Vous êtes sur la page 1sur 15

CLASES DE PALABRAS, CLASES DE FUNCIONES.

De Andrés Bello a Ambrosio Rabanales.

Susana Serra Sepúlveda

Universidad de Chile

1. INTRODUCCIÓN

Las primeras gramáticas que se conocen están centradas en el estudio de las

p a l a b r a s , y la cuestión en la que más tiempo han invertido los estudiosos del

lenguaje es en la de desentrañar, por un lado, cuántas clases existen, cuáles son esas clases,

con qué criterios definirlas, etc., y, por otro lado, qué son exactamente las palabras: ¿partes

de la oración?, ¿partes del discurso? o ¿partes de la gramática? ¿Se trata, en fin, de

categorías verbales (Coseriu) o categorías gramaticales (Bosque)?

El primer intento por establecer un inventario de clases de palabras se produce en

la Grecia Clásica y corresponde a Aristarco de Samotracia (siglo II a. c.), quien reconocía

ocho: nombre, verbo, participio, artículo, nombre, preposición, adverbio y conjunción. Dionisio de

Tracia (siglo I a. c.) replica la clasificación de Aristarco, la que vemos aparecer, con

poquísimos cambios, en todas las gramáticas modernas, tanto en lenguas germánicas

como romances. Por tal motivo puede decirse que constituye una de las propuestas más

notables en lingüística, por su antigüedad.

En la Roma Antigua, Prisciano (s. V), en su inventario de las clases de

palabras, omite el artículo y agrega la interjección. En la Edad Media, dentro de la clase


de los “nombres”, se distinguen dos subclases: a) sustantivos y b) adjetivos. En el

Renacimiento, se reincorpora el artículo (descartado por Prisciano); en Inglaterra, este

aparece como categoría independiente del pronombre hacia 16401 y la Gramática de Port-

Royal, en Francia, lo incorpora en 1660. En el siglo XVIII se introduce definitivamente el

adjetivo como una categoría distinta del sustantivo. En el siglo XIX se excluye el participio, y

en el siglo XX se elimina de muchas gramáticas la interjección.

El pan orama n o h a sido mej or en el ámbito hispán ico . En relación con

CUÁNTAS son las clases de palabras, Nebrija (1492) decía que eran diez: nombre,

pronombre, artículo, verbo, participio, gerundio, nombre participial infinito, preposición, adverbio y

conjunción. Andrés Bello (1847) sostenía que eran siete: verbo, sustantivo, adjetivo, adverbio,

preposición, conjunción, interjección. El Brocense (1587), Correas (1625) y Salvá (1831)

afirmaban que eran solo tres: nombre, verbo y partícula. Esta última clasificación es la misma

que propuso Aristóteles en su Poética ya en el siglo IV a. c. Y antes de Aristóteles, su

maestro -Platón- hablaba de apenas dos: Ónoma y Rhema. En la actualidad, en Chile y el

resto del mundo occidental, todos somos capaces de enumerar nueve clases de palabras:

artículo, sustantivo, pronombre, adjetivo, verbo, adverbio, preposición, conjunción e interjección.

En cuanto a QUÉ son las clases de palabras, lo más notable es la falta de

uniformidad en los criterios de definición. Por ejemplo, para Nebrija el verbo es la parte

principal de la oración, "sin esta, [las otras palabras] no hacen sentencia alguna". Según

Bello, la palabra dominante en la oración es el sustantivo, no el verbo. Para Nebrija, Bello

y Rabanales, el adjetivo se define por “arrimarse” a un sustantivo, modificarlo o

determinarlo (criterio sintáctico). En opinión de Salvá, el adjetivo expresa o denota

1Muchos gramáticos han incluido el artículo y el pronombre dentro de la misma clase; otros, como Bello, dejan
fuera de la clasificación a ambos.
cualidad (criterio semántico). El adverbio, de acuerdo con Rabanales, solo modifica al

verbo; según Bello, puede modificar a un verbo, a un adjetivo e, incluso, a otro adverbio.

Por otro lado, una misma clase puede aparecer definida según dos o más criterios

distintos. Estos criterios son normalmente los siguientes: a) semántico o designativo,

b) morfológico o formal (flexión), c) sintáctico (relación de dependencia entre las

partes) y d) funcional (oficio que cumplen en la oración). Así, por ejemplo, del

sustantivo nos dice Bello que significa "directamente los objetos en que pensamos"

(criterio semántico), tiene a menudo dos números, singular y plural (criterio

morfológico) y es "la palabra esencial y primaria del sujeto" (criterio sintáctico). En

términos parecidos se expresa la RAE (1920, 1962) cuando afirma que el sustantivo

es la parte de la oración que se refiere a seres o cosas (criterio semántico), puede

darse independientemente2 (criterio sintáctico) y su oficio principal es el de servir

de sujeto de la oración (criterio funcional). Rabanales, que, en lugar de clases de

palabras, prefiere hablar de clases de funciones (ver más adelante), define el

sustantivo como la “función que consiste en conllevar las categorías de género y

número”. Es decir, la función sintáctica se cumple a través de unidades que

presentan una determinada “forma” (flexión de género y número).

También ha sido frecuente en gramática española aplicar determinados criterios

para definir ciertas clases, y aplicar otros distintos para definir otras. Por ejemplo, las

llamadas “clases mayores” (que comprenden el sustantivo, el adjetivo, el verbo y el adverbio)

han sido normalmente definidas con criterio semántico, y las llamadas “clases menores”

2Contrariamente, el artículo y el adjetivo no pueden aparecer en la oración sin un sustantivo, ni un


adverbio sin un verbo.
(artículo, pronombre, preposición, conjunción), con criterio sintáctico-funcional. De acuerdo

con esto, el sustantivo expresa “sustancias” (la identidad de las cosas consigo mismas); el

adjetivo, “cualidades” de las cosas; el verbo, “acciones o procesos”; el adverbio, cualidades o

modos de ser de las acciones o procesos. De otro lado, se dice que el artículo se añade al

sustantivo y lo precede; el pronombre está en lugar de un nombre; la preposición va antes de

su “término”, con el cual forma complemento; la conjunción relaciona dos o más partes de

la oración, o dos o más oraciones. Por último, desde el punto de vista morfológico, se dice

que algunas de estas clases son “variables” porque presentan flexión (artículo, sustantivo,

adjetivo, verbo, pronombre), en tanto que otras son “invariables”, por carecer de flexión

(preposición, adverbio, conjunción e interjección).

Muchos gramáticos cuestionan las definiciones semánticas de las clases de palabras. Lo cierto es que

tales definiciones son en ciertos casos insostenibles. En efecto, no es verdad que solo los verbos signifiquen

"acciones o procesos". Piénsese, si no, en los sustantivos crecimiento, envío, aprendizaje, etc. (sustantivos

llamados "deverbales", por derivar de un verbo). Asimismo, podemos denotar igualmente cualidades

mediante sustantivos: bondad, belleza, paciencia, etc. Los verbos ser, saber, conocer, por otro lado, significan

estados (como alto, grande...), y no acciones/procesos.

De todas las clases de palabras, el adverbio ha resultado ser la más difícil de definir. Según Nebrija,

"añadido al verbo, hincha o mengua o muda la significación de aquél"; de acuerdo con Bello, según vimos,

modifica al verbo ("vienen despacio"), al adjetivo ("plantas demasiado frondosas" o a otro adverbio ("el ave

volaba muy aceleradamente"); Bosque (2002) dice que el adverbio puede también modificar a un nombre

("incluso Mario") y a un pronombre ("también yo"); pero añade que su función y potenciales significados se

recuperan normalmente a partir del sintagma, no de la oración. En efecto, desde la perspectiva tradicional, en

la oración "También ayer caminaba muy lentamente, incluso mucho más despacio", todas las palabras, menos

caminaba, son adverbios. Nótese, sin embargo, que ellos son de naturaleza muy diversa: lentamente y despacio

son adverbios de "modo o manera" y modifican al verbo caminar; muy intensifica el sentido de lentamente, y

más, el sentido de despacio; mucho, por su parte, modifica al sintagma "más despacio" e incluso, al sintagma

"mucho más despacio"; también se refiere solo a ayer, pero ayer (un adverbio de tiempo) modifica a todo el
resto.

La gramática moderna ha creado una nueva clase de palabras para recoger formas como muy, más,

demasiado: la clase de los "intensificadores", y prefiere reservar el nombre de “adverbio” para significar un tipo

de complementos del verbo. Asimismo, distingue entre adverbios que modifican a un sintagma verbal ("Las

cosas se arreglaron rápido") y adverbios que modifican a una oración entera ("Afortunadamente, las cosas se

arreglaron rápido". El adverbio afortunadamente expresa más bien la actitud del hablante con respecto a lo que

dice; vale decir, no establece límites en la predicación, como ocurre con rápido.

Los intensificadores, a su vez, son una subclase de la clase de los "determinantes" o "especificadores".

Como sabemos, también pertenecen a esta clase los artículos (los años dorados), los posesivos (mis cosas y tus

cosas), los demostrativos (esos problemas de siempre) y los cuantificadores (muchas horas de trabajo y poco

sueldo). Según este nuevo planteamiento, NO existen los adjetivos posesivos ni los adjetivos demostrativos.

Los adjetivos son, por definición, complementos de los sustantivos; no son especificadores.

Por último, un dato no menos significativo es que las gramáticas suelen designar

también como sustantivos, adjetivos, preposiciones, etc., los sintagmas que tienen como

núcleos un sustantivo, un adjetivo, una preposición, etc., pese a no tratarse ya de

“palabras” sino de unidades superiores a ella. Y lo mismo es válido para las llamadas

oraciones subordinadas, que se describen como sustantivas, adjetivas y adverbiales no por

la forma sino por la función que desempeñan en la oración, como en “Necesito que me

llames temprano”, en “El día que me quieras” y en “No quiso decirlo, aunque lo sabía”,

respectivamente.

Dado este escenario, Bello aboga no solo por aplicar un único criterio para formular

clases de palabras, sino que también por un criterio en especial, el f u n c i o n a l . En

palabras del sabio venezolano,

la Gramática tiene por objeto enseñar el recto uso de las palabras. A este uso, pues, han de

referirse y acomodarse las diferentes clases de palabras, de manera que toda clase se distinga de las
otras por las funciones peculiares que desempeña en el razonamiento. Esto es lo que yo he procurado en

mi clasificación, y lo que no siempre me ha parecido encontrar en las otras gramáticas.” (p. 55). (El

subrayado es nuestro).

Rabanales (1966), siguiendo la inspiración de Bello, propone hablar exclusivamente de

“clases de funciones”, como ya se adelantó.

2. ANDRÉS BELLO: CLASES DE PALABRAS SEGÚN SUS FUNCIONES

Bello (1847) reconoce 7 clases de palabras: verbo, sustantivo, adjetivo, adverbio, preposición,

conjunción, interjección. Nos referiremos a cada una de estas por separado.

a. El verbo.

El verbo es la palabra que denota “el atributo de la proposición, indicando juntamente el

número y persona del sujeto y el tiempo del mismo atributo”. Ejerce una sola función, la

atributiva (predicativa). Se reconoce fácilmente por la variedad de formas que presenta

(en la conjugación). Se refiere y modifica directamente al sustantivo. “Los niños aprenden”.

b. El sustantivo.

El sustantivo es la palabra primaria y dominante, a la que miran directa o indirectamente

todas las otras de la proposición. Es, a su vez, la palabra esencial y primaria del sujeto,

pero puede ejercer otras funciones (la de complemento directo). Los niños aprenden / La

profesora enseña a los niños.

Los sustantivos “significan directamente los objetos en que pensamos (criterio semántico-

designativo), y tienen a menudo dos números (criterio morfológico), denotando ya la

singularidad, ya la pluralidad de los mismos objetos”. Niño / niños.

c. El adjetivo.
Se llama así porque suele añadirse al sustantivo: “el niño instruído”. Pese a referirse

directamente a un sustantivo, a veces “no se le junta”, como en “El niño es/parece

instruido”. En este caso, el adjetivo modifica al verbo. Casi todos los adjetivos tienen dos

números, “para significar la unidad o pluralidad del sustantivo a que se refieren”.

d. El adverbio.

Modifica al verbo (vienen despacio) y al adjetivo (plantas demasiado frondosas). “Sucede

también que un adverbio modifique a otro, como en El ave volaba muy aceleradamente”.

e. La preposición.

La preposición sirve para relacionar dos o más palabras, expresando al mismo tiempo el

tipo de relación de que se trata (voy a la escuela, vengo de la oficina, leo para aprender, etc.).

La preposición siempre exige un “término” (aficionado a…; dependiente de…; útil para…;

amable con…, etc.). Preposición y término forman una estructura llamada complemento:

“cena de navidad; cosas para regalar; pleitos con los vecinos”.

f. La conjunción.

Sirve para ligar “dos o más palabras, o dos o más proposiciones” análogas; es decir, que

ocupan un mismo lugar en el razonamiento, y consecuentemente la misma función en la

oración: Comprar rosas o claveles; persona amable y discreta; Juan dice que todo es posible, pero

yo no lo creo.

g. La interjección.

Es una palabra que se usa para expresar “una súbita emoción o afecto”, “que corta a

menudo el hilo de la oración”: ah, oh, guau, bravo, dale…Ejemplo: ¡Oh, cuánta desolación

siento! Las interjecciones son muy inferiores en número “de las afecciones del alma”, por lo

que “suele emplearse en casos diversísimos una misma, y diferencian su significado la

modulación de la voz, el gesto y los ademanes”.


En síntesis, para Bello:

el sustantivo es la palabra dominante: todas las otras concurren a explicarlo y

determinarlo. El adjetivo y el verbo son signos de segundo orden: ambos modifican

inmediatamente al sustantivo (Los niños listos aprenden). El adverbio es un signo de orden

inferior: modifica modificaciones (El ave volaba muy aceleradamente). La conjunción no tiene

propiamente rango: es un vínculo entre elementos análogos (Los niños listos y disciplinados

aprenden mucho y rápido. La interjección, en fin, es como un verbo inconjugable, que

envuelve el sujeto y está siempre en 1° persona… (p. 55). Los ejemplos son nuestros.

Bello explica que en castellano, así como probablemente en todas las lenguas, “se

observa que una parte de la oración se convierte a veces en otra distinta, y mientras dura

la transformación deja de ser lo que era, y manifiesta las propiedades de la clase a que

accidentalmente pasa” (p. 55). Este es otro razonamiento sólido –a su juicio- para probar

que la “clasificación de las palabras es propiamente una clasificación de oficios

gramaticales”. En perfecta consonancia con sus palabras, afirma que algo es sustantivos en

“Algo sobra” (hace la función de sujeto); es adverbio en “El niño es algo perezoso”

(modifica a un adjetivo; del mismo modo, mucho es sustantivo en “Piden mucho”, adjetivo

en “Mucho talento” (modifica a un sustantivo) y adverbio en “Sus acciones se critican

mucho” (modifica a un verbo). .

Ahora bien, puesto que se trata de funciones gramaticales, el autor admite que lo

dicho en relación con un sustantivo, un verbo, un adjetivo, un adverbio, etc., es válido

aplicado a las “frases” formadas por estas clases de palabras y sus potenciales

modificadores. Concretamente, dice, “Lejos de la capital” es una “frase adverbial” porque

consta de un adverbio (lejos) modificado por un complemento: de la capital.


Dicho en palabras sencillas, Bello sostenía ya en 1847 lo mismo que los gramáticos

más insignes de la lingüística contemporánea, en América y en Europa.

3. AMBROSIO RABANALES: CLASES DE FUNCIONES

Motivado por la solidez del análisis ofrecido por Bello, y también por la novedad de

sus planteamientos, Rabanales publica Las Funciones gramaticales en 1966. Esta obrita

(BFUCh, pp. 235- 276), de poco más de 40 páginas, constituye un cambio de paradigma en

los estudios gramaticales de Chile. En opinión del autor, las clases de palabras que Bello

categorizaba con criterio puramente funcional, podían ser también abordadas como

“clases de funciones”. Y esa es la novedad de su propuesta.

Para Rabanales, en sintaxis, las funciones resultan de las relaciones de dependencia

que establecen las unidades léxicas dentro de la oración, de modo que para él, al igual que

para todos los gramáticos modernos (cf. Gramática Generativo Transformacional), la

oración se estructura en constituyentes inmediatos, llamados “sintagmas”. O sea, una

oración no es simplemente una unidad con autonomía sintáctica, sino una unidad

sintáctica cuyos componentes están en niveles distintos de jerarquización.

Rabanales entiende por sintagma una unidad binaria, en la que hay un miembro

determinado (t) y un miembro determinante (t´). El miembro t es el núcleo del sintagma; el

miembro t’, su modificador (sea especificador o complemento, en términos de la gramática

moderna). Según el autor, “la determinación sintagmática resulta ser así el proceso por el

cual una expresión, en un contexto, se refiere inmediatamente a otra” (p.241).

De esta manera, en la oración “El furioso huracán barrió unas encinas centenarias”, el

predicado (barrió unas encinas centenarias) se refiere inmediatamente al sujeto (El furioso
huracán), por eso lo determina (o lo modifica). Y en el sintagma “furioso huracán”, furioso

es adjetivo (i.e. adsustantivo) por referirse inmediatamente al sustantivo huracán. Del

mismo modo, encinas centenarias funciona como adverbio (i.e. adverbo, en relación

externa), en la medida en que determina al verbo barrió.

A las funciones de sujeto (S) y predicado (P), Rabanales las llamó funciones primarias;

a todas las demás, las llamó funciones secundarias. Las primarias aparecen en el análisis

sintáctico de la proposición (oración con S y P); las secundarias aparecen en el análisis

sintáctico de S o bien de P.

Entre S y P hay una relación de dependencia bilateral (RDB); es decir, se implican

mutuamente: S ↔ P. Define SUJETO como la función que consiste en constituir el

miembro s u s t a n t i v o sintagmáticamente determinado (t) de un sintagma cuyo

miembro determinante es verbal (t’). Define el PREDICADO como la función que consiste

en constituir el miembro v e r b a l sintagmáticamente determinante (t’) de un sintagma

cuyo miembro determinado (t) es sustantivo:

SUJETO PREDICADO

EL ÁRBOL DIO SU FRUTO

sustantivo(t) verbo(t’)

O sea, todo S implica s, y todo P implica v. Pero no al revés. En Llovió intensamente,

el v llovió no implica P, puesto que no hay S. Igualmente, en La mujer compró una casa, la

palabra casa es s sin ser S. En consecuencia, S → s, y P → v guardan una relación de

dependencia unilateral (RDU).


En la teoría de Rabanales, entonces, la sintaxis de una lengua descansa en dos

funciones básicas: el sustantivo y el verbo, denominadas, por lo mismo, funciones

“regentes”. Estas son el punto de partida de la red de dependencias internas que observa

el autor al interior de una oración. A las funciones regentes, siguen las “regido-regentes” y

las “regidas”. Obsérvese el siguiente gráfico:

SUSTANTIVO VERBO

adsus adv

adads adadv

ad-adads ad-adadv

Así, por ejemplo, la primera función regente por definición es s; ads es regida por s,

pero a su vez rige a adads, por lo que es una función regido-regente. La función ad-adads,

si bien está regida por adads, no rige a ninguna otra, de manera que es regida absoluta. Lo

mismo es válido en el caso de las funciones v, adv, adadv, ad-adadv.

Veamos cómo se analizaría el SN una sopa muy mal condimentada en este modelo:

SN
adsust (t´) sustantivo (t)

una sopa muy mal condimentada

s (t) ads (t´)

adads (t’) ads (t)

ad-adads (t’) adads (t)

Del mismo modo que Bello, Rabanales llama complemento al sintagma formado por

preposición y término, con una diferencia importante, y es que postula la existencia de una

preposición cero (Ø) cuando, en el complemento directo, el término corresponde a un

nombre de cosa o a un nombre inespecificado, como en Marta contempla Ø la noche o Marta

busca Ø un amigo. En casos como estos, Bello admite que el complemento pueda carecer de

preposición, pero niega lo contrario, esto es: ninguna preposición podría existir sin su

término. En su modelo, Rabanales llama adpreposición al término3, y puesto que prep y

adprep son funciones interdependientes (están en RDB), el autor las equipara a las

funciones primarias de sujeto y predicado.

3 De esta manera, Rabanales coincide con la gramática moderna, que llama complemento no solo a la unidad
formada por preposición y término (como en “vivir durante un siglo”), sino que también, restrictivamente, al
término (“durante un siglo”).
FUNCIONES

RDB RDU

S-P prep-adprep

En nuestra opinión, no importa qué nomenclatura se utilice para denominar a un

núcleo léxico y a los sintagmas que este permite formar; lo importante es que en el análisis

sintáctico queden expresadas con claridad las relaciones de dependencia que se producen al

interior de la oración. Y en esto, don Ambrosio Rabanales fue muy sagaz.

Pero no todas las funciones gramaticales están en relación de dependencia en la

teoría de este autor. En efecto, en su modelo aparecen también las llamadas funciones

independientes, así llamadas porque no dependen de otras ni hacen depender de sí a otras.

Son las funciones conectantes, que sirven para relacionar dos o más formantes de una

estructura, sea en la oración (fuimos a la playa y a la montaña) o entre oraciones (Nena sale

poco pero lo pasa bien). Ahora bien, a diferencia de Bello y de los gramáticos modernos,

Rabanales reconoce dos tipos de conectantes, los “coordinantes” y los “subordinantes”.

Los primeros establecen relaciones de coordinación (o paratácticas), y se llaman

conjunciones (copulativas, disyuntivas, adversativas y consecutivas). Los segundos


establecen relaciones de subordinación (o hipotácticas), y se llaman subjunciones

(concesivas, causales y condicionales). Mientras las conjunciones solo pueden ubicarse en

medio de los elementos que relacionan (poco pero bueno), las subjunciones pueden también

ocupar una posición de prominencia (si quieres, puedes).

En síntesis, las funciones gramaticales, tal como las concibe Rabanales, son clases

de funciones que surgen de los procesos de determinación sintáctica en la oración. Son a)

primarias o secundarias, b) regentes o regidas, c) dependientes o independientes, y d)

inconectantes o conectantes. Algunas de estas funciones aparecen desempeñadas por

unidades superiores a la palabra (sintagmas y oraciones) 4 ; otras, por ciertas clases de

palabras: sustantivos, verbos, preposiciones, conjunciones (y, o, pero…) y subjunciones

(aun(que), por(que), si…). Desaparecen de este sistema los artículos (i.e. adsustantivos), los

pronombres (i.e. sustantivos) y las interjecciones; los adjetivos y adverbios pasan a formar

parte de las funciones t’ (o determinantes) adsustantivo y adverbo, respectivamente. La

conjunción mantiene su estatus tradicional de conector, pero su uso aparece constreñido a

las relaciones tautofuncionales (o paratácticas); para las relaciones héterofuncionales (o

hipotácticas), Rabanales prefiere hablar de subjunción.

Para terminar, me gustaría referirme a tres cosas que hacen de nuestro Ambrosio

Rabanales un gramático insigne. En primer lugar, inspiró su análisis en Andrés Bello, cuya

obra aún sigue siendo citada y elogiada en los estudios gramaticales del siglo XXI, tanto en

España como en América. En segundo lugar, reconoció en la preposición una unidad de

orden léxico, razón por lo cual le dio categoría de núcleo en el sintagma formado por esta

y su término (prep-adprep), en plena coincidencia con los modelos gramaticales actuales

4 En “el libro de biología “y “el libro que Juanita terminó anoche”, tanto de biología (sprep) como que Juanita
terminó anoche (oración subordinada) funcionan como adsustantivos.
(formalistas o funcionalistas). En tercer lugar, a pesar de ser un redomado funcionalista,

incorporó símbolos y conceptos de la lógica para explicar fenómenos de la sintaxis, como

el axioma que reza: “[…] la función secundaria de un sintagma cuyos miembros están en

RDU, es la misma de su miembro determinado (t’)” (p. 248), muy similar al concepto de

“mando-c” o “mando categorial” que diez años después propondría Tanya Reinhart (1976)

y que también adoptaría Chomsky en su famosa teoría de “Rección y ligamiento”, del año

1981.

Si bien Las Funciones Gramaticales de Rabanales no forman ya parte del currículo de

los alumnos de filología hispánica de la Universidad de Chile –como sí ocurrió hasta fines

del siglo XX-, constituyen un material de estudio idóneo para la reflexión sobre la lengua,

amén del conocimiento de la lingüística en el país.

Bibliografía básica de consulta

Bello, Andrés (1984 [1847]). Gramática de la lengua castellana. Edaf, Madrid.

Rabanales, Ambrosio (1966). Las funciones gramaticales. Editorial universitaria, Santiago,

Chile.

Vous aimerez peut-être aussi