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Mayor alcance tiene la obra de Jacob Burchkhardt Die Kultur der Renaisance in
Italien, que vio la luz en 1860: para él, el Renacimiento fue exclusivamente italiano,
representando una vuelta a la más vieja tradición histórica; se trataba de una civilización
nueva que comenzaba en el siglo XIV y terminaba en el XVI, asentada sobre ideas como la
consideración del El Estado como obra de arte, el Desarrollo del individuo, el
Descubrimiento del Mundo, etc. Se trataba, realmente, de una propuesta sugerente, por lo que
su idea renacentista se convertiría pronto en la idea dominante de Renacimiento. Sin embargo,
esta concepción se vio afectada por la crisis general de la conciencia y de la cultura europeas
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en torno a 1900, y por el desarrollo de la historiografía, que trajo consigo un mejor y más
profundo conocimiento del Medioevo y del Renacimiento, en aspectos poco conocidos por el
citado autor, como historia económica, pensamiento filosófico y científico, etc.: se llegará a
romper con la idea renacentista anterior.
Así surgen análisis como los de W.K. Ferguson, que valora el Renacimiento como una
transición entre la Edad Media y la Época Moderna, durante el cual los aspectos feudal y
eclesiástico del mundo medieval fueron gradual pero firmemente transformados en Italia y
luego en el resto de Europa, desarrollándose el capitalismo y la sociedad urbana.
Ha sido ampliamente aceptado que la idea básica de una renovación bajo la influencia
de los modelos clásicos fue concebida y formulada por Petrarca. Con anterioridad, las
tinieblas se concretaban en el logicismo y física aristotelizante, con su pretensión de invadir
todo el campo de la cultura. En contrapartida, y desde un perspectiva más humana de las
cosas, se defendía el valor de la poesía, por lo general entendida como teología poética;
frente a los modernos se propugnaba un retorno a aquellos autores antiqui que habían
dominado el panorama durante el siglo XIII: los filósofos de Chartres y Alaian de Lille. Y
esta será la poesía del teólogo Dante. La transformación de las corrientes iniciales del
movimiento fue posible por una serie de circunstancias, entre las que cabe destacar la
aparición de la figura de Petrarca, que no sólo dio un nuevo ímpetu al movimiento original,
sino que acabó por mutarlo en sus propias raíces.
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A mediados del siglo XIV, Petrarca era consciente, pues, de la sima que se abría entre
su generación y la de los escritores antiguos a quienes él admiraba. Petrarca imaginaba la
nueva era fundamentalmente en términos de regeneración política y, sobre todo, de una
depuración de la dicción y gramática latinas, restauración del griego y vuelta de los
compiladores, comentaristas y autores de la Edad Media a los textos clásicos antiguos. Se
trataba de una estrecha definición del Renacimiento, que con el paso del tiempo fue
ampliando, en primer lugar gracias a la pintura.
Durante mucho tiempo, poesía y pintura fueron consideradas artes hermanas, al estar
dotadas de una afinidad natural. A principios del Trecento, Dante concretó esta idea y la puso
de actualidad en sus famosos versos sobre la transitoriedad de la fama humana. Giotto será el
reformador de la pintura, Lorenzo Valla llevará los descubrimientos pictóricos al campo de la
arquitectura, y Marsilio Ficino al incorporar la gramática y la música al grupo de las artes
renovadas según la idea renacentista.
2– Renacimiento y "renacimientos".
Así ocurrió en la Mantua del siglo XIII, que cuando quiso homenajear a su patrono
Virgilio, el poeta fue retratado en forma de erudito medieval sentado en su mesa de trabajo y
afanado en escribir; pero cuando en el siglo XV se pidió a Mantegna que diseñara la estatua
de Virgilio, destinada a sustituir a otro momumento, el artista imaginó una figura muy clásica,
erguida, envuelta en una toga y dirigiéndose al espectador con la dignidad intemporal de un
Sófocles o un Demóstenes.
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(en parte inventada). Es decir, dar a la renovación cultural un carácter más integral,
estructurado, basado en una difusión previa de los ideales clásicos entre los espectadores,
abarcando a las distintas disciplinas del pensamiento. No por ello hemos de desdeñar el talante
de los intentos previos.
3– Florencia.
Recuperada del horror causado por la Peste Negra, Florencia se encuentra hacia 1360
entre las numerosas comuni independientes de la península italiana. Se localiza en el corazón
de una zona muy fragmentada políticamente, y en el interior de ella cada cual no deja escapar
jamás las ocasiones que se les presenten para ampliar su territorio. La mayor preocupación del
Común radica en garantizar la libertad y la seguridad de las vías de comunicación que le unen
a una amplia área económica.
Las oficinas comerciales de las industrias florentinas diseminadas por todo el mundo
eran a la vez bancos de cambio. Todo era manejado por las mismas manos: producción,
comercio y préstamos. En esta combinación se basaba el extraordinario poder de la clase
media alta florentina, dando como resultado que el capital activo de las grandes empresas
pudiera ser aumentado y los riegos distribuidos equitativamente. También incrementaron su
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riqueza con la adquisición de extensas propiedades en el campo, elevando así su prestigio, al
tiempo que colocaban sus capitales de la única forma segura posible en tiempos de crisis.
Ahora bien, el verdadero negocio era el bancario. Los Médicis, por ejemplo, remuneraban las
sumas que les habían sido confiadas por sus clientes con un interés que oscilaba entre el 8 y
10%. Era ésta una cifra superior a la del rendimiento medio de las propiedades rurales de la
Toscana; sin embargo, el que cobran por sus préstamos fácilmente llegaba al 25%.
En el terreno de las ideas, los portavoces de esta clase dirigente fueron, en principio,
los mismos grandes mercaderes y hombres de negocios, los Villamini, Morelli...; pero más
tarde, y a ritmo creciente, lo fueron intelectuales profesionales, esto es, los humanistas que
dependían de ellos.
4– Política y cultura.
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Salutati representó un elemento de continuidad política, pero a la vez ayudó a apuntar
la vinculación entre una vía cultural renovadora y una precisa y definida vocación civil. Por
eso, tanto en la guerra con el Papado como en la lucha a muerte con Gian Galeazzo Visconti,
Salttati elabora una imagen persuasiva de Florencia como bastión de la libertad contra la
opresión despótica. En nombre de la libertad, en decir, del único valor que convierte a la vida
en digna de ser vivida, Florencia se convierte en la patria ideal de los hombres, maestra y
ejemplo de la propia Roma moderna y de todas las gentes de Italia. El mito de Roma y el mito
de Florencia, su hija y heredera, nuevo Estado–guía de la península italiana, tienen pues un
significado sumamente preciso cargado de consecuencias para el futuro. El hecho de que
Salutati expusiese este ideario en centenares de cartas enviadas a cancilleres y magistrados
para toda Europa, fue decisivo para el triunfo del Humanismo.
Leonardo Bruni, que fue canciller de manera ininterrumpida de 1427 a 1444, dio un
paso más al abogar por una vida activa, por la participación de los ciudadanos en los negocios
públicos. Su mundo intelectual era la expresión ideológica más clara de la potencialidad de la
república florentina, apareciendo notablemente influido por el estoicismo romano. No podía
ser de otra manera, pues para Bruni, Roma había terminado sus días con la llegada al poder de
los Césares. César había sido un hombre excepcional, pero sólo con pensar en la crueldad de
Tiberio o la rabia de Nerón, no tendremos la menor duda en confesar, señala Bruni, que la
grandeza de los romanos comenzó a declinar cuando el nombre de César entró en la ciudad
de Roma. La libertad dio lugar a la potencia del Imperio, y cuando se destruyó la libertad se
consumió la virtud.
Salutati fue maestro y guía de una generación de florentinos en los studia humanitatis
y el grupo de amigos que reunió a su alrededor comprendía jóvenes patricios como Niccolo
Niccoli y profesionales como Bruni o Poggio. Heredero de Petrarca, reunió una notable
biblioteca de textos clásicos, y propició su estudio de manera fervorosa y con solemnidad.
También fue el responsable de la resurrección de los estudios griegos en Florencia,
transformando su casa y ciudad en templos dedicados a su estudio. Las clases del bizantino
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Manuel Crisoloras comenzaron en marzo de 1397, y enseguida se hicieron populares
causando un impacto extraordinario: fue suficiente para establecer el estudio del griego sobre
una base permanente. Los clásicos fueron usados al mismo tiempo como educadores del
pueblo y alimento de una nueva práctica política: se buscaba en ellos nuevos puntos de
referencia, apoyo y orientación. Esta es la razón del retorno a los autores antiguos latinos y
griegos, de la compulsiva búsqueda y recuperación de originales en todos los géneros y
materias –poesía, historia, filosofía moral, técnicas y disciplinas científicas y orientaciones
filosóficas–. Originales que inmediatamente se comentan, se copian y se difunden en los
círculos abiertos a la nueva cultura, se imprimen y sobre todo son objeto de estudio y atención
filológica con vistas a la eliminación de los elementos espurios y erróneos que se habían
añadido con el paso de los siglos.
6– Humanismo y ciencia.
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La actividad de los humanistas en el campo de la ciencia cabe ser entendida como una
potente fuerza renovadora, y no sólo por su descubrimiento de la popularidad de las doctrinas
y de las concepciones de las cosas y la consiguiente crisis de la teoría de la ciencia depositada
en un solo autor, en un solo libro, de modo similar a cómo la Biblia o el Corán recogían las
enseñanzas de la fe.
En este ámbito hay que incluir los dos hechos de que de acuerdo con los testimonios
de la época, gozaron de un carácter más revolucionario en la renovación del marco intelectual
de la nueva época. Se trata del descubrimiento del Nuevo Mundo y del progresivo
derrumbamiento del sistema geocéntrico. Dos afectos del mismo proceso de transformación
radical de las relaciones entre el hombre y el mundo.
Del descubrimiento del Nuevo Mundo, derivará una nueva visión de la Naturaleza,
distinta de una región a otra, planteándose, en consecuencia nuevos y grandes problemas
relativos a la historia tradicional del Diluvio. Es entonces cuando, partiendo de una visión
transformada de la naturaleza, se empieza verdaderamente a estudiar la distribución
geográfica de las plantas y animales.
El segundo de los aspectos es lo que se ha dado en llamar revolución copernicana.
Con ella cambiaba la visión del cosmos y toda la tradición bíblica, desde Isaías a Josué, fue
puesta en tela de juicio. Aquello significaba, sin duda, una ruptura de notable importancia con
la tradición, una nueva visión de las relaciones hombre–mundo, además de lo que suponía
como posición a los principios mecánicos aristotélicos.
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cultivadores de la época, Toscanelli, y se traslada a Roma para examinar los procedimientos
empleados por los antiguos ingenieros. De ese modo, en la construcción de la cúpula de Santa
María de las Flores en Florencia se consigue el cálculo teórico y previo de su magnitud. Los
pintores, por su parte, estudian la teoría de la perspectiva y elaboran nuevas técnicas para su
aplicación.
7– El hombre nuevo.
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Toda la vida se iba conformando de acuerdo con lo antiguo; Niccolo Nicoli bebía en
copas antiguas y se rodeaba de objetos preciosos de las excavaciones, mientras se extasiaba
ante los códices que había localizado y copiado. Figuras relevantes asumieron,
conscientemente, en la vida cotidiana modelos griegos y romanos, como Lorenzo el
Magnífico. Los bailes de disfraces traban de incorporar a todas las divinidades del mundo
clásico.
Hacia 1450, los Este de Ferrara lograron disponer del artista Roger Van de Weyden,
Segismundo Malatesta, tirano de Rímini, hizo que Alberti le diseñara un monumento de corte
clásico y humanista, el Templo Malatestiano, y que Piero della Francesca pintura en su célebre
retrato en el año 1451. Alberti se trasladó a Mantua, donde trabajó para los Gonzaga, y Piero
de la Francesa fue a Urbino, a la corte de Federico I de Montefeltro.
Sería en Urbino donde Castiglione escribiera su famoso libro sobre la vida cortesana,
donde se instruyó Bramante, el arquitecto de San Pedro, y donde nació el gran Rafael. Se
pudo decir entonces que los humanistas habían alcanzado la cumbre de su esplendor, no sólo
en Florencia sino en el resto de Italia, y que las capas más elevadas de la sociedad podían
complacerse por haber conducido su sistema de vida casi a la perfección. Mantua, Urbino o
Ferrara fueron cortes brillantes donde erizó plenamente la renovación humanista, pero ni las
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citadas, ni oras que se extendían por Italia, pusieron en duda la supremacía de la de Lorenzo el
Magnífico, excelente muestrario de la trayectoria de Florencia en el último tercio de siglo.
En los últimos treinta años del siglo XV, el arte florentino abandona la trayectoria
experimental y científica que había posibilitado la configuración de un nuevo lenguaje
plástico. Los artistas que asumen un papel hegemónico en la ciudad, como Botticelli,
Verrocchio o Ghilandaio, se orientan más hacia una serie de proposiciones racionalistas de la
generación anterior. Y es la configuración de nuevos temas, como el del mito acometido por
Botticelli, o el desarrollo de un nuevo sentido literario del discurso pictórico, como el
elaborado por Ghilandaio, donde se concentra la atención y esfuerzos de los artistas. Por otra
parte, el mecenazgo pasa a ser más interesado: concebido más que antes como una exhibición
de poder y lustre, los artistas pintan muchas veces a encargo, como sucede en la capilla de
Sixto IV en Roma o las mansiones de los Borgia en Florencia.
Lorenzo el Magnífico estuvo más interesado por enviar a los artistas florentinos al
extranjero que ocuparlos en Florencia: manda a Nápoles a Maiano, Fancelli y Giuliano da
Sangallo, a Portugal a Sansovino, a Roma a Botticelli, Signorelli y otros pintores para decora
la Capilla Sixtina. Se trata de una preocupación manifiesta por extender el prestigio de
Florencia por doquier, a lo que se añadía la propaganda interior, visible en objetos como la
tumba que encarga a Filippino Lippi, etc. A nivel personal, la que un mecenas organizador,
con el paso de los años se le vio preocupado por completar la galería de obras de la
Antigüedad y objetos preciosos legados por su abuelo Cosme.
9– El platonismo.
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perspectiva más desprendida del horizonte terrenal y centrada en sus destinos cósmicos y
metafísicos. Marsilio Ficino quiso realizar una religión inteligente para una elite cultivada,
socialmente suficiente y cada vez menos implicada en los asuntos de Estado.
El éxito de Ficino fue indudable al imponer su horizonte especulativo por toda Europa
a lo largo del siglo XVI. Su influjo se basó en su atractivo individual, siendo en este sentido
más profundo si cabe, si se tiene en cuenta que afectó a loa mayoría de los pensadores y
escritores importantes, incluidos algunos de los que no se suelen catalogar entre los
platónicos, como Bruno, Galileo, Kepler y Descartes. Sin Ficino, serían incomprensibles
dentro la cultura europea aquel renovador sentido de la interioridad y los nuevos tonos que
asume la vida moral durante los siglos XVII y XVIII.
Ahora bien, esta exaltación que se hace del ser humano no significa paganismos, pues
la mayor parte de los humanistas son profundamente cristianos. Sin embargo, ya existen
algunos escritos y filósofos, especialmente en Italia, que adoptan frente a la religión una
postura poco clara, y señalan que pueden existir contradicciones entre la razón y la fe,
llegando a inventar una teoría de la "doble verdad": una para la fe y otra para razón:
Pomponaci dice que como cristiano cree en la inmortalidad del alma, pero como científico no
puede creer en ella por ella, pues la existencia de otra vida después no puede ser demostrada
de forma científica.
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En el siglo XVI se había producido un hecho decisivo sin el cual no sería posible
entender el surgimiento de la Edad Moderna en Europa: la Reforma y la consiguiente escisión
de la Iglesia universal en confesiones distintas. Este fue un acontecimiento no sólo en la
historia de la religión, ya que fue sustentado por los intereses más diversos, y estuvo
estrechamente ligado al nacimiento del primer Estado Moderno y tuvo una gran influencia n
el desarrollo político y social, en la cultura intelectual e incluso en la vida cotidiana de
campesinos, burgueses y nobles. De la importancia universal del cisma y la confesionalización
de la religión no se puede sin embargo deducir que en el siglo XVI las creencias individuales
coincidieran con el credo de la Iglesia respectiva. Los límites entre las diferentes confesiones
habrían de ser durante mucho tiempo difusos.
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Santa". Ahora bien, cuando se inicia la Edad Moderna, ya hacía mucho tiempo que la cruzadas
habían terminado, con lo que el dinero del "Impuesto" lo utilizaban los Pontífices para otros
fines (frecuentemente para su propia política temporal), lo que provocaba un fuerte
descontento hacia Roma.
Martín Lutero (1483–1546) fue un teólogo y monje agustino que, en contra de la
ortodoxia cristiana, comenzó a enseñar que las "buenas obras" (base de la religiosidad y
piedad medieval, como bien queda reflejado en la obra de Berceo) no tenían ningún valor y
que el hombre sólo se salvaba por la gracia divina. Utilizando de forma sesgada algunos
textos de San Agustín y de San Pablo, llegó a la conclusión de que el ser humano está
absolutamente corrompido, y que por tanto sus obra son perversas y pecaminosas. No
obstante, a pesar de sus pecados, si cree en Dios se salvará. Su doctrina se articula en varios
puntos:
– El "cristiano es libre" para interpretar de acuerdo con su conciencia las Sagradas
Escrituras: "Libre Examen".
– La verdadera Iglesia es invisible y está dentro de cada hombre. La Iglesia visible o
exterior es creación humana, no divina.
– No hay distinción espiritual entre clérigos y laicos: todo cristiano por el mero hecho
de serlo constituye un sacerdote. Lógicamente, esta idea suponía acabar con los privilegios
tradicionales del clero como estamento.
– Se rechazan las ideas del purgatorio (base de ese generosísimo sistema de
compensaciones a la Iglesia por las penas que deben ser purgadas, de las bulas, etc.) y las
indulgencias papales (es frecuente la venta de puestos en el cielo a quienes puedan costear las
elevadas cotizaciones), y sólo se admiten los tres sacramentos básicos: el Bautismo, la
Comunión (respecto a la cual se admite que la Hostia es consubstanciada, no
transubstanciada) y Penitencia (basta con el arrepentimiento para que sea efectiva)
– Nadie puede ser perseguido por sus creencias. Los gobernantes deben dejar a sus
súbditos la libertad religiosa, pues los príncipes sólo tienen poder sobre los cuerpos y no sobre
las almas. Sin embargo, este punto será pronto cambiado en la doctrina luterana.
En 1520 por la bula Exurge Domine el papa excomulgó a Lutero, pero éste se negó a
retractarse y quemó públicamente la bula. A partir de entonces ya puede hablarse de una
nueva Iglesia, la luterana, que se extenderá por Alemania.
Los campesinos alemanes en su mayoría eran siervos y estaban oprimidos por los
nobles. Cuando Lutero señaló que el "cristiano era libre", las masas campesinas lo
interpretaron en el sentido social, no espiritual, y se sublevaron contra la nobleza. La
insurrección se extendió rápidamente por toda Alemania, produciendo una serie de saqueos,
asesinatos y castillo. Lutero, horrorizado porque pensó que este desorden podía acabar con sus
doctrinas, incitó a la aristocracia a que aplastase la revuelta campesina. De esta forma, se
organizó un ejército nobiliario, que aplastó el levantamiento y llevó a cabo una represión
implacable.
Estos acontecimientos tuvieron una importante consecuencia: Lutero señaló que no era
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posible la libertad religiosa, y que los príncipes debían convertirse, al objeto de evitar
disturbios, en cabezas de la nueva Iglesia. Así, en Alemania, el luteranismo quedó muy unido
a la nobleza. Estos nobles, considerándose ya, no sólo jefes políticos sino también religiosos,
comenzaron a apropiarse de los bienes y riquezas de las iglesias y conventos.
La teología calvinista puede resumirse así: nada debe empequeñecer a Dios, pues Dios
está infinitamente por encima del hombre. De acuerdo con esto, a la Divinidad no debe
representársele con imágenes, y nadie ni siquiera el papa o los sacerdotes, pueden
comprenderlo o interpretarlo. Por su inmensa altura, el hombre no puede conocer a Dios, pero
como Dios quiere ser conocido, nos ha entregado la Biblia, a través de la cual vemos algo así
como su sombra (idea neoplatónica). Gracias al Antiguo Testamento, hemos conocido el
pecado original: pecado que ha corrompido por completo al hombre de tal manera que este
sólo puede hacer obras malas; por tanto, el ser humano, por sí sólo, está condenado al
infierno. Pero Cristo ha muerto por salvar a algunos, aunque no a todo. Esto significa la
creencia en la predestinación: hay hombres a los que Dios salva y otros a los que condena,
hagan lo que hicieron.
Enrique VIII (1509–1547), deseoso de casarse con Ana Bolena, solicitó del papa la
anulación de su matrimonio con Catalina de Aragón. El papa no accedió a sus deseos. La
anulación fue decretada por Cranner, arzobispo de Canterbury. El papa excomulgó al rey en
1533, y por el Acta de Supremacía, Enrique VIII se nombró a sí mismo jefe de la Iglesia
anglicana, disolviendo todos los monasterios, cuyos bienes fueron sacados a subasta pública.
Sin embargo, inicialmente sólo existe un cisma con la Iglesia de Roma, pero el ritual y
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teología no han variado. Los obispos eran nombrados por el rey, y por tanto cuando éste
rompió con Roma, le siguieron sin oponerse. Además, se beneficiaban de la descentralización
respecto a Roma, que amenazaba con acabar con su tradicional independencia. El bajo clero
pensó que al depende de Enrique VIII su situación mejoraría, convertidos en una especie de
funcionariado. Para la nobleza, la desamortización decretada supuso incrementar sus
posesiones en ventajosas condiciones, por lo que apoyó la decisión real.
11 – La Contrarreforma.
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seminario en Roma.
La Compañía de Jesús, fundada por Ignacio de Loyola y aprobada por Paulo III en
1540, fue concebida como un ejército para defensa del catolicismo. Se exigía a los que
ingresaban la obediencia absoluta al superior, con miras a conseguir la máxima eficacia, y
altas cualidades morales, intelectuales y físicas. Los ayunos, penitencias y contemplación
fueron reducidos al mínimo, para dedicarse especialmente al apostolado. A los Jesuitas, antes
de ordenarse se les exigía dos años de noviciado y diez de formación intelectual.
Los reyes de España, especialmente Felipe III y Felipe IV, se convirtieron en el brazo
armando de la contrarreforma, al luchar contra soberanos y príncipes herejes; pero, al mismo
tiempo, utilizaron el espíritu contra-reformista para su imperialismo en Europa, de tal manera
que resulta difícil establecer una relación causa–efecto entre defensa del catolicismo e
imperialismo.
Los enfrentamientos acaecidos durante el siglo XVI, con trasfondo político, serían los
siguientes:
– Desde 1519 a 1559 Francia y el Imperio, cuya cabeza era Carlos I de España, se
enfrentaron por el dominio de regiones italianas como el Milanesado, Saboya, la Toscana, etc.
Felipe II heredó esa rivalidad y en 1557 los tercios españoles les vencieron en San Quintín
(Francia); batalla en cuyo honor erigió el Monasterio de San Lorenzo del Escorial. En el
Tratado de Cateau-Cambresis (1559), Francia renunció a sus pretensiones sobre la
Península italiana.
– Guerra de rebelión de los Países Bajos contra la Corona española (1556–1598)
– Guerra de los Tres Enrique en la Francia de fines del siglo XVI. Acabó con la
instauración de la dinastía de Borbón en el trono francés, que sustituyó a la dinastía Valois–
Orleans– Angulema.
– Guerra Anglo–Española de 1587–1604.
– Guerras entre Dinamarca y Suecia (1563–1570)
– En el siglo XVII el enfrentamiento religioso tendrá su continuidad en la Guerra de
los Treinta Años (1618–1648).
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grupo de humanistas que se reunieron alrededor del erudito Guillaume Briçonnet, obispo de
Meaux. Durante un tiempo gozó de la protección de la hermana del rey, la futura Margarita de
Navarra, y del propio Francisco I. El orden establecido tuvo también apoyo de la nobleza y la
burguesía. La política del rey Francisco I vacilará entre la represión y la tolerancia, de acuerdo
con las exigencias de sus conflictos con Carlos V. Ni por convicción ni por política, el
monarca tenía un interés reformista más allá de la rectificación de algunos abusos
eclesiásticos. Pero cada vez adoptará más represión frente a los estallidos reformistas de París
y otras ciudades Francesas. Durante el reinado de su hijo Enrique I (1547–1559) aumentó la
violencia de la persecución y les chambres ardentes aplicaban la penas de muerte al hereje
confeso. La Reforma persistirá sin embargo entre los pequeños artesano y comerciantes de la
ciudad y el clero humilde.
En los países bajos el eventual triunfo de los calvinistas se vinculó con el movimiento
neerlandés para liberarse del dominio español. Inspirada por el señuelo humanista de una
religión más intelectual, la religión zwinglinista supuso una interpretación de la eucaristía
como algo totalmente simbólico, difundiéndose esta doctrina entre la burguesía. Si bien
Carlos V intentó reprimir la disensión religiosa de los Países Bajos creando la Inquisición en
1532 y promulgando edictos, actuó de un modo que no lesionaba los privilegios tradicionales
de las provincias, a las que consideraba una entidad diferente a España.
Pero en tiempos de Felipe II esta distinción no existe, a ojos del rey. Los intentos por
afirmar una religión católica en los Países Bajos provocan la hostilidad de buena parte de la
nobleza, tropezando su aplicación de la Inquisición con la oposición general. La orden de
aplicar los decretos del concilio de Trento fue tomada como un avasallamiento de los
privilegios provinciales. Felipe se identificó así con el calvinismo.
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católicos. En el acuerdo de pacificación de Gante de 1576 se acordó adoptar una actitud de
tolerancia entre las distintas ramas protestantes, como base de una lucha contra el invasor
común: de ahí nace la Unión de Utrech, que aglutina a las siete provincias protestante del
norte, que abjuran de la fidelidad a Felipe en 1581, convirtiéndose en las Provincias Unidas,
aunque no verán reconocida su existencia hasta 1648 con la paz de Westfalia.
También se produce una guerra con trasfondo religioso en Hungría y Polonia (donde
finalmente la Conferencia de Varsovia de 1573 supuso una pacificación, extendiendo de
nuevo los jesuitas el terreno que ha perdido el catolicismo entre la población). En Hungría tras
la batalla de Mohács de 1526, se produjo una división: la Hungría real, la dominada por los
turcos, donde se expandirá el protestantismo.
La Reforma había provocado guerras civiles desde el principio, como ocurrió en Suiza
y Dinamarca. Pero el conflicto internacional en gran escala no se convirtió en factor decisivo
en el curso de la Reforma hasta que Carlos V intentó reprimir, mediante la fuerza, el
protestantismo alemán. De ese modo inició un siglo de choques armados, que más tarde o más
temprano comprendieron a toda la cristiandad. Comenzaron con la guerra de Schmalkaden en
1546 y terminaron con la guerra de los Treinta Años de 1648. En estas luchas las rivalidades
políticas cortaron al través las líneas religiosas e impidieron la acción coordinada de los que
presuntamente debía apoyar la misma causa religiosa. Donde las razones prácticas lo
imponían, lucharon junto a los católicos otros protestantes, y viceversa.
13-BIBLIOGRAFÍA
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FRANCASTEL, P.: El Renacimiento italiano. Barcelona, 1986.
FRANCASTEL, P.: La revolución cultural del Renacimiento. Madrid, 1981.
KRISTELLER, P.: El pensamiento renacentista y las artes. Madrid, 1986.
LETTS: El Renacimiento. Barcelona, Gustavo Gili, 1985.
PANOFSKY, E.: Idea. Madrid, 1989.
PANOFSKY, E.: Renacimiento y renacimientos en el arte occidental. Madrid, 1985.
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