Formar al hombre, formar al cristiano, formar al jefe
UNA EXPLICACION AL LECTOR La Acción Católica pretende como uno de sus objetivos principales la formación integralmente cristiana de sus socios. Está profundamente convencida que toda acción no es sino la proyección de un ideal. Es por tanto necesario, en primer lugar, inculcar claramente nuestros ideales cristianos. A esta labor de formación se dirigen los círculos de estudio que se tienen en todas las sesiones de Acción Católica. La Acción Católica Chilena durante un período de diez años ha desarrollado los temas más importantes de orden dogmático. Le ha tocado ahora su sitio al problema educacional que será puesto en la tabla de las sesiones de sus seis ramas durante este año y probablemente durante una parte del próximo. Para facilitar el desarrollo de este estudio y para adaptarlo a los problemas peculiares de nuestra Patria en el momento presente hemos redactado estos temas. La necesidad de un desarrollo amplio de la materia que se ha de tratar en los círculos se ha hecho presente en forma evidente en los años anteriores. El envío de un simple esquema es del todo insuficiente, pues ocurre con frecuencia en nuestros centros que no tienen los socios la suficiente preparación para guiarse por el solo esquema en la ampliación de los conceptos allí propuestos. Podría haberse recurrido a simples recomendaciones bibliográficas, pero, a más de la dificultad de tener que recomendar varios libros, no contemplan éstos las necesidades peculiares de Chile ni las finalidades propias de la Acción Católica. Por eso, confiando en el Señor, hemos acatado la orden de la Jerarquía y emprendido la redacción de estos temas educacionales. Al escribir estos cursos hemos tenido principalmente en vista las necesidades de la rama de los Jóvenes Católicos, pero estamos persuadidos que será muy fácil su adaptación a las otras ramas que deseen servirse de ellos, ya que las variaciones y aplicación son accidentales en un tema como el propuesto. El argumento de la educación puede tener múltiples desarrollos. El escogido en estas clases no es el de un tratado filosófico, ni histórico, ni metodológico, sino una exposición de alcance práctico sobre los principios básicos de la educación y sobre las principales aplicaciones concretas a los valores educativos que es necesario desarrollar en nuestra juventud para formar cristianos integrales. Por eso, frente a temas filosóficos como la finalidad de la educación, el sujeto de la educación, las sociedades encargadas de dar educación, desarrollamos una multitud de temas de orden eminentemente práctico. Tales son entre otros, la realidad nacional en el orden de educación; la educación para recibir los sacramentos de la confesión y la Eucaristía; la acción educadora del director espiritual; la educación cívica; la formación de la virilidad; la educación del esfuerzo; la acción educadora del libro; de la naturaleza; del canto. Junto a estos temas exponemos también otros de trascendencia religiosa decisiva para un joven de Acción Católica, como ser, Jesucristo, Ideal de la Educación, La Educación Integral, que comprende el desarrollo de todos los valores divinos y humanos del sujeto; la educación misional, que ensancha el horizonte cristiano del joven, y otros varios que aparecerán en el desarrollo de estas clases. ¡Qué difícil resulta escribir unas clases o círculos que puedan servir a todos los miembros de una rama de la A.C.; cuánto más a todos los socios de la Acción Católica, esparcidos en sus seis diferentes ramas! Aún dentro de una misma rama, la diferencia de edad, de formación, de cultura religiosa, dificultan enormemente la comprensión unánime del tema. Entendemos, pues, sobradamente que la presente exposición no cuadrará en forma perfecta a las necesidades de toda la A.C., ni aun siquiera a la totalidad de la Rama de los Jóvenes. Hay centros campesinos, y aun algunos de las ciudades que por diferentes circunstancias reclaman un tema aún más fundamental que el presente, como materia ordinaria de sus círculos. Al reconocerlo así, no podemos menos de pensar que algunos de los temas que hemos desarrollado, simplificados en la forma de su exposición pueden servir para acentuar ciertas ideas fundamentales en todos los socios de la A.C. El método seguido en estos círculos es el siguiente. Con el fin de facilitar la participación activa de la mayor parte de los socios y de despertar en ellos el interés por el tema que se va a tratar, se inicia cada círculo con un cuestionario. Las preguntas propuestas, que pueden variarse enormemente, sirven para fijar los conceptos existentes en la mente de los que participan en la reunión sobre el tema que se va a discutir. Con mucha frecuencia verán éstos que sus ideas son imprecisas y que sería muy interesante para ellos el completarlas más ya que se trata de un tema de importancia. Así preparados los ánimos, comienza el relator su exposición. La materia que proponemos como base para el desarrollo, es tal vez demasiado abundante, pues algunos círculos pueden prolongarse dos o más sesiones. No hay ninguna dificultad para continuar efectivamente la exposición de un tema en varias sesiones siguientes, y si así no se hace, el relator queda con libertad para escoger aquellas ideas que le parezcan más importantes insistiendo en ellas y dejando las otras. Esto podrá permitir también a otro u otros de los socios que se hayan interesado por el tema, completar la exposición en la parte no tocada por el relator. La exposición se termina con algunas conclusiones concretas, precisas, que sirvan para fijar las ideas centrales que convenga recordar o esforzarse en llevar a la práctica. A continuación se propone un nuevo cuestionario que permita al relator darse cuenta si las ideas principales han sido asimiladas por sus oyentes. El diálogo a que este cuestionario dará lugar permitirá sin duda a los socios vencer su ordinaria timidez y participar en forma más efectiva en la exposición del tema. Se termina cada círculo con algunas objeciones ordinarias que son un resumen de las opiniones más comúnmente esparcidas que contradicen nuestros puntos de vista. Si hay tiempo para hacerlas, servirán éstos para precisar más claramente nuestros conceptos habiendo tenido ocasión de mirarlos por su aspecto positivo no menos que por la crítica que de ellos se hace. El trabajo de redacción de estas clases ha sido hecho en colaboración con varios amigos de la Acción Católica. Citamos entre otros a Gustavo Arteaga, Ramón Salas, Raimundo Barros, Hernán Larraín, Carlos Aldunate, Andrés Cox, estudiantes de la Compañía de Jesús que han aceptado gustosos el tomar a su cargo la exposición de algunos de estos círculos. En otros nos hemos servido también de trabajos interesantes publicados en revistas o libros y transcritos largamente para aprovechar de sus excelentes ideas, ya que un plan destinado a orientar los círculos de estudio no debe aspirar a ser original sino a recoger lo mejor que se haya dicho sobre la materia. El fin de esta publicación, que es orientar a los relatores en la exposición de su tema, nos excusa también de presentar un trabajo más acabado, ya que son los mismos relatores los llamados a perfeccionar estas exposiciones. Terminamos la redacción de estos temas en vísperas de la fiesta de la Ascención del Señor. Dios quiera que las mentes de nuestros jóvenes cautivadas por la sublime belleza de Cristo que sube a los cielos, se resuelvan a amar por encima de todas las cosas a Aquel que es nuestro más rico tesoro. "Que allí estén fijos nuestros corazones donde están los goces verdaderos" como nos enseña a pedir la Iglesia. El fin primordial de toda educación cristiana es grabar fijamente la imagen de Cristo en las mentes juveniles, y que de ese conocimiento de la Verdad, resulte una vida que sea un trasunto de la Vida verdadera que el Redentor nos mereció con el precio de la suya. ALBERTO HURTADO CRUCHAGA, S.I. Asesor Nacional de los Jóvenes Católicos de Chile I IMPORTANCIA DE LA EDUCACION CUESTIONARIO PREVIO: ¿Qué es educar? ¿Qué aspectos del hombre abarca la educación? ¿Qué importancia tiene para el hombre una educación determinada? ¿Por qué se han librado tan grandes batallas en torno a un programa o a un sistema de educación? ¿Conoces algunas de esas luchas por la escuela? ¿Por qué se interesa un miembro de la Acción Católica por el problema de la educación? Exposición. Cada época se caracteriza por un interés dominante que atrae la atención de los grandes pensadores. Los siglos XV y XVI fueron siglos del arte y la literatura; el siglo XVIII marcó una revolución filosófica que culminó en una revolución política; el siglo XIX, el siglo de los grandes descubrimientos científicos; el siglo XX, es el siglo del niño, el siglo de la educación. Interés mundial por la educación. Nunca se había visto hasta ahora una serie tan grande de esfuerzos combinados de hombres de talento y de medios materiales puestos a su disposición para mejorar la educación de la niñez. Las mejores cabezas de Inglaterra dedican sus mejores energías al estudio de la Educación. En la nueva Universidad de Londres el Instituto Pedagógico será uno de los más grandiosos edificios. La mayor universidad norteamericana, Colombia University que reúne 33.000 alumnos considera como su principal instituto el Pedagógico. Las cuatro universidades belgas han fundado institutos para estudiar la ciencia de la educación. En París se ha organizado recientemente un gran museo escolar, y se está produciendo una abundancia extraordinaria de obras sobre la formación humanista que hacen recordar las bellas páginas de Platón. Filósofos como Gentile en Italia, uno de los hombres más conocidos en su Patria se han ocupado personalmente de la reforma escolar con la ayuda de las más altas personalidades. Hitler en su libro "Mi lucha" consigna con especial interés las reformas escolares que propicia como la base de su nueva concepción social. En Chile se ha afirmado que "Gobernar es educar". Nuevas tendencias pedagógicas se diseñan en todo el mundo, sobre las cuales se habla mucho un tiempo, varias de las cuales pasan pronto al silencio, pero que indican la inquietud que hay por producir un nuevo tipo de hombres. Instituciones como las escuelas Montessori, Agazzi, Decroly, la Casa de los niños de Ginebra constituyen verdaderos centros de peregrinación pedagógica, donde se dan cita junto al maestro filipino, el indio, el holandés, el colombiano. Todos los modernos sistemas filosóficos y científicos tienen repercusiones enormes en el campo de la educación, como ser los sistemas de "psicología profunda" tan en boga en Alemania cuya manifestación más conocida es el sistema del psicoanálisis de Freud y el sistema de la psicología individual de Adler que es quien ha introducido el vocablo tan conocido del "complejo de inferioridad" y no menos los sistemas pragmatistas norteamericanos cuyo representante más conocido es Dewey que enseñan el valor relativo de todos nuestros conocimientos y la no existencia de una verdad absoluta, como lo enseña la filosofía católica. Todos estos sistemas se han aplicado en instituciones educacionales, y son célebres, por ejemplo, las clínicas psicológicas de Viena anexas a las escuelas. Ramas nuevas de la filosofía como la psicología experimental y la psicopedagogía han consagrado inmensos esfuerzos a hacer avanzar la educación. Cada año se realizan experiencias costosísimas, algunas de las cuales consumen centenares de miles de pesos como ser la experiencia de Mac Dougall para investigar si se podían transmitir por herencia las cualidades que uno había adquirido en la vida; las de Terman para estudiar las condiciones en que trabajan los niños de inteligencia superior; las observaciones de los profesores Bühler que se turnaron durante dos años consecutivos sin un minuto de interrupción junto a la cuna y actividades de un niño hasta sus dos años para estudiar hasta sus menores reacciones, ya que todo es interesante cuando se trata del niño, en quien la humanidad reconoce la esperanza de un mundo mejor. Por eso los gobiernos se han puesto de acuerdo y junto a la Sociedad de las Naciones y a la Oficina Internacional del Trabajo han establecido la "Oficina Internacional de Educación" que procura unificar y orientar las tendencias pedagógicas de los distintos países para divulgar las conclusiones más interesantes. Esto nos hace comprender pues, que uno de los temas que más se tratan en el mundo en el momento actual es el tema educacional. El número de obras impresas estos últimos años sobre educación es incalculable. Rufino Blanco ha publicado tres gruesos volúmenes conteniendo nada más que la lista de obras pedagógicas escritas en el siglo XX. Es una bibliografía que aterra al lector. Las solas enciclopedias pedagógicas podrían llenar un gran armario y las hay escritas en todas las lenguas. Es imponente ver reunido en las bibliotecas modernas el vastísimo material pedagógico. El Secretariado de Educación de Londres, el Museo Escolar de París, el Museo Pedagógico de Bruselas y sobre todo la biblioteca "Commenius" de Leipzig tienen innumerables salas dedicadas solamente a la educación; la última biblioteca a que aludimos tiene más de 400.000 libros sobre educación en su inmensa mayoría en alemán. Estas someras ideas nos hacen concebir que hay un interés mundial por el problema educacional, un inmenso afán de investigar y de progresar en la solución de los problemas de la formación de la inteligencia y del carácter del niño. No puede, pues, un católico culto desinteresarse de un problema de tan amplias proporciones. Ha de procurar conocer las conclusiones a que va llegando la ciencia de la educación para contribuir a educar mejor a sus hermanos los hombres, y sus hijos aquellos a quienes Dios llame a la paternidad: cualquier conclusión que contribuya a hacer mejor la vida, a dar más alegría, más felicidad verdadera no puede ser despreciada por un católico digno de este nombre que debe ser un enamorado de la caridad. Debe, además, el católico procurar contribuir con todas sus fuerzas al avance de la educación aportando su grano de arena sea de contribución intelectual, sea de trabajo positivo de educador, sea al menos de simpatía y de aliento a los que se dedican a este tarea; en todo caso el apoyo de su oración por aquellos que procuran hacer las almas más semejantes a la Verdad, que es Cristo: "Yo soy la Verdad". IMPORTANCIA DE LA EDUCACION BAJO EL ASPECTO SOBRENATURAL En nuestra época la gran batalla ha pasado a ser "la batalla del niño". Todos se dan cuenta que lo que importa para obtener un ideal social que refleje su concepción de la vida es apoderarse del niño y formarlo desde pequeño en su punto de vista. Es casi imposible modificar una masa de hombres cuando han llegado a cierta edad; es como torcer a los añosos árboles, pero orientarlos cuando son pequeños es tarea fácil; y, en general toda la influencia que se ejercite en ellos durará de ordinario toda la vida. Lo que se escribe en el alma del niño es como lo que se escribe en los tiernos arbolitos que al crecer se ensanchan pero no dejan de llevar con caracteres mayores lo que en pequeño se grabó en ellos. La influencia de los primeros años de la vida es decisiva en la orientación definitiva; son éstos los años en que se forman los hábitos, las costumbres. En general, un hombre se gobierna toda la vida por los hábitos, por las costumbres, por las maneras de ver adquiridas en la primera infancia. Por eso decía un poeta: "El corazón del hombre virgen es un vaso profundo; cuando la primera agua que allí se arroja es impura, podrá volcarse en él toda el agua del mar, pero no lavará la mancha, porque el abismo es inmenso y la mancha está en el fondo". La formación del alma del niño se puede comparar a la fabricación de una lente; fortunas inmensas se gastan en purificar y volver a purificar los elementos que intervienen en la fabricación del cristal ya que un granito de arena, una burbuja que se forme puede causar enormes desviaciones que falsearán totalmente los datos que va a revelarnos esa lente. Así mismo todo lo que se haga pasar por el alma del niño, todo lo que se arroje en su corazón va a quedar allí profundamente sepultado y va a ser causa de orientaciones en la vida totalmente diferentes. Aun desde el punto de vista psicológico reconocen los grandes pedagogos modernos de las escuelas de psicología profunda que la mayor parte de las neurosis han sido producidas en los primeros años de la vida por perturbaciones que alteraron el psiquismo ordinario. Una orientación cristiana o una orientación pagana; una orientación comunista o una orientación evangélica; una orientación de fervor o de tibieza son el germen de toda una vida. El hombre tiene la libertad para obrar, pero la influencia del ambiente condiciona y hasta destruye en ciertos casos la libertad para determinadas acciones ya que la influencia educadora le quitó la posibilidad de comprender otro punto de vista. Por eso el comunismo no menos que el catolicismo reclaman al niño: el catolicismo para darlo a Dios, el comunismo para quitárselo; el totalitarismo filosófico para hacerlo creer en la Raza. Para comprender ciertas actitudes del niño basta muchas veces comprender su ambiente educativo: un hogar frío, mundano, una escuela neutra o mixta en sentido religioso formarán ordinariamente al apático en materia religiosa. La piedad ferviente de los católicos norteamericanos tiene como una de sus principales causas que la educación en los primeros años de toda la niñez católica está confiada a las religiosas, las que han sabido dar ese sello de piedad e infundir a los niños ese valor para resistir al ambiente materialista que los rodea que ha hecho perder su fe a la mayoría de los protestantes. Tal importancia atribuye la Iglesia a la acción educadora que hace inmensos esfuerzos por realizar a pesar de las dificultades con que tropieza de parte de las leyes, a pesar de la sostenida campaña que ha de mantener para allegar recursos que le permitan mantener sus escuelas. El presupuesto escolar consume la inmensa mayoría de las entradas de que dispone la Iglesia. Además, una gran parte de los sacerdotes y la inmensa mayoría de los religiosos y religiosas están consagrados completamente a la labor educativa, pues, están convencidos que es el mayor servicio que pueden hacer a la causa de Cristo. Por esto la Iglesia en el Derecho Canónico y en la Moral ha puesto trabas a los matrimonios de católicos con no católicos por el peligro que ve para la educación de los hijos, y cuando llega a conceder el permiso para la celebración de estos matrimonios no es sin la previa promesa juramentada de la parte acatólica de no oponerse a la educación cristiana de sus hijos. Cuando se pide el bautismo para un niño, salvo el caso del peligro de muerte, la Iglesia no lo concede sino cuando se prevé que tendrá una educación cristiana, pues no quiere exponer el bautizado a ser un apóstata como sería muy de temer si no puede dársele educación cristiana. A diferencia del protestantismo, la Iglesia no cree que la salvación se opere sólo por la fe, sino que requiere también las obras que sean fruto de esa fe y para que estas obras estén de acuerdo con la fe que supone el bautismo se requiere en forma normal una educación cristiana. EL PENSAMIENTO DEL PAPA En un momento solemne de su vida, en su jubileo sacerdotal, nuestro Soberano Pontífice Pío XI dio al mundo como recuerdo de esa fecha una encíclica sobre la educación cristiana, en la que puntualiza las principales ideas sobre esta materia. Refiriéndose a la importancia de la educación cristiana dice: "Es, pues, de suma importancia no errar en la educación, como no errar en la dirección al fin último, con la cual está íntima y necesariamente ligada toda la obra de la educación. En efecto, puesto que la educación esencialmente consiste en la formación del hombre tal cual debe ser y como debe portarse en esta vida terrena para conseguir el fin sublime para el cual fue creado, es evidente que así como no puede existir educación verdadera que no esté totalmente orientada al fin último, así en el orden actual de la Providencia, o sea después que Dios se nos ha revelado en su Unigénito Hijo, único "Camino, Verdad y Vida", no puede existir educación completa y perfecta si la educación no es cristiana. "En lo cual se hace patente la importancia suprema de la educación cristiana, no sólo para los individuos, sino también para las familias y toda la sociedad humana, ya que la perfección de ésta no puede menos de resultar de la perfección de los elementos que la componen. E igualmente, de los principios indicados, resulta clara y manifiesta la excelencia insuperable de la causa de la educación cristiana, por ser la que atiende en último término a asegurar la consecución del Bien Supremo, Dios, a las almas de los educandos y el máximo bienestar posible en esta tierra a la sociedad humana. Y esto de la manera más eficaz que sea realizable por parte del hombre, cooperando con Dios al perfeccionamiento de los individuos y de la sociedad en cuanto la educación imprime en los ánimos la primera, la más potente y la más duradera dirección de la vida, según la sentencia del Sabio: "La senda por la cual comenzó el joven a andar desde un principio, esa misma seguirá también cuando viejo". Por eso decía con razón San Juan Crisóstomo: "¿Qué cosa hay mayor que dirigir las almas, que moldear las costumbres de los jovencitos?". "Pero no hay palabra que tanto nos revele la grandeza, belleza y excelencia sobrenatural de la obra de la educación cristiana como la sublime expresión del amor con que Jesús, Señor Nuestro, identificándose con los niños declara: 'Cualquiera que acogiere a uno de estos niños por amor mío, a mí me acoge' " (Mc. IX, 36). CONCLUSIONES La importancia suma de preocuparnos seriamente del problema educativo y de formarnos convicciones precisas sobre este punto. Deberíamos avergonzarnos de no conocer exactamente el pensamiento de la Iglesia en materia de tanta importancia. Comprar, leer y meditar la encíclica sobre la educación cristiana de la juventud. (Editorial Splendor, Av. O'Higgins 1626, Santiago). Preguntarme desde luego: ¿Qué puedo hacer yo por influir como educador en las almas de los niños que me rodean? ¿Podría colaborar en el apostolado catequístico?, ¿en la formación del aspirantado de la Acción Católica? Discutir estas conclusiones y llegar a algo práctico. RECAPITULACION. Dirigir las siguientes o parecidas preguntas a los asistentes al círculo de estudios: ¿Estás convencido de la importancia del problema educativo? ¿Habrá otro problema de mayor trascendencia? ¿Por qué? Díme, sinceramente, ¿te has preocupado seriamente de conocer la situación educacional de tu Patria? ¿Has reflexionado sobre la educación que has recibido? ¿Has meditado en los aciertos y desaciertos de que has sido objeto? ¿Cuáles te parecen los aciertos? ¿Cuáles los desaciertos? ¿Te has dado cuenta que estás influyendo silenciosa, pero profundamente con tu ejemplo en todos los que te rodean, sobre todo en los niños? ¿Será esto una exageración? Haz un examen de conciencia sobre cuál puede ser la influencia que estás ejerciendo en torno tuyo. ¿Has pensado en la gravedad del pecado de escándalo que puede darse al ejercer una influencia torpe, con las palabras, actitudes, revistas que tienes, libros, conversaciones sobre biógrafos, etc., en los niños que todo lo miran, todo lo oyen y van modelando su vida por tus ejemplos y los de los demás que los rodean? ¿Tienes algo que corregir en esto? ¡Piénsalo! Dificultades que podrían proponerse para hacer comprender más la misma materia, dando origen a un debate. Nadie tiene derecho a inmiscuirse en materia educacional: todos obran mal al preocuparse de educar, de orientar. No hacen más que faltarle el respeto al niño; atropellar sus legítimos derechos... Déjele crecer con espontaneidad y él mismo encontrará su camino en la vida. Es perder el tiempo gastar energías en los niños que serán maleados por el ambiente en la edad en que están indefensos: mucho mejor es procurar tratar con los jóvenes y con los adultos que son capaces de entender los argumentos y de tomar actitudes de utilidad inmediata. Los cristianos educados en la fe desde pequeños no tienen el valor de sus convicciones: repiten gestos... Sería mejor dedicarse a conquistar adultos, ya que la fe de los convertidos es más valiente y convencida. II ENCUESTA SOBRE LA REALIDAD EDUCACIONAL CHILENA Al terminar este primer Círculo sobre lo que es la Educación, díctese a los socios la siguiente encuesta que deberán traer contestada a la sesión siguiente: ¿En qué se diferencia la instrucción y la educación? ¿Qué es más importante, la instrucción o la educación? ¿Es Chile un pueblo instruido? ¿Cuál es el porcentaje de analfabetos...? Los conocimientos que da la escuela chilena ¿son útiles para el pueblo? ¿Cuál es el nivel educacional de nuestro pueblo? ¿Es el chileno un hombre culto, respetuoso, previsor? ¿En qué proporción los hogares chilenos están constituidos civilmente... religiosamente...? ¿Hay estabilidad en la vida del hogar del pueblo? ¿La hay en el hogar culto...? ¿Se preocupan los padres de la educación de la castidad de sus hijos... de sus diversiones...? ¿Qué consecuencias se derivan para Chile de la falta de educación? ¿Por qué se preocupa un miembro de A.C. de estos problemas? ¿Qué podemos hacer por solucionar estos problemas? III LA REALIDAD EDUCACIONAL CHILENA Este círculo debe venir precedido de la encuesta sobre la realidad nacional en materia de educación que acabamos de exponer. Exposición. Después de haber estudiado la importancia extrema del problema educativo pasemos a estudiar la realidad nacional en orden a la educación. Nos daremos cuenta que, precisamente, por ser tan importante la solución del problema educacional y por estar tan lejos de tener en Chile una solución adecuada hemos de tratar con toda el alma como católicos y como chilenos por levantar intelectual y espiritualmente el nivel educativo de nuestro pueblo. Y como no hay verdadera elevación moral, ni siquiera material que no vaya acompañada de un ideal religioso nos hemos de esforzar por animar todas nuestras actividades de un espíritu profundamente cristiano. El más grave de los problemas chilenos en el orden humano es la falta de una verdadera educación. Problema éste más grave aún que el problema de la escasez de salarios, la lucha de clases, el problema político y aun la misma desorganización de la familia, porque encierra en sí todos estos problemas y los acrecienta. ANALFABETISMO El primer hecho que salta a la vista es la gran ignorancia de las masas. Las estadísticas arrojan resultados bien pesimistas. Tenemos aún en Chile un 25% de la población adulta analfabeta. Las estadísticas de 1939 afirman que aún hay en Chile 1.200.000 adultos analfabetos. Si desfilaran en fila a un metro de distancia el uno del otro demorarían más de ocho días en pasar. El número de niños en edad escolar asciende a 912.550, de los cuales sólo 611.494 están matriculados en la escuela, pero no asisten más que 499.911, quedando por tanto más de 400.000 niños sin recibir instrucción primaria, o sea, el 42% de la población en edad escolar no sale del analfabetismo. Y no es posible hacerse gran ilusión respecto al grado de conocimientos que adquieren los que han cursado la escuela primaria. La gran mayoría sale semianalfabeta, debido a la distancia de la escuela, a la pobreza, a veces suma de los padres, a su falta de interés por la educación. Cada año ingresan a la escuela primaria unos 215.000 niños, pero de ellos terminan sus estudios primarios unos 10.000, esto es, un 5%. ¿Qué podrá esperar la Patria del sufragio de ciudadanos que carecen de la más elemental cultura? Y advertimos que la cultura que no dé la escuela no la obtendrá por otro camino nuestro pueblo, ya que son tan pocas las influencias educadoras que se encuentran en nuestra vida. En los países europeos, los monumentos, las tradiciones de los hogares, el ambiente, contribuyen poderosamente a elevar la mentalidad general. ¿Qué ha de pensar un miembro de la Acción Católica de esta situación de nuestra Patria? No puede menos de dolerse al ver a sus hermanos tan desprovistos de estos conocimientos que bien empleados pueden servirles para elevarlos más a Dios. De aquí que, si puede hacerse, debe preocuparse de los que le están encomendados para hacerlos más instruidos, sacándolos del analfabetismo al menos. Los jóvenes de Acción Católica deben prepararse para influir un día en los destinos de la Patria. FALTA DE EDUCACION Más grave aún que el problema del analfabetismo es la falta de educación que capacite a nuestro pueblo para llevar una vida digna de hombre. Más importante que deletrear un silabario y saber firmarse es saber vivir correctamente, saber vestirse, saber comer, saber tener un hogar. La impresión que produce nuestro pueblo en materia de educación es bien penosa. La mayoría de los pobres se presentan vestidos con sumo descuido y suciedad, rotos y harapientos. Nuestro sistema de locomoción popular avergonzaría a un pueblo primitivo. La constitución de la familia chilena es desastrosa. La inmensa mayoría de los hogares obreros se forman al azar por razones pasionales del momento o para escapar a una situación difícil: la mujer con frecuencia se casa para tener quien la defienda; y el hombre para tener quien lo cuide... Una desaveniencia originada por el alcohol rompe esa unión; el hombre se va con otra mujer sin cuidarse más de la primera y de los hijos; y la pobre mujer cargada de niños, se deja tomar por otro hombre que busca sus servicios. La actual ley de matrimonio civil distinto del religioso, dificulta inmensamente la constitución de los hogares chilenos. La educación familiar falta casi en absoluto. La madre ignora las funciones de dueña de casa; trabaja en medio del más absoluto desorden, ignora el valor alimenticio de las comidas y la forma de cocinarlas para que sean agradables; compra los artículos más caros; cocina bien el domingo y el lunes y pasa hambre el resto de la semana. La mayoría de las mujeres obreras no saben lavar ni tejer. En un barrio obrero el 65% de las mujeres no había tomado nunca un par de palillos. En los campos el huerto está abandonado, no hay hortalizas ni árboles frutales. Las casas no presentan el aspecto de alegría de los chalets obreros de Estados Unidos o Europa que se ven allí adornados con flores y las ventanas cubiertas con una cortina que da aire de hogar a la modesta casa. El sentido de la responsabilidad falta también; a esto se debe el abandono tan frecuente del hogar y las taras sociales con que se contagian nuestras familias. En Iquique, ciudad de 30.000 habitantes ha habido más de mil niños abandonados por sus padres que han adquirido todas las taras del vicio. La mortalidad infantil es otro indicio de la gran falta de educación de nuestro pueblo. La cuarta parte de nuestra población muere antes de terminar el primer año de vida y la mitad antes de cumplir los nueve años según datos que nos da el Dr. Salvador Allende en su libro "La realidad Médico-Social Chilena". ¡Es un triste récord el de nuestra patria! La ausencia de la madre en el hogar, justificada por motivos económicos hace que los niños queden entregados en manos del hermano mayorcito. Conocemos el caso de un niño de ocho años que cuida de sus cinco hermanos, incluso de la guagua. La vivienda obrera es otro indicio de la falta de educación de que adolece nuestro pueblo. En las ciudades no se puede hablar de la casa obrera sino de la pieza en la que vive toda la familia, y a veces varias familias, con escasa luz, sin medios higiénicos, amontonados en una cama, en la cual duermen hasta siete personas. La Asociación de Arquitectos de Chile, estima que un millón quinientos mil habitantes carecen de viviendas adecuadas. En el 12% de los conventillos estudiados prolijamente había ocho personas por pieza, no siendo ninguna mayor de nueve metros cuadrados. ¡Qué higiene y qué moral puede haber en tales habitaciones! Las piezas son caras y consumen una buena parte del presupuesto obrero. Esa pieza no tiene de ordinario más ventilación que la puerta. Allí se come, se duerme, se trabaja, a veces se cocina. Cuando hay un enfermo, las ocho o diez personas que viven en la pieza han de respirar el aire cargado de microbios. ¿Qué moral puede haber en esa familias en las que los padres, las hermanas mayores, los hermanos, los pequeñitos, duermen en una misma cama viendo todo lo que puede verse estimulados a veces por el alcohol? Todas las más bajas y más repugnantes miserias que puedan describirse son realidad, realidad viviente en nuestro mundo obrero. ¿Hasta dónde hay culpa? o mejor, ¿de quién es la culpa de lo horrible que se produce? El impudor cunde en forma alarmante, y al llegar ciertas horas no se pueden presenciar las escenas que ocurren en ciertos barrios populares... es raro encontrar una niña que haya llegado a los 15 años que no haya tenido algún accidente. A la maternidad llegan a veces madres de 14 años. Las enfermedades sociales cunden en nuestro pueblo y según informes del Ministro de Salubridad, el 8% de la población de Chile está contagiada por la sífilis. Más de 10.000 enfermos ingresan cada año a los hospitales por la sífilis. El 30% de las mujeres embarazadas tratadas por la dirección de sanidad eran sifilíticas y en algunas clínicas antivenéreas han llegado a perderse más del 60% de los seres antes de nacer. El problema económico del pobre, su escasez de salarios no es más que una repercusión de su falta de educación. Para mejorar el salario no basta únicamente clamar por leyes sociales, aunque hay que hacerlo, sino que hay que clamar también por una colaboración eficiente del mismo obrero a la producción, colaboración que supone una preparación que está lejos de tener y un espíritu de trabajo constante que harta falta hace por desgracia. La Inspección General del Trabajo estimaba a fines de 1938 en 828.000 el número de obreros que ganaban menos de $ 10 diarios, de los cuales 474.000, casi todos campesinos tenían menos de $ 5,00 diarios, lo cual nos indica que más de la mitad de la población obrera de Chile tiene un salario inferior al vital. El alcoholismo indicio de falta de educación hace graves estragos en nuestra raza, la debilita, la degenera, le impide una ascensión social. En 1938 de 314.560 detenidos, 138.607 lo fueron por ebriedad. Unos 100.000 accidentados por ebriedad hay cada año. Más de 500.000.000 de pesos consume nuestro pueblo cada año en alcohol y más de 200.000.000 de pesos pierde cada año por no trabajar los días lunes. No cabe dudarlo: el problema social chileno tiene una honda raíz educativa. Es necesario clamar: "gobernar es educar". Esta miseria material y moral en que vive nuestro pueblo lo trae profundamente amargado, se vuelve hosco, taciturno... con frecuencia en su pecho se enconan odios profundos para los que tienen. A medida que van introduciéndose los medios modernos de locomoción y con ellos la literatura social casi siempre roja, y los agitadores, el antiguo afecto se va cambiando en recelo y hasta en enconada guerra. La Acción Católica y la educación popular: ¿Por qué se preocupa la A.C. de un problema a primera vista tan material como es éste? La respuesta no puede ser dudosa para quien ha comprendido el mensaje cristiano que ante todo es amor a Dios y amor al prójimo. El socio de A.C. que ame a Chile y que se interese por su Pueblo, no puede menos de comprender que la primordial necesidad chilena es que se devuelva la fe a las conciencias. Triste es confesarlo, la masa obrera chilena se aleja día a día de la Iglesia: "está como absorbida por la conquista del pan cotidiano hasta el punto que le es casi imposible pensar en la salvación de su alma". Para elevar nuestro pueblo a una visión espiritual de la vida hay que comenzar por educarlo. Cuanto pueda hacer, por tanto, un joven católico por levantar el nivel material, moral y religioso de nuestro pueblo constituirá una actuación lógica de su cristianismo. Sería hacer una caricatura de la A.C. el reducirla a un simple comentario del Evangelio y a unas cuantas prácticas religiosas en común. Estas actividades han de ser el alimento espiritual para que sus socios puedan realizar una intensa labor de apostolado cristiano. Instaurare Omnia in Christo, era el lema de Su Santidad Pío XI: Instaurarlo todo en Cristo. Por tanto también la instrucción, la educación, el sentido humano de nuestro pueblo. Conclusiones: Preguntar a los socios en la misma reunión qué consecuencias prácticas deducen ellos de este estudio que acabamos de hacer. Los socios de las Conferencias de S. Vicente de Paúl que se interesen no sólo por llevar un socorro material a los pobres sino sobre todo por elevar su vida moral. Darse cuenta en las visitas a los pobres y en el trato con aquellos con quienes estamos relacionados si tienen bien bien constituido su hogar, bautizados sus hijos, inscritos sus nacimientos. Ordenar una encuesta sobre el aprovechamiento del salario por parte del pueblo, sobre sus diversiones, sobre la forma en que vive y los alimentos que usa. Los socios que tengan fundo o trato con obreros que se persuadan de su responsabilidad de educarlos y de orientarlos en la organización de su vida. Las madres, hermanas y novias de los socios, tienen un inmenso campo de trabajo en la educación de la familia obrera. RECAPITULACION. ¿Qué impresión te produce el panorama espiritual de Chile? Entre las necesidades de nuestra Patria ¿cuál te parece ser la más urgente? ¿Qué remedios podrían sugerirse para mejorar al nivel moral de nuestro pueblo? ¿Será posible exigir a los católicos una campaña de abstencionismo alcohólico? OBJECIONES. Es inútil preocuparse de levantar el nivel de nuestro pueblo; todo cuanto se haga es tiempo perdido. Entabla el patrón las piezas y echan las tablas al fuego. Se construyen casas con varias habitaciones y echan a los chanchos o arriendan las piezas; se les da un huerto, y lo dejan perderse. Mientras más salario más bebida. El temperamento salvaje de nuestro pueblo es incapaz de cultura. Las encíclicas sociales son un indicio de la adaptación de la Iglesia a las teorías comunistas, destinadas al fracaso. Las teorías sociales recomendadas por las encíclicas podrán servir a lo más para Europa pero son del todo ineptas para Chile. IV ¿A QUIENES CORRESPONDE EDUCAR? CUESTIONARIO. ¿Quiénes tienen derecho para ocuparse de la educación de la niñez? ¿En qué se fundan los derechos de la Iglesia para dar educación? La familia ¿en qué basa sus pretensiones? ¿Cuáles son los fundamentos y límites de la acción educadora del Estado? Exposición. En este círculo trataremos de determinar claramente a quiénes corresponde la misión de educar, distinguiendo los títulos de la Iglesia, Familia y Estado, sociedades en las que nace todo hombre. La educación corresponde en primer lugar a la Iglesia ya que su Divino Fundador, Jesucristo, verdadero Dios y por tanto dueño absoluto de los hombres, dijo a sus Apóstoles: "A Mí se me ha dado toda potestad en el cielo y en la tierra. Id, pues, e instruid a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo: enseñándoles a observar todas las cosas que yo os he mandado. Y estad ciertos que yo estaré siempre con vosotros hasta la consumación de los siglos". De aquí se deduce que Jesucristo instituyó a la Iglesia como maestra de la verdad sobrenatural; y este testimonio de Jesucristo constituye para la Iglesia no sólo un permiso de enseñar sino un mandato de hacerlo. Por otra parte, a la Iglesia en virtud de los poderes dados por Cristo es con absoluta verdad madre de los cristianos a los cuales engendra por el bautismo y alimenta con sus sacramentos. Con razón afirma San Agustín: "No tendrá a Dios por Padre el que rehusare tener a la Iglesia por Madre". De estos títulos se deriva el derecho de la Iglesia de enseñar, derecho que debe ser respetado por todas las autoridades humanas. Este derecho tiene como objeto propio la formación en la fe y en la moral cristiana a sus fieles; y al mismo tiempo la autoriza a enseñar todo aquello que sea necesario para obtener este fin primario. Por esto la Iglesia tiene derecho absoluto de enseñar cuanto convenga, para dar una educación cristiana a sus hijos. Todas las acciones humanas, y por tanto también las de orden educativo, deben tender al fin último del hombre y no pueden apartarse de las normas de la ley divina que custodia la Iglesia. El liberalismo doctrinario ha pretendido substraer de la influencia de la Iglesia toda la enseñanza humana, pero la Iglesia siempre ha reclamado el derecho que tiene a inmiscuirse en cuanto diga relación, aunque sea indirecta, con el orden sobrenatural. Cristo entregó a la Iglesia toda la verdad y la Iglesia hace uso del derecho cuando expone una parte cualquiera de esta verdad. De lo anteriormente dicho se deduce que la Iglesia tiene derecho de enseñar las ciencias y las artes, no menos que de dar la educación física y social. Cuando la Iglesia no puede dar por sí misma una educación completa a sus hijos, puede por cierto vigilar la que se da en otros establecimientos, en todo lo que se relaciona con la religión y la moral. Esta injerencia maternal de la Iglesia no es una intromisión en asuntos extraños y es sumamente útil para los pueblos y para las familias. La intervención de la Iglesia, cuando los gobiernos la permitan, impedirá los trastornos que mentes desenfrenadas podrían acarrear con grave daño a la paz. En cuanto a las personas a quienes se extiende el magisterio de la Iglesia, Cristo confió a ella "todas las gentes". Se extenderá, pues, en primer lugar, a todos los fieles, de los cuales es ella verdadera madre. Imponente sería hacer un prolijo recuento de los millares de escuelas, colegios y universidades que para ellos ha creado a fin de instruirlos y educarlos. Millones de alumnos en cada generación han recibido el influjo maternal de la Iglesia y de ella han aprendido a gobernar sus pasiones e incluso las verdades más desprovistas en apariencia, de carácter sobrenatural. Los infieles son también terreno cultivable por la Iglesia ya que están llamados a entrar en el Reino de Dios y a conseguir su eterna salvación. Este derecho lo viene ejercitando desde los tiempos apostólicos y es especialmente imponente su realización en los tiempos modernos. En las heladas estepas de Alaska como bajo el sol Ecuatoriano, la Iglesia prepara el camino de la fe en las almas mediante millares de escuelas, colegios y universidades. La misión de enseñanza de la Iglesia no contradice en forma alguna a los legítimos derechos del Estado ni de la familia, como tampoco a la justa libertad de los hombres de ciencia para emprender sus investigaciones. La verdad nunca se opone a la verdad, sino que la confirma. DERECHOS DE LA FAMILIA La fecundidad, principio de vida, que comunica Dios a la familia, es también el principio del derecho que tienen los padres para educar al hijo para desarrollar esa vida que ellos le han dado. Este derecho de educar en la familia no es sólo un derecho, es una obligación estricta y lo recibe la familia, no del Estado, que es posterior a la familia, sino directamente de Dios. El Estado no puede, pues, atentar en forma alguna contra el derecho de la familia sino que debe respetarlo y reconocerle las garantías que necesita para desarrollarse con plenitud. Santo Tomás afirma explícitamente este principio cuando dice: "El hijo naturalmente es algo del padre, así, pues es de derecho natural que el hijo, antes de la razón, esté bajo el cuidado del padre. Sería, pues, contra la justicia natural, que el niño antes del uso de la razón fuese substraído del cuidado de los padres, o de alguna manera se dispusiese de él contra la voluntad de los padres". Y como la obligación paterna continúa hasta que los hijos están en condición de proveerse a sí mismos, perdura también el mismo inviolable derecho de los padres de educar a sus hijos. La legislación canónica no sólo reconoce este derecho de la familia, sino que también lo urge gravísimamente: "Los padres están gravísimamente obligados a procurar con todo empeño la educación ya religiosa y moral, ya física y civil, y a proveer asimismo al bien temporal de la misma prole" (Canon 1113). Frente a esta concepción no sólo de nuestra fe, sino también de la razón se levantan las teorías totalitarias que niegan ese derecho de la familia, como en Rusia, en que el niño es considerado como del Estado; o en el régimen filosófico-político del nazismo que posterga horriblemente los derechos familiares. Es el Estado el señor absoluto que puede imprimir a la educación el rumbo que desea y orientarla para obtener un tipo de hombres que tengan como realidad suprema el programa del Partido dominante. Esta concepción es un atropello brutal de los derechos naturales del padre sobre sus hijos. Los hijos son algo del padre, y una como extensión de la persona paterna; ellos entran en la comunidad civil no directamente como ciudadanos, sino mediante la familia. Las células fundamentales de la sociedad civil son las familias. Claro está que los derechos de los padres no son absolutos, sino siempre respetando la finalidad que Dios ha impuesto a sus hijos. Los padres no son déspotas sino administradores o apoderados de Dios en la educación de sus hijos, a los cuales han de educar en todo momento con sujeción a los planes divinos. De aquí que no pueden enviarlos a los colegios que su capricho dictamine, sino a aquellos en que se imparta instrucción cristiana, quedando bien en claro que es un deber gravísimo éste de dar instrucción religiosa a sus hijos. No pueden por tanto los padres mandar a sus hijos a los colegios protestantes, bajo ningún pretexto, ni tampoco a aquellos en que no se da instrucción religiosa. Por grandes que sean los sacrificios que hacen los padres de familia para costear la educación cristiana de sus hijos deben animarse a no tomar el camino fácil de una instrucción gratuita si ha de ser con detrimento de sus almas. Hay que respetar la jerarquía de valores que coloca como el valor supremo el bien espiritual que tiene proyecciones de eternidad. Todos los bienes de orden temporal deben sacrificarse ante el bien espiritual de orden eterno. Los liceos fiscales son instituciones que no pueden llamarse anticatólicas ya que se da en ellos instrucción religiosa, aunque ésta es demasiado escasa e insuficiente y perdida muchas veces por el ambiente frío, materialista y a veces anticristiano que existe en la práctica, formado por profesores hostiles al cristianismo. No puede sin embargo condenarse al padre de familia que envía sus hijos al liceo, pero hay que exhortarlo a que lo envíe a un colegio donde la instrucción religiosa sea más práctica, cualquiera que sea el sacrificio que tal educación traiga consigo. El dinero gastado en esa educación, será el mejor gastado de los dineros. En cuanto a la universidad deben también los padres y los mismos hijos escoger las universidades católicas, como lo urge gravemente la moral. La razón principal es para recibir la educación en un ambiente positivamente católico, evitar que las mentes de los alumnos sean perturbadas con doctrinas erróneas que su poca preparación no los capacita para apreciarlas en su justo valor, recibir en cambio todas aquellas disciplinas auxiliares que complementan la educación cristiana, conocer el criterio de la Iglesia en puntos discutidos y desarrollar su vida en un ambiente que favorezca la expansión de las virtudes. Es absurdo juzgar al niño, y aun al joven universitario como a un hombre plenamente formado que pueda oírlo todo, discutirlo todo y al que convenga exponer a un ambiente hostil para fortificar su fe. Lo que resultará es que admitirá esa cabecita en formación doctrinas que le harán un profundo perjuicio, sin darse cuenta siquiera que ha recibido el veneno. Cuando en un caso particular movidos por graves razones estiman los padres que deben colocar a sus hijos en un colegio acatólico o en una universidad laica deberán solicitar el permiso del Obispo y tomar tales precauciones que alejen el peligro próximo de perversión para su hijo. Nunca podrá justificarse el envío de los hijos a una escuela, colegio o universidad donde haya peligro próximo de que pierdan la fe: en tal caso es preferible mil veces que permanezcan ignorantes, incluso analfabetos, antes que se expongan a la pérdida del mayor de los bienes. Felizmente en Chile no faltan los medios para las familias católicas de poder dar educación profunda y cristiana a sus hijos en los establecimientos bendecidos o permitidos por la Iglesia. El Estado debe guardarse de entrabar este derecho de la Iglesia, y por desgracia no siempre lo respeta. Así en las modernas concepciones de la educación totalitaria, el Estado se introduce hasta en lo más íntimo de las conciencias y aunque las familias y los alumnos no lo deseen les imparte una educación teñida totalmente de partidismo político. Esas clases son un atropello al derecho de los padres de inspirar ellos mismos la educación de sus hijos. Algunos países han reconocido ampliamente este derecho. Así, p. ej., la Corte Suprema de los Estados Unidos declaró en un fallo notable "que no competía al Estado ninguna potestad general de establecer un tipo uniforme de educación de la juventud... ya que el niño no es una mera criatura del Estado. Quienes lo alimentan y lo dirigen tienen el derecho, junto con el alto deber de educarlo y prepararlo para el cumplimiento de sus deberes". La Iglesia, por su parte, es tan celosa en reconocer este derecho de los padres que, a pesar de predicar con inmensa insistencia el deber de bautizar y educar cristianamente a los niños, no consiente sin embargo en que se bautice a los niños de los infieles, contra la voluntad de sus padres, mientras los hijos no puedan determinarse por sí mismos a abrazar la fe, salvo en rarísimos casos. DERECHOS DEL ESTADO La sociedad civil tiene también derecho a inmiscuirse en la educación, no a título de paternidad como la Iglesia y la familia, sino por la autoridad que tiene para promover el bien común temporal. Por tanto al Estado pertenece un derecho de educar pero en forma muy diferente del que pertenece a la Iglesia y a la familia. La autoridad civil ha de limitar su ingerencia en materia educacional a proteger con sus leyes y medidas gubernativas los derechos anteriores de la Iglesia y de la familia, removiendo las causas que dificultan la buena enseñanza. Y cuando los padres no puedan dar una educación adecuada será deber del Estado suplir su falta, pero siempre dentro del respeto al derecho natural y a la Iglesia. Al Estado pertenece también promover por medio de facilidades gubernamentales la enseñanza y la cultura intelectual, moral y física. Esta acción en favor de la educación conviene que la haga el Estado antes que todo favoreciendo la labor de la Iglesia, de las familias, de las instituciones privadas, más bien que erigiéndose él en institución docente. Esto no significa que el Estado no pueda construir escuelas y universidades para suplir la labor privada: puede hacerlo, como puede también exigir un control de la seriedad y calidad de la instrucción privada, pero en tal forma que no venga a equivaler a una tiranía y en la práctica a la supresión de la enseñanza libre. Es también ilícito e injusto todo monopolio educativo que fuerce a las familias a acudir a las escuelas del Estado, contra los deberes de la conciencia cristiana, o aun contra sus legítimas preferencias. Ojalá que en esta materia imitaran los Estados el respeto de que dan muestra las legislaciones belga, holandesa, inglesa, americana y las de varios otros grandes países que reconocen el derecho de los particulares de abrir escuelas, colegios y universidades, controlan discretamente su actividad, subvencionan sus establecimientos, reconocen sus exámenes y títulos. Y ciertamente que estos países donde una justa libertad de enseñanza es reconocida, el nivel cultural aumenta y los ciudadanos se sienten contentos de poder transmitir a sus hijos una educación conforme a sus creencias y preferencias. ¡Ojalá que entre nosotros desaparecieran las trabas impuestas por nuestras leyes que impiden el pleno desenvolvimiento de la educación privada! Legítimas aspiraciones de los católicos chilenos son las siguientes: 1ª) Reconocimiento práctico del derecho de dar enseñanza según las creencias de los padres, subvencionando el Estado en forma plenamente suficiente a las escuelas libres para que puedan desenvolverse con la ayuda del Estado. Esta ayuda, por otra parte, no es más que la devolución a los contribuyentes de sus dineros en una forma que satisfaga a sus deseos. En el régimen actual la subvención es exigua, pagada con grandes retardos, y pesa sobre ella la amenaza de ser suprimida. Si el Estado diera subvenciones suficientes y proporcionales al número de alumnos que grupe cada escuela tendríamos los católicos la alegría de poder dar a nuestros alumnos una enseñanza que refleje nuestro sentir. Hoy la inmensa mayoría de los alumnos católicos han de ir a las escuelas oficiales, donde no encuentran el ambiente que deberían encontrar. 2ª) Reconocimiento del derecho de fijar sus programas, tomar sus exámenes, recibir subvenciones gubernamentales a los colegios de segunda enseñanza que reúnan ciertas garantias prudentes. Los colegios deben poder abrir diferentes cauces a la educación de los jóvenes y al mismo tiempo deben tener la tranquilidad suficiente para confiar en que su enseñanza va a ser respetada en los exámenes, pues de lo contrario todos los derechos pasan a ser ilusión. 3ª) Reconocimiento de los títulos universitarios de las universidades que reúnan condiciones de seriedad en su enseñanza y administración. 4ª) Por parte del Gobierno, que se abran nuevas posibilidades de orden más práctico para tantos alumnos que buscan una orientación que les sirva para la vida a fin de disminuir el inmenso proletariado intelectual. Estas aspiraciones son justas. Ojalá lleguen en Chile a convertirse en realidad. El Estado puede reservarse con exclusividad, sin embargo, algunos aspectos de la educación necesarios para la recta administración de la cosa pública y para la defensa interna y externa de la paz, como ser la instrucción que prepara a sus oficiales para el ejército y armada y podría también hacerlo para otros servicios público. Claro está que el Estado no debe exagerar, como lo hacen los movimientos ultranacionalistas, este espíritu de militarismo, de violencia, de exaltación del atletismo que son las desviaciones de los legítimos esfuerzos en pro de la disciplina, fortaleza, educación física. En los ejercicios militares de los civiles hay que cuidar que no se desvíe el espíritu del descanso dominical, sacando en exceso a los jóvenes de sus deberes religiosos y de su vida de hogar. Una vez expuesto el campo de las tres sociedades que tienen a su cargo la educación de la niñez hay que desear que esas tres realicen su misión en íntima unión y comprensión. De la lucha el perjudicado será el niño; de la unión todos sacarán utilidad. San Agustín decía hace ya muchos siglos: "Por cierto los que dicen que la doctrina de Cristo es enemiga del Estado, que presenten un ejército tal como la doctrina de Cristo enseña que deben ser los soldados; que presenten tales súbditos, tales maridos, tales cónyuges, tales padres, tales hijos, tales señores, tales siervos, tales reyes, tales jueces y finalmente tales contribuyentes del fisco cuales la doctrina cristiana mandan que sean, y atrévanse a llamarla nociva al Estado; más bien no duden un instante en proclamarla, donde ella se observe la gran salvación del Estado". CONCLUSIONES. Leer la Encíclica sobre la educación cristiana de la juventud de S.S. Pío XI. Posesionarse del criterio de la importancia de una educación en que la Iglesia haga oír su voz maternal. Cualquier sacrificio por obtener o por dar esta educación. El criterio de la educación cristiana abraza incluso la vida universitaria: por tanto recapacitar sobre este punto si se trata de la elección de la Universidad. RECAPITULACION. ¿Qué sociedades tienen derecho a la educación del niño? ¿En qué se funda el derecho de cada una? ¿A quién pertenece primariamente el niño, al Estado o a la familia? ¿Qué piensas de la concepción totalitaria que impone una instrucción partidista obligatoria para todos los ciudadanos? ¿Puede un joven católico ingresar a un colegio o universidad no católicos? ¿Cuál debe ser el punto de vista central de un padre de familia al determinar la elección de escuela para sus hijos? OBJECIONES. El niño nace ciudadano y es ante todo ciudadano, es por tanto el Estado a quien incumbe determinar según las conveniencias nacionales, como suprema ley, todo cuanto corresponde a la educación. Frente al fracaso de las democracias no hay más concepción posible que una educación totalitaria que cree en los niños la mística de la Patria; es ésta la única manera de hacer frente a los gravísimos problemas de nuestro siglo. La unión es absolutamente necesaria en un país: ella no puede realizarse sin la educación. El Estado debe, pues, fijar los criterios nacionales para producir esa unidad tan necesaria en nuestros tiempos. V DESORIENTACION EDUCACIONAL* CUESTIONARIO. ¿Qué relaciones hay entre filosofía y educación? La filosofía marxista y la racista ¿tienen una pedagogía propia? La concepción sobre el hombre y la vida ¿cómo influyen en la educación? Exposición. Conviene tener ideas claras sobre qué es educación y cómo han de ser educados los niños. Porque actualmente no hay acuerdos sobre estos puntos; los hombres no convienen en lo que deben aprender los jóvenes en orden a la virtud o a la vida más noble; ni ven claro si la educación ha de procurar el desarrollo de la inteligencia o del carácter moral... De ninguna manera está claro si se ha de cultivar lo que es útil para la vida, o lo que lleva a la virtud o la ciencia abstracta... Y acerca de la virtud no hay nada confesado igualmente por todos; pues no todos aprecian la misma virtud, de modo que, como es natural, también difieren en el cultivo de ella (nota 1). En este cuadro, Aristóteles nos presenta la desorientación de su tiempo; nos dice que "es confuso el examen de estas cuestiones" porque "no hay acuerdo sobre qué es educación y cómo han de ser educados los niños". ¿Podemos aplicar las palabras del filósofo a nuestros tiempos? ¿Sabemos nosotros qué es educación y cómo han de ser educados los niños? Basta observar las diversas doctrinas y métodos que se defienden y ensayan - doctrinas y métodos muchas veces son contradictorios entre sí- para llegar a la conclusión que las palabras de Aristóteles son todavía de triste actualidad. En Francia, Alemania, Inglaterra, Estados Unidos, Chile... ¡qué panorama tan variado de doctrinas y métodos educacionales! La educación es uno de los problemas más trascendentales que debe plantearse todo gobierno, y ¿podemos decir que se haya solventado perfectamente en alguna parte? Creo que un breve examen de algunos de los principales sistemas nos dará la clave de la presente desorientación como también nos indicará la base necesaria para toda educación verdadera. PUNTO DE PARTIDA. ENSEÑANZA LAICA Como punto de partida y término de comparación nos servirá un sistema de enseñanza por todos conocidos. Es la que muchos llaman escuela tradicional, laica en su doctrina y receptiva en su forma (nota 2). Laica es aquella enseñanza que pretende guardar la neutralidad en materia religiosa. Porque "cada hombre es libre de abrazar y profesar la religión que haya creído verdadera, según la luz de la razón" (nota 3). Enseñanza puramente receptiva es la que se caracteriza por la pasividad del alumno. Oír al profesor, aprenderse de memoria lo que enseña. El papel del estudiante se reduce a absorber, recibir. Saltan a la vista los graves defectos de que adolece tal enseñanza. En primer lugar, la pretendida neutralidad de la escuela laica "no es posible porque de hecho viene a hacerse irreligiosa" (nota 4). Los campos del conocimiento y de la moral están tan íntimamente compenetrados con la existencia de la Iglesia y las verdades por ella enseñadas, que "la escuela no puede tener respecto de nuestra Religión la actitud que se traduce por las palabras: Yo no te conozco" (nota 5). Además: el solo pretender una neutralidad en materia tan importante como es la Religión, ya es un grave error pedagógico porque el centro de la gravedad de la instrucción y de la educación no está, en manera alguna, en la adquisición de toda suerte de conocimientos, sino en el espíritu que anima a la escuela, en el ideal que se ha fijado, en la filosofía de la vida en que se inicia la juventud (nota 6). Al contrario, la enseñanza laica, careciendo de espíritu e ideal y verdadera filosofía, perdiendo con la Religión la brújula orientadora de las verdades eternas, ha venido a caer en la mera instrucción. En efecto, en vez de simples medios de una educación integral las diversas materias se han disputado el primer puesto como fines, y, no habiendo ninguna razón para que una primase sobre las demás, hemos llegado a los programas enciclopédicos en que el pobre niño ha de aprender de todo sin ningún principio de unidad en aquella colección de materias y bolillas. En segundo lugar la forma puramente receptiva no es pedagógica. Huelga aquí todo comentario. Sólo advertiré que al caracterizar la enseñanza tradicional como laica y receptiva, no pretendo afirmar que la pasividad sea esencial a la neutralidad en materia religiosa. Únicamente afirmo el hecho que la enseñanza tradicional ha sido y es laica y receptiva. Con todo, alguna relación puede hallarse entre estas dos notas: como apuntamos más arriba, los programas enciclopédicos provienen en gran parte de la falta de filosofía verdadera de la educación que, bien definido el fin, unifique y subordine las diversas materias según su relativa importancia. Ahora bien, con programas enciclopédicos es imposible toda enseñanza que no sea receptiva. He aquí pues la educación predominante en gran parte de Europa durante el siglo pasado y que todavía en muchos países del viejo mundo y en todos o casi todos de nuestra América Latina. ENSEÑANZA ANTICRISTIANA. MEDIO DE PROPAGANDA, RUSIA, MEXICO, ETCETERA. Hemos visto que la enseñanza laica se propone la neutralidad en materia religiosa, pretende ser una educación sin verdadera filosofía; una educación que no forme el criterio del niño. La educación neutra es una contradicción pedagógica. De aquí que los gobiernos más o menos centralizados hayan tomado frecuentemente la enseñanza como medio de propaganda. Rusia, México, Italia, Alemania, etc... han procurado formar una juventud que afirme y continúe la forma de gobierno implantada. Así conocemos la educación comunista y antirreligiosa de Rusia y México. En Rusia "la propaganda bolchevique antirreligiosa constituye un aspecto indispensable de la educación comunista. Hacer de los niños ateos militantes; hacer de ellos hombres sin creencias y sin prejuicios religiosos libres de todo vestigio del capitalismo, tal es la honorable obligación del maestro bolchevique, a quien el partido y el gobierno han concedido derechos enormes y a quien se ha confiado la educación y la instrucción de la actual generación...". Ante todo el maestro debe impregnar sus enseñanzas en el espíritu del ateísmo militante. Textos de la editorial "Para la educación comunista", publica el Órgano del Comisariato de Instrucción Pública (nota 7). En México no es menor la propaganda antirreligiosa, pues el artículo 3º de la Constitución, reformado en 1935, no deja lugar a duda. "La educación que imparte el Estado será socialista, y, además de excluir toda doctrina religiosa, combatirá el fanatismo y los prejuicios, para lo cual la escuela organizará sus enseñanzas y actividades en forma que permita crear en la juventud un concepto racional y exacto del Universo y de la vida social" (nota 8). Tales objetivos de educación socialista y atea no son letra muerta, sino que se realizan en la práctica. Pruébanlo los medios verdaderamente diabólicos con que los gobernantes de México pretenden conseguir su fin. Los libros publicados con expresa recomendación oficial; la formación de los maestros y las protestas legales que han de firmar; los programas de estudios con sus temas antirreligiosos, temas sexuales, temas marxistas; los libros de texto...., todo está encaminado a cumplir lo que exige el Plan de Acción de la Escuela Primaria Socialista (pp. 7-16): una escuela "científica... desfanatizante... coeducativa... emancipadora" (nota 9). La enseñanza mexicana y rusa no difieren, pues, de la enseñanza laica tradicional sino en la falta de neutralidad; se proponen como fin la formación de ateos y comunistas convencidos, usando muchas veces de todos los medios modernos a su alcance, lícitos e ilícitos. Con todo, el método es generalmente receptivo ya que los desórdenes de un alumnado sin moral han hecho necesario un régimen autoritario que contrasta irónicamente con las "libertades y derechos populares" del comunismo (nota 10). ENSEÑANZA RACISTA Aunque bien podría incluirse en el capítulo Medio de Propaganda, la nueva educación implantada en Alemania merece capítulo aparte. En Rusia y México procúrase arrancar al niño toda idea religiosa, infiltrarle el odio de clase _en una palabra_ formar de él un comunista ateo. Para ésto se recurre a todos los medios, incluso la corrupción moral. En Alemania es otro el fin; se trata de saturar al niño en una nueva religión: el culto de la raza germana, sus glorias, su superioridad. Conservar la raza, perfeccionarla, multiplicarla; de ésto depende la grandeza del Tercer Reich. En el nuevo plan de estudios (nota 11), declara el Ministro, Sr. Rust, que "todas las formas de educación tienen un fin: la formación del hombre nacional-socialista" (p. 14); la concepción nacional-socialista del mundo no es una materia o una aplicación práctica de la educación, sino su fundamento" (p. 19). Alfredo Baeumler en su artículo Die deutsche Schule in ihrem Zusammenhang mit den geistigen Stroemungen der deutschen Geschichte (nota 12), dice que la educación alemana sólo puede entenderse como instrumento del pueblo alemán que lucha por la unidad de su concepción del mundo; y saluda la última reforma del Ministro del Reich, Rust, es en la historia de la educación alemana un acontecimiento del todo nuevo... Por vez primera en la historia de la educación alemana, es posible: primero, ponernos delante un modelo de hombre que sea obligatorio y luego conformar la educación a esta imagen. La imagen es la del hombre nacional" (nota 13). Tal es el fin de la educación alemana: el hombre nacional-socialista con su Weltanschauung o concepción de la vida y del mundo; fin inadmisible por ser inadmisible esta concepción de la vida (nota 14). En cuanto a pedagogía, rompe la educación alemana con el mito de una formación puramente intelectualista. Afirma con razón que no sólo se ha de formar el entendimiento del niño sino también su voluntad, su corazón, todo su ser; pero cae en el error cuando "el Nacional - Socialismo declara su convicción... que nadie puede percibir una realidad que no le afecte interiormente... Sería imposible la percepción sin la pasión de participación en aquello que queremos percibir" (nota 15). Está condenada por S.S. Pío XI la proposición que dice: "El fin esencial de la educación es desarrollar las características de la raza y enardecer los espíritus en un amor ardiente a la propia raza cual si se tratase de un bien supremo" y en realidad todo el plan pedagógico alemán está trazado según este criterio erróneo. El estudio de la raza, especialmente en la biología, es el eje de los nuevos estudios. "Considerado como comunidad de sangre, con cuyo pasado está ligado cada individuo por sus abuelos y con cuyo futuro está ligado cada individuo por sus nietos, posee el concepto de pueblo un significado nuevo. Este significado constituirá para la juventud una obligación de conservar pura la herencia de sus padres y de tener en cuenta las leyes eternas de la sangre y de la raza. Una vez alcanzada esta finalidad, se habrá cumplido en la biología con lo que demanda el Führer en Mein Kampf:: "El trabajo de formación y de educación debe encontrar su coronamiento en el grabar a fuego instintiva e intelectualmente el sentido de raza y el sentimiento de raza en el corazón y en el cerebro de la juventud a él confiada. Ningún niño y ninguna niña debe dejar el Colegio sin haber sido guiado al último conocimiento de la necesidad y de la esencia de la pureza de sangre. Con esto se creará el punto de partida para la conservación de las bases raciales de nuestro pueblo, y por medio de ellas, a su vez, la seguridad de las condiciones para su ulterior desarrollo cultural". (Plan de Estudios, p. 142). "La necesidad de la cooperación con las otras materias nace especialmente de la misión de la biología en la formación del concepto de la vida". El estudio del alemán y su literatura, la historia, la geografía, la física, y química, las matemáticas, el dibujo, la gimnasia...; explica brevemente el Ministro cómo han de completar la biología y ser completados por ella, (p. 150). Los medios que emplea el Nacional- Socialismo para poner en práctica sus ideas pedagógicas, son de una rigidez y tiranía verdaderamente prusianas: supresión de colegios católicos; reglamentación y uniformidad en los demás, verdadero monopolio en todo el sentido de la palabra. La formación clásica, tan floreciente antes en Alemania y Austria, ha recibido un duro golpe con la limitación del número de los Gimnasium (colegios de estudios clásicos) y la exclusión de ellos a las mujeres (nota 17). "La misión del Gimnasium del futuro ya no será el satisfacer las ambiciones culturales de aquellos a cuyos ojos el antiguo Real u Oberrealschule (establecimientos de programas científicos) no eran suficientemente "distinguidos". El Gimnasium alemán del futuro está destinado solamente para aquellos cuya intención seria es el dedicarse a los clásicos" (nota 18). No me detendré más en esta parte del artículo, pues basta lo dicho para hacer resaltar la nota característica de la nueva educación alemana: educar sobre todo el corazón, el criterio del niño, su Weltanschauung, en el sentido nacional-socialista. Por el fin concreto que se propone, apártase de la enseñanza laica; mientras que la especial atención al cultivo de la afectividad y voluntad del educando distinguen la educación nazi de la forma puramente receptiva de la enseñanza tradicional. LA ESCUELA NUEVA Bajo este título quiero englobar las numerosas tendencias pedagógicas modernas, llamadas también: escuela activa, educación progresiva, educación fundamental, etc. El Profesor Lourenco Fihlo (nota 19 ) distingue dos grandes grupos: I. Los sistemas empíricos de experimentación y ensayo Thomas Arnold y F.W. Sanderson de las public schools de Inglaterra; las New Schools de Cecil Reddie y de J.H. Badley; Edmond Demolins y l'Ecole des Roches; Hermann Lietz y las Landerziehungsheime; la Freischulgemeinde de G. Wineken; la Odenwaldschule de P. Geheeb; Kerschnsteiner en las escuelas públicas de Munich; Parkhurst y Washburne en Estados Unidos; Cousinet, Gentile, Radice, etc. II. Los sistemas de aplicación científica María Montessori con sus principios de libertad, actividad e individualización del niño con su "material" especialmente adaptado a los jardines de la infancia y sus lecciones "materializadas" para la enseñanza primaria; Ovid Decroly con sus "centros de interés" que encierran las tres etapas de observación, asociación (geografía, historia, técnica, ontológica) y expresión; John Dewey y su sistema de proyectos. Es imposile examinar en un artículo, aún sumariamente, cada una de estas formas de la escuela nueva; pero puédense señalar algunos rasgos ciertamente dignos de estudio y comunes a casi todos estos nuevos sistemas. "La escuela nueva quiere que la actividad sea libremente consentida; afirma que sólo el esfuerzo espontáneo aceptado por el niño posee un valor educativo". Creo que estas palabras de A. Richard (nota 20 )encierran la esencia de la escuela nueva. Numerosas son las doctrinas filosóficas en que los diversos innovadores han basado sus sistemas; más numerosos aún los distintos métodos empleados; pero todos aceptan el principio arriba expuesto aunque es de advertir que la palabra "espontáneo" se presta a diversas interpretaciones. Más concretas son las siguientes bases aprobadas por The Progressive Education Association de Baltimore, aunque no de una aceptación tan universal: 1º Libertad para el desarrollo natural. La conducta del alumno deber ser regida por él mismo, de acuerdo con las necesidades sociales de la comunidad, mejor que por leyes arbitrarias. Debe facilitarse amplia oportunidad para la iniciativa y autoexpresión, situando a los niños en un ambiente rico en material interesante, que ha de entregarse al libre uso de cada alumno. 2º El interés, móvil de todo el trabajo. El interés ha de ser satisfecho y desarrollado mediante: a) contacto directo e indirecto con el mundo y sus actividades, y uso de la experiencia así conseguida; b) aplicación del conocimiento obtenido y correlación entre las diversas materias; c) conciencia de que el saber es un todo, íntimamente relacionado. 3º El maestro no impondrá el trabajo, siendo apenas un guía. Es esencial que el maestro conozca los fines y principios generales de la educación progresiva, y tenga libertad para el desarrollo de la iniciativa y originalidad" (nota 21). No hay duda que muchas innovaciones de la escuela nueva han sido muy felices; pero adolece también de graves defectos por la falta de una filosofía pedagógica verdadera. W.A. Kelly analiza brevemente algunas características de las teorías progresistas: 1. Se toman en cuenta circunstancias presentes, transitorias, como si fueran de primera importancia; mientras que los verdaderos valores no se consideran. Basadas enteramente en una interpretación materialista de la vida, estas teorías llevan al culto del éxito y a la megalomanía... La Educación sufre una bancarrota espiritual... 2. Sólo se aprecia lo nuevo, lo moderno; lo antiguo ya no tiene valor, aún cuando sea inútil lo nuevo y dañoso lo moderno. La vida está en moverse, cambiar. Así se innova mucho en cuanto a métodos y se olvidan los fines, lo esencial. 3. Estas teorías están basadas sobre la doctrina de entrenamiento específico. Todo es práctico. No hay formación general. Los sentidos _ la actividad. Los caprichos del niño se convierten en leyes. Se multiplican los métodos rápidos; se exageran los aspectos vocacionales. La educación busca la competencia más bien que la cultura. 4. Al razonamiento disciplinado se sustituyen los llamados "life-situations". Perfección, disciplina, trabajo serio... se convierten en juego; y cuanto más se entremezcla la idea de juego en el plan de enseñanza, tanto más se acerca la educación a una desintegración completa. 5. Se subraya exageradamente el éxito y la expresión personal, descuidándose el control personal. Sólo se considera al individuo en relación a la sociedad (concepción incompleta). Programas que crían superficialmente con invocaciones sociales, experiencias personales. 6. Dicen que buscan la integración de la personalidad pero hacen esto imposible porque omiten la religión; divorcian los intereses educacionales de los intereses espirituales (nota 22). Tales son las diferencias de las teorías progresistas, deficiencias que comparten en mayor o menor grado casi todos los métodos de la escuela nueva cuando no están basados en una filosofía directiva verdadera. Lo reprochable no es tanto la innovación cuanto la falta de doctrina verdadera que dirija y contenga en sus justos límites la tal innovación. Es de notar que la educación funcional es casi siempre laica. Resumen y conclusión. "A la verdad, nunca como en los tiempos presentes se ha hablado tanto de educación; por esto se multiplican los maestros de nuevas teorías pedagógicas, se inventan, proponen y discuten métodos y medios no sólo para facilitar, sino para crear una educación nueva de infalible eficacia, capaz de formar las nuevas generaciones para la ansiada felicidad de la tierra" (nota 23). ¿Han encontrado esta educación nueva de infalible eficacia? ¿Han acertado los hombres en la verdadera educación? Hemos examinado brevemente la enseñanza tradicional; la que se propone por fin la formación de un comunista ateo o de un nacional-socialista; por último la escuela nueva _ y podemos concluir con Rodolfo Eucken: "El campo de la educación y de la instrucción sufre especialmente una falta de dirección capital de la vida, una ausencia de verdades eternas... Reforma de la enseñanza, es el grito de hoy día, pero carecemos de filosofía de la educación, carecemos de ideal de educación firmemente anclado en una concepción total de la vida; y estas faltas no nos inquietan ni poco ni mucho" (nota 24). Afortunadamente el campo educacional no está limitado dentro de los tres o cuatro sistemas arriba examinados. La Iglesia posee una filosofía y educa verdaderamente a la juventud donde quiera encuentra algunos restos de libertad y dispone de los medios humanos adecuados. Hay también muchos que, sin ser católicos hacen una hermosa obra cultural porque pueden repetir con Foerster: "Estoy convencido de que toda doctrina profunda de la educación es inseparable de la concepción filosófica de la vida y de la teología" (nota 25). Por último, en algunos países como Inglaterra, la tradición ha impedido que la enseñanza decayera tanto como en otras partes; pero aún la tradición vale poco, a la larga, si no está fundada en una doctrina verdadera de la vida. Necesitamos saber qué es educar; necesitamos una orientación antes de poner manos a la obra; necesitamos una filosofía directiva de la educación para fundarla en la verdad. CONCLUSIONES. Ser como la abeja que liba su miel de todas las flores, así nosotros tomaremos los buenos elementos que nos aporta cada sistema educativo, pero no nos dejaremos engañar por el nombre de ciencia con que se cubren muchos errores. Apreciar en lo que vale la fijeza de rumbos de la pedagogía católica que es substancialmente la misma ahora que cuando la Iglesia comenzó a enseñar. Esta fijeza de rumbos se debe a que la Iglesia tiene una concepción bien clara sobre el fin de la vida y por tanto sobre el fin de la educación. RECAPITULACION. ¿Cuáles son las ideas básicas del laicismo en educación? ¿En qué se funda la pedagogía racista? ¿En qué, la enseñanza comunista? ¿Por qué se oponen estas doctrinas al catolicismo? La educación nueva ¿es un movimiento hostil a la Iglesia? ¿Tiene sugerencias interesantes? OBJECIONES. La educación ha de ser laica para respetar la libertad del niño y dejarle a él la elección de filosofía y religión. La pedagogía totalitaria tiene asegurado el porvenir: es la concepción a la que se orientan los grandes países. En la concepción totalitaria, no hay un sitio independiente para la Iglesia... Por tanto marchamos a la liquidación de la escuela católica. VI LA EDUCACION DE DIRIGENTES CUESTIONARIO. ¿Qué cualidades ha de tener un dirigente que tenga pasta de jefe? ¿Cuáles han de ser las aspiraciones centrales de un jefe? ¿Cómo cultivar el idealismo que tanto necesita un dirigente? ¿Cómo fomentar el espíritu de organización? ¡Jefes! ¿Jefes! es el gran clamor de nuestra época. La civilización moderna, así como va nivelando los medios de transporte, de alumbrado, de diversión, va nivelando también los hombres y, por desgracia, nivelándolos por lo bajo. Se va produciendo un tipo de hombres que es standard, como es standard el tipo de autos que se construyen en un año... Todos tienen las mismas aspiraciones: gozar lo más que se pueda, con el mínimo de esfuerzo; apurar la felicidad de la vida con la fruición con que se chupa un buen habano, sin preocuparse de que también la pobre vida humana va a quedar dentro de muy poco reducida a una colilla inútil. Todos lamentan terriblemente este descenso de los valores humanos en la sociedad de nuestros días, envilecimiento de los ideales, falta de esfuerzo, falta de generosidad, inconciencia para juzgar las grandes realidades de la vida, inconstancia en lo comenzado. En el fondo de nuestra época bulle un inmenso egoísmo que empequeñece los hombres, mata los ideales generosos y corre peligro de hacer perecer nuestra sociedad. En estas circunstancias todos los hombres honrados y patriotas claman pidiendo ¡Jefes! ¡Jefes! hombres que sobresalgan de la masa, se impongan por su valor personal, su preparación, sus virtudes. La Acción Católica también adolece del mismo defecto. Le hacen falta jefes. Las tropas podrían reunirse. Habría muchos soldados de buena voluntad que acudirían presto si encontrasen un jefe que los agrupara y los entusiasmara con ideales superiores encarnados en su misma vida. De hecho donde quiera que aparecen esos jefes, la A.C. cambia de aspecto. Por más abandonado que sea un barrio o un pueblo, por más frío que sea el ambiente de una parroquia, donde aparece un jefe auténtico se agrupan los católicos en torno suyo y renace la vida espiritual. Mil ejemplos podríamos citar para comprobarlo. La gracia del Espíritu Santo no falta. Lo que falta son colaboradores entusiastas de la obra de Dios, que comprendan su misión y se lancen a la conquista de las almas. ¿Qué cualidades se requieren para ser jefe? Un proverbio inglés dice que en toda gran empresa intervienen tres hombres: un soñador, un trabajador, un organizador. El jefe es la síntesis de los tres. Su misión es conducir. El jefe no se improvisa la víspera de un combate; ni cae de las nubes, ni es un artículo de importación. Es un hombre que tiene cualidades extraordinarias y las desarrolla: Soñador es la primera cualidad que el citado adagio requiere en el jefe. Esto quiere decir idealismo, entusiasmo, corazón grande y generoso, que vibre ante ideales superiores. El jefe no puede considerar la vida únicamente bajo el punto de vista de sus obligaciones, sino de sus posibilidades; no se fija tanto en las sanciones que se seguirán de una determinada conducta cuanto en la belleza de su obrar en el sentido del ideal. Jóvenes de esta pasta los hay y no pocos. La juventud es la edad del heroísmo y la gracia de Dios depositada en los corazones fuerza por abrirse paso en muchas almas hacia planos superiores. El exceso del mal de la época en que nos ha tocado vivir excita en las almas nobles un deseo de cumbres. El jefe debe ser un perpetuo inconformista con el mal de su época; jamás resignado a la vulgaridad, jamás pactando con las pequeñeces e imperfecciones. Es lo suficientemente realista para saber que "es necesario que haya escándalo", pero al mismo tiempo está lleno de esa confianza "que vence al mundo". El es una perpetua oposición al mundo en lo que tiene de malo. Nunca se resigna al evangelio del pecado. Por eso es incomprendido: se le tacha de soñador, de quimérico, de quijote, y no por eso se desalienta. Observa el mal, lo juzga con serenidad, pero no lo hace norma de su vida, sino que procura cambiarlo; no es un iluso, sino un hombre de fe. En cuanto a su vida interior, el jefe aspira a ser un santo. No pacta con la mediocridad. Participa del pensamiento de León Bloy "que la única tristeza que puede tener un cristiano es la de no ser un santo". Le repugna una vida interior señalada únicamente por los límites del pecado y de la obligación. Aspira a darse enteramente a Dios, y no se asusta al proponerse como ideal de su vida el mismo de San Pablo: "mi vivir es Cristo". "¿Qué haría Cristo en mi lugar?" es su pregunta en cada una de sus dificultades, y todos sus problemas los soluciona a la luz de ese Cristo cuya vida él prolonga. Y con todo esto no es escrupuloso, ni corazón achicado, pudibundo, ni mojigato... Goza de libertad de espíritu: de esa santa libertad de los hijos de Dios, ausente de miedos y puerilidades. En cuanto a su acción, el jefe la contempla como integrada en el gran organismo que se llama humanidad, a la cual aspira levantar a la altura de los planes divinos; pretende influir en toda ella por su oración, por sus obras repletas de divinidad, por su incorporación en Cristo y por su influencia personal en el medio en que le cabe actuar. Sin timideces ni falsas humildades es audazmente conquistador; es atrevido, sin dejar de ser prudente; es divino, sin dejar de ser profundamente humano. Estos ideales los cultiva mediante una formación interior seria. Vida espiritual intensa que procura basarse en un conocimiento íntimo y personal de Cristo. Para eso estudia su religión, conoce sus dogmas, medita cada día la vida de Cristo o sus enseñanzas o los ejemplos de los santos con el fin de asemejarse más a ellos. Uno de los jefes que más ha revolucionado el mundo en la época moderna al leer las vidas de Fco. de Asís y Domingo de Guzmán, decía: "Esto hizo Francisco, esto hizo Domingo, pues eso he de hacer yo"... Excelente escuela de jefes donde se despierta de ordinario la primera chispa de idealismo son los ejercicios espirituales. Organizador ha de ser quien aspira a ser jefe. ¡Cuánto idealismo quedan en el aire y no logran realizarse jamás, porque el jefe no fue un organizador! Sobre todo, ¡Cuántas influencias no duran más que la vida de la persona, ni van más lejos de su irradiación personal por falta de una organización fuerte en que se encuadren esos ideales. Un jefe no puede contentarse con su acción personal que es muy limitada; eso indicaría falta de ideales. Para que esa acción trascienda más allá se necesita una fuerte organización. Es necesario someterse a una reglamentación, perder horas en movimiento de oficinas, en cartas y tarjetas y listas y cárdexs, en organizarse, por más que protesten los ultraidealistas, que nunca llegan a ser jefes auténticos, porque no tienen el inmenso valor de aceptar las realidades. Pierden su vida en ideales, discursos, en concepciones grandiosas y, tal vez por un verdadero complejo de inferioridad, protestan contra la organización. De ahí que al perderse su influencia personal desaparece su obra sin dejar rastros. Si hay una obra que requiera organización es la A.C., precisamente por ser "católica", esto es de proyecciones nacionales, más aun universales. Para una obra de estas proporciones es necesaria una organización, y una aceptación seria aunque no escrupulosa de los reglamentos. De aquí que un jefe de A.C. necesite como condición básica tener cualidades de organizador. No basta la plenitud de sus ideales, la facilidad de su palabra, la simpatía de su persona: ha de ser también profundamente realista y por tanto, también organizador. Claro está que un hombre meticuloso, que haga de la organización el centro de un movimiento, fracasará. Fracasará también quien pretenda dar a una obra una organización mayor de la que puede soportar en el momento preciso de su desarrollo: esto equivaldría a cargar a David con las armas de Goliat... Y no menos fracasará quien pretenda urgir una organización donde faltan los ideales. Ideales primero, ideales intensos; sin ellos no podrá subsistir una organización; pero después de los ideales, organización. ¡Que nuestros jefes de A.C. colaboren en la organización del movimiento! Que se impongan el prosaico sacrificio de ser exactos en cumplir los acuerdos de los respectivos consejos, en enviar sus actas de oficialización, las tarjetas registros, los cambios de dirección, en exigir el pago de las cuotas, en no faltar a ninguna de las reuniones, en una palabra, en llevar adelante todo el pesado mecanismo de la organización, no porque la organización sea apostolado en sí, sino porque es una condición previa a todo apostolado fecundo, duradero, universal. Trabajador es la tercera cualidad de un buen jefe. Que no se contente con soñar, ni con borronear planes de organización, sino que se esfuerce por llevarlos a la práctica aceptando todos los sacrificios que sean necesarios para realizar sus planes. ¡Y cuántos sacrificios trae consigo la realización de cualquiera empresa de importancia, sobre todo si ésta es de orden espiritual! Incomprensiones, críticas, verdaderos boycots de parte de algunos, personalismos estrechos de parte de otros; la inconstancia de los colaboradores, la interpretación errada de sus mejores intenciones.... Esto de parte de los que colaboran con él, sin contar con las dificultades que nacen de uno mismo, que son con frecuencia las mayores; desaliento, pesadez de ánimo, cansancio, aburrimiento de la empresa, solicitaciones a una vida más libre, más alegre, más divertida... El apóstol ha de luchar consigo y con los demás. Si quiere ser en verdad apóstol ha de morir como el grano de trigo, ha de podrirse en la tierra para comenzar a germinar y, tal vez, los frutos no los vea él, sino los que vendrán después. El jefe ha de ir siempre adelante en el trabajo: ha de enseñar a los otros a trabajar, más con su ejemplo que con palabras; no puede contentarse con ser un burócrata que ordena y contempla los trabajos de los demás. Trabajo constante ha de ser el del jefe. Constancia es una virtud, por desgracia, muy poco común en nuestras tierras americanas, cuyos habitantes se mueven más por la gana que por el deber. Cuando tienen gana hacen cualquier sacrificio por más árduo que sea; cuando no tienen gana nada ni nadie puede sacarlos de su inercia... Esa vida de gana es una de las peores calamidades que puede ocurrir a un movimiento como el de la A.C. Finalmente, el trabajo del jefe ha de ser un trabajo alegre. Y la alegría ha de ser una nota que encuadre y eleve todas sus actividades. No ir gimiendo y llorando con la carga; quejándose siempre de su asesor, de sus colaboradores, de los compañeros, de los tiempos que nunca encuentra buenos, de las costumbres que están pervertidas. Un Jeremías no sirve para jefe. Ha de ser alegre, e irradiar su alegría, con una franca y viril sonrisa en los labios, con un cántico en el alma. "Canta y avanza" era una consigna de San Agustín que podría darse a todos los jefes. CONCLUSIONES. Dar inmensa importancia a la Escuela de Dirigentes, que cada año organiza el Consejo de la A.C. Dar responsabilidades a los socios para ir descubriendo los que tienen pasta de jefes. Formarse mediante la meditación, la práctica de los sacramentos, el espíritu de sacrificio para llegar a ser un jefe cristiano. El dirigente cristiano no está para ser servido, sino para servir. RECAPITULACION. ¿Hay o no crisis de jefes en Chile? ¿A qué se debe esta crisis de jefes? ¿Cómo podríamos formar jefes auténticamente cristianos? ¿Qué podríamos hacer en nuestro Centro por formar mejor a nuestros dirigentes? VII LA PRIMERA ASPIRACION DE LA EDUCACION: CENTRAR LA VIDA CUESTIONARIO. ¿Qué quiere decir centrar la vida? ¿Cómo centrar la vida? ¿Cómo orienta la vida el pagano? ¿Cómo el cristiano? Exposición. En esta vida hay actitudes bien definidas. La del materialista para quien no hay más valores que el dinero, el placer, el honor: todo lo que acarree un bienestar sensible. La del comunista convencido, para quien su ideal es la comunidad humana, y laborar su grandeza, su programa: tales Lenín, Stalin y miles de obreros y soldados que han inmolado su vida por la causa... La del racista que se presenta a luchar por su causa aspirando sólo a la grandeza de su Patria por la que no trepida en sumergirse en un submarino o dejarse caer de un paracaídas... La del joven que gozando de la vida en su Patria o en el extranjero, sin que nadie lo obligue, por convicción y por amor deja sus comodidades, su familia, la esperanza de volver a verlos para inmolarse por la causa que estima santa... A veces cruza los mares con peligro de ser torpedeado antes de llegar a su destino; a veces llega hasta parecer buscar la muerte con tal de servir mejor a su Patria: tales esos aviadores suicidas, los paracaidistas, los jinetes de torpedos vidas... En nuestra época hay muchos que tienen una concepción bien definida de la vida y que viven en conformidad a esa concepción, por más errónea que ella sea, pero ante sus conciencias es la única que vale; y estos hombres, por más grave que sea su error merecen todo el respeto de la humanidad. Son caballeros de la verdad subjetiva, son consecuentes consigo mismo, tienen una hermosa virtud: la sinceridad, la lealtad. Hay también otro grupo de hombres plenamente convencidos de su causa, que han centrado su vida. Los santos; los santos con mayúscula que están en los altares y los innumerables santos anónimos, que podríamos llamar santos con minúscula, que se debaten en la vida cotidiana contra el mal que los cerca y realizan su vida en la pureza y en la caridad. Santos, o si queremos para no espantar con la palabra, cristianos simplemente, católicos integrales los hay en todas las condiciones, edades, situaciones, regiones: entre nuestros mapuches y entre los congoleses, no menos que entre los yankees con virtudes tan auténticamente cristianas como las de San Sebastián, Santa Inés, San Pablo. Los de nuestro siglo se llaman Miguel Agustín Pro, Manuel Bonilla de San Martín, Irurita Obispo de Barcelona, Salvador Palma Vicuña, Vicente Phillippi, Arturo Tocornal Fernández, Juana Fernández Solar, Monseñor Carlos Labbé... y la lista se haría interminable, pudiendo cada uno de nosotros agregar nombres y más nombres a ella. Otros hay que no tienen centrada su vida, que no han definido propiamente su posición. Son hombres que hablan del cielo y piensan en el suelo; hombres que profesan una fe con la palabra y una vida diferente con los actos o que reducen su fe a las raras actuaciones religiosas del año, o del día si se quiere, pero que el resto de su vida actúan en disconformidad con esa fe. Son los burgueses del espíritu... los que quieren gozar aquí y allá; no renuncian al cielo, pero con tal que les dejen poseer la tierra. Son los hombres que no tienen el valor de mirar la verdad y sacar sus consecuencias... Y de éstos todos participamos más o menos, a ratos por desgracia somos plenamente burgueses, a ratos nos escapamos a la vida de la fe. ¿Qué les falta a estos hombres para tener centrada su vida? Fe y carácter. Más luz en la inteligencia; más fuerza en la voluntad... No les falta gracia, porque ésta se derrama con abundancia excesiva sobre todos nosotros pero es necesario que le abramos las puertas del alma ya que "con gran respeto nos trata el Señor" y solicita nuestro concurso hasta para que admitamos sus dones. Magna reverentia disponis nos Domine... El primer elemento para centrar una vida es: ver, y casi anterior a éste, querer ver, ya que se trata de una certeza libre. Muchas veces no vemos porque no queremos ver y no hay peor ciego que el que no quiere ver. La luz de la verdad requiere que le abramos bien amplias las puertas del alma, que quitemos los obstáculos conscientes e inconscientes, las complicidades de nuestro amor propio, que hagamos a un lado los temores de lo que tendríamos que dejar, de lo que deberíamos abrazar... y ¡hay tan pocos hombres que tengan el valor de mirar de frente estas verdades y sacar todas sus consecuencias! Como el avestruz prefieren esconder la cabeza en tierra y persuadirse que no hay más realidad que esa tierra que les da aparente seguridad. Sin un ideal claramente visto es imposible construir una vida humana de verdadero valer, ya que toda acción no es más que la proyección de un ideal. De la naturaleza de mi ideal dependerá el carácter de mi obrar. Y en nuestro siglo de agitación y de ruido los grandes ideales no brillan: se confunden con las miles lucecitas que se encienden artificialmente todos los días. No se niega el gran ideal, pero no se lo toma más en serio que otra aspiración cualquiera que es necesario satisfacer. En otras palabras el ideal central a dejado de ser central; no hay el valor de negarlo, pero no hay tampoco el valor de sacrificarle los ideales que se le oponen, y viene a resultar el servicio de dos, o de múltiples señores a la vez. El Señor, el único Señor no puede aceptar que se le tenga en el mismo grado o a veces en inferior grado a esos idealillos que no son sino sombras en comparación de la única luz verdadera, muñecos ante la realidad del Ser que es "El que es". Una verdad hay, la más conocida de las verdades, pero la menos meditada que tiene el valor de centrar una vida cuando se la penetra a fondo; centró la vida de Francisco Javier hace cuatrocientos años y continúa centrando vidas a millares cada año: es la realidad de mi origen y destino. ¿Qué es el hombre? Antes de él una eternidad en que no era... un instante en que cruza por este mundo para extinguirse muy pronto los rastros sensibles de su paso por esta tierra y detrás de él una eternidad en que no podrá dejar de ser aunque quiera... ¡en que no podrá dejar de ser aunque quiera! meditémoslo bien. Y antes del hombre existe un ser que es por esencia la plenitud del ser en quien hay toda la belleza que puede ser concebida: la grandiosidad de las cordilleras, la inmensidad de los mares, la serenidad del firmamento, la armonía de la música, la gracia del rostro humano, la fuerza de la tempestad, la placidez de los campos... todo eso quitado cuanto tiene de limitación está en El, está desde toda eternidad, está para toda eternidad. Es El la fuente de todo ser, la causa de todo cuando ha existido, que ha comenzado a ser por El, continúa siendo lo que es por El y cesará de existir cuando El lo determine. El espíritu creado, si no cesa de existir, no es por una realidad íntima al espíritu mismo, sino porque el Creador nos ha revelado que no quiere destruirlo, sino que lo ha creado para un destino eterno. Allí en Dios, está el centro de la vida. De El viene y a El va y el que reconoce esta verdad tiene ya la luz orientadora: su esfuerzo debe consistir en encaminar la vida toda a dejarse poseer por esa luz: mientras más se oriente hacia esa zona luminosa que es El, más se acercará al centro de su vida, más segura estará su existencia. El ideal debe ser tender una línea recta que una mi vida con la vida de ese Ser, fuente de mi ser... Una recta; no un zig-zag, como lo pretenden mis engañosas pasiones. Dios y yo. ¡Conózcate a ti y conózcame a mí! La plenitud del ser; y la indigencia esencial. Su esencia es ser. La mía; no ser por mí, sino por El. Entiéndalo bien: ésta es la esencia de ambos seres. Hasta en el más íntimo de mis actos hallo la huella de la dependencia: sin el concurso divino ese acto no podría haber jamás existido. Aquí los filósofos se han perdido en disquisiciones al querer poner en lenguaje humano esta total y absoluta dependencia del hombre respecto a Dios. Pero una consecuencia fluye clara. Mi vida no puede tener otro destino que Dios. "Nos criaste, Señor, para Ti y nuestro corazón está inquieto hasta que descanse en Ti", como expresaba S. Agustín después de haber hallado el descanso en Dios tras largo y azaroso viaje de su vida. Todo cuanto tengo, todo cuanto soy, hasta lo más íntimo de mi ser, por ser de Dios es para Dios... Y como no hay nada, nada, absolutamente nada que escape al dominio de Dios, no hay tampoco nada que pueda dejar de tender a El. No hay un segundo de mi vida que no sea de Dios. Consecuentemente para centrar mi vida la he de colocar en Dios, las veinticuatro horas del día. ¿Qué significa esto de colocar mi vida en Dios? Hacer su voluntad. Toda su voluntad. Hay voluntades de Dios que son obligatorias y cuya violación implica pecado mortal, otras implican pecado venial, otras que acarrean simplemente una imperfección. El estado de ánimo de quien aspira a centrar verdaderamente su vida debe ser buscar la voluntad de Dios íntegra y total, no contentándose con huir del pecado sino procurando conocer _casi diría con el lenguaje del verdadero amor, adivinar_ la voluntad de Dios para realizarla. Basta que descubra que algo es querer divino para que tienda a realizarlo. Es aplicar al amor de Dios las reglas del verdadero amor que procura agradar en todo, sin preocuparse del grado de obligatoriedad de lo que se pide. El que ha centrado su vida ¡qué lejos está de aquel criterio estrecho que convierte su religión en una casuística! ¿a qué me obliga Dios? Su visión en cambio es esta otra: ¿qué puedo darle yo a Dios?, ¿que agradaría a mi Creador, a mi Señor? Este criterio se afirma tanto más todavía cuando uno piensa que ese Señor y Criador es nuestro Amigo: ya no os llamaré siervos, sino amigos... Amigos nos dice en los momentos más solemnes de su vida, Amigo que ha dado su vida por este pobrecillo que soy yo. "Me amó a mí, también a mí y se entregó a sí mismo por mí... Así amó Dios al mundo que le dio a su Hijo Unigénito. Nadie da mayores muestras de amistad que el amigo que da la vida por el amigo... Y Jesús la dio por mí. ¿Será posible que me contente con preguntarle? ¿Estoy obligado? ¿No deberé más bien entregarme sin reserva? Y este Amigo, es todavía más que amigo... es mi Hermano, con su sangre me adquirió el ser hijo de su Padre, templo de su Espíritu: "Vendremos a él y haremos en él nuestra morada". Vino a este mundo a hacerse hombre para que yo fuese elevado a la categoría de hijo de Dios. ¿Podrá decirse que ha centrado su vida quien conociendo estas verdades no se entrega totalmente al Autor de su vida, Amigo, Redentor y Esperanza suprema? Pero aún hay más. Hay más de parte de Dios y de parte mía. Esta breve vida de hoy tiene trascendencia eterna. Todo lo material terminará; yo dejaré de poseerlo y la realidad que hoy aparece dejará de ser. Mi breve vida se extinguirá dentro de muy poco. Las realidades de aquí bajo desaparecerán como nubes que se deshacen y frente a mí no quedará sino la única Realidad, el que es mi Señor, mi Amigo, mi Hermano, mi Padre, mi Santificador. El se descubrirá como la fuente de la felicidad: ante mis ojos ansiosos de luz sólo habrá una luz, pero ésta infinita en su esplendor; ante mi voluntad hambrienta de amor, no habrá más que un objeto de amor, pero éste inconmensurable que me tiende sus brazos o me rechaza para saciarme de dicha o para llenarme de dolor. Y esta existencia mía, a la que no puedo renunciar ni aun suicidándome, está destinada a esa eternidad, está atraída por ella más que la piedra por la ley de la gravedad. ¿Cómo podré centrar mi vida sino en función de ese destino eterno? Centrar mi vida, viene pues a ser equivalente a orientarla hacia la eternidad, según el querer divino. En toda vida que aspira a centrarse ha de estar presente como en Luis Gonzaga el pensamiento: "Quid hoc ad aeternitatem", ¿de qué me sirve esto para la eternidad? Este pensamiento ha de ser el que reduzca los juicios y apreciaciones a su verdadero valor, el que aliente en la humillación, el que impulse a todos los grandes heroísmos, incluso a perder la vida, y lo que es más a perderla gota a gota por poseer a Dios y ser poseído de El por una eternidad. Las palabras de Ignacio a Javier: "Javier ¿qué te importa ganar todo el mundo si al fin pierdes tu alma? guardan todo su valer en nuestros días y nos están estimulando continuamente no sólo a buscar estrictamente lo que me conduce a salvar el alma, sino todo aquello que puede ser agradable a quien es el Dueño eterno de los siglos. No hay sacrificio que parezca penoso a quien recuerde aquella estrofa tan conocida: Yo ¿para qué nací? Para salvarme; Que tengo de morir es infalible; Dejar de ver a Dios y condenarme, Triste cosa será, pero posible... ¡Posible! ¿y río y duermo y quiero holgarme? ¡Posible! ¿y tengo amor a lo visible? ¿Qué hago? ¿En qué me ocupo? ¿En qué me encanto? ¡Loco debo de ser, pues no soy santo! La santidad es lisa y llanamente la conclusión de quien quiera centrar verdaderamente su vida. La santidad que no consiste en arrobamiento, en gustos sensibles extraordinarios, ni tampoco _de ley ordinaria_ en sacrificios espantosos, sino en "conocer y hallar la voluntad divina en la disposición de su vida y en todas otras cosas" y después de hallada en seguirla por el cumplimiento fiel del deber de estado. Una fórmula de la santidad, y resumen de una vida centrada sería ésta: "¿Qué haría Cristo si estuviera en mi lugar?" y lo que el Amigo y Hermano haría, hacerlo yo, seguro así de agradar al Padre y de realizar mi destino de eternidad. Una vida centrada ¡qué raro resulta encontrarla! Pero una vez que se halla, descubre uno que esa vida se ha convertido en una columna de fortaleza para los débiles en que pueden apoyarse todos los dolientes; semeja también a un añoso pino que ha hundido sus raíces muy hondas en la tierra del conocimiento de Dios y levanta erguida y recta su flecha hacia el cielo como un suspiro en busca de su Creador; pueden sacudirlo los vientos, pero no lo arrancarán, sino que afianzarán más y más sus raíces, ni siquiera lo desgajarán sino que su mole compacta al ser sacudida se vuelve más fuerte, más limpia, más hermosa. Así es en el alma de aquellos que han centrado su vida. Una inmensa paz los inunda incluso en medio de la tribulación: "superabundo gaudio", rebalso de alegría en medio de mis tribulaciones. Saben que sus dolores no son perdidos, que sus sufrimientos tienen un sentido porque está donde Dios quiere que estén, obrando como El quiere que obren y por tanto que recogerán en alegría lo que sembraron en el dolor. La misión de la Acción Católica es contribuir a centrar muchas vidas mostrándoles el horizonte amplio de su destino, para lo cual se afana empeñosamente en quitar el tupido bosque de prejuicios, de concepciones erradas que impiden ver el origen y el destino eterno del ser, y en dar fuerzas sobrenaturales para abrazar la visión de eternidad. Los ejercicios, los retiros, contribuyen especialmente a la primera misión, no menos que la lectura del Evangelio y los círculos de formación. La Eucaristía y la oración son el alimento de una vida centrada y las van estabilizando cada vez más en Dios. El día en que hayamos centrado nuestras vidas, comenzaremos a vivir y habremos descubierto cuán bello es vivir en el Señor. CONCLUSIONES. Hacer ejercicios y meditar en prolongado silencio el sentido de mi vida. Preguntarme con frecuencia: Yo ¿para qué nací?, ¿de qué me sirve esto para la eternidad? RECAPITULACION. ¿Cuál es el fin de mi vida? ¿Cuál es el fin de todo lo que me rodea? ¿Qué proporción hay entre tiempo y eternidad? En la práctica ¿qué vale más, tiempo o eternidad? OBJECIONES. La ciencia moderna es agnóstica: desconoce a Dios, ¿para qué empeñarme en mantener un concepto medieval de mi vida? La sociedad necesita hombres que se preocupen de lo positivo: eso es lo que hace progresar los pueblos. Basta echar una mirada al progreso de los pueblos protestantes menos espirituales que los católicos, y el atraso de éstos. VI JESUCRISTO, MODELO EN LA FORMACION DEL JOVEN* CUESTIONARIO. ¿Es necesario un ideal para formar mi personalidad? ¿Qué condiciones ha de tener el ideal que oriente la formación de mi carácter? ¿Qué cualidades desearía yo encontrar en la persona que escoja yo como modelo de mi vida? ¿Cuáles son los hombres que más fuertemente me han impresionado? ¿Por qué? Entre todas las grandes figuras de la humanidad ¿cuál es el mejor modelo para la juventud contemporánea? ¿En qué consiste el atractivo que Jesucristo ha ejercido permanentemente sobre los hombres? ¿Cómo podría yo imitar a Cristo? Exposición. Los hombres siempre se han sentido movidos a la imitación de las grandes figuras de la humanidad; y ciertamente el contacto con los héroes ha sido siempre un excelente medio de formación moral. Entre los antiguos, hombres como Sócrates, Alejandro; entre los modernos Napoleón, Hitler, Churchill, Dollfus, suscitan ardientemente el entusiasmo de los jóvenes y la lectura de sus vidas los estimulan a empresas de aliento. Ninguno de los hombres cuya imitación puede proponerse un joven, reúne sin embargo, todas las condiciones necesarias para constituir el ideal auténtico de una personalidad bien formada. Todos ellos tienen sus lagunas, sus deficiencias, a veces rasgos horribles junto a grandes virtudes. En el ideal auténtico de una juventud no debe encontrarse sombra alguna. Hay sin embargo un ser que constituye ese ideal en la plenitud de la palabra. Un ser cuyas notas fundamentales aparecen siempre de actualidad, siempre a propósito para orientar lo que hay de mejor en el hombre, para subrayar sus más bellas cualidades: este ser es Jesús. Todo en El es grande. Todo es perfecto. Un joven que mire a este ideal y procure traspasar esas líneas fundamentales a su propia vida, habrá sublimado cuanto hay de más noble en su ser y se acercará al tipo perfecto del joven ideal. La inteligencia de Cristo podemos decir con toda verdad, que "es la luz". En su talento no se ven nubes ni brumas; y aunque se han encontrado manchas en el sol, no se las ha encontrado en la inteligencia de Cristo. Está siempre lleno de los secretos de Dios, pero no le causan sorpresa; habla de ellos naturalmente como nacido en ese secreto y en esa gloria. Es admirable la serenidad de Jesús en semejante luz. Vive en las alturas sin esfuerzo alguno, mientras los hombres para elevarse un poco en su pensamiento hacen contorsiones, se pierden y suben a tan pocos metros sobre el nivel de los demás... Conoce a los hombres perfectamente, penetra el corazón de sus apóstoles y en el momento mismo en que multiplican sus protestas de afecto les anuncia con dulzura, pero con franqueza su próxima caída. Conoce el corazón de los pecadores y sabe distinguir la debilidad, del pecado; las apariencias hipócritas de la virtud substancial. No hay quien no admire en Cristo, su justicia y su rectitud sólo temperada por su bondad, para juzgar el corazón de los hombres y apreciar sus intenciones. La ciencia de lo futuro está tan clara a sus ojos como la de lo presente. Penetra el corazón de Pedro y el de Judas, y no menos la gran revolución que comenzará al pie de su Cruz, esa Cruz que todo lo atraerá a sí. La ciencia de lo porvenir nada tiene que lo impresione, que lo turbe, porque encierra todos los tiempos en su entendimiento. Junto a esta elevación y profundidad de su espíritu admiramos en Jesús la inmensa fecundidad de su acción espiritual. Cada una de sus palabras es fecunda. Encierra la semilla de virtudes venideras: "Bienaventurados los pobres, los que lloran, los limpios, los que sufren persecución". Y de estas palabras han salido los apóstoles, las vírgenes, los mártires, los bienhechores de la humanidad. "Dad al César lo que es del César!" dice Jesús y al decirlo asienta la distinción de poderes en que se basa la civilización moderna. Estas bellas cualidades intelectuales van envueltas en la máxima sencillez de expresión y simplicidad externa. Jamás pensamientos tan elevados se han expresado con menos palabras, ni con un lenguaje más sencillo. Su vocabulario es corto, transparente, variado de materia. El corazón de Cristo es aún más admirable, si cabe, que su entendimiento. Ama y lo da todo, y lo da sacrificándose y muriendo por nosotros. "Su hora" es aquella en que pondrá en el calvario elevar sus dolores a la altura de su amor. Frente a nuestro menguado cariño que ama poco y se sacrifica poco, está el amor de Cristo que lo da todo por los que ama. Mientras el hombre ama a pocos seres, forma estrecho nido de cariños, ya que no tiene sino una gota de amor y la economiza, Jesús ama a todos los hombres, los ama con el mismo fuego: los pequeños, los grandes, los pobres, los ricos, los justos, los pecadores, los desamparados del mundo... ninguno quedó abandonado. Nadie fue sobradamente manchado para este corazón tan puro, ni sobradamente vulgar para este corazón tan noble. Hasta parece que no le basta esta inmensidad y encuentra en sus palabras y en sus ruegos, amorosos anhelos con los cuales abraza a todas las criaturas, y a un mundo que no conocemos. Y este amor fue el más puro de los amores, a pesar que vivió en medio del mundo, y se sentó a la mesa de los pecadores, sin que jamás su conducta pudiera despertar siquiera la sombra de una duda. La mayor pobreza del hombre consiste en poder tan poco en favor de aquellos a quienes ama. El amor de Jesús en cambio, tiene la plena seguridad de curar, consolar, hacer felices a aquellos a quienes ama: "Venid a Mí todos los que estáis cansados y hallaréis descanso para vuestras almas". Estas palabras, nadie se atrevería a decírselas a un padre, a un amigo, a un hijo, y El las dijo al mundo entero: "Si alguno tiene sed, venga a Mí y beba". Dichoso el que puede hablar así a los que ama, que puede ofrecerles la paz en vez de estériles lágrimas. La fuerza es una belleza incomparable del hombre. En Jesús están todas las fuerzas: la fuerza modesta en el triunfo, el medio del entusiasmo de las multitudes; la fuerza paciente ante la tenacidad de sus discípulos, las astucias de sus enemigos; la fuerza serena y radiante ante las injurias, las bofetadas, los salivazos y las varas; la fuerza resignada en las máximas calamidades de la naturaleza humana; la fuerza máxima de la confianza en la eficacia íntima de su obra; en que podría levantar al mundo que lo levantaría después de su muerte; que lo levantaría mediante doce pobres trabajadores, groseros, sin talento. ¡Qué admirable resulta esta riqueza única, este admirable equilibrio de talento, corazón y fuerza! En sus cualidades ni una laguna, ni un desfallecimiento, ni una falta, como tampoco ni un exceso, ni un esfuerzo. Su grandeza es tranquila, dulce sencillez, sublime paz. La conciencia de Cristo es la conciencia del Santo de los santos. Lo único que no encuentro en Cristo y que encuentro en todos los demás hombres, es el pesar del pecado, el triste recuerdo de pasadas faltas, e igualmente las santas lágrimas del arrepentimiento, las firmes resoluciones de obrar mejor. Nadie puede imaginarse a un hombre, por más santo que sea, que no tenga pecado. Si alguno dice: "soy santo; en mí no hay pecado", al punto cae de su pedestal. San Pablo se llamaba "El primero de los pecadores; un hombre vendido al pecado". San Francisco de Asís: "el mayor pecador del mundo" y el Conde de Maistre decía: "No sé lo que es el corazón de un malvado, sólo conozco el de un hombre honrado: es espantoso". Sin embargo dijo: "Soy santo... ¿Quién de vosotros me argüirá de pecado? Sed santos como yo soy santo". Y por más que la humanidad ha buscado alguna culpa que echarle en rostro; por más que sus enemigos lo espiaron y los enemigos de veinte siglos siguen hurgando en cada una de las palabras y pasos de la vida de Cristo, jamás han encontrado en El sombra de pecado. Si se hubiera descubierto la más mínima falta en su vida, la Iglesia estaría destruida. La vida de Cristo está de tal manera identificada con la belleza moral, que alejarse de ella es alejarse del bien, y copiarla es alcanzarlo. En su alma florecen todas las virtudes; cada una de ellas en su desarrollo total: perfecta en flores, frutos y aromas. Los hombres miran de lejos ese ideal y se ponen en marcha para alcanzarlo, pero ven siempre entre sus vidas y la de Cristo una distancia infinita. Las virtudes, al parecer más opuestas, están en el alma de Cristo en perfecta armonía. Nadie más austero que Jesús y nadie más tierno; nadie tan poseído de su gloria interior, ni nadie más humilde. ¿Quién más consciente de su santidad? y por otra parte ¿qué penitente más austero? ¿Quién como El conoció la miseria humana y a quien a su vez amó más al hombre, lo despreció menos y esperó más de él? Y esta virtud de Cristo es sencilla, natural, sin esfuerzo alguno: vive en la cumbre del bien sin hacer contorsiones de asceta para llegar hasta allá. Nada del esfuerzo de Juan Bautista ni de la singularidad de su vida. En Cristo todo es sencillo, llano, común; sin embargo hay en El una virtud que sobrepuja a todo lo que ha producido la humanidad en materia de desprendimiento, de empresa, de caridad con los hombres, de unión con Dios, que no parece casi nada al primer golpe de vista, pero que al punto desespera a los que intentan acercársele. El dolor, la piedra de toque de la perfección se encuentra en toda la vida de Cristo. Todas las pruebas vienen sobre El para hacer brillar todas las virtudes. Había dicho: "Bienaventurados los pobres" y se le expone desnudo en una Cruz; "Bienaventurados los mansos", y es atado a una columna abofeteado, flagelado, sin dejar escapar una queja; "Bienaventurados los misericordiosos" y al ser entregado con un beso, negado por el Jefe de sus apóstoles, escupido en el rostro, no tiene más que una frase, una mirada, una palabra de perdón y de amor. "Bienaventurados los que padecen persecución por la justicia", y Jesús, después de haberlo dado todo al mundo: su entendimiento, su corazón, su vida, no recibe sino la infamia de la Cruz; y esta Cruz la había El deseado con un inmenso deseo y la acepta con una íntima entrega al Padre y a los hombres. La unión con el Padre de los cielos es completa. Diríase que hay en El, en lo más íntimo de su alma, no sé que huésped invisible que no lo abandona. Habla con El como con un confidente; contempla su faz, para todos invisible, menos para El mismo; tiene un trato íntimo con su Padre, del que en ciertos momentos escapan frases que no son sino fragmentos del misterioso coloquio que se continúa interiormente. Grandes obras realizó Jesús; todas ellas encaminadas al bien de sus semejantes. Estas obras revisten a veces los caracteres de un milagro; pero más que la realidad misma de estas obras, sorprende en Jesús la manera sobrehumana de ejecutarlas. Es admirable la modestia y reserva de Jesús el uso de su poder sobrenatural. Constantemente da muestras de que ha sido enviado no para destruir la vida de los hombres sino para salvarlos. En tal forma que aun sus adversarios dejaron de tenerle miedo y se atrevían a discutirle sus pretensiones y hasta lo llevaron a la muerte. Jamás usó de sus poderes en su propia defensa ni para hacer mal a nadie, sino sólo para hacer el bien a los necesitados. Parecía desalmado por su propia voluntad; no castigaba la malicia más que con frases de reconvención. Junto al amor empleado sólo para la misericordia en el uso de los poderes sobrenaturales de Cristo se advierte también su sublime inteligencia. No se contenta con curar las enfermedades: sube hasta las almas. Por entre los males de los cuerpos Jesús ve a las almas enfermas; a ellas aplica su elevado y bienhechor poder; más que actos de compasión y de bondad son actos de redención. Y una vez que ha redimido con qué embelesadora delicadeza despide a las almas sin heridas. "Vete en paz; no vuelvas a pecar... Muchos pecados se te han perdonado, porque has amado mucho". Después de haber recorrido a grandes rasgos la figura de Cristo, creemos que nadie pondrá en duda que Jesús constituye el modelo ideal de toda perfección moral. La medida de su perfección no se encuentra en parte alguna ya que no hay punto de referencia entre los demás seres, ni entre los que le precedieron, ni siquiera entre aquellos más perfectos que El hizo brotar. Mil novecientos años hace que esta figura ha sido mirada con intenso deseo de imitación, pero nadie la ha igualado. Entre esas copias hay algunas que arrebatan de admiración por su pureza, otras por su fuerza, pero ninguna puede servir como término de comparación. Cuando se trata de los simples mortales hay entre los hombres y el ideal una tremenda desproporción: el ideal supera infinitamente a la realidad; tratándose de Jesús, la realidad que es El es el ideal y nadie hasta ahora ha podido descubrir un ideal que sea superior a la realidad que encarna Cristo. Por esto, pintores como Fra Angelico, Leonardo da Vinci, Velásquez, se desesperaban para reproducir en la tela lo que ellos se daban plenamente cuenta que era superior a su inmenso genio artístico. Jesús constituye el único caso en que la perfección suprema del arte resulta inferior a la verdad histórica, y aun la imaginación del genio no alcanza a idealizar la realidad. Si la belleza moral de Cristo no tiene límites, tampoco los tiene su personalidad. Cada hombre es hijo de un pueblo, lleva su sello, pertenece a su tiempo, refleja sus intereses, sus pasiones, sus goces, sus dolores. Los grandes hombres de la historia se han apoyado para sus conquistas, en la mentalidad de su pueblo y de su época. Todos ellos son hijos de su patria. Y Jesucristo no es hebreo, ni griego, ni antiguo, ni moderno. Es el Hombre; en El se halla la especie humana entera. Esta figura de Cristo, junto con ser tan universal, es profundamente personal. No depende ni de la multitud que lo aclama, ni de sus discípulos, ni de su siglo. Nadie pudo jamás gloriarse de haber sido su maestro ni nada particular, de haberle impreso un sello que lo limite. En El se ve la Humanidad; es el modelo universal propuesto a la imitación de todos. Todas las edades lo copian: el niño, la joven, la madre, el anciano; todas las condiciones se acercan a El para hallar un consuelo, una ayuda: el pobre como el rico, el prisionero en su calabozo y el rey en su trono. La marcha de la vida trae a la escena nuevos actores. Jesucristo no es extraño ni para el griego, aun cuando no haya enseñado filosofía, ni para el romano amante de las batallas, y entre los pieles rojas de América y los negros salvajes del Africa ha producido virtudes tan puras e iguales a las que hizo brotar entre los romanos degenerados del bajo imperio. Tan universal, simpática y accesible es a todos los hombres esta figura; imitada por todos, aunque jamás igualada. La acción de Cristo hace 19 siglos que se ha puesto en marcha. Nada la limita en el tiempo ni en el espacio; se adelanta a todos, deja atrás a los genios y a los jefes, sin jamás ser sobrepujado por ninguno de sus discípulos como lo han sido todos los demás grandes maestros. Los pensamientos de Cristo continúan iluminando el mundo: en ciertos momentos parecen obscuros, no por falta de luz sino por exceso de ella; de ahí que durante 19 siglos los más grandes genios religiosos y los mayores enemigos de Cristo los estudian, sin lograr comprenderlos en toda su plenitud los primeros, ni destruirlos los segundos. Lo más grandes genios pretenden volar con Jesús pero, muy pronto, como los polluelos del águila, se cansan mientras Jesús se remonta hacia el infinito. Todos los que han estudiado la sublime fisonomía de Cristo abren extasiados sus ojos y dejan escapar palabras de un profundo respeto a El, incluso los más profundamente incrédulos como Renán, Strauss, Parker. Renán termina así su obra: "Descansa ahora en tu gloria, noble Iniciador; tu obra está terminada... Mil veces más vivo, mil veces más amado después de tu muerte y durante tu paso aquí abajo, vendrás a ser de tal modo la piedra angular del género humano que arrancar tu nombre de este mundo, sería conmoverlo hasta sus cimientos. Entre tú y Dios no se hará distinción, enteramente vencedor de la muerte, toma posesión de tu Reino, donde te seguirán, por el camino real que tú has trazado, siglos de adoradores". Una vez que hemos echado esta rapidísima mirada a la fisonomía de Jesús, no nos queda sino concluir la necesidad absoluta de conocerlo a Él, que como nos dice San Pablo: "Es imagen de Dios invisible... la cabeza del cuerpo de la Iglesia y el principio. En El mora toda plenitud y plugo al Padre reconciliar en El todas las cosas consigo". (Col. I-15-20). Conocerlo a El es la vida eterna: "Esta es la vida eterna, oh Padre, que te conozcan a Ti y al que enviaste, Jesucristo". "El es el camino, la Verdad y la Vida". El debe ser, por consiguiente, el modelo que ha de proponerse quien pretende perfeccionar su personalidad. El es el gran ideal de la educación cristiana. La primera tarea de un joven debe ser, por consiguiente, conocer a Cristo, meditar cada uno de sus ejemplos y cada una de sus palabras. La misión del educador es pintar en el alma del educando la imagen de Jesús: Mirar a Cristo y mirar al alma que quiere perfeccionarse para acomodar los rasgos de ésta a los rasgos de Jesús. El ideal supremo de una vida en Cristo sería éste: Obrar como Cristo; obrar como obraría Cristo si estuviera en mi lugar. ¿Qué haría Jesús en las circunstancias en que yo estoy? ¿Cómo resolvería Jesús este problema? El que ha conseguido esta finalidad ha conseguido un tesoro bueno sobre todo bien, ha alcanzado el fin de la perfecta educación. CONCLUSIONES. Adquirir el Santo evangelio y libros como: "Con el Amigo", de Hoornaert; "Jesucristo", de Bougaud; "El Cristo Histórico", de Larson; "Jesucristo es Dios", de Laburú; una buena vida Jesús como la de Berthe; Vilariño, u otras. Poner en la sala de sesiones (y cada socio en su pieza) una imagen de Cristo como el Divino ideal de su vida. Meditar cada día un cuarto de hora sobre algún pasaje referente a Jesús. RECAPITULACION. Interrogar a los asistentes sobre las cualidades que más hayan llamado la atención en la persona de Jesús y sobre la manera práctica de introducir en nuestras vidas la perfección del Maestro. IX LA EDUCACION DEL ESFUERZO CUESTIONARIO. ¿Qué piensas del espíritu de sacrificio de los jóvenes en nuestros días? ¿Son más o menos sacrificados que antes? ¿Por qué te parece que obran así? ¿Qué manifestaciones descubres en que se revela su poco espíritu de sacrificio? ¿El cristianismo tiene una doctrina sobre el sacrificio? ¿Recuerdas algunas máximas del cristianismo sobre el espíritu de sacrificio? Exposición. Uno de los rasgos más salientes que deja ver la generación contemporánea es un formidable descenso del espíritu de sacrificio, del sentido del esfuerzo, de la noción de responsabilidad. La gran crisis actual antes que una crisis política o económica es una crisis moral: crisis de hombres y proviene de una falta de aprecio de los grandes valores divinos y humanos. COMO SE MANIFIESTA EL RECHAZO DEL ESFUERZO La sociedad moderna ha puesto como los grandes valores los que se compran con dinero, el gran ídolo de nuestro tiempo... "Poderoso caballero es don dinero" se dice entre nosotros y en Norteamérica se habla del "allmighty dollar". La comodidad, el placer, los viajes, las alegrías costosas son propuestas en todas formas a la generación de nuestros días. Las exhiben los escaparates de las tiendas, los afiches inteligentes de los comerciantes; los predica cada noche la radio por cuenta de mil y mil comerciantes empeñados en dar salida a sus productos. Y el biógrafo, el gran predicador de nuestro siglo que tiene semanalmente más de 300.000.000 de espectadores en más de 90.000 salas, verdaderos templos mundanos, enseña esta verdad en todos los tonos: en la pantalla y en la canción. La confortable vida moderna que surge en las grandes ciudades con bellas y lujosas habitaciones, en departamentos calefaccionados, en las playas de moda, todo esto despierta el apetito del goce en los que llegan a conocer la civilización de nuestra época... ¡Felices los que todavía la ignoran! Y todos, ricos y pobres ambicionan este standard de vida. De aquí se sigue que aunque las condiciones de vida humana hayan mejorado en nuestro siglo y el obrero culto de nuestra época tenga hoy un standard de vida superior al de los nobles de hace doscientos años, con todo, el odio es más profundo porque la distancia es mayor, las comodidades más apetecibles y todos aspiran a gozar de ellas para eliminar el sacrificio de sus vidas. La generación actual aspira, como lo dice Carrel, a una vida de fin de semana, a un perpetuo week-end con el máximum de placer y el mínimum de esfuerzo. Este camino de la indisciplina ha desmoronado el vigor individual y amenaza las naciones. La juventud de ahora -prosigue Carrel- necesita nuevos aportes de disciplina, de moralidad, de inteligencia. Un Estado depende últimamente del valor de sus ciudadanos. Hemos perfeccionado las flores, los frutos, los animales pero hemos olvidado simplemente aplicar estos conocimientos científicos al florecimiento de nosotros mismos. Inmensas potencialidades duermen en nosotros mismos que esperan actuarse. Debemos renovar a nuestros niños en una triple dirección: física, intelectual y moral. Si queremos experimentar la alegría de vivir plenamente debemos disciplinarnos en estos tres planos de vida. El instrumento que hemos de emplear en esta reconstrucción de nosotros mismos es la disciplina, disciplina que se encuentra dentro de nosotros mismos insospechados almacenes de energía. Es triste constatar que la academia de Platón los jóvenes debatían problemas políticos y morales entre sí con sus mayores. Durante el siglo XII no faltaban alumnos que caminaban 100 millas para oír una explicación de Abelardo, mientras hoy día nuestra juventud en gran parte acude a refugiarse en un biógrafo o a escuchar un concierto de radio. Y si de este ambiente de indolencia pasamos a otras demostraciones en que se traduce fuertemente la falta de esfuerzo, las conclusiones serán más graves todavía. Los jóvenes en general se forman en el ambiente de que hay que gozar, que la vida es corta, que no hay para que sacrificarse inútilmente. De ahí los escándalos cotidianos en todo el mundo. En Europa los jóvenes crecieron con la convicción de que iban a servir de carnaza en una guerra que nadie podía atajar, en lo que por desgracia no se equivocaron. En esta situación abrieron las puertas al placer y se dieron a una vida fácil despreciando los "prejuicios de moral y de religión". En este punto se ha llegado a extremos inauditos en Europa y en América, ostentándose la impudicia más repugnante en representaciones teatrales y espectáculos groseros que habrían ofendido en tiempos del paganismo romano. El descenso de la natalidad es alarmante, consecuencia de la vida cristiana como puede comprobarse en algunos países al comparar el fervor de piedad en las distintas regiones con las cifras de su natalidad. Este descenso es tan fuerte en algunas regiones que no llega a cubrir el número de defunciones. La causa de esta disminución es evidente: a un problema económico real se viene a juntar de ordinario un deseo de evitar el sacrificio, de no negarse los goces de la vida, de no disminuir sus entradas, de no descender del standard de la vida que tiene... Se multiplican las razones que en muchos casos suponen dificultades reales, pero en muchos otros solamente un deseo de placer, como se constata al comprobar que las familias más pudientes son en muchos casos las que más limitan la familia. A todo el cristianismo pide el heroísmo, pero los matrimonios modernos tiemblan ante la palabra heroísmo y la mayor parte la rechazan. El número de divorcios es alarmante. Así en Alemania hace 60 años sobre 10.000 matrimonios había anualmente 80 divorcios, hace 30 años, 133; hace 15 años 278. En Francia los divorcios han sido de 30.000 algunos años; en Chile las disoluciones de matrimonio han sobrepasado de mil estos últimos años, siendo estas disoluciones divorcios auténticos. La razón del divorcio es también la falta de espíritu de sacrificio, el rechazo del esfuerzo: no hay valor para aceptar una vida dura, donde hay incomprensiones, molestias, a veces nimiedades... Se opta por el camino fácil de separarse en busca de una solución alegre que les permita "rehacer su vida". El número de abortos declarados es alarmante. Este crimen de homicidio tan real como cualquier otro crimen de homicidio se comete centenares de miles de veces cada año por padres desnaturalizados que no se horrorizan siquiera de la monstruosidad que han cometido. En Alemania el Dr. Clement estima en cerca de un millón el número de abortos que se ejecutan cada año, de modo que la mitad de las vidas en gestación no llegan a nacer por el crimen de sus padres. Esta proporción pavorosa se repite en otros países. En Chile médicos conocedores del problema estiman en 50.000 los abortos anuales, cifra claro está sujeta a errores. Estos problemas que constituyen un escándalo moral horrible, por desgracia no escandalizan mayormente a muchos contemporáneos, pues el mundo los comenta; en la mesa se conversa de estas cosas delante de los niños. Los diarios no tienen ningún reparo en divulgar estos argumentos, y en las familias hay bien poco cuidado para que los niños no lean esta clase de periódicos o para formarles un criterio recto en estas materias. Este relajamiento moral se traduce en el criterio fácil que se tiene para salir de situaciones difíciles: se vende la honra, se da el sablazo, o se recurre al juego. El recurso acostumbrado a la ley de la mentira e hipocresía; el lujo que reina en ese ambiente falso de fiestas sociales en que se gasta lo que no tiene y se muestra un exterior que no corresponde a un interior verdadero. El criterio de coimas con que se abren todas las puertas, criterio que se llama con frecuencia "gramática parda" y que en el fondo es la mentira y la cobardía social hechas costumbre. Y donde no rige la coima rige el empeño... Cuando se trata de un puesto se sabe que más la preparación valen los empeños, y eso hace que se rehuya la verdadera preparación para dedicarse a cultivar amistades importantes... Todos saben que personas muy altamente colocadas han hecho su situación en forma muy dudosa. Las lecturas nocivas, que son el alimento cotidiano de la masa, estos folletones insulsos que no tienen más mérito que describir en forma provocativa los asuntos más escabrosos, han formado un criterio de desvergüenza en materia de lo que todo el mundo hasta ahora había llamado "pecado" y que la Iglesia inspirada por Dios sigue y seguirá llamando así. Estos libros andan de mano en mano, son leídos en las góndolas y carros. Revistas inmorales circulan libremente. De ahí que la desvergüenza se ostente públicamente y el impudor reine en los teatros, en los paseos públicos, por no decir nada de las playas que son con frecuencia exhibición de carne humana... La gente que se llama de "mundo" llega a estimar una cualidad el ser arrojado en estas materias y el tener "experiencia" de la vida... Es el hedonismo predicado como criterio... Pero no habrá un hombre sano que pueda aprobar semejante criterio. Cuando una nación adopta el criterio del placer, esa nación está al borde del abismo. Hay que enseñar a los jóvenes desde muy temprano que la juventud no se ha hecho para el placer, sino para el heroísmo. En la vida religiosa el rechazo del esfuerzo de nuestra época es demasiado evidente. La moral cristiana que supone esfuerzo es rechazada por muchos, que gritan contra la intolerancia de la Iglesia y que piden una atenuación de la severidad de sus preceptos. Piden que la Iglesia "se modernice", se pliegue a la psicología de la comodidad... La asistencia a actos religiosos disminuye en forma alarmante, no por falta de fe _al principio al menos_ sino por falta de abnegación. Los ayunos, abstinencias, las largas ceremonias en que se complacían antaño van siendo abandonadas. Las rudas disciplinas con que se terminaban las misiones ya no se oyen. Las peregrinaciones austeras no se conciben, y hasta el tosco traje de nuestros frailes parece chocar en este siglo de la molicie... Nuestros frailes y monjas al pasearse por el centro de nuestras ciudades dan la impresión de personas venidas de otro mundo... En la vida social la disminución del esfuerzo de nota en el poco interés por producir un acercamiento entre las clases sociales. Las diferentes clases sociales viven sin procurar acercarse... Muchos pobres levantan el puño, y no pocos piden que se saque el sable para hacer bajar estos puños... Claro está que no está una conducta universal, pero sí muy generalizada. Nuestra clase alta es culta, exquisita, refinada en el trato entre sí y por eso le es difícil un contacto con personas en quienes no ven la misma finura y modales. Le falta además el esfuerzo para acortar esas distancias. La vida antigua hacía más fácil el contacto de las diferentes clases sociales. En el hogar se vivía en mayor unión con la servidumbre por el hecho mismo que se salía menos y se vivía en su interior más realmente que ahora la vida de una gran familia. Ahora las diversiones fuera de la casa: biógrafo, casino, playas, reducen a un mínimum la vida de hogar, como se reducen también el hogar al menos en las grandes ciudades y la antigua casa va siendo reemplazada por el departamento muy cómodo, pero en el cual es imposible la vida de hogar. En ellos no hay espacio, molestan los niños, y los servicios se van haciendo cada vez en forma más y más anónima por empresas que alejan al productor del consumidor. En los campos la convivencia casi permanente de los dueños de fundo hacía antes más fáciles los contactos sociales entre ricos y pobres, pero estos contactos se han perdido con frecuencia en nuestra moderna civilización porque la mujer no tiene valor para "irse a enterrar al campo" y el marido se siente bastante atraído por las comodidades de la ciudad... El ausentismo de los patrones, provocado por un deseo de comodidad, ha acarreado una mayor distancia entre ellos y sus trabajadores. En la convivencia social se nota también un fuerte relajamiento del esfuerzo. Las formas sociales de cultura y respeto se van perdiendo... No se ve ya que un joven ceda el paso a la señora, que le deje la vereda, que le dé su asiento en la góndola o en un carro. Y presencia al viajero escenas de madres que vienen con un niño en brazos y hasta con un canasto, fatigadas de tanto trabajo y un joven imberbe no piensa levantarse, engolfado en la lectura de una revista, o chacoteando con un compañero. Va desapareciendo ese respeto mutuo, el único que puede hacer agradable la convivencia humana; y va desapareciendo porque ese respeto se alimenta de sacrificio y la generación materialista de nuestra época rehuye todo lo que signifique sacrificio. En el orden afectivo la baja del esfuerzo no es menos aparente. Los diques que reprimían la vida social, o la retardaban hasta una edad conveniente se ha roto y los jovencitos desde muy pequeños participan en la vida mundana, sobre todo si tienen medios de fortuna. Llevan entonces una vida hueca, superficial, prematura. Se traban pronto, demasiado pronto, relaciones afectivas que no duran, que no pueden durar, que han sido iniciadas por ligereza por dar rienda suelta a un afectillo que pujaba por abrirse paso y que se han llamado amor, siendo así que no era más que un amorío pasajero. La frecuentación excesiva del biógrafo es una de las causas más funestas de este ingreso prematuro en la vida social, de este cultivo de las relaciones afectivas de la época en que los jóvenes no están preparados para ello. En Estados Unidos cada semana se venden 70.000.000 de entradas, de las cuales 28.000.000 las compran niños que aprenden desde tan temprano lo que no están preparados para recibir y que no va a hacer sino relajar su capacidad de esfuerzo. LAS TENDENCIAS PEDAGOGICAS MODERNAS Y EL ESFUERZO Fuertemente se ha diseñado estos últimos años una tendencia que propugna una supresión del esfuerzo en el niño. Se caracteriza por una incesante búsqueda de métodos para disminuir el esfuerzo en la enseñanza. El método de lectura global de Decroly, el método sensorial de Froebel, Montessori, y otros. El ideal de las llamadas "Escuela Nueva", "Escuela Activa", "Escuela Serena", "Escuela Progresista" que tienen muchos centros y sobre todo muchísimos libros de divulgación es ahorrar el esfuerzo del estudio y no separar el estudio de la vida cotidiana. Encierran estas escuelas elementos pedagógicos de valor indiscutible, sobre todo tratándose de la enseñanza de anormales, pero al generalizarlos a todos, incluso a los niños de talento superior, y especialmente al generalizarlos como el único método de enseñanza encierran el enorme peligro de anular el esfuerzo y formar generaciones de perezosos. Pretenden estos pedagogos que el niño ha de aprender caminando, jugando, haciendo observaciones que le atraigan. El principio que domina esta pedagogía en su aspecto "instrucción" es que hay que seguir los intereses espontáneos del niño y no dar al niño nada que él no apetezca espontáneamente. El papel del profesor viene a reducirse a estimular intereses en el niño, a procurar que se despierten en él intereses espontáneos. Es una pedagogía en la cual el guía es el niño; la norma sus intereses. En el aspecto disciplinar el método sigue parejas con el intelectual. Se concede a los alumnos una gran libertad. Las clases no son salones donde se va a escuchar una lección, sino salas de trabajo en las cuales el alumno en íntima colaboración con el profesor se ocupa de un punto interesante. El profesor más que el representante de la autoridad es el compañero más autorizado que orienta a sus alumnos en la búsqueda de la verdad. En algunos establecimientos sobre todo en Alemania se llegó a entregar la dirección del colegio al consejo de alumnos, en el cual se sentaba como un camarada el Director del establecimiento. En otras escuelas, tristemente célebres - las escuelas de Hamburgo- los alumnos iban a las clases que querían, asistían cuando les venía bien, se retiraban de clase si se aburrían...Los castigos en esta concepción pedagógica están ausentes; la emulación de un alumno con otro, también está ausente. Queda únicamente en pie que el alumno ha de obrar por principios internos, por convicciones personales, que ha de emularse consigo mismo, no con sus compañeros. Estos métodos felizmente no han surgido entre nosotros, aunque hay una fuerte tendencia en parte no pequeña del profesorado primario nacional para implantarlos. Por eso Adolfo Ferriére, el gran propagandista de la "Educación Nueva", a su vuelta a Ginebra declaró que el país más preparado en el mundo después de la que entonces era Austria para recibir la Educación Nueva, era Chile. Puntos hay muy interesantes en estos métodos, pero encierran peligros para educar una generación fuerte. Por eso Alain en su libro "Propos sur l'education" afirma: "Es necesario que el niño conozca el poder que tiene de gobernarse, que tenga el sentimiento que el trabajo sobre sí mismo es difícil y es bello, que los verdaderos problemas son amargos al gustarlos, que el placer no llegará sino al que ha vencido la acritud.. Yo no prometería por tanto el placer, sino que daría la dificultad vencida como término, como fin. Otro educador hacía tiempo había puesto como "primera regla de educación no facilitar demasiado los ejercicios que tienen como fin la dificultad vencida". Alexis Carrel afirma también con fuerza esta misma idea: "La generación joven lo que necesita es cultivar con fuerza algunas inhibiciones; y la Escuela Nueva las ha descuidado en gran escala. Nos ha enseñado en cambio la fuerza del motivo; ha vigorizado los ideales de la vida. Sin embargo ha de darse cuenta que es necesario insistir a cada niño que tiene un círculo de influencias en su casa, entre los amigos y la comunidad que contribuyen a construir o a destruir la raza. Por métodos que cada uno debe descubrir ha de adquirir más conciencia del valor de la justicia personal, de la lealtad y de la consideración por los demás. Tal vez los pedagogos de la educación nueva no se han dado bastante cuenta que mientras menos disciplina haya fuera del hombre, más disciplina se necesita en su interior. Si nosotros no nos imponemos una disciplina seria y no la imponemos a los otros, día llegará en que otros más crueles que nosotros nos la impondrán". REMEDIOS PARA OBTENER EL ESFUERZO Es, pues, necesario que nos convenzamos que es peligroso enervar las voluntades y empeñarse en cubrir de flores los caminos de la infancia. Las flores no nacen en todas las estaciones. A los niños demasiado felices _los hay_ les faltan las experiencias más útiles. Es necesario hasta cierto punto que el niño padezca las experiencias de sus errores. Es necesario que gane sus alegrías con el sudor de su frente; que conozca las dificultades y las contrariedades. Si lo queremos hacer feliz, no se lo digamos demasiado. Si queremos obtener de él un esfuerzo no le propongamos un placer... Y este método que se ha de aplicar al niño desde la infancia es el mismo que ha de seguirse empleando con los jóvenes en los centros de Acción Católica. Es antipedagógico invitar a un niño o a un joven a una actividad diciéndole: Ya verás que es bien interesante, que es divertido... Justamente recibiremos luego esta desconcertante respuesta: ¿No es más que esto? Bah..., no me interesa". Esta es la causa de tantos caprichos en la infancia, no menos que de tantas decepciones y de tantas inconstacias en los trabajos de Acción Católica. No olvidemos nunca el siguiente pensamiento profundamente bello en su verdad: "El hombre es naturalmente gozador. Pero por muy degradado que sea ha menester sobre todo de grandeza y de superación. El heroísmo constituye una de las exigencias más hondas de nuestra naturaleza. Los grandes conductores, los que determinan las grandes transformaciones de la historia, no fueron quienes prometieron más placer, sino más sacrificio... La juventud, sobre todo, se deja arrastrar por el fascinador llamado del heroísmo. En un mundo de cobardía, egoísmo y delincuencia hay que proponer el ideal íntegro del sacrificio, que para nosotros es el ideal de la santidad". La desorientación de nuestra juventud en el sentido del esfuerzo tiene como una de sus principales causas la organización misma de la vida moderna, toda ella orientada en el sentido de la comodidad, de la disminución del esfuerzo y del sacrificio. Los remedios pues habrán de considerar esta situación de partida. Sería clamar en el desierto pedir que se abandonasen las conquistas de la ciencia, que por otra parte trae ventajas no despreciables... No se trata pues de abandonar el teléfono, el auto, la radio, pero sí de aprender a usarlos como medios para un fin. Para esto es necesario hacer comprender a nuestros niños y jóvenes que se han de servir de estos instrumentos no por el puro placer, sino para realizar mejor su misión. Que su alma se petrifique en el esfuerzo contra ella misma, contra sus pasiones, contra el ambiente, contra todas las perezas que se oponen al cumplimiento del deber. Dos o tres años antes de su muerte el Embajador norteamericano en París evocaba ante un auditorio de jóvenes uno de los más vivos recuerdos de su juventud. Era él entonces profesor de aldea. Un día penetra en la clase un visitante desconocido y dirigiéndose a los jóvenes les dice estas solas palabras: "What ever you do, do it with all your might". "Con toda el alma haced cuanto hagáis". Este pensamiento tan sencillo ha quedado como el lema de mi vida. Hay que insistir mucho a los niños y no menos a los jóvenes en la necesidad de hacer bien todo lo que se hace, de hacerlo terminado, perfecto, hasta donde sea posible. Exigir la corrección en todo desde la puntualidad para presentarse en la reunión, la manera de saludar, la manera de vestir, la manera de sentarse, la cortesía a la persona que se acerca a pedir un servicio, el trato respetuoso y lleno de afecto con sus padres, jovial y alegre y bromista con sus compañeros pero siempre dentro de un gran respeto hacia ellos; el trato con la servidumbre lleno de dignidad, de consideración del valor humano del servicio que le prestan que no lo paga con dinero; el modo cristiano de viajar en un góndola, el ceder el asiento a los sacerdotes, mujeres y ancianos. Y no sólo el respeto a las personas hasta el respeto a las cosas, que en cierto sentido -no panteísta- participan de la redención, en cuanto Cristo se sirvió de ellas y las elevó al grado de instrumentos de la divinidad; por tanto no tirar basuras en las calles; no fumar donde no debe hacerse, no dar portazos, urbanidad en el comer, dignidad en el sentarse aún cuando se está solo... Toda la vida familiar, social, íntima hecha con el mismo respeto, con igual esfuerzo porque los motivos para obrar así son siempre los mismos. Esta concepción de la vida supone un inmenso esfuerzo interior que es inmensamente más difícil de exigir que el esfuerzo exterior, pero florecerá en la más bella de las virtudes que es la caridad. La cortesía es la flor de la caridad. Cuando predomina, en cambio, la cultura puramente de fachada, de apariencia para el público mientras se vive en desorden íntimo se prepara el futuro déspota. Hay personas que viven a sus anchas a solas y cultísimos en público; desarreglados, sucios, en casa y muy correctos en público, atrevidos con la servidumbre y cultísimos con las señoritas de sociedad... ¡Pasta de tiranos! Luego, otro principio fundamental que hay que inculcar a todos desde pequeños, pero también cuando jóvenes y aún cuando hombres es éste: "que mientras no se ha cumplido el deber no hay derecho al placer". Hay, pues, que hacer comprender a los niños y jóvenes que mientras está el deber por cumplirse ya que pueden gritar y hasta amenazar con el suicidio que no se les dejará tranquilos mientras no lo hayan cumplido. Kipling, recordando su educación de angloindio en un colegio inglés nos revela el secreto de esta educación: "Todos estos famosos profesores, sin decirnos por qué nos mostraban nuestro deber, que hay que terminar el deber, el deber de cada día... y que no hay excusa que valga. ¿Por qué buscar excusas? ¿Está terminado el trabajo? Mi compañero tiene también que terminarlo... y al fin de cuentas soy responsable ante Dios y ante mi conciencia del deber que tengo que realizar". No se admiten vanas palabras, gestos inútiles. Hay que hacer comprender a los demás y demostrémoslo con el ejemplo, que el deber es algo muy sagrado, tan sagrado como no matar. Que hay un respeto al deber que distingue al caballero. Que tratándose del deber "no hay tutía"... aunque se burlen los compañeros, aunque no pueda acudir a una cita... El cumplimiento del deber es el único medio para ser tratado como hombre. La colaboración de los mayores, de los padres en primer lugar, es necesaria para obtener este espíritu de esfuerzo de los jóvenes. A veces los mayores enseñan con sus mentiras el camino de la mentira para los niños, excusan sus faltas, justifican injustificadamente sus inasistencias. Que los niños vean que deber y verdad son dos palabras llenas de sentido, del más amplio sentido. Nuestro deber ha de aparecer como la gran devoción de la vida. La devotion du dévoir fue el tema de las conferencias cuaresmales del P. Pinard de la Boullaye. Para nosotros también el deber ha de significar una devoción, la traducción de nuestra naturaleza humana y de nuestra elevación sobrenatural. CONCLUSIONES. Examinar la conducta que observemos en el Centro de A.C., puntualidad, caridad, respeto, etc. Cultivar estas mismas virtudes en nuestras vidas privadas. No negarme nunca ante ningún sacrificio que me pide el deber de estado. Determinarme un plan de vida de que ordene mis principales actividades y, a ser posible, un horario si fuese muy desordenado. RECAPITULACION. ¿A qué se debe la falta de esfuerzo de nuestra generación? ¿Qué influencia tiene el biógrafo en esta tendencia a la vida fácil? ¿Influye la religión en el sentido del esfuerzo? ¿Qué pensar de los educadores que siguen los intereses del niño? OBLIGACIONES. La naturaleza es el mejor guía. Sigamos sus instintos y no nos equivocaremos. No se puede pedir esfuerzo a una generación debilitada como la nuestra. La pedagogía del esfuerzo forma hipócritas y neuróticos. X EDUCACION DE LA RESPONSABILIDAD CUESTIONARIO. ¿Qué piensas de la manera de afrontar responsabilidades que tienen tus amigos? ¿Son constantes en lo comenzado? ¿Qué consecuencias traerá para Chile esta falta de responsabilidad? Exposición. Cada época tiene su manera propia de ser formada por la cultura, la ideología general, el estado económico, las grandes corrientes filosóficas, literarias, sociales, y por mil fenómenos que orientan la mentalidad de una generación. Uno de los rasgos más salientes que llaman la atención a quien estudia cuidadosamente nuestra época es la falta de responsabilidad que se echa de ver en nuestros días. La impresión general que deja ver la joven generación contemporánea es la de no tomar nada en serio, la de no cuidarse de guardar la palabra empeñada, de proseguir las obras comenzadas. Los ejemplos que podríamos citar son innumerables. Jóvenes que toman a su cargo una obra, la protección de una familia pobre, un apostolado, determinado y por la más mínima dificultad desisten con toda naturalidad de lo comenzado sin detenerse a pensar en las consecuencias que su actitud acarreará para los demás. Se inscriben en la A.C., comienzan a asistir a las reuniones, pero por el más mínimo motivo dejan de seguir asistiendo... Ofrece su cuota, pero el día menos pensado dejan de pagarla "porque sí". ¡La puntualidad! no la conocen muchos. No han reflexionado sobre el valor del tiempo para los demás, sobre el respeto que deben a sus semejantes a quienes no debieran exponerlos a perder ni siquiera un minuto de su tiempo. No se valoriza cada cosa por su aspecto intrínseco y por tanto no se le da el sitio que le corresponde en una jerarquía de valores bien ordenada. Se encarga a un joven la preparación de un círculo de estudios, y no lo prepara o lo hace superficialmente para salir del paso. ¿Cuántos se dan cuenta que ese tema tal vez no lo oirán más sus compañeros; que quizás se alejarán de esa actividad al sentirse defraudados en sus esperanzas de formación o de apostolado? Y el fracaso de una obra a la que han ofrecido su actividad no parece preocuparlos mayormente ni les hace perder un momento de sueño ni la olímpica paz de su espíritu. La vida religiosa es también tomada superficialmente. Se la concibe como un conjunto de prácticas que hay que hacer ritualmente, más que como una donación entera de la persona a Dios, como un ponerse en sus manos para realizar el doble mandamiento de amor a Dios y al prójimo. La moral se ha convertido para muchos no en una vida entregada en manos del Creador, sino en una casuística que les permita moverse con libertad. De aquí el rehuir las responsabilidades que a cada uno incumben en la sociedad religiosa y civil en que cada uno vive. El sentimiento se despierta con facilidad, pero ¡cuán a flor de tierra! Emoción pasajera que no mueva una vida. En los grandes dolores ¡cuán poca reflexión! La horrible guerra que nos azota es mirada sobre todo como una ocasión de mostrar sus simpatías intransigentes por uno de los bandos en lucha más que como un problema humano trágico que debiera conmovernos hasta lo más íntimo del ser. En la tragedia del terremoto del sur, todavía presenta en nuestro espíritu, fue profundamente significativa la actitud de muchos jóvenes que partieron generosamente para el lugar de la catástrofe, pero al ver la realidad de lo ocurrido y lo que se esperaba de ellos se contentaron con pasearse como turistas, sacar unas fotografías de las ruinas y volverse a contar sus impresiones del terremoto. Las conversaciones corrientes son un reflejo de esta superficialidad que denota una falta absoluta de responsabilidad: fiestas, diversiones, biógrafos, pelambres, escándalos, algún chiste son el elemento ordinario de la mayor parte de las conversaciones que traducen una trágica ligereza. La vida cívica no es concebida en forma más consciente. La juventud moderna se apasiona mucho más por la política que por el trabajo más oscuro, más sacrificado, más lento de la Acción Católica. Fascinada por los resultados inmediatos descuida una formación profesional seria y la adquisición de conocimientos sistemáticos de historia, sociología y demás ciencias que le capacitarían para ejercer una influencia profunda en lo porvenir. Entre los movimientos ideológicos que la solicitan prefiere los más extremos, los que hieren más fuertemente su emotividad; y debido a esta misma ligereza de formación, de la cual al menos globalmente se da cuenta nuestra juventud, prefiere sentirse masa, ser gobernada y dirigida dejando a otros el trabajo de pensar y de dirigir. La falta de síntesis ideológica de la juventud moderna hace que aborde la vida sin una orientación definida. Con mucha frecuencia no sabe al terminar sus humanidades qué carrera ha de seguir, o se determina por motivos completamente secundarios, circunstanciales, que no debieron haber sido los móviles de su conducta. Otra de las características de nuestra juventud ante el problema de la responsabilidad es la falta de sacrificio que demuestra para aceptar las responsabilidades que le incumben. No sólo no profundiza conscientemente cuál sea su responsabilidad, sino que de ordinario cuando llega a conocer cuál sea ésta, no afronta los sacrificios necesarios para realizarla. Un espíritu de comodidad, de indolencia, de falta de esfuerzo... un ansia de placer ha invadido nuestro mundo moderno. Alexis Carrel se ha quejado amargamente en su obra "El hombre, un desconocido" y más recientemente en un magnífico artículo "Rehaga su propio yo", publicado en el primer número castellano de Selecciones. Con qué amargos acentos lamenta el autor la baja pavorosa de costumbres de la joven generación que transcurre su vida en perpetua diversión. Aburguesamiento de la juventud; instalación de lleno en el ambiente de este mundo y pérdida total, de parte de muchos, de la visión de eternidad en la vida y consiguientemente ansia de placer desmedida. Se ha olvidado que ella ha sido hecha no para el placer, sino para el heroísmo. Quiere evitar todas las molestias de la acción. El amor gigantesco de un Francisco de Asís que lo renuncia todo por Cristo, el de Francisco Javier que abandona toda comodidad para ganar almas para Cristo, el celo de San Pablo que aspira incluso a ser anatema por ganar sus hermanos para Jesús, eso está muy lejos de ser siquiera comprendido por el espíritu de la mayor parte de nuestros contemporáneos. La inconstancia en el bien comenzado es consecuencia natural de esta actitud espiritual. Como no hay arraigo ideológico suficiente, falta el espíritu de sacrificio para hacer frente a los compromisos en los días malos y difíciles y de ahí que es la gana, la que determina la conducta. Si hay gana se acude; si no hay gana, no se acude y se abandona la obra comenzada, como trágicamente lo estamos comprobando todos los días, con gravísimo daño en las obras comenzadas. La Acción Católica tiene la grave misión de crear este sentido de responsabilidad. La formación que se da en sus círculos de estudio va disipando la inconsciencia y ayuda a precisar conceptos sobre el destino de la vida humana, la misión del hombre sobre la tierra, el sentido de eternidad de nuestras obras, sobre los fundamentos del apostolado, sobre dogmas tan trascendentales como cielo, infierno, redención. Los ejercicios espirituales y los retiros mensuales van acentuando estos conceptos, sobre todo si se obtiene que el ejercitante logre meditar en forma personal y adquiera el hábito de la meditación diaria. Los trabajos escritos que se encargan al socio de A.C. contribuyen mucho a hacerlo pensar y a ponerlo frente a problemas cuyos contornos debe delinear al poner por escrito sus ideas. Las encuestas bien dirigidas son auxiliares preciosos para crear el sentido de la responsabilidad en el joven pues lo obligan a encarar situaciones en las que nunca tal vez había pensado. Una concepción justa de la A.C. es la que se da cuenta que la misión de la A.C. es la misma de la Iglesia; esto es llenar la vida entera y cada una de sus actuaciones del espíritu de Cristo: "Instaurar todas las cosas en Cristo". En este sentido la A.C. debe preocuparse de dar una solución a problemas de orden educacional, social, recreativo, deportivo, etc., a todas las actividades que preocupan a un joven, excluidas las de política partidista. Frente a cada una de estas actividades debe responsabilizar a un joven, dándole instrucciones bien concretas de cuál debe ser su actuación y de qué es lo que se espera de él. No hay mejor camino para formar jefes que dar responsabilidades concretas, lo más concretas posibles. Al encargado de cada una de estas actividades ha de darle el Presidente las instrucciones precisas para que pueda actuar, pero dejando su realización a cargo del responsable, el cual deberá solucionar las dificultades de ejecución que se presenten. No basta dar la responsabilidad: es además necesario pedir cuenta frecuente de cómo se ha ejecutado. En cada reunión del centro deberían los responsables dar cuenta de sus actividades, para que los demás se sientan estimulados y puedan también aprovecharse mutuamente con el intercambio de experiencias. Es un pésimo dirigente de A.C. el que para mejor cumplir su cargo suprime la responsabilidad de sus subordinados y pretende darles todo el trabajo realizado, no dejando nada a su iniciativa. Mientras más alto es el cargo del dirigente más deberá contentarse con tener en sus manos las líneas generales de los diferentes problemas, dejando la realización de las actividades que entrañan en manos de los subordinados. Si la A.C. logra formar la conciencia, despertar el esfuerzo y dar responsabilidades concretas será una gran escuela de dirigentes. Tiene medios sobrenaturales y naturales abundantes para obtener este resultado. A cada uno de los dirigentes corresponde hacer uso de ellos para formar en Chile el sentido de la responsabilidad. CONCLUSIONES. Fiel a mi deber. Constante en lo comenzado. Examen de conciencia de mis compromisos. ¿Qué he de tomar? ¿Qué he de dejar? ¿Qué he de modificar? Introducir en el centro el sistema de responsables. RECAPITULACION. ¿Qué impresión te deja la irresponsabilidad de nuestra época? ¿Cómo combatir el dominio de "la gana" en mi vida? ¿Qué medidas podríamos tener para inculcar más la virtud de la constancia en nuestros socios? OBJECIONES. Las críticas que se hacen de la irresponsabilidad general son exageradas. Esas faltas son sin importancia: no constituyen pecado. Nuestro siglo es incapaz de un esfuerzo serio, ya que los nervios de nuestra generación están gastados. Hay que ser indulgentes. XI LA EDUCACION PARA EL HEROISMO CUESTIONARIO. ¿Cuál es el sentido cristiano de la vida? ¿Cuál el sentido pagano? ¿Qué significa tener una mústica en la vida? ¿Cuál es la mústica cristiana? Exposición. Más aguda que la crisis económica, que es atroz, más grave incluso que el conflicto internacional, el más sanguinario que ha conmovido a la humanidad es la actual crisis de hombres. Relajación, superficialidad, falta de disciplina para la vida. Los jóvenes de nuestro tiempo no dan la impresión en general de ser como los fuertes robles, sino como los fofos ombúes. Su continente no es el del militar puro nervio, cuyas piernas parecen de piedra al adoptar la posición firme, o cuando virilmente marcha con paso de parada, sino más bien la actitud débil del que es pura carne, de mirada indolente y de aire desmazalado. La Patria necesita un nuevo tipo de hombre. No se puede tallar la efigie del Chile nuevo en madera podrida. Una personalidad decadente no puede ser el sostén de una humanidad mejor. La nueva concepción del hombre que saldrá después de esta atroz guerra tendrá que diferir sustancialmente de la concepción de la mayoría de nuestros contemporáneos. Merecería el calificativo de loco quien imaginara que con simples paliativos, con un poco de reboque y unos puntales podrá adaptarse la actual construcción ideológica a la nueva humanidad que ha de nacer si el mundo no llega a su fin. Y esta nueva era se presiente... Todos la desean, menos unos cuantos explotadores del vicio; todos comprenden que así se va a la ruina, y parecen estar todos esperando como el alumbramiento de una humanidad mejor, una nueva manera de vida, una nueva civilización. Pero esto engendra en nosotros, cristianos, una responsabilidad formidable, como pocas veces la hubo en la historia: quizás antes de la caída del Imperio Romano, y fue correspondida, y antes del Renacimiento y fue desatendida. Somos nosotros los depositarios de la verdad, los portadores de la luz, los que poseemos la vida. Y si nuestra verdad no se manifiesta, si nuestra luz no alumbra, nuestra vida no enciende otras vidas, la culpa será nuestra, exclusivamente nuestra. ¡Vosotros los que tenéis la luz! ¿qué habéis hecho de la luz? se nos podrá preguntar con trágica amargura... Los que profesan la ley de Jesucristo, los que concurren a los templos, los que declaran abiertamente que son católicos, y se ofenderían si se les tachara de paganos, ellos son los que con su ejemplo han de recordar el concepto de la auténtica cristiandad, los que han de mostrar al mundo más con su ejemplo que con sus palabras la belleza de la doctrina de Cristo, su eterna juventud, y cómo es la solución de los problemas que se presentan en todos los campos de la vida, en el terreno económico no menos que en el artístico, en el científico no menos que en el estrictamente religioso. Eso es ser sal de la tierra, levadura de toda la masa, luz puesta en lo alto del monte que ilumina toda la tierra. Para que el cristiano pueda cumplir con su misión regeneradora tiene que tomar una posición heroica, salir de su concepción burguesa que es la antítesis de la primera, en otros términos tomar al pie de la letra las enseñanzas totalitarias de Cristo: el reino de los cielos padece violencia y sólo los esforzados lo arrebatan; el que quiera venir en pos de Mí tome su cruz y sígame cargado con ella; el grano de trigo que aspira a dar fruto, muera primero; sólo así dará fruto en abundancia. El que ama a su padre o a su madre más que a Mí, no es digno de Mí... El que pone la mano al arado y vuelve los ojos atrás no es apto para el Reino de los cielos. Sentimientos éstos que han sido admirablemente interpretados por este librito popular en la piedad cristiana, cual ningún otro después del Evangelio, la Imitación de Cristo: "Déjalo todo y lo hallarás todo... Tanto aprovecharás cuanta violencia te hicieres... Sal de ti y me hallarás a Mí". Esta es la doctrina del cristianismo auténtico combativa contra sí mismo, viril, austera que se complace en mirar con ojos enternecidos la imagen de su Cristo "el de las carnes en gajos abiertos, el de las venas vaciadas en ríos..." Así lo representa su piedad y en esa imagen encuentra el valor de las grandes renunciamientos. "Me amó, y se entregó a la muerte por mí, también por mí". Este pensamiento volvía loco el corazón de Paulo de Tarso de la primera generación de cristianos, que entregó virilmente su cabeza al hacha del verdugo después de haber padecido azotes, naufragios, cárceles, veneno por Cristo. No menores renunciamientos han sufrido los auténticos cristianos de nuestra generación, como un Manuel Bonilla de San Martín crucificado un Viernes Santo por los perseguidores de Cristo en México y que escribe a su novia minutos antes del suplicio, un pensamiento de fe tan ardiente y tan viril como el de Paulo: "Amada Luz: En los postreros momentos de mi existencia te escribo las presentes letras... Ha querido Dios aceptar el sacrificio de mi vida... Mi sangre se derramará hasta la última gota por confesar la fe de quien es el Creador de todo lo existente. El recuerdo mío jamás se borre de tu memoria, amada mía. Sufro porque te abandono. Me cogieron prisionero y dentro de poco me fusilarán. No hay poder humano que me salve. Estoy en las manos de Dios y El sabrá lo que decida de mi vida. Confórmate porque así lo ha querido Dios. Recibe el recuerdo de un corazón que te amó hasta la muerte y te seguirá amando en la eternidad". Y entre Pablo de Tarso y Manuel Bonilla de San Martín, veinte siglos de cristianismo que ha producido en los seguidores auténticos de Cristo el mismo espíritu heroico que llevaba a Ignacio de Antioquía a pedir que no le compraran la liberación del martirio porque aspiraba a ser triturado como trigo entre los dientes de los leones para ser ofrecido como una hostia en unión con Cristo. El heroísmo es algo permanente en la Iglesia. El pasado siglo el P. Damián de Veuster marcha a la leprosería consciente de que iba a contraer la lepra pero salvaría así las almas de esos pobres. Al descubrir en sí la horrible enfermedad, escribe a su Provincial: "Como ya le escribí, mi muy reverendo Padre, hace una decena de años que yo suponía que ya tenía los gérmenes de esta terrible enfermedad en mi organismo, consecuencia natural y prevista de un largo tiempo de permanencia entre los leprosos. Así es que no se entristezca al saber que uno de sus hijos espirituales ha sido condecorado no solamente con la real cruz de honor, sino también con la cruz un poco más pesada y menos honrosa, de la lepra, con que ha querido permitir el Señor que yo sea estigmatizado". Ese es el auténtico sentido del cristianismo. Este es el que en cada período de la historia se han encargado los santos de recordar a una humanidad que, llevada por la ley de la inercia, ha decaído de sus altos ideales a una concepción egoísta y sensual. Una generación de santos se impone para que en nuestra época se despierte en la masa de los cristianos el sentido heroico de su fe,,y arrastre en pos de sí a sus contemporáneos haciendo nacer una nueva civilización. El mundo actual está muy lejos del heroísmo... Me refiero a la masa de nuestros contemporáneos. Se han instalado en el placer, en el hedonismo; su Dios es el confort, su ambición; el dinero que compra el confort, su miedo supremo; el dolor y la muerte. Nuestros contemporáneos se han arrellenado lo más cómodamente posible en este mundo, buscando el relajamiento muscular y espiritual. La vida burguesa es un baño tibio, la del héroe la racha de lluvia helada que azota el rostro. El burgués se distrae en la vida, el héroe se inquieta; espera, busca, mientras el primero se adormece en el placer. El burgués ama las aventuras que lo entretienen: sus autores son Zola, Ibsen, Dumas, las carnalidades de D'Annunzio, o una insulsa revista pornográfica, mientras el héroe no tiene tiempo ni humor para esas letras muertas cuando ve el mundo lleno de almas que salvar, de hombres que regenerar. El burgués es un hombre sin amor verdadero, es lo más un filántropo, pero en el fondo es absolutamente egoísta... Si hace una caridad hay algo frío en ese gesto: no va a poner el remedio al mal que le reclama, no va a la reforma de la situación injusta, va a tapar esa boca para que no grite, para no oír un llanto intranquilizador. Por eso no acepta las reformas sociales de fondo, nada que pueda amargar su propio bienestar... El burgués es un hombre que quiere seguir poseyendo y está poseído de miedo a todo lo que pueda amargar su posesión, miedo a las luchas, miedo al imprevisto... Por eso ama con pasión el ejército, la policía, las medidas de seguridad, las palabras discretas y vagas. Su símbolo es la calefacción central, su himno el silbato tranquilizador del policía que a altas horas de la noche le asegura que hay alguien que vela sobre su sueño y sobre su caja de fondos. Este espíritu burgués que estamos describiendo, valiéndonos de interesantes reflexiones de Mons. Francheschi, no está acantonado en una clase social. Hay ricos que no son burgueses, y hay pobres muy burgueses. No depende de la renta que se posee: cabe estar impregnado de él con muy poco dinero y colocarse por encima de él poseyendo gran fortuna. El burguesismo pertenece a la psicología y a la moral, no a la economía: es ante todo el olvido de que la vida presente es ruta y no término. En otras palabras es una inversión de los fines: lo eterno sometido a lo temporal, lo espiritual a lo material, la vida futura a la presente. ¿Qué posición ha tomado el cristianismo ante este espíritu burgués? ¿Ha reaccionado violentamente contra esta concepción individualista y egoísta de la vida? La Iglesia, sí. Las enseñanzas del Evangelio se han perpetuado en las de los Pontífices. Los santos en todos los tiempos. La masa cristiana también en ciertas épocas en grados muy diferentes... Hasta fines de la Edad Media se puede decir que el espíritu cristiano era una oposición al espíritu burgués, llámese éste paganismo o, como se quiera. El cristiano es cristiano en todas partes o no lo es en ninguna. El cristianismo impregna todo el orden temporal, el privado y el público; las instituciones y costumbres se conforman a la ley del Evangelio y el hombre vive en un ambiente en que lo sobrenatural es natural. Pero viene el Renacimiento que vuelve a poner en el ambiente el criterio pagano, la mentalidad de gozo y de placer; viene luego, la Reforma que le enseña al individuo a abrirse solo su camino en la vida, que va introduciendo el desprecio de las obras, matando el nexo íntimo entre la fe y las costumbres para arrinconar la vida religiosa en una fe en Cristo, en una confianza en los méritos de su sangre, despreocupándose de llenar la vida de un obrar conforme a esa fe. Viene luego el fenómeno económico de la valoración del dinero, valoración casi desconocida hasta entonces, como que ni siquiera admitía la Iglesia que pudiera producir créditos el dinero al ser dado en préstamo. Estos tres elementos van actuando sobre la conciencia de los cristianos desvirtuada por la relajación de las costumbres, aún en muchos sectores eclesiásticos, por la ignorancia religiosa que había ido cerniéndose lentamente sobre las generaciones que precedieron y sobre todo las que siguieron a la Reforma. El paganismo, el individualismo, el economismo arrinconaron la vida cristiana a los lugares de culto, mientras el paganismo fue siendo el criterio que dominaba en las relaciones temporales. Las fuerzas de reacción estaban muy debilitadas y los cristianos vieron desarticularse la concepción tradicional de su fe en la masa de los creyentes que guardaban un sentido religioso para ciertas actitudes de su vida y se movían ordinariamente como si fuesen paganos. "La falsa relación entre el cristianismo en sí y el cristianismo de la cristiandad consiste en lo siguiente: aquél habla siempre de la eternidad y piensa de continuo en el Eterno, mientras éste habla del mismo modo, pero piensa en la vida terrestre. Esto no es exacto si se trata de la cristiandad medieval; pero en lo que hace a la de nuestros días, menester es confesar que ella, como ambiente, si piensa quizás en lo terreno mientras se halla en el templo, no hace otro tanto cuando actúa fuera de él: lo social, lo profesional, lo civil, lo público escapan a la influencia vivificadora de su cristianismo. Y entonces, debilitado por ese naturalismo al que se resignó, habiendo perdido el sentido de su deber tanto con Dios cuanto con sus hermanos, el hombre cristiano de hoy día, salvo excepciones brillantes y numerosas, se dejó vencer por la tentación del burguesismo, olvidó el tono heroico, la interpretación mística del mundo y de sí mismo. Y como estaba espantado por las convulsiones revolucionarias, sin comprender que nacían precisamente de ese naturalismo, o si se prefiere de ese laicismo social, se volvió tradicionalista" (nota 26). Este burguesismo es la antítesis del cristianismo. Cristiano burgués, quiere decir: burgués y no cristiano. Pero del exceso del mal viene el remedio. Ante los males del burguesismo han nacido falsas místicas que han sido abrazadas con una fuerza tal que ha hecho abrir los ojos a los que inconscientemente las engendraron, y el exceso del mal más el soplo suave del Espíritu Santo están haciendo abrir los ojos a los cristianos, que están recobrando el sentido heroico de la vida. Verdades cristianas que los cristianos dejaron volverse locos constituyen el fondo de estos movimientos abrazados con pasión ardiente por sus seguidores. En medio de esta sociedad aburguesada ha habido almas inquietas, temperamentos que habrían sido de místicos si hubiesen sido bien guiados, almas nacidas para la lucha y que han reaccionado violentamente contra este estado de cosas: Lenin, Hitler, Mussolini, Stalin todos estos grandes conductores de hombres de nuestro siglo se han creído llamados a operar una gran revolución, haciendo un llamado a lo más antiburgués que hay en el hombre, al fondo de heroísmo que hay en cada uno de ellos. "Como dice un pensador de nuestro siglo 'El hombre es naturalmente gozador, pero por muy degradado que sea ha menester sobre todo de grandeza y superación'. El heroísmo constituye una de las exigencias más hondas de nuestra naturaleza. Los grandes conductores, los que determinaron las mayores transformaciones de la historia, no fueron quienes prometieron más placer, sino más sacrificios... La juventud sobre todo se deja arrastrar por el fascinador llamado del heroísmo. En un mundo de cobardía, egoísmo y delicuescencia el nazismo y el comunismo han propuesto a la juventud este ideal. Mi héroe -escribe un joven alemán- he aquí como lo veo: erguido, echado atrás el busto, lanzando con una gran carcajada su granada de mano en un nido de ametralladoras, y alcanzado en el empuje de su gesto por la bala que lo mata. Su último destello de pensamiento al caer es ¡todo por Alemania! Ha bebido la copa amarga con la risa orgullosa de los paganos; la vació hasta la hez de un solo golpe, y Andrés Gide defiende a los intelectuales comunizantes como él de los ataques de los burgueses: 'nuevos títulos de nobleza, nuevas formas de santidad, de abnegación, de heroísmo (y no como lo dicen Uds. de nuevas facilidades) he aquí lo necesitamos... vosotros en cambio proponéis el estancamiento en el confort de la herencia que deseáis conservar' ". Y si de las declaraciones literarias pasamos a los hechos encontramos que la realidad confirma y sobrepasa las declaraciones. "Lo horrible del choque entre Alemania Nazi y la Rusia soviética nace de ahí: no nos hallamos en presencia de dos intereses sino de dos místicos. Es ridículo pensar que la primera nación es la prisionera de Hitler y la Gestapo, y la segunda es encarcelada por Stalin y la G.P.U. La verdad es que la tensión ha ganado a ambas poblaciones. Los jefes nazis reconocen que los soviéticos luchan hasta el fin y la mayoría prefiere morir a rendirse. "Lo peligroso de estas tendencias no está tanto en su economía, ni en su política, como su mística. Si no modificaran más que el régimen de la producción, o el de las relaciones internacionales, sin despertar en sus fieles una tensión, un sentido del esfuerzo, una entrega de todo el ser a la tarea, serían poco temibles. La tiranía zarista en Rusia, el despecho producido por el tratado de Versalles en Alemania, crearon un ambiente propicio al estallido de las nuevas orientaciones, difundieron una angustia profunda. Pero si a los oprimidos y a los desilusionados no se les hubiera ofrecido más que un poco de libertad o de pan no habrían entrado por el camino que vienen recorriendo, que supone una conciencia de poseídos por el ideal místico de una misión que realizar. Mística diabólica, si se quiere, pero que supone en ellos una abnegación y una grandeza titánicas. Como dice el P. Ducattillon "entre estos movimientos y el cristianismo no se trata de la lucha entre una moral y una desvergüenza, entre un ideal y un egoísmo, sino entre dos concepciones de la moral y del ideal. No se ha comprendido cosa alguna de lo que hoy sucede en el mundo sino se ha percibido esto: el peligro que hoy nos amenaza es grande, porque es el de una virtud; lo que hay más pernicioso en el mundo no es el vicio, sino la virtud cuando ha sido falseada". La fuerza de ambos totalitarismos comunista y nazi está en que propician la abnegación, el renunciamiento, el esfuerzo, el sacrificio de la comodidad y de la vida, la fusión del individuo en la colectividad y esto no sólo en virtud de un principio económico, sino en virtud de una concepción total de la existencia. Estos totalitarismos abarcan al hombre entero y le infunden una mística que nada tiene de común con el ambiente liberal en que aparecen. Estos movimientos no han podido menos de hacer abrir los ojos a muchos católicos de alma generosa que vivían como entumecidos en el ambiente burgués del siglo y más numerosos que nunca, se han puesto en pie y han ido a engrosar las filas de un movimiento auténticamente cristiano, presidido realmente por la cruz que aspira a vivir heroicamente la vida de Cristo: "Mi vivir es Cristo". Y esto no sólo en la penumbra del templo, sino en medio de los hombres, en la profesión, o en el trabajo, en todas las actividades de la vida. Estos fieles son los preparadores, no sabemos si próximos o remotos, de una nueva civilización cristiana. "La lucha no está empeñada entre el mundo burgués y las fuerzas de la falsa mística... aun cuando el primero lograra imponerse por la fuerza abrumadora de su instrumental, al día siguiente de la victoria las fuerzas internas de la disolución que lo trabajan harían estallar sus instituciones. El verdadero combate se libra entre las místicas diabólicas y los cristianos que comprendieron y acataron el sentido heroico de su fe. Estos hombres se hallan condenados a arrastrar el peso muerto de los burgueses cristianos, incomprensivos, carga que ellos no crearon, pero que pesa sobre sus espaldas". "¿Qué resultará del conflicto? Puede ser que las cuentas del mundo presente sean excesivamente abrumadoras, y que éste acabe mal. Pero el fin de un mundo no es el fin del mundo. No sabemos para que tiempo trabajamos. Aun cuando fuera verdad que un renacimiento católico viniera demasiado tarde para un mundo que recogió la herencia de Lutero, Descartes y Rousseau, vendría muy temprano para otra época de cultura. Los apóstoles y los mártires que vivieron en los cuatro primeros siglos de la Iglesia pudieron creer que iban a salvar, cristianizándola, la civilización romana; en realidad no hicieron más que almacenar elementos para una civilización que no imaginaban siquiera: la medieval. ¿Por qué no habría de suceder otro tanto en nuestro siglo?". "Quizás para purificar el mundo por el fuego y la sangre, haga falta una ola de totalitarismo pagano... Consumida la escoria subsistirá el metal vivo. Pero para ello se necesita que los católicos comprendan que dentro del templo, como fuera de él, han de animarse a ser otro Cristo". CONCLUSIONES. Comprender que ser cristiano es "ser Cristo", aceptar su cruz, su pobreza, sus humillaciones, sus dolores. Fe en Cristo y rechazo de la Cruz son incompatibles. La mayor parte de mi Cruz es mi deber de estado y mis deberes de Acción Católica. Generosamente aceptar los sacrificios que mis jefes me impongan, sin jamás alejarme. RECAPITULACION. ¿Cuál es tu concepción de la vida cristiana? ¿Por qué se han alejado tantas almas de la Iglesia? ¿Cómo orientar la juventud católica ofreciéndole placer o pidiéndole sacrificio? OBJECIONES. Presentar la Cruz sin alejar las almas de la Iglesia. Se ahuyentarán. La Iglesia si quiere seguir con el siglo deberá suavizar su moral; su criterio sobre fuerza, matrimonio, etc. XII ENCUESTA SOBRE LA EDUCACION RELIGIOSA EN CHILE ¿Sabes cuántos niños hay en edad escolar en Chile? ¿Cuántos asisten a la escuela católica? En las escuelas oficiales ¿cuántos tienen educación religiosa? ¿Quieres darte cuenta de la ignorancia religiosa en el pueblo: interroga a seis niños pobres sobre las preguntas fundamentales del catecismo y oraciones del Padrenuestro, Avemaría, acto de contrición... Ofréceles un premio y te responderán. ¿Cuántos las conocen entre los seis? Pregunta a seis jóvenes de tu misma situación tomados al azar, si saben lo que es la Misa, por qué se va a Misa; si saben lo que es la Gracia, para qué sirve el Bautismo. ¿Qué piensas de la situación religiosa de los alumnos de liceos fiscales y de los universitarios? ¿Qué alcance tiene esta situación para el porvenir de Chile? ¿Qué impresión tienes sobre el conocimiento y práctica religiosa de los obreros? ¿Te has dado cuenta si hay campaña protestante en tu parroquia? ¿Hacen prosélitos? ¿Por qué? ¿Qué piensas hacer tú para ayudar a resolver el problema de la ignorancia religiosa en Chile? ¿Qué relaciones ves entre la enseñanza religiosa y el aspirantado de la A.C.? XIII LA EDUCACION RELIGIOSA EN CHILE CUESTIONARIO. ¿Qué impresión tienes sobre el grado de conocimiento de nuestra fe que hay en la masa de los que se llaman católicos? ¿Podrías darme algunas apreciaciones personales sobre este punto? La gente culta, tus compañeros, ¿conocen bien su religión? Tú ¿sabes lo que es el Cuerpo Místico de Cristo, la Gracia Santificante, la esencia de la Misa? ¿Cuánto tiempo semanalmente das tú a tu formación religiosa? ¿Será suficiente? Exposición. Una anécdota: un muchachón por sobrenombre Gañote, tipo del joven de arrabal, no malo, pero descuidado, ha sido llevado apuñaleado al hospital. Lo visita el Capellán y traba con él el siguiente diálogo: _Compañero: ¿nunca te hablaron de Dios? ¿Nunca te enseñaron su ley? _Nunca. _¿No has ido al catecismo? _¿Catecismo?... Espere... una vez en la escuela... yo estaba en segundo grau... y vino un cura como usté y la directora dijo... el que quiera aprender catecismo que se quede... después de hora. Yo le pregunté a la maestra: ¿Qué es catecismo, señorita? Y ella me contestó: Es cosa de religión, de Dios, pero si no quiere, puede irse... y yo me fui, tenía hambre, era después de la hora de irse... _Bien... yo te enseñaré el amor de Dios... _¿Es uno que murió en la cruz? _Sí... pues Ese es el Hijo de Dios... que vino al mundo para salvarnos... _¿El Hijo de Dios? Pero... ¿Dios tiene hijo? _Sí, y tú eres su hijo también... _¿Quién... yo? Yo soy una mugre... avise... Usted quiere burlarse. _No; de tal manera te quiso Dios que mandó a su Hijo para buscarte... _Entonces, ¿usté es Jesucristo?... ¿Usté? _Sí, yo soy Jesucristo, porque El me mandó hasta ti... te abrazo en su nombre... en su nombre te bendigo. Gañote sobre la almohada de su celda llora y ruge: _Soy una mugre... ¡Hijo de Dios!... ¡Mugre pura! _¿Cuántos Gañotes de corazón sincero, malos porque nadie les ha enseñado a ser buenos y muchos a ser malos, vuelven de nuevo al Padre apenas un corazón de apóstol se los muestra. En los arrabales de todas nuestras ciudades muchos Gañotes pobremente vestidos esperan a un sacerdote o a un joven de alma de apóstol que les explique el Evangelio y les hable de Jesucristo. Cuando ese joven llegue brotará una mies de trigo purísimo... lo que falta son operarios para tanta mies (nota 27). La ignorancia de las masas. El gran escándalo del siglo XX es que la Iglesia ha perdido a la clase obrera, decía con profundo dolor S.S. Pío XI. Las preocupaciones de orden material se han adueñado de las masas. Salir de su pobreza, a veces de la miseria, ha sido su interés dominante. Las preocupaciones espirituales han ido poco a poco relegándose a segundo término y cuando los proletarios se han dirigido a los intelectuales en busca de solución los han hallado dominados por un subjetivismo agnóstico que provocaba en ellos escepticismo o al menos frialdad religiosa. Una inmensa ignorancia domina a las masas obreras. Los que guardan su fe la conservan como una tradición de familia, como un sentimiento, no como una vida que se adueña de ellos. Debido a esta ignorancia se ha perdido la fe religiosa. En Francia un apóstol de los barrios obreros se pregunta con angustia: "En la actualidad ¿son fieles a sus deberes religiosos más del 2 ó 3% de los obreros? La respuesta es muy dudosa". Las barriadas excéntricas de París apenas reúnen los domingos entre hombres, mujeres y niños un 5 o un 6% de los fieles. Un buen número de obreros ni bautizan siquiera a sus hijos. La actual guerra ha confirmado una vez más que el pueblo francés tiene un fondo fundamental de cristianismo pero sin conocimientos ni prácticas religiosas. Lo que acabamos de afirmar de Francia lo repite uno de los fundadores de la J.O.C. a propósito de los trabajadores belgas: una tercera parte de los obreros de 14 a 16 años yace en una profunda ignorancia religiosa y moral. Por eso al llegar a los 16 años las nueve décimas partes abandonan las prácticas religiosas. En los otros países católicos la ignorancia es grande y la frialdad religiosa su triste consecuencia. La conocida revista "Razón y Fe" afirma en 1940 que en la España actual reconquistada por Franco hay regiones donde apenas el 1% de los obreros se acerca a la Iglesia. En los países protestantes la indiferencia, la apostasía y, por tanto, la ignorancia religiosa son inmensamente mayores. Los pueblos protestantes son pueblos religiosos sin religión: saben más de los dioses paganos y de los personajes de la mitología que de la redención cristiana. (Sobre este punto consultar el prólogo del libro ¿Es Chile un País Católico? del P. Hurtado, Santiago 1941). La ignorancia religiosa en Chile. Estos últimos años se han producido en Chile fenómenos que han influido notablemente en el cambio de concepciones religiosas de la masa; el éxodo de los campos a las ciudades ha venido creando grupos sin arraigo alguno, hambrientos de placer y diversión despreocupados de todo problema religioso. A esto viene a juntarse la propaganda roja anticristiana que durante tantos años se ha estado esgrimiendo en Chile en la escuela y en el liceo contra la religión. Y por encima de estas causas la escasez pavorosa de sacerdotes que puedan transmitir los conocimientos fundamentales. Hace unos veinte años era inusitado encontrar en los campos gente que no supiera los fundamentos de la religión; hoy por desgracia, con mucha frecuencia los jóvenes ignoran los misterios centrales del cristianismo y hasta las oraciones en común. Los pocos rezos que logran rezar muchos hasta la mitad... son deformados horriblemente, lo que demuestra que no han captado su sentido. Hay poblaciones en que apenas si se encuentra un grupo reducido de niños que sepan responder a las preguntas del catecismo. Esto lo han podido comprobar obispos y sacerdotes que han recorrido el país. ¿Conciencia de las ideas fundamentales del cristianismo? ¿Darse cuenta de lo que es ser cristiano? ¿De las obligaciones que encarna? ¡Qué poquísimos aún en la clase alta! Las dificultades con que tropieza la enseñanza religiosa en Chile son inmensas... en primer lugar, la familia de nuestro pueblo, salvo honrosas excepciones, no tiene formación religiosa; su fe es simple y con frecuencia mezclada de supersticiones. El sacerdote que es llamado por principal misión a enseñar la religión, apenas puede hacerlo en Chile. Si cada sacerdote en Chile no tuviera otro trabajo que enseñar religión a los niños en edad escolar tendrían en algunos sitios varios de ellos más de mil niños a su cargo, en los sitios en que tendrían menos les corresponderían más de trescientos. En realidad, más del 80% de los niños escapan a la influencia profunda del sacerdote. Si los niños no reciben educación religiosa en el hogar ni del sacerdote, ¿la recibirán en la escuela? Un resumen de los tristísimos datos que tenemos a la vista después de prolijos estudios, nos da la siguiente conclusión: Hay en Chile poco más de 900.000 niños en edad escolar. De éstos hay cerca de 700.000 que no reciben enseñanza religiosa ordinaria en la escuela y la mayor parte absolutamente ninguna. Meditemos bien esta cifra: 700.000 niños en edad escolar no aprenden regularmente del sacerdote ni de la escuela a conocer a Dios y a observar sus mandamientos. Son apenas 230.000 niños los que reciben educación religiosa ordinaria. La enseñanza catequística en general es pobre, con poco método y menos atracción y apenas deja en las mentes unas pocas verdades confusas. Se ve en los catecismos muchos niños menores de cinco años que sólo molestan y los mayores no pasan de 12 años, de modo que su instrucción religiosa no supera al aprendizaje de memoria de las oraciones y verdades fundamentales. La enseñanza religiosa no puede ser realizada sino por maestros bien formados que hagan vivir los dogmas de la fe y que no se contenten con un conjunto de fórmulas muertas incapaces de arrancar los sacrificios que exige la vida cristiana. Catequistas seglares preparados para dar la enseñanza religiosa hay pocos. En algunas ciudades y pueblos hay personas abnegadas que cumplen bien la misión de catequistas pero son muy escasas. En los fundos se prepara rápidamente a los niños de primera comunión con ocho días de catecismo del que poco queda, pero hay que dar gracias porque siguiera se hace esto... La mayor parte de las catequistas de los fundos hacen una clase de catecismo tan pobre y aburrida que sería maravilla que los niños se interesaran por la religión y no se aburrieran horriblemente. Para obviar estas dificultades se fundó en Santiago el Hogar Catequístico Femenino, una de las obras de mayor trascendencia en el campo del apostolado. Jóvenes de Santiago y grupos de niñas venidas de provincias se preparan durante un año con clases de religión, metodología, y ramas auxiliares, a dar un examen de competencia ante un tribunal mixto de profesores designados por el Episcopado y por el Gobierno. Hay ya 267 niñas que han recibido su diploma, después de grandes sacrificios. Pero que son tan pocas para 3.367 escuelas primarias en cada una de las cuales hay centenares de alumnos. Los hombres en un momento de entusiasmo iniciaron su preparación catequística para dar el examen que los habilite como profesores de religión en las escuelas, pero poquísimos lograron llegar hasta el examen... Sería una vergüenza que los católicos chilenos, teniendo una ley que les permite las entradas a las escuelas oficiales a enseñar lo que ellos más aman, su religión, por desidia, por cobardía o por no molestarse, dejaran inactiva su fe. ¡Qué hermoso argumento tendrían los no católicos de la frialdad de los católicos chilenos si habiéndoles abierto las puertas de las escuelas, por pereza no penetraron en ellas! ¡Querría decir que eran católicos nominales! Que respondan a ese reto ¡pero ojalá que respondan con hechos! La enseñanza religiosa en los liceos. Hay en Chile 28.117 alumnos en los liceos fiscales. Entre éstos, aquéllos cuya familia lo desea, pueden tener una hora de religión por semana durante el primer ciclo de humanidades, esto es, hasta el tercer año. Una hora por semana durante el primer ciclo es totalmente insuficiente como enseñanza religiosa. A esto se agrega la poca estima que se atribuye a dicha enseñanza, considerada como un ramo técnico en la misma categoría que el dibujo, la gimnasia, los trabajos manuales. Además es muy frecuente encontrar un porcentaje elevado de profesores que son totalmente contrarios al catolicismo y que no desperdician ocasión para demoler las creencias religiosas, espaldeándose cobardemente con el nombre de la ciencia. Hay otros cuya moral es pobrísima y que no trepidan en aconsejar a los alumnos una actitud en la relación de los sexos absolutamente inmoral, que ellos estiman la única posible para el hombre, pues desconocen el apoyo de la gracia. Esto hace que hombres bien conocedores de nuestro alumnado estudiantil no trepiden en afirmar que hay liceos en que existe un porcentaje apreciable de niños que tienen enfermedades vergonzosas, leen de preferencia libros reprobables y sus preocupaciones y lenguaje giran casi siempre alrededor de asuntos de carácter erótico. Consecuencia lógica de la supresión práctica de la enseñanza religiosa y moral para dejar convertida la escuela en un almacén de nociones desprovisto de todo idealismo. ¡Cuántos niños hay que piden pan y no hay quien se los parta! La A.C. tiene una obligación gravísima de preocuparse de la formación intelectual y moral de los liceanos. En ellos reside en gran parte el porvenir de la Patria. Ellos por su parte manifiestan espléndida voluntad para recibir la educación cristiana, dondequiera que se ha iniciado el trabajo. En el Congreso Eucarístico de Santiago hubo más de mil alumnos mayores de los liceos fiscales que hicieron pública declaración de su fe. En muchos liceos de Chile hay pequeños círculos de estudio que es necesario fomentar y desarrollar para dar esta ocasión al menos a tantos jóvenes de conocer el Camino, la Verdad y la Vida de sus vidas. Los católicos franceses y los católicos austríacos frente al liceo oficial han puesto el hogar católico donde el alumno recibe la formación cristiana, encuentra a su director espiritual, su capilla, salas de estudio, bibliotecas de consulta, salas y patios de juego, y la compañía amistosa de jóvenes de las mismas creencias que pasan a ser sus hermanos mayores. La Educación cristiana de los universitarios y empleados. Es bastante frecuente encontrar entre el alumnado universitario jóvenes que no están bautizados, muchos están desprovistos de toda creencia y aun de todo conocimiento religioso. Buen número de alumnos universitarios, y en mayor proporción dígase lo mismo de los empleados y agricultores, no tienen en materia religiosa más formación que los alumnos de la enseñanza primaria. Desconocen su fe y lo que es más grave, aceptan sobre ella las más absurdas leyendas. Un trabajo de recristianización del ambiente universitario y profesional se impone. Quien está llamado a hacerlo es la Acción Católica y dondequiera que lo ha iniciado los resultados recogidos han sido muy superiores al trabajo que se ha gastado. Varias de las escuelas universitarias francesas han vuelto a ser católicas en su gran mayoría y donde los creyentes no han llegado a imponerse numéricamente están tan prestigiados y son hombres de tal capacidad que obtienen por mérito los puestos que suponen mayor preparación. Entre nosotros igual cosa ha sucedido en el Instituto Pedagógico, Escuela de Medicina y otras facultades universitarias en que los alumnos católicos han logrado imponerse en todo sentido, a base de obras que han comenzado por despertar en ellos la conciencia de su fe dormida. CONCLUSIONES. Afirmarnos más y más en el propósito de intensificar la formación individual en nuestro centro de A.C. Hacer interesantes las sesiones de formación: preparar bien el Evangelio y las explicaciones de formación. Sin formación no hay A.C. Atraer mensualmente por lo menos a los simpatizantes para que reciban alguna formación religiosa. La campaña del libro religioso: Evangelio, Silabario del Cristianismo, Catecismo, folletos sobre la Misa, etc. Estudiar qué podremos hacer por penetrar en cada una de las escuelas de la Parroquia y trabajar intensamente en la enseñanza del catecismo a los niños. RECAPITULACION. ¿Qué impresión te deja el grado de cultura religiosa de nuestra Patria? ¿Será posible que haya práctica religiosa en Chile en las actuales circunstancias? ¿Sabes cuántos hombres van a misa los domingos? Frente al movimiento comunista, racista y a todos los "ismos" anticatólicos ¿cuál será el trabajo más urgente? ¿Será la política? ¿Qué podremos hacer los jóvenes de este centro por levantar nuestro nivel religioso en primer lugar...?, ¿el de los jóvenes de nuestra edad...?, ¿el de los niños de las escuelas que no conocen a Cristo? OBJECIONES. Es inútil la enseñanza de la Religión en nuestro pueblo dada su escasa cultura. Vale más la pena dejarlos en su ignorancia: así al menos no pecarán. Es inmoral enseñar la religión a un niño antes que tenga su criterio formado. La religión la debe escoger cada uno al llegar a la virilidad. Mucho más importante y más propio de un hombre es trabajar en la política, organizar meetings, hacer campañas de radio, de prensa que enseñar la religión a los niños: es tiempo perdido el que se gasta en ellos. XIV LA EDUCACION RELIGIOSA DE UN JOVEN DE A.C. CUESTIONARIO. ¿Cuáles son tus aspiraciones en materia de cultura religiosa? ¿Qué materias relacionadas con la religión crees tú que debes conocer? ¿Cuánto tiempo será lógico que consagre un joven de A.C. a su cultura religiosa? ¿Qué piensas del nivel de cultura religiosa de tus amigos? ¿Qué piensas de la formación religiosa que se da aquí en este círculo? ¿Qué lados buenos y qué defectos le encuentras? ¿Qué impresión te quedó de la formación religiosa de tu colegio o escuela? ¿Te dejó alguna huella para la vida? ¿Has podido apoyarte en ella para defenderte en las luchas morales y para construir tu carácter? ¿Qué ideas te han quedado más precisas de las que recibiste en tu formación religiosa? Explicación. La formación religiosa sólida, integral de los jóvenes es el primer objetivo a que aspira la A.C. Sin formación religiosa seria no hay vida católica, y mucho menos puede haber Acción Católica, ya que toda acción no es más que la proyección de un ideal. Ahora bien, como por desgracia lo hemos lamentado en otras ocasiones, la formación en las escuelas oficiales es casi nula en muchas y simplemente nula en otras; aun en los colegios católicos absorbidos los alumnos por un programa vastísimo de materias profanas, quedan en la formación del joven inmensas lagunas y los mismos conocimientos que adquiere son superficiales y desligados de la vida. La primera tarea, pues, de un buen centro de A.C. es dar a sus miembros una sólida formación religiosa. El Santo Evangelio puede ser una excelente introducción. Al mismo tiempo que un alimento para nuestra piedad y para nuestra moral, las palabras de Cristo son espíritu y vida; son como una espada de dos filos que penetra hasta el fondo del alma. Por eso es muy de aconsejar en los círculos de estudio la lectura del Santo Evangelio. No es sin embargo absolutamente indispensable, en el sentido que su omisión signifique la falta de un elemento esencial a la Acción Católica o a la piedad cristiana. "La exposición hecha por el Asesor acerca de algún punto dogmático, moral, social, como su exhortación, puede, cuando él lo juzgue conveniente, reemplazar la lectura del evangelio. No está de más recordar que la autoridad del Santo Evangelio no es superior a la autoridad de la Iglesia que lo acredita como palabra de Cristo, y tiene la misión de explicarlo". (De una carta de Mons. Caro al Asesor Arquidiocesano de la A.C. de Santiago). La lectura del Santo Evangelio ha de recomendarse insistentemente a todos los socios de la A.C. y una de las primeras campañas que debería realizar un centro de A.C. habría de ser la venta del Evangelio a cada uno de los socios, la venta del Evangelio en la puerta de la iglesia y en cada una de las casas de la Parroquia. Deberían igualmente proveerse de fondos para poder regalar Evangelios a los presos y enfermos. A todos los fieles debería aconsejarse que tuviesen el Santo Evangelio en su velador, que lo leyesen y meditasen con frecuencia, a ser posible cada noche, y que esta lectura la hiciesen, no como una lectura cualquiera, sino como quien escucha humilde y reverente las palabras de Dios. Es imprescindible para un joven cristiano acudir a las fuentes mismas de la revelación y ponerse en contacto directo con ellas. Una vez adquirido un sólido conocimiento del Sto. Evangelio, conviene también que los jóvenes lean el resto de la Sgda. Biblia, precediendo eso sí en el círculo de estudios o en el trato con su director espiritual una formación que lo capacite para comprender el texto sagrado, y para venerar con humildad las obscuridades que en él encuentren. Una lectura directa y sin preparación del texto sagrado, puede desconcertar a aquellos jóvenes que ignoran la esencia de la inspiración divina que dignifica los libros sagrados y las líneas fundamentales de la economía de la creación. La Iglesia no prohíbe a sus fieles la lectura de la Sagrada Escritura, antes bien la aconseja insistentemente, pero exige en ellos una preparación suficiente para que puedan hacerla con fruto. Tratándose de la lectura de la Sagrada Escritura, conviene también notar que si bien es la fuente más excelsa de nuestros dogmas,, no es la única y que al lado de las Sagradas Escrituras está también el depósito de la tradición transmitida oralmente al principio, por escrito después en las obras de los Padres de la Iglesia y otros documentos antiquísimos que nos transmiten la revelación divina. La Sagrada Escritura y la tradición son las fuentes remotas en las cuales se apoya nuestra fe; la fuente inmediata es el magisterio de la Iglesia: la enseñanza oficial de Cristo por boca de Pedro y de los apóstoles y de sus sucesores. Este magisterio de la Iglesia no es más que la realización de la orden de Cristo dada a sus apóstoles: "Id y enseñad a todas las naciones...". El mandato de Cristo fue, pues que la Iglesia enseñara: parte de esa enseñanza está contenida en el Nuevo Testamento, parte en la tradición primitiva; y toda ella nos consta a nosotros auténticamente en la enseñanza actual de la misma Iglesia. Estas ideas son las que distinguen substancialmente la actitud protestante de la católica en lo referente a las fuentes de la revelación. Para el protestante no hay más fuente de revelación que la Sagrada Biblia y ésta interpretada libremente por cada fiel, con las luces que él cree que le comunica el Espíritu Santo. Para el católico la Sagrada Biblia ocupa un lugar de preferencia, pero no de exclusividad; aprecia enormemente las luces que el Espíritu Santo comunica a cada alma en la lectura de la Sagrada Escritura, exhorta a esta lectura y a impetrar esas luces, pero sabe que jamás una interpretación privada podrá prevalecer contra una interpretación oficial de la misma Iglesia; recibe con veneración esas mismas interpretaciones de la Iglesia; y en sus dudas, si la Iglesia se digna dar una interpretación, la aceptará fielmente, sabiendo que su Madre la Iglesia está asistida por el Espíritu Santo y que Cristo está con ella hasta la consumación de los siglos. El estudio del dogma. La A.C. debe dar además una exposición del dogma viva, fresca, interesante con sus aplicaciones prácticas, sus rasgos hermosos y edificantes y su relación con las necesidades vitales del alma humana. El estudio del dogma no debe ser demasiado científico, es decir demasiado árido. Las fórmulas escuetas son necesarias para precisar pero no bastan para infundir amor a la Religión. "El árbol de la ciencia no es todavía el árbol de la vida". Los apóstoles del cristianismo no sacaron su fuerza incontrastable de conceptos fríos, sino del contacto íntimo y personal con Cristo. Primer fundamento de toda vida religiosa es la noción recta de Dios y de nuestras relaciones con El. Al hacerlo hemos de avivar el espíritu de obediencia y de amor ofreciéndolos a Dios; hemos de hacer patente la acción de la Divina Providencia y hemos de enseñar a verla en todas las circunstancias de la vida; hemos de constatar que Dios es santo, pero no hemos de tratar su santidad negativamente, como mera excepción de pecado, sino que la hemos de ver de un modo positivo como belleza sin par. ¡Cuán hermoso ha de ser Dios si tan bello es este mundo! Dios es justo, pero no un tirano sin entrañas. Hemos de borrar de nuestras mentes esa imagen del Dios carabinero o del Dios agente de aduana, o del Dios que mira con microscopio el fondo de la conciencia. Dios juzga, Dios castiga, pero también Dios premia, premia hasta el más leve buen pensamiento. En una palabra Dios es "Amor" y este concepto del Dios ha de ser el que llene nuestra vida. Como lo dice hermosamente San Juan nosotros nos fiamos de Dios; creemos en su caridad". Junto al conocimiento de Dios ha de ocupar lugar prominente el conocimiento de Nuestro Señor Jesucristo, de lo cual hemos hablado ya en otra lección. Los sacramentos de la Iglesia, canales ordinarios de la gracia los hemos de conocer mejor. Hemos de penetrar el sentido íntimo y profundo de cada sacramento y el valor de vida que de cada uno se desprende: el bautismo es el principio de la construcción del templo espiritual que es nuestra propia vida elevada por la gracia, No sólo nos perdona el pecado sino que nos trae la vida divina a nuestra propia alma. Hace de nosotros templos de Dios, custodias ambulantes de Cristo. Dios en mí y yo en El, es la consecuencia que no puede menos de sacar quien ha meditado a fondo lo que significa su bautismo. ¡Qué apoyo oral más inmenso podemos aquí encontrar para toda nuestra vida espiritual! La confirmación, el sacramento de la A.C. que nos confiere la misión apostólica, el obrar en nombre de la Iglesia, una participación más explícita en el sacerdocio real de Jesucristo. En ella se nos da el Espíritu Santo con todos sus dones que son realidades realísimas, que transforman las almas que los poseen. Uno de los elementos más sólidos de toda vida espiritual de un militante de la A.C. ha de ser el conocimiento íntimo que tenga del dogma del Cuerpo Místico de Cristo y de sus corolarios o antecedentes según se los considere: la comunión de los santos y la habitación de Dios en nuestras almas. Estos dogmas que constituyen el núcleo de teología de San Pablo fueron el alimento de los primitivos cristianos y, felizmente, vuelven a ponerse en el primer sitio de la conciencia cristiana en nuestro tiempo. Movimientos espirituales como la J.O.C. y lo mismo puede decirse en general de todos los movimientos de juventud contemporáneos, han logrado producir una verdadera mística en sus adherentes a base de una comprensión vivida de estos dogmas. En esta concepción Cristo no es sólo un personaje histórico que nació, vivió y murió hace mil novecientos años, sino que es un ser vivo, tan vivo ahora como antes y con el cual estoy en relaciones de intimidad tan reales y tan cercanas ahora como antes; El y yo formamos realmente uno, no con unidad que destruya nuestra individualidad, ni que llegue a constituir una unión hipostática como la que existe entre las dos naturales de Cristo, pero sí con una unidad que los teólogos llaman mística, esto es, misteriosa pero no menos real que las anteriores. El y yo formamos un cuerpo. El es la cabeza, yo y mis hermanos los hombres, los miembros de ese cuerpo. Entre El y nosotros hay una comunidad de vida: la vida de la cabeza es la vida de los miembros; su espíritu circula en nosotros. Con toda verdad podemos repetir como un mártir mexicano segundos antes de ser fusilado: Cristo vive en mí y yo vivo en Cristo. El alma de todo este cuerpo misterioso es el Espíritu Santo, el alma de la Iglesia. Todos los cristianos somos consecuentemente templos del Espíritu de Dios. ¡Qué respeto tan profundo ha de inspirarnos esta idea si mediante una oración continua la asimilamos en nuestra vida. Incorporar este principio en nuestra fe, en nuestra vida cristiana ha de ser una de las tareas primordiales de toda educación que dé la Acción Católica. Consecuentemente a esta unidad misteriosa que hay entre los miembros y la cabeza en este Cuerpo Místico que es la Iglesia, se sigue el dogma de la comunión de los santos: nuestras buenas obras son participables; nosotros vivimos sobrenaturalmente por la vida de Cristo; y nuestros hermanos reciben un aumento de esa misma vida por nuestra mayor vida en Cristo. ¡Dogma, el más social de los dogmas! Solidaridad más íntima que la que ha podido soñar ninguna internacional comunista. No somos camaradas, somos hermanos, miembros de miembro, células de un mismo cuerpo, ramas de un mismo árbol, sarmientos de una misma vid. Para hacer vivir estos dogmas deberíamos en los círculos de estudio recordar las parábolas de la vid y de los sarmientos; las metáforas tan frecuentes en San Pablo y en San Pedro del cuerpo humano, del edificio del cual formamos parte como piedras, del injerto; las frases de Cristo en el juicio final premiándonos o castigándonos por lo que hayamos hecho a los pobres como hecho a El y muchos otros lugares en que se repite esta misma idea. Podríamos tomar la edición del Nuevo Testamento hecha en la Imprenta "San Francisco" y ver en el índice la palabra Cuerpo Místico y comentar estos pasajes. Con mucho fruto se podrían comentar los capítulos de la obra del católico Glorieux "Cuerpo Místico y Apostolado" (Ed. Difusión). Como lectura espiritual para los jóvenes no nos cansamos de recomendar las obras del P. Plus, gran vulgarizador de estos dogmas, en particular, "Dios en Nosotros", "Cristo en Nuestros Prójimos", "Frente a la Vida", "Irradiar a Cristo". Para jóvenes de sólida formación recomendamos especialmente "Cristo Vida del Alma" de Dom Marmión. Estos temas que aquí no hacemos sino tocar para establecerlos como constitutivos esenciales de una sólida vida espiritual han de ser ampliamente declarados en las reuniones de A.C., han de ser materia de la meditación cotidiana de los jóvenes, de sus lecturas, de la formación que dé el director espiritual y se han de ver en maravillosa síntesis al hacerse los ejercicios anuales. Así estos dogmas se incorporarán en la vida, crearán una mística y nuestros militantes serán soldados apasionados por Cristo y por su causa. La formación moral. Independencia moral falta muchas veces a nuestros jóvenes; no menos que el vigor de acción que pudiera merecerles el debido respeto a los demás. Jóvenes buenos son a veces impotentes, débiles; agotan sus fuerzas en la lucha contra el mal, pero no saben levantarse hasta las grandes acciones. La justa enseñanza moral ha de tener blanco preparar a los jóvenes para la gran lucha moral de la vida moderna, a fin de que puedan cumplir sus deberes no solamente en los puestos ordinarios sino que en todas las manifestaciones de la vida privada y pública. La lucha contra los pecados no es más que un aspecto de la educación cristiana. No tiene menor importancia para las virtudes positivas, para una vida consciente y real que brota de un carácter realmente cristiano. La continua moralización de color negativo, es, a la larga,, ineficaz y no llega a levantar por sí sola la voluntad. Desgraciadamente muchos hay que colocan demasiado en el primer término lo negativo: los pecados contra los mandamientos, mientras la virtud y la perfección quedan relegadas en el olvido. Todo joven sano odia lo negativo y no quiere ser bueno en el sentido negativo. Cuando niños con frecuencia oyeron este aviso: No hagas tal o cual cosa ¡Qué aviso más desagradable! El niño malo siempre hizo algo: fué valiente, atrevido y todos lo envidiaban no porque hacía el mal, sino porque hacía algo. Por eso el educador moral no ha de decir al joven: "no hagas esto", sino "haz esto otro". Esta concepción positiva se armoniza perfectamente con una formación dogmática, adecuada. La doctrina de que somos creados a imagen y semejanza de Dios debidamente presentada, sirve de magnífica fuerza motriz para la santificación. Del hecho de que Dios es veraz hemos de deducir no sólo que no es lícito mentir, sino que hemos de ser veraces a imitación de Dios. Dios es santo, por tanto mi alma ha de estar limpia; Dios es bondadoso: también yo seré amable; Dios es misericordioso, yo perdonaré. El ejemplo de Cristo es aún más directamente eficaz para mover los corazones a la práctica de toda virtud. El examen de conciencia que es un excelente medio de formación ha de ser más positivo. No mirar tanto los pecados que hicimos cuanto el bien que habríamos podido hacer que no hicimos: ¡Cómo habríamos podido ser más amables, más puntuales, más cometidos, más mortificados, más comprensivos, más leales, más sinceros! Uno de los capítulos de la formación moral, descuidados hasta ahora por desgracia, es el de nuestra responsabilidad social. Hemos de pensar que al recibir más dones que nuestros semejantes en talento, fortuna, formación, tenemos una doble responsabilidad; personal y social. Esta doctrina es de incalculable valor moral. La acción de estos jóvenes selectos ejerce una influencia desiciva sobre la gran muchedumbre que se encuentra a nivel espiritual más bajo. La parábola de los talentos es la parábola de la responsabilidad y habría de ser explicada con mucha frecuencia y frente a esta parábola hemos de citar el panorama de las realidades sociales que nuestros jóvenes han de mortificar con su ejemplo, con su palabra, con su acción, con su plegaria. En este sentido nos parece que un estudio de la realidad nacional, tal como lo hace el libro "¿Es Chile un País Católico?" tiene un valor educativo. En esto se funda la insistencia del método jocista en el valor de las encuestas que nos darán a conocer la realidad ambiente que nosotros estamos llamados a mortificar. Notemos bien esta última frase: "que nosotros estamos llamados a mortificar"... El conocimiento de la historia eclesiástica. La historia eclesiástica ha de tener en nuestra vida espiritual un papel educativo. No ha de ser una lista de herejías ni un catálogo de Papas y Concilios, sino una lección del mundo cristiano, una fuente de energía para vivir y morir por la fe. La contemplación de las innumerables vicisitudes por que ha pasado la Iglesia ha de acostumbrarnos a escudriñar el elemento divino y humano que hay en ella, y brotará en nuestra alma una conciencia llena de amor para con la Iglesia. "La cruz permanece en pie mientras va dando vueltas la tierra" dijo San Agustín, pensamiento que es la clave de la historia eclesiástica. En lugar de una lista de herejías, de luchas e investigaduras, de continuas rebeliones la historia de la Iglesia debe ser el conocimiento de todo cuanto dió la Esposa de Cristo a la literatura, a las artes, a la burguesía, al obrero, a la familia. A más de la historia eclesiástica general deberíamos conocer con especial cariño la historia eclesiástica de nuestra propia Patria, de nuestra Parroquia, de nuestro Colegio: vincular nuestra vida humana con nuestra vida divina hasta en sus menores detalles. La propagación de la fe entre los pueblos salvajes, apasionadora epopeya religiosa de nuestros días, despierta en nuestras almas la conciencia católica y la fraternidad humana. Por otra parte, los detalles de la vida y la labor de los misioneros que desafían los mil y un peligros que los acechan por todas partes interesan naturalmente la fogosa fantasía del joven despertando el interés, compasión y espíritu de sacrificio en el corazón juvenil, que se entusiasma por todos los grandes ideales. La vida de los santos nos muestra la fuerza viva en el cristianismo. sus ejemplos nos incitan a la acción. Y qué acciones más heroicas, más humanas, más avasalladoras que las cruzadas, que la labor tierna y poética de Francisco de Asís, la reforma eclesiástica que operó Ignacio de Loyola por la Compañía, la abnegación heroica de Damián de Veuster que consagró su vida a los leprosos, la intrepidez del Padre De Smet apóstol de los pieles rojas, el heroísmo del capellán irlandés Guillermo Doyle, la abnegación y santidad del Cura de Ars. Al estudiar estas grandes cumbres de la humanidad el joven sentirá animarse su corazón y al mismo tiempo crecerán también su noble orgullo, su alegría y su conciencia católica por poder pertenecer él también a la Iglesia. El estudio de la apologética. Una apologética que consiste en solucionar una tras otra cuantas dificultades se han presentado contra la religión es no sólo una apologética absurda sino también dañina. Dejará más dudas en el alma del joven que las que pretendía resolver. Una apologética en cambio, que positivamente justifique ante la inteligencia, la autoridad divina y eclesiástica en que descansa nuestra fe que toque las cuestiones fundamentales de la existencia de Dios, la espiritualidad del alma, la divinidad de Jesucristo, el origen sobrenatural del cristianismo, la realidad heroica de la Iglesia primitiva, la constitución íntima de la Iglesia, las órdenes religiosas, el celibato, etc. es una apologética provechosa, más aún, necesaria. Un joven culto no tiene el derecho de desentenderse de cuestiones tan fundamentales como las que aquí hemos indicado, no sólo para ensanchar el campo de sus conocimientos, sino también por la obligación de caridad que tiene de iluminar las conciencias de sus hermanos y eliminar las dificultades que les impide llegar a la fe. Claro está que hemos de recordar frecuentemente que la mejor apologética no reemplaza a la gracia de Dios y que en todo camino hacia Cristo hay una atracción del Padre, una gracia que debemos pedir y suplicar con instancia. El centro de toda esta apologética debe ser Cristo. Como decía Chamberlain: "El que vió una vez aunque con ojos medio vendados a Jesús no puede olvidarlo más". CONCLUSION. ¿Qué acuerdos tomaremos referente a nuestros círculos de estudio, a nuestras lecturas, a la venta de libros, a la propaganda oral y escrita, a las conferencias por radio en las calles? Tomar en serio la reunión mensual de los simpatizantes y darle máxima importancia a la charla de formación. Salirnos de ella de los temas trillados para ir a explotar tan rico campo de estudios como el que se ha insinuado en esta clase. Lo que más necesita Chile en el momento actual es un grupo de católicos bien penetrados de sus doctrinas básicas, hombres de vida interior en el pleno sentido de la palabra, y dispuestos luego a irradiar su fe. RECAPITULACION. ¿Qué impresión te produce este panorama de conocimientos que deben constituir el tesoro espiritual de un joven católico? ¿Será demasiado pedir tanta variedad de conocimientos? Estas lecturas requieren mucho tiempo ¿No será exagerado en una época de tanta actividad externa como la nuestra, pedirle a un joven que consagre tanto tiempo de su vida espiritual? Si alguien opina así ¿ha pensado en los años que exige la universidad para doctorarse en medicina, en ingeniería, en derecho... y ¿serán más importantes estos conocimientos que aquéllos? ¿Has pensado alguna vez en lo que significa poner una jerarquía de valores en la vida? OBJECIONES. La mentalidad media de nuestra masa es incapaz de captar verdades tan sublimes como los conceptos dogmáticos que aquí se han expuesto verbigracia el Cuerpo Místico de Cristo: no entenderá nada. Más fácil es alimentar las conciencias católicas con los dogmas del temor; como se trata de gente que espiritualmente está a la altura de los niños es esto lo único que pueden captar. Unas cuantas conferencias sobre la muerte, el infierno, el juicio, bien repetidas, y el culto de los santos, es lo que de hecho ha captado nuestro pueblo. ¿Por qué empeñamos en usar otros moldes? La apologética es peligrosa, no sirve más que para crear dudas y es el reflejo del orgullo intelectual de quienes pretenden justificar racionalmente todos nuestros dogmas. XV COMO ENSEÑAR LA RELIGION CUESTIONARIO. ¿Qué pensarías al ver a un Ministro de Estado enseñando la religión en una escuela primaria? ¿Conoces los nombres de algunas grandes personas que se han dedicado a la enseñanza de la religión? ¿La juventud Católica Chilena se ha preocupado de la enseñanza religiosa hasta el momento actual? ¿Qué cualidades ha de tener el profesor de religión? ¿Cuál es la virtud que se exige de preferencia en un catequista? Exposición. El personaje más grande del mundo ¿Quién ha sido?...Vergüenza da que muchos comiencen a revolver nombres en su cabeza al proponérseles esta pregunta. Seguramente que en un concurso caerían varios antes de dar la verdadera respuesta... y sin embargo es tan simple: ese personaje es Cristo, y Cristo dedicó lo más importante de su vida pública a la enseñanza del catecismo a las muchedumbres incluyendo a los niños. Los mayores santos y los mayores sabios del cristianismo no temieron menguar su autoridad mezclándose con los niños. Es harto conocido el parecer del anciano San Jerónimo que en la misma época en que todo el cristianismo acudía a él como a un oráculo escribió de esta manera a una madre de familia: "Mándame sus hijos y me servirá de alegría poderles enseñar los elementos de la fe". San Gregorio aún siendo Papa procuraba encontrar tiempo para catequizar a los niños. Dieron ejemplo semejante Orígenes, San Agustín, Alcuino, San Carlos Borromeo, San Francisco Javier, Fenelón, Dupanloup, San Juan Bosco, etc. Gerson, el sabio canciller de la Universidad de París, escribe estas hermosas palabras: "Jesús, ¿quién se ruborizará de ser humilde con los párvulos después de ver tu ejemplo, quién se atreverá hinchado o engreído con su grandeza o ciencia a despreciar la ignorancia o la flaqueza de los párvulos, cuando tú que eres bendito en todos los siglos en quien están escondidos todos los tesoros de la sabiduría inclinas mansamente tus brazos benditos hacia los pequeños para darles un casto abrazo y estrecharlos?". Grandeza demuestra el joven que por el alma de los niños sabe interrumpir sus ocupaciones predilectas y encontrar un tiempo para darles. La enseñanza del catecismo a los niños es asunto de la mayor importancia. No podrá hacerla sino quien tiene un corazón que late al unísono del de Cristo, que sabe volverse niño con los niños, que sabe ser comprensivo con los jóvenes, que tiene una paciencia a toda prueba, contra la cual nada pueden las muchas debilidades, imperfecciones e incorrecciones de la juventud, que sabe castigar de modo que se sienta aún en el castigo su amor; que en el joven más "intratable" descubre la débil luz de la buena voluntad y procura avivar su llama; que, finalmente, sabe ser optimista. El niño olvida pronto lo que ha aprendido pero no olvida aún en la edad madura al que fue su profesor, y la doctrina vivida de sus ejemplos, Por esto no titubeamos en expresar la tesis que es más importante escoger bien un profesor de catecismo que un profesor de universidad. La falta de un profesor universitario puede ser suplida por los colegas, pero el profesor de religión es el único maestro que la juventud tiene para conocer a Dios. Ante el alumno el maestro representa a toda la Iglesia; por él aprende a amar la religión o a volverle la espalda. En este sentido tiene razón el filósofo que dice que todo el sistema de nuestro pensar no es otra cosa que la historia de nuestro corazón. Por cada alma que queremos ganar debemos dar un trozo de la nuestra. La más urgente tarea en el momento actual es la educación de la juventud. Deber más perentorio que la integridad de la Patria, es la reconquista de la integridad de la juventud. Necesitamos una generación que viva una vida cristiana, que respete las leyes, que ame a los hombres, que sepa sacrificarse y sufrirlo todo. El título más hermoso que puede obtener un hombre es el contenido en las palabras de San Pablo: "Pedagogo para Cristo". El alma del niño es una página en blanco; nada más grande que escribir en ella las primeras lecciones. Todas las veces que despertemos una alegría en el alma del joven resonarán en la nuestra los antiguos recuerdos de nuestra pasada juventud. No podemos desear más hermosa inscripción sepulcral que la que compuso para sí un maestro de juventudes: "Aquí descansa quien sólo pide a Dios, que a la vera de su tumba recen dos corazones agradecidos: el uno por haber conservado, gracias a él la inocencia; el otro por haber vuelto con su ayuda, al camino recto después de la caída. Que uno bendiga mi palabra por haber conservado puro su corazón; que otro me bendiga en la tumba por el piadoso dolor del arrepentimiento. Sólo así descansaré, sabiendo, por qué he vivido, por qué he abandonado el mundo y lo he abandonado todo, por qué me he esforzado a cosas más altas". Las cualidades del profesor de religión. El primer requisito que ha de llenar el alma de un joven que aspira a formar la imagen de Cristo en la mente de los niños es el amor sobrenatural hacia ellos, El Evangelio lo encontramos lleno del amor de Cristo a los niños: tras largas fatigas dice: "Dejad que los niños vengan a mí". Cuando entró en Jerusalén los niños cantaban a su paso el Hosanna; anuncia que Dios los quiere de un modo especial; porque el que quiere a un niño a El acoge; defiende al niño amonestado severamente que el que quiere escandalizarlo mejor sería que se colgase una piedra de molino al cuello y se lanzara a lo profundo del mar; a los mismos Apóstoles exige que se hagan semejantes a los niños; se alegra con la vuelta del hijo pródigo y aún al llevar la Cruz a cuestas todavía se preocupa de los niños: "Llorad por vosotros mismas y por vuestros hijos". Por eso es importantísimo insistir en que para formar a los niños antes que nada hay que amarlos. Para abrir las almas hay que amarlas: con la llave misteriosa del amor se abren espontáneamente las puertas más secretas del corazón. De aquí que San Gregorio Magno el gran Papa catequista afirma: "Quien no tiene amor a otro que no se encargue de formarlo". Inútil parece advertir que este amor debe ser sobrenatural y no de los sentidos: amor al alma inmortal de los niños. Si los alumnos no ven en su profesor más que al maestro, la enseñanza será de pocos resultados. Pero si en su profesor los más pequeños ven a su madre, los mayores a su padre y los jóvenes al hermano mayor, entonces el catequista habrá llegado no sólo al entendimiento de sus alumnos sino también a su corazón, a su alma; entonces su enseñanza no será mera instrucción sino educación verdadera y profundamente religiosa. El profesor que haya granjeado el amor de sus alumnos seguirá ejerciendo su influencia en el espíritu de éstos aún después que sus recuerdos y hasta su nombre hayan desaparecido de la memoria de ellos. En la historia de las conversiones más que una argumentación religiosa está de por medio el influjo de una personalidad. El hombre traslada su amor y su odio del representante a lo representado, de la persona a la doctrina y a los dogmas; rarísimas veces al revés. Este amor a los niños debe imitar a la providencia que envía igualmente su rocío sobre la rosa que sobre la espina; así nosotros hemos de querer no solamente a los buenos y amables sino a los mal educados y descuidados. Más aún, al estar ante los niños que debo formar, mi amabilidad como la de Jesús, se ha de dirigir especialmente a aquel más feo y harapiento con la tristeza reflejada en su cara infantil: he de reconocer en él al doliente que empieza pronto a sufrir y he de abrazarlo con predilección. El interés por los alumnos: El profesor ha de tener un corazón cálido y abierto para sentir todos los pesares y necesidades de los jóvenes aún sus penas materiales. El alumno ha de sentir que él necesita del catequista, de su dirección espiritual y en él ha de ver su primer y más íntimo amigo, a quien puede decirlo todo, al cual tiene siempre acceso libre. Porta patet sed cor magis, reza una antigua inscripción: "está abierta la puerta pero lo está todavía más el corazón". Al meditar estas palabras comprende uno el por qué del fracaso de tantos trabajos catequísticos: hay enseñanza, pero no hay amor... El profesor, a ser posible, ha de anotar las direcciones de sus alumnos para visitarlos en caso de enfermedad o de dolor. No hay espectáculo más hermoso que el de un catequista mezclándose con los chicos como la luz amable de la luna con las estrellas. "Si no os volvéis y hacéis semejantes a los niños, no entraréis en el reino de los cielos". Estas palabras pueden aplicarse a los catequistas: si no os volvéis y hacéis semejantes a los niños, no los introduciréis en el reino de los cielos. "No escuchamos bien a quien no amamos, decía San Gregorio Magno". La juventud tiene un sentido muy fino para distinguir el verdadero amor. San Gregorio Taumaturgo escribió este hermoso pensamiento a Orígenes que fue su profesor de religión y el de su hermano: "Cuando íbamos a la escuela nuestro Ángel de la Guarda descansaba, no por estar cansado sino porque no eran necesarios sus buenos oficios... Con amor nos ganaste el corazón... nuestras almas, las nuestras y la tuya se fundían como las de David y Jonatás". El amor al alumno nos dará confianza en el mismo alumno. Nos hará suponer que siempre tendrá un poco de buena voluntad y de nobleza. Esta confianza creadora es la que descubre y activa en los jóvenes la buena voluntad más oculta. El educador ha de creer a pie juntillas que en el alma del peor de sus alumnos, en el fondo -aunque muy ocultamente- hay una chispa de bien. Quien carezca de este optimismo pedagógico pronto llegará a desistir de toda la obra educativa en el sector de la juventud. Stanley Hall al escribir su autobiografía y recordar sus años de juventud dice: "los jóvenes son seres especiales, inocentes como ángeles, orgullosos como príncipes, valientes como héroes, vanos como el pavo real, obstinados como el asno, reacios como el potro, sentimentales como las muchachas. Se puede lograr mucho de ellos con amor; la dureza inmerecida los exacerba casi siempre". Amor y autoridad. Este amor ha de ir unido con la debida autoridad y si es necesario con la fuerza; pero la autoridad no ha de imponerse con represiones sino que ha de brotar natural y espontáneamente de la personalidad del catequista. La autoridad sin amor nos conduciría a una educación brutal; la blandura sin disciplina, a una educación femenina, la autoridad y el amor a una educación humana. Es menester el amor, pero un amor cristiano, es decir un amor que en virtud de su inflexibilidad por el bien el alma infunda fuerza y no afemine mediante una condescendencia continua con todos los caprichos del niño. "Haya amor, pero que no ablande; haya vigor, pero que no exaspere; haya celo, pero no duro en demasía". El elogio más hermoso que se ha hecho de Lacordaire es éste: "Era duro como el diamante y dulce como una madre". El que cercena faltas y defectos con castigo corporal mata el sentimiento del honor y no faltarán sus tristes consecuencias. Si el dentista mata los nervios de la muela que duele, ésta no dolerá más: pero dentro de poco caerá a pedazos, Una influencia parecida tiene la educación que quiere mejorar al hombre con azotes. Ha de ser el educador ejemplo de sus alumnos. "Sed mis imitadores así como yo lo soy de Cristo". Todo agente da origen a algo semejante a él; por tanto, la imagen de Cristo que irá formándose en el alma del joven se parecerá siempre a la de su maestro de aquí que éste haya de apacentar a sus alumnos no sólo con la palabra sino también con el ejemplo. En el centro de la enseñanza está el maestro con su propio saber y personalidad; no es el libro de texto el que domina en la escuela sino la palabra viva que sale de boca del maestro. "Es mucho más fácil enseñar que educar; para lo primero basta saber algo, para lo segundo es menester ser algo". El maestro no enseña tanto por lo que dice cuanto por lo que hace; no por lo que sabe sino por lo que es; no por los cuadernos de apuntes que dicta a sus alumnos sino por ejemplo vivo de su personalidad. Si es verdad lo que se cuenta de Fray Angélico que para dar a sus cuadros más espiritualidad, los pintaba de rodillas, cuánto más necesario será que tenga un alma saturada de oración el maestro de la juventud, que tiene por misión pintar a Cristo en los corazones de sus alumnos. Foerster el gran pedagogo protestante abiertamente afirma: Hemos de aprender a rezar porque sólo podremos educar realmente si por lo menos una vez al día levantamos nuestro corazón y nuestros pensamientos al fin principal de la educación y hacemos votos de cumplir con obediencia y sabiduría todo cuanto exige de nosotros y de exigir el cumplimiento obediente y gozoso de las mismas cosas, a la juventud confiada a nuestros cuidados". Lo menos, pues que los niños pueden exigir de su profesor de religión es que él mismo se sienta obligado a hacer todo lo que les enseña. El que carga el peso sobre los hombros de los otros y él no lo toca siquiera con el dedo meñique, no sirve para educador. "Así como el alma no puede dejar ni un solo momento el cuerpo sin que éste muera, así también el educador no puede cesar un solo momento de dar buen ejemplo sin derribar en el espíritu de sus alumnos el edificio moral. Es más hermoso hacer lo que se ha de decir que decir lo que se ha de hacer. Descendiendo a algunos detalles ha de saber contener sus arranques de cólera, sus instintos, sus pasiones, si quiere obtener que los demás los dominen. Ha de tener orden en su vida, por tanto puntualidad en la llegada a clases. Todos los educadores de la juventud realmente experimentarán que la mejor preocupación para la labor educativa es el trabajo serio dedicado a su propia personalidad. CONCLUSION. Hacer una encuesta del número de niños que hay en la parroquia; de los que tienen y de los que no tienen enseñanza religiosa. Esto hará palpar a la A.C. parroquial su inmensa responsabilidad ante la niñez hambrienta espiritualmente del barrio. Penetrar en las escuelas fiscales y organizar cursos de catecismo dentro de ellas o si esto no fuera posible en una casa vecina. Estos cursos deberían llevarse con miras a la organización del aspirantado de la Acción Católica. Si algunos socios del centro se encuentran plenamente decididos a trabajar en catequesis que el directorio del centro dirija una petición al Consejo Diocesano respectivo solicitando la creación de un curso de pedagogía catequística. RECAPITULACION. ¿Qué podríamos hacer por propagar la enseñanza del catecismo en el barrio? ¿Quiénes se ofrecerían para una labor catequística? ¿Qué sería necesario dar a los futuros catequistas para equiparlos para su misión? ¿Cómo podrá formarse el catequista intelectual y espiritualmente para cumplir su cargo? OBJECIONES. Es imposible interesarse por los niños en la forma que se nos propone en esta conferencia: el catequista tiene una masa de niños y lo más que puede hacer es tenerlos tranquilos para lo cual se necesita mucho rigor. Es una larga tarea superior a las fuerzas de la interesarse por cada niño en particular; además jamás se ha pretendido llegar tan allá en la enseñanza de la religión. Si el profesor ha de practicar las virtudes que predica, nunca podríamos enseñar. XVI EL SACERDOTE, EDUCADOR POR EXCELENCIA CUESTIONARIO. ¿Qué tiene que ver el sacerdote con la educación? ¿Cuál es la misión del sacerdote? ¿Tiene el sacerdote una actuación en el campo de las ciencias, literatura, arte? ¿Ha ejercido el sacerdocio católico una influencia educadora en el mundo? ¿Qué grandes figuras de sacerdotes educadores conoces? ¿Algunos sacerdotes que hayan ejercido influencia profunda en Chile? Exposición. Tres sociedades hay a las cuales pertenece al niño y que deben resolver el problema de la educación: la Iglesia, la familia, el Estado. A las dos primeras en virtud de su maternidad; al Estado por cuanto debe ocuparse del bien común. La Iglesia ejerce su misión educadora por medio de todos sus hijos: los padres de familia cristianos son educadores en su hogar, los seglares pueden colaborar en las escuelas, colegios y universidades, en la educación popular que se realiza mediante conferencias, conversaciones amistosas, la prensa, la radio, etc. Pero quien en la Iglesia ejerce una acción educadora más profunda es el sacerdote. Amplitud de la misión del sacerdote. Antes de considerar al sacerdote estrictamente como educador echemos una mirada a la amplitud total de su misión. Embajador divino, el sacerdote, habla a los hombres en nombre de Cristo a quien representa en la tierra: les transmite su doctrina, les recuerda sus ejemplos, los anima a la práctica de todas las virtudes cristianas. Es él, sal de la tierra llamado a dar sabor a la vida cristiana donde él ejerce su ministerio, a iluminar las tinieblas del paganismo que amenaza cada día volver a apoderarse de la tierra; es un ejemplo puesto ante todos para enseñar a los hombres el valor de la abnegación, del heroísmo, de la castidad, del desprendimiento, del amor a Dios... Todas estas lecciones enseña un buen sacerdote, el que es de veras sacerdote. Como embajador de Cristo se ocupa el sacerdote de todos los que Cristo ama, en especial de los pobres y desvalidos; y él en realidad podría llamarse el padre de los pobres. Al sacerdote acuden todos los pobres, los del alma como los del cuerpo en busca de un aliento. Los unos le abren las dolencias de su espíritu, sus tragedias de hogar: la esposa le habla de los hijos que no son lo que debieran ser... de sus angustias religiosas, o de la miseria que ronda su casa y amenaza quitarles el techo y el pan. Saben todos que en esos momentos de amargura hay muchos oídos que se cierran y muchos ojos que no quieren ver, pero nunca los del sacerdote que es de veras sacerdote. Por eso el sacerdote pasa gran parte de su día dando consuelo, disipando los pesimismos infecundos y sembrando alegría en las almas, muchas veces a costa de sus propias alegrías y renunciando a todo para poder servir en forma más generosa. Por sus hermanos el sacerdote renuncia a sus bienes y vive de ordinario pobremente, renuncia a formar un hogar a fin de no estar atado en la práctica de la caridad por un hogar pequeño, pues, él es el padre de un hogar inmenso: de sus feligreses, de todos los pobres, de todos los tristes y necesitados, el padre de las viudas y de los huérfanos; el padre de los enfermos y de los niños... Todos lo llaman a él "Padre", y él es en realidad su padre, el padre de sus almas y a veces el que cuida hasta de sus necesidades materiales. La representación de Cristo, el sacerdote la ejercita en forma especial cuando perdona, cuando consagra y cuando enseña. Los pobres pecadores envilecidos por el pecado se acercan al sacerdote pidiéndole el perdón de sus culpas, y los que hace un instante "roto el lazo que al cielo los unía" vivían bajo las órdenes de Satán, eran sus esclavos, muertos a la vida sobrenatural, incapaces de merecer para el cielo y desheredados de la visión de Dios han renacido una vez que el sacerdote ha perdonado sus culpas. Dios ha vuelto a vivir, en esos pródigos arrepentidos y sus obras adquieren todas un valor para el cielo. Ese milagro, mayor que la resurrección de un muerto lo realizó un pobre sacerdote dignificado con los poderes de Cristo. Y no menor milagro es el que realiza cuando revestido de los sagrados ornamentos sube las gradas del altar e inclinándose sobre la hostia y el cáliz los toma entre sus manos y con profundo recogimiento dice: "Esto es mi Cuerpo... Este es el cáliz de mi Sangre, que será derramada por muchos para remisión de los pecados". Y en esos momentos sobre la mesa del altar desaparecen el pan y el vino y Cristo en virtud de las palabras de su sacerdote ha descendido a ser el Dios que habita en medio de su pueblo. Allí sobre el altar por manos y labios del sacerdote Jesús repite su oblación del Jueves Santo que unida íntimamente a la inmolación del Viernes Santo constituyeron el sacrificio redentor. En forma de pan Jesús visita a sus enfermos, los del alma y los del cuerpo y los fortifica; y desde el Sagrario espera las cuitas y confidencias de los dolientes que vengan a El en súplica de ayuda y de alivio para la pesada carga de la vida. Ha sido su sacerdote quien allí lo puso. Y cuando en nombre del Maestro el sacerdote enseña, resuena en el templo la palabra de Cristo:"quien a vosotros escucha, a Mí me escucha; quien a vosotros desprecia, a Mí desprecia..." Es Cristo quien habla por él. Su enseñanza no pretende como la del profesor universitario curar el cáncer o la lepra, que aún permanecen irreductibles; ni enseñar los delitos y cuasi delitos que han de ser castigados en la cárcel; ni indicar resistencia de los materiales que destruyen los años o los cataclismos... Su enseñanza tiende a salvar al náufrago de la vida, a perdonar al pecador, a construir a Cristo en las almas, a extender el reino de la justicia, del amor y de la paz... ¡Qué sublime es la enseñanza del sacerdote y cuánto más grande su misión que la de todos los sabios y grandes de este mundo! El no tiene por oficio matar, sino dar la vida; no condenar, sino salvar. Sin sacerdotes no hay sacramentos; sin sacramentos, no hay gracia, no hay divinización del hombre, no hay cielo. Por eso nada tan necesario como la Iglesia, y en la Iglesia nada tan necesario como los sacerdotes. Y viniendo más de propósito a la misión del sacerdote como educador, es él quien forma el alma del pueblo; su labor llega donde no alcanza la obra de maestro humano alguno porque habla en nombre de Dios y sus argumentos tienen alcance no sólo temporal, sino eterno, porque cuenta en su ministerio con el auxilio especial de Dios que comunica a las almas mediante los sacramentos, el consejo, el ejemplo, de manera que no sólo propone la doctrina, sino que da los medios más eficaces para realizarla. La enseñanza del sacerdote no procede de temor, sino de amor, de amor a quien por amarlo a él murió en una cruz, y alcanza al dominio más íntimo del hombre, el de la conciencia, a donde no llegan las leyes humanas que sólo legislan sobre las acciones externas. El pueblo abre su alma de par en par al sacerdote, y éste valiéndose de ella hace revivir los hogares, acerca los padres a los hijos, apaga los odios, une los ricos a los pobres. El sacerdote enseña a los obreros el cumplimiento de sus deberes y a los patrones puede obligarlos en la forma más absoluta a ser justos en todo y a suplir las lagunas de la justicia con una esplendida caridad. Los escándalos sociales no se corregirán con leyes, que son burladas tan pronto han sido dictadas, sino con una purificación de las conciencias y una elevación del hombre a vivir su cristianismo. Además de esta misión general de purificación y elevación que realiza el sacerdote por el hecho de serlo, la mayor que se puede realizar en este mundo, el sacerdote puede también dedicarse en forma especial a realizar una labor técnicamente educacional. Claro está que al realizar esta labor de profesor, nunca olvida el sacerdote que más importancia que las ciencias o artes que enseña tiene el alma de sus alumnos, y el alma de los que contempla su labor. Sabe que la ciencia tiene un valor en sí, pero este valor es insignificante frente al infinito valor de las almas. En el campo estrictamente educacional hemos encontrado siempre a grandes y virtuosos sacerdotes. Por no referirnos sino a estos últimos siglos, hombres como Newman, Balmes, el P. Girard, Lacordaire, Dupanloup, San Juan Bosco, D. Andrés Manjón y tantísimos otros. Y en Chile podemos recordar los nombres del Abate Molina, los Padres Olivares, Rosales, Alonso de Ovalle. Tanto en Chile como en el extranjero vemos con admiración la inmensa labor educacional que realiza el sacerdote. En el mundo son varios millones de alumnos los que reciben educación cristiana dada por el sacerdote. Bástenos recordar que en nuestra Patria hay 120.000 niños en las escuelas primarias católicas; unos 20.000 acuden a los colegios y universidades de la Iglesia, sin contar los que reciben educación religiosa dada por el sacerdote en los liceos y escuelas primarias oficiales. La labor educacional de la Iglesia es inmensa en su extensión y no lo es menos en profundiad. Entre las figuras de sacerdotes contemporáneos dedicados a una labor científica podemos citar nombres tan destacados como Rodés y Puig en astronomía, Vitoria y Saz en química, Pujuila en biología, Algué el hombre que ha arrancado tantas vidas a la muerte con su sistema para prever los tifones en los mares asiáticos, Maréchal, Picart, Sertillanges en filosofía; Cuevas, García Villada en historia, Laurent y Llovera en el estudio de los clásicos; y en el estudio de la lengua mapuche ¿quiénes sino los capuchinos han sido los que nos han revelado los secretos de la construcción gramatical araucana? En la música, en el arte, en todos los dominios de lo humano encontramos nombres de sacerdotes que ocupan un lugar prominente por sus valiosos aportes. La obra educacional del sacerdocio católico es inmensa y sería necesaria una enciclopedia como la de Espasa para indicar las actividades educacionales en que han colaborado y colaboran en forma extraordinaria los sacerdotes católicos. Un aspecto digno de especial mención es la labor educativa que los sacerdotes y religiosos realizan con los pobres y con los seres más abandonados en este mundo. Los Salesianos Hermanos de las Escuelas Cristianas, las Monjitas de la Providencia por no citar sino algunos nombres, tienen grandes establecimientos educacionales para formar a los niños más pobres y aún para darles educación manual que los prepare para ejercer un oficio en la vida. No hay congregación religiosa que junto con tener colegios pagados no tenga escuelas gratuitas para los que no pueden pagar sus estudios; y ciertamente son muchísimos más los que reciben educación gratuita de la Iglesia, que los alumnos que pagan sus estudios. La educación de los sordomudos, de los retardados mentales, la reeducación de las mujeres perdidas, los reformatorios de niños corrompidos en casi todo el mundo están a cargo de religiosos o religiosas, siendo notables en estas obras los Padres Capuchinos, Religiosas del Buen Pastor, Hermanos de la Caridad de Gante, y tantas otras congregaciones, algunas de carácter exclusivamente diocesano. En el solo hospital-escuela "La Piccola Casa de la Divina Providencia" de Turín, hay 12 congregaciones religiosas distintas para cuidar y educar a unos 9.000 enfermos. Y junto a esta labor con los retardados mentales y mujeres perdidas la Iglesia se ocupa de las Universidades y son célebres en el mundo las grandes universidades del Sagrado Corazón de Milán, gobernada por el P. Gemelli, franciscano; Instituto Católico de París, universidades de Lille, Tolosa, Fordham, Washington, Tokio, Shanghay, Lovaina, Nimega y tantas otras esparcidas en el mundo entero. En Chile, el sacerdocio católico regenta las Universidades Católicas de Santiago, la mejor universidad libre de la América del Sur y Valparaíso y escuelas de carácter universitario como las de leyes de Valparaíso y Concepción, Escuela de Santa Teresa para la formación de profesoras, etc. Y toda esta inmensa labor educativa la realiza la Iglesia casi sin ayuda del Gobierno sino que sostenida por la inmensa caridad de los fieles y el aporte desinteresado de sus profesores católicos, sobre todo de sus sacerdotes, religiosos y religiosas. Crisis Sacerdotal. Después de haber echado un rápido vistazo a la inmensa labor educacional de la Iglesia hemos de señalar, por lo que respecta a América del Sur y en especial a Chile, la honda crisis de vocaciones al sacerdocio que se hace sentir cada día con mayor gravedad. El clero católico cuenta actualmente en el mundo entero con unos 231.000 sacerdotes, o sea un sacerdote por cada mil católicos. Esta proporción de católicos por sacerdote es mucho menor en la mayor parte de los países europeos; en Inglaterra hay un sacerdote por cada 400 católicos; en España, uno por cada 640. En Estados Unidos, uno por cada 630 católicos. Pero en América del Sur, la proporción es pavorosa: para 130.000 habitantes hay sólo 15.000 sacerdotes, lo que da un promedio teórico de 1 por cada 9.000 almas, promedio que en la realidad hay casi que duplicarlo, debiendo prácticamente cada sacerdote de América tener a su cargo unas 15.000 almas. ¿Cómo va a poder existir un cultivo espiritual serio, una fe profunda y racional como la exige la Iglesia? ¿Cómo va a poder existir moralidad en el pueblo, cultura, educación familiar y social, si el llamado por Dios a impartir la educación sobrenatural y a elevar los valores naturales no puede ejercer su ministerio por lo dilatado del campo? En ninguna parte del mundo toma tanto sentido la palabra del Maestro: "La mies es mucha y los operarios pocos". En Chile para 5.000.000 de habitantes, apenas hay 1.615 sacerdotes entre seculares y regulares, chilenos y extranjeros. Este número se descompone así: 780 del clero secular, 835 regulares. En todo Chile hay 451 parroquias, lo que da un término medio superior a 10.000 fieles por parroquia. Si un párroco no puede atender a más de 1.000 feligreses, bien podremos ver cuán deficiente y casi nula es la atención espiritual que pueden tener los 9.000 restantes. En términos exactos e impresionantes podemos decir que en Chile hay más de 4.000.000 de fieles que están casi al margen de una debida acción pastoral de la Parroquia. Y debemos notar que hay parroquias que pasan en mucho de los 10.000 fieles, y llegan algunas a tener hasta 40.000. Tómese en cuenta, además, que son muchas las parroquias que, por falta de sacerdote, se encuentran actualmente vacantes, y considérense también las condiciones de la mayoría de nuestras diócesis, cuyas parroquias son de extensión inmensa, algunas casi tan grandes como toda Bélgica, su población vive diseminada, no hay medios de comunicación fáciles y podrá entonces medirse en toda su magnitud el estado de abandono de las almas. Y lo que debiera avergonzarnos a nosotros, católicos chilenos, es ver que nuestra católica Nación ha tenido que llamar en su auxilio sacerdotes extranjeros, pues la piedad de los hombres de Chile no tiene el valor de aceptar los sacrificios del sacerdocio. Entre los sacerdotes que cultivan nuestra Patria 700 son extranjeros. ¡Sólo 915 sacerdotes han dado los católicos de Chile! Los sacerdotes extranjeros han realizado entre nosotros una inmensa labor, tomando a su cargo puestos difíciles. Muchos de ellos son los que evangelizan la Pampa nortina, las inmensas llanuras de Magallanes y del Aysén y los que han abierto colegios para educar a nuestra juventud. Pero nosotros, país católico, debiéramos sentir remordimientos al ver privados a los países paganos de ese auxilio sacerdotal que ellos tienen más derecho a reclamar que nosotros. Si los sacerdotes extranjeros nos abandonaran, la vida lánguida del catolicismo chileno vendría a perecer en algunas regiones. Consecuencias gravísimas de la escasez de sacerdotes son elabandono religioso casi total en que viven tantos hermanos nuestros, de alma bellísima, de excelente voluntad, pero que no tienen quien los cultive. En el norte hay inmensas salitreras que no tienen quien las atienda; en el sur parroquias con 14 capillas a cargo de un sacerdote a veces anciano... Por eso en una localidad, como hay muchas, encontramos en una sola cuadra 11 familias sin matrimonio religioso, una mujer de pelo blanco sin haber hecho la primera comunión... Las almas de buena voluntad al asistir a un moribundo procuran acompañarlo con oraciones rezadas a media lengua supliendo así la falta del sacerdote. El silencio de muchos de nuestros pueblos y campos es un silencio religioso en la plenitud de la palabra. ¡Cuánta culpa tenemos los católicos! Muchos jóvenes hay que sueñan con grandes ideales e ignoran tal vez que tienen en nuestra pampas y valles el más bello campo de apostolado, la más noble empresa que pueden soñar. Refiriéndonos más concretamente al problema educacional, la escasez de sacerdotes se traduce en que el clero no puede desarrollar su misión educadora como debiera. Cerca de 700.000 niños chilenos no reciben una instrucción religiosa regular porque no hay sacerdotes que los puedan atender en debida forma, y el número de catequistas es muy escaso y porque los padres a su vez no han recibido cuando niños una instrucción religiosa sólida. Por eso se va perdiendo la fe gradualmente en las almas y quedando en lugar del conocimiento de nuestro dogma, del amor hondo a Jesucristo, un conjunto de nociones semisupersticiosas que están aún demostrado el hambre religiosa de nuestro pueblo. Los liceos no están atendidos como debieran serlo. Allí crece una muchacha hambrienta de verdad que sería cristiana, si hubiese quien les partiese el pan del espíritu. Los alumnos de liceos son cerca de 30.000 jóvenes, de los cuales los más favorecidos por el sacerdote tienen una hora semanal de enseñanza religiosa durante el primer ciclo de humanidades. En las universidades de Santiago, Concepción, escuelas universitarias establecidas en otras ciudades hay grupos enormes de jóvenes que aspiran a tener una cultura integral, pero no encuentran quién pueda acercárseles a ellos en forma lo bastante íntima y personal para captar su confianza y hablarles de Cristo, en quien se armoniza todo el saber humano. Colegios católicos piden todas las ciudades del país; muchas ofrecen locales espléndidos, pero no hay sacerdotes que puedan ir a regentarlos. Y da pena ver en algunas localidades magníficos establecimientos, dotados de cuánto puede necesitarse para la instrucción, que están con sus puertas cerradas porque no se ha podido encontrar una comunidad religiosa que se haga cargo de ellos. No hay religiosos en Chile, no pueden venir del extranjero y, entretantos los niños crecen sin Dios, sin educación sólida, sin recibir verdaderos valores patrióticos y humanos. De todo este estudio fluye espontánea la conclusión: orar al Señor de la mies para que envíe operarios a su mies, porque la mies es mucha y los operarios pocos. CONCLUSIONES. Orar por las vocaciones. Realizar una semana de oración y estudio sobre el sacerdocio; su grandeza, su necesidad en nuestra Patria. Pedir propaganda al Consejo Nacional de la Juventud Católica, sobre el problema de las vocaciones. Comprar varios ejemplares y difundirlos, del libro: ¿Es Chile un País Católico? del R.P. Alberto Hurtado S.I. que expone en toda su amplitud el problema de la falta de sacerdotes y sus gravísimas consecuencias. Ayudar generosamente a la obra de las vocaciones. Si el centro o la parroquia da una vocación que no vaya a frustrarse por falta de recursos para seguir los estudios. En tal caso que los jóvenes del Centro reúnan fondos para ayudarlo. RECAPITULACION. ¿Puede el sacerdote inmiscuirse en la educación? ¿Por qué? ¿Cómo podríamos hacer ver la necesidad del sacerdote para la labor educacional? En la práctica ¿qué ha hecho el sacerdote para difundir la verdad? ¿Hay un problema de escasez de sacerdotes en América del Sur?¿Cuántos sacerdotes hay en Chile? ¿Cuántos serían necesarios? ¿Dónde se echa de ver la falta de sacerdotes? OBJECIONES. El sacerdote no tiene que inmiscuirse en la educación: el sacerdote en la Iglesia y sacristía. Fuera de esos sitios no tiene nada que hacer. El sacerdote metido a educador retarda el libre desarrollo del pensamiento científico: su labor es obscurantista y su mentalidad no ha dejado de ser inquisitorial. Es un crimen la educación religiosa de los niños: hay que dejarlos crecer sin hablarles de ninguna idea confesional. Cuando sean mayores elegirán ellos la creencia religiosa que más les agrade. XVII ¿SEGUIRA HABIENDO EDUCACION RELIGIOSA EN CHILE? LA VOCACION AL SACERDOCIO CUESTIONARIO. ¿De qué dependerá que siga habiendo educación religiosa en Chile, y de que ésta mejore? ¿En el momento actual, se nota aumento o disminución de vocaciones sacerdotales? ¿Qué se requiere para tener vocación? ¿Se necesita tener gusto por el sacerdocio? ¿Se necesita ser ya un santo cuando se es llamado? ¿Se necesita una moción divina sensible y especialísima? Exposición. El porvenir de nuestra educación cristiana, y más aún, de la misma Iglesia Católica en Chile está íntimamente ligado a la solución de la crisis sacerdotal. Por eso consagramos este círculo al estudio de estos dos puntos: cómo se presenta el problema vocacional entre la juventud chilena; y segundo: estudio concreto de los elementos que constituyen la vocación al sacerdocio y a la vida religiosa. El mejor índice para juzgar de la vitalidad del catolicismo en una Nación es el número y fervor de su clero. "Dejad veinte años sin cura a un pueblo y volverá a su estado salvaje", decía el santo Cura de Ars. Y se comprende: una generación sin instrucción religiosa, sin predicación, sin sacramentos, sin Dios, ¡qué campo tan fértil para los propagandistas de todos los errores y para el desenfreno de todos los vicios. ¿Cuál será, pues, el porvenir de la educación religiosa en Chile? El mismo que el porvenir de la Iglesia Católica, que está en íntima relación con el número y calidad de su sacerdocio. Si no hubiera fervor, ni generosidad de parte de los católicos para ingresar al sacerdocio o a la vida religiosa, el porvenir sería negro... Si las vocaciones llegasen a disminuir todavía más, querría decir que la Iglesia chilena estaría a punto de perecer, o no sería más numerosa que las sectas protestantes. La población que en Chile frecuenta regularmente la Iglesia no pasa de quinientos a seiscientas mil personas: los otros no acuden, los unos por dejación, los otros por imposibilidad física absoluta dadas las grandes distancias, los otros porque no tienen sacerdote que atienda el culto. Pero si esto no se remedia, la masa de la población seguiría perdiendo más y más su fe, y volvería de nuevo al paganismo, llámese éste: comunismo, racismo, etc. Si no aumentan los sacerdotes, la educación religiosa no puede progresar y seguiremos teniendo un descenso a las prácticas con harta frecuencia supersticiosas: nuestro pueblo se irá contentando más y más con el culto de algunos santos, con prender velas al carretero muerto junto al camino, con las mandas a las ánimas y las oraciones y bailes ante sus imágenes, prácticas del todo insuficientes y a veces perniciosas. En esto termina un catolicismo que no está continuamente cultivado por las manos cariñosas de un sacerdote celoso, como un jardín no cultivado se convierte al poco tiempo en un tupido malezal. Disminución del clero. En los años 1933-1939 han muerto en todo Chile 166 sacerdotes, lo que da un promedio de 23,8, digamos 24 sacerdotes seculares por año; en este mismo período se han ordenado 97 sacerdotes 13,8, digamos 14 sacerdotes seculares por año, lo que deja un déficit anual de 10 ordenaciones sobre las defunciones. Para el futuro inmediato se puede prever por el número de seminaristas que hay actualmente en los seminarios mayores de Chile que dicho déficit se mantendrá, esto es que cada año morirán 10 sacerdotes seculares más que los que se ordenarán ese mismo año en Chile. Si no se remediara esta situación en 50 años nuestro clero secular habría bajado de 780 a 569 sacerdotes, esto es habría disminuido en 211, mientras las obras católicas requieren cada día más sacerdotes por su mayor especialización, más asesores para la Acción Católica, para la acción social, para la formación de dirigentes obreros, de sindicatos cristianos, para una penetración católica en las universidades, liceos, para las misiones en los campos, etc. En las órdenes religiosas el problema es no menos grave, porque las dos terceras partes de los religiosos son extranjeros y la mayor parte de estas comunidades no tienen novicios chilenos. Si de los 835 religiosos dejáramos de contar con los 546 que son aproximadamente los extranjeros, las comunidades quedarían reducidas a 289 religiosos chilenos, número del todo insuficiente para mantener las obras de gran aliento que ahora están desarrollando en el país. En las órdenes religiosas consideradas en general el número de nuevos sacerdotes viene apenas a reemplazar a sus muertos. ¡Qué sería de la vida católica de Chile si dejáramos de contar con los 546 religiosos extranjeros! ¡Cuántos colegios tendrían que cerrarse, donde se ha iniciado la recristianización de los grupos de selección; 115 parroquias quedarían vacantes; no menos que muchos puestos en la Acción Católica, capellanías de hospitales, etc. Muchas almas dejarían de tener con quien confesarse y dirigirse espiritualmente, y muchas escuelas no tendrían maestros de religión. Igual cosa se diga de la ayuda que prestan las religiosas a la vida católica de Chile. Ellas educan a las futuras madres, cuyo nivel de vida cristiana influirá en la vida de la Nación. Socorren espiritual y materialmente a miles de niños pobres en asilos, patronatos, orfanatorios, atienden a los asilos de ancianos, hospitales, etc. La fe tan profunda de los católicos norteamericanos reconoce como una de sus causas la labor educacional de las religiosas que tienen en sus manos la formación de todos los niños católicos en la escuela primaria. Ellas con tacto exquisito han arraigado en el alma de los niños la semilla de la fe. "La obra de las obras" llamada Pío XI a la del cultivo de vocaciones; "la causa misma de Dios y de la Iglesia" dice de ella Pío XII; y el Cardenal Pizzardo en su calidad de Presidente del Oficio de la Acción Católica dice al Episcopado Chileno que a esta obra "va indisolublemente ligada la salvación de las almas redimidas por la Sangre inmaculada de Jesucristo". Los últimos Pontífices se han dirigido particularmente al Episcopado Chileno instándolo con la mayor solicitud a preocuparse del aumento de vocaciones en Chile y han reiterado que ponen sus esperanzas en la Acción Católica. Para poder interesarse en el problema de las vocaciones hay que saber en primer lugar: Qué es una vocación La vocación es un llamamiento de Cristo al joven para que consagre su vida al apostolado o a la práctica de la perfección cristiana. Es un renovarse en el transcurso de los siglos de las palabras de Cristo al joven del Evangelio: "Si quieres ser perfecto, ve, vende lo que tienes, dalo a los pobres, sígueme y tendrás un tesoro en el Reino de los cielos". La vocación no es en general un llamamiento oblitgatorio para el joven sino una invitación a su generosidad que no compromete directamente la salvación eterna de su alma, caso de no seguirla. Más que el problema de qué me exige Dios, la vocación me plantea este otro: ¿Qué quiero darle yo a Cristo? ¿Qué quiero hacer por Jesús para manifestarle la sinceridad de mi adhesión a El? Ahora bien, ¿cómo se manifiesta esta elección personal? Algunos han creído erróneamente que no podía haber votación al sacerdocio sin una moción sensible del Espíritu Santo, sin un don místico extraordinario como el que tuvieron San Luis Gonzaga o Estanislao de Koska. Otros erróneamente también han pensado que para tener vocación se necesita tener atractivo por el sacerdocio, gusto natural por la vida y ministerios del sacerdote. La enseñanza oficial de la Iglesia es muy diferente. Pío XI en un documento oficial sobre el sacerdocio destinado a los católicos del mundo, dice: "La vocación se revela más que en un sentimiento del corazón o en un sensible atractivo que a veces puede faltar, en la recta intención de quien aspira al sacerdocio unido a aquel conjunto de dotes físicas, intelectuales y morales que lo hacen idóneo para tal estado. Quien se dirige al sacerdocio únicamente por el noble motivo de consagrarse al servicio de Dios y a la salvación de las almas, y juntamente, a lo menos con el fin de alcanzar seriamente una sólida piedad, una pureza de vida a toda prueba, una ciencia suficiente, éste muestra que ha sido llamado por Dios al estado sacerdotal". El documento es bien preciso. El Sumo Pontífice con su autoridad de Maestro supremo de la cristiandad enseña que no se necesita atractivo sensible, ni un sentimiento del corazón, sino cualidades y recta intención. La misma doctrina había sido sostenida en el Código de Derecho Canónico (Canon 538): "Todo católico que no tenga impedimento legítimo y que sea impulsado por una recta intención y se encuentre apto para llevar la carga de la vida religiosa, puede ser admitido en religión". Para entrar en la vida religiosa se necesita vocación; y el Código no exige para que un sujeto tenga vocación, sino la ausencia de legítimos impedimentos, recta intención y aptitud para la vida religiosa. Pío X había aprobado la misma doctrina al aceptar oficialmente las siguientes proposiciones contenidas en la obra del Canónigo José Lahitton: "La vocación sacerdotal": "La condición que hay que examinar de arte del ordenando y que se llama también vocación sacerdotal, no consiste en ningún modo, al menos necesariamente o por regla ordinaria en cierto atractivo interior del sujeto, o invitaciones del Espíritu, para que el ordenado sea regularmente llamado por el Obispo. No se exige de él más que la intención recta y la idoneidad que consiste en tales dotes de naturaleza y gracia y en tan comprobada probidad de vida y suficiencia de doctrina que haga concebir la esperanza fundada de que el sujeto sea capaz de cumplir las funciones del sacerdocio y guardar santamente sus obligaciones". La opinión, pues, de que es necesaria una atracción sensible, fue rechazada de plano por esta decisión de Pío X. Es indudable que en la mayor parte de las mejores vocaciones no hay tal atracción, antes bien el sujeto experimenta una repulsión natural, un deseo espontáneo de la naturaleza que lo aleja del sacerdocio y lo inclina al matrimonio o a la vida del mundo. En la época ruda y materialista que vivimos, es normal sentir una fuerte repugnancia a una vida que toda ella es sacrificio, negación de sí misma, a veces hasta el heroísmo. La parte animal del hombre no deja de hablar a pesar del llamamiento sobrenatural de Dios, y a veces estas voces animales resuenan con más fuerza que la suave voz de Dios que se hace oír en el silencio y recogimiento tan raros en este siglo de ruido y movimiento. Pero junto a estas mociones espontáneas de la naturaleza hay en los escogidos por Dios un deseo de la voluntad de hacer lo que Dios quiera, de ser generosos con su Redentor. Estas condiciones generales de la vocación: cualidades y recta intención de servir a Dios son el único requisito de cuya existencia ha de cerciorarse el Obispo al ordenar a un sujeto, el director espiritual para aprobar una consulta sobre vocación, el propio interesado para saber si puede o no ingresar en el camino del sacerdocio. Pero hay siempre algo que hace que un joven se proponga el problema de su vocación, y es, podríamos decirlo, la condición previa e indispensable para resolver una vocación. No se ha de examinar como la vocación misma, pero es lo que plantea el problema, y es la manifestación primera de la elección divina de un sujeto. Esta condición consiste en una preocupación interior que lleva el joven escogido por Dios a proponerse el problema del sacerdocio: una inquietud de ánimo que lo mueve a mirar al cielo; una predicación que lo hace aspirar a mayor perfección; la muerte de una persona querida que le enseña la vanidad de la vida; un libro que cae en sus manos; unos ejercicios que lo mueven a buscar la santidad, y hacen que conciba como algo posible para él, aunque con grandes repugnancias a veces, la idea del sacerdocio o de la vida religiosa. Estos medios externos existen siempre en el comienzo de una vocación, y son la condición para la vida, sin que sea la vida misma. La elección divina de un joven para el sacerdocio o para la vida religiosa, se manifiesta, pues, primero dotándolo de las cualidades que lo hacen idóneo para el estado sacerdotal, luego poniéndolo en tales circunstancias que se le presente el sacerdocio como posible para él; y luego ayudándolo a formar una voluntad sobrenatural actual de abrazar ese estado por un fin recto: la mayor gloria de Dios, la salvación de su alma, el apostolado entre los demás. Esto y no más es la vocación divina al sacerdocio o a la vida religiosa. Hemos hablado de las cualidades requeridas para el sacerdocio ¿de qué cualidades se trata? De las que lo hacen idóneo para los ministerios y género de vida que va a seguir: aptitudes intelectuales, el talento suficiente para los estudios que son necesarios para el sacerdocio, o bien para la vida religiosa; aptitudes físicas, salud suficiente para llevar la vida que va abrazar, que no exige fuerzas físicas extraordinarias, pero sí un equilibrio de facultades, una salud mental y nerviosa, la ausencia de taras neuróticas; independencia económica, de modo que no sea absolutamente necesario para asegurar la vida de sus padres o de las personas que Dios ha puesto a su cuidado; una ausencia de dificultades invencibles para las cosas de piedad; y sobre todo las cualidades morales; la posibilidad con la gracia de Dios de seguir guardando la castidad o de recuperarla si la ha perdido, y si se trata de la vida religiosa, el poder también con la ayuda divina, guardar los voto de obediencia y pobreza, lo que supone que se trata de una persona con la docilidad necesaria para seguir las instrucciones de su superior y que pueda adaptarse a la austeridad de la vida religiosa, que no es la miseria, pero sí el trabajo personal y un marco sencillo de vida. ¡Cuántos jóvenes católicos han recibido de Dios estas cualidades y si encontrasen la cooperación humana podrían ser santos sacerdotes! La cooperación humana. Dos graves errores se cometen al juzgar la cooperación humana a la vocación divina. Uno que condena S.S. Pío XI es el de aquellos que inficionados de errores positivistas y naturalistas tratan la vocación sacerdotal con el mismo criterio que los fenómenos naturales que pueden ser sujetos a experimentación, como si la gracia no intervienese para nada en esta materia. Se acercan a este error aquellos que en su proceder no condían en los medios sobrenaturales, sino que creen que la vocación es un asunto de pura propaganda humana, como si se tratase de reclutar voluntarios para una empresa comercial. Al otro extremo están los que a pesar de las reiteradas y solemnes declaraciones de la Iglesia que piden y reclaman con insistencia la cooperación humana no quieren prestarla, o no se atreven a intervenir en un asunto en el que creen ellos que no tienen ninguna injerencia, pues no harían sino estorbar la acción del Espíritu Santo, el único maestro y director de las conciencias. La Iglesia, con todo, en repetidas ocasiones ha manifestado un sentir contrario: En el Código de D. C. (canon 1353) exhorta a todos los sacerdotes y especialmente a los párrocos "a apartar con peculiares cuidados de los contagios del siglo a aquellos niños que dan indicios de vocación eclesiástica, a formarlos en la piedad y cultivar en ellos el germen de la vocación divina". S.S. Pío XI en su encíclica sobre el sacerdocio dice: "Es necesario no olvidar las diligencias humanas, y por consiguiente la preciosa semilla de la vocación que Dios deposita largamente en los corazones generosos de tantos jóvenes; y, por consiguiente, alabamos y recomendamos con toda nuestra alma aquellas obras saludables que en mil formas y con mil santas industrias sugeridas por el Espíritu Santo, miran a custodiar y promover y a ayudar las vocaciones sacerdotales. Para un católico no cabe, pues, dudar sobre si los fieles y más aún los sacerdotes deben colaborar positivamente a la obra de las vocaciones. Están obligados a hacerlo y deberán dar cuenta al Señor de no haberlo hecho, sobre todo en los gravísimos tiempos que estamos corriendo, de abandono espiritual de las masas. Y si de la región de los principios que nos recuerdan los documentos pontificios y episcopales, bajamos al orden de las realidades veremos que como afirma el Padre Doncoeur: "Se puede decir que los grandes renacimientos de vocaciones tienen todos por origen el corazón de un obispo" (nota 28) o de un celoso sacerdote que impresionado por el problema de la escasez de operarios en la viña lanza un vibrante llamado a los católicos y consagra su vida a tan noble causa. La obra maravillosa del P. Delbrel. S.J. en Francia, suscitó un intenso movimiento vocacional continuado ahora por el P. Doncoeur. No es la gracia la que falta: es la colaboración humana. Pues, como muy bien dice el P. Doncoeur: "No hemos comprendido aún bastante que Dios pide la colaboración humana para el llamamiento y para la respuesta". ¿Cómo colaborar? La primera colaboración es la que nos enseñó explícitamente el Maestro: Rogad al Señor de la mies, que envíe operarios a la mies, porque la mies es mucha y los operarios pocos. La vocación sacerdotal es obra de Dios, ya que como Nuestro Señor dijo a sus apóstoles: ""No me elegisteis vosotros a Mí, sino que yo soy quien os ha elegido a vosotros". Hay, pues, que pedir al Maestro que multiplique sus gracias y dé más y más gracias a los llamados para que se dejen escoger. Debiera, pues, elevarse sin interrupción en toda nuestra Patria una verdadera cruzada de oraciones públicas y privadas; un verdadero clamor de plegarias en los centros de Acción Católica, en los hogares, en los colegios y en las comunidades religiosas. La oración por las vocaciones debiera rezarle todo cristiano. La primera oración vocacional debería ser el Santo Sacrificio de la Misa, acompañado de nuestro propio sacrificio en unión de la Víctima divina para que su sangre redima más y más almas. Junto a la oración debe unirse la predicación frecuente de lo que es el sacerdote, su misión, la colaboración de la familia. ¡Cuántos jóvenes podrían ser excelentes sacerdotes si se les abriera el campo de posibilidades y comprendieran que también ellos pueden ser sacerdotes. Los centros de Acción Católica tienen una misión especial en materia de vocaciones. A ellos les toca orar por los sacerdotes, formar ambiente a esta idea, dedicar cada año por lo menos una jornada de retiro, de oración, de estudio a esta materia. La Acción Católica especialmente en Italia ha sido una escuela fecunda de numerosísimas vocaciones sacerdotales. En Argentina, país que sufre aún más que el nuestro del problema de la crisis sacerdotal, en los últimos 10 años la A.C. ha dado más de 600 vocaciones a los seminarios y congregaciones religiosos. Muchos de estos jóvenes son profesionales distinguidos, y todos ellos se han formado en las filas de la Acción Católica, la mayor parte como instructores de aspirantes: allí han comprendido la sublimidad del apostolado cristiano y se han decidido a entregarse ellos mismos. Todos los grandes movimientos de juventudes católicas de estos últimos años han florecido con vocaciones sacerdotales y religiosas. Nueva Alemania en 15 años dio más de 2.000 vocaciones. El movimiento iniciado entre los 570 alumnos del politécnico de París, de los cuales hace unos 30 años apenas 4 se declaran católicos llegando ahora a ser unos 440 católicos, ha dado más de un centenar de vocaciones. Los católicos están comprendiendo su responsabilidad para con la Iglesia y así, en Estados Unidos hay 23.579 seminaristas; 3.114 sobre el año anterior; 1 seminarista por cada 870 católicos. En Indochina, 2.600 seminaristas indígenas, 1 por cada 570 católicos. En China, 6.727 seminaristas, 1 por cada 420 católicos. ¿Y en Chile? Unos 500 de los cuales sólo 155 en los seminarios mayores, o sea 1 por cada 10.000 chilenos. Los Propagandistas en España apenas formados comenzaron a dar magníficas vocaciones entre ellas algún diputado, el director de "El Debate" el gran periódico católico español, y muchos otros. Un movimiento de juventudes que no da vocaciones es señal de que no ha captado el espíritu cristiano; sus miembros no se han penetrado de lo que es la Iglesia, y no se han empapado en los grandes dogmas de nuestra vida sobrenatural; cuerpo místico, gracia santificante, santo sacrificio de la misa, perdón de los pecados, salvación de las almas. Es natural que no todos los buenos aspiren al sacerdocio. Joven bueno no es sinónimo de candidato al seminario, pues entonces ¿acaso sólo los malos o los flojos se habían de quedar para formar los futuros hogares?, ¿qué resultaría entonces del mundo? La gracia divina se distribuye con sabiduría infinita para que todos los estados de la vida puedan contar con miembros santos de este Cuerpo místico que es la Iglesia. Pero no hay ningún peligro de que se exagere entre nosotros la necesidad de pensar en el sacerdocio ya que las vocaciones escasean tanto. Esperamos confiados, sin embargo, en que éstas han de aumentar, ya que como dice Santo Tomás "Dios nunca abandona su Iglesia hasta el punto que carezca de ministros idóneos". Un trabajo muy propio de la Acción Católica y muy necesario para el aumento del sacerdocio es la cristianización del hogar. Si escasean tanto los sacerdotes en nuestro tiempo es particularmente porque el ambiente materialista, mundado y hasta pagano impide que germine la vocación. Y si germina, el materialismo de muchos padres lo ahoga, sin darse cuenta de la responsabilidad gravísima que contrae del alma de su hijo, y de aquellos que su hijo pudo haber salvado si hubiera seguido los impulsos de la gracia. La ayuda económica. Absolutamente necesaria es la cooperación económica a la obra de las vocaciones. Es necesario ayudar a los noviciados y seminarios a hacer frente a la educación de los futuros sacerdotes, lo que demanda cuantiosos gastos. Dar educación completa, y si se trata de los religiosos, vestir y alimentar a los jóvenes que durante 7 a 15 años han de seguir una formación concretada exclusivamente a los estudios que conducen al sacerdocio. Supone un inmenso sacrificio económico. Hay que correr con todos los gastos de los futuros sacerdotes y para esta obra no cuentan de ordinario los seminarios y noviciados con recursos suficientes. Con frecuencia se presenta también el caso de jóvenes de grandes cualidades que aspiran al sacerdocio pero no pueden seguir la voz de Dios porque son el sostén de sus familias. La mejor manera de realizar esta ayuda consistiría en fundar una beca con cuyos intereses pueda estar continuamente formándose un joven aspirante al sacerdocio. ¡Qué consuelo mayor para un corazón cristiano que haber contribuido con su dinero, economizado tal vez a costa de grandes sacrificios, a mantener perpetuamente un Ministro del Señor, que le deba a él la realización de su vocación, que sin su ayuda habría sido frustrada! Esa hostia santa que un sacerdote y después otro y otro... irá elevando cada día al Altísimo... es él quien la ofrece... Es también por él, su bienhechor, por quien la ofrece. Esas millares de absoluciones, esas almas arrancadas al infierno es él quien con su limosna habrá contribuido a salvarla y esto perpetuamente... ¡Qué uso más digno puede un hombre hacer de los bienes que el Señor le ha dado! Si alguien no tiene dinero, que ofrezca sus sufrimientos para que el Señor de la mies envíe muchos operarios a sus mies. CONCLUSIONES. Orar por las vocaciones al sacerdocio. Organizar una semana de oración y estudio por las vocaciones. Estudiar todos los años en algunas reuniones el problema del sacerdocio; su grandeza, su necesidad, el problema chileno. Comprar algunos libros que toquen este tema para que puedan leerlo los socios del centro, como ser: Encíclica sobre el sacerdocio de S.S. Pío XI. ¿Es Chile un país católico? del P. Alberto Hurtado, S.I.; Hacia las cumbres, de Mons. M. Larraín y Groussau; Mi seminarista de Mons. Juan Subercaseaux; La elección de carrera. Algunas biografías como las del Cura de Ars, de Trochu; San Francisco de Asís, de Jörgensen; P. Pro, de Dragon; P. Doyle, de O'Rahilly; P. Damián, de Craven. Hacer una colecta o tener una alcancía para ayudar a sostener a un estudiante al sacerdocio. Si alguno tiene dudas sobre su vocación que consulte a un director espiritual prudente que tenga verdadero interés por el problema de las vocaciones. RECAPITULACION. ¿Qué piensas del porvenir del sacerdocio en Chile? ¿Qué relaciones tiene el porvenir de la educación religiosa en Chile? ¿Habrá derecho a quedarse pasivo ante el problema sacerdotal? ¿Qué podemos hacer? ¿En qué consiste la vocación? ¿De qué cualidades se trata? ¿Es obligatorio seguir la voz de Dios que llama al sacerdocio? ¿Qué podrá pensar de sí mismo quien sintiéndose llamado al sacerdocio rechaza ese llamamiento? OBJECIONES. Si la teoría del Papa sobre las vocaciones fuera verdadera, todos tendrían vocación, ya que es tan fácil tener las aptitudes y la recta intención. Más bien se hace en el mundo que en el sacerdocio. Lo que hace falta son buenos seglares que den ejemplo entre sus hermanos de cómo se puede ser cristiano en el mundo. ¡Sobran sacerdotes! Con la mitad andaríamos mejor. No hay que pensar en vocación antes de conocer bien la vida: hay que salir, divertirse, conocerlo todo, todo... para que después no vaya a arrepentirse. Antes de los 25 años un joven está capacitado para pensar en el sacerdocio. El celibato sacerdotal es imposible... XVIII ACCION EDUCADORA DE LA IGLESIA* CUESTIONARIO. ¿Qué ha hecho la Iglesia por educar al pueblo? ¿Conoces algunas grandes figuras de educadores católicos? ¿En qué ha consistido su labor? Exposición. La Iglesia católica, fundada por Jesucristo cuando el Imperio Romano estaba en todo su apogeo, tuvo que sufrir durante tres siglos las persecuciones del poder civil que veía un peligro en una institución que no adoraba a los antiguos dioses. En 313 Constantinos decreta la libertad de culto, pero antes de 80 años nuevas penalidades afligen a la Iglesia: son las invasiones bárbaras que barren el imperio destruyendo ciudades y dispersando los habitantes. Esta prueba dura más de 500 años. No hay comercio, no hay industria, la población está dispersa en el bosque y quebradas y sólo empieza a agruparse cuando aparece algún hombre osado y valiente que logra construir una fortaleza e imponerse con la fuerza de su brazo a los invasores extranjeros o bandidos nacionales. En estas circunstancias, los obispos y monasterios tuvieron que recurrir también a anchos fosos y resistentes fortificaciones para defenderse de los asaltos y defender a los que quisieran vivir cerca del castillo. Aquí nacieron las escuelas y más tarde las universidades. Los benedictinos habían sido fundados en 529. Su fin era la vida contemplativa: los monjes se dedicaban a la oración y al culto divino en grandes monasterios construidos en la soledad. Pero los monjes tenían también una disposición de S. Benito por la que debían estudiar varias horas al día. De aquí la necesidad de una biblioteca en cada monasterio. Además debían los monjes instruir a los que habían ingresado en la orden con la aspiración al sacerdocio y a los niños que habían sido puestos por los padres en el monasterio con el fin de recibir alguna instrucción. A fines del siglo VIII y principios del IX conoció la obra educadora de la Iglesia un gran florecimiento. Carlomagno había logrado conquistarse un imperio y lo conservaba en cierta paz y seguridad. Su obra le había costado 53 campañas militares. Se rodeó de ilustres maestros y con su carácter enérgico y autoritario quiso organizar la educación en sus vastos dominios. Sólo la Iglesia podía ayudarlo en esta tarea; así es que a ella acude el emperador. Ilustres monjes enseñan en la escuela de Palacio, centro intelectual del imperio que tenía aneja una academia de la cual eran miembros el emperador y los principales personajes de la corte; las catedrales y monasterios de Francia, Alemania, los Países Bajos e Italia abren escuelas donde acuden nobles y plebeyos mientras que las escuelas presbiteriales se multiplicaron hasta el punto de que las poseyeran las localidades más pobres. La obra de Carlomagno no es única en los comienzos de la Edad Media. Alfredo el Grande realizaba medio siglo más tarde la misma obra civilizadora en Inglaterra, mientras que Irlanda, libre de invasiones danesas y normandas era famosa por el número de sus monasterios y el saber de sus monjes. Estos se esparcían por Europa para comunicar sus luces a naciones menos favorecidas. Porque el hecho es, que después de la muerte de Carlomagno, conoció Europa otros dos siglos de guerras internas e invasiones del exterior. La Iglesia tuvo que recomenzar en muchas partes la obra destruida. Nuevas herejías vinieron a dificultar la empresa pero también mandó Dios nuevos auxiliares para triunfar de los obstáculos. Ayudaron a los obispos y benedictinos dos nuevas órdenes religiosas: los dominicos y los franciscanos que abrieron escuelas en todas partes y ocuparon cátedras en las universidades donde descollaron sabios como Sto. Tomás de Aquino y S. buenaventura. Pero la Iglesia no se contentó con las escuelas y universidades para educar a la Europa Medieval. Había muchos niños y campesinos que nunca irían a la escuela. ¿Cómo educar también a éstos? La predicación popular, los cantos, los estatutos de las corporaciones y gremios de artesanos, el arte, todo debía conducir a una mayor educación del pueblo. Las catedrales magníficas que levantó la generosidad de los obispos y del clero ayudados con la cooperación de todas las clases de la sociedad, fueron verdaderas biblias de piedra. Toda la historia sagrada estaba reproducida en las estatuas, en los bajos relieves y en las hermosas vidrieras de las catedrales orientadas de este a oeste eran hechas transparentes por la luz. El sol poniente solía iluminar con sus últimos rayos el gran retablo del juicio final. Así pudo la Iglesia educar generación tras generación en aquellos tiempos tumultuosos de la Edad Media. Con sus escuelas y universidades, con sus bibliotecas y grandes hombres, con su arte y su liturgia pudo convertir esa anarquía primitiva en una sociedad verdaderamente internacional, en que todos los países del occidente se reconocían en la misma fe, en las mismas costumbres y en el mismo arte. Nunca ha vuelto Europa a experimentar ese sentimiento de familia que permitía al peregrino, estudiante o artista trasladarse de un país a otro, aun en tiempos de guerra, seguro de encontrar en todas partes las mismas instituciones que lo acogían con caridad verdaderamente cristiana y fraternal. Y ese espíritu de familia se debió en primer lugar a la educación que daba la Iglesia y que en todos los países era la misma. El Renacimiento fue un período difícil para la Iglesia, pero Dios le deparó los hombres necesarios para traspasar la crisis. Las enormes riquezas acumuladas en pocas manos, la miseria de los demás; los vicios que florecen en estas circunstancias; el nacionalismo creciente que subdividiría la familia europea; el individualismo que se extendió al campo religioso con la rebelión de Lutero, fueron obstáculos a la obra educadora de la Iglesia. El Renacimiento fue una época de grandes fuerzas nuevas, pero mal encauzadas. Todo el esfuerzo de la Iglesia será dirigir esta fuerza viva, desviarla del error, señalarle la verdad claramente establecida y precederle muchas veces con el ejemplo. Los autores renacentistas escriben en latín y en griego. San Ignacio funda en 1540 la Compañía de Jesús cuyos alumnos leerán a Homero y Demóstenes, Virgilio y Cicerón y rivalizarán entre sí con versos griegos y discursos latinos. La pintura y escultura reciben un nuevo impulso, los Papas cuidan que sea Roma la capital del arte y que las obras maestras de los artistas sirvan para glorificar a Dios en sus templos. La música hace nuevos progresos y de ella se aprovecha S. Felipe Neri para atraer a la juventud de Roma y entre cantos y paseos hacerla llevar una vida más cristiana. Tanta parte tenía la música en estas representaciones, que son consideradas como el origen de la ópera. El siglo XVI es el siglo de la rebelión de Lutero. Europa que gozaba antes de la unidad espiritual del catolicismo, se divide ahora en dos campos irreconciliables. Y así como acudió Lutero al poder civil y a su rapacidad para que el gobierno impusiera la nueva religión a sus súbditos, del mismo modo espera que el gobierno tome la educación, en gran parte, en sus manos, para infiltrar desde un principio las nuevas doctrinas en el alma de los niños. La Iglesia comprende más que nunca la importancia de la educación católica en los países protestantes y encuentra para esta nueva empresa la orden recién fundada de los jesuitas. Estos son los verdaderos fundadores de la educación secundaria como hoy la conocemos; sus colegios gratuitos y sus seminarios comenzaron su obra educadora en todos los países de Europa formando una nueva generación de católicos que detendrían y luego harían retroceder las fuerzas protestantes. El concilio de Trento, reunido en la segunda mitad del siglo XVI para definir claramente la posición de la Iglesia entre los nuevos errores, determinó lo siguiente: establecer escuelas que sean dirigidas por maestros piadosos e instruidos; enseñar en ellas la religión y demás conocimientos elementales, principalmente la gramática, base de toda enseñanza científica. Cada iglesia debería tener en adelante a lo menos un maestro que enseñara gratuitamente la gramática a pobres y ricos. Se favorecería particularmente a las órdenes religiosas dedicadas a la enseñanza secundaria. Los obispos establecerían en sus diócesis seminarios para la formación del clero. Las universidades colocadas bajo la inspección de la Iglesia serían preservadas del contacto con los herejes. Los frutos del concilio de Trento duran hasta hoy. El primer resultado fue el gran impulso dado a la enseñanza del catecismo. Las Asociaciones o Hermandades de la Doctrina Cristiana estaban formadas por todas clases de personajes: hombres y mujeres, viejos y jóvenes, ricos y pobres que ayudaban en este hermoso apostolado. Otro fruto fue la fundación de Institutos religiosos dedicados a la educación: Siglo XVI: San José de Calasanz funda las Escuelas Pías; S. Carlos Borromeo, los Oblatos de S. Ambrosio; San Felipe Neri, la Congregación del Oratorio. Siglo XVII: San Juan Bautista de la Salle funda la Congregación de las Escuelas Cristianas. Siglo XVIII: El Beato Griñón de Montfort es el fundador de los Hermanos del Espíritu Santo. Hasta el siglo XVIII la Iglesia Católica tuvo que combatir, en el campo educacional, los errores propagados por maestros heréticos que gozaban muchas veces del favor de algunos gobiernos, pero que casi nunca eran propuestos como los educadores oficiales del país. Las ideas filosóficas del siglo XVIII acariciaron el concepto de un Estado Educador, un Estado que tomase las escuelas en sus manos, prescribiera las enseñanzas (por supuesto no católicas) que debían darse en ellas e hiciera obligatoria la asistencia a tales instituciones. Era el entusiasmo por el despotismo ilustrado que llevaría las luces de las ciencias a todos los individuos aunque debiera emplear la violencia para salir con su intento. Napoleón, íntimamente persuadido de estas ideas, es el primero que organiza militarmente un sistema completo de instrucción nacional, desde la Universidad hasta la última escuela rural. Así es como se encuentra la Iglesia, desde principios del siglo pasado hasta nuestros días, ante un nuevo enemigo, el Estado docente; digo enemigo, porque, aunque la educación pública podría cooperar con la Iglesia en la gran obra de la cristianizaión y civilización de los pueblos, el hecho es que la dirección de la educación oficial ha estado casi siempre en manos de hombres acatólicos, si no eran abiertamente anticristianos. Las dificultades nunca amilanan a la Iglesia, sino que hacen aparecer más claramente su enorme fecundidad. En el siglo XIX se multiplican las obras destinadas a la educación de la juventud; sólo puedo nombrar algunas: Los Hermanos Maristas, los Hermanos de la Instrucción Cristiana, las Hijas de María Inmaculada, los Clérigos de S. Viátor, los Hermanos de S. Gabriel, del Sagrado Corazón, de la Santa Cruz, de la Doctrina Cristiana, de la Caridad, los Javierinos, los Hijos de la Sagrada Familia, Los Salesianos, obra genial de S. Juan Bosco, etc. Para la educación femenina se fundaron las Marianistas, las Hermanas de Nuestra Señora, las de la Misericordia, la Sociedad del Sagrado Corazón, la Congregación de la Sagrada Familia, la de Religiosas de la Asunción, de María Auxiliadora, y otras muchas más. El siglo XIX es también el siglo de los grandes pedagogos católicos. Monseñor Spalding el gran obispo norteamericano, y Monseñor Dupanlop, el obispo francés; el eminentísimo cardenal Juan Henrique Newman, uno de los campeones más extraordinarios del catolicismo inglés; el cardenal Mercier, que tanto brillo dio a la Universidad Católica de Lovaina; Otto Willmann, representante de la pedagogía católica en los países de lengua alemana. Iluminados por la fe y las enseñanzas de la Iglesia, han podido estos hombres (y otros muchos cuyos nombres he omitido en favor de la brevedad) trazar las líneas de la verdadera educación integral de una manera que no le ha sido posible a ningún autor heterodoxo. Sólo la Iglesia católica puede ver claro en materia tan compleja, pues no se trata sólo de un entrenamiento físico sino también y principalmente de la formación de las almas. OBRA EDUCADORA DE LA IGLESIA EN NUESTRO PROPIO PAIS Antes de cumplir un siglo de vida colonial, habían llegado ya todas las grandes órdenes religiosas: dominicos, franciscanos, mercedarios, jesuitas y agustinos. Se levantaron iglesias, se abrieron misiones entre los infieles, las procesiones de Corpus y de Semana Santa se celebraban con todo el brillo que entonces era posible en una pobre colonia recién fundada. Los jesuitas, orden educadora al par que misionera, se dedicaron pronto a la formación intelectual y moral de la niñez. Llegados a Chile en 1593, los seis primeros padres se dividen entre sí el campo de apostolado; cuatro de ellos predicarán a los españoles, a los indios y a los negros; los dos restantes se dedican a enseñar el catecismo y abrir una pequeña escuela para los niños españoles e indígenas. Un poco más tarde se inicia un curso de filosofía a que acuden entre otros jóvenes, once religiosos de Sto. Domingo y seis de S. Francisco. En 1608 ya se abre la cátedra de teología siendo tan prósperos los estudios que trece años más tarde podía esta facultad, por una bula de Gregoria XV, conferir grados académicos. El internado San Francisco Javier data también de este tiempo (1611). Fue tan grande el entusiasmo de los vecinos que se reunió en la iglesia toda la Real Audiencia, los dos Cabildos eclesiástico y civil, con "lo más y mejor de la ciudad" para acompañar procesionalmente y con repiques de campanas a los 14 estudiantes que iban con sus profesores a fundar el nuevo establecimiento. Otros centros de educación abrieron los jesuitas en Santiago mismo (Colegio de S. Pablo), en La Serena, Valparaíso, Quillota, Bucalemu, San Fernando, Chillán (para hijos de caciques indígenas), Rere, Concepción, Arauco, Castro, etc. De las escuelas del sur conservamos este rasgo típico. Por falta de papel para escribir, se valían los niños de unas tablas bien cepilladas. Después de escrita y corregida la tarea, lavaban la tabla, secándola luego al sol o al fuego, y ya tenían su pizarrita lista para el día siguiente. Auxiliares y complementos de los colegios eran las Congregaciones Marianas. En estas asociaciones, junto con el amor a la Sma. Virgen, progresaban los estudiantes en las virtudes de una vida verdaderamente cristiana, dando muestras de ello en su celo y caridad para con el prójimo. Más tarde la Congregación de caballeros completaba la educación moral comenzada en el colegio. Las escuelas, los colegios y los estudios superiores no eran la única obra educadora de la Iglesia chilena. Las órdenes religiosas fueron las que formaron las mejores (para no decir las únicas) bibliotecas que entonces había en este país. Los jesuitas trajeron la primera imprenta en 1748. Así como la Iglesia de la Edad Media y del Renacimiento utilizaron el arte y la música para educar al pueblo y enseñarle a honrar al Creador de toda belleza, de la misma manera procedió la Iglesia colonial: los hermosos templos, las solemnes procesiones, los cánticos sagrados, todo debía contribuir a suavizar las costumbres de esos hijos de conquistadores, e infundir en sus almas el amor a Dios, a la vida eterna y a los medios con que debían alcanzarla. De fines del siglo XVIII datan también los primeros seminarios conciliares chilenos: uno en Imperial y el otro en Santiago fundados por los obispos respectivos. En la fundación de la Universidad de San Felipe, el suceso educacional más importante en la Colonia, tuvo la Iglesia decisiva influencia y fueron sacerdotes sus primeros maestros. En el siglo XVIII don Manuel de Salas fundaba la "Academia de San Luís" de enseñanza técnica y especializada. Entre los libros publicados en esa época más dignos de mención, señalaremos: "Histórica Relación del Reino de Chile", por el jesuita Alonso de Ovalle; "Historia General del Reino de Chile", por el Padre Diego de Rosales; "Historia del Reino de Chile", por el jesuita Manuel de Olivares; "Historia Natural de Chile", publicada en Bolivia en 1782 y cuyo autor Juan Ignacio Molina sufría el destierro de su orden expulsada. La Iglesia y las órdenes religiosas, jugaron un papel decisivo y principalísimo en la formación intelectual y moral de esa raza naciente en la pacificación de la guerra araucana, y en elevar entre los españoles el ambiente intelectual enteramente descuidado por la continua vida de campamentos. En la República el redactor del primer periódico nacional fue el clérigo Camilo Henríquez. En 1843 bajo la protección del Arzobispado se fundaba en Santiago "La Revista Católica". Las escuelas normales de preceptoras se crearon en 1854 y fueron dirigidas por monjas del Sagrado Corazón. Aparte de los Seminarios Diocesanos ha establecido la Iglesia numerosos colegios privados que contribuyeron poderosamente a la ilustración general. En ella se educan cerca de 20.000 alumnos, y en las escuelas primarias abiertas por la Iglesia, más de 100.000 niños reciben instrucción gratuita. En 1888 se fundó en Santiago la Universidad Católica. Cuenta con seis facultades: Ciencias Jurídicas y Sociales; Biología y Ciencias Médicas; Filosofía y Ciencias de la Educación; Bellas Artes; Ciencias Físicas y Matemáticas y Agronomía y Veterinaria. Tiene además el curso de subingeniería. En medio de indecibles angustias se sostiene con donaciones de los católicos chilenos. Su enseñanza es gratuita, su presupuesto no baja de dos millones de pesos. Posee un espléndido edificio, cuenta con numeroso cuerpo de profesores; tiene valiosísima biblioteca, material técnico con todos los adelantos modernos. El régimen es el de una gran familia en que profesores y ex-alumnos se sienten como en su propia casa interesándose todos por el progreso de la obra común. Educadores católicos en Chile los ha habido notables. Citemos como ejemplo a Don Andrés Bello y Don Domingo E. Sarmiento. Aquél atendió a la enseñanza superior desde su elevado sitial de Rector de la Universidad de Chile (1843); y éste a la primaria como Director de la Escuela de Preceptores (1842). Don Domingo E. Sarmiento (1811-1888) era partidario de una enseñanza benigna; desterró los castigos aflictivos, fomentando en cambio la emulación con un sistema de puntos, notas y certificados semanales. Su "monitor de las Escuelas" es como un preludio de la metodología chilena. La iniciativa de Sarmiento fueron los cursillos de verano para la preparación rápida e intensiva de los maestros. La enseñanza de la lectura fué su principal obsesión. Don Andrés Bello (1781-1885) primer rector de la Universidad de Chile, nacionalizado en Chile como premio de sus servicios. Bello no fué un teórico sino un eminente educacionista práctico; dirigió los estudios de la juventud chilena inspirándose en los de Inglaterra. Su método de enseñanza era amplio, intensivo y ameno. Dotaba sus lecciones de un alto interés humano que tenía en cuenta con la complejidad de su auditorio. "Un buen método de enseñanza, no tanto se propone comunicar mucha ciencia al estudiante, cuanto dar a su entendimiento poderoso impulso y rumbo cierto. Excedería los límites de esta clase exponer los nombres y la labor educacional que han realizado tantos otros pedagogos chilenos que han unido una fe profunda a una ciencia y un arte educativo de todos reconocido. CONCLUSIONES. La Iglesia se ha preocupado siempre de la Educación de la Juventud con especial interés. A este fin han dedicado su vida miles de religiosos y religiosas en congregaciones educacionales que se han ido fundando a medida que aumentaban los obstáculos a la obra de la Iglesia. En Chile los orígenes de la Patria están íntimamente vinculados a la labor educativa de la Iglesia. RECAPITULACION Y OBJECIONES. ¿Qué impresión te produce la obra educacional de la Iglesia? ¿Qué podríamos hacer por popularizar estos conocimientos? ¿No habría en el centro quien se animara a estudiar la Acción educadora de la Iglesia en esta localidad, en esa parroquia? ¿Cómo hacer a Chile consciente de lo que debe a la Iglesia? OBJECIONES. La Iglesia ha sido la eterna enemiga de todas las ciencias. El Obscurecimiento es su divisa. La Iglesia teme a la ciencia y a la investigación histórica. XIX ALGUNOS GRANDES EDUCADORES CATOLICOS* CUESTIONARIO. ¿Conoces algunas grandes figuras de la pedagogía católica? ¿Qué influencia han ejercido en el mundo hombres como Ignacio de Loyola, Juan Bosco, Juan Bautista de La Salle, Marcelino Champagnat, etc? ¿Qué hay de común en todos los grandes educadores católicos? ¿Qué procedimientos modernos han sido ideados por pedagogos católicos? Exposición. El ambiente educativo de la Iglesia no comprende tan sólo los sacramentos, ni los templos, ni los actos de oración colectivos, sino también una gran variedad de escuelas, asociaciones y todo género de instituciones tendientes a formar la juventud en piedad religiosa no menos que el estudio de las letras, de las ciencias e incluso en la cultura física. En esta inextinguible fecundidad de obras educativas es notable constatar cómo el alma de todas ellas es el sacrificio y el amor que de Dios se dirige a sus creaturas. La labor educacional de la Iglesia representa la fe desinteresada y dolorosa que no omite sacrificios por perfeccionar bajo todos sus aspectos a aquellos que Cristo remidió con su sangre. Sacrificio y amor son el resorte de su éxito. Para poder constatar en forma más tangible este espíritu de la educación cristiana, no nos contentemos con los grandes rasgos de la labor educacional que acabamos de exponer, sino que descendamos a verla realizada en alguno de sus grandes educadores. Contemplemos la obra de Ignacio de Loyola, de Juan Bautista de la Salle, de Juan Bosco, de Marcelino Champagnat. Podríamos con no menor derecho referirnos a la obra de Andrés Manjón, de Monseñor Spalding, de Félix Dupanloup, de Otto Willmann y de muchos otros; pero para muestra basten algunos botones. IGNACIO DE LOYOLA Debió actuar Ignacio en la época del Renacimiento. El triunfo en las cruzadas había producido un repentino engrandecimiento económico en la vida social europea. Aparecieron poderosas fortunas y el lujo exagerado invadió las cortes y los palacios. La vida se hacía más al muelle. La caída de Constantinopla trajo un tesoro de literatura clásica medieval. El arte greco-latino no sólo era estudiado sino, por desgracia imitado y entroncado en la vida misma, produciendo una grieta profunda en el sentir cristiano y apagando con su belleza sensible la luz de la vida espiritual, de abnegación y sacrificio. El clero y los conventos experimentaron la nefasta influencia pagana. La disciplina se relajó... ignorancia completa aun en lo más rudimentario de la religión... fueron produciendo una frialdad, un ambiente propicio para derrumbes más desicivos... En Alemania, como fruto de la ignorancia, falta de vida sobrenatural y sobra de las malas costumbres habían germinado muchas herejías y la rebelión de Lutero había hechado hondas raíces. Las Universidades se despoblaban y el mal crecía en forma alarmante en este caos moral e intelectual... Fué en esa época en la que apareció, vivió y lucho heróicamente Ignacio de Loyola. Sabía como gran psicólogo y profundo conocedor del corazón humano que, para reformar las costumbres había que enderezar las voluntades y que las voluntades no pueden enderezarse si no se ilumina antes el entendimiento, y de aquí fué que hizo de la educación y la enseñanza de la juventud, uno de los ministerios primarios de su nueva Orden. Idea de los Seminarios. Vió Ignacio el panorama de Europa y comprendió el peligro que significaba para la fe la rebelión de Lutero que prendía ya en Italia y Francia. El remedio no estaba en las armas ni en tratados diplomáticos, sino en la formación de un clero santo, docto, abnegado, abrasado de amor a Jesucristo, que con su acción inteligente y virtuosa fuera reconquistando esas inteligencias extraviadas. De aquí nació su gran deseo por fundar Seminarios, colegios destinados exclusivamente a la formación científica y espiritual del clero... modelo de éstos fué el colegio Germánico inaugurado en Octubre de 1552 con especial aprobación de S.S Julio III... No alcanzó a ver realizado Ignacio en la vida el vasto plan de seminarios en los cuales veía la salvación del problema heresiarca y de la corrupción social y al Papa... Por fin en mayo de 1563, siendo Papa el Pontífice Pío IV, siete años después de la muerte de Ignacio se aprobaba en el concilio de Trento el capítulo sobre los seminarios y se imponían a toda la Iglesia. El santo desde el cielo veía su dueño realizado. Seminarios Conciliares Diocesanos, colegios destinados exclusivamente a la formación del clero. Colegios y Universidades. Junto con la necesidad de formar un clero santo y docto, comprendió que era indispensable para la reforma de las costumbres el trabajar intensamente en la educación de la juventud, enteramente abandonada no sólo en Alemania sino también en Italia, en Francia y en España. Impulsó cuanto pudo la fundación de colegios y universidades en todas partes. Los colegios quería él que fuesen como el semillero que preparase y asegurase un alumnado numeroso y digno. Por eso al lado de cada Universidad que fundó o tomó a su cargo, procuró existieran uno o dos colegios de jovencitos, ya fueran internados o no. Diez Universidades tomó Ignacio durante su generalato: una en Portugal; dos en España; dos en Italia y cuatro en Alemania. El 18 de febrero de1551 se inauguró el colegio Romano con clases de humanidades, latín, griego y hebreo. Al año tenía 300 escolares. En 1560 asistían 900 estudiantes... Hoy concurren 2350 alumnos oriundos de 52 naciones... Catorce Papas han recibido allí su educación, a más de numerosos cardenales, Santos, Beatos, Mártires y apostólicos sacerdotes. Por innumerables dificultades económicas tuvo que pasar el santo... "la renta del colegio Romano, escribía en 1553, es fe y esperanza" y del Germánico añadía "va muy bien y tiene la misma renta que el Romano". Dificultades, sacrificios, privaciones, pero el amor solucionaba los problemas y seguía adelante. El 31 de julio de1556 murió plácidamente en roma el primer general y fundador de la Compañía de Jesús, Ignacio de Loyola. La dejaba sólidamente establecida en Italia, España, Portugal, Francia, Flandes, Alemania, Brasil, Indostán, Málaca, etc... Contaba con doce Provincias y no menos de mil sujetos, y dejaba fundados 49 colegios, 10 Universidades, dos Asilos para niños y niñas huérfanos; una casa para los catecúmenos judíos; dos monasterios para pecadoras arrepentidas y una casa donde las mismas pudieran vivir. Dos firmes pilares sostenían el edificio: los ejercicios espirituales y las Constituciones. De estas últimas, del espíritu de ellas surgió el cauce pedagógico que ha dirigido y formado a los alumnos y los profesores de los colegios y universidades jesuítas, el Ratio Studiorum. Es imposible hablar de la labor educacional de la Compañía sin hablar del Ratio. Todo en él está prescrito y calculado, con el doble fin de formar maestros competentes y discípulos aprovechados. A los primeros les señala sabias reglas para poseer cada materia de enseñanza, y a los segundos la manera de sacar provecho de las lecciones que reciben. El método es humanista, literatura greco-latina. Prelección, preceptiva y ejercicio intenso de propia oración, asimilar la potencia creadora de los clásicos y vivificarla con la luz y la fuerza sobrenatural y cristiana, he aquí el alma del Ratio. Supone una intensa actividad por parte del alumno y del profesor y se vale para excitarla en aquéllos del estímulo y de la emulación y sobre todo arraigando en su alma sólidamente las virtudes cristianas. La frecuente práctica de los Sacramentos era su firme base... Para terminar el estudio de la obra educacional de Ignacio echemos un vistazo a la labor que efectúa la Compañía, su continuadora... 37 Universidades, con 60.000 alumnos; 220 Colegios con 90.000; Escuelas inferiores con 55.000 alumnos; Seminarios Pontificios; 9; Mayores 27; menores 26. Publicaciones anuales de libros, 850; de revistas, 1.200. Dirige además la Universidad Gregoriana, el Instituto Bíblico-Oriental, el seminario pontificio Germánico, Pío Latino, Pío Brasileño y Maronita-Rúsico. Iñigo de Loyola desde el cielo contempla su obra, la ama y la protege. JUAN BAUSTISTA DE LA SALLE (1651-1719) Renunciando los honores y las riquezas para entregarse de lleno a los pobres, en unión con otros maestros se dedicó en 1680 a la enseñanza de los niños especialmente de escasos recursos. En 1684 él y los 12 principales profesores emitieron los votos de obediencia y perseverancia y tomaron el nombre de Hermanos de las Escuelas Cristianas. Para que sus religiosos se dedicasen exclusivamente a la modesta pero hermosa obra de enseñar a los pobres, les prohibió que fuesen sacerdotes ni cultivasen ciertas ciencias ajenas a su misión peculiar. S. Juan Bta. de la Salle es el verdadero legislador de la enseñanza primaria y el organizador de la instrucción popular; bien merece el nombre que muchos le han dado de padre de la pedagogía. Sus ideas pedagógicas contenidas y expuestas en La Dirección de las Escuelas Cristianas, en las Cartas y sobre todo en La Escuela Parroquial manifiestan la prudencia y habilidad del pedagogo, junto con la virtud y el celo apostólico del santo. Comprendió San Juan Bta. de la Salle el rol decisivo en el futuro del hombre la educación de la niñez y a ella concentró todos sus esfuerzos, su experiencia y su amor. "El niño es débil en inteligencia, en voluntad y en las facultades físicas. En la educación de los alumnos, debe el maestro imitar la conducta de la Providencia hacia los hombres: es decir, procede con fineza y suavidad. Es preciso habituar poco a poco a un trabajo espontáneo, como el que realizarían cuando no fuesen dirigidos por el maestro. Conviene cultivar los sentidos, pero sobre todo desenvolver la inteligencia, rectificar el juicio, disciplinar la voluntad e inclinar el corazón a la piedad. Es necesario formar el carácter del niño, habituarlo al conocimiento y a la práctica da la virtud. La escuela debe ser el noviciado del cristianismo, la preparación de los deberes de la vida cristiana y civil". (Dirección Esc. Crist.). Sin descuidar la enseñanza popular, fundó el Santo también Escuelas Normales para formar buenos maestros, pensionados para la enseñanza primaria superior conforme a programas adecuados a las necesidades de los tiempos. Los hermanos tienen escuelas especiales para el aprendizaje de la agricultura, del comercio, de la industria y de las artes. El campo de los Hermanos es muy vasto, lo que les permite extender los beneficios de la educación y enseñanza cristiana no sólo a los que cursan los estudios liberales, sino también los técnicos y experimentales; no sólo a los niños y jóvenes sino también a los artesanos y alumnos de los talleres. "A Juan Bta. de la Salle, decía Brunetiére, debemos la gratuitidad de la enseñanza, las universidades populares, las escuelas normales, la constitución de la enseñanza moderna. Sus discípulos han precedido en la vía del progreso a los que se tienen por los precursores y los nuncios del siglo XX". En 1719 moría el santo fundador... 200 Hermanos en 22 escuelas quedaban para perpetuar su obra de abnegación y de amor. "El fruto principal de la escuela cristiana es prevenir los desórdenes causados por la ignorancia, o impedir sus funestas consecuencias, y preparar al alumno para el desempeño de sus deberes de cristiano y de ciudadano" (Direct. Esc. Crist.). Actualmente 15.000 Hermanos esparcidos en 65 países dirigen 1.200 escuelas con 9.000 Aulas, frecuentadas por 320.000 Alumnos. DON BOSCO (1815-1888) "He consagrado mi vida al bien de los niños y nada ni nadie me apartará de la senda que el Señor me ha trazado". He aquí el ideal, la vida entera, de este moderno sacerdote y santo. En el mismo año de su ordenación sacerdotal 1841 inauguró su apostolado con los niños pobres y abandonados. Así nació el Oratorio festivo, mezcla de alegría, de juegos, de actos piadosos, de catecismo, de honestas representaciones, de amenos paseos, acompañado de pan, de vestido y trabajo. De 1841 a 1846 atraviesa por innumerables dificultades económicas, pero su confianza en María Auxiliadora y en la divina Providencia, no tenía límites. En 1846 tenía ya una casa propia. En 1847 se recogía el primer niño interno, convirtiéndose así el Oratorio en Internado. En 1853 en el fondo de un corredor se da comienzo en la mesita de un zapatero y el asiento de un sastre, al aprendizaje de los oficios; tres años más tarde se da la primera clase de latín. Germen de las futuras "Escuelas Profesionales" y de la clase de "Estudios Superiores". El Oratorio necesitaba expansión y comienza a abrirse uno, después otro; los hijos del pueblo encuentran pan, trabajo y porvenir. Los primeros discípulos se hacen maestros y colaboradores de Don Bosco; de 1859 en adelante "Socios de su Congregación". Forma sacerdotes, maestros de artes y oficios, infundiéndoles su mismo espíritu. Don Bosco era pobre y se mantenía en la pobreza, pero confiaba en Dios. "Las obras de Dios no se dejan para mañana" y el Padre de los cielos le daba por medio de limosnas que el santo mendigaba casa por casa, todo lo necesario para sus talleres, escuelas, iglesias, etc. El Señor es quien ha hecho la obra". Amor y sacrificio. Sistema educativo. Tuvo pocas pretensiones de escritor pedagógico; su pedagogía práctica era una emanación directa de su vida sobrenatural y de su santidad; con todo expuso minuciosamente la doctrina fundamental de su pedagogía: el sistema preventivo. Lo prefiere al sistema represivo porque aquel se funda "en la razón, la piedad y el cariño". No es sino la actuación de la bondad serena y atenta que previene el mal para no verse en la precisión de castigarlo una vez cometido; enseña a obrar bien por convicción, libremente. Se hace amar para hacerse respetar. Usa exteriormente de la persuasión, de la fraternidad, del buen ejemplo, de la mortificación, bajo un exterior placentero. Internamente se sirve de la gracia divina, comunicada especialmente con la recepción frecuente y libre de los sacramentos de la Confesión y Comunión. Este sistema exige y supone de parte del maestro intenso trabajo y apostólica abnegación. Es necesario estar de continuo entre los escolares y no dejarlos nunca inactivos. La continua vigilancia ha de impedir la entrada del mal en la casa. S. Juan Bosco recomienda al director o al catequista, dirigir todas las noches antes de acostarse, cuatro palabritas cariñosas -las buenas noches- a los niños y algunos avisos sobre lo que deben hacer o evitar. Quiere el santo que se deje amplia facultad al niño para brincar, correr, gritar, divertirse. La gimnasia, la música, la declamación, el teatro y los paseos mantienen la salud del cuerpo y del alma. El júbilo es circunstancia característica de las casas salesianas. El Santo considera la instrucción como un medio de influir en la vida ulterior del niño y como auxiliar precioso de la educación. Ante todo, debe guardar relación con las disposiciones del escolar. Por ello se la fundamenta en un estudio atento del carácter, aptitudes y dotes de cada uno. Danse en las instituciones salesianas la enseñanza primaria, profesional, secundaria y superior. Considera Don Bosco la educación moral como meta de la educación, no basta la instrucción. Necesita el niño principios al mismo tiempo que caracteres civiles. La formación de la voluntad empero es imposible sin el concurso de la religión. La confesión y comunión frecuentes, y la misa diaria, son las columnas del edificio de la educación. Una disciplina bien entendida completará la obra de la religión. Nada de castigos, si absolutamente se necesita alguna vez castigar, trátase de inspirar más amor que miedo y de ningún modo golpear a los niños. El corregir se ha de hacer en privado y con dominio. Fue don Bosco uno de los primeros en comprender la necesidad del apostolado de la prensa. Publicó más de 100 obras de diversos géneros. Instruye al pueblo desenmascarando la herejía y la irreligiosidad con las "Lecturas Católicas" esparcidas por millones. Se sienta con los jóvenes en los bancos de la escuela y redacta manuales e historias. Publica los clásicos italianos y latinos expurgados y difunde los autores cristianos. Ardiente propagador del bien, crea tipografías, fundiciones de tipos, librerías, llegando a contar con una papelería para la difusión de sus libros "quiere ir siempre a la vanguardia del progreso". Fue un precursor al inaugurar las colonias de vacaciones. Las primeras se establecieron en 1848. Desde entonces esos "paseos estivales" se repitieron cada año... El 30 de enero de 1888 subía este santo a cuidar su obra desde el cielo, dejaba 64 fundaciones salesianas y 800 religiosos. Hoy los salesianos son 13.000; 812 casas en 48 provincias o rectorías. Las Hijas de María Auxiliadora, congregación fundada por Don Bosco, cuentan en la actualidad con 9.000 religiosas, más de 700 casas y educan cerca de 350.000 alumnas. EL VENERABLE MARCELINO CHAMPAGNAT (1780-1840) Desde muy joven quedó impresionado por el abandono en que yacía la educación en los medios rurales y concibió la idea de fundar una congregación especialmente dedicada a la enseñanza de la población campesina. Ya sacerdote, reunió algunos adolescentes, formándolos en las prácticas religiosas y en la enseñanza y les confió la dirección de varias escuelas. Tal es el origen de los Hermanos Maristas de la Enseñanza, a los cuales les inculcó como uno de sus lemas: "Mostraos más bien padres que amos y señores, entonces os respetarán y amarán sin reservas". La formación de buenos catequistas fue para Champagnat la idea cumbre de su vida, y al servicio de esta formación puso todos los medios divinos y humanos sin descuidar el canto escolar y patriótico que es algo muy característico de su pedagogía. En 1840, al morir este siervo de Dios, poseía la Institución 48 casas. En la actualidad cuenta con más de nueve mil religiosos y regenta 650 establecimientos que educan a 150.000 niños y jóvenes. CONCLUSIONES. Divulgar las biografías de las grandes figuras del catolicismo. Dar a conocer la acción de la Iglesia: esto contribuiría a crear ese sentido de legítimo orgullo del hijo ante la grandeza de su madre. Estimar en lo que vale la obra educativa al ver esas grandes figuras consagrar todos sus esfuerzos a salvar las almas por medio de la educación. Persuadirme ante los ejemplos de estos maestros que las almas se conquistan con la dulzura y la abnegación. "Más moscas se cazan con una gota de miel que con un barril de vinagre". RECAPITULACION. ¿Qué impresión te deja la obra educadora de estos grandes santos? ¿Cuál es el rasgo que más te ha llamado la atención en ellos? ¿Qué vale la objeción que la Iglesia no se ocupa de los pobres? XX EL EDUCADOR DEL ESPIRITU La misión del director espiritual en la vida del joven de A.C. CUESTIONARIO. ¿Quién tiene director espiritual? Entre los compañeros ¿hay muchos que tengan director espiritual? ¿Para qué sirve el director espiritual? ¿Qué cualidades exigirían Uds. en el director espiritual? ¿Con cuánta frecuencia convendría ver el director espiritual? El director espiritual ¿ha de ser el confesor o una persona distinta? Exposición: Desorientación profunda se nota en el alma contemporánea sobre todo en la época de la adolescencia en la que como en ninguna otra el joven necesita ser comprendido. Los años de adolescencia que llegan hasta los 21, y también los de juventud están marcados por una desorganización interior, por una anarquía de tendencias que pretenden abrirse paso en el alma del joven. En estos años hace falta un espíritu fuerte y bien esclarecido que guíe con seguridad el alma que recién se abre a la vida. Esta misión corresponde de suyo a los padres de familia, a los educadores del colegio, pero por desgracia tanto los unos como los otros rehuyen con frecuencia el tomarla en serio. Los padres de familia en Chile, en los hogares bien constituidos se preocupan de ordinario de los asuntos de la casa. El padre del sustento y de acumular bienes para asegurar el porvenir de los suyos; la madre es la dueña de casa: cuida de la ropa de sus hijos, los atiende en sus enfermedades, hace dulce para el invierno, huesillos y chuchoca... pero ¡el alma de sus hijos! es un cofre cerrado que muy pocos se atreven a abrir y sin embargo, ¿de qué va a servir acumular bienes si el alma del niño no está preparada para saberlos usar? ¡Qué infeliz resulta el cuidar que la camisa esté bien planchada y los cuellos limpios si el alma del niño está sucia. ¿Cuánto más importante que organizar la despensa es organizar la vida afectiva, intelectiva y volitiva del niño, esperanza del hogar y semilla de generaciones? El hogar popular, mucho menos que el hogar culto no se preocupa en absoluto de la vida espiritual de los niños y adolescentes. Estos crecen como las flores silvestres, regados con la lluvia de la Gracia y con los buenos ejemplos espontáneos que producen las almas de nuestros pobres cuando no han sido reformadas por los vicios. La escuela fiscal: primaria, liceo y universidad, no forma: da nociones que han de memorizarse, enseña conceptos para presentarlos en el examen, pero no organiza ni mucho menos orienta el alma que se abre a la vida. En los colegios católicos se preocupan más los directores de la formación individual del alma de sus alumnos. No han desconocido esta misión, pero han tenido personal suficientemente numeroso para realizarlo. La dirección espiritual exige mucho tiempo, mucho tino, muchas cualidades sobrenaturales y naturales que es raro encontrar aún en los establecimientos más escogidos. Por eso crecen nuestros jóvenes tristes y desorientados sin haber encontrado en las vidas quien subrayara las buenas tendencias y corrigiera las que iban desviadas. Los que han tenido la suerte de encontrar un director de su alma pueden darse por muy felices. Santa Teresa de Jesús afirmaba que el comienzo de toda vida espiritual seria es un buen director espiritual. El fin de la dirección espiritual es infundir fuerzas al alma del joven para que el hombre de instinto se haga hombre de razón; el ser sentimental se transforma en ser voluntario; del mundo natural se levante el joven al mundo sobrenatural. El director ha de infundir amor a la vida moral, amor consciente, amor convencido. Todas las manifestaciones de la vida del joven han de ir encaminadas a su fin último. El director ha de inculcar al joven el pensamiento de que en todos los momentos debe vivir según la voluntad de Dios, y su misión es ayudarlo a que conozca esta voluntad en las diversas circunstancias de la vida. La imagen de Cristo ha de estar siempre presente en el alma del joven, para amarla y para inspirarse en ella a fin de obrar en cada momento como Cristo obraría si estuviera en su lugar. A medida que vayan avanzando en años han de comprender mejor los jóvenes que la religión los transformará si la dejan arraigarse plenamente en su vida. Sólo así aprenderán que la religión es algo básico: un recto juicio del mundo, una vida y un amor. Sólo así se conseguirá que jóvenes irreprochables en sus años de infancia no descuiden su alma al concluir los estudios y no retrocedan ante la tentación. El director espiritual ha de dar capacidad al alma que dirige para que pueda vivir sin él. Por nada del mundo ha de disminuir su fuerza de obrar, de decidir, de resolver. La verdadera dirección espiritual no aminora la libertad del alma, antes bien la estimula y la robustece. El buen director sabe que Dios traza el camino de cada alma, y no él. Su papel sólo consiste en darle ayuda para que la descubra. El joven ha de darse a conocer a su director. Stanley Hall pregunta: "¿Qué necesito para enseñar latín a un muchacho?". Un alemán contestaría: "He de saber latín"; en cambio un americano contestaría: "He de conocer al muchacho... El director espiritual ha de conocer la vida del espíritu y ha de conocer al muchacho. La dirección espiritual es un "trato individual", y es precisamente en su carácter "individual" en el que reside su mayor fuerza. Las pláticas, los ejercicios, los círculos de estudio, son orientaciones "generales", los problemas de cada hombre son "individuales". La dirección espiritual aplica esas normas generales al individuo. El adagio "la gracia presupone la naturaleza" significa pedagógicamente que en la economía de la salvación las leyes psicológicas no se suspenden; antes al contrario, las leyes naturales han de aprovecharse para lograr el fin sobrenatural de la educación. Por tanto todo joven que se interese por aprovechar en su vida espiritual ha de darse a conocer en la forma más íntima que sea posible a su director espiritual: ha de revelarle no sólo sus pecados esquemáticamente expuestos, sino también sus tentaciones y aún más sus inclinaciones, sus aficiones, sus repugnancias: ha de hacer del director espiritual el amigo de su alma en quien deposite toda su confianza. Sus problemas afectivos, los primeros brotes de su amor ha de exponerlos llanamente al director de su alma. Los niños ¡cuántas dificultades evitarían si los primeros indicios de su crisis de la edad los dieran a conocer a su director! Esos fenómenos que para muchos tienen el carácter de trágicos y de anormalidades que sólo a ellos ocurren aparecerían entonces en la realidad del plan de Dios, sencilla y consoladora. La manifestación de la propia alma consuela, aún sin recibir un consejo: se ha realizado la descarga de algo que oprimía el corazón y que necesitaba salir para desahogo del espíritu. Aspiraciones de un buen director: A medida que vaya conociendo al joven ha de ir aprovechándose de sus virtudes naturales, muchas de ellas latentes en el fondo de su alma. En el joven de carácter alegre y bullicioso se esconden a veces capacidades riquísimas, más valiosas que en aquéllos de temperamento apocado. Si el director logra ganarlos para la gracia, ésta hará milagros en ellos. Es absolutamente imprescindible tender un puente entre la vida natural del joven y su vida sobrenatural, sólo así logrará asimilarse el mundo superior. Sin este proceso de asimilación vivirán dos seres en un alma: el cristiano y el salvaje... o al menos el católico tímido. El joven no ha de ser educado para un ambiente teórico ni para vivir en un invernadero, sino para vivir al aire libre, de su ambiente. No es completamente bueno aquel que no sabe serlo cuando se encuentra entre personas malas... Da pena ver algunos jóvenes tan buenos que no son buenos para nada... Se mueven en la vida práctica como escogidos; se sienten seres de segundo orden. Se prescindió de su naturaleza, de su ambiente, para edificar su vida espiritual. La recta educación espiritual ha de dar por resultado una piedad robusta, varonil, sana y alegre que prepare al joven para vivir independientemente con la santa libertad de los hijos de Dios El amor a Cristo: Uno de los medios más importantes de la educación sobrenatural, casi la base de toda la educación, es infundir en los jóvenes el amor a Jesucristo. El que ha mirado profundamente una vez siquiera los ojos de Jesús no lo olvidará jamás.. En la Parroquia de Osorno hay una hermosa pintura de Peter Horn que representa a Cristo, juez del mundo: su mirada nadie la puede esquivar... El alma humana es un templo vivo de Dios en la cual nunca ha de faltar el cuadro de Cristo y su mirada ha de penetrar hasta el fondo de su ser moldeándolo con las virtudes propias del Redentor. El alma del joven al irse fortaleciendo ha de ir precisando también más y más la verdadera figura de Jesús. Del Jesús Niño ha de ir pasando al Jesús adolescente, al Jesús jefe, al Jesús paciente. Ha de conocer un Cristo enérgico y varonil. El del sermón de la montaña, el que arroja los mercaderes del Templo, el que calma las tempestades, el que invita a los hombres a seguirlo dejándolo todo para poseerlo a El. Y al mismo tiempo ese Cristo es el Dios bueno que acaricia al pródigo, busca la ovejita perdida, perdona a la Magdalena, defiende a la adúltera y sale en busca de Zaqueo. ¡Qué fuerza sentirá el joven que puede dialogar diariamente con este Cristo en la Eucaristía! El director espiritual ha de procurar que los adolescentes y jóvenes conozcan la figura de Cristo no solamente de segunda mano sino directamente por medio de la Sagrada Escritura. El fin de toda dirección espiritual ha de ser sembrar el amor a Jesucristo en el corazón de los jóvenes, hacer que traben verdadera amistad con Cristo: un contacto vivo, sincero, entre él y ellos. Que se acostumbren a buscar siempre y en todo a Cristo. Jesús no ha de ser para los jóvenes un mero recuerdo, un cuadro pálido sino una realidad viva y grande a quien someten todos sus planes, a quien descubran todas sus esperanzas y todos sus deseos, alguien que viva muy cerquita de ellos alegrándose de sus triunfos y sufriendo con ellos en sus caídas. El momento supremo de la vida de Pablo fue la visión de Jesús en el camino de Damasco; el de María Magdalena, la mirada compasiva del Salvador; el gran momento de Ignacio de Loyola, fue cuando conoció en Manresa la imagen del Señor. En los años de juventud todos anhelan una amistad ideal. De este sentimiento brota también el primer amor. Que se enamore pues el joven de Cristo, ya que en vano buscará un ideal más perfecto, un amigo más sublime, un auxilio más noble. Su suprema aspiración ha de ser reproducir la vida del Maestro; prolongar la Encarnación; hacer del Hijo de Dios un chileno, así como la encarnación histórica lo hizo accidentalmente un judío. Todo esto se resume en la gran máxima centro de toda vida espiritual: Hacer lo que haría Cristo si estuviera en mi lugar. "Acérquese toda alma a Cristo _dice San Ambrosio_ porque Cristo es todo para nosotros. Si deseas curar la llaga, tienes al médico. Si ardes en fiebre, él es la fuente; si la iniquidad te oprime, él es la justicia; si necesitas auxilio, él es la fuerza; si temes la muerte, él es la vida; si anhelas el cielo él es el camino; si huyes de las tinieblas, él es la luz; si tienes hambre, él es el alimento". Esta orientación céntrica de la dirección espiritual que el director recordará a cada instante y propondrá con oportunidad según sean los problemas del momento, será la gran fuerza en la vida del joven: el cumplimiento de los mandamientos vendrá por añadidura. Otras orientaciones de la dirección espiritual. Enseñar a orar es otra de las grandes orientaciones de la dirección espiritual. La oración es la respiración del alma religiosa, por eso el director no ha hecho nada si no ha enseñado a su discípulo a orar. Ha de enseñarle en primer lugar la oración vocal aunque no sea ésta la más importante; que la haga con fervor como quien hable con Dios; que procure acompañarla de alguna intención especial, por ejemplo, por salud de un amigo, por la paz del mundo, etc; que no se preocupa tanto en multiplicar los rezos cuanto en hacerlo con plenitud de conciencia y recogimiento. Estas oraciones vocales han de ser completadas por una oración más personal. Esta oración personal constituye una conversación sincera, real, íntima con Dios a base de sentimientos de gratitud, admiración, respeto, alegría, esperanza. El joven de vida interior hará esta oración en toda circunstancia de su vida: en sus viajes, en los deportes, en el teatro, en el amor. Esta oración no será sino la sobrenaturalización de aquello que estaba haciendo en forma natural. Ha de ser tan frecuente como la respiración. Puede decirse, sin exagerar que del aprovechamiento de estos momentos depende en gran parte la vida espiritual de los jóvenes. La meditación diaria, aunque sea de un cuarto de hora cada mañana es una excelente práctica indispensable para alimentar sobrenaturalmente el alma; en ella se profundizan las grandes verdades cristianas y se adquiere el sentido sobrenatural de la vida. En este rato de meditación desfilan ante el alma todos los problemas que la preocupan y encuentran una solución a la luz de Cristo. Libros de meditación para jóvenes podrían ser: Plus, Frente a la vida; el Santo Evangelio directamente meditado; Zaffonato, Meditaciones para jóvenes; Meschler, Meditaciones de los Ejercicios. Para almas más cultivadas: Charles, La Oración de todos los momentos; Marmión, Cristo vida del alma; y otros libros de vida espiritual, a juicio de su director. El director espiritual tampoco debe descuidar el encauzar rectamente el deseo de lectura que tienen los jóvenes. En primer lugar ha de procurar guiarlo en sus lecturas, para que no acontezca lo que a una joven de tal manera absorta en la lectura de un libro que no se dio cuenta que se incendiaba: "Se quemó durante la lectura". Los libros queman muchas veces el alma de los jóvenes, sobre todo las novelas. Una discreción en este punto se impone forzosamente. ¿Qué libros convengan a cada uno? Lo sabrá quien conoce los libros y conoce a cada uno. La lectura de novelas no ha de ser absorbente, ni puede tampoco aconsejarse su completa supresión: pocas, bien escogidas, obras cumbres. Un director experimentado abrirá horizontes al alma de un joven mostrándole tantos campos que solicitan su estudio: el dogma, la moral, la historia eclesiástica, la sociología, la psicología, la biografía, la historia, etc., campos en los cuales debe adentrarse hasta donde pueda quien quiera que aspira a ser un jefe de juventudes. Ejercicios espirituales cerrados, durante tres o cuatro días todos los años, son el más poderoso estímulo para desprenderse de lo visible y adherir con espíritu de fe a las realidades invisibles. Más de un millón de fieles en todo el mundo hacen cada año los ejercicios espirituales; y en Chile, gracias a Dios, son varios miles los jóvenes que periódicamente se retiran a ejercicios, con verdadero sacrificio en silencio y oración. Un corto día, o al menos una mañana de retiro mensual ayudan poderosamente a guardar el fruto de los ejercicios. Antes de dormirse cada noche unos breves minutos de examen de conciencia; la santa misa y la comunión, o al menos la comunión, lo más frecuente posible, ojalá diaria, constituyen el programa de una vida espiritual que cuadra con las exigencias de la Acción Católica. Sobre la confesión y comunión habrá círculos especiales dedicados a estos puntos. Frutos de la dirección espiritual. Afirmamos sin dudar que el joven que sea fiel en acudir a su director espiritual (ojalá cada semana, al principio por lo menos, en ningún caso dejando pasar más de un mes sin visitarlo) encauzará en forma bien definida la vida de su alma. Si era escrupuloso habrá desechado los escrúpulos o al menos habrá aprendido el camino de dominarlos; sabrá cómo vencer sus tentaciones y se conocerá más a sí mismo; en todo caso conocerá más profundamente a Cristo y habrá aprendido a recurrir a El en todas las circunstancias de su vida. Con razón decía un buen director de juventudes que "el alma del cuidado de la juventud es el cuidado del alma de la juventud", A ser posible conviene que el director espiritual sea el mismo confesor, ya que en ninguna parte como en la confesión está el alma tan preparada para recibir una orientación espiritual. CONCLUSIONES. Recomendar insistentemente a los socios de la A.C. y éstos a sus amigos la dirección espiritual: Guerra al Padre Topete. Tener todos un confesor fijo. Que cada uno determine y ponga por escrito sus resoluciones referentes a las prácticas fundamentales básicas que ha de incorporar a su vida cristiana. Organizar una corrida de ejercicios para el centro y acordar la asistencia a algunos retiros mensuales en la forma que cada centro crea conveniente. RECAPITULACION. ¿Te has convencido de la utilidad de la dirección espiritual? _ ¿Has notado en tu vida, en ciertas circunstancias al menos, que te ha hecho falta tener junto a ti a un director espiritual? ¿Cuál debe ser la orientación espiritual básica de un joven? ¿Cuáles las prácticas más importantes que alimenten una vida cristiana? ¿Quiénes de Uds. han hecho ejercicios? ¿Qué ideas tienen de los ejercicios los que no los han hecho? Uds. los que los han hecho ¿qué idea tienen de los ejercicios? OBJECIONES. Da mucha vergüenza a un joven ir al director espiritual siempre con las mismas faltas. Si el director espiritual es mi amigo se dificultan mis relaciones con él porque conoce lo más íntimo de mi vida; si no lo es, no sirve, porque no me conoce... por tanto mejor es confesarse con el Padre Topete. No se saca nada con recomendar directores espirituales porque uno no los encuentra. Los que tienen tiempo no sirven porque no entienden a los jóvenes; y los que los entienden no tienen tiempo. El programa de vida espiritual señalado en este círculo es exagerado para un joven: podrá servir para un religioso pero no para un hombre de mundo. XXI EDUCACION EUCARISTICA DE LA JUVENTUD CUESTIONARIO. ¿Qué piensas tú sobre la comunión frecuente? ¿Qué dificultades opones a la comunión diaria? ¿No será una falta de respeto comulgar sin devoción?, y cuando uno comulga diariamente, comulga con menos devoción. ¿Cómo ha de prepararse quien quiere comulgar todos los días? Exposición. Con toda razón se ha dicho que el centro de la vida cristiana es el sacramento de la Eucaristía. Todos los otros sacramentos se enderezan a él. El bautismo confiere el derecho a recibirlo al hacer al hombre hijo de Dios. La confirmación dada en la edad en que se es consciente, hace participar al cristiano del sacerdocio real de Cristo y por tanto lo autoriza para acercarse al banquete sagrado. La penitencia limpia las faltas del alma para comulgar dignamente; el orden establece los ministros que han de perpetuar el sacrificio eucarístico. La Iglesia ha comprendido siempre la grandeza del presente que le dejó Cristo en la sagrada Eucaristía, y por esto los más grandes de sus teólogos, de sus artistas, de sus poetas, han consagrado sus más bellas creaciones al culto de la Eucaristía. En el centro de la ciudad medieval se levanta el templo; y el templo es lo que es por la mesa del sacrificio, y por el tabernáculo de la reserva: Por esto la Eucaristía ha de ser también el centro de toda vida cristiana. Y esto no es una exageración ni una figura literaria. La vida cristiana así lo exige: la Eucaristía en el centro de nuestras actividades. No es éste el lugar para tratar de las garantías que nos da Cristo sobre la realidad de su presencia eucarística, ni sobre la esencia del sacrificio de la misa. Lo hacemos en otras clases. Aquí nos cabe recordar con profunda gratitud el don recibido y ver cómo podremos aprovecharnos fructuosamente de él. La Eucaristía y la juventud. La instrucción religiosa de la juventud no ha de tener otro objeto que poner el alma de los jóvenes en contacto con Cristo, hacer que lo conozcan y llevarlos a su amor. En la comunión frecuente aprenden los jóvenes a saborear mediante una experiencia íntima ¡cuán dulce es el Señor! En la comunión entra al alma el Maestro de todos los tiempos y en un silencio misterioso, cuando la voluntad se ablanda, y está para traducirse en acción, el gran pedagogo hace el trabajo más serio en la vida del joven. Con vivo colorido San Cirilo de Jerusalén nos muestra los efectos de la comunión: "Si te hincha el veneno del orgullo toma este Sacramento y el pan humilde te hará humilde. Si la avaricia se apodera de ti, toma el pan celestial y el pan generoso te hará generoso. Si la risa nociva de la envidia sopla hacia ti, toma el pan de los ángeles, y éste te comunicará amor verdadero. Si te has entregado al exceso en la comida y en la bebida, toma el Cuerpo y la Sangre de Cristo, y el Cuerpo que ha soportado tantas mortificaciones seguramente te sostendrá en la moderación. Si te ataca la pereza y te vuelves frío como el hielo, de modo que no te gusta rezar ni hacer ninguna obra buena, fortalécete con el Cuerpo de Cristo y seguramente te llenarás de fervor. Finalmente, si te sientes inclinado a impureza, entonces, principalmente entonces, toma el mayor de los sacramentos, y el Cuerpo completamente puro de Cristo te hará puro". Cuando preguntaron a San Carlos Borromeo qué lo había conservado puro en medio de las tentaciones de la gran ciudad y de la corte respondió: "La santa comunión que recibía todos los domingos y días festivos". Y no es raro que así suceda; en la comunión la savia divina se transmite de la vid a los sarmientos. Después de comulgar, puede con verdad decir el joven: "Tú en mí yo en Ti"; o como San Pablo: Vivo yo; ya no yo, vive Cristo en mí; o como en otro lugar decía el apóstol: Mi vivir es Cristo. Preparación psicológica para comulgar con provecho. Varias veces hemos recordado en estas clases el conocido adagio teológico: La gracia presupone la naturaleza; la gracia no destruye la naturaleza, sino que la eleva. Querer por tanto, construir una vida espiritual prescindiendo de lo natural, sería absurdo y locura. Al hablar de los efectos de la penitencia veíamos la necesidad de una preparación psicológica. Esta se funda en que en los sacramentos además de conferir la Gracia la confieren ex opere operato también ex opere operantis. Es cierto que en la sagrada comunión recibimos el Cuerpo de Cristo aunque la preparación no sea perfecta ni la disposición del alma sea completamente adecuada; pero no es menos cierto que la medida con que la Gracia se nos comunica es incomparable mayor si nos preparamos debidamente a la recepción de la Eucaristía. Ante todo quede bien sentado que el mero hecho de comulgar con frecuencia no es garantía de un resultado completo; y sería fundamentalmente erróneo el proceder de un director espiritual que se contentara con empujar a la comunión diaria. Si no procurara crear en el alma de los jóvenes el ambiente espiritual necesario, la comunión frecuente daría frutos sí, pero no el que debiera dar. Pronto se convertiría en una costumbre, después en una cosa aburrida y terminaría por abandonarse. La comunión frecuente ha de hacerse, pues, con toda conciencia, lo cual no quiere decir, con todo fervor sensible. El fervor sensible escapa a nuestra preparación y por más empeño que pongamos habrá muchas veces en que no lo sentiremos. En tales casos, la ausencia de fervor sensible no ha de ser motivo que justifique nuestro alejamiento de la comunión. Si Dios Nuestro Señor no interviene en forma extraordinaria, acontecerá con la sagrada Eucaristía lo que con tantas otras manifestaciones humanas; nos acostumbraremos a ella como se acostumbra el hijo a ver a su madre; el amigo al trato con el amigo; y el esposo a tratar con su esposa, trato lleno de amor, pero después de algún tiempo este amor tal vez no se sensibiliza en cada actuación. Sin embargo así como este trato humano fortalece el vínculo del amor, así también el trato divino con Jesús Sacramentado aumenta nuestro amor para con El. Lo que se requiere de parte del que comulga es el deseo de la voluntad de recibir a Cristo, de honrarlo y de aprovecharse de su visita para mejorar en su vida, haciéndose más semejante a El. Y para esta recepción se prepara en la medida de sus fuerzas. Hay una preparación remota para la comunión que consiste en luchar por amor a Cristo para mantenerse en estado de gracia, y aun para ir eliminando las faltas veniales e imperfecciones de la vida, y también en el esfuerzo por llenar su vida con una oración sencilla que consista en el recuerdo de la presencia de Dios y en cortas jaculatorias. La preparación más inmediata podría consistir en el rezo atento de las oraciones. La lectura breve de un libro de piedad llenará la fantasía de imágenes piadosas y recogerá el espíritu. Al salir de la casa para ir a la iglesia, es una excelente práctica el ir recogido: no leyendo el diario o andando distraído, sino pensando a dónde voy y qué voy a hacer...; esto preparará el espíritu para estar actuando en el momento de la Comunión. Un devocionario no constituye el ideal de la piedad pero suele ayudar para los momentos de sequedad: entre no decir nada y estar distraído o bien, emplear fórmulas ajenas, sobre todo cuando éstas son de la Iglesia o de las grandes almas que ha habido en ella, no cabe duda que es la más agradable a Cristo este segundo camino. Las oraciones de preparación del sacerdote que están en el misal cotidiano, alguno de los salmos o de los himnos que allí mismo se encuentran, o bien algunos libros como el de Dom Guéranguer para la Sagrada Comunión; las Bienvenidas a Jesús de la Madre Loyola, pueden ser de provecho. Es un hecho consolador el que haya aumentado el número de comuniones, pero es triste la frecuente falta de preparación y de acción de gracias. Algunos llegan de la calle y sin mayor preparación se acercan a comulgar; otros -y son muchos- todavía no han cerrado el Sagrario y se encuentran en el patio conversando... Esta preparación y esta acción de gracias son del todo insuficientes y causa del poco fruto que algunos reciben en la Eucaristía. Un excelente tema de acción de gracias consiste en preguntar a Cristo con profunda sinceridad: "¿Estás contento de mí, Señor? ¿Qué más me pides? ¿Qué harías tú el día de hoy... en tal y tal circunstancia...? Dame fuerzas, Señor. Avivar la fe actuándose en esa presencia que llena nuestro pecho y recordar -como es absoluta verdad- que en la Comunión está Cristo en mí tan presente como estuvo en la tierra, como está ahora resucitado en el cielo: con sus ojos que me miran, sus oídos que me oyen, su corazón que palpita de amor por mí... toda su humanidad, viva, sensible, junto a toda divinidad. Por tanto ¿qué me impide conversar con El? Otra manera de dar gracias, después de la Comunión es recordar algún pasaje evangélico y actuar nuestra fe en que ese mismo Cristo está dentro de mí; sus sentimientos son los mismos de su vida terrestre; los míos ¿cuáles son? Expóngale mis problemas como aquellos enfermos atribulados y oiga sus respuestas. Podemos también señalar una intención espiritual bien precisa a nuestras comuniones: orar por la paz del mundo, las misiones, las vocaciones al sacerdocio, o bien por necesidades que me tocan muy cerca y al orar por estas intenciones recuerde que allí, dentro de mí, está quien puede solucionarlas. Útil es también hacer alguna mortificación en acción de gracias para unir mis dolores al precio de la Pasión y completar lo que le falta, según la valiente expresión de San Pablo. El mejor sacrificio es la disposición en que conscientemente me actúo de vivir en espíritu cristiano, sin reservas ni regateos. Fines de la Comunión frecuente. Al mirar desolados la situación mundial y la de nuestra Patria vemos que unos buscan la solución en el Eje, otros en las Democracias; nosotros antes que todo la hemos de buscar en Cristo. La reforma de nuestras vidas en Cristo es la finalidad primera de la sagrada Comunión. Esa reforma de nuestras vidas traerá consigo una reforma nacional... Una campaña de verdadera chilenidad ha de empujar a los jóvenes al Sagrario. Notemos bien que el fin principal de la comunión no es "premiar al alma piadosa", sino como lo dice Pío X, en su famoso decreto: "la purificación de los defectos cotidianos, la defensa contra el pecado grave y refrenar las malas inclinaciones". Estas ideas no son sino el eco de la Palabra: "Mi Cuerpo es verdaderamente comida y mi sangre, verdaderamente bebida". Cuando el hombre se une íntimamente con Dios, con la fuente inagotable de todas las buenas cualidades, entonces se hace mejor, más espiritual, más puro y más fuerte para dominar las pasiones; se ennoblece. El hombre al comulgar realiza la más grande de las acciones: transformarse en la divinidad. Si Eva comió la manzana prohibida fue para ser como Dios. Si el ángel pecó en el cielo fue porque quiso ser como Dios, igual a El. Y todas estas aspiraciones que siempre habían sido frustradas antes de Cristo las puede realizar el cristiano comulgando: "Tú en mí y yo en Ti": no dos sino uno. Y la vida que vive el que comulga es la vida de Cristo. La comunión es una transfusión no de sangre, sino de vida divina que hace que estos dos seres vivan una misma vida. Si uno desea trabajar por la humanidad: ¿qué trabajo puede haber más eficaz que tener en sí mismo al Dios Omnipotente que enfrena los males y enciende de un beso el día? Al Dios de reyes y gobernantes, al que hace llover sobre los campos y crecer cuanto se mueve en el mundo. Al tenerlo a El, lo tengo todo: y de El todo lo puedo obtener, pues, para eso viene a mí: para comunicarme sus bienes y enriquecerme con sus presentes. Si buscamos la felicidad propia y ajena ¿dónde la encontraremos? si no es uniéndonos al que es la felicidad, al que va a constituir durante una eternidad la alegría de los escogidos, uniéndonos a Aquel cuya contemplación es tan infinitamente variada que durante una infinita duración será siempre nueva, siempre atrayente: será el cielo. El cielo en la tierra es recibir a Cristo con la debida preparación, con la fe honda e intensa del que sabe apreciar tan rico tesoro. "Por qué comulgo" es el título de un sugestivo artículo de periódico de un gran escritor francés... Y he aquí su respuesta en pocas palabras: Cuando joven me enamoré; murió la mujer objeto de mi amor, la única que he amado de veras y de la cual no he recibido desengaños, tal vez porque murió temprano. Después me dediqué a los negocios y he tenido éxito: he hecho fortuna, una buena fortuna, y lo que es más que hacerla, la conservo... Me casé al mediodía de mi vida, no por amor, sino por necesidad de compañía... Y la vida me ha fastidiado. Me he dedicado a recorrer en auto Europa: conozco todos sus museos, sus playas hermosas, sus mejores teatros, pero al fin he llegado a aburrirme horriblemente. No me han quedado sino dos gustos: la música y la naturaleza, pero al final de mis días me voy quedando sordo y ciego y ya la naturaleza y la música no me hablan como antes... y he vuelto entonces a buscar el consuelo en el Dios que alegró mi juventud. Y junto al tabernáculo he hallado la paz y el valor para subir las últimas gradas de la escala de la vida... Cuántas veces se ha de comulgar. Mi Cuerpo es comida, mi Sangre es bebida... alimento. ¿Cada cuánto tiempo se toma el alimento? ¿Cómo no van a andar débiles en la fe los que tan de tarde en tarde reciben el alimento espiritual? La Acción Católica es un ejército de selección, de aquellos que aspiran a vivir íntegramente su fe y más aún a irradiarla, a ser avanzada en la conquista de las almas. No puede, pues, concebirse un militante de Acción Católica sin comunión frecuente. ¿Cuál ha de ser esa frecuencia? Los reglamentos no imponen otra obligación que la que establece la Santa Madre Iglesia, y la voluntad de la Iglesia es que se deje máxima libertad a cada uno para comulgar o no comulgar según su deseo, y que nadie pueda aparecer forzado a comulgar. Por eso las comuniones reglamentarias obligatorias en sentido estricto son contra el espíritu de la Iglesia. Por otra parte la Iglesia, sobre todo desde Pío X, exhorta instantemente a los fieles a la comunión diaria y esto desde una edad muy temprana. Las dificultades de los tiempos exigen remedios poderosos: por eso no ha dudado un instante el Pontífice en invitar a todos los fieles a acercarse diariamente a la Eucaristía y se ha ocupado detenidamente en deshacer los prejuicios que podría alegar nuestra timidez o una mal entendida piedad para la comunión frecuente. Por eso pensamos que la Mesa Directiva de cada centro ha de preocuparse de ir preparando las almas de sus socios para irse acercando más y más frecuentemente a la Comunión. Hoy día hay una variedad inmensa en esto, pues mientras hay centros cuyos socios en su gran mayoría comulgan diariamente, hay otros, donde por desgracia el verdadero criterio sobre la Eucaristía aun no ha penetrado: sus socios apenas comulgan una vez al año. ¿Se podrá esperar de ellos que irradien a Cristo, cuando tan poco lo aprecian, ya que casi nunca lo reciben? Con profundo dolor puede uno constatar que en algunas parroquias nadie o apenas nadie se acerca a la Eucaristía durante semanas enteras... ¿Podrá haber vida cristiana en estas circunstancias? ¿Cuál es la situación de mi Parroquia? ¿Cuál es la situación de los socios de nuestro centro? Estudiémosla. El Directorio del Centro, habría de aspirar primero a que todos los meses haya un número grande de socios que comulguen... pero pronto habrá que pensar en la comunión semanal: no por vía de imposición, sino de suave invitación. Si bien la comunión no puede imponerse como obligatoria, sería muy de recomendar que la Misa en común se impusiera como obligatoria todos los domingos en los centros. Una vez llegados a la realización de la Misa en común, será muy fácil a los dirigentes invitar a los más piadosos a la comunión semanal. Una vez que el grupo de socios vea que cada domingo son cuatro o cinco los compañeros que se acercan a comulgar, no será ningún problema para ellos acercarse igualmente a la Eucaristía. El ejemplo arrastra. Hay que insistir en todos los tonos -sin forzar- sino por vía de exhortación en la ventaja inmensa de la comunión frecuente, hasta obtener que moralmente hablando todos los socios comulguen por lo menos cada semana. Cuando un centro entre por este camino, podremos descansar tranquilos, pues habremos entrado por el verdadero camino de la Acción Católica, y podremos estar ciertos que nuestra acción no es un puro dinamismo humano, sino que procede del espíritu de Cristo. Más aún no hemos de descansar en exponer las ventajas de la Comunión diaria y, en la conversación íntima, los que ya hayan gustado de este medio sobrenatural lo darán a conocer a sus hermanos, con sencillez pero con persuasión. Nadie podrá despreciar al joven que no ha visto lo que él ve, que no tiene la fuerza para acercarse cada día a la Eucaristía; no lo ha de tildar como mal católico, sino que ha de rogar en el secreto de su corazón porque Cristo se manifieste a su amigo, como ha tenido la dignación de manifestarse a él. Cuando la Acción Católica cuente con un grupo numeroso de centros en todas las diócesis de Chile que comulgan diariamente, podrá decir que ha sobrepasado la primer etapa y que está en vísperas de producir los frutos que de ella espera Cristo. CONCLUSIONES. La Misa semanal en común, dialogada y cantada, procurando mediante propaganda individual que en ella comulgue un grupo, que ha de tratarse que sea cada vez más numeroso. Que cada socio haga un examen de conciencia de cuántas veces comulga él, por qué no lo hace más frecuentemente y saque sus resoluciones. Tal vez sería instructivo si este examen hecho anónimamente lo entregaran los que acepten hacerlo al Asesor para que él pueda sacar conclusiones que lo ayuden a dirigir una campaña de la comunión frecuente. Mientras no se pueda llegar a la comunión diaria, sería muy provechosa una cadena de comuniones todos los días de la semana, entre los que libremente se comprometan, por las intenciones del Centro, y cuando ocurra por otras grandes intenciones de la Iglesia. Que el Centro compre un stock de libros sobre la Misa y sobre la Comunión y haga campaña para venderlos, primero a los socios del centro y luego a los jóvenes de la Parroquia, a la puerta de la iglesia, o yendo a las casas: Plus, La Eucaristía; Treviño, La Eucaristía: Tu Misa y tu vida; Desplanques; La Misa de los que no son sacerdotes; Parsh, Sigamos la santa Misa; Lefebvre, Para comprender la santa Misa. (Todos estos libros se pueden pedir con descuento al Consejo Nacional de la Acción Católica, Casilla 1071, o bien a la Librería Cultura Católica, Avda. O'Higgins 1626). RECAPITULACION. Hagamos un examen de conciencia, no individual, sino colectivo; la juventud de nuestra parroquia, ¿cada cuánto tiempo comulga? ¿Por qué tan poco? ¿Y nosotros los socios del centro? ¿Qué razones podríamos tener para no comulgar semanalmente? ¿Incluso para no aspirar a la comunión diaria? OBJECIONES. No comulgo con frecuencia porque me acostumbro y pierdo la devoción. Mejor hacerlo de tiempo en tiempo. No comulgo con frecuencia, porque no soy digno: me veo asaltado de malos pensamientos, tengo que oír conversaciones torpes, y con frecuencia, dirá alguno, caigo, incluso en faltas externas. No tengo tiempo: soy estudiante, soy empleado... La clase; los estudios; la oficina. Me parece falta de respeto acercarse a comulgar con la preparación tan escasa que tienen uno en la vida cotidiana. Mejor una vez al mes, haciéndolo bien. XXII EDUCACION PARA LA RECEPCION DEL SACRAMENTO DE LA PENITENCIA* CUESTIONARIO. ¿Cómo podrá un joven sacar fruto de la confesión? ¿Sabes tú lo que es el psicoanálisis? ¿En qué se diferencia la confesión del psicoanálisis? Exposición. Los protestantes admiten que el hombre se salva por su confianza en los méritos de Cristo. La sangre de Cristo borra la multitud de nuestros pecados y de nuestra parte lo que se requiere es tener una confianza ciega de que así sucederá. Lutero llegó a afirmar: "Cree fuertemente y peca fuertemente". Los católicos en cambio, estamos íntimamente convencidos que la Gracia se nos comunica mediante los sacramentos que son sus canales ordinarios, y que sin la Gracia santificante es imposible alcanzar la salvación. No es, por tanto, únicamente un problema de confianza, sino un problema de sacramentos. En el catecismo se estudia en qué forma se entiende la necesidad de los sacramentos para aquellos que no pueden recibirlos realmente. Siendo esto así aparece claramente la importancia inmensa de los sacramentos en nuestra vida espiritual. Su estudio constituye una de las partes más importantes del catecismo: pero no constituye la materia de este círculo sino cómo hemos de educarnos para recibir con provecho los sacramentos cuya grandeza ya conocemos por el catecismo. Es una triste realidad que muchos jóvenes que se acercan con frecuencia a los sacramentos de la Penitencia y Eucaristía no sacan de ellos todo el fruto que pudieran esperar: siempre aprovechan sus almas y aumenta el caudal de la gracia que poseen, pero no obtienen las fuerzas para vencer las tentaciones y para construir su carácter en la medida que estos sacramentos están llamados a producir. Este menor resultado se debe a que estos sacramentos exigen una colaboración resuelta de parte del que los recibe. ¿En qué ha de consistir esta colaboración? En primer lugar el examen de conciencia tiene una importancia grande. No en vano se aconsejaba ya en la antigüedad: "Conócete a ti mismo". Este conocimiento propio, esta mirada seria, penetrante, en nuestro propio espíritu es tan importante como desagradable. El que desconoce el estado de su propia alma, ¿cómo podrá esperar adelanto? No se trata de una mirada superficial. No; esto no basta; sino de un riguroso examen de conciencia cuyo resultado he de comunicar a otra persona experimentada. Esto no significa ni trae consigo el escrúpulo, porque desde el principio he de distinguir claramente lo que es pecado de lo que es necesario para el progreso de mi alma. Si se tratara de convertir el examen en un puro escrutinio de pecados, de manera que estuviese yo pesando y repesando mi grado de responsabilidad y de libertad en las faltas, el examen sería una tortura y me llevaría al escrúpulo y quizás a la locura. El pecado mortal, cuando existe, aparece aún sin examen: a lo más si se trata de una confesión de mucho tiempo será necesario recogerse para ver el número de veces y recordar ciertas circunstancias que puedan cambiar la naturaleza de la falta. Aún en estos casos no sería necesario un largo examen para descubrir el número y calidad de nuestras faltas. Quien necesitara mucho tiempo para descubrir sus pecados mortales equivaldría al chauffeur que necesitara de larga investigación para saber si ha atropellado a alguien en su automóvil y cuántas víctimas ha hecho. No; no tienen razón las almas escrupulosas para inquietarse en el examen de los pecados cuya confesión es estrictamente obligatoria para la confesión. Los otros pecados, esto es, los veniales, cuyo discernimiento y examen es más difícil, han de saber los escrupulosos, que no son materia necesaria del sacramento de la penitencia, por tanto, si me olvidara de acusarlos aún por negligencia, la confesión no dejaría de ser válida y provechosa. Pero frente a este mínimun de condiciones exigidas para la validez del sacramento hay otra finalidad bien precisa del examen de conciencia y de una inmensa utilidad para las almas que se acercan con frecuencia a la confesión: es el estudio de sí mismos; el conocimiento de sus defectos para corregirlos. Para quien quiera tender honradamente al fin de su vida no podrá menos de aparecer deforme todo lo que a ese fin no conduce. El sabe que no podrá evitar la totalidad de sus faltas; conoce las fragilidades de su ánimo; recuerda humildemente el pensamiento de la Sagrada Escritura, que siete veces al día cae el justo; pero no quiere pactar con la mediocridad: cae cada día; se reconoce cada día, se levanta cada día más alto de lo que antes estaba. No tolera por nada que sobre su tumba puedan grabar como sobre las de muchos de sus contemporáneos el triste epitafio: "aquí descansa un hombre que no supo por qué vivió". Ejemplo magnífico del recto examen de conciencia son las "confesiones" de San Agustín, humilde oración en que el gran genio del Cristianismo descubre a Dios los tropiezos más leves de su vida, los confiesa y se arrepiente de ellos; pero de tal manera que sus faltas pasadas no son un cable que lo ata al remordimiento, sino un lazo de amor que lo une a su Creador. Para San Agustín el examen de conciencia no es propio tormento, ni arrepentimiento flojo y escrúpulo vano. "Quiero mencionar _escribe_ todos los horrores que he cometido... no porque encentre complacencia en ellos sino por amarte, Dios mío... Quiero pagar tu amor con mi corazón. Es amargo para mí este recuerdo; pero repaso una vez más mis caminos malos para más sentir tu embelesadora dulzura". Tan solo el que con toda claridad divisa ante sí un ideal según el cual haya de moldear su propia alma podrá examinarse bien y con provecho. La humildad humana en ninguna parte encuentra mejor fundamento que en la contemplación sencilla de la imagen sublime de Dios poderoso y santo y de su propia alma tan imperfecta y mezquina. Recuérdese a este propósito la escena de los últimos años de la vida de San Francisco, cuando ya favorecido por los estigmas de la Pasión, reduce su plegaria a esta vista amorosa del doble abismo: el de la santidad infinita de Dios, el de su propia nada y miseria. El mismo pensamiento alimentaba el alma grande de San Agustín: conózcate a Ti, Dios mío y conózcame a mí. El dolor y el firme propósito para que den todo sus resultados requieren también un esfuerzo del penitente. Mientras el examen de conciencia se dirige a la razón y le da a conocer la diferencia entre el ideal divino y la situación verdadera de su alma, el dolor mueve la voluntad y el afecto. El arrepentimiento no es cobardía, no es traición a nosotros mismos, ni una cosa meramente negativa _como creía Nietzsche, sino el despertar de nuestro mejor "yo", el cambio de la traición por la fidelidad. Cobardía era la de los paganos que atribuían sus pecados a las constelaciones nocivas; cobardía la de los hombres modernos que buscan la causa de todas sus faltas en la herencia y en la influencia irresistible del medio ambiente. Pero no es cobardía, sino gran valor, el acto del católico, que de rodillas, con profunda humildad se da tres golpes de pecho: por mi culpa, por mi culpa, por mi gravísima culpa. El arrepentimiento no es cosa negativa; parte de un alejamiento del pecado, pero termina en un acercamiento al bien. El odio al pecado y el propósito firme son las dos caras de una sola medalla, no pueden separarse. El hombre que se arrepiente de sus pecados quema lo que adoraba antes y ahora, lo que antes quemaba, renace y empieza una vida nueva. La confesión del pecado tiene también cuando se hace con el debido espíritu una enorme significación. En la confesión, el joven reconoce, con la cabeza inclinada, que una ley santa lo gobierna a él y que cometió una infracción contra la misma. Además, en la confesión el joven se acusa a sí mismo. No es lo mismo que si lo hubiese acusado otro o si lo hubiese cogido in fraganti. El que se acusa a sí mismo oye con gusto la amonestación. Descubre todos los repliegues de su corazón, dice todo cuanto ha ocultado a sus mejores amigos, a sus mismos padres; aún más, se siente feliz de haber podido hablar por fin delante de alguien con toda sinceridad. No hay en el mundo otro medio que pueda compararse con éste para educar eficazmente el espíritu de sinceridad y honradez. En la confesión no ha de insistir mucho el penitente en la acusación esquemática de sus pecados, como quien presenta un inventario de bienes para el pago de la contribución: por el contrario, ha de hacer una manifestación espontánea, profunda, sincera, de lo que grava al propio espíritu; ha de procurar el penitente mirar su propia alma con los ojos de Cristo: ver cuán pequeña, cuán cobarde, cuán egoísta, cuán tímida es; y esa impresión humilde de su propio "yo" la ha de transmitir confiadamente a Cristo representado por el sacerdote. La actitud del penitente ha de ser la de Magdalena quien en su mirada revela a Cristo la inmensa tragedia de su espíritu y en los mismos ojos descubre la infinita confianza de su alma. En nuestra época pululan los falsos profetas: libros, folletos, piezas de biógrafo, tildan de rancia la virtud, llaman heroísmo al pecado; y leyes de la naturaleza a las bajas concupiscencias... ¡Bendita confesión! que da nuevo vigor a la conciencia relajada y mediante el juicio imparcial del confesor restaura los fundamentos de la integridad moral. No lograremos que los jóvenes no pequen más, pero al menos lograremos que no vivan tranquilos en el pecado, sino que sientan siempre como un aguijonazo, como la punta de una espina que se quedó clavada en la herida. Además, si tenemos el cuidado de buscar un director espiritual es muy probable que su experiencia, a diferencia de la dejación de los padres de familia, nos muestre caminos de liberación. Si el penitente se equivoca en lo que toca al estado de su alma la mirada penetrante del confesor descubrirá el engaño. Esta práctica es siempre útil en la vida, pero sobre todo tratándose de los adolescentes y mucho más en los comienzos de la crisis de la pubertad. La confesión tiene además una ventaja inmensa para las almas buenas. No van éstas a acusar pecados graves, sino a tomar fuerzas para preservarse de los graves y para perfeccionarse cada día más. Toda la fuerza del sacramento que en unos casos se aplica para resucitar el muerto, en las almas buenas se aplica para fortalecer la salud. Por tanto, el que se confiesa con frecuencia no se confiesa porque tiene muchos pecados, sino para no tenerlos. Cada confesión, además de cancelación de pecados, es acumulación de energía. La confesión y el psicoanálisis. ¿Quién no ha oído hablar de psicoanálisis? ¡Lo famosos complejos están tan de moda! Segismundo Freud, judío vienés, muerto hace poco, introdujo este sistema de psicología, una de cuyas tesis básicas es que la causa de muchas enfermedades nerviosas es la especie borrada o expulsada de la conciencia y que justamente por yacer sepultada en la subconciencia hace un trabajo destructor. Estas especies sepultadas en el subconsciente, de ordinario de origen sexual, ocasionan perturbaciones espirituales o neurosis. Según los representantes de esta teoría, el oficio principal del médico es descubrir estas impresiones veladas aun para el mismo paciente, sometiéndolo mediante numerosas preguntas (análisis psicológico) a una especie de confesión. En cuanto el enfermo advierte cuál es la causa de su perturbación, cesa la enfermedad. Muchas verdades de orden terapéutico podrá haber en el psicoanálisis, pero hay un grave error al afirmar el pansexualismo, esto es que en la vida del hombre todas las manifestaciones son de origen sexual desde las más insignificantes hasta llegar al arte y aun a la religión. La religión para Freud es la manifestación más noble, la sublimación más excelsa de las inclinaciones sexuales. La educación psicoanalítica al tacharlo todo de erótico abre el camino al peor de los charlatanismos. El interrogatorio psicoanalítico que se prolonga durante meses entre el médico y el niño, fácilmente tiene que despertar un exceso de sentimientos sexuales, por eso el gran psicólogo W. Stern dice: "El psicoanálisis de Freud aplicado a los niños no solamente es una aberración científica sino también un pecado pedagógico". Sabemos que hay médicos de gran conciencia que lo aplican con prudencia y discreción y que ha dado excelentes resultados en algunos casos, pero es sumamente peligroso generalizarlo en exceso y sobre todo aplicado por persona sin conciencia. El psicoanálisis ha resultado ahora una apología de la confesión. Hace algunos años se levantaban acusaciones en masa contra la confesión, y la moral católica afirmando que aquélla es un matadero espiritual y la casuística de nuestra moral, un tormento del espíritu. Y he aquí que hoy día son precisamente los psicoanalistas los que se ponen a confesar, confesiones que duran meses y aún años, con tales tormentos y con preguntas tan inverosímiles que ni el más famoso casuista las habría podido inventar. Pero hay diferencias fundamentales entre ambos métodos. El psicoanálisis termina poniendo a flor de conciencia las impresiones inconscientes; la confesión no se preocupa de lo inconsciente sino que se contenta con pedir el descubrimiento humilde de lo que está bien patente en la plenitud de la conciencia. El psicoanálisis se da por satisfecho con descubrir el mal. La confesión exige un sincero propósito y un hondo dolor. Hubo un tiempo en que la Iglesia católica tuvo que defender la confesión de los duros ataques de quienes la tildaban de sacrificio sobrehumano. ¡Confesar los propios pecados a otro hombre! Y he aquí que la flamante psicología de nuestros días manda al hombre confesarse no sólo de lo consciente sino hasta los recónditos abismos de su subconciencia a otro hombre que no es sacerdote sino médico de enfermedades nerviosas, que no tiene la gracia sacramental ni las ayudas especiales que Jesús promedió a sus ministros. Lo que el penitente debe buscar en el confesor. Encontrar un buen confesor es una gracia de Dios de resultados incalculables para el alma. Atienda el joven a buscar uno que sea lo que realmente debe ser: "padre, juez, doctor, médico" (San Alfonso). Ojalá que el confesor dirija al joven en cada confesión una amonestación seria en perfecta consonancia con sus necesidades personales; esta amonestación debería versar sobre el defecto principal de que se acusa el joven para ayudarle a vencerlo dándole remedios bien concretos y precisos. El sacramento de la Penitencia es el sacramento del despertar de la conciencia y de la orientación de la misma. Aprovechemos, pues, ese momento para abrirnos con plenitud y solicitar del confesor una franca dirección en la vida. Especialmente cuando un joven tiene debilidades en las cuales reincide con frecuencia necesita encontrar un director espiritual comprensivo ¡que por nada del mundo pierda la paciencia con ellos! Muchas veces son precisamente los jóvenes de mejores disposiciones los que luchan más tiempo. ¿Qué sería de estos jóvenes si también el sacerdote los abandonara? "Encontrar una hermosa alma humana es ganancia; ganancia mayor es conservarla; y la mayor y más difícil ganancia es salvar aquella que ya se había perdido". San Francisco de Sales, modelo de directores de alma, dirigiéndose a las personas que están en el mundo les dice: "Nadie hay tan bueno por naturaleza que no pueda volverse malo por efecto de las malas costumbres, pero por otra parte no hay naturaleza tan mala que, con la gracia de Dios y con paciencia no se pueda refrenar y vencer". Confesor y penitente han de contribuir a crear una profunda confianza en las propias fuerzas ayudadas por la gracia. "La alegría es la bóveda celestial bajo la cual pueden crecer y multiplicarse todos los seres menos las serpientes venenosas". Mientras más incorregible parece un joven, más ánimo y más esfuerzo ha de recibir de su director. De todas las criaturas de la tierra la que crece más despacio es el hombre, pero también es la que adquiere mayor perfección. Cuando los fracasos parecen incitarnos al desaliento recordemos que muchas veces la semilla sembrada germina más tarde, acaso después de largos años. Cuando un árbol ha sido más sacudido por los vientos y logra arraigar, sus raíces son más profundas. CONCLUSIONES. Consagrar algún día de retiro a ahondar en la institución divina del sacramento de la Penitencia para apreciar este medio de inmenso consuelo y provecho para el alma. Que cada uno saque el propósito de examinar cómo hace y cómo debería hacer sus confesiones. Que las confesiones sean lo más positivas posible: esto es, que no sólo miren a acusar los pecados cometidos, sino a animarse a plantar en el alma las virtudes que faltan. Que el Centro se preocupe de recomendar a los jóvenes algunos sacerdotes que puedan ser no sólo confesores sino directores espirituales... RECAPITULACION. ¿Qué impresión te produce la confesión concebida en la forma expuesta en este círculo? ¿Crees que un joven podrá aprovecharse de ella para su formación moral? ¿Qué idea central has sacado de cómo debe ser una buena confesión? ¿Quiénes de Uds. tienen director espiritual? Pregunto a los que no lo tienen: ¿ven alguna dificultad en el hecho de estar siempre cambiando de confesor? A los que lo tienen ¿han notado mayor progreso en la vida espiritual desde que tienen confesor fijo? ¿Qué semejanzas y qué desemejanzas hay entre la confesión y el psicoanálisis? ¿Qué saca con confesarse un joven que al dia siguiente vuelve a caer en la misma falta? OBJECIONES. La confesión es inútil, siempre me quedo con las mismas faltas. No avanzo nada. Podría imprimir un formulario para mis confesiones y estoy seguro de que sería el mismo en todas ellas. Jesucristo no puede haber instituido la confesión ya que de ella se siguen tantos abusos. Yo no me confieso con frecuencia porque no siento dolor de mis faltas. Al principio sí sentía; pero ahora me dejan frío mis pecados. XXIII EDUCACION POLITICA DEL CIUDADANO CUESTIONARIO. ¿Tiene alguna misión educadora la Acción Católica en el terreno político? ¿En qué se diferencian la Acción Católica y la acción política? La Iglesia ¿se confunde con algún partido político? ¿Abomina la Iglesia de la política? ¿Reconoce la Iglesia el derecho de los miembros de Acción Católica de inscribirse y aun de trabajar en los partidos políticos? ¿Es lícito el abstencionismo político? Exposición. Acción Católica y acción política son dos campos distintos, la distinción básica la dan los fines de una y otra. El fin de la acción política es la perfección del Estado. El fin de la Acción Católica es la perfección de la Iglesia. La distinción es teóricamente fácil, prácticamente difícil. El Sumo Pontífice en una entrevista a don Ángel Herrera, Presidente de la Acción Católica Española, le decía textualmente: "Son muy pocos los que captan bien la distinción: ambos conceptos de Acción Católica y Acción Política son conceptos claro, pero pueden ser al mismo tiempo claros y diferentes: para mí son clarísimos". Para aclarar estos conceptos en la mente de nuestros militantes, escribimos este círculo teniendo presente la recomendación de la Santa Sede que se enseñe a los miembros de la Acción Católica, la relación y las distinciones de ambos movimientos. Esta exposición se basará en los documentos pontificios y de nuestro Episcopado, que son los que tienen la máxima autoridad en la materia; citará en particular la carta dirigida al Episcopado Chileno por el actual Sumo Pontífice, cuando era Secretario de Estado, sobre las relaciones de la Acción Católica y la acción Política. LA ACCION CATOLICA Y LA GRAN POLITICA ¿Qué es política? Sin cesar distingue la Iglesia dos conceptos: la gran política o política de bien común y la política de partidos. La gran política consiste en la colaboración al bien común subordinado a éste los intereses particulares, asegurando así la prosperidad pública (Carta del Cardenal Gasparri a Mons. Skwireckas). La gran política forma parte de la ética general, es decir, promueve y defiende la santidad de la familia y de la educación, los derechos de Dios y de las conciencias. La Iglesia considera la participación en esta política "como un deber de justicia y de caridad cristiana" y se esfuerza porque sus hijos cooperen al bien público ya en la administración, ya en el gobierno del Estado (Carta de S.E. el Cardenal Pacelli, 1º de julio de 1934; León XIII cum multa; Pío XI, discurso a la Federación Universitaria Católica Italiana; Guerry, L'Action Catholique, págs. 81-87, Lallement; Principios Católicos de Acción Cívica, pág. 33). Un católico, por tanto, no puede desentenderse de la gran política, ni considerar como algo indigno de su fe en Cristo detenerse en los asuntos temporales que son el campo propio de la política. "Por el contrario, su carácter mismo de católico exige que haga el mejor uso de sus derechos y deberes de ciudadano para el bien de la Religión inseparable del bien de la Patria" (Carta "Paterna" a los Obispos de México). Al interesarse por la política realiza el católico sus más grandes deberes cristianos ya que mientras es más vasto e importante el campo en el cual se puede trabajar, más imperioso es el deber correspondiente. Y tal es el dominio de la política que mira a los intereses de la sociedad entera y que, bajo este aspecto, es el campo de la más amplia caridad, de la caridad política, del cual se puede decir que no tiene otro superior si no es el de la religión. Este es el aspecto bajo el cual los católicos y la Iglesia deben considerar la política" (Discurso de Pío XI a la Federación Universitaria Católica Italiana). De aquí se deduce que contradice al sentir católico, la escuela apolítica. "No cabe duda que debe ser reprobado el abstencionismo absoluto, en cuanto que, la participación en la política constituye para los fieles, en el sentido ya expuesto, un deber verdadero y propio, fundado en la justicia legal y en la caridad" (Carta de S.E. el Cardenal Pacelli). Fiel a este concepto "la Acción Católica, sin hacer ella misma política, en el sentido estricto de la palabra, prepara a sus militantes para hacer una buena política", es decir, una política que se inspira en todo en los principios del cristianismo, los únicos que pueden traer a los pueblos la prosperidad y la paz; eliminará así el hecho que a pesar de ser monstruoso no es raro, de que hombres que hacen profesión de catolicismo tengan una conciencia en su vida privada y otra en su vida pública" (Carta al Cardenal Patriarca de Lisboa). Por esto "La A.C. no prohibirá a sus adherentes una participación tan amplia como sea posible en la vida pública; antes al contrario, ella los hará más aptos para llenar las funciones públicas gracias a una severa formación en la santidad de la vida y en el cumplimiento de sus deberes cristianos. ¿No es acaso ella la llamada a procurar a la sociedad sus mejores ciudadanos, al Estado sus más íntegros y más expertos magistrados? (Carta al Cardenal Bertram). Por esta razón los católicos que presiden o forman parte de la A.C., como ciudadanos están obligados a usar su derecho de voto. "Faltarían gravemente a su deber si en la medida de sus posibilidades no contribuyesen a dirigir la política de su ciudad, de su provincia, de su Nación, pues si permanecen ociosos, las riendas del gobierno caerán en manos de los que no ofrecen sino débiles perspectivas de salvación" (Peculiari quadam). LA ACCION CATOLICA Y LA POLITICA DE PARTIDOS Frente a la gran política hay que situar la política de partidos, es decir, la tendencia al bien común tal como la conciben diferentes "agrupaciones de ciudadanos que se proponen resolver las cuestiones económicas, políticas y sociales, según sus propias escuelas e ideologías, las cuales, aunque no se aparten de la doctrina católica, pueden llegar a diferentes conclusiones" (Carta de S.E. el Cardenal Pacelli). "Es natural que la Acción Católica, lo mismo que la Iglesia esté por encima y fuera de todos los partidos políticos, ya que ella ha sido establecida no para defender los intereses particulares de tal o cual grupo, sino para procurar el verdadero bien de las almas extendiendo lo más posible el Reino de Nuestro Señor Jesucristo en los individuos, las familias, la sociedad; y para reunir bajo sus estandartes pacíficos en una concordia perfecta y disciplinada, a todos los fieles deseosos de contribuir a una obra tan santa y tan amplia de apostolado" (Discurso Pío XI Fed. Cat. Univ. Italiana). Nunca insistiremos bastante en que la A.C. "no debe ser una esclava en las querellas políticas ni encerrarse en las estrechas fronteras de un partido, cualquier que éste sea" (Carta Quae Nobis). En otras palabras, un partido político, aunque se proponga inspirarse en la doctrina de la Iglesia y defender sus derechos, no puede arrogarse la representación de todos los fieles, ya que su programa completo no podrá tener nunca un valor absoluto para todos, y sus actuaciones prácticas están sujetas al error. Es evidente que la Iglesia no podría vincularse a la actividad de un partido político sin comprometer su carácter sobrenatural y la universalidad de su misión" (Carta de S.E. el Cardenal Pacelli). "Sólo en momentos de grave peligro tienen los obispo el derecho y el deber de intervenir, es decir, cuando sea necesario, hacer un llamado a la "unión" de todos los católicos, para que, puesta a un lado toda divergencia política se levanten en defensa de los derechos amenazados de la Iglesia. Pero es evidente que en tal hipótesis no harían ellos política de partidos" (Carta de S.E. Cardenal Pacelli). Respecto a los partidos políticos la Santa Sede inculca a los obispos y sacerdotes que se abstengan de hacer propaganda en favor de un determinado partido político. Desea la Iglesia que se inculque a los ciudadanos, "la gravísima obligación que les incumbe de trabajar siempre y en todas partes, también en la cosa pública, según el dictado de la conciencia, ante Dios, por el mayor bien de la Religión y de la Patria; pero de tal manera que, declarada la obligación general, al sacerdote no aparezca defendiendo a un partido más que otro, a menos que uno de ellos sea abiertamente contrario a la religión. "Debe dejarse a los fieles la libertad que les compete como ciudadanos, de constituir particulares agrupaciones políticas, y militar en ellas, siempre que éstas den suficientes garantías de respeto a los derechos de la Iglesia y de las almas. "Es sin embargo obligación de todos los fieles aunque militen en distintos partidos, no sólo observar siempre, hacia todos, y especialmente hacia sus hermanos en la fe, aquella caridad, que es como el distintivo de los cristianos, sino también anteponer siempre los supremos intereses de la religión a los del partido, y estar siempre prontos a obedecer a sus pastores, cuando, en circunstancias especiales, los llamen a unirse para la defensa de los principios superiores" (Carta de S. E. Cardenal Pacelli al Episcopado chileno). LA ACCION CATOLICA ESTA FUERA Y POR ENCIMA DE LOS PARTIDOS POLITICOS Estas normas generales tan claras y tan precisas de la Iglesia sobre la gran política de partidos, en lo que se refiere a los católicos, encuentran todavía precisiones más exactas al referirse a la Acción Católica, a sus dirigentes y a sus socios. "La A. C. por su naturaleza misma, prepara a los jóvenes asociados para manejar con rectitud las cosas y asuntos políticos, educando y formando su espíritu en los principios de la Religión católica, de tal modo que resulten aptos y preparados para resolver, guardando el orden debido, aún las cuestiones que se agitan en el campo político" (Carta de S. E. Cardenal Pacelli). Todo lo que ha sido dicho sobre la distinción entre la Iglesia y la política se aplica al pie de la letra a la A. C. que es la participación de los seglares en el apostolado jerárquico de la Iglesia. "La A. C. se levanta y se desarrolla por encima y fuera de todo partido político. No hace política de un partido ni es un partido político" (Discurso de Pío XI a la Fed. de Hombres de la A. C. Italiana). Este mismo principio lo inculca claramente nuestro Santo Padre Pío XII en su carta como Secretario de Estado al Episcopado chileno: "Siendo participación del apostolado de la Iglesia y dependiendo directamente de la Jerarquía eclesiástica, la A. C. debe mantenerse absolutamente ajena a las luchas de los partidos políticos aún aquellos que estén formados por católicos. Por consiguiente, las asociaciones de jóvenes católicos, ni deben ser partidos políticos y convendrá además, que los dirigentes de dichas asociaciones no sean, al mismo tiempo, dirigentes de partidos o de asambleas políticas, para que no se mezclen faltando al orden debido, cosas muy diferentes las unas de las otras". Para salvaguardiar hasta el fin esta separación de la A. C. con la política de un determinado partido, cualquiera que éste sea, que es lo que pretende dejar bien claro en la Santa Sede, ordena que, "si pareciere oportuno proporcionar a la juventud una especial y más alta instrucción en materia política diferente de aquella formación general de la conciencia ciudadana, ella deberá ser dada, no en las sedes o reuniones de los socios de la A. C. sino en otro lugar, y por hombres que se distingan por la probidad de sus costumbres y por la integral y firme profesión de la doctrina; quedando atrás a salvo y claramente establecido el principio de que en ningún modo es oportuno que la misma Jerarquía de la Iglesia forme e instruya asociaciones políticas de jóvenes, y sobre todo que ella dirija a los jóvenes católicos de tal suerte, que éstos se inclinen a uno más que otro de los partidos políticos, que den suficientes garantías para la conveniente defensa de la causa y derechos de la Iglesia" (Carta de S. E. el Cardenal Pacelli). LA ACCION CATOLICA DEBE ABRIR SUS PUERTAS A TODOS LOS CATOLICOS Una vez sentado claramente este principio de la Independencia de la A. C. respecto a la política de un determinado partido y después de haber establecido, no en virtud de un principio dogmático, sino de un principio prudencial que los dirigentes políticos sean a la vez dirigentes de A. C., procura la Iglesia evitar otro escollo. Es éste el de separar de tal manera la política de partidos de la Acción Católica que parezca algo incompatible el de ser dirigente y aun simple miembro de un partido político de la A. C. Este principio lo sienta claramente la carta del Cardenal Pacelli al Episcopado chileno cuando afirma que" los jóvenes inscritos en las asociaciones de la A. C. pueden, como privados ciudadanos adherirse a los partidos políticos, que den garantías suficientes para la salvaguardia de los intereses religiosos. Traten, sin embargo, de cumplir siempre sus deberes de católicos, y no antepongan las conveniencias del partido a los superiores intereses y santos mandamientos de Dios y de la Iglesia". Esta misma doctrina ha sido ampliamente expuesta en carta autógrafa, del Excmo. Sr. Arzobispo de Santiago, de 14 de noviembre de 1941, que contiene normas dadas al Consejo Arquidiocesano de la Juventud Católica de Santiago. "Debe enseñarse a los jóvenes que no hay oposición alguna entre ser militante de la A.C. y ser militante, y aun dirigente de un partido político al cual, según las normas dadas por la Santa Sede, puedan pertenecer los católicos. Unicamente se ha declarado que, en general, no conviene que los dirigentes de la A.C. sean a la vez dirigentes de partidos políticos. Y si pueden ser militantes, pueden actuar como tales en las asambleas de A.C. y de Juventud Católica y aun hablar en ellas, siempre que no sea de política de partidos, sin que esto signifique en forma alguna que la Acción Catíloca esté unida o se confunda con la política de partidos, como un dirigente de sociedad comercial, podría hablar como militante de juventud o de Acción Católica, sin que por eso se tuviera la sociedad comercial que dirige como unida con la Acción Católica, que a la vez lo fuera de un partido político, sólo significaría solidaridad con las opiniones políticas y las odiosidades de partidos en el espíritu de aquellos que se empeñan en encontrar lo que no hay en tal actuación. La Acción Católica debe ser la casa común, como lo es la misma Iglesia Católica, de todos los católicos, cualquiera que sean sus opiniones sobre materias discutibles o contingentes. No se ha de pretender cerrar en la A.C. las puertas a los que no se las cierra la Santa Iglesia. En la Acción Católica es donde se ha de encontrar siempre no sólo el ideal superior que ha de unir todos los corazones, sino también la sincera caridad que allanará para ello todas las dificultades". No es conveniente restringir el movimiento de Acción Católica sólo a los jóvenes que no trabajen activamente en la política de partidos que están dentro de las normas señaladas por la Santa Iglesia para que los católicos puedan adherirse a ellos. Por el contrario, y ésta es ciertamente la doctrina de la Sta. Iglesia, que ha hecho llamado general a todos los católicos a trabajar en la A.C. y que ha declarado tantas veces que la A.C. es parte integrante de la vida cristiana, y a la cual, por cierto, están llamados todos los católicos, creemos yo, y el Rvdmo. Asesor Nacional que deben abrirse las puertas de la A.C. en la forma más amplia a todos los católicos que quieran acudir al llamado del Supremo Pastor por la extensión de su Reino, cualquiera que sea su opinión política y su figuración en los partidos, siempre dentro de las normas de la Santa Iglesia. "Si los católicos divididos tan hondamente, no pueden encontrarse ni siquiera en la Acción Católica, ¿dónde estaría la unidad de la Iglesia? y ¿qué esperanzas habría de contar en las filas de la Acción Católica con esa muchedumbre de católicos que, dentro de las normas Pontificias sienten la necesidad de trabajar como católicos en un campo en que se combate con la mayor fuerza y eficacia a nuestra Santa Religión y donde, por lo mismo, se encontrarán luchando los más decididos, los más inteligentes o de más vigorosas iniciativas? "¿No es el espíritu de la A.C. llevar el espíritu de Cristo a todas las actividades humanas? ¿Y quedaría excluída precisamente una de las que más lo necesitan y donde es necesario también luchar por el Reino de Cristo? Estas normas tan claras y precisas dadas a uno de nuestros Consejos por el Excmo. y Rvdmo. Sr. Arzobispo de Santiago, son la expresión más precisa del derecho que tiene la Acción Católica de llamar a sus filas a todos los católicos, cualesquiera que sean su actividad y sus opiniones sobre puntos contingentes, siempre que estén dentro de las normas de nuestra Santa Madre Iglesia. Y puede la Acción Católica no sólo llamarlos a sus filas sino también cualquier cargo con la única limitación de que no ocupen los puestos dirigentes de la Acción Católica los que a su vez son dirigentes de partidos políticos; y esto por razones de oportunidad y prudencia. Es indudable que la aplicación de este principio tan claro ha de pesarse con prudencia para evitar erróneas interpretaciones. La aplicación de este principio corresponde a las autoridades dirigentes de la Acción católica. Abiertamente lo declara en su carta al Consejo Arquidiocesano de Santiago el Excmo. y Rvdmo. Sr. Arzobispo de Santiago: "El juzgar de la oportunidad o inoportunidad de hacer uso del derecho que tiene la dirección de la Acción Católica de llamar a determinados católicos a participar y a hablar en sus asambleas, corresponde a esa misma dirección de A.C. Puede, pues, si se trata de un movimiento general de atracción hacia la A.C. de los que aun no pertenecen a ella, el Consejo Nacional salvo el parecer de la Comisión Episcopal (que no es distinto del expresado aquí); o el Consejo Diocesano, si se trata de un movimiento restringido a la Diócesis, resolver lo que estime más conveniente en cada caso. Cuando la Jerarquía, consultada oportunamente, manifiesta una determinada opinión o resolución sobre la conveniencia o inconveniencia de aplicar las normas dichas u otras cualesquiera, es natural que todos los miembros de la A.C. la acaten con toda sinceridad y voluntad, ya que la Acción Católica es esencialmente, participación en el apostolado de la Jerarquía y colaboración con ella. Obrar de otro modo sería destrirse a sí mismo negando o haciendo caso omiso de aquello que es precisamente su razón de ser y su esencia misma". Las ideas expuestas en los últimos párrafos vienen a completar las normas sobre la independencia de la Acción Católica respecto a la política de partidos. se reconoce, pues, el derecho de incorporarse en ella también a aquellos que militan en la política de partidos y se deja claramente establecido el principio de que es la autoridad propia de la Acción Católica a quien incumbe aplicar dicho principio. Si en una diócesis determinada pareciere más prudente restringir en parte la aplicación de este principio, es al Consejo Diocesano, en todo aquello que no afecte al movimiento nacional, a quien corresponde hacer dicha aplicación. Cuando se trata de una medida acordada por el Consejo Nacional, no podrá dejar de aplicarse por ningún Consejo Diocesano si no es con la expresa autorización del Excmo. Sr. Obispo Diocesano, o del Consejo Nacional que dictó la orden. La independencia de la A.C. respecto a los partidos políticos queda más ampliamente garantida si ésta en vez de cerrar sus puertas a los que trabajan activamente en política, se las abre generosamente a todos, sin preocuparse de cuál sea su color político dentro de las normas dadas por la Iglesia cristiana y preocupándose que ni directa ni indirectamente se vaya propagando partidos dentro de sus locales ni el el campo de sus actividades. Participación de los jóvenes en la política activa Un último problema se plantea en las relaciones de la Acción Católica y la política: es el de la participación de los jóvenes y especialmente de los alumnos de la enseñanza secundaria en la política activa.El derecho de los jóvenes de intervenir en la poítica activa está ampliamente reconocido en la carta de S.E. Cardenal Pacelli, no menos que en otros documentos pontificios similares. Con todo, no podemos menos de recordar la conveniencia de que los jóvenes retarden su incorporación a la política activa hasta tanto no tengan un criterio plenamente formado. La política fácilmente enardece los ánimos, apasiona, divide, y necesita la juventud para estos torneos llevar un caudal amplio de formación espiritual, de vida sobrenatural, de caridad cristiana, de prudencia, que no son fáciles de encontrar en esa edad. Por eso estimamos que, por lo menos, mientras no haya derecho de sufragio, sería, como norma general, más conveniente, que se dedicase preferentemente, a las actividades de la Acción Católica sin mezclarse en forma habitual en las luchas partidistas. Este principio, como bien se comprenderá, vale especialmente para los alumnos de la enseñanza secundaria, los cuales, por desgracia, se ven arrastrados desde muy temprano a la política de partidos, gastando en esta actividad la mayor parte de las energías que debieran consagrar a su formación sobrenatural, intelectual, social y cívica. Por esto, la Comisión Episcopal, en varias ocasiones, ha prohibido terminantemente que dentro de los colegios católicos se haga propaganda partidista. Desgraciadamente, los alumnos, desde muy temprano, están, de hecho, inscritos en asociaciones políticas. Ha de inculcárseles que no es ésta su mejor escuela, pero si persistieren en su propósito, no por eso han de ser abandonados por la Acción Católica. Precisamente por el mayor peligro en que se encuentran de tener que soportar una actividad superior a sus cortos años necesitan más que otros del influjo sobrenatural y de la sólida formación que sólo la Acción Católica puede dar. La consideración del gran número de jóvenes que escapan hoy a la influencia de la Acción Católica para consagrarse a actividades políticas, nos mueve a estimular el celo de los dirigentes para no dejar abandonados a esos jóvenes que, tal vez, necesitan en forma más urgente que otros empaparse en los principios sobrenaturales que informa la Acción Católica. La crisis de nuestra patria es crisis de valores morales No nos cansemos de inculcar a los jóvenes que se interesan generosamente por el bien de Chile, oportuna e inoportunamente, esta idea: que nada grande podrán hacer si primero no se transforman ellos mismos en cristianos integrales, en hombres que vivan plenamente a Cristo y que aspiren a vivir la vida como viviría Cristo si estuviese en su lugar. Mientras más aspira a dar, mientras más amplia pretende uno que sea su influencia, más necesita recogerse interiormente y más honda ha de ser su formación. Comprendan los jóvenes que la mejor escuela de la política es la Acción Católica, de una política que no busque sus intereses, sino sinceramente los de la Patria, que son los de Cristo. La gran crisis de nuestra nación es una crisis de valores morales; en otros términos, una crisis de cristianismo, y ésta no podrá ser solucionada sino por hombres que tengan la integridad de valores morales que dan una fe plenamente conocida y vivida en todas las circunstancias y momentos. Esos hombres son los que produce una Acción Católica auténtica como la que aspiramos a poseer en Chile con el concurso leal de todos los Consejos, centros y militantes. CONCLUSIONES. Procuremos sembrar la idea central que el cristiano porque es cristiano debe ser el mejor ciudadano. La colaboración más urgente que los jóvenes en el momento actual pueden prestar a su Patria es la de trabajar por su recristianización. Desarrollar en nosotros un criterio equilibrado para juzgar los problemas políticos que esté dominado por la caridad cristiana. Política sin caridad no es política cristiana. Mientras no es está formado hay un deber preferente de formación que la Acción Católica está llamada a dar. El ingreso prematuro en la política es fatal para los jóvenes y repercutirá en un daño nacional. No se puede cerrar las puertas de la Acción Católica a ningún joven que trabaje en política de partidos, siempre que éstos den garantías a la Iglesia. RECAPITULACION. ¿En qué se funda el deber de los católicos de interesarse por la gran política? _ ¿En qué se funda la distinción de la Acción Católica y la política de partidos? ¿Convendrá restringir el movimiento de Acción Católica a sólo los que no trabajan en política? _ Puede un dirigente de A.C. ser dirigente de un partido político? ¿Qué alcance tiene esta medida? ¿Se funda en razones de prudencia o en un principio inalterable? OBJECIONES. En la Acción Católica no deben estar los que trabajan en política, para que no hagan aparecer a ésta como ligada al régimen y a los hombres del partido. Un católico debe abstenerse de votar si no encuentra un partido o un candidato que sea la encarnación total de sus principios. Si vota por un candidato que tiene defectos apoya a un hombre en lo que tiene de malo. La acción política es más urgente: ella soluciona los problemas a corto plazo; la Acción Católica, a largo plazo. La Acción política es más atrayente, más interesante, da más acción, mientras la A.C. gasta demasiado tiempo en formación... XXIV MISION EDUCATIVA DE LA IGLESIA, ENTRE FIELES* CUESTIONARIO. ¿Qué papel desempeña cada católico ante el mundo infiel? ¿Existe un problema misional? ¿En qué consiste? ¿Qué va de un país católico a un país de misiones? ¿Qué deberes brotan del concepto mismo de misión, para el católico, y para la Iglesia de un país católico? ¿Cuál es la actitud de Chile respecto de las Misiones? ¿Qué actitud le corresponde, dada su situación internamente precaria? ¿Qué me corresponde hacer a mí como persona particular, como miembro vivo de la A.C.? Exposición. Antes de descender al terreno de la acción práctica, explicaremos un poco el aspecto teórico o, si se quiere, teológico de las Misiones, indispensable para dar a las cosas su merecido valor, y de cuya ignorancia brotan como la mala hierba mil objeciones tontas, y multitud de prejuicios perniciosos a una obra de trascendencia mundial, a la vez que vital en la vida de la Iglesia. 1. Elevémonos a una visión de conjunto, procurando penetrar en al plan providencial de Dios. El amor divino extendido a toda la creación se concentra en el hombre; abre sus ojos el cielo, y se lo promete y se lo da por suyo, bajo la sola condición de justa necesidad ética, de sumisión racional a Dios Creador. El hombre con su pecado destruye el plan de Dios, pero no agota su amor. Dios salva al hombre, haciéndose hombre; como Dios, Jesucristo paga dignamente la deuda contraída con Dios; como hombre, es fiador adecuado del hombre pecador. En esta forma Dios salva al mundo por Jesucristo. El Redentor nos ha hecho posible la amistad con Dios, nos ha hallado gracia ante el Creador; ahora sólo falta que cada uno de nosotros corramos a la fuente de gracia que Cristo hizo brotar de nuestra tierra, y bebamos. Esto es, falta sólo la cooperación individual de cada hombre a las gracias merecidas por Jesucristo. Aquí tenemos en germen la idea misionera: todos los hombres han de acudir a Jesucristo para salvarse, porque Jesucristo es el único mediador entre Dios y los hombres. 2. Ahora bien, ¿qué significa esto de que cada hombre acuda a Jesucristo para salvarse? O en otras palabras, ¿cómo se realiza en concreto la salvación de cada hombre? Por medio de la santa Iglesia Católica, fundada por Jesucristo para este efecto. Imaginémonos por un instante el mundo sin la Iglesia de Cristo, y comprenderemos cómo la Iglesia nos salva. Jesucristo en el cielo, nosotros acá abajo; ¿qué hacer para borrar la mancha del pecado original al nacer? ¿Saltos contra la pared, como los canutos, ritos inventados por nosotros, de cuya eficacia no nos constaría? ¡Qué problema desesperante para el caído en pecado mortal! ¿Cómo lavar su alma? ¿con penitencias y sacrificios tal vez ingratos a Dios, con lágrimas, con maceraciones, con peregrinaciones quizás del todo inútiles? ¿Cómo tomar fuerzas para la brega diaria contra el pecado, contra los defectos de carácter, contra las adversidades económicas, sentimentales, familiares, etc., sin un recurso espiritual tal como la santa Comunión? ¡Qué castigos no habría caído sobre el mundo si una Víctima propiciatoria no se inmolara continuamente en nuestro favor, si un Sacrificio Latréutico no glorificara dignamente a Dios, si un Intercesor a quien Dios, no puede desoír, no se hiciera eco de nuestras miserables súplicas a la divinidad! En fin, además de otras muchas calamidades, ¡qué caos en las ideas, qué cismas en los pueblos, qué oscuridad en las inteligencias, qué degradación en las costumbres, y sobre todo, qué pavorosa imposibilidad de regeneración, si el Evangelio de Jesucristo no estuviera custodiado por una autoridad infalible, visible, docente, que haga sentir su voz a todos los hombres de buena voluntad! La Iglesia viene a prolongar la obra redentora de Jesucristo, no en cuanto a adquirir nuevos méritos, pues los de Jesucristo son suficientísimos, sino en cuanto los aplica a cada hombre en particular, en forma visible y tranquilizadora, por medio de los sacramentos, de la oración litúrgica, del sacrificio de la Misa. Es al mismo tiempo depositaria del tesoro de la Revelación, y en este sentido, intérprete fiel de la palabra divina, luz de las inteligencia, llena de las más satisfactorias garantías de infalibilidad, por cuanto está directamente asistida por la Verdad infinita, del Espíritu Santo. 3. Así entendido el plan de Dios, resulta que la Iglesia es el medio único de salvación. Fuera de la Iglesia no hay salvación. Porque en efecto, la vida de la gracia sólo se halla en Jesucristo, y en su Cuerpo Místico, la Iglesia; lo que equivale a decir, que sólo los bautizados se salvan, porque solamente ellos poseen en sí la vida divina de la gracia que nos confiere el derecho a la vida eterna del cielo. La Teología distingue un triple bautismo: sacramental, de deseo, y de fuego. El bautismo sacramental es el que hemos recibido de mano del sacerdote, por el cual se nos borró el pecado original y quedamos hechos hijos de Dios. El bautismo de deseo es una disposición de la voluntad que pide ardientemente el bautismo que no ha podido recibir sacramentalmente por falta de ministro. Se puede considerar también como un bautismo de deseo implícito el caso de aquel que vive correctamente según la ley natural que le dicta su conciencia, haciéndose así digno, por la gran misericordia y paternal amor de Dios, de recibir aquellas gracias sobrenaturales que ordinariamente Dios comunica por medio de los sacramentos. Esto se entiende de aquellos solamente que sin culpa ignoran la Revelación, la existencia de la Iglesia verdadera, la necesidad del bautismo de agua o sacramental. Finalmente, el bautismo de fuego es una heroica disposición de la voluntad, en virtud de la cual un hombre prefiere dar su vida, y la da de hecho, antes que ofender al Dios que conoce como supremo Hacedor y legislador de todas las cosas; tal es el caso de muchos catecúmenos que instruidos por el misionero en las verdades de la fe, antes de recibir el bautismo han dado su vida por defender la fe que estaban conociendo. Todos éstos son hijos de la Iglesia, unos oficialmente unidos a ella por el bautismo sacramental, de la Redención de Jesucristo. El resto de los hombres está fuera de la Iglesia, y por tanto para ellos no hay salvación posible. Son aquellos que o rechazan positivamente las gracias de Jesucristo, o los que infieles a ellas caen en el pecado mortal. Consolémonos sin embargo, pues como Dios quiere que todos los hombres se salven y pone de su parte todo lo que le corresponde para que ésta su voluntad salvífica sea una realidad, a todos y a cada uno de los hombres da los auxilios necesarios para que si quieren, se salven. 4. Notemos aquí la misión educadora de la Iglesia: es de un triple carácter: redentor, santificador, civilizador. "Id, predicad el Evangelio a toda creatura, bautizándola en el nombre del Padre del Hijo y del Espíritu Santo". Esta orden de Jesucristo no es un mandato arbitrario, sino que es la expresión explícita del papel que su Iglesia ha de desempeñar en el mundo. Medio único de salvación, esta semillita plantada por Jesucristo debe extenderse por todo el mundo a fin de estar al alcance de todos los hombre, y ofrecerles así el bautismo que trajo Cristo, por el cual pasa el hombre de su estado puramente natural, a formar parte del mundo de la gracia, con prerrogativas y derechos de orden sobrenatural. En esta forma, la Iglesia redime al hombre, aplicándole la gracia bautismal. Al hijo de ira, esclavo del demonio, abominable pecador, lo transforma en hijo adoptivo, heredero del cielo, hermano de Jesucristo, miembro vivo de su cuerpo místico. "Sed perfectos, como mi Padre celestial es perfecto". La Iglesia de Jesucristo no sólo redime al hombre sino que también lo perfecciona y santifica. La vida de la gracia puede ser lánguida o vibrante, pobre o rica, arrastrada o sublime. Los sacramentos y toda comunicación de la gracia al hombre tiende a santificarlo al máximum a hacer de cada hombre un santo. Si en mil y mil casos, que son los ordinarios la gracia no produce sus efectos maravillosos de santificación, es por culpa del hombre que no coopera dignamente a la gracia, distribuida con profusión en la Iglesia. La Iglesia militante se compone de hombres de carne y hueso, cuyas vidas se desarrolla entre mil necesidades de orden material y espiritual, cuya satisfacción da el nivel de cultura de los pueblos. La Iglesia es para el hombre, y nada del hombre le es indiferente. La cultura humana es también tarea de la Iglesia, en cuanto la cultura, como todo perfeccionamiento puramente humano, es la base natural del edificio sobrenatural, propiedad exclusiva de la Iglesia. Los focos misioneros repartidos en las inmensidades del Asia, África, Oceanía, son también centros de cultura humana; recordemos los chilenos la gran deuda cultural que tenemos con la Iglesia de los siglos de la conquista y colonia. Cada uno de los países de América tiene largas historias que contar, y todo nuestro actual patrimonio científico, artístico, histórico, literario, está señalado aquí y allá por insignes religiosos, misioneros que fueron de nuestras tierras, portadores de grandes valores culturales. El espíritu cristiano, de nuestros antepasados informa todas las manifestaciones de cultura de América constituyéndose por esto la Iglesia en madre no sólo de nuestras almas, sino también de nuestra vida humana. Y como lo fue ayer en América, lo es hoy en todas sus misiones, de diverso modo y en diversos grados, según las circunstancias de tiempos y personas y recursos: si ayer vino al impulso del mismo viento que hinchaba las velas de los bergantines conquistadores, apoyada por la Sacra Majestad, hoy penetra sola, casi a escondidas, con los solos recursos que la deparan corazones buenos tocados por la Providencia de Dios. 5. Pues bien esta triple misión la Iglesia ha de extenderla a todo el mundo. No se trata de una simple misión de misericordia, ni siquiera de fina caridad; es una necesidad de la Iglesia extenderse por todo el globo, no reconocer a su acción benéfica otros límites que los del mundo. Expliquemos esta idea, que es fundamental para la comprensión de lo que son las Misiones. Decíamos que la Iglesia es el Cuerpo Místico de Jesucristo. San Pablo hace uso de esta metáfora en mil ocasiones hasta el punto de persuadirnos que no es una simple metáfora sino que respecto de esa bella realidad, los cuerpos materiales que conocemos se transforman en metáfora. La razón es la siguiente: porque la unión de los miembros, la independencia de acción, junto con la cooperación a los efectos comunes, las leyes de reparación, la común conspiración de todos y cada uno de los miembros al beneficio de los demás, que son las cualidades por las que se define un cuerpo, en ninguna parte se realizan más perfectas y bellamente que en el Cuerpo Místico de Jesucristo, la Iglesia. Este cuerpo, como todos, nació pequeñito: en Pentecostés, la Virgen Santísima, los Apóstoles y un reducido grupo de discípulos del Señor, constituyeron el primer núcleo de la Iglesia. Esa célula comenzó a crecer, y no ha dejado de crecer vigorosamente, impulsada por su intrínseco principio de vida, que es la vida misma de Jesucristo. Asentemos por tanto esta idea, que la Iglesia es un organismo en crecimiento. De ella sacaremos consecuencias importantes. 6. a) La primera es ésta: no puede dejar de crecer hasta llegar a su edad adulta, hasta el porte que por su intrínseca naturaleza le corresponde, del mismo modo que un niño no puede dejar de crecer hasta ser hombre, so pena de transformarse en un fenómeno. Esto quiere decir que las misiones, que son el natural crecimiento de la Iglesia no dejarán de existir nunca, mientras la Iglesia no llegue al límite que por su misma naturaleza de medio único de salvación universal le está fijado. b) ¿Por dónde crece el cuerpo? ¿Hay en el organismo algún miembro encargado de hacerlo crecer? Nada de eso. Todo crece armónicamente, ni sólo por los pies, ni sólo por la cabeza, sino por pies, manos, cabeza y tronco, en forma insensible y constante. Así la Iglesia: crece por todos sus miembros a la vez, sin que ninguno sea órgano de crecimiento, o mejor, siéndolo todos al mismo tiempo. Notemos de paso lo absurdo de este raciocinio tan comúnmente aceptado aún por personas espirituales: la caridad ordenada comienza por casa; muchos millones de paganos quedan por convertir, pero no nos corresponde preocuparnos de ellos, mientras en nuestra tierra tengamos tan pavorosos problemas religiosos y cifras tan desconsoladora que remediar. Esta conclusión, aparentemente tan razonable y de tanta prudencia es tan absurdo como esto: suponiendo que la voluntad tuviera dominio sobre las fuerzas ciegas de la naturaleza, raciocinemos así: yo, intelectual, necesito de mi cabeza para ganarme la vida; pues bien, todas las fuerzas de mi cuerpo las guiaré a la cabeza, a fin de que se beneficie en forma especial, crezca descomunalmente, y se transforme en la más bella, hermosa, útil y admirable cabeza de la humanidad entera. ¿Y el resultado? El más grotesco fenómeno que jamás se hubiera visto, que comprometería no sólo las leyes de la estética, sino aún las posibilidades de vida. ¿Dónde está el vicio de este raciocinio, en lo que a la Iglesia se refiere? En esto: no puede aplicarse a un miembro lo que es propio de un cuerpo. Tratándose de seres aislados, vale el principio que la caridad bien ordenada comienza por casa. Pero tratándose del cuerpo total de la Iglesia no vale, pues en este caso la casa es todo el cuerpo, toda la Iglesia, ni se puede hacer disección de partes para atenderlas por separado, como no se puede atender a la pierna o al brazo, sin atender a la cabeza o a los ojos. Raciocinar en otra forma significaría olvidarse del dogma del Cuerpo Místico de Jesucristo. c) ¿Hasta cuándo ha de crecer la Iglesia? La medida nos la da su misma naturaleza: es un cuerpo, crecerá hasta llegar a su desarrollo perfecto. La Iglesia ha sido fundada para llevar la doctrina y gracia de Cristo a todos los hombres, conforme al mandato de que ya hablamos "Id y enseñad a todo el mundo". La Iglesia es el granito de mostaza plantado por la mano de Dios, que crecerá hasta anidar en sus ramas a todos los pueblos del orbe, es el redil que debe encerrar dentro de sí a todas las ovejas del buen Pastor, es en fin el medio único y necesario de salvación, que debe llegar a todos los hombres. Por tanto, cuando la santa Iglesia se halle establecida en forma estable, dentro de lo que permiten las mudanzas humanas, esto es, cuando se encuentre establecida en todo el mundo habrá llegado a su definitivo porte, y ya no crecerá más; comenzará entonces el proceso de asimilación y robustecimiento. 7. Con lo expuesto aparece lo específico de las misiones: la acción redentora, santificadora y civilizadora de la Iglesia es común en ella a todos los pueblos, sean o no de misiones. La Iglesia redime al recién nacido, santifica al que frecuenta los sacramentos, civiliza con su espíritu y su doctrina. Pero la Iglesia como misionera tiene una acción que no es común a los demás aspectos de la misma Iglesia; su vida en las misiones crece; en los demás países sólo se intensifica. Esto es lo específico de las misiones: el crecimiento de la Iglesia. Por esta razón el que haya misiones es signo natural de que la Iglesia no ha llegado todavía a su plenitud; como a la inversa, el día que cesen las misiones, por el mismo hecho podremos decir que la Iglesia por fin ha llegado a su edad adulta, para comenzar entonces a afirmarse en lo adquirido. Del mismo modo que el cuerpo del niño cuando ya no crece más, es porque se ha desarrollado convenientemente conforme a su naturaleza y fuerzas. Tenemos entonces ya todos los elementos de orden teórico para comprender con precisión lo que significan dentro de la Iglesia las misiones. Recapitulemos brevísimamente: Dios crea al hombre para el cielo; el hombre peca, desbaratando el plan de Dios; Dios redime al hombre caído, por medio de Jesucristo; Cristo deposita sus méritos infinitos en la Iglesia, y la encarga de aplicarlos a cada hombre en particular; por lo cual la Iglesia comienza a extenderse por todo el mundo, a fin de quedar al alcance de todos los hombres; cuando logra la Iglesia establecerse en forma estable en una región, deja de ser misionera; cuando vive precariamente, es Iglesia misionera. Esta última idea merece párrafo aparte. 8. En concreto y en la práctica, ¿en qué conoce un país que es de misiones y uno que no lo es? En el país católico, la Iglesia lleva una vida normal, mientras que en el país de misiones lleva una vida en condiciones extraordinarias. En el primero, la Iglesia está plantada; en el segundo, no. En el primero, ordinariamente todo el mundo tiene a su alcance los sacramentos; en el segundo carecen de ellos. En país católico hay una Jerarquía eclesiástica organizada, mientras que en país de misión, la Jerarquía, cuando existe, se halla en estado rudimentario. Una serie de factores de diverso orden forman los elementos necesarios para juzgar del estado de la Iglesia en un país. La formación de la Jerarquía es el más importante, que a su vez está condicionado a otros muchos de orden social, económico, político, etc. Importa la tradición católica, que de ordinario no existe en países de misiones. Es necesario, tener un mínimum de posibilidades de acción, a fin de que el apostolado se ejerza con fruto. No puede descuidarse el factor político, que interviene a veces, como en China, en forma definitiva. El juicio que declara una región del globo como territorio de misiones, o que transforma un territorio de misiones en territorio católico, es atribución de la Congregación de Propaganda Fide en Roma, que juzga por los informes que recibe y por los de los visitadores que envía. Puede haber países católicos que lleven una vida religiosa lánguida; y entonces no aparece clara la diferencia con un país de misiones, habiendo lugar para la trillada frase: "Aquí tenemos nuestras misiones". Sin embargo la diferencia es grande. En primer lugar, la Jerarquía, como en Chile, está perfectamente establecida; a ningún católico se le oculta que la existencia de la jerarquía es factor de primera necesidad en la vida religiosa, pues de los Obispos desciende al clero la potestad de la predicación, administración de los sacramentos, etc. En segundo lugar, la proporción de sacerdotes por habitantes es mucho menor, ya que en el peor de los casos, como sucede en Temuco o Antofagasta, la proporción no sube de uno por diez mil; mientras que en China o India o África, a cada paso se encuentran proporciones de uno por cincuenta o sesenta mil y más, como en Pengpú. En tercer lugar, en nuestros países existe la tradición católica, que facilita inmensamente el apostolado, porque el pueblo busca al sacerdote, mantiene prácticas religiosas, y es dócil a la predicación, como lo experimentan a diario los misioneros rurales, y aun los dirigentes de movimientos y sindicatos de obreros de fábricas. En cuarto lugar, la Iglesia de nuestros países se encuentra a veces unida al Estado, como en Argentina; otras, favorecidas por él en forma privada, o al menos tolerada sin verdaderas incomodidades cosa que en misiones no sucede de ordinario, como, v. gr. en Japón, India, China, donde la predicación católica se toma como ofensa a la religión nacional, si bien es cierto que en estos últimos años la Iglesia se ha acreditado en tal forma que ya se la mira con más simpatías. Estos y otros factores hacen de las misiones un problema que la Iglesia tiene que resolver a toda costa por su carácter de salvadora del mundo, como queda expuesto. 9. Vengamos ya a la solución práctica del problema misional. Establezcamos ante todo, las diversas incumbencias que según la constitución interna de la Iglesia, virgen en su seno. Las Misiones son ante todo un apostolado; por eso caen directamente bajo la protección y cuidados apostólicos del Santo Padre, cabeza visible de la Iglesia, que desempeña en el mundo el oficio pastoral que el mismo Jesucristo ejercitó en Palestina. Del Papa se deriva inmediatamente a los Obispos, como pastores del rebaño de Jesucristo; de éstos a los sacerdotes, y finalmente, no como oficio directamente apostólico, sino en cuanto son miembros del cuerpo total de la Iglesia, a los simples fieles (Rerum Ecclesiae). Directamente a nosotros nos interesa la obligación de los fieles. Ningún fiel hijo de la Iglesia de Cristo está obligado bajo pecado a ayudar a las misiones. Cada miembro de la Iglesia que esté en estado de gracia, coopera, aunque no sepa, a las Misiones, como a todas las demás obras de la Iglesia con sus acciones meritorias e impetratorias, porque como lo hemos dicho ya varias veces, la Iglesia es un cuerpo perfecto, en el cual cada miembro, independiente en su acción individual, ejerce a la vez una acción de conjunto, beneficiando a todo el cuerpo. Viene bien hacer notar aquí el valor misionero de la Santa Eucaristía. Es el alimento de la Iglesia; cualquier alimento desempeña diversas funciones principales según sea el estado del cuerpo que deba alimentar. Al niño lo hace crecer, porque está en estado de crecimiento. Al joven lo robustece, porque está en época de asimilación; al viejo lo sostiene, porque ya declina por la edad decrépita. De aquí el valor misionero de la Eucaristía, cada cristiano, comulgando coopera admirablemente al crecimiento de la Iglesia. Y esto es palpable: la inmensa expansión misional que en estos últimos tiempos reconoce la Iglesia, coincide exactamente con el impulso eucarístico tan profundo y extendido que dio Pío X. Los fieles si bien no están obligados bajo pecado a ayudar a las misiones, están urgidos a hacerlo por la caridad de Cristo. Así lo dice Pío XI en la encíclica citada: "Ningún fiel cristiano debe tratar de rehuir este deber... Convenzámonos de que nadie debe ser tenido por tan pobre y desnudo, nadie por tan débil, hambriento y sediento, como el que carece del conocimiento y de la gracia de Dios; y con eso ante los ojos, recordemos que quien es misericordioso con los más necesitados del mundo, no quedará a su vez desprovisto de la misericordia de Dios y de su recompensa". Si todo cristiano debe interesarse por las misiones, mucho más los miembros de la Acción Católica. La Iglesia de Cristo es mundial; esto es, debe cubrir todo el mundo; un día llegará, en que, podamos decir los católicos, la Iglesia es de todo el mundo, está en todo el mundo, viviendo su vida normal. Pero hoy es todavía un futuro que carece de realidad, y "católica" no significa más que "tiende a cubrir todo el mundo", sin conseguirlo todavía. La consecuencia fluye: ningún "católico", ni menos la misma "A. Católica" pueden desinteresarse del problema misional, pues es el problema más "católico" de todos cuantos tiene la santa Iglesia. 10. La cooperación misionera es doble, como dobles son los elementos que constituyen las obras de la Iglesia; el fin es sobrenatural, pero el ambiente es natural, los hombres que la forman. De modo que los medios adecuados para el fin son de dos tipos, naturales como la limosna, el cine, el arte; y sobrenaturales, como la Misa, los sacramentos, la oración, el sacrificio. Cuando la vida cristiana se informa del espíritu misionero, adquiere un matiz nuevo, de hermosas proyecciones. En efecto, los deseos y la oración misionera son los más desinteresados como que están inspirados por el puro amor a la Iglesia. La plegaria misionera es la más universal, por cuanto interesa inmediatamente al mismo catolicismo de la Iglesia. Es la que está más en consecuencia con los ideales de Cristo. En este sentido, cada miembro de la A.C. debe ser un misionero, imprimiendo a toda su vida interior un espíritu misionero, del cual se derivan espontáneamente, como de su fuente, las demás ayudas a las misiones. 11. ¿Qué ha hecho Chile por las misiones? Poco. Es comprensible: somos pocos, tiernos y pobres; sin embargo, nada de esto nos disculpa del todo, porque nuestro óbolo es todavía inferior a lo que podría ser. Con todo vamos por buen camino: en la Iglesia chilena va creciendo una planta que no en todas partes se ve, la LEM. El espíritu misionero, para ser eficaz, debe concretarse en una Obra; y a su vez la Obra es prenda y principio de fervor misionero. Chile da sus limosnas a Propaganda Fide, a pesar de las crisis porque atravesamos. Finalmente, Chile ha dado un misionero al Asia amarilla; pero uno es muy poco; y entendámoslo, espíritu misionero que no produce misioneros, es una ilusión. Roguemos al Señor de la mies que envíe operarios a su mies. OBJECIONES. 1. Las misiones son una de tantas obras de la Iglesia, por tanto no me toca directamente. 2. Demasiado hay por reformar y cristianizar en Chile, para preocuparnos de los africanos o budistas mongoles. 3. Siempre ha habido misiones en la Iglesia; ¿a qué entonces esta furia misionera de hoy día, cuando hay tanta crisis económica y espiritual en los países católicos? La preocupación misionera mejor sería dejarla para tiempos mejores. 4. No siempre obliga el bien más universal; por tanto, de que en China, v. gr. haya más paganos que en Chile, no se sigue que debamos socorrer a los Chinos. XXV ACCION EDUCADORA DE LA FAMILIA CUESTIONARIO. ¿Cuál es la misión primordial del matrimonio? Además de engendrar hijos ¿qué otra misión fundamental tiene el matrimonio? ¿Cuál es el elemento más poderoso de que dispone el padre y en general todo educador para formar a sus hijos? ¿Qué impresión tienes sobre los ejemplos que reciben los niños en los hogares modernos? ¿Qué ejemplo dan de ordinario los hogares pudientes a sus hijos? ¿Qué ejemplos ven los niños en los hogares populares? ¿Contribuye el ambiente familiar chileno para elevar el nivel espiritual de la juventud? ¿Qué habría que remediar en este sentido? Exposición. "¡De tal palo tal astilla!". Es un adagio bien conocido en nuestro idioma; lo mismo que "¡nadie da lo que no tiene!". Ambos proverbios encierran una pedagogía profunda. Lo que sean sus padres en el orden intelectual, en el orden moral, en el espiritual eso serán sus hijos y... de ordinario un poco menos. Se puede aplicar a la familia lo que el santo Cura de Ars decía refiriéndose al Párroco: "Un cura santo, una buena parroquia, un cura bueno, una parroquia tibia; un cura tibio, una parroquia pésima...". Hay en el orden moral una ley que se asemeja a la de la degradación de la energía en el orden físico. Por eso es muy importante señalar con precisión la influencia educadora del hogar y los medios precisos en que ha de insistirse para formar un hogar cristiano. Es indiscutible que hay un gran bajón en la vida de hogar en Chile en estos últimos años. Hasta hace unos veinte años nuestros hogares eran un orgullo nacional por la severidad de sus costumbres, por la unión que reinaba entre ellos, por el espíritu de trabajo y moralidad de los hijos. Desgraciadamente muchos factores que analizaremos van minando esa institución básica que hemos de salvar con urgencia, pues es la célula fundamental de la sociedad, la primera escuela, la más alta universidad. No nos acontezca como a un país de Europa cuyo Jefe de Estado se lamentaba que la guerra, antes que en el campo de batalla, se había perdido en el terreno familiar. ENEMIGOS DE UN AMBIENTE FAMILIAR EDUCATIVO El primer enemigo del hogar cristiano es la inexistencia misma del hogar. ¡Cuántos hogares modernos son todo menos un hogar!... Son un auto, un par de butacas en el biógrafo -con frecuencia no juntas- una mesa de bridge, en que la madre mata las tardes y una diversión de club o de cantina para el marido según sean sus medios de fortuna, pero para el caso es lo mismo... Todo menos un hogar. ¡antes que todo, pues, hay que tender a que haya hogar! Por eso no podemos menos de mirar con profunda simpatía la idea que vienen propiciando nuestras leyes de dar facilidades a los empleados y trabajadores para que adquieran su casa, su pequeña casa. Hay que aconsejar con insistencia esta idea y sugerir continuamente que cada uno con sus ahorros vaya trabajando por adquirir el hogar futuro, que venga a ser nido donde haya amor y cariño. Esa mirada al futuro hogar es sumamente educativa y convendría aconsejarla al muchacho desde que empieza a tomar su vida en serio. Muchos hogares se deshacen por culpa de la mujer: si muchos maridos se alejan es porque ella comenzó por alejarse en primer lugar, llevada de un deseo de vida hueca... Con frecuencia empieza por jugar una partida de bridge; la partida se prolonga... el marido encuentra la casa en desorden, la mujer ausente... él se aleja disgustado; el hogar se triza... se rompe. Otras veces el marido se aleja porque la mujer no hace nada por alegrar la vida del hogar ni siquiera por conservarlo: no es dueña de casa; es gastadora, todo se le hace poco; no sabe pegar un botón. Pasó su juventud pintándose las uñas y arrancándose las cejas, y llegó al matrimonio creyendo que podía seguir haciendo lo mismo, o si quiso enmendar rumbos no supo cómo hacerlo. De aquí que nunca inculcaremos bastante a los jóvenes que se fijen bien en la compañera que va a elegir si quieren formar un hogar cristiano, un hogar que sea el ambiente que ellos desean para educar a sus hijos. El matrimonio no cambia de ordinario a la mujer, como no cambia tampoco al marido. El adagio "genio y figura hasta la sepultura" tiene un valor grande en el orden de las realidades. Si mucho puede hacer la mujer porque haya hogar, mucho más puede hacer el hombre por desunirlo, ya que sus faltas son más graves y de más trascendencia de las que podríamos llamar ligerezas de la mujer. La infidelidad del marido es una falta por desgracia demasiado frecuente y que el vocabulario corriente parece excusar con inaudita inconciencia. ¡Con cuánta frecuencia el marido tiene un hogar doble, mantiene culpablemente un hogar que no es el suyo y al cual reserva su cariño, su ternura, su dinero, mientras no tiene para el propio más que la dureza, la terquedad, la tacañería. ¿Cómo va a tener dinero para su casa si tiene que mantener dos y si la que no es su mujer reclama gastos superfluos, lujos, regalos que jamás pensó en dar a quienes tendrían derecho a reclamarlos? ¿Cómo va a tener cariño para su mujer e hijos si gasta su amor en quien con celo avasallador reclama un alimento artificial, para matar la amargura del pecado? A veces la maldad no llega a tanto: no es el hogar doble, es la infidelidad ocasional... y esa ocasión se repie con frecuencia... Comidas con amigos; el club aristocrático o la cantina de barrio para el caso son lo mismo. ¡Cuántas veces esas reuniones terminan en la diversión ilícita que llena de amargura el corazón de la esposa que espera en vano hasta altas horas de la noche, mientras el marido pierde la gracia santificante de su alma, su dignidad de hombre, su fe de esposo, su autoridad de padre... Bien se comprende que en estas condiciones el ambiente del hogar no contribuye a educar a los hijos. Las trizaduras, a veces las quebraduras de la unión conyugal trascienden a los hijos. Ven ellos a su madre triste y llorosa, su cabello que encanece, sus ojos surcados de ojeras; la sorprenden a veces llorando... Alguna vez perciben una discusión. Saben que su padre no frecuenta los sacramentos. Al principio estuvieron engañados, pero pronto llegaron a sospechar la realidad. Una incógnita se levanta en el alma del niño. ¿Qué será? Al descubrir la realidad se siente convulsionado, su carácter se cierra, se vuelve hosco, no acude a su padre en busca del consejo que tenía el derecho de pedir... Cuando llega la edad de las pasiones y se levantan las primeras tentaciones no tiene delante de sí el ideal de sus padres si es que ha sorprendido en ellos debilidades que quitan su fuerza al amor. Por eso hay que insistir tanto a los jóvenes desde muy temprano en el criterio de rectitud moral, ya que esas faltas de adultos no son sino la aplicación de un criterio que adquirieron tal vez al entrar a la pubertad... "en materia pasional todo es lícito al hombre". Los que aplican cuando niños o cuando jóvenes este criterio tienen grave peligro de seguir aplicándolo cuando hombres. Creerán corregirlo al contraer matrimonio, pero desacostumbrados al vencimiento no aprenderán después lo que debieron haber aprendido desde jóvenes. No hay que cansarse de repetir a los jóvenes el consejo de Alexis Carrel: "el éxito del matrimonio requiere saber contenerse; requiere carácter, carácter que en algunos individuos debe llegar al heroísmo. Antes del matrimonio el estado ideal es castidad. La castidad requiere entrenamiento moral prematuro. Es la más alta expresión de la autodisciplina". LAS PEQUEÑAS VIRTUDES DEL HOGAR El hogar-escuela a más de la gran virtud de la mutua fidelidad requiere mil otras virtudes que podríamos llamar pequeñas. La presencia de ambos esposos en el hogar, sabiendo el marido desentenderse de negocios, de club, de diversiones con amigos; y la esposa de las tertulias, comadreos, partidas para darse el uno al otro. En un Santiago no tan lejano teníamos ocasión de presenciar ejemplos como el de Don Ramón Barros Luco que aun siendo Presidente de la República y de avanzada edad salía cada tarde del brazo de su esposa, dando muestra de la unión íntima del hogar. El respeto mutuo. Que cada uno de los miembros del hogar trate a los demás con el mayor respeto y delicadeza. El marido que trata con poca consideración a su mujer, que le echa la culpa de todo ¿cómo va a formar un hogar cristiano? ¡Palabras altas en la mesa, delante de los hijos, delante de los empleados! ¿Cómo van los niños a respetar a su madre si no la respeta su propio marido? Es, pues, necesario saber callar, saber disimular y el santo propósito de no hacer jamás una escena delante de los que sólo pueden formarse admirando a su madre. Del fracaso de la educación de los hijos que no culpa a nadie el padre que no supo respetar a su mujer. Esta educación del respeto debe irse adquiriendo desde la primera infancia: respeto de los hermanos entre sí, respeto con los sirvientes, respeto a los pobres, los mendigos y hasta a los borrachos. Respeto a todo ser humano por ser imagen -a veces muy desteñida- de Dios, pero en todo caso imagen del Creador, hijo de Dios, hermano de Cristo, templo actual o llamado al menos a serlo, del Espíritu Santo. Este respeto, claro está debe dirigirse antes que todo a los padres en quienes debe el hijo ver los representantes de Dios, y a quienes debe amar con toda la ternura de su corazón. ¡La veneración por la madre! Ojalá meditaran los jóvenes las hermosas palabras de Mons. Ramón Ángel Jara, uno de nuestros más grandes oradores, estampadas en un álbum donde vacía lo que él pensaba de su madre: "Hay una mujer que tiene algo de Dios por la inmensidad de su amor y algo de ángel por la incansable solicitud de sus cuidados. "Una mujer que siendo joven tiene la reflexión de la anciana, y en la vejez trabaja con el vigor de la juventud. "Una mujer que si es ignorante descubre los secretos de la vida con más acierto que un sabio, y si es instruida se acomoda a la simplicidad de los niños. "Una mujer que siendo pobre, se satisface con la felicidad de los que ama; siendo rica, daría con gusto sus tesoros por no sufrir en su corazón la herida de la ingratitud. "Una mujer que siendo vigorosa, se estremece con el vagido de un niño; y siendo débil se reviste a veces de la bravura del león. "Una mujer que mientras vive, no sabemos estimular, porque a su lado todos los dolores se olvidan, pero después de muerta daríamos todo lo que somos y todo lo que tenemos por mirarla de nuevo, por recibir de ella un acento de sus labios. De esa mujer no me exijáis el nombre a mí, si no queréis que empape con lágrimas estas páginas, porque yo la vi pasar en mi camino". EL SACRIFICIO EN EL HOGAR Hay un punto fundamental para que el hogar sea realmente una escuela y es el ambiente de un gran idealismo en el hogar, que se traduzca en la aceptación generosa de todos los sacrificios anexos al deber de Estado. Toda acción no es más que la proyección de un ideal. Si no hay ambiente de idealismo generoso no habrá vida honesta, porque no habrá fuerza para aceptar los sacrificios que supone la honradez de la vida. En psicología se prueba claramente que el elemento más poderoso para orientar una vida es la visión clara de un ideal. Esto vale más que la repetición de actos, que los castigos y amenazas, o más bien todos estos medios son inútiles donde no hay un gran idealismo que impulse al joven a superarse a sí mismo. Pero no puede menos de negarse que hay en Chile una baja grande de idealismo y de sacrificio; esta crisis de idealismo es tanto más grave cuanto toma las clases superiores de la sociedad... Es harto triste ver que los ídolos de nuestro tiempo son "el amor y la platita", la comodidad, la diversión... la palabra sacrificio suena mal en nuestra época y se pide que se la cambie. Las diversiones aumentan en forma pavorosa y la inmensa mayoría de nuestros contemporáneos aspira a una existencia de perpetuo week-end, a una existencia de fin de semana con un mínimun de esfuerzo y un máximum de placer. Los centros de diversión se multiplican en forma alarmante. Los biógrafos han aumentado en el mundo de 8.000 que había en 1914 a 89.000 en 1938, que reciben cada semana 300.000.000 de espectadores. En Santiago hay más de 100 salas de biógrafo. Y mientras aumentan los biógrafos, los autos, las comodidades y diversiones, disminuyen los hijos en forma pavorosa, de manera que en algunos países el número de nacimientos no llega a cubrir el número de defunciones. "Entre tener un hijo o tener un auto, prefiero un auto. Es más cómodo" decía una señora tipo 1942... Todo este ambiente materialista está invadiendo el hogar del rico y el hogar del pobre y lo va haciendo degenerar. Cuando hay un dolor no se tiene el valor de soportarlo y de ahí que cundan las drogas, las bebidas, los calmantes. Si el dolor se produce en el hogar, se rompe el matrimonio con un fácil proceso de anulación... Cada uno de estos últimos años ha habido más de mil nulidades de matrimonio, divorcios auténticos que dejan a los hijos sin madre o sin padre y los exponen a ser unos descentrados en la vida... La Iglesia ha condenado con ex comunión a los que intentan fraudulentamente anular su matrimonio civil. No han faltado críticas que tachan a la Iglesia de intolerante e incomprensiva, y muchos de los que hacen estas críticas ¡creen conservar su fe cristiana!... Guardan del catolicismo el nombre, las prácticas, los santos, las mandas, los escapularios, el Cristo en la cabecera de la cama... pero no se resignan a llevar la imagen de Cristo en el fondo del corazón, a vivir crucificado con Cristo. Esta falta de espíritu de sacrificio en el hogar se traduce también en la falta de práctica religiosa: apenas un 10% de los hogares chilenos van a Misa el domingo, quedando sin cumplir el precepto muchos católicos conscientes de su deber y que podrían hacerlo sin dificultad... Igualmente por falta de espíritu de sacrificio se niegan los padres con demasiada frecuencia a permitir a sus hijos la entrada al seminario o a un noviciado cuando lo desean, porque quieren al hijo para ellos para servirse de él: estiman que los hijos son para los padres y no los padres para los hijos... Esa misma falta de espíritu de sacrificio es la que ahuyenta a tantos jóvenes de la vocación sacerdotal, porque supone sacrificios y renunciamientos. De aquí que lamentamos la falta tan inmensa de sacerdotes que deja sin atención religiosa a más de 4.000.000 chilenos... Muchos son los llamados, pero pocos se dejan escoger por miedo al sacrificio... Hogar sin ideales será hogar sin sacrificio. Hogar sin sacrificio será hogar mundano, hogar pagano, hogar que llevará a la Patria a la ruina y el alma al infierno. Cuando el placer es la consigna de una generación decae y esa nación pierde su sitio preponderante. COMO SE HA DE EDUCAR EL HOGAR La educación en el hogar se ha de hacer más por lo que el padre hace que por lo que dice, más por la vida que muestra que por las palabras que enseña, más por lo que es que por lo que tiene. Ser y hacer, vivir y enseñar, son verbos diferentes y los primeros son mucho más valiosos que los segundos. Es casi nula una educación que no se basa en el ejemplo. Si los hechos contradicen a las palabras no hacen impresión alguna: las palabras vuelan, los ejemplos mueven; más aún suelen causar desprestigio y provocar una reacción contraria las lecciones de honestidad predicadas por quienes no acomodan a ellas sus vidas. "Nuestras obras nos siguen", es el hermoso título de una novela que es una profunda realidad; nos siguen y nos sancionan en nuestros hijos. La educación del ejemplo es, pues, la primera educación, y la que se da todos los días. Es imposible que la realidad de una vida no se transparente entre quienes viven continuamente juntos. Y el niño que es perspicaz, comienza por sospechar esa realidad y terminar por descubrirla. ¿Cuándo ha de comenzar a darse ese ejemplo? Una madre lo preguntaba a un gran educador y éste le respondió: "¿Cuántos años tiene su niño?". Dos años - contestóle. "Pues, ha perdido Ud. dos años". Ese ejemplo ha de darse desde los primeros días de la vida del niño, y esos primeros años son de una influencia trascendental a juicio de todos los psicólogos. Napoleón iba aún más lejos y afirmaba que la educación de un niño comienza cien años antes que nazca el niño. Las modernas experiencias de psicología dan razón al aserto de Napoleón, pues, tienden a confirmar que incluso cualidades adquiridas por trabajo personal van modificando nuestro sistema nervioso y tienden a transmitirse, no en forma que supriman la libertad, pero sí tienden a modificar las condiciones internas de la vida del niño. Hay una célebre experiencia psicológica de Mac Dougall que ha costado varios cientos de miles de pesos que parece probar este aserto. Esto nos llevaría a la conclusión alentadora que no hay esfuerzo perdido... que todo lo que hagamos nos irá transformando y tenderá a transmitirse a los descendientes. CONCLUSIONES. Apreciar enormemente la influencia educadora del hogar. Respetar el hogar como un santuario y a cada una de las personas que lo componen. Veneración por las madres, el culto cristiano de la madre; el respeto a los hermanos, sirvientes, pobres. Los que aspiren a formar un hogar que se fijen en buscar una compañera que reúna las condiciones de la esposa ideal, "que más que el superfluo ornato del cuerpo cultive la hermosura de la virtud" (del ritual Toledano en la exhortación matrimonial). En el pololeo cultivar el respeto a la futura madre de sus hijos. Convencerse íntimamente que no hay hogar sin ideal, ni ideal sin sacrificio. Sin sacrificio se vuelve al paganismo, se arruina la Nación. Cultivar el espíritu de sacrificio: privación en las diversiones; mayor austeridad de vida; renunciar a golosinas, comidas a deshora; sacrificar lo superfluo e incluso algo de lo necesario para ayudar a los demás. Ser intolerante con los que pretenden rehacer su vida atropellando los precepto del Evangelio: matrimonios de divorciados, escándalos públicos. RECAPITULACION. ¿Cuál es la influencia primera que recibe un niño? ¿Cuál la más profunda? ¿Desde qué edad hay que preocuparse de dar ejemplo a los que nos rodean? ¿Qué sentido tiene el pensamiento de Napoleón que la educación de un niño comienza 100 años antes que nazca? ¿Qué sentido tiene el pensamiento: "Nuestros actos nos siguen"? ¿Cuáles serían las virtudes de una esposa que sea una madre ideal? OBJECIONES. La vida de hogar tomada en la forma de esta conferencia es un martirio y el hombre tiene el derecho a su vida. La juventud vivida en este ambiente de respeto no es juventud. Conviene que el joven lleve al matrimonio una experiencia de la vida que lo preserve del deseo de salir después en busca de aventuras. La vida de hogar es monótona... hay que reducirla al mínimo. La estabilidad en el hogar es una quimera... El hombre es incapaz de sobreponerse al tedio de una vida cuyos ideales se han perdido. Hay, pues, que rehacerla. Los hijos no pueden ser un obstáculo a que el hombre goce de su corta vida... La fidelidad absoluta en el hombre ¡imposible! ¡¡¡Hay tales circunstancias!!!... XXVI VALOR EDUCATIVO DE LA LITURGIA* CUESTIONARIO. ¿Qué es la liturgia? ¿Cómo podemos aprovechar la liturgia en la educación cristiana? ¿Qué valor educativo tienen las ceremonias religiosas, el culto público, el arte católico, los períodos litúrgicos? Exposición. Liturgia es el culto oficial de la Iglesia, o sea, es la oración del Cuerpo Místico de Cristo como tal. Esta oración oficial está revestida de formas externas. De aquí que se llame también liturgia todo el conjunto de ceremonias, de música, objetos de culto con que significamos a Dios nuestra oración. Con todo, más que las ceremonias externas, merece propiamente el nombre de liturgia el acto de adoración de la sociedad cristiana que es la Iglesia. El valor educativo de la liturgia parte de la base que el hombre es un compuesto del cuerpo y alma y que el alma se vale del cuerpo para recibir primero y para comunicar después sus conocimientos, sus afectos, sus emociones. Excelente pedagoga, la Iglesia utiliza los objetos, todos: el incienso, la cera, el aceite, el agua, la sal, la ceniza, los gestos externos, la señal de la cruz, los golpes de pecho, el arrodillarse, etc., como medios que inciten al hombre a despertar en el interior de su espíritu un sentimiento correspondiente ante la Divinidad. La idea central que la Iglesia quiere recordar a sus fieles es el sitio fundamental que ocupa Cristo en su vida. La Iglesia vive porque murió Cristo. Alrededor del sacrificio de Cristo, la Iglesia centra los actos principales de su liturgia. Así el acto litúrgico por excelencia es la Santa Misa, memorial permanente del Sacrificio de Cristo. La Cruz de Jesús preside sus templos y sus altares; haciendo una cruz se bendicen los objetos y se comienzan todos los actos litúrgicos para recordar a los fieles el valor central de la Pasión. La vida de Cristo, como que es el modelo para todo cristiano, es también la norma para la composición del año litúrgico, que considera los principales períodos de la vida del Señor: la preparación de su venida, el Nacimiento, los hechos más salientes de su vida pública como la Transfiguración, la Institución de la Sagrada Eucaristía, su Resurrección y Ascensión a los cielos. En cada uno de estos períodos el alma de los fieles va empapándose de un sentimiento correspondiente. Ya es una súplica ardiente por la venida del que los ha de redimir, ya es el goce de estar con Jesús Niño pobrecito y humilde; o ya es el sentimiento de dolor que despierta en el alma el recuerdo de su Pasión, sentimiento largamente preparado por la Cuaresma. Su resurrección nos inunda de profunda alegría y el recuerdo de las apariciones de Cristo deja en el alma un sabor de intimidad. Su ascensión a los Cielos arrebata estos corazones a lo alto donde mora Cristo, nuestro Tesoro y de donde ha de venir lleno de gloria y majestad a juzgar a los vivos y a los muertos. De lo que acabamos de ver aparece cómo la liturgia pone de relieve a Cristo ante los ojos de los cristianos. Asimismo los demás dogmas de nuestra fe constituyen en la piedad litúrgica su fondo más íntimo. "La ley de orar es la ley de creer" decían los antiguos y fiel a este principio, la liturgia recuerda continuamente a los fieles el sitio preeminente de la Santísima Trinidad en la vida cristiana. "En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo", El "Gloria al Padre, Gloria al Hijo, Gloria al Espíritu Santo" resuena a cada momento en sus oficios. Sitúa perfectamente la liturgia el sitio céntrico del Padre a quien se va por el Hijo en el Espíritu Santo. Bástenos recordar algunos ejemplos. En el ofrecimiento de la Hostia: "recibe, oh Padre Santo, esta Hostia...". Al término de las oraciones, la fórmula "Por Cristo Nuestro Señor"; y no menos aquella otra "En Unidad del Espíritu Santo". En los libros principales de la liturgia católica, el Misal y el Breviario, se nos recuerda cada día algún pasaje de las Sagradas Escrituras, el libro destinado por excelencia a iluminar nuestra fe. A más de iluminar la inteligencia, la liturgia mueve la voluntad y la fortifica. Es cierto que la liturgia insiste más en mostrar la verdad y vivirla que en un fin directamente moralizador; pero no es menos cierto que esta misma exposición de la verdad constituye el mejor argumento moral. Además, los sermones de los Santos Padres que nos recuerda al Breviario; el ayuno cuaresmal, verdadera escuela de carácter, y las exhortaciones continuas en sus oraciones a despreciar los bienes perecederos para aspirar a los eternos, tienen un valor moralizador enorme. La sensibilidad es tal vez la facultad humana más influenciada por la liturgia. Todos los grandes genios han estado de acuerdo en la belleza de nuestro culto. Protestantes, judíos, ateos, alaban la majestad de nuestros templos góticos y de nuestras basílicas romanas, la sublimidad del canto gregoriano y el esplendor de las acciones litúrgicas. San Agustín, aún pagano, dice: "Oh, cuánto lloré conmovido por los suavísimos signos y cantos de la Iglesia... el corazón se encendía en afecto y los ojos se deshacían en lágrimas". Fue la liturgia la que convirtió a Huysmans, "el hijo espiritual de la liturgia católica", como lo llama el Marqués de Segur. Obra de la liturgia fueron las conversiones de Joergensen, Claudel y Newmann quien aún protestante, escribía: "Hay tanta belleza, tanta excelencia en los oficios del breviario que si los controversistas católicos lo presentaran a un protestante sincero e imparcial como el "Devocionario Romano", éste no tardaría en formar un juicio favorable de la Iglesia Católica". Evers, pastor protestante, a quien Newmann atrajo al catolicismo declaró que "La estrella que lo condujo al seno de la Iglesia Católica fue el estudio del Breviario Romano". La liturgia no se contenta con crear belleza y causar emoción sino que mediante su simbolismo lleva al hombre a Dios. Las actitudes del cuerpo como el arrodillarse y los golpes de pecho en señal de humildad, contribuyen a despertar el sentimiento del arrepentimiento; la alegría y la firmeza se manifiestan en la actitud de pie; la adoración en la postración o inclinación profunda, etc. Los elementos materiales empleados en los sacramentos nos ayudan a comprender admirablemente el efecto sobrenatural que esos mismos elementos han operado en el alma. La sal del bautismo simbolizará la incorruptibilidad; el agua, la limpieza del alma; el óleo de la Confirmación, la fuerza que daba a los antiguos atletas el aceite con que friccionaban sus miembros. En el incienso simboliza la oración que sube al cielo: "que mi oración, Señor, suba a tu presencia como este incienso" dice el sacerdote al inciensan el altar. La luz nos simboliza la alegría y al mismo tiempo a Cristo, luz del mundo. El fuego que consume la cera y el aceite nos muestra la adoración que rendimos a Dios por medio de estos objetos. Estos simbolismos tienen, como se ve, un gran valor educativo: enseñan a aprovechar los dones de Dios en la adoración y acción de gracias que damos a ese mismo Dios. Lo tienen además porque hacen que el hombre se sienta muy humano, hermano de los hombres de todos los tiempos, que han usado esa misma agua, esa misma sal, el mismo pan y el mismo vino, para rendir su culto a la Divinidad. Educan, en fin, porque hacen que el hombre aún el más sencillo, incorpore a su vida las concepciones más abstractas mediante estos símbolos concretos. No sólo usa la Iglesia en su simbolismo estos elementos dados por la naturaleza sino que crea ella misma objetos simbólicos: por ejemplo los Ornamentos Sagrados. ¡Cómo sabe la Iglesia infundir en sus hijos la alegría pascual vistiéndose de blanco y oro; la tristeza del Viernes Santo y el día de Difuntos usando las vestiduras de luto; la Penitencia Cuaresmal con el austero morado de sus ornamentos; la sangre de los mártires y el fuego del Espíritu Santo, con el Rojo; la pureza de las Vírgenes y confesores, con el blanco inmaculado!... No es raro, pues, que genios como Paul Claudel, hablando de su conversión, digan: "La lectura del oficio de difuntos y del de Navidad, las funciones de Semana Santa, el sublime canto del Exsultet, me parecían inmensamente más ricos que los acentos de Sófocles y de Píndaro: éstos me parecían huecos ante aquéllos; mi alma se inundaba de respeto, gozo, gratitud, arrepentimiento y veneración. Poco a poco, lenta y penosamente, veía yo en mi corazón que el arte y la poesía son también cosas divinas". Todas las artes han sido aprovechadas por la liturgia para unir al hombre con Dios. La música, empleada en todos los tiempos como expresión espontánea de todos los sentimientos humanos, ha sido admirablemente aprovechada por la Iglesia. La música gregoriana nos presentará un triunfal y solemne Vexilla Regis, un fúnebre Dies irae, exultantes Allelluyas y plácida recitación de sus salmos. La arquitectura de nuestros templos góticos eleva el alma como la aguda flecha a sus catedrales. Las pinturas, esculturas y mosaicos describen ante los ojos de los rudos las maravillas del mundo sobrenatural con un lenguaje concreto. Miguel Ángel, Da Vinci, Rafael y tantos otros estamparon su genio en las bellas imágenes del Señor, su Madre, sus santos, para hacernos palpables estos modelos de vida cristiana. Estas realizaciones artísticas nos hacen sensible la idea de nuestra hermandad con estos seres extraordinarios que han vivido en este mundo y no entre las nubes del cielo. El tiempo litúrgico del que algo hemos dicho es uno de los grandes elementos pedagógicos de la Iglesia. Va siguiendo la Iglesia la vida de su Cabeza y va haciendo pasar al hombre por los grandes sentimientos humanos y aún por los sentimientos mismos de Dios. El Adviento es tiempo de Penitencia, de espera y de espera gozosa. Las ansias de Redención que tan bien sabe infiltrar la Iglesia con las profecías de Isaías, etc. se van agudizando hasta que aparece el sol de Navidad. Todo es alegría inocente, ingenua con el "Niño que nos ha nacido", con María, José y los pastores. Seguimos de fiesta hasta la Epifanía donde el Niño se hace Rey de los gentiles. Por varias semanas permanecemos llenos de gozo, pero ya un gozo más marcial, que el familiar de Navidad. Para no pasar bruscamente del estallido alegre de la Epifanía a la severa penitencia de cuaresma, nos prepara la Iglesia con la ante-cuaresma, tres semanas en que ya se de viste morado y se deja el gozoso aleluya, pero todavía las flores y el órgano alegran sus funciones. Imponiendo la ceniza, recuerdo de la gran verdad que "somos polvo y en polvo os vamos a convertir", comienzan los cuarenta días de penitencia y reflexión sobre el fin del hombre, la Redención, el pecado. Estos sentimientos llegan más a la honda tristeza en la Semana Santa: dolor humano unido al gran dolor redentor de Cristo; por lo mismo, dolor que nunca es desesperado sino que siempre está lleno de la Resurrección. Las lamentaciones de Jeremías, los Improperios del Viernes Santo, los responsorios del Breviario y todos los oficios de Semana Santa son verdaderas obras de arte del sentimiento cristiano. Llega por fin Pascua: ¡Alleluya, alleluya! Estalla en nuestros corazones este grito, por la alegría triunfal de nuestro Jefe resucitado: el color blanco, las jubilosas campanas, los múltiples alleluyas, el órgano y el coro con sus melodías maravillosas nos saturan de alegría pascual, preludio de la del cielo. Ascensión, tristeza mezclada de gozo esperando al Espíritu Santo que nos llene de dones en Pentecostés. Y viene luego a todo el resto del año, esas "semanas después de Pentecostés": ya la liturgia no es tan dramática y movida como lo ha sido hasta aquí, pero en su serena calma habitual es hermosa y su claridad es el resplandor que tienen obras clásicas. Hemos visto rápidamente cómo el hombre que vive la vida de la Iglesia en la liturgia ha pasado por todos los sentimientos nobles que debe tener un ser humano elevado; su reflexión, penitencia, gozo, tristeza, entusiasmo, ternura. Esto a través del ciclo litúrgico. Si a esto agregamos las fiestas del Señor, la Virgen y los santos; el amor reparador que evoca el Sagrado Corazón; el ardor marcial que suscita la fiesta de Cristo Rey; la pureza y ternura que despierta el recuerdo de las fiestas de la Virgen, no menos que el ansia de la imitación, propia de las fiestas de los santos nuestros hermanos de carne y gracia, tendremos que, en realidad, la liturgia es gran maestra en el arte de educar. Un valor educativo inmenso reside también en el estilo litúrgico. Es realmente imponente una misa pontificial: los movimientos reposados y graves de los ministros, la cera, el oro, el incienso, el cántico, dejan la impresión de grandeza y respeto. Una bendición con el Santísimo Sacramento penetra en el alma de la presencia del Dios que el sacerdote toma la custodia y con digna lentitud traza la señal de la cruz sobre los fieles. El orden, tan necesario el la vida, queda de relieve en una ceremonia litúrgica donde todo está previsto para que no haya precipitado ni movimientos nerviosos. La sobriedad es característica de la liturgia: no hay en ella ni llantos, ni alaridos de dolor ni rugidos de alegría: las postraciones son raras en momentos de suma importancia. Por eso es que la liturgia no cansa y se puede repetir siempre en forma igual, ya que los sentimientos que exige son los que todo hombre noble e idealista puede pedir a su alma. Rezar la Misa y no rezar en la Misa. Rezar las mismas oraciones del sacerdote; en la misa cantada entonar las melodías sublimes de la Iglesia. Hasta donde sea posible introducir en nuestras devociones las horas del Brevario Romano que se encuentran en el libro "Alabanzas al Señor". Rezar antes de las comidas, antes de comenzar cualquier acción las sugestivas y elevadoras oraciones que para ellas tiene la Iglesia. Que no haya ninguna parte de nuestra vida, fuera del espíritu de Nuestra Madre la Iglesia, que tiene bendiciones litúrgicas para el vino y el pan, para el fuego y la casa, para las semillas y los campos, cosas todas tan antiguas como el hombre; pero que también tienen su bendición litúrgica, para los ferrocarriles y telégrafos, para los aeroplanos y sismógrafos, no queriendo dejar ninguno de los modernos inventos sin que sea ella quien los introduzca en la vida cristiana como medio para llevar las almas al cielo. Obras litúrgicas que deberían figurar en nuestro centro son las siguientes: El Misal; "Guía del año litúrgico" de Dom Pío Parch; "Sigamos la Santa Misa", del mismo autor; "La misa y su Liturgia" de Dom Vandeur; la "Flor de la Liturgia" de Azcárate; "Liturgia" de Lefebvre; la Enciclopedia de Bloud et Gay. Un librito que no debiera faltar en ningún centro y de fácil adquisición es el de Monseñor Manuel Larraín, "Piedad y Liturgia" que ha tenido ya tres ediciones en nuestro país. El dialogar la misa debería ser una práctica habitual de todos los centros de A. C. Igualmente el aprender a cantar las misas solemnes. ¡Qué hermoso es, decía Pío X, oír resonar la Catedral con los solemnes tonos de la Misa de Angelis cantada por todo el pueblo! La misa diaria seguirla, más aún, decirla junto con el sacerdote en nuestro Misal. Nuestra actitud, no sólo en la Iglesia, sino hasta en la casa y en la calle tendrá esa compostura propia de un cristiano que ha aprendido a tratar con Dios. Rezar antes de comer y por la mañana y por la noche. Y en el estudio y en el trabajo, las oraciones que nos da la Iglesia. Pedir la bendición de la Iglesia para nuestras casas y para todas las circunstancias importantes de la vida. En las reuniones de A. C. pedir al asesor una explicación de la época litúrgica que se está viviendo. RECAPITULACION. ¿En qué forma puede ayudar la liturgia en la educación? ¿Cuáles son los principales aspectos de la vida humana en los cuales ejerce una influencia la liturgia? ¿Cómo vivir el ciclo litúrgico? OBJECIONES. La Iglesia habla, canta y reza en un idioma extraño al mío: el latín, como queriendo reservar sus oraciones para los sacerdotes. Responderemos aquí a esta objeción ya que no se ha tratado el punto en la exposición del tema: El latín era lengua popular y universal en la época en que la Iglesia compuso el Canon de la misa, y gran parte del Breviario y además libros litúrgicos. La Iglesia, amante de la tradición, no menos que de la unidad dentro de la gran variedad de sus miembros, ha preferido guardar esta lengua que de hecho ha contribuido enormemente a evitar divisiones doctrinales. Es un hecho que hay mayor cohesión en la Iglesia latina que en las iglesias orientales, cada una con su lengua y rito propios. Junto a esta aspiración de unidad que da el latín procura la Iglesia vulgarizar hasta donde es posible el uso de las traducciones del misal y del breviario, conservando así las ventajas del latín y ayudando a los fieles a entender todas sus oraciones y ceremonias. XXVII EL LIBRO Y LA EDUCACION* CUESTIONARIO. ¿Podemos prescindir de la lectura de lo que los hombres han producido? ¿Qué papel desempeña la lectura en la formación integral? ¿Qué significa el libro para el joven de la A. C.? ¿Qué criterio hemos de tener en la elección de los libros? ¿Qué daños produce la mala lectura? ¿Cómo hemos de leer? ¿Cómo hemos de propagar la buena lectura? Exposición. Necesidad de la lectura. El hombre es un ser limitado y lo que producimos nosotros mismos es tan poco que la vanidad parece increíble. La historia de la humanidad ha enseñado que es imposible todo progreso si se prescinde de la colaboración de los demás. Se creía hasta hace poco que Homero había escrito sus magníficas epopeyas sin antecedentes literarios, pero modernos estudios han descubierto los modelos de que se sirvió y la existencia de otros poetas y documentos anteriores, de los que Homero sólo fué un discípulo e imitador. Así se ha establecido es la literatura, como una ley universal, el hecho de la imitación, compatible con la originalidad. La lectura es un elemento indispensable para nuestra formación integral. Ella nutre el entendimiento con la verdad, deleita nuestras facultades estéticas con la belleza y mueve nuestra voluntad con el bien. La lectura ha sido para muchos hombres ilustres la chispa que iluminó su genio. La Biblia despertó el genio de Bossuet, como "El tratado del hombre" de Descartes despertó el de Malebranche. San Agustín con las Epístolas de San Pablo, San Ignacio con los Evangelios y las vidas de los santos se encendieron en deseos de perfección. Sin lectura nunca seremos eruditos. Los conocimientos adquiridos en la escuela, colegio o universidad pusieron sólo fundamentos del edificio que después habíamos de construir con nuestra propia formación. Esos estudios metódicos organizan nuestra cabeza formando casilleros que después hay que llenar de nuevos conocimientos. El gran obstáculo para la adquisición de la potencia literaria es la esterilidad literaria o incapacidad de encontrar ideas susceptibles de ser desarrolladas o que puedan ayudar al desarrollo. Proviniendo esa esterilidad de la ignorancia o falta de instrucción se la ha combatir por el estudio y la lectura. No se aprende a escribir sin leer. "Nuestros conocimientos son los gérmenes de nuestras producciones" ha dicho con razón Buffon en su inmortal discurso sobre el estilo. El talento no se crea, se transfunde por infusión. De las veinte lecciones a que reduce Albalat el Arte de escribir la tercera está dedicada a la lectura. "La lectura, dice este autor, es la base del arte de escribir. Es necesario leer lo que los otros han escrito, a fin de escribir uno mismo para ser leído. La lectura disipa la sequedad, activa las facultades, pone en libertad la imaginación. La lectura es el gran secreto, ella enseña desde la ortografía hasta la construcción de frases". La lectura no es menos necesaria como preparación para la acción. ¿Y dónde encontrar la doctrina que fecundará la acción? En los libros. El libro es el más fiel guardián del pensamiento humano, el maestro siempre dispuesto a responder sabiamente a nuestras preguntas. A la acción disolvente de los periódicos sin doctrina, a la molicie de las costumbres, a la confusión de ideas reinantes, hay que oponer una doctrina común asimilada en la lectura de autores escogidos. Existe en el mundo más ignorancia de lo que nos podemos figurar. Hay más ignorancia que hostilidad. Contra esta ignorancia el remedio es enseñar. La lectura es necesaria al apóstol para renovar sus ideas. El que no lee consume pronto su caudal de conocimientos, repite y se hace fastidioso. Sus horizontes, siempre los mismos se limitan cada vez más. Se termina siendo trivial por falta de nuevos modos de presentar la doctrina. Selección de libros. ¿Qué libros hay que leer para recoger tan preciosos frutos? Hay muchos libros en nuestros días. Aún entre los buenos es necesaria la elección. "No leáis los libros buenos" decía un profesor a sus discípulos, y ante la sorpresa de éstos añadía "leed sólo los mejores". "El arte de no leer, dice Schopenhauer, es de lo más importante. Leed exclusivamente las obras de los grandes espíritus, sólo éstas forman e instruyen realmente". Y Voltaire decía: "con los libros hay que ser como con los hombres, elegir algunos amigos en la multitud, vivir con ellos y descuidarse del resto". La lectura, decíamos, es un medio de formación, por lo tanto elijamos sólo aquellos libros que contribuyen a hacernos hombres. La primera norma será la exclusión de todo libro que éste fuera de la doctrina y la moral de la Iglesia. El libro contra las costumbres desfigura el bien así como el libro contra la fe desfigura la verdad. Esta regla es negativa y por ella sólo excluímos lo que no es bueno. Es necesario saber cómo elegiremos aún entre los buenos los que más nos convienen, los mejores. Ni basta tener principios generales para la elección de los libros; lo difícil es aplicarlos al caso particular. ¿Este libro será formativo, sano, apto para mis necesidades? El mejor medio para no errar en esta materia es la consulta a una persona entendida.. Muy sabio es el consejo que se da a los hijos de consultar siempre sus lecturas con sus padres experimentados. Un sacerdote, el director espiritual son los más indicados para aconsejarnos el libro que ha de cooperar a su acción de enriquecer nuestras inteligencias y formar nuestras voluntades. "Al elegir libros para vuestras lecturas, dice Monseñor Baunard, dad preferencia siempre a los viejos sobre los nuevos. Los libros viejos tienen la ventaja de haber recibido la sanción del tiempo, que no permanece fiel más que a lo que es verdaderamente digno de vivir". LOS MALOS LIBROS El pecado capital de los tiempos actuales es haber convertido en instrumento de perdición el invento de Gutenberg que la bondad de Dios concedió para iluminar y santificar las almas. Los libros buenos que salen de las prensas son en número insignificantes al lado de los malos. El escándalo de un orador no pasa más allá de donde su voz llega; pero una débil hoja que se lleva el viento recorre el mundo y resiste a la acción del tiempo mejor que grabada en mármol. Hay venenos para el alma como hay venenos para el cuerpo; las falsas máximas producen una muerte tan segura como las substancias venenosas. El que lee un libro por este solo hecho se hace, en cierto modo, discípulo del autor, a cuyo magisterio se confía y entrega. Aún los mismos que poseyendo más altas dotes intelectuales disciernen con exactitud lo verdadero de lo falso pueden correr serios peligros entregándose a las malas lecturas. El hombre está inclinado al vicio y aunque conozca, como dice el poeta, lo mejor, abraza lo peor, porque una cosa dicta la razón y otra cosa persuade la concupiscencia. La lección continuada de obras anticatólicas concluye arrancando del alma la fe. De todas variedades de formas literarias la novela es la más leída y por lo mismo la más cultivada. "Puede decirse, afirma Valera, que es el único libro que lee la generalidad de los que leen". Las novelas ocupan las cuatro quintas partes de los estantes de las librerías públicas. La idea novelesca va infiltrando poco a poco en conciencia social, llegando a adquirir a veces fuerza bastante para derribar lo que parecía más firmemente establecido. La Iglesia prohíbe novelas, pero no las novelas. "La buena novela, dice un autor, la novela que aspira a deleitar por medio de la belleza, no puede menos de contribuir mucho al triunfo de la verdad y del bien, por la íntima relación que existe entre lo bello, lo verdadero y lo bueno". Puestas al servicio del bien pueden ser un elemento altamente moralizador y de gran influjo en el desarrollo de la cultura. Pero desgraciadamente por lo mismo que es tan popular y leída la novela, de ningún otro género se ha abusado más y de ella se han servido los que se proponen corromper la sociedad halagando todos los malos instintos, y lisonjeando las más bajas pasiones. La Santa Sede ha condenado muchas novelas cuyos nombres y autores se publican en los llamados "Índices de libros prohibidos". Esas novelas al ser prohibidas lo están en todo el mundo y en cualquier lengua que se traduzcan. No se las puede editar ni poner en venta bajo pena de pecado mortal. Pecan igualmente los que las retienen sin permiso. No hay que creer que se pueden leer todos los libros que no se hayan nominalmente censurado. No son honradas todas las personas que no están en las cárceles. Aún tratándose de libros buenos, para decidir en casos particulares si conviene leerlos, es preciso tener presentes las ocupaciones del lector, su edad, su sexo, su formación, y hasta su temperamento. Hay que temer la complicidad secreta que encuentra el libro en nosotros, en nuestra sensualidad y en nuestra curiosidad. Se ha llevado cuenta de las locuras producidas por las malas lecturas; y se han hecho estadística judiciales de los crímenes por ellas sugeridos, y de los suicidios de que han sido causa. Pero ¿quién puede contar los suicidios de las almas? METODO EN LA LECTURA Saber leer es un verdadero arte. Emilio Faguet tiene un interesante libro titulado "El arte de leer". ¿En qué consiste este arte? Debemos, contesta el autor citado, antes de nada preguntarnos para qué y por qué leemos. ¿Es para instruirnos? ¿Es para juzgar las obras? ¿Es para simple deleite o regocijo? En el primer caso debemos leer lentamente; con la pluma en la mano anotando todo cuánto nos enseñe el libro, todo lo que haya de desconocido para nosotros. Después debemos releer muy despacio cuánto hayamos escrito. En el segundo caso cuando se leen las obras para juzgarlas, también hay que leer lentamente, tomando notas a cada momento incluso sobre fichas o tarjetas de índice. Insiste principalmente Faguet en la necesidad de leer lentamente. Hay que renovar constantemente la atención. Es increíble lo que leemos distraídos. Se dirá que muchos libros no se pueden leer despacio, ni resisten una lectura demasiado atenta; pero se responde que ésos son precisamente los que no se han de leer. Para dar otros preceptos sobre el arte de leer se han de establecer diferencias según las diversas clases de obras. Es evidente que no se ha de leer del mismo modo un libro de ideas, que un libro de sentimientos o un libro de poesías. Una obra de sentimientos se puede leer un poco menos lentamente que una obra filosófica. Hay que evitar, sin embargo, el apresuramiento. El arte de leer es el arte de pensar con ayuda. Por lo tanto está sujeto a las mismas regla generales que el arte de pensar. No hay que exagerar la lentitud de modo que se llegue a perder el hilo del libro. El arte de leer depende en gran parte del arte de tomar notas sobre lo que se lee. Leer sin tomar notas, dice un autor, es como no leer. Hay que desconfiar de la memoria. Tengamos cuidado en hacernos una memoria suplementaria, "una memoria de papel" como la llamaba Montaigne. No se lee bien sino con la pluma en la mano. ¿Qué hemos de anotar? En primer lugar los títulos de todos los libros que leamos. A veces conviene escribirse el plan de libro, el encadenamiento de las ideas. No hemos de caer en la manía de copiarlo todo. Algunos pasajes cortos, una sentencia fecunda, un nombre propio, una referencia, nuestro propio juicio. ¿Cómo hemos de anotar? Hay muchas maneras de clasificar las notas. Las más prácticas son el sistema de carpetas y el de ficheros. En cada carpeta se reúne todo lo relacionado a una materia determinada. Todo lo que hemos escrito o leído u oído referente a ese tema lo juntamos en esa carpeta que con el tiempo nos suministrará un material precioso para cualquier escrito o conferencia sobre ese tema. En el sistema de fichas se escribe sobre papeles de unos 10 por 15 cm. que se pueden clasificar por orden alfabético con los nombres de los autores o por materias. Las fichas suelen tener tres objetos diversos: 1) notas de erudición; 2) citas notables; 3) transcripción de propios juicios. Uno de los métodos más modernos de clasificación es el llamado decimal. Cada ficha lleva un número en el que la primera cifra indica a cuál de las diez categorías pertenece. La segunda indica la subdivisión de esa categoría y así sucesivamente. La primera división general establecida es la siguiente: Obras generales; 1 Filosofía; 2 Teología, Religión; 3 Ciencias sociales, derecho; 4 Filosofía, Lingüistica; 5 Ciencias puras; 6 Ciencias aplicadas, Medicina, Industria, Agricultura, etc.; 7 Bellas Artes; 8 Literatura; 9 Historia, Geografía, Biografía. No nos contentemos con leer. Hagamos leer a los demás. La A.C. deberá considerar como una obligación suya la propaganda de la buena lectura. Con este fin, conviene ir formando en los centros bibliotecas a la que puedan acudir todos sus socios, facilitando así la lectura de obras interesantes y formativas no siempre de fácil adquisición. Muchas veces leemos un libro y lo guardamos para no volverlo a leer; ¿por qué no facilitarlo a un amigo o llevarlo a una de esas bibliotecas en que muchos se podrán aprovechar de su lectura? Conviene también difundir el buen libro procurando facilitar su compra para lo cual ayuda tener a la vista del público las obras que se desean difundir y que se pueden adquirir a menos precio en alguna librería o editorial católica. Estas empresas merecen todo el apoyo de los católicos, sin el cual muchas veces se ven forzadas a terminar su fructuosa labor por razones económicas o por lo menos restringen su actividad quedando en situación muy inferior a la de nuestros enemigos. Con limosnas si es posible, con la difusión de sus libros, con nuestra colaboración en sus asuntos, con nuestros propios escritos ayudemos a las editoriales católicas. Hagamos todos, cada cual en su esfera lo que a los escritores pedía León XIII: "Trabajar con mucho empeño en convertir en medicina de la sociedad civil y en defensa de la Iglesia lo que emplean los adversarios en la ruina de ambas". CONCLUSIONES. Consideremos la lectura como un factor necesario para completar nuestra formación intelectual y un ejercicio de capital importancia para aprender a hablar y escribir correctamente. Estimemos el libro como una de las armas más eficaces para luchar por la causa del bien. No leamos el primer libro que cae en nuestras manos sin primero examinar su calidad y, si fuese necesario, consultar la conveniencia de leerlo. Temamos los estragos que pueden hacer en nuestras almas los malos libros y mortifiquemos nuestra sensualidad y curiosidad. Sigamos en nuestras lecturas un plan previamente trazado que armónicamente y gradualmente nos entere de los problemas religiosos, sociales y cívicos. Puédese consultar un plan escrito por el P. Alberto Hurtado S.J. Almanaque Alfa 1940, Santiago. Leamos lentamente con atención y reflexión y aún tomando notas para nuestro archivo personal. Propaguemos la buena lectura con espíritu apostólico colaborando en la formación de bibliotecas y venta de libros. RECAPITULACION. ¿Qué utilidades nos ofrece la lectura? ¿Se puede aprender a escribir o a hablar sin leer las obras maestras del género humano? ¿Podemos fiarnos de nosotros mismos en la lectura de obras peligrosas? ¿En qué consiste el arte de leer? ¿Cómo se puede hacer la propaganda del libro? XXVIII VALOR EDUCATIVO DEL CANTO* CUESTIONARIO. ¿Cómo podríamos aprovechar el canto en la educación? El orador ¿qué ventajas puede sacar del canto? ¿Qué influencia moral ejerce la música? ¿Qué influencia religiosa tiene el canto? ¿Cuáles son los cánticos más a propósito para un centro de Acción Católica? Exposición. Es un hecho de experiencia que la cultura musical de un pueblo está en razón directa de su cultura general; en otros términos: el cultivo del canto, sobre todo popular, es una excelente medida de la cultura de una nación. La música es un arma poderosa en manos del educador. Una obra bella, si se la presenta en forma musical, penetra mucho más fácilmente que presentada en forma intuitiva. Por eso, desde Aristóteles, uno de los partidarios más fervorosos de la música como el elemento pedagógico, hasta nuestros modernos educadores, se ha sostenido la necesidad de la música en una pedagogía integral. Un educador español, el Padre Andrés Mendo, S.J. (1658), exponía ya en aquel entonces esta idea diciendo: "Es conveniente que los estudiantes se recreen tañendo instrumentos músicos y formando bien ejercitados y deleitables conciertos corales, puesto que los cantos suavemente componen el carácter, distraen de las preocupaciones y dan el más admirable deleite". Hay además, el más grande vínculo entre las Musas y la Música, no sólo en el nombre sino aún en la realidad. Entre los sabios antiguos este aprecio por la música era unánime. Pitágoras llamaba a la filosofía, música; decía que todos los dioses, o eran músicos o afectuosos amigos de la música. Platón aseguraba que los cuerpos, las almas, toda la maravillosa arquitectura del ser humano, era una armonía, y que la música, por eso, no sólo era un placer para el oído, sino un instrumento poderoso para mejorar las costumbres y modelar los espíritus. Los atenienses ordenaban que se instruyese a la juventud en la música, para así educarla mejor. Ascrepíeades y Herófilo curaban con la armonía de instrumentos musicales los accesos de frenesí y de fiebre. Y aún en el libro de los reyes (I Reyes, 26) leemos que Saúl se vió libre de las furias malignas que los alborotaban con el encanto de una cítara suavemente moderada. Al leer las alabanzas unánimes tributadas a la música por su valor educativo no podemos menos de admirarnos del escaso uso que de ella hacemos en los centros de A.C. y en la educación catequística, no menos que en los colegios en que se da una educación cristiana. Una de las causas del éxito de la propaganda protestante, reside ciertamente en el uso frecuente del canto popular en sus reuniones callejeras y religiosas. Nuestro pueblo es profundamente amigo de la música. Para convencerse no hay más que verlo marchar detrás de una banda militar o haciendo cola en la boletería de un teatro cuando se canta una buena ópera. Reproduce con exactitud y con gracia las canciones del cine y de la opereta. Acoge con benevolencia en los carros de tercera el interminable desfile de ciegos que estación tras estación suben al tren a entonar sus cantares. Los antiguos misioneros que recorrieron nuestra Patria aprovecharon admirablemente el canto como elemento educativo y aun ahora, después de más de 300 años, vemos tanto en el extremo norte como en el sur y centro de Chile que se conservan admirablemente esas viejas canciones y se repiten de boca en boca, y se transmiten de padres a hijos. Es notable analizar la profundidad de los conceptos religiosos escondida en las viejas canciones de nuestros misioneros: en ellas está todo el dogma, y hay unción extraordinaria. Al perderse el ambiente religioso en que esas canciones nacieron, no se ha perdido, sin embargo, el amor por esas queridas tonadas religiosas; y vemos el hecho extraordinario que en muchos de nuestros campos se esconden grupos numerosos de payadores que tienen en secreto sus reuniones para cantar "cantares divinos". Una concepción realista de la Acción Católica campesina debería, sin duda alguna, aprovechar enormemente del canto como valor educativo; y no menos lo deberían hacer los centros de las ciudades. Pasemos, pues, a estudiar más en concreto las ventajas y frutos que podemos sacar del canto popular. Canto y oratoria. Nuestros jóvenes si quieren ser oradores han de adquirir una correcta fonación, y nada ayuda tanto como el canto para aprender a sacar correctamente la voz. Los maestros de la oratoria griegos y latinos prestaban tal importancia a la voz del orador que muchos de ellos se hacían acompañar de un músico para dar una entonación armoniosa a su voz. La voz del orador ha de ser bien timbrada, melodiosa, expresiva, extensa. Sus pulmones han de ser aptos para el trabajo de los grandes períodos sin fatiga del organismo. Para todas estas cualidades nada tan útil como el ejercicio del canto bien dirigido. Los pulmones adquieren aquella capacidad que le es propia, y no menos la regularidad en el dominio de la inspiración y expiración. La voz se coloca debidamente, y el timbre se hace agradable y variado. La sensibilidad estética se afina y se acostumbre el orador a percibir claramente el ritmo. Por el afinamiento estético que produce la música despierta ideas en consonancia con su armonía. El lenguaje armónico impresiona nuestro espíritu y le comunica ideas. El ideal del lenguaje es establecer un verdadero ritmo entre nuestros afectos y los sonidos con que esos afectos son expresados. En la música, donde el orden está más marcado, el ritmo se hace más sensible e inteligible, por donde podemos llegar a obtener mediante el canto un acrecentamiento de la armonía en el individuo que se traducirá en una mayor facilidad para producir pensamientos y afectos, y en una mejor expresión de los mismos. Esta influencia del canto y de la música en la facultad creadora del individuo podemos constatarla en nosotros mismos. Una música alegre, melancólica, marcial, produce en nosotros sentimientos, afectos, ideas, en consonancia con la melodía que hemos escuchado. Estos argumentos han movido a algunos educadores a incluir la enseñanza del canto y la música entre las disciplinas escolares como medios de despertar en los alumnos los talentos naturales, despertar en ellos el sentido de lo bello, prepararlos mediante el desarrollo de la armonía interior a la lectura de los autores clásicos. Sin un oído bien educado no es posible el estudio de Homero, de Virgilio, de Horacio, cuya lengua armoniosa debe saborearse con todo el matiz de sus sonidos. Muchos no gustan las obras de los grandes maestros por falta de educación musical. En esas obras el ritmo de la frase y del período están tan estrechamente unidos al ritmo del pensamiento y del sentimiento que es imposible comprender y sentir plenamente el fondo del discurso sin gustar de la forma. Influencia profiláctica del canto. Aun para el desarrollo corporal el canto tiene un valor. La elasticidad de los cartílagos, músculos y ligamentos de la garganta adquirida con el canto retardan muchos años la decadencia fisiológica. La disciplina pulmonar, fruto del canto, es un poderoso auxiliar en la buena oxigenación de nuestros pulmones. El ejercicio del canto acostumbra inconscientemente a las inspiraciones profundas necesarias para llevar el aire hasta las últimas celdillas, mejorando en esta forma el ritmo de la circulación y las palpitaciones del corazón. Este entrenamiento es una buena profilaxis contra la tuberculosis. Sobre este punto no citamos, por no halagarnos, innumerables testimonios médicos. Valor disciplinar del canto. Don Andrés Manjón decía: "No concibo escuelas sin disciplina, ni disciplina sin canto". Una asamblea de niños o jóvenes congregados es un grupo de acumuladores que es necesario descargar hábilmente si queremos obtener que la disciplina no decaiga. ¿Cómo descargar los nervios electrizados de esos niños y jóvenes? Sencillamente haciéndolos cantar. El gran pedagogo de los gitanos andaluces, don Andrés Manjón cuando veía menearse inquietos los piececitos de sus alumnos, los hacía cantar, obteniendo inmediatamente después del canto una reanudación de la disciplina. En unos ejercicios espirituales, en una misión, donde la gente ha de estar mucho rato escuchando, es necesario que haya canto, pero no canto del coro, sino de todos los oyentes, que respiren fuertemente, abran sus boca, canten, descarguen los acumuladores de sus nervios. Cuando el cuerpo está cansado, el espíritu también se cansa y hasta los hábitos más arraigados parecen flaquear. Es entonces el momento de oxigenar los pulmones y aun los oídos, de levantar el espíritu abatido a regiones más nobles, de embellecer la sensibilidad. Si en esos momentos brota de los labios la canción patriótica o la ingenua y linda tonada popular reaccionarán los espíritus y renacerá una corriente de sano optimismo. Se ha realizado una cura al aire libre de la sensibilidad cansada mediante una corriente de belleza que tonifica y embellece los espíritus. El canto en común tiene una gran fuerza unitiva. Una canción patriótica vincula afectos, sentimientos y voluntades en forma más decidida que un discurso. Propulsa el trabajo desinteresado y educa socialmente. El joven que sabe cantar tiene inconscientemente en sus manos un arma poderosísima para borrar de su espíritu las negras nubes de la melancolía y del fastidio. En un colegio el canto coral ¡cómo suaviza la austeridad del reglamento! Es impresionante presenciar las ceremonias religiosas en algunos colegios europeos. Centenares de alumnos llenan la iglesia y desde que entran están cantando: el canto los aquieta y disciplina. Momentos antes de salir, cuando parece imposible contener los centenares de pies movedizos que ansían correr, flotan por los aires las notas encantadoras del Magnificat. Esta melodía, ágil, graciosa, serena el ambiente inquieto y bullicioso y produce un clima de paz que deja una íntima impresión religiosa. Influencia moral de la música. Es un hecho tristísimo, síntoma de la descomposición social, la existencia de una inundación de cantos y músicas detestables que suenan por todas partes infiltrándonos con sus acentos pedagogos la molicie, la idiotez, la sensualidad. La radio en nuestros días, no menos que la película sonora, constituyen un verdadero asedio de música malsana. ¡Cuánta canción sensual que hace mecerse a los jóvenes con sus marcados acordes en un ambiente de pura carne! Qué música y letra ¡Dios mío! Una verdadera escuela de ordinariez, de malicia, de lascivia. ¿Cómo no van a enervarse los espíritus y los cuerpos con esas músicas verdaderamente torpes, con letras refinadamente soeces y provocativas. Da profunda pena ver a los niños, aun pequeños, cantar letras de sentido tan torpe que reflejan una concepción del mundo en que el dinero, la honra, y sobre todo el sexo, son los ídolos de todos venerados; con bocas que apenas pueden modular palabras, entonan inocentes nuestros pequeñuelos canciones que jamás debieran pronunciar labios puros. Nuestros niños y jóvenes cantan y cantarán lo que oyen. El canto malo sólo podrá ser corregido por un canto bueno; por otro más artístico, más sugestivo, más infantil, más moralizador. Goethe decía: "Grande es el valor poético del canto popular, pero su valor, moral, instructivo y educador, es todavía más elevado". Fray Luis de León, en su inmortal oda a Salinas, atribuye a la música de este maestro el mágico poder de hacer volver al alma "a cobrar el tino y memoria perdida, de su origen primero esclarecida": El aire se serena y viste de hermosura y luz no usada, Salinas, cuando suena la música extremada por vuestra sabia mano gobernada. A cuyo son divino el alma, que en olvido está sumida torna a cobrar el tino y memoria perdida de su origen primero esclarecida. Este es el poder y fuerza de la música bella, especialmente del canto popular: despertar en nosotros el ritmo de lo eterno, desasirnos de lo que nos degrada, hacer que el alma se conozca y se sublime. Selecciones musicales. El repertorio ordinario, apto para realizar la labor educativa de que hemos hablado, no es ciertamente la música erudita clásica, a no ser para espíritus muy selectos, ni al otro extremo lo que se ha llamado cantos escolares, que son ramplones, La música llamada educadora ha de ser en alguna manera infantil, fresca, sencilla, diáfana, espontánea, natural, variada, alegre y activa. Entre los argumentos de la música educativa hay dos que conviene que formen el fondo de esas canciones: el religioso y el patriótico. Pero notemos bien que no es necesario que estos sentimientos aparezcan de frentón, pero sí que estén latentes en los afectos que forman la canción misma. El amor ha de ser un amor cristiano. La naturaleza ha de hablarnos en su verdadero sentido. El arte todo ha de tener una inspiración que jamás esté en desacuerdo con nuestra moral y que deje traslucir el fondo divino que late en todo afecto cristiano. Para que la música tenga todo su valor educativo conviene que vaya acompañado de una letra a propósito. La música, desligada de toda palabra no expresa por sí misma ideas; sólo expresa sentimientos. Ahora bien, esta capacidad de expresar sentimientos puede ser admirablemente encauzada por la letra oportuna. La fantasía verá entonces cómo alrededor de las ideas se agolpan formas que la imaginación ve deslizarse como sobras de ensueño; la fantasía abrirá sus alas y tenderá el vuelo; y por efecto de asociaciones rápidas de las cuales ni siquiera tenemos conciencia, se agolparán a nuestra mente imágenes y conceptos como las olas encadenadas que el viento impele. Canto popular y patriotismo. El canto popular es el más a propósito para guardar la tradición patriótica y para desarrollarla poderosamente. La canción popular brota espontánea del alma de un pueblo; es el reflejo más vivo de su mentalidad. Es alegre y recatada, profundamente ingenua, no sólo en su contextura sino hasta en su ambiente y aspiraciones. La esencia del canto popular ha dicho, Millet, consiste en la ingenuidad y en la plenitud dentro de las más sencillas formas. El cantar popular es crédulo como el pueblo, sencillo ante las maravillas del mundo; tiene un sentido gracioso, una virginidad pura, una inocencia que sobrepasa toda sabiduría. Es imposible escuchar una canción chilena sin sentirse chileno. En un gran teatro norteamericano, compatriotas nuestros al oír interpretar maravillosamente canciones de su tierra, sin haber cantado jamás, las acompañaron desde sus asientos ante la admiración de todos los espectadores. Con mucha razón ha dicho un pensador que más que la misma lengua, la canción popular es el alma de la raza. Nuestro pueblo manifiesta en sus cantares todos sus sentimientos y penas, sus ansias y sus amores; canta al nacer del niño y junto a la cuna del que duerme, canta a los juegos infantiles, al terruño, su fe, sus esperanzas, la muerte, las sanas alegrías del campo y de la casa. Toda la vida, en fin, se escapa como aroma de fuertes corazones que nos dicen con su canto lo que no sabrían o no se atreverían a hablar: "La música es el acento "Que el mundo arrobado lanza "Cuando a dar forma no alcanza "A su mejor pensamiento". Menéndez y Pelayo dijo que la canción popular era la reintegradora de la consciencia de la raza. Fomentar, pues, el canto popular es acercar nuestra juventud a las fuentes más puras de nuestra vieja espiritualidad. Canto litúrgico y oración. No es posible cantar una melodía litúrgica sin sentir la hermandad de los hijos de Dios. "Una asamblea de santos, cantando cosas santas, con música santa, no puede menos de producir santos sentimientos en quienes la oyen". Así dijo el Cardenal Gomá. No debemos cantar en la iglesia por cantar ni por amenizar. Debemos cantar para mejor orar. Santo Tomás dice que el canto ha de ser "una elevación de la mente a Dios que prorrumpe en voces"; o bien una "exaltación del ánimo fijo en la eternidad que se exterioriza en palabras". Entonces el canto participará a su manera del inmenso valor educativo de la oración. A las palabras se unirá la armonía, y la mente de los fieles se sentirá transportada a mundos misteriosos enardeciendo la sensibilidad. ¿Quién no ha sentido el gozo santo y la alegría, la compunción y el arrepentimiento, el amor a Dios y el escalofrío de la presencia divina ante uno de esos cantares divinos de la Iglesia entonado por una multitud de fieles? ¡Inmensa eficacia de la música que con dulce poder nos tiraniza! La música nos ofrece, pues, un campo de apostolado muy propio de la Acción Católica. Será ella un medio muy a propósito para disponer los ánimos a la suave moción del Espíritu Santo, para remover su sentimiento religioso, unir sus afectos y voluntades y hacer de los fieles un corazón y un alma. CONCLUSIONES. Aprender a cantar variados y hermosos cánticos religiosos para la Iglesia, para las reuniones sociales, asambleas y no menos para las excursiones. Adquirir para cada socio el cancionero de la Juventud Católica. Perder el respeto humano y cantar fuerte siempre que se organice canto colectivo. "La fuerza por la alegría"; "Canta y avanza", son hermosos lemas que meditaré. RECAPITULACION. ¿Por qué cantamos en las reuniones de Acción Católica? ¿Por qué son tan pobres los cantos corales en nuestras reuniones religiosas? ¿Qué podríamos hacer para desarrollar el canto religioso y el profano? ¿No podríamos divulgar más el cántico religioso como una obra de apostolado? ¿Quién conoce cantares populares a propósito para ir enriqueciendo el repertorio? *Este capítulo reproduce un artículo de Carlos Aldunate Lyon. S.I. publicada en Estudios, Argentina (Sept. 1934). NOTAS 1 Aristóteles, Política L. VIII. c I. 2 Distingamos bien entre la doctrina de la educación y los métodos pedagógicos; porque hay sistemas que difieren únicamente en el fin propuesto, otros que difieren únicamente en los métodos que se emplean. 3 Error 15 del Syllabus. 4 Pío XI. Encíclica: divini illias Magistri. 5 Cardenal Verdier: La Question Scolaire, pág. 48 (Beauchesne, 1934). 6 De Hovre: Filosofía Pedagógica, pág. 45 (Razón y Ec. Madrid). 7 Véanse la documentada revista Cartas de Roma (Vía Carlo Alberto 2 - Roma 128), págs. 8 y 9 (1937). Puédense consultar en la misma revista los artículos: "La Escuela Soviética" (1937), págs. 89-94, 105-111; "El Problema de la Educación en la URSS." (1938), págs. 208-213: "La Propaganda Atea en el Alma del Niño" (1938), págs. 33-41. Véanse también: Hechos y Dichos (Julio 1936): La enseñanza en el pueblo sin Dios. 8 Cartas de Roma (1938), págs. 37-106: "Visitando una Exposición; México". Véase también: "La tragedia de los niños españoles en México"; Cartas de Roma (1937), págs. 143-146 y 1938, págs. 11-13; "La Revolución en la Escuela mexicana (1939), págs. 98-104. 9 Cartas de Roma (1939), pág. 98-104: "La Revolución en la Escuela Mexicana". 10 Véase los artículos citados. Algunas veces ha sido necesario recurrir a las fuerzas armadas para restablecer el orden en algunos colegios secundarios y aun primarios. 11 Erziehug und Unterricht an der Höheren Schule, publicación oficial del "Reichs - und Preussischen Ministeriums für Wissemschaft, Erziehung und Volksbildung" (Weidmanssche Verlagsbuchhandlung, Berlin, 1938). 12 Weltanschaung und Schule (Marzo 1938). 13 Véase: Internacionale Zeitschrift für Erziehung (1939), pág. 151. 14 Véase en Criterio (14 julio 1938) la condenación de las 8 proposiciones nacional-socialistas, comentadas por el R.P. Ives de la Briere S.J. 15 Palabras del Ministro. Véase: Intern. Zeitschr. für Erz. (1939), pág. 98. 16 Véase el artículo citado en Criterio. 17 La pedagogía alemana ha comprendido que "la educación de la niña ha de dirigirse según otras leyes de la de los niños". El Führer ha dicho: "La educación de la mujer debe tener por fin, absolutamente, la futura madre" (págs. 17 y 18 del Plan de estudios). No se puede aprobar el absolutismo alemán pero tienen razón en repudiar no solamente la coeducación (condenada por Pío XI en Divini illius Magistri), sino también los programas comunes para ambos sexos. 18 Theodor Wilhelm: Scholars or Soldiers? (Inter. Zeitschr. für Erz: -1939-, pág. 94). 19 La Escuela Nueva (Editorial Labor). 20 Citado por Eugéne Dévaud en su libro: Pour une Ecole active selou L'ordre chrétien (Desclée), pág. 41. 21 Véase el libro de Lourengo Filho, antes citado. 22 Véase el artículo de William A. Kelly, Ph.D.: Needed: A Directive Philosophy of Education (Thought. June 1938). 23 S.S. Pío XI en la Encíclica sobre la Educación Cristiana de la Juventud: Divini illius Magistri. 24 Grudlinien einer neuen Lebenscanschaung, pág 284 (citado por De Hovre en su Filosofía Pedagógica, pág. 86). 25 Schule und Charakter (también citado por De Hovre, pág. 364). *Este capítulo está inspirado en "Jesucristo", por Mons. Bougaud. *Este capítulo reproduce varios pasajes de un artículo de Mons. Francheschi, "Heroísmos y Aburguesamiento" publicado en Cristo, Bs. Aires 1941. 26 Este párrafo, como los demás entre comillas, son parte del interesantísimo artículo de Mons. Francheschi (Criterio, Bs. Aires 1941) que no hemos podido menos de transcribir en gran parte para provecho de los círculos de estudio de la Acción Católica, por ser de extraordinario vigor y nitidez. 27 Del libro de Vanini, "58º", citado por Criterio, Bs. Aires, 1941. *Este círculo está inspirado en la obra de Mons. Tihamer Toth: "Formación religiosa de los jóvenes". *Trabajo del P. Carlos Aldunate Lyon, S.J. *Trabajo de Hernán Larraín Acuña, S.J. *Este capítulo está inspirado en la obra de Mons. Tihamer Toth: "Formación religiosa de los jóvenes". *Trabajo del P. Andrés Cox Balmaceda S.J. *Trabajo del H. Raimundo Barros S.J. *Trabajo del P. Gustavo Arteaga S.J. *Este capítulo ha sido inspirado en un interesante folleto de la colección F.A.E. sobre el valor educativo del canto y de la música.