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La diabetes es una de las enfermedades más frecuentes en la actualidad.

Su prevalencia en
Estados Unidos y en Europa Occidental es del 6 % de la población o más si se tienen en cuenta los
casos no diagnosticados, aunque en ciertos grupos étnicos, como los indios pima y cherockees,
dicha prevalencia llega a alcanzar el 35 %. Es una patología en aumento, debido sobre todo a la
obesidad, al sedentarismo, al consumo de azúcares simples y, naturalmente, al envejecimiento de
la población. La diabetes se caracteriza por un déficit absoluto o relativo de secreción de insulina
sintetizada por las células beta de los islotes de Langerhans del páncreas en forma de un
precursor, la proinsulina, que al ser liberada en la sangre se descompone en insulina y péptido C.

CLASIFICACIÓN DE LA DIABETES La clasificación que se ha utilizado desde el año 1979, establecida


por la Asociación Americana de Diabetes (ADA) y más tarde refrendada por la Organización
Mundial de la Salud, se modificó por un comité de expertos bajo los auspicios de la ADA. Estas
recomendaciones fueron publicadas en el mes de julio de 1997

Diabetes tipo I Se caracteriza por la destrucción de las células beta con déficit absoluto de la
insulina. La diabetes tipo I se subdivide en autoinmune, que es la más frecuente, e idiopática
cuando es de causa desconocida. La prevalencia en España es del 0.2.% Los niños y los
adolescentes afectados por este tipo de diabetes suelen desarrollar cetoacidosis. Los adultos
pueden presentar hiperglucemias moderadas que si se alteran debido a una infección o por estrés,
derivan en hiperglucemias muy altas y cetoacidosis.

Diabetes tipo II Es la que presentan los pacientes resistentes a la insulina. Un gran porcentaje de
estos diabéticos son obesos. Según los expertos, esta denominación, probablemente, incluye
diferentes tipos de diabetes. Suele aparecer después de los 40 años. En general, no presenta
sintomatología en su comienzo, por lo que a veces se diagnostica después de varios años de
existencia. Es frecuente sobre todo en obesos. La obesidad o el exceso de grasa en la región
abdominal pueden producir resistencia a la insulina que disminuye con la reducción de peso y que
reaparece si el paciente vuelve a engordar. Con la edad y la vida sedentaria se incrementa el riesgo
de diabetes tipo 2. Tiene un componente hereditario muy marcado. Su prevalencia media total en
España es del 6%. Las complicaciones de la diabetes tipo 2 pueden ser las mismas que las de la
diabetes insulinodependiente, de ahí la necesidad de controlarla de forma adecuada para evitar o
retrasar la aparición de dichas complicaciones. La insistencia en este punto deriva delpoco o nulo
control que tienen algunos diabéticos tipo 2 que, por falta de información o inadecuación de la
misma, no se someten a ningún tipo de tratamiento dietético ni farmacológico con consecuencias
a veces graves para su salud. Dichos enfermos en muchas ocasiones no se identifican con la
diabetes al no tener necesidad de insulinizarse.

Otros tipos específicos de diabetes Engloban diferentes situaciones como defectos genéticos de
las células beta, o enfermedades del páncreas exocrino, diabetes inducida por medicamentos, o
endocrinopatías.
Diabetes gestacional La hormona placentaria que aparece en el transcurso del embarazo, tiende a
elevar la glucemia. Este hecho se produce en el 2-3% de casos, especialmente en algunas
embarazadas añosas o con antecedentes de diabetes, y también en algunas obesas. En estas
situaciones es necesario practicar la curva de glucemia. Es importante que la paciente sea
diagnosticada y tratada adecuadamente.

Glucemia en ayunas alterada Pacientes con cifras de glucemia en ayunas anormales (entre 110 y
125 mg/dL).

Alteración de la tolerancia a la glucosa Son personas con cifras de glucemia normales pero frente a
una sobrecarga de glucosa, la glucemia oscila entre 140 mg y 199 mg después de 2 horas de la
ingestión de glucosa.

Dieta del diabético

Proteínas El aporte proteico debe ser parecido al de la alimentación normal, manteniendo un


equilibrio entre proteínas animales y vegetales. Es preciso recordar que los alimentos ricos en
proteínas animales suelen serlo asimismo en grasas saturadas, y que el exceso de este nutriente
no es conveniente para el diabético. Se aconsejan con preferencia, dentro de los grupos de las
proteínas animales, los pescados blancos y, especialmente, los pescados grasos por su contenido
en ácidos grasos poliinsaturados de cadena muy larga, con efectos beneficiosos en la
arteriosclerosis. Las carnes deben escogerse magras, el pollo sin piel y la leche descremada, para
evitar una sobrecarga en grasas saturadas y colesterol. Evitar el exceso de proteínas ya que, al
parecer, favorece la microalbuminuria y el deterioro de la función renal. Cuando en el transcurso
de la diabetes aparecen microalbuminurias una reducción en el aporte de proteínas de 0.8–1
g/kg/día, puede retrasar la evolución hacia la nefropatía.

Fibras El consumo de fibras en el diabético será abundante, ya que producen una disminución de
la velocidad de absorción de los glúcidos, con la consiguiente reducción de la hiperglucemia
después de las comidas, a la vez que tienen un efecto beneficioso sobre los lípidos sanguíneos, con
disminución del colesterol.

Vitaminas y sales minerales Las necesidades son las mismas en el individuo normal y en el
diabético.

Energía El aporte energético se establecerá según las necesidades del paciente, la edad, el sexo, la
talla, la actividad física, o el clima, así como su ingesta habitual.

Agua El aporte hídrico debe ser normal, excepto en caso de poliuria, en que hay una gran pérdida
de agua que se debe reponer.

DIETA Y SITUACIONES DE EMERGENCIA

Hay algunas situaciones que pueden alterar el apetito del enfermo, o que pueden empeorar con
determinados alimentos, como es el caso de las diarreas, y que el enfermo debe saber solucionar,
al menos mientras acude a su centro de diabetología. Estas situaciones de emergencia podrán
descompensar su diabetes. Las más destacadas son las siguientes:

Fiebre La fiebre suele ir acompañada de una disminución del apetito y de un aumento de la sed,
para compensar las pérdidas por el sudor. Suele ser consecuencia de un proceso infeccioso que va
a aumentar las necesidades insulínicas del paciente, y que éste deberá consultar con su
diabetólogo o educador. Ante esta situación de emergencia el diabético debe procurar tomar
todos los glúcidos de la dieta en forma de purés, zumos y compotas sin azúcar, que posiblemente,
serán más fáciles de aceptar teniendo en cuenta la falta de apetito. El aporte de alimentos
proteicos y grasos puede disminuirse o incluso excluirse de la dieta, siempre que la situación no se
prolongue demasiado. Para poder hacer estos cambios es necesario que el paciente conozca muy
bien las equivalencias en glúcidos de los alimentos.

Falta de apetito En este caso puede procederse como en el anterior, escogiendo el paciente los
alimentos que más le apetezcan.

Diarreas Independientemente, de la causa que las provoque, y que deberá ser investigada, ante
una diarrea el diabético debe tomar unas medidas dietéticas que influirán solamente en la calidad
de los alimentos y no en la cantidad. Por tanto, esta dieta será perfectamente compatible con la
alimentación habitual de la diabetes. — La leche se sustituirá por yogur o alguna otra leche
fermentada. — Se tomará el pan tostado o al horno, o en forma de biscotes. — Se suprimirán las
verduras crudas. — La carne deberá ser muy tierna, el pescado hervido o a la plancha. El pollo se
tomará sin piel. — El arroz será el plato glucídico que se tomará con más frecuencia, alternándolo
con tapioca o sémolas. — Las frutas, en principio, se tomarán hervidas o en compota, sin azúcar. Si
la diarrea es más grave, deben sustituirse los productos lácteos por otro alimento con el mismo
contenido glucídico. En todos los casos se suministrarán al enfermo líquidos en abundancia, ya sea
en forma de infusiones sin azúcar, o de agua de arroz con adición de sal. Vómitos La alimentación
en caso de vómitos debe ser pastosa, es decir, a base de purés. Si el enfermo no tolera ningún tipo
de alimentación, deberá acudir a un centro de diabetología para proceder a la administración de
glúcidos por vía parenteral.

DIETA Y EJERCICIO FÍSICO Como se ha dicho antes, el ejercicio físico forma parte del tratamiento
de la diabetes, recomendándose que sea regular y adecuado a cada paciente. En el diabético
insulinodependiente, al insulinizar al enfermo se tendrá en cuenta el tipo de ejercicio que va a
realizar y la duración del mismo. En este caso no hace falta tomar medidas especiales. Ahora bien,
cuando el diabético tratado con insulina realiza un ejercicio físico suplementario, es decir, no
previsto en el tratamiento, deberá tomar ciertas medidas para evitar un accidente hipoglucémico.
Éstas se traducen en un suplemento glucídico al iniciar el ejercicio, que se repetirá si éste es de
larga duración (p. ej., una competición que vaya a durar toda la mañana). La ADA recomienda:

• Realizar glucemias capilares antes, durante y después del ejercicio.

• Evitar el ejercicio intenso en los picos de máxima acción de la insulina.


• Inyectar la insulina en zonas no activadas por el ejercicio.

• Tomar suplementos de 20 a 40 g de glúcidos antes del ejercicio y cada hora mientras se realice.

Después del ejercicio debe controlarse la glucemia y dar glúcidos suplementarios para hacer frente
al efecto hipoglucemiante que continúa algunas horas después del ejercicio. Otra medida en
algunos casos sería disminuir la dosis de insulina en la cantidad que determine el diabetólogo.
Cuando el diabético está descompensado o con complicaciones, el ejercicio puede aumentar aún
más la glucemia y la cetoacidosis. En este caso debe consultarse al educador.

PRODUCTOS DIETÉTICOS

Existen en el mercado gran variedad de productos de régimen destinados a los diabéticos. En


general, estos productos deben contener una cantidad de glúcidos asimilables que no sobrepase el
50 % de la que tienen los alimentos corrientes de la misma naturaleza. Respecto al pan, productos
de panadería, bollería, pastas alimenticias, mezclas de harina ya preparadas y otros alimentos
farináceos, la legislación española establece una reducción de un 23 % como mínimo en
comparación con los alimentos corrientes expresados en sustancia seca. Algunos alimentos para
diabéticos contienen sorbitol, que es una azúcar de absorción muy lenta cuyo metabolismo es
independiente de la insulina y que se transforma en fructosa en el hígado. El exceso de sorbitol
puede ocasionar diarreas osmóticas. Los edulcorantes sintéticos a base de sacarina, ciclamatos y
aspartamo utilizados moderadamente no ofrecen ningún peligro, pero deben desaconsejarse en
caso de embarazo. De todas formas es bueno acostumbrar al diabético al sabor natural de los
alimentos, de manera que no tenga ninguna necesidad del sabor dulce. En tal caso, se puede
prescindir de todos los edulcorantes. El consumo de todos los preparados de régimen debe ser
rigurosamente controlado, ya que contienen glúcidos asimilables que deben ser cuantificados en
la dieta. Es evidente que un diabético puede seguir una dieta perfectamente apetitosa y variada
sin recurrir a alimentos dietéticos, que suelen ser menos asequibles económicamente y cuyas
cualidades organolépticas son inferiores a las de los alimentos naturales.

DIETAS EN ENFERMOS HOSPITALIZADOS Dado el elevado número de diabéticos que existen en una
población, es frecuente que en los hospitales se encuentren ingresados por otros motivos distintos
de la diabetes, ya que, ésta puede estar asociada a cualquier patología. En algunos casos, la
enfermedad asociada a la diabetes puede requerir también tratamiento dietético, por lo que
deberán adaptarse las dietas de ambas patologías. En principio, esto no suele ser problema, ya
que la alimentación del diabético está bastante próxima a la alimentación normal equilibrada. En
el caso de que las dos dietas sean discordantes, dominará la de la patología más grave en este
momento. Así, en el enfermo cirrótico con encefalopatía, por cuya causa la dieta debe ser
hipoproteica estricta, deben aumentarse los glúcidos para poder mantener un aporte energético
adecuado. Este aumento precisará un reajuste insulínico. Cuando el paciente diabético se somete
a una intervención quirúrgica, se le trata casi siempre con insulina rápida que debe administrarse
cada seis horas, y que requiere una alimentación fraccionada, rica en glúcidos y líquidos y de muy
fácil digestión. Es la misma que se emplea en la cetosis. El enfermo debe realizar cuatro comidas,
una después de cada inyección de insulina, con un suplemento glucídico entre las mismas (ritmo
de seis horas). Ritmo de seis horas Consiste en reconvertir la pauta de alimentación y de insulina
del diabético en cuatro períodos diarios de 6 horas cada uno. Cada 6 horas se somete al paciente a
controles de glucemia y de glucosuria, se le administra insulina rápida y la cuarta parte de los
glúcidos de su dieta. La dieta suele contener 200 g de glúcidos, que pueden repartirse en 50 g cada
6 horas o bien en 40 g cada 6 horas, coincidiendo con la dosis de insulina, más de 10 g, 3 horas
después de la inyección. Después de cada dosis de insulina: 30 g de arroz o sémola (pesados en
crudo), hervidos con caldo vegetal. Fruta natural en cantidad equivalente a 20 g de glúcidos. Tres
horas después de la insulina: Taza de leche o su equivalente en glúcidos.

NOTA: esta dieta debe ampliarse tan pronto como el estado del paciente lo permita, ya que
resulta insuficiente en diversos nutrien

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