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“Leonardo de Vinci”
INSTITUCIÓN EDUCATIVA
ROMA
LA ITALIA PRIMITIVA
MEDIO GEOGRÁFICO
La cultura romana tuvo lugar en la península itálica. Ésta es una prolongación en forma de bota
hacia, el sur de la Europa Central, que avanza sobre el Mediterráneo entre las penínsulas Ibérica (al
Oeste) y Balcánica (al Este). Por el norte limita con los Alpes; por el Sur, con los mares Mediterráneo y
jónico; por el Este con el Adriático; por el Oeste, con el Tirreno.
De los Andes hacia el sur se desprenden los Apeninos, cadena montañosa que corre a todo lo largo de
la península. En su recorrido se apega más al borde oriental de aquélla, de forma tal que mientras este
último es accidentado, con una costa rica en acantilados, cabos, gargantas y peñascos, el occidental está
formado por llanuras y colinas bajas, con frecuentes áreas pantanosas y pequeños valles. De esta parte
de la península destacan, de norte a sur:
Toscana, cruzada por el río Arno.
Lacio, que atraviesa el río Tíber.
Campania, surcada por el Volturno, el cual desemboca en el golfo de Nápoles.
sepulturas que construyeron. En sus primeras etapas la civilización romana tomó muchos elementos de
los etruscos.
Por último, a partir del siglo VIII a..C, los griegos colonizaron Italia Meridional, tanto la península (a
la que llamaron Magna Grecia) como Sicilia (en su costa oriental); allí fundaron ciudades como Siracusa
(que pronto se hizo la más importante de todas), Tarento, Neápolis (hoy Nápoles), regio, Síbaris y Crotona.
LA MONARQUÍA
HISTORIA
La historia de Roma se extiende desde su fundación, cuya fecha se fija en el 753 a.C, hasta el 476
d.C. Se trata de 1 200 años subdivididos en tres períodos:
Monarquía. Desde el 753 hasta el 509 a.C., con gobierno de los reyes.
República. Entre 509 y 29 a.C., con gobierno de los cónsules.
Imperio. Del 29 a.C., al 476 d.C., donde gobernaron los emperadores.
Desarrollo de la monarquía
La monarquía es la primera etapa de la historia de Roma. Se inicia con su fundación y gobierno por
Rómulo y termina con el reinado de Tarquino el Soberbio. En total hubo siete reyes que se agrupan en dos
dinastías:
Latina. Con Rómulo, Numa Pompolio, Tulio Hostilio y Anco Marcio.
Etrusca. Comprende a Tarquino Prisco, Servio Tulio y Tarquino el Soberbio.
Rómulo fue probablemente fruto de la leyenda, pero no puede descartarse que haya sido real. Aparte de
los hechos que ya se han mencionado sobre su vida y gobierno, se dice (nuevamente según la leyenda)
que a su muerte fue llevado por el dios Marte al cielo, siendo venerado por su pueblo con el nombre de
Quirino.
Numa Pompilio fue un rey pacífico, que dio mucha importancia al culto religioso. Organizó el sistema del
culto romano, fundado colegio sacerdotales y edificando el templo de Jano que estaba dedicado a la
guerra.
Tulio Hostilio dedicó gran parte de su vida a empresas militares, sometiendo a la mayor parte de las
poblaciones del Lacio, de modo que bajo su gobierno Roma fue la ciudad más importante de esa región.
Anco Marcio construyó las primeras fortificaciones de Roma, a pesar de lo cual fue un monarca pacífico.
A él se debe la construcción de Ostia, el primer puerto romano, en la desembocadura del Tíber.
Tarquino Prisco trajo la cultura etrusca a Roma. Construyó importantes obras públicas como el circo
máximo, el foro y la cloaca máxima.
Servio Tulio introdujo una serie de importantes reformas. La más significativa fue dividir a patricios y
plebeyos en cinco clases de acuerdo con su fortuna, incorporando a los plebeyos como ciudadanos
romanos. Los únicos que quedaron excluidos de estas clases fueron los proletariados, gente que no tenía
bienes.
Con este monarca, los ciudadanos adquirieron derechos de tales al prestar servicio militar. También dividió
la población romana en distritos o tribus, según su domicilio.
Tarquino el Soberbio fue un hombre despótico que indignó al pueblo romano con sus actitudes. Para
congraciarse con ellos atacó la ciudad de Ardea, para hacerse de un botín con el que llenar las arcas
romanas. Pero mientras estaba en campaña, ultrajó a Lucrecia, virtuosa esposa de un ciudadano
respetable (Tarquino Colatino), al cual se suicidó avergonzada. Ante este hecho infame, Lucio Junio Bruto,
amigo de Tarquino Colatino, encabezó una revolución para arrojar del trono a Tarquino el Soberbio, lo que
consiguió. Una vez depuesto éste, Lucio Junio Bruto y Tarquino Colatino fueron elegidos cónsules en lugar
del rey, con lo que finalizó la monarquía y se inició la república.
La tradición relata que Tarquino intentó recuperar su trono en varias ocasiones; en una de ellas promovió
una conspiración en la que tomaron parte los hijos de Bruto; pero el complot fue descubierto y Bruto
ordenó ejecutar a los culpables, incluyendo a sus propios hijos, anteponiendo así sus deberes para con la
patria a los sentimientos personales.
ORGANIZACIÓN
Política
El gobierno monárquico estaba organizado de esta forma:
1. A la cabeza se encontraba el rey, que ejercía la autoridad suprema. Era a la vez jefe del ejército, de la
religión y de la justicia. Debía pertenecer a la nobleza y era elegido por la asamblea popular, ante la
cual respondía por sus actos, de modo que su poder no era absoluto.
2. Luego estaba la asamblea popular, formada por todos los hombres libres y en edad de servir en el
ejército. Se reunían en el Foro y tenían el poder de aceptar o rechazar las leyes que enviaba al rey, así
como de declarar la guerra o aceptar la paz.
3. Venía después el senado, también llamado Consejo de Anciano (de donde el nombre senado que
viene del latín senex; anciano), compuesto por 300 miembros vitalicios elegidos entre los patres o jefes
de familia de la clase de los patricios. Tenían como principales funciones dar consejo al rey y elegir al
nuevo soberano.
Social
La base de la organización social romana era la familia. Ésta integraba a sus miembros más que
nada por el culto a los antepasados que le habían dado origen; de modo que tenía, además de un carácter
civil, uno religioso. La familia estaba sujeta a la autoridad del pater familias que era jefe, juez y sacerdote;
no tenía límites a su autoridad, al punto que podía vender como esclavos a su mujer e hijos.
En los comienzos de la historia de Roma, las familias, que tenían el mismo origen por la línea paterna,
formaban gentes (del latín gens, grupo de familias emparentadas). Diez gentes componían una tribu, de
las que originalmente había en Roma tres. Según su pertenencia a las gentes, los romanos de entonces
se reunían en la asamblea general (que por ello recibía el nombre ce comicio curiato). Estas primeras
familias fueron durante mucho tiempo las que tuvieron el poder en Roma, y la sociedad romana se
estratificó en torno a ellas del modo que sigue.
1. Los patricios el escalón más alto, eran precisamente, los descendientes de las familias citadas y
constituían la nobleza o aristocracia, con numerosos privilegios. Hasta la reforma de Servio Tulio
fueron los únicos con derecho a denominarse pueblo romano y ciudadanos romanos. También eran los
únicos que podían poseer tierras, servir en el ejército y desempeñar cargos públicos.
2. Los plebeyos eran la población que no formaba parte de la categoría patricia. A ellos pertenecían
originalmente los pobladores que fueron sometidos por los romanos cuando se establecieron,
añadiéndose después los inmigrantes que llegaron a la ciudad más tarde y no fueron admitidos dentro
del grupo de los patricios. Eran libres, disfrutaban del derecho de propiedad y podían disponer de sus
bienes, pero no podían contraer matrimonio con los patricios ni acceder a cargos públicos, votar en las
asambleas o servir en el ejército; además estaban obligados a pagar impuestos. Se dedicaban al
comercio; agricultura e industria.
3. Los clientes eran personas libres, incluso miembros de las gentes, aunque de extrema pobreza, que
buscaban amparo en la protección de personas adineradas a cambio de diferentes servicios.
4. Los esclavos fueron originalmente cautivos o prisioneros de guerra; luego salieron de deudores que
se vendían ante la imposibilidad de pagar sus deudas o eran comprados en mercado dedicados a este
tráfico. Llegaron a ser parte muy numerosa de la población, sobre todo a medida que crecía la
necesidad de mano de obra por los romanos. Carecían por completo de derechos y ante la ley eran
vistos como muebles sujetos a la voluntad de su amo, quien podía incluso darles muerte.
Religión
La religión romana tuvo bastantes semejanzas con la griega, ya que también fue politeísta y
antropomorfista. Incluso los principales dioses de ambas civilizaciones fueron los mismos, aunque con
nombres distintos. Lo que diferencia a la religión romana de la mayor parte de las de la Antigüedad es que
incorporaron a muchas divinidades de otras culturas, las cuales llegaron a tener gran importancia, incluso
desplazando los cultos tradicionales de Roma. Ejemplos de esto fueron Isis y Serapis (procedentes de
Egipto), o Mitra (originario de Persia).
Apolo. Hijo de Júpiter, conducía la carroza del Sol, Dios de la música, la medicina y la poesía. Su
equivalente griego era Febo.
Además de los dioses mayores había otros menores, exclusivos de Roma: Vertumnio, dios de los
jardines y huertos: Pomona, ninfa que presidía los jardines; Flora, reina de las flores, Pales, protector de
los pastores (honrado en un festival cada aniversario de la fundación de Roma por Rómulo); Término, que
guardaba las fronteras y límites, y castigaba cualquier usurpación de tierra; Jano, rey mítico con el don de
conocer presente, pasado y futuro, y guardián de las entradas. Sobresalían entre estos dioses romanos
los llamados familiares, a los que se rendía culto en el hogar, dedicándoseles un altar en el que ardía
permanentemente un fuego sagrado; el pater familias dirigía el culto. Los principales dioses del hogar
eran: los manes, espíritus de la muerte que presidían los cementerios: los mares, espíritus de los
antepasados que ayudaban en los asuntos domésticos, y finalmente los penales, cuya función era vigilar y
proteger a los miembros de la familia.
LA REPÚBLICA
ORÍGENES
El período entre 509 y 29 a.C., es el de la república o republicano. En él, Roma ensancha su
poderío, pasando a ser de poco más que una ciudad – estado como las de Grecia, y que apenas se
sostenía en el centro de Italia, a un imperio enorme que abarcaba territorios de Europa, África y Asia. Fue
una época de luchas dentro y fuera de Roma, con grandes transformaciones que perfeccionaron su
sistema de gobierno, de justicia y, sobre todo, la vida económica y social.
Todavía más importante es la influencia que ejercieron sobre Roma las culturas de los pueblos que
fue incorporando a su dominio en este período, las cuales transformaron la civilización romana hasta darle
un refinamiento y esplendor únicos. Más todavía, se puede decir que Roma preservó muchos de los logros
de esas culturas para beneficio de la posteridad.
Ese crecimiento e importancia que alcanzó Roma son aún más asombroso si se tienen en cuenta
que, al comenzar el período republicano, Roma estaba muy lejos de ser la dueña del mundo. Al Norte
tenía las poderosas ciudades etruscas; al Sur, las florecientes colonias griegas de la Magna Grecia y
Sicilia; al Oeste estaba el poderío de Cartago, que dominaba el mar y extensos territorios en las cosas de
Sicilia y África; al Este se encontraba el mundo griego, entonces suficientemente fuerte como para resistir
y vencer al Imperio Persa. En las mismas inmediaciones del Lacio había tribus poderosas, en conjunto,
superiores a los romanos. Menos de cinco siglos más tarde, todos estos pueblos habían perdido su
independencia y eran simples vasallos de Roma.
ORGANIZACIÓN POLÍTICA
Organismos
Los organismos de gobierno republicano fueron:
Los cónsules. Eran dos, elegidos anualmente por el Comicio Centuriato o asamblea popular. Al
expirar el año de mandato eran sustituidos por otros elegidos de igual forma. El consulado era el cargo
más elevado de la república, salvo en casos excepcionales, especialmente en caso de gran calamidad
nacional, en los cuales los cónsules nombraban a un dictador por un plazo máximo de seis meses o
hasta que hubiera cesado la emergencia.
Ambos cónsules eran iguales en mandato y derecho, de modo que uno podía velar las medidas
decretadas por el otro, si estaba en desacuerdo.
A ellos les correspondía administrar la comunidad, convocar asambleas y senado, comandar los
ejércitos, resolver los problemas entre ciudadanos y ejercer ciertas funciones religiosas. Aunque tenían
casi todas las funciones de los reyes, no podían caer en la tiranía puesto que al ser dos se vigilaban
mutuamente.
El senado. Aumentó su importancia, pues poco a poco fue interviniendo en la dirección de la
república, hasta controlar las políticas interior y exterior romanas, poseyendo un inmenso poder que
únicamente era superado por el de los cónsules.
Las asambleas. También llamadas comicios. Las había de tres clases: curial, formada por los patricios
y que era la más antigua de todas; centurial, presidida por los cónsules, que elegía a éstos y dictaba
leyes, y tribal, reservada a los plebeyos, cuyos acuerdos, denominados plebiscitos, tenían categoría de
leyes. También elegían a los llamados tribunos de la plebe.
También elaboraban el presupuesto del Estado. Otra de sus funciones era designar a los miembros del
senado. Por último, debían vigilar y denunciar cualquier inmoralidad o acto contrario a las tradiciones
romanas. El censor era elegido por un período de cinco años.
Un censor especialmente famoso fue el gran Marco Porcio Catón, hombre incorruptible y virtuoso, que
trató de evitar la decadencia de la sociedad romana por causa de los lujos y novedades llegados como
producto de las conquistas militares.
Cuestores. Recaudadores de impuestos y administradores del tesoro público. La duración de esta
cargo era anual.
Pretores. Eran elegidos entre los patricios, junto con los cónsules, y como ellos, estaban un año en el
cargo.
Estaban encargados de la justicia, comisionando a oficiales llamados lictores para la ejecución de las
sentencias.
Ediles. Funcionarios que cuidaban del aseo, provisión de víveres y salubridad de la ciudad.
Tribunos de la plebe. En el año 494 a.C., hubo un gran descontento de los plebeyos ante los abusos
de los patricios, que culminó con el abandono de Roma por parte de los primeros, quienes se
dirigieron al monte Sacro, colina cercana a la ciudad, donde se propusieron permanecer hasta que los
patricios cambiaran su conducta, incluso fundando una ciudad propia si era necesario. Los patricios
enviaron a negociar a Mentenio Agripa, que tenía mucha popularidad entre los plebeyos, y éste los
convenció – según la tradición – por medio de una parábola que relataba cómo el cuerpo humano
enfermó porque varias de sus partes se negaron a enviar comida al estomago, aduciendo que éste era
el único que aprovechaba los manjares exquisitos que le acondicionaban. Esto hizo que los plebeyos,
impresionados, regresaran a Roma, pero exigiendo tener parte en el gobierno; así nació el cargo de
tribuno de la plebe. Había dos tribunos, nombrados por la asamblea tribal, y les competía prestar
ayuda a los plebeyos siempre que se vieran perjudicados por cónsules, senadores o patricios.
Cualquier decreto consular o senatorial podía ser frustrado con la sola pronunciación por parte del
tribuno de la palabra veto (prohíbo). Los tribunos gozaban de derechos especiales, entre ellos
inviolabilidad de sus personas y domicilios; en relación con esto último, tenían la obligación de asilar a
los plebeyos en peligro, por lo que sus casas permanecían abiertas día y noche.
Crisis social
El crecimiento de Roma resultó una carga muy grande para la todavía débil economía romana, y
especialmente para los plebeyos, quienes debían soportar tributos cada vez mayores, al punto que las
deudas se hicieron tan grandes que muchos quedaron en peligro de caer en la esclavitud para poderlas
pagar. Además, debían participar en las campañas militares como soldados, mientras que los patricios se
enriquecían cada vez más puesto que administraban el producto de las guerras en nombre de la
comunidad.
Después de que los derechos de los plebeyos fueron reconocidos, éstos incrementaron su
influencia, y más todavía cuando a partir del año 445 a.C, fue permitido el matrimonio entre ellos y los
patricios. Muchos plebeyos se enriquecieron al participar del uso de las tierras ganadas en las conquistas.
Pero luego empezaron a surgir problemas de otro tipo debidos a estas nuevas riquezas. A medida que
algunos ricos propietarios aumentaban sus tierras, utilizaban con mayor frecuencia a los esclavos, debido
a que eran abundantes y su costo bajo.
Ello trajo la ruina de muchos agricultores romanos libres, que no podían competir con esos
latifundistas, debiendo abandonar sus fincas o venderlas a precios bajísimos. Cada vez había más
campesinos hambrientos y sin tierras que se iban a vivir a las grandes ciudades, sobre todo a Roma,
donde no siempre hallaban con qué sostenerse.
Los Gracos
A mediados del siglo II a.C., la situación era tan grave que ponía en peligro la existencia de la sociedad
romana. Surgieron entonces reformadores que trataron de solucionarla, destacando entre ellos los
hermanos Tiberio y Cayo Graco, hijos de Cornelia, quien a su vez era hija de Publio Cornelio Escipión el
Africano, vencedor del cartaginés Aníbal.
Tiberio Graco, de elocuencia extraordinaria y muy popular, consiguió ser elegido tribuno de la plebe en el
133 a.C. Su primera propuesta fue que los ricos que poseían latifundios cedieron una parte de sus tierras,
la cual debía ser subdivida en lotes para ser entregados a los ciudadanos pobres sin tierra. Aunque el
senado se opuso, la ley fue aprobada y logró que se frenara el crecimiento de los latifundios y que se
hicieran varias distribuciones de tierras. Como algunos campesinos no contaban con recursos para cultivar
la tierra que se les había asignado, Tiberio propuso que se les apoyara con fondos de la herencia dejada a
los romanos por el rey Atalo III de Pérgamo (Asia Menor), quien les legó su reino. Pero una rebelión allí
impidió a los romanos aprovechar el legado. Mientras, en Italia el reparto de las tierras iba muy
lentamente, y entretanto expiró el tribunado de Tiberio, que solicitó volver a presentar su candidatura para
el cargo. Sus adversarios entonces aprovecharon para acusarlo de pretender instaurar la tiranía y se
desató un motín en el foro romano dirigido por Publio Cornelio Nasica, que terminó con el asesinato a
bastonazos de Tiberio y 300 de sus partidarios más allegados.
Cayo Graco fue electo tribuno del pueblo en el 123 a.C, y continuó la obra de su hermano. Más decidido y
conocedor de las causas del fracaso de aquél, buscó apoyó no sólo entre los campesinos pobres sino
también entre la nobleza, a fin de poder enfrentarse al senado. Presentó leyes que favorecían a las
diferentes clases sociales; así, para los pobres propuso el reparto de tierras, fundación de colonias de
ciudadanos romanos y distribución de trigo a bajo precio; para granjearse el favor de la nobleza presentó
otra ley que concedía a los nobles el privilegio de recaudar los impuestos en las provincias de Asia, así
como su participación en los tribunales que juzgaban a los funcionarios en las provincias (hasta entonces
integrados únicamente por senadores). Por último propuso conferir la ciudadanía romana a todos aliados
italianos de Roma.
Pero en vez de contentar a todos estos grupos, las leyes citadas crearon desconfianza entre ellos y sobre
todo recelo de las consecuencias de los nuevos privilegios, que se creía darían ventajas desmedidas a
unas clases sociales sobre otras. El senado aprovechó la situación para culpar a Cayo de sedición y luego
de otros crímenes, lo que condujo a éste al suicidio en el 121 a.C.
El Ejército romano
El instrumento que los romanos emplearon para ejercer el dominio del mundo antiguo fue su ejército. Lo
formaban todos los hombres sanos de 17 a 45 años de edad, reunidos en unidades denominadas
legiones, cada una con 5000 a 6000 hombres, los cuales en los comienzos de la historia de Roma debían
equiparse y armarse con sus propios medios.
La legión estaba mandada por un cónsul y tenía caballería e infantería. La primera la formaban 300 jinetes
llamados équites, seleccionados entre los ciudadanos ricos. La infantería estaba formada por cuatro
clases de soldados: 1200 velites, reclutados entre los más pobres; luego estaban los 1200 hastati, de una
clase social algo más elevada; había después de 1200 príncipes; y, por último, había 600 triarios,
veteranos de guerra. En la batalla, los velites se colocaban delante, los hastati en segunda línea, los
príncipes en tercera y los triarios atrás de todos; la caballería se colocaba a los costados de la infantería.
La legión era acompañada por un número similar de tropas aliadas (socil), organizadas de forma similar a
los romanos y comandadas por oficiales de esa nacionalidad. Un ejército agrupaba generalmente dos
legiones y sus socii, es decir, alrededor de 30 000 soldados.
En los primeros tiempos las tropas de la legión estaban formadas por ciudadanos romanos, agricultores
que se convertían en legionarios cuando era preciso y que luchaban por defender su patria; pero a medida
que Roma se expandía, obligaba a sus aliados italianos a proporcionarle más soldados, y cuando a los
aliados se les otorgó la ciudadanía romana, las legiones quedaron constituidas por hombre de toda Italia.
Más tarde, los territorios conquistados proporcionaron nuevos contingentes, de modo que el ejército
romano reunió a hombres de la más diversa procedencia.
Dominio de Italia
Dominio de la cuenca occidental del Mediterráneo
Dominio de la cuenca oriental del Mediterráneo
Conquista de Italia
La primera expansión de Roma fue durante la monarquía y ocupó toda la región del Lacio. Luego vino la
expulsión de los etruscos, quienes fueron obligados a abandonar Campania y toda Italia central. En el
siglo IV a.C, las principales luchas fueron con los galos, que penetraron desde el norte de Italia y en el
387, encabezados por Breno, se apoderaron de Roma, de la que salieron tras el pago por parte de los
romanos de un costoso tributo o rescate. Se cuenta que cuando se pesaba el mencionado rescate. Breno
arrojó su espada sobre el platillo de la balanza donde están las pesas; y cuando los romanos protestaron,
exclamó: ¡Vae Victis! (¡Ay de los vencidos!). Los galos siguieron siendo un peligro constante hasta que
fueron derrotados, definitivamente por el dictador Marco Furio Camilo.
Siguieron después largas y costosas campañas contra otros pueblos itálicos, como volscos, ecuos y
latinos. El rival más duro en esta lucha fue el pueblo samnita, que en el 321 derrotó e hizo prisionero al
ejército romano en la batalla de las Horcas Caudinas. Pero ya a principios del siglo III a.C., los romanos
habían sometido Italia Central. En el norte dominaban los galos y los romanos no osaban enfrentárseles.
Pero en el sur las ciudades griegas fueron un blanco fácil gracias a hallarse muy desunidas. El pretexto
que hallaron los romanos para intervenir en Magna Grecia fue el conflicto entre la tribu de los lucanos,
amigos de Roma, y la ciudad griega de Thurii. Los primeros solicitaron la ayuda de Roma, que no vaciló en
enviar tropas; pero al hacerlo debieron cruzar Tarento, puerto con el que había un tratado, y en castigo los
tarentinos atacaron a la flota romana.
Así empezó la guerra, pero como los griegos sabían que sus fuerzas no eran capaces de enfrentar a los
romanos, pidieron la ayuda de Pirro, rey del Epiro (donde hoy se encuentra Albania), quien aprovechó la
ocasión para tratar de engrandecer sus dominios. En el año 280 a.C. desembarcó son su ejército en Italia,
obteniendo varios éxitos, pero finalmente fue vencido en Benevento en el 275 y obligado a retirarse a su
patria. Una vez eliminada la amenaza. Roma completó la conquista de los territorios griegos, que finalizó
en el 272 a.C, con la caída de Tarento.
hacer caso de los tratados con Roma, desencadenado así la Segunda Guerra Púnica, que duraría hasta el
201 a.C.
Aníbal concibió un osado plan; atacar y derrotar a los romanos en su propio suelo. En el 218 emprendió la
marcha, dejando de a Asdrpubal al frente de España. Con un ejército de 90 000 infantes y 12 000 jínetes,
más varios elefantes de guerra, cruzó los Pirineos y luego los Alpes. Tras incalculables penalidades llegó a
la llanura del Po, con su ejército reducido por los contratiempos del camino a no más de 20 000 infantes, 6
000 jinetes y un solo elefante; pero pronto fue reforzado por los galos del norte de Italia, que se pasaron a
su bando. Derrotó a los cónsules que le presentaron batalla en el Tesino y Trebbia, y luego atravesó los
Apeninos, destruyendo en el 217 a.C, un ejército romano al mando del cónsul Flaminio en el lago
Trasimeno. Por último, en el 216 enfrentó en Cannas a un poderoso ejército romano, en una de las
batallas más célebres de la historia. Aníbal contaba en esta ocasión con un poco más de la mitad de los
efectivos de sus rivales, pero con una hábil táctica consiguió derrotar a las legiones romanas,
destruyéndolas completamente.
A pesar de que Roma estaba prácticamente a su merced, Aníbal no la atacó, pues no creía ser lo
suficientemente fuerte para capturarla. Se estableció en el sur de Italia, donde su ejército fue debilitándose
pues no le enviaron auxilios desde Cartago y era continuamente hostigado por los romanos. Entonces
éstos tomaron la iniciativa, encabezados por Publio Cornelio Escipión, llamado el Africano, quien primero
destruyó las fuerzas cartaginesas en España, derrotando al hermano de Aníbal, Asdrúbal; éste se
concentró entonces en llevar refuerzos a su hermano en Italia, pero mientras se dirigía a auxiliarlo con un
gran ejército, los romanos lo interceptaron y lo derrotaron. Escipión reunió en Sicilia una poderosa fuerza
que desembarcó en África en el 204 a.C. Ante la amenaza, Aníbal debió regresar apresuradamente a su
patria, siendo derrotado por Escipión (quien usó la misma táctica de Aníbal en Cannas) en Zama, el 202
a.C.
En el 201 se concertó la paz, que obligaba a los cartagineses a pagar una indemnización de guerra
durante cincuenca años, renunciar a su flota naval y a todas sus colonias, y a no emprender ninguna
campaña sin consentimiento de Roma. A partir de este momento Cartago dejó de existir como potencia y
pasó a depender de los romanos.
Después de la Segunda Guerra Púnica, Cartago había florecido como un importante centro de comercio y
su riqueza suscitó el temor de los romanos de que pudiera algún día recuperarse y volver a rivalizar con
ellos. Aunque los cartagineses cumplieron todos los tratados y no daban pretexto para la intervención
romana, varios políticos deseaban la destrucción definitiva de la ciudad; éstos eran azuzados por Manco
Porcio Catón, el célebre censor, quien concluía todos sus discursos con las palabras: “Y, por otra parte,
pienso que Cartago debe ser destruida”. Aduciendo que los cartagineses habían violado el tratado de paz
(por defenderse de los ataques del rey Masinisa, aliado de Roma), los romanos le declararon la guerra en
el 149 a.C. Aunque los cartagineses propusieron negociar, las condiciones que se les plantearon fueron
tan exorbitantes que decidieron morir luchando, y así, en el 146, la ciudad de Cartago fue arrasada por las
tropas romanas comandadas por Escripión Emiliano. El territorio pasó a ser provincia romana, con el
nombre de África Proconsular.
provincia romana. En el 30 a.C, Egipto también pasa a ser provincia romana. Salvo por los territorios al
este del Eufrates, que estaban en poder de los temibles partos, la mayor parte del territorio conquistado
por Alejandro Magno había sido sometido al dominio romano antes de terminar el período republicano.
CAUSAS
El crecimiento de Roma trajo muchos problemas. La riqueza desmesurada de que dispuso la
sociedad romana, sumada al descontento de la población y al poder que adquirieron muchos jefes
políticos y militares, motivó que entre éstos últimos surgieran caudillos que emprendieron luchas con el fin
de tomar el gobierno efectivo del Estado; unas veces impulsados por el recto deseo de mejorar la situación
social, que había provocado varias turbulencias y motines a fines del siglo II y comienzos del I a.C, y otras
movidos por el deseo de alcanzar poder y lucro. Ya encumbrados, solían desfavorecer a sus partidarios y
perseguir a sus opositores.
El pueblo era incitado en diversas formas a elegir para los cargos públicos a hombres adictos a
dichos caudillos, a fin de que pudieran hallar camino libre para sus ambiciones. Un caso muy ilustrativo fue
el de Catón, que postuló para pretor (encargado de la justicia) durante el consulado de Pompeyo y Craso.
Ambos cónsules temían a este ciudadano por su virtud y honradez, y convencieron al pueblo con halagos
y sobornos para que eligiera al corruptísimo Vitinio.
Entretanto, Mario había aprovechado la ausencia de su rival para regresar a Roma, donde se hizo
otorgar nuevamente el consulado y persiguió a los partidarios de Sila, con horrendos derramamientos de
sangre; sin embargo, en el 86 falleció, dejando a Lucio Cinna en el poder. Finalmente, en el 82 a.C., Sila
volvió y derrotó a los seguidores de Mario. Luego inauguró un gobierno autocrático, respaldado por sus
tropas, creando las famosas proscripciones (decretos que quitaban la ciudadanía y confiscaban los
bienes) para saldar cuentas con sus adversarios. A su muerte, en el 76 a.C,, se levantó un fuerte
movimiento de resistencia encabezado por dos de sus más fieles partidarios, Cneo Pompeyo y Marco
Licinio Craso.
LA SUBLEVACIÓN DE ESPARTACO
Fue uno de los acontecimientos más peligrosos para Roma y la puso al borde de la destrucción.
Esta rebelión comenzó en Capua, donde había una escuela de gladiadores, todos esclavos, uno de los
cuales era el tracio Espartado, antiguo soldado reducido a la esclavitud. Este sublevó a los demás
esclavos, pero sólo algunos lograron escapar, refugiándose en el volcán Vesubio, donde pronto se les
unieron muchos fugitivos, la mayoría esclavos. Pronto sus fuerzas fueron tan grandes que derrotó a los
destacamentos romanos enviados para reducirlo. Sus éxitos no sólo le atrajeron más seguidores, sino que
le conquistaron la simpatía de la población.
Espartaco quería llevar a sus hombres al norte de Italia para escapar del territorio romano y
conseguir la libertad; pero una parte de ellos, bajo el mando de Crixus, decidió separarse y fue vencida por
los romanos, muriendo su líder en el combate. Mientras, Espartaco llegaba hasta Mutina, donde derrotó a
otro ejército romano; pero en vez de seguir hacia el norte dio marcha atrás y se dirigió hacia el sur. No
atacó Roma, sino que intentó pasar a Sicilia, donde había una enorme cantidad de esclavos descontentos,
usando para ello la flota de los piratas que rondaban esas costas. Al no lograrlo, quiso pasar a Grecia,
pero tampoco consiguió los medios necesarios.
Para entonces, la lucha contra Espartaco había sido encomendada a Marco Licinio Craso, hombre
inmensamente rico y ávido de alcanzar gloria como jefe militar. Su primer triunfo fue la destrucción de un
grupo de los rebeldes, encabezado por Castus y Grannico, que se habían separado de Espartaco. Luego
logró dejar aislado a Espartaco en Apulia, en el extremo sur de la península. Al irse consumiendo sus
recursos, Espartaco decidió abrirse paso por la fuerza, y en la batalla que se produjo su ejército fue
derrotado y destruido. Los sobrevivientes fueron crucificados por Craso y colocados al borde del camino
entre Roma y Capua (Vía Apia).
LA CONSPIRACIÓN DE CATILINA
El descontento que había por entonces en Roma fue aprovechado por Lucio Sergio Catilina,
hombre ambicioso que quería convertirse en dictador de Roma mediante un golpe de Estado. Aparentando
buscar la reforma de la sociedad, consiguió atraer la simpatía de muchos patricios empobrecidos y del
pueblo. Realizó dos intentos: el primero tuvo lugar en el 66 a.C; el segundo estuvo mucho mejor
preparado, pero fue descubierto y denunciado en el 63 por el cónsul Cicerón, debiendo huir de Roma, para
morir más tarde luchando, junto con sus partidarios, contra un ejército enviado para sofocar el movimiento.
EL PRIMER TRIUNVIRATO
Fue integrada por Cneo Pompeyo, Marco Licinio Craso y Cayo Julio César, Pompeyo había
alcanzado renombre en las guerras contra Mitrídates y los piratas que infestaban el Mediterráneo Oriental;
Craso, famoso por su riqueza, había ganado prestigio al derrotar la sublevación de Espartaco; César,
sobrino de Mario y probablemente el romano más general que haya existido, dirigió varias campañas
victoriosas en España y era muy popular entre sus conciudadanos por su generosidad.
En el año 60 estos tres personajes decidieron unirse en un pacto secreto que los unía frente al
senado y los obligaba a prestarse ayuda. Pompeyo quedó en Italia, donde se dedicó a ganar apoyo del
pueblo. César fue nombrado cónsul y marchó a las Galias, donde obtuvo grandes triunfos, incorporándolas
a Roma en el 51 a.C., Craso se dirigió al Oriente para emprender campaña contra los partos, pero en el 53
fue derrotado y muerto junto con la mayor parte de su ejército en la batalla de Carres, uno de los mayores
desastres militares romanos.
Pompeyo, celoso de César, se hizo conceder grandes poderes por la asamblea y el senado, e intentó
destituirlo del mando del ejército vencedor en Galia.
Pero éste regresó a Italia y sin permiso del senado (lo que le hizo pronunciar su famosa frase Alea
jacta est: la suerte está echada), avanzó hacia Roma con su ejército, obligando a Pompeyo a huir a
Grecia. Tras controlar la situación en Roma, avanzó a España, donde permanecían las fuerzas de
Pompeyo, a las que sometió en llerda, el 49 a.C., luego regresó a Roma y salió para Grecia, donde derrotó
a Pompeyo en la batalla de Farsalia, el año 48. Pompeyó huyó a Egipto, donde esperaba ser bien recibido.
Pero por aquélla época dicho país era teatro de una lucha por el trono entre el rey Ptolomeo XIII y su
hermana Cleopatra VII. Los consejeros de Ptolomeo temían que la presencia de Pompeyo diera a los
romanos un pretexto para invadir Egipto por lo que el rey ordenó asesinarlo. Poco después César
desembarcó en Egipto y lo primero que hizo fue apoyar a Cleopatra – quien conquistó su admiración -,
colocándola en el trono y eliminando a sus rivales. Pasó algún tiempo en la corte egipcia, entregado al
ocio y los placeres, realizando también un viaje por el interior del país para conocer sus monumentos.
Pronto fue obligado a partir nuevamente, pues en Asia Menor se había revelado Farnaces, hijo de
Mitrídates. César lo derrotó tan fácilmente que tras la victoria envió a Roma la noticia con las palabras
“Veni, vidi, vici” (vine, vi, vencí). Luego enfrentó a los últimos partidarios de Pompeyo que aún resistían en
África y España, venciéndolos en las batallas de Tapso y Munda, el año 45 a.C. Regresó a Roma,
convertido en amo absoluto, y fue proclamado dictador vitalicio por el senado.
GOBIERNO DE CÉSAR
El gobierno de César fue autoritario, pero logró restaurar el orden y realizar importantes obras en
diferentes campos. Sus principales logros fueron:
En lo político y militar
Incorporó las Galias a Roma e incluso hizo que a algunos galos se les concediera la ciudadanía
romana en recompensa por sus servicios, con lo que se inició la influencia de las provincias en el
gobierno.
Aumentó la influencia de Roma sobre Egipto, que prácticamente se convirtió en un reino vasallo de
Roma.
Terminó con la resistencia que todavía persistían en Asia Menor (Ponto) y África del Norte.
Obró generosamente con sus adversarios políticos, evitando represalias contra los partidarios de
Pompeyo (a excepción de unos pocos de gran peligrosidad); incluso confió puestos de responsabilidad
a varios de ellos.
Eliminó el caso en el gobierno al derrotar a los partidarios de Pompeyo, pero a la vez debilitó
definitivamente el sistema de gobierno republicano, abriendo el camino para el establecimiento del
régimen imperial.
En lo social y económico
Los veteranos de guerra, así como los ciudadanos pobres que apoyaron a César, recibieron parcelas
de tierra.
Decretó que una tercera parte de los pastores y cultivadores de las granjas debían ser hombres libres.
Redujo a la mitad el número de personas que recibían trigo gratis del Estado, para así combatir la
holgazanería.
Creó numerosas fuentes de trabajo para los pobres, emprendiendo obras públicas.
Modificó la recaudación de impuestos, que fueron percibidos por empleados del Estado a fin de
impedir que las provincias fueran explotadas (lo cual causaba frecuentes sublevaciones).
Reformó el calendario, que pasó a ser de 365 días (año solar) en lugar del antiguo de 355 días (año
lunar).
César tenía varios proyectos, ente los que contaban más reformas, obras públicas e importantes
acciones militares contra los partos. Pero no llegó a concretarlos, pues fue victima de una conjura en la
que participaron muchos de sus seguidores e íntimos amigos (incluyendo el joven Marco Bruto, amigo y
protegido de César), quienes temían que se instaurara una monarquía y se pusieran en peligro las
libertades republicanas. En consecuencia, lo asesinaron en peligro las libertades republicanas. En
consecuencia, lo asesinaron a puñaladas en el senado, el 15 de marzo (idus de marzo para los romanos)
del 44 a.C. Dícese que al momento de ser atacado vio entre los asesinos a Bruto, y exclamó sus últimas
palabras: ¿Tu quoque, fili mi?” (¿Tú también, hijo mío”)
EL SEGUNDO TRIUNVIRATO
Lo formaron Marco Antonio, Octavio y Lépido, Marco Antonio era uno de los más íntimos amigos
de César; se consideró su sucesor y fue quien se comprometió durante los funerales del caudillo a
vengarlo y castigar a sus asesinos. Lépido era el gobernador de la Galia Narbonersa (en la parte sur de
Francia), disponiendo de un poderoso ejército y una sólida fortuna. Octavio era hijo adoptivo de César y su
heredero universal según el testamento que éste había redactado; pero debido a su juventud (tenía 18
años) los otros lo miraban con cierto desprecio, aunque ignoraban que poseía una gran habilidad política.
En el 43 a.C., los tres personajes arriba mencionados acordaron formar el segundo triunvirato,
cuya primera fase fue derrotar a los asesinos de César y castigar a sus simpatizantes. Entre las víctimas
de esta lucha estuvo el gran orador y filósofo Marco Tulio Cicerón, que había apoyado a aquellos por creer
que así se evitaría la tiranía y se restauraría la pureza de la república. Vencidos sus enemigos, los
triunviros se repartieron el territorio del Estado romano, tocándole Occidente a Octavio y Oriente a Marco
Antonio, dejando a Lépido territorios sin importancia. Pronto estallaron las discordias entre ellos. Mientras
Antonio se establecía en Egipto y, secundado por Cleopatra, pretendía gobernar las provincias como un
rey, Octavio emprendía una dura lucha en Sicilia contra el hijo de Pompeyo, Sexto, que intentó formar allí
un Estado independiente. Tras vencerlo tuvo que enfrentarse a Lépido, que quiso adueñarse de Sicilia
pero fue hábilmente contenido por Octavio, retirándose después a la vida privada.
La actitud de Antonio, sometido a Cleopatra, indignó a los romanos, por lo que Octavio se decidió a
atacarlo. En la gran batalla naval de Acium (o Accio) en el mar Jónico, la flota de Octavio, por un lado, y la
de Antonio y Cleopatra, por el otro, se enfrentaron. Triunfó Octavio y sus rivales huyeron a Egipto,
suicidándose poco después. Octavio quedó así dueño de Roma, terminando con él la república.
Actividad Domiciliaria
1) Responde:
a) A la cabeza se encontraba el ........................, que ejercía la autoridad suprema. Era a la vez el jefe
del ........................ de la ........................ y de la ........................ .
b) Diez ........................ componían una ........................, de las que hubo treinta en Roma;
diez ........................ componían una ........................, de las que originalmente había en Roma tres.
c) La religión romana tuvo bastantes semejanzas con la ........................, ya que también
fue ........................ y ........................
d) Los principales dioses del hogar eran: los ........................, espíritus de la muerte que presidían los
cementerios; los ........................, espíritus que ayudaban en los asuntos domésticos, y finalmente
los ........................, cuya función era vigilar y proteger a los miembros de la familia.
3) Relaciona correctamente:
Catilina
Primer triunvirato