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 La novela histórica (I) 

Jesús Sánchez Adalid


Cualquier ocioso, curioso, aficionado o estudioso que deambule por unos
grandes almacenes, un centro comercial, una papelería de barrio, una librería de “las de
siempre” (atapuercas de la memoria y la vida al borde de la extinción) o una biblioteca
pública se topará con un maremágnum de títulos presididos por grandes carteles sobre el
género literario y los autores del “top 10” de moda, pero sufrirá también y al instante un
vértigo, un desconcierto (imposible confundirlo con un “síndrome de Stendhal”) ante la
apabullante, casi insultante preminencia de las llamadas novelas históricas, sean de la
especie que sea1.

Claro está que en aquellas sedes y más o menos gloriosos templos del saber no
hallará los profundos y sesudos ensayos literarios de György Luckács, Amado Alonso,
José Ignacio Ferreras, Carlos García Gual o Carlos Mata y Kurt Spang 2, ni tampoco un
repertorio mínimo de las clásicas novelas históricas de la Literatura en español, las
mismas que leyeron y disfrutaron nuestros padres y abuelos y otros ancestros, las que
prácticamente han desaparecido, como antiguallas sin opción de reciclaje, de los
actuales textos escolares3.

Pero si la “política cultural” de hoy (que paradójicamente tiende a fomentar más


que nunca la lectura entre jóvenes y mayores al mismo tiempo que parece sumergir a los
lectores curtidos entre chirlos y metrallas de celulosa bajo alguna plaga bíblica o en
cualquier charquito del Leteo) teme tanto algunos libros o los relega al más profundo y
siniestro Hades, prefiriendo la virtualidad digital de internet, tranquilos, tampoco pasa
nada, pues no son pocos quienes alternan lo que fue y es en el papel y el e-book con lo
que vemos ya en la red, encontrándonos con diversas páginas que tratan del género (de
forma más o menos objetiva, satírica, responsable, emocionada o canalla) y blogs que
optimizan las preferencias individuales, las épocas, los modelos humanos o los autores a
elegir, como si de un amplísimo menú del día se tratara. 4

Pero, ¿y si hoy o mañana –bien para nosotros mismos bien como regalo para un
familiar, un amigo o para un adversario habitual- tenemos que elegir un libro
entretenido, interesante, apasionado o demoledor que descongestione nuestra rutina
laboral, nuestras inquietudes domésticas o los requiebros más íntimos? ¿Qué, quién nos
ofrece buenas historias, relatos repletos de acción o con profundo sentido humano,
narraciones sugerentes que nos evadan de estos tiempos críticos reviviendo o
revitalizando otros ya pretéritos –no menos duros ni complejos, por cierto- a los que por

1
Pues las hay de tanta variedad como en botica de burgo: unas de honesta reconstrucción del
pasado, otras de inocente o interesado reflejo del mundo de hoy en el de ayer, algunas más que justifican
un endeble marco historico para introducir crímenes, investigaciones o enigmas casi apocalípticos; e
incluso unas pocas, pero contundentes, que se fundamentan en la deconstrucción del género histórico
mediante la fantasía o la ciencia ficción. En fin, que las hay filfas y las hay de gourmet.

2
G. Luckács, La novela histórica (1936); A. Alonso, Ensayo sobre la novela histórica; J. I.
Ferreras, El triunfo del liberalismo y la novela histórica; C. García Gual, La antigüedad novelada (1995);
C. Mata y K. Spang, La novela histórica, Teoría y comentarios (1995).

3
En otro documento redordaré unas cuantas, por aquello de que la memoria histórica (aunque
esta vez no pase por la manos de nuestros próceres) también debe aplicarse en nuestra cultura literaria.

4
Como referentes de lo escrito destacan las españolas www.culturahistorica.es,
www.hislibris.com, www.novelahistorica.com y http://novela-historica.blogspot.com

Procedente de Proyecto Aula, http://lenguayliteratura.org Autor: Juan Manuel Ojembarrena.


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cualquier razón subjetiva o arte de birlibirloque nos hemos vinculado? Porque pocos
lectores hay que no hayan sentido o sientan en sus diversos tiempos biográficos
atracción por el mundo de los farones egipcios, el Imperio romano, la Edad Media, la
Revolución Francesa, los imperios coloniales o la Segunda Gran Guerra; ni tampoco
quien aparte de sus ojos las figuras de Rams´s II, Alejandro Magno, Julio César, Ricardo
Corazón de León, Cristóbal Colón, Felipe II, Napoleón y un sinfín de personajes y
sucesos históricos que en algún momento nos han impresionado sobremanera. (Quizás
la divina musa Mnemósine ha conseguido hacernos el amable o flaco favor de recuperar
algunos nombres que aquel maestro, aquel profesor del Colegio o del Instituto manejaba
con pasión, nostalgia –O tempora, o mores!- condescendencia o pesar).

Para ellos, los que buscan y no encuentran, los que encuentran y no deciden, los
que ven y no miran, los que miran y no ven; para aburridos y estresados, confiados y
desconfiados, forjados y balbucientes, sensibleros o pétreos, para cuantos quieran entrar
en este paisaje literario tan amplio y ameno, aquí va mi recomendación que, sin
desmerecer a nadie, pretende ir algo más allá que los “best sellers” de abril o verano.

No cierre la pupilas ante los actuales Pérez- Reverte (desde El húsar, pasando
por las magníficas entregas de Las aventuras del capitán Alatriste hasta El asedio más
reciente), José Luis Olaizola (El caballero del Cid, Las islas de la felicidad), Jesús
Maeso de la Torre (Tartessos, El auriga de Hispania, La cúpula del mundo), Juan
Eslava Galán (En busca del unicornio, El mercenario de Granada, Rey Lobo), José Luis
Corral Lafuente (El salón dorado, Numancia, El rey felón), Pedro Miguel Lamet (El
aventurero de Dios, El retrato, El místico: Juan de la Cruz) José Calvo Poyato (El rey
hechizado, Los galeones del rey, El manustrito de Calderón), César Vidal (El fuego del
cielo, El médico del sultán) ni ante las curtidas escritoras Almudena de Arteaga
(Catalina de Aragón, El marqués de Santillana), Ángeles de Irisarri (El viaje de la
reina, Romance de ciego), Magdalena Lasala (Doña Jimena, La cortesana de Taifas) o
Toti Martínez de Lezea (La comunera, La calle de la judería), sin perder noticia de los
últimos en la “hornada” como Andrés Pérez Domínguez, Javier Negrete, León Arsenal,
Santiago Posteguillo y algunos otros que han demostrado, sobradamente, su dominio del
género.

Claró está que la nómina anterior ni es un canon ni tampoco una aproximación


crítica para seleccionar lo mejor entre los mejores (que para gustos, colores, y quien
firma lo hará en breve). Están, son, faltan, sobran. Otro ubi sunt más. ¿Qué fue de los
autores del Romanticismo, del Realismo y los del 98? ¿Dónde están Imán, El corazón
de piedra verde, Volavérunt, Bomarzo, Crónica del rey pasmado, El hereje, La leyenda
del falso traidor? ¿Y Los espejos paralelos, Vigilia del Almirante, El manuscrito
carmesí, La guerra del fin del mundo, Las crónicas mestizas, Yo, el rey, El nombre de
los nuestros? ¿Qué hacemos, dónde colocamos a Matilde Asensi (El último Catón, El
origen perdido), Julia Navarro (La Hermandad de la Sábana Santa, La sangre de los
inocentes), Agustín Sánchez Vidal (La llave maestra, Nudo de sangre)? ¿Y sus últimas
novelas? ¿Qué se hicieron? Éstos últimos podrás hallarlos, creo que sin problemas, en
los variopintos lugares que mencioné al principio; otros habrá que rastrearlos imitando
los tradicionales métodos de la novela negra5. Pero, en cualquier caso, de muchos de
ellos conseguirás cuanto busca todo lector en los tiempos modernos, sea discontinuo,
temporero, fanático o ideal6.

5
¡Cómo ayudan www.iberlibro.com y www.uniliber.com!

Procedente de Proyecto Aula, http://lenguayliteratura.org Autor: Juan Manuel Ojembarrena.


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Sin duda, -como espero alguno habrá comprobado- en la relación anterior brilla
una ausencia, quizás no la más relevante ni peculiar pero tampoco la de menor interés.
Es la del extremeño Jesús Sánchez Adalid, quien, en este 2010 cumple sus diez años de
gallardo, disciplinado y comedido oficio de novelista al publicarse la última de sus
obras, Los milagos del vino. Sobre él reseño algunas líneas que, ojalá, inviten a más de
uno a internarse en su agradecido mundo de historias en la Historia, personajes y
aventuras inolvidables y argumentos humanos para hoy y para siempre.

Jesús Sánchez Adalid


Cuentan las solapas de sus volúmenes y otras escasísimas referencias sobre su
vida que nació en 1962 en Don Benito (Badajoz) y que pasó su infancia en la vecina
Villanueva de la Serena. En otros lugares he leído lo contrario y para mí que hay truco o
mala fe: pues uno mismo alguna vez oyó de la rivalidad antre ambas villas y no puede
ser que se repartan su natalicio al modo de algunos pueblos con sus santos o los
italianos con el cuerpo del divino Dante. El caso es que con los años se licenció en
Derecho, se doctoró e incluso llegó a ejercer de juez. Hasta aquí todo “normal”. Desde
aquí la “novedad”: estudió luego Filosofía, Teología y Derecho Canónico,
convirtiéndose en sacerdote, actualmente destinado al precioso pueblo de Alange, en su
tierra extremeña, no lejos de Zafra, Mérida (la vieja capital de la Lusitania romana) o
Almendralejo (cuna de Espronceda). Allí, tan cerquita del embalse, de las famosas
aguas medicinales que los romanos conservaron en sus termas; tierra mora y cristiana
con su castillo musulmán del Cerro de la Culebra, que en diferentes siglos pasó a manos
de las Órdenes militares de Santiago y de Calatrava; allí vive nuestro párroco, nuestro
hombre de Iglesia y nuestro escritor.

Historiae

• La luz del Oriente. Barcelona, Ediciones B, 2000.


• El mozárabe. Barcelona, Ediciones B, 2001.
• Félix de Lusitania. Barcelona, Ediciones B, 2002.
• La tierra sin mal. Barcelona, Ediciones B. 2003.
• El cautivo. Barcelona, Ediciones B, 2004.
• La Sublime Puerta. Barcelona, Ediciones B, 2005.
• En compañía del sol. Madrid, Temas de hoy, 2006.
• El alma de la ciudad. Barcelona, Planeta, 2007.
• El caballero de Alcántara. Barcelona, Ediciones B, 2008.
• Los milagros del vino. Barcelona, Planeta, 2010.

La luz del Oriente y Félix de Lusitania se narran al modo de una “bilogía”


(vienen las comillas por lo inhabitual de la palabra), mientras que El cautivo, La
Sublime Puerta y El caballero de Alcántara funcionan como una trilogía.

Saecula et loci

6
Si ya la conoces, enhorabuena y no la pierdas de vista; si no, la famosa propuesta de Alberto Manguel
sobre “El lector ideal” te espera en http://www.creadoresargentinos.com.ar/literatura/articulos.php?ID=24

Procedente de Proyecto Aula, http://lenguayliteratura.org Autor: Juan Manuel Ojembarrena.


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Rasgo esencial de la novela histórica es su anclaje y andamiaje en un tiempo y


espacio determinados y certificados por la Historia y bien ajenos a la fantasía y la
ucronía, épocas que se estudian y reviven con especial detalle, casi arqueológico. Y
nuestro autor lo hace con el mérito del investigador y la imaginación del novelista,
considerando cada momento histórico con enorme pulcritud (en la mayor parte de sus
novelas ofrece al final una extensa nota histórica) y respeto, consciente de que “siempre
será injusto juzgar el pasado con los ojos del presente”.

Muchas de sus novelas arrancan en los lugares de su tierra natal: Emerita


Augusta, Jerez de los Caballeros, Zafra o Trujillo, guiándonos más tarde hasta algunos
territorios tan remotos y exóticos como el imperio sasánida, la Jutlandia vikinga o el
Japón redescubierto por los jesuítas. Además, Sánchez Adalid tiene la cualidad de
recrear parajes de especial significado histórico, interesándose sobre todo por lo que él
mismo llama “el tratado de la vida cotidiana”, reviviendo las costumbres, oficios,
inquietudes y penurias humanas en espacios tan emblemáticos como Tierra Santa, la
griega y cosmopolita ciudad de Corinto, el mágico mercado de Tiberíades, Roma en la
decadencia del Imperio, la Córdoba califal y su vecina y lujosa Zahar, las grandiosas
Constantinopla bizantina y Estambul otomana en el Palacio de Topkapi, el París de la
bullante Sorbona renacentista, Sevilla como cabeza europea de América o la isla de
Malta defendida por el legendario La Valette y sus caballeros de la Orden de San Juan.

Cronológicamente hablando, comienza viajando por el siglo I en tiempos del


gobierno del escondido emperador Claudio (Los milagros del vino) y el conflictivo,
caótico imperio romano en plena anarquía militar del siglo III, especialmente durante el
reinado de Filipo el Árabe (La luz del Oriente y Félix de Lusitania).

Salta luego hasta el siglo X en la España cordobesa, musulmana y cristiana (El


morárabe). Y despues nos acerca al final del siglo XII y comienzos del XIII (El alma de
la ciudad) en tiempos de los pujantes y díscolos reinos cristianos (leoneses o castellanos
del ambicioso Alfonso VIII) con sus repoblaciones (Extrema Durii, nombre de origen de
su tierra), treguas o batallas contra los “ismaelíes” (la derrota de Alarcos y la victoria de
las Navas de Tolosa).

Continúa más tarde en el siglo XVI, donde se desarrollan casi la mitad de sus
novelas: la trilogía citada y En compañía del sol. Aparecen Carlos V (en sus momentos
previos a la abdicación y retiro al Monasterio de Yuste) y Felipe II durante su reinado
lleno de claroscuros, finalizando el tempus novelesco, hasta el momento, en los inicios
del siglo XVII (La tierra sin mal), a caballo entre España y América, entre la Salamanca
universitaria y los puertos y selvas brasileños, los espectaculares parajes del Guairá y las
misiones jesuíticas de Paraguay.

Homines, gentes

Otro de los aspectos propios de la novela histórica es la presencia de personajes


reales, nombres más o menos conocidos y relevantes de nuestro pasado, bien como
protagonistas bien como secundarios, que den empaque y verosimilitud a la narración.
Y junto a ellos los ficticios de diversa hechura.
En Sánchez Adalid destacan los protagonistas masculinos (la mujer en sus
novelas ha ido creciendo en presencia y personalidad con el tiempo, pero áun no
desempeña papeles principales en sus obras) y jóvenes, aquellos que al modo del

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“bildungsroman” (“novela de iniciación, de aprendizaje”), atraviesan las páginas


viviendo diversas y progresivas peripecias que van construyéndoles como personas, con
la variedad de aparecer de manera individual o en pareja de contraste. Así, nos
encontramos con:

• El emeritense Félix, cuyas aventuras militares como “vexillator” e inquietudes


espirituales pasan por La luz del Oriente y Félix de Lusitania entre muy diferentes
culturas y religiones: los misterios de Isis o los gnósticos de Salus, los cultos de Atis
y Mitra, la tradicional y decadente religión romana, el neoplatonismo de Plotino, los
cultos mazdeístas, caldeos y maniqueos de Oriente, hasta encontrar la paz del
cristianismo transmitido por el maestro Orígenes y a los detractores del mismo,
como Celso.

• Luis María de Monroy, personaje central de El cautivo, La Sublime Puerta y El


caballero de Alcántara. Nacido en Jerez de los Caballeros, hijo de un capitán de los
Tercios que luchó en Mühlberg y nieto de un cautivo enloquecido por las prisiones
“alárabes”, es educado con el objetivo de convertirse el perfecto cortesano de su
tiempo: letras y latines, vihuela y canto, armas y disciplina hasta ser paje y copero
de nobles y reyes, soldado de los Tercios en Italia, tambor de los mismos y
combatiente derrotado y cautivo en “la triste jornada de los Gelves”. Tras
permanecer un tiempo con sus compañeros en el “almagacén” tunecino (los “baños”
cervantinos), conocerá el mundo de los renegados cristianos (auténticos o fingidos),
convirtiéndose engañosamente en musulmán circuncidado para servir mejor entre
los espías de Felipe II en el corazón de la capital otomana. Huído de la tierra
enemiga y herética, combatirá después en el sitio de Malta y ya de regreso a España,
considerado un héroe entre los suyos, será invitado a entrar en la prestigiosa Orden
de Alcántara, pasando por los diferentes niveles hasta obtener la capa blanca
flordelisada, siempre al servicio de Felipe II allá donde el monarca se lo exija.

• Asbag, joven copista cordobés de El mozárabe cuya ascensión pasará desde la


maravillosa biblioteca del príncipe Alhaquen al obispado y el cargo de embajador
del califa en tierras cristianas. Secuestrado por vikingos durante una peregrinación a
la tumba del apóstol Santiago, será expatriado hasta Jutlandia donde tendrá la
fortuna de ganarse el afecto y la ayuda de los pocos cristianos de aquellas tierras y,
con el tiempo, llegará a conocer y tratar a Luitprando, consejero del rey Otón I de
Sajonia, a Gerberto de Aurillac (futuro reformador de Cluny) y al pontífice Silvestre
III.
Paralelamente a su increíble aventura se desarrolla también la de su amigo de la
infancia, el musulmán Abrámir, que se transformará en Al-Mansur, “el ayudado de
Dios”, gobernante tiránico del califato y terror entre los reinos cristianos.

• En La tierra sin mal aparecen Tomás Llera y Enrique Madrigal. El primero de ellos
es natural de Zafra, hijo de un comerciante con negocios en las Indias; un joven
inquieto, mundano y pendenciero a quien su padre desea alejar cuanto antes
integrándole en los Tercios que embarcan hacia América, donde conocerá los
crímenes de los “bandeirantes” o tratantes de esclavos del Brasil portugués, las
envidias y traiciones intestinas en el ejército y la defensa que los religiosos
españoles hacen de los nativos guaraníes.
Antítesis del anterior es Enrique Madrigal, de Trujillo, ejemplo de idealismo y de
empuje espiritual. Tras estudiar en Salamanca y conocer los debates entre
partidarios y detractores de las leyes sobre la evangelización y libertad de los

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nativos, opta por convertirse en sacerdote, cruzar el océano y compartir los desvelos
y bravezas que franciscanos primero y jesuítas después hicieron en favor de los
indigenas en las misiones de Paraguay.

• El alma de la ciudad comienza con la peregrinación compostelana de unos


caminantes, entre los cuales destaca Blasco Jiménez, ya adulto, que relata su vida –
homo viator- desde sus orígenes abulenses. Acogido y educado por el Arcediano don
Bricio, será un hombre docto en letras y diestro en armas, sacerdote y guerrero,
copista de scriptorium en la escuela del Arzobispo de Toledo y responsable de la
“fonsadera” de Placencia contra los musulmanes. Tras alcanzar el grado de
“tenente” de su ciudad (Ambrosía-Placencia, núcleo agustiniano del relato al modo
de una civitas Dei) y ser nombrado él mismo Arcediano, Blasco se debatirá
íntimamente entre la molicie y los placeres mundanos que le ofrecen el moro Abasul
y su amante Doxia, su responsabilidad y poder de gobernante sobre clérigos,
comerciantes y hombres de armas y, por último, su fidelidad a las enseñanzas y
ejemplos cristianos que ha recibido desde niño. Así, su vida va tomando diferentes
derroteros que pasan incluso por la soberbia, la cobardía, la traición y el robo hasta
la comprensión de sus errores y el arrepentimiento final.

• Podalirio, por su parte, es un sacerdote del culto de Asclepio en Los milagros del
vino, que trabaja al servicio del “hierofante” del templo en Corinto tras haber
estudiado en la sede principal de Epidauro, ya casado y con un hijo, buscando el
mejor futuro para su oficio. Pero diferentes circunstancias producen en su espíritu y
su conciencia un cúmulo de dudas, una profunda crisis de creencias, sabiéndose
incapaz de servir a su dios. Amigo del Gobernador romano, un estoico militante en
la misma tierra donde yacen los restos del cínico Diógenes, tomará casualmente
contacto en la ciudad griega con personas que hablan de un tal “Christos”, profeta y
mesías judío que fue ejecutado decenios atrás en Jerusalén. Las palabras que oye de
boca de un viajero, Saoul de Tarso, le imprimen la curiosidad e inquietud necesarias
para viajar a Palestina y conocer en Galilea los testimonios de quienes creen que
aquel hombre, Yeshua de Nazaret, resucitó y aún vive.

• Dejo en último lugar En compañía del sol, no por empañar su valor sino porque es
la única novela biográfica del autor, pues trata sobre Francés de Jassu y Azpilicueta,
el futuro San Francisco Javier, y fue escrita con motivo de su centenario. Sánchez
Adalid opta en esta ocasión por relatar la vida del santo navarro destacando tres
etapas: la primera de ellas en su tierra de origen, el castillo de Javier, huérfano de
padre (un notable en la corte real), acompañando a su piadosa madre María, y con
dos hermanos ausentes que todavía resisten con las armas a los castellanos y
aragoneses en defensa de la independencia del reino y sus instituciones en las
batallas de Noáin, Esquíroz, Amaiur y Fuenterrabía. Una vez perdida la guerra, y
ante nuevas y más que posibles represalias contra su familia, el áun niño Francés se
traslada con su madre a Pamplona, hasta que años después consigue viajar a París, al
Colegio de Santa Bárbara en la Sorbona, donde conciliará sus estudios,
competiciones y divertimentos en tiempos de una durísima represión contra los
protestantes. Ya terminado el Bachillerato conocerá a Ignacio de Loyola.
El segundo episodio nos traslada a Lisboa en 1541, a la corte de Juan III, donde
Francisco de Javier recuerda su conversión, su Licenciatura, los votos con sus
compañeros en Montmartre y el nacimiento de la Compañía de Jesús. Desde
Portugal iniciará su viaje en la nao “Santiago” rumbo a la India, sufriendo cuantas

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penurias producen el navío y el mar hasta llegar a Mozambique y luego a Goa,


donde comenzará a ver y comprender la inmensidad de castas, culturas y religiones
de la India, reavivando sus ansias evangelizadoras, especialmente entre los más
pequeños, pobres y enfermos.
El tercer y último episodio se relata en 1555 desde Roma, habiéndose recibido
noticia de la muerte del Padre Javier en la isla de Sancián tras haber predicado y
bautizado en Japón e intentado, sin suerte, entrar en China.

De vitiis et virtutibus

En las novelas de Sánchez Adalid destaca, por encima de cualquier asunto, la


dignidad del hombre, portador de inmensos valores: el constante ejercicio de la
perfección debe conducir al bien, la verdad y la libertad mediante el esfuerzo, la
dedicación, la fortaleza y la abnegación, la sinceridad y la disciplina, educando la
voluntad y la inteligencia, pero con un objetivo más rico y ambicioso que la simple –
aunque dura y compleja- supervivencia y superación ante los problemas y miserias del
mundo.

“Sapientia et fortitudo”, tópico tan habitual en la Edad Media y en el


Renacimiento, son la representación del tándem clásico de Minerva y Marte, renacidos
en “la espada y la pluma”, “las armas y las letras”. El conocimiento de las letras
clásicas, del poder de la palabra, del uso de las armas y de la estrategia bélica surcan
buena parte de sus obras, ofreciendo modelos humanos que reciben una formación
intelectual más o menos amplia y las herramientas de defensa propias en cada tiempo
para afrontar las dificultades.

A ellas se pueden unir, sin duda alguna, las virtudes clásicas y cristianas que
caracterizan a buena parte de sus personajes, a quienes sumerge en tiempos revueltos
para demostrar la grandeza humana de superación ante el error y el mal, batallando
contra los pecados capitales (avaricia, soberbia, lujuria, etc.) mediante la humildad, la
templanza, la diligencia, pues en la educación del hombre o en la transformación del
mismo deben haber una y cien caídas antes de levantarse y proseguir el camino. Así
pues, sus personajes no son seres excepcionales, héroes paradigmáticos ni portadores de
prodigiosos recursos sino personas que viven en y de las circunstancias de su época. Sin
embargo, en la mayoría de las ocasiones, tienen el valor de manifiestar sus inquietudes y
dudas sobre el sentido de su vida, sobre la verdad de sus propias creencias y las de
quienes les rodean, y de aquí que puedan convertirse en referentes del idealismo, la
valentía y superación individual, cuestionándose ideas y hábitos viciados en su
sociedad, que ni les satisfacen ni les contentan en cuanto ansían ser.

En unos casos la vida es una sucesión de aventuras, de pruebas (“trabajos”)


difíciles que superar mediante buenas o malas acciones hasta alcanzar la felicidad a
través de la modestia y el penitencia. En otros, es la propia realidad espiritual del
hombre la que produce una transformación ante la necesidad de encontrar un porqué y
un para qué a los problemas de la vida cotidiana. Es en estas ocasiones cuando en el
alma humana se produce una sacudida repentina o un vuelco resultante de unos
síntomas anteriores, como si el cuerpo hubiera vivido enfermo hasta comprender que la
curación está más allá de la medida de uno mismo.

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Y quien proporciona el alivio, el restablecimiento definitivo o la conversión es la


dimensión religiosa de la persona. Las novelas de nuestro autor son, en estos tiempos
descreídos, agnósticos, laicistas, un ejemplo de lo contrario, de que el hombre es cuerpo
que disfruta y, sobre todo, espíritu que ha de alimentarse. Sus novelas “romanas” cruzan
por decenas de cultos religiosos hasta conocer la verdad del mensaje cristiano; las
“medievales” sufren los embates de un cristianismo fidelísimo en unas ocasiones o muy
relajado en otras. Las narraciones encajadas en la trilogía de Luis de Monroy destacan,
no tanto por la enemistad (más política y estratégica) con otras religiones como la
islámica o la judía, sino por la presencia permanente de las virtudes critianas en su
protagonista, aquellas que le enseñaron en su infancia, las mismas que le harán tropezar,
hundirse no pocas veces, y por las que podrá restablecer su sentido de la dignidad y la
responsabilidad, sus esperanzas de futuro.

Por sus páginas, por tanto, discurre un mundo sincero y auténtico: oscuro por lo
peligroso, supersticioso, violento, conspirador, enfermo, traidor, apesadumbrado,
envidioso, esclavo, irracional, injusto, tiránico, falso, fanatizado, lujurioso, impostor; y
también luminoso por pacífico, esperanzado, tolerante, esforzado, piadoso, caritativo e
ilusionado. Un mundo que busca, en defintiva, concluir algún día con estas palabras:
“un rayo de luz indefectible ha surcado al fin la tiniebla”.

Finis coronat opus?

Que lo anterior sirva de aperitivo es mi propósito. Para saber más y mejor sobre
Jesús Sánchez Adalid puedes visitar su web en www.jesussanchezadalid.es o buscar
reseñas de sus novelas, entrevistas en prensa escrita o programas de televisión que le
han tenido ante la cámara y grabado sus maneras, sus palabras y que puedes ver en
hemerotecas y en la red. Encontrarás a un hombre culto, pulcro, serio, sin estridencias,
discreto, moderado y elegante, como su estilo literario y como su obra.

Juan Manuel Ojembarrena


jojem@irabia.org

Julio de 2010

Procedente de Proyecto Aula, http://lenguayliteratura.org Autor: Juan Manuel Ojembarrena.

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