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NUESTRA CIENCIA

Catástrofes y Situaciones Psicosociales


de Emergencia y Crisis

Revista Científica del Colegio


de Psicólogos de la Provincia de Córdoba

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Nuestra Ciencia. Catástrofes y Situaciones Psicosociales de Emergencia y Crisis
Revista Científica del Colegio de Psicólogos de la Provincia de Córdoba
Correo: cppc@cppc.org.ar
Tels/Fax: (0351) 4222703 / 4259367 / 4243886
Dirección del Colegio: Ovidio Lagos 163. Bº General Paz
Registro de Propiedad Intelectual
ISSN Nº 18524613
(Derechos reservados © Copyright, Colegio de Psicólogos de la Provincia de
Córdoba)

Segunda revista con referato año 2015 – Nº16

Comité Editorial
Lic. Baldo, María Esther M.P 1684 M.E 389
Lic. Berra, Cecilia Emma M.P 895 M.E 458
Lic. Campanille, Alejandra M.P 2323 M.E 497
Lic. Caparroz, Antonia M.P 697 M.E 376
Lic. Dichiachio, Oneglia M.P 393 M.E 247
Lic. Lopez, Adriana M.P 1668 M.E 419
Lic Puente de Camaño, Olga M.P 471 M.E 053
Lic. Valenzuela, Héctor Ricardo M.P 6067
Lic. Scorza, Diana M.P 948 M.E 487

Junta Ejecutiva
Presidente: Cáceres, Jorge Edgardo M.P 3127
Sec. General: Treber, Gabriela Liliana M.P 1572
Tesorería: Mamani, Isabel Cristina M.P 1553
Sec. Gremial: Nahum, Elizabeth Noemí M.P 183
Sec. Científica: Campanille, Alejandra M.P 2323 M.E 497
Sec. De Obra Social: Moreno, Martha Lucrecia M.P 254
Sec. De Prensa: Valenzuela, Hector Ricardo M.P 6067
Sec. De Interior: Vargas, Juan Pablo M.P 3897
Sec. De Acción Social: Galan, Nora Beatriz M.P 1098

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MÁXIMO LAURA
Máximo Laura, maestro tejedor, es internacionalmente reconocido como una
de los más preeminentes artistas textiles de Sudamérica. Consultor, diseña-
dor y conferencista de Arte y diseño textil Andino Contemporáneo. El Maes-
tro Laura fue reconocido como “Tesoro Humano Viviente de la Nación” por
el Gobierno del Perú en el 2010.
“Cada tapiz de Máximo Laura se encuentra impregnado de una magia an-
cestral evocativa de las culturas precolombinas, tanto en sus técnicas, icono-
grafía y colores. Sin embargo, en la obra de Laura -- un proceso creativo ba-
sado en la investigación, el estudio de las técnicas de tejido y sus aplicaciones
-- busca ubicarse dentro del universo de la textilería contemporánea”.

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SUMARIO

Liminares ........................................................................................................ 9
Editorial ........................................................................................................... 11

Un febrero
Virginia Aliaga ................................................................................................ 15

Sobre magia y encuentros: política y afecto en la intervención en ca-


tástrofes
Diego Benegas Loyo ....................................................................................... 19

Los cuerpos de las mujeres como campo de batalla en las Guerras del
Congo
Ticiana Palumbo ............................................................................................. 27

La reparación integral a las víctimas de delitos de lesa humanidad.


Una mirada trans-jurídica frente al daño imprescriptible
Fabiana Rousseaux ......................................................................................... 37
Intervención psico-social en catástrofes y desastres. Ética y política
de la intervención
Eduardo Viera ................................................................................................. 45
Catástrofes Sociales: Promoción del pasaje de la vulnerabilidad al
desarrollo resiliente
María Teresa Ravagnan ................................................................................. 59

Emergencias y Desastres -Gestión Psicosocial del Riesgo


Oscar Santini ................................................................................................... 71
Los riesgos de vivir con riesgos. Impacto subjetivo de las explosio-
nes de polvorines en Rio Tercero
Cecilia Agüero Gioda - Diana Scorza ........................................................... 89

Psicología Comunitaria en Emergencias Sociales Introducción a un


mapa de operaciones
Sebastián Bertucelli ........................................................................................ 99

Una modalidad de intervención psicosocial en situaciones de catás-


trofes durante la fase crítica
Walter G. Palladino ........................................................................................ 107

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Comunidades en situación de desastre: reflexiones sobre interven-
ción y formación
Mónica Inés Pan .............................................................................................. 125
Fortalezas y Virtudes en Adultos Jóvenes Cordobeses
Natalia Cecilia Moyano - Ricardo Hernández ............................................ 139
Recuperando experiencias de intervención en Sierras Chicas. Una
propuesta para la apropiación de sentidos
Lucia Depetris - Erika Stimolo - Visctoria Panichelli - Luciana Schneider ....... 157

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Liminares
¿Por qué elegimos trabajar en y con catástrofes?
Esta nueva edición de la revista del Colegio Psicólogos del Provincia de Cór-
doba, Nuestra Ciencia, surge de necesidades contemporáneas de algunos he-
chos ocurridos en la provincia de Córdoba y el país. Nos convoca a pensar y
problematizar sobre las respuestas y acciones particulares y colectivas frente
a lo disruptivo de un acontecimiento catastrófico, sea este natural, social o
político. Y como tal marca un hito, deja huellas a nivel subjetivo y físico, a
nivel de los grupos y a nivel de las sociedades. Ante estos acontecimientos
estamos convocados y demandados los y las actores de la salud mental para
intervenir, dar respuesta y pensar sobre ello y posibilidades de prevención.
Es también ante estos acontecimientos que estamos interpelados en nuestras
praxis, sobre las reales posibilidades de dar respuesta a todo lo que se nos
demanda y esto es justamente lo que nos interpela en nuestra ética.
Como sujetos humanos, antes que como actores de la salud mental, es quizá
como primero nos posicionamos ante una catástrofe. Desde una posición de
solidaridad, cooperación, participe y coparticipe, posición cooperadora en
relación a un otro u otros, ante sujetos y grupos vulnerables y vulnerados,
violentados, fragilizados, ante una subjetividad arrasada. Es ante ellos como
nos presentamos desde una ética relacional, como dice Silvia Bleichmar “el
hecho de que los seres humanos sean crías destinadas a humanizarse en la
cultura marca un punto insoslayable de su constitución: la presencia del se-
mejante es inherente a su organización misma. En el otro se alimentan no
sólo nuestras bocas sino nuestras mentes; de él, recibimos junto con la le-
che, el odio y el amor, nuestras preferencias morales y nuestras valoraciones
ideológicas. El otro está inscripto en nosotros, y esto es inevitable”.
Por ello nuestras praxis para situarse en esa ética relacional tienen dos vías.
Por un lado deben apuntar no solo a desenmarañar “eso” que se ha enreda-
do y complejizado en un sujeto y grupos, y que manifiestamente afecta su
calidad de vida. Y por otro lado es exigible la necesidad de problematizar
respecto a los plafones o sustentos teóricos que sostienen esas praxis, desde
los cuales nos aventuramos a discutir y redefinir, a hundir el filo de la crítica
hasta la medula misma de las grandes instituciones teóricas, para remover
y hacer tambalear el anquilosamiento y esclerosamiento en el que muchas
veces los enunciados han descansado.
Así la exigencia es desde una mirada interdisciplinaria. La multiplicidad de
miradas que posibiliten la integralidad para abarcar los hechos, desde los
aportes del discurso psi, de la antropología, la sociología, el trabajo social,
la educación y los saberes populares y locales para poder profundizar e in-
tervenir en consecuencia sobre la/s afectación/es, en la/s catástrofes, en el/
los trauma/s y violencias… y profundizar en la afectación subjetiva para
poder luego contribuir a una elaboración y procesamiento del padecimien-
to, de ese dolor/trauma como también a posibilidades de prevención, como
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decíamos más arriba. En muchas situaciones de perdidas, humanas y/o ma-
teriales, algunas formas de tramitación del dolor tienen que ver justamente
con dos instancias y/o posibilidades para sobrellevar el duelo. Una de ellas
pueden ser los procesos subjetivos individuales y colectivos de elaboración,
procesos de memoria, de evocación de lo ocurrido, e incluso, de tramitarlo
en procesos terapéuticos; pero otra tiene que ver con la materialización de
esas formas como muestras fotográficas, los homenajes, las baldosas de la
memoria, los arboles de la memoria, documentales y películas, charlas para
exponer las experiencias y modos de resolución, obras de teatro, marchas,
libros, álbumes, sitios y memoriales, etc.
Estos textos son aportes también para la reconstrucción del tejido social o del
“lazo social” como se dice en algunos de los trabajos aquí presentados. Son
aportes sobre todo desde el discurso psi. Aportes que surgen de experiencias
pero también preguntas que aun en muchos casos no tienen respuesta, como
esta que casi pivotea explícita o implícitamente en los trabajos ¿es posible la
reparación?

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EDITORIAL
En el momento de tomar las decisiones editoriales de la revista estuvimos
atravesados por las consecuencias de las inundaciones acontecidas en Sie-
rras Chicas, zona próxima a la Ciudad de Córdoba (febrero de 2015), situa-
ción que nos conmovió profundamente como cordobeses. Entonces nos pro-
pusimos esta tarea como un motivo de compartir experiencias, reflexionar
sobre lo ocurrido, replantearnos posibilidades y transformar, como en toda
situación psíquica, lo vivido en experiencia y el dolor en sabiduría.
¿De qué modo convertir ese “arrasamiento” natural y humano en aprendi-
zaje? ¿Qué incidencia tuvo la ausencia de políticas públicas en este arrasa-
miento y el abandono posterior a las personas damnificadas por esta situa-
ción? En virtud de los interrogantes, algunas cuestiones comienzan a girar
respecto del rol del psicólogo en las situaciones de emergencia, del lugar que
le otorgamos a la psicología en las situaciones que exceden la posibilidad de
tramitación. De este modo, esta edición de la revista está dedicada a “catás-
trofes y situaciones psicosociales de emergencia y crisis”.
También nos pareció coherente, más que nunca, que la edición exprese las
diferentes miradas sobre el tema elegido, “plusvalía de lecturas” según José
Milmaniene quien afirma “busquemos en las diferencias, la confrontación
de textos y en las fricciones, un valor que nos posibilite crecer en la profesión
a partir de las prácticas y recorridos de los colegas”, donde catástrofes socia-
les o individuales al ser tomada desde distintas áreas de trabajo, permitía en-
riquecer nuestra comprensión de lo sucedido y nos preparaba para acciones
más eficaces en el futuro.
En este Comité Editorial se problematizó también sobre alcances, bordes
y encrucijadas de nuestro quehacer, y pensamos que quizás ese “segundo
tiempo” una vez pasado el daño externo, era un largo proceso para las per-
sonas que lo vivieron y donde nuestro quehacer cobraba mayor relevancia.
Pensamos que al igual que las personas que sufrieron catástrofes, el colega
que trabaja en esas situaciones, debe ser sostenido psíquicamente para que
continúe los procesos de “reparación” en los otros y en sí mismo, también
afectado por el dolor, la impotencia ante la realidad externa y, fundamental-
mente, la injusticia. Todo ello está presente en algunos de los artículos de la
presente edición.
Etimológicamente la palabra “catástrofe” viene del griego y significa literal-
mente “boca abajo” (kata Ξ strophé). Otra traducción posible es “desmoro-
namiento” o “desastre” e inclusive el hebraico Shoah es apta en este sentido.
La catástrofe es por definición, un evento que provoca un trauma, otra pala-
bra griega que significa herida.
No caben dudas que quien atraviesa una situación de catástrofe o de crisis
psicosocial, colectiva o individual, tiene un “antes” y un “después” en su
vida: el hecho en sí con su consecuente repercusión psíquica, por lo sorpresi-

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va en muchos casos y lo profunda, deja ese sentimiento de extrañeza de que
ya nada es igual. Sigue siendo la misma persona, pero por momentos no se
reconoce, la palabra “pérdida” toma otra profundidad y los sentimientos de
indefensión, abandono, despojo, diferencia, dolor, amenazan la estabilidad.
Las palabras cobran otro sentido y otra dimensión, las enriquecemos con
nuestro sentir y vivir.
Pero cuando el dolor se vive y se enfrenta, se fortalece nuestra vida mental.
Esta idea se traduce en otro momento de nuestro trabajo de la comisión, la
elección de la portada de nuestra revista, el árbol representado por el artista.
Ha sufrido la amenaza de su desenraizamiento, pero resistió la tormenta, da
firmeza a la tierra y recibe de la tierra firmeza para sí, sigue creciendo y esa
estabilidad se expresa en ese ser vivo, que tiende hacia arriba, el futuro, pero
también cobija, da sombra y sirve de hogar para los animales pequeños.
En otras palabras… cuando el peligro, lo doloroso externo va cediendo, la es-
perancia y la confianza son posibles, la reconstrucción con pocos o variados
elementos comienza a tomar forma. Así descubrimos otro aspecto esencial
en la reconstrucción, descubrimos al otro, a los demás, la solidaridad, la ale-
gría de colaborar porque el circuito de dar y recibir siempre nos enriquece.
Aprendemos a compartir, a construir con otros y para otros, volviendo a
soñar y a poner en práctica nuestros ideales, que es la mejor manera de hon-
rarlos.

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Un Febrero
Virginia Aliaga 1

El corredor de Sierras Chicas se encuentra al Noroeste de Córdoba capital.


Partiendo desde la ciudad de Córdoba, y yendo por la ruta provincial E-53
que nos conduce a Ascochinga, accedemos a esta localidad, o por la ruta
provincial E 57, que une Río Ceballos con
Villa Allende. Forman parte de esta Región: Villa Allende, La Calera, Saldán,
Mendiolaza, Unquillo, Río Ceballos, Salsipuedes; El Manzano, Agua de Oro,
Cerro Azul, La Granja, Ascochinga, Colonia Caroya y Jesús María.
La zona se caracteriza por tener cerros bajos, donde se encuentran muchas
especies de vegetación y fauna autóctona, ríos y arroyos mansos y una cons-
trucción que evidencia el paso de la historia enclavada en capillas, estancias
y el Camino Real. Esta tranquilidad y armonía viene siendo invadida y ata-
cada por el avance de “el progreso”. Nuevas urbanizaciones, la minería, y
la no programación de estos crecimientos han traído en la región grandes
desmanes. La tala indiscriminada del bosque nativo y la urbanización en los
bordes y codos de los ríos genera mayores riesgos de inundación sobre las
ciudades, porque el agua tiene pocos obstáculos en su recorrido. Lo opuesto
sucede en la zona de mayor cobertura vegetal.
La búsqueda de una vida más tranquila y confortable hace que la gente se
aleje cada vez más de la gran ciudad y se instale en esta zona transformán-
dola en pueblos dormitorio. Y aquí aparece otro de los tantos problemas que
afecta a la región, al no existir un ordenamiento territorial, la mala distribu-
ción habitacional impacta en el medio ambiente.
1
Virginia Aliaga Estela. Licenciada en Psicología. MP: 1897

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Los nuevos loteos que avanzan en cada localidad, son avalados y autori-
zados sin tener en cuenta la afectación de las cuencas hídricas y las conse-
cuencias que generan en el suelo los desmontes (grandes sequias o lluvias
que arrasan con todo lo que encuentran a su paso, ya que la tierra pierde su
capacidad de absorción).
Ante este panorama, muchos fueron los vaticinios que anunciaron diversos
ambientalistas y que desgraciadamente no encontraron eco en las autorida-
des de los pueblos. Y así, nada pudo evitar las inundaciones ocurridas entre
el 15 y el 16 de febrero. Con una lluvia de 300 ml en solo unas horas, se oca-
sionó el peor desastre vivido en la zona.
La salida del agua de toda la cuenca fue la ciudad de Villa Allende, por lo
que en las horas pico de la inundación del 15 de febrero, las calles centrales
de esta localidad se convirtieron en ríos, recibiendo todo lo que bajaba de las
zonas de más altura como Rio Ceballos. El paisaje era devastador, calles que
parecían haber sido bombardeadas, la gente fuera de sus casas, montañas de
barro en todos lados, muebles mojados y destruidos, grupos de personas de
diferentes organizaciones que llegaban a palear barro, hacer relevamientos,
entregar comida, agua, vacunas, artefactos del hogar.
Desde el Colegio de Psicólogos de la Provincia de Córdoba (CPPC), la pro-
puesta fue intentar organizar la tarea de la cantidad de colegas que indepen-
dientemente querían ayudar, y se iban anotando en la sede o llegaban como
voluntarios a la zona, sin saber bien a donde ir.
¿Cómo hacer? ¿Desde dónde empezar a trabajar sin obstaculizar la tarea?
Lo primero que se intento fue escuchar a los referentes de cada localidad,
ver cuáles eran las necesidades, y los recursos con que se contaba.
El caos reinante en la comunidad se reproducía en cada intento de organi-
zación con las diferentes Instituciones, se pasó mucho tiempo en reuniones
y encuentros con representantes de Provincia, Nación, Municipios, Partidos
Políticos, Universidad Nacional de Córdoba, Universidad Siglo 21.
Participaban personas que venían de afuera con tiempo limitado y quienes
trabajaban desde su rol pero también desde el lugar de damnificados.
Desde el CPPC se organizó y distribuyó a los colegas, pudiendo insertarlos a
algunos en tareas de relevamiento, coordinación de grupos y las visitas casa
por casa que fue durante un tiempo de gran ayuda a la comunidad. Como así
también se vio la necesidad de cuidar a quienes hasta ese momento venían
poniendo el cuerpo en el cuidado de los demás, y fue así que se trabajó en
el cuidado de cuidadores, con el dispositivo de la covisión (H. Kesselman)
donde poder tener un espacio para mirar con otros lo que nos está sucedien-
do con la tarea. Poder mirar horizontalmente las propias afectaciones y cap-
turas en el hacer como profesionales de la salud. Co-pensar en las capturas
epistemológicas o teóricas pero también las epistemofílicas o afectivas que
aparecen como obstáculo a la tarea.
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Se trabajó en los lugares más afectados, Villa Allende, Mendiolaza Unquillo
y Rio Ceballos.
Una de las tareas realizadas en Villa Allende fue en una escuela desde donde
se había dado de comer a evacuados, y al ejército que estaba trabajando en la
zona, también allí se habían recibido donaciones, que se clasificaban y entre-
gaban a los damnificados. Se trabajó con las docentes, directivas y personal
de Paicor. Los encuentros fueron grupales con el dispositivo de covisión.
Poder poner palabra y cuerpo a lo que les había pasó, intentando recurrir a
otros lenguajes que facilitaban transitar por la terrible experiencia preparán-
dose para recibir a los alumnos que en poco tiempo iban a volver a las aulas.
Poder hablar del dolor de haber perdido vecinos, bienes materiales y hasta la
confianza en ese río que ya no era tan manso. Como así también prepararse
para contener y acompañar a sus alumnos que volverían a las aulas cargados
con la misma catástrofe.
En Villa Allende, Mendiolaza, Unquillo y Rio Ceballos nos sumamos al tra-
bajo en las Instituciones centrales, Villa Allende desde el Hospital Munici-
pal; en Mendiolaza desde la Comuna, en Rio Ceballos desde el Hotel 18 de
Marzo donde se alojaban los evacuados y el Centro Cultural Casa Azul (per-
teneciente a la Cooperativa de luz y agua dicha localidad)
En Villa Allende y Rio Ceballos se respondió al pedido de trabajadores del
área de salud y de docencia, que se sentían muy desbordados, por la tarea
que estaban realizando con la comunidad, ya que eran también integrantes
de la misma. Siendo en su mayoría vecinos que habían pasado por las mis-
mas situaciones de stress y dolor.
En Río Ceballos se sostiene hasta el día de hoy un espacio de covisión con
un encuentro al mes donde asisten 15 trabajadores de la salud y docentes.
El poder sostener el espacio de trabajo en el tiempo, ayudo a que se pudieran
abordar estas situaciones de duelo y reacomodación, con el tiempo que cada
uno necesito.
Como seguir después de saber que lo que hacemos tiene consecuencias?

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Bibliografía:
- Kesselman, H. (2008). Corpodrama Cuerpo y Escena. Una nueva herramienta para
el trabajo grupal; Lumen; Bs As.
- Kesselman H. (1998). La Psicoterapia Operativa 1. Lumen Bs As.
- Deon Joaquín U. Sierras chicas, conflicto por el agua y el uso del suelo. Relaciones
de poder en la gestión de cuencas. El caso de la cuenca del río Chavasca-
te, Córdoba, Argentina. Cardinalis. Revista del Departamento de Geografía.
FFyH – UNC – Argentina. ISSN 2346-8734Año 3. Nº 4 - 1º semestre 2015 Pp.
162 – 189
http://revistas.unc.edu.ar/index.php/cardi/index
Recibido: 31 de marzo de 2015 Aceptado: 12 de junio 2015

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Sobre magia y encuentros: política y afecto en la
intervención en catástrofes
Diego Benegas Loyo1

Este artículo recorre algunas nociones para pensar la intervención de los psi-
cólogos en emergencias y catástrofes. Para ello parto de investigaciones que
localizan en lo psicosocial un elemento de protección de las comunidades. A
partir de allí recorro algunas teorías que dan cuenta del espacio intersubje-
tivo interrogando las posibilidades de intervención psicológica. En tanto la
catástrofe implica una irrupción de lo extraordinario, planteo algunos ele-
mentos de la investigación sobre rituales y objetos para entender la inter-
vención psicosocial. La intervención será por su misma naturaleza siempre
subjetiva y colectiva, afectiva y política. Su efectividad dependerá de su ca-
pacidad de conciliar todos esos aspectos y trascenderlos.
La participación de los psicólogos en situaciones de emergencias y catástro-
fes ha ido en aumento y continúa diversificándose. Los psicólogos participan
en distintos momentos de la respuesta ante catástrofes y en diversos roles.
Las modalidades varían desde intervención inmediata, atención de afecta-
dos en el corto, mediano y largo plazo, gestión de riesgos, e incluye también
trabajo comunitario en relación con el procesamiento de las secuelas, la re-
construcción colectiva y la prevención e incluso la militancia política y el
acompañamiento en instancias judiciales largo tiempo después de ocurridos
los hechos.
Ante esta amplia diversidad de espacios en que la participación de los pro-
fesionales psicólogos es demanda, y donde estos diseñan, llevan a cabo y
revisan estrategias de intervención sería muy arriesgado trazar líneas para
demarcar qué constituye y qué no una intervención psicológica. Más bien
me gustaría puntuar que el campo de la intervención psicológica es siempre
un desafío que nos convoca permanentemente a definir lo nuestra praxis
en términos de a dónde apunta y a dónde llega nuestra intervención. Voy
a recorrer algunos artículos de investigación sobre desastres tanto desde la
intervención psicosocial como desde la sociología para poder situar algunas
nociones con relación al trabajo con lo subjetivo en catástrofes.
El primer movimiento a trazar es aquel que va desde la catástrofe como
destrucción hasta la catástrofe como oportunidad. Una línea de trabajo, por
ejemplo la de Médicos del Mundo descripta por Pérez-Sales et al. (2011) o
Kohan et al. (2010), propone tornar las catástrofes humanitarias en oportu-
nidad para intervenir, interrogar y replantear los sistemas de salud previa-
mente existentes. Estos autores señalan cómo situaciones de desastre como
terremotos, dejan ver falencias de los sistemas de salud y de seguridad que
existían desde antes. Por otro lado, estas mismas situaciones de destrucción
1
Diego Benegas Loyo. Licenciado en Psicología M.N. 28.840

19
y crisis, muchas veces en el mediano plazo, han llevado a los estados a pres-
tar atención a diferentes aspectos estructurales hasta entonces no tenidos en
cuenta. De esta forma, pueden constituirse en oportunidades. Sin embargo
hay que notar que esto no es automático; de hecho, como ellos mismos expli-
can, una parte importante de la intervención de Médicos del Mundo se basa
en la negociación con los estados de un protocolo de acuerdos para compro-
meterlos a un trabajo conjunto.
En esa misma línea pero desde otro ámbito, los estudios sociales sobre ciencia
y tecnología muestran la forma en que las catástrofes afectan el desarrollo de
líneas científicas. Gómez González et al. (2014) por ejemplo proponen consi-
derar la electrónica como “catástrofe silenciosa”. Esta categoría tiene interés
para nosotros ya que subvierte una definición muy extendida de catástrofe
como acontecimiento súbito y dramático. La electrónica por el contrario, no
es un desarrollo ni súbito ni tan llamativo, y sin embargo sus efectos, cuando
se logra evidenciarlos, son igualmente devastadores. Estos autores no son
tan optimistas en cuanto a que las catástrofes impulsen cambios y crecimien-
tos. Afirman, sí, que a veces los desastres fomentan una línea de investiga-
ción, pero también reconocen que pueden incidir en su detención o provocar
su abandono. Es decir, la catástrofe puede ser una oportunidad, pero, de
nuevo, ello no es de ninguna manera un hecho dado.
Estas dos contribuciones, provenientes de campos sumamente distantes,
marcan además algo que me gustaría resaltar: las catástrofes forman parte
de procesos sociohistóricos más amplios. En este sentido, la definición de su
comienzo, naturaleza, alcance y final, establece un recorte, que deja fuera
otros hechos y localidades. En tanto tal, la mera definición es un acto político,
pues la selección de los elementos a introducir en la ecuación tendrá conse-
cuencias no sólo en la asignación de responsables por los daños y pérdidas
sino también en la futura distribución de recursos. Además, como indicába-
mos, que un desastre se convierta en oportunidad de cambio no es un hecho
natural, ni se produce sin trabajo, sino que muestra el logro de una interven-
ción pensada a tal efecto, sean estas realizadas por profesionales o no, y esto
evidencia, de nuevo, una voluntad política.
Si bien resulta de una serie de decisiones políticas, la intervención psicológi-
ca en catástrofes también depende de un saber hacer. Es decir, se basa en un
diagnóstico sobre la naturaleza del daño, en una teoría sobre las fortalezas
de una comunidad y en una teoría de la técnica de la intervención psico-
social. Para aproximarnos a ello tomaremos tres casos que investigan esta
articulación. Anunciando ya nuestra hipótesis, estos estudios muestran la
relación entre acontecimientos disruptivos y memoria colectiva. De esta ma-
nera intentaremos situar un lugar donde se produce la afectación colectiva
en algunos acontecimientos disruptivos.
De la Yncera y Ruiz (2013) indagan sobre las fortalezas y buenas prácticas
de las comunidades, en este caso de Pinar del Río, Cuba. Situadas en el occi-

20
dente de la isla, entre el Caribe y el Golfo de México, estas poblaciones expe-
rimentan cada año numerosos huracanes. Los autores señalan con sorpresa
la baja presencia de síntomas postraumáticos en estas comunidades pese a la
gran cantidad de eventos disruptivos. Esto los lleva a indagar en la memo-
ria colectiva, no tanto en el sentido de la perduración del trauma, sino para
buscar allí el saber hacer y las buenas prácticas comunitarias, aprendidas
históricamente y transmitidas en formaciones culturales. Mucho de lo que
encuentran es nombrado por los pobladores como “solidaridad” y explicado
como un sentimiento de confianza que observan distribuido en redes, ya sea
familiares o de vecinazgo y que, en el caso que estudian, llega también al
Estado. Este aspecto es significativo, especialmente por el contrapunto con
la experiencia de otras zonas de la región. El proceso de violencia en México
y el terrorismo de Estado en Argentina en el pasado reciente, no nos dejan
olvidar la urgencia de esto.
El reporte de Bezanilla y Miranda (2014; 2015) sobre la situación mexicana
da cuenta de un proceso contemporáneo de descomposición de la confianza
en el Estado y los conciudadanos, en un momento en que los propios autores
parecen dudar sobre las categorías con que lo nombran, en el afán de docu-
mentar violaciones graves a los derechos humanos. Se preguntan estos au-
tores sobre la forma en que los sujetos incorporan y asimilan el rol ambiguo,
contradictorio, del Estado frente a violencias cotidianas (ya no sorpresivas)
y silenciadas (ya no escandalosas). Entonces en estos casos estamos sorpren-
dentemente cerca de aquellas “catástrofes silenciosas” a la vez invisibles y
cotidianas que planteábamos más arriba. Aunque aquí el silencio se eviden-
cia como parte de lo disruptivo mismo.
La experiencia argentina con la violencia estatal está documentada en diver-
sas investigaciones, aunque la discusión sobre sus efectos psicosociales se
ha desarrollado principalmente en los estudios sobre memoria y memoria
colectiva (Calveiro 1998; Vezzetti 2002). Diana Kordon et al. (2005) analizan
varias décadas de un proceso que no dudan en llamar “terrorismo de Esta-
do”. Así documentan y teorizan la resultante descomposición del tejido so-
cial como efecto planificado de la violencia estatal terrorista. La destrucción
de la confianza mutua y con ella, el desmembramiento de las redes de solida-
ridad comunitaria, son las repercusiones más extendidas y persistentes. Por
otra parte, es también una de las secuelas que en mayor medida incapacita
a las comunidades para responder a lo imprevisto de las catástrofes futuras.
Estas experiencias evidencian el punto de impacto de lo disruptivo y tam-
bién la forma en que afecta a las comunidades, justamente en ese aspecto
que podría fortalecerlas. Esto señala un lugar posible de la intervención psi-
cológica, que podemos caracterizar como afectiva y política a la vez. La ca-
tástrofe, en tanto ocurrencia de lo inusitado, depende de un desgarramiento,
rompimiento, o al menos un corrimiento de lo que es esperado. El suceso
inesperado, y cuantitativamente masivo, tiene su impacto no solamente en el
plano de lo empírico sino, como veíamos, en una materialidad formada por
21
afectos, expectativas y confianzas. Ese tejido afectivo constituye la red social
y es esa materia la que se ve afectada.
Esto no significa que no haya otras consecuencias, más graves, patentes y
desgarradoras, pero esas están bastante documentadas, por lo que no hace
falta ilustrarlas aquí. Por el contrario, el trabajo psicológico no es siempre tan
evidente. Propongo pensar en instancias más sutiles y sin embargo centrales
ya que nuestra relación con el mundo más concreto se construye en estas
dimensiones. Si ese tejido afectivo se ve desgarrado, entonces la reconstruc-
ción tendrá que pasar por un trabajo de re-tejido, o de re-afectación. Y esto
significa que son las pasiones las que tejen nuevamente esa red.
Entonces nos queda la pregunta por la naturaleza de la intervención psicoló-
gica (algunas, algunas veces). Para empezar a entender esta pregunta abor-
damos otra serie de cuestiones que provienen de la investigación de los ob-
jetos. Aquí tenemos los aportes de la psicología del juego (Winnicott 1972),
la antropología del fetiche (Taussig 1993; Lázzari 2007), los estudios sobre
tecnología (Latour 2007) y los estudios de performance (Schechner 1985; But-
ler 1993). Esto nos lleva a pensar en doble perspectiva en relación con las
catástrofes. La forma más inmediata es el estatuto de la cosa destruida, es
decir, sobre esos objetos destruidos por el agua o el incendio, cuál parte de
humanidad se asienta sobre ellos y de ellos depende – por ejemplo, la signifi-
cación del territorio para las personas desplazadas. Por otra parte, es a nivel
de los objetos materiales y concretos del mundo donde podemos intervenir,
puesto que los rituales protectores, los eventos en los que se convoca a las
dimensiones del más allá, no hacen más que llamar nuestra atención hacia
esa dimensión de lo intersubjetivo, o lo interindividual, que experimenta-
mos como trascendente. La catástrofe nos pone en contacto con lo sagrado,
lo extraordinario, y en ese sentido, son los objetos mágicos los que ayudan a
restablecernos en lo ordinario. Nuestro trabajo como psicólogos, es muchas
veces encontrar cómo un objeto del mundo común puede tornarse mágico
para una comunidad, o para una persona, de forma tal de efectuar ese traba-
jo. Como investigadores de lo psíquico intentamos entender de qué se trata
esa “magia”.
Eso que a veces suena mágico es un trabajo de “re-afectación”, o de re-inves-
timiento. Una línea de pensamiento al respecto lo concibe con el modelo del
trabajo de duelo. Así se entiende la intervención psicosocial posterior a las
catástrofes como un trabajo de elaboración psicológica de aquello que se ha
perdido. Si bien esta línea es bastante coherente con algún pensamiento que
encontramos en algunos actores comunitarios, intentamos iluminar otros as-
pectos ya que esta postura no explica todo. Es decir, quizás mucho de lo que
suceda luego de una catástrofe vaya realmente por los canales de un proceso
de duelo, sin embargo tenemos la sensación que en situaciones altamente
disruptivas, la posibilidad misma de acceder a un proceso de duelo, sería
una instancia posterior, es decir, un logro en sí mismo. En casos de destruc-
ción masiva o arrasadora, como guerras, genocidio o catástrofes, encontra-
22
mos no tanto un “objeto perdido” como en el pensamiento más tradicional
sobre el duelo, sino más bien algo que los grupos afectados describen como
roto o quebrado en la relación de los sujetos entre sí, con la comunidad y
hasta con la realidad. Por ello, para pensar en el daño de una catástrofe pre-
ferimos el modelo del trauma antes que el modelo del duelo, y esto ilustra un
tipo de disrupción de otra índole.
Basados en la experiencia argentina con la desaparición de personas, pen-
samos que la pregunta fundamental remite a la naturaleza de la relación de
los sujetos con el cuerpo social. Así, intentamos precisar las características de
una intervención que pueda modificar esas condiciones. Algo así se observa
en intervenciones comunitarias, algunas más explícitamente políticas y otras
no tanto.
Para analizar esto traeremos a colación las “baldosas de la memoria”, un
trabajo que realizan organizaciones que colectivamente se llaman Barrios por
Memoria y Justicia. Estas agrupaciones están realizando esta labor desde 2006
y consiste en una intervención en distintos barrios de la Ciudad de Buenos
Aires y algunos del conurbano. El trabajo ha sido documentado tanto por los
propios actores (Barrios 2010; 2011; 2013) como por artistas (Guarini 2013;
Dabitch 2014). La intervención tiene distintos pasos: comienza con una in-
vestigación sobre una persona desaparecida por el terrorismo de Estado en
Argentina, especialmente en relación con sus redes sociales, sus lugares y sus
recorridos en el barrio. Continúa con un trabajo de articulación con distintos
colectivos, familias, amigos y redes que se sientan cercanas a esa persona
por algún motivo. Luego se produce el evento de la construcción colectiva
de una placa de cemento en la que se incrustan letras y vidrios de colores. Fi-
nalmente, en el acto de colocación, la baldosa de la memoria reemplaza una
baldosa de la vereda y marcará “aquí vivió” o “aquí fue secuestrado” o “aquí
trabajó” una persona en particular. Esa baldosa quedará allí y se integrará
al paisaje de la ciudad, “marcando”, a decir de los participantes, los pasos
de esta persona y haciéndolo “volver al barrio” (Benegas Loyo, Colosimo y
D’Alessio 2014; Benegas Loyo 2013; 2014a; 2014b).
Esta actividad implica un proceso de concretización y también de apasiona-
miento. Se produce allí una intervención sobre los lazos sociales, se tensan
los afectos, se produce recuerdo, se comparte, se decide colectivamente. Por
supuesto, esto aviva los conflictos y exacerba las pasiones: no es tarea fácil
hacerle lugar a los desaparecidos. Pero a lo largo de este trabajo se constru-
yen, se crean objetos que quedan cargados de significados, de simbolismos,
que producen cosas con los pedazos de lo que quedó y que anudan retazos
de sentimientos. Alguna gente encuentra a miembros de su familia y algunas
familias se constituyen y reconstituyen. Algunos saldan una antigua deuda
y otros comienzan allí un recorrido.
No vamos a abundar mucho más en esta experiencia, sino en tanto y en
cuanto nos sirve para replantear la intervención en la catástrofe. A la luz

23
de estas experiencias de los vecinos, propongo que deberíamos pensarla en
términos de pasiones. Este trabajo utiliza formas de comunidad, algunos ele-
mentos de ritualidad y se basa fuertemente en la construcción colectiva de
objetos. Entonces necesitamos conceptualizar los objetos. Estos objetos son
artefactos tecnológicos, productos y productores de subjetividad, y son efec-
tos de concretizaciones interindividuales (cf. Winnicott 1972; Ingold 2000).
Por otra parte, funcionan aunando distintos planos de existencia, ya que ob-
tienen su fuerza performativa de la conexión entre lo ordinario y lo extraor-
dinario, conexión de la cual surgen y son efecto (Turner 1988; Van Gennep
1986). Por ello, entendemos que estas intervenciones constituyen situaciones
de materialización y que son estas situaciones las que tienen efectividad de
intervención afectiva y política, subjetiva y social. Si los psicólogos queremos
producir intervenciones con efectividad psicosocial debemos aprender de
los colectivos que crean, imaginan y ponen en práctica estas intervenciones
político-afectivas, pues allí reside un saber hacer con lo catastrófico.
*
Nos propusimos acercar algunas ideas para pensar el trabajo psicológico en
emergencias y catástrofes. Para ello, describimos trabajos que conceptualizan
las catástrofes como crisis y oportunidad. También establecimos que esto es
producto de una intervención. Señalamos varios aspectos en los cuales la
definición, conceptualización y la intervención en emergencias y catástrofes
son también intervenciones políticas. Detectamos en la “solidaridad”, o con-
fianza mutua, un punto central en el que las comunidades son concientes de
su cohesión y que puede constituir una fortaleza pero que también puede ser
dañado, intencionadamente o no, dejándolas vulnerables a otras situaciones
disruptivas o catastróficas.
Para imaginarnos el trabajo sobre ese espacio de la confianza mutua, pensa-
mos un modelo de redes sociales, donde la intervención tiene una parte de
interacción social y otra parte que conecta con un ámbito trascendental. La
investigación con colectivos que trabajan sobre las consecuencias de largo
plazo de situaciones de violencia extrema nos lleva a teorizar estas interven-
ciones en términos de liminalidad y ritualidad y a pensar los mecanismos
subjetivos y colectivos de una praxis de reconstrucción social que se desplie-
ga alrededor de la construcción compartida de objetos. Así vimos que esta
intervención tiene un impacto político y afectivo a la vez.
Las catástrofes y desastres nos conectan con lo extraordinario, aquello que
estaba fuera de nuestra vida ordinaria: la fragilidad del cuerpo, lo contingen-
te de la vida son todo un ámbito trascendente o sagrado que pensábamos de-
bía permanecer lejos de lo cotidiano y que sin embargo a veces nos toca. Si la
destrucción del mundo nos aparece como “sagrada”, no es sorprendente que
su reconstrucción se nos presente también como “mágica”. Sin embargo, es
bello pensar que esa creación reside no ya en la omnipotencia de los grandes
poderes sino en la pequeñez de los mágicos encuentros con otros.

24
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26
Los cuerpos de las mujeres como campo de batalla
en las Guerras del Congo
Ticiana Palumbo1
Resumen
El núcleo temático se relaciona con las situaciones de violencia de género en
el contexto de conflictos armados y las relaciones que emergen como conse-
cuencia, entre la justicia local e internacional en el marco de la globalización.
Ticiana Palumbo nos presenta un estudio de caso producto de su interacción
directa con víctimas de todo tipo de violencia, a quienes conoció en el cami-
no en búsqueda de justicia, a través de su tarea profesional como psicóloga
en la Corte Penal Internacional. Expresa que en algunos pueblos del Este de
DRC se estima que dos tercios de la población femenina ha sido víctima de
violación. Busca analizar algunas de las paradojas que produce la globaliza-
ción a través del proceso de universalización de los derechos humanos2.

Palabras Claves: violencia de género- crímenes de guerra- República demo-


crática del congo- Justicia Internacional.

Introduccion
“El fundamento legítimo y primero de la universalidad es la simetría. Es
comunicar, dirimir y juzgar en pie de igualdad. Y nuestra experiencia es que
tanta más igualdad hay que inventar, abstracta, cuanta menos concreta y real
haya”. (Amorós, 2004: 28)
El interés por esta problemática surge de la interacción directa con muchas
mujeres congolesas víctimas de todo tipo de violencia, a quienes conocí en el
intrincado camino en búsqueda de Justicia, a través de mi tarea profesional
en la Corte Penal Internacional.
Ya en 1902 Joseph Conrad se refería al Congo Belga como “el corazón de
la oscuridad”, describiendo en su novela el terror infligido por los colonos
Belgas en busca de la explotación de los recursos naturales de este país.
Según el artículo Congo rebels launch offensive publicado en el International
Herald Tribune, alrededor de 5,4 millones de personas han muerto en las
guerras que han tenido lugar en el territorio de la República Democrática
del Congo (D.R.C.)1, y cientos de miles de mujeres han sido violadas en los
últimos años.

1
Ticiana Cintia Palumbo. Licenciada en Psicología. M.P 4531
2
Las opiniones vertidas por la autora no reflejan las opiniones de la Corte Penal Internacional, ni de ninguna de
las organizaciones mencionadas en la nota

27
La violación en el contexto de conflicto armado es un fenómeno conocido en
la historia de la guerra, como por ejemplo en Ruanda, Bosnia y Darfur por
solo mencionar unos pocos ejemplos.
Sin embargo los reportes obtenidos de las Provincias de Kivu Norte y Kivu
Sur en los territorios del Este en la República Democrática del Congo sobre la
masiva y sistemática violación de mujeres son tan abrumadores que incluso
profesionales con experiencia en el tema al principio, no podían creer lo que
estaba sucediendo allí. En algunos pueblos del Este de DRC se estima que
unos dos tercios de la población femenina han sido víctimas de violación.
Según Naciones Unidas, 27000 abusos sexuales fueron reportados en 2006
en la provincia de Kivu Sur solamente y es posiblemente que representen
solo una fracción del número total de violaciones en todo el país. Además
de las consecuencias físicas y psicológicas (como enfermedades de transmi-
sión sexual y PST), en muchos casos la violación es acompañada por el uso
deliberado de objetos en la vagina de las víctimas para causar aun un ma-
yor daño, provocando lesiones en la fistula, provocando la incontinencia del
control de esfínteres.
Las consecuencias a nivel social son devastadoras, el estigma de la violación
en D.R.C. es particularmente fuerte, en numerosos casos las mujeres son ex-
pulsadas de su grupo familiar y comunitario cuando se conoce que han sido
víctimas de violación siendo forzadas al éxodo para escapar al ostracismo.
La situación de las mujeres en la D.R.C. aun hoy es la de una constante ne-
gación y violación de sus derechos establecido por el Derecho Internacional
y la legislación a nivel Nacional. La mayoría de las víctimas no denuncian a
sus atacantes, no solo por la inaccesibilidad a la justicia, o la estigmatización
social, sino también por ignorancia de que dicho comportamiento es contra-
rio a la ley.
Las mujeres congoleñas se encuentran permanente negadas de justicia en
D.R.C., si bien miles de mujeres han sido violadas menos de 12 victimarios
han sido juzgados hasta el año 2005 (Kirchner, 2008:120). La legislación pe-
nal prevé la punición de dichos delitos, sin embargo la implementación y
el acceso real a la justicia, conllevan un cambio de mentalidad, (por ejemplo
una mujer casada debe obtener el permiso de su marido para presentar la
denuncia ante los tribunales locales (Kirchner, 2008:36), la impunidad para
este y otro tipo de delitos hoy es la norma. Las mujeres en Congo desconocen
sus derechos y el acceso a la justicia es costoso y prácticamente imposible.
Carreteras y transporte publico inexistentes, servicios médicos arancelados,
acceso oneroso a los estamentos de justicia, altísimos niveles de corrupción
hacen dificultoso el acceso desde las poblaciones afectadas a los centros de
salud y más aun a la justicia.
La lucha por los recursos minerales; la fragmentación de los grupos rebeldes,
los incentivos perversos entre los grupos armados para cometer atrocidades

28
para reforzar su poder de negociación, la pobreza extrema de los pueblos y
un régimen de incomunicación de las poblaciones más afectadas, conllevan
a que lo relatado se perpetúe en el tiempo.
El artículo Mass Rapes in Congo Reveals U.N. publicado en el New York
Times señala que funcionarios de las Naciones Unidas llaman a la situación
de violencia sexual en el Congo la peor del mundo. En este contexto deso-
lador, el gobierno de DRC refiere en el año 2004 la situación a la Corte Penal
Internacional para que investigue crímenes (crímenes de guerra, genocidio y
crímenes de lesa humanidad) perpetrados en su territorio, reconociendo así
la incapacidad del gobierno nacional de efectivamente solucionar el proble-
ma (cabe mencionar que una parte de los crímenes son perpetrados también
por las fuerzas armadas regulares del gobierno nacional y no solo se trata de
grupos armados rebeldes). Como bien plantea Amelia Valcárcel:” ningún
derecho podía mantenerse en ausencia de una fuerza coercitiva que lo hicie-
ra valer. Si las instituciones internacionales carecían de tal fuerza, habríamos
de contentarnos con tener meramente declaraciones en lugar de derechos
efectivos.”
Más allá de las esperanzas puestas en la justicia internacional la gravedad y
volumen de la situación, junto con la incapacidad y resistencia del sistema
judicial a nivel nacional de perseguir dichos delitos, desnuda las contradic-
ciones más grandes en relación a la complejidad de los entrecruzamientos
entre lo local y lo global.
Intentare analizar algunas de las paradojas que produce la globalización a
través del proceso de universalización de los derechos humanos y de las
convenciones y tratados para la protección y eliminación de la violencia de
género.

Paradojas
Las nuevas formaciones globales de la actualidad, (Sassen, 2007) como por
ejemplo el régimen internacional de derechos humanos, implican órdenes
normativos y sociales. Dichos procesos están moldeados por las caracterís-
ticas de cada país, teniendo en cuenta lo que se ha construido de cada país
como nacional.
En el caso particular de la D.R.C. lo nacional es relativamente nuevo, si con-
sideramos que el país se independiza de Bélgica hace solo 50 años, se trata de
un estado prácticamente ausente sin control sobre su territorio. Los procesos
de globalización emprendidos por los Organismos Internacionales tendrán
entonces procesos de incorporación particulares en regiones tan remotas e
inhóspitas donde la marca distintiva de la globalización como las TIC, no se
encuentran aún al alcance de sus habitantes.

29
El índice de desarrollo humano (IDH) mide el avance promedio conseguido
por un país en tres dimensiones básicas del desarrollo: disfrutar de una vida
larga y saludable, acceso a educación y nivel de vida digno. Teniendo como
referencia dicho índice la D.R.C se encuentra en el último lugar del ranking
a escala mundial.
El acceso a la energía eléctrica, agua potable y cloacas es privativo para alre-
dedor del 90% de la población del país, la esperanza de vida promedio es de
50 años y la mortalidad infantil una de las más altas del mundo.
Demás está decir que el espanto por lo que ha sucedido y sigue sucediendo
en el Este de este país, logro capturar la atención de la comunidad interna-
cional sobre la violencia de género y trajo consecuencias positivas ya que los
Organismos Internacionales implementaron numerosos programas promo-
viendo el acceso a la asistencia médica, asistencia psicosocial y legal de las
víctimas. Paulatinamente las mujeres y hombres afectados son informados
en principio de la existencia de la C.P.I y la posibilidad que algunos respon-
sables sean juzgados por los crímenes cometidos.
Sin embargo se plantean paradojas difíciles de soslayar. Para muchas mu-
jeres víctimas de violación y otros crímenes que viven en zonas de escasos
recursos, inaccesibles y carentes de medios de comunicación (no hay cober-
tura teléfonos celulares, radios o televisión) , es mediante campañas de sensi-
bilización, que conocen de la existencia de la Corte Penal Internacional. Así
también la mayoría desconoce que la violación, el reclutamiento forzoso de
niños como soldados, etc. son crímenes, y que son punibles a nivel nacional
e internacional, partiendo de esta base, es de esperar que conceptos como la
complementariedad de la justicia, la selectividad de los casos que se llevan a
juicio, la ley de obediencia debida, sean conceptos totalmente innovadores,
ajenos y de difíciles incorporación.
La imposibilidad de seguir los juicios por parte de las comunidades afec-
tadas por falta de acceso a los medios de comunicación masivos, hacen que
el proceso sea extraño e involucre solo a un minúsculo grupo de aquellos
que han sido elegidos como testigos. Todo esto sumado a grandes diferen-
cias culturales y contextuales en cuanto a lo que significa para Occidente el
concepto de justicia, la generación de expectativas respecto a la obtención
de reparación por los daños sufridos y plazos judiciales extremadamente
largos, hacen que las comunidades no se sientan protagonistas de los proce-
sos judiciales, con el riesgo de quedar por fuera de un proceso que los tiene
como principales participes, pero que se desarrolla lejos, en la tierra “de los
blancos”, y del cual no se sentirían del todo parte.
La financiación de programas de asistencia a víctimas de violación ha sido
prioritaria desde el reconocimiento de la problemática por la comunidad
mundial, esta política de la nominación de la violencia sexual como arma
de guerra, ha, como toda política de nominación, iluminado una proble-
mática que necesitaba del reconocimiento de la comunidad internacional,

30
pero a su vez el recorte efectuado invisibiliza o minimiza lo que se establece
otros derechos proclamados en la Declaración de Derechos Humanos como
el derecho a la vida, la libertad, la seguridad, a no ser arbitrariamente pre-
so, a la presunción de inocencia, a la justicia, a la privacidad, al honor, a la
residencia, a la salud, a la educación, a la seguridad social etc., que no son
respetados en este lugar del mundo.
Este recorte de la realidad de las mujeres en el Este del Congo deja de lado
las relaciones de género, donde el género determina la experiencia de las
personas involucradas en los conflictos, lo cual no hace más que exacerbar
los patrones de desigualdad, violencia y discriminación contra las mujeres
en tiempos de paz. Genero entendido como la divisoria socialmente impues-
ta y jerárquica que surge de las relaciones de poder entre hombres y mujeres
y que asignan espacios, tareas, deseos, derechos, obligaciones y prestigio “.
(Maquiera, 2012:48)
Auteserre (2012:10) concluye en su estudio reciente que desde 2009 no ha
habido otro interés en el Congo por parte del Consejo de Seguridad de Na-
ciones Unidas, que cuando se mencionan incidentes de violaciones en ma-
sas. La focalización en la mujer como víctima de violación, silenciando otros
aspectos de sus vidas como la falta de medios básicos para la supervivencia,
otros tipos de violencias a las que se ven expuestas y que no son registrados,
esconde la real dimensión de la situación de la mujer en la D.R.C.
Sin duda la atención (junto con el financiamiento) prestada a la problemá-
tica de violencia sexual en contexto de guerra fue y es necesaria, pero como
afirma Alexandra Bilak, quien ha investigado diversos grupos armados en
la zona, la violencia ejercida sobre la mujer va más allá del conflicto bélico,
el número de mujeres abusadas e incluso asesinadas por sus maridos parece
estar creciendo y la brutalidad desplegada contra la mujer parece estar con-
virtiéndose en casi normal.
La parcialidad en el abordaje de dicha problemática desde la asistencia mé-
dica, psicológica y jurídica ha hecho que algunos de los programas imple-
mentados lleven a las mujeres a asumirse como víctimas para acceder a los
beneficios de la financiación y así poder palear la violación constantes de
todos sus otros derechos no reconocidos. “Las denuncias de violación se han
convertido en estrategias de supervivencia. La población se siente forzada a
reclamar para sí el rol de victima para así poder ser beneficiario de fondos
de ayuda humanitaria, las falsas acusaciones se han convertido en una forma
efectiva de ingreso económico”. (Erikson, Stern, 2013:112)
En relación a lo que plantea Gloria Bonder a la no inocencia de la política
de la nominación, es importante para el análisis tener en cuenta “los sujetos
con los que “cuenta” y los que desecha” (Bonder,2008:4) en este sentido otra
paradoja que acarrea la parcialidad en el enfoque se encuentra en relación al
contexto en el cual se da la violación, ya que la violación de mujeres dentro
de su propia familia, por sus maridos, en sus ámbitos de trabajo o en áreas

31
donde no existen conflictos armados pasa desapercibida para la comunidad
internacional, haciendo que los centros de asistencia a la víctimas sean casi
inexistentes en otras zonas del país. Por ejemplo en la capital de la República
Democrática del Congo, que cuenta con una población de nueve millones de
personas, existen solo cuatro centros de salud y hospitales especializados en
el tratamiento de víctimas de violencia sexual. En un informe publicado en
2010 por ACORD se denuncia un recrudecimiento de la violencia de género
sobre todo en las comunidades más pobres de la ciudad de Kinshasa. Los
tipos de violencia más comunes en el área metropolitana son las violaciones,
los casamientos forzados y la prostitución infantil.
Muchas ONG que trabajan en la zona reconocen la dificultad de financia-
miento para otros proyectos que apuntan a la desnutrición infantil, educa-
ción, saneamiento, etc., ya que casi la totalidad de la financiación es asignada
a la misma problemática y mayoritariamente en el Este del país.
En el año 1999, el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas envió a D.R.C.
la misión de paz más grande de la historia (MONUC), 20.000 tropas de dife-
rentes países con un costo de 1,3 billones de dólares al año. En el año 2005,
la explotación sexual y el abuso sexual de mujeres congolesas por un grupo
minoritario de cascos azules, condujo al entonces Secretario General de la
ONU, Kofi Annan, a describirlo como “una mancha fea” para todo el orga-
nismo mundial. A pesar de que muchas de las víctimas no pudieron o no
quisieron identificar a sus agresores, sesenta y tres soldados fueron expul-
sados de la misión, mientras que una política de tolerancia cero se instituyó
para todos los casos de abusos por parte de soldados de la ONU. Sin em-
bargo, antes de 2008, habían surgido nuevas acusaciones. Observadores de
derechos humanos encontraron que una red de prostitución infantil se había
formado y las tropas de la ONU alrededor de 100 soldados de la India fueron
acusados de pagar por sexo a niñas congoleñas. A pesar de la promulgación
de los cambios que mejoraron la supervisión, los abusos continúan, donde
las fuerzas de paz son aun acusadas de presuntamente pagar alimentos a
niñas para tener relaciones sexuales.
El próximo desafío de la comunidad internacional será también el recono-
cimiento de la perversidad en su forma de globalismo (haciendo alusión a
la globalización reflexiva que plantea Ulrich Beck), no solo de la violencia
sexual ejercida contra mujeres y niños en las guerras acontecidas en D.R.C,
sino también de la violencia ejercida por los poderes económicos trasnacio-
nales que operan en el territorio, y que se benefician de la desestabilización
por medio de conflictos armados en las zonas de mayor riqueza del pueblo
congolés. En esta línea de convicciones la organización internacional no gu-
bernamental TRIAL, en el año 2013 presento ante la justicia suiza una de-
nuncia penal contra la empresa Argor-Heraeus SA, en el reporte “Stop Pilla-
ge”, planteando el saqueo efectuado por esta compañía en suelo congolés
como crimen de guerra.

32
En este contexto social, político y económico de inestabilidad permanente,
donde el derecho a la alimentación no se encuentra garantizado, y la pobreza
extrema es la norma, los procesos universalización de derechos humanos y
en especial los que hacen referencia a la violencia de género, son absoluta-
mente necesarios desde la mirada universalista de occidente pero imposibles
de ser entendidas en forma aislada de la urgencia por la supervivencia mate-
rial con la que se vive lo cotidiano en el este del Congo. La selectividad de la
mirada de occidente hace obstáculo con las condiciones reales y materiales
de las mujeres a las que mira, sin ver que además de su absoluta desprotec-
ción ante la violencia ejercida sobre ella, se ejerce también la violencia gene-
rada por el hambre, la enfermedad y la ignorancia.

Conclusiones
Este trabajo monográfico de ninguna manera quiere menoscabar el rol que
la Corte Penal Internacional y los Organismos Internacionales tienen en la
construcción de una sociedad más justa, donde los derechos de las mujeres
sean reconocidos y respetados por la comunidad en general, la intención es
solo mencionar algunas de las paradojas y contradicciones que dicho proce-
so conlleva. Quizás existe por parte de la comunidad internacional ausencia
de conceptos más abarcadores para el análisis de realidades tan complejas y
ajenas, donde lo local entra en tensión con lo global, la innovación como bien
no es posible por decreto, es necesario la apropiación de dicho proceso y la
comprensión de los requisitos básicos de partida para que dicho proceso sea
posible.
Si bien como lo subraya Valcárcel (2002) ningún multiculturalismo puede
estar por encima de los derechos humanos y específicamente los derechos de
la mujer, no se pueden negar las condiciones necesarias básicas para que esta
incorporación de derechos sea posible. Sin tener en cuenta las particularida-
des en las cuales la vida de esas mujeres se desarrolla, no se pueden respetar
sus derechos, si no se escuchan sus historias, sus luchas, sus reclamos en
definitiva sin sus voces no hay posibilidad de reconocimiento y respeto de
sus derechos, todos sus derechos.
Con ello me pregunto sobre la posibilidad de apropiación y las condicio-
nes necesarias para ello y comparto las expresiones de Cecilia Amorós “El
diálogo intercultural si ha de ser eficaz y legitimo tiene condiciones propias,
requiere situaciones simétricas en cuanto a la disponibilidad para interpelar
así como para ser interpelado y solo es posible si se dan actitudes críticas y
reflexivas por ambas partes: desde un multiculturalismo no critico solo cabe
el atrincheramiento de cada cultura en sus parámetros presuntamente in-
conmensurables de forma radical con las demás culturas.” (Amaros, 2004:75)

33
Teniendo en cuenta el número limitado de investigaciones que la Corte Pe-
nal Internacional puede tratar y la incapacidad y falta de independencia del
sistema judicial congolés, Human Rights Watch está convencido de la nece-
sidad de que un nuevo mecanismo es necesario para la persecución de los
autores de crímenes de violencia sexual y de otras violaciones graves de los
derechos humanos. Por otro lado existe un proyecto promovido por el esta-
do nacional de cámaras mixtas (magistrados congoleños y extranjeros) para
juzgar crímenes de guerra y crímenes contra la humanidad cometidos en los
últimos 20 años en D.R.C.
La crisis de violaciones asociadas con los conflictos armados en el Este de
D.R.C. no puede ser abordada aisladamente de la violencia de género y dis-
criminación que las mujeres encuentran en tiempos de paz. Sin un cambio
fundamental en las relaciones de género y el apoyo al empoderamiento de
las mujeres, que implica la no violación de sus derechos fundamentales y el
acceso a una vida digna por parte de la población en general, los niveles de
violencia sexual seguirán siendo altos aun cuando se logre la estabilidad en
términos de ausencia de conflictos armados y la aplicabilidad de la ley sea
posible.
Solo 10 años han transcurrido desde la creación de la Corte Penal Internacio-
nal, y muchas de las nuevas investigaciones y juicios por venir se encuentran
en relación a los crímenes cometidos en el Este del Congo. Es irrealista pen-
sar que la CPI pueda traer justicia a todas las víctimas de los conflictos arma-
dos, lo que si puede es atraer la atención de la comunidad mundial y enviar
un claro mensaje de presencia de legalidad en D.R.C., es necesario destacar
que uno de sus roles, a mi entender el más importante, es simbólico, el de
servir como disuasivo para evitar la comisión de atrocidades en el futuro.
Quisiera finalizar citando a Laclau haciendo referencia a la tensión entre lo
universal y lo particular: “Lo universal es inconmensurable con lo particular,
pero no puede, sin embargo, existir sin este último. ¿Cómo es posible esta
relación? Mi respuesta es que la paradoja no puede ser solucionada, pero
que esta ausencia de solución es la precondición misma de la democracia”.
(1996:12)

34
Bibliografia
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Valcárcel, Amelia. “Ética para un mundo global”. Madrid: Ediciones Temas de Hoy,
(2002).Impreso.

35
36
La reparación integral a las víctimas de delitos de lesa
humanidad. Una mirada trans-jurídica frente al daño
imprescriptible.
Fabiana Rousseaux1

La reparación es un proceso integral que implica la sostenida articulación


por parte del Estado, de diversas medidas, que apunten no sólo a la asunción
de responsabilidades estatales respecto de la violación de Derechos Huma-
nos, sino también y muy especialmente a la reconstrucción del vínculo daña-
do entre el Estado y sus víctimas. Considero central remarcar este aspecto,
dado que cualquier implementación de políticas públicas reparatorias, tanto
sea desde el punto de vista pecuniario como simbólico, tendrán su eficacia
en la medida en que se produzca ese “nuevo lazo.”
Cuando hablamos de reparación, sabemos -como psicoanalistas- que por la
gravedad de los delitos cometidos en el marco de las violencias de Estado
en el cono sur, estamos frente a consecuencias psíquicas, físicas, familiares,
laborales, y sociales de difícil dimensionamiento, y de compleja repuesta.
Si bien, el Derecho plantea el concepto de reparación como una acción que
pretende volver las cosas al estado anterior (restitutio in integrum), desde
una perspectiva psicoanalítica, esto es un concepto que refiere siempre a un
margen de complejidad e incluso imposibilidad teórica, no obstante lo cual,
las incidencias de los actos reparadores que el Estado esgrima ante las vícti-
mas, generan efectos altamente dignificantes y por consiguiente reparadores
–en gran medida- del daño provocado. Es decir, que si bien la restitución al
estado anterior no es posible en términos de anulación de los efectos trau-
máticos, sí, puede incidir considerablemente en el alivio o el reconforte del
dolor psíquico que las violaciones de derechos humanos provocan en las
víctimas, en sus familiares y en la sociedad en su conjunto.
Se trata de delitos que generan una forma de padecimiento que es permanen-
te, sistemática y simultánea con el olvido, ya que cierto grado de olvido, se
torna no sólo indispensable sino también eficaz, por la magnitud traumática
que recubren esos recuerdos. Primo Levi, en el apartado titulado “El Recuer-
do de los Ultrajes”, del libro Los Hundidos y los Salvados, nos advierte que
“el recuerdo de un trauma,… es en sí mismo traumático porque recordarlo
duele, o al menos molesta: quien ha sido herido tiende a rechazar el recuerdo
para no renovar el dolor…”
Así, sabemos por la experiencia clínica, que si bien no podemos hacer noso-
logía de los efectos de las violaciones de Derechos Humanos, hay un cúmu-
lo de reacciones psicológicas que experimentan en mayor o menor medida
aquellas personas que atravesaron por situaciones de tortura y secuestro.
1
Fabiana Rousseaux Licenciada en Psicología. M.P 17.612

37
Esa reexperimentación del trauma, aparece asociada en muchísimas opor-
tunidades por evitación y embotamiento emocional, desafectación personal
y social, incapacidad de recordar aspectos importantes el trauma vivido y
olvido total de épocas extensas, lo cual en muchas ocasiones trae aparejado
un dolor psíquico extra, por no recordar esos hechos, hiperexitación, difi-
cultades para dormir, que a veces se mantienen a lo largo de toda la vida,
irritabilidad, dificultades en la concentración, lo cual afecta la esfera laboral
o intelectual, hipervigilancia, ansiedad generalizada, dificultades de contac-
to social y emocional, que muchas veces deriva en la imposibilidad de con-
formar o sostener lazos familiares, depresión permanente, desesperanza,
disminución de la autoestima, enfermedades psicosomáticas, disfunciones
sexuales a veces muy severas, recuerdos intrusivos , sueños angustiosos y
muy recurrentes.
Desde ya, sostener el compromiso de la particular situación de cada afecta-
do, sobreviviente, o torturado, no es una tarea fácil en la práctica pública,
en el específico contexto de construcción de políticas reparatorias, ya que en
general se trata de pensar desde una lógica generalizable referenciada en el
“todos iguales ante la ley” que razonablemente, impone la lógica del dere-
cho y la lógica del Estado.
Sin embargo, frente a la magnitud de estas consecuencias, un Estado de
Derecho, un Estado Reparador, no puede aplicar medidas acordes a las ne-
cesidades específicas de las personas afectadas, sin pensar teóricamente el
problema del “Terror de Estado”como operador lógico, aún en el campo de
la asistencia clínica, psicológica, médica y otros modos simbólicos de repara-
ción, porque no se trata de cualquier forma del terror.
Es decir, que la eficacia de la aceptación de medidas reparatorias por parte
de los beneficiarios de esos programas y/ o planes, requiere de respuestas
no generalizadas, o sólo burocráticas, o paliativas, sino de respuestas com-
plejas, que incluso pueden generarse haciendo un buen uso de los laberintos
burocráticos inherentes a las políticas públicas en términos muy generales.
Esto apunta a remarcar que no se trata de realizar una crítica a las formas de
burocratización de las políticas públicas reparatorias, sino de “inventar” mo-
dos específicos y aplicables, que puedan basarse en el buen uso de ciertas es-
tructuras burocráticas pero no necesariamente burocratizadas, como pueden
ser Comisiones preexistentes de Verdad, o como en el caso de la Comisión
de Amnistía en Brasil, donde la significación y reapropiación conceptual de
esa instancia oficial, sufrió modificaciones que fueron acompañando la lucha
de trabajadores y activistas por los derechos humanos, tal como queda ex-
presado en el texto propuesto por la CA, de Paulo Abrão y Marcelo Torelly,
“Justica de transicão no Brasil: a dimensão da reparacão”
Los Estados están obligados a implementar las medidas que se estimen con-
venientes y que concurran a paliar los diversos problemas psíquicos, físicos,
familiares y sociales emergentes de la desaparición forzada, apropiación de

38
personas, tortura, clandestinidad de los crímenes, terror masivo, y otros mo-
dos de violencia estatal.
Pero las -muchas veces- rígidas premisas terapéuticas basadas en los tradi-
cionales modelos de asistencia provenientes del campo de la salud mental,
son insuficientes para pensar la verdadera significación que las políticas de
asistencia en términos de reparación en salud a las víctimas, implica.
Incluso cuando a partir de la 2da guerra mundial, la creación de nuevos dis-
positivos “extramuros”, fueron innovadores en cuanto al sentido de asisten-
cia y acompañamiento de las personas que habían sido afectadas por las si-
tuaciones de guerra, no alcanzaron para pensar las formas de respuesta que
las víctimas exigen al Estado, ya que los efectos psicológicos que arroja una
situación de guerra, no son en absoluto los mismos que arrojan los delitos de
lesa humanidad, donde el Estado estuvo puesto al servicio de la efectuación
de crímenes masivos contra la ciudadanía.
Algunos de esos efectos particulares son los daños transgeneracionales que
continúan produciéndose mucho más allá de la generación impactada de
modo directo por los crímenes y abusos cometidos por el Estado de Excep-
ción.
Los equipos psicoasistenciales de los organismos de Derechos Humanos del
cono sur, han abordado durante las décadas del ’70 y ’80 la tarea de asisten-
cia y acompañamiento a las víctimas, articulando redes regionales informa-
les y en medio de la clandestinidad en muchos casos, para dar respuesta a la
gravedad de los hechos que se vivían en la región.
Sin embargo y para dimensionar la importancia de la articulación de esos
procesos, en la medida que los gobiernos democráticos del cono sur en la
última década, han dado signos de implementar políticas reparatorias y de
reconstrucción de la memoria y verdad histórica, los equipos psicoasisten-
ciales de la región han comenzado a debatir acerca de la necesidad de lo que
se denominó “el traspaso a manos del Estado” de la experiencia terapéutica
recabada. Esto significa que si bien los afectados podían continuar recibien-
do asistencia psicológica, no se lograba alcanzar un “efecto reparador” en lo
asistencial, si eso no venía coordinado -de algún modo (cada país con su es-
quema propio)- con la implicación del Estado en ese proceso. La dimensión
reparadora la otorga el Estado involucrado con esas políticas. Y sus efectos
son indiscutibles y muy visibles.

39
La relación entre la reparación psíquica y el derecho a la memoria,
la verdad y la justicia
Es necesario remarcar que a pesar de las obligaciones estatales en épocas
de gobiernos democráticos en muchas oportunidades la aplicación de estas
medidas destinadas a subsanar situaciones de injusticia en grupos especí-
ficos, obedecieron, más a la presión ejercida por los propios afectados -con
independencia incluso del apoyo social-, que con auténticas reformas legis-
lativas, jurídicas o incluso por los programas y/o leyes impulsados por el
poder ejecutivo.
Esto significa que la lucha por la memoria, la verdad, la justicia y la repara-
ción, fueron en muchas oportunidades y por décadas en nuestra región, im-
pulsadas por las propias víctimas y afectados, y ese terreno de lucha impulsó
la resignificación y avances de derechos, en el plano reparatorio.
Inicialmente la posibilidad de recibir una reparación económica había gene-
rado cierta resistencia por parte de los organismos de derechos humanos in-
tegrados por afectados directos —Sobrevivientes, Madres, Abuelas, Familia-
res, Hijos, cesanteados, desocupados, exilados, etc—. Esa resistencia a recibir
“reparaciones” por parte del Estado, se fundaba en la idea de que recibir una
“indemnización” (mera traducción económica del daño) implicaba a cambio
de la vida de los desaparecidos o asesinados; o resignar el derecho al reclamo
de justicia, a cambio de una suma de dinero. Esto no fue casual, ya que mu-
chas de las leyes promulgadas en ese momento más algunas publicidades
de la época por parte de ciertos Ministerios, efectivamente producían ese an-
gustioso e insoportable dilema en las víctimas y sus familiares. Recordemos
que por ejemplo en Argentina durante ese período quienes se presentaban a
reclamar por sus desaparecidos, recibían de parte de funcionarios estatales
la indigna pregunta de “Ud está seguro que está desaparecido por razones
políticas? O se habrá ido de su casa? O mujeres que debían declarar por
muertos a sus desaparecidos para poder acceder a las cuestiones legales de
bienes en común.
Sin embargo, en ese proceso desvinculado de políticas de justicia, memoria
y verdad, donde efectivamente el valor simbólico de esos trámites “repara-
torios” se tornaban terriblemente revictimizantes, se logró un giro teórico a
partir de las luchas y los argumentos de militantes y abogados defensores de
Derechos Humanos, en épocas donde el Estado impulsaba una política de
“sospecha” sobre la veracidad de los relatos de la víctimas. Pero al compren-
der que en el ámbito internacional se exigía a los Estados la compensación
económica a las víctimas de graves violaciones a los derechos humanos, en-
tre otras obligaciones, como parte esencial de la responsabilización del Es-
tado frente a sus crímenes, fue posible constituír a la reparación económica
como una demanda legítima ante la cual el Estado debe responder.
En este sentido, dentro de los estándares internacionales en materia de De-
rechos Humanos, se define a la reparación de un modo integral, poniendo el

40
acento no solo en el aspecto pecuniario, sino y fundamentalmente en el as-
pecto simbólico de la misma. Entre los aspectos más relevantes de la repara-
ción simbólica se encuentran el reconocimiento público por parte del Estado
de su responsabilidad, las garantías de no repetición, así como la atención
médica, psicológica, jurídica y social.
¿Qué es lo reparador para las víctimas? Las medidas simbólicas muchas ve-
ces se dan en un marco invisible de trabajo, sin resonancia en las agendas
políticas de los Estados, y tienen que ver con acompañar todo el proceso
de reconstrucción de confianza por parte de los afectados, como ocurre por
ejemplo con el trabajo a nivel de asistencia en salud en centros y hospitales
públicos.
Los espacios académicos, organizaciones sociales y ámbitos educativos, son
sitios privilegiados para gestionar la articulación con otros organismos que
realicen tareas similares respecto de la transmisión de la memoria y es un
momento nodal para las propuestas de investigación, en temas que aún
no han sido suficientemente analizados respecto de los efectos sociales que
perduran, las marcas que se transmiten de manera transgeneracional, y las
respuestas estatales y sociales que las víctimas de violaciones de derechos
humanos necesitan para poder sostener un lugar que dignifique lo que han
padecido.

El papel del testimonio y de la palabra en el ámbito individual y


colectivo, luego de períodos de violencia política.
Cada testimonio se sostiene en un relato que es “actual”. Cada vez que se
vuelve a pasar por una declaración testimonial, en cualquiera de los modos
que esta tome, se vuelve a producir un sentido, y un encuentro con algo que
quizás no estaba evidenciado para el propio sujeto que lo enuncia.
Sabemos como psicoanalistas, algo que debemos aportar al ámbito judicial y
de las Comisiones de Verdad, en el marco de la Justicia Transicional, y es que
“hablar siempre tiene consecuencias”. ¿Cuáles son esas consecuencias? es
totalmente impredecible, tanto para quien habla como para quien escucha.
Y ese efecto de sentido en lo social es determinante a la hora de “hacer pasar
a lo público” lo vivido en la clandestinidad de los hechos atroces.
Una de las grandes cuestiones que hemos entendido en estos años de trabajo
colectivo en torno a los dispositivos testimoniales (no sólo por la experiencia
en nuestros países sino también por la experiencia recabada en Europa), es
que la dignidad que conlleva la producción de un testimonio, para producir
una verdad subjetiva con efectos de sentido en lo social, es una dimensión
reparadora esencial.
Podemos recordar, las palabras indignas de los SS en los campos de exter-
minio, frente a sus víctimas, cuando les decían: “Aunque lo cuenten nadie

41
les creerá”, jactándose de un saber que conoce la dimensión verdadera del
horror. “De tan horroroso, es increíble”
En tal sentido, cada testimonio de lo vivido, forja un relato que cobra una
temporalidad actual, inespecífica, extraña, y se vuelve a producir como una
nueva marca cada vez que se enuncia.
Basta pensar en el impacto que produce en una sala de audiencias, no ya
“hablar sino escuchar”, y a la inversa, el impacto que –entonces- esa escucha
provoca en quien testimonia.
En ese sentido, la construcción de estos relatos, se sostienen en un tiempo
que no es cronológico, sino lógico, de modo que algo que ocurrió hace 4 ó 5
décadas atrás, no se aleja de la eficacia dolorosa, sino que siempre se reactiva
provocando nuevas dimensiones del dolor psíquico.
Los dispositivos concentracionarios creados en el siglo XX, debe impulsar-
nos a pensar en la despatologización de las víctimas de esos dispositivos, en
el momento donde esos sujetos afrontan la situación de declaración. Hay
una tentación importante, muchas veces, incluso por parte de muchos profe-
sionales de la salud mental, de tratar a un sobreviviente, o a un “declarante”
que traspasará a ámbito público su experiencia, como un “paciente”. Y este
es un riesgo del cual debemos estar advertidos porque pone en peligro la
dimensión reparadora del testimonio.
En la experiencia desarrollada en otros países de la región, podemos encon-
trar que hay una gran dificultad para llevar adelante procesos testimoniales
(tanto sea en juicios orales con sanciones penales, como en comisiones de
verdad, etc) vinculados a delitos de lesa humanidad, sólo desde el discurso
jurídico. Muchos testigos ya prestaron su declaración en múltiples oportu-
nidades, tanto sea ante organismos internacionales de Derechos Humanos
como ante organismos locales. Pero debemos recordar que muchos de esos
testimonios fueron destruidos incluso por allanamientos vinculados a accio-
nes estatales, o paraestatales, lo cual exigió de sucesivas reconstrucciones de
los mismos. También (como en el caso argentino o chileno) donde se desa-
rrollaron juicios en el exterior por jurisdicción universal, o incluso cuando
se desarrollaron juicios “in absentia” a torturadores argentinos en Italia y
Francia, los sobrevivientes ofrecieron su declaración.
Todos esos procesos de memoria y verdad que se desarrollaron en nues-
tros países, como los testimonios que se ofrecen en la actualidad ante las
comisiones de la verdad o la comisión de amnistía como es el caso brasilero,
permiten la reconstrucción de la verdad histórica. Y es central entender que
aún cuando hayan pasado varias décadas, esa reconstrucción cobra todo su
sentido. Enzo Traverso, nos recuerda que “Auschwitz no existió mientras salía
humo de las cámaras de gas, sino 50 años después cuando la sociedad estuvo dis-
puesta a escuchar lo que allí había sucedido” (Políticas de la memoria. Tensiones
en la palabbra y la imagen), esto puede orientarnos a la hora de pensar los

42
procesos de memoria, verdad y justicia y para analizar la trascendencia de
la producción de esos procesos, donde la sociedad pueda implicarse de un
modo más efectivo.
El debate sobre la verdad jurídica y la verdad subjetiva de estos particulares
hechos, hace que ya nadie puede dudar de la veracidad de esos relatos. Esa
es la primera condición de dignidad que se debe establecer desde los esta-
mentos gubernamentales, y no sólo desde el Poder Ejecutivo, sino desde los
tres poderes que intervienen en la planificación y ejecución de políticas de
memoria, verdad y justicia.
Emerge una dimensión novedosa vinculada a los efectos de haber sido escu-
chados por el Estado. En estos procesos cuando los testigos hablan, testifican,
la presencia de representantes del Estado y de la comunidad que acompañe
esas declaraciones, se tornan esenciales en términos de los efectos reparado-
res, ya que lo que los testigos relatan es lo que nos sucedió a todos.
Al escuchar, la comunidad “se deja tocar por esas palabras”, y nadie sale
igual de esas audiencias, luego de enfrentarse con el horror de los hechos
vividos por ciudadanos, de su comunidad. Se produce entonces, una cons-
trucción colectiva que permite ir armando un discurso nuevo con efectos
reparadores en quienes lo enuncian.
Lo que se desenmascara en esos procesos, es el poder omnímodo del Esta-
do en su expresión radical. El carácter de “acontecimiento” en términos de
Badiou, implica que los delitos de lesa humanidad, instauran un antes y un
después en la estructura social del país, con consecuencias culturales dura-
deras y transmisibles en las futuras generaciones
De este modo, sostenemos que así como la acción criminal que sustenta el de-
lito de Desaparición Forzada y otros delitos de lesa humanidad, están tipifica-
dos en el campo del derecho como delitos imprescriptibles, del mismo modo,
los daños que provocan, tampoco caducan, tampoco prescriben, y muy por el
contrario provocan efectos imprescriptibles también, que afectan sobre todo el
Proyecto de Vida, como bien lo describe el Protocolo de Estambul.
En este contexto el deber reparador del Estado, se plasma a través de la im-
plementación de políticas que apunten a transformar el soporte sobre el cual
producir el montaje de la simbolización de la muerte imposible que provo-
can las desapariciones forzadas, como así también , los diversos actos simbóli-
cos de señalización de sitios de memoria, conmemoración de fechas que las
víctimas consideran importantes, cambio de nombres a determinados sitios
o calles significativas, etc) Sabemos que de estos fragmentados relatos, tam-
bién dependerán en buena medida, las posibilidades de reconstrucción de la
verdad omitida por el propio Estado en tiempos de impunidad.
También es importante resaltar que en términos de anudamiento de políti-
cas públicas en salud mental y su relación con los testimonios, el derecho a
la ritualización del duelo, quedo truncado en muchas familias de la región,

43
y debemos reconocer la eficacia inconmensurable de los actos estatales de
reparación por ejemplo ayudando a la restitución de restos óseos, y acom-
pañando a los familiares a que puedan finalmente enterrar a sus muertos,
como instancias productoras de amplios efectos dignificantes en todo el te-
jido social.
Además, producción de relatos sociales legitimados por el Estado, pueden
ayudar a tramitar el dolor vivido en un espacio público, dándole la oportu-
nidad a las víctimas directas de salir del encierro del dolor íntimo, -y siempre
bajo sospecha- que se impuso durante los largos años dictatoriales en nues-
tras sociedades.
Se pregunta Foucault, cómo saber si un hombre dice la verdad? Y esto se toca
con la pregunta que enfrentamos diariamente en el marco de nuestra prácti-
ca en los procesos de producción de memoria y de justicia.
La ligazón entre Estado y delito cambia de raíz las coordenadas del sentido.
“Los muertos demandan a los vivos: recordadlo todo y contadlo, no sola-
mente para combatir los campos sino también para que nuestra vida, al dejar
de sí una huella, conserve su sentido” (S. Todorov, Frente al límite)

Referencias bibliográficas:
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la tortura y otros tratos o penas crueles inhumanos y degradantes, Oficina del
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ticas de Memoria. Tensiones en la plalabra y la imagen, Univ. del Claustro de
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-Alan Badiou, El ser y el acontecimiento, Ed. Bordes Manantial, 1999
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do. Primeras experiencias, Ed, Secretaría de Derechos Humanos de la Nación,
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-Primo Levi, Los Hundidos y los salvados, Ed Muchnik, Barcelona, 2000
-Michel Foucault, La verdad y las formas jurídicas, Ed Gedisa, 1980

44
Intervención psico-social en catástrofes y desastres
Ética y Política de la Intervención

Eduardo Viera1

Resumen
Trabajar con otros y no para otros implica una determinada ética y política
de laintervención. Se trabajan en el escrito los conceptos contenidos en el
título, problematizando sobre sus implicaciones, situadas en las tareas que
asumimos. El enfoque desde donde se plantean estas reflexiones se sostiene
en la Psicología de la Liberación, una psicología política desde América La-
tina para América Latina. Desde esa perspectiva las prácticas profesionales
y disciplinarias que trabajamos en catástrofes, emergencia social y violencia
política.

Palabras clave: Intervención psicosocial, Ética, Política, Catástrofes

La intervención: un asunto en el que nos ubicamos


Ingresamos a un territorio que tiene una historia previa, un proceso y un
conjunto de agentes que lo construyeron, que lo viven, y del cual tienen sa-
beres y prácticas acumuladas y por producir. En ese territorio con historia,
pleno de saberes visibles e invisibles, resulta imprescindible la capacidad de
la humildad (humus – contacto con la tierra) permitirnos y habilitar actitu-
des y aptitudes con una disposición técnica para el trabajo con esos otros y
otras, portadores de experiencia y proceso.

Veamos algo de eso que consideramos necesario para esa disposición:


•Disposición a escuchar y dar un cierto orden posible al conjunto de datos y
vivencias incluidas en la o las demandas de intervención, pero sabiendo que
es un orden posible dentro de tantas otras opciones y, por tanto, escuchar
con oídos abiertos a la diferencia.
•Preguntarnos desde qué lugar estamos posicionándonos frente a los otros
actores, que encargos asumimos cuando trabajamos con los sujetos y colecti-
vos y por cuales optamos. En ese sentido un posicionamiento ético y político
imprescindible.
•De-construir nuestras propias construcciones, lo que nos hizo y nos hace
como profesionales y sujetos, posicionados desde ciertos marcos teóricos,

1
Eduardo Viera. Licenciado y Doctor en Psicología. Universidad de la República del Uruguay.

45
vivenciales, ideológicos; los discursos que nos hablan y los discursos que
hablamos y ponemos en acción.

Intervenir: tomar parte para de-construir y construir, para des-ideo-


logizar e ideologizar, para transformar, transformándonos.
“Ser parte” entre tod@s hacia nuevas formas posibles de hacer, sentir, pen-
sar (1) Los colectivos, un conjunto de personas que comparten tiempos y
espacios comunes (una cotidianeidad que construyen y les afecta), objetivos
y tareas que los nuclean y articulan, una historia que los refiere, una cierta
temporalidad construida en el encuentro.
En cuanto a enfoques y definiciones, hay mucho para discutir respecto a los
mejores modos de precisar los campos de la intervención. Consideramos que
más que enfrentarnos a una dificultad epistemológica nos parece un profun-
do tema político, en tanto podemos dar por sentado que esos espacios y esas
personas con las que trabajamos desde una propuesta comunitaria, psico-
social, de educación popular u otros enfoques, son de por sí lo que nuestros
campos disciplinares o subdisciplinares quieren que sean. Por ello es central
la postura axiológica e ideológica desde la cual nos instalamos, como defini-
mos nuestro objeto-sujeto de trabajo y la intervención con él.

Genealogías de los aconteceres de la vida cotidiana. La intervención supo-


ne una co-construcción y construcción colectiva y se constituye por tanto en
un proceso de empoderamiento (Rebellato, 2000). Trabajamos con los otros
en el fortalecimiento de sus capacidades, apostando a co-construir concep-
ciones distintas de un sí-mismo alienado, adscripto a una cierta postura he-
gemónica dominante y dominadora.
¿Cuándo la catástrofe emerge, que precedentes a la situación existían para
las características del evento? En este sentido, planteamos que pueden existir
eventos desencadenantes naturales pero que los efectos son siempre sociales.
De-construir ciertos encuadres internalizados elaborando colectivamente
las ansiedades en él contenidas, cuestionando en la praxis las invariables,
atendiendo a lo inmanente de cada situación, elaborando estrategias parti-
culares desde una postura crítica y propositiva.
“Hace falta la valentía del renunciamiento a las certezas para poder dispo-
nerse a pensar en situación, para hacerle lugar a la inmanencia con toda su
carga creadora” (Ferrara, 2003: 82)
Cada estrategia es un problema a formular, para lo cual contamos con una
serie de herramientas conceptuales y técnicas. Éstas últimas son apenas ins-
trumentos y no un fin en sí mismas, por lo cual cada intervención nos inte-
rroga sobre los mejores procedimientos a utilizar.

46
(...) Alguien – el técnico- a la manera de un prestidigitador conoce sus alcan-
ces, efectos y consecuencias y consecuentemente aplica la técnica, buscando el
efecto esperado y esto lo sabe cualquier técnico consciente o inconscientemen-
te. Toda técnica es en sí misma anticipatoria, anticipa un campo fenoménico,
a-prioriza y reduce a sus esperados efectos el campo de intervención. En esto
radica su violencia, la imposición (“aplicación”) de su orden a las realidades
que manipula (Raggio, 1999)

Como decíamos en otros textos,


En estos tiempos actuales, donde algunos hablan de globalización en forma
indiscriminada, y en realidad lo globalizado es una lógica de mercado, domi-
nada por un conjunto de capitales financieros transnacionales. Donde la bre-
cha ricos-pobres se acentúa, remarcando todas las otras brechas signadas por
la dominación. Donde nuevos problemas plantean desafíos a nuestras ideas y
prácticas. En estos tiempos, resulta urgente integrar herramientas e ideas ori-
ginales acordes a nuestros contextos, para producir con otros/as los caminos
hacia mejores tiempos (…)e importa deconstruir demandas y tareas, producir
conocimiento y acción desde y en la vida cotidiana, que desde la diversidad y
similitud de nuestras historias, hacen a proyectos comunesaún por realizar y
siempre por potenciar (Viera, 2008: 29)

Elina Dabas (2001) plantea que el Actor Social es toda aquella persona o gru-
po capaz de transformar de forma activa su entorno, al tiempo que, en este
proceso, logra su propia transformación.
Hablamos de una intervención que propone tomar en cuenta los procesos
de concientización y desideologización como estrategia privilegiada; To-
mando aportes de Freire (1963, 1967) y Martín-Baró (3) hablamos de con-
cientización, en el sentido de cuestionar y problematizar junto con los sujetos
singulares y colectivos el porqué de sus condiciones de vida apostando a la
des-naturalización de las mismas. Proponemos asimismo la des-ideologización,
procurando la visualización de las relaciones de poder implícitas en tales
condiciones, abriendo visibilidad de cómo éstas operan en tanto obstaculiza-
doras, resistentes a cambios necesarios y posibles.
Actuar desde el enfoque precedente implica ensayar trabajar con la meto-
dología de investigación-acción-participativa. (4) Decimos “ensayar” pues,
indudablemente, resulta conflictivo y complejo lograr la asunción de acti-
tudes activas de los sujetos y nuestras propias capacidades de apertura al
cuestionamiento desde otros saberes. A veces los tiempos urgen para esos
procesos pero, asimismo, debemos considerar a cuales de los tiempos toma-
mos como parte de la intervención. No sólo los inmediatos al evento y sus
efectos parecen ser los necesarios de nuestra intervención, y en eso toda una
tarea nuestra para generar consciencia en todos los actores de la importancia
del trabajo a corto, mediano y largo plazo sobre un proceso que tiene una
historia hacia atrás pero también hacia delante, hacia el futuro.

47
La metodología de investigación-acción-participativa
•desafía a respetar tiempos y procesos diversos de los implicados,
•negociar saberes y corrernos del lugar de los expertos que deben decir “lo
que hay y lo que se debe hacer”,
•soportar y sostener las contradicciones que se presentan en el trabajo
•tomar distancia, pero en tanto distancia posible y nunca en la que dicen los
manuales referida como distancia optima,
•contener los propios análisis y reflexiones para facilitar elucidaciones con-
juntas,
•construir cambios con los actores sin dejarnos tentar por nuestros autodiag-
nósticos,
•acompañar los procesos hasta aceptar el momento en que debemos partir,
asumiendo como un buen proceso el que la organización, grupo o colectivo
no recuerden o reconozcan nuestras contribuciones y se conecten fundamen-
talmente con el aporte y acción colectiva que fueron construyendo,
•contribuir desde un rol habilitante a la emergencia de situaciones transfor-
madoras de todos los actores involucrados,
•de-construir para ayudar a construcciones siempre situacionales y siempre
propias y apropiadas por los agentes con quienes trabajamos.

En este sentido, una búsqueda constante y un aprendizaje continuo, donde


como decía Freire (1971), “nadie educa a nadie, nadie se educa solo”.
Cada encuentro con el Otro, con los Otros/as es una negociación de símbo-
los, valores, estereotipos, etc.; de ese encuentro surgen nuevos aspectos que
resulta fundamental evaluar con los colectivos, algo de lo que la investiga-
ción-acción-participativa plantea y que Freire completa desde su planteo del
diálogo como herramienta revolucionaria:
¿Cómo puedo dialogar, si alieno la ignorancia, esto es, si la veo siempre en el
otro, nunca en mí?
¿Cómo puedo dialogar, si me admito como un hombre diferente, virtuoso por
herencia, frente a los otros, meros objetos en quienes no reconozco otros ‘yo’?
¿Cómo puedo dialogar, si me siento participante de un ‘ghetto’ de hombres
puros, dueños de la verdad y del saber, para quien todos los que están fuera
son ‘esa gente’ o son ‘nativos inferiores’?
¿Cómo puedo dialogar, si parto de que la pronunciación del mundo es tarea
de hombres selectos y que la presencia de las masas en la historia es síntoma
de su deterioro, el cual debo evitar?

48
¿Cómo puedo dialogar, si me cierro a la contribución de los otros, la cual ja-
más reconozco y hasta me siento ofendido con ella?
¿Cómo puedo dialogar, si temo la superación y si, sólo en pensar en ella, sufro
y desfallezco?
(.........)
En este lugar de encuentro, no hay ignorantes absolutos ni sabios absolutos:
hay hombres que, en comunicación, buscan saber más.”(Freire, 1971: 91)

Construir Diálogo, implica estar atentos/as a nuestras pre-nociones, a las


teorías sobre la realidad y no desde y con la realidad, romper mitos y/o
matrices de pensamiento que juegan en todos nosotros, de diversas formas
y con distintas intensidades, sin caer en el idealismo de que ningún vicio
cultural-ideológico se nos va a “colar”. Saber que la mejor medida contra ello
es que la tarea sea de verdad colectiva en análisis y evaluaciones. Algunos
autores hablan de las “cegueras de segundo orden” (5), aquellas que desde
nuestro marco social, cultural, ideológico, impiden que ciertos fenómenos o
situaciones entren dentro de los márgenes de nuestra visibilidad. Si aposta-
mos a procesos de emancipación, liberación, colectivos, importa constante-
mente estar atentos/as a cuestionar lo dado, a concebir múltiples formas de
hacer, sentir y pensar, sin considerar una sola como la válida. Enfrentar al
pensamiento único, no importa cuán reaccionario o progresista este sea.
Muchas veces se habla de la “función bombero” respecto a la intervención
psicosocial, algo así como ir a apagar los incendios que ciertas lógicas pro-
vocan. Consideramos que no se trata de apaciguar o mitigar los daños de
un sistema injusto, sino de ayudar a cambiarlo; claro está, sin incrementar
“fuegos” en forma irresponsable y a-crítica, donde el único efecto resultante
sea nuestra satisfacción ideológica personal y los quemados de siempre re-
sulten más quemados aún, más vulnerados. Saber de dónde provienen los
“incendios”, pero sin dejar que el fuego desbaste lo que se viene quemando.
Apostar a las transformaciones desde la apropiación por la gente de la ne-
cesidad de transformaciones y no porque nosotros/as creamos necesaria y
válida un tipo de transformación. Lo que aparece, lo que se muestra tiene
una historia, un conjunto de procedencias que sustentan esa aparición. (6)
Acorde a esto, trabajar con una postura genealógica ante los acontecimientos
en los que estamos interviniendo, para re-construir con los actores el tiempo
efectivo de su cotidianeidad.
En tanto lo que venimos hablando, diríamos que la primera gran capacidad
para el trabajo en el terreno de las catástrofes y desastres-así como en otros
terrenos de nuestras intervenciones- diríamos que es fundamental la sensibi-
lidad necesaria y el respeto para con los Otros como Otros, no como “pobla-
ción afectada” o “necesitada” sino como sujetos singulares y colectivos con
saberes y potencias para hacer, con memorias e identidades que construyen
habilidades para reproducir la vida. Permitirnos la apertura para aprender

49
y transformarnos en la misma intervención, sin manuales previos que es-
tablecen como se debe actuar, pero sí con planes tácticos y estratégicos que
apuntan a la mejora en las condiciones actuales y la transformación de las
situaciones causales de dichas condiciones.

Catástrofes, desastres. Eventos con historia


Vivimos en un Continente donde continuamente se viven situaciones de ca-
tástrofe, muchas de ellas endémicas, pero que no por eso dejan de ser ca-
tastróficas (hambre, miseria, etc.). Vivimos en países donde la pobreza, el
desempleo, la discriminación de género, niñ@s adolescentes y adult@s en
situación de calle, violencia doméstica, cárceles desbordadas espacial y ju-
rídicamente, etc., se naturalizan, se vuelven parte de lo que tocó en suerte y
éstas son, para nosotros, catástrofes cotidianas que ya ni consideramos como
tales, en tanto se constituyen e internalizan como parte del paisaje habitual
de nuestros mundos de vida.
Los derechos humanos –no sólo singulares, sino colectivos y de pueblos- si-
guen siendo una constante búsqueda de concreta y real efectivización, más
allá que existan múltiples acuerdos firmados que enunciativamente dicen
que se va a cumplir lo que no se cumple.
Es necesario incluso reflexionar sobre la universalidad excluyente de ellos:

¿Desde qué lógica se enunciaron?


¿Bajo qué supuestos implícitos?
¿Desde qué sistema socio-político-económico?

En esa línea de interrogación, podríamos preguntarnos qué pasa con lo que


pasó en nuestros países: Las dictaduras, los terrorismos de estado vividos en
nuestro continente, han dejado hondas huellas, traumas psico-sociales que
es necesario seguir trabajando, aportando desde nuestra especificidad, tanto
en el proceso de reconstrucción de las memorias e identidades colectivas,
como en el logro de elaboraciones sociales y psicológicas sostenidas en la
justicia y la reparación de las heridas que siguen abiertas y, a veces, se expre-
san en las formas posibles que el silencio y lo forcluido permiten. El tiempo
histórico no es lineal, es un tiempo complejo y genealógico. Aquel pasado es
presente y actúa en hechos y circunstancias no siempre comprendidas. Mu-
cha tarea tenemos para intentar elucidar esas eficacias del pasado del terror
en nuestros presentes de post-transiciones democráticas.

50
Intervención Política - Política de la Intervención
Nuestra intervención es política en el más profundo sentido del término y,
tanto por acción como por omisión, contribuimos desde un cierto poder le-
gitimado a la instauración de normalidades y alienaciones en la sociedad
que vivimos, nos construye y construimos. Martín-Baró planteaba: “El ideal
no consiste en buscar la asepsia a toda costa, cuanto en tratar de adecuar el
propio quehacer científico a los valores por los que uno opta en la vida…”
(Martín-Baro, 1983: 45-46) Valores que siempre están en nuestras prácticas,
implícita o explícitamente. Las teorías que suscribimos, las metodologías
que elegimos aplicar, el recorte de la realidad sobre el que posamos la mi-
rada y la acción, los objetivos que nos planteamos, en fin, nuestro quehacer
científico produce y es producido desde cierta subjetividad y, por ello, la
tarea de problematización que hacemos frente a las situaciones con las que
trabajamos deben incluir la problematización sobre nuestros propias opcio-
nes de intervención.
...Un racionalista amaestrado será obediente a la imagen mental de su amo, se
conformará a los criterios de argumentación que ha aprendido, se adherirá a
esos criterios sin importar la confusión en la que se encuentre y será completa-
mente incapaz de darse cuenta de que aquello que él considera como la voz de
la razón no es sino un post-efecto causal del entrenamiento que ha recibido;
será muy inhábil para descubrir que la llamada de la razón a la que sucumbe
con tanta facilidad, no es otra cosa que una maniobra política (Feyerabend,
1981: 9)
Las formas de afrontamiento con catástrofes y emergencias, en demasiados
casos, han sido improvisadas, sin articulación ni planificación concreta y con
muy poco cuidado del recurso humano que actúa en estas situaciones (bom-
beros, policías, enfermeras, etc.). En varias de las tareas que hemos realizado
con situaciones de emergencia y/o catástrofe, comprobamos una reacción
inmediata, casi “natural” de los colectivos, que responden con solidaridad
y compromiso por el otro, pero también, generando a veces conductas de
riesgo para la propia vida, para el otro y/o para la acción planificada de sal-
vataje o apoyo. Las instituciones, asimismo, articulan sus saberes y prácticas
en la urgencia, constituyen una red transitoria para responder a la situa-
ción emergente. Luego, poco a poco, y a medida que la situación comienza
a normalizarse, vuelven a sus lógicas de instituciones completas con poca o
ninguna articulación entre ellas. Algo similar puede pasar con los miembros
de la comunidad. (7)

- estuvo bien bueno lo que hicimos, respondimos rápido y todos juntos, pero es difícil
sostener esa integración en el día a día

En varias intervenciones hemos escuchado planteos como éstos.


Resulta fundamental para la intervención en catástrofes considerar la cul-
tura o culturas del contexto en que se actúa e intentar incidir en la reflexión

51
sobre dicha cultura. Construir transformaciones posibles que permitan no
sólo afrontar los efectos mediatos e inmediatos de la situación vivida, sino
prevenir y producir acciones de afrontamiento de los riesgos y las vulnera-
bilidades. Estamos hablando de un posicionamiento en la intervención que
define la particularización de ella ante cada cultura, cada contexto, cada sin-
gularidad (8). Buscar con los colectivos con los que trabajamos identificar los
aspectos relevantes y priorizados en sus contextos y las transformaciones
posibles y necesarias para un mejor afrontamiento de la situación vivida y
otras eventuales futuras.

Nos parece importante explicitar algunos preceptos básicos que confluyen


en este enfoque de la tarea:
•Pensamos a las catástrofes como situaciones que, en muchos casos si bien
iniciadas por eventos de la naturaleza, generan siempre situaciones que son
sociales, culturales y, en ese sentido se convierten en catástrofe. Cuando se
derrumba una montaña o cerro o morro sobre un conjunto de viviendas,
matando o dejando sin techo a muchas víctimas, ¿por qué esas viviendas
estaban en ese lugar?, ¿cuáles eran las condiciones de seguridad de esas vi-
viendas?.... En todos los casos nos parece sustancial hacer esas preguntas
con el colectivo en un cierto proceso que podríamos llamar, parafraseando
a Freire y Martín-Baró, de concientización. Sólo, en tanto las víctimas (9) se
hacen esas y otras preguntas y pueden de-construir el proceso que las ubicó
en tal posición, pueden construir alternativas diversas a la constante vulne-
rabilidad.
•Cuando hablamos de vulnerabilidad preferimos hablar de procesos de vul-
neración, registrando la construcción socio-histórica, política y cultural de
dicho estado, que no lo es tal, sino un devenir, con pasado, presente y tam-
bién futuro.
•Consideramos importante resaltar el carácter de sobreviviente de los su-
jetos que vivieron las catástrofes, en tanto el papel activo y vital que esto
implica. Actores sociales y no agentes pasivos de la situación vivida y de la
propia intervención que trata de apoyarlos.
•Estar atentos a no filtrar desde una posición cultural, ideológica, teórica,
los datos y conocimientos que se adquieren en el trabajo con los colectivos.
Tratar de ser fieles a los encuentros con la gente, considerando como decía
Freire, que nadie educa a nadie, pero que tampoco nadie se educa solo; todos
y todas tenemos para enseñar y aprender en un proceso que Pichón Riviére
llamaba de “enseñaje”.
•Contradicciones múltiples se generan entre el organismo u organismos que
contratan la tarea de intervención psico-social y las necesidades concretas
de los colectivos; contradicciones que siempre están en cualquier tarea y que
pueden ser motor de acción, en tanto nos permitamos aceptarlas y asumirlas
como parte de las lógicas de la intervención.

52
•Dar cuenta pero no “haciendo de cuenta”. Construir caminos viables de
transformación de las situaciones en las que actuamos.
•Analizar la viabilidad de las acciones posibles. Demasiadas experiencias
han contribuido a fortalecer en los colectivos un sentimiento de “más de lo
mismo”. Más vale una acción pequeña y posible, que grandes proyectos o
inicios de acciones con un desarrollo abandónico final. Muchas promesas
reciben los oprimidos, los colectivos explotados, como para que nosotros ac-
tuemos reforzando ese sentimiento de nada es posible, o todo es mentira.
•Aprender a reconocer los detalles importantes, relaciones y significados.
El respeto a la diversidad y a las múltiples formas posibles de ser y hacer,
permiten ponerse lentes adecuados para registrar detalles y articulaciones
entre ellos. Para el uso y la elección de esos lentes, resulta sustancial trabajar
en conexión con agentes, actores y actrices de los territorios, que permiten
entender y significar aspectos observados o invisibilizados. Los líderes loca-
les son figuras pertinentes e importantes, pero importa también no quedar
entrampados en su discurso. Existen otros discursos que no siempre son re-
gistrados pordichos líderes y, además, los discursos no pasan sólo y única-
mente por lo verbal; los espacios hablan si sabemos escucharlos.
•Tomar en cuenta que la realidad es una construcción social e histórica y
que, como tal, existen intereses diversos para construirla y definirla de cierta
manera. Por ello es sustantivo confrontar datos y hechos, observar los movi-
mientos y cambios, investigar sobre las procedencias de la realidad actual y
visible (10)
•Apostar a transformar y no sólo a mitigar el sufrimiento. Saber que si nues-
tra apuesta en la intervención se reduce exclusivamente a aliviar síntomas
sin considerar los procesos de traumatización, la situación se manifestará
tarde o temprano de otra manera.
•Intervenir con un enfoque liberador (11)
•Trabajar con el colectivo para construir conceptos colectivos sobre la vida
digna.

Sintetizando
Diríamos entonces que aspectos centrales a tomar en cuenta para una inter-
vención ética implica:
•Fidelidad y compromiso con los enfoques teóricos definidos consciente-
mente.
•Opción ética, estética y técnica por los más desfavorecidos y por las trans-
formaciones necesarias.
•Construcción de saberes del encuentro, siempre diversos y siempre posi-
bles.

53
•Visibilización de otros mundos posibles y necesarios.
•Respeto a las diversidades culturales y la capacidad de articular experien-
cias.
•Capacidad para construir redes de denuncia, acción y trabajo de equipo; no
trabajo en equipo o equipo de trabajo (Viera, 2007)
•Análisis crítico constante de las acciones, de la realidad y de nosotros mis-
mos como co-operantes en las prácticas

Ni el papel de benefactor, de experto, de vocero, de ser un poblador más,


parecen adecuarse a los intentos de hacer una psicología transformadora, el
desafío es entonces transformarse en agentes conscientes y críticos del pro-
ceso de cambio.

Nada más, ni nada menos.

Referencia de notas
1- Ver, Pichón Rivière, Enrique (1985), El proceso grupal. Del Psicoanálisis a la Psicología
Social, Buenos Aires: Nueva Visión
2- En el sentido que reflexionamos en el texto sobre los posicionamientos teóricos e
ideológicos, cabe considerar planteos y problematizaciones de la autora citada en
diversos momentos históricos, influidos claramente en cuanto al contexto socio-po-
líticode su país, Venezuela, y su implicación ante esos procesos.
3- Ver entre otros: Martín-Baró, Ignacio (1985) De la conciencia religiosa a la con-
ciencia política, Boletín de Psicología de El Salvador 4, (16), pp. 72-82.; (1985) La desi-
deologización como aporte de la psicología social al desarrollo de la democracia en
Latinoamérica, Boletín de la AVEPSO(Venezuela) 8, (3), pp. 3-9.; (1986) Hacia una
psicología de la liberación, Boletín de Psicología de El Salvador 5, (22), pp. 219-31
4- Ver: Fals Borda, Orlando (1967) Ciencia y Compromiso, en ECO Revista de la Cul-
tura de Occidente, Tomo XVI/2, (92), Bogotá, diciembre de 1967, pp. 181-200.; (1978)
Por la praxis: el problema de cómo investigar la realidad para transformarla, en
Simposio Mundial de Cartagena, Crítica y política en ciencias sociales, Bogotá, Punta de
Lanza-Universidad de Los Andes, Vol. I, pp. 209-249; (1980) La ciencia y el pueblo:
nuevas reflexiones sobre la investigación-acción, en Asociación Colombiana de Socio-
logía, Lasociología en Colombia: balance y perspectivas, Memoria del Tercer Congreso Na-
cional de Sociología, Bogotá, 20-22 de agosto de 1980, pp. 149-174; (1986) La investiga-
ción-acción participativa: Política y epistemología, en Camacho G. (ed.), La Colombia
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praxis rural, Lima: Mosca Azul; Aspectos teóricos da pesquisa participante, en Brandao,
C. (ed.) (1981), Pesquisa Participante, Sao Paulo: Brasiliense

54
5- Ver Von Foerster, Heinz &Bateson, Gregory en Schnitman, Fried (1995) Nuevos
paradigmas, cultura y subjetividad, Buenos Aires: Paidós, pp. 91-113
6- En Uruguay un presidente decía que dejáramos de tener “los ojos en la nuca” (no
mirar el pasado y considerar todas las infamias cometidas por la dictadura militar);
un indio guaraní decía algo así como “ustedes los blanquitos son bastante sonsos,
pasan mirando al futuro sin darse cuenta que lo único que existe es el pasado”.
7- En Uruguay se han realizado importantes esfuerzos para articular acciones a tra-
vés del Sistema Nacional de Emergencia (SNIS) y las diversas instituciones implica-
das, apuntando no sólo a la intervención ante el hecho consumado sino en acciones
de prevención posibles.
8- No hay manuales o protocolos absolutos para no importa que cultura o contexto.
9- Franz Hinkelammert habla del sistema capitalista como un sistema productor de
víctimas. Ver entre otros: (1983) Dialéctica del desarrollo desigual , San José, Costa Rica:
Editorial Universitaria Centroamericana; (1978) ; Las armas ideológicas de la muerte,
España: Ediciones Sígueme; (1978) ; Democracia y totalitarismo, San José, Costa Rica:
DEI; (1984) Crítica a la razón utópica, San José, Costa Rica: DEI; (2009) La crítica de
la economía política, la crítica de la religión y el humanismo de la Praxis; (1998) El
proceso de globalización y los derechos humanos: la vuelta del sujeto.
10- Seguimos en estos planteos perspectivas como la propuesta genealógica de Mi-
chelFoucault y el construccionismo de Berger y Luckmann.
11- Cuando referimos a enfoque liberador estamos hablando básicamente de plan-
teos sustentados y propuestos por Freire, Martín-Baró, Rebellato, entre otros auto-
res, y con elcual desarrollamos las propuestas de esta contribución.

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57
58
Catastrofes Sociales: promoción del pasaje de la vulnera-
bilidad al desarrollo resiliente.
María Teresa Ravagnan1

Introducción
Se denomina “Catástrofe” al suceso que altera un orden supuestamente re-
gular y produce un efecto grave.
Aún en catástrofes naturales, como delimitan varios autores, entre ellos Sil-
via Bleichmar (2003) el hecho de que se produzcan, como la gravedad de
sus efectos; son producto del descuido, de la negligencia y de la falta de res-
ponsabilidad de los gobiernos de los países en los que ocurren. Esta misma
autora refiere el problema de la ―naturalización― de las catástrofes sociales
o las históricas, por cuanto su presentación se considera como algo del orden
de lo natural, imposible de ser enfrentado.
Cuando la catástrofe ocurre, siempre causa conmoción y genera un impacto,
no sólo en el psiquismo de cada persona damnificada sino en la sociedad,
que se muestra vulnerable frente a lo acontecido.
En forma creciente, ante las diferentes situaciones de catástrofe acaecidas
en nuestro país (atentado a la AMIA, explosión de la fábrica militar de Río
Tercero, atentado a la Embajada de Israel, el “corralito” del 2001, etc.), los
psicoanalistas argentinos han comenzado a abordar ésta problemática com-
pleja, con la finalidad de comprenderla debiendo re conceptualizar nociones
como la de traumatismo y otros procesos subjetivos con la finalidad además
de reorientar las estrategias clínicas.
Así también desde éste enfoque y otros de orientación psicosocial se elabo-
ran diferentes diseños de intervención, que involucran a los profesionales de
la Salud Mental, en un trabajo interdisciplinario.
Debido a la creciente producción teórica-empírica en torno a la temática y la
complejidad de la misma, se referirán en este trabajo algunos aportes teóri-
cos significativos y se reseñará la experiencia de una intervención temprana
interdisciplinaria en empleados del Correo Oficial de la República Argenti-
na, afectados por la inundación ocurrida en algunos barrios de la ciudad de
la Plata, el 2-3 de abril de 2013.

Efecto de las catástrofes sociales


Según M. Benyakar (2004) en situaciones de catástrofe nos encontramos fren-
te a un ―evento fáctico disruptivo―; las personas, comunidades e institucio-
nes atraviesan una alteración de un estado existente anterior de equilibrio y
homeostasis.
1
María Teresa Ravagnan. Licenciada en Psicología. M.P 6548

59
Numerosos autores han descripto los efectos que sobrevienen luego de una
catástrofe.
El término ―impacto― adquiere, según Mirta Holgado (2013) importancia
en cuanto define esencialmente lo que ocurre con los afectados por una ca-
tástrofe. El impacto causa una desestructuración, una modificación seria,
que produce síntomas y angustia y si bien las manifestaciones pueden ser
transitorias, no por ellas son menos profundas.
Para Luis Hornstein : “La irrupción” propia de la catástrofe contradice “lo
cotidiano”, que supone un curso regular, previsible, rutinario, es decir, una
serie de “hechos” que pueden ser pensados y previstos en tanto coincidan
con lo representado” … “Cuando sobreviene la catástrofe se establece un
corte en la regularidad de la vida, si ésta fue concebida como continua y lo
que se haga de ahí en más adquiere otro sentido, en realidad adquiere un
sentido otro y a veces se establece como diferente de la vida previa.
Según este autor tanto la catástrofe como el accidente son para el psiquismo
evidencias de lo real, de lo exterior, que exceden el espacio de la interioridad
y superan la significación instituida, resultando ésta insuficiente. El sujeto
deberá instituir otra significación y fundar otra subjetividad.
Mirta Holgado (2013) expresa que el encuentro catastrófico actúa como un
“agujero en el tiempo”. El efecto de éste encuentro en la sociedad lo “tiñe
todo”. No se trata de cuerpos anónimos, sino que existe una historia. La tra-
ma del tiempo se deshace quedando reducida a ese instante catastrófico. El
tiempo es irrepresentable en tanto funciona como pérdida.
Diego Rolfo y Daniel Slucki entre otros, (2003), consideran que el efecto de
lo no simbolizable toma el comando en el devenir del cuerpo social y de
los individuos que lo componen, causando sensaciones de ”inermidad”, “un
terror sin nombre” y la percepción de insuficientes recursos para proteger
al psiquismo del derrumbe, sumada la imposibilidad de imaginar un futuro
sobre el presente desorganizante.
Surgen vivencias de desesperanza, indignación, inseguridad, desamparo,
indignación y odio, además del sentimiento de devastación que implica la
destrucción de los referentes sociales.
En el contexto social la devastación implica la destrucción de los referentes
sociales.
En algunas ocasiones, como señala S. Bleichmar emerge ante lo traumático el
riesgo de la puesta en marcha de “procesos de desmantelamiento psíquico”
que tienen apariencia depresiva, (apatía, falta de deseo de vivir). El aflujo
traumático puede llevar a una disminución de los intercambios con el exte-
rior. Se produce un empobrecimiento caracterizado por la rigidización de los
intercambios.

60
Promoción del pasaje de la Vulnerabilidad a la Resiliencia a partir
de las intervenciones psicosociales
La “Vulnerabilidad” es un concepto interdisciplinario, que permite el estu-
dio de los factores predisponentes, desencadenantes o que exacerben tanto
los trastornos psicopatológicos como los somáticos y la repercusión psicoló-
gica de los mismos. Existe en todos los seres humanos y se revela en tiempos
de estrés, crisis, calamidades y/o amenazas.
Según R. Sivak la vulnerabilidad depende del modo de afrontamiento de los
problemas, de la naturaleza traumática y/o estresante de esos problemas y
de la red social de apoyo con la que se cuenta. Se relaciona también, desde un
pensamiento psicoanalítico, con el predominio de modos de funcionamiento
psíquico, con algunos déficits.
El modo de afrontamiento depende de los factores constitucionales y de los
recursos aprendidos por cada individuo.
Insiste éste autor en que: “El inter juego” de una pobre red social de apoyo
y un mayor grado de vulnerabilidad conducirá a la mayor eficacia traumá-
tica de un hecho vital que en otras circunstancias no hubiera tenido valor
patológico. Del mismo modo una menor vulnerabilidad y un mejor estilo de
afrontamiento, asociados a la percepción de un efectivo apoyo social harán
más tolerable una situación imprevista y difícil.
Por otro lado, la ―Resiliencia― es definida, por numerosos investigadores
del fenómeno, como B. Cyrulnik, E. Grotberg, M. Manciaux, R. Zukerfeld,
entre otros, como: la capacidad de sobreponerse, fortalecerse y transformar-
se frente a la adversidad. Comprende las características de resistencia, forta-
lecimiento y la transformación positiva frente a la adversidad.
Como delimita B. Cyrulnik, no es un tipo de fortaleza biológica innata, no
se nace resiliente. Tampoco se trata de una competencia que pueda desarro-
llarse voluntariamente. Se trata de un proceso complejo y dinámico que se
crea y “teje” a través del tiempo y de la interacción entre los individuos y
su ambiente social y cultural, y el relato o significado que le adjudique éste.
Resulta de la interacción entre los factores de riesgo provenientes de la ad-
versidad y los factores protectores (de la vulnerabilidad) más aquella “X”
(interrogante) que constituye la respuesta “inédita”.
E incluye, según los autores R. Zukerfeld, R. Zukerfeld de Zonis, (2005): lo
contraintuitivo y azaroso, -cuestiona el determinismo y las disposiciones, je-
rarquiza el papel de los vínculos y la esperanza, -enfatiza la transformación
y –valoriza los contextos y la solidaridad.
Además de los factores primordiales que contribuyen en el proceso resiliente
como el apoyo (yo tengo), la identidad y autoestima (yo soy) y las aptitudes
y competencias (yo puedo) (E. Grotberg, 1995), Vanisteandael y Gils (2003)
enfatizan la importancia para la construcción de Resiliencia del desarrollo de

61
redes de sostén, y de la capacidad de descubrir sentido; como así también el
despliegue de competencias, el humor y el fortalecimiento de la autoestima.
Ante la magnitud de los efectos que causan las catástrofes sociales en las
sociedades y los sujetos que las componen: ¿Puede pensarse la posibilidad
de un futuro desarrollo resiliente? ¿Cuál es la contribución de las interven-
ciones psicosociales en este sentido?
Resulta importante destacar en primer lugar la diferenciación que realiza
M. Benyakar (2004), en cuanto a que, si bien lo disruptivo de toda catástrofe
social potencia el impacto en el psiquismo, la cualidad traumática en su gra-
vedad, no depende solo de lo ocurrido.
Y podría agregarse, siguiendo a algunos autores como Rolfo, C.; Slucki, D.;
Toporosi, S.; Waisbrot, D; Wikinski (2003), que los efectos sobre cada uno de
los afectados directos o indirectos de una catástrofe social dependerán de di-
versos factores: entre otros: ―la posición del sujeto frente al traumatismo, la
formas primeras de simbolización espontánea que haya podido realizar y los
modos en los que pueda ir resignificando, articulando, entramando el suceso
en su historia vivencial singular… “También dependerá de las formas que el
suceso vaya tomando en el imaginario colectivo y de las respuestas sociales
que el conjunto pueda ir brindando frente a esa catástrofe.”.
L. Hornstein, insistiendo en la necesidad de inscribir el paradigma de la
complejidad en el Psicoanálisis, advierte con respecto al trauma social y sus
efectos, en la importancia de no fijarnos a una teoría simplista, que no tiene
en cuenta la recursividad en la causalidad psíquica, ni las reactualizaciones
que sobre el psiquismo genera la realidad actual.
Sostiene que el sujeto está abierto a su historia, no sólo en el pasado, sino en
la actualidad “está entre la repetición y la creación.…” “Es abierto porque
los encuentros, vínculos, traumas, catástrofes, realidad, duelos, auto-orga-
nizan al sujeto y él recrea todo aquello que recibe. Ciertos ruidos devienen
información complejizante y no desorganizante. La estabilidad psíquica se
reconstruye según condiciones que surgen y se desvanecen sin cesar”.
La catástrofe rompe tramas, psíquicas y simbólicas, familiares y sociales.
Pero hay pérdidas para este autor que implican crecimiento; complejización,
otros desmantelamientos; todo depende de las magnitudes en juego.
Siguiendo esta línea de pensamiento, la posibilidad de resistir, sobreponerse
y fortalecerse frente a la adversidad de las catástrofes sociales no es utópica
y se relaciona precisamente con el origen del estudio de la Resiliencia en el
campo social.
Las intervenciones tendrían como finalidad, como afirma M. Holgado (2013),
entre otros autores; posibilitar que los afectados por un desastre “puedan
hacer algo con eso terrible que les ha ocurrido. Lograr que restauren la ca-
pacidad de ordenar y organizar el mundo que les era habitual, aceptando lo
que han perdido, y reconstruirse a partir de la adversidad, sin instalarse y
permanecer en el lugar de víctimas.”.
62
La intervención debe promover mediante la palabra el retorno al orden sim-
bólico perdido., sosteniendo lo que está por desarmarse o ya se ha desarma-
do.
Los autores que han participado en catástrofes sociales, como AMIA y la
Explosión de Río Tercero, a través de intervenciones también interdiscipli-
narias, (M. del Carmen Beltrán y Alejandra Bó de Besozzi, 2003), destacan el
valor de las instituciones, que a través de dispositivos grupales se constitu-
yen en un espacio de apoyatura y apuntalamiento. Consideran los efectos en
la subjetividad no solamente desde la psicopatología. “En el campo concreto
de una intervención se trabaja no solo con sujetos psíquicos sino también con
actores sociales y el equipo interviniente se encuentra atravesado y envuelto
por las vicisitudes de la catástrofe y los aspectos sociales, políticos e institu-
cionales”.
Como aspectos comunes en ambas intervenciones éstas autoras hacen men-
ción al atravesamiento social y político que sufren tanto las catástrofes, como
las intervenciones y las dinámicas de los equipos. Refieren las dificultades
vinculadas con los ―espacios de poder― entre los equipos de los lugares y
los externos. Y también la existencia en las situaciones críticas en las que han
intervenido, de una historia “oficial” y otra “paralela”, con serias dificulta-
des para la identificación de los responsables.

Intervención temprana interdisciplinaria en damnificados por la


inundación de algunas zonas de la Ciudad de La Plata *
La inundación acaecida el 2-3 de abril del año 2013 en la ciudad de La Plata,
(en los barrios señalados en el mapa) originada por precipitaciones de una
intensidad inusitada causó el fallecimiento de 87 personas (cifra oficial aún
cuestionada), varias mascotas y severos daños de viviendas, calles y trans-
portes

63
*Agradezco especialmente al Dr. Hernán Ortiz Maldonado, Gerente de Sa-
lud y Seguridad Ocupacional del Correo Oficial de la República Argentina,
la autorización para la presentación en este trabajo de la experiencia realiza-
da.
El equipo de Salud Mental de la Gerencia de Salud y Seguridad Ocupacio-
nal compuesto por los psiquiatras: Dr. Hernán Ortiz Maldonado (Gerente
médico), el Dr. Diego Plat, la psicóloga Laura Zanatta y la autora de este
trabajo; diseñó una estrategia de intervención caracterizada por su inmedia-
tez y seguimiento hasta el año, de los 30 empleados del Correo Oficial de la
República Argentina, damnificados.
Colaboraron la doctora Mónica Depsztok (Médica Jefa del Interior) el licen-
ciado Luciano Toledo (Trabajador Social) y del área de Recursos Humanos
de La Plata: Maximiliano Navarro (Gerente), el Dr. Rifoulcat (médico sanita-
rista) y el empleado Diego Ortiz.
La intervención tuvo como objetivos: Prevenir patologías psicológicas-psi-
quiátricas, derivadas del impacto traumático y promover los recursos poten-
ciales de los damnificados hacia la salud.
Con respecto a la metodología y los instrumentos utilizados: Se realizaron
visitas domiciliarias a los pocos días de la inundación durante las cuales se
realizó una contención afectiva a los empleados y los familiares presentes, a
través de una escucha empática, que favoreciera además la expresión afecti-
va de lo vivido; y se les aproximó una guía escrita de orientación realizada
por el Grupo de Emergencias del Colegio Oficial de Psicólogos de Madrid.
En ésta puede leerse, entre otras frases: “El desastre que has vivido ha roto
tu manera habitual de funcionamiento. Es normal que te sientas desbordado
por los acontecimientos. Las reacciones que sientes son las normales ante
situaciones excepcionales”… “Puedes sentir: ganas de llorar, gritar, lamen-
tarte, irritabilidad, rabia, tensión muscular, dolor de cabeza, etc.”.

64
Se evaluó también durante las mismas visitas, el impacto traumático inme-
diato en la población afectada a través de la aplicación del Cuestionario de
Estrés Inmediato, de Inmediato, de L. Crocq, D. Cremnitier y J. M. Coq.: *
012
1 No me lo esperaba. Fui sorprendido
345
2 Tuve miedo de ser herido o 012
maltratado 345
3 Tuve miedo por mi vida o la de 012
alguien cercano 345
4 Mi pensamiento estaba borroso,
012
enlentecido, o embotado, (tuve como
345
un agujero negro)
012
5 No comprendí nada de la situación
345
6 Tenía la impresión de vivir una 012
pesadilla 345
012
7 Estaba desorientado en el espacio
345
8 El �empo me pareció acelerado o 012
enlentecido 345
9 Hay aspectos del acontecimiento 012
que no pude memorizar 345
012
10 Estaba horrorizado por lo que veía
345

11 Sen�a uno o varios sintomas �sicos


molestos, como: temblores, garganta
012
apretada, opresión en el pecho,
345
palpitaciones, espasmos gástricos o
intes�nales, ganas de vomitar u orinar.

12 Estaba como insensible (o incluso 012


tenía la impresión de flotar) 345
13 Estaba en estado de perturbación o 0 1 2
agitación psíquiaca 345
012
14 Me sen�a impotente
345
15 Mis movimientos eran lentos, (o
también) estaba completamente 012
estupefacto, pasmado o duro como 345
una estatua.
16 Ges�culaba de manera 012
incontrolada y desordenada 345
17 Actuaba automá�camente, como 012
un autómata 345
18 Gritaba, tartamudeaba (o incluso 012
me quedé mudo de estupor) 345
012
19 Me creía abandonado
345

A partir del puntaje 50 obtenido de las sumas parciales de cada ítem, se con-
sidera el impacto traumático inmediato. Los ítems con asteriscos se conside-
ran altamente significativos.

65
Se utilizó luego primordialmente un dispositivo grupal, que consistió en
reuniones grupales, en las oficinas de la empresa y en algunos lugares de
trabajo de los distribuidores. Se realizó una orientación médica-psicológica-
psiquiátrica de aquellos casos que así lo requerían, ante la presentación de
sintomatología.
Se realizó también un acompañamiento en la etapa de reconstrucción mate-
rial y emocional, a través de un seguimiento hasta el año (quincenal y luego
mensual) de todos los empleados, incluso de los no afectados inicialmente,
teniendo en cuenta altibajos y reacciones tardías. Éste fue realizado por la
licenciada Laura Zanatta y la autora del trabajo. En esta fase resultaron de
especial importancia las reuniones grupales en las cuales todos los emplea-
dos, (algunos que no se conocían entre sí); intercambiaban las impresiones
y emociones que habían vivido a lo largo de los meses, como así también las
medidas preventivas realizadas y las posibilidades concretas de adquisición
(lugares, costos, etc.).
En las entrevistas grupales de esta etapa se administraron para el cotejo de
la evolución cuestionarios especialmente diseñados. Estos indagaron espe-
cíficamente: síntomas físicos, recrudecimiento de enfermedades anteriores,
síntomas de ansiedad, nerviosismo, temores, preocupaciones, cambios de
estado de ánimo y conducta, cansancio, agotamiento, desgano, recuerdos,
pensamientos y/o sueños sobre la inundación y todo otro síntoma surgido.
También se promovió en las últimas entrevistas, una reflexión acerca de las
situaciones vividas, surgiendo la referencia a los aprendizajes realizados y el
surgimiento de una ―mirada― diferente, centrada ahora en situaciones más
prioritarias de la vida.
Todos hicieron hincapié en la importancia para la recuperación emocional
de la contención y orientación de la empresa y la solidaridad entre los veci-
nos, amigos y algunos familiares.

Población afectada y resultados finales.


Resultaron afectados por la inundación 30 empleados: 6 mujeres y 24 hom-
bres, entre 20 y 59 años. De la casi totalidad de los empleados (2 no quisieron
participar); un 52% presentó impacto traumático inmediato
De este 52% el 50% presentó una intensidad leve, el 42% una intensidad mo-
derada y un 8% una intensidad alta. El 8%, como pudo cotejarse luego, es-
taba atravesando al momento de la inundación otras situaciones adversas
(separación matrimonial, pérdida o enfermedades de familiares, etc.).
Según el cuestionario de impacto traumático inmediato, se señalaron como
los factores que contribuyeron al mayor impacto:
* No me lo esperaba, fui sorprendido.* Me sentía impotente.* Tuve miedo
por mi vida o de alguien muy cercano.* Estaba horrorizado de lo que veía.*
Durante varias horas después del acontecimiento estaba aún perturbado.

66
Con respecto a los resultados obtenidos, la totalidad de empleados retomó a
los pocos días (entre una semana y diez días) sus puestos de trabajo, algunos
paulatinamente, con flexibilidad en los horarios; sin dificultades importan-
tes.
Los que presentaron una sintomatología moderada (y en un caso grave) a
los meses del acontecimiento, siguieron las indicaciones de tratamiento/s
y en la actualidad han podido efectuar una recuperación, sin secuelas post-
traumáticas.
Los que sufrieron un impacto alto (8%), en su mayoría tampoco han presen-
tado síntomas de efecto post-traumático.
En la totalidad, existía hasta la fecha del seguimiento, temor ante nuevas
precipitaciones En diferentes grados: algunos no salían de su casa, otros pre-
sentaban dificultades iniciales para dormir.
Podría interpretarse este temor como una secuela del impacto traumático,
pero también como una maniobra adquirida, con fines adaptativos.
A continuación, debido a la limitada extensión disponible para esta presen-
tación, se mencionan, a manera de ilustración los siguientes casos:
-Delia, de 84 años fue auxiliada por su único hijo, con quien vive. Éste, con
ayuda de los vecinos la trasladó en una silla levantada por encima del agua
llegamos a su casa todavía se podía sentir el olor a humedad y presenciar el
grave deterioro de las paredes, de los muebles y algunos electrodomésticos.
Muy emocionada, manifestó su preocupación y tristeza por la pérdida irre-
versible de recuerdos, como las fotos familiares, y los discos de su música
preferida. Sus sobrinas nietas para ayudarla le tiraron todo este material que
había sido dañado. Las primeras semanas se mantuvo bien de ánimo, luego
su hijo refirió que había decaído los últimos días considerablemente. Había
perdido el apetito y por tal motivo, descendido de peso. Se le indicó para su
madre una consulta con su médico de cabecera y una eventual interconsul-
ta psicológica. Los estudios realizados no arrojaron ninguna afección física
significativa. Se le permitió a su hijo, a través de una flexibilización horaria,
almorzar con ella durante algunas semanas. Comenzó entonces luego a re-
cuperar peso, vitalidad y ánimo. Actualmente según su hijo, el episodio de la
inundación se ha transformado en ―el tema― que la madre ―repite y repite―
cuando toma el té con sus vecinas amigas.
-María, de 42 años fue entrevistada de manera individual inicialmente. Pre-
sentaba un estado de intensa angustia. Corrió riesgo su vida. Se inundó el
transporte en el cual viajaba y tuvo que ser rescatada por otras personas en la
calle, y trasladada a un primer piso de un edificio, lugar en el que se alojaron
varias de las personas que transitaban por ahí. Temió por ella y sus peque-
ñas hijas mellizas. Le diagnosticaron hace unos años un lupus eritematoso.
Comenzó en la primera semana con un recrudecimiento de los síntomas. Le
recomendamos una consulta médica y un apoyo psicológico. Constatamos la

67
concreción de las consultas a través de llamados telefónicos. Retomó un tra-
tamiento psiquiátrico finalizado hacia dos años. No agravó su estado. Pudo
detener el avance de los síntomas y se mostró muy animada y participativa
durante los últimos encuentros.

Consideraciones finales
Retomando los conceptos teóricos vertidos en la primera parte del trabajo,
los resultados obtenidos confirman la valiosa contribución, entre otros fac-
tores, de las intervenciones tempranas interdisciplinarias para la prevención
de patología mental, específicamente post-traumática y el despliegue de as-
pectos potenciales hacia la salud.
La escucha empática y la promoción de la palabra articuladora e integradora
de las emociones desorganizadas, producto del impacto traumático inme-
diato; como modos característicos de la intervención; podrían sentar las ba-
ses para un futuro desarrollo resiliente.
Pero es importante destacar que éste dependerá de múltiples factores, en-
tre otros: el sentido que cada sujeto pueda adjudicarle a lo vivido, el relato
socio-cultural imperante, la construcción colectiva de la memoria y otras in-
tervenciones institucionales sociales y políticas.

68
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69
70
Emergencias y Desastres -Gestión Psicosocial del Riesgo
Oscar Santini1

El trabajo pone en consideración la gestión integral e integrada del riesgo como es-
trategia psicosocial preventiva y sobre sus ventajas en la preparación de la población,
organización, respuesta y contención como también para la atención y rehabilitación
de los/las damnificados por un suceso adverso. La gestión intersectorial, interdisci-
plinaria y centrada en la comunidad desde el enfoque de derechos y con la elabora-
ción participativa de los mapas de riesgos, instrumenta en la construcción social de
sentidos, en la detección oportuna de las reacciones psicosociales esperables, de las
vivencias siniestras y los dispositivos que facilitan su tramitación para que no se
constituyan en síntomas o en diferentes tipos de patologías. Para ello, se proponen
distintas estrategias preventivas incluso para los/las emergencistas.

Palabras clave: gestión-estrategia-intersectorial-participación-comunidad-preven-


ción-reacciones-vivencias-sentidos-atención-rehabilitación

La gestión psicosocial del riesgo de emergencias y desastres se constituye


en la estrategia central tanto para prevenir los eventos adversos como tam-
bién para afrontarlos -si ocurren- con más recursos, que no se produzcan
víctimas, damnificados/as y/o daños de distintos tipos evitables y reparar
sus consecuencias mediante una rehabilitación psicosocial efectiva y opor-
tuna. A su vez, para lograr sus objetivos, la gestión de los riesgos debe ser
integral e integrada. Ello significa que debe ser una estrategia de carácter
intersectorial, interdisciplinaria y con participación activa y comprometida
de la comunidad. Teniendo en cuenta que si bien la responsabilidad central
es del Estado a través de sus distintos organismos, instituciones y recursos
disponibles para todo el proceso de gestión de los riesgos (comenzando por
la jurisdicción local con su Defensa o Protección Civil, policía, bomberos y
otros organismos de seguridad), la estrategia debe incluir a todo es sistema
de respuesta disponible como emergencias médicas, instituciones sanitarias
de los distintos subsistemas (públicos, privados, obras sociales, prepagas),
pero también a la comunidad en su conjunto, a través de sus organizaciones
barriales formales e informales, centros vecinales, centros culturales, depor-
tivos y otros. A su vez, es central la participación -en todo el proceso de
gestión- de las instituciones educativas en todos sus niveles, incluyendo en
sus programas de formación lo atinente a la prevención, afrontamiento y
rehabilitación frente a sucesos adversos.
La estrategia participativa e intersectorial posibilita así, contar con más re-
cursos para prevenir, eliminar las causas, responder más ajustadamente y
de acuerdo a formación en caso de ocurrir el suceso adverso, como también
para rehabilitarse singular y socialmente.

1
Oscar Alfredo Santini. Licenciado en Psicología. M.P 418 M.E 271

71
La participación comunitaria e intersectorial en la Gestión del Riesgo (Bell, P.
2003) compromete a la misma comunidad a los fines de que el conocimiento
de la situación y de las tareas, comenzando por lo preventivo a realizar, no
queden asignadas ni disociadas sólo en los equipos de respuesta especiali-
zados (Defensa o Protección Civil, Ejército, Policía, Bomberos, Equipos de
Emergencias de Salud, salvo las tareas específicas que pueden complicar la
intervención de ciudadanos no especializados) lo que puede dejar a la comu-
nidad solamente en el rol de receptor de asistencia, pasivo o ‘víctima’ como
modelo.
La estrategia participativa con base en la comunidad favorece la organiza-
ción y aumenta las posibilidades de control y dominio de la situación, del
caos emergente, como también disminuir la cantidad de víctimas y damnifi-
cados/as, su recuperación integral y una mejor elaboración psíquica y social
de las pérdidas y otras consecuencias producidas. El conocimiento de las
medidas preventivas y su apropiación por el conjunto social, seguramente
disminuye el impacto de un evento adverso.
Asimismo, la presencia solidaria de la comunidad en el abordaje y contención
de los/las damnificados/as de acuerdo a formación, seguramente disminui-
rá el estrés, el caos y el desamparo. Por otra parte, favorecerá la organiza-
ción, la respuesta interdisciplinaria ajustada y oportuna, y la producción de
una menor cantidad de damnificados/as y afecciones debido a la contención
oportuna y sostenida por los propios recursos de la comunidad, particular-
mente si no hay necesidad de expertos y/o especialistas. Contrariamente,
la respuesta vertical, la especialización aislada, reduccionista o disciplinaria
omnipotente, y la falta de participación comunitaria, pueden llevar al fra-
caso, a la respuesta limitada o a ‘soluciones’ parciales o negadoras de otras
necesidades y derechos.
La participación comunitaria, como el trabajo organizado y solidario, son
de sumo valor ya que mitigan el miedo, el descontrol, la confusión, la in-
certidumbre e inestabilidad de la población damnificada y más vulnerable
o vulnerada, y facilita la implementación de sus recursos vinculares para
prevenir, elaborar las consecuencias, generar las acciones protectivas, soli-
darias amparantes y las rehabilitadoras; además, previene de caer en manos
de oportunistas aprovechadores del desvalimiento.
Por ello, es muy necesario promover la colaboración, la solidaridad, la
apertura y articulación intersectorial, interdisciplinaria y comunitaria, para
compartir conocimientos, saberes, incertidumbres generadoras de nuevos
aprendizajes, recursos y aportes, a fin de contar con mayores posibilidades
de acierto y efectividad en las intervenciones tanto preventivas como de con-
tención y rehabilitación, y la multiplicación de las mismas.
Recientemente con motivo de las inundaciones en las sierras cordobesas
(15/2/15) se estructuró como respuesta a las consecuencias psicosociales,
una Red de las Sierras Chicas (coordinada por el Lic. Juan Carlos Mansilla)

72
para: ayudar en su articulación a distintos organismos públicos locales, pro-
vinciales y nacionales; sumar redes locales que se crearon previamente para
otros objetivos comunitarios; promover la participación de representantes y
referentes barriales, coordinar el apoyo de universidades (Blas Pascal, UCC,
Provincial, Secretaría de Extensión, de Asuntos Estudiantiles y Facultad de
Psicología de la UNC), de colegios profesionales colaboradores (psicólogos,
farmacéuticos, abogados, escribanos), de docentes locales, a los fines de co-
nocerse, de encontrarse y programar tareas conjuntas, de información y co-
laboración mutuas; acompañar a familiares y conocidos (amigos, vecinos,
compañeros de trabajo, de estudio) de víctimas y damnificados/as directos
e indirectos, contenerlos o acompañarlos psicoemocionalmente; informar
sobre reacciones psicosociales esperables y detectar a vecinos de distintas
edades con reacciones que podrían requerir especial atención o portadores
de enfermedades previas al evento; promover y poner en práctica distintos
dispositivos familiares, grupales, comunitarios que coadyuven a la signifi-
cación de las vivencias resultantes del evento, como grupos de trabajo con
vecinos o asambleas barriales; coadyuvar a la gestión de necesidades y de-
rechos; ayudar en la articulación con otros efectores y voluntarios; promo-
ver la difusión de una información clara y confiable de la situación que dis-
minuya el rumor; trabajar específicamente con los/las evacuados debido a
sus necesidades especiales; gestionar y promover el juego en los niños-niñas
(recuperando o brindando juguetes, realizando funciones de títeres, teatro
espontáneo, dibujo, relatos, deportes conocidos), entre otras tareas preventi-
vas y reparadoras.

Sobre la prevención
Es clave trabajar en la concientización constante del o los riesgos, de las ame-
nazas, de las vulnerabilidades-vulnerabilizaciones en la vida cotidiana y de
los recursos existentes para prevenirlos, mitigarlos y/o erradicarlos, tanto
por parte de las personas, como de las instituciones, de las comunidades y
fundamentalmente desde el Estado.
Por lo tanto, definir una estrategia interdisciplinaria e intersectorial parti-
cipativa es ineludible para afrontar, con más posibilidades, eventos de etio-
logía multifactorial. Desde allí, es central promover dicha estrategia para la
organización y realización de las medidas preventivas, simulaciones, simu-
lacros y acciones previamente planificadas a los fines de que al caos pro-
pio de un evento adverso masivo, una emergencia con múltiples heridos
y víctimas, focalizadas con pocas víctimas pero de gran impacto social o
un desastre, se lo pueda abordar con más posibilidades. Formar así, en la
complejidad que compromete la comprensión y estudio de los fenómenos
desastrosos, de sus probables daños y el constante desafío que produce su
conocimiento como las nuevas incertidumbres que dispara. El reduccionis-
mo sectorial o disciplinario es el camino directo al fracaso en el abordaje del

73
problema del riesgo-vulnerabilidades o de la atención de las consecuencias
de los eventos adversos extraordinarios o desastres.
La formación limitada a organismos de respuesta o de expertos sin partici-
pación intersectorial, interdisciplinaria y con participación central de la co-
munidad, puede hacer que la gestión culmine disociada en los organismos
especializados alejados de su propia comunidad, la que de este modo queda
mucho más vulnerable y desorganizada a la hora de sufrir el impacto. Ade-
más, la respuesta queda centralizada solo desde el Estado y una vez ocurrido
el evento adverso. Esta situación puede hacer que sus intervenciones sean
reactivas, cuando los eventos ya han ocurrido, lo que genera mucho más
víctimas, damnificados/as y daños en general. Esta política de respuesta,
sin prevenir ni erradicar las causas posibles de los acontecimientos adver-
sos, puede dejar comprometido al Estado con una estrategia negadora de los
riesgos y de los factores causales de los mismos y -por lo tanto- no aplicando
o generando la legislación específica ni las políticas preventivas vinculadas
a la problemática. Particularmente cuando no interviene para modificar las
causas vulnerabilizantes de las comunidades, en especial las relacionadas
con los procesos de exclusión y marginalización social, indigencia y pobre-
za; con la falta de viviendas dignas o presencia de construcciones precarias;
con la desocupación o trabajo no registrado; con los límites en el acceso a la
justicia, al sistema sanitario, a una educación sostenida.
Cuando el Estado interviene solo atendiendo las consecuencias de un evento
adverso puede quedar ligado a una estrategia preferentemente de control
social, de negación de los derechos de los/las ciudadanos en especial de los
sectores más vulnerables o vulnerados y respondiendo a los sectores hege-
mónicos minoritarios que se resisten a modificar las causas vulnerabilizantes
frente a los eventos adversos o generadoras de los mismos. Minorías gene-
ralmente asociadas para el sostenimiento de las asimetrías distributivas, for-
mando parte del sistema de producción contaminante, extractivista y arrasa-
dor de la naturaleza mediante el desmonte, la deforestación, los desarrollos
inmobiliarios descontrolados, entre otros. Incluso pudiendo llegar el Estado
a reprimir o desconocer los derechos que les asisten a los damnificados/as
por ausencia, manipulación, falta de control o corrupción de las políticas que
deberían erradicar las causas de los sucesos adversos.
En relación a lo planteado, es trascendente revisar permanente y críticamen-
te el modelo de desarrollo industrialista, urbanista y/o de monocultivo des-
controlados, sin límites ni regulación o aplicación de la normativa vigente; el
desmonte y la desertificación progresivos; el ataque a la biodiversidad, a los
pequeños productores y la contaminación ambiental obscenos; como tam-
bién el crecimiento económico caótico sin racionalidad ni responsabilidad
social, o que pretende sustentarse en la especulación financiera, en el empo-
brecimiento y exclusión de grandes franjas sociales, sin evaluar su vulnera-
bilización a mediano-largo plazo. Modelo que se opone a la factibilidad de
un desarrollo socioeconómico basado en la solidaridad, en la justicia social y
74
en su sostenibilidad integral, incluido lo ecológico. Por tanto, para modificar
estas situaciones vulnerabilizantes es necesario trabajar con los sectores so-
ciales más vulnerables o vulnerados a fin de la prevención o erradicación del
riesgo y de las amenazas, su mitigación y preparación para su afrontamiento
y/o su rehabilitación integral (hábitat; urbanización o relocalización en caso
de suma necesidad; adecuación y seguridad de las construcciones e infra-
estructura; organización social; vida saludable; trabajo decente; educación;
seguridad; etc.).
Es importante, asimismo, que la comunidad junto a sus referentes y organi-
zaciones sociales y políticas trabajen para visibilizar el aumento del riesgo-
vulnerabilización social por arrasamiento o negación de derechos de los ciu-
dadanos, comenzando por los relacionados a no contar con las condiciones
de vida seguras y dignas, con una distribución equitativa de bienes materia-
les y simbólicos, con trabajo registrado, con la posesión de viviendas seguras
y confortables; con la igualdad de derechos y oportunidades; con equidad
entre géneros; con alfabetización y formación permanentes.
Por tanto, es clave promover y desarrollar la Gestión de Riesgos desde el
enfoque de derechos, lo que posibilita disminuir la vulnerabilidad de los
sujetos; de los grupos, instituciones y del conjunto social; además facilita
concientizar los procesos de negación y/o invisibilización de las causas y
consecuencias ya sea por límites defensivos singulares, grupales, o por inte-
reses manipuladores de distintos orígenes (culturales, religiosos, políticos,
económicos).
El enfoque de derechos en la gestión del riesgo y en la atención de los/las
damnificados, favorece su contención, su reparación psicoemocional y reha-
bilitación psicosocial, teniendo en cuenta que a las comunidades en situación
de desastre, las asisten los derechos: a la información oportuna y veraz; a
la diversidad cultural; a la perspectiva de género; a la autogestión cuando
cuenta con recursos; frente a los medios de comunicación; a la participación
de la naturaleza; a la prioridad en las medidas preventivas, protectivas y/o
asistenciales; al respeto del interés superior de los niños/as como de los otros
ciudadanos considerados en situación de vulnerabilidad o más vulnerables
o vulnerados (enfermos; afectados o restringidos en alguna función psíqui-
ca, física o psicosocial; ancianos aislados y/o no autoválidos; evacuados u
otros). El enfoque de derechos para situaciones de desastres ha generado
un reconocimiento de las responsabilidades en juego y una dignificación de
los/las damnificados a partir de los derechos que los asisten. (Cfr. ONU.
Enfoque de derechos. 2008)

Importancia de la formación
La formación y participación de la comunidad en la gestión de los riesgos es
una estrategia preventiva psicosocial de suma importancia ya que brinda la

75
oportunidad de conocer lo relacionado a los peligros prevenibles de la vida
cotidiana, sobre como evitarlos y/o erradicarlos, también sobre como actuar
ante la inminencia de un suceso adverso en relación a la auto-heteroprotec-
ción, como también para tramitar y elaborar singular y comunitariamente
las consecuencias en caso de ocurrir. Esto mitiga el impacto psicoemocional,
favorece la elaboración intrasubjetiva de los duelos emergentes, también de-
bido a que se realiza y comparte con el otro, solidariamente, en comunidad.
Ello aumenta las posibilidades de tramitar con mejores resultados las conse-
cuencias.
La capacitación y formación sostenida de los integrantes de la comunidad
(el primer respondiente en la mayoría de las situaciones adversas) es central
para ayudar a una tramitación psíquica y social más contenida de las conse-
cuencias, lo que previene que las reacciones propias ante suceso adverso se
transformen en síntomas, en sufrimiento intenso y en malestares asociados
de difícil tramitación o que pueden llevar a procesos de patologización en
distintas áreas de expresión dominante.
En la formación de la gestión de riesgos en clave informar preventivamente
a la población en general y a sus referentes comunitarios e institucionales
sobre las reacciones psicosociales esperables ante la ocurrencia de un evento
adverso. Entre las reacciones esperables antes de que se produzca el suceso,
tenemos: negación o indiferencia a los signos que muestran lo inevitable de
un suceso adverso; proyección del peligro hacia otros lugares; descalifica-
ción de su importancia; aislamiento; resistencia al cambio, a lo nuevo, a la
evacuación; vivencias de desamparo, vulnerabilidad e impotencia para reac-
cionar, protegerse o proteger a otros.
Según el tipo de evento, ante la sorpresa e impacto psicoemocional algunos
sujetos pueden reaccionar con intensa angustia; hiperactividad inadecuada
e ineficaz; parálisis o inmovilidad; pérdida de identidad, de referencias, de
memoria, confusión marcada. También manifestar desasosiego, inquietud,
pánico por identificación e imitación, ansiedad, ira, frustración, temor difu-
so, indecisión o rebeldía y cuando los domina el terror pueden paralizarse
o desestructurarse. Estas reacciones -junto al pánico- afectan las defensas
adaptativas. Mientras que el miedo, cuando el sujeto está preparado, puede
facilitar la percepción del peligro real, representarlo, evaluarlo y actuar en
consecuencia, apelando a los recursos disponibles.
Los/las impactados suelen presentar en el post-impacto -y por momentos-
intenso estrés con hiperactividad y sobreadaptación, como también des-
orientación espacio-temporal; deambular sin rumbo; intensa angustia; con-
fusión, aturdimiento, con dificultades para conectarse, incluso para brindar
sus datos de filiación; amnesia; abulia; ansiedad paralizante; manifestaciones
de depresión o tristeza marcada; incremento del rumor como participación
pasiva; pasaje por estados confusionales; sensibilidad exacerbada; suscep-
tibilidad marcada; falta o exceso de vigilancia pudiendo algunos pasar al
descontrol violento, desbordante.

76
También pueden sentir culpa; miedo; manifestar incertidumbre, vergüenza,
irritabilidad, enojo, sobre-identificación con las víctimas o identificaciones
masivas; crisis sobre el proyecto de vida y sobre el futuro; negación de lo
ocurrido; pasividad; mutismo o dificultades para comunicar sus vivencias
o inhibición de la descarga emocional; inestabilidad emocional y/o disocia-
ción afectiva, por tanto, no mostrar emociones, ni concentración en las accio-
nes ni en sus vínculos significativos, lo que a veces puede no concordar con
la gravedad de la situación y del impacto sufrido.
Es posible que en algunos sujetos se incrementen o profundicen las citadas
reacciones y que aparezcan entonces en forma simultánea y cambiante -va-
rias de ellas- como recurso defensivo por el cual intentan protegerse del su-
frimiento o dolor psíquicos. Aclarando que estas reacciones pueden remitir
en horas, días o en un par de meses y según el caso, historia, recursos subje-
tivos y la contención brindada por sus vínculos significativos, su comunidad
e instituciones de referencia y de pertenencia.
La oportunidad de informar sobre las potenciales reacciones y/o afecciones
a corto, mediano y largo plazo es una estrategia psicopreventiva de excelen-
cia tanto antes de que se produzca un suceso adverso de importancia como
durante y posterior al mismo. Además sobre la necesidad de prevenirlas,
contenerlas y atenderlas si se manifiestan, como también realizar el acom-
pañamiento clínico preventivo e interdisciplinario a los distintos tipos de
damnificados/as en caso de necesidad e indicación. Esta información dismi-
nuye la extrañeza, el temor a la locura, al descontrol, esclarece sobre la falta
de entendimiento de la modificación inesperada de la conducta cotidiana
propia y de terceros, sobre la sensación de soledad ante las vivencias o que
ellas son singulares y no compartidas ni compartibles.
Por su parte, preventivamente es muy importante contener a los/las damni-
ficados directos (sujetos que han perdido familiares, sus viviendas, su hábi-
tat o han sufrido serios daños en ellos u otras pérdidas significativas), tam-
bién a sus familiares, amigos, vecinos, compañeros de trabajo, de escuela, de
actividades culturales, los que por su impacto e identificación pueden sufrir
seriamente y en algunos casos pueden considerarse también damnificados
al igual que los emergencistas (bomberos, policías, servicios médicos, psico-
lógicos, militares y otros) a los que el evento y el contacto con el horror y la
muerte pueden conmoverlos y requerir de espacios elaborativos o de acom-
pañamiento para tramitar y compartir sus vivencias.
Por ello, una de las tareas clave es ayudar a significar lo sucedido, escuchar
como también respetar los silencios, favorecer la puesta en palabras plenas
a sus vivencias, a organizarse para gestionar sus necesidades y derechos.
Ello es fundamental para la rehabilitación de las comunidades impactadas
al igual que desarrollar o participar activamente de tareas sociales, realizar
gestiones económico-políticas, participar de actividades creativas, artísticas,
deportivas, culturales.

77
Por lo tanto, la formación, participación y contención social favorecen una
más rápida remisión de las reacciones esperables ante un suceso adverso y
que las mismas no se transformen en persistentes o culminen en patologías
psíquicas, orgánicas o serias dificultades sociales o actuaciones perjudiciales.
También facilita la recuperación de la cotidianeidad y la reconstrucción o
recuperación de los proyectos singulares o de conjunto de los que participa.
Esta consideración sobre las reacciones propias y esperables frente a la ocu-
rrencia de un evento adverso pone en cuestión a los modelos de abordaje
que victimizan a los damnificados desde una posición vertical diagnosti-
cadora, preferentemente desde categorías nosográficas aplicadas a priori,
ubicándolos en el lugar de enfermos, traumatizados o como portadores de
una psicosis colectiva, lo que responde a una falta de formación en la pro-
blemática o a intereses que requieren dejar a una población en el lugar de
‘víctima’ pasiva o pasivizada, enferma, medicalizada o controlada química y
sociopolíticamente. Desconocer, arrasar o licuar química o políticamente los
recursos psíquicos y sociales de los/las propios damnificados los victimiza
y vulnera sus derechos.
Hay que estar atentos -como comunidad y como profesionales comprometi-
dos con la tarea- con familiares, vecinos y emergencistas fuertemente impac-
tados y/o a la presencia de posibles problemas de salud previas al evento de
algunos damnificados, como también la detección oportuna de reacciones
que se están prolongando en el tiempo y pueden requerir de una consulta
especializada, ya que continúan manifestándose a pesar de haberse brinda-
do una atención y contención adecuada y oportuna.
El impacto de un suceso adverso se produce sobre una comunidad con
los procesos de salud-enfermedad propios del lugar, por lo tanto, sus in-
tegrantes cuentan con recursos intra, intersubjetivos y socio-institucionales
para tramitar las consecuencias del mismo y no necesariamente y a priori
necesitan un abordaje clínico, terapéutico, sino preferentemente un acom-
pañamiento solidario, preventivo, basado en estrategias de reparación co-
munitaria, de reconocimiento a sus propios recursos saludables ligados a la
solidaridad, a la gestión asociada, a la participación política y social, a acti-
vidades creativas, culturales y a la reconstrucción proyectual. Ello significa
reconocer sus propios recursos y evaluar responsable y participativamente
sus vulnerabilidades para desde allí gestionar integralmente su reparación
mediante los recursos del Estado y el acompañamiento solidario de la comu-
nidad de pertenencia.
La prevención psicosocial vinculada con la gestión de riesgos de eventos
adversos esta en relación con la formación y participación social en todo el
proceso, ya sea para que el mismo no se produzca o eliminar sus causas
como también para su afrontamiento y rehabilitación, ya que ello dota de re-
cursos significantes para el otorgamiento de sentidos a la complejidad de la
problemática. El entendimiento, el afrontamiento oportuno y la significación

78
singular y compartida de todo el proceso de gestión, es un recurso preventi-
vo a nivel psicosocial de excelencia, ya que la posibilidad de brindar sentidos
permite contener y contenerse, tomar las decisiones pertinentes y oportunas,
gestionar el riesgo. Además, posibilita elaborar las consecuencias con más
recursos singulares y vinculares, lo que previene enfermedades resultantes
del aislamiento, de la falta de sentidos, de la pobreza representacional y par-
ticipativa.
En relación a la formación de los psicólogos para intervenir y trabajar con
poblaciones o comunidades impactadas por un suceso adverso es central
que esté focalizada desde la estrategia comunitaria y atendiendo a sus preva-
lencias y procesos de salud-enfermedad y recursos propios para procesar las
consecuencias y no necesariamente desde calificaciones nosográficas y me-
nos psiquiátricas. Por lo tanto, el desafío es trabajar con comunidades y sus
integrantes reconociendo sus recursos saludables para tramitar las vivencias
producidas por un evento adverso con las reacciones esperables, sus tiem-
pos y estilos de tramitación singular y social. También para construir diag-
nósticos participativos sobre los distintos factores causales del evento, difi-
cultades organizativas para su prevención, afrontamiento y/o reparación,
rehabilitación psicosocial y material de las consecuencias, donde intervienen
condiciones de vida, relaciones de poder, sentidos dominantes, participa-
ción sociopolítica, religiosidad o concepción socio-cultural de lo trascenden-
te, proyectualidad, democratización, tipo de distribución de bienes materia-
les y simbólicos existente, educación, contención socio-política, preparación
para afrontar situaciones adversas, redes sociales conformadas, entre otros y
que hacen a la potencia significante, transformadora y rehabilitadora como
sociedad o las dificultades existentes para hacerla con más recursos.

Importancia de la elaboración del Mapa Local y Regional


de Riesgos
La elaboración y realización participativa e intersectorial de los Mapas de
Riesgos institucionales, locales y regionales es una estrategia psicosocial pre-
ventiva imprescindible. Ello en la medida en que en la misma participación
intersectorial y comunitaria se produce una apropiación de la misma comu-
nidad de las medidas preventivas, del cuidado singular y solidario, de la
necesidad de organización y visibilización de los riesgos para su eliminación
o gestión social integral, que incluye su afrontamiento y rehabilitación. Los
mapas de riesgos elaborados solitariamente por expertos o por organismos
disociados de su comunidad llevan al fracaso seguro debido a que si real-
mente se produce un evento adverso -como un desastre- la población im-
pactada no ha participado de su construcción, no conoce las medidas auto-
heteroprotectivas y a menudo es la primer respondiente.
Por ello es central elaborar participativamente los Mapas de riesgos locales y
regionales, a través de los distintos organismos responsables de prevención

79
primaria y de respuesta, de la comunidad con sus distintas organizaciones
formales e informales y la representación intersectorial e interdisciplinaria
para contar con más recursos para prevenirlos, afrontarlos y superarlos con
mayores posibilidades.
Una vez realizado trabajar para su difusión permanente, conocimiento y
sensibilización en los medios de comunicación locales, en las escuelas y cen-
tros educativos, barrios, clubes, empresas, fábricas, instituciones sanitarias,
de emergencias, cooperativas de servicios, etc.; a fin de su apoderamiento e
incorporación, formación y actualización permanente.
La oportunidad de conocer el sistema de alerta temprano, de alarma para to-
mar decisiones inmediatas, sobre cómo evacuar un barrio, dónde refugiarse
o las instituciones o lugares de alojamiento, respetando los planes de evacua-
ción previamente concebidos, las medidas autoprotectivas de emergencia a
realizar por tipo de evento adverso, genera menor cantidad de víctimas, de
damnificados/as, produce más rápida organización ante el posible caos rei-
nante y favorece los procesos de significación y sentidos, lo que es preventi-
vo a nivel intrasubjetivo como psicosocial.
Además, en el mapa local de riesgos se puede definir y programar las inter-
venciones de distintos respondientes, su escalonamiento y oportunidad; la
elaboración y/o actualización de protocolos y responsabilidades; la cascada
de llamadas clave; la distribución de provisiones; la alimentación regular
de evacuados u otros damnificados en la emergencia; la definición previa
de medidas de seguridad; la revisión de la infraestructura en riesgo; la con-
formación de los equipos interdisciplinarios; la coordinación de recursos y
responsabilidades para la asistencia integral, el salvataje y la derivación ade-
cuados de lesionados/as; la contención de impactados/as; entre otras medi-
das que abonan a la seguridad y contención que brinda la organización tanto
preventiva como de respuesta.
También preventivamente es necesario realizar Convenios para las previ-
siones y provisiones necesarias ante una posible situación de emergencia
extraordinaria o desastrosa, a los fines de evitar situaciones críticas, saqueos,
victimizaciones, criminalizaciones, enfrentamientos por desesperación, de-
litos en situación de calamidad, por falta de prevención, ya que afectan se-
riamente el lazo social y la rehabilitación psicosocial de una comunidad im-
pactada.
El aumento permanente de la concientización del riesgo-vulnerabilidad-
vulnerabilización mediante la formación e información desde los distintos
ámbitos educativos, profesionales y disciplinarios, facilita la representación
de los sucesos adversos, su prevención, mitigación, respuesta organizada,
contención a los/las damnificados; y facilita la significación y elaboración
psíquica de los mismos, lo que disminuye su potencial de patologización.

80
Es central, asimismo, implementar las medidas preventivas como de distri-
bución de recursos en forma transparente, con sistemas de control-verifica-
ción y con la ética correspondiente. La corrupción, el manejo discrecional o
poco claro de los recursos, de la ayuda a damnificados/as por un desastre y
la falta de ética en su gestión, desfavorece la elaboración psíquica y social de
las pérdidas y daños sufridos.
La preparación y elaboración participativa de los mapas locales de riesgos
con la población en general y con comunidades más focalizadas como las
barriales, disminuye el impacto y las consecuencias psicosociales ante la
emergencia de lo siniestro, de lo terrorífico y de las vivencias de desamparo
y descontrol derivadas, que puede ocasionar un suceso adverso. Además,
favorece las respuestas solidarias y la elaboración psicoafectiva y social de la
experiencia y de las vivencias resultantes; evita una medicalización innece-
saria del malestar psicoemocional y de las reacciones propias frente a estos
tipos de eventos; merman las posibilidades de persistencia de las reacciones
propias del impacto o que las mismas se transformen en síntomas, en en-
fermedades o se produzca un encapsulamiento patológico del evento y su
transmisión profunda a nivel vincular en lo social y en lo intergeneracional;
favorece la regulación del estrés y disminuye la vulnerabilización estructural
(vincular; representacional; social; intra e intersistemas neuro-inmune-endó-
crino) y los sufrimientos y enfermedades emergentes ante su falla; facilita la
recuperación y el dominio de la situación y la vivencia de continuidad; posi-
bilita una mejor elaboración de las pérdidas y de los duelos en general y una
disminución de los procesos de culpabilización-autoculpabilización y de las
defensas disociativas; previene sobre la victimización-revictimización social;
reduce el temor a la repetición del fenómeno disruptivo o desbordante.
También posibilita informar a distintos responsables operativos ante situa-
ciones de desastre, de las prevenciones a tomar por el riesgo a corto-mediano
plazo en su propia salud y las medidas para disminuir el estrés, como: ela-
borar lo ocurrido, integrar impresiones, sentimientos, trabajar grupalmente
la movilización producida por la intervención; reforzar los lazos familiares y
sociales; realizar control médico periódico; entre otras medidas que facilitan
la reparación singular, grupal y la recuperación o afianzamiento del proyec-
to vital individual como comunitario.

Sobre la construcción de sentidos


Los eventos adversos siempre son sociales, más allá de su factor causal do-
minante, porque impactan en una sociedad y comunidad que resulta exigida
en brindar sentidos a los mismos. Allí puede producirse una disputa impor-
tante por los mismos y de acuerdo a las relaciones de poder vigentes.
Toda situación de desastre, por su impacto, consecuencias, abordaje y sig-
nificación, es una construcción social. Por lo tanto, aunque el evento sea de

81
origen natural como un terremoto, el desastre siempre es social en la medida
en que es investido por una significación histórico-social, como resultado o
promotor de un proceso de construcción social de sentidos del mismo, con
referencia a un mundo de representaciones aprehendido, percibido e insti-
tuido, por la misma sociedad-cultura impactada.
Es social o socio-natural porque la sociedad impactada es la que sufre las
consecuencias y debe significarlas y construir sentidos sobre la complejidad
causal y de respuesta al fenómeno. La falta de sentidos y de entendimiento
fragilizan y generan inseguridad al igual que la vulnerabilidad estructural,
en la que participa la falta de organización y de prevención de los eventos
adversos.
Por tal motivo, la participación comunitaria en la gestión de los riegos po-
tencia los análisis multicausales de los mismos y la necesidad de su gestión
política y social, ya que de lo contrario -en la lucha por los sentidos- pueden
tratar de imponerse algunos con características hegemónicas que adjudican
el suceso a un factor único con el objetivo de no modificar las verdaderas
causas o las complementarias que también participaron. El adjudicar a una
sola causa, a la fatalidad, a lo omnipotente de la Naturaleza o al orden de lo
religioso puede terminar siendo una estrategia de negación del riesgo, del
compromiso humano o de sectores sociales dominantes como responsables
en sus causas.
En la experiencia realizada en San Carlos Minas con motivo del aluvión ocu-
rrido el 6 de enero de 1992, un grupo de colegas psicólogos (Raúl Galli, Jorge
Terrone y el que suscribe) trabajamos esta problemática como uno de los
temas más preocupantes porque se adjudicaba el acontecimiento -por parte
de buen número de integrantes de la comunidad- a que en el pueblo había
mucha corrupción y debido a ello Dios los había castigado. Por tal motivo,
entre otros, hubo que trabajar con el cura del pueblo (Raúl Martínez) para
visibilizar y tramitar diferentes causas que pudieron haber provocado el alu-
vión y los sentidos verosímiles derivados, entre ellos: las intensas lluvias en
la alta montaña y en pocas horas; los incendios de montes ocurridos poco
tiempo antes que impermeabilizaron las sierras por las cenizas y quitaron la
capacidad de absorción del agua por parte del suelo; las inadecuadas defen-
sas alrededor del cauce del río antes de la entrada del mismo al pueblo; la
falta de alerta temprana; la construcción de viviendas en zonas inundables;
la inexistente preparación para una evacuación preventiva y de un sistema
organizado de respuesta, entre otros.
Ante esta situación hubo que trabajar con una estrategia comunitaria de co-
construcción de sentidos más ajustados a la multifactorialidad causal y que
el suceso no quede asignado solo a un aspecto omnipotente porque ello deja
en un lugar de impotencia, parálisis y vulnerabilidad que no posibilita las
transformaciones necesarias de realizar para desarrollar una política preven-
tiva integral. Si bien es esperable que ante semejante muestra de potencia

82
de la naturaleza se asigne su expresión a un factor omnipotente, situación
de donde surge la misma palabra Desastre, que remite a quedar sin protec-
ción de un astro protector (dis=negativo o contrario; astrum=estrella, astro,
hado), de acuerdo a la vivencia de desamparo ante lo omnipotente protector,
propio del desarrollo religioso en la época griega donde se divinizaban y ad-
judicaban poderes omnipotentes a los astros, los que se podían transformar
en destructores o abandónicos por falta de sacrificios en su honor ya sea para
lograr su apoyo como para evitar o conjurar peligros.
En esa oportunidad los psicólogos que trabajamos con esa comunidad desa-
rrollamos una estrategia fundamentalmente comunitaria, de prevención psi-
cosocial a partir de informar sobre las reacciones esperables que se podían
estar expresando y que debían ser escuchadas, contenidas, comprendidas
por las familias y otros responsables institucionales como policías, docentes,
grupos religiosos, integrantes del municipio y de la comunidad en general.
También se promovió la vinculación social para distintas tareas a realizar en
conjunto y para objetivos comunes y psicosocialmente preventivos, como
por ejemplo, la gestión de necesidades y derechos, de subsidios con partici-
pación y encuentro social. Esta estrategia estuvo sostenida desde las distin-
tas experiencias de trabajo de los integrantes del equipo con comunidades en
estado de vulnerabilidad y vulnerabilizadas, y desde los aportes de Pichon
Riviére E. y Ana P. de Quiroga (1966/7), con los inundados del litoral argen-
tino publicadas como Psicología de la vida cotidiana (1970 y 1985), contribu-
ción que sirvió de guía en muchas de las tareas realizadas.
A partir de la estrategia comunitaria y en la misma presentación del equipo
a las autoridades locales, produjimos la información pertinente sobre reac-
ciones esperables a destacar y la necesidad de colaboración y ayuda para
detectar damnificados/as que pudieran estar fuertemente impactados y en
situación especial de vulnerabilidad por encontrarse aislados socialmente,
con dificultades para significar sus vivencias y malestares, presentar reaccio-
nes marcadas por el exceso en su manifestación, duelos recientes, haber atra-
vesado eventos similares sin suficiente elaboración, con problemas de salud
previos al evento u otros que se les podían estar dificultando la tramitación
de sus vivencias actuales y que podían requerir una asistencia especializa-
da. Ante esta posible demanda se implementó una estrategia de contención
personalizada y familiar para su escucha y acompañamiento en la construc-
ción de sentidos, de significación y tramitación de sus vivencias. También
una evaluación para su derivación a un tratamiento especializado en caso de
necesidad, lo que fue y es de muy baja prevalencia en los eventos adversos
si la contención es oportuna y comienza desde la propia comunidad y sus
instituciones de pertenencia.

83
Acerca de las vivencias
Los acontecimientos adversos pueden generar vivencias con contenidos vin-
culados a lo siniestro, a lo que debiendo quedar oculto o superado se ma-
nifiesta abruptamente, afectando la relación y diferencia entre lo interno y
externo, generando confusión, angustia y serias dificultades para significar-
las, ponerles palabras con el afecto y sentidos comunicables y compartibles,
y desde allí reaccionar, proteger y protegerse, modificar la situación, trans-
formar las causas y elaborar la integración psíquica de dichas vivencias. Lo
siniestro puede manifestarse ante un suceso adverso en la medida en que
se desvanecen los límites entre fantasía y realidad, o cuando lo que se tenía
como fantástico se impone como realidad o como coexistencia indiferencia-
da entre ambas condiciones. Así, ante lo externo con potencial desbordante,
con su violencia intrusiva, puede emerger lo siniestro súbitamente, generan-
do confusión, escenificando lo temido, lo horroroso, aquello que se creía su-
perado y vencido, manifestándose e imponiéndose lo espantoso que debería
quedar oculto, momento que puede generar confusión entre el sujeto y el
mundo externo, entre lo interno y externo. (Cfr. Freud, S. Lo ominoso. 1919).
Ante ello, hay que promover la tramitación de lo siniestro para que los su-
jetos impactados encuentren nuevas vías de ligadura, de representaciones
acompañadas por los afectos y de asociaciones para su transformación en
actos creativos, solidarios y de construcción de sentidos para afrontar y re-
parar/se de las consecuencias derivadas del evento adverso. Teniendo en
cuenta que la irrupción de lo impensable, de lo terrorífico y lo espantoso,
generan miedo súbito y consternación, lo que exige un esfuerzo importan-
te al psiquismo para defenderse, lo que puede hacer mediante mecanismos
defensivos como disociaciones, escisiones, renegaciones o desmentidas para
evitar la vivencia de descontrol, de locura y caos interior y que éste se sume
al exterior. Además, en los casos en que la angustia es profunda, insoporta-
ble, con potencial patologizante, la misma puede ser producida por algo de
lo reprimido, de lo olvidado que se manifiesta de nuevo y con fuerza, allí lo
angustiante se transforma en siniestro. De este modo, lo movilizado no es
nuevo -en muchos casos- sino que es familiar y se transformó en extraño, en
desconocido a partir de su represión. Se puede imponer así la vivencia de
la presencia e influencia descontrolada de fuerzas secretas y omnipotentes
(del orden de lo mágico-animista, de lo mítico). De este modo, en los eventos
adversos se moviliza profundamente lo siniestro, lo espantoso. Esto es, que
en la escena desastrosa se manifiesten o se concreten allí las fantasías o fan-
tasmas sobre los propios deseos violentos que el fenómeno produjo y/o que
el mismo es resultado -supuesta y omnipotentemente- de ellos. Por tanto,
con algún tipo de ‘participación’ deseante del sujeto sobre figuras signifi-
cativas primarias u otras, deseos que deberían haber quedado a nivel de lo
fantástico, de lo novelesco y se hacen visibles abruptamente y sin control. Lo
siniestro puede generar una confusión tal que dificulta la representación de
las vivencias con su conexión afectiva.

84
En los casos en que las vivencias disparadas cuyos contenidos se encuentren
vinculados fuertemente con lo horroroso, ello puede dificultar su tramita-
ción e integración psíquica, y si es por un tiempo demasiado prolongado,
las representaciones de las mismas pueden quedar reprimidas, rechazadas,
formando un grupo psíquico separado que continúa con su dinámica intra-
subjetiva produciendo efectos en los/las damnificados, como malestares y
sufrimientos asociables o produciendo afecciones de distintos tipos, lo que
hay que detectar oportunamente para prevenirlo y realizar el tratamiento
correspondiente.

Estrategias de contención y rehabilitación psicosocial.


En la medida de que la comunidad está preparada para afrontar eventos
adversos seguramente contará con más recursos intrasubjetivos, vinculares
e institucionales para contenerse y contener o atrás personas impactadas, in-
cluso sin necesidad de especialistas, en muchos casos. Esto permite orientar
o indicar intervenciones de emergencia, de contención en crisis, asistenciales
y terapéuticas en caso de necesidad, como también sobre la necesidad de
desarrollar actividades socio-educativas, recreativas, artísticas y sociales que
favorecen el procesamiento de las vivencias derivadas.
De todos modos y según el tipo de suceso siempre es importante asistir a los
impactados o damnificados desde una escucha atenta, con una actitud flexi-
ble sobre sus estilos, cultura, respetuosos de su dignidad, de sus reacciones y
tiempos elaborativos, favoreciendo la expresión de emociones y el comienzo
de elaboración del impacto, daños y pérdidas. La misma actitud corporal del
primer respondiente debe estar asociada al amparo, a una distancia-cercanía
contenedora, con posible acompañamiento mediante la palabra cálida o el si-
lencio contenedor y un posible contacto físico preferentemente en las manos,
brazos y antebrazos como partes sociales del cuerpo y siempre de acuerdo a
la cultura y religión del sujeto impactado a fin de no invadirlo.
También entre las medidas preventivas es importante promover o gestio-
nar la recuperación de las referencias personales, sociales, culturales y de la
vivencia de continuidad, como asimismo detectar (o ayudar a hacerlo) con-
ductas y grupos de mayor riesgo-vulnerabilidad (niños, niñas momentánea-
mente sin familiares u otros vínculos significativos, ancianos aislados y/o
no autoválidos, discapacitados funcionales, enfermos, etc.) como también
sujetos que puedan estar reaccionando ante el impacto -y pasado un tiempo
prudencial- en forma excesiva a pesar de habérsele brindado una contención
y acompañamiento adecuado y oportuno, a fin de producir su derivación
para ser evaluado por un equipo interdisciplinario.
A su vez es central promover lazos, agrupamientos familiares, barriales y
acciones solidarias para lograr una contención y rehabilitación individual,
familiar, grupal, institucional y comunitaria; realizar tareas organizativas y

85
participativas sobre seguridad, disminución de la incertidumbre e informa-
ción centralizada, confiable y veraz.
Es central también promover y poner en funcionamiento dispositivos que favo-
recen la significación de las vivencias y la construcción de sentidos, como realizar
tareas solidarias, trabajo comunitario de ayuda mutua, conformar agrupamien-
tos para gestionar necesidades y derechos, producir espacios de vinculación
social mediatizado por comidas compartidas, actividades artísticas, deportivas,
vinculadas con el humor, entre otras que favorezcan el lazo social, compartir y
procesar vivencias y el acceso a la significación de las mismas.
También es importante realizar talleres de reflexión con los medios de difu-
sión para adecuar la información ante la emergencia de eventos adversos o
desastres, en forma preventiva y a los fines de evitar excesos o negaciones; la
iatrogenización, victimización o revictimización de los destinatarios; gene-
rar confusiones, contradicciones, reacciones inconvenientes, identificaciones
masivas, las que pueden aumentar el riesgo-vulnerabilidad y generar nue-
vos damnificados/as.
Una tarea clave es detectar, promover y trabajar con referentes comunitarios
reconocidos y confiables, como también nuevos referentes surgidos en el pos-
timpacto que acreditan la confianza de su comunidad, con el objetivo de afian-
zar convocatorias, tramitar necesidades ante organismos oficiales y otras ins-
tituciones, apoyar y estructurar proyectos de conjunto y lograr su realización.
También para promover los recursos solidarios existentes y la participación en
la rehabilitación psicosocial y la reconstrucción de los daños.
La medidas preventivas incluye a los emergencistas (bomberos, rescatis-
tas, policías, equipo de salud, etc.), definiendo y estableciendo dispositivos
relacionados a su cuidado, en todo el proceso de gestión del riesgo, par-
ticularmente después de ocurrido un acontecimiento adverso. Ello com-
prende la formación permanente; la autoprotección personal y del grupo;
la construcción de acuerdos sobre previsiones, horarios, derechos, deberes,
obligaciones y normas protectivas; las provisiones básicas como alimentos,
equipamiento, alojamiento, descanso; la promoción de vinculación saluda-
ble intrainstitucional, en la articulación intersectorial y con la comunidad; la
promoción de una buena alimentación y de la práctica de ejercicios físicos; la
desmovilización psicoemocional puntual o programada cuando correspon-
da, en particular cuando hay fuerte impacto personal y/o grupal, el registro
de momentos especiales para la contención como parálisis, estado de shock,
fallecimiento de familiares o compañeros en el evento, hallazgo de familiares
o niños/as mal heridos o muertos o por encontrarse afectado su umbral de
tolerancia a lo horroroso; la realización de tareas de supervisión o evaluación
compartida de intervenciones. Asimismo, cuando se presentan problemas
con los límites y de operatividad por el impacto recibido, y toda otra medida
para la protección de los emergencistas, de la tarea, de los/las damnificados
y de la comunidad en su conjunto.

86
Referencias bibliográficas:
Bell, Paul y otros (2003): Gestión del Riesgo. Conferencia hemisférica para la re-
ducción de riesgos: contribución al seguimiento de la Tercera Cumbre de las
Américas, San José, Costa Rica. 2003. Forma parte del Manual de evaluación
de daños y necesidades en salud para situaciones de desastre. OPS. 2004.
Freud, Sigmund (1919): Lo ominoso. Amorrortu. Tomo 17. 1979
ONU/Eird.org. (2008): La Gestión del Riesgo de Desastres Hoy. Capítulo 17. La Ges-
tión del Riesgo desde un enfoque de derechos.
Pichon Rivière, Enrique y Pampliega de Quiroga, Ana (1966-7): Inundados: Las
reacciones psicológicas ante el desastre. Psicología de la vida cotidiana. Edi-
ciones Nueva Visión. 1985

87
88
LOS RIESGOS DE VIVIR CON RIESGO
Impacto subjetivo de las explosiones de polvorines en Río Tercero

Cecilia Agüero Gioda - Diana Scorza1

“...Las creaciones de los hombres son frágiles, y la


ciencia y la tecnología que han edificado pueden em-
plearse también en su aniquilamiento.”
De “El porvenir de una ilusión”. Sigmund Freud.

La existencia de secuelas o consecuencias psicológicas a partir de la vivencia


de un hecho traumático masivo es un aspecto reconocido desde todas las
vertientes teóricas y enfoques que se han dedicado a trabajar la temática de
desastres o catástrofes. Pero concretamente de qué se trata este impacto psi-
cológico en los sujetos afectados, por cuánto tiempo lo sufren, qué factores
podrían favorecer a reducir estos efectos, fueron algunos de los interrogan-
tes que nos impulsaron a realizar un seguimiento de la población de Río
Tercero en diferentes momentos y por un período de 16 años2.
Resulta pertinente recordar que en noviembre de l995, Río Tercero se vio afec-
tada por las explosiones de los polvorines de la Fábrica Militar (en adelante
FMRT), ubicada en plena zona urbana. Se vivió una situación de auto-eva-
cuación masiva; los daños fueron de gran magnitud, ya que hubo pérdidas
humanas, numerosas personas con lesiones físicas, importantes perjuicios ma-
teriales, con la consecuente afectación emocional de la población.
Es nuestra intención aportar algunas consideraciones surgidas de los estu-
dios epidemiológicos llevados a cabo durante el 2001 y el 2011, es decir a
los 6 y 16 años de producidas las explosiones de polvorines. En los mismos
se tuvo como principal objetivo, la profundización del estudio del impacto
subjetivo a través de dos aspectos principalmente: sintomatología mental y
sentimiento de vulnerabilidad.
De esta manera se apuntó, por un lado, a las secuelas emocionales que deja-
ron las explosiones y, por el otro, a ligarlas a los efectos que provoca la coti-
dianeidad de continuar conviniendo con el riesgo tecnológico, aquel que fue
vivenciado y evidenciado traumáticamente a través de las mismas.
1
Cecilia C. Agüero Gioda. Licenciada en Psicología M.P 2584 M.E 448 - Diana Scorza. Licenciada en Psicología
y Mgter en Salud Mental. M.P 948 M.E 487
2
Las autoras de este trabajo hemos llevado las siguientes investigaciones: - Investigación “Impacto de un Desastre en
la Sintomatología Mental de los sujetos afectados. Segundo estudio epidemiológico en la ciudad de Río Tercero. Año
2010/2011” (con subsidio SeCyT de la UNC).- Investigación “Impacto de un Desastre en la Sintomatología Mental de los
sujetos afectados. Estudio epidemiológico en la ciudad de Río Tercero. Año 2001” (Beca de Extensión Universitaria de
la UNC) – Investigación “Sentimiento de Vulnerabilidad en Niños de Escuelas Primarias. Estudio comparativo entre una
ciudad que ha vivido un desastre (Río Tercero) y otra que no lo ha vivido (Almafuerte). Año 1997” (Beca de Extensión
Universitaria de la UNC) - Actividades realizadas por el equipo de investigación en el “Programa de Asistencia en Salud
Mental de la Ciudad de Río Tercero” (creado luego del desastre para la asistencia de los afectados), durante el año l996.

89
Lo que el bombardeo provocó
El sentimiento de vulnerabilidad es una variable que estudiamos desde el
inicio de las investigaciones, cuya incorporación estuvo motivada por lo ob-
servado a partir de las actividades realizadas luego de ocurridas las explo-
siones, en el marco del Programa de asistencia en salud mental de la ciudad
de Río Tercero. En el mismo se trabajó principalmente con un abordaje clí-
nico, a partir del cual se observaron motivos de consultas prevalentes tales
como angustia, tristeza, dificultades en las relaciones interpersonales, sue-
ños y recuerdos recurrentes, temores generalizados y constantes, entre los
más importantes.
Por otro lado, es pertinente destacar que durante los meses posteriores a
las explosiones la población vivía en un estado de sobrealerta permanente,
con temores exacerbados hacia cualquier situación o estímulo que evocara el
evento, en estado de hipervigilancia, atenta ante cualquier señal que pudiera
indicar alguna nueva situación de peligro (ruidos, tormentas, sirenas, humo,
olores).
Esta sensación de inseguridad se encontraba asociada fuertemente hacia el
riesgo tecnológico que siguió presente en la ciudad de Río Tercero luego de
las explosiones3 (provocado principalmente por el llamado polo petroquí-
mico, situado a una distancia aproximada de 3.000 metros del centro de la
ciudad, rodeado de barrios densamente poblados). Si bien se podría pensar
que en la población existía la idea del riesgo tecnológico al cual estaban ex-
puestos -lo que sirvió para poder huir de manera efectiva-, luego de las ex-
plosiones pasó a tener una relevancia que nunca antes tenido.
Tales situaciones nos llevaron a pensar en la presencia de un marcado senti-
miento de vulnerabilidad, como una de las consecuencias más importantes
de la vivencia de las explosiones. Se definió al mismo como “la percepción
consciente de un sujeto expuesto a una amenaza, acerca de su predisposición
a ser afectado por la misma” (Scorza, Agüero Gioda, 1997, pag. 20).
De esta manera, decidimos profundizar durante el año 1997 particularmente
en este sentimiento de vulnerabilidad incrementado, generalizado y persis-
tente. El relato de los niños nos permitió asociarlo a la vivencia de desvali-
miento experimentada a partir de las explosiones, por lo cual, y a la manera
de lo traumático, se produjo la reducción del umbral de percepción de los
estímulos, sobreinvistiendo situaciones que remitían a lo vivido como dis-
ruptivo y provocando una hipersensibilidad ante los estímulos que prove-
nían de las mismas. Este aumento del sentimiento de vulnerabilidad, pudo

3
La instalación de las industrias comenzó en el año 1936, fecha en que se crea la Fábrica Militar de Munición de
Artillería Río Tercero. En 1947 se instala el Grupo Químico de Río Tercero (en 1954 se unifican las dos fábricas
con el nombre de “Fábrica Militar Río Tercero”, compuesta por dos divisiones: División de Producción Química
y División de Producción Mecánica, esta última fue donde se produjeron las explosiones y luego fue trasladada de
la cuidad). Posteriormente se fueron agregando nuevas industrias que pasaron a formar el Polo Petroquímico de la
ciudad de Río Tercero Atanor S.A. (entre 1945 y 1949) y Petroquímica Río Tercero S.A (1976 y 1981)

90
ser descripto a partir de miedos generalizados y permanentes, pensamientos
recurrentes, hipersensibilidad ante determinados estímulos y abrupta toma
de conciencia sobre los riesgos existentes.
Dado estas conclusiones, se continuó profundizando su indagación en los
estudios epidemiológicos llevados a cabo en el 2001 y 2011, en población
adulta afectada4. A partir de los mismos, pudimos observar que si bien la
temática de las explosiones no era algo de lo que se hablara en lo cotidiano,
sino más bien todo lo contrario, parecía haber sido eliminada de los espacios
comunitarios y sociales, al preguntar directamente sobre el riesgo tecnológi-
co, la mayor parte de la población manifestó tener miedos y/o preocupacio-
nes en relación al mismo (74% en el 2001 y el 72% en el 2011), a la vez que
no se sentían preparados ante algún posible evento de peligro relacionado
con el mismo.
Tal situación se vio reflejada en los datos que pudimos obtener a través de
los cuales, además de observar la continuidad del sentimiento de vulnera-
bilidad, pudimos establecer que no hubo modificaciones en los niveles del
mismo en los años que fue estudiado (cuyo valor de las medias fue de 8,4
en el 2001 y 8,5 en el 2011). Inclusive en el 2011 fue mayor el porcentaje de
población que presentó este sentimiento (68% en el 2001 y 73% en el 2011).
La particularidad que fue adquiriendo es que se fue delimitando cada vez
más con el transcurrir del tiempo hacia el riesgo tecnológico, expresándo-
se mayormente a través de los miedos o las preocupaciones relacionados
al mismo; descendiendo en algunas personas la hipersensiblidad ante los
estímulos y la sensación de temores generalizados. Los datos que fuimos
encontrando acerca del sentimiento de vulnerabilidad, nos permiten consi-
derarlo como una consecuencia a corto, mediano y largo plazo de la vivencia
del desastre.
Por lo anteriormente expresado se podría pensar que las explosiones provo-
caron la vivencia traumática del riesgo tecnológico, la que aportó también
traumáticamente una información desconocida o negada hasta ese momen-
to: la existencia de dicho riesgo.
Si esta información no se asocia a la prevención, es decir a la posibilidad de
contar con recursos o conocimientos sobre cómo actuar ante una situación de
peligro, se produce un aumento del sentimiento subjetivo de vulnerabilidad
y a la vez deja expuesta a la población a condiciones objetivas de vulnerabi-
lidad.

4
En ambos estudios se tomó como población a individuos de la ciudad de Río Tercero que fueron afectados por
las explosiones de polvorines de la FMRT. Se seleccionó una muestra aleatoria por conglomerados de la población
según las zonas cercana, media y alejada al área de riesgo tecnológico, logrando heterogeneidad en relación a las
variables sexo y edad. Se aplicó una encuesta compuesta por el Cuestionario Epidemiológico de Sintomatología
Mental (CESIM - Versión breve) y un bloque de ítems en relación a las variables: sentimiento de vulnerabilidad,
riesgo tecnológico, distancia al evento de familiares cercanos, daños, personas afectivamente cercanas que hayan
sufrido lesiones o muerte a causa de las explosiones, participación en actividades de prevención, percepción subje-
tiva del desastre y otras variables psicosociales.

91
Dada la importancia de intervenciones que preparen a la población ante los
mismos, en los tres estudios realizados se investigó si los ciudadanos de Río
Tercero habían participado en alguna actividad de prevención. En contrapo-
sición con estos aspectos y con las recomendaciones por parte de diversos
organismos y expertos en catástrofes, no se había implementado de manera
sistemática este tipo de intervenciones. Por consiguiente, la mayoría de la
población participó de planes de prevención o preparación ante el riesgo
tecnológico y, a su vez, el 95% de las personas encuestadas consideró muy
importante que se lleven a cabo este tipo de acciones.

Acerca del malestar psicológico


Con el propósito de profundizar el conocimiento sobre otros aspectos rela-
cionados al impacto subjetivo de las explosiones, durante los años 2001 y
2011 incluimos los estudios epidemiológicos de sintomatología mental. En
este contexto consideramos pertinente hablar de malestar psicológico, sin
situarnos en el campo de la patología psíquica, ya que no ha sido la perspec-
tiva de estas investigaciones, cuyo objetivo estuvo centrado en estudiar la
prevalencia del malestar psicológico, operacionalizado a través del nivel de
sintomatología mental.
El concepto de malestar psicológico es descripto como producto de las con-
diciones de vida, situaciones críticas, espacios de cotidianeidad, entre otros
aspectos y “se sitúa a mitad de camino entre la salud y la enfermedad; la
sensación de malestar psicológico no permite el sentirse saludable pero tam-
poco enfermo” (Berra, Carri y otros, 2004, pag. 4).
El primer dato importante a rescatar en relación a la sintomatología mental
es que la media obtenida en el año 2001 y en el 2011, casi no mostró variacio-
nes (29.8 en 2001 y 28,1 en 2011)
La diferencia estuvo en el porcentaje de personas que presentaban algún
nivel de sintomatología mental, la cual descendió de 87% en 2001 a 64% en
2011.
A partir de estos datos, tal como se lo entiende desde diversos aportes teó-
ricos, nos resulta posible plantear la hipótesis de que tal situación podría
deberse a que el tiempo transcurrido desde las explosiones habría favorecido
en algunas personas la elaboración del hecho traumático.
No obstante, si se suman los porcentajes de niveles de sintomatología alta
y muy alta, en el año 2011 una cuarta parte de la población (25,2%) todavía
padecía altos niveles de malestar psicológico, expresado fundamentalmente
a través de ansiedad, angustia y temores.
Con la intención de aproximarnos al impacto de las explosiones en las perso-
nas que vivieron esta situación y al no existir estudios previos a este evento,
se compararon los datos de esta población con los obtenidos en dos investi-

92
gaciones epidemiológicas realizadas sobre población general de la ciudad de
Córdoba, encontrando que la sintomatología mental fue considerablemente
mayor en la población de Río Tercero (en Córdoba los valores hallados para
la media de sintomatología mental fue de 21.8 en 1998 y 24.7 en 2004, con
diferencias estadísticamente significativas con respecto a las encontradas en
Río Tercero).
El atravesamiento de las explosiones de polvorines y la permanencia de ries-
go tecnológico con posterioridad al evento traumático, representan situacio-
nes diferenciales de gran relevancia entre ambas ciudades, pudiendo tales
aspectos estar asociados al aumento en la sintomatología mental en la pobla-
ción afectada de Río Tercero.
Es importante resaltar que tanto en el 2001 como en el 2011 observamos que
a mayor sentimiento de vulnerabilidad ante el riesgo tecnológico, mayor fue
la sintomatología mental, lo que nos estaría indicando al malestar psicoló-
gico como otra de las consecuencias ocasionadas por la cotidianeidad del
riesgo, sin preparación para el afrontamiento del mismo.
Por otro lado, tanto los niveles de sintomatología mental como los de senti-
miento de vulnerabilidad aumentaron en personas que tuvieron familiares
en la zona cercana de las explosiones y las que manifestaron haber sufrido al-
gún tipo de daño materiales a causa de las mismas. Estos aspectos estuvieron
relacionados con los diferentes atravesamientos de la experiencia disruptiva.
El nivel de sufrimiento ocasionado por el riesgo de vida que corrieron los
seres queridos, el desconocimiento sobre la situación de los mismos, la incer-
tidumbre que en la mayoría de los casos se prolongó durante muchas horas,
el encontrarse con daños irreparables en las viviendas, las pérdidas de valor
material y afectivo muchas veces irrecuperables, nos estarían indicando la
potencia de la vivencia traumática, que continuaría teniendo influencia en la
subjetividad de las personas afectadas mucho tiempo después de ocurrida.
En el caso particular de los habitantes de la ciudad de Río Tercero hemos
observado que tanto la vivencia del desastre, como la exposición al riesgo
tecnológico serían factores que aumentarían el malestar psicológico, expre-
sado a través de una mayor sintomatología mental.
Tal impacto también puede verse reflejado a través de lo que las personas
afectadas refirieron sobre los propios cambios experimentados a partir de
las explosiones. Luego de 16 años, el 41% de la población manifestó que es-
tos cambios persistían hasta ese momento. Los mismos estaban relaciona-
dos principalmente con cambios en la conducta y en el estado de ánimo,
descriptos por las personas como “nervios, miedos, mayor sensibilidad y
depresión”.

93
Las implicancias del atentado
El desastre de Río Tercero paulatinamente dejó de ser pensado como un acci-
dente a medida que comenzó a tomar mayor fuerza –en el marco de la causa
judicial por la venta ilegal de armas a Croacia y Ecuador– la hipótesis del
atentado como una manera de eliminar las pruebas del contrabando.
Así, los riotercerences no sólo debieron hacer frente a las innumerables con-
secuencias producidas por el inesperado bombardeo, sino a los sentimientos
de impotencia e injusticia surgidos como producto de que quienes debían ser
los responsables de garantizar la seguridad de los ciudadanos, impunemen-
te destruyeron gran parte de la ciudad y atacaron a sus habitantes.
Beck (2008) plantea que existe una diferencia fundamental entre peligros
ecológicos y económicos por un lado, y la amenaza terrorista por otro. En
el caso de las amenazas terroristas la variable que la distingue es la inten-
cionalidad directa, a diferencia de los otros dos casos que se producen como
consecuencias indirectas de decisiones tomadas en pos de la modernización.
En el caso de Río Tercero podría pensarse que la situación es aún más comple-
ja, ya que ambas situaciones se hicieron presentes. La intencionalidad provocó
el atentado que ocasionó la explosión de los polvorines y con posterioridad, la
falta de acciones preventivas y de preparación frente al riesgo, continúo dejan-
do negligentemente a la población en condiciones de exposición.
Dada la falta de reclamos sociales sostenidos en el tiempo que apuntaran a
estos aspectos y que lograran una repercusión pública relevante, en el es-
tudio llevado a cabo durante el año 2011 decidimos indagar sobre el grado
de importancia que la población afectada le adjudicaba a la intencionalidad
como origen del desastre. De esta manera, pudimos verificar que el 95% de
la población consideró como un factor muy importante la posibilidad de que
la causa de las explosiones pudiera deberse a un atentado, al tiempo que se
le otorgó un alto valor a la resolución del proceso judicial. Asimismo, un
porcentaje considerable de personas (31%) identificó a este hecho como un
obstáculo para la recuperación de los efectos traumáticos de las explosiones.
La resolución de la causa judicial llegó 19 años después, en diciembre de
2014, donde fueron condenados cuatro funcionarios militares de la FMRT
por “estrago doloso agravado por la muerte de personas”. Si bien marca
un avance en la recuperación de la verdad y la sanción a los responsables,
según el abogado querellante de la causa, se aportaron suficientes elementos
de prueba que demuestran la programación del hecho, su vinculación con el
tráfico de armas, la hipótesis de que se intentaba encubrir faltantes de ma-
terial bélico, y la participación de las cuatro personas acusadas; no obstante,
aún no están condenados todos los responsables del hecho. (Horacio Viquei-
ra, Diario La Nación, 23 de diciembre de 2014).

94
Consideraciones finales
Para finalizar realizaremos algunas reflexiones que entendemos se despren-
den de las investigaciones y de los conocimientos que éstas nos aportan para
leer otras situaciones de desastres y catástrofes.
Si bien el impacto psicosocial que genera las situaciones de trauma colectivo
abarcan procesos y problemáticas más amplias que las abordadas en el pre-
sente trabajo, entendemos que los estudios de seguimiento sobre los efectos
de las explosiones de polvorines en la salud mental de los afectados, podrían
significar un aporte no sólo al análisis de la situación de esta población, sino
también a la profundización de una temática escasamente explorada, como
son los efectos psicológicos a corto, mediano y largo plazo de un desastre.
Según los datos que fuimos encontrando podríamos decir que el efecto del
tiempo trascurrido ha colaborado en la elaboración de los efectos traumáticos
que dejaron las explosiones. Esto fue observado en que si bien a los 16 años
del evento aún un muy importante porcentaje de la población afectada ma-
nifestó sentir malestar psicológico, es menor que la encontrada a los 6 años.
Por otro lado, la cantidad de personas con sueños y recuerdos recurrentes
relacionados con las explosiones había descendido, siendo ambos indicios
relacionados directamente con los efectos postraumáticos. El sentimiento de
vulnerabilidad sólo mostró variaciones en la forma de manifestarse y en que
ocasiona malestar psicológico cuando el mismo se da en muy altos niveles.
Sin embargo, tanto el malestar psicológico como el sentimiento de vulnera-
bilidad se siguen presentado como efectos de las explosiones y podría pen-
sarse que estarían siendo naturalizados por las personas que lo sienten, no
pudiendo ser percibidos en muchos casos como aspectos que merecen algún
tipo de abordaje.
Cabe entonces la pregunta sobre si las intervenciones luego de las explosio-
nes hubieran estado orientadas, tal como se recomienda desde la literatura
especializada, a favorecer procesos colectivos de elaboración de la situación
de trauma masivo, a la reconstrucción de los aspectos sociales y comunita-
rios, al reclamo por memoria, verdad y justicia que con no pocas dificultades
sostuvieron un grupo reducido de personas, al trabajo intersectorial y la par-
ticipación social en programas preventivos, se hubieran logrado reducir las
consecuencias emocionales y la perdurabilidad de las mismas a través del
tiempo.
En lo que hace específicamente a la problemática del riesgo tecnológico al
que la población está expuesta, resulta oportuno referirnos a las produccio-
nes realizadas por el sociólogo Ulrich Beck (2008) quien plantea que “la ame-
naza y la inseguridad son condición de la existencia humana desde siempre,
en cierto sentido incluso más antes que ahora” (pag. 20).
Afirma que oportunidad y peligro son las dos caras del riesgo y que se con-
vierten en tema de preocupación durante la industrialización.

95
Siguiendo a este autor, “Los riesgos son siempre acontecimientos futuros
que es posible que se presenten, que nos amenazan y que esta amenaza
permanente determina nuestra expectativa, invade nuestras mentes y guía
nuestros actos, resulta una fuerza política transformadora.” (pag. 27)
Asimismo refiere que la escenificación de la destrucción y las catástrofes ac-
tualmente hacen que la prevención sea un deber para los Estados. Especial-
mente el Estado como garante de la seguridad y el bienestar de las personas
es el que deberá asegurar la anticipación y la previsión cuando las instancias
competentes no lo realicen por falta de medios o por negación del riesgo.
Es posible pensar entonces, que cuando el Estado incumple con su deber
de prevenir las situaciones de peligro ocasionadas por los riesgos existen-
tes, para los casos en que los mismos no sean evitables, deja expuestos a los
ciudadanos a salidas tan poco saludables y como ineficaces, tales como vivir
en un estado de sobrealerta o, por el contrario, en una perpetua negación de
los peligros. Si no se interviene con planes de prevención intersectoriales y
con participación comunitaria, este escenario claramente observado en Río
Tercero, podría repetirse luego de cualquier catástrofe, ya que la misma de-
vela un aspecto de la realidad negado o desconocido y pone en evidencia los
peligros con los que se convive cotidianamente.
Por otro lado, las industrias para los habitantes de Río Tercero, provocan
una ambivalente sensación, debido a que son fuente de trabajo y progreso,
pero también productoras de riesgos. Similares representaciones podrían
pensarse para los ríos, bosques u otros elementos de la naturaleza que po-
drían generar esa contrapuesta sensación: placer/amenaza, progreso/ries-
go, belleza/peligro, por mencionar sólo algunos. Así, las intervenciones
psicosociales deberían dirigirse a evitar la negación de alguno de los polos,
fomentando una visión realista e integrada de estos binomios que faciliten
un posicionamiento activo ante la realidad.
En lo que hacer particularmente al sentimiento de vulnerabilidad, podemos
afirmar que es un modo de anticiparse y prever las posibles situaciones de
riesgo futuro, toda vez que el Estado no garantiza el bienestar y la seguridad
de las personas. El malestar psicológico es un efecto colateral del esfuerzo
psíquico que implica un estado de alerta permanente ante los riesgos exis-
tentes. Es decir que, luego de una catástrofe, el trabajo psíquico debe abo-
carse no sólo a la elaboración del impacto emocional producto del trauma
sufrido, sino también a lidiar con el temor que provoca el riesgo de que el
evento pueda repetirse.
Pudimos evidenciar que si no se implementan acciones que favorezcan am-
bas situaciones, las reacciones esperables luego de situaciones traumáticas
masivas, pueden convertirse en consecuencias perdurables a lo largo tiem-
po, provocando un malestar psicológico y un sentimiento de vulnerabilidad
permanentes.
En lo que hace referencia a las causas y sus responsables, tanto en las explo-
siones de los polvorines de la FMRT como en las inundaciones que afectaron
96
a las Sierras Chicas en febrero del 2015 las causas no están determinadas por
un solo factor y en ambos casos el Estado, aunque con marcadas particulari-
dades, posee una responsabilidad acerca de lo sucedido.
En el caso de Río Tercero hubo una intencionalidad directa en la que estaban
implicado el gobierno nacional de ese momento y en lo que respecta a las
Sierras Chicas, sucesivos funcionarios autorizaron la construcción de vivien-
das en terrenos aledaños a las márgenes de los ríos, por lo tanto en zonas
inundables.
Por último, destacamos que más allá de la sintomatología mental y del senti-
miento de vulnerabilidad en relación al riesgo tecnológico, los datos demues-
tran que estos factores relacionados a las responsabilidades no resultaron
indiferentes, sino que por el contrario fueron considerados como elementos
muy importantes para casi la totalidad de los ciudadanos que sufrieron las
explosiones, al tiempo las mismas significaron un hecho altamente negativo.
Estos aspectos significan un plus, un agregado, que potencian las consecuen-
cias, acrecienta el malestar psicológico y el sufrimiento psíquico y complican
la elaboración del trauma, pudiendo representar un obstáculo para la recu-
peración emocional.

A modo de cierre, retomamos a Freud por la admirable vigencia que aún tiene su
pensamiento en el análisis de la compleja relación entre la naturaleza y la cultura:
“...Justamente por esos peligros con que la naturaleza nos amenaza nos
hemos aliado y creado la cultura, que, entre otras cosas, también debe
posibilitarnos la convivencia. Y por cierto la principal tarea de la cultura,
su genuina razón de existir, es protegernos de la naturaleza.
Sabido es que en muchos aspectos ya hoy lo consigue pasablemente
bien, y es evidente que algún día lo hará mucho mejor. Pero ningún
hombre cae en el espejismo de creer que la naturaleza ya esté conquis-
tada; y pocos osan esperar que alguna vez el ser humano la someta por
completo. Ahí están los elementos, que parecen burlarse de todo yugo
humano: la Tierra, que tiembla y desgarra, abismando a todo lo humano
y a toda obra del hombre; el agua, que embravecida lo anega y lo ahoga
todo; el tifón, que barre cuanto halla a su paso; las enfermedades, que
no hace mucho hemos discernido como los ataques de otros seres vivos;
por último, el doloroso enigma de la muerte, para la cual hasta ahora no
se ha hallado ningún bálsamo ni es probable que se lo descubra. Con es-
tas violencias la naturaleza se alza contra nosotros, grandiosa, cruel, des-
piadada; así nos pone de nuevo ante los ojos nuestra endeblez y desva-
limiento, de que nos creíamos salvados por el trabajo de la cultura. Una
de las pocas impresiones gozosas y reconfortantes que se pueden tener
de la humanidad es la que ofrece cuando, frente a una catástrofe desata-
da por los elementos, olvida su rutina cultural, todas sus dificultades y
enemistades internas, y se acuerda de la gran tarea común: conservarse
contra el poder desigual de la naturaleza” (Freud,1927) .
97
Referencias Bibliográficas
Agüero Gioda, C; Scorza, D (2011). Impacto de un Desastre en la Sintomatología
Mental de los sujetos afectados. Segundo estudio epidemiológico en la ciudad
de Río Tercero. Año 2010/2011. Dirección Lic. Diana Scorza. Secretaría de
Ciencia y Tecnología de la Facultad de Psicología de la Universidad Nacional
de Córdoba. Argentina
Agüero Gioda, C; Scorza, D (2001). Impacto de un Desastre en la Sintomatología
Mental de los sujetos afectados. Estudio epidemiológico en la ciudad de Río
Tercero. Dirección Lic. Silvia Tornimbeni. Secretaría de Ciencia y Tecnología
de la Facultad de Psicología de la Universidad Nacional de Córdoba. Argen-
tina
Beck, U (2008). La sociedad del riego mundial. En busca de la seguridad perdida.
Paidos. Buenos Aires, Argentina.
Berra, C; Carri, P; Burijovich, J; Barrault, O; Plaza, S; Alderete, A. (2005) La Sintoma-
tología Mental como expresión del malestar poblacional. Córdoba, Argentina.
Burijovich, J y otros (1999). Investigación en Salud Mental. De los cordobeses y sus
malestares. Subdirección General de Salud Mental. Córdoba, Argentina.
Freud, S (1927): Obras Completas. El porvenir de una ilusión. Tomo XXI. Amorrortu
Editores. Bs. As., 1989.
Scorza, D; Agüero, C (1997): Sentimiento de Vulnerabilidad en Niños de Escuelas
Primarias. Estudio comparativo entre una ciudad que ha vivido un desastre
(Río Tercero) y otra que no lo ha vivido (Almafuerte). Dirección Lic. Silvia
Tornimbeni. Secretaría de Extensión Universitaria de la U.N.C. Córdoba.

98
Psicología Comunitaria en Emergencias Sociales
Introducción a un mapa de operaciones.
Sebastián Bertucelli1

“No se trata de vivir el presente, sino a propósito”.


Montaigne

“Dejar hacer, dejar ocurrir, dejar suceder,


pero, a la vez, que nada deje de hacerse”.
Lao Tsé

“Pertenecer tiene un doble sentido. Cuando digo “Esto me


pertenece”, quiero decir que poseo algo. Pero cuando digo
“pertenezco”, no quiero significar que algo me posee, sino que
soy parte de, estoy íntimamente involucrado con una realidad
mayor que yo, sea una realidad amorosa,
una comunidad o todo el universo”.
Thomas Matus

1.- El momento y la posición: Acerca del tiempo estratégico para


intervenir.
“Por más que se disponga en la mano la pala y la azada,
más vale esperar el momento de la maduración… más que
con nuestras herramientas, contemos con el desarrollo
del proceso para alcanzar el resultado deseado… Pues ese
potencial se desarrolla por sí mismo y puede llevarnos”.
Proverbio chino

Si como Psicólogos pretendemos llegar a ser parte de un dispositivo llamado


emergencias sociales, debemos replantearnos en primer lugar, el tema de la
disposición. Aspiración a ser desarrollada en ámbitos de pérdida total de
iniciativa institucional. Para esto, es preciso cambiar-problematizar las pre-
guntas que nos predisponen.
Entonces, ¿cuál es la pregunta hegemónica que hoy contamina o viabiliza
nuestras aproximaciones a poblaciones afectadas?... Si es que deseamos ser
parte de la solución y no del problema, atendiendo la Regla Hipocrática del
“Primun non nocere”.
1
Sebastián Osvaldo Bertucelli. Licenciado en Psicología. M.P 830

99
Desde nuestra experiencia en analizar los rituales de visita a poblaciones
supuestamente vulneradas, incluyéndonos en primer lugar a modo de co-
nejillos de indias, las preguntas predisponentes de automaticidades incons-
cientes que podemos inferir desde lo que se termina haciendo sobre la gente
y no desde lo que se dice, serían:
¿ Cómo tomamos el problema social desde el sujeto emergente?... ¿qué encuadre
pre-armado le aplicamos?... ¿cuándo decidimos soltarlo hacia la vida cotidiana?...
¿Cuándo creemos que es momento para que se replique lo supuestamente aprendido
en espacios y tiempos que fabricamos artificialmente a nuestra llegada?...

En este sentido, las estrategias grupales, la entrevista, las charlas preventi-


vas sobre lo que se esperaría que ocurriera después del impacto y los talle-
res bajo techo institucional son herramientas naturalizadas, sobrentendidas.
Llegar “más tarde” de arriba para abajo y de afuera para adentro enmarca-
dos en Programas Selectivos- Normativos, atendiendo patología individual
en espera, cada cual tomando un grupo etáreo y una problemática que se
recorta del proceso es la aproximación clásica.
Además, y no menos importante para considerar las variantes iatrogénicas
que inciden en nuestra práctica, ¿Cuándo y para qué alguien decide someter a
otros a tiempos judiciales a fin que se termine de consumar la industria del juicio
donde se cristaliza por años a las víctimas o, en qué momento y por que el periodismo
decide que el fenómeno deje de ser noticia y retire las cámaras?... ¿En qué momento
un político de turno decide subsidiar a los afectados y para qué?...
Uno de los tantos que suelen bajar a colaborar pretendiendo capacitar a las
comunidades en momentos de emergencia creciente son los especialistas en
catástrofes. Que, apoyados en la tradición médico-psiquiátrica, instalan el
imaginario que una población afectada no es más que un grupo de pacien-
tes ambulatorios potenciales. Cuando el imperativo categórico en catástrofes
debe ser “ni amplificar ni minimizar el problema, sólo valorarlo en proceso”.
Los Psicólogos Comunitarios no nos articulamos a estas intervenciones en
cascada impecablemente descoordinadas. Nos cuidamos mucho de ser ca-
tastrólogos. Solo podemos decir por ahora, que los pueblos y sus movimien-
tos comunitarios emergentes, “también pasan por catástrofes”. No viven en
catástrofes.
Desde otro modelo de atención, que cultiva el vacío funcional, donde apren-
demos a recibir para poder llegar a dar servicio, es imperioso que cambie-
mos la pregunta expuesta más arriba. Deberíamos buscar la pregunta que
nos prepara para “estar más a mano”, en búsqueda de acople estructural
con el fenómeno, por aproximaciones sucesivas, hasta llegar a participar del
abrazo colectivo de la población afectada. Preguntas que nos hacen estar “a
propósito” en el momento-coyuntura y que hace uso distinto de la posición
de poder que nos toque administrar. Aquí nos da rol la solución, el potencial
100
de situación, no la mera descripción del problema. Aquí el partícipe Psicólo-
go es visto como pasante en formas de organización de la cultura de la vida
cotidiana con dinámicas heterárquicas ante la suspensión de las jerarquías
institucionales.
Desde un enfoque comunitario, sería mejor preguntarnos:
¿Cómo nos toma el problema visto como un movimiento social en red?... Posición
que considera cuidadosamente el momento de nuestra llegada en caso que
visitemos el lugar de los hechos post catástrofe, o, en caso de que formemos
parte de equipos locales, situación que nos obliga a valorar en qué etapa de
nuestra inserción nos encontramos.
Siguiendo con el interrogante que proponemos y que afecta nuestro modo
de operar:
¿Cuál es la naturaleza del fenómeno a abordar?... ¿Se trata de un shock esperado
como fue en Rio Tercero, o de un shock inusitado e inesperado como fue en
Paraguay?...Y cómo, bajo este punto de vista, la naturaleza del fenómeno
organiza la respuesta comunitaria. Un axioma clásico para los comunitarios
es: “Si no hay tarea convocante que atender no hay red que ver”. Aquí se
cambia la secuencia estereotipada de los que llegan a convocar reuniones de
coordinación post catástrofe para después operar. Culturalmente ponemos
el caballo delante del carro, si consideramos que la tarea a resolver-disolver
genera sus propios movimientos y que nosotros desde esta visión los vere-
mos en curso, asistiremos a su despliegue y nos apoyaremos en ellos para
dar nuestro aporte como Psicólogos. Aquí participaríamos de una cadena de
trabajos con procesos en curso que nos dan entrada.
Lo dicho, habilita la siguiente pregunta que dispara otras operaciones estra-
tégicas:
¿Cómo hacemos para acoplarnos como profesionales a los movimientos co-
munitarios en curso?... ¿A las formas de autocuración colectiva?...2

2.-Acerca de la naturaleza del fenómeno.


2.1. Su dimensión espacio-temporal.
¿Dónde se localiza el problema?... ¿Cuál es su patrón de distribución geográfica?...
¿De dónde viene y hacia dónde va la acción que nos toma?... En caso que
permitamos que ésta nos tome, un capítulo importante es acerca de la com-
pleja tarea del mapeo de la información disponible en medio de la catástrofe.
Información de Inicio que se va a ir profundizando a medida que progresa-
mos en la calidad de cobertura de la población afectada. Actualmente en Re-
2
Se suele utilizar el término resiliencia para dar cuenta de la capacidad de autoreparación de los pueblos, familias o
sujetos. La analogía del resilio no es precisa porque no atiende la salida real de una crisis: una población poscatás-
trofe jamás vuelve al punto inicial del pre impacto. Se emerge de estas crisis transformados, mediante aprendizajes
en puntos superadores al de partida.

101
sistencia, Chaco, y en el abordaje colectivo de la desnutrición infantil, lleva-
mos diseñados mapas de cobertura del servició, sucesivos en cinco años de
seguimiento poblacional. La construcción de mapas georreferenciados que
dan cuenta de la cobertura progresiva del fenómeno se está realizando con
base en la participación de las familias de los afectados y de las instituciones
arraigadas en las poblaciones a impactar.
Es clásico, que “durante y sobre” la catástrofe, se suelan contar muertos y
enfermos con el fin de colocarlos en promedios abstractos que alimentan el
desánimo colectivo. Decimos, desde la posición comunitaria, que sostiene
una visión que creemos expresa a los afectados, “nosotros no queremos que
describan lo que nos está pasando, lo que necesitamos es gente confiable que
nos ayude a salir cuanto antes de esta pesadilla”. Aquí la visión diagnóstica
clásica de las ciencias duras se altera al incluir la capacidad de afrontamiento
colectiva en curso. Comenzamos a acompañar a la población afectada en
su itinerario de búsqueda de salud, paso a paso, progresivamente del caos
al orden. Considerando “el ritmo” de la acción comunitaria, funcional a la
calidad de aproximación que exigen procesos donde está en juego la salud
mental. Bajo este punto de vista, y tomando una frase que suelen decir los
estadísticos en los pasillos, es preferible ir estando aproximadamente en lo
cierto que precisamente equivocados.
En lenguaje técnico decimos: el mapa nos manda a la acción a fin de partici-
par en la recuperación de espacios y tiempos cotidianos, nos envía a visuali-
zar para proteger. Además, nos permitió no sólo desagregar promedios para
ver desigualdades, sino y lo que es mas importante, optimizar los recursos
profesionales disponibles a fin de diseñar la organización en red adecuada
para acoplar con el patrón de ocurrencia del problema. Por el contrario, el
promedio, al cual se llega con pobreza en los mecanismos de gestión, de in-
formación de entrada y salida que toman por sorpresa a las poblaciones, nos
remite al análisis externo y aéreo, en lugares y tiempos virtuales, donde se
cree, con la ayuda del periodismo amarillo, que describir insistentemente el
aspecto negativo de las consecuencias de una emergencia social no constitu-
ye una intervención.
Más abajo se pueden ver en primer lugar, mapas de familias afectadas al ini-
cio de las acciones en Asunción, Paraguay, fenómeno Icuá Bolaños (post ca-
tástrofe) y en segundo lugar, de Áreas Estratégicas en Río Tercero, fenómeno
Fabrica Militar (dos años antes de la catástrofe con equipos posicionados
desde la APS y que se va a extender durante la emergencia hacia otra área
estratégica en barrio Cerino).

102
103
2.- Acerca de la naturaleza del fenómeno.
2.2. Su dimensión comunitaria. O, ¿cómo sucede la población y se
está volviendo viable?...
“Desde acá zurcimos lo que desde arriba se raja. Este país se sostiene por lo
que la gente arma, teje pacientemente todos los días desde abajo… si no fuera
así estaría destrozado”. Expresión de un Medico del equipo de APS en una
reunión de trabajo. (octubre de 1994). Citado del libro “Redes Comunitarias
en Salud Pública”. La experiencia de Río Tercero.

Si nos articulamos a procesos comunitarios, la unidad operativa que habita-


mos no comienza con nuestra llegada. Aunque debamos considerar cuida-
dosamente nuestro acople a estos movimientos.

Dos ejemplos: En Río Tercero quince mil personas se autoevacuaron en cua-


renta y cinco minutos sin ninguna ayuda institucional. Los patrones que se
movilizaron fueron con base socioafectiva preexistentes al impacto. Redes
de familias Migrantes autoevacuaron un barrio en veinte minutos con movi-
lidad propia. Aquí los equipos locales arraigados en áreas estratégicas antes
de la catástrofe acompañaron a la gente de estos barrios en su pasaje por los
centros de evacuados y en la recuperación de espacios y de tiempos cotidia-
nos.
En Asunción, Paraguay, a la semana del shock, y al momento de mi articu-
lación al proceso en carácter de Consultor Internacional de OPS/OMS, las
familias de afectados estaban abrazando el supermercado Icuá Bolaños des-
plegando un repertorio complejo de elaboración de duelos que terminaría
con “la entrega de cruces”. Tuve el privilegio de asistir al ritual del “Velo-
rio del Angelito” del que ya había participado en Barrio Comercial-Villa el
Libertador- Cortaderos y que me remitían en ese momento a yacimientos
culturales del Norte de Córdoba y Santiago del Estero.
En la construcción de la forma de organización que acoplaría estructural-
mente con las modalidades de búsqueda de salud de los afectados y sus fa-
milias y siguiendo el mapa expuesto más arriba, sacamos de los consultorios
y de las reuniones institucionales a los profesionales con mayor experiencia
del Paraguay y los posicionamos accesibles geográficamente al problema.
Así, diseñamos desde la capacidad disponible, una modalidad de organi-
zación con dinámica heterárquica que denominé “responsables por sector
de afectados”. Esto, en arreglo a la funcionalidad del servicio y a las horas
profesionales disponibles.
Debo aclarar que es muy usual que los Centros de Formación envíen alum-
nos deseosos de práctica a los domicilios mientras los Profesores piensan los
marcos teóricos en espacios y tiempos discursivo-deliberativos. Una Regla
Fundamental que articula con el sentido común de la gente y con el culti-
104
vo de toda profesión, es que si se decide recurrir a voluntarios éstos deben
capacitarse “codo a codo” en terreno con profesionales con experiencia en
resolución de crisis. De acuerdo a lo ocurrido con estas intervenciones, me vi
obligado a poner la condición básica que no se debía intervenir sin llegadas
de confianza. Palabra llave aquí también en Asunción, similar a “el que le
conoce”. Con esta operación, comenzamos a cumplir con otra premisa de
Alma Ata la de la accesibilidad cultural.
En síntesis, y a modo de apertura a nuevas discusiones, en caso de estar
en disposición adecuada, pudiendo capitalizar el momento y la posición, y
además de disponer de las herramientas epidemiológicas apropiadas al de-
sarrollo del fenómeno que se trate, podríamos comenzar a articularnos a los
movimientos comunitarios emergentes y así, ejercer nuestro rol con conoci-
miento y utilidad social. Rol que deja capacidad instalada a su paso gracias
a que fuimos eficaces participando de una de las tantas gestas colectivas que
deben transitar nuestros pueblos latinoamericanos.

Referencias Bibliográficas
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Jullien, Francois. Un sabio no tiene ideas. Siruela. 2001
Tratado de la eficacia. Libros Perfil. 1999.
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cional para generar políticas sociales. Revista Educación, Salud y Trabajo Nº
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Bertucelli, Sebastián (coordinador). Audisio, Mónica. Berardo, Claudia. Blatto, Sil-
via. Cittadini, Ronald. Melano, Silvia. Redes Comunitarias en Salud Pública.
La experiencia de Rio Tercero. Ed. Fundación del Banco de Rio Tercero y Coo-
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Bertucelli, Sebastián y Bocco, Graciela. Redes Comunitarias en Salud Pública. La
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Bertucelli, Sebastián. “De la Epidemiología a la Endoepidemiología”. La Investiga-
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las Américas. Capítulo 11. Ediciones OPS/OMS. Colección Salud y Sociedad
Año 2000, Nº 7.
Viggiano Esain, Julio. La Rueda del Mingado. Separata de la Revista de la Universi-
dad Nacional de Córdoba. Segunda Serie Año VII, Nº 45, l966.
Viggiano, Esain, Julio. El Velorio del Angelito. Publicación de la Universidad Nacio-
nal de Córdoba. Año 1962.
105
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bre Atención Primaria de la Salud, Alma Ata (URSS), 6 al 12 de setiembre de
1978, “Serie Salud para Todos” nº 1, Ginebra- Nueva York.
Von Foerster, H. (1991). Las Semillas de la Cibernética. Gedisa. Barcelona.

106
Una modalidad de intervención psicosocial en
situaciones de catástrofes durante la fase crítica
Walter G. Palladino1

Resumen
El presente trabajo da cuenta sobre un proceso de intervención psicosocial en
situación de catástrofe en Mendiolaza, localidad afectada por la inundación
del 15/02/15 en Sierras Chicas. La misma se realizó durante la fase de impac-
to del episodio y refleja una modalidad de intervención en situación de cri-
sis. Dado el estado de vulnerabilidad de la población afectada, la urgencia, la
diversidad de demandas, la confusión que se produce en tales circunstancias
y la superposición de acciones se hizo necesario planificar una intervención
coordinada que nos permitiera obtener un diagnóstico comunitario a corto
plazo y de modo dinámico. Así al tiempo que se detectaban las diferentes
problemáticas se planteaban las estrategias terapéuticas para cada situación,
definiendo dispositivos terapéuticos y asignando responsables, intentando
brindar una respuesta inmediata acorde a lo que la situación exigía.-

Palabras clave: Crisis - Vulnerabilidad - Catástrofe - Intervención Psicoso-


cial – Estrategias Terapéuticas.-

Introducción
A fines de poder ubicar al lector en qué marco se inscribe ésta intervención es
necesario remitirme a como se dio mi inclusión en ella. Me desempeño como
psicólogo en un Centro de Atención Primaria de Salud de Córdoba ubicado
en la ciudad barrio Parque las Rosas, dependiente del Ministerio de Salud
de la Provincia. En el momento que se produjo la catástrofe en sierras chicas
los organismos nacionales, provinciales, municipales (así como tantas otras
instituciones: universidades, colegios profesionales, organizaciones guber-
namentales y no gubernamentales, iglesias, partidos políticos, etc.) sumaron
colaboradores a las zonas afectadas. Así me puse a disposición del Ministerio
de Salud y a través de la Dirección de Emergencias me destinaron a cumplir
mi actividad laboral durante la fase crítica en la localidad de Mendiolaza.
Mi intervención en el lugar fue en forma continua e ininterrumpida durante
las tres primeras semanas del hecho y los dos meses subsiguientes en forma
parcial hasta cerrar mi actividad en el lugar.
Sin ser experto en situaciones de emergencia y catástrofes, tenía como he-
rramientas conocer el territorio y la dimensión del evento por ser vecino de
la localidad donde intervine y por mi formación y desarrollo profesional, ya

1
Walter Guillermo Palladino Lic. en Psicología. M.P 3973

107
que en éstos 26 años de ejercer la profesión, he trabajado en intervención en
crisis en el marco de políticas de desmanicomialización (durante 10 años en
Río Negro y Chubut) y en el campo de la APS como psicólogo comunitario
(desde hace 12 años en el ámbito de salud pública provincial).
El presente trabajo da cuenta de cómo se desarrollo éste proceso de interven-
ción psicosocial durante la fase crítica de la catástrofe, desde el proceso de
inserción, articulando acciones con otros actores (referentes locales y agentes
externos que se sumaban a colaborar) lo que nos permitió pasar de una situa-
ción inicial de superposición y desorganización en las primeras intervencio-
nes (que se sumaban al caos y confusión del contexto) a la constitución de un
trabajo en equipo. De éste modo pudimos desarrollar una planificación de
la intervención para lograr un reconocimiento a la brevedad de la población
afectada y la implementación de estrategias terapéuticas que brindaron una
primera contención a los afectados.
En la historia de las catástrofes y desastres la incorporación de acciones en
salud mental es relativamente nueva, hasta el terremoto de México en 1985
sólo se tenían en cuenta los aspectos físicos de la salud. El cambio de para-
digma en salud mental desde “La Declaración de Caracas” de 1990 ha per-
mitido que, según las recomendaciones de la O.P.S., los países de la región
establezcan marcos legislativos que incorporan la dimensión social, el enfo-
que comunitario, la importancia de los trabajadores de la salud mental en
la APS y el abordaje integral desde los sistemas locales de salud y dentro
de las redes sociales. Esto ha contribuido a desarrollar marcos teóricos que
reconocen el impacto en la salud mental de las personas afectadas por situa-
ciones de catástrofe, como la necesidad de implementar políticas, planes y
programas para la intervención psicosocial en situaciones de emergencias y
catástrofes desarrollando, tanto la OPS como la OMS, una considerable bi-
bliografía que incluye recomendaciones, guías, manuales y procedimientos
de intervención.
Tomando éstos antecedentes, en el presente artículo se intenta pensar la in-
tervención psicosocial en situación de desastre en el actual paradigma en-
tendiendo que la misma debe incluir principios tales como la articulación de
los diferentes actores sociales, el trabajo interdisciplinario e intersectorial, el
enfoque comunitario inserto en las redes sociales.
Y como una de las formas de decir es haciendo, el trabajo se presenta desde
la crónica de la experiencia, a través de la observación directa y de las im-
presiones subjetivas, literalmente “con los pies en el barro”, en el contacto
directo con los afectados. Así es como fueron surgiendo análisis, reflexiones,
marcos teóricos que se intercalan en el relato y se ligan a la experiencia per-
mitiéndonos construir una aproximación diagnóstica de la comunidad.
Posteriormente se presenta la planificación del proceso de intervención ex-
plicando como se organizó el trabajo, como se llevo a cabo, la apreciación
diagnóstica y el plan de acción. En todo el proceso tanto el diagnóstico co-

108
munitario (diseño de encuesta, entrevistas, identificación de casos, recolec-
ción de datos), plan de acción (identificación de las prioridades) e implemen-
tación de programas (estrategias y dispositivos terapéuticos) los pasos no
fueron sucesivos sino simultáneos. Lo que caracteriza a una intervención en
crisis de carácter masivo es la urgencia que requieren las intervenciones (esto
hace muchas veces a la superposición y desorganización de las intervencio-
nes), por lo que no se puede esperar a elaborar un diagnóstico para lue-
go comenzar a actuar, se deben ofrecer respuestas (estrategias terapéuticas
diagramadas) al momento de intervenir y el análisis diagnóstico se elabora y
revisa al mismo tiempo que se asiste a los afectados.
En la bibliografía, las definiciones de catástrofes o desastres se asocian al
concepto de crisis. Por ello es que en el artículo se hace alusión a éste con-
cepto nodal desde la perspectiva de diferentes autores lo que nos permite
analizar distintas variables, tanto del episodio como de las intervenciones.
En las consideraciones finales se revisan algunas dificultades que se presen-
taron en el proceso de intervención las que son entendidas como desafíos
pendientes y pretenden generar interrogantes para el debate, a fines de con-
tinuar pensando la intervención psicosocial en situaciones de catástrofe des-
de nuestro rol profesional y en el marco de las políticas sanitarias.-

Fundamentación. Marcos conceptuales y legislativos


El modelo de atención en salud mental en la región de America Latina y el
Caribe viene atravesando en las últimas tres décadas un cambio de paradig-
ma a partir de hitos rectores tales como:
1- La Declaración de Caracas que plantea “la Reestructuración de la Atención
Psiquiátrica ligada a la Atención Primaria de Salud en los marcos de los Sistemas
Locales de Salud (SI.LO.S.), lo que permite la promoción de modelos alternati-
vos centrados en la comunidad y dentro de sus redes sociales”. (O.P.S./Oficina
Regional de la OMS para las Américas, Informe salud en el mundo, 2001,
pág. 52)
2- Los principios de Brasilia que ratifican la Declaración de Caracas “refor-
zando la necesidad de establecer redes de servicios comunitarios que reemplacen
los hospitales psiquiátricos y aseguren la provisión de adecuada atención integral
y multidisciplinaría de las personas con trastornos psiquiátricos y en situaciones
de crisis, en su lugar de residencia y dentro de sus redes sociales”. (Extraído de
los Principios Rectores para el Desarrollo de la Atención en Salud Mental
en las Américas “Conferencia Regional para la Reforma de los Servicios
de Salud Mental: 15 años después de Caracas”, los días 7-9 del mes de
noviembre del año 2005).
Este cambio de paradigma ha permitido un avance en políticas de desmani-
comialización a las cuales los países de la región vienen adhiriendo con le-
gislaciones que avalan dichas prácticas y según recomendaciones de la OMS
109
que se detallan en el Informe Salud en el Mundo, 2001. Nuestro país ha ad-
herido a partir de la Ley Nacional de Salud Mental Nº 26.657 y la provincia
a través de la Ley 9848, ambas sancionadas en el año 2010, a la implementa-
ción de dichas políticas.
Dichos avances han permitido: incorporar el componente psicosocial en la
APS, descentralizar los servicios de salud mental hospitalarios y manico-
miales por servicios centrados en la atención integral y de base comunitaria
con una tendencia a descentralizar los servicios hospitalarios brindando una
atención a los usuarios en su lugar de residencia y dentro de sus redes socia-
les. Estos cambios que aunque no se han consolidado “…son esenciales para
asegurar una adecuada respuesta en situaciones de desastre.” (Jorge Rodriguez,
2009, pág. 271).
En lo que hace a situaciones de desastre el mismo autor hace referencia al do-
cumento de la OPS “Protección de la salud mental en situaciones de desastre
y emergencias” (Washington, DC: OPS/OMS, 2002) donde se observa que a
partir de éste cambio de paradigma las tendencias en los últimos 15 años en
el campo de la salud mental y de la atención en situaciones de emergencia
en América Latina han permitido: desarrollar planes y estructuras organi-
zativas en el sector salud para el manejo de los desastres, brindar asistencia
sanitaria compatible con las necesidades de la población afectada y avanzar
en el reconocimiento de la relevancia del componente salud mental como
parte esencial de la respuesta en situaciones de emergencia.
En el texto ya mencionado de la OMS (Informe La salud en el mundo 2001),
en el apartado sobre “conflictos y desastres” (pag 43-44) se hace alusión a
la afectación en la salud mental de las víctimas de desastres “…millones de
personas se ven afectadas por desastres naturales como terremotos, inundaciones,
tifones, huracanes y otras calamidades similares a gran escala (IFRC 2000). Estas
situaciones se cobran un oneroso tributo a costa de la salud mental de las personas
afectadas, en su mayoría habitantes de países en desarrollo, donde la capacidad para
hacer frente a estos problemas es sumamente limitada. Entre una tercera parte y la
mitad de las personas afectadas sufren angustia. El diagnóstico más frecuente es el de
trastorno de estrés postraumático (TEPT), que a menudo se acompaña de depresión
o ansiedad. Además, la mayoría de los individuos refieren síntomas psicológicos que
no llegan a adquirir la entidad de trastornos.”
En síntesis, el cambio de paradigma en salud mental ha permitido el de-
sarrollo de recomendaciones y marcos legislativos que, impulsados por la
reforma de la atención psiquiátrica, han impregnado el campo de las prác-
ticas en salud mental desde una concepción centrada en las intervenciones
comunitarias, con un enfoque interdisciplinario e intersectorial, insertas en
las redes sociales e incorporando la valoración del contexto histórico y social.
Desde éste cambio de paradigma, el campo de intervención psicosocial se ha
ampliado incorporando otras temáticas que no eran entendidas como ámbi-
to de competencia del profesional de salud mental, esto ha permitido que se

110
dimensione la importancia de las intervenciones psicosociales en situaciones
de emergencia y catástrofe comprendiendo el impacto en la salud mental de
la población afectada. En las últimas dos décadas la OMS ha desarrollado,
a través de comités de expertos, conceptualizaciones que reconocen la ne-
cesidad de implementar políticas, planes y programas para la intervención
psicosocial en situaciones de emergencias y catástrofes que incluyen: reco-
mendaciones, guías, manuales y procedimientos de intervención.

Relato de Experiencia
Proceso de Inserción. Primeros contactos con la comunidad -
Primeras impresiones
Día 1: Habían transcurrido tres días del desastre y luego de las intervencio-
nes de bomberos, policía y defensa civil, estaban comenzando a incorporarse
otros actores sociales. La única consigna que me dieron fue que hiciera un
relevamiento, sumándome a los profesionales del operativo de emergencias
del Ministerio que allí se encontraban. Al llegar al lugar busco la unidad sa-
nitaria del ministerio donde debía contactarme con el equipo de salud para
comenzar mi tarea. La Uni.Sa.M. (Unidad Sanitaria Móvil) había sido ubica-
da en la ruta a unas dos cuadras del barrio y a unas diez del lugar mas afecta-
do, en la misma había un médico y un paramédico que esperaban asistir a la
población que acudiera al puesto móvil (ya que ellos debían permanecer en
la unidad, sin desplazarse a la comunidad). “Todo tranquilo” me dijo el mé-
dico al presentarse, consulte por mi ropa de trabajo (me informaron que me
darían unas botas, campera impermeable y credencial) pero no había nada
para mí, ni siquiera me conocían. Viendo que nada tenía que hacer en ese
lugar me dirigí a la Parroquia donde funcionaba el Centro de Evacuados,
como era aún muy temprano sólo había unas voluntarias en la cocina con
las que pude tener un dialogo que me dio un primer panorama de la situa-
ción. Decidí entonces ir a la Municipalidad para presentarme y ponerme a
disposición con los efectores locales, la secretaría de acción social -encargada
también del área de salud- estaba muy ocupada y no podía atenderme por
lo que me remitieron al Centro de Salud. Allí conocí a la médica y la psicó-
loga que estaban planificando una reunión para asistir a la zona afectada. Al
mediodía nos trasladamos al barrio en un camión militar, un grupo de seis
profesionales (todos del centro de salud y yo); llevábamos medicación y re-
gistros que se habían confeccionado en la reunión para conocer las familias,
problemas de salud, valorar estado de salud de pacientes crónicos, asistir a
pacientes con medicación (los pacientes bajo tratamiento habían perdido su
medicación, se las había llevado el agua) y, en este abordaje interdisciplina-
rio, surgían en el diálogo con la gente situaciones de llanto y angustia por lo
que en éstos primeros contactos mi colega y yo nos deteníamos y separába-
mos del resto del equipo escuchando y ofreciendo una primera contención.

111
El escenario era devastador: el olor a barro podrido, la gente sacando con
baldes y secadores el barro de sus casas, cuadrillas de boy scout con carreti-
llas y palas realizando la misma tarea. La gente permanecía en la puerta de
sus viviendas ya que estaban inhabitables. Las calles parecían ferias america-
nas colmadas con las pertenencias que la gente había logrado rescatar y de-
jaban afuera a secarse al sol. El día soleado de verano junto a la humedad del
lugar hacían el ambiente pesado, el ruido de las maquinas viales trabajando,
rellenando las calles que eran pozos (algunos de mas de un metro de pro-
fundidad). La interrupción del servicio eléctrico en el barrio había implicado
algunos robos por lo que los vecinos estaban atemorizados por la llegada de
la noche, además del temor a otra lluvia.
El barrio era un aglomeramiento, nos chocábamos voluntarios, colaborado-
res, profesionales, organizaciones que relevaban de todo, y la gente cansada
de responder relevamientos esperando respuestas a sus necesidades, res-
puestas que no llegaban.
Llevaba 6 horas en el lugar y mis zapatillas estaban mojadas, sentía frío en
los pies, el cuerpo cansado, sed (la botella de agua que me dieron los bom-
beros se me había terminado en un santiamén), necesidad de ir al baño (el
único baño ecológico estaba en la capilla a 8 intransitables cuadras del lugar
donde estaba trabajando) y comprendí un poco mas algo de lo que estaban
padeciendo los afectados (seguramente lo mas intrascendente de todo lo que
estaban sufriendo y para mí era mucho)2.
Vi: rostros serios, angustiados, temerosos, enojados, contrariados, entumeci-
dos, inexpresivos, miradas lejanas que miraban nada. Vi seres muy angustia-
dos que cuando uno les ofrecía escucha lloraban como niños y también vi se-
res autómatas, apáticos, que no respondían, que no querían hablar, aferrados
a sus palas, baldes y escobas, limpiando mecánicamente sus casas. Entonces
pensé en la vivencia de crisis que atravesaban éstas personas en los términos
que la define Moffatt: “La crisis se presenta por la invasión de una experiencia de
paralización de la continuidad del proceso de la vida. De pronto nos sentimos con-
fusos y solos, el futuro se nos aparece vacío y el presente congelado” y agrega “para
que una situación produzca una crisis, mas importante que el nivel de traumatismo
sufrido por el paciente es lo inesperado de la nueva situación que se le exige vivir, la
que experimentará como irreal y experimentará fuera de lo que le está sucediendo.
Solo es real lo que se espera, lo pre-visto, lo que fue concebible antes como posibilidad
en la fantasía de futuro” (Alfredo Moffatt, 1982. pag 15).
Día 2: el segundo día asistimos al barrio la psicóloga del centro de salud y
yo. A mitad mañana llegó un equipo de profesionales dependientes de la
Dirección de Salud Mental de la Provincia (psiquiatras, psicólogas, psico-
pedagogas) con la consigna de iniciar un relevamiento. Me piden que los

2
Esta descripción no pretende quedar en lo meramente autorreferencial sino dar cuenta de las condiciones en que los
voluntarios y colaboradores desarrollaron su tarea, la que produjo agotamiento físico y psíquico y llevó a muchos de
ellos a abandonar la misma. Las intervenciones deben orientarse también al cuidado de los que asisten y contienen.-

112
coordine, nos dividimos en subgrupos y continuamos con la tarea que ya
habíamos iniciado. Visitas domiciliarias, tomando contacto con los vecinos,
detectando problemáticas y haciendo primeras intervenciones. Al mediodía
nos juntamos en la parroquia, el equipo debía retornar a Córdoba ya que
habían cumplido su jornada y el móvil que los traía los apuraba. Parados en
la puerta de la parroquia con cuaderno y lapicera tomábamos notas la psicó-
loga y yo acerca de los vecinos que habían detectado con problemáticas. Nos
dijeron que volverían el lunes.
Las intervenciones en situación de desastre son ágiles, se debe realizar una
identificación precoz para intervenir a la brevedad, el escenario es dinámico
y cambiante: mientras uno esta con una familia aparece un vecino, un vo-
luntario o un referente pidiendo la intervención de un profesional de salud
mental porque hay una persona en crisis en la otra cuadra. Pero sin una
planificación previa se puede caer en el riesgo de quedar atravesados en el
mismo caos en que se encuentra la comunidad.
Debido a que contaríamos con estos profesionales de salud mental en el lu-
gar, decidimos iniciar la jornada siguiente con una reunión de planificación
responsabilizándonos junto con la psicóloga del centro de salud de coor-
dinar las actividades del equipo. Durante el día sábado se sumaron otras
colegas de salud mental que tenían experiencia en dispositivos grupales.
Cabe aclarar que durante las primeras intervenciones realizamos, además
de las visitas domiciliarias, reuniones grupales de contención en la parro-
quia ya que funcionaba como centro de evacuados, brindando una primera
respuesta a los afectados que allí se encontraban e invitando en las visitas a
los vecinos afectados a asistir a tal espacio. Pero entre ambos se hacía impo-
sible sostener tantas intervenciones por lo que la presencia de colegas para
abordar el trabajo grupal era significativa.
Ya contábamos con un equipo de profesionales que nos permitiría intervenir
con mas recursos, de forma planificada y ampliando las estrategias terapéu-
ticas.

Planificación del Proceso de Intervención


Día 3: A partir de las primeras intervenciones, desde lo que se fue recabando
en los primeros abordajes con los afectados y de la demanda específica que
llegaba desde los diferentes actores involucrados, se hacía imprescindible
elaborar un diagnóstico comunitario que nos permitiera: identificar princi-
pales problemáticas (grado y tipo de afección de la población), población de
mayor riesgo (localizada territorialmente), para poder implementar estrate-
gias terapéuticas acordes a la situación.
Siguiendo a Levav “los objetivos de las acciones de salud mental para los trabaja-
dores de la atención primaria en zonas de desastres, serán: 1) detectar los individuos
en las comunidades y en los servicios de salud que presentan problemas emocionales

113
como respuesta al impacto sufrido y 2) desarrollar actividades comunitarias de asis-
tencia y rehabilitación en salud mental integradas a todas las acciones de atención a
las víctimas “(I. Levav, OMS 1992. Pág.221). De éste modo se realizó:
- El diseño de un instrumento de relevamiento breve y puntual, de rápida
recolección de datos significativos que nos permitió una valoración cuanti
y cualitativa del impacto del desastre en la salud mental de la población.
- El reconocimiento de la población afectada con su localización geográfica
(cartografía).
- El diseño de estrategias terapéuticas para ofrecer una respuesta terapéu-
tica en el primer contacto con los vecinos. Debido a que, el instrumento
de recolección de datos permitía al profesional inferir una aproximación
diagnóstica y sugerir a la persona la estrategia terapéutica adecuada en
función a los dispositivos que se pudieron implementar con el recurso hu-
mano presente (éstas estrategias terapéuticas eran: atención psicológica
individual, grupos de contención psicológica y consulta con psiquiatría
en los casos que se evaluara un trastorno que requiriera de prescripción
psicofarmacológica).

Para esto se organizó al equipo en subgrupos:


a) de Relevamiento: divididos de a 2 con manzanas a cargo, serían los res-
ponsables de el primer contacto con cada vecino, evaluar la situación
diagnóstica familiar, completar el instrumento de relevamiento en el o los
integrantes de cada familia en que se observaran secuelas de la catástrofe
o necesidad de algún tipo de atención de salud mental y determinar y
sugerir la estrategia terapéutica para cada caso.
b) profesionales a cargo de los dispositivos grupales de contención: se defi-
nieron dos grupos a cargo de colegas especializadas los que funcionarían
en la zona afectada (parroquia y centro de jubilados).
c) atención psicológica individual, en aquellos casos que no se evaluara con-
veniente la inserción a grupos o que la problemática requiriera otro tipo
de abordaje. Coordinando la derivación con las psicólogas del centro de
salud (en total son 4 pero asisten una o dos veces por semana, trabajan por
bono, no contando el Centro de Salud con profesional rentado ni perma-
nente).
d) valoración psiquiátrica y tratamiento psicofarmacológico en los casos que
lo requirieran. Esto se haría con los psiquiatras del equipo de salud en la
detección domiciliaria coordinando el posterior seguimiento con el psi-
quiatra del centro de salud (como trabaja por bono se acordó con Acción
Social de la Municipalidad que la misma se haría cargo del pago de los
bonos de las personas que asistieran de la zona afectada).

114
Consideramos que ésta planificación y modalidad de intervención con los
dispositivos terapéuticos implementados respondía a lo que se espera del
trabajador de atención primaria en salud mental en situaciones de desas-
tre, siguiendo a Levav que formula que el mismo “debe estar capacitado para
brindar la asistencia necesaria a las víctimas a través de la identificación precoz y
el manejo emocional de sus problemas emocionales.” Y mas adelante prosigue
“brindar apoyo emocional para la expresión de la ansiedad y la depresión a través
de la utilización de intervenciones individuales y grupales, con énfasis especial en el
desarrollo de grupos de autoayuda” “(I. Levav, OMS 1992. Pág.222).

Aproximación diagnóstica. Análisis cuantitativo y cualitativo


Como conclusión de ésta modalidad de trabajo se logró establecer en dos se-
manas un diagnóstico comunitario que nos permitió reconocer: cantidad de
población afectada, localización geográfica de la población mas vulnerable,
existencia de redes de sostén y contención de la persona afectada, sintoma-
tología, presunción diagnóstica, diferenciando también si la sintomatología
era consecuente al desastre o de otra problemática mas antigua, si estaba
bajo algún tratamiento psicológico o psiquiátrico y estrategia terapéutica re-
comendada las que se ponían inmediatamente a disposición de la persona.
Los datos cuantitativos revelan que se contactó, entrevistó y evaluó a un
total de 320 personas de las cuales en 80 personas (25% del total de eva-
luados) se detectaron problemáticas que requirieron algún tipo de abordaje
terapéutico.
Tomando como población a las 80 personas, las detectadas con problemáti-
cas que requirieron algún tipo de abordaje, podemos inferir que de ésta:
- El 65% presentaba sintomatología consecuente de la catástrofe y un 16%
sintomatología previa (antecedentes) que en muchos de éstos casos se
potenciaron como consecuencia de la catástrofe. Un 19% no presentaba
sintomatología clara pero si signos difusos, tenues que reflejaban un gra-
do de afección pero no solicitando en el momento algún tipo de apoyo
psicológico.
- Entre los síntomas mas prevalentes reactivos a la catástrofe predomina-
ban: angustia, temor y ansiedad. En segundo orden: trastornos del sueño,
cansancio e impotencia.
- Un 15% de ésta población estaba con medicación psicofarmacológica (an-
siolíticos) y un 8% automedicada.
- La población mas afectada según género correspondió a las mujeres: 75%.
- La edad promedio de la población que presentaba problemática fue de
52,4 años. (cabe aclarar que la población está compuesta en un alto por-
centaje por adultos mayores).

115
- Las estrategias terapéuticas evaluadas según cada situación particular
fue: el 48% derivado a grupos de contención, un 23% a valoración o se-
guimiento psiquiátrico (todas las personas que estaban con medicación
psicofarmacológica), un 10% a un espacio psicoterapéutico individual y
un 19% que presentaba algunos signos pero no requerían de estrategias
terapéuticas.
- Un 40% contaba con obra social por lo que muchos de ellos asistían o pre-
ferían ser atendidos por profesionales del ámbito privado.
Obsérvese que en forma paralela se cumplimentaron en corto plazo tres pa-
sos de las actividades de salud mental en situación de desastre: Diagnóstico
comunitario (diseño de encuesta, entrevistas, identificación de casos, recolec-
ción de datos), plan de acción (identificación de las prioridades) e implemen-
tación de programas (estrategias y dispositivos terapéuticos), considerando
que en situaciones de emergencia como lo son los desastres o catástrofes, no
se puede esperar a finalizar el diagnóstico para implementar acciones sino
que el análisis de datos es simultáneo a la intervención y servirá en todo caso
para reafirmar o corregir la misma.
Los datos relevados en el diagnóstico comunitario permitieron realizar un
análisis cuantitativo de la situación. Vamos a detenernos ahora en un análisis
cualitativo que lo he divido en dos partes: 1) caracterización de la población
afectada y 2) impacto en la subjetividad y posibilidades de resolución.

1) Caracterización de la población afectada


Anteriormente me referí al concepto de crisis según lo define Moffatt. Voy
a referenciarme a otro autor mas antiguo Caplan cuya definición de crisis
aporta otra mirada concordante a la vivida en situación de desastre “…una
crisis se produce cuando una persona o grupo se enfrenta a una situación de pérdida
súbita de suministros físicos, psicosociales o socioculturales (como en un incendio,
ruptura matrimonial o despido del trabajo), amenaza inminente de pérdida o a las
exigencias derivadas de un aumento de esos suministros…” y continua “Lo esencial
de una crisis es el desequilibrio entre las demandas planteadas al sujeto y sus propios
recursos o capacidades para afrontarlos apropiadamente.” (Sánchez Vidal, 1991.
Pag 391, citando conceptos que corresponden a Caplan).
La situación de catástrofe desencadena una problemática multicausal, el es-
cenario es la crisis. Nos encontraremos con una población muy afectada, en
situación de emergencia sanitaria, social, afectada su trama social (el grado
de afectación será relativo al nivel de organización social) y en un contexto
de desastre ecológico.
Las personas se encuentran en estado de vulnerabilidad, sus necesidades
son múltiples y urgentes.

116
Revisemos cuales son las necesidades, las pérdidas y las demandas que
deberán ser atendidas y resueltas a la brevedad:
• Necesidades básicas: vivienda, alimentación, vestimenta.
• Carencia de servicios: agua, luz, gas, teléfono, sistemas cloacales y/o de
desagües colapsados.
• Aislamiento: el territorio queda anegado o intransitable produciéndose
inaccesibilidad hacia las viviendas y desde las viviendas a lugares habi-
tuales de circulación o traslado.
• Pérdidas Económicas: pérdida del trabajo o imposibilidad de acudir al
mismo. Pérdida de dinero y objetos de valor.
• Inseguridad social: el aislamiento en el que queda la población junto a la
falta de suministro eléctrico y vigilancia suelen ser aprovechado durante
la noche para saqueos (aunque parezca increíble muchos afectados sufrie-
ron saqueos).
• Sanitarias: a) riesgo de enfermedades infecto-contagiosas, epidemias.
b) necesidad de medicación y asistencia médica a personas
con patologías crónicas y con dificultades para su traslado a los centros
sanitarios.
• Civiles: pérdida de documentación de diversa índole (de identidad, de
propiedad, de afiliación, etc.)
• Psicológicas: el evento afecta emocionalmente a las personas el cual es vi-
vido como una situación traumática, generando un malestar psicológico
que se traduce en sensaciones de desamparo, inseguridad y vulnerabili-
dad y expresándose en un alto porcentaje de los afectados con sintomato-
logía diversa.

En síntesis y volviendo al concepto de Caplan: la población se encuentra


enfrentada a una situación de pérdida súbita de suministros físicos, psicoso-
ciales o socioculturales.
En la intervención psicosocial el efector deberá tener en cuenta éste contexto
y que, al tomar contacto con los afectados, se nos plantearan muchas de éstas
demandas. Durante los primeros acercamientos mientras conversábamos y
nos transmitían sus emociones y sensaciones en relación a lo acontecido nos
consultaban también de otras cuestiones tales como donde conseguir un col-
chón, o un medicamento o donde gestionar los documentos, etc. Esto sucede
porque las personas se encuentran atravesadas por necesidades de diversas
índoles, desorientadas y al establecer un vínculo de confianza buscan apoyo
y ser contenidas no sólo en su estado emocional sino también en sus necesi-
dades y perdidas materiales y concretas. No es nuestra tarea resolver estas
pérdidas pero si conocer los recursos y la ayuda existente, orientar, acom-

117
pañar y articular con otros sectores para la gestión y obtención de recursos
básicos, lo que contribuirá al bienestar psicológico de la población afectada.
Coincidimos en la apreciación de Jorge Rogriguez (2009) cuando se refiere a
que “la naturaleza de la atención de salud mental está indisolublemente unida a los
temas de vivienda, empleo, vestimenta, alimentación, derechos humanos, así como a
los problemas relacionados con las pérdidas materiales” (pág 282), pero también
agrega que “la ayuda material y social es una parte importante para mejorar la sa-
lud mental de las poblaciones afectadas, pero debe complementarse con otras acciones
especificas. Sería un error considerar que la atención de salud mental se limite a las
prestación de diferentes modalidades de ayuda o asistencia social” (pág. 283).
Al pensar las intervenciones concebimos que el análisis de las necesidades
que surgen de los diagnósticos deben impulsar nuestras acciones entendien-
do que la satisfacción de las mismas son un derecho humano inalienable y
que se logran a partir de una construcción solidaria que involucra a todos los
miembros de una sociedad. Concepción de necesidad ligada a la corriente
solidaria en oposición a la corriente neoliberal (ver Jaime Breilh “Epidemio-
logía Crítica”). En éste sentido debemos pensar nuestras intervenciones en el
marco del derecho a la salud entendiendo que la satisfacción de necesidades
forman parte del bienestar bio-psico-social (tal como lo expresa la clásica de-
finición de salud) e involucra para su realización a todos los actores sociales,
incluido los profesionales y técnicos de salud.

2) Impacto en la subjetividad y posibilidades de resolución


Siguiendo el concepto de crisis como aspecto clave y consecuente de las ca-
tástrofes, de lo que observé en mí intervención puedo decir que la crisis pro-
vocada por desastres o catástrofes impacta en la subjetividad produciendo
una ruptura que deja a las personas afectadas en estado de vulnerabilidad,
de fragilidad psicológica y emocional. Como hecho traumático, el aconteci-
miento marca un hito, una frontera que delimita el transcurrir cotidiano: hay
“un antes y un después de”.
El yo se debilita, pierde la capacidad de instrumentar sus mecanismos de-
fensivos habituales y surgen reacciones naturales a la situación de crisis ta-
les como: angustia, temor, ansiedad, trastornos del sueño, impotencia, aba-
timiento, entre las más frecuentes. Pero también se potencia y moviliza lo
estructural y lo histórico, entonces es factible que irrumpan aspectos no re-
sueltos de la historia vital que la persona tenía medianamente bajo control.
Moffatt plantea el concepto de fractura como propio del acaecer del proceso
de vida refiriendo que “…algunas son de transito suave, el fin de una carrera
o un cambio de trabajo, otras traumáticas como accidentes, muertes, enfer-
medades. En este caso el yo debe reestructurarse” (Alfredo Moffatt, 1982.
pag 24).

118
Las consecuencias en la subjetividad de cada afectado y la posibilidad de
reestructuración yoica dependerán de cómo se encontraba psicológicamen-
te cada persona previo a la situación: estructura de personalidad (grado de
organización interna, fortaleza yoica), resolución de acontecimientos vitales,
elaboración de situaciones traumáticas, satisfacción en diferentes áreas de su
vida (vincular, social, laboral, profesional, material, etc.).
Pero, como el evento supera toda previsión, la capacidad de reparación y de
elaboración será posible no sólo con los recursos personales que cada uno
cuenta previamente sino fundamentalmente con las redes de sostén, coope-
ración, colaboración y contención ya existentes y las que se instrumenten a
partir del hecho. En los relatos de las personas entrevistadas se repite todo
el tiempo como fue la trama social, solidaria y espontánea constituida por
los propios vecinos durante el episodio, la primera y única contención en el
momento crítico de la catástrofe – denominada fase de impacto-, la que los
salvó de una tragedia mayor: “…entre nosotros nos dimos una mano para salir
de las casas, subirnos al techo, había vecinos que sin sogas ni nada estaban metidos
en el agua hasta la cintura para tratar de ayudar a una anciana o subir a los chicos
a los techos de las casas trepándose por las ventanas como podían, con el agua que
subía y venía cada vez con mas fuerza; esa solidaridad no se olvida mas. Entre todos
nos salvamos, solos… a las horas empezaron a llegar los bomberos y los de defensa
civil…” (relatos de afectados, extraído de mi cuaderno de campo).
Esto nos remite a dos autores en cuanto a como las comunidades tienden a
resolver sus problemas independientemente de nuestra existencia e inter-
vención por lo que nuestra tarea será sumarse y partir no de lo que traemos
sino de lo que “esta siendo para el fruto” (Rodolfo Kusch, 2000. Pág. 243
-244), concepto de la antropología filosófica que Bertucelli lo transfiere en
el sentido endoepidemiológico desde donde concibe las intervenciones co-
munitarias. Reconociendo además formas de cooperación genuinas en las
comunidades en su vida cotidiana, observadas en su dinámica, en sus mo-
dos de plegarse y replegarse como La Minga (remitirse a textos del autor:
“Proyecto Brochero – Control de TBC”. 1988 y “De la epidemiología a la
endoepidemiologia”. 1992). Y un segundo autor, Mario Rovere, en cuanto al
funcionamiento de las redes a las que define como el lenguaje de los vínculos
y cuya lógica parte de articular heterogeneidades como medio para dar me-
jor respuesta a los problemas (Ver textos del autor: “Redes en Salud” 1999 y
“Formando redes sociales”. 2000).
Promover y fortalecer éstas redes naturales, trabajando insertos en el lugar,
promoviendo espacios de encuentro, contención y recreación son ejes de las
intervenciones psicosociales en poblaciones afectadas por desastres que ayu-
daran a mediano y largo plazo a asimilar el trauma, elaborar el duelo y las
perdidas simbólicas. En síntesis, a facilitar una reestructuración yoica en la
subjetividad y un fortalecimiento en los vínculos restituyendo a los sujetos a
la trama social, a la cultura.

119
El cierre del proceso de intervención
Pese a ser concientes de la necesidad que las intervenciones en salud mental
en situaciones de catástrofe son mas extensas en el tiempo (la bibliografía
refiere un período no menor a 6 meses y hasta un año o mas), mi inclusión
estuvo inserta en el marco del operativo de emergencia que el Ministerio de
Salud de la Provincia había organizado por lo que las acciones, y el presente
trabajo así lo describe, fueron pensadas y diseñadas para la intervención a
corto plazo, durante la fase crítica del episodio. La valoración diagnóstica,
los datos epidemiológicos y las intervenciones realizadas fueron sistematiza-
dos y entregados a los funcionarios y efectores locales de salud quienes son
los responsables de continuar implementando acciones a mediano y largo
plazo. Luego de retirado el operativo continúe con una intervención mas
esporádica (una vez a la semana) donde, junto a los efectores locales, dise-
ñamos estrategias de seguimiento y articulación con los efectores del área
como por ejemplo reuniones de coordinación con el equipo de salud mental
del hospital zonal de referencia (Hospital de Unquillo).
Personalmente me costó cerrar y retirarme de la intervención, luego com-
prendí que el rol del agente externo es sumar y desplegar estrategias a lo que
se ésta produciendo en el movimiento natural de la organización comunita-
ria (nuevamente me remito a Kush “lo que esta siendo para el fruto”) y que
éstas seguirán o no su desarrollo independientemente de nuestra presencia,
reconociendo que las redes son preexistentes a nuestras intervenciones y que
continuaran su curso natural.
Hasta aquí, se ha intentado dar cuenta de un proceso de intervención durante
la crisis en el marco de los operativos de emergencia. Quisiera por último re-
ferirme a éste tipo de intervenciones entendiendo que en situaciones de catás-
trofe las intervenciones en salud mental requieren –debido a las secuelas en la
población- de intervenciones a corto, mediano y largo plazo con intervencio-
nes específicas y diferenciadas para cada instancia. Una modalidad de inter-
vención que se proyecte en el tiempo podría ser pensada del siguiente modo:
- A corto plazo: Intervención en crisis.
Primeros contactos, con la población afectada. Acercamiento. Reconocimien-
to y Contención. Detección de la población afectada y derivación a dispositi-
vos existentes o implementados a tal fin.
Característica de la población afectada: Las personas se encuentran vulnera-
bles. Sentimientos de angustia, temor. Personas indefensas bajo los efectos
del impacto inesperado, conmoción. Ruptura de seguridades básicas.
- A mediano plazo: Seguimiento y detección de nuevos casos (ya que mu-
chas personas que en el momento crítico no manifestaron el impacto suelen
presentar sintomatología tardíamente)
Etapa de fortalecimiento de lazos sociales, de la trama social, de redes de
cooperación y colaboración. Acciones orientadas a que la población pueda
recuperar su vida cotidiana.

120
En ésta etapa hay un repliegue de los diferentes actores que intervinieron en
la fase crítica y un aparente retorno a la vida cotidiana. La angustia se tradu-
ce en sensaciones de abandono, de promesas incumplidas. Sentimientos de
impotencia y bronca.
- A largo plazo: Reducir las secuelas.
Los dispositivos terapéuticos estarán orientados a asimilar el trauma, elabo-
rar el duelo y las perdidas simbólicas. Movilizar al futuro (el proyecto) para
no quedar atrapados en la angustia.
Aquí la comunidad se reagrupa y reorganiza. Puede superar la impotencia y
emprender acciones orientadas a reclamar sus necesidades entendidas como
derechos de ciudadanía (ejemplo en Mendiolaza se organizo un grupo de
vecinos autoconvocados).
Por último cabe aclarar que si bien las reacciones de las personas afectadas
suelen ser consideradas respuestas normales ante situaciones excepcionales
(manifestaciones emocionales tales como temor o aflicción), no se debe sim-
plificar las reacciones a éste tipo de lectura ya que los estudios sobre el tema
refieren que la frecuencia de los trastornos mentales se encuentra elevada en
situaciones de desastre.-

Consideraciones finales
Una de las premisas del trabajo comunitario es sumarse a lo que esta, incluir-
se en las redes reconociendo que las comunidades tienen su organización,
dinámica y que éstas son previas a nuestra llegada por lo que nuestro rol
no es traer algo nuevo sino sumarse a las redes y articular con los recursos
locales. En salud esto implica sumar nuestro aporte a los efectores locales,
a los equipos de atención primaria que son los que tienen la inserción y co-
nocimiento de la comunidad. En las recomendaciones de la OPS los dife-
rentes autores reconocen el rol primordial de los trabajadores de salud en
la atención primaria y de los efectores locales a la que los agentes externos
se referenciaran para sumar su aporte en intervenciones de catástrofes. Sin
embargo, la realidad de municipios y comunas pequeñas es que no cuentan
con recurso humano suficiente en el ámbito sanitario y específicamente en el
área de profesionales de salud mental. Los efectores locales son profesiona-
les que mantienen un contrato laboral precario con el municipio (locación de
servicios, pago por prestación), sin pertenecer a la planta y a tiempo parcial
(por ej. un psiquiatra una tarde a la semana). A nivel ejecutivo el secretario
de salud o de acción social reparten su actividad en atender diversas deman-
das cotidianas lo que les resta tiempo para abocarse a un rol de ejecución,
coordinación y planificación. En una situación de crisis ésta carencia se hace
más visible y la articulación con el recurso local se hace compleja: los que tie-
nen una responsabilidad jerárquica se encuentran desbordados y los profe-
sionales de salud por más compromiso profesional, personal y humanitario

121
con que encaren la tarea (tal lo que observamos en Mendiolaza) tienen una
limitación contractual por lo que deben continuar con sus otras actividades
laborales.
Asimismo, los colaboradores somos agentes externos que, desde el lugar que
lleguemos, todos tendremos una intervención temporal ya que deberemos re-
tomar nuestras tareas habituales. Por otra parte los agentes externos no po-
drán insertarse en la comunidad sin la presencia e intermediación de los re-
ferentes locales. En el lugar de intervención observamos que mucho recurso
profesional capacitado no lograba coordinar acciones con los efectores locales,
no por falta de receptividad de éstos, sino por las características mencionadas.
Retomando los marcos conceptuales y legislativos, observamos que en las úl-
timas dos décadas hay un avance en las políticas sanitarias con inclusión del
enfoque psicosocial en la APS, con recursos de salud mental orientados a una
práctica integral y de base comunitaria, con una tendencia a descentralizar los
servicios hospitalarios brindando una atención a los usuarios en su lugar de
residencia y dentro de sus redes sociales e incorporando la importancia de la
salud mental en las intervenciones de catástrofe. Existiendo legislaciones que
avalan dichas prácticas y documentos de la OPS y OMS que avalan las mismas
fundamentado en el reconocimiento de las secuelas psicosociales que padecen
los afectados y en la necesidad de intervenciones oportunas orientadas a brin-
dar apoyo psicosocial, contención emocional, reducción de daños, cubrir las
necesidades emocionales de los afectados como el desamparo, aislamiento y
duelo, ofrecer espacios de contención recreativos a niños e intentar la pronta
restitución de los evacuados al reestablecimiento de sus lazos afectivos y a su
vida cotidiana. Habiéndose diseñado manuales y procedimientos de interven-
ción elaborados por los comités expertos de la OPS en relación a situaciones
de emergencia y catástrofe.
En base a lo que precede considero que se debería instrumentar:
- La incorporación en la Agenda Pública del tratamiento de políticas sanitarias
acordes a situaciones de desastres, siguiendo los lineamientos, recomendacio-
nes, criterios, y guías sugeridos en diversos documentos elaborados por la
OPS -OMS.-
- La implementación de políticas sanitarias en general y de políticas en salud
mental en particular que den respuesta efectiva a las poblaciones afectadas
por situaciones de catástrofes.
- La creación de un Ente o Comité de Intervención en crisis en situaciones de
catástrofes o desastres, encargado de la coordinación, articulación, planifica-
ción ejecución y monitoreo de intervenciones a corto, mediano y largo plazo.
- El apoyo presupuestario a las distintas jurisdicciones para incorporar recurso
humano esencial al sistema sanitario.
Como profesionales de la salud y desde los diferentes ámbitos institucionales
(universidades, colegios y entidades profesionales, etc.) será nuestra responsa-

122
bilidad capacitarnos más sobre la temática, profundizar el conocimiento para
realizar intervenciones cada vez más pertinentes en situaciones de desastres y
colaborar con los organismos públicos en la capacitación del recurso humano
y en el diseño de planes y programas.-

Referencias Bibliogáficas:
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en las Americas: “Conferencia Regional para la Reforma de los Servicios de
Salud Mental: 15 años después de Caracas” los días 7-9 del mes de noviembre
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2006.-
- OPS “Protección de la salud mental en situaciones de desastre y emergencias”
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- O.P.S. – O.M.S. “Informe sobre la salud en el mundo 2001. Salud mental: nuevos
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- Rodriguez, Jorge (Editor). “Salud mental en la comunidad”. Washington
D.C.Editorial O.P.S. -Serie Paltex, 2009.-
- O.P.S. – Levav, Ivan (Editor). “Temas de salud mental en la comunidad”. Washing-
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- Cohen, R. “Salud mental para víctimas de desastres. Guía para instructores”. OPS.
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124
Comunidades en situación de desastre: reflexiones sobre
intervención y formación
Mónica Pan1

Resumen
Se presentan aspectos de intervenciones psicosociales en curso en Mendio-
laza, realizadas a partir de las inundaciones acontecidas en febrero 2015 por
un equipo constituido a tal efecto por la Universidad Católica de Córdoba.
El diseño de las estrategias de intervención y las de formación del equipo ha-
cen sinergia, haciendo posible una lectura de los aconteceres en dos barrios
de esa localidad. El objetivo central es promover salud en estas comunidades
arrasadas por el río y con fuertes vivencias de desamparo. Las herramientas
más utilizadas - visitas domiciliarias, conversaciones callejeras, los talleres
con niños – hacen foco en personas, familias, procesos comunitarios. La mo-
dalidad de construcción del conocimiento y posición ante la comunidad se
inscriben en el paradigma crítico.

Palabras claves: Intervención – aprendizajes – formación - estrategias

Introducción
El Proyecto Social Especial “Intervenciones psicosociales en las Sierras Chi-
cas” se inscribe en la concepción de Responsabilidad Social Universitaria de
la Universidad Católica de Córdoba2 (UCC). Surge como respuesta ante las
graves inundaciones en esa región en febrero 2015. Se circunscribe de hecho
a Mendiolaza, según lo acordado en cuanto a distribución territorial entre
los rectores de universidades públicas y privadas de Córdoba3. Luego, son
las autoridades municipales las que proponen una nueva delimitación terri-
torial, dentro de la localidad, entre los distintos actores institucionales que
se disponen a trabajar profesionalmente allí – Salud Mental de la Provincia,
Secretaría de Niñez Adolescencia y Familia (SENAF), Centro de Salud de la
Municipalidad de Mendiolaza, Colegio de Psicólogos de Córdoba, Univer-

1
Mónica Inés Pan. Licenciada en Psicología. M.P 043 M.E 369
2
Facultad de Filosofía y Humanidades, Carrera de Psicología.
3
La demanda de intervención en la gravísima problemática de las Sierras Chicas, en la especificidad de la interven-
ción psicológica, llega a la FFyH, simultáneamente, por dos caminos. Convergen la iniciativa de los Rectores de
comprometer a las Universidades en el apoyo de las poblaciones afectadas, la solicitud de un docente que vive en
Mendiolaza, la voluntad del Rector de UCC expresada formalmente al Gobernador, de disponer la cooperación de
esta Universidad en esta dolorosa coyuntura para nuestra provincia.
Por otra parte la FFyH – UCC ha firmado previamente convenios marco y específicos con la Secretaría de Niñez,
Adolescencia Familia dependiente del Ministerio de Desarrollo Social de la Provincia de Córdoba, se ha generado
un protocolo complementario que explicita las actividades a desarrollar en este proyecto y la Universidad ha firmado
recientemente un nuevo convenio suscitado por esta situación. Está en tramitación Convenio con la Municipalidad
de Mendiolaza.

125
sidad Católica de Córdoba, entre otros -. Resulta asignado así al equipo de
UCC el trabajo en Salud Mental en el barrio denominado El Perchel – que
había resultado totalmente inundado por el río - y en una pequeña franja del
barrio Valle del Sol.
El propósito general es promover salud mental, fortaleciendo recursos subje-
tivos, grupales y comunitarios, facilitando espacios para pensar juntos lo que
les acontece, acompañando sus procesos, sus acciones.
Tanto el diseño de la estrategia para la intervención psicosocial en la co-
munidad como el dispositivo para la formación del equipo, parten de los
mismos insumos iniciales: el relato de un recorrido por la zona de desastre y
de las conversaciones callejeras que tuvieron lugar en ese momento. Ambos
diseños – el que sirve de marco a la intervención propiamente dicha y el que
sostiene la formación – resultan artificial y deliberadamente diferenciados y
cada uno incluye de alguna manera al otro.
Otros insumos para ambos diseños son las experiencias de docentes en in-
tervenciones en situaciones de crisis y desastres - que movilizan recuerdos
útiles, conocimientos académicos y otros emergentes de esas mismas expe-
riencias -, Los enmarcan en algunos aspectos, intercambios en reuniones y
acuerdos con actores institucionales intervinientes. Además, se teje toda una
trama de acuerdos dentro de la misma UCC.
Y ante todo, operan como capacidades existentes (Etkin, Schvarstein, 1989)
para este proyecto, las decisiones personales de alumnos, egresados y do-
centes que se involucran ante la convocatoria institucional, conmovidos, por
las dimensiones de este desastre en las Sierras Chicas. Se sabe que hay una
contrapartida de aprendizajes en este compromiso, pero el tiempo de trabajo
requerido es significativo.
Para poder comprender los desafíos de la realidad comunitaria en que es ne-
cesario intervenir es pertinente distinguir algunos de las particularidades de
esta intervención en comunidades. Hay grandes diferencias entre: a) acom-
pañar durante una situación de crisis o de desastre a una comunidad en la
que ya un equipo profesional está inserto, b) intervenir en una comunidad
que atraviesa una situación de desastre sólo anticipando una intervención
muy breve en la urgencia, c) iniciar un proceso de inserción en una comu-
nidad para llevar adelante un proyecto de mediano o largo plazo por las
razones que fuere o d) iniciar un vínculo con una comunidad en el contexto
de y por la razón misma de un desastre acontecido. Las cuatro situaciones
de intervención desde la perspectiva psicosocial son francamente diferentes
ante todo desde la perspectiva metodológica4.
4
En el primer caso, se trata de acompañar un proceso relevante entre otros muchos en que seguramente dicho equipo
ha tenido alguna forma de participación. Comunidad y equipo se conocen y, si los profesionales se posicionan en la
metodología de investigación acción participativa (IAP) diseñarán juntos la estrategia de afrontamiento del desastre.
El segundo caso remite a la posición que asumen habitualmente equipos entrenados en alguna estrategia de abordaje
de situaciones de crisis, que se reconocen foráneos en ese espacio y por distintas razones, no consideran necesario,
conveniente o posible insertarse allí.

126
Las intervenciones psicosociales de que aquí damos cuenta, muy acotada-
mente, se encuadran en las aludidas en cuarto lugar: se trata de iniciar un
vínculo con una comunidad con la que no existía lazo previo, en una situa-
ción de desastre que exige intervenir tan pronto como sea posible y a la vez
considerar que cada acción forma parte del proceso de establecimiento de
vínculos con la comunidad, con recursos que se forman a medida que se
interviene. Las urgencias de la comunidad pueden acelerar el proceso de
inserción, facilitándola según cuál sea el posicionamiento ético metodoló-
gico planteado. Por otra parte, desde una primera evaluación del equipo,
en este caso se visibiliza que requerirá atención por tiempo prolongado y
la universidad a la que este equipo pertenece, se ha planteado desde el ini-
cio un compromiso de todo el año 2015, como tiempo mínimo necesario de
acompañamiento5 desde la perspectiva psicosocial
Uno de los desafíos para este equipo constituye la claridad en la relación con
el Estado en sus distintos niveles, ya que todos – Nación, Provincia, Muni-
cipalidad - han estado presentes de distinta manera. Hay distintas percep-
ciones de su acción en las comunidades protagonistas, que además tienen su
correlato político partidario en posiciones previas y posteriores a las inunda-
ciones que nos convocan.
Lejos de analizar pormenorizadamente los contenidos que aparecen a tra-
vés de las entrevistas, reuniones, visitas, talleres, se presentan aquí algunas
líneas convergentes en la construcción de la estrategia en la intervención psi-
cosocial realizada y el diseño de la formación del equipo interviniente. Ha
sido eje de reflexión permanente y de construcción de la organización que
sustenta la intervención la articulación entre teoría, cuestiones metodológi-
cas, prácticas concretas en el marco de la intervención y el cuidado de la
salud del equipo interviniente y de las personas, grupos y comunidad en
general, Se consideran también aquí algunos aspectos de la perspectiva ins-
titucional del mismo que lo vienen haciendo sustentable.

El dolor de una comunidad y la estrategia de intervención.


Dos docentes, un egresado y una estudiante - ambos miembros de un equipo
que interviene en una villa de Córdoba desde UCC desde hace más de dos
años -, recorremos6 Mendiolaza apenas seis días después de la gran inunda-

El tercer caso es el de quienes inician el largo y complejo derrotero de una inserción en pro de un proyecto con o sin
demanda explícita de la comunidad misma. Es frecuente que afronten esta situación equipos que están desarrollando
estrategias de psicología comunitaria en un espacio determinado sostenidamente, entramen vínculos con miembros
de otras comunidades que los convocan a hacer con ellos procesos similares o que el Estado mismo asigne a un
equipo, a menudo interdisciplinario, el trabajo El proceso de inserción puede llevar un tiempo considerable, a veces
un año o más, sobre todo cuando no hay demanda explícita de miembros de la comunidad.
5
No se descarta que sea factible prolongarlo al menos en El Perchel, seguramente con un planteo estratégico me-
todológico distinto y con otras características frecuencia en la presencia. Este barrio de Mendiolaza aparece con
significativas condiciones de precariedad previa a las inundaciones de 2015.
6
Habiéndose flexibilizado mínimamente en los últimos tiempos la modalidad de los escritos académicos en ciencias
sociales, se habilita el uso de la primera persona plural en parte de este escrito, según pertinencia.

127
ción de febrero 2015. Un profesor de la misma unidad académica que vive en
la zona, nos acompaña por los dos barrios más afectados por la inundación:
El Perchel y Los Cigarrales. Hay muchísima gente que va y viene por todos
lados: miembros de distintos partidos políticos, grupos solidarios, familias
que por cuenta propia se acercan llevando su colaboración. Gente de muy
diversas edades acercando bidones con agua, colchones, alimentos, elemen-
tos para la ardua limpieza de lo que dejó el río en las casas. En el Perchel hay
mucha gente sacando barro de las casas y sobre la calle, frente a cada casa, se
ven apilados heladeras, ositos de peluche, juguetes, ropa, partes de muebles,
objetos irreconocibles. Están sin agua por la rotura del acueducto que le pro-
vee el servicio desde La Calera.
Nos habíamos propuesto para este recorrido realizar una primera aproxima-
ción que permita diagnosticar y planificar con los actores de la comunidad
y para ello observar, escuchar, mirar desde el lugar sin realizar una inter-
vención propiamente dicha (más allá de que con la presencia misma ya se
interviene).
Relevando demanda y construyendo estrategia de esta manera, se generan
condiciones de trabajo más adecuadas para que el foco sean las necesidades
que la población reconoce como tales – lo cual da sentido a la inserción – y
no los saberes académicos sobre la problemática a abordar que, de todos
modos, serán puestos en juego con mayor pertinencia y provecho para la
comunidad. Esta decisión tiene su cariz teórico, metodológico, técnico, ético,
político. Nuestras prácticas profesionales no son neutras y es en este sentido
- y no en el partidario – en que son políticas. No son neutras porque la me-
todología de intervención desde su diseño mismo supone una concepción
de la comunidad como dotada de recursos aunque careciente de otros, como
sujeto de derechos y no sólo receptora pasiva de acciones del poder técnico.
Conversamos con distintas personas sobre todo en Los Cigarrales. Nos sen-
tamos a conversar con algunos y, a partir de sus dichos, nace la estrategia
de intervención. “Necesitamos psicólogos… Hagan algo con los chicos que
han vivido algo muy traumático”. Nos relatan que hay gente que desde la
inundación no ha podido salir de sus casas. Les llevan comida hecha porque
no hay cómo ni con qué cocinar en la mayor parte de las casas afectadas. Los
primeros días ha sido el Estado el que ha provisto las viandas de comida ca-
liente para todos los que iban a retirarlas personalmente. Luego prolonga esa
tarea una fundación durante algunas semanas. Algunos vecinos les acercan
la comida a quienes no salen de su casa.
Nos sentamos a conversar con un grupo de vecinos no afectados directa-
mente, pero ampliamente involucrados en la provisión de alimentos y otros
elementos para uno de barrios más arrasados por el río. Allí nos enteramos
de que estaban en marcha o habían acontecido varios “relevamientos” de
necesidades de las familias. Escuchando a vecinos de Mendiolaza, tomamos
la decisión de desechar la idea de iniciar la intervención de esa manera, tan
preconizada en situaciones de desastre. Allí mismo, surge la simiente de la
128
estrategia a desplegar. Aproximarnos a las familias y a los adultos en general
a través de la red de contactos existente y las que pudieran construirse, mien-
tras simultáneamente, se trabaja como prioridad con los con niños.
Mientras estábamos allí conversando llega una de las profesionales del Cen-
tro de Salud, con quien esperábamos entrevistarnos; con ella se intercambia,
entre otros temas, sobre el cansancio de todos los actores voluntarios locales,
que llevaban ya cinco días de actividad sin descanso y sobre vivencias de los
vecinos en general. Pocas semanas después llegaría la solicitud de acompa-
ñamiento puntual a grupos de voluntarios en el difícil tránsito del despegue
de la actividad intensa que habían tenido hasta ese momento, para volver a
sus actividades cotidianas.
Con estos insumos se definen líneas de trabajo que construyen la estrategia.
Las herramientas iníciales serán los talleres lúdicos con niños orientados a
la elaboración de lo acontecido, los recorridos barriales y las conversacio-
nes callejeras que habilitan lazos, facilitan rápida inserción en esas primeras
semanas en que tanta gente está en las calles; las visitas domiciliarias7 a las
familias a las que miembros de la comunidad vayan direccionando, las que
atraviesan situaciones más urgentes, reconociendo a estos miembros de la
comunidad como “agentes” de salud con recursos para discriminar al res-
pecto. La construcción de cartografía con los contactos es una herramienta
clave para organizar la información y socializar en el equipo los avances.
Se plantea aquí también la participación en todo aquello que promueva ac-
cesibilidad a recursos disponibles a nivel de salud, facilitando articulacio-
nes entre quienes necesitan algún servicio de salud de mayor complejidad y
quienes pueden brindarlo. Desde un principio se prevé que instancias gru-
pales entre adultos acontecerán en la medida en que los miembros de la co-
munidad lo demanden o brinden indicios al respecto.
La estrategia general de la intervención supone el ir reconociendo redes exis-
tentes y entramarla con ellas. Así es que semanas después se continúa avan-
zando en conocimiento de la comunidad de esta manera, sabiendo que es
partiendo de los propios recursos comunitarios como es factible promover
salud. La reflexión sobre la acción es permanente y se generan algunos ins-
trumentos que facilitan la sistematización posterior.
La estrategia se va reformulando, ajustando sobre la marcha en instancias
de reflexión. Incitados por frases como “Estaría bueno que nos juntáramos a
conversar los que pasamos por lo mismo”, dicha por una vecina de El Per-
chel, Así comienzan los intentos de realizar reuniones grupales con adultos.
Al revisar que participan muy pocos y que un vecino acaba de describir un

7
La visita domiciliaria es una herramienta que nace al servicio del control social y cuya reformulación en la última
parte del siglo pasado, al servicio del acompañamiento de procesos comunitarios existentes más allá de los equipos
técnicos, no nos debe hacer olvidar las consecuencias de su origen en prácticas actuales. Esto requiere recaudos éti-
cos, técnicos incluso por la significación política de la manera de configurar en los miembros del equipo la imagen
del otro, evitando situación de invasión.

129
sistema de exclusas que ha implementado en su casa, un miembro del equi-
po visualiza la oportunidad de trabajar ya centrados en la prevención, la
preparación para nuevas situaciones y en el intercambio de conocimientos
de los vecinos al respecto. ,A partir de allí se reorientan también las convo-
catorias.
La importancia de los registros – por reconstrucción posterior tan inmediata
como es posible – permite la elaboración de lo acontecido en este intercambio
y genera mejor calidad de intervenciones de los miembros del equipo, res-
catando cada evidencia del retorno a la cotidianeidad habitual, cada avance
con respecto no sólo a la situación de desastre sino a la situación previa. Se
genera así un trabajo de reconstrucción de la memoria que sirve tanto a la
comunidad como al equipo.

Memoria
Estas comunidades han sido arrasadas por el río que se lleva con él en su
retirada no sólo los objetos materiales instrumentales – hasta los juguetes de
los niños, herramienta transicional de elaboración - sino muchas evidencias
de su historia personal y familiar. Además esta experiencia inunda el pensa-
miento generando rupturas, discontinuidades que sustentan la necesidad de
conversar al respecto de lo acontecido. No se trata simplemente de promo-
ver catarsis como mero desahogo. Se trata de ofrecer escucha atenta que en
la presencialidad de las relaciones que se establecen facilita el ir recuperando
el hilo temporal de los acontecimientos, el ir ligando tanta invasión no sólo
material sino psíquica por el río familiarizado y apreciado, que se transfor-
mó en siniestro y amenaza a la vida, el ir detectando indicios de posibles
acciones entre los vecinos.
Las horas transcurridas en el techo de las casas viendo que ni los bomberos
pueden acceder, las horas o días evacuados, fuera de sus casas, la ajenidad
de la casa familiar al retornar y encontrar – por ejemplo – un árbol encajado
en la ventana, atentan contra el hilo temporal que se restablece a través de los
relatos. Se va ordenando la secuencia temporal, Las mismas personas que ya
nos relataron lo vivido durante la inundación aprovechan la oportunidad de
que un nuevo miembro del equipo se incluya en un nuevo encuentro, visita
o situación grupal, para retomar su relato pero generalmente ya más orde-
nado, secuenciado y con captura de algunas ideas sobre las habilidades que
desplegaron en esa situación. Esto permite trabajar sobre las habilidades,
competencias, potencia de su pensamiento y su acción para afrontar nuevas
situaciones. Se trabaja así en hacer pensable lo que hasta entonces resultaba
impensable.
Por otra parte la reconstrucción de la memoria de lo trabajado le permite al
equipo acompañar mejor el proceso de reconstrucción de la memoria de lo
acontecido en quienes han sido afectados tan directa y violentamente por la
inundación. A la vez facilita la tarea de intervisión, co- visión, supervisión.

130
La sustentabilidad del proyecto de intervención
Para evaluar la potencia de este trabajo es necesario considerar distintas
perspectivas, ya que está afincado en diferentes variables entramadas.
Ante todo: son las exigencias de una urgencia en la realidad social las que
convocan, provocan , incitan y generan la apelación al conocimiento ya ad-
quirido, ya consagrado por la academia y lo ponen en crisis, dentro de los
mismos sujetos que forman parte del equipo interviniente.
Se aúnan el compromiso de docentes, muchos de ellos de larga trayecto-
ria, que disponen horas para supervisión, espacios prioritariamente teóri-
cos, otros teórico - prácticos en los que tanto se conceptualizan aspectos de
la práctica, se reflexiona sobre la situación local, se planifica, se va monito-
reando la estrategia, otros centrados en el cuidado de la salud de los parti-
cipantes del equipo La modalidad de organización facilita que la mayoría
de los docentes dediquen menos de diez horas en el año a estas actividades,
considerando que quienes se han ofrecido para acompañar este proceso de
servicio y formación pertenecen a catorce cátedras. En la práctica algunos de
los supervisores no han sido aún convocados por los miembros del equipo.
Otro grupo de docentes participa con importante compromiso horario todo
el año.
La trastienda teórica que sustenta la intervención es una de las perspectivas
de buena parte de los abordajes comunitarios en Latinoamérica y dentro de
ella se encaran el afrontamiento de desastres y la búsqueda de salud a través
de un enfoque participativo. En términos de Maritza Montero (2004) el para-
digma en el que prácticamente se delimita la psicología social comunitaria es
el que ella define como “de la construcción y transformación crítica”. Desde
éste, es a partir de la praxis, desde los modos de hacer como se construye
conocimiento con los actores sociales del campo que se comparte, es decir,
desde la acción y la reflexión sobre la acción.
Esta visión es congruente metodológicamente con la teoría fundamentada,
fundada, cimentada en terreno (Grounded Theroy) planteada por los soció-
logos Barney Glaser y Anselm Strauss (1967) pertinente para la investigación
cualitativa en el campo de lo social, convergente con la Investifación Acción
Participativa (IAP), que si bien tiene sus bases ya en la producción de Kurt
Lewin se construye en Latinoamérica y también es congruente, con las pro-
puestas teóricas respecto al conocimiento presentadas por Gibbons (1998)

El espacio, el lugar…
Desde las primeras noticias sobre las inundaciones de febrero de 2015 en la
localidad de Mendiolaza, El Perchel aparece como uno de los barrios más
afectados. En los medios y en internet hay muy pocas menciones a este Ba-
rrio previamente a las inundaciones. Un barrio que accede por ejemplo a
medidores de luz después de las inundaciones, como parte de las tareas de
131
reconstrucción facilitadas por el Estado. Algunos vecinos expresan que pre-
fieren pagar y contar ahora con un recibo que les permite hasta acceder a
créditos. ¿Hablan de modalidades de inclusión?
Las manzanas A y B del Perchel fueron históricamente inundables, mientras
que la manzana C en tanto estuvo el terraplén del ferrocarril y no estuvo
construida la ruta asfaltada que une Mendiolaza con Villa Allende, no lo era.
No obstante, las inundaciones no eran ni lejanamente lo que fue la de este
año. Relatos de vecinos nos describen una gran inundación hace 60 años, que
determino que al menos una familia se mudara a la manzana C. En esa época
había muy pocas casas en la zona; era una vista maravillosa según los pocos
vecinos que nacieron allí y aún la habitan.
Varios provienen de Villa Allende o de otras ciudades vecinas. El loteo
que le dio origen contemplaba una plaza. Pero los propietarios quebraron o
al menos tuvieron serios problemas de administración, antes de que todos
los lotes estuvieran vendidos. Se cree que algunos fueron ocupados. No fue
factible reconstruir aún cómo el espacio previsto para una plaza en el plano
original del loteo hace unos 50 años aproximadamente, llegó a estar ocupado
por una fábrica de calzados. Falta de espacios comunes que a la vez eviden-
cia y construye parte de la realidad que hoy vemos.

El río bordea los barrios.


Otra es la situación de Valle del Sol8, barrio originado en un loteo más re-
ciente, de algo heterogénea clase media. En este barrio sólo una parte, la más
baja y más cercana al río es la que resultó afectada, pero con consecuencias
devastadoras para varias familias. No todas volvieron al lugar y queda la
presencia ausencia de los que decidieron no volver.
Más allá del espacio físico que ocupa el Perchel en Mendiolaza cuenta el
espacio social asignado desde el Estado, desde otros pobladores de la zona,
desde los mismos miembros de la comunidad. Esto puede ser leído desde el
concepto de la angustia de no asignación (Kaës, 1993)
Uno de los obstáculos a considerar para la operativización de los dispo-
sitivos de trabajo es que no se cuenta con un espacio común en el mismo
sector. No se cuenta, por ejemplo, con un salón de usos múltiples. Por eso
se ha elegido trabajar sobre todo en la calle. Hasta los talleres con niños se
han sostenido en un espacio de la calle junto al río y, en menor medida en las
casas de familia. La casa de retiros de una congregación religiosa ubicada,
junto al Perchel C, ofrece su espacio en préstamo para algunas actividades,
como lo ofreció para las actividades con niños organizadas desde la SENAF
y para alojar a los evacuados la noche de la inundación. Esto hace que el lu-
gar aparentemente neutro, además no siempre disponible, no lo sea y tenga
connotaciones dolorosas, aunque oportunidades reparatorias para algunos.
8
Dado que se trabaja con muy pocas familias prácticamente no se refiere información sobre el mismo, para preservar
la privacidad.

132
Formación, intervención y cuidado de la salud
Es frecuente en propuestas de grado universitario que primero se arme la es-
tructura de contenidos a ser aprendidos y luego se busque el espacio donde
ponerlos en práctica. Aquí el espacio de práctica es puesto en juego desde la
urgencia. Emerge conocimiento nuevo de ella. La simultaneidad del dispo-
sitivo radica en que es desde una demanda social concreta de intervención
de donde surge el espacio de formación de posgrado y curso extracurricular
como su apoyatura.
No son las necesidades académicas de brindar espacios de formación lo que
motoriza esta intervención sino una demanda de la realidad social para
responder y a través de la cual esta unidad académica se dispone a fortalecer
la formación de estudiantes y egresados recientes. De hecho en este tipo de
situaciones en que la práctica es la rectora de las acciones de formación, en
que las necesidades de una comunidad convocan, interpelan, desorientan y
reorientan el conocimiento
Se trata de una formación desde la práctica y no sólo para la práctica. Los
contenidos que los miembros de la comunidad ponen en juego en las con-
versaciones, entrevistas y reuniones reaprecen y son retrabajados en los
espacios teórico prácticos, en las clases y en las supervisiones.
El plan de contenidos se construyó de la siguiente forma. Se presentó a los
docentes que deseaban involucrarse en el proyecto, el relato de esos prime-
ros encuentros con miembros de las comunidades afectadas por las inunda-
ciones, resultado del recorrido por los barrios avasallados por el río. Se les
solicitó que pensaran qué herramientas conceptuales y metodológicas los
jóvenes egresados y los estudiantes avanzados necesitarían para acompañar
a estas comunidades en situación de desastre. Por otra parte se acordó que
cada uno propusiera materiales bibliográficos breves particularmente valio-
sos a su juicio para ese fin.
El criterio de la brevedad de los textos apuntó a tener una visión realista de
los tiempos de que profesionales y alumnos podrían disponer para su lectu-
ra. Estos afrontan entre cuatro y cinco horas para el trabajo en terreno (in-
cluyendo los tiempos de traslados), más dos horas semanales presenciales
dedicadas al curso de posgrado, más tiempos para supervisión / intervisión
/ co – visión de los registros, espacios para planificación de actividades y
revisión posterior, el tiempo de digitalizar los registros para poder com-
partirlos y trabajar sobre ellos, Estas actividades coexisten con los estudios
de grado y posgrado, con trabajo profesional en algunos de los egresados, y
en estos últimos con otro trabajo más restringido en tiempo en una villa de
la ciudad de Córdoba. Esto hace viable que en una medida variable puedan
involucrarse en las lecturas de los materiales.
El listado de contenidos temáticos a abordar, el programa en sí mismo, emer-
gió de las propuestas de los docentes, quienes proponían participar en cali-
dad de docentes, de supervisores o en ambas funciones. La realidad es que
133
egresados y alumnos necesitarían todos juntos antes de ir.... pero se hace
como se puede.
Desde un principio el pequeño núcleo que inició la organización de este ser-
vicio prestado desde la UCC en Mendiolaza compartió una serie de criterios.
Es un servicio de colaboración solidaria con la comunidad. No se pretende
sustituir las responsabilidades del Estado sino contribuir en una situación
crítica para la población. El eje organizador de acciones es la salud de la
población.
La UCC como institución educativa universitaria tiene qué aportar, pero no
lo tiene todo. La formación de grado no basta para afrontar estas situaciones
de desastre. En ellas se juegan conocimientos de toda la carrera, aunque sean
imprescindibles los de Intervención en Crisis, Psicología Sanitaria y de Psi-
cología Social Comunitaria. La metodología de intervención tiene que tener
congruencia con la de formación de egresados y alumnos y viceversa.
Es clave el respaldo institucional de cualquier proyecto para contribuir a su
sustentabilidad. El hecho de que esta universidad disponga de un presu-
puesto, acotado pero anual, para intervenciones en proyectos sociales es-
peciales como expresión de compromiso con la comunidad, de Responsabi-
lidad Social Universitaria, representa un sostén simbólico importante. Pero
hay un apuntalamiento institucional clave que es la disposición de personal
administrativo, jerárquico, y sobre todo de un significativo número de do-
centes.
Una de las cuestiones que se cuidó afrontar de entrada es el posicionamiento
de los participantes del proyecto ante la comunidad, dejando de lado pos-
tura mesiánicas y altruismos inadecuados. Los primeros pasos de cualquier
intervención marcan de manera significativa el curso de la vinculación entre
miembros de un equipo y de una organización.
A medida que se va avanzando se va construyendo la “piel” grupal en el
sentido en Anzieru utiliza este término para dar cuenta tanto de la constitu-
ción del grupo donde el encuadre, Con la potencia expresiva y la fragilidad
epistemológica de los modelos analógicos, esta idea describe lo que acontece
en este grupo; se van generando a partir de la tarea los lazos necesarios la
piel grupal que sostiene.
Se avanza colocando los aprendizajes en la propia experiencia de partici-
pación en el mundo (Wenger, 1998, 2001) desde una concepción del mismo
como problema multidimensional pero acentuando su definición desde el
compromiso de una manera activa con el mundo y la participación social
como un proceso de aprender y conocer
Esta situación de encuentro entre el equipo de jóvenes profesionales, do-
centes y estudiantes de UCC y la comunidad de Mendiolaza en El Perchel y
Valle del Sol no deja de confirmar que es una de esas situaciones en que se-
gún Etienne Wenger se intensifican los aprendizajes: “El aprendizaje, en este

134
sentido, no es una actividad separada. No es algo que hacemos cuando no
hacemos nada más o que dejamos de hacer cuando hacemos otra cosa. Exis-
ten momentos en nuestra vida en los que aprender se intensifica: cuando las situacio-
nes hacen tambalear nuestro sentido de la familiaridad, cuando nos vemos desafiados
más allá de nuestra capacidad de respuesta, cuando deseamos comprometernos con
nuevas prácticas e intentamos unirnos a nuevas comunidades.” (Wenger,2001)
Inevitablemente implicados y necesariamente implicados. Pero, en la medi-
da posible, no anegados por su experiencia. El río inundó y avasalló sus ca-
sas y sus cosas y esta dura experiencia los anegó de angustia y de dolor. No
les sirve que los miembros del equipo estemos anegados como ellos. La sin-
tonía, la identificación necesaria para poder entablar un lazo social producti-
vo en este contexto, que permita intervenir rápidamente, particularmente en
los primeros tiempos requiere ser complementada con un trabajo que proteja
la salud de los miembros del equipo. Así se instalan encuentros de reflexión
sobre la tarea conducidos por docentes especializados en esta herramienta y
que no intervienen en terreno. Se implementará a posteriori un trabajo con
grupo centrado en la implicación, desde la perspectiva de la psicosociología
francésa
Mirada desde la perspectiva de la formación de psicólogos y futuros psicó-
logos, esta experiencia reúne condiciones que no siempre es factible generar.
Emerge de las necesidades de comunidades concretas; convoca formación
teórica específica que amplía sustantivamente la de grado, que se articula
con el análisis de las prácticas concretas, articulación que se efectiviza en
decisiones metodológicas. Se planifican y evalúan acciones; hay apropiación
desde la práctica de herramientas técnicas como la visita domiciliaria, la en-
trevista callejera, las conversaciones, la observación incidental, los recorridos
barriales, los talleres con niños, las historias de vida, las reuniones con adul-
tos, la detección de indicadores de salud en personas, familias, grupos. Hay
búsqueda de indicios en los discursos de interlocutores para la evaluación de
algunos de los objetivos; Están previstas otras formas de evaluación del/los
procesos con los actores involucrados

A modo de conclusión
Es difícil concluir un trabajo sobre un proceso que está aún en pleno curso,
pero se pueden perfilar algunas líneas.
El hecho de que prácticamente todas las familias de El Perchel hayan estado
afectadas directamente, buena parte de ellas con más de 1.70 m de agua y
barro en sus casas, que hayan atravesado tantas horas de terror viendo des-
de los techos de sus casas que ni los bomberos podían llegar a auxiliarlos ha
dejado marcas significativas en todos, que ameritan atención y acompaña-
miento para encarar el próximo temido verano.

135
Se ha ido creciendo en inserción de a poco, sin invadir, oxigenando con los
nuevos equipos que se incorporan a la tarea en agosto, facilitando un relativo
descanso a quienes desde febrero están allí, semana a semana. En términos
de protocolos internacionales ya se transita la etapa postraumática y convie-
ne ir modificando la manera de estar allí. Los equipos que se incorporan a
trabajar intensivamente por dos meses instalan de hecho otras modalidades
de trabajo y de relación de este equipo con la comunidad.
En el proyecto diseñado inicialmente se presenta como objetivo el acompa-
ñar procesos colectivos generados para resolver las dificultades que compar-
ten. Se camina con marcada lentitud en este sentido.
Hace apenas… y hace ya cinco meses que este equipo está en terreno. Es
demasiado breve el tiempo para poder hacer una evaluación acabada con la
participación de miembros de la comunidad. Cualquier artificio evaluativo
desplegado hoy sería tal vez un atropello a su dolor y no un reconocimiento
de sus saberes en una evaluación conjunta de lo que hemos estado hacien-
do. De momento se vienen rescatando de sus discursos algunas expresiones
apreciativas, algunas indicaciones respecto a hacia dónde seguir o cómo. La
etapa de evaluación conjunta recién tendrá lugar en los últimos meses de
este año 2015.
Hay mucho por hacer, muchos aprendizajes realizados y aún muchos más
por realizar.

136
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137
138
Fortalezas y Virtudes en Adultos Jóvenes Cordobeses
Natalia Cecilia Moyano - Ricardo Hernández1

Resumen
Con el objetivo de describir el desarrollo de fortalezas psicológicas en adul-
tos jóvenes cordobeses, y su potencial salugénico, se administró el Inventario
de Fortalezas y Virtudes Abreviado (Cosentino y Castro Solano, 2009) y la
Escala de Satisfacción Vital (Diener et al, 1985) a 276 cordobeses de entre 18
y 35 años. Se evaluaron estadísticos descriptivos de cada fortaleza estudiada,
delimitando las más y menos desarrolladas. Se describe la asociación entre
éstas y el bienestar subjetivo, la edad y el género. Finalmente, se explora la
composición factorial del modelo de recursos psicológicos abordado, arro-
jando una solución factorial de seis elementos.

Introducción
En las últimas décadas hemos presenciado el desarrollo de movimientos
dentro de la Psicología que acentúan el estudio e integración de los aspectos
positivos de la experiencia humana, como reacción a la tendencia tradicional
de privilegiar el funcionamiento psicopatológico, el malestar y las carencias
del ser humano (Seligman y Csikszentmihalyi, 2000), enfoque que se ha ve-
nido a denominar “modelo del déficit” (Casullo, 2008). En contraposición,
los enfoques Salugénicos focalizan en los factores, procesos y resultados aso-
ciados con la presencia y aumento de la salud (Gancedo, 2008), incluyendo
el bienestar como objeto necesario de estudio, al integrarse al repertorio de
conductas humanas que resultan funcionales para el sano devenir de las per-
sonas.
Este movimiento implica un cambio en el paradigma desde el cual se pien-
san los fenómenos psicosociales: al acentuar lo que funciona adecuadamente
y promueve estados saludables en el ser humano, posiciona el foco de las
investigaciones y las intervenciones sobre los factores de protección y los
recursos que están disponibles y desde los cuales el ser humano se sustenta
para encarar cualquier proceso de cambio.
Estos modelos, a su vez, focalizan en el desarrollo de más acabados estados
de bienestar en lugar de buscar la mera ausencia de la enfermedad y el sufri-
miento. Es decir, desde el enfoque salugenético, no alcanza con no padecer
un síntoma o dejar de experimentar un sufrimiento innecesario: por el con-
trario, el objetivo es facilitar el crecimiento personal hacia la plenitud y el
funcionamiento psicológico óptimo (Casullo, 2009).

1
Natalia Cecilia Moyano. Licenciada en Psicología. M.P. 5441 M.E 577 - Ricardo Hernández. Estudiante de Psi-
cología. UNC.

139
El enfoque de la Resiliencia y la Psicología Positiva son los movimientos más
jóvenes en el marco de los modelos Salugénicos (Gancedo, 2008). En ellos, se
delimitan una enumeración de diversos factores que, interactuando entre sí
en complejas series de procesos, habilitan al desarrollo de niveles crecientes
de bienestar a través de las vicisitudes de la experiencia humana.
La Psicología Positiva es un movimiento enmarcado en los enfoques Salugé-
nicos que responde a modelos teóricos cognitivos comportamentales (Gan-
cedo, 2009; Castro Solano, 2010). Delimita tres grandes pilares para alcanzar
este fin: las experiencias subjetivas o emociones positivas, las tendencias in-
dividuales o rasgos de personalidad positivos, y las instituciones que con-
tribuyen al logro de los dos primeros (Seligman y Csikszentmihalyi, 2000;
Casullo, 2008; Gancedo, 2009; Seligman, 2002; Syleni, 2012).
En este contexto, y respondiendo al pilar que busca investigar las tendencias
individuales o rasgos de personalidad positivos, se delimita el modelo VIA
–Valius In Action- (Peterson y Seligman, 2004).
El modelo VIA propone una clasificación jerárquica de las llamadas virtudes
humanas y las fortalezas. Las virtudes se definen como aquellos rasgos apre-
ciados por una amplia variedad de filosofías y religiones, que habilitan al
ser humano a conducirse de un modo excepcionalmente constructivo para sí
mismo y, fundamentalmente, para el entorno social en el que se desenvuel-
ve. Las virtudes en sí mismas no pueden ser evaluadas, ya que se establecen
como ideales abstractos difíciles de delimitar en conductas observables. En-
tonces, se requiere delimitar las fortalezas psicológicas, es decir, tendencias
a conducirse de un modo virtuoso, pasible de delimitación conductual y,
por ende, observable y medible a través de técnicas de evaluación psicológi-
ca. Las fortalezas poseen mayor especificidad y se caracterizan por ser más
concretas; según la proposición inicial del modelo, se asocian a cada virtud,
permitiendo su abordaje para evaluarlas, investigarlas y desarrollarlas.
Enumera seis virtudes y veinticuatro fortalezas psicológicas. En el cuadro
n°1, se especifican cada una de ellas tal como son ordenadas por el modelo
VIA.
Las fortalezas psicológicas se constituyen en recursos psicológicos que per-
mitirían observar, evaluar y, desde allí, desarrollar, formas de comporta-
miento que permitan al ser humano funcionar de un modo psicológicamente
óptimo, entendiendo por ello no sólo la ausencia de un malestar: también el
acercamiento a la plenitud y la integración social en el marco del respeto por
la comunidad y el aporte al crecimiento de la misma.

140
Virtud Fortaleza Definición
Valen�a Hago lo correcto, corriendo riesgos
CORAJE Perseverancia Concluyo mi tarea, pese a los obstáculos
Integridad Prac�co lo que predico a los demás
Vitalidad Me siento vivo y efec�vo
Civismo Me comprometo con mi grupo social
JUSTICIA Liderazgo Guío a mi grupo en armonía hacia el éxito
Imparcialidad Hago juicios equita�vos
Amor Busco estar cerca de mis afectos
HUMANIDAD Bondad Ayudo a todos, sin �nes u�litarios
Inteligencia Social Sé lo que los demás desean y buscan
Sabiduría/Perspec�va Juicio elevado y profundo sobre la vida
Pensamiento Crí�co Busco visiones alterna�vas a las mías
SABIDURÍA Amor por el Conocimiento Busco más y mejores conocimientos
Curiosidad Deseo vivo por experimentar y conocer
Crea�vidad Tengo ideas originales y ��les
Capacidad de Perdón Me vuelvo benévolo hacia un agresor
TEMPLANZA Humildad Dejo que mis logros hablen por sí mismos
Prudencia Veo los pros y contras de mis decisiones
Auto regulación Gobierno mis respuestas a los es�mulos
Apreciación por la belleza Me emociono ante lo bello y excelso
Gra�tud Siento y expreso agradecimiento
TRASCENDENCIA Esperanza/�p�mismo Sé que todo saldrá bien
Humor Mi visión en la vida es alegre y serena
Espiritualidad Mi vida �ene un sen�do más allá de mí
Cuadro n°1: Modelo VIA. Definición breve de las fortalezas psicológicas. Adaptado
de Castro Solano, A. (2011). Las rutas del acceso al bienestar. Relaciones entre bienes-
tar hedónico y eudaemónico. Un estudio en población argentina. RIDEP, 31,1: 31-57.

El modelo requiere, sin embargo, que se determine la asociación entre las


fortalezas y medidas de funcionamiento psicológico óptimo para garantizar
que se tratan de recursos psicológicos protectores y no sólo de conductas
moralmente deseables (Gancedo, 2006). En poblaciones de habla inglesa, ésta
asociación se ha mostrado adecuada y estadísticamente significativa (Peter-
son y Seligman, 2004). No obstante, cada población en particular, y atendi-
do a elementos culturales específicos, puede presentar diferencias en estos
niveles de relación y hasta en la estructura del modelo en sí, de modo que
las fortalezas se agrupen en factores disímiles a las seis virtudes propuestas
por los autores y a los modelos alternativos que distintas investigaciones
han arrojado sobre la agrupación de las fortalezas entre sí (Cosentino, 2009;
Sileny, 2012; Ovejero Bruna, 2014).
En población hispanohablante, se han desarrollado investigaciones tendien-
tes a evaluar el potencial salugénico de las fortalezas psicológicas y la estruc-
tura del modelo (Cosentino, Torres y Clotet, 2009; Grinhaus, 2012; Ovejero
Bruna, 2014; Cosentino, 2010; Cosentino, 2009; Gimenez, 2010; Grinhaus y
Castro Solano, 2014; Sileny, 2012), atendiendo a la necesidad de determinar

141
la aplicabilidad de modelos teóricos construidos en marcos culturales distin-
tos (Castro Solano, 2012).
Desde ese punto de vista, se vuelve pertinente investigar en la relación exis-
tente entre las fortalezas y medidas de bienestar psicológico, en contextos
latinoamericanos y atendiendo a características regionales específicas. En
Argentina se han desarrollado investigaciones direccionadas a este objeti-
vo (Cosentino, 2009), aunque no se han hallado trabajos que evalúen dichas
asociaciones en la región central del país. A partir de este argumento, y a la
ausencia de antecedentes en el tema en población cordobesa, se decide inda-
gar las fortalezas psicológicas en adultos de la Ciudad de Córdoba.
En el presente trabajo, nos planteamos un primer acercamiento a la temática,
abordando tres ejes que consideramos fundamentales, que han sido aborda-
dos en las principales investigaciones desarrolladas en Argentina (Cosenti-
no, 2009), y que dan cuenta de nuestros objetivos específicos. En una primera
instancia, se propone describir las fortalezas psicológicas, atendiendo espe-
cialmente al establecimiento de una jerarquía que permita delimitar aquellos
recursos que predominan en la población estudiada y aquellas que presen-
tan un menor desarrollo. En segundo lugar, se evalúa la asociación de las
fortalezas psicológicas y el bienestar subjetivo, concepto ampliamente usado
en el área como un indicador del funcionamiento psicológico saludable, per-
mitiendo explorar el potencial salugénico de las fortalezas en la población
local. Finalmente, se explora la estructura factorial del modelo, es decir, los
factores que podrían explicar las asociaciones de las fortalezas entre sí y que
darían cuenta de los elementos psicológicos que subyacen a los recursos con-
siderados.

Metodología
Muestra
La muestra está compuesta por 276 cordobeses, de los cuales 204 son mujeres
y 72 hombres, es decir, un 73% de sexo femenino. Las edades oscilan entre
los 18 y 35 años, con una media de 25,3 años y una desviación estándar de
4,81.
El nivel de instrucción que presenta la muestra es a predominio alto, con una
media de 6,70 sobre 10 opciones posibles, correspondiendo el número uno (1)
a la categoría “Primario Incompleto” y la diez (10) a “Posgrado Completo”.
La media se encuentra entre las categorías seis (6) y siete (7), correspondien-
tes a “Terciario Completo” y “Universitario Incompleto” respectivamente.
Sólo el 17% de las personas encuestadas informan un nivel de instrucción
menor a la categoría cuatro (4), es decir, que sólo alcanzaron a concluir sus
estudios secundarios. El porcentaje restante superó la instancia de formación
secundaria, con un 55% de los encuestados en un nivel universitario.

142
Instrumentos
Se administró el Inventario de Virtudes y Fortalezas Abreviado (Cosentino y
Castro Solano, 2009), cuestionario que evalúa las fortalezas psicológicas del
modelo VIA a través de 24 párrafos que describen cada fortaleza en su máxi-
ma expresión. Se responde por medio de escala lickert, que en el formato
original varía del 1 al 5 en función del grado de parecido que el participante
percibe entre sí mismo y la descripción ofrecida. La escala fue modificada de
1 a 10 para facilitar mayor variabilidad en las respuestas, aplicándose en esta
investigación con ésta variación.
Por otra parte, se aplicó la Escala de Satisfacción con la Vida de Diener, Em-
mons, Larsen y Griffin (1985), en su versión al castellano validada a pobla-
ción cordobesa por Moyano, Martinez Tais y Muñoz (2013). La escala pre-
senta cinco reactivos en formato de afirmación, que se responden por medio
de escala lickert de 1 a 7 en función del grado de acuerdo del participante con
cada afirmación ofrecida.
Ambos instrumentos presentan adecuadas propiedades psicométricas para
población local.
Además de los dos instrumentos administrados, el protocolo entregado a los
participantes estaba precedido por una carátula que contiene la información
pertinente al Consentimiento Informado, junto con la solicitud de los datos
demográficos explicitados en la descripción de la muestra.
Los datos fueron analizados por medio del paquete estadístico SPSS versión 20.

Resultados
Descripción de las Fortalezas
Del análisis descriptivo, se encontró que las cinco fortalezas que mayor de-
sarrollo presentan en promedio para la muestra en general son: Bondad, con
un promedio de puntaje de 2,82/10; Integridad, promedio 3,13/10; Gratitud,
promedio 3,58/10; Imparcialidad, promedio 3,67/10 e Inteligencia Social,
promedio 3,85/10. Las que menos desarrollo presentaron fueron: Espiritua-
lidad, con un promedio de 6/10; Autoregulación, con 5,60/10; Capacidad
para perdonar, con 5,05/10; Amor por el conocimiento, con un promedio
general de 5,3/10 y Creatividad, con 4,85/10. Los estadísticos calculados se
presentan en su totalidad en la Tabla n°1, en el orden en que las fortalezas
son presentadas en el instrumento de evaluación administrado.

143
Tabla n°1: Estadísticos descriptivos de las Fortalezas Psicológicas

Mínimo Máximo Media Desv. típ.

fort1: Apreciación 1,00 10,00 4,0254 2,29531


fort2: Imparcialidad 1,00 10,00 3,6703 2,17506
fort3: Perseverancia 1,00 10,00 4,3768 2,48838
fort4: Creatividad 1,00 10,00 4,8551 2,40923
fort5: Amor 1,00 10,00 4,5109 2,54628
fort6: Autoregulación 1,00 10,00 5,6051 2,58805
fort7: Gratitud 1,00 10,00 3,5870 2,26026
fort8: Liderazgo 1,00 10,00 4,2935 2,94015
fort9: Pens. Crítico 1,00 10,00 3,9275 2,42453
fort10: Intel. Social 1,00 10,00 3,8551 2,27093
fort11: Perdón 1,00 10,00 5,0580 2,42343
fort12: Espiritualidad 1,00 10,00 6,0580 3,07191
fort13: Civismo 1,00 10,00 4,3877 2,33668
fort14: Coraje 1,00 10,00 4,3442 2,38045
fort15: Curiosidad 1,00 10,00 3,8659 2,09245
fort16: Bondad 1,00 10,00 2,8297 1,67657
fort17: Optimismo 1,00 10,00 4,7500 2,52100
fort18: Integridad 1,00 10,00 3,1377 2,02957
fort19: Sabiduría 1,00 10,00 3,9307 1,85330
fort20: Prudencia 1,00 10,00 4,3686 2,37336
fort21: Humor 1,00 10,00 4,6509 2,29287
fort22: Humildad 1,00 10,00 4,0873 2,44942
fort23: Amor por el Conocimiento 1,00 10,00 5,2909 2,75173
fort24: Vitalidad 1,00 10,00 4,2545 2,19836

Correlación Fortalezas-Satisfacción con la Vida


En las tablas n°2, 3 y 4, se presentan los coeficientes de correlación de Pear-
son obtenidos para cada una de las fortalezas consideradas. Como se pue-
de observar, la mayoría de las asociaciones se presentan estadísticamente
significativas, indicando que la relación arrojada no es mera coincidencia y,
por ende, habilitando a su consideración como dato pertinente. Sin embargo,
ocho de las variables evaluadas no presentan asociaciones significativas, por
lo que no puede considerarse que estén relacionadas con la satisfacción vi-
tal, ya que el coeficiente arrojado podría ser resultado del azar. Las fortalezas
que se encuentran en esta condición son: Imparcialidad, Creatividad, Lide-
razgo, Civismo, Bondad, Integridad, Humildad y Amor por el conocimiento.
144
Otro dato importante a abstraer de la evaluación de las asociaciones, es la
direccionalidad que presentan. Esto es, si la correlación se presenta de modo
directo, por lo cual ambas variables consideradas aumentan juntas, o de
modo indirecto, indicando que el aumento de una de las variables conlleva
una disminución en la intensidad con que se presenta la otra. Como pode-
mos observar en las tablas, sólo un pequeño grupo de fortalezas presentan
una direccionalidad inversa, indicando que su presencia implica un menor
nivel de satisfacción con la vida. En esta condición, se encuentran las fortale-
zas Pensamiento Crítico (9) y Humildad (22).
Por último, cabe destacar las asociaciones que, además de ser estadística-
mente significativas y presentarse de modo directo, muestran una mayor
intensidad. Considerando .20 como un punto de corte que marca una dife-
rencia entre los coeficientes, las fortalezas que presentaron una relación de
mayor intensidad con la satisfacción con la vida son: Gratitud, que además
presenta una correlación moderada de .37; Optimismo/Esperanza, Vitali-
dad y Sabiduría.
Las diez fortalezas restantes presentaron asociaciones estadísticamente sig-
nificativas y positivas en cuanto a su direccionalidad, aunque la intensidad
de la correlación es leve.
Los datos obtenidos de la evaluación de las correlaciones implican una in-
teresante riqueza de puntos para analizar y discutir, presentándose algunas
reflexiones en este sentido en el apartado de conclusiones y discusión.
Tabla n°2. Correlaciones Satisfacción Vital y Fortalezas – 1° a 8° -
SV fort1 fort2 fort3 fort4 fort5 fort6 fort7 fort8
** ** * ** **
Correlación de Pearson 1 ,165 ,059 ,193 ,038 ,158 ,165 ,373 ,036
SV
Sig. (bilateral) ,008 ,345 ,002 ,537 ,010 ,008 ,000 ,557

Tabla n°3. Correlaciones Satisfacción Vital y Fortalezas -9° a 16°-


SV fort9 fort10 fort11 fort12 fort13 fort14 fort15 fort16
* ** * ** * **
Correlación de Pearson 1 -,125 ,180 ,129 ,177 ,059 ,124 ,172 ,024
SV
Sig. (bilateral) ,043 ,004 ,037 ,004 ,344 ,045 ,005 ,705

Tabla n°4. Correlaciones Satisfacción Vital y Fortalezas -17° a 24°-


SV fort17 fort18 fort19 fort20 fort21 fort22 fort23 fort24
** ** ** ** **
Correlación de Pearson 1 ,267 ,081 ,209 ,174 ,167 -,036 ,114 ,254
SV
Sig. (bilateral) ,000 ,193 ,001 ,005 ,007 ,569 ,067 ,000

145
Fortalezas y variables demográficas
De las veinticuatro fortalezas analizadas, sólo dos correlacionaron significa-
tivamente con la edad: la Bondad, cuyo coeficiente de correlación es de ,214
con p. ,0001, y la fortaleza Humor, con un coeficiente de ,149 en un nivel
de significación estadística de p. ,01. Ambas asociaciones se presentan con
direccionalidad negativa, es decir que la correlación es indirecta: a mayor
edad, menor desarrollo de las fortalezas consideradas.
En cuanto al género, las fortalezas que presentaron una diferencia estadísti-
camente significativa entre hombre y mujeres fueron las siguientes:
- Perseverancia: con una significación en ,007, se presenta más desarro-
llada en hombres.
- Creatividad: significación en ,001, mayor desarrollo en las mujeres.
- Liderazgo: ,007, con predominio femenino.
- Curiosidad: ,001, con predominio femenino.
- Bondad: ,021, con predominio masculino.
- Optimismo: ,004, con predominio femenino.
- Humildad: ,019, más desarrollada en hombres.
- Vitalidad: ,032, con un mayor desarrollo en mujeres.
El nivel de instrucción sólo presentó una asociación significativa: es el caso
de la fortaleza Pensamiento Crítico, que mostró un coeficiente de correlación
de ,142 con un nivel de significación estadística en ,04.

Análisis Factorial Exploratorio


Para el análisis Factorial Exploratorio se desarrollaron procedimientos de
extracción de factores y evaluación de las soluciones factoriales ofrecidas
para encontrar aquella que mejores propiedades supusiera. En una primera
instancia, se calculó el KMO e índice de esfericidad de Barlett, indicadores
que apuntan a evaluar si la base de datos es adecuada para el análisis facto-
rial. Se obtuvo un KMO de ,775 y un índice de esfericidad con un grado de
significación estadística de ,0001, ambos adecuados.
A partir de ello, se aplicó análisis de Componentes Principales con extrac-
ción de todos los factores con autovalores mayor a 1. Además, se utilizó el
método de rotación Varimax. De este primer análisis, se obtuvo una solución
factorial de siete elementos que explicaron el 55% de la varianza. Sin embar-
go, tres de los elementos que conforman esta primera solución factorial pre-
sentan pocas variables cuyos pesos factoriales superan el punto de corte de
,40 para ser considerados como relacionados al factor en cuestión. Por ende,
estos tres elementos se consideran obtusos y deben ser retirados.

146
A continuación, y continuando con la exploración, se decide realizar un nue-
vo intento de extracción de factores por medio del método de Componentes
Principales y rotación Varimax, pero en esta segunda prueba se indica al
sistema que extraiga sólo cuatro elementos, contrario al método explicado
anteriormente, en que se indicó que extrajera todos los factores cuyos auto-
valores superaran 1. De este modo, se obtuvo una solución de cuatro facto-
res, pero que presentó dos problemas. Por una parte, el porcentaje de varian-
za explicado fue de 40,7%, muy por debajo del 50% mínimo requerido para
considerar la solución factorial con un poder suficiente de explicación de la
varianza. Por otra parte, la rotación varimax arrojó una distribución de ele-
mentos entre los factores que dejó tres variables sin carga suficiente para ser
considerado parte de algunos de estos cuatro factores. Una solución de cinco
elementos posee similares problemas: el porcentaje de varianza explicado,
sin bien mejora respecto a la solución de cuatro factores, es de 46% y per-
manece por debajo del punto de corte establecido; por otra parte, una de las
fortalezas no puede ser incluida en ninguno de los cinco factores extraídos.
Sólo la solución factorial de seis elementos produce un resultado en el que
se presentan los indicadores mínimos esperables y adecuados. El porcentaje
de la varianza que explica el modelo es de 51%, todas las fortalezas pueden
ser incluidas en al menos un factor y cada factor tiene por lo menos tres for-
talezas que se incluyen en él. Los pesos factoriales se grafican en la tabla n°5.
Como puede observarse, la solución quedó compuesta de la siguiente manera:
- Factor n°1: compuesto de las fortalezas Apreciación por la belleza,
Creatividad, Curiosidad, Amor por el Conocimiento, Vitalidad, Per-
severancia, Coraje y Optimismo. En función de las implicancias de las
fortalezas incluidas, se denominó a este factor “Autenticidad”, ya que
están relacionadas con permanecer firme en los modos de pensar y
actuar de la persona.
- Factor n°2: compuesto por Pensamiento Crítico, Integridad, Sabidu-
ría, Prudencia. Se denominó a este factor “Capacidad de Reflexión”,
implicando la posibilidad de argumentar racionalmente las posturas
personales y estar dispuesto a modificarlas de ser necesario.
- Factor n°3: Gratitud, Civismo o Trabajo en Equipo, Bondad, Humor.
Este factor presenta un alto contenido social, a diferencia de los ante-
riores dos factores cuyo acento se coloca en las construcciones internas.
Al estar relacionado a una aproximación positiva al otro, se lo denomi-
nó “Acercamiento Social”.
- Factor n°4: Autoregulación, Gratitud y Espiritualidad. Este elemento
se denominó “Moralidad” debido a que es justamente en el aspecto
moral que coinciden las tres fortalezas citadas. Implican el manejo de
los impulsos personales para adecuarlos a demandas sociales y religio-
sas.

147
- Factor n°5: Amor, Liderazgo, Inteligencia Social y Humidad. Ésta se
presenta en una valencia negativa, es decir que se relaciona con las
otras tres fortalezas del factor de manera indirecta. Se consideró que
las variables que forman parte de este elemento se relacionan entre sí
a partir de la capacidad de las personas de manejarse socialmente pero
colocando el acento sobre el sí mismo. Desde allí se denominó a este
factor “Manejo Social”.
- Factor n°6: Imparcialidad/Igualdad, Perdón y Coraje –con puntuación
inversa-. La imparcialidad y el perdón implican la capacidad de poder
interpretar los eventos sociales incluyendo el punto de vista del otro
más que sosteniendo la conveniencia personal. Esta característica po-
siciona este elemento en el lugar opuesto al factor n°1, en el que sobre-
sale la reivindicación de los modos personales de pensar y actuar. Se
considera que es a partir de este hecho que la fortaleza Coraje aparece
representada en este factor con una direccionalidad indirecta. Se deno-
minó a este grupo “Consideración Social”.

Conclusiones y Discusión
En el presente trabajo, se introdujo a la investigación de las Fortalezas Psi-
cológicas siguiendo el modelo VIA de Peterson y Seligman (2004), en pobla-
ción adulta joven en la Ciudad de Córdoba. Se buscó describir las fortalezas
más y menos desarrolladas para el grupo poblacional considerado, la aso-
ciación con la satisfacción vital en tanto indicador de bienestar subjetivo y la
estructura factorial del modelo.
Del análisis descriptivo, se encontró que las cinco fortalezas que mayor de-
sarrollo presentan en promedio para la muestra en general son: Bondad,
Integridad, Gratitud, Imparcialidad e Inteligencia Social. Las que menos
desarrollo presentaron fueron, ordenadas de menor a mayor desarrollo: Es-
piritualidad, Autoregulación, Capacidad para Perdonar, Amor por el co-
nocimiento y Creatividad. Los resultados presentan similitudes con los ha-
llazgos de otras investigaciones sobre jóvenes en población hispana (Sileny,
2012).

148
Tabla n°5: Matriz de componentes rotados
Componente
1 2 3 4 5 6
fort1 ,442
fort2 ,702
fort3 ,416
fort4 ,534
fort5 ,534
fort6 ,620
fort7 ,439 ,422
fort8 ,625
fort9 ,766
fort10 ,456
fort11 ,673
fort12 ,720
fort13 ,623
fort14 ,464 -,436
fort15 ,763
fort16 ,676
fort17 ,467
fort18 ,550
fort19 ,477
fort20 ,699
fort21 ,651
fort22 -,646
fort23 ,649
fort24 ,587

Estos datos nos permiten inferir algunas características propias de la pobla-


ción evaluada. Por ejemplo, las fortalezas más representativas se encuen-
tran dentro del área de acercamiento y manejo social, implicando una fuerte
orientación hacia los demás. Incluso la Integridad, que representa la capa-
cidad de mantener una coherencia entre lo que se dice y hace, mostrándose
con honestidad hacia los demás, y clasificada en el modelo VIA como parte
de la Virtud de la Valentía, muestra un componente de moralidad que inclu-
ye al otro de un modo significativo, al considerarse que la persona íntegra
posee una necesaria sensibilidad a las necesidades de los demás y lo expresa
en las acciones de ayuda que desarrolla (Cosentino, 2010).
Por el contrario, las fortalezas que menor desarrollo manifiestan en la pobla-
ción presentan un bajo contenido social, aunque no nulo. La Creatividad y
Amor por el Conocimiento ponen el incapié en la relación del individuo con
el conocimiento, y suelen implicar una cierta desconexión del mundo social
para ser desarrolladas. La Espiritualidad hace referencia fundamentalmente
149
a la relación de la persona con una entidad superior tranpersonal, y es la for-
taleza que menor desarrollo presenta en la población. Es un resultado poco
esperado para cordobeses, dada la larga tradición religiosa de la región. Sin
embargo, este dato avala a reflexionar sobre la relación de los jóvenes adul-
tos con las entidades transpersonales. Un punto relevante que hipotética-
mente puede estar asociado a la menor consideración de la espiritualidad es
el nivel de instrucción presente en la muestra obtenida: la amplia mayoría
de los encuestados posee un nivel de instrucción terciario, completo o in-
completo, pero que implica el acceso a instancias de conocimiento de nivel
superior. Este hecho incide sobre los procesos de reflexión y construcción de
argumentos cuestionadores de las instancias tradicionales de pensamiento,
pudiendo impactar en las creencias espirituales de los adultos jóvenes. Al
encontrarse el acceso a la educación superior relacionado con condiciones
socio culturales específicas, cuya probabilidad de aparición es mayor en po-
blaciones con ingresos económicos medios en adelante, debemos suponer
que la muestra se encuentra sesgada en este sentido y los resultados habrán
de ser validados sólo para dicho estrato socio cultural, debiendo realizarse
investigaciones específicas para determinar si las fortalezas se presentan en
similares proporciones en otros contextos.
Siguiendo con el análisis propuesto, de las fortalezas menos desarrolladas, la
que mayor preocupación implica es la fortaleza de la Auto-regulación, dada
la gran relevancia de este recurso para el logro de una adaptación positiva
y crecimiento saludable. Sin embargo, es importante señalar en este sentido
que la descripción de las fortalezas en este trabajo posee un carácter intra-
grupal, es decir, que se compara la intensidad de las variables entre sí y no
en relación a un grupo de referencia como en el caso de los puntajes estan-
darizados en baremos. Desde este punto de vista, el mayor o menor puntaje
de cada fortaleza no hace referencia a un suficiente o insuficiente nivel de
desarrollo. De todas maneras, es claro que la Auto-regulación, en tanto re-
curso fundamental, es primordial, y como tal, el dato que ofrece el presente
estudio sugiere la necesidad de ampliar la investigación en esta dirección y
abordar la pregunta sobre la necesidad de implementar programas de desa-
rrollo de la misma.
Las asociaciones con las variables demográficas mostraron que la mayoría
de las fortalezas no poseen una asociación significativa con edad, género y
nivel de instrucción. La edad sólo se presenta relevante para la Bondad y el
Humor pero en sentido inverso: es decir, que el paso del tiempo implica una
disminución en la intensidad de ambas, haciendo suponer que las personas
más jóvenes tienden a mantenerse más aferradas al buen humor y el cuidado
del otro. Como se manifestó supra, el Humor en esta clasificación tiene un
alto contenido de protección hacia otras personas más allá de la capacidad
de encontrar hilaridad en las situaciones vitales, ya que es conceptualizada
como la posibilidad de hacer reír y alegrar a otros. Esta disminución puede
estar relacionada, a modo de hipótesis, con la modificación en la motiva-

150
ción social que se presenta con el cambio de la etapa evolutiva: mientras
más cercano al período adolescente y sus desafíos, mayor el compromiso
con el grupo de pares, mientras que el paso a la adultez temprana impli-
ca un rescate de las motivaciones personales de desarrollo profesional y de
pareja, aumentando el interés por el proyecto de vida. De todos modos, la
asociación observada presenta una intensidad leve, por lo que la incidencia
del proceso de disminución es estimablemente bajo. En este sentido, los re-
sultados deben ser tomados con mucha cautela, dado que la variabilidad es
escasa, al considerarse personas cuyas edades oscilan sólo entre los 18 y 35
años, pudiendo este acotamiento de la variable incidir sobre la poca relación
entre las fortalezas y la edad.
El género sólo presenta una asociación con un tercio de las fortalezas: la Per-
severancia, Bondad y Humildad se presenta más desarrollada en los hom-
bres, mientras que la Creatividad, Curiosidad, Vitalidad, Optimismo y Li-
derazgo, predominan en el grupo de adultas jóvenes. Estos datos, al igual
que la edad, deben ser tomados con precaución, ya que la muestra presenta
un predominio femenino; sin embargo, nos permite reflexionar sobre las in-
cidencias del género en el específico grupo de adultos jóvenes. En otras in-
vestigaciones con muestras mayores se observó que en general las mujeres
tienden a puntuar más elevado que los hombres en las fortalezas (Linley,
Maltby, Wood, Harrington, Park y Seligman, 2007), lo cual puede responder
a una percepción diferencial de los recursos personales o una variación en la
preocupación por el desarrollo de las mismas.
Finalmente, la asociación entre el nivel de instrucción y el Pensamiento Crí-
tico, directo y significativo, se muestra muy comprensible, ya que, como se
mencionó, el acceso a más elevados niveles de complejidad en el conocimien-
to estimula la capacidad reflexiva y el cuestionamiento del sentido común.
Sin embargo, al igual que con la edad, la intensidad de la asociación es baja,
implicando que la formación no es especialmente relevante en el desarrollo
de las fortalezas en el grupo de adultos, pudiendo presentar relevancia en la
comparación entre diversos grupos etarios. Por otra parte, la alta concentra-
ción de personas con un elevado nivel de instrucción en la muestra puede
sesgar los datos, requiriendo un análisis más pormenorizado de la relación
entre las variables.
Respecto al potencial salugénico de las fortalezas, el análisis de la correlación
de éstas con la satisfacción vital indicó que cuatro recursos presentan un es-
pecial interés para el desarrollo del bienestar subjetivo: la Gratitud, el Opti-
mismo, la Vitalidad y la Sabiduría. Estos datos se presentan coincidentes con
las investigaciones realizadas en otros contextos (Cosentino, 2010; Park, Pe-
terson y Seligman, 2004; Ovejero Bruna, 2014), en especial a lo que respecta
a las tres primeras. Esta consistencia nos permite inferir que la capacidad de
agradecer, la esperanza y la vitalidad son recursos que, más allá de las varia-
bles culturales, representan factores de gran relevancia para el desarrollo del
bienestar subjetivo. Son variadas las hipótesis que se han gestado para expli-
151
car esta correlación, habiendo poca confirmación sobre los mecanismos que
la sustentan. Sin embargo, en términos generales los autores coinciden en el
potencial constructor de recursos sociales y emocionales de estas variables,
de modo que conectan a la persona con los aspectos más positivos de la vida.
La mayoría de las fortalezas presentó una asociación positiva, aunque leve,
con el bienestar, sugiriendo su potencial creador de bienestar y consisten-
temente con los citados antecedentes, con algunas excepciones. La Impar-
cialidad, Creatividad, Liderazgo, Civismo, Bondad, Integridad, Humildad y
Amor por el conocimiento, no presentaron asociación alguna, mientras que
el Pensamiento Crítico directamente se presentó inversamente asociada con
la satisfacción vital, suponiendo que su desarrollo interfiere con el bienestar.
Todas las fortalezas que no aportan a la satisfacción con la vida tienen en
común un punto: la priorización de aspectos colectivos, externos a la perso-
na, cuyo desarrollo implica una cierta limitación en la satisfacción de nece-
sidades individuales con una consiguiente frustración. Desde este punto de
vista, es comprensible que la asociación con el bienestar subjetivo se presente
limitado, dado el componente hedónico del concepto, lo que no implica la
ausencia de una capacidad de engendrar salud en otros sentidos. Esto es
especialmente válido para recursos que han sido señalados desde distintos
enfoques salugénicos como imprescindibles para el desarrollo de salud, ta-
les como la Creatividad y el Pensamiento Crítico. Pero es inclusiva para las
demás fortalezas citadas, ya que se estima pueden incidir en la capacidad de
integración social de las personas y mejoramiento de las condiciones de vida
a través del desarrollo comunitario, impactando sobre el bienestar social y
aspectos psico-sociales de la salud mental. Así, se señala abiertamente la ne-
cesidad de evaluar la asociación de las fortalezas con otros indicadores de
funcionamiento psicológico óptimo que considere los aspectos psico-sociales
de manera explícita, como podrían representar medidas de Bienestar Psico-
lógico, como lo conceptualiza Carol Ryff (Ryff y Keyes, 1995), o Resiliencia.
Finalmente, respecto a la estructura del modelo, luego de ensayar distintas
soluciones factoriales, se optó por la solución de seis elementos, que explica
el 51% de la varianza y en el que cada factor incluye un mínimo de tres for-
talezas. Los elementos obtenidos se denominaron:
- Autenticidad, aludiendo a la posibilidad de conectarse con los modos per-
sonales de pensar, sentir y actuar y mantenerse firme en ellos, con autono-
mía en relación a las influencias de otros;
- Capacidad de Reflexión, factor en el que se concentran las fortalezas que
implican la consideración de argumentos distintos a los personales, pudien-
do mostrarlos ante otros y cuestionándolos si el análisis de los mismos así lo
amerita;
- Acercamiento Social, que nuclea fortalezas asociadas al compromiso social
y entrega a la búsqueda del bienestar de otros;

152
- Moralidad, en el que se acentúa la capacidad de desarrollar conductas re-
guladas hacia el logro de un bien mayor, para sí mismo y para otros;
- Manejo Social, que alude a la capacidad de influir en otros a partir de la
reafirmación personal, y
- Consideración Social, opuesto al primer factor, en el que se incluyen forta-
lezas que implican la consideración fundamental de los argumentos de otras
personas privilegiando la necesidad del otro, aunque se sacrifique la auten-
ticidad y el beneficio personal.
Estos factores reflejarían los criterios subyacentes con que los encuestados
otorgaron puntuaciones a las fortalezas, implicando que los recursos consi-
derados se organizarían en torno a estos ejes.
La estructura factorial sugerida, a pesar de poseer seis elementos, no coinci-
de con la propuesta originalmente por los autores del Modelo VIA (Peterson
y Seligman, 2004). De similar modo, otras investigaciones en población de
habla hispana e incluso argentina produjeron resultados disímiles a los ob-
tenidos (Cosentino, 2009; Sileny, 2012; Ovejero Bruna, 2014). De ello derivan
dos puntos a analizar. Por un lado, estos resultados aportan un elemento
más a las consideraciones sobre la revisión del modelo VIA, ya que es coin-
cidente con la mayoría de las investigaciones que proponen soluciones fac-
toriales no correspondientes con las seis virtudes descritas. Por otra parte, la
falta de consistencia entre las investigaciones hispanas sugieren dos posibles
hipótesis: o bien las fortalezas se presentan de manera muy específicas a las
variantes culturales, o bien los elementos metodológicos tienen una inciden-
cia significativa en los resultados, pudiendo ambas hipótesis coexistir en la
explicación de este hecho.
Es importante recalcar que estos datos, que se presenten coherentes en sí,
son el producto de una exploración en población local y, desde allí, se pre-
senta como un antecedente que guíe otras investigaciones. Sin embargo, al
presentar el modelo sugerido algunas limitaciones, se requieren nuevas in-
vestigaciones que busquen mayor profundización con muestreos más am-
plios y metodologías de comprobación. La solución factorial sugerida contie-
ne varios ítems complejos, es decir, que poseen cargas significativas en más
de un factor, complejizando el modelo y dificultando el análisis de los datos.
Más allá de esto, se considera que el presente trabajo representa un aporte
valioso al estudio de las fortalezas en población cordobesa, señalando da-
tos específicos sobre la presentación de las variables en los adultos jóvenes
cordobeses y delimitando direcciones para continuar profundizando en los
recursos psicológicos y los aportes al enfoque salúgenico. Finalizando nues-
tra exposición, se presenta relevante señalar una variable especialmente
interesante que atraviesa los tres objetivos específicos trabajados, es decir, la
descripción de las fortalezas, la relación de éstas con el desarrollo del bien-
estar subjetivo y el modelo factorial que subyace a la organización de las

153
fortalezas entre sí. Como puede observarse a lo largo del desarrollo de las
conclusiones, la información provista se organiza espontáneamente en torno
a dos grandes constructos, relacionados entre sí e implicando una motiva-
ción personal básica para los seres humanos, siguiendo el modelo de la per-
sonalidad de Millon (Millon, 1994): el individualismo y la protección. Estos
constructos, que se oponen entre sí como pares extremos de un continuo,
representan la relación del individuo con el sí mismo o los demás. Los datos
obtenidos se despliegan acentuando uno u otro de estos elementos, señalán-
dolos como un eje en torno al cual repensar los aspectos culturales que sub-
yacen a la percepción y desarrollo de las fortalezas psicológicas en nuestra
población.

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blicada, Facultad de Psicología, Universidad Autónoma de Madrid, Madrid,
España.

155
156
Recuperando experiencias de intervención en Sierras
Chicas. Una propuesta para la apropiación de sentidos.
Lucia Depetris, Erika Stimolo,
Visctoria Panichelli y Luciana Schneider1.

Reflexiones sobre una experiencia de trabajo en una escuela rural de la localidad


de Agua de Oro, luego de las inundaciones de febrero de 2015. Actividades
realizadas en el marco del proyecto de extensión aprobado por la UNC, Fa-
cultad de Psicología (resol. 40/2014) denominado: Salud pública, ambiental y
colectiva en las sierras chicas. Una propuesta de Investigación- acción-participativa,
cuya dirección está a cargo de la Lic. Valeria Cotaimich y como co-directora:
Arq. Lucía Castellano.

Resumen:
Conformamos un equipo de ayudantes alumnas y docente de la asignatura
Psicología Educacional de la Facultad de Psicología, UNC. El presente artí-
culo surge como resultado parcial de un trabajo de extensión universitaria en
la localidad de Agua de Oro, el cual se encuentra en proceso de realización.
El trabajo consistió en el abordaje de la experiencia de alumnos de la escuela
rural 9 de julio de El Algodonal, a partir de las inundaciones del pasado febrero.
El propósito ha sido traducir esas experiencias en acontecimientos expresivos
a compartir en rituales de la escuela. Trabajamos con primero y sexto grado,
apropiándonos del momento de inicio de clases, en el cual, cada día, los do-
centes preguntan si alguien tiene algo para contar…allí empezó el cuento.
Palabras Clave: Escuela primaria, taller, desastre ambiental, apropiación de sentidos.

Introducción
Conformamos un equipo de ayudantes alumnas y docente de la asignatura
Psicología Educacional de la Facultad de Psicología, UNC. El presente artí-
culo surge como resultado parcial de un trabajo de extensión universitaria en
la localidad de Agua de Oro, el cual se encuentra en proceso de realización,
motivado a partir de lo ocurrido con el desastre ambiental del febrero pasa-
do. Referenciadas en la incumbencias de la ley 7106 “disposiciones para el
ejercicio de la psicología” del año 1984, que contempla la labor del psicólogo
educacional creando “(…) juntamente con el educador y con los datos pro-
venientes de otros profesionales, el clima más favorable para lograr el éxito
del aprendizaje analizando mediante sus técnicas específicas, los problemas
que gravitan en la tarea educativa, derivada de la configuración psíquica y
del medio social en que se desenvuelven”.
1
Luciana Schneider. Licenciada en Psicología. M.P 7882 - Lucia Depetris - Erika Stimolo - Visctoria Panichelli.
EstudianteS de Psicología. UNC.

157
Durante las últimas décadas, a nivel internacional, nacional y local, el plane-
ta padece profundas problemáticas que afectan el desarrollo socio-ambiental
y cultural de la población mundial. En la última década este espectro de
problemáticas, relacionadas con la intervención discrecional del ser huma-
no sobre el medio, se intensificó en la zona de las Sierras Chicas. Todo esto
afecta de manera directa la salud pública, ambiental y colectiva, en tanto
implica el incremento de problemáticas y malestares de diversa índole que
inciden especialmente, en la población más vulnerable. Emergentes de estas
condiciones son tangibles y vivenciables, tienen diversas manifestaciones,
las más notorias: los incendios durante el año 2013, luego, el desastre antro-
pico2 desplegado en el febrero pasado. Reflexionar acerca de estos aconte-
cimientos llevó a la elaboración del Proyecto de Extensión aprobado por la
UNC, Facultad de Psicología (resol. 40/2014)3 Este proyecto se sustenta en la
posición que concibe a los recursos naturales como bienes comunes4 lo cual
supone que, colectivamente, debemos tomar las riendas del modo en que se
gestiona el uso de esos bienes. Significa, además, apropiarnos de las deci-
siones que tomemos. Por esta razón es necesario trascender la circunstancia
para poder comprender y tomar posición frente a lo que nos pasa. De este
modo, pensamos junto a Graciela Touzé que: “Estaremos listos para la tarea
preventiva cuando día a día la búsqueda de nuestro sentido de la vida nos ligue a los
otros en un destino grupal... ”
En esta dirección del trabajo colectivo, entendemos que la escuela constituye el
espacio indicado para promover modos de apropiación de sentidos acerca de
las problemáticas referidas al deterioro del medio-ambiente, una plataforma
para pensar colectivamente los asuntos y para construir el espacio público.
Los destinatarios de este proyecto son alumnos de la escuela primaria pú-
blica “9 de julio” de Agua de Oro. Focalizamos nuestra atención en 1º y 6º
grados, de esta escuela, para conocer las vivencias y representaciones de los
más pequeños y de los que llevan más tiempo en la institución, diversifican-
do así las miradas y modos de abordaje.Con los siguientes objetivos:

Objetivos Generales: Crear condiciones para:


1- Que los actores institucionales que participan del proyecto, especialmente
los niños, puedan apropiarse del sentido de las situaciones que los afectan.
2
Se trata de las amenazas directamente atribuibles a la acción humana sobre los elementos de la naturaleza (aire,
agua y tierra) y sobre la población, que ponen en grave peligro la integridad física y la calidad de vida de las comu-
nidades.
3
Proyecto denominado: Salud pública, ambiental y colectiva en las sierras chicas. Una propuesta de Investiga-
ción- acción-participativa, cuya dirección está a cargo de la Lic. Valeria Cotaimich y como co-directora: Arq. Lucía
Castellano.
4
El agua como recurso ha sido caracterizada desde diferentes perspectivas, como bien público, como bien econó-
mico y como bien común. Desde el enfoque de derechos humanos, el acceso básico a la misma, así como el sanea-
miento, ha sido reconocido como un derecho humano fundamental. (Declaración de Dublín sobre agua y desarrollo
sostenible de 1992)

158
2- Construir la noción de que los avatares socio-ambientales son la resultante
de condiciones producidas socio-histórica y políticamente.
3- Recuperar y vitalizar los momentos y espacios que las escuelas facilitan,
para que sean espacios de apropiación, de encuentro, de reflexión colectiva.

Objetivos Especificos
•Considerar vivencias, preocupaciones, inquietudes de los actores de la
comunidad institucional para traducirlas en un hecho participativo con
valor expresivo.
•Reencontrarnos con una realidad histórica, grupal y regional que nos atra-
viesa.

Marco Referencial
Proponemos como modalidad de trabajo la metodología de taller. Creemos
que ésta plantea una relación de aprendizaje ligada a la participación de cada
uno de los integrantes y al carácter placentero, propio de la experimentación.
Entre los lineamientos generales que lo hacen reconocible, podemos decir
que el taller congrega a su gente en torno del circulo tribal. El cara a cara
genera posibilidades diferentes, permite que la comunicación sea más di-
recta, que todos estén en igualdad de condiciones, propone una concepción
solidaria y cooperativa del trabajo, una democratización en la circulación del
conocimiento. Como expresa Bonvillani (2011)esta metodología de trabajo
grupal “(…) se apoya en una concepción de construcción colectiva (…) como
escenario para la expresividad, recreación (…)”. En este espacio de intercam-
bio emerge desde la espontaneidad de los niños el juego. Por medio de esta
práctica, las experiencias ya no se tornan fácilmente olvidables y contribu-
yen al placer que significa el descubrimiento del otro, del conocimiento, y de
la satisfacción de la obra terminada. Como proponeCoppens y Van de Velde
(2005), el juego permite una expresión desde la complejidad y diversidad
del ser humano, pone en funcionamiento los sentidos físicos, el intelecto, la
imaginación y permite el intercambio con el otro, el lazo emocional y social.
Por medio del juego el niño puede apropiarse de un hecho, re significarlo,
que adquiera un sentido personal para él.
“(…) entonces, el juego constituye uno de los espacios donde las niñas-os y
los seres humanos en general pueden expresarse a veces de forma directa, otras
veces de manera simbólica, es decir mediante imágenes. Es además un espacio
para compartir inquietudes y problemas, para poner en marcha el proceso de
socialización y aprender del medio social. Y ésta es precisamente la dimensión
(…) de mayor y mejor aporte del juego, no porque los problemas se acaben o
se resuelvan jugando, sino porque al compartirlos, adquieren una nueva di-
mensión y es más factible encontrarles soluciones” (Alvarez y Coppens,2000;
p.170).
159
Es por esto que en los talleres llevados a cabo se propuso el juego como he-
rramienta de trabajo. En primer grado comenzamos trabajando con el cuento
“Cuando el Río Suena” de Gustavo Roldán, donde se relatan las experiencias
de los diferentes animales ante la crecida de su río, a partir de la lectura del
cuento conformamos rimas, presentándoles la figura de un animal con el
objetivo que ellos completen con lo que debería hacer para salvarse del agua.
En el segundo encuentro realizamos una búsqueda del tesoro, escondimos
en todo el patío de la escuela diferentes imágenes que describía la historia de
un animal que sufría en la inundación, el objetivo era que ellos las recolecten
todas para que pudieran contar el relato, a partir del cual se podían reco-
nocer las diferentes emociones y sentimientos del personaje ante los daños
(enojo, tristeza, miedo…) finalmente en esa jornada trabajos con los niños
qué podríamos hacer nosotras las personas para evitar las inundaciones para
que esto no vuelva a suceder. Surgieron diferentes respuestas entre ellas:
“Hacer una pared alta para que no entre el agua”, otro opinaban “comer un
asado y hacer una fiesta” cuando bajara el agua, también propusieron “plan-
tar plantitas y que salga el arcoíris”. En el último encuentro con primer gra-
do construimos con lo recogido en las diferentes intervenciones una canción
que cantamos con los niños con la colaboración de una mamá. Utilizamos
un registro audiovisual de lo trabajado, fotos y la canción, para conformar
un video que condense toda la experiencia. Dicho video fue presentado ante
toda la Institución educativael 5 de Junio, día Mundial del Medio Ambiente.
Por otro lado, con sexto grado comenzamos contándoles de que se trataba
el proyecto y preguntándoles como habían vivido ellos este echo trágico en
el mes de Febrero.Dándose un momento para que cuenten sus experiencias,
con esa información los invitamos a plasmar en dibujos sus vivencias perso-
nales. Les preguntamos de qué manera les gustaría compartir con la escuela
lo que trabajamos y decidieron realizar una representación actoral. En los
sucesivos encuentros con sexto grado se fue confeccionando el guión, los
personajes, decidiendo vestuarios..., etc. Finalmente el 5 de Junio, Día Mun-
dial del Medio Ambiente mostraron su obra teatral, la cual consistía en una
historia ficticia. La historia contaba acerca de un pueblo que había sufrido
una crecida del río y los pobladores no recibían ayuda por parte de los fun-
cionarios públicos. Por este motivo resuelven conformar una nueva Muni-
cipalidad donde se comprometían los distintos actores sociales del pueblo
realizardistintas acciones tendientes a solucionar las problemáticas que trajo
la inundación.

160
Conclusión
La profesión del Psicólogo está atravesada sine qua non por la realidad so-
cial, como tal no podemos desentendernos de lo que la sociedad vive siendo
parte de la labor del psicólogo hacerse presente en los desastres o catástrofes.
Desde esta lógica nos adentramos en este apasionante proyecto de extensión
donde pudimos tener contacto con las marcas que dejo el agua desde la mi-
rada de los más pequeños, de los niños, voz que tantas veces es silenciada
o simplemente no tiene lugar. Acorde por un lado a la Convención Interna-
cional de los Derechos de los Niños, Niñas y Adolescentes que contempla su
libertad de expresión y por el otro al convencimiento de que dentro de las
instituciones educativas se juegan procesos de significación, sentidos, apro-
piación, de representaciones e ideas, siendo el lugar indicado para asimilar
y socializar colectivamente lo vivenciado durante la inundación. Desde estas
perspectivas nos propusimos trabajar juntos las representaciones y experien-
cias que los niños poseían acerca de lo ocurrido, dejando en claro que no
intervenimos con la urgencia sino con la representación que a partir de esta
se construyó, obteniendo claras ideas por parte de ellos como el elemento
causal que atribuyen a la problemática de tala de bosques nativos, también
la desprotección o falta de responsabilidad por parte de la cooperativa del
pueblo que se vio reflejada en la representación de los alumnos de sexto
grado, por otro lado fue un lugar propicio para la expresión de emociones,
sentimientos como las palabras de un niño quien expresaba que por la lluvia
perdió su huerta que había sembrado y cuidado, o aquellos que comentaron
que se encontraron aislados durante el temporal.
Podemos afirmar que los objetivos propuestos se cumplieron a partir de ha-
ber podido lograr un espacio de reflexión, de encuentro, de ponerle pala-
bras a lo ocurrido, siendo lo colectivo indispensable para la asimilación y
procesamiento de lo vivido. A demás el poder expresar siempre es catártico
y sanador siendo a Adam Blatner (2000) quien describe la expresión en el
psicodrama, como la posibilidad de autoevaluación donde las ideas y senti-
mientos se tornan más realistas, sumado el apoyo que el grupo puede brin-
dar. Complementado con el “actuar” lo vivido durante la inundación y agré-
gale el condimento de la risa, es hoy para esos niños un suceso diferente, más
allá del agua tienen este recurso que ponderamos como valioso saber que se
puede expresar y sentir dentro de la institución escolar.
Reflexionamos sobre las distintas modalidades de acompañamiento, como
equipo, a una comunidad que ha atravesado por circunstancias adversas
producto de las inundaciones.
Por un lado tenemos la convicción de que la tarea de acompañar a los niños
y preadolescentes en un hacer conjunto, conllevó una intención performati-
va. Un hacer haciendo que, evaluamos, tuvo una relevante eficacia educa-
tiva que excedió los límites de las palabras. Así mismo, consideramos que
cumplió en constituirse en un espacio transicional, un puente entre la vivencia
interna y la experiencia en el mundo real.

161
Destacamos, además, la función de este equipo como intérprete de condicio-
nes de época y de condiciones coyunturales. Hacemos referencia a la posibi-
lidad de crear condiciones para que los niños atravesados por circunstancias
adversas, recuperen o se reencuentren con sus recursos reflexivos y expre-
sivos. Este ejercicio supone comprender el carácter multicausal de lo que
nos sucede, además de considerarnos colectivamente artífices de un suceder
histórico, social y políticamente construido.
En el marco de estas condiciones se vuelve indispensable crear el espacio
para que los actores implicados puedan articular sentido sobre un desastre
cuya causa se asocia, mediática y políticamente, a un accidente de la natura-
leza, es decir, externo, inmanejable. Un sentido que se nos vuelve ajeno, dada
la implicación y el carácter traumático provocado por el desastre antropico.
Finalmente, desde lo personal, consideramos que esta experiencia es muy
rica, pues nos permite un acercamiento, por un lado al campo y a las pro-
blemáticas sociales de nuestra región, y por otra parte a nuestro futuro rol
profesional.
Consideramos que lo trabajado hasta entonces, fue muy satisfactorio y re-
confortante, brindando un espacio de encuentro y diálogo acerca de lo su-
cedido en el Febrero pasado en nuestra provincia, dando lugar a la expre-
sión de diversas emociones, sensaciones y pensamientos que aquello dejo
en estos niños. Además, sostenemos que es útil brindar un espacio dentro
del establecimiento educativo para que los niños puedan expresar lo vivi-
do, donde convergen diversos relatos, vivencias, emociones, fomentando un
mejor entendimiento de lo sucedido. A su vez, el hecho de trabajar con sus
representaciones y no con la urgencia, hizo que ellos puedan hacer uso de la
risa y el juego para contar, a nivel colectivo, los efectos y causas de la catás-
trofe vivida.
Por otra parte, reflexionemos válido ofrecerles un tiempo y espacio dentro
de la escuela, para que puedan debatir y “jugar” con aquellas cosas de su
vida cotidiana que les resuena, y muchas veces por falta de tiempo no se les
da lugar para hablarlo o trabajarlo dentro del aula, y de esta manera, poder
compartirlo con sus docentes y compañeros.

162
Bibliografía:
Alvarez, E. y Coppens, F. (2000) ¡siéntese, cállese y copie! Sistematización de ocho
años de capacitación al magisterio urbano y rural en el municipio de Estelí,
INPRHU-Estelí, 2da.Ed.
Asamblea General de las Naciones Unidas. (1989). La Convención Internacional so-
bre los Derechos del Niño.
Blatner, A. (2000) Bases del psicodrama.México: Pax México.
Bonvillani, A. (2011) Técnicas de Educación popular. El taller. Travesias Grupales,
algunas coordenadas para trabajar/pensar con grupos. Córdoba: Editorial de
la Universidad Nacional de Córdoba.
Coppens, F. y Van de Velde, H. (2005). Punto 5: técnicas de educación popular: suge-
rencias (extracto) del “curso Metodología y Técnicas de Educación Popular”,
Programa especialización en Gestión del desarrollo comunitario. Nicaragua:
CURN/CICAP.

163
164
Marca(s) de Agua
Anna Valeria Prato1

El agua pasó, nos marcó, pero no a todos por igual, por eso no es “marca de
agua” sino que son “marca(s) de agua” las que nos proponemos hacer y mostrar.

Síntesis
El proyecto se orientó a contribuir, acompañar y fortalecer el trabajo con
vecinos de Sierras Chicas que fueron afectados por la inundación del 15 de
febrero de 2015. La propuesta consistió en generar un dispositivo que posi-
bilitara abrir sentido en torno a la inundación y la postinundación, al mismo
tiempo que producir contenidos (gráficos en un primer momento y audiovi-
sual en otro posterior) para la circulación en distintos medios (locales y vir-
tuales) sobre este tema que rápidamente dejó de estar en la agenda pública,
no habían pasado 2 meses y “ya no era noticia”. El interés fue, a partir del
encuentro entre vecinos afectados por la inundación contribuir a elaborar/
tramitar lo que sucedió y a la construcción de un cierto relato “común” al
respecto, que recuperara la mirada y la palabra de los sujetos involucrados.
Concretamente la propuesta radicó en, tomando el significado de marca de
agua: “una imagen que no se ve a simple vista y da cuenta de la falsedad o
autenticidad de un papel o cosa”, marcar en las viviendas inundadas una lí-
nea horizontal señalando la altura hasta donde llegó el agua con la siguiente
inscripción: marca de agua 15-2-15. Luego de pintar la leyenda en una pared
elegida, se tomó una fotografía junto a ella de las/los habitantes de la casa,
lo que posteriormente formó parte de los insumos para la muestra pública
cuyas características fueron construidas entre y con los vecinos. El sentido
de porqué marcar las casas, dónde hacer la muestra, a quiénes invitar, por
qué espacios circular las fotografías, fueron parte de lo que se construyó en
instancias más colectiva entre habitantes de la misma zona, a los fines de
propiciar espacios de encuentro e intercambio entre vecinos y de favorecer/
fortalecer los vínculos entre ellos.

El Proyecto
Tras la inundación y sus primeros días los vecinos damnificados fuimos in-
vitados por distintos estamentos gubernamentales a participar de múltiples
instancias a los fines de abordar emergentes tanto psicológicos como mate-
riales de dicha situación2. Muchos hicimos el esfuerzo por sumarnos y soste-

1
Anna Valeria Pratto Licenciada en Psicología M.P. 5508. Este escrito ha sido co-pensado con la Lic. María Emilia
Ruiz.
2
Muchos tuvimos la sensación de ser bombardeados por propuestas de asistencia desarticuladas y superpuestas, que
con el tiempo finalmente desaparecieron, salvo excepciones.

165
ner la propuesta impulsada por la Municipalidad de Unquillo, de conformar
una mesa de vivienda, cuyo objetivo era constituir “un canal de comuni-
cación directo entre el municipio y los vecinos” para canalizar y construir
participativamente acciones respecto a las viviendas que fueron afectadas
por la inundación3. Sin embargo, la ausencia de un espacio de participación
real, la presencia de un modelo comunicacional unidireccional, sumado a
las dificultades para colectivizar reclamos entre los vecinos hizo que en el
transcurso del segundo mes de la inundación los encuentros entre vecinos se
fueran, primero, espaciando en el tiempo por la falta de “novedades”, para
luego diluirse y perder sentido para la mayoría.
Con todo, de esa corta experiencia entre vecinos, particularmente los de la
Plaza Belgrano4, pudimos entender que la inundación nos había “llevado”
muchas cosas a todos pero igualmente podíamos pensar que nos había “traí-
do” o “dejado” la posibilidad de mirarnos y reconocernos por lo menos entre
quienes hacía años vivíamos en el mismo barrio y apenas si sabíamos dónde
vivía, o cómo se llamaba alguno/a. En este sentido cada vez que nos reuni-
mos entre vecinos no faltó ocasión para compartir relatos de la inundación y
sobre la post inundación, a partir de los cuales se iban estableciendo puntos
comunes y de encuentro con el otro que habilitaron nuevas identificaciones
y reconocimientos, fortaleciendo vínculos existentes e inaugurando nuevos.
Así se evidenciaba la necesidad de encontrarse entre vecinos y sus poten-
cialidades para tramitar lo que había sucedido, lo que estaba pasando y la
posibilidad (remota en principio) de pensar en un futuro.
Por otro lado, Tagua Proyectos Sociales es una organización cultural-comu-
nitaria de Unquillo que desde hace más de una década5 desarrolla activi-
dades en la zona, cuya sede se encuentra en la plaza Belgrano y dos de sus
miembros fuimos afectadas por la inundación. Tagua surgió con el interés
de reflexionar e intervenir en el terreno social desde las dimensiones de la
cultura, la comunicación y la educación. Desde Tagua se entiende que es en
esta arena donde se construyen las representaciones sobre lo que somos, lo
que nos sucede, lo que deseamos, y lo que esperamos para nosotros mismos
como comunidad. Y al mismo tiempo reconoce que esta trama de significa-
ciones es clave en la construcción, reproducción y transformación de las rela-
ciones de poder. Es en este sentido que su propuesta es promover instancias
de acción y reflexión que permitan problematizar la realidad que nos rodea,
así como recuperar, recrear o inventar nuevas prácticas colectivas basadas
en el diálogo y la participación democrática en su sentido más profundo. Su
horizonte, que marca el andar en este camino, es una apuesta por la recons-

3
La Mesa de la Vivienda se conformaría por representantes de cada barrio elegidos entre los vecinos, que partici-
parían una vez por semana en una reunión con todos los representantes barriales y con funcionarios municipales de
distintas áreas, en la municipalidad y luego transmitirían la información en reuniones barriales.
4
Zona de Barrio Progreso de la Localidad de Unquillo.
5
Fundada en 1997 y con trabajo territorial en Unquillo desde 2003.

166
trucción de lazos entre personas y grupos que fortalezcan una comunidad
solidaria, de sujetos autónomos, con relaciones más igualitarias6.
Al cumplirse tres meses de la inundación, en el marco del Proyecto Gene-
rar Cauce(s) desde Tagua comenzamos a poder prestar atención a lo que
había sucedido en otros lugares (distintos a lo próximo, al barrio de cada
uno) y nos resultó difícil reconocer a simple vista por dónde había pasado la
inundación. La voluntad por recuperar las viviendas, a través de limpieza,
arreglos y pintura, daba la impresión de que “acá no había pasado nada”, era
necesario un esfuerzo, mirar con detenimiento para poder visibilizar/visua-
lizar la marca del agua. Así mismo sucedía que personas de otros barrios nos
preguntaban cómo había pasado el agua por nuestras casas. La ambigüe-
dad entre la necesidad de recuperar las viviendas, borrando las marcas de
la inundación y la de preguntarse, querer saber/mostrar hasta dónde había
llegado la marca del agua en las casas apareció como una tensión a la cual
atender. Muchos parecían querer/necesitar olvidar (negar) que nos había-
mos inundados. Otros manifestaban mucho malestar y angustia por sentirse
olvidados, por que parecía que ya todo había pasado y sin embargo muchos
aún no habían recibido las ayudas prometidas por el estado. ¿Quiénes po-
drían querer marcar sus casas, a alguien más que a nosotros le interesaría?
¿“Marcar” podría habilitar otros procesos?
Considerando entonces, las necesidades evidenciadas con los vecinos por un
lado, las preguntas que desde Tagua nos formulábamos nos pareció que un
dispositivo, en tanto máquinas para hacer ver y hacer hablar (Deleuze 1990)
válido para el abordaje de lo que nominamos en principio subjetividad pos-
tinundación, lo podría constituir lo que dimos en llamar Iniciativa “Marca(s)
de agua”.
En ese marco nos planteamos los siguientes objetivos: (1) Generar un dis-
positivo que permita el encuentro con el otro y abrir sentidos sobre lo que
pasó en la inundación y nos pasa. (2) Propiciar a partir de compartir los sen-
tidos producidos por el dispositivo “Marca(s) de Agua” la construcción de
un cierto relato común sobre la inundación. (3)Producir contenidos sobre la
inundación y la postinundación para su circulación en espacios públicos y
medios locales y virtuales.
Metodológicamente, el dispositivo “Marca(s) de Agua” implica 3 instancias
de trabajo. (1) La primera es el Momento de Marcar en él a) se contacta a los
vecino por vía de referentes territoriales, o vínculos previos, anticipándole
en qué consistirá la visita. b) Se acuerda una cita para concurrir a la casa.
c) A ella acude en pareja7 formada por un integrante de disciplinas “socia-
les” (psicólogo, trabajador social) y otro de disciplinas artísticas (fotógrafo,
realizador audiovisual). d) Durante la visita se reitera el pedido de permiso
6
www.taguaps.blogspot.com
7
El equipo desagua de Marca(s) de Agua está formado por: Paola Nicolás, Azul Lozano, Vincent L., Valeria Prato y
María Emilia Ruiz. Fotógrafas: Marina Argañarás y Araceli Villafañe.

167
para registrar la conversación (en audio o audiovisualmente) y se realizan
algunas preguntas respecto a la inundación. e) se comparte la acción de mar-
car en una pared con pintura a la altura hasta donde llegó el agua durante la
creciente y luego se saca una foto de los/las habitantes de la casa junto a la
huella, que indica “marca de agua, 15-2-15”.
(2) La segunda es el Momento del Encuentro entre las familias que participa-
ron en el momento 1 con el objetivo de socializar las fotos producidas en un
barrio o zona, en el cual se realiza el visionado y selección de las fotos y de
textos para la muestra pública, en dicha jornada se trabaja sobre lo que se
quiere mostrar, porqué, para qué, a quiénes y cómo.
(3) La tercera instancia es la realización de Muestras Públicas, en las cuales se
expone el entramado narrativo de fotos y textos que constituye la “Muestra
Marca(s) de Agua”, produciéndose intercambios entre los participantes del
proyecto y el público. Cada presentación se realiza en articulación con otras
instituciones o colectivos de la comunidad.

Lo que el agua nos hizo y lo que nosotros pudimos hacer con eso.
El proyecto lleva en marcha casi un año y continúa. Lo transitado en este
tiempo ha sido mucho y de gran densidad. Este escrito es un primer intento
por recuperar a grandes rasgos la experiencia y compartirla.
Los habitantes de Sierras Chicas afectados por la inundación del 15 de Fe-
brero de 2015, no son un grupo homogéneo. Sin embargo, hoy a 14 meses de
la inundación sabemos que de los vecinos que dependían del Estado para
resolver su situación habitacional8 la inmensa mayoría aún se encuentran en
las mismas casas que habitaban el 15 de febrero de 2015. Esperan las vivien-
das que les prometieron, sin haber recibido tampoco dinero para arreglos
como sí lo hicieron los que optaron por no abandonar sus inmuebles9. Otros
pocos que no están en sus viviendas inundadas es porque la creciente se las
llevó completamente o los dañó resultaron irreparables, por lo cual actual-
mente alquilan o están en casa de parientes. También hay quiénes los prime-
ros 6 meses alquilaron pero ante el incumplimiento por parte del gobierno
provincial para hacerse cargo de la continuidad del monto del alquiler, de-
cidieron volver a sus viviendas, a pesar de sus condiciones de inhabitabili-
dad, razón por la cual fueron abandonadas antes. Los pocos que pudieron
afrontar un proceso de relocalización no dependían de manera exclusiva del
aporte estatal. Por lo que, tal como expresó un vecino, para muchos de los
vecinos inundados “falta rato, para más luego”.

8
Vecinos cuyas viviendas fueron categorizadas como C5 por el Ministerio de Desarrollo Social, es decir con reco-
mendación de relocalización por daños estructurales graves y/o por encontrarse zonas inundables de alto riesgo.
9
Aún habiendo sido categorizados C5.

168
En el abordaje de esta heterogeneidad, “Marca(s) de Agua” ha sido un di-
positivo válido para la intervención postinundación en tanto ha habilitado
el encuentro y abierto sentidos sobre lo que pasó en la inundación y nos
pasa. En las visitas/entrevistas cada familia pudo hacer su relato acerca de
cómo pasó la inundación y lo que vino después, así cómo el porqué elegían
marcar sus casas. Estas singularidades en el encuentro con otros se abren a la
multiplicidad, la puesta en común de sentidos en el momento del Encuentro
entre las familias marcadas habilita reconocer/reconocerse en los otros. Las
palabras e imágenes recuperadas por un vecino son tomadas por otro para
mostrarse y hablar de si, armando en ese interjuego un cierto relato común.
En relación al objetivo de producir contenidos sobre la inundación y la
postinundación para su circulación en espacios públicos y medios locales
y virtuales podemos mencionar que partir de cada visita/entrevista arma-
mos álbumes con sus fotos y los colgamos en nuestro face-book. Así mismo
la muestra Itinerante “Marca(s) de Agua” ha sido presentada en 11 lugares
públicos (escuelas, plazas, cines, espacios culturales, gremios, etc) en arti-
culación con distintas instituciones y/o colectivos de Sierras Chicas de las
localidades de Unquillo, Mendiolaza, Rio Ceballos y de la Cuidad de Córdo-
ba, pudiendo proyectar que ha sido compartida con más de 1000 personas.
También se han realizado dos productos audiovisuales en colaboración con
realizadores de la localidad que han sido puestos en la red y mostrados en
ocasión de las muestras públicas. Se han realizado informes radiales sobre
la inundación con la radio comunitaria de Unquillo Radio Nativa que han
sido compartidos por la Red Farco y por las redes sociales. Hemos sido in-
vitadas a radios de nuestra cuidad y de otras localidades a hablar del pro-
yecto y de la problemática de la inundación. Los periódicos locales nos han
entrevistado y escrito sobre la iniciativa. Consideramos que estas acciones
comuncacionales, al igual que las conversaciones entramadas entre vecinos
en el momento de marcar, continúan abriendo sentidos, tensionándolos y las
más de las veces, no sin pensionarnos, a la vez que amplificando el impacto
del proyecto.
A partir de algunas reflexiónes sobre la experiencia es posible pensar que el
proyecto habilita la construcción de trama social en el territorio, permitiendo
la resignificación de vínculos cercanos, haciendo significativos vinculo antes
inocuos, dándole una nueva densidad a la trama. Por otro lado que el “cierto
relato común” tiene eje en la experiencia subjetivante de dejar de ser obje-
tos pasivos de inundación/inundable/inundados a ser sujetos con posibili-
dades de participar/encontrar-se/exigir/demandar/mostrar-se/narrar-se,
ubicándose de ese modo también en una posición no-trágica, o revictimizan-
te. Así mismo recuperamos la potencia del encuentro, como dijo una vecina
, “esto no se puede perder, el abrazo entre vecinos, no se puede perder ” (a
propósito de una foto). Entendemos, entonces que estas son algunas de las
claves para que ese “más luego” al que hacía referencia aquel vecino, sea
cada vez más cercano.

169
170
Foto 1: Alejandra y Priscila

171
Foto 2: Rubén y Ana

172
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Foto 4: Vecinas colgando la muestra

174
Foto 5: Marcela y Daniel

175
Colegio de Psicólogos
de la Provincia
de Córdoba

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