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JULIA EVELYN MARTÍNEZ | Lunes, 29 de Julio del 2019
La primera versión del neoliberalismo llegó a El Salvador a inicios de la década de 1980 y estaba
basada en las recomendaciones del Consenso de Washington: privatización de empresas públicas y
de servicios públicos; eliminación de mecanismos de regulación de precios; reforma fiscal orientada
al aumento de impuestos indirectos y a la reducción (o eliminación) de impuestos directos; atracción
de inversión extranjera directa; firma de tratados de libre comercio y de inversión; consolidación
fiscal; flexibilización laboral, etc.
El principal hito del neoliberalismo 1.0 salvadoreño fue la creación de la Fundación Salvadoreña para
el Desarrollo Económico y Social (FUSADES), que rápidamente y gracias al apoyo político y
financiero de la Agencia de los Estados Unidos para el Desarrollo (USAID), se transformó en el
tanque de incubación y de divulgación de las ideas económicas del neoliberalismo en el país. Estas
ideas se concretizaron en el documento Bases para un Nuevo Modelo Económico y Social
(FUSADES, 1989) que se convirtió en el plan de desarrollo económico y social de los gobiernos de
Alfredo Cristiano (1989-1994), Armando Calderón Sol (1994-1999), Francisco Flores (1999-2004) y
Antonio Saca (2004-2009).
El listado de sus socios fundadores de FUSADES incluye entre otros nombres a los
empresarios Ricardo Poma, Roberto Murray Meza, Alfredo Cristiani, Francisco de Sola, Archi
Baldochi, Rodolfo Dutriz, Fabricio Altamirano, Rafael Castellanos, Francisco Callejas, Roberto Kriete,
Boris Eserki y Ricardo Simán. Dos décadas después – y gracias a las drásticas reformas
económicas neoliberales- estos nombres pasaron a encabezar los nuevos grupos empresariales
(Grupo Roble, Grupo AGRISAL, Grupo Siman, Grupo TCS, Grupo Callejas) que tomaron el control
de la economía nacional y regional.
Una segunda versión del neoliberalismo fue impulsada por los gobiernos del FMLN a partir del 1 de
junio de 2009. Esta versión 2.0 se caracterizó por la continuidad de las reformas económicas
aplicadas por los cuatro gobiernos del partido ARENA (privatización de servicios públicos,
privatización de pensiones, dolarización, tratados de comercio e inversión, subsidios fiscales a
grandes empresas, austeridad fiscal, etc.) pero agregándole el componente de las políticas sociales
asistencialistas para la mitigar el empobrecimiento provocado por las políticas económicas
neoliberales. Estas acciones asistencialistas (disfrazadas de políticas de inclusión social)
consistieron básicamente en la entrega de paquetes agrícolas, transferencias monetarias a familias
en extrema pobreza, programa alimentación escolar, y entrega de uniformes y paquetes escolares
gratuitos.
Los efectos del neoliberalismo sobre El Salvador durante tres décadas han sido duales. Por una
parte, una minoría de familias y de empresas nacionales y transnacionales ha aumentado sus
ganancias y su poder en el mercado, mientras la mayoría de familias y de empresas del sector
popular de la economía ( cooperativas, mipymes, empresas solidarias ) se han empobrecido, se han
sobre endeudado y han visto deteriorada su capacidad de movilidad social por la vía de un mayor y
mejor inserción a los mercados, incluyendo el mercado laboral.
En este contexto, ha surgido una tercera versión del neoliberalismo, que retoma la esencia de las
dos versiones anteriores, pero que le adiciona un aspecto novedoso en su estrategia de
implementación y de legitimación: el fascismo digital.
Los gobiernos que están adoptando el neoliberalismo 3.0 y el fascismo digital son muchos: Donal
Trump, en Estados Unidos; Jair Bolsonaro en Brasil; Andrzej Duda en Polonia; Volodomir Zelenski,
en Ucrania; Mateo Salvini, en Italia y Nayib Bukele en El Salvador. Paradójicamente, en todos estos
casos, el factor clave para el ascenso al poder de estos gobiernos ha sido el desencanto y el odio de
las masas populares en contra de las élites políticas que previamente implantaron y administraron
las reformas económicas neoliberales.
El fascismo digital conserva las características primordiales del fascismo clásico. En primer lugar, se
trata de un proyecto económico y político de corte autoritario que se encarna en la figura de un líder
carismático, a quien se le considera la encarnación del pueblo y de la voluntad popular. En segundo
lugar, es un régimen que rechaza los principios republicanos, en particular, el principio de la división
de poderes y del funcionamiento de pesos y contrapesos que puedan limitar o amenazar el enorme
poder concentrado en la figura del líder supremo. Y, en tercer lugar, se trata de gobiernos que
institucionalizan mecanismos estatales y paraestatales de represión hacia cualquier manifestación de
crítica o de disidencia al líder y a su proyecto de desarrollo económico, social, político y/o cultural.
El neoliberalismo 3.0 solo puede ser frenado mediante la construcción de relaciones de poder contra
hegemónicas y esta tarea les corresponde a las organizaciones populares de izquierda
antineoliberales. ¿Podrán los movimientos sociales populares de izquierda reponerse de la anomia,
del miedo y/o del duelo que les aqueja? Esperemos que sí y que lo hagan pronto.