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“Entonces el Señor me respondió: “Si regresas a mí, volveré a recibirte y podrás servirme. Si evitas el hablar por
hablar y lo que dices siempre vale la pena, tú serás quien hable de mi parte. Son ellos quienes deben volverse a ti y
no tú quien deba volverse a ellos” (Jeremías 15:19)
Cada predicador, es un vocero de Dios, es un embajador de Cristo, es quien representa a Dios y a su hijo Santísimo
y el es quien porta el Mensaje de las Buenas Nuevas de Salvación a un mundo perdido en pecado. Cumplir el
ministerio no es fácil, pero no difícil, el trabajo no es nuestro, solo somos servidores de Jesucristo, confiemos de
que siempre recibiremos el apoyo necesario en todo momento y circunstancia. ¿Cree eso? ¡Qué privilegio el nuestro, ser
portavoces de la Palabra de Nuestro Dios!.
Conclusión: Jeremías acusó a Dios de no ayudarlo cuando realmente lo necesitaba. Jeremías dejó de poner los ojos
en los propósitos de Dios y sentía lástima de sí mismo. Estaba enojado, herido y asustado. En respuesta, Dios no se
enojó con él, respondió volviendo a orientar las prioridades de Jeremías. Como vocero de Dios, debía influir en el
pueblo, no permitir que ellos influyeran en él. Hay tres lecciones importantes en este pasaje: (1) en la oración
podemos revelarle a Dios nuestros más profundos pensamientos; (2) Dios espera que confiemos en El a pesar de las
circunstancias; y (3) estamos aquí para influir en otros para Dios. ¿Acaso hay algo imposible a Nuestro Dios
soberano? ¡FIN!.-