Vous êtes sur la page 1sur 31

NUEVA CLIO ~ la Historia y sus problemas.

Colección dirigida por


ROBERT BOUTRUCHE, profesor de la Sorbona André Leroi-Gourhan
PAUL LEMERLE, profesor del College de France
Profesor de la Sorbona

Gérard Bailloud
Jean Chavaillon
Annette Laming-Emperaire

con la colaboración de

EDITORIAL LABOR, S.A.


Calabria, 235 - 239 - BARCELONA - 15
1972
Taducción y apéndice bibliográfico por
RICARDO MARTíN
Profesor de Prehistoria

Prólogo a la edición española por


LUIS PERICOT
Catedrático de Prehistoria

Prólogo a la edición española


Con 54 figuras

La afición a los temas arqueológicos está alcanzando unos niveles


que resultan una sorpresa para quienes representamos una fase ya
superada de la enseñanza e investigación de la Prehistoria. Estábamos
habituados a tener un público restringido y media docena de manuales
bastaban a todo el mundo. N o era posible pensar en un mercado que
obligase a traducir una obra extranjera al español, y además la
Prehistoria americana no existía.
Este panorama ha cambiado totalmente. Los manuales y las mo·
nografías prehistóricas se mu,ltiplican y muchas de ellas se traducen
. al español. Esta multiplicación permite seleccionar el libro que se
publica .o se traduce, ya que cada autor ha sabido dar a su obra un
,matiz especial que evita la repetición de hipótesis, tendencias o es-
cuelas, aunque forzosamente han de repetirse los conceptos en una
ciencia en que el número de datos es relativamente pequeño y no se
puede eludir hablar de los mismos yacimientos.
En esta larga serie de obras que han aparecido en el mercado
estos últimos años, el 'libro de Leroi-Gourhan es indudablemente uno
de los más originales y adecuados como manual universitario. El fi.
gurar en una colección como es Nueva Clío ya sería una garantía de
calidad. Pero es que en su autor se reúnen una serie de cualidades
que no siempre se juntan en el investigador del remoto pasado.
André Leroi-Gourhan se ha creado un prestigio bien merecido
entre los prehistoriadores, lo que no es fácil en un país donde la
Título de la obra original: La Préhistoire
Prehistoria ha adquirido un desarrollo extraordinario y donde fuertes
Editada por PRESSES UNIVERSITAIRES DE FRANCE, París escuelas han dejado poco margen al outsider. Nuestro autor ha
© EDITORIAL LABOR, S. A.: Calabria, 235-239 - Barcelona-15 logrado aportar valores nuevos a una ciencia tan cultivada como es
Depósito Legal: B. 53183-1972. Printed in Spain
la nuestra, y en su patria de origen.
Por una parte,· Leroi-Gourhan se dedicó durante largos años a la
l. S. B.N. 84-335-9309-9 .. Etnología, siendo notables sus estudios metódicos sobre el utillaje
Talleres Gráficos Ibero-Americanos, S. A.: Proven~a, 88 - Barcelona-15 de los primitivos. Nada mejor que esta preparación para un prehis-

0261.80~
V
toriador que así tiene la posibilidad de interpretar vestigios arqueo-
lógicos que sin la experiencia de los primiti:vos actuales carecerí,an .de
explicación. Por otra, ha sido uno de los mnovadores en la tecn1c~
de: excavación. Él, sus familiares y sus discípulos han formado eqm-
.po's ·d~--trabajo apurando las precauciones para observar la estratigrafía,
eón· exG_I:!-\iación a ritmo lento y anotación de todos los detalles. Esto
le ha llevádo· a la observación minuciosa, y, combina!do con el rasgo
·anterior, a un:~ . ·iilterpretación nueva del arte cuaternario, aunque
una parte de sus ideas eran ya seguidas por diversos autores desde
hace tiempo. .
Es notable el contraste entre la ·parte hipotética, simbólica, y la
rigurosa y metódica parte dedicada a la nomenclatura, tan básica en Prólogo del autor
el estudio del paleolítico, el superior especialmente. Ello ha presen-
tado a:l traductor, señor Martín, dificultades que ha resuelto con
acierto. Hay que pensar que no tenemos aún una nomenclatura de Escribir una prehistoria mundial, en la situación actual de los
voces de utillaje paleolítico que esté aceptada con carácter general conocimientos, es más una empresa de intención que de hecho. Nuestro
por los especialistas españoles. Por ello el profesor Ma:tín h~ tenido intento es mostrar el gran esfuerzo que actualmente se está llevando
que innovar en bastantes detalles. Ahora su labor podra .servir com? a cabo en el mundo para captar el pasado anterior a la escritura; qué
un elemento más a tener en cuenta cuando se busque un sistema clasi- lugar ocupa Europa entre otras regiones donde no es menor el es-
ficatorio que todos puedan aceptar. fuerzo; el modo como Francia -que al principio ocupó el primer
Sólo con lo dicho ya se habrá dado cuenta el lector de que no lugar en la investigación- utiliza los medios modestos de que dis-
estamos frente a un manual vulgar, sino que nos haHamos ante la pone, con el fin de no perder demasiado terreno. Pese a la amplitud
obra madura de un especialista que ha indagado también facetas de su materia en el tiempo y el espacio, los centros de investigación
marginales de gran importancia y que nos da en .muchos aspectos · prehistórica han conservado una coherencia internacional muy ele-
una visión personal, propia, huyendo de los cammos, con exceso vada, salpicada por varios congresos y numerosos coloquios; vemos
trillados, seguidos por divulgadores menos audaces. cómo los extranjeros excavan en Francia y cómo las excavaciones
francesas en el extranjero están sólo limitadas por el número de in-
L. PERICOT
vestigadores y el importe .de los créditos. Este sentimiento de solida-
Catedrático de Prehistoria
ridad en los problemas de la investigación, excusa y justifica quizá la
tentación que herrios tenido de esbozar un amplio guión en· lugar de
escribir una «prehistoria de Francia».
Quizá sorprenda al lector que un libro tan pequeño se deba a
tantos autores; cada uno de nosotros lo hubiera podido escribir él
solo, pero nos ha parecido mejor que cada cual hablara de lo que
sabía en lugar de hablar de lo que sabían los otros.
Ésta es la razón por la cual Jean Chavaillon escogió el paleolítico
inferior; yo me encargué del paleolítico medio y superior con la
ayuda de Nicole Chavaillon en lo que se refiere a la documentación
africana; Annette Laming-Emperaire trató el mes{)lítico, Oceanía y
América, compartiendo ésta con Claude Baudez; Gérard Bailloud tomó
para sí el neolítico. En cuanto a los «Problemas», Hélfme Balfet,
Michel Brézillon y Arlette Leroi-Gourhan se unieron a este equipo,
con el que la Facultad de Letras y ·Ciencias Humanas de París tra-

VI vn
baja juntamente con el Centre National de la Recherche Scientifique. en una regwn determinada, la casualidad de un descubrimiento for-
Roger Humbert y Pierre Guilloré, dibujantes del CNRS, cuidaron de tuito, otorgan. a los materiales una desigualdad que aumenta a medida
la presentación gráfica. Francine David, bibliógrafo del CNRS, tuvo que nos alejamos de Europa y de los tiempos geológicamente más
a su cargo la coordinación de los manuscritos. próximos. En el transcurso de estos últimos veinte años han aumen·
La exposición de los conocimientos en prehistoria introduce al tado considerablemente los conocimientos sobre la prehistoria extra-
lector en un mundo donde las imágenes familiares al historiador se europea; no obstante, el lector se dará cuenta de hasta qué punto ha
·encuentran constantemente transpuestas. La c'onquista del tiempo sido preciso improvisar para cubrir decentemente ciertas regiones
absoluto, por el prehistoriador, está camino de· realizarse a través del globo. ·
-de la física atómica ; las· grandes páginas giran sobre glaciaciones; Dos terrenos hubieran exigido un real desarrollo: el de la paleon-
las dinastías se cuentan por el paso del reinado de las raederas al de los tología humana y el del arte. Cada uno hubiera precisado un volumen
buriles; los manuscritos son capas de suelo pisadas por pies de y apenas se han podido tratar, aquí y allá, someramente. La paleon·
hombre y arroyadas por el viento y la lluvia; los «historiógrafos» son tología humana, que se ha tenido en cuenta en la bibliografía y que
los rinocerontes de Merck, el oso de las cavernas y el microscópico ¡- es el tema del capítulo III de la Segunda Parte, hubiera supuesto
polen. En este universo desconcertante se mueve un hombre en for- aplicar una demostración cuyos términos habrían estado en des·
mación insensible, tan distinto de nosotros en sus comienzos que se acuerdo con el desarrollo de una obra lo más aproximada posible a un
le ha podido asimilar a un mono en estado de evolución y, no obs- libro de historia. El hecho capital -reciente adquisición de nuestros
tante, tan próximo desde el origen que su destino se inscribe directa- conocimientos- es que la humanidad empieza muy pronto (en los lími-
mente como prefacio a nuestra historia. tes de la era terciaria o quizás algunos centenares de milenios antes),
La prehistoria se ha creado un vocabulario apropiado a su ob- por unas formas que han adquirido ya la postura vertical, pero cuyo
jeto, pero ni este vocabulario ni las nociones que encubre encierran desarrollo cerebral está todavía lejos de lo que debía satisfacer en
para el lector esa familiaridad que tienen, desde la infancia, las ma- lo sucesivo las necesidades de la inteligencia y de la creación técnica.
temáticas o la geografía. Entresacado de la geología, de la zoología N o obstante, esos seres muy antiguos que se descubren en el África
y de la climatología, o confeccionad.:> en su totalidad, el lenguaje del del Sur y en el África oriental, los australopitecos, el Djinjantropo,
prehistoriador es, como todos los lenguajes técnicos, preciso y vago el H omo habilis, por muy aleja dos que estén de la imagen que nos
a un tiempo : mustero-levalloisiense evoca, para el iniciado, no sólo hacemos de los hombres, anduvieron de pie y poseyeron herramientas.
climas, faunas, flores, formas de utensilios de piedra, esqueletos Otro hecho importante es que el paso de estas formas más primitivas
de hombres diferentes del nuestro, sino especialmente casi un siglo (australantrópidos) al variadísimo grupo de los «pitecantropos» (ar·
de tanteos y una situación llena todavía de incertidumbres y con· cantrópidos), luego al grupo harto heteróclito de los «hombres de
fusión. Es difícil fijar en un resumen las sombras cambiantes de la Neandertal» (paleantrópidos), se realizó a través de transiciones in·
· tipología, dar contornos precisos a unos hechos cuyo testimonio es sensibles. El encadenamiento de las formas físicas es tan regular como
siempre incompleto y resulta enojoso cuando no se puede esperar del el de los testigos de la industria humana. Si se dieron divisiones re-
lector la espontánea corrección que restablece los matices. El conside- gionales, si tenemos la impresión de que en ciertos momentos otras
rable capital científico que se ha creado la prehistoria en menos de culturas sustituyen los grupos existentes, esta impresión se desvanece
ciento cincuenta años, no representa más que una red de mallas harto cuando se amplía la perspectiva a las dimensiones mundiales. Esto es
grandes, lanzada alrededor del globo a través de un millón de años: lo que nos ha determinado a intentar una prehistoria general.
solamente se recogen las piezas más grandes. Para el arte prehistórico, las mismas razones de homogeneidad
Las divisiones tradicionales más generalizadas distinguen tres nos han llevado a tenerlo en cuenta sólo de manera ocasional. Los
períodos de la humanidad: el paleolítico, el mesolítico y el neolítico conocimientos de que disponemos son todavía muy desiguales e in-
que enlaza con la edad de los metales. El primer período representa completos. Si el arte paleolítico de Europa empieza a integrarse en
99% de la vida de las sociedades humanas, 0,6% conduce a la pri- la cronología, no ocurre lo mismo con el conjunto del arte africano,
mera metalurgia y el resto es la historia. Esta inmensa duración está del que solamente se percibe que, a pesar de su abundancia, interesa
ocupada de manera muy desigual por los documentos. El azar del tan sólo una parte tardía y limitada de la prehistoria. Excepto estas
juego de los agentes fisicoquímicos, la existencia de investigadores dos regiones, la documentación es tan endeble y dispersa que hubiera

VIII IX
sido preciso adoptar un marco de exposición incompatible con la
arquitectura general del volumen, o dar al tema de los «Problemas»
una dimensión inconciliable con las prop~rci,ones del resto. El arte
paleolítico europeo ha sido ya objeto de numerosos estudios y de
obras generales que el lector encontrará en la bibliografía ; el arte
posglaciar nos ha parecido útil, sin embargo, introducirlo entre los
problemas.

A. LEROI-GOURHAN ,.
lndice de materias

Prólogo a la edición española, por Luis PERICOT . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . V


Prólogo, por .ANoRÉ LEROI-GOURHAN .............................. VII
índice de figuras . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . xv

PRIMERA PARTE

ESTADO ACTUAL DE NUESTROS CONOCIMIENTOS

CAPÍTULO PRIMERO. El paleolhico i:q.ferior, por Jean CHAVAILLON. . . . 3


África . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .............. 3
Asia . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .............. 10
Próximo Oriente . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .............. 15
Europa .............................·. . . . . . . . .............. 16

CAPÍTULO II. El paleolítico medio, por André LEROI-GOURHAN . .. . 23


Levalloisiense y musteriense . . . . . . . . . . . . . . .............. .. .. . 24
J Origen y desarrollo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .............. .. .. . 26
El mustero-levalloisiense perimediterráneo . . . .............. .. .. . 27
África oriental y del Sur . . . . . . . . . . . . . . . . . .............. .. .. . 34
Asia . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .............. .. .. . 37
J Aspectos general€s del paleolítico medio . . . .............. .. .. . 37

CAPÍTULO III. El paleolítico superior, por André LEROI-GouRHAN . . . . 40


Los caracteres de la talla . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 41
Los caracteres del modelado . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 41
La industria ósea . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 42
Divisiones generales .......... ~ ........................... : . 43
Eurasia occidental . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 44
..J Los inicios del paleolítico superior . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 45
El complejo aüriñacien.s~ ...... ·........... /. . . . . . . . . . . . . . 47
-Borde rebajado y rétoque . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 49
El final del paleolítico superior . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 55

x n
SEGUNDA PARTE
África. . ................................................. . 60
Asia ............................ -........................ . 63 PROBLEMAS Y DIRECTRICES PARA LA INVESTIGACióN

CAPÍTULO PRIMERO. Problemas metodológicos ................. · .. 149


CAPÍTULO IV. Los cazadores .depredadores del posglacial y del me-
Las excavaciones y la doctrina de investigación, por André LEROI-
solítico, por Annette LAMING-EMPERAI~E ............. . 65 149
GouRHAN ................................... · · · · · · · · · · ·
Los depredadores ......................................... . 68 Terminología de la piedra y el hueso, por André LEROI-GOURHAN ... _ 154
Eurppa .............................................. . 68 157
Cuadros de morfología descriptiva, por André LEROr-GouRHAN .... .
África ............................................._.. . 75- 186
Terminología de la cerámica, por HéUme BALFET ............... .
Asia .................................................. . 76
El mesolítico y las zonas de invención ....................... . 77 Notas del Capítulo Primero .......................... · .. · · · · · · · · · · · 192
Próximo Oriente ...................................... . 79
CAPÍTULO II. Problemas cronológicos ...................... · · · · · · 194
CAPÍTULO V. El neolítico, por Gérard BAILLOUD ................. . 81- Evolución de las cronologías relativas para Francia, por Michel
BRÉZILLON ............................................. . 194
J Definición y generalidades .................................. . 81 207
El Próximo Oriente ....................................... . 86 Cronología geológica, por J ean CHA v AILLON ................. .
Cronología zoológica, por André LEROI-GOURHAN ............... . 211
Los Balcanes .............................................. . 91 217
Europa central ........................................... . 97 Cronología botánica, por Arlette LEROI-GouRHAN ............. .
La cronología absoluta, por Arlette LEROI-GOURHAN ........... . 223
Europa septentrional ....................................... . 101
Europa mediterránea ....................................... . 104 Notas del Capítulo II ........................... · .. · · · · · · · · · · · · · · 226
Europa occidental ..................•.......................• 109
Estepas eurasiáticas y bosques noreurasiáticos ................. . 111 CAPÍTULÓ III. Problemas etnológicos ................... · .. · · · · · · 228
China y el sureste asiático ................................. . 115 La evolución y el progreso, por André LEROI-GOURHAN ......... . 228
La India ................................................. . 116 · Culturas de bifaciales y culturas de lascas, por J ean CHA VAILLON .. 232
África septentrional y sahariana ............................. . 118 El arte rupestre posglaci~l, por Michel BRÉZILLON ............. . 235
África al sur del Sáhara ................................... . 119 Neolítico y metal, por Gérard BAILLOUD .................. · .. · · · 241
El megatilismo, por Gérard BAILLOUD .................... · · · · 243
CAPÍTULO VI. Australia y Oceanía, por Annette LAMING-EMPERAIRE ... . 122 ·J El problema del poblamiento de América, por Annette LAMING-
248
Prehistoria de Australia ................................... . 122_ EMPERAIRE ............................................ .
Prehistoria de. Oceanía ..................................... . 124 225
Notas del Capítulo III .............................. · · · · ·-· · · · · · · · ·

lcAPhuLo VII. América, por Annette LAMING-EMPERAIRE y Claude


BAUDEZ ........................................... . 126 TERCERA PARTE
.J 'Historia de los descubrimientos ............... : ............. . 126
J Las grandes etapas de la prehistoria americana ......... ·........ . 128 DOCUMENTACióN
Los depredadores .................................... ·..... . 129
La cuestión del paleolítico inferior en América ............. . 130 I. Fuentes ................................................... . 261
Las más antiguas culturas conocidas. Los grandes cazadores .. 131 A) Paleolítico inferior, por Jean CHAVAILLON ................. . 261
,, Las culturas costeras .. _................................. . 135 B) Paleolítico medio y superior, por André LEROr-GouRHAN ..... . 265
Los cazadores-recolectores de alimento vegetal ............. . 136 C) Epi paleolítico y mesolítico, por Annette LAMING-EMPERAIRE ... . 273
Los productores ........................................... . 136 D) Neolítico, por Gérard BAILLOUD ......................... . 276
Sutoeste de los Estados Unidos . ·.......................... . 139 E) Australia, Oceanía, por Annette LAMING-EMPERAIRE ......... . 285
Este de los Estados Unidos ............................. . 140 F) América, por Annette LAMING-EMPERAIRE y Claude BAUDEZ ... . 286
Norte de América del Sur y sur de América central ......... . 142
Tierras bajas de América del Sur ....................... . 143 II. Bibliografía ............................................ ~ .. . 293
Regiones de las altas culturas de América del Sur ......... . 144 Revistas, series, congresos, abreviaturas ..................... . 293
Norte y centro de Chile y noroeste de Argentina ........... . 146
XIII
XII
Manuales, tratados y generalidades . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 294
Europa paleolítica y mesolítica . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 295
Europa neolítica . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 302
Asia . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 305
África . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 308
A1nérica ...... ; . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 310
Oceanía, Australia . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 312
Metodología . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 313
Arte . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 314
,
Indice de figuras
Apéndice bibliográfico sobre la Península ibérica y América, por Ri-
cardo MARTÍN . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 315

índice alfabético ................................................ . 321


l. El paleolítico inferior de África (I) ......................... . 4
2. El paleolítico inferior de África (II) ...... ·................... . 8
3. El paleolítico inferior de Asia ............................. . ll
4. El paleolítico inferior del Próximo Oriente y Europa ......... . 14
5. El paleolítico inferior de Francia ......................... . 20
6. El paleolítico medio del sudoeste de Francia ................. . 28
7. El paleolítico medio del sudeste de Francia ................. . 29
8. El paleolítico medio del Mediterráneo ....................... . 30
9. El paleolítico medio del Próximo Oriente ..................... . 31
10. El paleolítico medio y reciente de África al sur del Sáhara ... . 35
ll. El paleolítico medio de Asia oriental ....................... . 38
12. Inicio del paleolítico superior ................ , ............. . 46v
13. Auriñaciense ·............................................. : 48
14. Inter-graveto-solutrense del sudoeste de Francia ............... . 50-51
15. Protosolutrense y solutrense ............................... . 53
16. Inter-auriñaco-magdaleniense de Europa oriental ............... . 54
17. Inter-solutro-magdaleniense ................................. . 56
18. Magdaleniense de Isturitz ................................. . 57
19. Paleolítico superior evolucionado de Europa oriental ........... . 58
20. Paleolítico superior del Próximo Oriente ..................... . 59
21. Paleolítico superior y epipaleolítico del Maghreb ............. . 62
22. Difusión de rasgos mesolíticos, más tarde neolíticos ............. . 66
23. Tipos de microlitos ....................................... . 7l
24. Industria de hueso y asta de ciervo ......................... . 72
25. Principales yacimientos posglaciales de Próximo Oriente ....... . 78
26. Evolución del neolítico en Biblos ........................... . 90
27. Evolución del neolítico en Grecia ........................... . 92
28. Evolución del neolítico en Bulgaria ......................... . 94
29. Evolución del neolítico en Checoslovaquia ................... . lOO
30. Evolución del neolítico en Escandinavia meridional ........... . 102
31. Evolución del neolítico en Liguria ........................... . 106
32. Evolución del neolítico en la cuenca de París ................. . 108
33. Evolución del subneolítico de Japón ......................... .

XIV
Del 300 a. de J. C. al 200 de nuestra era se asiste al desarrollo
de las culturas regionales gracias al progreso de las técnicas agrícolas
(terrazas y redes de regadío) ; la población aumenta y se concentra
en poblados que comprenden casas dispuestas siguiendo un trazado,
grandes montículos piramidales y, a veces, fortificaciones. La eco-
nomía descansa en la agricultura, la pesca y la cría. Sin embargo,
el simbolismo religioso, característico del período precedente sólo
se halla en la arquitectura o en los motivos decorativos de la cerámica;
tampoco se hallan edificios de carácter puramente religioso.
A partir del 200 de nuestra era se desarrollan las civilizaciones
de tipo urbano tales como Tiahuanaco (Andes bolivianos), Nazca
(costa sur), Mochica (costa norte), caracterizados por ciudades, gran·
des poblados, complejos edificios religiosos, agricultura intensiva
(abonos), gran especialización del trabajo·(desarrollo de la metalurgia SEGUNDA PARTE
con la aparición del dinero. Los mochica poseen un ejército y empren·
den conquistas. Del 600 al 1000, la mayor parte del Perú está domi·
nada por la civilización de Tiahuanaco-Wari. Luego se desarrollan los
reinos (Chimú en la costa norte) o los pequeños Estados que a partir PROBLEMAS
del siglo XV serán absorbidos por el Imperio incaico.
Y DIRECTRICES PARA
Norte y centro de Chile y noroeste de Argentina
Las culturas de estas regiones se han beneficiado de las plantas
LA INVESTIGACIÓN
· cultivadas en los Andes, así como del llama. Los poblados, algunas
veces fortificados, eran pequeños y comprendían modestos edificios
de albañilería tosca y sencillas . estructuras religiosas de pequeñas
dimensiones. Su artesanía (alfarería, metalurgia) ha sido repetidas
veces fuertemente influida por las grandes civilizaciones andinas.

A. E. y Cl. B.

146
CAPÍTULO PRIMERO

Problemas metodológicos

Las excavaciones y la doctrina de investigación

A menudo, el rendimiento de la máquina científica es desalenta-


dor: para que la medicina adelante un ápice, es preciso sacrificar
millones de cobayos y de ratas blancas; pero el cobayo se reproduce
a voluntad, mientras que el yacimiento arqueológico se excava una vez
y desaparece. En los países mejor organizados en cuanto a agricul-
tura mO'dema y a grandes obras, la destrucción y pérdida de docu-
mentos es considerable. En la mayor parte de los países, hasta el mo-
mento presente la protección de los yacimientos no amenazados de
inmediata destrucción es más teórica que práctica; es prácticamente
inexistente la de los yacimientos que peligran por el hecho de la vida
moderna. Abordar como «problema» el tema de las excavaciones
deja a un lado a centenares de coleccionistas que, con autorización
oficial o sin ella, destruyen sin provecho: ciertos aspectos de la acti-
vidad arqueológica señalan más el psicoanálisis que la investigación.
El juego de azar de los descubrimientos, la multitud de testimonios
ocultos hacen que una mayoría de documentos esté condenada a ser
destr,uida por el bulldozer o por los buscadores inexpertos; lo que
supone un verdadero crimen para la ciencia es la exploración des-
.r considerada de yacimientos no amenazados, como son las cuevas, y
la ausencia de una protección absoluta sobre todo lo que reposa en.
la tierra.
Si se pudiese imaginar una situación ideal en la que sólo se exca-
vara lo que debe ser emplazamiento de un pantano, de una ciudad
obrera, o bien los yacimientos cuidadosamente escogidos por su im-
portancia científica, situación en la que se acudiría por lo menos a un
cuadro de especialistas verdaderamente competentes no sólo en cono-
cimientos teóricos sino también en la práctica arqueológica, conti- sido excavados, existen aún tan grandes vacíos en los conocimientos
nuaría un importante problema de fondo. más fundamentales. Sin embargo, hay que reconocer que desde hace
En el siglo XIX las excavaciones prehistóricas se orientaron si- unos treinta años ha mejorado la situación y en casi todos los países
guiendo una doble inspiración : la de los paleontólogos y la de los los especialistas se han abierto camino, al mismo tiempo que mejora-
arqueólogos clásicos [13]. Los primeros fueron los promotores de la ban los métodos de investigación.
estratigrafía; los fósiles debían extraerse según el orden de los es- El documento prehistórico. La posición con respecto al yacimiento
tratos: dan, entonces, a conocer el cuadro de la evolución. Los se- (documento de base) permanece, sin embargo, en las mejores condi-
?und?s ~~nían la historia co~o campo esencial, y, por consiguiente, la ·j(
• 1 ~
ciones, imperfectamente exigente. Desde largo tilmpo ya es sabido
m~cr~pcwn como elemento significativo: los objetos, asociados a ins- que el estudio de un yacimiento requiere la colaboración del geólogo,
cnpcwnes, aseguran un cuadro más o menos rico de la cultura de del paleobotánico, del zoólogo, del antropólogo, del paleoetnó.log~ y,
cierta época. Las dos disciplinas, la una con sus fósiles y la otra con si el caso lo requiere, del físico o del químico l. En todas las ciencias,
sus inscripciones, se refieren a objetos «extraídos» y que empiezan su los materiales tienen un interés multidisciplinario, pero normalmente
c~rrera de docu~e_ntos una vez reunidos en el laboratorio o en el ga- no se impone su estudio simultáneo y los mismos documentos (para
bmete. En defimtiva, los paleontólogos y los arqueólogos de las algunos desde la Antigüedad) son reconsiderados para una acción de
grandes civilizaciones son unos historiadores, los unos de la natura- análisis progresivo. No ocurre lo mismo con el testimonio prehistórico
leza, los otros de la· cultura. Bien o mal, los prehistoriadores se han que es irreversiblemente destruido por la excavación. Ello explica por
conformado a una tradición que, en su caso, ofrecía menos ventajas qué lo que se sabe de los más grandes yacimientos paleolíticos cabe
que defectos. ' en algunas cortas páginas, excepción hecha del sílex. Incluso para
. La técnica de la exploración paleontológica (o geológica) está el sílex puede discutirse hasta lo infinito sobre las verdaderas divi-
bien adaptada ~ su objetivo, puesto que normalmente no se puede es- siones de los períodos, como si Carlomagno, Jules Ferry y Cicerón
pera: nada meJ~r .que el estudio de los vestigios animales o vegetales fuesen objeto de discusiones en cuanto a su orden cronológico. Por
reumdos cronologiCamente. Para sacar los fósiles sin demasiado daño más absurdo que ello pueda parecer, esta comparación hace destacar
Y en orden cronológico es preciso, pues, que la exploración sea hábil un hecho a menudo demasiado despreciado : la excavación es el acto
pero la investigación propia no se basa en ella. La técnica tradicionai importante en la prehistoria..De ello se desprende que en el yaci-
del. arqueólogo,. quizá menos defendible, respondía a necesidades muy miento no basta un hombre, aunque sea muy ilustrado, sino una ins-
vecmas: a partir del momento en que los textos pueden ilustrar sobre titución entera, lo cual hace que la ciencia prehistórica sea una dis-
la vida. ~e los pueblos e~tintos (lo cual es ampliamente inexacto) la ciplina tan costosa como la mayor parte de las ciencias exactas. Este
e:ccavacwn . debe :pr?~orcwnar los monumentos y las inscripciones, punto se admite ahora en cierto número de países. Es, pues, de una
sm r.efinamtentos, mutiles. No hay que discutir aquí los fundamentos situación real, aunque no general, de donde se puede sacar una doc-
r~lat:vos a los meto dos de la arqueología tradicional; su rendimiento trina de la excavación actual.
Cientifico puede mejorarse considerablemente, pero ellos han alimen- Esta doctrina se reduce a pocas líneas. La prospección debe tener
tado un cuerpo. enorme y coherente de conocimientos. Por desgracia, su prioridad sobre la excavación, y en ésta la investigación de las
no ocurre lo mismo con la prehistoria, en la que las exigencias ver- estructuras debe tener carácter de prioridad sobre la estratigrafía.
dade;as r:o son ni las de la paleontología ni las de la Jtpigrafía. Los Por muy paradójico e incluso quizá escandaloso que pueda parecer,
~rehiston~dores han sido demasiado a menudo unos inadapú1d.ü'8 cien- son estos principios los únicos que aseguran el respeto de la materia
t~fico~, geologos o humanistas desarmados ante las exigencias de una documental, pues importa menos haber visto que haber anotado, y
Ciencia a caballo entre la zoología y el arte plástico. Por añadidura poseer veinte mil sílex en orden cronológico que una sola cabaña
el aficionado sobrevive en ella aún con demasiada frecuencia· u~ puesta a la luz del día con todos los testimonios de la existencia de
filólog? que supiese mal el latín o un paleontólogo que ign¿rase los hombres de una época. Lo paradójico es, por otra parte, inexisten-
demasiado la anatomía serían rápidamente apartados: un prehistoria- te, ya que un análisis profundo implica que se haya hecho un esfuerzo
dar que excava mal y que suple con su imarrinación lo que falta a para interpretarlo todo, y la disección precisa de las estructuras su-
. l o
sus matena es, puede muy bien hacer una larga carrera. Por ello,. a perpuestas asegura mejor la estratigrafía que cualquier. otro método.
pesar de que durante más de .un siglo millares de yacimientos han Partiendo del principio de que es la excavac~<ii!J;,~lili~g h~.<f,~~eL

ISO·
. ~t~~~~,"~i~t
documento, el diario no es sólo la confección de un montón de planos genealogía, sino sobre la vida del hombre prehistórico. En semejante
y fotografías, sino la puesta en acción de todas las inteligencias cuya exploración cualquier grano de arena puede tener algo que decir,
conjunción es necesaria, siguiendo la fórmula de equipo que todas l~s ya no se trata sólo de calmar una conciencia con algunos planos,
investigaciones multidisciplinarias han adoptado naturalmente~ Sm algunas deducciones por los pólenes o el carbono 14: el mejor inves-
dificultad, puede concebirse a un tipólogo que realizase sólo la sín- tigador es, a pesar de todo, un vándalo que destruye su documento
tesis del musteriense (si las excavaciones le proporcionasen mate- consultándolo. No puede haber verdadera excavación si se pierde
riales seguros), pero investigar sólo un yacimiento musteriense c.on- de vista esta triste realidad. Por otra parte, ella es suficiente para
duce sin lugar a dudas a la pérdida de una parte de los testimomos, aconsejar la organización del dispositivo de investigación.
porque un solo investigador no sólo no puede tener presentes todos En un país en curso de modernización industrial y agrícola la
los problemas que se plantean, sino tampoco todos los que la ima- protección de los yacimientos debe estar asegurada, no ya por la cla-
ginación científica es capaz de formular dentro de cada especialidad. sificación después de su descubrimiento, sino por una verdadera invio-
Investigar sólo y con la única perspectiva de establecer una sucesión labilidad de principio. Los descubrimientos fortuitos son muy nume-
de industrias no es mucho más excusable que cuando se inauguran las rosos y la inmensidad de los tiempos prehistóricos hace que los tipos
investigaciones en una región virgen, con accesos difíciles y rica en de yacimientos y su importancia varíen mucho. Una densa red de
yacimientos que serán estudiados ulteriormente. prehistoriadores aficionados tienen aquí una función de primer orden
Hace ya más de medio siglo que la investigación histórica se ha en la detección, información, asociación a las verdaderas excavaciones.
desprendido del interés exclusivo por el acontecimiento; la prehis, Los yacimientos están tan necesitados de protección como las últimas
toria, que no tiene ni siquiera la excusa de descubrir las genealogías águilas, y los «amigos de la naturaleza» se distinguen perfectamente_
y las batallas que son la gloria de los pueblos, debe intentar lo im- del feroz destructor de cigüeñas. El salvamento y el estudio científico
posible para salir al paso de las falsas genealogías que se han creado son cosas distintas: es tan absurdo bloquear durante meses la cons-
con los buriles y las puntas pedunculadas. trucción de un pantano para estudiar un yacimiento insignificante,
Actualmente, la dilapidación de los yacimientos es tal que dentro como criminal es excavar en un yacimiento importante con el pre-
de veinte años se buscará, quizás infructuosamente, algo con que re- texto de «salvarlo de la destrucción». La distinción entre lo que debe
constituir la economía de los neolíticos o de la protohistoria en la ser salvado por los grupos de aficionados bien formados, y lo que,
mayor parte de las regiones actualmente cultivables. Al igual que el en la cúspide, debería movilizar a los mejores especialistas compete
petróleo y el carbón, la,materi.rt arqueoló_gica se agota. El dolmen a unos organismos que, en la mayoría de países, sólo existe en estado
intacto o la galería cuhier'i:"fC'bien conservada ·se· han transformado de esbozo. Se impone, pues, toda una gradación en la selección de los
en rarezas y desaparecerán quizá pronto, cuando todavía ningún es- medios, pero no en los principios que hay que aplicar, que son
tudio científico de ellos haya podido hacerse en condiciones que per- aproximadamente los mismos en un taller abbevilliense y en un yaci-
mitan poner en claro las prácticas funerarias de las cuales eran esce- miento de la edad del bronce.
nario. He aquí, pues, otro .punto importante: la excavación debe Cualesquiera que sean su forma y el número de sus capas, el ya-
tener prioridad sobre la disertación; la experiencia demuestra sobra- cimiento debe comportar trincheras de sondeo que permitan prever
damente que muchos de los trabajos clásicos sobre el paleolítico sólo lo que la excavación estratigráfica irá descubriendo progresivamente.
recobrarán su valor cuando se renueven los conocimientos. Pero lo esencial es la distinción de estratos o capas de los antiguos
Como ha ocurrido muy a menudo en la historia de las ciencias, suelos, a menudo muy finas, que facilitan sus vestigios en estado de
Ja síntesis ha sido necesaria antes que el conocimiento profundo ; al abandono. El trabajo de lectura de las superficies, tan importante y
principio de este siglo se ha formado una primera imagen de la tan apasionador en sus detalles como la lectura de un manuscrito
evolución de las culturas, imagen que ha agotado casi todos los .re- inédito, es verdaderamente el acto de investigación del prehistoriador;
cursos de las técnicas estratigráficas. A partir de entonces se tienen cualquier otro procedimiento merece, a lo sumo, ser considerado como
cada vez más detalles sobre la sucesión de los raspadores, pero es de recuperación estratigráfica. Hay que hacerse cargo de qUe la disec-
fácil adivinar que seis concienzudas excavaciones en cada país resol- ción de las superficies es excesivamente lenta, puesto que teóricamente
verían de una vez todo lo esencial sobre el problema de la cronología nada debe pasar inadvertido. Ello implica pausas prolongadas . en
tipológica. Sin embargo, quedaría casi todo por saber no ya sobre la _cada piso, pausas durante las cuales se hace el trabajo de registro.

152 153
Este último moviliza los medios ordinarios de notas, planos, croquis, pador carenado» no es identificable con un. gén~:o Y una especie.
fotos, películas, toma de muestras para todos los estudios habituales Sólo es posible cierto paralelismo. Una clasific~ciOn ~urament~ tec-
(industria, fauna, polen, mineralogía, granulometría), pero también nológica sería concebible, pero resultaría precana de_lndo a la mcer-
todo aquello que puede ser imaginado como nuevo por varios cerebros tidumbre de identificación de la función de los obJetos; la ma~or
pacientemente aplicados a no dejar perder nada de lo que está irre- parte de las «hachas, gubias, sierras, raspadores j~más han cumphdo
misiblemente condenado a desaparecer en el siguiente episodio. Lo las funciones que se les atribuyen, y el vocabu~ano se ha carga~o. ?e .
idóneo es sacar, mediante materias plásticas, amplias muestras intac- denominaciones erróneas que, no obstante, dan Idea y ~ue la tradiciOn
tas de los diferentes suelos y un testimonio de la excavación ,por capas mantiene. Más aún: el sentido de los términos ha denvado a menudo
que asegure la posibilidad de controlar durante días, a veces años, en el tiempo, y las acepciones sucesivas de una palabra com~ rasp,a~or
las etapas ya recorridas. Lo mínimo que se le puede exigir en todo por ejemplo desafían la estabilidad indispen~able de una sistematica.
caso al excavador es que pueda darse cuenta siempre de la situación Finalmente, la tradición establecida de asociar el nombre de un ya-
exacta de todo lo que ha visto y de todo lo que ha deducido. Al tér- cimiento al de un objeto, como «hoja solutrense», conduc.e a au~entar
mino de su excavación quedará un documento sobre el cual no hay la confusión cuando, por afinidades de forma, se denomma «hoJa so-
que hacerse demasiadas ilusiones; en él se verá todo lo que habrá lutrense» un objeto americano separado del original por 10 000 km Y
visto; por ello resulta mejor multiplicar los investigadores en un diez milenios. El error de principio es, sin lugar a dudas, el d~ ~aber
mismo yacimiento. Su trabajo, sin duda, permitirá reforzar en el perseguido el fin de una «tipología» antes que e~ de, con pnondad,
futuro las búsquedas sobre los puntos que habrán registrado sin una «morfología $istemática», puesto que los «tipos», para guar~ar
comprenderlos, lo cual es muy importante, pero la excavación, acto el paralelismo con la. sistemática, de las ~iencias naturales, debe~Ian
necesario en nuestras investigaciones, no es, dado el estado actual ser entidades culturales y cronograficas, mientras que son formas hga-
de la ciencia, más que un mal menor; es una operación en la que el das a la vez a la cultura y al determinismo todopoderoso de la__ ma-
prehistoriador, así como el ¡;¡.rqueólogo clásico, tiene serios motivos teria y del gesto, sometidas, pues, a todas las eventualidades de con-
para abordarla con humildad y un profundo sentido de la responsa- vergencia. . ,. .
bilidad que asume. La situación actual se resiente de un largo pasado termmologico
inspirado por la «tipología intuitiva». Resul~a evident.e que. du~ante
A. L.-G. el trancurso de estos últimos años una cornente de mvestlgacwnes
sistemáticas se ha cebado sobre fuentes enriquecidas por todas las
partes del mund~ y que. la amplitu~ de horizont~s h~ hecho n~c~r la
Terminología de la piedra y el hueso necesidad de una definición más estncta de los cntenos morfologicos.
Las primeras clasificaciones se inician ~1 final del siglo XVI, con
En arqueología histórica la denominación correcta de un vestigio Michel Mercati 2 , que distingue en las «pierres de foudre~ (que r~­
no plantea grandes problemas. Un hacha es reconocida como tal y conoce como armas) eeraunia cuneata (las hachas), eerauma vulgans
a menudo no desempeña más. papel que el de contexto. En prehistoria (las flechas) y silicex (puntas de lanzas)-: El siglo x~n ~ec~n~idera las
el objeto de piedra o de hueso es por sí mismo el texto, el «fósil di- grandes divisiones de Mercati y las ennquece. Jussieu distmgue las
rector», y su' papel como testigo cronológico es cuando menos igual cuñas, las hachas y las armazones de flecha; JY-Iahudel.\ en 1730,
a su papel como testimonio cultural. En esto la prehistoria podría añade aquí la punta de dardo, el martillo, el cuchillo, el cmcel : desde
pasar por una ciencia natural que reclama una sistemática de los el origen se ve nacer la tendencia a conllevar a la etnografía el vo-
cabulario\ tipológico. Esta tendenci~ con,.duc~ a Boucher de P.erthes
5
objetos, como existe una sistemática de las rocas o de los seres vivos
para regir la interpretación sincrónica y diacrónica de los testimo- de 1847 a 1860 a forjar más de vemte termmos para caractenzar sus
nios. Si las necesidades son idénticas, los materiales son bien distintos, industrias del Somme. Se halla allí de nuevo el nudo inicial de la
y bien distinta también ha sido la evolución de los métodos de aná- clasificación de Jussieu: la cuña, el hacha, juiciosamente dividida en
lisis. La prehistoria se ha construido una sistemática empírica. Este hacha diluviana (el biface) y en hacha céltica (el hacha pulida) , la
empirismo se apoya en el hecho de que «hacha de sílex» no es asimi- piedra de flecha. Se ve igualmente ~a aportación de Mahudel, a la ·?ual
lable a un orden y una familia zoológica, del mismo modo un «ras- se añade una serie de formas fantasiOsas como la «broca» o el «arpon».

154 155
La clasificación de Lefebvre 6 en 1877 sigue el mismo criterio ; en esta De estas consideraciones resulta que el progreso de la taxonomía
época se adquiere lo esencial de la terminología actual. prehistórica debe orientarse : 1) hacia la puesta a punto de una
A. de Mortillet 7 racionaliza esta tipología, en parte ficticia, clasi- morfología analítica, concebida independientemente del tiempo, de
ficando los útiles en cuatro grandes categorías : útiles que sirven para las culturas y en una amplia medida de la naturaleza técnica de l~s
cortar, útiles que sirven para raspar, útiles que sirven para aplastar testimonios 10 ; aplicable al conjunto de las culturas, el vocabulano
y romper, útiles, que sirven para perforar. La treintena de palabras correspondería a lo que es el vocabulario anatómico que conoce pri-
(como hacha, sierra, raspador, raedera, punzón, e.tc. )' admitidas por - meramente el «hígado» antes de establecer si se trata del hígado de
simple verosimilitud morfológica se han fijado en el vocabulario, y la ostra o del híga¿lo del hombre; 2) hacia una aclaración experimen-
sirven aún, sin que ninguna crítica tecnológica de conjunto haya ve- tal de · los datos del determinismo tecnológico, lo que evitaría, por
nido a distinguir los supuestos usos de los que pueden considerarse ejemplo, separar como «tipos» los especímenes de un mismo instru-
como demostrados. mento en sus diferentes estados de uso, o de considerar como de
La primera mitad del siglo xx, dominada por la personalidad del tradición «perigordiense» el resurgir a 20 000 años de distancia de las
abate Breuil, no corresponde a las grandes tentativas de revisión, pero mismas hojas de dorso curvo.
sí a numerosos ensayos de ajuste de las formas a un cuadro crono- . No ·existe otro camino para salir del empirismo, y, a juzgar por
lógico. Diferentes trabajos 8 visten poco a poco de detalles analíticos las preocupaciones de los tipólogos de diferentes países, parece que
una armazón cuya vocaGión tecnológica ya casi no atrae la atención: este camino se ve ya entreabierto.
ya no importa que la «raedera» haya servido para rascar, pero sí que
A. 1.-G.
tal instrumento sea el «fósil» característico de una cultura y de un
período. Es, pues, sobre la búsqueda de sutilezas cronológicamente
significativas donde ha recaído el esfuerzo principal. Por tanteo, se Cuadros de morfología descriptiva
ha llegado a un método, ilustrado por los trabajos de F. y D. Bordes 9 , Los cuadros siguientes tienden· a ofrecer, dentro de lo que es com-
que tiende hacia la búsqueda de asociaciones significativas estable- patible con una visión universal de la morfología, el vocabulario des-
ciendo sobre curvas las proporciones numéricas de los diversos elemen- criptivo de las industrias prehistóricas. Constituyen sólo una base
tos de una lista tipo. Cualq~iera que sea la forma que tomen la lista limitada a la terminología general y suponen su complemento en las
tipo y la curva, el principio metodológico es inatacable, y al nivel en monograf~as tipológicas regionales.
que se sitúen las exigencias, el método Bordes o los métodos parecidos El principio seguido es inverso del de una tipología, puesto que
han prestado ya grandes servicios. los «tipos» son estados de síntesis, característicos de una época y de
El reproche que se puede dirigir a las curvas de densidad no se una cultura, mientras que el análisis morfológico tiene por finalidad
refiere al método sino a la definición de los criterios que aún no han movilizar los elementos de descripción. La tipología empieza, pues,
sido objeto de una crítica suficientemente depurada. Los autores han en el punto en que el análisis morfológico ofrece el medio de esta-
co~struido sus listas tipo bajo el empuje de una búsqueda circunscrita blecer .el grado de validez de los caracteres. El contraste entre estos
(paleolítico medio de Francia o epi paleolítico europeo), lo que con- dos aspectos complementarios del estudio de las industrias prehis-
dena su extensión a una inevitable puerta falsa. 1.~ .t~r~1}ino1ogía tóricas resalta claramente cuando se considera el lugar que la esta-
arrastra la herencia y los prejuicios de la ciencia prehistórica. Más dística oc:tipa... respectivamente en. uno y en otro. En morfología ocupa
aún, la tipología sólo imperfectamente advierte el determinismo im- una situación pr~limiriar-:-·ra_ elevada frecuencia de un carácter par-
puesto por la materia, el gesto técnico, el grado de desgaste de los ticular en los testimonios tomados a industrias distribuidas en el
útiles, lo cual introduce un elemento independiente del tiempo y de tie'mpo y en el espacio permite colocar este carácter como morfológi-
las culturas. La importancia del determinismo disminuye del paleo·- camente.significativo. En tipología, la estadística desempeña una fun-
lítico inferior a la protohistoria, de manera que si altera casi total- ción final y decisiva: la frecuencia de objetos que sintetizan cada uno
mente las imágenes sacadas de las culturas arcaicas, su ·efecto es ya· de ellos un grupo de caracteres significativos conduce a individualizar
menos sensible a partir del paleolítico superior. La tipología cuan- una cultura dentro del tiempb y del espacio. Un tercer recurso cual
titativa representa un considerable progreso a pesar de los defectos es el método cuantitativo parece imponerse entre los precedentes:
que aún contiene. la búsqueda de la pertinencia del agrupamiento dentro de los tipos.
156 157
I. NúcLEOs (fig. 37)

Toda masa de materia tallé}da:''toma el carácter de núcleo, pero las


necesidades de la extracción obligan generalmente a dar al núcleo
la forma y las proporciones favorables para la talla. Dentro de la
forma general (A), los aspectos más frecuentes son bipiramidal (1), en
tortuga (2), en cuña (3), tabular (4), cónico (5), poliédrico (6).
6 El núcleo comporta un anverso, un reverso (a menudo cubierto de
restos del córtex) y frecuentemente un plano en un extremo, un
contraplano en el otro (3 a y b). En orden a su extracción, según las
materias, ofrece un contorno circular (7), ovoide (8), cuadrangular (9),
o escutiforme (10).
El plano de percusión (a) es liso (11, 12, 13), diedro (14) o
retocado (15), según el estado del punto donde se localiza el im-
pacto. La forma y la orientación aseguran la extracción de lascas
7 8 9 10 gruesas (11) ó finas (14, 15), de hojas de talla frontal (12) o circu-

Q.J~~
e~ lar (13).
En orden de extracción, el núcleo libera lascas preparadas que
~
Q
dejan rastros de lascado (D) concéntricos (16), unipolares (17, 18),
bipolares (19) o multipolares (20). La preparación permite dar una
11 12 ... 13.. 14 15 forma determinada al producto de extracción: lasca (16, 17), punta
(18), hojas u hojitas (19, 20). ·

·~:,..
¡:s:::;.,_,.
-~~ __,,i
Dentro de una misma cultura pueden coexistir varios tipos de
núcleos, ya sea realmente, ya sea porque el desgaste se traduce en las
formas siguientes (2, 1 luego 6, por ejemplo). En las mismas condi-
-_,--
ciones, la naturaleza de las masas primitivas (bloques, tablas o ta-
bletas, guijarros o riñones) puede determinar localmente la presencia
de núcleos irregulares o de un tipo aberrativo. La tipología tiene en
16 17 18 19 20 cuenta las formas dominantes, .por ejemplo el núcleo de tortuga oval,
con plano retocado y lascado en punta preparada, del mustero-leva-
lloisiense o el núcleo cónico de plano liso circular y lascado unipolar
de hojas del México precolombino.
Nomenclatura de los productos: Los caracteres de fractura de las
arista bulbo de rocas elásticas son constantes y tanto más notables cu!lnto más se
percusión aproxima la roca a una estructura vítrea. Los productos de la percu-
sión (21) tienen un anverso, un reverso, un talón o extremidad pro-
ximal y un extremo distal. El anverso está marcado a menudo por una
21 extremidad distal o varias aristas, el reverso por las ondas del plano de lascado que
ANVERSO REVERSO
forman un bulbo de percusión cuyo origen está en el punto de im-
pacto, sobre el plano de percusión.
FIG. 37. (V. lectura en la página siguier:zte)

158 159
II. PRODUCTOS DE PREPARACIÓN (fig. 38)

La preparación de la masa primitiva produce lascas cuya suerte


varía según las culturas y los recursos locales: unas veces son simples
desechos que atestiguan las fases de la talla, otras la base para la ob-
tención de objetos determinados. Su estudio es fuente de valiosas in-
formaciones sobre las técnicas y el nivel económico. En el transcurso
del tiempo, algunos de entre ellos han podido desempeñar una función
dentro del desarrollo de los nuevos productos.
La masa primitiva libera en la primera percusión una lasca ini-
cial (22) cuyo anverso está revestido de córtex y cuyo plano de per-
cusión es nulo o natural. La continuación de la preparación conduce
a la extracción de lascas de desbastado (23). La preparación de nú-
cleos (o su nueva puesta en forma) determina la producción de lascas
angulares (24) ordinarias o angulares oblicuas (25) . La regularización
de las aristas da origen a las lascas de arista (26) y a las puntas de
arista (27). Cuando la arista suprimida se encuentra próxima a uno
de los bordes, se obtiene la lasca de dorso natural (28) si el córtex
guarnece la vertiente abrupta, o de dorso preparado (29) si la ver-
tiente abrupta conserva la huella de extracciones anteriores.
La percusión sobre las aristas o cerca de los bordes sinuosos del
núcleo da origen, según la posición del punto de impacto, a la punta
desfasada ( décalée) (30), de la que se hace un rasgo tipológico mus-
teriense, y a la lasca oblicua (31), muy frecuentemente modelada en
raedera. La extracción del borde sinuoso del núcleo provoca la libe-
ración de la hoja o de la lasca en cresta (32); el avivado del plano
de percusión, necesario para rehacer el borde deformado por los
impactos, da un plano de percusión en disco (33) .
Productos de la talla; Los productos de la talla, lascas u hojas,
ofrecen un plano de percusión liso (34), diedro (35), retocado, (36),
o puntiforme (37); se da el nombre de plano facetado (facetté) a un
plano con varias aristas, de las cuales sólo una desempeña o no la
función de línea de impacto. El plano de percusión es perpendicular
34 35 36 37 u oblicuo, más o menos grueso o ancho con relación a los diámetros
del producto.
FIG. 38. (V. lectura en la página siguiente)

160 161

11. A. LEROI: La Prehistoria..


muy ancha IIJ: MÓDULOS DE TALLA (fig. 39)
15~~~------------g-r-an-d~

La talla media de una industria obedece a razones de técnica o de


economía. Siempre es importante determinar el módulo de origen
10 de las lascas, a menudo superior al testimonio que dejan los útiles
usados. La longitud está tomada desde el plano de percusión hasta el
extremo, encontrándose el plano de percusión alto y horizontal. El cua-
5 dro de módulos se basa en la consideración de que un producto de
más de 15 cm de longitud es muy grande, y superior a 1/1 de anchura,
muy ancho. Tomada sobre gran número de productos de los dos con-
tinentes, la longitud de 8 cm parece ser media; la de 4 cm, pequeña;
Lasca ancha
la de 2 cm, muy pequeña, a pesar del carácter arbitrario de la asimila-
ción uniforme de las anchuras con respecto a las longitudes. La an-
15..,.---3-,
chura relativa ofrece ocho categorías de clasificación : lasca muy
ancha, lasca ancha (38), bastante larga (39), larga (40), laminar (41) ;
las hojas son consideradas como normales (42), estrechas (43), muy
estrechas (44) . De cuatro a seis centímetros respectivamente, las tres
categorías de hojas corresponden a las hojitas (42 a 44).
Los módulos de la talla son aplicables a los productos preparados
en la medida en que las proporciones de la lasca o de la hoja origi-
nales no están sensiblemente alteradas. En el caso contrario, es con-
veniente aplicar los módulos particulares a la categoría morfológica
del caso.

·Lasca laminar Hqja Hoja estrecha Hoja muy estrecha


41 42 43 44
FIG. 39. (V. lectura en la página siguiente)
Las divisiones representan un centímetro

162 163
IV. RETOQUE (fig. 40)

La forma definitiva de la pieza se obtiene mediante los retoques.


Tienden a dar la forma adecuada, ya a los bordes, ya al dorso o a
la cara de las piezas. Las fases de fabricación se inscriben a menudo
en el escalonado de varias series de retoques (46) cada vez más finos.
El retoque de los bordes puede ser unifacial (47), bifacial (48). La
46 47 48 incidencia de los retoques con respecto al plano horizontal de la pieza
es importante (45) , ya que varía según la naturaleza del borde bus-
cado y su grado de desgaste : el retoque se llama rasante, alrededor
o de 10°; muy oblicuo, hacia 30°; abrupto, hacia 70°, y vertical,
::::>
o
::::>
e: a 90°.
e:
.._,_ -~-medial El filo puede ser bruto (49), regular (50) o irregularmente retoca-

...
o
e: u
...,
o
"' do, reavivado (51) : puede ser regular o irregularmente denticu-
lado ·(52) o con muescas (53). Es importante resaltar que los suce-
-proximal sivos reavivados. de un útil pueden modificar profundamente su forma
~ ~ ·:~ y conducir a distinciones tipológicas no significativas. . .t."'·':.::.'A·•:t
54 49 50 51 52 53 El retoq~e que invade e~ anverso es llamado directo, el del rever~;.1~~;
'l. es llamado mverso (55). S1 los bordes son retocados el uno sobre~·.ff~--~~~
anverso y el otro sobre el reverso~ el reto.que ;_:cibe el nombre ~ \ _t§·:.f.f&=
alterno (56). Por otra parte, segun su sltuacwn (54), puede ~.er. \; 61 ¡ .,#
c~ntinuo o discontinuo y, en este último caso, proximal, medial; o~~\ .., 7j·=·~"'
dLstal 1;, . ·";_--..r". ·-..--}
C~ando un borde es recortado por retoque abrupto o vertical, s~' "'" ·, ::>····
llama rebajado ( abattu} (57, 58, 59). El rebajado, así como el re-
toque, puede ser directo (57), inverso (58), o alterno. Es cruzado (59)
cuando los retoques atacan sucesivamente ambas caras.
4!!Jm... ~- &ID
55 56 57 58 59 El retoque de las caras es parcial o total (61) sobre una o dos
caras. Cuando parece alcanzar al anverso, se le denomina invasor
( envahissant) (60). El retoque total puede ofrecer variantes como

~
irregular, transversal (63), oblicuo ( échar pe} (64) .
Para que sea completa, la morfología ·debe. tener en cuenta el ta-
maño de los retoques: muy grande (20 mm y más (Le ar1ehura), grande

tW
-~ -..
(15 mm), medio (6 mm), pequeño (2 mm). Las proporciones son
corta (1/2 longitud X 1 anchura), media (1 X 1), larga (2 X 1),
laminar (+de 3 X 1). Finalmente, el retoque puede ser vacío ( creux)
o fino (en pelure).
60 61 62 63 64
FIG. 40. (V. lectura en la página siguiente)

165
164
V. ÚTILES DE CORTE DISTAL (fig. 41)

Chopper (cuchilla) : útil tallado, el más primitivo (65-66). Gene·


ralmente, un guijarro cuyo filo se ha obtenido por un pequeño núme-
65 66 ro de extracciones unifaciales (chopper) (65) o bifaciales {chopping-
tool) (útil cuchilla) (66). Morfológicamente está emparentado a la
vez con el hendidor, con la raedera (135) y con el bifaz (134).
Hendido·r (hachereau} (67, 68) : Es una gran lasca sobre la cual
un bisel preexistente a su obtención constituye la parte cortante. La
preparación de los bordes y del talón crea variantes tipológicas para
las cuales Bordes [415] y Tixier [333] han propuesto clasificaciones.

~
é
El bifaz de extremo cortante (69) se diferencia del hendidor por su
. talla bifacial, pero se acerca a ella por la similitud del bisel preexis-

67
1 68
.

69
tente .
Tranchet: El principio del bisel preexistente se halla en el tranchet
(70, 71, 72), cuya puesta a punto se hace, bien por recorte de una
lasca con retoques abruptos (70), bien por preparación bifacial (71,
72). Althin. [74] ha ·dado una clasificación de los tranchets basada

70
t
.
. en las formas que se encuentran en la Europa septentrional. En una
situación morfológica análoga en relación al tranchet a la del bifaz de
extremo cortante en relación al hendidor, se encuentra el hacha ta·
llada (73) cuyo filo es obtenido por retoques distales.
Morfológicamente, los hendidores y los tranchets (cuyo nombre
carece de relación con su función) constituyen una familia empa-
rentada con la de las hachas, azuelas y rejas. Funcionalmente, la
separación parece poder estar fundada en la elevada probabilidad de
un enmangado del tipo «hacha» por el grupo de los tranchets. La des-
cripción detallada hace intervenir las figuras 40 (retoque), 42 (hacha)
y 49 (corte).·

71 72 73
FIG. 41. (V. lectura en la página siguiente)

166
167
VI. HACHA, AZUELA, REJA (fig. 42)

Esta familia incluye simultáneamente objetos de piedra pulida


--ejes paralelos--
borde (total o parcialmente) y de materia animal o eventualmente vegetal.
La nomenclatura general de la pieza (42) comporta el filo (con uno
o dos biseles), los flancos, los bordes y el talón. Los bordes (75) son
e::
'O de ejes paralelos o convergentes (más frecuentemente hacia el talón).
-~ Por su parte, los bordes pueden ser rectilíneos, convexoS~, cóncavos,
sinuosos. El talón (76 a 81) puede ser truncado (76), redondeado (77),
1 -ejes convergentes- en punta (78), con muesca (79), con salientes (80) o de botón (81).
talón rectilíneos. conv~xos. cónc~vos. SinUOSOS.
El perfil del filo (82 a 86) permite hasta cierto punto separar las
(extremo proximal) 74 75 hojas de hacha, de las azuelas o de las rejas; se pueden distinguir las

V VV ~ CJs3 Qs3bis principales formas de biseles: doble (82 a 85), o simple (86), convexo-
simétrico (82), convexo disim_étrico '(85), bisel de plano único (86).
El borde del filo puede ser. rectilíñeo (87), convexo simétrico (88)
-J '- C J 9 4 D94bis o disimétriw,__ (89) , _rara vez cóncavo o ·sinuoso. En su plano, el filo
76 78 80 92 puede ser plano (90) ;en gubia { creux} (91).

VVVn ~::OJse 95
La fijación de la hoja sobre el mango puede dar lugar a distincio-
nes morfológicas importantes. La hoja puede ser con escotaduras
simples o dobles (92), medi!!!§ (93) o proximales (94), a tetones ( ma-
melons) (93 bis), con apfui[ic.es {dents} (94 bis). Puede ser decuello
( gorge} (95) medial 9.Pr()J?_j__mal (9_?), limitada o no por abultamien-
tos (bourrelets) (97)~ completa o parcial (98).
La hoja con espiga {tenon} (99) ofrece espaldones laterales per-
<:82 87 pendiculares u oblicuos (10Q), hacza el talón (101) o hacia el filo;
1 1

---,_ DwoD 103 la espiga puede estar limitada por un reborde {replat} (102). La hoja
Cs3 r-1 88 D1o1
de bordes sinuosos supone una espiga de espaldones suaves (103).
Ciertas hojas de azuelas ofrecen un espaldón tallado en pla[to (104).

c84 ~ 89
__j
99
CJ:l•102 ~104 Las perforaciones, medias o distales, pueden ser bicónicas o cil,ín-
dricas (106). Pueden estar hechas de borde a borde (105) o ~n el
plano (107), ser simples (107) o múltiples (108). La perforación
puede formar un cuello ( collet) (106).
C85 E:> 90 ~
;: { 105
La terminología descriptiva de las hachas n es, por una parte,

~86 ~ 91 --p--106
--LJ-
3 107
ID o

108
extensible a las cabezas de maza y rompecabezas y a los objetos de
forma parecida, como las «pesas».

FIG. 42. (V. lectura en la página siguiente)

168 169
VII. BURILES J.
2
(fig. 43)

Los buriles están caracterizados por la existencia de un fil~ estrecho, obtenido


por la extracción de una hojita llamada de golpe de buril. Pueden obtenerse de
109 11 o 111 112 113 114
lascas o de hojas, ser simples, dobles ..., múltiples. El buril doble puede ser
unilateral, bilateral o alterno. Su dimensión varía desde muy grande (15 cm) a
muy pequeño (-de 2 cm) (v. fig. 39); sus proporciones son de ancho (l X 1)
a estrecho (1 X 5), de delgado (l X 7) a grueso (1 X 3) y muy grueso (1 X 2,5).

Buril de una o dos extracciones (109 a 120) : El buril se presenta


normalmente como de eje (109), oblicuo (110), de ángulo (111).
Por la orientación del filo es recto (112), curvilíneo (113), plano (114) .
El corte es obtenido por dos extracciones, diedro (115) propiamente
dicho, o por extracción sobre rotura (sur cassure} (116) o sobre
115 116 117 118 119 120 truncatura (117). El buril sobre muesca (118 a 120) puede ser en
pico de loro (118) o transverso (119). El microburil es generalmente ~~J·!;;~~~::
un subproducto del truncado de .l~s hojas, su ~isel es el re~ultado ?e ,;l;:?;~~$··~~
u.na fractura y ~o de, una extr~ccwn (120). Bunl ~~ extracc~~nes mul- ~rf (§~v=}:f

l~las, curvas (121 a 123) o rectas (12~, 125) =.buril arquead?' (bu~~ué! ~. \~~t
s~n (121) o con muesca (122), bunl de pwo (123), bunl pohedn- "!. '~~--J.l

t~plés: Este bunl esta caractenzado por la extraccwn ·de ho ptas para-~ r;;< 0 \ ,..,s;'f:~J

co (124) o prismático (125). La definición morfológica está hecha por ..,_~·,,.._'·<~>


la unión de los diferentes caracteres, por ejemplo: buril de ángulo, · ....,,.,
recto sobre truncatura oblicua; doble alterno, pequeño, delgado y
121 122· 123 124 125 estrecho. Semejante definición morfológica podría aplicarse tipológi-

n n
126 127
M M 128 129
camente a un «buril de Noailles». Truncaturas: la nomenclatura. de
las truncaturas es aplicable a todas las piezas cortadas transversalmen-
te por una serie de retoques abruptos. La truncatura es perpendicular
(126 a 129) u oblicua (130 a 133). Por añadidura, es rectilínea (126,
130), convexa (127, 131), cóncava (128, 132), sinuosa (129, 133).

r1 (l ~ rl Morfológicamente, la distinción de las truncaturas y de ciertos filos


de raspadores no siempre es posible.

130 131 132 133

FIG. 43. (V. lectura en la página siguiente)

170 171
Reserva

Ancho 137 140 143 VIII. BIFAZ, RAEDERA, PUNTA (fig. 44)
Borde con reserva
Estos tres objetos (134, 135, 136) constituyen, con el chopper
(65, 146), una sola familia caracterizada por una forma general ova-
lada, con bordes muy a menudo disimétricos en su contorno o por la
naturaleza de su retoque. Los bordes son normalmente convexos, pero
por reavivado pueden tomar un perfil rectilíneo o cóncavo. Se han
Medio 138 141 144 hecho varios intentos de tipología de los bifaces o bifaciales, así como
de las puntas y raederas ~ 3 ; el más profundo es el de F. Bordes.
La raedera y la punta siguen los módulos de proporciones co-

GUú
Estrecho
139 142 145
rrientes (fig. 39) . El bifaz es gigante más allá de 25 cm, muy grande
(20 cm), grande (15 cm), medianamente grande (12 cm), bastante
pequeño (10 cm), pequeño (7 cm), muy pequeño, por debajo de esta
última medida. Es mwy grueso cuando la relación grosor-largada es
de 1 X 2,5, grueso (1 X3), medianamente grueso (1 X 4), bastante
delgado (1 X 5), delgado (1 X 6). Es ancho a 7/10, de anchura me-
dia a 6/10, estrecho a 5/10, muy estrecho a 4,5/10 (137, 138, 139).
Los filos son convexos (137-139), rectos (140-142), cóncavos (143-145).
El juego de las proporciones y de los filos proporciona al simple útil
que es el bifacial, una considerable va.riabilidad. Ésta aumenta to-


davía más por los caracteres del talón: reserva envolvente (147),
. . semilateral (148), talón reservado (1.42l~_Qtras formas (muy a menudo

146 147 148 149


1
.
150

' sobre lascas) son de filo continuo (150), estando el talón modelado
como el resto del contorno. '
Las raederas ofrecen por su parte gran variedad 'de detalles de-
bidos a la naturaleza de la lasca inicial y a los reavivados sucesivos.
Reflejan, por lo tanto, una unidad morfológica, puesto que el grosor
y el retoque crean generalmente una zona envolvente de la base de
uno de los lados: raedera de dorso reservado (151), con reserva en-
. . volvente (152), con talón semilateral (153), punta triangular (154) .
..

' '
La punta ovalada de filo continuo (155) es a menudo una fase avan-
zada de desgaste o agotamiento de las formas anteriores, siendo la
1

151 152 153 154 155 limace su grado extremo.


FIG. 44. (V. lectura en la página siguiente)

172
173
IX. PIEZAS DE DORSO REBAJADO O RECORTADO,
PIEZAS GEOMÉTRICAS (fig. 45)

f\!lf\/\;1~
156 157 158 159 160 161
Una vasta familia morfológica está constituida por hojas u hojitas,
rara vez por lascas, sobre las cuales un retoque abrupto o vertical,
directo o inverso, asegura el recorte de formas varias, disimétricas
según el eje principal.

V \J l/
El principio que se sigue es el de suponer la pieza constituida por una punta
(156-161) y una base (162-170) entre las cuales puede interponerse un cuerpo (171-
173), y los cambios de dirección de los bordes señalan el límite de las partes,
de manera que la pieza pueda ser, si el caso se presenta, una punta rematada
con un talón. La descripción completa implica la intervención del retoque
162 163 164

u u l)
(figura 40) y de la truncatura (figs. 43 y 46).

Piezas con dorso: obtenidas por el rebaje total o parcial de un


dorso o borde, y se distinguen las puntas de dorso y filo curvos (156
y 162), de dorso curvo y filo recto (157, 163), de dorso recto y filo
165 166 167 174 175 176 177

u \J u
curvo (158, 164), y las variantes que nacen de la combinación con
los caracteres del cuerpo (171 a 173) y del talón, en punta (162 a 164),
rectilíneo (165 a 167), convexo (168 a 170). El dorso sinuoso es ex-
cepcional, pero en cambio se encuentra el dorso con giba (a gib-
168
bosité).
169 170
Piezas pedunculadas o cOn muesca: La punta, en particular en la
Europa septentrional (Hamburgo, Ahrensburgo, etc.) puede ser con
truncatura y filo oblicuos (159), truncatura oblicua y filo recto (160)

1 ( 1) (cf. truncatura, 126, 133), dorso recto y filo oblicuo (161).


La muesca puede, a partir del talón, estar colocada en los 2/3,
en 1/2, en 1/3, en 1/4 (174). Puede ser cuadrada (175), redondea-
171 172 173 178 179 180 181 da (176) o en arpado (177). El pedúnculo está constituido por una

~ ~ ~ ~7~ ~~ ~9~
espiga (178) que no excede de la mitad del ancho de la base, o una
lengüeta (181) que sobrepasa la mitad del ancho. La espiga puede ser
lateral ( d' angle} (178), semiaxial (179) o axial (180). ·
Piezas geométricas H: Representadas en su mayoría por formas
micro líticas (menos de 2,5 cm), proceden generalmente del fragmen-
tado de hojas. Las formas corrientes son fléchette (182), rectángulo

~ ~~ ~~ ~
(183), semicírculo ( demicercle} (184, 185), segmento de círculo (186).
Las formas angulosas, con base rectilínea o cóncava, son los triángulos,

rn
isósceles (187), rectángulo (188), escaleno (189), el trapecio (190),
el trapecio rectangular (191), el losange o rombo (192).

183 186 190 191 192


FIG. 45. (V. lectura en la página siguiente)

174
...·•.. ............
... ··•. X. PuNTAS FOLIÁCEAS (fig. 46)
! \
~,....J
¡ :
() :d:
Las piezas foliáceas, bifaciales o unifaciales, de piedra o de materia ósea,
son de una variedad de formas casi ilimitada. Su clasificación morfológica tiene
193 a
en cuenta su talla media en cada serie (cf. fig. 39) y el módulo: ancho con res·
...•··... ·..~..•·•.. ....·'···.. pecto a largo (1 X 1), (1 X 2), (1 X 3), etc .

¿. ~ (.. j 0
b 202
....

e
/ .\
Las puntas están constituidas por bordes convergentes rectilíneos
(193 a), convexos (193 b), cóncavos (193 e). Los cuerpos tienen los
bordes orientados paralelamente al eje (194), o convergentes hacia
la base (195). Estos bordes son a su vez rectilíneos (194-195 a), con·

() () \··:··-; //"....\
Va'-'
vexos (194-195 b) o cóncavos (194-195 e). La base puede ser simple
(196), rectilínea (196 a), convexa (196 b), cóncava (196 e). La len·
güeta tiene bordes rectilíneos (197 a), convexos (197 b), o cóncavos
195 (197 e). Los pedúnculos son de bordes paralelos (198 a), convergen-
tes (198 b), divergentes (198 e) ; estos bordes pueden ser rectilíneos
/¡'·.\
~ uo \ !
....:'...... ··. .··· (199 a), convexos (199 b), cóncavos (199 e). El extremo del pedúnculo
... ..·.. •••• !: es puntiagudo (200 a), rectilíneo (200 b), convexo (200 e), cónca-
L.__¡
a
he \/ vo (200 d).
196 Las muescas son rectas (201 a), agudas (201 b), obtusas (201 e),

o G) ()
205 206 207 redondeadas (201 d). Las aletas son cortadas rectas (202 a), cortadas
oblicuamente (202 b y e), redondeadas (202 d) . Las barbas nacen del
encuentro de bordes con una base escotada, simple cóncava (196 e),
o angular con lados rectilíneos (203 a) , convexos (203 b), cóncavos
a e (203 e). Barbas y aletas pueden coexistir con un pedúnculo (201 b,
197 204). Las muescas, simples o múltiples, pueden ser unilaterales o bi-
laterales (205) . Se encuentran formas que exigen un análisis pa.r·
! ticular, como los talones en T (206). Las formas de filo transver-
~ ..1 r..; l.\b/'! sal (207) tienen que analizarse según el presente cuadro, ya sea con
a a d la ayuda de términos propios del rebaje, de la truncatura o de las
198 b 208 e formas geométricas. La mayor anchura puede, a partir del talón, estar
situada en los 2/3. (208 a), en 1/2 (208 b), en 1/3 (208 e), en 1/10
\ ¡:
(208 d) ; esta posición influye en la forma al igual que las variaciones
del módulo (209 a y b). El ancho del pedúnculo influye también sobre
L\b/'1 ~'J \': la morfología de las piezas (210 a y b).
e
199
· Las clasificaciones de las puntas foliáceas 15 responden a un deseo de describir

V UU U
a b 200 e d a 209 b a 210 b
formas completas, asimiladas ya sea a hojas vegetales (De Ferry, Cheynier) ya
sea a figuras geométricas, o de hacer un inventario de todas las variantes de un
conjunto localizado (Hugot).

Fm. 46. (V. lectura en la página siguiente)

177
176
12. A. LEROI: La Prehistoria.
~ XI. RASPADORES (fig. 47)

Con respecto a su borde funcional, los raspadores se clasifican en


11Th 213
tres grandes categorías: raspador con extracciones cortas (211), con
211 212 extracciones laminares (212) o carenado, denticulado (213). El ras-
pador sobre extremo de hoja o de lasca puede ser de bordes paralelos

non
(214), en abanico (215), cuneiforme (216), semicircular (217), de

(l('¡~
morro (218), con espaldón doble (219), con espaldón simple (220).
El borde funcional puede extenderse a las diferentes partes del so-
~ 218 219 220 .
porte en el raspador discoidal (221) , circular (222) , oval (223),
disto lateral (224), unilateral (225) , bilateral (226) .
214 215 216 217 El módulo es un elemento tipológicamente importante cuando, para
una serie determinada, las variaciones debidas a reavivados han po-

00
221 222 223 224 225 226
dido ser determinadas. Se desarrolla desde muy corto (menos de
1 X 1) (227), a corto (1 X 1) (228), bastante corto (229), mediana-
mente largo (1 X 2) (230) , largo (1 X 3) (231}. El espesor (232)
varía desde delgado (1 X 7), a medianamente grueso (1 X 4), grueso
(1 X 2,5), muy grueso (1,5 X 1 y más) .
El filo es convexo (233) con las variantes de rebajado { surbaissé}
4-::f::::::::::::::::::::::::::::;\:~.. (236), en semicírculo (237), en ojiva (238). Puede ser oblicuo (234).
Las formas rectilíneas (235) o cóncavas reúnen las truncaturas y las
1x-1 hl 1x1,5 1x2 1x3 muescas.
+ + ~ + + Las clasificaciones de los raspadores se encuentran entre las más
desarrolladas ~ 6 , siendo las de Bourlon y Bouyssonie (1912) bastante
próximas a la que seguimos aquí. El raspador es uno de los útiles
cuya forma se halla más estrechamente sometida a la función, que

nnn
es la de raspar las materias óseas o leñosas. El determinismo técnico
se relaciona, pues, muy estrechamente con la forma y la orientación
de su filo; su distribución es prácticamente mundial, desde el paleo-
lítico medio a la edad de los metales.
230 231 232 Útiles dobles: Es relativamente frecuente que piezas líticas con-
227 228 229 tengan simultáneamente un buril y un raspador, o un taladro ( pen;oir)

nflnnn/\
233 234 235 236 237 238
o dos unidades semejantes (bt.;tril-taladro, raspador doble, etc.).

Fm. 47. (V. lectura en la página siguiente)

178 179
XII. TALADROS, MUESCAS y OTRAS FORMAS (fig. 48)

~V V~rn ~~+ m
~~ ·~~
Los verdaderos taladros no son siempre fácilmente separables de
las piezas pedunculadas, puesto que las huellas del uso de la punta
1
sólo constituyen prueba en los casos más favorables. Se distingue el
punzón o taladro de eje (239), el oblicuo (240) y el angular (241) .
. A liEI La punta puede ser de sección triangular (242), cuadrada (243),
239 241 242 243 244 245 246 romboidal o losángica (244), trapezoidal (245) , y en paralelogra-
mo (246). Los taladros 1aterales sólo pueden ser resultantes del en-
cuentro de dos muescas (252).
Muescas: Numerosas lascas u hojas presentan muescas con re-
toques abruptos que han podido actuar como raspador cóncavo. Unas

Hrlr"' ~~~n
son sobre extremo, axial (247), oblicuo (248), o doble (249). Los
bordes pueden ser marcados con muescas unilaterales (250) o bilate-
rales (251), y pueden ser múltiples o periféricos (252).
Otras formas: La descripCión de las formas obtenidas por mar-
tilleo de las rocas blandas o cristalinas es comparativamente más
247 248 249 250 251 252 cómoda que la de las rocas elásticas. Una parte importante de los
1

productos pertenece a la familia de las hachas (fig. 42). Los poliedros

..:....l
(253), bolas (254), maZO'S con cuello .(255), mazas perforadas (256)
constituyen la mayoría de las restantes formas con las muelas, mo-
letas y trituradores.

253 254
OD® 255
.....

256
--

FIG. 48
FIG. 48. (V. lectura en la página siguiente)

180 181
Triángulo isó~celes -cüadrado
~
rectángulo
220±
biconvexo
,
'
...
.--'
~err;r,:.
\

=circular

planoconvexo
elíptico
achaflanado paralelogramo pi~ XIII. SECCIÓN (fig. 49)
convexo-
cóncavo


La descripción de las piezas de la industria lítica u ósea com-
porta la indicación de las secciones transversa!les, para las cuales la
figura 49 facilita las principales denominaciones~ Las variantes (ángu-
disimétrico
con esquinas. romas losange los romos, convexilíneos, concavilíneos, etc.) pueden combinarse con
las formas principales.
~


helicoidal

convexolíneo trapecio
de bordes trilobulado
cóncavos

-
Á
concavolíneo
JI
concavolíneo

FIG.
pentágono, etc.
257
de bordes
cortados

49. (V. lectura en la página siguiente)



tetralobulado

182 183
n n
1 4 5 6

n
2 3
XIV. PUNTAS DE MATERIA ÓSEA (fig. 50)

A-~ -.~ ~ ~
Las muy numerosas puntas óseas ofrecen, en las más variadas
culturas, incontables convergencias de formas debidas a la vez a las
propiedades mecánicas de la materia y a 'las necesidades de penetra-
ción o de la retención. Una parte de sus caracteres es analizable según
el vocabulario de las piezas foliáceas (fig. 46). Se distingue la extre·
midad distal o punta propiamente dicha, el asta o fuste, la extremidad
proximal o talón. Corresponden muy a menudo a cabezas de arma
B- de tiro (flechas, azagayas, arpones) pero pueden tener otros empleos,
no determinados.
La punta es aguda (A 1), roma (mousse) (A 2), en planos (a
pans) (A 3), agudos o romos, en lengua de carpa (A 4) o en lengua
~ de áspid (A 5).
~ El asta o fuste puede ser cónico (B 1), cilindrocónico, cilíndrico
(B 2), de bordes paralelos (B 2), de diferentes secciones (fig. 49) o
aplastado (B 3) de sección variable, a menudo biconvexa. Puede ser
unido, o presentando dientes (barbes), que constituyen el dentado
( barbelure) ; dientes unilaterales, uno sólo (B 4), o varios, dentic u-
lado bilateral con dientes opuestos (B 5) o alternos (B 6). Puede en-
contrarse también una ranura (C 1), dos ranuras opuestas o canales.
Puede ofrecer protuberancias o tetones (C 2), nervaturas continuas
o cortadas. La ranura puede haber servido para inserción de elementos
de armado de piedra. Los dientes pueden estar metidos en el asta o
fuste (C 4) o libres (C 5, C 6), cuadrados (C 4, C 5) o agudos (C 6).
El talón es macho (D) o hembra (E), cónico agudo (D 1), trun·
cado o romo, aplastado (D 2), en lengüeta (ver figs. 46 y 50). Puede
estar tallado en bisel simple (D 3), plano o cóncavo (D 4), en bisel
doble (D 5), en lápiz (D 6). El talón hembra corresponde a la base
hendida (E 1), base horquillada (E 2) y a las cabezas desprendibles
hembras con espolones laterales (E 3-5) o dorsales, simples (E 6) o
múltiples. La fijación es por pinzado (E 3), con alvéolo abierto (E 4),
o cerrado (E 5, E 6).
El talón macho puede ser con escotadura unilateral o bilateral
(F 1), de cuello, de espaldones (F 2), con aletas d protuberancias
(F 3), con abultamientos (bourrelets) (F 4)", con mango (F 5 a), con
anillo perforado (F 5 b), con perforación semilateral (F 6 a), o axial
(F 6 b), circular cilíndrico o bicónico (F 6 a), u oval.
258 ""'f--- ® $ ~ ---·
A. L.-G.
Fm. 50. (V. lectura en la página siguiente)

184 185
Terminología de la cerámica B) Elementos de descripción morfológica
El esquema propuesto en estas páginas para el análisis de los l) Se distinguen recipientes de formas simples o compuestas. Los primeros
restos cerámicos está limitado voluntariamente a sus caracteres prin- pueden ser descritos por una palabra con referencia al volumen que encierran:
esferoide (6 a), hemiesferoide (6 b), o en cuenco, elipsoide aplastado o alargado
cipales. Para describir los aspectos tanto morfológicos como técnicos (7 a-b), ovoide (8 a-b), cilíndrico (9), cónico o tronco cónico abierto o cerrado (lO),
(que serán tratados sucesivamente) se dispone sobre todo, hay que hiperboloide (ll a-e). Las formas compuestas están descritas por elementos ya
reconocerlo, de elementos dispares adoptados empíricamente, pero sea con la ayuda de los términos anteriores, ya sea por su dirección, recta, incli-
desiguales para poder integrarlos en una sistemática. El objeto que nada hacia dentro o hacia fuera (12 a-e), y su forma, rectilínea, convexa, cóncava,
perseguimos es modesto : proponer definiciones precisas para alguno sinuosa (13 a-d). Sobre el perfil de un recipiente (tres ejemplos en 14, 15, 16) se
de los términos ya en uso, y nuevos términos para algunos caracteres sitúan algunos puntos: la base, sobre la cual reposa; la abertura o boca; el punto
cuya frecuencia exige que puedan ser distinguidos sin equívoco 17 • de tangencia vertical externo, donde se mide el diámetro máximo (15, 16 tve);
el o los puntos de tangencia vertical internos (15, 16 tvi) ; el o los puntos de
A) Elementos ·ae nomenclatura de los recipientes (figs. 51, 52) inflexión, lugar donde una curva se invierte (14, 15 if) ; el o los puntos de inter-
sección, lugar donde una curva se quiebra, formando un ángulo saliente o en·
Denominar los objetos es el primer paso y quizás el más delicado, por el trante (16 it). La presencia de puntos de inflexión o de intersección permite
hecho de que la mayor parte de los nombres son, o excesivamente vagos o dema- distinguir entre las formas compuestas aquellas de curva continua (14, 15) y
siado precisos, quizás ambas cosas al mismo tiempo: los unos describen solamente discontinua (16); son asimismo estos puntos los que limitan las partes, por
la facultad de contener (vaso, recipiente, vasija), los otros hacen referencia a una ejemplo, reborde y cuerpo (14), cuello, cuerpo y base (15), partes superior e in-
función concreta (que a veces es absurda y casi siempre incierta, tratándose de ferior y base (16).
objetos antiguos) sin evocar forzosamente una forma determinada. Nos hallamos, 2) Las diferentes partes (de arriba abajo). La boca puede comportar un
pues, obligados a prescindir de muchos de ellos, así como de aquellos otros gollete (d. ::::; l/4 del d. máx.) (17 g), un cuello (entre l/4 y 3/4) (17 e), un , .... ,,
términos cuyo empleo fuera de su medio cultural nos parece todavía más aven· reborde (más de 3/4·) (17 r) (del cual se describe la altura desde el ángulo ent)~~7,:~[-~ .• ~:
turado. Lo que resta, organizado en un cuadro muy simple, permite agrupar los trante o el punto de inflexión hasta el borde), la dirección (vertical, entrat:q;~~1)ít51-,)f>
objetos en algunas grandes familias, y perfilarlos desde el inicio de la descripción. saliente, horizontal o inversa), la forma (rectilínea, convexa, cóncava, sinuo~k;'i"'c----8~
Combinando en primer lugar, para los recipientes abiertos, profundidad y Sobre la abertura, estrecha (::::; l/4 d. máx.), media (l/4 a l/2), ancha a@~\!:!.:i~
tamaño creciente, tenemos una serie plana, bandeja (l a), plato (Lb), cuenco, a 3/4) o muy ancha (17 e, m, l, tl), el borde es a veces rebordeado sobr~ ¡{o~~ ~dJI .~
escudilla o plato hondo (l e), bol (l d), hasta un limite. donde-·la. relación caras o sobre una sola (19 a-b), redondo (e), aplastado (d-e) ; en su extrennda,d, '~'- 1r"'
profundidad/ diámetro sea igual a la unidad; cubilete, urna, orza, jarra, cuando el labio puede ser plano, redondo, convexo, cóncavo, a bisel... (20 a-e). a~f¡;,,_ "'~<i;:;;
esta relación es superior (l e). Los recipientes cerrados (diámetro máximo supe· El cuerpo es simple o compuesto (ver lo antedicho). Los recipientes cerrados,"lf<,'t·w;;7 .;;<:'
rior al diámetro de la boca), forman una serie distinta, salvo las formas poco principalmente, combinan a menudo dos zonas entre las cuales el paso puede
profundas con borde débilmente entrante, funcionalmente inseparables de la estar atenuado o acentuado con una verdadera arista (tradicionalmente denomi-
serie bol. nada carena); a veces del mismo tipo, estas dos zonas difieren muy frecuente-
Según la boca sea ancha, estrecha o muy estrecha,· se distingue: bote o jarra mente (espalda convexa sobre un ancho tronco de cono, o espalda rectilínea o
(2 a), de dentro de las cuales se puede extraer sin dificultad; cántara, que sirve cóncava sobre una parte inferior en forma de cuenco). Aunque en su mayoría
para el transporte de líquidos, y jarra en las tallas grandes (2 b); frasco, botella, son asimilables a sólidos de revolución, la cerámica puede ser de sección oval,
bombona (2 e). cuadrada, rectangular...
La incorporación de un mango para el asido cambia las formas precedentes La base, fondo o asiento, es llamada estrecha, mediana, ancha o muy ancha,
en paleta (3 a), cuchara o sartén (3 b), cazo, cucharón, puchero (3 e), acetre (3d). según los mismos criterios que la abertura (17). Se distinguen recipientes de base
Son tazas (4 a) el bol y los cubiletes con asa; un bote con asa, un vertedor o un incorporada, de otros sostenidos por uno o varios pies. En los primeros, la base
simple reborde, es una jarra o jarro (4 b); cuando la abertura es muy estrecha, se halla ya sea a continuación del cuerpo (6-8), ya sea formada por un truncado
se conservan los términos de \~0tellá y frasco o vinajera (4 e). Finalmente, la de éste, ya sea practicada en una parte distinta por afinado: en curvas discon-
adición de un cuello o pico lateral, o pitón, con ~--º-sin_ella,_gh:;ti!J.gue la taza tinuas, base cónica, en ángulo cortado (chaflán), cilíndrico (24 a-e), en curvas
biberón (5 a) y la vertedora (5 b); el té~:hl;~aro o botijo se conserva cuando continuas base estirada o en cúpula (25 a-b), o por ensanchamiento: base ex·
la función transporte está evidenciada por el tamaño o la forma, o la presencia tendida (26). Si este ensanchamiento se exagera o se combina con un estirado
de un asa alta, por ejemplo (5 e). del cuerpo (27 a, b) da lugar a un pie lleno que a veces se divide en tija y
zócalo (27 e), La fórmula más frecuente es aquella del pie en corona variando
la altura de una simple banda (28 a) a un pedestal muy elevado (28 d), que

186 187
ti 1
2 3 4 5
a L---- 1--+-
18 1 b

b
e'
\....,_./
~ a
~·~..
t .t 19

d u v-- a
V l. t t l. 20

u v·
Id
"-J
1·--------
2•------- ..
b b

·V (J \) 2


()~({:
d •
b '" e 21

1 • !_ :; 1
d 0 e e ooeCJ.dd
f =~
o
(} fJ
tvi a b b
2. 22-- -23--

Ük..l.u.U U.U
6 7 8 1
U U. V U.DbV.
29

SI 10 11
J
--28---

d LLL~
Fm. 52
FIG. 51

188 189
luntariamente en irregular; en cuanto a su finura: los elementos groseros de la
puede acercarse mucho al 27 c. Los pies múltiples, en general tres, pueden estar
pasta son visibles o disimulados bajo una película de fina arcilla; en cuanto a la
o no reunidos en corona en su base (29 a-b). Para todos se describen la dirección
brillantez, se distingue notablemente el alisado, tratamiento húmedo que deja la
y la forma (rectilínea, convexa, cóncava, sinuosa, plana ... ) (30 a-e).
superficie suave y mate, del pulido, que se ejerce casi en seco con un objeto duro
3) Acondicionamientos especiales. Para la obturación: los tapones y tapa·
y da un brillante variable según el acabado del trabajo y el grano de la arcilla.
deras pueden colocarse embutidos o por fuera (18 a-b).
El engobe es un revestimiento arcilloso, por oposición al vidriado, untura vitri-
Para la sujeción: diversas formas desde un simple saliente, tetón y oreja
ficada por la cocción (cuyo papel en la prehistoria es desde luego nulo). La téc-
(proyección de forma aplastada) agujereadas o no (21 a-b), asa (bastante abierta
nica es de lo más delicado de descubrir si la arcilla empleada es la de la pasta,
para el paso cuando menos de un dedo (21 e)), botón (d), mango (e). El asa es
ya que una fina capa de elementos puede resultar del alisado o por resudación
diame~ral (22 e) o lateral, y en este caso de fijación vertical u horizontal (22 a-b),
espontánea; se reconoce con bastante certeza cuando se trata de arcilla de otro
estas ultimas pudiendo seguir una dirección horizontal, oblicua o vertical (23 a,
color, blanca o roja de ocre, por ejemplo, y cuya capa es muy fina y adherente
b, e), al igual que los mangos.
y se delimita netamente (lo que la distingue de ciertos efectos superficiales de
Para verter, aparte de los acondicionamientos del cuello, se puede pinzar el
la cocción o del envejecimiento).
borde para curvado en forma de pico o vertedero (4 b) o preparar un pitón
4) La decoración. Frecuentemente sobre engobe que asegura un fondo unido,
lateral a nivel de la espalda (5 a-e).
la superficie está decorada por entero o por zonas. Para la pintura, la gama de
los colores minerales disponibles va del blanco al negro a través de todos los
C) Descripción técnica pardos, amarillos y rojos; una decoración por pulido o bruñido puede afectar
toda la superficie o limitarse a zonas o líneas de contraste brillante sobre mate.
1) La pasta. El material de base, la arcilla, ofrece numerosas variedades en Otros procedimientos aprovechan la plasticidad: repujado en que la pared es
cuanto a la composición (naturaleza y proporción de los constituyentes) y al estado deformada por presión, aplicación de bandas o motivos de arcilla pegados por
físico (finura, homogeneidad). Su empleo en alfarería se apoya en la plasticidad, presión, barbotina bastante firme que «toma» en el sitio cuerpos extraños como
que permite el modelado, y la pérdida definitiva de aquélla en la cocción. Se dis· granos de arena, metal, corteza ... ; decoración en hueco por incisión (líneas tra- ,. í·'·:.~ 0·'·1~~·­
tingue la parte arcillosa propiamente dicha (elementos < 0,05 mm) y los ele· zadas con una punta), por grabado en corte suave o exciso, por impresión (hun;,;;~sS?~;-r,.!:;;
mentos no plásticos muy finos (0,05-0,1 mm), finos (0,01-0,25), medios (0,25-0,50), dimiento de punzones, de dedo, de diversos objetos como cuerdas, conchas ... J~]¡t'{;~~~~--J~:'-:!~
bastos <> 0,5). No es fácil determinar si éstos se encontraban ya en la arcilla o veces en forma de ruedecilla cuya huella se desarrolla en banda continua). ::!~?¡~( G""-·-fF_'tr
han sido añadidos como desgrasante de una arcilla excesivamente compacta, salvo 5) La cocción. Una temperatura de cuando menos 450-500 oC ' necesa~ili \\ Kl 1~f:.t.i;
¡¡,... iJ \J:':Iqs ,,

para los elementos extraños a las arcillas (fragmentos vegetales, tiestos tritu- para deshidratar la arcilla, puede obtenerse dentro de un hogar abierto donde:~} f,~ 0;q:n
_tt/
rados ... ) o preparados (calcita triturada ... ). Se describirá la forma el color la combustible y las piezas están en contacto directo; un verdadero horno (con hogl.r '\., ! \""' .'!
transparencia, la proporción (débil: menos de 15 %, media: 15-30 %', fuerte: ~ás distinto) permite una cocción regular y sobre todo bastante prolongada par~\. <=::.::::-::::::-
de 30 %) Según las proporciones de los diversos elementos y su integración en alcanzar las temperaturas elevadas. La interpretación es aquí más delicada a . ",...,,_."-:.>f"'"
la textura (visible sobre las grietas), ésta es más o menos homogénea, prieta causa de numerosas variables: temperatura, aireación del fuego, combustible y,
o suelta, compacta o desmenuzable. también, la naturaleza de la arcilla, textura de la pasta, impurezas en el agua
2) El modelado. Los procedimientos pueden agruparse en tres: ahuecado del modelado ... Hay que describir sobre todo la dureza (resistencia al rayado según
de un terrón, moldeado sobre o dentro de un modelo, construcción por piezas la escala de Mchs, y de manera más subjetiva a la tracción y al desmenuza-
relacionadas, a menudo colombins, largas tiras de pasta pegadas en bandas suce- miento) y los colores: en superficie la tonalidad media, los extremos, la ex-
sivas; la rotación (que aparece al final de la prehistoria en el Oriente Medio) tensión y la situación de eventuales manchas grises, su espesor, las zonas super-
se relaciona con el primero, pero utiliza la fuerza centrífuga desarrollada por ficiales interna y externa y el corazón de la pared. Anotemos que no es nece-
un movimiento circular rápido. Ciertos criterios usados para identificar estos saria una elevada temperatura para dar, en cocción ventilada, un tono vivo a una
procedimientos conducen fácilmente a pistas falsas: estrías superficiales, testi· arcilla cargada en hierro, y que por el contrario una zona no está menos cocida
monios de la acción final, surcos de torneado evocando el enrollado de los porque sea negra: disposición del hogar y duración de la cocción, no permiten
colombins ... Con la búsqueda de los defectos, el examen de los puntos críticos siempre una oxidación regular, sobre todo en lo referente a espesor. Aun se trata
(fondo, amarre del cuello ... ) y sobre todo las grietas frescas y orientadas (verticales algunas veces de una reducción real, ya sea de carbonización in situ de la
Y horizontales) ofrece las indicaciones más seguras, puesto que no son modifi- materia orgánica, ya sea por el ahumado (frecuente en el inicio de una cocción
cables en el acabado: direcciones predominantes de fractura, cortes limpios, directa). Se puede obtener una tintura negra uniforme por ahumado al final de
o ~or arrancamiento, o en silbato, orientación de las partículas, planos de corte la cocción propiamente dicha; el procedimiento aplicado después del pulido
y lmeas estructurales. sobre engobe de ocre da los negros lustrosos más intensos.
3)_ La superficie debe ser examinada en cuanto al relieve: es más o menos
igualada, raspada al final del acabado, a veces rugosa, es decir, convertida vo·

190
IU13.
classification, C.P.F., Périgueux, 1934, págs. 478-488; SONNEVILLE-BORDES
(D. de), L. c., 1954-56; LAPLACE (G.), Typologie statistique et évolution des
complexes a lames et lamelles, B.S.P.F. París 53 1956 págs 271-290 · -
[ 443]. ' ' ' ' .
COMMONT (V.), L'industrie moustérienne de la région du nord de la France
'

C.P..F., Beauvais, 1909, págs. 115-157; BARDO N (L.), BoUYSSONIE (A. y J.):
Statwn de, La Coumba del Bouitou pres Brive (Correze), B.S.S.H.A.C.,
190~, 54 pag:. ;_ PITTARD (E.), MoNTANDON (R.), L'outillage en silex de la
statwn moustenenne Les Rebieres I (Dordogne) Archives suisses d'anthro-
NOTAS DEL CAPíTULO PRIMERO pologie générale, I, 1914, págs. 43-53; I, 1915, p&gs. 276-284; BoRDES [ 418].
14. MoRTILLET (A. de), Les petits sílex taillés a contours géométriques trouvés
l. Podrán consultarse las siguientes obras: [414], [415], [425], [430], [431], e~ Europe, Asie et Afrique, Revue de l'École d' Anthropologie, 1896,
[432], [434], [435], [436], [438], [441]. P_ags. 377-~05 ;_ DANIE~ (R.), VIGNARO (E.), Tableaux synoptiques des prin·
2. MERCATI (M.), Metallotheca, Roma, 1717. c1paux ,miCrohthes geométriques du Tardenoisien fran~ais, B.S.P.F., 50,
3. J ussmu, De l' origine et des usages de la pierre de foudre, París, 1723. 1953, pags. 314-322.
4. MAHUDEL, Sur les prétendues peirres de foudre, París, 1730. 15. ~E~RY_ (H. de~, L'outillage de la tribu de Solutré (S.-et-1.), Matériaux pour
5. BoucHER DE PERTHES, Antiquités celtiques et antédiluviennes, París, 1847- l hzstozre de l homme, V año, 2.a serie, 1869, págs. 469-477; ARCELIN (A.),
1860. Les nou~elles fouilles de Solutré, L'A., 1890, págs. 295-313; WILSON (T.),
6. LEFEBVRE, Sur les nouveaux gisements de silex taillés de l'age de la pierre Arrowpoznts, spearheads and knives of prehistoric times, Washington, 1899;
polie, sur la commune de Wimille (Pas-de-Calais), Bull. de la Soc. d' Anthro- C;rEYNIER [35]; HUGOT (M. H. J.), Essai sur les armatures de pointes de
pologie de Paris, 1877, págs. 43-48. fleches du Sahara, Lybica, 5, 1957, págs. 89-236.
7. MoRTILLET (A. de), [resumen de las materias tratadas. Curso de etnografía 16. BouR~ON (M.), B~UYSSONIE (A. y J.), Grattoirs carénés, rabots et grattoirs
comparada], París, Revue de l'École d'Anthropologie, 1891. nuclelfo;mes. Essa1 de classification des grattoirs, Revue Anthropologique
8. Por estar en gran parte en el origen del movimiento actual de la tipología, 1912, pags. 473-486. '
los trabajos más significativos son los de F. BoRDES y D. de SoNNEVILLE· 17. yéase en particular: SHEPARD. (A. 0), Ceramics for the archaeologist Wash-
BoRDES. Por el contrario, es difícil establecer la filiación del vocabulario mgton, 1956 (C_arnegie !nstitution, 609); MATSON (F. R.), The qua~titative
morfológico, tomado de la tecnología general y a menudo reinventado por study of ceramiC matenals, en The application of quantitative methods in
diferentes autores. archaeology, Nueva York, 1960 (Viking Fund Publications, 28); MARCH (B.),
9. BoHMERS [416]; BoRDEs [417], [418]; SoNNEVILLE-BORDES (D. de), PE- Standards of pottery description, Ann Arbor, 1934 (Occasional contribution
RROT (J.), Lexique typologique du Paléolithique supérieur, B.S.P.F., 51, of the Mus. Anthrop., Univ. Mich., 3); BALFET (H.) La céramique comme
1954, págs. 327-335; &2, 1955, págs. 76-79; 53, 1956, págs. 408-412; 547-559; document archéologique, B.S.P.F., 63, 1966, págs 279-310.
SONNEVILLE-BORDES [73]; TIXIER [334].
10. GARDIN (J.-C.), Cartes perforées et ordinateurs au service de l'archéologie,
La N ature, Science Progres, núm. 3331, nov. 1962, págs. 449-456; Documen-
tation sur cartes perforées et travaux sur ordinateurs dans les sciences
humaines, Rev. intemationale de documentation, 29, núm. 3, 1962, pági-
nas 84-92.
11. LEROI-GOURHAN (A.), L'Homme et la matiere, París, 1943, págs. 190 y ss.
LEROI-GOURHAN (A.), Milieu et techniques, París, 1945, págs. 42 y ss. LEROI·
GOURHAN. (A.) [308], págs. 177 y ss.
12. PARAT (abate A.), La grotte du Trilobite, Bull. de la Soc. des Sciences
historiques et naturelles de l'Yonne, 1902, 42 págs.; BouRLON (M.), Essai
de classification des burins, leurs modes d'avivage, París, Revue anthropolo-
gique, 1911, págs. 267-293; BARDON (L.), BouYSSONIE (J.), Un nouveau type
de burin, Rev. de l'École Anthropologique, París, 1903.- La grotte Lacoste,
station préhistorique de Planchetorte pres Brive (Correze), B.S.S.H.A.C.,
Brive, 1910, 35 págs.; NooNE (H. V. V.), Burins, un nouvel essai de leur

192
193
13. A. LEROI: La Prehistoria

Vous aimerez peut-être aussi