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A pesar que, como hemos señalado en el punto anterior, la jornada laboral máxima de 8
horas diarias y 48 horas semanales es un derecho fundamental que ha sido adquirido por
los trabajadores luego de años de lucha y reconocida en diferentes instrumentos
internacionales; no es ajeno para nosotros que, dicha jornada puede ser desempeñada de
distintos modos, teniendo en cuenta la modalidad del trabajo a realizar, la organización
de la empresa, factores referidos a la producción, entre otros.
Así, el artículo 2, inciso c) y el artículo 4 del Convenio núm. 1, que establecen lo siguiente:
“Artículo 2.- En todas las empresas industriales públicas o privadas, o en sus
dependencias, cualquiera sea su naturaleza, con excepción de aquellas en que sólo estén
empleados los miembros de una misma familia, la duración del trabajo del personal no
podrá exceder de ocho horas por día y de cuarenta y ocho horas por semana, salvo las
excepciones previstas a continuación: (…) c) cuando los trabajos se efectúen por equipos,
la duración del trabajo podrá sobrepasar de ocho horas al día, y de cuarenta y ocho por
semana, siempre que el promedio de horas de trabajo, calculado para un período de tres
semanas, o un período más corto, no exceda de ocho horas diarias, ni de cuarenta y ocho
por semana (…)
Con los artículos antes indicados, podemos advertir que si bien la OIT, de cara a la
realidad de la época, consintió la posibilidad de que frente a determinados supuestos, la
duración del trabajo pueda superar los límites típicos de ocho horas diarias “y” de
cuarenta y ocho semanales, la definición de dichas excepciones se conciben de forma tan
estricta que las posibilidades de su flexibilización, resultan muy limitadas. En ese sentido,
la Comisión en su Estudio General del 2005 denominado Horas de Trabajo (párrafo 57),
establece lo siguiente: “Estos topes fijados a las horas normales de trabajo deben
considerarse como límites máximos absolutos, que no admiten variaciones ni
excepciones, aún consensuadas por las partes” (es subrayado y las negritas, son
nuestras). Y esto es así, en la medida en que el respeto a la jornada máxima de trabajo
sirve de base al reconocimiento de: (i) la dignidad del trabajador, que exige el
establecimiento de condiciones acorde con su condición humana; (ii) que detrás de todo
trabajo manual excesivo y prolongado fuera de medida, hay un agotamiento físico y la
atrofia moral e intelectual de la persona; (iii) que detrás de dicho dispositivo se
encuentran motivaciones de índole social, familiar, cultural y sanitarias.
2.1.3 Alimentación
El referido informe señala que la alimentación en los centros mineros es
deficiente y poco balanceada, lo que termina afectando la salud del trabajador
en la medida en que dicha alimentación no cubre la cantidad de nutrientes que
éste requiere, teniendo en cuenta el trabajo físico que éste debe desempeñar
y las condiciones en las que éste debe ser efectuado.
Sin embargo, hoy por hoy, transcurridos más de noventa años desde la emisión de
dicho instrumento internacional, consideramos que este derecho del trabajador a una
jornada máxima, tal y como se concibió en el Convenio núm. 1, ha quedado desfasado
con las nuevas políticas que se vienen aplicando por parte de las empresas y el
compromiso que han venido asumiendo frente a sus trabajadores. Así, hoy por hoy, las
distintas actividades económicas, tal como la minería, ya no responden a una realidad
como la descrita en el Informe sobre las Condiciones de Trabajo, Seguridad y Salud
Ocupacional en la Minería del Perú, elaborado por el Equipo Técnico Multidisciplinario
para los países andinos de la OIT del año 2002. Las políticas y estándares vinculados a
lograr el bienestar del trabajador, velar por su salud y su seguridad en el trabajo se han
ido agudizando y traduciéndose en normas cada vez más exigentes que garantizan el
respeto de este derecho fundamental de los trabajadores.
Creemos pues, que los límites a la jornada ordinaria, tal como está concebido en el
artículo 2 literal c) del Convenio núm. 1 de la OIT (“… la duración del trabajo del
personal no podrá exceder de ocho horas por día y de cuarenta y ocho horas por
semana…”) a la fecha, si bien tiene como finalidad la protección del derecho de los
trabajadores, deja de lado una realidad fundamental, que es el que la empresa -la cual
es generadora de los puestos de trabajo- debe ver respaldada también su necesidad
de producción y la norma debe buscar reflejar la realidad de todas las formas de
trabajo que se realizan para tal fin. Entre ellos, el trabajo ubicado en zonas de difícil
acceso y alejadas, en cuyo caso, la aplicación de un régimen de jornadas atípicas y/o
acumulativas que no excedan las ocho horas por día y a la vez las cuarenta y ocho
horas por semana, parece insuficiente y restrictivo. Consideramos pues que es
necesario que la lectura del referido artículo del Convenio sea actualizado y visto
desde la perspectiva dada por el Tribunal Constitucional en la sentencia aclaratoria
referida a la demanda de amparo interpuesta por los trabajadores del Sindicato Único
de Trabajadores de Toquepala que veremos más adelante, pues sin abrir el paso a una
interpretación completamente flexible, equilibra en forma razonable los derechos de
los trabajadores y el interés de la empresa.