, nuestra mirada no debe quedarse fijada en eso sino en las
promesas que se nos han hecho, como Pablo dice “olvidando lo que queda atrás y
extendiéndome a lo que está delante”, es así como tus metas son alcanzables;
veras: extiende tu mano a ellas, ¿ves cómo es que ya están más cerca?
60
Este artículo puede verse en video en
https://youtu.be/97zrPe-BZDY
Referencias:
Proverbios 24:16; 2 Corintios 4:9; Salmos 37:24; Romanos 6:1-2; 2 Corintios 7:10;
1 Juan 1:10; Hebreos 10:23-29, 35-39; Filipenses 3:13; Hebreos 6:1
61
La vida cristiana conlleva, como es bien sabido, no sólo las promesas del reino
venidero sino la obligación de dar fruto en abundancia de perfección y santidad en
el tiempo presente, estos son también conocidos como frutos de justicia.
Ahora bien, la justicia sólo puede hacerla un justo, luego entonces ¿qué es alguien
justo, alguien que practica justicia? Zacarías y Elizabeth, padres de Juan el
Bautista, son declarados por la Escritura como justos, y la misma Escritura los
define pues dice que andaban irreprensibles en todos los mandamientos y
ordenanzas del Señor. Así que si bien la justicia inicia, se sustenta y existe en y
por la fe, la misma está estrechamente relacionada con el hacer, con el poner por
obra la fe que uno dice poseer.
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Sobre el resultado de los siervos de la Parábola de los Talentos, esto es
congruente con el Proverbio que dice que el favor del rey es para el siervo que
obra sabiamente, más su enojo es contra el que obra vergonzosamente. Sobre
este siervo sabio que pone por obra su fe, Proverbios mismos dice que abundará
en bendiciones.
¿Qué bendiciones podrán ser estas? La Escritura nos dice que a estos siervos
sabios, a quienes actúen conforme a la voluntad de su Señor, serán puestos sobre
todos los bienes, Jesús mismos repite esta promesa el señalar que “así como mi
Padre me ha otorgado un reino, yo os otorgo”.
Si bien muchas son las promesas para quienes obren con justicia y produzcan
frutos de perfección y santidad, esas promesas pueden ser resumidas en lo
señalado por el último libro de la Biblia, Revelación, cuando señala, en boca de
Jesús, que “al vencedor, le concederé sentarse conmigo en mi trono, como yo
también vencí y me senté con mi Padre en su trono”, y en boca del Padre cuando
señala que “el vencedor heredará estas cosas, y yo seré su Dios y él será mi hijo”.
63
Referencias:
1 Pedro 1:16; Mateo 5:48; Filipenses 1:11; Romanos 14:17; 2 Corintios 9:10;
Lucas 1:6; Romanos 4:22; Mateo 25:14-30; Mateo 7:21-23; Proverbios 14:35;
Proverbios 28:20; Lucas 12:44; Lucas 22:29; Revelación 21:7
64
Una realidad en la vida de todo cristiano es que aún seguimos militando en el
presente siglo malo. Nuestro Señor Jesús, en su petición al Padre, señalaba que
no pedía fuésemos quitados del mundo sino más bien que se nos protegiese del
maligno.
Ahora bien, este llamamiento del que hemos sido objeto existe y subsiste en un
precario equilibrio donde nos vemos impelidos por un lado por nuestros
65
problemas, nuestras necesidades y por el otro por lo que queremos hacer en
obediencia al Padre.
No podemos señalar que Marta hiciese mal, al contrario, estaba atendiendo las
responsabilidades que tenía conferida, el problema es que en orden de prioridades
estaba anteponiendo lo menos importante, las labores del hogar, a lo más
importante, escuchar al Maestro, esto obtuvo de Jesús un señalamiento referido a
poner en un justo orden las prioridades en nuestra vida.
Debemos, como las vírgenes prudentes, velar en todo momento, eso significa,
entre otras cosas, a constantemente ver el orden de prioridades que nuestras
actividades tienen en nuestra vida, después de todo mientras más factores
externos sean los que inciden en tus decisiones, menos dueño de las mismas
eres.
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Este artículo puede verse en video en
https://youtu.be/ZLi7zf61epo
Referencias:
Juan 17:15; 1 Juan 5:19; Eclesiastés 9:2; Eclesiastés 2:14; 2 Corintios 10:3-6;
Romanos 7:15-24; Romanos 6:6; Lucas 10:38-42; Juan 6:27; 2 Tesalonicenses
3:10; 1 Tesalonicenses 4:11; Mateo 25:1-13; Lucas 12:35
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La vida cristiana se desarrolla en dos dimensiones, una es la vida carnal y otra la
vida espiritual. En ambos casos el exhorto de la Escritura es a trabajar en ambas
esferas poniendo las cosas en el correcto orden de prioridades.
Si bien existe un llamamiento superior para el cristiano, no por eso debe uno ser
desidioso en las responsabilidades que en esta vida se tienen. Hablando de la
dimensión carnal la Escritura elogia la diligencia, el trabajo, la productividad, como
algo no solo loable para el cristiano sino incluso obligatorio para considerarse
como tal.
De igual forma, existe una dimensión espiritual donde el cristiano día con día debe
trabajar para que, con la ayuda del Santo Espíritu de nuestro Padre Dios que mora
en uno, ser edificados, corregidos, perfeccionados y santificados.
Visto de esta forma, ambas dimensiones implican que lo que llamamos vida no es
algo que ya poseamos al menos en plenitud, sino algo que debemos alcanzar con
constancia, disciplina, esfuerzo y pasión.
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En la dimensión carnal experimentamos un nacimiento, el natural, pero en la
dimensión espiritual estamos llamados a experimentar dos nacimientos el del agua
y el del espíritu.
El del espíritu es aquel que esperamos cuando al regreso de Cristo tanto los que
duerman como los que vivos estén seamos transformados en cuerpos de gloria
como el suyo.
69
Referencias:
Proverbios 10:4; 19:15; 2013; Efesios 4:15; Colosenses 1:10; 1 Tesalonicenses
3:12; Hebreos 6:1; Gálatas 3:26-27; 1 Tesalonicenses 4:16-17; 1 Corintios 15:23;
Mateo 22:14; Revelación 2:10; 3:21; Gálatas 6:8; 1 Corintios 15:42; Revelación
2:26
70
La frase de nuestro Señor Jesús de que vayamos a Él todos todos los que
estemos trabajados y cargados, pues Él nos hará descansar, no debe ser tomada
por el cristiano como un llamamiento a la desidia ya que claramente en esa
exhortación se nos habla de llevar su yugo pues éste es fácil y la carga que el
mismo impone ligera.
Sobre esto hay que aclarar que yugo es un término que permite identificar al
instrumento fabricado en madera donde mulas o bueyes son atados para constituir
una yunta y al cual se sujeta el dispositivo para direccionar al arado o el pértigo del
carro.
Así que la referencia del yugo implica el sentido de éste para direccionar a quienes
conduce, en el caso del cristiano el yugo de Jesús son los mandamientos del
Padre pues nuestro Señor aclara que éste es requisito para permanecer en Su
amor, así como Él los ha guardado para permanecer en el amor del Padre. Y
respecto de ese amar, la misma Escritura aclara que el amor de Dios es guardar
71
sus mandamientos, señalando, de nueva cuenta y en el mismo orden de ideas,
que los mismos no son gravosos.
Estas ideas deben servir de reflexión para todos en nuestra vida cristiana pues
podemos, como el siervo desidioso de la parábola de los talentos, pensar que,
dada la redención conseguida por el sacrificio de nuestro Señor Jesús, podemos
sentarnos a esperar nuestra liberación final sin hacer nada en el inter. Antes bien
en nuestra mente y en nuestro corazón debe estar presente la admonición de
nuestro Salvador quien claramente señala que todo árbol que no da buen fruto es
cortado y echado al fuego.
El cristiano, acorde con su llamamiento, sabe que ha sido llamado a producir fruto,
y fruto en abundancia, siendo que tiene un tiempo para ello, por lo que si lo
desperdicia mayor será el esfuerzo para conseguir el mismo resultado esperado,
así que recuerda el quedarte sentado solo hará que más pasos te separen de tu
meta.
72
Este artículo puede verse en video en
https://youtu.be/Jolyssf-QbA
Referencias:
Mateo 11:28-30; Juan 15:10; 14:21; 1 Juan 5:3; 2 Juan 1:6; 1 Juan 2:3; Mateo
25:14-30; Mateo 7:19; Juan 15:2; Marcos 6:31; Proverbios 20:4; 13:4; Juan 15:8
73
Sin duda alguna que no hay nada más frustrante para el cristiano que lidiar con
nuestras propias fallas, con nuestras propias debilidades. Si bien sabemos lo que
de nosotros se espera por el llamamiento del que hemos sido objeto, no podemos
menos que reconocer lo lejos que estamos de haber alcanzado la perfección y
santidad requerida.
Al igual que Pablo podemos decir que sentimos en nuestra carne dos leyes:
aquella nacida del llamamiento que nos mueve hacia la justicia divina y aquella
que nace de nuestra carnalidad y que busca rebelarse de ella.
Bien dice la Escritura que nuestro corazón es engañoso, engañoso más que todas
las cosas y perverso, si nosotros por nosotros mismos quisiéramos mejorarnos
estaríamos en un absurdo contradictorio ya que si el corazón es engañoso y
perverso, ¿cómo podría de él salir lo recto y verdadero? Un árbol malo no puede
producir frutos buenos.
El único santo y perfecto es Dios, y a los que Él ha llamado son escudriñados por
el Padre para su perfeccionamiento. El símil que presenta la Escritura del alfarero
74
y la vasija de barro que hace con cuidado, con delicadeza, con propósito, ¡incluso
rehaciéndola si ésta se echa a perder!, es una imagen del trabajo que el Padre
hace con cada uno de los que son llamados para Sus propósitos.
Ahora bien, lo anterior no quiere decir que uno no esté llamado a esforzarse en
nada y dejar todo en las manos del Padre, el exhorto escritural es para
esforzarnos y ser valientes ya que no hay forma de ver eso que en nosotros debe
ser trabajado hasta en tanto por lo que hagamos o dejemos de hacer salga a la
luz.
Para concluir y retomando la queja de Pablo sobre las dos leyes que en sí veía
preguntándose quien podría liberarle de ese conflicto, terminaba reconociendo que
la victoria final nos vendría dada por medio de Cristo, así que no lo olvides,
comienza intentándolo... terminarás lográndolo.
75
Este artículo puede verse en video en
https://youtu.be/Y76ASWJHcAo
Referencias:
Romanos 7:15-23; Mateo 7:18; Jeremías 17:10; 18:1-6; Josué 1:6; Gálatas 3:11,
26-19; Santiago 2:14-17; Revelación 3:11; Proverbios 24:16; Romanos 8:18;
Revelación 17:14; Romanos 7:25
76
Cuando uno atiende al llamamiento de Dios y comienza a andar en Sus caminos,
lo primero que se da cuenta es que si bien Dios nos exhorta de muchas formas a
elegir lo correcto, lo justo y lo verdadero, nos da libertad de elección en ello.
De igual forma otra cosa que uno descubre es que tras ese llamamiento existen
bendiciones que sobrepasan cualquier cosa que pudiera subir a la mente o al
corazón de las personas.
Cristo, por medio de Juan, dirigiéndose a la iglesia de Éfeso, tipo de los cristianos
que se le asemejarían durante toda la historia de la iglesia de Dios, si bien tiene
mucho que reconocerles, le señala como defecto el que haya olvidado su primer
amor.
77
Ese primer amor es el experimentado al inicio de nuestro andar y se basa, sí, en el
conocimiento de Dios, pero más en las promesas que de Él hemos recibido:
Perdón de los pecados, vida eterna, provisión, descanso, Espíritu Santo,
salvación, corona de vida, paz, todo ello a través del sacrificio redentor de nuestro
Señor Jesucristo.
Pero ahí no termina todo porque por el Santo Espíritu de nuestro Padre Dios que
se nos concede con la imposición de manos después del bautismo, Dios comienza
en nosotros Su gran obra y la consumará como todo lo que se propone, de
nuestra parte está el creer que eso es posible y esforzarnos por actuar en
consecuencia.
78
Referencias:
Deuteronomio 30:15-19; 1 Corintios 2:9; Revelación 2:4; 1 Juan 1:9; 5:11;
Filipenses 4:19; Mateo 11:28; Hechos 1:4-5; Isaías 45:22-23; Santiago 1:12; Juan
16:33; Lucas 18:26-27; Isaías 32:15; Gálatas 6:8
79
Sin duda alguno doloroso es cuando en el Camino al que el Padre nos ha llamado
en el presente siglo caemos, fallamos. Dada nuestra naturaleza por un lado al
responder al llamamiento tenemos una expectativa muy alta de nosotros y por otro
nuestras debilidades siguen presentes.
La Escritura nos exhorta, tanto en los ejemplos anteriores así como muchos más
que pudiéramos considerar, como de manera directa a través de la misma
80
Palabra, a que si caemos siete veces siete veces debemos levantarnos. De hecho
a quien así hace se le llama justo, ¿te das cuenta? Un justo no es el que no cae,
sino el que se mantiene fiel al llamamiento.
La Palabra de Dios nos dice que no son pocas sino muchas las aflicciones del
justo, ¿te fijas? muchas, pero también dice que de todas esas nos libra el Señor.
Ahora bien, ¿el que nos libre quiere decir que no las padecemos? Claro que no, si
así fuera no serían aflicciones pues ni cuenta nos daríamos, significa que las
mismas, si nos mantenemos fieles, aunque caigamos, no nos conducen a la
muerte.
Esta idea es reforzada con la esperanzadora expectativa que los llamados, al caer
–de nuevo aparece la caída en la vida cristiana-, no queda derribado pues el
Señor sostiene su mano. ¿Qué hacer al caer? A Dios gracias tenemos un
abogado para con el Padre, Jesus, nuestro Señor y nuestro hermano, que
entiende nuestras debilidades, para que con arrepentimiento retomemos el andar.
Una realidad de la vida cristiana es que tenemos que caminar a pesar de nuestras
debilidades, pero una esperanza clara dada por la Escritura es que si nos
mantenemos fieles veremos en nosotros realizadas a su tiempo las promesas del
Padre. ¿Te das cuenta? Qué curioso: cien errores te pueden conducir a un gran
acierto, ¡nunca dejes de intentarlo!
81
Referencias:
1 Pedro 2:22-23; 2 Corintios 5:21; Proverbios 24:16; Miqueas 7:8; 1 Juan 5:18; Job
5:19; Salmos 34:19; 37:24; 1 Juan 2:1; Romanos 5:10; 8:34; Hebreos 7:26
82
Cuando uno inicia el caminar a través de las sendas que el Padre nos va
indicando, conforme a Su llamamiento, existe un sentimiento de alegría, de
entusiasmo, que la Escritura refiere como esa sensación aunada al primer amor.
Pero de igual forma si se le pregunta a esa persona como es que piensa lograr
todo eso que de él se espera y, por lo tanto, heredar las promesas que se le han
dado, ahí es donde comienzan los problemas pues no hay claridad en ello más
allá de la respuesta basada en el esfuerzo cotidiano para ello.
Antes de avanzar en esto entendamos una cosa. Dios es quien pone en nosotros
tanto el querer como el hacer, pero eso no quiere decir que el cristiano deba estar
indolente esperando que el Santo Espíritu de nuestro Padre Dios que obra en
nosotros sea quien haga el trabajo que nos corresponde.
83
La Escritura está llena de exhortaciones para aplicar esfuerzo en el andar por el
Camino al que el Padre nos ha llamado. Ese esfuerzo no es el que logra sino que
demuestra al Padre nuestra intención de cumplir con Su voluntad recibiendo de Él
tanto la luz, la guía y la fuerza para cumplir lo que el llamamiento implica.
Pero incluso el iniciar este andar implica claramente, como el Señor Jesús nos
dijo, el contar los gastos, es decir, saber qué implica y ver si podremos dar lo que
de nosotros se espera, lo cual nos habla de conocer qué se tiene que hacer,
cómo, cuándo, dónde, por qué y para qué, pero ¿realmente hacemos este
ejercicio en nuestro caminar?, ¿qué es lo que tendríamos que hacer como
objetivos y estrategias en nuestra vida cristiana?
Estar alertas nos remite al velar que nos hablaba Jesús, esto para no caer en
tentación, luego entonces el referente es la observancia de la Ley la cual nos
indica qué es pecado. Permanecer firmes en la fe nos habla de esa contención
que debemos tener ante el punto para defender los principios doctrinales de los
cuales la iglesia de Dios, como columna y fundamento de la verdad, es guardiana.
Portarse varonilmente nos habla de ese crecimiento en la fe que tantos hombres
como mujeres debemos tener para no ser como niños fluctuantes llevados por
doquiera de todo viento de doctrina, por estratagema de hombres que, para
engañar, emplean con astucia los artificios del error. Y ser fuertes nos habla de
mantenernos fieles, cayendo, levantándonos, pero sin tirar por la borda el
llamamiento del que hemos sido objeto.
La vida cristiana sin duda contiene promesas que exceden con mucho cualquier
cosa que pudiéramos pensar, pero de igual forma exige en nosotros el poner por
obra la Palabra en tanto llega el día de nuestra liberación, mientras tanto hay que
84
estar alertas, permanecer firmes en la fe, portarse varonilmente y ser fuertes ya
que sin objetivos ni estrategias llegaras a cualquier lugar, menos a donde querías.
Referencias:
Revelación 2:4; Filipenses 2:13; Juan 3:27; 1 Corintios 12:6; Josué 1:6; 1 Crónicas
22:13; Salmos 27:14; Efesios 6:10; Lucas 14:28; 1 Corintios 16:13; Marcos 13:33-
37; Mateo 26:41; Romanos 3:20; 1 Juan 3:4; Judas 1:3; 2 Timoteo 1:13; 1 Timoteo
3:15; Isaías 40:29; Efesios 6:10; 2 Corintios 12:9-10; Proverbios 24:16; 1 Corintios
2:9; Romanos 8:18; Santiago 1:22; Romanos 2:13
85
El Camino que el creyente ha aceptado al responder al llamado que el Padre ha
hecho en su vida, no está exento de retos, de obstáculos, de desafíos; retos,
obstáculos y desafíos que en ocasiones devienen en tropiezos, en caídas. Si bien
el llamamiento implica el indicativo de ser santos y perfectos, también hay que
entender que la plena realización de esto será cuando Cristo regrese y seamos
transformados.
86
De igual forma, si uno tiene claridad en el llamamiento no estará a expensas de
las circunstancias sino que las acciones que cotidianamente se emprendan
tendrán un rumbo fijo permitiendo dirigir a ello nuestros esfuerzos y nuestros
recursos.
Si bien este análisis puede hacerse de diversas formas, tres son las que aquí
pueden mencionarse: una es evaluar constantemente el nivel de obediencia y
sujeción a los mandamientos de Dios; otra es que veamos en nosotros el
desarrollo que vamos experimentando respecto de los frutos del Espíritu: amor,
gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre, templanza; y uno
más que evaluemos nuestro actuar a la luz de lo que nuestro Señor Jesucristo nos
dejó, tanto en cuanto a Sus enseñanzas como en cuanto a Sus acciones.
La vida cristiana requiere aplicar en el andar brío, arrojo y denuedo, esto no surge
de manera espontánea sino que requiere de nosotros capacidad, voluntad y
decisión, es por eso que establecer un propósito le da sentido a nuestras acciones
y permite focalizar nuestros esfuerzos y recursos
87
Referencias:
Juan 16:33; Juan 15:19-21; Romanos 8:36; Mateo 5:48; 1 Pedro 1:16; Romanos
7:24; 2 Timoteo 4:8; Santiago 1:12; Hechos 14:22; Proverbios 24:16; Juan 14:15;
14:21-24; 15:10-14; Gálatas 5:22-23; 1 Corintios 11:1
88
Siendo honestos, no puede decirse que el camino del cristiano está exento de
problemas, dolores o angustias, muy al contrario la Escritura nos dice, en palabras
de nuestro Señor Jesús, de que en el mundo, quien desee seguirle, experimentará
tribulación, será odiado, sabrá lo que es ser perseguido e incluso probará la
muerte física; ante esta realidad ¿es realmente juicioso estar alegres, optimistas,
esperanzados?
Si el andar por los caminos a los que el Padre nos ha llamado fuera el fin en sí
mismo realmente no habría muchas razones para sentirnos contentos, alegres o
gozosos, pero como ese andar lo indica, vamos en pos de algo mejor, de algo más
grande, de algo que, en palabras de Pablo, excede con mucho cualquier
mortificación y sufrimiento que podamos experimentar en el presente siglo.
89
Si uno entiende lo anterior incluso en los momentos más oscuros, en las
situaciones más aciagas, encontrará promesas a las que asirse. Recordemos
cuando Pablo y Silas fueron encarcelados y que en medio de sus prisiones
entonaban cantos a Dios, ya que con todo, en todo y por todo, uno puede
alegrarse en el Señor y gozarse en el Dios de nuestra salvación.
Pablo escribiendo a los Romanos, sabiendo lo que uno padece en este mundo
pero teniendo en cuenta el llamamiento del que se ha sido objeto, los exhorta a
estar gozosos en la esperanza; sufridos en la tribulación; constantes en la
oración, ¡así que puede haber gozo aunque se esté experimentando sufrimiento!
Si bien lo anterior puede sonar a locura para el mundo, en las promesas de Cristo
tenemos consolación pues él nos ha dicho que es Su paz la que vivirá en
nosotros, una paz diferente a la que da el mundo, basada en factores externos y
condiciones limitadas, sino que vendrá a nuestro interior por gracia del Santo
Espíritu de Dios y se basará en bendiciones sin límite.
Nosotros andamos en luz, aunque nuestro andar sea por un mundo en tinieblas,
experimentando tribulación sabemos que al final, si somos fieles, las promesas del
Padre nos aguardan cuando el día amanezca, eso nos da un gozo desde ya
incluso en las adversidades y cuando se disfruta el camino no hay propiamente un
esfuerzo sino un disfrute en cada paso.
90
Referencias:
Juan 16:33; 15:18; Mateo 10:22; 24:9; Revelación 2:10; Romanos 8:18; 1 Juan
1:9; 5:11; Filipenses 4:19; Mateo 11:28; Hechos 1:4-5; Hebreos 6:13-15; Isaías
45:22-23; Santiago 1:12; Juan 16:33; Hechos 16:16-40; Habacuc 3:18; Romanos
12:12; Proverbios 4:18; 2 Corintios 3:18; 2 Pedro 1:19
91
Cuando uno responde el llamado del Padre para iniciar el caminar por Sus
senderos, comienza a diferenciarse del resto del mundo, pero esa diferenciación le
acarrea en ocasiones al creyente problemas y tribulaciones, esto es claro.
Nuestro señor, refiriéndose a lo anterior, fue muy enfático en que el mundo odiaría
a los suyos, este odio, a lo largo de la historia, estaría referenciado por rechazo,
persecución e incluso muerte, pero en medio de todo eso la promesa de Cristo se
mantiene: Al vencedor se le dará la corona de vida, se le permitirá sentarse con
Cristo en Su trono y vendrá a tener dominio sobre las naciones.
Con todo y todo hay un testimonio que el cristiano está obligado a dar ante el
mundo. Esa es la forma en que el mundo nos recordará. Ahora bien, este
testimonio ante el mundo implica integridad con el Mensaje, ya que mal haríamos
si en ello buscásemos agradar a los hombres.
92
podemos hacer es ante ellos proclamar de palabra y de acción el mensaje del
Evangelio como testimonio ante las naciones.
Este testimonio es al que Cristo se refiere al llamar a Su iglesia luz del mundo. Esa
luz del mundo está relacionada con la senda de los justos, justicia que pasa por
guardar los mandamientos de Dios y el testimonio de Jesus.
Si bien esa luz tendrá su culmen con la venida de Cristo, cuando en Jesus Sus
elegidos reyes y sacerdotes compartirán la luz que implica el conocimiento
perfecto de Dios, en el tiempo presente es necesario el testimonio aunado a ello
para generar en nosotros el carácter perfecto de Cristo, para llamar en este siglo a
quienes han de ser salvados, y para glorificar ante el mundo al Padre.
93
Referencias:
Juan 15:18-27; Mateo 10:22; Santiago 1:12; Revelación 3:21; 2:26; Gálatas 1:10; 1
Corintios 1:18; Mateo 24:14; 5:14; Proverbios 4:18; Revelación 14:12; Isaías 60:3;
Zacarías 8:20-23; Habacuc 2:14; Revelación 21:24; Hechos 2:47; Efesios 4:13;
1:4; 2 Timoteo 1:10; Mateo 5:16; 2 Corintios 5:10; Mateo 25:31-46 ; Revelación
22:12; Isaías 40:10; Mateo 16:27
94
La manera en que la Escritura se refiere al llamamiento del que uno ha sido objeto
por la infinita misericordia y eterno amor del Padre no puede ser más que
significativo: Camino. Significativo porque al igual que en la vida requiere de
acción de nuestra parte, pero que de igual forma si uno se descuida, deviene ese
andar en desviación.
Desde que Dios entregó sus ordenanzas le dijo muy claramente a Su pueblo que
no se desviara ni a izquierda ni a derecha, pero dada la propia naturaleza carnal
que es enemistad para con Dios, la mente comienza a concebir otros caminos que
si bien parecen al razonamiento natural como rectos, su fin termina siendo de
muerte.
95
¿Y cómo podríamos perder lo recibido? La concupiscencia de la carne, la
concupiscencia de los ojos y la soberbia de la vida, son las formas mediante las
cuáles el Enemigo busca nuestra perdición.
Dado que el Enemigo está detrás de todo esto, es menester estar vigilantes, sí,
pero además, sabiéndonos débiles, cobardes, torpes y pecadores, no confiar en
nuestras fuerzas sino en la providencia de Aquel que nos ha llamado.
Pablo en su primer carta a los Corintios les reconoce que iniciaron ese andar de
forma correcta, de hecho lo compara más que con un andar con una carrera por la
forma en que iban creciendo en conocimiento y gracia, pero luego les recrimina el
haber perdido el camino, el haberse desviado y más delante los reconviene, y con
ellos a nosotros, en cuanto a lo que deben cuidar: no codiciar, no ser idólatras, no
fornicar, no provocar al Señor, no murmurar, añadiendo con base Escritural los
castigos que devienen de esas actitudes.
96
Referencias:
Deuteronomio 28:14; Proverbios 14:12; Romanos 8:5-8; Proverbios 14:12;
Revelación 3:11; 1 Juan 2:16; 1 Pedro 5:8; Lucas 21:36; Mateo 26:41; 2 Corintios
12:9; 1 Corintios 9:24; 10:6-11; Hebreos 10:26-27; Isaías 28:28; Romanos 8:18
97
La Escritura define lo que es el amor, en el caso del amor a Dios esto tiene que
ver con guardar sus mandamientos, en el caso del amor al prójimo el hacer a ellos
como queramos nos hagan.
En esto último, una de las maneras de demostrar al prójimo ese amor es a través
del servicio ya que según la Escritura así es el amor: servicial, pero ¿qué podemos
entender por esto?
La idea del servicio es clara cuando se nos dice que debemos volvernos a los
demás su servidor, idea que por su misma definición implica el servirles, el serles
útil, ¿cómo podemos ser útiles?
Si bien hay cuestiones temporales en las cuales podemos servir a los demás, lo
principal son las metas eternas basadas en las promesas que se nos han dado,
ese servicio es el principal en nuestra vida, y para ello tenemos el ejemplo de
nuestro Señor Jesús quien de sí mismo dijo que no vino a ser servido sino a servir.
Ese debe ser nuestro principal referente.
98
Volviendo sobre las preguntas iniciales, ¿cómo podemos ser serviciales, ser
útiles?, además del ejemplo de Cristo, tenemos la guía escritural ya que si
realmente deseamos ser útil a los demás en cuestiones relacionadas con las
promesas eternas, es la Palabra de Dios la que debe ser nuestra guía.
“Toda la Escritura es inspirada por Dios y útil para enseñar, para reprender, para
corregir y para instruir en la justicia, a fin de que el siervo de Dios esté
enteramente capacitado para toda buena obra”, dice la Palabra de Dios, y si
podemos lograr esto realmente estamos siendo mucho muy útiles a los demás.
Ese servicio implica alentarnos los unos a los otros, y edificarnos el uno al otro. El
aliento motiva, impulsa, sobre todo cuando fallan las fuerzas, la edificación implica
desarrollo, crecimiento, “hasta que todos lleguemos a la unidad de la fe y del
conocimiento pleno del Hijo de Dios, a la condición de un hombre maduro, a la
medida de la estatura de la plenitud de Cristo”.
99
Como cristianos hay que buscar ser útiles a los demás, sobre todo con la mira en
las promesas eternas que se nos han dado, trabajando con ahínco y esperanza,
haciendo lo que nos corresponde y dejando, confiando y esperando en Dios lo que
conforme a su voluntad ha de ser ya que servicio es entender y aceptar que en
muchas ocasiones tú serás quien haga el camino, pero otro quien lo recorrerá,
Referencias:
1 Juan 5:3; Mateo 7:12; 1 Corintios 13:4; Marcos 9:35; Marcos 10:45; 2 Timoteo
3:16-17; Hebreos 3:13; 1 Tesalonicenses 5:11; Efesios 4:13; 1 Corintios 3:6-7;
Eclesiastés 11:6
100
Así como la Escritura contiene la misma mente de Cristo siendo por lo tanto útil
para enseñar, redargüir, corregir e instruir en justicia, de igual forma contiene en
contraposición muchas historias donde quien decide vivir ajeno a la Palabra se
extravía.
Aunque la lista pudiera seguir la misma no termina ahí pues llega hasta nuestros
días y específicamente hasta nosotros. ¿Cuántas veces de igual forma nosotros
que día con día le decimos a Cristo “Señor, Señor” no hacemos lo que Él nos
dice?, ¿cuántas veces nosotros también caemos en el error, la equivocación, el
deslizamiento?, ¿Cuántas veces nosotros también nos embriagamos de las cosas
101
de este mundo, rechazamos las instrucciones dadas por Dios, adulteramos o
matamos en nuestro corazón, o negamos a nuestro Maestro?
La ventaja, si es que puede decirse así, en el caso de los llamados, es que desde
el mismo primer momento de nuestro llamamiento una nueva mente, un nuevo
corazón ha comenzado a ser trabajado en nosotros por el Santo Espíritu de Dios,
esto se evidencia por el conflicto que en nuestro interior comienza a darse cuando
queriendo hacer el bien no podemos, teniendo nuestra confianza que este
esfuerzo será completado con Cristo a su venida cuando seamos transformados.
Mientras tanto seguimos avanzado teniendo muy en claro las promesas que se
nos han concedido y rindiéndonos día con día al Padre para que complete en
nosotros la buena obra, perfeccionándonos hasta el día de Jesucristo, pues como
decía Pablo, aunque andamos en la carne, no militamos según la carne porque las
armas de nuestra milicia no son carnales, sino poderosas en Dios para la
destrucción de fortalezas, después de todo cuando uno tiene bien claras sus
metas y sus valores, es mucho más difícil perder el rumbo.
102
Referencias:
2 Timoteo 3:16; Génesis 9:21; Números 20:7, 11,12; 2 Samuel 12:1-22; Mateo
26:69-75; Mateo 7:21-23; Romanos 8:5-8, 9-11; Romanos 7:19-25; Filipenses 1:6;
2 Corintios 10:3-6
103
Cuando uno responde al llamamiento que el Padre ha tenido bien hacernos en el
presente siglo para traernos a la luz, a la vida, a la salvación, de inicio se cree que
uno podrá responder a ese llamamiento en la forma perfecta y santa que de
nosotros se espera, desafortunadamente la realidad a veces rompe esa ilusión
inicial que teníamos, ¿seremos incapaces de lograrlo?
Pero de igual forma, ese mismo Pablo que bien pudiera ser nuestro referente de
vida cristiana decía de sí mismo que no hacía el bien que quería sino el mal que
no quería a grado que sentía en su carne una ley que se rebelaba contra la ley de
su mente, y que lo llevaba cautivo a la ley del pecado. A tal grado era su conflicto
104
que él mismo exclamaba “¡Miserable de mí!, ¿quién me librará de este cuerpo de
muerte?”. ¿Seremos nosotros más que él como para no experimentar lo mismo?
Sin duda alguna en más de una ocasión nos habremos sentido como Pablo ya que
si bien vamos avanzando en el Camino, es mucho lo que nos falta para llegar a
ser perfecto y santos como ha sido el llamamiento. Esta conciencia de nuestra
nada puede hacer que nos deprimamos y que nos creamos insuficientes, indignos
del llamamiento, optando por dejarlo de lado.
A pesar de que en efecto es mucho lo que nos falta para llegar a unidad de la fe y
del conocimiento pleno del Hijo de Dios, a la condición de un hombre maduro, a la
medida de la estatura de la plenitud de Cristo, también es cierto que algo, aunque
sea mínimo, ha cambiado en nosotros dándonos un adelanto de la liberación final
que experimentaremos.
105
que mientras vamos avanzando a la plenitud de Cristo es mejor contar aquellos
pequeños logros que en el andar se han obtenido en vez de contemplar lo que aún
no se obtiene.
Referencias:
Mateo 5:48; 1 Pedro 1:16; 2 Corintios 11:23; 2 Timoteo 4:7-8; Romanos 7:19-25;
Efesios 4:13; Juan 7:38; Efesios 2:8-9; Romanos 7:25; 2 Corintios 11:30; 2
Corintios 12:9
106
Al iniciar el andar en el Camino, como respuesta al llamamiento que del Padre se
ha recibido, se tiene clara la meta a la que uno debe llegar: nada más y nada
menos que ser perfectos y santos como el Padre mismo lo es.
Esa meta, si bien parece inalcanzable para uno –y de hecho lo es-, es posible
alcanzarla con la ayuda del Santo Espíritu de nuestro Padre Dios que mora en
nosotros. Pero dada nuestra carnalidad, el esfuerzo que en el andar imprimimos
puede volverse en contra del llamamiento cuando caemos en el legalismo.
107
Es por eso que cuando uno sienta el ego inflado, satisfecho por considerar que se
están cumpliendo los estándares que el llamamiento del Padre implica, debe
analizarse para no estar cayendo en la actitud del fariseo que ante Dios, a
diferencia del publicano, se jactaba todo lo que por sí y para sí lograba.
Esto no demerita todo ese esfuerzo que en el andar imprimimos, sino que pone en
la correcta perspectiva la nada que somos para no jactarnos de lo que logramos y
lo todo que de Dios necesitamos para lograr ser perfectos y santos.
108
Este artículo puede verse en video en
https://youtu.be/C8wQqktQXhw
Referencias:
Mateo 5:48; 1 Pedro 1:16; Lucas 18:27; Isaías 55:8-9; Romanos 8:7-8; Lucas 18:9-
14; Isaías 64:6; 2 Corintios 1:30; 2 Corintios 12:9
109
Un hecho en la vida es que de alguna forma todo necesita ser enseñado por
alguien que sepa el cómo y aprendido por alguien que no lo sepa. Si esto es así
con las cosas mundanas, ¿será diferente con las cosas divinas?
Sin duda alguna una de las más grandes bendiciones que de Dios hemos recibido
es que nos ha dado Su Palabra como guía para nuestra formación, edificación,
perfeccionamiento y santificación. “Toda la Escritura es inspirada por Dios, y útil
para enseñar, para redargüir, para corregir, para instruir en justicia a fin de que el
hombre de Dios sea perfecto, enteramente preparado para toda buena obra”.
Bajo esa premisa la Escritura debe ser usada para alcanzar el fin para el cual la
misma se nos ha dado, ahora bien ¿se podrá alcanzar eso por sí mismo? Pedro
en su segunda carta señala como es que en alguno de los escritos de Pablo, así
como –ojo:- el resto de las Escrituras-, había –y hay- cosas difíciles de entender
que los ignorantes tuercen para su propia condenación.
110
edificando mayor comprensión? Pablo escribiendo a Timoteo, en su primera carta,
describe a la iglesia como columna y sostén de la verdad, y de nuevo escribiendo
a Timoteo en su segunda carta lo insta a predicar la palabra, a insistir a tiempo y
fuera de tiempo; a redargüir, reprender, exhortar con mucha paciencia e
instrucción. Luego entonces en la iglesia, sus doctrinas, sus autoridades, debemos
buscar esa comprensión necesaria.
Con todo y todo, ahorita todo el Cuerpo de Cristo, en parte conocemos, y en parte
profetizamos, por lo que llega un punto donde se nos exhorta a avanzar en el
conocimiento de la Palabra hasta que todos lleguemos a la unidad de la fe y del
conocimiento pleno del Hijo de Dios y pasar de beber leche a comer alimento
sólido, como escribía Pablo en su primer carta a los Corintios.
Por eso en cierto punto tenemos que seguir edificando esa comprensión pidiendo
a Dios Su guía, como dice la Escritura “Clama a mí, y yo te responderé y te
revelaré cosas grandes e inaccesibles, que tú no conoces”, pues a nosotros no
nos es dado adjudicar interpretación propia a lo revelado ya que, como señala
Pedro en su segunda carta, “la profecía [instrucción, revelación] no fue en los
tiempos pasados traída por voluntad humana”.
Así tenemos que como un coro de dos tiempos existe la instrucción que recibimos
al interior del Cuerpo de Cristo, y la instrucción que el Santo Espíritu de nuestro
Padre Dios que mora en nosotros nos va impartiendo, siendo ambas una sola
instrucción, por lo que desdeñar la educación es como subirse a un bote y
rechazar los remos.
111
Este artículo puede verse en video en
https://youtu.be/XEl9UVgNvT0
Referencias:
2 Timoteo 3:17-18; 2 Pedro 3:16; 1 Timoteo 3:15; Job 22:22; Proverbios 4:10;
Salmos 94:12; 1 Corintios 13:9-12; Efesios 4:13; 1 Corintios 3:2; Jeremías 33:3; 2
Pedro 1:21
112
Cuando uno responde al llamamiento a salvación en el presente siglo que del
Padre se ha recibido, muy en el interior se tiene la certeza de que a partir de ese
momento el andar de uno en el Camino será irreprochable, después de todo uno
es honesto en la respuesta al Padre, Él mismo nos presta Su auxilio y por el
bautismo hemos muerto al Enemigo, al mundo y a la carne, pero la realidad
termina por hacer trizas esta concepción pues uno igual sigue tropezando,
cayendo, siendo torpe, rebelde y cobarde.
113
ha sido llamado para eso, porque se siente mal de fallar al llamado, por el
contrario el impío se siente a gusto en su accionar, la rebeldía no le ocasiona
mayor problema, el vivir alejado del Padre no implica consideración alguna.
Sobre esto, Pablo escribiendo a los Romanos los exhorta diciéndoles a ellos y en
ellos a los cristianos de todos los tiempos “No os conforméis a este siglo, sino
transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento, para que
comprobéis cuál sea la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta”.
Si juntamos las ideas anteriores podremos entender que la vida cristiana implica
un proceso donde a través de la experiencia, luchando, cayendo y levantándonos,
vamos creciendo en conocimiento y gracia hasta alcanzar la estatura perfecta de
Cristo.
El andar por el Camino, dada nuestra condición actual, implica tropiezos, tropiezos
que nos pueden derribar más no vencer en tanto nos volvamos a levantar,
renovando nuestro entendimiento, mientras somos transformados a la semejanza
de Cristo con más y más gloria por la acción Espíritu del Padre que mora en
nosotros, así que de cada caída solo hay una pregunta que tiene sentido: ¿qué
puedo aprender de esto?
114
Este artículo puede verse en video en
https://youtu.be/Ncu_f7POKAQ
Referencias:
Juan 6:44; 1 Corintios 1:9; Hechos 13:48; 1 Corintios 1:24; 2 Timoteo 1:9; 1 Pedro
1:15-16; 1 Corintios 10:12; Revelación 3:11; Proverbios 24:16; 2 Corintios 7:10;
Proverbios 2:14; 12:12; Romanos 12:2; 2 Pedro 3:18; Juan 17:3, 25,2 6; Efesios
4:13; 2 Corintios 3:18; Romanos 8:29
115
El mundo actual, enfocado en sí mismo, nos bombardea constantemente con
mensajes que si bien pueden oírse agradables no por ello son del todo
verdaderos, uno de estos mensajes, tal vez el más difícil de identificar como ajeno
a la Escritura, es aquel que nos hace independientes de Dios para lograr nuestras
metas, sueños y objetivos.
Por el contrario, la Escritura nos dice que sólo Dios, a través de Cristo, puede
vigorizar nuestro corazón, acrecentarnos cuando débil estamos, darnos descanso,
darnos un espíritu de poder, de amor y de dominio propio, acudir a ayudarnos,
para así lograr todo lo que conforme a Su voluntad nos propongamos.
116
nuestros primeros padres en muchas ocasiones se prefiere seguir los propios
razonamientos sin saber que el camino que a uno le parece recto puede tener fin
de muerte.
Cristo nos exhortaba a permanecer en Él, ese permanecer implica el luchar por
alcanzar nuestros sueños, metas y objetivos materiales y temporales pero
mayormente los espirituales y eternos, esto último a través de buscar primero el
Reino de Dios y su justicia. De hecho esto último debería estar en primer lugar en
cuanto a nuestros sueños, metas y objetivos.
117
Referencias:
Salmos 73:26; Isaías 40:29; Mateo 11:28; 2 Timoteo 1:7; Romanos 8:26;
Filipenses 4:13; Romanos 8:7; Proverbios 16:25; Juan 15:7; Mateo 6:33; Josué
1:9; 2 Corintios 3:18; Gálatas 4:19; Efesios 4:13; Marcos 12:25; Filipenses 1:6
118
El Camino al que uno ha sido llamado como parte de la salvación ofrecida por el
Padre a través de Su Hijo Jesucristo, rara vez es fácil para el cristiano ya que no
sólo está expuesto a las contrariedades propias de la vida mundana sino que a
eso se le aúna el sufrimiento que deviene por la tribulación que con base en la fe
se experimenta, ¿por qué tiene que ser así esto?, ¿acaso Dios no está con
quienes han respondido a Su llamado?
Las preguntas anteriores, más que ser catalogadas de heréticas, deben ser
consideradas con comprensión pues nuestra propia naturaleza no sólo no
entiende el por qué el llamado a salvación debe padecer sino que incluso se
rebela ante el sufrimiento por ello experimentado.
119
Y ese es precisamente el problema del sufrimiento que experimentamos: no lo
entendemos, pero si partimos de la premisa de que el mismo está cumpliendo en
nosotros una obra pensada por Dios, ¿podremos entender a cabalidad ello?, para
eso necesitaríamos casi casi ser como Dios para entender Sus pensamientos, lo
cual es imposible. De hecho Dios mismo interpela a Job cuestionando sobre la
creación, preguntas a las que Job no puede responder evidenciando así lo fútil de
pretender entender a Dios como si uno estuviera a su mismo nivel.
Pero con todo y todo Dios no es un tirano que escudándose en su majestad nos
oculte lo que hace, sino que en Su infinita misericordia y eterno amor nos permite
atisbar las intenciones que subyacen detrás de todo lo que nos acontece.
Pablo escribiendo a los Gálatas señala que respecto a esto lo que está
sucediendo en nosotros es que el Padre mismo está formando en cada uno a
Cristo mismo, escribiendo a los Romanos les señala que en ese sentido para los
que a Dios aman, todas las cosas les ayudan a bien, a saber, a los que conforme
al propósito son llamados, y en su segunda carta a los Corintios señala que lo
anterior produce que vayamos siendo transformados de gloria en gloria en la
misma imagen de Cristo.
Entonces, ¿cuál debe ser la actitud del cristiano ante los sufrimientos, las
tribulaciones?, ¿callarse, ocultar la cabeza como el avestruz sin cuestionar nada?
La Escritura no nos dice eso, pero si debemos mantener una actitud correcta sin
pretender exigir respuestas a Dios ni mucho menos pretender que podemos llegar
a entender todas su razones, pero de igualmente, y concluyendo con el mismo
Job., preguntar a Dios ¿qué deseas, Padre, aprenda de esto?, después de todo si
120
las metas valiosas pudieran obtenerse con un esfuerzo mínimo, no sucedería el
milagro de forjar nuestro carácter.
Referencias:
Job 16:1-22; 38:1-41; Isaías 55:9; Jeremías 18:1-23; Gálatas 4:19; Efesios 4:13;
Romanos 8:28; Efesios 1:11; 1 Pedro 1:7,8; Hebreos 12:6-12; 2 Corintios 3:16-18;
Job 42:4
121
Vamos estableciendo de inicio un símil: para caminar ocupas de tus dos piernas,
incluso si te falta una o ambas tienes que apoyarte en algo para poder
desplazarte, con todo y todo tu movilidad estará restringida, salvo que cuentes con
tus dos extremidades.
122
uno cree, espera o desea, en este caso, específicamente, las promesas que del
Padre hemos recibido.
Pero de igual forma el creer, el esperar, el desear algo, si bien forma parte
intrínseca de lo que escrituralmente se define como fe, lleva aunado para aquello
el hacer algo, a poner por obra la fe que decimos tener, a esto aquí se le
denomina acción, pero no esa acción vinculada al activismo que nos impone el
mundo, sino una acción vinculada a aquella fe que por lo tanto va en pos de
cuestiones trascendentes.
123
Referencias:
Hebreos 11:1, 3; Gálatas 5:6; 1 Pedro 1:7; Santiago 2:17; 2:14, 19, 20, 26; 2 Pedro
1:5-7, 10; Salmos 119:4; Proverbios 4:23; Isaías 55:2; Juan 13:34,35; Romanos
12:10; 1 Tesalonicenses 3:12; 4:9-10
124
El camino del cristiano no es nada fácil, sobre todo si se considera que por un lado
existe bastante incertidumbre en el mundo que hace diferir lo que planeamos de lo
que logramos y por otro, tal vez incluso más grave, que dada nuestra respuesta al
llamamiento que del Padre hemos sido objeto tendemos a pensar que siempre las
cosas nos saldrán bien.
Al igual que Isaías, cuando leemos en la Escritura las palabras de Dios “yo Jehová
soy tu Dios, que te ase de tu mano derecha, y te dice: No temas, yo te ayudé”, no
podemos menos que sentirnos extremadamente esperanzados en que todo lo que
emprendamos, máxime si según nosotros es conforme a la voluntad de Dios, nos
saldrá tal cual lo hemos planeado.
Pero de igual forma, e incluso en el mismo libro de Isaías, leemos que Dios nos
dice “mis pensamientos no son vuestros pensamientos, ni vuestros caminos mis
caminos, dijo Jehová. Como son más altos los cielos que la tierra, así son mis
caminos más altos que vuestros caminos, y mis pensamientos más que vuestros
pensamientos”, de esta forma, ¿cómo podemos pretender que nuestro pensar en
cuanto a cómo deben resultar las cosas es el correcto?
125
Si bien esa incertidumbre nos rodea, y no sólo nos rodea sino que golpea en
nuestro rostro derrumbándonos cuando las adversidades nos alcanza, Dios mismo
nos da consuelo en Su Palabra cuando nos declara que “para los que aman a
Dios, todas las cosas cooperan para bien, esto es, para los que son llamados
conforme a Su propósito”, y cuando la Escritura señala que todo obra para bien
implica eso: todo.
Y en cuanto a las adversidades por las que uno atraviesa, incluso estas, como se
comentó anteriormente, tienen un fin en la vida de los elegidos conforme a la
voluntad del Padre, como Pedro señalaba a la iglesia de aquel entonces, y en
ellos a la iglesia de todos los tiempos, incluyéndonos, “no os sorprendáis del fuego
de prueba que en medio de vosotros ha venido para probaros, como si alguna
cosa extraña os estuviera aconteciendo; antes bien, en la medida en que
compartís los padecimientos de Cristo, regocijaos, para que también en la
revelación de su gloria os regocijéis con gran alegría”.
126
Referencias:
Isaías 41:13; 42:6; 55:8-9; 65:2; Romanos 8:28; 2 Corintios 5:1; 1 Pedro 4:13; 2
Tesalonicenses 1:5-7; Hebreos 12:6-12; Josué 1:9; 2 Crónicas 15:7; Jeremías 1:7-
8
127
Si pusiéramos las cosas en perspectiva, desde un punto de vista eminentemente
humano, tendríamos más que de sobra para sentirnos deprimidos, abatidos. Pablo
escribiendo a los Efesios les decía, y en su figura a nosotros, que nuestra lucha es
“contra principados, contra potestades, contra los gobernadores de las tinieblas de
este siglo, contra huestes espirituales de maldad en las regiones celestes”, ¿Quién
podrá creer que ante esto tiene la más remota posibilidad de salir triunfante?
Es natural que desde nuestro punto de vista veamos la salvación como algo casi
imposible, pero hay que entender que nuestros pensamientos no son los de Dios
ni nuestros caminos Sus caminos y que nuestra naturaleza es contraria a Su
naturaleza, es así que más que ver esta lucha desde nuestro punto de vista hay
que verlo desde el punto de vista de Dios, después de todo lo que es imposible
para nosotros es posible para Él.
Con todo y todo no podemos negar la debilidad carnal que ahorita tenemos, pero
¿qué nos dice la Escritura al respecto?, Cristo respondiendo a Pablo respecto a
las debilidades que presentaba, y en su persona respondiéndonos a nosotros, le
dice «Te basta con mi gracia, pues mi poder se perfecciona en la debilidad», y
128
Pablo entendiendo esto reflexiona “por lo tanto, gustosamente haré más bien
alarde de mis debilidades, para que permanezca sobre mí el poder de Cristo”.
Volviendo sobre la idea anterior, Pablo escribiendo a los Romanos la aclara aún
más al señalar que “en nuestra debilidad el Espíritu acude a ayudarnos”, luego
entonces más que fijarnos en todo aquello de lo que carecemos para ganar esta
batalla a la que hemos sido convocados, más bien debemos pedir la ayuda de
Aquel que puede fortalecernos ya que “Dios no nos ha dado un espíritu de timidez,
sino de poder, de amor y de dominio propio”.
Ahora bien, todo esto se oye esperanzador, pero ¿qué sugerencias prácticas tiene
la Escritura para salir a enfrentar esta batalla a la que hemos sido convocados con
la esperanza de triunfo? “pónganse toda la armadura de Dios, para que cuando
llegue el día malo puedan resistir hasta el fin con firmeza. Manténganse firmes,
ceñidos con el cinturón de la verdad, protegidos por la coraza de justicia, y
calzados con la disposición de proclamar el evangelio de la paz. Además de todo
esto, tomen el escudo de la fe, con el cual pueden apagar todas las flechas
encendidas del maligno. Tomen el casco de la salvación y la espada del Espíritu,
que es la palabra de Dios”.
Volviendo a la pregunta inicial, ¿Quién podrá creer que ante todo lo que tenemos
en contra podemos pensar en tener la más remota posibilidad de salir triunfante?,
Pablo escribiendo a los Romanos revira esto preguntando más bien “¿Quién nos
separará del amor de Cristo? ¿Tribulación, o angustia, o persecución, o hambre, o
desnudez, o peligro, o espada?... Antes, en todas estas cosas somos más que
vencedores por medio de Aquel que nos amó”, aclarando en esa misma carta que
que “Si Dios está por nosotros, ¿quién estará contra nosotros?”, y escribiendo a
los Filipenses les dice sobre esto “Todo lo puedo en Cristo que me fortalece”.
129
lleva a término lo que desde la eternidad pensó para cada uno, así que recuerda
esto: muchas cosas han parecido imposibles... ¡hasta que llega Alguien y las hace!
Referencias:
Efesios 6:12; Isaías 55:8-9; Romanos 8:5; Lucas 18:27; 2 Corintios 12:9; Romanos
8:26; 2 Timoteo 1:7; Efesios 6:13-17; Romanos 8:36, 37; Romanos 8:31;
Filipenses 4:13; Deuteronomio 3:22
130
El cristiano no está ajeno ni al mundo ni a la sociedad en la cual se desenvuelve,
Cristo mismo consciente de esto pidió al Padre por sus seguidores, no para que
fueran sacados de aquí sino para que fueran guardados del Enemigo, con todo y
todo en ocasiones el cristiano puede deslizarse y buscar más bien el agrado de los
demás.
Esto no es privativo de uno, Pedro mismo tratando de no ser señalado por los
judaizantes de su tiempo, se retraía de socializar con los paganos cuando aquellos
venían, actitud que le ganó una reprimenda de parte de Pablo. ¿Qué quiere decir
esto? Nada, simple y sencillamente que Pedro era un humano, como tú y como
yo.
Con todo y todo “todo lo que fue escrito en tiempos pasados, para nuestra
enseñanza se escribió, a fin de que por medio de la paciencia y del consuelo de
las Escrituras tengamos esperanza”, así que de ello debemos aprender, ¿qué
cosa? En este caso a quedar bien con uno mismo.
131
Esto de quedar bien con uno mismo, para el cristiano, implica clara y
contundentemente poner a Dios primero que todo y en función de eso evaluar
cómo nos sentimos en nuestra conciencia, por eso Pablo escribiendo a los
Romanos les decía “¿Tienes tú fe? Tenla para contigo delante de Dios.
Bienaventurado el que no se condena a sí mismo con lo que aprueba”
Juan en su primera carta señalará lo mismo al indicar que “si nuestro corazón no
nos condena, confianza tenemos delante de Dios”, así que cuando se exhorta a
quedar bien con uno mismo no es de una manera ajena e independiente de Dios,
sino sujeta y sometida a Su voluntad usando nuestra conciencia a la luz de lo que
el Padre espera de nosotros, ¿y qué espera? Nada más y nada menos que
perfección y santidad, por eso Pablo ante Félix le decía “por esto, yo también me
esfuerzo por conservar siempre una conciencia irreprensible delante de Dios y
delante de los hombres”.
Como colofón de esto puede decirse que nuestra conciencia, el sentirnos bien con
uno mismo, para el cristiano, implica poner a Dios primero que todo y en función
de la fe y esperanza que deviene de ello buscar vivir conforme a Su voluntad, de
ahí la importancia del examen de conciencia que Pablo presenta en su carta a los
Gálatas: “¿busco ahora el favor de los hombres, o el de Dios? ¿O trato de agradar
a los hombres? Pues si todavía agradara a los hombres, no sería siervo de Cristo”.
Cada uno rendirá cuentas ante de Dios de lo que hizo y de lo que no, de lo que
creyó y de lo que dejó de creer, del testimonio que dando edificó o más bien
destruyó, siendo que si nuestra conciencia no está cauterizada puede sernos de
mucha utilidad para evaluar nuestro decir y nuestro hacer a la luz del Padre en
Cristo Jesus por Su Santo Espíritu que mora en nosotros, así que cuida ante todo
quedar bien contigo mismo, ¡eres la única persona que estará contigo toda la vida!
132
Este artículo puede verse en video en
https://youtu.be/JmR6lVEqoyA
Referencias:
Juan 17:15; Gálatas 2:11-14; Romanos 15:4; Romanos 14:22; 1 Juan 3:21; Mateo
5:48; 1 Pedro 1:16; Hechos 24:16; Gálatas 1:10; Romanos 14:12; 1 Timoteo 4:2
133
El cristiano no está llamado para una vida mediocre sino para una vida de
excelencia, “yo he venido para que tengan vida, y para que la tengan en
abundancia” dijo Cristo, y es abundancia implica la totalidad de lo que somos. El
exhorto escritural de ser perfectos como nuestro Padre lo es no deja lugar a duda
de que la mediocridad no es a lo que estamos llamados.
Mediocre es una palabra muy fuerte que a nadie gusta, menos como distintivo de
nuestro actuar, pero curiosamente aunque sea una palabra fuerte muestra una
debilidad de carácter de aquel que presenta esta característica: apunta a alguien
incompleto, débil, sin metas ni fundamentos, sin capacidad. Claro que en la mente
de quien actúa así siempre habrá un justificante, absurdo y caprichoso en el mejor
de los casos, pero irrelevante al fin de cuentas.
En el capítulo 13 del primer libro de Samuel tenemos la historia del sacrificio del
Rey Saúl. Como sabemos, los sacrificios sólo podían hacerlos los responsables
del culto, en este caso el Profeta Samuel era el encargado, pero el Rey Saúl,
abrogándose esta facultad ofreció el sacrificio por sí mismo ganándose que Dios lo
desechara como rey.
134
Lo interesante de esta historia es la justificación que dio el Rey Saúl al Profeta
Samuel: “Pues, como vi que la gente se desbandaba, que tú [Samuel] no llegabas
en el plazo indicado, y que los filisteos se habían juntado en Micmás, pensé: “Los
filisteos ya están por atacarme en Guilgal, y ni siquiera he implorado la ayuda del
Señor”. Por eso me atreví a ofrecer el holocausto”. ¿Y cuál fue la respuesta del
Profeta Samuel? “¡Te has portado como un necio! No has cumplido el mandato
que te dio el Señor tu Dios. El Señor habría establecido tu reino sobre Israel para
siempre, pero ahora te digo que tu reino no permanecerá. El Señor ya está
buscando un hombre más de su agrado y lo ha designado gobernante de su
pueblo, pues tú no has cumplido su mandato”.
135
Este artículo puede verse en video en
https://youtu.be/N_hcpHs3l9Y
Referencias:
Juan 10:10; 5:40; Mateo 5:48; Deuteronomio 18:13; 2 Corintios 7:1; Colosenses
1:28; 1 Samuel 13:1-15; Isaías 55:8; Oseas 14:9; Proverbios 14:12; 12:15; 1 Juan
3:21; Romanos 14:22; Lucas 21:36; 2 Corintios 4:14; Romanos 2:6; Revelación
22:12
136
Parte inherente a la naturaleza humana es el “no creo poder”. Esta frase no nace
de un análisis serio sino más bien de una sensación de desasosiego ante los retos
que la vida nos impone, de igual forma, esto no es diferente en la vida del
cristiano, con todo y todo no estamos llamados a conformarnos a esa naturaleza
inherente a nosotros sino llamados a un futuro de gloria, verdad y libertad.
“Por favor, Señor, nunca he sido hombre elocuente, ni ayer ni en tiempos pasados,
ni aun después de que has hablado a tu siervo; porque soy tardo en el habla y
torpe de lengua”, ¿sabes quién dijo eso? Moises cuando Dios le pidió fuese a
hablar con Faraón. “¡Ah, Señor Jehová! He aquí, no sé hablar, porque soy joven”,
y esto ¿quién lo dijo? Jeremías cuando Dios le pidió fuese a profetizar a su
pueblo. “¡Ay de mí! Porque perdido estoy, pues soy hombre de labios inmundos y
en medio de un pueblo de labios inmundos habito, porque han visto mis ojos al
Rey, Jehová de los ejércitos”, y esto ¿quién lo dijo? Isaías cuando Dios se le
aparece y le hace su llamamiento.
Pero no sólo nosotros llegamos a ponernos límites, en ocasiones son los demás
también los que desean ponérnoslos. “Y el filisteo dijo a David: ¿Acaso soy un
137
perro, que vienes contra mí con palos? Y el filisteo maldijo a David por sus
dioses”, ese filisteo era Goliat quien menospreció a David cuando este se le
enfrentó. “Y se juntaron contra Moisés y Aarón y les dijeron: !Basta ya de vosotros!
Porque toda la congregación, todos ellos son santos, y en medio de ellos está
Jehová; ¿por qué, pues, os levantáis vosotros sobre la congregación de Jehová?”,
estos que se juntaron contra Moisés y Aharón fueron Coré hijo de Izhar, hijo de
Coat, hijo de Leví, y Datán y Abiram hijos de Eliab, y On hijo de Pelet, de los hijos
de Rubén así como doscientos cincuenta varones de los hijos de Israel, príncipes
de la congregación.
En el primer caso, cuando nosotros nos ponemos límites, nuestra mirada está
puesta en nuestras debilidades, en nuestras torpezas, en nuestras cobardías,
¡pero no es en nosotros en quien debemos tener la mirada sino en Aquel que nos
ha llamado! “Por tanto, nosotros también, teniendo en derredor nuestro tan grande
nube de testigos, despojémonos de todo peso y del pecado que nos asedia, y
corramos con paciencia la carrera que tenemos por delante, puestos los ojos en
Jesús, el autor y consumador de la fe, el cual por el gozo puesto delante de él
sufrió la cruz, menospreciando el oprobio, y se sentó a la diestra del trono de
Dios”.
En el segundo caso dejamos que sean los demás, igual de falibles que nosotros,
quienes nos digan qué podemos hacer y qué no podemos hacer, más sin embrago
¿qué nos dice Dios? “Bástate mi gracia; porque mi poder se perfecciona en la
debilidad. Por tanto, de buena gana me gloriaré más bien en mis debilidades, para
que repose sobre mí el poder de Cristo”.
Si de nosotros dependieran las Promesas difícilmente habría algo que nos diera
esperanza, pero no depende de nosotros sino de Aquel que nos llamó, quien hace
posible lo imposible, así que “no que seamos suficientes en nosotros mismos para
pensar que cosa alguna procede de nosotros, sino que nuestra suficiencia es de
Dios”, estando, como dice la Escritura, “persuadido de esto, que el que comenzó
138
en vosotros la buena obra, la perfeccionará hasta el día de Jesucristo”, así que no
seas tú quien te ponga límites... y no dejes que sean los demás quienes lo hagan.
Referencias:
Éxodo 4:10; Jeremías 1:6; Isaías 6:5; 1 Samuel 17:43; Éxodo 2:14; Hebreos 12:1-
2; 2 Corintios 12:9; Mateo 19:26; Génesis 18:14; Jeremías 32:17; 2 Corintios 3:5,6;
Filipenses 1:6; Salmos 138:8; 1 Corintios 1:8
139
Cuando uno responde al llamado del Padre, en cierta forma puede decirse que se
ha comenzado a andar por el camino que desde la eternidad nos ha preparado,
pero de igual forma uno debe entender, y esto es muy importante, que el camino,
si bien es uno, de igual forma su andar es diferente para cada uno.
Andar por el Camino implica responder al llamado del Padre, sí, vivir conforme a
Su voluntad, también, pero de igual forma implica el enfrentar las pruebas, los
obstáculos, las limitaciones que servirán para el propósito al cual hemos sido
emplazados.
Cristo dijo a Sus discípulos, y en la figura de ellos a los cristianos de todos los
tiempos, incluyéndonos, que en este mundo se tendría tribulación, de igual forma
140
la Escritura nos dice que, a pesar de esto, en Jesús somos más que vencedores
yendo de triunfo en triunfo, con todo y todo esto no es mérito nuestro sino gracias
a la extraordinaria grandeza del poder de Dios.
¿Y cómo puede uno estar preparado para lo que el Camino depare?, “por tanto,
tomad toda la armadura de Dios, para que podáis resistir en el día malo, y
habiendo acabado todo, estar firmes. Estad, pues, firmes, ceñidos vuestros lomos
con la verdad, y vestidos con la coraza de justicia, y calzados los pies con el
apresto del evangelio de la paz. Sobre todo, tomad el escudo de la fe, con que
podáis apagar todos los dardos de fuego del maligno. Y tomad el yelmo de la
salvación, y la espada del Espíritu, que es la palabra de Dios; orando en todo
tiempo con toda oración y súplica en el Espíritu, y velando en ello con toda
perseverancia y súplica por todos los santos”
Disponerse para el Camino no es un acto que se hace una sola vez en la vida,
sino un ejercicio cotidiano para poder enfrentar con éxito lo que el mismo depara,
así que prepárate desde ya para que cuando encuentres tu camino tengas la
capacidad, coraje y fortaleza de seguirlo.
141
Este artículo puede verse en video en
https://youtu.be/9vQPEiwhTTQ
Referencias:
Juan 16:33; 14:27; 15:16; Hechos 14:22; Romanos 8:37; 2 Corintios 2:14; 4:7;
Lucas 19:12-27; Mateo 25:14-30; Lucas 12:41-18; Mateo 24:45-51; 25: 1-13;
Efesios 6:13-18
142
Cuando uno responde al llamado que el Padre ha hecho no puede olvidar ni
menos minimizar el hecho de que seguimos militando en la fragilidad de lo que
actualmente somos, ¿esto qué quiere decir?, como enseñaba nuestro Señor
Jesús que si bien nuestro espíritu está presto, la carne es débil.
Aquí es necesario recordar que si bien Dios castigaba a Su pueblo por sus
rebeldías, se acordaba –como dice la Escritura- de que eran carne, un soplo que
pasa, era misericordioso, perdonaba la maldad, y no los destruía.
143
pero no nos deja sin castigo, lo cual, como dice la Escritura, es señal de que lo
tenemos por Padre.
Tal como se dijo al principio, la Escritura nos muestra un sinfín de personajes que
experimentaron ese abatimiento espiritual, uno de ellos, David, elegido por Dios
mismo para reinar sobre Su pueblo, cayó de una forma que pudiera considerarse
devastadora, en medio de sus luchas internas David escribió en un Salmo algo
que seguro estoy identifica a muchos del Pueblo de Dios en la actualidad: “¿Por
qué te abates, alma mía, y [por qué] te turbas dentro de mí? Espera en Dios, pues
he de alabarle otra vez [por] la salvación de su presencia. Dios mío, mi alma está
en mí deprimida; por eso me acuerdo de ti desde la tierra del Jordán, y [desde] las
cumbres del Hermón, desde el monte Mizar”.
Aquí la clave que nos da la Escritura, si bien implica arrepentimiento de los errores
cometidos, está en el énfasis de recordar, ¿recordar qué?, el llamamiento del que
fuimos objeto y de las promesas inherentes al mismo. Recordar el llamamiento
aviva ese primer amor que sentimos cuando la verdad iluminó nuestro
entendimiento y nos trajo a salvación; evocar las promesas inherentes implica,
como decía Pablo, estirarnos hacia lo que está delante olvidando lo que queda
atrás.
El espíritu está presto, más la carne es débil, esa debilidad nos lleva en varios
momentos de nuestra vida a cansarnos, agobiarnos, deprimirnos de nuestro
andar, pensar en el llamamiento y las promesas hará que nuestra vista esté, no en
144
nosotros, sino en Aquel que en nosotros puede hacer posible lo imposible, así que
cuando te canse el camino, recuerda qué fue lo que te hizo iniciar tu andar.
Referencias:
Mateo 26:41; Marcos 14:38; Números 14:22; Éxodo 14:11; 15:24; 16:2; 17:2; 17:3;
Salmos 78:38-39; Éxodo 34:6; Números 14:18; Hebreos 12:8; 1 Corintios 11:32;
Salmos 42:5-6, 8; Revelación 2:4; Filipenses 3:13; Hebreos 6:1; Lucas 18:27;
Mateo 19:26; Jeremías 32:17
145
Todos tenemos sueños en esta vida, pero a los que por la infinita misericordia y
eterno amor el Padre son llamados a salvación en el presente siglo un sueño le es
dado: la vida eterna y no sólo la vida eterna sino la vida eterna como parte de la
familia de Dios.
Así que tenemos aquí una ecuación, por así decirlo, donde confluyen las variables
relativas a creer, con convicción, en que Dios cumplirá las promesas que a sus
elegidos ha hecho, con todo y todo falta una variable para completar la ecuación y
es nuestra participación activa, es participación activa está dada por las palabras
de nuestro señor exhortando “esforzaos por entrar por la puerta estrecha, porque
os digo que muchos tratarán de entrar y no podrán”.
146
Pablo escribiendo a los Efesios les aclaraba “por gracia sois salvos por medio de
la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios; no por obras, para que nadie se
gloríe”, luego entonces ¿a qué se refiere Cristo con ese esfuerzo que debemos
imprimir en el Camino?
El esforzarse en hacer la voluntad de Dios no implica que por eso nos ganemos la
salvación, la salvación es una dádiva de Dios dada a los elegidos por medio del
sacrificio redentor de Jesús, el esforzarse en el Camino es la evidencia clara,
concreta y tangible de que hemos aceptado esa salvación y que nuestro deseo,
nuestra esperanza, gira en torno a los promesas recibidas.
147
Este artículo puede verse en video en
https://youtu.be/FyFt5OcjxtY
Referencias:
Romanos 6:23; Mateo 25:46; Juan 4:36; Efesios 2:19; Efesios 2:12; Filipenses
3:20; 1 Tesalonicenses 4:13; Hebreos 11:1, 2 Corintios 4:18; 6; Lucas 13:24;
Mateo 7:13; Efesios 2:8-9; Hechos 15:11; Romanos 3:24
148
El llamado que del Padre se recibe, si bien es de gracia, por Su infinita
misericordia y eterno amor, no es un llamado que no contenga promesas, de
hecho son promesas que exceden con mucho cualquier tribulación que en el
presente siglo pueda experimentarse, es más, esa tribulación produce en nosotros
un cada vez más excelente y eterno peso de gloria.
Así que este andar no es, por así decirlo, de gratis, sino que sabemos la
esperanza que a través de las promesas se nos han conferido, si pudiéramos
149
decirlo en cierta forma, este andar terrenal nos lleva hacia galardones celestiales,
y esto sólo es posible por la infinita misericordia y eterno amor el Padre.
Es interesante como Pablo plantea este andar cuando dice “Hermanos, yo mismo
no pretendo haberlo ya alcanzado; pero una cosa hago: olvidando ciertamente lo
que queda atrás, y extendiéndome a lo que está delante, prosigo a la meta, al
premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús”. Se menciona que es
interesante por la imagen que pone en su dicho al señalar como es que, sin
preocuparse por lo que ha quedado atrás, Pablo se extiende hacia adelante.
Cada uno de los elegidos, de igual forma, está llamado a extenderse hacia
adelante, ese extenderse refleja el deseo de alcanzar algo que por nuestras
propias fuerzas es inalcanzable, pero que evidencia nuestro deseo, nuestra
intención, y que ante el Padre actúa como fe que nos es reputada por justicia,
siendo que llegará el momento, si uno se mantiene fiel, si uno se mantiene
extendiéndose, que las promesa pactadas serán conferidas ya que, como dice la
Escritura “cuando Cristo, nuestra vida, sea manifestado, entonces vosotros
también seréis manifestados con El en gloria”.
El andar por el Camino implica entender y reconocer el llamamiento del que del
Padre se ha sido objeto de manera inmerecida, sólo por Su infinita misericordia y
eterno amor, con todo y todo ese caminar no es vacío, sino que contiene
promesas, promesas infinitas y eternas que en su momento el Padre nos
entregará, es así como curiosamente lo que nos mueve a caminar es nuestro
deseo de volar.
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Referencias:
Romanos 8:18; 2 Corintios 4:17-18; 2 Timoteo 2:10; 1 Pedro 5:10; Hebreos 11:1,
6, 13, 39-40; Colosenses 3:4; Tito 2:13; Judas 1:21; 1 Pedro 1:5
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Conclusión
Las presente reflexiones, cuyo fin es la motivación para que aquellos que en el
Camino van desarrollen ese liderazgo que nace de la comprensión del plan que
Dios está realizando en cada uno, son solamente eso, reflexiones. Cada quien
puede estar de acuerdo o no con ellas, eso no es lo importante, lo importante es
que cada quien pueda escribir en su libro de vida sus propias reflexiones.
Pero lo anterior no termina ahí ya que una vez que alguien tome el reto y de sus
reflexiones saque ciertas lecciones relacionadas con el Camino, lo que sigue es
compartirlas.
No somos una isla, incluso en el proceso relativo al andar que lleva a la vida como
miembro de la familia de Dios vamos acompañados, y en ese acompañamiento
todos comparten una responsabilidad de y por los demás.
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Paz a vos
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Liderazgo Cristiano Emprendedor
Primera edición
Todas las citas bíblicas de esta publicación han sido tomadas de la Reina-Valera
1960. Utilizado con permiso.
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