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Gérard Bailloud
Jean Chavaillon
Annette Laming-Emperaire
con la colaboración de
0261.80~
V
toriador que así tiene la posibilidad de interpretar vestigios arqueo-
lógicos que sin la experiencia de los primiti:vos actuales carecerí,an .de
explicación. Por otra, ha sido uno de los mnovadores en la tecn1c~
de: excavación. Él, sus familiares y sus discípulos han formado eqm-
.po's ·d~--trabajo apurando las precauciones para observar la estratigrafía,
eón· exG_I:!-\iación a ritmo lento y anotación de todos los detalles. Esto
le ha llevádo· a la observación minuciosa, y, combina!do con el rasgo
·anterior, a un:~ . ·iilterpretación nueva del arte cuaternario, aunque
una parte de sus ideas eran ya seguidas por diversos autores desde
hace tiempo. .
Es notable el contraste entre la ·parte hipotética, simbólica, y la
rigurosa y metódica parte dedicada a la nomenclatura, tan básica en Prólogo del autor
el estudio del paleolítico, el superior especialmente. Ello ha presen-
tado a:l traductor, señor Martín, dificultades que ha resuelto con
acierto. Hay que pensar que no tenemos aún una nomenclatura de Escribir una prehistoria mundial, en la situación actual de los
voces de utillaje paleolítico que esté aceptada con carácter general conocimientos, es más una empresa de intención que de hecho. Nuestro
por los especialistas españoles. Por ello el profesor Ma:tín h~ tenido intento es mostrar el gran esfuerzo que actualmente se está llevando
que innovar en bastantes detalles. Ahora su labor podra .servir com? a cabo en el mundo para captar el pasado anterior a la escritura; qué
un elemento más a tener en cuenta cuando se busque un sistema clasi- lugar ocupa Europa entre otras regiones donde no es menor el es-
ficatorio que todos puedan aceptar. fuerzo; el modo como Francia -que al principio ocupó el primer
Sólo con lo dicho ya se habrá dado cuenta el lector de que no lugar en la investigación- utiliza los medios modestos de que dis-
estamos frente a un manual vulgar, sino que nos haHamos ante la pone, con el fin de no perder demasiado terreno. Pese a la amplitud
obra madura de un especialista que ha indagado también facetas de su materia en el tiempo y el espacio, los centros de investigación
marginales de gran importancia y que nos da en .muchos aspectos · prehistórica han conservado una coherencia internacional muy ele-
una visión personal, propia, huyendo de los cammos, con exceso vada, salpicada por varios congresos y numerosos coloquios; vemos
trillados, seguidos por divulgadores menos audaces. cómo los extranjeros excavan en Francia y cómo las excavaciones
francesas en el extranjero están sólo limitadas por el número de in-
L. PERICOT
vestigadores y el importe .de los créditos. Este sentimiento de solida-
Catedrático de Prehistoria
ridad en los problemas de la investigación, excusa y justifica quizá la
tentación que herrios tenido de esbozar un amplio guión en· lugar de
escribir una «prehistoria de Francia».
Quizá sorprenda al lector que un libro tan pequeño se deba a
tantos autores; cada uno de nosotros lo hubiera podido escribir él
solo, pero nos ha parecido mejor que cada cual hablara de lo que
sabía en lugar de hablar de lo que sabían los otros.
Ésta es la razón por la cual Jean Chavaillon escogió el paleolítico
inferior; yo me encargué del paleolítico medio y superior con la
ayuda de Nicole Chavaillon en lo que se refiere a la documentación
africana; Annette Laming-Emperaire trató el mes{)lítico, Oceanía y
América, compartiendo ésta con Claude Baudez; Gérard Bailloud tomó
para sí el neolítico. En cuanto a los «Problemas», Hélfme Balfet,
Michel Brézillon y Arlette Leroi-Gourhan se unieron a este equipo,
con el que la Facultad de Letras y ·Ciencias Humanas de París tra-
VI vn
baja juntamente con el Centre National de la Recherche Scientifique. en una regwn determinada, la casualidad de un descubrimiento for-
Roger Humbert y Pierre Guilloré, dibujantes del CNRS, cuidaron de tuito, otorgan. a los materiales una desigualdad que aumenta a medida
la presentación gráfica. Francine David, bibliógrafo del CNRS, tuvo que nos alejamos de Europa y de los tiempos geológicamente más
a su cargo la coordinación de los manuscritos. próximos. En el transcurso de estos últimos veinte años han aumen·
La exposición de los conocimientos en prehistoria introduce al tado considerablemente los conocimientos sobre la prehistoria extra-
lector en un mundo donde las imágenes familiares al historiador se europea; no obstante, el lector se dará cuenta de hasta qué punto ha
·encuentran constantemente transpuestas. La c'onquista del tiempo sido preciso improvisar para cubrir decentemente ciertas regiones
absoluto, por el prehistoriador, está camino de· realizarse a través del globo. ·
-de la física atómica ; las· grandes páginas giran sobre glaciaciones; Dos terrenos hubieran exigido un real desarrollo: el de la paleon-
las dinastías se cuentan por el paso del reinado de las raederas al de los tología humana y el del arte. Cada uno hubiera precisado un volumen
buriles; los manuscritos son capas de suelo pisadas por pies de y apenas se han podido tratar, aquí y allá, someramente. La paleon·
hombre y arroyadas por el viento y la lluvia; los «historiógrafos» son tología humana, que se ha tenido en cuenta en la bibliografía y que
los rinocerontes de Merck, el oso de las cavernas y el microscópico ¡- es el tema del capítulo III de la Segunda Parte, hubiera supuesto
polen. En este universo desconcertante se mueve un hombre en for- aplicar una demostración cuyos términos habrían estado en des·
mación insensible, tan distinto de nosotros en sus comienzos que se acuerdo con el desarrollo de una obra lo más aproximada posible a un
le ha podido asimilar a un mono en estado de evolución y, no obs- libro de historia. El hecho capital -reciente adquisición de nuestros
tante, tan próximo desde el origen que su destino se inscribe directa- conocimientos- es que la humanidad empieza muy pronto (en los lími-
mente como prefacio a nuestra historia. tes de la era terciaria o quizás algunos centenares de milenios antes),
La prehistoria se ha creado un vocabulario apropiado a su ob- por unas formas que han adquirido ya la postura vertical, pero cuyo
jeto, pero ni este vocabulario ni las nociones que encubre encierran desarrollo cerebral está todavía lejos de lo que debía satisfacer en
para el lector esa familiaridad que tienen, desde la infancia, las ma- lo sucesivo las necesidades de la inteligencia y de la creación técnica.
temáticas o la geografía. Entresacado de la geología, de la zoología N o obstante, esos seres muy antiguos que se descubren en el África
y de la climatología, o confeccionad.:> en su totalidad, el lenguaje del del Sur y en el África oriental, los australopitecos, el Djinjantropo,
prehistoriador es, como todos los lenguajes técnicos, preciso y vago el H omo habilis, por muy aleja dos que estén de la imagen que nos
a un tiempo : mustero-levalloisiense evoca, para el iniciado, no sólo hacemos de los hombres, anduvieron de pie y poseyeron herramientas.
climas, faunas, flores, formas de utensilios de piedra, esqueletos Otro hecho importante es que el paso de estas formas más primitivas
de hombres diferentes del nuestro, sino especialmente casi un siglo (australantrópidos) al variadísimo grupo de los «pitecantropos» (ar·
de tanteos y una situación llena todavía de incertidumbres y con· cantrópidos), luego al grupo harto heteróclito de los «hombres de
fusión. Es difícil fijar en un resumen las sombras cambiantes de la Neandertal» (paleantrópidos), se realizó a través de transiciones in·
· tipología, dar contornos precisos a unos hechos cuyo testimonio es sensibles. El encadenamiento de las formas físicas es tan regular como
siempre incompleto y resulta enojoso cuando no se puede esperar del el de los testigos de la industria humana. Si se dieron divisiones re-
lector la espontánea corrección que restablece los matices. El conside- gionales, si tenemos la impresión de que en ciertos momentos otras
rable capital científico que se ha creado la prehistoria en menos de culturas sustituyen los grupos existentes, esta impresión se desvanece
ciento cincuenta años, no representa más que una red de mallas harto cuando se amplía la perspectiva a las dimensiones mundiales. Esto es
grandes, lanzada alrededor del globo a través de un millón de años: lo que nos ha determinado a intentar una prehistoria general.
solamente se recogen las piezas más grandes. Para el arte prehistórico, las mismas razones de homogeneidad
Las divisiones tradicionales más generalizadas distinguen tres nos han llevado a tenerlo en cuenta sólo de manera ocasional. Los
períodos de la humanidad: el paleolítico, el mesolítico y el neolítico conocimientos de que disponemos son todavía muy desiguales e in-
que enlaza con la edad de los metales. El primer período representa completos. Si el arte paleolítico de Europa empieza a integrarse en
99% de la vida de las sociedades humanas, 0,6% conduce a la pri- la cronología, no ocurre lo mismo con el conjunto del arte africano,
mera metalurgia y el resto es la historia. Esta inmensa duración está del que solamente se percibe que, a pesar de su abundancia, interesa
ocupada de manera muy desigual por los documentos. El azar del tan sólo una parte tardía y limitada de la prehistoria. Excepto estas
juego de los agentes fisicoquímicos, la existencia de investigadores dos regiones, la documentación es tan endeble y dispersa que hubiera
VIII IX
sido preciso adoptar un marco de exposición incompatible con la
arquitectura general del volumen, o dar al tema de los «Problemas»
una dimensión inconciliable con las prop~rci,ones del resto. El arte
paleolítico europeo ha sido ya objeto de numerosos estudios y de
obras generales que el lector encontrará en la bibliografía ; el arte
posglaciar nos ha parecido útil, sin embargo, introducirlo entre los
problemas.
A. LEROI-GOURHAN ,.
lndice de materias
PRIMERA PARTE
x n
SEGUNDA PARTE
África. . ................................................. . 60
Asia ............................ -........................ . 63 PROBLEMAS Y DIRECTRICES PARA LA INVESTIGACióN
XIV
Del 300 a. de J. C. al 200 de nuestra era se asiste al desarrollo
de las culturas regionales gracias al progreso de las técnicas agrícolas
(terrazas y redes de regadío) ; la población aumenta y se concentra
en poblados que comprenden casas dispuestas siguiendo un trazado,
grandes montículos piramidales y, a veces, fortificaciones. La eco-
nomía descansa en la agricultura, la pesca y la cría. Sin embargo,
el simbolismo religioso, característico del período precedente sólo
se halla en la arquitectura o en los motivos decorativos de la cerámica;
tampoco se hallan edificios de carácter puramente religioso.
A partir del 200 de nuestra era se desarrollan las civilizaciones
de tipo urbano tales como Tiahuanaco (Andes bolivianos), Nazca
(costa sur), Mochica (costa norte), caracterizados por ciudades, gran·
des poblados, complejos edificios religiosos, agricultura intensiva
(abonos), gran especialización del trabajo·(desarrollo de la metalurgia SEGUNDA PARTE
con la aparición del dinero. Los mochica poseen un ejército y empren·
den conquistas. Del 600 al 1000, la mayor parte del Perú está domi·
nada por la civilización de Tiahuanaco-Wari. Luego se desarrollan los
reinos (Chimú en la costa norte) o los pequeños Estados que a partir PROBLEMAS
del siglo XV serán absorbidos por el Imperio incaico.
Y DIRECTRICES PARA
Norte y centro de Chile y noroeste de Argentina
Las culturas de estas regiones se han beneficiado de las plantas
LA INVESTIGACIÓN
· cultivadas en los Andes, así como del llama. Los poblados, algunas
veces fortificados, eran pequeños y comprendían modestos edificios
de albañilería tosca y sencillas . estructuras religiosas de pequeñas
dimensiones. Su artesanía (alfarería, metalurgia) ha sido repetidas
veces fuertemente influida por las grandes civilizaciones andinas.
A. E. y Cl. B.
146
CAPÍTULO PRIMERO
Problemas metodológicos
ISO·
. ~t~~~~,"~i~t
documento, el diario no es sólo la confección de un montón de planos genealogía, sino sobre la vida del hombre prehistórico. En semejante
y fotografías, sino la puesta en acción de todas las inteligencias cuya exploración cualquier grano de arena puede tener algo que decir,
conjunción es necesaria, siguiendo la fórmula de equipo que todas l~s ya no se trata sólo de calmar una conciencia con algunos planos,
investigaciones multidisciplinarias han adoptado naturalmente~ Sm algunas deducciones por los pólenes o el carbono 14: el mejor inves-
dificultad, puede concebirse a un tipólogo que realizase sólo la sín- tigador es, a pesar de todo, un vándalo que destruye su documento
tesis del musteriense (si las excavaciones le proporcionasen mate- consultándolo. No puede haber verdadera excavación si se pierde
riales seguros), pero investigar sólo un yacimiento musteriense c.on- de vista esta triste realidad. Por otra parte, ella es suficiente para
duce sin lugar a dudas a la pérdida de una parte de los testimomos, aconsejar la organización del dispositivo de investigación.
porque un solo investigador no sólo no puede tener presentes todos En un país en curso de modernización industrial y agrícola la
los problemas que se plantean, sino tampoco todos los que la ima- protección de los yacimientos debe estar asegurada, no ya por la cla-
ginación científica es capaz de formular dentro de cada especialidad. sificación después de su descubrimiento, sino por una verdadera invio-
Investigar sólo y con la única perspectiva de establecer una sucesión labilidad de principio. Los descubrimientos fortuitos son muy nume-
de industrias no es mucho más excusable que cuando se inauguran las rosos y la inmensidad de los tiempos prehistóricos hace que los tipos
investigaciones en una región virgen, con accesos difíciles y rica en de yacimientos y su importancia varíen mucho. Una densa red de
yacimientos que serán estudiados ulteriormente. prehistoriadores aficionados tienen aquí una función de primer orden
Hace ya más de medio siglo que la investigación histórica se ha en la detección, información, asociación a las verdaderas excavaciones.
desprendido del interés exclusivo por el acontecimiento; la prehis, Los yacimientos están tan necesitados de protección como las últimas
toria, que no tiene ni siquiera la excusa de descubrir las genealogías águilas, y los «amigos de la naturaleza» se distinguen perfectamente_
y las batallas que son la gloria de los pueblos, debe intentar lo im- del feroz destructor de cigüeñas. El salvamento y el estudio científico
posible para salir al paso de las falsas genealogías que se han creado son cosas distintas: es tan absurdo bloquear durante meses la cons-
con los buriles y las puntas pedunculadas. trucción de un pantano para estudiar un yacimiento insignificante,
Actualmente, la dilapidación de los yacimientos es tal que dentro como criminal es excavar en un yacimiento importante con el pre-
de veinte años se buscará, quizás infructuosamente, algo con que re- texto de «salvarlo de la destrucción». La distinción entre lo que debe
constituir la economía de los neolíticos o de la protohistoria en la ser salvado por los grupos de aficionados bien formados, y lo que,
mayor parte de las regiones actualmente cultivables. Al igual que el en la cúspide, debería movilizar a los mejores especialistas compete
petróleo y el carbón, la,materi.rt arqueoló_gica se agota. El dolmen a unos organismos que, en la mayoría de países, sólo existe en estado
intacto o la galería cuhier'i:"fC'bien conservada ·se· han transformado de esbozo. Se impone, pues, toda una gradación en la selección de los
en rarezas y desaparecerán quizá pronto, cuando todavía ningún es- medios, pero no en los principios que hay que aplicar, que son
tudio científico de ellos haya podido hacerse en condiciones que per- aproximadamente los mismos en un taller abbevilliense y en un yaci-
mitan poner en claro las prácticas funerarias de las cuales eran esce- miento de la edad del bronce.
nario. He aquí, pues, otro .punto importante: la excavación debe Cualesquiera que sean su forma y el número de sus capas, el ya-
tener prioridad sobre la disertación; la experiencia demuestra sobra- cimiento debe comportar trincheras de sondeo que permitan prever
damente que muchos de los trabajos clásicos sobre el paleolítico sólo lo que la excavación estratigráfica irá descubriendo progresivamente.
recobrarán su valor cuando se renueven los conocimientos. Pero lo esencial es la distinción de estratos o capas de los antiguos
Como ha ocurrido muy a menudo en la historia de las ciencias, suelos, a menudo muy finas, que facilitan sus vestigios en estado de
Ja síntesis ha sido necesaria antes que el conocimiento profundo ; al abandono. El trabajo de lectura de las superficies, tan importante y
principio de este siglo se ha formado una primera imagen de la tan apasionador en sus detalles como la lectura de un manuscrito
evolución de las culturas, imagen que ha agotado casi todos los .re- inédito, es verdaderamente el acto de investigación del prehistoriador;
cursos de las técnicas estratigráficas. A partir de entonces se tienen cualquier otro procedimiento merece, a lo sumo, ser considerado como
cada vez más detalles sobre la sucesión de los raspadores, pero es de recuperación estratigráfica. Hay que hacerse cargo de qUe la disec-
fácil adivinar que seis concienzudas excavaciones en cada país resol- ción de las superficies es excesivamente lenta, puesto que teóricamente
verían de una vez todo lo esencial sobre el problema de la cronología nada debe pasar inadvertido. Ello implica pausas prolongadas . en
tipológica. Sin embargo, quedaría casi todo por saber no ya sobre la _cada piso, pausas durante las cuales se hace el trabajo de registro.
152 153
Este último moviliza los medios ordinarios de notas, planos, croquis, pador carenado» no es identificable con un. gén~:o Y una especie.
fotos, películas, toma de muestras para todos los estudios habituales Sólo es posible cierto paralelismo. Una clasific~ciOn ~urament~ tec-
(industria, fauna, polen, mineralogía, granulometría), pero también nológica sería concebible, pero resultaría precana de_lndo a la mcer-
todo aquello que puede ser imaginado como nuevo por varios cerebros tidumbre de identificación de la función de los obJetos; la ma~or
pacientemente aplicados a no dejar perder nada de lo que está irre- parte de las «hachas, gubias, sierras, raspadores j~más han cumphdo
misiblemente condenado a desaparecer en el siguiente episodio. Lo las funciones que se les atribuyen, y el vocabu~ano se ha carga~o. ?e .
idóneo es sacar, mediante materias plásticas, amplias muestras intac- denominaciones erróneas que, no obstante, dan Idea y ~ue la tradiciOn
tas de los diferentes suelos y un testimonio de la excavación ,por capas mantiene. Más aún: el sentido de los términos ha denvado a menudo
que asegure la posibilidad de controlar durante días, a veces años, en el tiempo, y las acepciones sucesivas de una palabra com~ rasp,a~or
las etapas ya recorridas. Lo mínimo que se le puede exigir en todo por ejemplo desafían la estabilidad indispen~able de una sistematica.
caso al excavador es que pueda darse cuenta siempre de la situación Finalmente, la tradición establecida de asociar el nombre de un ya-
exacta de todo lo que ha visto y de todo lo que ha deducido. Al tér- cimiento al de un objeto, como «hoja solutrense», conduc.e a au~entar
mino de su excavación quedará un documento sobre el cual no hay la confusión cuando, por afinidades de forma, se denomma «hoJa so-
que hacerse demasiadas ilusiones; en él se verá todo lo que habrá lutrense» un objeto americano separado del original por 10 000 km Y
visto; por ello resulta mejor multiplicar los investigadores en un diez milenios. El error de principio es, sin lugar a dudas, el d~ ~aber
mismo yacimiento. Su trabajo, sin duda, permitirá reforzar en el perseguido el fin de una «tipología» antes que e~ de, con pnondad,
futuro las búsquedas sobre los puntos que habrán registrado sin una «morfología $istemática», puesto que los «tipos», para guar~ar
comprenderlos, lo cual es muy importante, pero la excavación, acto el paralelismo con la. sistemática, de las ~iencias naturales, debe~Ian
necesario en nuestras investigaciones, no es, dado el estado actual ser entidades culturales y cronograficas, mientras que son formas hga-
de la ciencia, más que un mal menor; es una operación en la que el das a la vez a la cultura y al determinismo todopoderoso de la__ ma-
prehistoriador, así como el ¡;¡.rqueólogo clásico, tiene serios motivos teria y del gesto, sometidas, pues, a todas las eventualidades de con-
para abordarla con humildad y un profundo sentido de la responsa- vergencia. . ,. .
bilidad que asume. La situación actual se resiente de un largo pasado termmologico
inspirado por la «tipología intuitiva». Resul~a evident.e que. du~ante
A. L.-G. el trancurso de estos últimos años una cornente de mvestlgacwnes
sistemáticas se ha cebado sobre fuentes enriquecidas por todas las
partes del mund~ y que. la amplitu~ de horizont~s h~ hecho n~c~r la
Terminología de la piedra y el hueso necesidad de una definición más estncta de los cntenos morfologicos.
Las primeras clasificaciones se inician ~1 final del siglo XVI, con
En arqueología histórica la denominación correcta de un vestigio Michel Mercati 2 , que distingue en las «pierres de foudre~ (que r~
no plantea grandes problemas. Un hacha es reconocida como tal y conoce como armas) eeraunia cuneata (las hachas), eerauma vulgans
a menudo no desempeña más. papel que el de contexto. En prehistoria (las flechas) y silicex (puntas de lanzas)-: El siglo x~n ~ec~n~idera las
el objeto de piedra o de hueso es por sí mismo el texto, el «fósil di- grandes divisiones de Mercati y las ennquece. Jussieu distmgue las
rector», y su' papel como testigo cronológico es cuando menos igual cuñas, las hachas y las armazones de flecha; JY-Iahudel.\ en 1730,
a su papel como testimonio cultural. En esto la prehistoria podría añade aquí la punta de dardo, el martillo, el cuchillo, el cmcel : desde
pasar por una ciencia natural que reclama una sistemática de los el origen se ve nacer la tendencia a conllevar a la etnografía el vo-
cabulario\ tipológico. Esta tendenci~ con,.duc~ a Boucher de P.erthes
5
objetos, como existe una sistemática de las rocas o de los seres vivos
para regir la interpretación sincrónica y diacrónica de los testimo- de 1847 a 1860 a forjar más de vemte termmos para caractenzar sus
nios. Si las necesidades son idénticas, los materiales son bien distintos, industrias del Somme. Se halla allí de nuevo el nudo inicial de la
y bien distinta también ha sido la evolución de los métodos de aná- clasificación de Jussieu: la cuña, el hacha, juiciosamente dividida en
lisis. La prehistoria se ha construido una sistemática empírica. Este hacha diluviana (el biface) y en hacha céltica (el hacha pulida) , la
empirismo se apoya en el hecho de que «hacha de sílex» no es asimi- piedra de flecha. Se ve igualmente ~a aportación de Mahudel, a la ·?ual
lable a un orden y una familia zoológica, del mismo modo un «ras- se añade una serie de formas fantasiOsas como la «broca» o el «arpon».
154 155
La clasificación de Lefebvre 6 en 1877 sigue el mismo criterio ; en esta De estas consideraciones resulta que el progreso de la taxonomía
época se adquiere lo esencial de la terminología actual. prehistórica debe orientarse : 1) hacia la puesta a punto de una
A. de Mortillet 7 racionaliza esta tipología, en parte ficticia, clasi- morfología analítica, concebida independientemente del tiempo, de
ficando los útiles en cuatro grandes categorías : útiles que sirven para las culturas y en una amplia medida de la naturaleza técnica de l~s
cortar, útiles que sirven para raspar, útiles que sirven para aplastar testimonios 10 ; aplicable al conjunto de las culturas, el vocabulano
y romper, útiles, que sirven para perforar. La treintena de palabras correspondería a lo que es el vocabulario anatómico que conoce pri-
(como hacha, sierra, raspador, raedera, punzón, e.tc. )' admitidas por - meramente el «hígado» antes de establecer si se trata del hígado de
simple verosimilitud morfológica se han fijado en el vocabulario, y la ostra o del híga¿lo del hombre; 2) hacia una aclaración experimen-
sirven aún, sin que ninguna crítica tecnológica de conjunto haya ve- tal de · los datos del determinismo tecnológico, lo que evitaría, por
nido a distinguir los supuestos usos de los que pueden considerarse ejemplo, separar como «tipos» los especímenes de un mismo instru-
como demostrados. mento en sus diferentes estados de uso, o de considerar como de
La primera mitad del siglo xx, dominada por la personalidad del tradición «perigordiense» el resurgir a 20 000 años de distancia de las
abate Breuil, no corresponde a las grandes tentativas de revisión, pero mismas hojas de dorso curvo.
sí a numerosos ensayos de ajuste de las formas a un cuadro crono- . No ·existe otro camino para salir del empirismo, y, a juzgar por
lógico. Diferentes trabajos 8 visten poco a poco de detalles analíticos las preocupaciones de los tipólogos de diferentes países, parece que
una armazón cuya vocaGión tecnológica ya casi no atrae la atención: este camino se ve ya entreabierto.
ya no importa que la «raedera» haya servido para rascar, pero sí que
A. 1.-G.
tal instrumento sea el «fósil» característico de una cultura y de un
período. Es, pues, sobre la búsqueda de sutilezas cronológicamente
significativas donde ha recaído el esfuerzo principal. Por tanteo, se Cuadros de morfología descriptiva
ha llegado a un método, ilustrado por los trabajos de F. y D. Bordes 9 , Los cuadros siguientes tienden· a ofrecer, dentro de lo que es com-
que tiende hacia la búsqueda de asociaciones significativas estable- patible con una visión universal de la morfología, el vocabulario des-
ciendo sobre curvas las proporciones numéricas de los diversos elemen- criptivo de las industrias prehistóricas. Constituyen sólo una base
tos de una lista tipo. Cualq~iera que sea la forma que tomen la lista limitada a la terminología general y suponen su complemento en las
tipo y la curva, el principio metodológico es inatacable, y al nivel en monograf~as tipológicas regionales.
que se sitúen las exigencias, el método Bordes o los métodos parecidos El principio seguido es inverso del de una tipología, puesto que
han prestado ya grandes servicios. los «tipos» son estados de síntesis, característicos de una época y de
El reproche que se puede dirigir a las curvas de densidad no se una cultura, mientras que el análisis morfológico tiene por finalidad
refiere al método sino a la definición de los criterios que aún no han movilizar los elementos de descripción. La tipología empieza, pues,
sido objeto de una crítica suficientemente depurada. Los autores han en el punto en que el análisis morfológico ofrece el medio de esta-
co~struido sus listas tipo bajo el empuje de una búsqueda circunscrita blecer .el grado de validez de los caracteres. El contraste entre estos
(paleolítico medio de Francia o epi paleolítico europeo), lo que con- dos aspectos complementarios del estudio de las industrias prehis-
dena su extensión a una inevitable puerta falsa. 1.~ .t~r~1}ino1ogía tóricas resalta claramente cuando se considera el lugar que la esta-
arrastra la herencia y los prejuicios de la ciencia prehistórica. Más dística oc:tipa... respectivamente en. uno y en otro. En morfología ocupa
aún, la tipología sólo imperfectamente advierte el determinismo im- una situación pr~limiriar-:-·ra_ elevada frecuencia de un carácter par-
puesto por la materia, el gesto técnico, el grado de desgaste de los ticular en los testimonios tomados a industrias distribuidas en el
útiles, lo cual introduce un elemento independiente del tiempo y de tie'mpo y en el espacio permite colocar este carácter como morfológi-
las culturas. La importancia del determinismo disminuye del paleo·- camente.significativo. En tipología, la estadística desempeña una fun-
lítico inferior a la protohistoria, de manera que si altera casi total- ción final y decisiva: la frecuencia de objetos que sintetizan cada uno
mente las imágenes sacadas de las culturas arcaicas, su ·efecto es ya· de ellos un grupo de caracteres significativos conduce a individualizar
menos sensible a partir del paleolítico superior. La tipología cuan- una cultura dentro del tiempb y del espacio. Un tercer recurso cual
titativa representa un considerable progreso a pesar de los defectos es el método cuantitativo parece imponerse entre los precedentes:
que aún contiene. la búsqueda de la pertinencia del agrupamiento dentro de los tipos.
156 157
I. NúcLEOs (fig. 37)
Q.J~~
e~ lar (13).
En orden de extracción, el núcleo libera lascas preparadas que
~
Q
dejan rastros de lascado (D) concéntricos (16), unipolares (17, 18),
bipolares (19) o multipolares (20). La preparación permite dar una
11 12 ... 13.. 14 15 forma determinada al producto de extracción: lasca (16, 17), punta
(18), hojas u hojitas (19, 20). ·
·~:,..
¡:s:::;.,_,.
-~~ __,,i
Dentro de una misma cultura pueden coexistir varios tipos de
núcleos, ya sea realmente, ya sea porque el desgaste se traduce en las
formas siguientes (2, 1 luego 6, por ejemplo). En las mismas condi-
-_,--
ciones, la naturaleza de las masas primitivas (bloques, tablas o ta-
bletas, guijarros o riñones) puede determinar localmente la presencia
de núcleos irregulares o de un tipo aberrativo. La tipología tiene en
16 17 18 19 20 cuenta las formas dominantes, .por ejemplo el núcleo de tortuga oval,
con plano retocado y lascado en punta preparada, del mustero-leva-
lloisiense o el núcleo cónico de plano liso circular y lascado unipolar
de hojas del México precolombino.
Nomenclatura de los productos: Los caracteres de fractura de las
arista bulbo de rocas elásticas son constantes y tanto más notables cu!lnto más se
percusión aproxima la roca a una estructura vítrea. Los productos de la percu-
sión (21) tienen un anverso, un reverso, un talón o extremidad pro-
ximal y un extremo distal. El anverso está marcado a menudo por una
21 extremidad distal o varias aristas, el reverso por las ondas del plano de lascado que
ANVERSO REVERSO
forman un bulbo de percusión cuyo origen está en el punto de im-
pacto, sobre el plano de percusión.
FIG. 37. (V. lectura en la página siguier:zte)
158 159
II. PRODUCTOS DE PREPARACIÓN (fig. 38)
160 161
162 163
IV. RETOQUE (fig. 40)
...
o
e: u
...,
o
"' do, reavivado (51) : puede ser regular o irregularmente denticu-
lado ·(52) o con muescas (53). Es importante resaltar que los suce-
-proximal sivos reavivados. de un útil pueden modificar profundamente su forma
~ ~ ·:~ y conducir a distinciones tipológicas no significativas. . .t."'·':.::.'A·•:t
54 49 50 51 52 53 El retoq~e que invade e~ anverso es llamado directo, el del rever~;.1~~;
'l. es llamado mverso (55). S1 los bordes son retocados el uno sobre~·.ff~--~~~
anverso y el otro sobre el reverso~ el reto.que ;_:cibe el nombre ~ \ _t§·:.f.f&=
alterno (56). Por otra parte, segun su sltuacwn (54), puede ~.er. \; 61 ¡ .,#
c~ntinuo o discontinuo y, en este último caso, proximal, medial; o~~\ .., 7j·=·~"'
dLstal 1;, . ·";_--..r". ·-..--}
C~ando un borde es recortado por retoque abrupto o vertical, s~' "'" ·, ::>····
llama rebajado ( abattu} (57, 58, 59). El rebajado, así como el re-
toque, puede ser directo (57), inverso (58), o alterno. Es cruzado (59)
cuando los retoques atacan sucesivamente ambas caras.
4!!Jm... ~- &ID
55 56 57 58 59 El retoque de las caras es parcial o total (61) sobre una o dos
caras. Cuando parece alcanzar al anverso, se le denomina invasor
( envahissant) (60). El retoque total puede ofrecer variantes como
~
irregular, transversal (63), oblicuo ( échar pe} (64) .
Para que sea completa, la morfología ·debe. tener en cuenta el ta-
maño de los retoques: muy grande (20 mm y más (Le ar1ehura), grande
tW
-~ -..
(15 mm), medio (6 mm), pequeño (2 mm). Las proporciones son
corta (1/2 longitud X 1 anchura), media (1 X 1), larga (2 X 1),
laminar (+de 3 X 1). Finalmente, el retoque puede ser vacío ( creux)
o fino (en pelure).
60 61 62 63 64
FIG. 40. (V. lectura en la página siguiente)
165
164
V. ÚTILES DE CORTE DISTAL (fig. 41)
~
é
El bifaz de extremo cortante (69) se diferencia del hendidor por su
. talla bifacial, pero se acerca a ella por la similitud del bisel preexis-
67
1 68
.
69
tente .
Tranchet: El principio del bisel preexistente se halla en el tranchet
(70, 71, 72), cuya puesta a punto se hace, bien por recorte de una
lasca con retoques abruptos (70), bien por preparación bifacial (71,
72). Althin. [74] ha ·dado una clasificación de los tranchets basada
70
t
.
. en las formas que se encuentran en la Europa septentrional. En una
situación morfológica análoga en relación al tranchet a la del bifaz de
extremo cortante en relación al hendidor, se encuentra el hacha ta·
llada (73) cuyo filo es obtenido por retoques distales.
Morfológicamente, los hendidores y los tranchets (cuyo nombre
carece de relación con su función) constituyen una familia empa-
rentada con la de las hachas, azuelas y rejas. Funcionalmente, la
separación parece poder estar fundada en la elevada probabilidad de
un enmangado del tipo «hacha» por el grupo de los tranchets. La des-
cripción detallada hace intervenir las figuras 40 (retoque), 42 (hacha)
y 49 (corte).·
71 72 73
FIG. 41. (V. lectura en la página siguiente)
166
167
VI. HACHA, AZUELA, REJA (fig. 42)
V VV ~ CJs3 Qs3bis principales formas de biseles: doble (82 a 85), o simple (86), convexo-
simétrico (82), convexo disim_étrico '(85), bisel de plano único (86).
El borde del filo puede ser. rectilíñeo (87), convexo simétrico (88)
-J '- C J 9 4 D94bis o disimétriw,__ (89) , _rara vez cóncavo o ·sinuoso. En su plano, el filo
76 78 80 92 puede ser plano (90) ;en gubia { creux} (91).
VVVn ~::OJse 95
La fijación de la hoja sobre el mango puede dar lugar a distincio-
nes morfológicas importantes. La hoja puede ser con escotaduras
simples o dobles (92), medi!!!§ (93) o proximales (94), a tetones ( ma-
melons) (93 bis), con apfui[ic.es {dents} (94 bis). Puede ser decuello
( gorge} (95) medial 9.Pr()J?_j__mal (9_?), limitada o no por abultamien-
tos (bourrelets) (97)~ completa o parcial (98).
La hoja con espiga {tenon} (99) ofrece espaldones laterales per-
<:82 87 pendiculares u oblicuos (10Q), hacza el talón (101) o hacia el filo;
1 1
---,_ DwoD 103 la espiga puede estar limitada por un reborde {replat} (102). La hoja
Cs3 r-1 88 D1o1
de bordes sinuosos supone una espiga de espaldones suaves (103).
Ciertas hojas de azuelas ofrecen un espaldón tallado en pla[to (104).
c84 ~ 89
__j
99
CJ:l•102 ~104 Las perforaciones, medias o distales, pueden ser bicónicas o cil,ín-
dricas (106). Pueden estar hechas de borde a borde (105) o ~n el
plano (107), ser simples (107) o múltiples (108). La perforación
puede formar un cuello ( collet) (106).
C85 E:> 90 ~
;: { 105
La terminología descriptiva de las hachas n es, por una parte,
~86 ~ 91 --p--106
--LJ-
3 107
ID o
108
extensible a las cabezas de maza y rompecabezas y a los objetos de
forma parecida, como las «pesas».
168 169
VII. BURILES J.
2
(fig. 43)
l~las, curvas (121 a 123) o rectas (12~, 125) =.buril arquead?' (bu~~ué! ~. \~~t
s~n (121) o con muesca (122), bunl de pwo (123), bunl pohedn- "!. '~~--J.l
r·
t~plés: Este bunl esta caractenzado por la extraccwn ·de ho ptas para-~ r;;< 0 \ ,..,s;'f:~J
n n
126 127
M M 128 129
camente a un «buril de Noailles». Truncaturas: la nomenclatura. de
las truncaturas es aplicable a todas las piezas cortadas transversalmen-
te por una serie de retoques abruptos. La truncatura es perpendicular
(126 a 129) u oblicua (130 a 133). Por añadidura, es rectilínea (126,
130), convexa (127, 131), cóncava (128, 132), sinuosa (129, 133).
170 171
Reserva
Ancho 137 140 143 VIII. BIFAZ, RAEDERA, PUNTA (fig. 44)
Borde con reserva
Estos tres objetos (134, 135, 136) constituyen, con el chopper
(65, 146), una sola familia caracterizada por una forma general ova-
lada, con bordes muy a menudo disimétricos en su contorno o por la
naturaleza de su retoque. Los bordes son normalmente convexos, pero
por reavivado pueden tomar un perfil rectilíneo o cóncavo. Se han
Medio 138 141 144 hecho varios intentos de tipología de los bifaces o bifaciales, así como
de las puntas y raederas ~ 3 ; el más profundo es el de F. Bordes.
La raedera y la punta siguen los módulos de proporciones co-
GUú
Estrecho
139 142 145
rrientes (fig. 39) . El bifaz es gigante más allá de 25 cm, muy grande
(20 cm), grande (15 cm), medianamente grande (12 cm), bastante
pequeño (10 cm), pequeño (7 cm), muy pequeño, por debajo de esta
última medida. Es mwy grueso cuando la relación grosor-largada es
de 1 X 2,5, grueso (1 X3), medianamente grueso (1 X 4), bastante
delgado (1 X 5), delgado (1 X 6). Es ancho a 7/10, de anchura me-
dia a 6/10, estrecho a 5/10, muy estrecho a 4,5/10 (137, 138, 139).
Los filos son convexos (137-139), rectos (140-142), cóncavos (143-145).
El juego de las proporciones y de los filos proporciona al simple útil
que es el bifacial, una considerable va.riabilidad. Ésta aumenta to-
•
davía más por los caracteres del talón: reserva envolvente (147),
. . semilateral (148), talón reservado (1.42l~_Qtras formas (muy a menudo
' sobre lascas) son de filo continuo (150), estando el talón modelado
como el resto del contorno. '
Las raederas ofrecen por su parte gran variedad 'de detalles de-
bidos a la naturaleza de la lasca inicial y a los reavivados sucesivos.
Reflejan, por lo tanto, una unidad morfológica, puesto que el grosor
y el retoque crean generalmente una zona envolvente de la base de
uno de los lados: raedera de dorso reservado (151), con reserva en-
. . volvente (152), con talón semilateral (153), punta triangular (154) .
..
' '
La punta ovalada de filo continuo (155) es a menudo una fase avan-
zada de desgaste o agotamiento de las formas anteriores, siendo la
1
172
173
IX. PIEZAS DE DORSO REBAJADO O RECORTADO,
PIEZAS GEOMÉTRICAS (fig. 45)
f\!lf\/\;1~
156 157 158 159 160 161
Una vasta familia morfológica está constituida por hojas u hojitas,
rara vez por lascas, sobre las cuales un retoque abrupto o vertical,
directo o inverso, asegura el recorte de formas varias, disimétricas
según el eje principal.
V \J l/
El principio que se sigue es el de suponer la pieza constituida por una punta
(156-161) y una base (162-170) entre las cuales puede interponerse un cuerpo (171-
173), y los cambios de dirección de los bordes señalan el límite de las partes,
de manera que la pieza pueda ser, si el caso se presenta, una punta rematada
con un talón. La descripción completa implica la intervención del retoque
162 163 164
u u l)
(figura 40) y de la truncatura (figs. 43 y 46).
u \J u
curvo (158, 164), y las variantes que nacen de la combinación con
los caracteres del cuerpo (171 a 173) y del talón, en punta (162 a 164),
rectilíneo (165 a 167), convexo (168 a 170). El dorso sinuoso es ex-
cepcional, pero en cambio se encuentra el dorso con giba (a gib-
168
bosité).
169 170
Piezas pedunculadas o cOn muesca: La punta, en particular en la
Europa septentrional (Hamburgo, Ahrensburgo, etc.) puede ser con
truncatura y filo oblicuos (159), truncatura oblicua y filo recto (160)
~ ~ ~ ~7~ ~~ ~9~
espiga (178) que no excede de la mitad del ancho de la base, o una
lengüeta (181) que sobrepasa la mitad del ancho. La espiga puede ser
lateral ( d' angle} (178), semiaxial (179) o axial (180). ·
Piezas geométricas H: Representadas en su mayoría por formas
micro líticas (menos de 2,5 cm), proceden generalmente del fragmen-
tado de hojas. Las formas corrientes son fléchette (182), rectángulo
~ ~~ ~~ ~
(183), semicírculo ( demicercle} (184, 185), segmento de círculo (186).
Las formas angulosas, con base rectilínea o cóncava, son los triángulos,
rn
isósceles (187), rectángulo (188), escaleno (189), el trapecio (190),
el trapecio rectangular (191), el losange o rombo (192).
174
...·•.. ............
... ··•. X. PuNTAS FOLIÁCEAS (fig. 46)
! \
~,....J
¡ :
() :d:
Las piezas foliáceas, bifaciales o unifaciales, de piedra o de materia ósea,
son de una variedad de formas casi ilimitada. Su clasificación morfológica tiene
193 a
en cuenta su talla media en cada serie (cf. fig. 39) y el módulo: ancho con res·
...•··... ·..~..•·•.. ....·'···.. pecto a largo (1 X 1), (1 X 2), (1 X 3), etc .
¿. ~ (.. j 0
b 202
....
e
/ .\
Las puntas están constituidas por bordes convergentes rectilíneos
(193 a), convexos (193 b), cóncavos (193 e). Los cuerpos tienen los
bordes orientados paralelamente al eje (194), o convergentes hacia
la base (195). Estos bordes son a su vez rectilíneos (194-195 a), con·
() () \··:··-; //"....\
Va'-'
vexos (194-195 b) o cóncavos (194-195 e). La base puede ser simple
(196), rectilínea (196 a), convexa (196 b), cóncava (196 e). La len·
güeta tiene bordes rectilíneos (197 a), convexos (197 b), o cóncavos
195 (197 e). Los pedúnculos son de bordes paralelos (198 a), convergen-
tes (198 b), divergentes (198 e) ; estos bordes pueden ser rectilíneos
/¡'·.\
~ uo \ !
....:'...... ··. .··· (199 a), convexos (199 b), cóncavos (199 e). El extremo del pedúnculo
... ..·.. •••• !: es puntiagudo (200 a), rectilíneo (200 b), convexo (200 e), cónca-
L.__¡
a
he \/ vo (200 d).
196 Las muescas son rectas (201 a), agudas (201 b), obtusas (201 e),
o G) ()
205 206 207 redondeadas (201 d). Las aletas son cortadas rectas (202 a), cortadas
oblicuamente (202 b y e), redondeadas (202 d) . Las barbas nacen del
encuentro de bordes con una base escotada, simple cóncava (196 e),
o angular con lados rectilíneos (203 a) , convexos (203 b), cóncavos
a e (203 e). Barbas y aletas pueden coexistir con un pedúnculo (201 b,
197 204). Las muescas, simples o múltiples, pueden ser unilaterales o bi-
laterales (205) . Se encuentran formas que exigen un análisis pa.r·
! ticular, como los talones en T (206). Las formas de filo transver-
~ ..1 r..; l.\b/'! sal (207) tienen que analizarse según el presente cuadro, ya sea con
a a d la ayuda de términos propios del rebaje, de la truncatura o de las
198 b 208 e formas geométricas. La mayor anchura puede, a partir del talón, estar
situada en los 2/3. (208 a), en 1/2 (208 b), en 1/3 (208 e), en 1/10
\ ¡:
(208 d) ; esta posición influye en la forma al igual que las variaciones
del módulo (209 a y b). El ancho del pedúnculo influye también sobre
L\b/'1 ~'J \': la morfología de las piezas (210 a y b).
e
199
· Las clasificaciones de las puntas foliáceas 15 responden a un deseo de describir
V UU U
a b 200 e d a 209 b a 210 b
formas completas, asimiladas ya sea a hojas vegetales (De Ferry, Cheynier) ya
sea a figuras geométricas, o de hacer un inventario de todas las variantes de un
conjunto localizado (Hugot).
177
176
12. A. LEROI: La Prehistoria.
~ XI. RASPADORES (fig. 47)
non
(214), en abanico (215), cuneiforme (216), semicircular (217), de
(l('¡~
morro (218), con espaldón doble (219), con espaldón simple (220).
El borde funcional puede extenderse a las diferentes partes del so-
~ 218 219 220 .
porte en el raspador discoidal (221) , circular (222) , oval (223),
disto lateral (224), unilateral (225) , bilateral (226) .
214 215 216 217 El módulo es un elemento tipológicamente importante cuando, para
una serie determinada, las variaciones debidas a reavivados han po-
00
221 222 223 224 225 226
dido ser determinadas. Se desarrolla desde muy corto (menos de
1 X 1) (227), a corto (1 X 1) (228), bastante corto (229), mediana-
mente largo (1 X 2) (230) , largo (1 X 3) (231}. El espesor (232)
varía desde delgado (1 X 7), a medianamente grueso (1 X 4), grueso
(1 X 2,5), muy grueso (1,5 X 1 y más) .
El filo es convexo (233) con las variantes de rebajado { surbaissé}
4-::f::::::::::::::::::::::::::::;\:~.. (236), en semicírculo (237), en ojiva (238). Puede ser oblicuo (234).
Las formas rectilíneas (235) o cóncavas reúnen las truncaturas y las
1x-1 hl 1x1,5 1x2 1x3 muescas.
+ + ~ + + Las clasificaciones de los raspadores se encuentran entre las más
desarrolladas ~ 6 , siendo las de Bourlon y Bouyssonie (1912) bastante
próximas a la que seguimos aquí. El raspador es uno de los útiles
cuya forma se halla más estrechamente sometida a la función, que
nnn
es la de raspar las materias óseas o leñosas. El determinismo técnico
se relaciona, pues, muy estrechamente con la forma y la orientación
de su filo; su distribución es prácticamente mundial, desde el paleo-
lítico medio a la edad de los metales.
230 231 232 Útiles dobles: Es relativamente frecuente que piezas líticas con-
227 228 229 tengan simultáneamente un buril y un raspador, o un taladro ( pen;oir)
nflnnn/\
233 234 235 236 237 238
o dos unidades semejantes (bt.;tril-taladro, raspador doble, etc.).
178 179
XII. TALADROS, MUESCAS y OTRAS FORMAS (fig. 48)
~V V~rn ~~+ m
~~ ·~~
Los verdaderos taladros no son siempre fácilmente separables de
las piezas pedunculadas, puesto que las huellas del uso de la punta
1
sólo constituyen prueba en los casos más favorables. Se distingue el
punzón o taladro de eje (239), el oblicuo (240) y el angular (241) .
. A liEI La punta puede ser de sección triangular (242), cuadrada (243),
239 241 242 243 244 245 246 romboidal o losángica (244), trapezoidal (245) , y en paralelogra-
mo (246). Los taladros 1aterales sólo pueden ser resultantes del en-
cuentro de dos muescas (252).
Muescas: Numerosas lascas u hojas presentan muescas con re-
toques abruptos que han podido actuar como raspador cóncavo. Unas
Hrlr"' ~~~n
son sobre extremo, axial (247), oblicuo (248), o doble (249). Los
bordes pueden ser marcados con muescas unilaterales (250) o bilate-
rales (251), y pueden ser múltiples o periféricos (252).
Otras formas: La descripCión de las formas obtenidas por mar-
tilleo de las rocas blandas o cristalinas es comparativamente más
247 248 249 250 251 252 cómoda que la de las rocas elásticas. Una parte importante de los
1
..:....l
(253), bolas (254), maZO'S con cuello .(255), mazas perforadas (256)
constituyen la mayoría de las restantes formas con las muelas, mo-
letas y trituradores.
253 254
OD® 255
.....
256
--
FIG. 48
FIG. 48. (V. lectura en la página siguiente)
180 181
Triángulo isó~celes -cüadrado
~
rectángulo
220±
biconvexo
,
'
...
.--'
~err;r,:.
\
=circular
planoconvexo
elíptico
achaflanado paralelogramo pi~ XIII. SECCIÓN (fig. 49)
convexo-
cóncavo
•
La descripción de las piezas de la industria lítica u ósea com-
porta la indicación de las secciones transversa!les, para las cuales la
figura 49 facilita las principales denominaciones~ Las variantes (ángu-
disimétrico
con esquinas. romas losange los romos, convexilíneos, concavilíneos, etc.) pueden combinarse con
las formas principales.
~
•
helicoidal
convexolíneo trapecio
de bordes trilobulado
cóncavos
-
Á
concavolíneo
JI
concavolíneo
FIG.
pentágono, etc.
257
de bordes
cortados
182 183
n n
1 4 5 6
n
2 3
XIV. PUNTAS DE MATERIA ÓSEA (fig. 50)
A-~ -.~ ~ ~
Las muy numerosas puntas óseas ofrecen, en las más variadas
culturas, incontables convergencias de formas debidas a la vez a las
propiedades mecánicas de la materia y a 'las necesidades de penetra-
ción o de la retención. Una parte de sus caracteres es analizable según
el vocabulario de las piezas foliáceas (fig. 46). Se distingue la extre·
midad distal o punta propiamente dicha, el asta o fuste, la extremidad
proximal o talón. Corresponden muy a menudo a cabezas de arma
B- de tiro (flechas, azagayas, arpones) pero pueden tener otros empleos,
no determinados.
La punta es aguda (A 1), roma (mousse) (A 2), en planos (a
pans) (A 3), agudos o romos, en lengua de carpa (A 4) o en lengua
~ de áspid (A 5).
~ El asta o fuste puede ser cónico (B 1), cilindrocónico, cilíndrico
(B 2), de bordes paralelos (B 2), de diferentes secciones (fig. 49) o
aplastado (B 3) de sección variable, a menudo biconvexa. Puede ser
unido, o presentando dientes (barbes), que constituyen el dentado
( barbelure) ; dientes unilaterales, uno sólo (B 4), o varios, dentic u-
lado bilateral con dientes opuestos (B 5) o alternos (B 6). Puede en-
contrarse también una ranura (C 1), dos ranuras opuestas o canales.
Puede ofrecer protuberancias o tetones (C 2), nervaturas continuas
o cortadas. La ranura puede haber servido para inserción de elementos
de armado de piedra. Los dientes pueden estar metidos en el asta o
fuste (C 4) o libres (C 5, C 6), cuadrados (C 4, C 5) o agudos (C 6).
El talón es macho (D) o hembra (E), cónico agudo (D 1), trun·
cado o romo, aplastado (D 2), en lengüeta (ver figs. 46 y 50). Puede
estar tallado en bisel simple (D 3), plano o cóncavo (D 4), en bisel
doble (D 5), en lápiz (D 6). El talón hembra corresponde a la base
hendida (E 1), base horquillada (E 2) y a las cabezas desprendibles
hembras con espolones laterales (E 3-5) o dorsales, simples (E 6) o
múltiples. La fijación es por pinzado (E 3), con alvéolo abierto (E 4),
o cerrado (E 5, E 6).
El talón macho puede ser con escotadura unilateral o bilateral
(F 1), de cuello, de espaldones (F 2), con aletas d protuberancias
(F 3), con abultamientos (bourrelets) (F 4)", con mango (F 5 a), con
anillo perforado (F 5 b), con perforación semilateral (F 6 a), o axial
(F 6 b), circular cilíndrico o bicónico (F 6 a), u oval.
258 ""'f--- ® $ ~ ---·
A. L.-G.
Fm. 50. (V. lectura en la página siguiente)
184 185
Terminología de la cerámica B) Elementos de descripción morfológica
El esquema propuesto en estas páginas para el análisis de los l) Se distinguen recipientes de formas simples o compuestas. Los primeros
restos cerámicos está limitado voluntariamente a sus caracteres prin- pueden ser descritos por una palabra con referencia al volumen que encierran:
esferoide (6 a), hemiesferoide (6 b), o en cuenco, elipsoide aplastado o alargado
cipales. Para describir los aspectos tanto morfológicos como técnicos (7 a-b), ovoide (8 a-b), cilíndrico (9), cónico o tronco cónico abierto o cerrado (lO),
(que serán tratados sucesivamente) se dispone sobre todo, hay que hiperboloide (ll a-e). Las formas compuestas están descritas por elementos ya
reconocerlo, de elementos dispares adoptados empíricamente, pero sea con la ayuda de los términos anteriores, ya sea por su dirección, recta, incli-
desiguales para poder integrarlos en una sistemática. El objeto que nada hacia dentro o hacia fuera (12 a-e), y su forma, rectilínea, convexa, cóncava,
perseguimos es modesto : proponer definiciones precisas para alguno sinuosa (13 a-d). Sobre el perfil de un recipiente (tres ejemplos en 14, 15, 16) se
de los términos ya en uso, y nuevos términos para algunos caracteres sitúan algunos puntos: la base, sobre la cual reposa; la abertura o boca; el punto
cuya frecuencia exige que puedan ser distinguidos sin equívoco 17 • de tangencia vertical externo, donde se mide el diámetro máximo (15, 16 tve);
el o los puntos de tangencia vertical internos (15, 16 tvi) ; el o los puntos de
A) Elementos ·ae nomenclatura de los recipientes (figs. 51, 52) inflexión, lugar donde una curva se invierte (14, 15 if) ; el o los puntos de inter-
sección, lugar donde una curva se quiebra, formando un ángulo saliente o en·
Denominar los objetos es el primer paso y quizás el más delicado, por el trante (16 it). La presencia de puntos de inflexión o de intersección permite
hecho de que la mayor parte de los nombres son, o excesivamente vagos o dema- distinguir entre las formas compuestas aquellas de curva continua (14, 15) y
siado precisos, quizás ambas cosas al mismo tiempo: los unos describen solamente discontinua (16); son asimismo estos puntos los que limitan las partes, por
la facultad de contener (vaso, recipiente, vasija), los otros hacen referencia a una ejemplo, reborde y cuerpo (14), cuello, cuerpo y base (15), partes superior e in-
función concreta (que a veces es absurda y casi siempre incierta, tratándose de ferior y base (16).
objetos antiguos) sin evocar forzosamente una forma determinada. Nos hallamos, 2) Las diferentes partes (de arriba abajo). La boca puede comportar un
pues, obligados a prescindir de muchos de ellos, así como de aquellos otros gollete (d. ::::; l/4 del d. máx.) (17 g), un cuello (entre l/4 y 3/4) (17 e), un , .... ,,
términos cuyo empleo fuera de su medio cultural nos parece todavía más aven· reborde (más de 3/4·) (17 r) (del cual se describe la altura desde el ángulo ent)~~7,:~[-~ .• ~:
turado. Lo que resta, organizado en un cuadro muy simple, permite agrupar los trante o el punto de inflexión hasta el borde), la dirección (vertical, entrat:q;~~1)ít51-,)f>
objetos en algunas grandes familias, y perfilarlos desde el inicio de la descripción. saliente, horizontal o inversa), la forma (rectilínea, convexa, cóncava, sinuo~k;'i"'c----8~
Combinando en primer lugar, para los recipientes abiertos, profundidad y Sobre la abertura, estrecha (::::; l/4 d. máx.), media (l/4 a l/2), ancha a@~\!:!.:i~
tamaño creciente, tenemos una serie plana, bandeja (l a), plato (Lb), cuenco, a 3/4) o muy ancha (17 e, m, l, tl), el borde es a veces rebordeado sobr~ ¡{o~~ ~dJI .~
escudilla o plato hondo (l e), bol (l d), hasta un limite. donde-·la. relación caras o sobre una sola (19 a-b), redondo (e), aplastado (d-e) ; en su extrennda,d, '~'- 1r"'
profundidad/ diámetro sea igual a la unidad; cubilete, urna, orza, jarra, cuando el labio puede ser plano, redondo, convexo, cóncavo, a bisel... (20 a-e). a~f¡;,,_ "'~<i;:;;
esta relación es superior (l e). Los recipientes cerrados (diámetro máximo supe· El cuerpo es simple o compuesto (ver lo antedicho). Los recipientes cerrados,"lf<,'t·w;;7 .;;<:'
rior al diámetro de la boca), forman una serie distinta, salvo las formas poco principalmente, combinan a menudo dos zonas entre las cuales el paso puede
profundas con borde débilmente entrante, funcionalmente inseparables de la estar atenuado o acentuado con una verdadera arista (tradicionalmente denomi-
serie bol. nada carena); a veces del mismo tipo, estas dos zonas difieren muy frecuente-
Según la boca sea ancha, estrecha o muy estrecha,· se distingue: bote o jarra mente (espalda convexa sobre un ancho tronco de cono, o espalda rectilínea o
(2 a), de dentro de las cuales se puede extraer sin dificultad; cántara, que sirve cóncava sobre una parte inferior en forma de cuenco). Aunque en su mayoría
para el transporte de líquidos, y jarra en las tallas grandes (2 b); frasco, botella, son asimilables a sólidos de revolución, la cerámica puede ser de sección oval,
bombona (2 e). cuadrada, rectangular...
La incorporación de un mango para el asido cambia las formas precedentes La base, fondo o asiento, es llamada estrecha, mediana, ancha o muy ancha,
en paleta (3 a), cuchara o sartén (3 b), cazo, cucharón, puchero (3 e), acetre (3d). según los mismos criterios que la abertura (17). Se distinguen recipientes de base
Son tazas (4 a) el bol y los cubiletes con asa; un bote con asa, un vertedor o un incorporada, de otros sostenidos por uno o varios pies. En los primeros, la base
simple reborde, es una jarra o jarro (4 b); cuando la abertura es muy estrecha, se halla ya sea a continuación del cuerpo (6-8), ya sea formada por un truncado
se conservan los términos de \~0tellá y frasco o vinajera (4 e). Finalmente, la de éste, ya sea practicada en una parte distinta por afinado: en curvas discon-
adición de un cuello o pico lateral, o pitón, con ~--º-sin_ella,_gh:;ti!J.gue la taza tinuas, base cónica, en ángulo cortado (chaflán), cilíndrico (24 a-e), en curvas
biberón (5 a) y la vertedora (5 b); el té~:hl;~aro o botijo se conserva cuando continuas base estirada o en cúpula (25 a-b), o por ensanchamiento: base ex·
la función transporte está evidenciada por el tamaño o la forma, o la presencia tendida (26). Si este ensanchamiento se exagera o se combina con un estirado
de un asa alta, por ejemplo (5 e). del cuerpo (27 a, b) da lugar a un pie lleno que a veces se divide en tija y
zócalo (27 e), La fórmula más frecuente es aquella del pie en corona variando
la altura de una simple banda (28 a) a un pedestal muy elevado (28 d), que
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FIG. 51
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luntariamente en irregular; en cuanto a su finura: los elementos groseros de la
puede acercarse mucho al 27 c. Los pies múltiples, en general tres, pueden estar
pasta son visibles o disimulados bajo una película de fina arcilla; en cuanto a la
o no reunidos en corona en su base (29 a-b). Para todos se describen la dirección
brillantez, se distingue notablemente el alisado, tratamiento húmedo que deja la
y la forma (rectilínea, convexa, cóncava, sinuosa, plana ... ) (30 a-e).
superficie suave y mate, del pulido, que se ejerce casi en seco con un objeto duro
3) Acondicionamientos especiales. Para la obturación: los tapones y tapa·
y da un brillante variable según el acabado del trabajo y el grano de la arcilla.
deras pueden colocarse embutidos o por fuera (18 a-b).
El engobe es un revestimiento arcilloso, por oposición al vidriado, untura vitri-
Para la sujeción: diversas formas desde un simple saliente, tetón y oreja
ficada por la cocción (cuyo papel en la prehistoria es desde luego nulo). La téc-
(proyección de forma aplastada) agujereadas o no (21 a-b), asa (bastante abierta
nica es de lo más delicado de descubrir si la arcilla empleada es la de la pasta,
para el paso cuando menos de un dedo (21 e)), botón (d), mango (e). El asa es
ya que una fina capa de elementos puede resultar del alisado o por resudación
diame~ral (22 e) o lateral, y en este caso de fijación vertical u horizontal (22 a-b),
espontánea; se reconoce con bastante certeza cuando se trata de arcilla de otro
estas ultimas pudiendo seguir una dirección horizontal, oblicua o vertical (23 a,
color, blanca o roja de ocre, por ejemplo, y cuya capa es muy fina y adherente
b, e), al igual que los mangos.
y se delimita netamente (lo que la distingue de ciertos efectos superficiales de
Para verter, aparte de los acondicionamientos del cuello, se puede pinzar el
la cocción o del envejecimiento).
borde para curvado en forma de pico o vertedero (4 b) o preparar un pitón
4) La decoración. Frecuentemente sobre engobe que asegura un fondo unido,
lateral a nivel de la espalda (5 a-e).
la superficie está decorada por entero o por zonas. Para la pintura, la gama de
los colores minerales disponibles va del blanco al negro a través de todos los
C) Descripción técnica pardos, amarillos y rojos; una decoración por pulido o bruñido puede afectar
toda la superficie o limitarse a zonas o líneas de contraste brillante sobre mate.
1) La pasta. El material de base, la arcilla, ofrece numerosas variedades en Otros procedimientos aprovechan la plasticidad: repujado en que la pared es
cuanto a la composición (naturaleza y proporción de los constituyentes) y al estado deformada por presión, aplicación de bandas o motivos de arcilla pegados por
físico (finura, homogeneidad). Su empleo en alfarería se apoya en la plasticidad, presión, barbotina bastante firme que «toma» en el sitio cuerpos extraños como
que permite el modelado, y la pérdida definitiva de aquélla en la cocción. Se dis· granos de arena, metal, corteza ... ; decoración en hueco por incisión (líneas tra- ,. í·'·:.~ 0·'·1~~·
tingue la parte arcillosa propiamente dicha (elementos < 0,05 mm) y los ele· zadas con una punta), por grabado en corte suave o exciso, por impresión (hun;,;;~sS?~;-r,.!:;;
mentos no plásticos muy finos (0,05-0,1 mm), finos (0,01-0,25), medios (0,25-0,50), dimiento de punzones, de dedo, de diversos objetos como cuerdas, conchas ... J~]¡t'{;~~~~--J~:'-:!~
bastos <> 0,5). No es fácil determinar si éstos se encontraban ya en la arcilla o veces en forma de ruedecilla cuya huella se desarrolla en banda continua). ::!~?¡~( G""-·-fF_'tr
han sido añadidos como desgrasante de una arcilla excesivamente compacta, salvo 5) La cocción. Una temperatura de cuando menos 450-500 oC ' necesa~ili \\ Kl 1~f:.t.i;
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para los elementos extraños a las arcillas (fragmentos vegetales, tiestos tritu- para deshidratar la arcilla, puede obtenerse dentro de un hogar abierto donde:~} f,~ 0;q:n
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rados ... ) o preparados (calcita triturada ... ). Se describirá la forma el color la combustible y las piezas están en contacto directo; un verdadero horno (con hogl.r '\., ! \""' .'!
transparencia, la proporción (débil: menos de 15 %, media: 15-30 %', fuerte: ~ás distinto) permite una cocción regular y sobre todo bastante prolongada par~\. <=::.::::-::::::-
de 30 %) Según las proporciones de los diversos elementos y su integración en alcanzar las temperaturas elevadas. La interpretación es aquí más delicada a . ",...,,_."-:.>f"'"
la textura (visible sobre las grietas), ésta es más o menos homogénea, prieta causa de numerosas variables: temperatura, aireación del fuego, combustible y,
o suelta, compacta o desmenuzable. también, la naturaleza de la arcilla, textura de la pasta, impurezas en el agua
2) El modelado. Los procedimientos pueden agruparse en tres: ahuecado del modelado ... Hay que describir sobre todo la dureza (resistencia al rayado según
de un terrón, moldeado sobre o dentro de un modelo, construcción por piezas la escala de Mchs, y de manera más subjetiva a la tracción y al desmenuza-
relacionadas, a menudo colombins, largas tiras de pasta pegadas en bandas suce- miento) y los colores: en superficie la tonalidad media, los extremos, la ex-
sivas; la rotación (que aparece al final de la prehistoria en el Oriente Medio) tensión y la situación de eventuales manchas grises, su espesor, las zonas super-
se relaciona con el primero, pero utiliza la fuerza centrífuga desarrollada por ficiales interna y externa y el corazón de la pared. Anotemos que no es nece-
un movimiento circular rápido. Ciertos criterios usados para identificar estos saria una elevada temperatura para dar, en cocción ventilada, un tono vivo a una
procedimientos conducen fácilmente a pistas falsas: estrías superficiales, testi· arcilla cargada en hierro, y que por el contrario una zona no está menos cocida
monios de la acción final, surcos de torneado evocando el enrollado de los porque sea negra: disposición del hogar y duración de la cocción, no permiten
colombins ... Con la búsqueda de los defectos, el examen de los puntos críticos siempre una oxidación regular, sobre todo en lo referente a espesor. Aun se trata
(fondo, amarre del cuello ... ) y sobre todo las grietas frescas y orientadas (verticales algunas veces de una reducción real, ya sea de carbonización in situ de la
Y horizontales) ofrece las indicaciones más seguras, puesto que no son modifi- materia orgánica, ya sea por el ahumado (frecuente en el inicio de una cocción
cables en el acabado: direcciones predominantes de fractura, cortes limpios, directa). Se puede obtener una tintura negra uniforme por ahumado al final de
o ~or arrancamiento, o en silbato, orientación de las partículas, planos de corte la cocción propiamente dicha; el procedimiento aplicado después del pulido
y lmeas estructurales. sobre engobe de ocre da los negros lustrosos más intensos.
3)_ La superficie debe ser examinada en cuanto al relieve: es más o menos
igualada, raspada al final del acabado, a veces rugosa, es decir, convertida vo·
190
IU13.
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