En principio, sin embargo, lo que tengo en mente al hablar del elemento
irracional en la poesía es la transacción entre la realidad y la sensibilidad del poeta, de la cual surge la poesía.
No me considero competente para debatir sobre la realidad como filósofo,
pero todos entendemos lo que se quiere decir con transposición de una realidad objetiva en una realidad subjetiva. La transposición entre la realidad y la sensibilidad del poeta es precisamente eso. Uno o dos días antes del Día de Acción de Gracias cayó un poco de nieve en Hartford. Se derritió un poco durante el día y luego volvió a congelarse por la noche, formando una capa delgada y brillosa sobre el césped. Al mismo tiempo, la luna estaba casi llena. Un día me desperté varias horas antes de que aclarara y acostado en la cama oí las pisadas, casi imperceptibles, de un gato corriendo sobre la nieve bajo mi ventana. La debilidad y lo extraño del ruido produjeron en mí una de esas impresiones que con tanta frecuencia utilizamos como pretexto para hacer poesía
Lo que sí nos interesa es aquel proceso específico en la mente racional que
reconocemos como irracional, dado que ocurre inexplicablemente. O, más bien, debería decir que lo que nos interesa no es tanto el proceso hegeliano como lo que deviene de él. Probablemente estaríamos mucho más interesados si, a partir de la historia de lo irracional, se hubiera desarrollado una tradición. Una de las grandes figuras del mundo ha sido, desde aquel entonces, Freud, quien dio a lo irracional una legitimidad que nunca antes había tenido. Sin embargo, su influencia en lo que ha ocurrido con la poesía es muy tenue, comparada por ejemplo con su repercusión en otros ámbitos. Influencias más portentosas han sido las de Rimbaud y Mallarmé.
IV
pues si el elemento irracional es simplemente energía poética, deberá
encontrarse donde sea que se encuentre la poesía. Una manifestación tal es la revelación de la individualidad del poeta. Es improbable que esta revelación sea siempre visible de un modo tan evidente como lo es para el propio poeta. Pese a que el poema no tiene nada de automático, posee sin embargo un aspecto automático, en el sentido de que es lo que yo quería que fuera, sin que yo supiera que era lo que quería antes de haberlo escrito, aunque sabía, antes de escribirlo, lo que quería hacer. Si cada uno de nosotros es un mecanismo biológico, cada poeta es un mecanismo poético. A grado tal que lo que él produce es mecánico; es decir: está fuera de su poder cambiarlo,es irracíonal.