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M Gaudillière y
Françoise Davoine
ADVERTENCIAS
Este seminario fue dictado en francés, por lo que hemos tomado como
referencia la traducción realizada durante el mismo por Raquel Capurro.
Alfredo E. López
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1 Françoise Davoine, La locura Wittgenstein, Bs. As., Edelp, 1993.
que si logramos juntas poner en palabras eso que no llega a poder decir,
seguramente va a poder luego contar esto a sus hijos como una historia y
que eso no será algo que los embromará, sino más bien una fuerza.
Con sorpresa la veo venir la vez siguiente, porque la palabra “resistencia”
hizo eco a algo que le había sucedido a su madre. Su madre era comunista,
pertenecía a la resistencia, la madre fue detenida delante de la hija que
tenía dos años, durante la guerra. Más tarde nos enteraremos que la madre
se entregó en el lugar de una amiga. La policía fue a buscar a otra persona a
ese departamento, pero de eso nos enteraremos mucho después. Su madre
murió deportada pero a la niñita no se le dijo “tu madre murió”, sino que se
le dijo: “tu madre no volverá nunca”. Si no va a volver nunca quiere decir que
puede volver. Ella la esperaba siempre y la iba a buscar a los hospitales
psiquiátricos como un lugar de muertos - vivos. Este es el segundo tiempo.
Olvidaba decir que salió rápidamente del hospital. Retomó su trabajo, que
era un trabajo de investigación científica, y retomó su lugar con sus hijos. Y
comenzó el análisis.
Tercer momento que cuento en el libro es el del sueño que yo hice. En esa
época no sabía que podían ser importantes los sueños que yo podía tener.
Sueño que, veo a mi propio hijo ahogándose en un estanque en el interior de
una casa. Lo tomo, le hago boca a boca y enrojece, como ella. Y me
pregunto por qué ese estanque que normalmente se encuentra en el exterior
de las casas, está en su interior. En ese momento pienso que yo estaba en el
vientre materno. En francés es la misma palabra para indicar vientre
materno y estanque [le bassin]. Yo estaba en el vientre de mi madre cuando
fue detenida por alemanes en la guerra. La diferencia es que mi madre pudo
haber sido deportada pero logró escapar. No le digo nada de ese sueño.
Cuarto tiempo: esta mujer luego de un año, año y medio está mucho mejor y
un día acontece ese famoso “¡cataplum!” del que hablaba el sábado. Recibo
un golpe de teléfono del hospital donde ella había sido hospitalizada. Me
llama por teléfono el médico jefe, él está furioso conmigo, porque había
pensado que esa mujer no debía hacer un psicoanálisis, por lo tanto yo la
había empujado a una recaída. Me dijo que era una irresponsable, le
respondí un poco del mismo modo que había respondido “es la resistencia lo
que la enloquece”; le respondo, sin reflexionar: “puede usted dejarla salir
para que venga a la próxima sesión”. Y me dijo “de acuerdo”.
Ella viene a mi casa, a mi consultorio y lamento de que el médico haya dicho
“de acuerdo”. Hubiese preferido que la guardara encerrada porque veo
llegar a otra, veo llegar a una vieja furiosa. Olvidé decir que era judía, veo
llegar una vieja judía, aúlla injurias contra mí, diciéndome que soy como
Menguele y que hago experiencias con ella. Lo que es probable puesto que
ella era una de mis primeras pacientes.
Le digo algo que no recuerdo porque, en este tipo de sesiones no puedo
escribir nada después, no se inscribe. El trabajo que estamos tratando de
hacer, es un trabajo de inscripción. Las palabras se están buscando, y
después de las sesiones, no están las palabras a mi disposición y yo estoy
como en otro lugar, y me lleva tiempo volver a aterrizar. Le digo que en ese
otro lugar por primera vez su madre podía gritar su odio al verdugo, algo así
debí decir.
La vez siguiente, vuelve completamente cambiada, otra vez joven, soberbia,
muy bien. Y tiene una interpretación diferente a la mía. Me dijo que era ella
que tenía que gritar su odio contra su madre, por haberla abandonado y
haberse entregado en el lugar de su amiga y no haberse quedado con ella.
Quinta etapa: Es el final de su análisis, ella va a descubrir que su familia
borraba todo. Era una familia que no se reconocía más como judía, se había
mostrado que esa mujer había sido detenida como comunista. En realidad
esa mujer había sido condenada en una apariencia de proceso, había sido
condenada como judía.
Había otra cosa también, que mostraba que la familia no podía borrar ni
tampoco olvidar, y es que su padre se había casado por segunda vez con una
mujer que se llamaba Elvie. En francés el nombre Elvie es una homofonía
perfecta con elle vie [ella vive]. Y Elvie era su madrastra.
En este quinto tiempo hubo una coincidencia. En esa época había en Francia
un abogado judío que se llama Serge Clasfel, y que este abogado iba a
Alemania para provocar comienzos de procesos contra nazis que se
escondían. Por ejemplo podían provocar accidentes de autos, o cualquier
tipo de cosa mínima, para entrar en contacto con ese nazi que se escondía.
Se arreglaban para que por una nimiedad ese asunto desembocara en un
proceso y llegaba entonces con un tren lleno de judíos, y todos estaban allí
en Alemania para, a partir de ese proceso mínimo comenzar otro proceso.
Tomó ella, entonces, ese tren hacia Alemania, que su madre había tomado y
me vino a ver con un libro que se llama Memorial, que fue editado por ese
abogado, en donde están los nombres de todos los convoyes de trenes que
fueron hacia Alemania. Lo abrió y dijo: “aquí está la tumba de mi madre”.
Porque el nombre estaba escrito en el libro.
Esto es lo que había contado hasta ahora. Ahora voy a contar lo que siguió
porque esta historia tuvo una continuación. Dos años después de haber
detenido su análisis, me telefonea para venirme a ver. Cada vez que llama
temo la recaída, como analista nunca estoy demasiado orgullosa de lo que
he hecho, porque siempre puede ser que lo que he hecho pueda fracasar. Me
dice: “no vengo por mí, vengo por mi hijo”, el hijito por quien ella temía, es
decir temía perturbarlo con su locura. La acababan de llamar del liceo
diciéndole que su hijo había desaparecido del liceo. Y se entera entonces de
que periódicamente desaparecía del liceo desde hacía varios meses. Como
era el año del bachillerato, ella pensaba que él iba a perder su examen y
cuando le preguntaba a donde había ido, él no quería decirlo. Quería el
nombre de un analista para su hijo, le di el nombre de alguien con la certeza
de que él no iría y no tuve más noticias.
Eso fue en junio, en septiembre, me vuelve a llamar por teléfono para
contarme que era lo que había sucedido. Su hijo había aprobado su
bachillerato, no le decía a donde iba cuando desaparecía porque quería
darle una sorpresa. Todos los martes se iba del liceo para hacer teatro en
secreto, él había cambiado de liceo, e iba a un grupo de teatro en el liceo
anterior, y era el jefe del pequeño grupo teatral clandestino. Había hecho el
montaje de una pieza de teatro alemana de Bertolt Brecht, e invitó a su
madre, y otra coincidencia más. Hubo una coincidencia más. El día que
invitó a su madre al teatro, uno de los jóvenes actores faltaba, no estaba. Es
decir que su hijo, que era el director tuvo que subir sobre el escenario y el
personaje que encarnaba en el escenario era el de un oficial alemán. Esta
mujer se puso a llorar como una catarsis aristotélica. En este caso terminó
todo bien. Pero otra vez “¡cataplum!”, quizás dos años después. Me llama por
teléfono y está en el hospital. Me dice: “esta vez estoy en el hospital y voy a
ir a verla pero no quiero escaparme del hospital, voy a salir con la cabeza en
alto. Voy a salir con el acuerdo médico.” Logró tener el permiso del médico y
vino a verme. Volví de nuevo a soñar. La noche antes, esperándola, soñé: el
estanque del primer sueño se había convertido en una piscina. En esa
piscina había una niñita que se parecía a Anna Frank, que tendría entre 10 y
12 años. Me miraba, estaba toda vestida y me miraba como preguntándome
en que baño, en que asunto la había metido [en francés la expresión être
dans le bain se usa tanto para decir “estar en el baño”, como para decir
“estar metido, concernido, comprometido en un asunto.]
Cuando vino a verme, le conté los dos sueños: el primero, que nunca le
había relatado, y el segundo. Le dije que era ella que miraba así y que era yo
quien la había puesto en ese baño [dans ce bain]; en ese baño, es decir en
esa situación catastrófica. ¿ Y qué estaba haciendo ella allí adentro? Lo que
hubo de muy llamativo, -la vi quizás durante un mes- es que al mes
siguiente, su laboratorio de investigación había sido disuelto, y nadie previó
esa disolución. Hubo simplemente una decisión ministerial de disolver
varios lugares de investigación por ahorros de presupuesto y su locura le
sirvió de antena para anticipar una catástrofe que iba a acontecer para ella
y sus camaradas unos meses después.
La situación va a volver a repetirse una vez más. En este momento, en
Francia hay cortes de economía en todos los lugares de investigación de
manera bastante brutal. El lugar nuevo que se abre quizás se encontrará
amenazado uno o dos años después. Esta segunda vez ella va a estar
bizarra, extraña, pero no va a volver al hospital, porque sabe utilizar ahora
su capital de locura. Sabe utilizarlo como instrumento de investigación de
las fracturas del lazo social.
Ella está en una situación en la cual puede decirle a los otros: hay que
prestar atención porque esto puede explotar rápidamente, este lugar en el
que estamos. De manera que los otros también puedan arreglarse para
encontrar otro trabajo antes de que ese lugar explote.
SEGUNDA PARTE
existir sino que era mas bien la teoría de su locura. Dice que si ese teatro de
la crueldad pudiera existir, habría menos sangre en las calles de París y
escribía eso en 1933.
Evidentemente escribió El teatro y su doble3, volvió al asilo y siete años
mas tarde hubo sangre en las calles de París; es algo de ese orden.
J. M. Gaudillière: Ahora parece que está adentro de la cabeza pero que para
los griegos era en el vientre u otros lugares pero en el interior.
Público: Sería posible ver en aquella frase que usted le dice a Constance: “la
resistencia la vuelve loca”, ¿ sería posible ver la condición de la causa, el
lugar de la causa del deseo del delirio ?
F. Davoine: Sí, porque cuando yo hice esa afirmación pensé luego la estoy
volviendo más loca de lo que está. Solo que Constance no deliraba, estaba,
diríamos esquizofrénica, es decir sin ningún tipo de afecto. Pero es decir,
que cuando yo dije eso y vi que enrojecía yo lo interpreté como: “esto es
peor, la estoy volviendo mas loca de lo que está”. Entonces estoy de acuerdo
con la pregunta.
Público: ¿Quería saber porqué hoy Jean Max ponía énfasis en la cuestión de
que no hay diferencia entre trabajar en el consultorio y en el hospital, y
entre que pagar y no pagar..?
J. M. Gaudillière: En primer lugar es así. Hay que decir varias cosas. Una
cosa es una organización técnica de nuestro trabajo. Tenemos esa posición
de Maître de Conference de L’Ecole des Hautes Etudes. Y es el lugar de
nuestras investigaciones desde hace 20 años. Por ese trabajo que hacemos
recibimos un salario, un sueldo, que nos permitiría vivir. Es decir, que
cuando trabajamos con pacientes psicóticos en nuestro consultorio, en
nuestra casa, no dependemos para vivir de lo que ellos nos pagan. Y es una
construcción que hicimos así. Por supuesto, cuando estos pacientes nos
vienen a ver a casa, les pedimos que paguen, con tarifas muy variables.
Hemos organizado nuestra propia política de seguridad social, los ricos
pagan por los pobres, es muy simple. Solo que sabemos que cuando
recibimos en casa pacientes psicóticos, aún cuando en esos momentos son
capaces de pagar, porque tienen ahorros o porque trabajan, sabemos que en
determinados momentos del psicoanálisis, en el momento del “¡cataplum!”,
muchos de esos pacientes no van a poder pagar. Y es algo que lo sabemos
por experiencia. Es decir que el trabajo mismo del análisis va a organizar
rupturas con la sociedad, es decir que el trabajo va a ser temporariamente
perdido, van a perder el trabajo; o si por ejemplo, al comienzo del
tratamiento la familia pagaba, en otro momento, ya no es mas posible,
quizás porque la familia rehusa pagar o porque el paciente rehusa que su
familia pague. En esos momentos hay que continuar el análisis. Y sabemos
eso desde el comienzo.
Generalmente con los pacientes que recibimos en nuestra casa, eso se
organiza bajo la forma de una deuda, y para muchos de ellos en general, es
pagada varios años después. Por otro lado tenemos ese trabajo en el
hospital psiquiátrico y en la policlínica por el cual somos pagados por
trabajar allí, nos pagan muy poco. Pero ese salario existe y da cuenta de
porqué a los pacientes del hospital y de la policlínica los recibimos
gratuitamente. Insisto, para decir que en tales condiciones, el trabajo del
análisis puede hacerse. No quiere decir que somos buenos samaritanos y
que ofrecemos nuestro tiempo y nuestro cuerpo a la locura para que nos
coma, sino que simplemente para estas cuestiones de locura, nuestro
testimonio es que la cuestión del dinero no cambia nada.
F. Davoine: Por ejemplo en Austen Riggs Center, el lugar del que hablo en el
libro, está siendo absolutamente destruido como lugar de trabajo. Ya
Chestnut Lodge no es más un lugar donde se hace análisis o muy poco.
Fuimos durante 15 años, todos los años y vimos como se fue degradando la
situación de los psicoanalistas. Es decir que los jóvenes analistas tienen
miedo. Tienen que pagar y cuesta muy caro el seguro de la práctica y el
abogado. No se animan a hacer mas nada con los pacientes. Apenas hay una
amenaza de suicidio, los mandan a otro hospital. Y está toda la presión de
los seguros privados, que creció mucho, que quiere tratamientos rápidos,
diagnósticos conforme con el DSM III o IV. A punto de que el psicoanálisis
está perdiendo terreno, en instituciones en donde estaban a la vanguardia
en el tratamiento de la locura con el psicoanálisis. En Francia la situación
no es así. Se tiene mucha libertad. Los abogados aún no han pensado que
podían hacer fortuna con esto.
F. Davoine: No...
F. Davoine: La locura en este momento, habla por la boca de Jean Max con lo
que está diciendo. [risas] Quisiera volver sobre estas historias de derecho
en otro momento.
Público: Cuando ustedes dicen que hay que salir a buscar al psicótico,
porque si esperamos que los psicóticos vengan no van a tener pacientes;
entonces la manera de ustedes de llegar a los psicóticos... ¿fue entrar al
hospital? o ¿cuáles son las maneras de llegar a los psicóticos?
F. Davoine: Me vengo ahora y hablo en lugar de Jean Max. Creo que Jean
Max hablaba del hospital a donde fueron muchos analistas, se encerraron en
sus escritorios y esperaban que los pacientes llegaran. La mayoría de los
pacientes que tenemos en el hospital, son pacientes con los que nos hemos
cruzado en los corredores. Como lo relaté en una de las historias del
sábado. Puede ser alguien que nos golpea, en todos los sentidos del
término. Alguien con quien entramos en una cierta resonancia. Pero también
pensamos que los analistas, deben de ir a trabajar en las instituciones
públicas, a los lugares públicos.
Si es que la locura les interesa... y no interesa a todo el mundo... y no es
mejor interesarse en la locura que no interesarse.
Simplemente es así.
TERCERA PARTE
Tarde
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5 Thomas S. Kuhn, La estructura de las revoluciones científicas, F. C.
Económica, México, 1971.
estudios avanzados y eso lo mantenía hasta que Einstein murió. En 1968,
Gödel, después de la muerte de Einstein, quedó hospitalizado con una
paranoia. No quería tomar los medicamentos psicotropos que le daban.
Decía que lo querían envenenar y falleció dejándose morir de hambre.
Einstein podía escuchar a Gödel sobre este terreno de la locura y el hijo de
Einstein, como pude saberlo por alguien que se ocupó de él, estaba
internado en Kurtgerslich (?), estaba diagnosticado como esquizofrénico.
Por su parte Cantor fue a pedirle al Papa que confirmara su teoría.
Schöedinger dice que los hombres de ciencia pagan un precio muy caro a la
ciencia, porque hay aquí, situó ya Schöedinger, el sujeto, el hombre que hace
estos descubrimientos con sus pesadillas, con sus angustias tiene que
quedar excluido de lo que escribe, de lo que hace la ciencia.
Entonces, él hace este llamado a los psicoanalistas para que haya un
retorno del sujeto en la ciencia. Pero, ¿qué quiere decir esto que parece un
poco abstracto? Para esto, él dice que una primer cosa es cortar con el
positivismo, y se refiere a alguien que ya en 1930 decía que el cerebro no es
un standard telefónico, es como si uno estudiara el teléfono sin interesarse
en las conversaciones que pasan por sus hilos.
Y El hombre neuronal, el libro del que yo hablaba esta mañana es realmente
una farsa. El autor estudia el funcionamiento de la neurona en una ameba
que tiene probablemente dos o tres células y luego dice con cierta audacia:
voy a hacer la hipótesis de que esto es lo que funciona en las enfermedades
mentales. Y resguardándose o fortalecido en su posición de científico hace
pasar esta hipótesis al público, que la acepta porque justamente la emite un
científico.
Entonces hay que cambiar de paradigma, ese paradigma que lo conozco por
divulgación y no porque conozca directamente las ecuaciones de
Schöedinger. Esa divulgación la hizo el mismo Schöedinger y consiste en
tres o cuatro puntos que curiosamente nos interesan a nosotros que nos
ocupamos de la locura. Hay una analogía, no digo yo que se aplique al
psicoanálisis lo mismo que se pone en marcha en la ciencia cuántica, en la
teoría cuántica, pero hay algo allí de común que se encuentra en este nuevo
paradigma.
Primer punto de la nueva física: no hay más una objetivación pura, el
investigador forma parte del campo de experiencia, modifica ese campo, al
igual que el psicoanalista, en su trabajo. Por lo tanto se va a trabajar en la
interacción. El sábado se vio que la palabra intersubjetividad no era
conveniente, pero se va a trabajar en ese entre dos, en esa interacción.
El segundo punto: se termina con el mito de la reversibilidad, hechas
algunas experiencias ya no son más reversibles. Se va a trabajar entonces
con la hipótesis de una cierta repetición de experiencias cada una de ellas
singulares con algunos puntos de semejanza entre ellas.
El tercer punto: dice Schöedinger, es terminar con determinada concepción
del tiempo, de la linealidad del tiempo, se puede pensar que el tiempo va
hacia atrás; lo mismo que en el psicoanálisis hemos visto, que no era
conveniente hablar en términos de progreso, y sino mas bien de algo que
está allí presente. Encuentro una semejanza con pacientes que vienen al
análisis absolutamente desubjetivados, dicen no tener yo, no tener
personalidad, hay allí una especie de paradoja porque estos pacientes a la
vez no los llevamos a la objetivación pero ellos traen un mundo, nos van a
hacer participar en un mundo objetivado y van a intentar llevar la situación
analítica a esa objetivación.
Por lo tanto toda la cuestión que se va a plantear en el análisis, es la de
encontrar un sujeto a ese mundo objetivado y es la misma pregunta de
Schöedinger; sólo que el analista también está tomado en esta objetivación.
En estos momentos que yo he descripto, el analista es sacado de su lugar y
pasa a configurar, a tomar un lugar en esa objetivación.
Para esto voy a dar dos ejemplos, voy a tomar uno que no es mío, sino de
Anna Freud, que es lo que ella cuenta de los niños de Teresing y el otro
ejemplo es de un joven que estaba a la vez, muy tomado en la investigación
científica, y también, en esta investigación del campo de la locura.
Conocen seguramente muchos de ustedes la historia de Anna Freud que
trató después de la guerra de juntar a los niños que habían estado en el
campo de concentración de Teresing en Checoslovaquia. Estos niños fueron
recibidos en Londres en una linda casa, eran seis niños y lo primero que
hicieron fue transformar esa linda casa en un campo de concentración. Todo
esto para mostrar, como decía Jean Max esta mañana, que las víctimas no
son siempre buenas víctimas, víctimas amables.
Algo que llamó la atención de Anna Freud, es que estos niños no podían ser
tratados individualmente y que además a diferencia de cualquier niño, a
quien se le da un chocolate y va a pensar primero en comérselo él solo,
estos niños siempre pensaban en dárselo a otros.
Es decir que por un lado el espacio se convertía en algo inmundo como si el
tiempo no hubiera pasado, no había progreso, y por otro lado los niños
actuaban como si fueran un solo organismo. Es decir que no había sujeto,
salvo pensar en un sujeto colectivo como una colmena o un hormiguero.
Por otra parte esos niños, aullaban insultos en alemán que habían
escuchado, y eran niños que se aterrorizaban con los perros ovejeros
alemanes y con los camiones.
¿Cómo podían entrar esos niños en un proceso de subjetivación, ellos que
mostraban el estado de su mundo, ese estado de un ello de ese mundo? En
el contacto con Anna Freud y con algunas otras personas que los rodeaban,
ellos aprendieron poco a poco otra lengua, el inglés. A medida que hacían
esto se fueron separando unos de otros y fueron cayendo gravemente
enfermos a riesgo de sus vidas. Es decir que tenían que destruir ese mundo
y eso suponía pasar por algo que encontramos a menudo en los análisis y es
este riesgo de muerte real. Poco a poco fue así que pudieron ir renaciendo
cada uno e ir verdaderamente saliendo de los campos de concentración.
Yo me enteré, tuve todos estos documentos a través de una paciente que
estaba en análisis conmigo, cuya familia había sido exterminada en los
campos de concentración, e hice la hipótesis de que aquellos niños cuando
se hicieran grandes y se encontraran en una situación de dificultad,
volverían seguramente a aquella forma de enfrentar la posibilidad de una
sobrevida, de una sobrevivencia. Me dijo que sí, que eso era lo que había
ocurrido, y encuentro muy revelador cómo esta desaparición de sujeto en un
mundo objetivado, al fin y al cabo por medio de la ciencia, puesto que los
campos de concentración eran algo bastante científico, cómo el retorno del
sujeto se hacía al igual que en el psicoanálisis de una psicosis, en primer
lugar por un mostrar la cosa innombrable, luego por este organismo entre
varios, como sucede entre el paciente y el analista, y luego por la creación
de un nuevo juego de lenguaje en el cual puede expresarse el sujeto.
F. Davoine: Es muy claro para mí este tipo de sueños, hay un cierto tipo de
sueños que están directamente conectados con la sesión. Primero porque
son raros, y no sé si a ustedes les ha pasado, de percibir inmediatamente
que ese sueño pertenece a la sesión. Se trata como decía Wittgenstein de
que uno mira en la cámara visual, como si uno viera en el lugar del otro y
como si el sueño fuera esa cámara visual, donde uno ve en el lugar del otro.
Peor aún que eso, puede suceder que uno tenga impresiones en el lugar del
paciente, en vez del paciente, y esas impresiones también, es
absolutamente necesario decirlas. Porque son impresiones que se
transfirieron al lugar del analista, y que el paciente no puede sentir.
Por ejemplo un día me dormí delante de un paciente. No tenía sueño antes ni
después en la sesión siguiente, y no era la hora de la siesta. Dudé mucho,
mucho, pero me sentí obligada a hablarle de eso. Esa mujer que era muy
hermosa estaba dedicada a contarme sus conquistas amorosas. Yo me
duermo y ella estaba muy, muy humillada. Y le dije: “No es usted que me
duerme, pero me siento tomada por un sueño profundo”. Después de un
primer momento en que se sintió humillada, me dijo que su infancia había
transcurrido intentando hacer dormir a alguien. Que siempre estaba delante
del espejo, y que sólo se interesaba en su propia belleza, para no tener que
hablarme de las zonas en las que ella desaparecía completamente. Y de
esta manera es que tuvimos acceso a esas zonas de muerte de las que
hablé el sábado.
Público: Ahora bien, “decir”, ¿esto es mostrar? ¿mostrar el sueño como una
historia?
J. M. Gaudillière: Sí.
Público: El hecho que ustedes dicen que es extraño ¿es en el sentido de das
Ding, de lo extranjero de eso para el analizante, para el loco? ¿Para el
analista y el loco?
F. Davoine: No sé. Pero evidentemente ese sueño está hecho sobre un fondo
traumático real, de un peligro de muerte y sobre una transferencia psicótica
a Fliess, con Fliess.
Sí, evidentemente.
F. Davoine: Entonces no estaría del todo de acuerdo con Jean Max de hablar
de un sujeto allí, sino más bien usando una expresión de Benedetti que
habla... de... (así como se habla con Winnicott de un espacio que es
potencial), yo hablaría de un sujeto potencial.
En este espacio entre dos muertes se está en un espacio de
indeterminación: ni uno, ni el otro. De ahí las impresiones de desubjetivación
que puede experimentar el paciente y el analista. Impresiones de
despersonalización también puede decirse. Entonces el sujeto potencial se
construye en este ir y venir entre uno y otro. Como si uno insistiera en la
división del sujeto.
F. Davoine: Es eso. Uno asiste a la producción del sujeto. Esto lleva mucho
tiempo. Es como en el diálogo, entre el maestro Zen y el discípulo.
Es para tomar una comparación, como sucede en física que no se sabe
nunca la ubicación de un electrón, se sabe su rapidez. Bueno, aquí se está
asistiendo a la rapidez de la constitución del sujeto.
Público: Y entonces, por parte del paciente, sólo se puede esperar que el
paciente cuente que es un sueño de esa naturaleza: ¿espontáneamente,
cómo? Si un sueño de esa naturaleza, puede venir tanto del paciente como
del analista, ¿cómo llega al análisis, cómo llega a ser hablado ese sueño del
paciente?
F. Davoine: ¿Podría precisar de quién? ¿el sueño de quién, del paciente o del
analista?
F. Davoine: Creo que en estos momentos que son raros, los significantes se
enganchan del lado de los significantes inconscientes del analista.
Público: En el caso del sueño, es algo que le adviene por ejemplo al analista.
Pero cuando un analista elige contar una historia a un paciente: ¿por qué lo
hace y por qué elige tal historia? Y el momento también.
Para comenzar con cosas evidentes y conocidas hay que distinguir entre la
teoría de la transferencia tal como existe en el “psicoanálisis clásico”, es
decir de la neurosis, y lo que acontece en el trabajo con la locura. Una
buena manera de diferenciar estas dos operaciones es la de situar la
cuestión del saber, ustedes saben que Lacan dio como definición de la
ubicación del analista en la transferencia en la neurosis el lugar del sujeto
supuesto saber, es una posición totalmente rigurosa y que supone a su vez
una serie de implicancias:
escrito en 1895 y nunca publicado por él, y que fue publicado al final de las
obras completas. Es interesante considerar que ese texto fue escrito por
Freud contemporáneamente a las cartas a Fliess, es decir, en ese momento
que caracterizaba diciendo que recibía muchos pacientes psicóticos,
también hay que considerar que ese trabajo fue escrito por Freud muy
rápidamente, volviendo de un viaje a Berlín donde se había encontrado con
Fliess, fue escrito a lápiz en el tren que lo llevaba de Berlín a Viena. El texto,
que es mucho más límpido si se tiene presente esta referencia a la locura,
es un texto que da la impresión de intentar construir un sistema de
referencias, en un momento en que él es el blanco de los bombardeos que le
dirigen sus pacientes y con respecto a los cuales no logra ubicarse -al modo
de la paciente de la que hablábamos ayer a la tarde y que bombardeaba con
muchas cosas y llega un momento en que hay que intentar establecer el
mapa.
Resumo en pocas palabras la construcción de Freud sobre este punto, a la
que hay que dejarle su estatuto de construcción imaginaria, sin tener la
oportunidad de decir: allí hay neuronas en juego. No hacer como los
analistas vergonzantes que dicen que Freud fue uno de los primeros en
descubrir las neuronas.
El texto es muy interesante porque da la dirección de un trabajo analítico
posible con la locura. En el punto de partida está el real -Freud no lo llama
así, pero se trata de eso-, algo así como una energía pura, exterior e
innombrable, una energía afectada por un quantum enorme, puede decirse
es la energía del trauma, puede decirse para tomar un ejemplo: hay una
bomba atómica que explota, alguien por azar está al lado de esa catástrofe
y va a producirse una primera impresión sobre él, en primer lugar sobre su
cuerpo y sobre sus órganos, su vida está puesta en juego en ese momento y
quizás puede morir, pero si sobrevive esa primera impresión que dejó
huellas en su cuerpo va a buscar un camino, va a buscar un camino porque
como quantum de energía, es insoportable. Y allí van a encontrar su lugar
cosas que Freud ubica más bien en el cerebro, pero puede ser colocadas en
la piel, en cualquier órgano que sea y que van a reducir el quantum de la
energía, como un filtro: la primera reducción de la energía consiste en dar
una primera representación de esa catástrofe, con esto se tiene ya una
reducción de la energía, la primera representación de la catástrofe ya no es
más la catástrofe misma -es a ese nivel que hay que ubicar estas
mostraciones que hacen algunos pacientes, cuando dan una representación
que puede parecerse al teatro, de algo muy terrible que les sucedió-, pero
esa primera representación es aún demasiado energética para que pueda
tener otra inscripción para alguien, para otro, de tal modo que esa
inscripción sea manejable.
F. Davoine: Lo que dice Jean Max me hace pensar en que estos pacientes
están como agotados por un exceso de energía, que llegan siempre como
muy cansados, muy agotados. No creo que sea por una falta, sino por un
exceso de energía.
Público: Le quería hacer una pregunta a Jean Max con respecto al caso del
café, porque a veces parece como una cosa un poco milagrosa, como un
milagro las cosas que pasan. La pregunta es: ¿qué es lo que se inscribe para
ese paciente cuando usted le dice “es una conversación de café”?
Público: Me fui con la frase que Françoise repitió hace un rato, como si se
tratara de una prescripción “hay que, hay que, hay que”. Françoise hizo
referencia cuando relataba el caso de Sissi del delirio que le dirigía y del
que ella tomaba nota como una secretaria pero que en ese momento no se
sintió concernida. Me vino entonces a la cabeza la palabra que usa Lacan en
el en el año 1967, y Lacan plantea allí que cuando se trata de la clínica, de la
posición clínica, que esta proximidad con la locura y con el real que la
locura presenta, sólo es posible si el analista está concernido. El analista, el
psiquiatra, quien sea. El plantea allí, hablándole a los psiquiatras, que la
formación de los psiquiatras e incluso de los analistas no es algo que pueda
ocurrir “en cátedra”. Incluso la frase que recién dijo Françoise refiriéndose
al Pequeño discurso a los psiquiatras, el analista no tiene que poner esa
distancia pero este, “hay que” o “no hay que”, está en relación, Lacan dice
que “quienes van a poder ser tocados por lo que digo son los que se han
analizado conmigo o con otros en un análisis verdadero”. Y yo pienso que es
en 1967, que Lacan está haciendo referencia a lo que él ha planteado en la
Proposición de octubre15, en relación al final del análisis y el pasaje de la
posición de analizante a analista. Todo esto para poder acercar y es lo que
quisiera que ustedes me confirmaran o no, si me equivoco, es que esa
posición subjetiva del analista, se trata de una posición subjetiva del
analista, que va a poder permitir que esta ocurrencia con respecto a un
sueño o una historia para contar, o para mostrar, ocurra pero de la
dimensión del acto, no de la prescripción.
Público: A propósito de que hay que transmitirlas y que hay que enseñarlas
sería quizás posible analizar esas dos oraciones, diciendo que es
impersonal, pero también que al decir “hay que”, involucra creo a una
exhortación, de alguna forma, exhortar a un lugar, en todo caso a una
posición.
F. Davoine: Benedetti dice aún más, dice que este tipo de trabajo como el
que estamos haciendo, forma parte del trabajo con esos pacientes, porque
forma parte de hacer entrar en el lenguaje eso que estaba excluido. Por
supuesto no se trata de decir las cosas de cualquier manera, sino de
haberlas trabajado al punto de hacerlas transmisibles.
Hay un personaje que se llama uno y otro que se llama el otro, el pueblo
también a veces se llama alguno. Hay un personaje que se llama cada uno.
Todos estos personajes van a decir de la manera más violenta, los abusos
que han sucedido. Por ejemplo esto de que:
Hay una sotie que es la única que ha sido publicada, que se llama La gente
nueva y la gente nueva son los reformadores, y entre ellos hay un personaje
que se llama el mundo. Los reformadores quieren reformar el mundo, y hay
una presentación irrisoria de esa reforma, puesto que los reformadores son
presentados comiéndose a el mundo. Hay dos hosterías una se llama mal y
la otra se llama peor, y llevan a el mundo de mal en peor. Todo esto es para
darles una idea. Cuando está esa madre loca también se la llama la gran
reformadora, entonces:
- tercer tiempo: llegan los que están acusados, son los militares, la gente de
la iglesia, el Papa que en la época era un militar, el militar tiene como
nombre el general de infancia, llega en un caballo de madera como un gran
bebé, que apenas puede articular tres palabras. El Papa está representado
por un personaje que es el abate boludo o el rey de los boludos. El rey es
llamado el príncipe de los tontos. La salida de la sotie no va a ser poner de
un lado los buenos y del otro los malos, porque el pueblo no es tan claro en
estas categorías. También en medio del pueblo están los delatores, por
ejemplo como decíamos hoy.
El final es que los tontos se lanzan sobre los criminales y los desvisten y
encuentran que por debajo de sus ropajes de ceremonias, por debajo de eso,
son también locos.
El análisis de la locura consiste en este descubrimiento en el sentido literal,
de sacar eso que cubre. El analista va a hacer objeto de un verdadero strip
tease en tanto va a quedar descubierto del otro imaginario y del otro
simbólico, para que aparezca este otro real.
Lo importante es que este teatro de locos, tenía que ser algo público, que se
hiciera público. Es señalable también que este teatro estaba
permanentemente prohibido y que tenía que hacerse a escondidas de la
policía. En Saboya había una conocida troupe de teatro, terminaron todos
ejecutados. Y si Francisco I prohibió ese teatro, fue porque en la sotie,
habían representado a la madre del rey como a la madre loca y esto le había
resultado insoportable.
Digo todo esto porque considero que el psicoanálisis forma parte de las
últimas tradiciones orales. Somos el último de los mohicanos respecto a las
tradiciones orales. Había una ciencia de la transferencia en la época, había
un contar con el público que continuamente era llamado a intervenir y a
interferir con lo que se estaba desarrollando en el teatro. Me detengo aquí,
porque quisiera que discutiéramos.
Público: Cuando usted dice “una conversación de café”, me parece que dice
cualquier cosa, con ese estatuto. Y no me parece entonces que tenga la
misma naturaleza paranoica, de esas miradas al entrar en un café, pese al
emplazamiento que uno sufre cuando entra a un café. Entonces ¿cuál sería,
si fuera otro estatuto, el cruce de las dos rectas? Porque si uno dice
cualquier cosa, qué importa por qué lo dice?.
J. M. Gaudillière: No.
J. M. Gaudillière: Si.
Público: Entonces ¿qué importa que usted se explique por qué lo dijo?
Público: Yo les quiero agradecer, a ambos, que hayan traído, creo que para
todos nosotros, la palabra “catástrofe”. Porque en mi opinión creo que la
sociedad argentina, la sociedad cordobesa, la sociedad de los grupos de
psicoanalistas, no tienen en cuenta las catástrofes sociales.
La historia, por eso es una cosa que me preocupa la cuestión del tiempo,
parecería que para nosotros en general, (alguien dirá: “para mí no”), la
historia es muy importante porque hay consecuencias y hay efectos, no
solamente sociales, sino a nivel de lo que los analistas encuentran en los
hospitales, las clínicas y los consultorios privados, y creo que es justamente
esta palabra descuidada que hace que toda la cuestión social que para
nosotros, desde Freud incluido, que Freud decía tener en cuenta tres
generaciones, en nuestra sociedad es como si hubiera un funcionamiento
sin historia. Sin historia en relación a los acontecimientos sociales y como
efectos en relación a lo que se entiende como locura. Por eso yo creo que
cualquiera acá se reiría, pero yo lo siento como una obligación de
agradecerles, que nos hayan presentado esto y de esta manera.
Público: Yo quería pedirles si podían hablar un poco acerca de eso para ser
mostrado. Si esto tiene algo que ver, si se relaciona o no, con una marca de
que no hay universo del discurso. Si eso aparece como escritura, como
escrito. Yo me pregunto por esto: ¿cómo situar el punto de lo imposible de
decir, y si a ese lugar va la mostración?
consciente
inconsciente
Público: Los locos de los que han hablado en este seminario y en el libro,
salvo el de Otto Will, hablan. Esta mañana Françoise recordaba al francés
Dupin, ella hacía una segunda columna de asociaciones, quería preguntar
por eso.
Para ustedes ¿qué estatuto tienen esas asociaciones? ¿Algo así como, por
un lado me parece que esas asociaciones están del lado del analista? ¿Son
intentos de construir una historia?
Si no hay preguntas, para terminar les voy a relatar una historia de indios
que se me ocurre en este momento.
Hay un libro de Lévi-Strauss que se llama La alfarera celosa, en el cual, Lévi-
Strauss se muestra celoso de los psicoanalistas, no tiene respeto por los
psicoanalistas y dice que los indios Iroques eran psicoanalistas, antes que
los psicoanalistas. Y se apoya para esto, en el texto de un misionero, es
decir que ni siquiera fue a hablar con ellos. Bueno, hablar un poco mal de
Lévi-Strauss me da placer. El recuerdo es de una reunión de los medicine
man de los Sioux, los de Canadá, esto sucedía en Ontario y había además
allí un público. Se trataba de hacer un intercambio de nuestras prácticas
respectivas, nosotros contábamos historias como las de aquí y ellos
contaban las de ellos. Ya habíamos tenido intercambios de este tipo en el
sur de Dakota, pero ésta era una reunión más importante, más grande. Yo
era la primera que tenía que hablar, y como en aquella época tenía miedo de
hablar, tenía un texto en el que tenía todo escrito. En ese texto había
borrado cuidadosamente la palabra significante, pensando que no iban a
entender una cosa de ese tipo. El texto en el cual yo había borrado la
palabra significante, era el de una paciente que le ofrecía a su madre
muerta pensamientos, las flores pensamientos. Esto de los pensamientos
era una manera también de mostrarle que le ofrecía los pensamientos de su
cabeza. Más bien era yo que había introducido esto como un juego de
significantes, ella decía que guardaba en su libro muchos pensamientos de
su madre y cuando ella había hablado de que le llevaba los pensamientos,
las flores, yo había introducido ese juego.
Cuando terminé de hablar se instauró un silencio, mucho peor que con
Lacan, esos silencios que saben guardar los indios y que duran mucho
tiempo. Y me dije: “fracasé, esto no va a marchar”, estaba realmente en la
catástrofe. Nos levantamos para tomar un café, y una mujer se acercó a mí y
me dijo que se llamaba Sara Smith. Esta mujer me dijo que había una
profecía, que hablaba de las raíces de un árbol que venía del este y que
tenía que ver con la gente que iba a venir del este. Pensé que ella deliraba,
que me había encontrado con la delirante del grupo. Me dijo que era
iroquesa y que era alfarera de Iroques, pero era una alfarera que no era
celosa como dice Lévi-Strauss. Me dijo que la prueba de que por mi boca
hablaba un espíritu inspirado era esa extraña palabra que la paciente había
utilizado y que era la palabra pensamiento, y que cuando esa palabra
llegaba a los rituales, era a esa palabra que ellos prestaban particular
atención. Ella había por lo
F. Davoine: Pienso que sí. Para los bamilekes, ellos están en Africa, pero en
general para todos los indios, es muy importante la cuestión de la pérdida,
de hacer un vacío. Y creo que todas las culturas, cuando no han sido hechas
mierda por la televisión, contienen una teoría extremadamente rigurosa de
qué cosa es la palabra, y por lo tanto del manejo de la transferencia.