Vous êtes sur la page 1sur 8

PARCIAL

DOMICILIARIO

ARGENTINA III

Alumno: Juan Cruz Mondino


Legajo: M-4418/1
INTRODUCCIÓN:
La temática a abordar será la relación entre sindicatos y estado en el periodo 1930-1955.
En el presente trabajo se intentara analizar el recorrido que el movimiento obrero realizo
desde el golpe del 6 de Septiembre de 1930, con el advenimiento de la dictadura de
Uriburu hasta el derrocamiento de Perón en 1955 y su relación con el estado. Como primer
punto se toma el periodo de formación de los grandes sindicatos nacionales por industria.
Para esto, previamente se realiza un análisis de como hacia 1920 los sindicatos por oficio
van cediendo lugar para dejar vía libre a un modo de organización de tipo industrial.

Posterior a eso, se analiza el periodo constitutivo de la CGT y las tendencias


político/ideológicas que pugnaban al interior del movimiento obrero. Socialistas,
sindicalistas, anarquistas y comunistas, con sus diferentes orientaciones, serán participes
de un periodo de luchas contra los gobiernos conservadores. Este proceso vivirá un quiebre
hacia 1943, cuando los lineamientos del golpe de Junio en relación con los sindicatos se
modificaran palpablemente, iniciando un periodo de concesiones y entendimiento con
ciertos sectores sindicales. La victoria de Juan Domingo Perón en 1946, allanada por su
actuación como director de la Secretaria de Trabajo y Previsión, consolidara estas
relaciones, especialmente con un paulatino proceso de adaptación de la CGT a las políticas
gubernamentales, que se postulara, a partir de aquí, como la mediadora y ejecutora de las
políticas del régimen peronista al interior de los sindicatos. La figura de Perón y la doctrina
que el mismo encomendó para el estado fue insignia del movimiento que acompaño la
asunción de su figura. El justicialismo como doctrina de estado enmarco a el movimiento
obrero en una causa común con el estado, priorizando el concepto de organización para
garantizar la armonía entre las clases sociales, garantía para enfrentar la “infiltración” del
comunismo e ideas foráneas en el movimiento obrero, presentados como “agitadores”. La
“Vieja guardia sindical” que describe Luis Torre, será el puntapié para que desde 1943
Perón tenga su punto de apoyo principal en los sindicatos.

Para poder analizar la relación entre sindicatos y estado en el periodo 1930-1950, ante
todo, tenemos que retrotraernos a la década previa para poder dar cuenta de las
continuidades y rupturas en el movimiento obrero en tanto a sus aspectos organizativos,
las corrientes ideológicas en pugna y sus vínculos con el estado. Según Doyon, a grandes
rasgos podemos ver que no se efectuá un cambio drástico en la organización de los
sindicatos. Ya hacia 1920 los sindicatos de oficio comienzan a ser desplazados por
sindicatos regidos por un modo de organización de tipo industrial “en el que cada rama de
actividad, independientemente del oficio y ocupación de los trabajadores en ella
empleados, está representada por un sindicato nacional único.” (Doyon;1984;:pp 204). La
relación que había primado en las décadas anteriores entre el movimiento obrero y el
Estado había sido, principalmente, la represión. La imposibilidad de paliar el conflicto
social solamente con este medio da lugar a una creciente preocupación estatal que
comienza a desarrollar nuevos mecanismo y tácticas para controlar la organización sindical.
Ante esto, se crean organismos que regulan y controlan la acción sindical. Cabe destacar
aquí que la intervención estatal en los sindicatos comienza antes del periodo peronista.Ya
durante el primer gobierno de Yrigoyen se observa un sector del movimiento obrero que
acepta el tutelaje/arbitraje y la mediación entre estado, gremios y empresarios.
Hacia 1930 Argentina estaba ingresando en una nueva etapa de desarrollo económico. La
industrialización por “sustitución de importaciones” transformaría la manufactura en una
fuente de abundante empleo. Hacia fines de la década del 20, las huelgas se
incrementaron. Luego del golpe de Uriburu, la intervención del estado en los conflictos
laborales creció durante toda la década. Esto se debió, en gran parte, a la importancia que
habían alcanzado las organizaciones gremiales y ante todo, a una paulatina moderación de
los dirigentes en el marco de su relación con el estado. Luego del golpe del 30, el estado de
sitio impuesto por el gobierno dictatorial bloqueo el desarrollo de grandes huelgas. Aun
así, el gobierno conservador promovió un periodo de intervención y mediación con el
movimiento sindical. Durante la presidencia de Justo, se recibió periódicamente a los
miembros de la CGT, otorgándole un papel importante en la vida política. Un órgano que
comienza a funcionar como mediador fue la DNT (Dirección Nacional de Trabajo) que
comenzó a intervenir en los conflictos laborales. Esta política de acercamiento no excluyo la
posibilidad de reprimir a los conflictos obreros. De este periodo previo es importante
destacar el surgimiento de una clase obrera nativa, que se fue transformando en el sector
cualitativa y cuantitativamente más importante de la sociedad.

Al interior del movimiento obrero se da un giro en el plano ideológico, sufriendo


transformaciones que paulatinamente van desplazando los antiguos liderazgos que
funcionaban como una obstrucción al desarrollo de grandes sindicatos nacionales,
especialmente a los que defendían el modelo de organización de sindicato por oficio,
como los anarquistas. A pesar de las divergencias ideológicas y de la lucha de tendencias en
su interior, tanto los sindicalistas como los socialistas llegaron a un acuerdo referido a la
manera de organización que debían tener las organizaciones sindicales. El movimiento
obrero debía comenzar un periodo de consolidación, signado por el intento de agruparse
en una única central o confederación. La influencia de estos lideres sindicales fue la que
hacia 1930 logro agrupar a los principales sindicatos en la Confederación Nacional del
Trabajo (CGT). Cabe destacar que también los comunistas entendían la necesidad de
establecer sindicatos centralizados, teniendo como ejemplo principal a la FONC
(Federación Obrera Nacional de la Construcción). Hacia 1940, según Doyon, el movimiento
obrero estaba dominado por sindicatos de tipo industrial, la mayoría agrupados dentro de
una única confederación obrera.

La clase obrera de los años 1943-1946 adquiere un a gran relevancia con Peron como
encargado de la Secretaria de Trabajo y Previsión social. Según Doyon, esta secretaria,
creada en 1943, apoyaba el objetivo de tener sindicatos fuertes y centralizados. Por lo
tanto, los dirigentes sindicalistas y socialistas tuvieron que aceptar la postura del nuevo
gobierno hacia el movimiento obrero.
Torre entiende que Peron se dirigió primeramente a la llamada “Vieja guardia sindical”,
compuesta por dirigentes de orientación sindicalista y socialista, para ganar su apoyo y
poner los recursos organizacionales y políticos al servicio de su penetración en el
movimiento obrero. La vieja guardia sindical era un grupo social que ya estaba adaptado a
la vida urbana y tenia un a larga experiencia de lucha social, por lo tanto, para Torre, a
diferencia de las visiones de Gino Germani que entendía la relación movimiento
obrero/estado desde la irrupción de trabajadores migrantes “nuevos” en la vida urbana
que se ven seducidos por la predica y las acciones del peronismo, explica que el apoyo de
los trabajadores a Peron es el resultado de una deliberación racional que tiene como base
el descontento y las desventajas del orden social y político surgido de la década infame.

Torre en “interpretando una vez más los orígenes del peronismo” enmarca el surgimiento
del sindicalismo de masas en la Argentina en un momento de crisis y reorganización del
estado hacia los años 40. El autor destaca que se hará cargo del estado una nueva élite
dirigente-militar, y que su base social será la movilización de los sectores populares. Este
desarrollara una política selectiva al interior del movimiento sindical. A los sindicatos con
orientación comunista les tocara un trato represivo, y en contrapartida, tendrá un
acercamiento a los dirigentes socialistas y sindicalistas.

Juan Domingo Perón, para estos años, despliega una gran parte de los elementos
ideológicos que van a ser su insignia durante su primer gobierno.Frente al empresariado,
Perón tuvo que funcionar como el garante de la conciliación entre ambos sectores.
Abogaba por un movimiento obrero regulado y controlado desde el mismo estado. La
cuestión social debía ser atendida bajo los marcos de la propia organización estatal. Sin
esto, la cohesión social resultaría imposible y en efecto, la lucha de clases y el conflicto se
propagarían inevitablemente, funcionando como un dique de contención para el desarrollo
económico. Carlos Altamirano postula que para ver la relación entre el movimiento
obrero y estado es vital observar la doctrina social que el peronismo diseño y la consolido
como política de gobierno, tomando principalmente el concepto de “justicia social”. Con
Perón la cuestión social se puso a la orden del día. Con la Secretaria de Trabajo y Previsión
se iniciaba la era de la “política social Argentina”

Altamirano destaca que en caso de que se sostuviera la pasividad frente a la disparidad


social y si estado continuaba sin intervenir entre las relaciones capital/trabajo el malestar
de las masas se tornaría explosivo y la lucha de clases terminaría por destruir a la nación.
Por lo tanto, el estado debía aparecer como un regulador de las relaciones sociales. Para
Altamirano, la intervención del estado esta orientada por un élite de nuevo tipo que
mediante el recurso de una acción de ruptura puede debilitar las interdicciones sociales y
desbloquear el sistema político para abrir las puertas a la participación de los sectores
populares. Un ejemplo claro de esto es como el estado irrumpe en la vida de las empresas
imponiendo la negociación colectiva.

Es a partir de aquí donde se abre un proyecto de reorganización institucional que apunta a


resolver la crisis de participación del antiguo orden a través del reconocimiento de los
sectores populares y afirma la autoridad estatal por encima de la pluralidad de las fuerzas
sociales. Es la presencia de las masas movilizadas la que confiere a la élite militar un papel
excepcional de arbitro. No hay lugar para la espontaneidad popular, todo debe estar
regimentado desde el estado. Daniel James observa que se abre un proceso donde hay un
importante desarrollo de la industria, y en consecuencia, nuevos componentes de la
población entran en esta. Estos nuevos actores postulan la necesidad de que el estado
regule y planifique tanto en el campo económico como en el campo social. La era de las
masas tenia que tener a estas ordenadas y “encauzadas”.

La centralización de las organizaciones obreras era imprescindible para que el estado


pudiera cumplir el rol de controlador y armonizado de los conflictos laborales entre los
diferentes intereses en pugna. Para esto, era necesario que el liderazgo de estas
organizaciones este bajo el control e influencia directa del gobierno. Doyon sostiene que
existió un acuerdo de características coyunturales entre los lideres obreros “pre-
peronistas” y el estado y que los dos sectores aceptaron esta situación para avanzar en sus
respectivos objetivos: expansión del movimiento sindical con previo reconocimiento legal,
reconocimiento de garantías y derechos políticos y económicos para los sindicatos, y en el
caso del gobierno, una planificación económica dirigida por el régimen.

La relación entre Perón y el movimiento obrero quedara expuesta carnalmente en la gesta


del 17 de Octubre de 1945. Torre explica que esta movilización que pidió la liberación de
Perón luego de su encarcelamiento en las Islas Martín García no fue una gesta
“espontanea”, ni tampoco de "nuevos trabajadores" atraídos por la figura de un caudillo,
sino que esta movilización se debió a los alcances que había adquirido la estructura del
sindicalismo organizado hasta el momento. Se trataba de actores políticos con conciencia
de clase que procuraban encontrar un camino realista para la satisfacción de sus
necesidades materiales.

La unificación le garantizaba a la clase obrera un papel central. En lo referente a la


estructura del movimiento obrero podemos ver que bajo el régimen peronista primaron las
organizaciones únicas por industria, que tuvieron el rol de agrupar a los obreros ocupados
en sectores claves de la economía, esto sumado a su incorporación bajo la tutela de una
confederación nacional única. En el interior de los sindicatos, había una clara conciencia de
que la relación con el estado era contradictoria, pero no existía un cuestionamiento
profundo a esto ya que regia un principio de negociación y compromiso.

Los sindicatos estaban frente a la posibilidad de crecer en afiliados y en relevancia política,


y esto solo podría conseguirse mediante la unificación que la fragmentación ideológica y la
autonomía de los sindicatos locales no permitían. El sindicalismo fue verticalizándose,
centralizándose y a la vez, burocratizandose. La centralización, como ya se dijo, data de
una tendencia que ya existía en la década del 20. Pero para lograr la unificación era
necesario regular las relaciones entre los distintos niveles del movimiento. Esto solo era
posible a través de una conducción centralizada.

Este proceso llevo a una paulatina merma en la participación de los trabajadores en los
sindicatos. Comienza a surgir una relación de dialogo cada vez más limitada entre los
lideres nacionales y los locales. Para esto, se desarrollaron mecanismos que acentuaron la
verticalización y la centralización, que permitieron a la dirección sindical hacerse del
dominio de las seccionales locales. Las más importantes son el control de los fondos y la
posibilidad de intervenir las secciones locales. Es bajo el gobierno de donde desaparece la
autonomía local a través de la separación o destitución de los lideres que no eran afines al
gobierno.
El estado ejercerá esa centralización a través de la CGT. En un primer momento, se perfilo
como coordinadora política de los sindicatos que eran miembros, y también como
medidora entre las organizaciones sindicales y el estado. Cuando el proceso de
centralización y verticalización avanza se convirtió en una ejecutora de las políticas
gubernamentales al interior del movimiento obrero.

Una consecuencia importante de esto es que se incrementa la presión hacia las


representaciones disidentes ya que la CGT tenia la posibilidad de destituir o desafiliar, o en
todo caso, de presionar para que las organizaciones sindicales que no están afiliadas lo
hagan, aunque vale destacar que la mayoría de los sindicatos se afilio sin mecanismo de
coerción. Vale destacar, también, que la central sindical seleccionaba lideres, y era la que
otorgaba personería gremial o no a los gremios más adeptos. Doyon dice:
“Después de la remoción indiscriminada de militantes obreros entre 1948 y 1950, el
régimen dio dignos de preocupación en cuanto al mantenimiento mínimo de legitimidad
en el funcionamiento de las organizaciones que canalizaban su principal apoyo político”
(Doyon;1984;:pp 234). Era necesario, en este caso, darle respaldo a los dirigentes que eran
capaces de cohesionar a las bases y ejercer un grado de control suficiente que continué
poniendo al estado como principal garante de la armonía social.

En este plano hay que analizar el rol de las comisiones internas de fabrica, que por la
presión obrera, tuvieron que ser integradas a la estructura de los sindicatos. Estas no
tuvieron respaldo legal bajo el gobierno de Perón, ya que no fueron contempladas bajo el
régimen de asociaciones profesionales ni en la Ley de Convenios Colectivos (1953). Los
empresarios fueron los primeros que se opusieron, ya que la instalación de una comisión
interna significaba la eliminación del control unilateral que tenia la empresa en la vida
laboral

El desplazamiento de un numero de dirigentes que Doyon caracteriza como “oportunistas”


“devuelve al movimiento sindical una mayor flexibilidad y legitimidad. En estas
condiciones, el movimiento sindical pudo afrontar la movilización obrera de 1954 y
sobrevivir incluso al derrocamiento del régimen” (Doyon;1984;:pp 234)

Los dirigentes sindicales fueron adquieirendo un rol central en la vida diaria, con una
relación constante con el estado. La necesidad que los obreros tenían de tener
representantes desarrollaría una “clase profesional” de lideres sindicales que se apartaría
progresivamente de las bases.

La crisis económica de 1952 puso de manifiesto, para Bellini, una ofensiva del capital, que
se expreso en la reducción de la inversión, una pelea por la redistribución del ingreso y la
discusión en tanto a la productividad. La recesión económica fue la que condujo a Perón a
frenar la puja distributiva al interior del estado. Para Doyon, hacia el año 1954, con una
mejora económica mediante, se trataron de recuperar las conquistas de los primeros años
del régimen. Perón concede canalizar estas demandas de los lideres que surgían,
especialmente, de protestas obreras lanzadas desde las comisiones internas. La rotación de
lideres, sin embargo, impidió la estabilidad de las organizaciones y esto fortaleció la
influencia estatal sobre ellos, lo que resulto en un fracaso ante la posibilidad de sostener
un grado de autonomía o independencia frente al gobierno. Esto se manifestó en un
cuadro de redefiniciones al interior de la alianza que conformaba el gobierno, donde
sectores de la iglesia y del ejercito comienzan a plantear desacuerdos con la política llevada
adelante por Perón.

Para 1955 las relaciones entre gremios-empresarios y el estado toman nuevo impulso a
través del Congreso Nacional de Productividad. Perón señalo que la etapa de la
distribución de la riqueza había llegado a un punto limite, subordinando toda mejora a una
mayor productividad. Según Bellini, el Congreso Nacional de la Productividad fue parte de
una ofensiva empresarial que redefinio los niveles de rendimiento de los trabajadores.
Bibliografia:

Altamirano, Carlos. “Ideologías políticas y debate cívico”, Torre, Juan C. (dir.), Los años
peronistas (1943-1955), Nueva Historia Argentina, tomo VIII, Bs.As., Sudamericana, 2002.

Doyon, Louise, “La organización del movimiento sindical peronista 1946-1955”, en Desarrollo
Económico, V. 24, N° 94, julio- setiembre 1984.

Torre, Juan Carlos. “Interpretando (una vez más) los orígenes del peronismo”, Desarrollo
económico, nº 112, enero-marzo 1989

Torre, Juan Carlos. La vieja guardia sindical y Perón. Buenos Aires, Sudamericana, 1990. Cap. 1

James, Daniel, “17 y 18 de Octubre de 1945: El peronismo, la protesta de masas y la clase


obrera argentina”, en Torre, Juan Carlos (comp) (1995), El 17 de octubre de 1945, Buenos
Aires, Ariel.

Belini, Claudio. Convenciendo al capital. Peronismo, burocracia, empresarios y política


industrial, 1943-1955, Buenos Aires, Imago Mundi, 2014. Cap.4

Vous aimerez peut-être aussi