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DE CÓMO EL VIEJO TONTO REMOVIÓ LAS MONTAÑAS

L
as montañas Taihang y Wangwu tienen unos setecientos li* de
contorno y diez mil ren** de altura.
Al norte de estos montes vivía un anciano de unos noventa
años al que llamaban El Viejo Tonto. Su casa miraba hacia estas montañas y él
encontraba bastante incómodo tener que dar un rodeo cada vez que salía o
regresaba; así, un día reunió a su familia para discutir el asunto.
- ¿Y si todos juntos desmontásemos las montañas? – sugirió –. Entonces
podríamos abrir un camino hacia el Sur, hasta la orilla del río Hanshui.
Todos estuvieron de acuerdo. Sólo su mujer dudaba.
- No tienen la fuerza necesaria, ni siquiera para desmontar un cerrejón –
objetó –. ¿Cómo podrán remover esas dos montañas? Además, ¿dónde van a
vaciar toda la tierra y los peñascos?
- Los vaciaremos en el mar – fue la respuesta.
Entonces el Viejo Tonto partió con sus hijos y nietos. Tres de ellos llevaron
balancines. Removieron piedras y tierra y, en canastos los acarrearon al mar.
Una vecina, llamada Jing, era viuda y tenía un hijito de siete u ocho años; este
niño fue con ellos para ayudarles. En cada viaje tardaban varios meses.
Un hombre que vivía en la vuelta del río, a quien llamaban El Sabio, se reía
de sus esfuerzos y trató de disuadirlos.
- ¡Basta de esta tontería! – exclamaba –. ¡Qué estúpido es todo esto! Tan
viejo y débil como es Ud. no será capaz de arrancar ni un puñado de hierbas en
esas montañas. ¿Cómo va a remover tierras y piedras en tal cantidad?
El Viejo Tonto exhaló un largo suspiro.
- ¡Qué torpe es Ud.! – le dijo –. No tiene Ud. ni siquiera la intuición del hijito
de la viuda. Aunque yo muera, quedarán mis hijos y los hijos de mis hijos; y así
sucesivamente, de generación en generación. Y como estas montañas no
crecen, ¿por qué no vamos a ser capaces de terminar por removerlas?
Entonces El Sabio no tuvo nada que responder.
DEMASIADOS SENDEROS

U
n vecino de Yang Zi, que había perdido una oveja, mandó a todos
sus hombres a buscarla y le pidió al sirviente de Yang Zi que se
uniera a ellos.
- ¡Qué! – exclamó Yang Zi –. ¿Necesita Ud. a todos estos hombres para
encontrar una oveja?
- Son muchos los senderos que puede haber seguido – explicó el vecino.
Cuando regresaron, Yang Zi preguntó al vecino:
- Bueno, ¿encontraron la oveja?
Este contestó que no. Entonces Yang Zi preguntó por qué habían
fracasado.
- Hay demasiados senderos – respondió el vecino –. Un sendero conduce
a otro, y no supimos cuál tomar; así es que regresamos.
Yang Zi se quedó hondamente pensativo. Permaneció silencioso largo
tiempo y no sonrió en todo el día.
Sus discípulos estaban sorprendidos.
- Una oveja es una nadería – dijeron –, y ésta no era ni siquiera suya. ¿Por
qué tiene Ud. que dejar de hablar y sonreír?
Yang Zi no respondió, y sus discípulos se llenaron de perplejidad. Uno de
ellos, Mengsun Yang, fue a contarle a Xindu Zi lo que ocurría.
- Cuando hay demasiados senderos – dijo Xindu Zi –, un hombre no puede
encontrar su oveja. Cuando un estudiante se dedica a demasiadas cosas,
malgasta su tiempo y pierde su ruta. Usted es discípulo de Yang Zi y aprende de
él; sin embargo, parece que no ha llegado a comprenderle nada. ¡Qué lástima!

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