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Diaconía de la Palabra

Como ANUNCIADORES DEL EVANGELIO, los diáconos son maestros que enseñan la Palabra de
Dios:

 Proclamando el Evangelio en la Santa Misa.

 En la Predicación  En la Catequesis

 En las pequeñas Comunidades Eclesiales

 En los “nuevos areópagos” (Medios de comunicación modernos: educación, política, nuevas


realidades sociales y culturales, todas las formas de pobreza y exclusión, profesiones, ciencia,
artes, técnicas, etc.)

4.5. Apóstoles en las nuevas fronteras geográficas y culturales. Supuestas las condiciones que
vimos anteriormente para que un diácono consiga desempeñar las funciones de acompañar
nuevas comunidades eclesiales, veamos ahora la otra parte del n. 205. Los diáconos "son
ordenados (...) también para acompañar la formación de comunidades eclesiales,
especialmente en las nuevas fronteras geográficas y culturales, donde ordinariamente no llega
la acción evangelizadora de la Iglesia". Las palabra "fronteras", por sí sola, podría confundirnos,
porque es: una línea, real o imaginaria, que divide dos territorios o realidades; o también el
límite, lindero, o final de un país, o de una realidad, etc. Podría sugerir, así, que la misión tiene
un límite, un final. Pero el texto termina diciendo: "donde ordinariamente no llega la acción
evangelizadora de la Iglesia". En este sentido muchas supuestamente "nuevas" fronteras son
tan viejas como el mundo, porque nunca han recibido la luz del Evangelio. Pero las
transformaciones culturales sí plantean muchas nuevas situaciones que entran dentro de este
rango de "fronteras de la misión" o como dijo el Papa Juan Pablo II: "Nuevos Areópagos" (Cf
Redemptoris Missio). La palabra "especialmente" indica una prioridad. Estas "fronteras" han
de ser prioritariamente confiadas a los diáconos.

Diaconía de la Palabra

23. El obispo, durante la ordenación, entrega al diácono el libro de


los Evangelios diciendo estas palabras: «Recibe el Evangelio de Cristo del
cual te hastransformado en su anunciador».(82) Del mismo modo que
los sacerdotes, los diáconos se dedican a todos los hombres, sea a través de
su buena conducta, sea con lapredicación abierta del misterio de Cristo, sea en
el transmitir las enseñanzas cristianas o al estudiar los problemas de
su tiempo. Función principal del diácono es, por lo tanto, colaborar con
el obispo y con los presbíteros en
el ejercicio del ministerio(83), n. 9: Enseñanzas, VII, 2 [1984], 436)] no de la
propia sabiduría, sino de laPalabra de Dios, invitando a todos a
la conversión y a la santidad.(84)
Para cumplir esta misión los diáconos están obligados a prepararse, ante todo,
con el estudiocuidadoso de la Sagrada Escritura, de la Tradición, de
la liturgia y de la vida de la Iglesia.(85) Están obligados, además, en
la interpretación y aplicación del sagradodepósito,
a dejarse guiar dócilmente por el Magisterio de aquellos que son «testigos de
la verdad divina y católica»:(86) el Romano Pontífice y
los obispos encomunión con él,(87)
de modo que propongan «integral y fielmente el misterio de Cristo».(88)

Es necesario, en fin,
que aprendan el arte de comunicar la fe al hombre moderno de manera eficaz
e integral, en las múltiples situaciones culturales y en las diversasetapas de
la vida.(89)

24.
Es propio del diácono proclamar el evangelio y predicar la palabra de Dios.(9
0) Los diáconos gozan de la facultad de predicar en cualquier parte, según
lascondiciones previstas por el Código.(91)
Esta facultad nace del sacramento y debe ser ejercida con el consentimiento,
al menos tácito, del rector de la Iglesia, con lahumildad de quien es ministro y
no dueño de la palabra de Dios. Por este motivo la advertencia del Apóstol es
siempre actual: «Investidos de este ministerio por lamisericordia con
que fuimos favorecidos, no desfallecemos.
Al contrario, desechando los disimulos vergonzosos,
sin comportarnos con astucia ni falsificando lapalabra de Dios,
sino anunciando la verdad, nos presentamos delante de
toda conciencia humana, en presencia de Dios» (2 Cor 4:1-2).(92)

25. Cuando presidan una celebración litúrgica o cuando según


las normas vigentes,(93) sean los encargados de ellas,
los diáconos den gran importancia a la homilíaen cuanto «anuncio de
las maravillas hechas por Dios en
el misterio de Cristo, presente y operante sobretodo en
las celebraciones litúrgicas».(94) Sepan, por
tanto,prepararla con especial cuidado en la oración, en el estudio de
los textos sagrados, en la plena sintonía con el Magisterio y en
la reflexión sobre las expectativas de losdestinatarios.

Concedan, también, solícita atención a la catequesis de los fieles en


las diversas etapas de la existencia cristiana, de forma que
les ayuden a conocer la fe en Cristo, areforzarla con la recepción de
los sacramentos y a expresarla en
su vida personal, familiar, profesional y social.(95) Esta catequesis hoy es
tan importante y necesariay tanto más debe ser completa, fiel, clara y ajena
de incertidumbres, cuanto más secularizada está la sociedad y
más grandes son los desafíos que la vida modernaplantea al hombre y
al evangelio.

26. Esta sociedad es la destinataria de la nueva evangelización.


Ella exige el esfuerzo más generoso por parte de los ministros ordenados.
Para promoverla«alimentados por la oración y sobre todo del amor a
la Eucaristía»,(96) los diáconos además de su participación en
los programas diocesanos o parroquiales decatequesis, evangelización y prepa
ración a los sacramentos, transmitan la Palabra en
su eventual ámbito profesional, ya sea con palabras explícitas, ya sea con
su solapresencia activa en los lugares donde se forma la opinión pública o
donde se aplican las normas éticas (como en los servicios sociales,
los servicios a favor de losderechos de la familia, de
la vida etc.); tengan en cuenta las grandes posibilidades que ofrecen al ministe
rio de la palabra la enseñanza de la religión y de la moral en las escuelas,(97)
la enseñanza en las universidades católicas y también civiles(98) y
el uso adecuado de los modernos medios de comunicación.(99)

Estos nuevos areópagos exigen ciertamente, además de


la indispensable sana doctrina, una esmerada preparación específica,
pues constituyen medios eficacísimospara llevar el evangelio a los hombres de
nuestro tiempo y a la misma sociedad. (100)

“Hoy se plantea elegir entre caminos que conducen a la vida o caminos que
conducen a la muerte (cf. Dt 30, 15). Caminos de muerte son los que llevan a
dilapidar los bienes recibidos de Dios a través de quienes nos precedieron en la fe.
Son caminos que trazan una cultura sin Dios y sin sus mandamientos o incluso
contra Dios, animada por los ídolos del poder, la riqueza y el placer efímero, la cual
termina siendo una cultura contra el ser humano y contra el bien de los pueblos
latinoamericanos. Caminos de vida verdadera y plena para todos, caminos de vida
eterna, son aquellos abiertos por la fe que conducen a “la plenitud de vida que
Cristo nos ha traído: con esta vida divina se desarrolla también en plenitud la
existencia humana, en su dimensión personal, familiar, social y cultural” Esa es la
vida que Dios nos participa por su amor gratuito, porque “es el amor que da la
vida” (DA 13)

En segundo lugar los nuevos areópagos que son realidades nuevas que, por lo
general, trascienden las fronteras y que no son ni buenas ni malas sino lo que
queramos, según si nos decidimos a llevarles el Evangelio como inspirador de fondo
de las mismas, o no lo hacemos.

“Queremos felicitar e incentivar a tantos discípulos y misioneros de Jesucristo que,


con su presencia ética coherente, siguen sembrando los valores evangélicos en los
ambientes donde tradicionalmente se hace cultura y en los nuevos areópagos: el
mundo de las comunicaciones, la construcción de la paz, el desarrollo y la liberación
de los pueblos, sobretodo de las minorías, la promoción de la mujer y de los niños,
la ecología y la protección de la naturaleza. Y “el vastísimo areópago de la cultura,
de la experimentación científica, de las relaciones internacionales” . Evangelizar la
cultura, lejos de abandonar la opción preferencial por los pobres y el compromiso
con la realidad, nace del amor apasionado a Cristo, que acompaña al Pueblo de
Dios en la misión de inculturar el Evangelio en la historia, ardiente e infatigable en
su caridad samaritana.

Una tarea de gran importancia es la formación de pensadores y personas que estén


en los niveles de decisión. Para eso, debemos emplear esfuerzo y creatividad en la
evangelización de empresarios, políticos y formadores de opinión, el mundo del
trabajo, dirigentes sindicales, cooperativos y comunitarios.

En la cultura actual, surgen nuevos campos misioneros y pastorales que se abren.

"Uno de ellos es, sin duda, la pastoral del turismo y del entretenimiento, que tiene
un campo inmenso de realización en los clubes, en los deportes, salas de cine,
centros comerciales y otras opciones que a diario llaman la atención y piden ser
evangelizadas.” (DA 491-492-493)

En tercer lugar, y como campo principal de la misión ad gentes, nos dice el texto,
son sobre todo los corazones. Y estos corazones pueden estar a tres metros de
nosotros o mucho más lejos pero siempre esperando, como tierra buena, que
sembremos en ellos la semilla de la Palabra de Dios para que a raíz del anuncio del
Señor, el Espíritu y la libertad de respuesta, hagan que surja en ellos la fe y con
ella un nuevo sentido de la existencia y un nuevo estilo de vida.

La acción misionera es una comunicación de corazón a corazón. El Kerygma no se


comunica como una idea sino como una experiencia de vida que brota del corazón y
es necesario orar para que el Espíritu Santo abra el corazón del destinatario, como
abrió el corazón de Lidia (Hch 16,14) y reciba la Palabra del Señor testimoniada por
el discípulo misionero.

el apóstol Pablo: "Dice la Escritura: 'Nadie que cree en Él quedará defraudado'... Pues "todo el que
invoca el nombre del Señor se salvará". Ahora bien, ¿cómo van a invocarlo si no creen en Él?
¿Cómo van a creer si no oyen hablar de Él? ¿Y cómo van a oír sin alguien que les predique? ¿Y
cómo van a predicar si no los envían?" (Rm 10,11.13-15).

Las vías de comunicación abiertas por las conquistas tecnológicas se han convertido en un
instrumento indispensable para responder adecuadamente a estas preguntas, que surgen en un
contexto de grandes cambios culturales, que se notan especialmente en el mundo juvenil. En
verdad el mundo digital, ofreciendo medios que permiten una capacidad de expresión casi
ilimitada, abre importantes perspectivas y actualiza la exhortación paulina: "¡Ay de mí si no anuncio
el Evangelio!" (1 Co 9,16). Así pues, con la difusión de esos medios, la responsabilidad del
anuncio no solamente aumenta, sino que se hace más acuciante y reclama un compromiso más
intenso y eficaz. A este respecto, el sacerdote se encuentra como al inicio de una "nueva historia",
porque en la medida en que estas nuevas tecnologías susciten relaciones cada vez más intensas,
y cuanto más se amplíen las fronteras del mundo digital, tanto más se verá llamado a ocuparse
pastoralmente de este campo, multiplicando su esfuerzo para poner dichos medios al servicio de la
Palabra.
Sin embargo, la creciente multimedialidad y la gran variedad de funciones que hay en la
comunicación, pueden comportar el riesgo de un uso dictado sobre todo por la mera exigencia de
hacerse presentes, considerando internet solamente, y de manera errónea, como un espacio que
debe ocuparse. Por el contrario, se pide a los presbíteros la capacidad de participar en el mundo
digital en constante fidelidad al mensaje del Evangelio, para ejercer su papel de animadores de
comunidades que se expresan cada vez más a través de las muchas "voces" surgidas en el
mundo digital. Deben anunciar el Evangelio valiéndose no sólo de los medios tradicionales, sino
también de los que aporta la nueva generación de medios audiovisuales (foto, vídeo, animaciones,
blogs, sitios web), ocasiones inéditas de diálogo e instrumentos útiles para la evangelización y la
catequesis.

El sacerdote podrá dar a conocer la vida de la Iglesia mediante estos modernos medios de
comunicación, y ayudar a las personas de hoy a descubrir el rostro de Cristo. Para ello, ha de unir
el uso oportuno y competente de tales medios - adquirido también en el período de formación - con
una sólida preparación teológica y una honda espiritualidad sacerdotal, alimentada por su
constante diálogo con el Señor. En el contacto con el mundo digital, el presbítero debe
trasparentar, más que la mano de un simple usuario de los medios, su corazón de consagrado que
da alma no sólo al compromiso pastoral que le es propio, sino al continuo flujo comunicativo de la
"red".

También en el mundo digital, se debe poner de manifiesto que la solicitud amorosa de Dios en
Cristo por nosotros no es algo del pasado, ni el resultado de teorías eruditas, sino una realidad
muy concreta y actual. En efecto, la pastoral en el mundo digital debe mostrar a las personas de
nuestro tiempo y a la humanidad desorienta de hoy que "Dios está cerca; que en Cristo todos nos
pertenecemos mutuamente" (Discurso a la Curia romana para el intercambio de felicitaciones
navideñas, 22 diciembre 2009).

¿Quién mejor que un hombre de Dios puede desarrollar y poner en práctica, a través de la propia
competencia en el campo de los nuevos medios digitales, una pastoral que haga vivo y actual a
Dios en la realidad de hoy? ¿Quién mejor que él para presentar la sabiduría religiosa del pasado
como una riqueza a la que recurrir para vivir dignamente el hoy y construir adecuadamente el
futuro? Quien trabaja como consagrado en los medios, tiene la tarea de allanar el camino a nuevos
encuentros, asegurando siempre la calidad del contacto humano y la atención a las personas y a
sus auténticas necesidades espirituales. Le corresponde ofrecer a quienes viven éste nuestro
tiempo "digital" los signos necesarios para reconocer al Señor; darles la oportunidad de educarse
para la espera y la esperanza, y de acercarse a la Palabra de Dios que salva y favorece el
desarrollo humano integral. La Palabra podrá así navegar mar adentro hacia las numerosas
encrucijadas que crea la tupida red de autopistas del ciberespacio, y afirmar el derecho de
ciudadanía de Dios en cada época, para que Él pueda avanzar a través de las nuevas formas de
comunicación por las calles de las ciudades y detenerse ante los umbrales de las casas y de los
corazones y decir de nuevo: "Estoy a la puerta llamando. Si alguien oye y me abre, entraré y
cenaremos juntos" (Ap 3, 20).

En el Mensaje del año pasado animé a los responsables de los procesos comunicativos a
promover una cultura de respeto por la dignidad y el valor de la persona humana. Ésta es una de
las formas en que la Iglesia está llamada a ejercer una "diaconía de la cultura" en el "continente
digital". Con el Evangelio en las manos y en el corazón, es necesario reafirmar que hemos de
continuar preparando los caminos que conducen a la Palabra de Dios, sin descuidar una atención
particular a quien está en actitud de búsqueda. Más aún, procurando mantener viva esa búsqueda
como primer paso de la evangelización. Así, una pastoral en el mundo digital está llamada a tener
en cuenta también a quienes no creen y desconfían, pero que llevan en el corazón los deseos de
absoluto y de verdades perennes, pues esos medios permiten entrar en contacto con creyentes de
cualquier religión, con no creyentes y con personas de todas las culturas. Así como el profeta
Isaías llegó a imaginar una casa de oración para todos los pueblos (cf. Is 56,7), quizá sea posible
imaginar que podamos abrir en la red un espacio - como el "patio de los gentiles" del Templo de
Jerusalén - también a aquéllos para quienes Dios sigue siendo un desconocido.

El desarrollo de las nuevas tecnologías y, en su dimensión más amplia, todo el mundo digital,
representan un gran recurso para la humanidad en su conjunto y para cada persona en la
singularidad de su ser, y un estímulo para el debate y el diálogo. Pero constituyen también una
gran oportunidad para los creyentes. Ningún camino puede ni debe estar cerrado a quien, en el
nombre de Cristo resucitado, se compromete a hacerse cada vez más prójimo del ser humano. Los
nuevos medios, por tanto, ofrecen sobre todo a los presbíteros perspectivas pastorales siempre
nuevas y sin fronteras, que lo invitan a valorar la dimensión universal de la Iglesia para una
comunión amplia y concreta; a ser testigos en el mundo actual de la vida renovada que surge de la
escucha del Evangelio de Jesús, el Hijo eterno que ha habitado entre nosotros para salvarnos. No
hay que olvidar, sin embargo, que la fecundidad del ministerio sacerdotal deriva sobre todo de
Cristo, al que encontramos y escuchamos en la oración; al que anunciamos con la predicación y el
testimonio de la vida; al que conocemos, amamos y celebramos en los sacramentos, sobre todo en
el de la Santa Eucaristía y la Reconciliación.

Queridos sacerdotes, os renuevo la invitación a asumir con sabiduría las oportunidades


específicas que ofrece la moderna comunicación. Que el Señor os convierta en apasionados
anunciadores de la Buena Noticia, también en la nueva "ágora" que han dado a luz los nuevos
medios de comunicación.

Con estos deseos, invoco sobre vosotros la protección de la Madre de Dios y del Santo Cura de
Ars, y con afecto imparto a cada uno la Bendición Apostólica.

Vaticano, 24 de enero 2010, Fiesta de San Francisco de Sales.

BENEDICTUS XVI
Varsovia (Agencia Fides) - "Los medios de comunicación como un instrumento de
evangelización y del diaconado de las comunicaciones sociales" fue el tema del
encuentro que se llevó a cabo el 3 de agosto en la Casa del Movimiento Luz-Vida de la
Arquidiócesis de Czestochowa. La reunión contó con la participación de los jóvenes
miembros del Movimiento Luz-Vida. El argumento fue presentado por el padre Mariusz
Frukacz editor del semanario católico "Niedziela" y miembro de la Pontificia Unión
Misionera. "Los medios de comunicación son una herramienta importante para el
trabajo misionero de hoy, la evangelización y la pastoral", dijo Don Frukacz. El editor
del semanario católico "Niedziela", recordó las palabras del Papa Pablo VI en su
Exhortación Apostólica "Evangelii nunzianti", que establece que la Iglesia se sentiría
culpable ante el Señor si no empleara esos poderosos medios, que la inteligencia
humana cada vez hace más refinados. "Con el uso de estos – subrayó el padre
Frukacz - la Iglesia, predica desde el techo, para transmitir el mensaje que ha recibido,
y en ellos encuentra una versión moderna y eficaz del púlpito. Gracias a ellos puede
hablar a las multitudes". "La Iglesia, y en particular el Movimiento Luz-Vida, necesita
una "diaconía de la comunicación social ", es decir, debe utilizar los medios de
comunicación social para la proclamación del Evangelio de Cristo", concluyó el padre
Frukacz. (MF) (Agencia Fides 06/08/2011)

Prof. Silvio Cajiao, S.I. Bogotá, 27 de mayo de 2005


ALCUNI ASPETTI DEL DIACONATO PERMANENTE

La constitución Lumen gentium en su número 29 y dentro del capítulo III


dedicado a la Constitución jerárquica de la Iglesia y particularmente del
episcopado indica una serie de oficios que "según la disciplina actualmente
vigente de la Iglesia latina, difícilmente pueden ser desempeñados en muchas
regiones, se podrá establecer en adelante el diaconado como grado propio y
permanente de la Jerarquía. Corresponde a las distintas Conferencias
territoriales de obispos, de acuerdo con el mismo Sumo Pontífice, decidir si se
cree oportuno y en dónde el establecer estos diáconos para la atención de los
fieles. Con el consentimiento del Romano Pontífice, este diaconado podrá ser
conferido a varones de edad madura, aunque estén casados, y también a
jóvenes idóneos, para quienes debe mantenerse firme la ley del celibato"

Mediante la carta apostólica Sacrum diaconatus ordinem del 18 de junio de


1967 y el motu propio: Ad pascendum del 15 de agosto de 1972 el Papa Paulo
VI puntualizó tanto el carácter como las funciones de los diáconos en sus
diversas modalidades celibataria, esponsal, diocesana y religiosa y se
establecían los ministerios del lectorado y acolitado como pasos previos y
necesarios para expresar la voluntad de acceder a las órdenes sagradas.

Con la promulgación por Juan Pablo II del nuevo Código de Derecho


canónico el 25 de enero de 1983 estas expresiones encontraron su forma
jurídica para la Iglesia fijando normas precisas para la universalidad, pero
dejando de igual manera el campo abierto a especificaciones y acomodaciones
a las Conferencias Episcopales como lo solicitaba el Vaticano II. (Cfr. CIC
236; 276 § 2,3; 281 § 3; 288; 1031 § 2-3; 1032 § 3; 1035 § 1; 1042 § 1; 1050
§ 3)

Las Congregaciones para el Clero y para la Educación Católica han publicado


una instrucción conjunta: Directorio para el ministerio y la vida de los
diáconos yNormas básicas de la formación de los diáconos permanentes con
fecha de 22 de febrero de 1998.

Se ha establecido de esta manera una serie de criterios y de normativas que


tienen que ver con la idoneidad, la modalidad, la formación, los oficios
litúrgicos, la vida espiritual, la relación con los obispos y sacerdotes, los
aspectos económicos, la importancia de la aprobación por parte de la esposa,
en el caso de los diáconos casados y sin duda la importancia del testimonio de
servicio en nombre de la Iglesia a favor de los excluidos y los pobres. Están
llamados a promover y afianzar las comunidades y hacer presencia en el
campo social y donde los derechos humanos estén limitados; igualmente se les
invita a proclamar la palabra desde los modernos medios de comunicación
social.

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