Académique Documents
Professionnel Documents
Culture Documents
2
NOTA
Los autores (as) y editoriales también están en Wattpad.
Las editoriales y ciertas autoras han demandado a usuarios que suben sus
libros, ya que Wattpad es una página para subir tus propias historias. Al subir
libros de un autor, se toma como plagio.
Ciertas autoras han descubierto que traducimos sus libros porque los
subieron a Wattpad, pidiendo en sus páginas de Facebook y grupos de fans las
direcciones de los blogs de descarga, grupos y foros.
¡No subas nuestras traducciones a Wattpad! Es un gran problema que
enfrentan y contra el que luchan todos los foros de traducciones. Más libros
saldrán si se deja de invertir tiempo en este problema.
También, por favor, NO subas CAPTURAS de los PDFs a las redes
sociales y etiquetes a las autoras, no vayas a sus páginas a pedir la traducción
de un libro cuando ninguna editorial lo ha hecho, no vayas a sus grupos y
comentes que leíste sus libros ni subas capturas de las portadas de la
3 traducción, porque estas tienen el logo del foro.
No continúes con ello, de lo contrario: ¡Te quedarás sin Wattpad, sin foros
de traducción y sin sitios de descarga!
STAFF
Jadasa
Jadasa Val_17
Julie Vane Black
Miry
Vane Black
INDICE
Sinopsis Capítulo 14
Capítulo 1 Capítulo 15
Capítulo 2 Capítulo 16
Capítulo 3 Capítulo 17
Capítulo 4 Capítulo 18
Capítulo 5 Capítulo 19
Capítulo 6 Capítulo 20
Capítulo 7 Capítulo 21
Capítulo 8 Capítulo 22
Capítulo 9 Capítulo 23
5 Capítulo 10 Capítulo 24
Capítulo 11 Agradecimientos
Capítulo 12 Sobre la autora
Capítulo 13
SINOPSIS
Charley Davidson, extraordinario Ángel de la Muerte, está enojada. Ha
sido expulsada del plano terrenal por la eternidad, lo cual es la cantidad
adecuada de tiempo para volver furiosamente loca a una persona. Pero alguien
la está cuidando, y puede regresar después de solo cien años en el exilio. ¿Es
demasiado esperar que no haya cambiado mucho? Aparentemente, sí. ¡Qué
mierda!
Ha extrañado a Reyes y a su hija, Beep, pero ahora que está de vuelta en
la tierra, es hora de terminar con las preguntas que necesitan respuestas. ¿Qué le
sucedió a su madre? ¿Cómo murió realmente? ¿Quién la asesinó? ¿Y son las
magdalenas o el café la mejor medicina? Todo llega a un punto crítico en un
enfrentamiento épico entre el bien y el mal en el final de esta novela inteligente y
divertida.
Charley Davidson #13
6
1
Traducido por Vane Black & Umiangel
Corregido por Jadasa
17
2
Traducido por Vane Black
Corregido por Jadasa
¡Seguridad primero!
Es una broma. Café primero.
La seguridad está, como, tercera o cuarta.
(Meme)
Los exámenes fueron brutales. No sabía con certeza si superé todas las
asignaturas hasta que mi muy dedicado administrador de exámenes se tendió
sobre mí, jadeando, su cálido aliento se extendía por mi piel. Tomé eso como una
18 buena señal. En cada tercer jadeo, encontraría algo más para mordisquear. Algún
territorio nuevo e inexplorado que reclamaría como propio.
Y entonces me di cuenta de algo. Él lo evadía. Todas las preguntas que
tenía, todos los eventos que me perdí, me evadía. Me fui por mucho tiempo.
Tenía cosas que hacer y gente que ver y...
—¿Dónde está mi teléfono? —Palmeé mi cuerpo desnudo otra vez—.
Necesito mi teléfono. ¿Todavía tengo uno? Espera, ¿todavía usan teléfonos?
—Diez días. —Me recordó.
—Cierto. Entonces sí.
Se puso los pantalones y se los ató a la cintura. Se hundieron bajo en sus
caderas, y me tomé un momento, un exquisito momento, para apreciar la obra de
arte frente a mí.
Finalmente, alejando la mirada, busqué mi ropa y noté algo a lo que no
presté atención antes. De hecho, nos encontrábamos recostados en una enorme
piscina de cristal. Hermoso y azul y brillante. Pero podría haber jurado…
La realización se iluminó, y me mordí el labio inferior. —Um, Reyes,
¿hicimos esto?
Miró a su alrededor, y arqueando sus cejas en sorpresa.
—¿Calentamos tanto la arena que creamos una piscina de vidrio? —
pregunté, mi voz una octava por encima de lo chirriante—. ¿En medio del
Sahara? ¿Cómo vamos a explicar esto a Parques y Recreación?
—¿Quiénes son los espectros? —preguntó, completamente
despreocupado.
—Tenemos que salir de aquí antes de que alguien vea esto. —Me levanté
y tiré del vestido con el que me materialicé.
—¿Los espectros?
—Eran mi compañía. La única que tuve. Y sabían cosas. —Di un golpecito
en mi sien para enfatizar.
—¿Como cálculo?
—Como el hecho de que algo está pasando. —Me detuve para señalarlo
con un dedo acusador—. Algo que no me estás diciendo. Eso y el hecho de que
tengo que averiguar qué sucedió cuando mi madre murió para poder detener…
lo que sea que esté sucediendo.
Se detuvo y me encaró. —¿Tu madre? ¿Qué tiene que ver con eso?
—¿Con qué? —lo desafié.
—¿Qué dijeron los espectros?
19 —Dijeron que se avecinaba el infierno, y para detenerlo, tengo que
descubrir la verdad sobre la muerte de mi madre.
Frunció el ceño pensativamente. —¿Qué tendría que ver la muerte de tu
madre con algo?
—Reyes. —Me acerqué a él y puse una mano sobre su pecho. Sobre todo
porque podía—. ¿Qué está pasando?
Cubrió mi mano con la suya y bajó la cabeza como si estuviera
avergonzado. —La dimensión del infierno. ¿La que abrí accidentalmente? Se está
apoderando del mundo.
1 Originalmente en español.
cuando le devolví la vida a Amber. Pero se fue por dos horas. Al otro lado
durante dos horas. No podía imaginar lo que Cookie pasó en ese momento.
Se giró hacia mí lentamente, su cabello negro cortado era una masa de
perfección desordenada. Su atuendo no era mucho mejor. El lío arrugado
abrazaba sus curvas en todos los lugares correctos. Era el caos encarnado. Pero
para mí, era Afrodita, la Mujer Maravilla y Melissa McCarthy, toda en uno.
—¿Charley? —preguntó, su voz apenas audible—. Estás… ¿estás de
vuelta?
Luchando contra la emoción que formó un nudo en mi garganta, asentí y
pegué una sonrisa valiente. —Estoy de vuelta.
Se llevó las manos a la boca y siguió mirando fijamente.
Me aclaré la garganta y pregunté a lo tonto—: ¿Cómo estás?
—¡Oh, Dios mío, Charley!
Antes de que pudiera reaccionar, me abordó y nos abrazamos durante
unos sólidos diez minutos. Sus hombros temblaron, y no pude evitar el diluvio
que caía en cascada por mis mejillas.
—Lo siento, Cookie —dije entre sollozos—. Lo lamento mucho.
—¿Qué? —Me puso a un brazo de distancia y me apuñaló con una mirada
25 de amonestación—. ¿Qué demonios lamentas?
Traté de fingir que no pasaba nada con una risa suave, pero salió más
como un sonido ahogado. —Todo. Lo siento mucho.
—Charlotte Jean Davidson —dijo, su tono afilado con una advertencia
materna—, no te atrevas a disculparte conmigo.
—Pero era Amber.
—Está viva y bien, gracias a ti.
—No—dije, mis hombros desinflándose—, fue por mí. Todo lo que le
pasó, a ambas, es todo por mi culpa.
—Oh, Charley, ¿cuándo entenderás lo importante que eres?
—¿Y tú no? —pregunté, gritándole—. ¿Amber no lo es?
—Por supuesto que lo es, pero ambas sabíamos en qué nos metíamos.
Significas mucho para ella. No lo haría de otra manera.
—Aún no es mayor de edad. No estoy segura de que su voto cuente.
Cookie resopló. —Trata de decirle eso. Ella… no ha sido la misma desde
que te fuiste.
Alarma se disparó a través de mí. —¿Qué quieres decir? ¿Qué está mal?
Está… ¿recuerda?
—No lo dirá, pero creo que se culpa a sí misma.
—¿Por qué?
—Charley…
—¿Por ser expulsada de la dimensión? —pregunté, aturdida—. ¿Estás
bromeando?
—Es una niña, cariño. Se culpa por el sarampión y el hambre en el mundo.
Es una cosa de adolescentes.
Negué con la cabeza. Esa niña. —¿Está aquí?
—Sí. Pero primero, café.
26
3
Traducido por Umiangel
Corregido por Jadasa
Podría haber amanecido al otro lado del mundo, pero era tarde por la
noche en Duke City. Pedimos comida para llevar de la panadería Golden Crown,
que casi venció el propósito, ya que los clientes recibían bizcochitos caseros solo
por pasar por el lugar, y llevamos nuestros platos a la parte principal del almacén.
El área común cumplía función triple como comedor, sala de estar y cocina
en la sala de descanso. Sin mencionar el hecho de que una esquina de la
habitación se encontraba cubierta de computadoras, libros y documentos. Parecía
la casa de Garrett. De manera que también servía como nuestro centro de
negocios y sede. Gracias a Dios era algo así como treinta mil metros cuadrados.
Más o menos.
Justo cuando me senté para hundir mis dientes en una rebanada de pan
de chile verde de la panadería Golden Crown, justo cuando mi boca se hundiría
en la euforia anticipada, no comí en cien años, una voz masculina llegó a nosotros
desde las habitaciones por el pasillo. Una voz masculina que conocía y adoraba.
—Todos se están yendo —dijo—. Lo llaman un éxodo masivo.
Simplemente lo llamaría una evacuación, pero nadie me preguntó. Tal vez
deberíamos…
Se detuvo en seco cuando dobló la esquina y me vio. Garrett Swopes. Un
investigador de personas desaparecidas que se convirtió en un erudito y un
soldado en el ejército de Beep. Su piel oscura y brillantes iris plateados llevaron
a mi corazón a un estado de golpeteo.
—¿Charles? —preguntó, asombrado.
—La única. —Me levanté y corrí a sus brazos abiertos para un abrazo.
—¿Qué? ¿Cómo? ¿Cuándo?
—Bueno, estoy de vuelta. No tengo idea. Hace unas horas.
—¿Solo... solo apareciste?
33
—Algo así —dije, encogiéndome de hombros bajo el peso de sus brazos
sobre mis hombros.
Cuando estiré el cuello para mirarlo, evaluaba a Reyes con la expresión
más extraña. Pero cuando me di la vuelta, la mirada de Reyes se hallaba sobre su
pizza. Salí de los brazos de Garrett, pero de repente también tenía que mirar a
otro lugar.
Bien, de acuerdo. Llegaría al fondo de esa mirada una vez que tuviera a
mi esposo a solas. Lo prometimos. No más secretos. Y tenía la intención de
hacerlo cumplir.
—Entonces, ¿la gente está huyendo de la escena del crimen? —pregunté,
cambiando de tema.
—Sí —dijo Garrett, prestando atención—. Las autopistas interestatales
están en total estancamiento, en tanto un grupo más alborotador ha empezado a
saquear.
—Genial —dijo Reyes, su ira aumentando.
—¿Qué está pasando exactamente, chicos? Quiero decir, ¿qué está
haciendo esta infección?
La expresión de Garrett se volvió cautelosa. —Comienza como gripe. Pero
después cambia. Es como si se volvieran locos.
—De todos los registros que he leído —dijo Cookie—, todos piensan que
hay algo en su interior tratando de salir. Se lastiman a sí mismos tratando de
sacarlo, y luego, eventualmente, lastiman a otros. Se vuelven incontrolables.
Respiré hondo y dirigí mi atención a Reyes. —¿Posesión?
—No lo sé. Nunca he visto una posesión como esta. La mayoría de las
personas no saben que están poseídas, a pesar de lo que Hollywood quiere que
creas.
—Alguien... —Me detuve, incapaz de siquiera pensarlo—. ¿Ha muerto
alguien?
De repente, todos miraban a otro lugar.
Me quedé quieta, luego insistí. —¿Cuántos?
—Charles…
—¿Cuántos? ¿Cuántas muertes hemos causado?
—No lo sabemos —dijo Reyes—. Seis. Tal vez siete.
Me hundí en un sofá cercano, agradecida de que hubiera uno para
atraparme. —Hicimos esto. Causamos muertes. Muertes humanas.
34
—No lo sabemos —dijo Garrett, pero no debería haberse molestado. Una
evidente verdad era difícil de ignorar.
—¿Estamos seguros de que esto es de la dimensión del infierno?
Cookie se levantó y tomó un mapa de la mesa. —La mayoría de los centros
de actividad están aquí. —Trazó un gran círculo sobre parte de Albuquerque. Y
nuestro edificio de apartamentos se hallaba ubicado justo en el medio.
—También lo puedo ver —dijo Reyes cuando se acercó a nosotros.
—¿Qué?
—Los bordes de la dimensión del infierno. Quentin lo llama la Sombra.
—¿También puede verlo?
Asintió. —Desde el techo. Es solo un poco más oscuro que el resto del
mundo, y se está expandiendo exponencialmente.
—Lo entiendo, pero ¿qué es exactamente lo que está enfermando a la
gente?
—Eso es lo que estamos intentando descubrir —dijo.
—Si se está expandiendo —dije, una bola de boliche se asentó en mi
estómago—, ¿cuánto tiempo tenemos?
—¿Hasta que se apodere del mundo? —preguntó Garrett—. No lo
sabemos, cariño.
—¿Por qué la muerte de tu madre tiene algo que ver con esto? —preguntó
Reyes, repitiendo un sentimiento anterior.
—No lo sé. Los espectros no dijeron que tuviera algo que ver
específicamente con eso. Solo que, si descubría la verdad, esa verdad nos
ayudaría a detener esto.
Tres voces me golpean al mismo tiempo. —¿Espectros? —preguntaron
Garrett, Cookie, y Amber.
—Es una larga historia. Digamos que vinieron en paz.
—Está bien —dijo Garrett—, pensé que tu madre murió mientras te daba
a luz.
—Así es. Eso es lo que no entiendo. Reyes, ¿viste algo inusual?
—¿Tío Reyes te vio nacer? —preguntó Amber, fascinada.
—Esa es otra larga historia —le dije—. Pero, sí, Reyes estuvo en mi
nacimiento. En la muerte de mi madre. Solo recuerdo una túnica negra...
—¿Recuerdas haber nacido? —preguntó Amber, sus ojos ahora como
platos.
35 —Larga historia —le recordé. Fue antes de que lo conociera, por supuesto.
Antes de darme cuenta, que era el ser sobrenatural que me seguía y me mantenía
fuera de peligro cuando era niña. Entonces me volví hacia él. —¿Recuerdas algo
usual? ¿Algo, no sé, sobrenatural?
—No. A tu madre le sujetaron con fuerza, y luego el monitor mostró que
tuvo un paro cardíaco. Y... cruzo a través de ti. Para mí, en ese momento, todo
fue muy inusual. Esa fue la primera vez que... la primera que me invocaste. No
entendí qué sucedía.
—Yo tampoco. ¿Pero qué tendría que ver eso con esto?
—¿Quién más estaba en el hospital? —preguntó Garrett.
—Solo mi papá. ¡Oh! Gemma y el tío Bob también se encontraban allí. Lo
olvidé. Se encontraban en la sala de espera.
—¿Los viste? —preguntó Amber.
—No. Pero Gemma me dijo años después que estuvo allí. Dijo que se
desmayó y que el tío Bob la encontró.
—Eso es interesante —dijo Reyes—. ¿Por qué se habría desmayado?
—Eso es lo que me gustaría saber. Hablando de eso, ¿dónde está Ubie? —
le pregunté a Cook.
—Tu tío está trabajando hasta tarde. Todo el caos y el vandalismo. El
capitán los llamó a todos.
Asentí. —¿Qué hay de Gemma?
Cookie sacudió la cabeza. —La llamé e intenté que viniera, pero dijo que
tenía clientes. No podía irse todavía.
—Síp, esa es Gemma.
—Pari, también —agregó.
Contuve la respiración. —¿Sigue ahí?
Una tatuadora fenomenal y una reina de respuestas sarcásticas, Pari era
otra de mis mejores amigas. Murió por unos minutos cuando era niña y ahora
podía ver el reino sobrenatural, aunque no tenía una imagen clara de esto como
Quentin, y ahora Amber.
—Dijo que había clientes que llegarían esta noche, pero prometió empacar
una bolsa y estar aquí después de que se fuera el último.
—Maldita sea. Si alguien debería tener cuidado, es Pari. Puede verlos. No
como tú, Amber, pero... Supongo que voy a tener que ir a buscarlas.
Primero Reyes, luego Garrett me golpearon con miradas de incredulidad.
Reyes se puso de pie, así podía inclinarse sobre mí. Estableciendo su
36 dominio. Era tan lindo cuando hacía esa mierda.
—Claro que no —dijo.
—Dijiste que investigarías qué sucedía exactamente con los infectados.
Esta es nuestra oportunidad.
—Esta es mi oportunidad —argumentó—. Entraré, revisaré el terreno,
buscaré a Pari y a tu hermana, y regresaré.
—Hmmm —dije, tarareando en voz alta. Puse mi mano bajo mi barbilla
en pensamiento—. ¿Dónde he oído eso antes?
—Holandesa —dijo usando un tono de advertencia.
Muy.
Lindo.
—¡Oh, cierto! —Me alegré—. Dijiste algo muy similar la noche en que me
convenciste de enviarte a esa dimensión del infierno y esperar mientras
“revisabas el terreno” —dije, agregando comillas aéreas—, y luego traerte de
vuelta sin nada qué temer. Pan comido. Solo que no volviste a salir.
—No irás.
—Quedaste atrapado. Eones más tarde, en el tiempo de otro mundo,
saliste de dicha dimensión del infierno, rompiendo la puerta, y la liberaste en esta
dimensión.
—No irás —repitió, esa vez con los dientes apretados.
—No me detendrás. Iré por Pari y Gemma, y revisaré esa dimensión
Sombra por mí misma.
Reyes me fulminó con la mirada. Cookie tomó eso como su señal para
limpiar los platos. Amber se quedó boquiabierta, con la cara llena de fascinación
descarada. Garrett volvió a un libro antiguo que leía, probablemente para
investigación.
—No tenemos tiempo para malgastarlo —dijo Reyes.
—¿Ahora no tenemos tiempo para malgastarlo? ¿Dónde se encontraba ese
sentimiento hace tres horas cuando fundimos arena en vidrio en medio del
desierto del Sahara?
La expresión de Reyes permaneció impasible. No se avergonzaba
fácilmente.
Incliné la cabeza con curiosidad. —Supuse que no teníamos tiempo que
perder, considerando las muertes y todo eso. Pero, ¿tal vez hay más? ¿Hay algo
más que quieras compartir con la clase?
37
Se dio la vuelta, pensó por un momento y luego dijo suavemente—: Solo
tenemos tres días.
4
Traducido por Dakya & Miry
Corregido por Amélie
¿Tres días? ¿Sólo teníamos tres días? ¿Y entonces qué? Nadie se movió
mientras esperábamos más información.
El silencio se prolongó tanto que cuando una voz masculina habló desde
las sombras, todos saltamos y nos giramos al unísono.
38 —¿No te lo dijo? —preguntó Osh, caminando hacia adelante.
Puede que solo haya estado ausente diez días aquí en la Tierra, pero para
mí se sintió como vidas. Osh, o Osh'ekiel, fue un antiguo demonio esclavo, un
Daeva. Y aunque podría haber tenido diecinueve años con cabello largo de sable,
ojos claros y de color bronce, y su indispensable sombrero de copa, vivió durante
siglos y probablemente estuvo vivo durante varios milenios.
Es cierto que vivía de las almas de los demás, pero hizo un voto solemne
de vivir solo de escoria de la sociedad a partir de entonces. Por eso lo dejé
quedarse.
Qué bueno que lo hice. Era poderoso. Un aliado fuerte. Y salvó cada vida
en la habitación al menos una vez. Además, lo eché de menos.
Dio un rápido ceño fruncido al papá de mi bebé, luego se acercó a mí, con
una sonrisa llena de calidez y malicia iluminando su rostro.
Lo encontré a mitad de camino y me envolví alrededor de él. —¿Dónde
has estado? —le pregunté en su hombro.
—Cuidando de tu mocosa.
Me eché hacia atrás. —¿Está bien? ¿Está a salvo?
—Por ahora. —Le lanzó a Reyes otra mirada maliciosa.
—Oh, esto no es su culpa. Soy la que…
—¿Quién creó esa cosa en primer lugar?
—Ese no es el punto. —Yo tendía a pasar por alto esa parte. La parte sobre
cómo Reyes, un provocador de infiernos en su juventud fue quien creó la
dimensión que lentamente se comía mi realidad—. Pero lo hizo por mí.
—Lo hizo como una trampa para ti. Su propio Hermano lo engañó para
lograrlo, pero los dos sabemos a quién estuvo destinado realmente.
Su ira me golpeó y me robó el aliento. No lo vi tan enfadado con Reyes en
mucho tiempo. Pero no se encontraba enojado por sí mismo. Tuve la clara
impresión de que estaba enojado por Beep. Lo que tenía sentido. Se hallaba
destinado a ser parte de su ejército. Una gran parte.
Si lo que vi aún era cierto, se halaba destinado a ser el Guerrero. El que
estaría a su lado cuando comenzara la guerra con Lucifer, o no. De cualquier
manera, su participación, o la falta de ella, podría inclinar la balanza a favor o en
contra de mi hija.
No sabía nada de eso, por supuesto, pero se preocupaba mucho por ella.
No podía imaginar que abandonaría a Beep cuando más lo necesitaba. No, a
menos que hubiera otro obstáculo que no vi. Una fuerza externa que lo
mantuviera alejado.
39 —Eso no importa ahora —le dije—. Lo único que importa es lo que
haremos para detener esto.
Su mandíbula se apretó y luego se relajó mientras se enfocaba en mí y me
ofreció una sonrisa comprensiva. —Entonces, ¿cuánto tiempo?
Mis cejas se juntaron. —¿Cuánto tiempo?
Pasó un dedo debajo de mi mandíbula, esperando que me diera cuenta.
—Oh. Correcto. El fenómeno del tiempo diferencial. Ciento siete años, dos
meses, catorce días, doce horas y treinta y tres minutos.
—Maldita sea.
—Sí.
—Lo siento, dulzura.
—Yo también. Los extrañé mucho a todos.
Me atrajo en otro abrazo. Parecía que no podía tener suficiente de ellos.
Deleite se apresuró a través de mí hasta que recordé lo que Reyes dijo.
Me volví hacia él. —¿A qué te refieres con que solo tenemos tres días?
¿Tres días hasta qué? ¿Se trague a la tierra entera?
Levantó un ancho hombro. —Algo como eso.
Cookie jadeó. —¿Tres días? —preguntó, mientras la preocupación la
alcanzaba. Todo el estrés por el que pasó, le pasaba factura. Podía sentirlo roerla.
Caminé hacia él. Se encontraba apoyado en un escritorio. Me le uní. Se
estiró y enganchó dos dedos en el lazo del cinturón de mis pantalones.
—¿Por qué tres días?
—Hice los cálculos. Cuanto más se expande la dimensión, más masa
adquiere. Cuanta más masa, más rápido se expandirá hasta que, en menos
tiempo que le llevo ganar un kilómetro, abarcará todo el planeta.
Maldita sea. Su respuesta sonaba perfectamente legítima, pero algo estaba
mal. No podía decir si mentía o no. Sus emociones se encontraban tan contenidas,
tan controladas que era imposible leerlo a veces. Pero sentí una gran cantidad de
engaños, como si estuviera diciendo la verdad pero no toda la verdad. ¿Qué
dejaba fuera?
Sacudí mis dudas y me centré en el tema en cuestión. —Bueno, entonces,
creo que será mejor que comencemos.
—¿Qué pasa con el niño? —preguntó Osh, señalando al niño que se
escondía detrás del sofá.
—Intentaré hablar con él —dijo Amber, y me di cuenta de que se estuvo
acercando más y más al niño durante toda nuestra conversación—. Quentin
40 llegará pronto. También puede ayudar.
—Gracias, Amber. —No tenía tiempo de tratar con un niño en este
momento. Esta nueva habilidad de Amber podría ser muy útil.
—Te acompaño —dijo Osh, robando un bocado del plato que abandoné.
—Cuéntame conmigo, también —dijo Garrett, cerrando el libro que estuvo
leyendo.
—Osh, preferiría que mantengas un ojo en Beep —le dije, solo un poco
celosa de que hubiera pasado más tiempo con mi hija que yo. Aunque por lo que
Reyes me dijo antes, Osh mantuvo su distancia. Observando desde lejos y
dejando que los Loehrs se encargaran de Beep. Probablemente eso era lo mejor,
ya que nunca cuidó a un niño en su larga vida.
—Tengo a Angel en eso.
Angel. Estuve deseando ver su dulce rostro desde que me materialicé.
—Tan maravilloso como es Angel, todavía está muerto. Hay pocas cosas
que puede hacer si algo sucede.
Osh me dio un pulgar hacia arriba, dio otro mordisco y luego desapareció.
—Y tú —le dije a Garrett.
Se hallaba en medio de colocarse su chaqueta. Se detuvo y enarcó las cejas
en cuestión.
—Eres humano.
—No todo el tiempo —dijo, bromeando.
—No quiero arriesgarme a que pilles está infección.
—Bueno, no quiero arriesgarme a que vuelvas a desaparecer.
Crucé mis brazos —¿Y qué harías si lo hiciera?
Miró al techo pensando. —¿Mirarte?
—Más que nada.
—Entonces, ¿esta es tu forma de decirme que soy inútil?
—No. —Me acerqué y puse una mano en su brazo—. Esta es mi manera
de decirte que te necesito aquí, investigando esto.
Dejó que su chaqueta se deslizara sobre sus anchos hombros y bajara por
sus largos brazos antes de colgarla nuevamente en un gancho. Solo noté lo
atractivas que eran sus acciones porque Cookie lo notó, si la pequeña mancha de
baba en la esquina de su boca era una indicación.
—Amber, ve lo que puedes averiguar sobre el pequeño.
41 Se alegró. —Me encanta cuando tengo una tarea. Una tarea genial. No una
aburrida como mi último trabajo escolar.
—¿Y cuál es tu última tarea escolar?
—Tengo que volver a escribir un ensayo sobre cómo voy a cambiar el
mundo cuando me gradúe de la escuela secundaria.
—¿Tienes que reescribirlo? —pregunté.
—Sí, mi maestro no apreció el primero en el que escribí sobre estar en el
ejército de Beep y cómo íbamos a luchar contra Satanás por la supervivencia de
la raza humana. Dijo que no quería ficción.
Jadeé. —Que descaro.
—¿Cierto?
Riéndome, me volví hacia Cook. —¿Y tú?
Hizo una pausa y se giró hacia mí, una porción de pizza a medio camino
de su bonita boca.
—Ve lo que puedes desenterrar sobre la muerte de mi madre.
—En ello. ¿Espera, qué?
—Necesito saber quién firmó el certificado de defunción. Quién era su
médico. Las enfermeras que estaban en la habitación cuando nací. Cualquier cosa
y todo lo que puedas conseguir.
—¿Hay una razón?
—Ojalá supiera.
—Está bien, estoy en eso
Paciencia:
Eso que tienes cuando hay demasiados testigos.
(Camiseta)
58 —No pueden —dije con una mueca—. No significa que no podamos ser
triturados y comidos vivos.
—Oh. Genial. Es bueno saberlo.
—Tenemos una audiencia. —Reyes hizo un gesto hacia su derecha.
Allí, flotando en las sombras, había cinco demonios Sombra.
Me tropecé con mis propios pies y aspiré un suave suspiro de aire. Reyes
me tomó del brazo y nos mantuvo avanzando mientras Artemis soltaba otro
gruñido gutural.
Sus manos esqueléticas estaban dobladas en sus pechos, sus cabezas
inclinadas, y sin embargo nos miraban directamente. A pesar de que no tenían
ojos, se notaba que nos miraban directamente. Y se enojaron. Habíamos matado
a uno de los suyos.
Cuando pasamos, sus cabezas giraron al unísono, observando cada uno
de nuestros movimientos. Al igual que antes, sus movimientos se sincronizaron
como si cada movimiento fuera coreografiado.
—Pari —le susurré—, ¿puedes verlos?
Miró a un lado. —Puedo ver una niebla gris, como cualquier otro
fantasma.
Gracias a Dios por los pequeños favores. Si eso era todo lo que Pari podía
ver, entonces una persona normal no vería nada en absoluto.
—¿Es ese uno de ellos? —preguntó alarmada.
—No. Son cinco, y ya han cruzado a este plano.
Un grupo del personal del hospital pasó junto a nosotros para revisar a
todos los empleados inconscientes mientras nos escapábamos. Agarré una manta
de una camilla. Mientras Reyes cambiaba la marcha de Misery, lo presioné contra
su abdomen. Él casi discutió conmigo, pero fruncí el ceño, así que tomó mi mano
en su lugar y me ayudó a sostenerla.
Condujimos a casa en silencio. Un silencio aturdido. Si solamente uno de
los demonios Sombra pudo vencer a Reyes, alias dios Rey’azikeen, ¿qué
oportunidad teníamos de detener una dimensión completa de ellos?
59
6
Traducido por Dakya & Miry
Corregido por Umiangel
70
7
Traducido por Jadasa
Corregido por Pame .R.
88
Subí corriendo las escaleras y le grité a Cookie antes de recordar que había
niños dormidos en el establecimiento. No es que mi arrebato molestara a
Quentin, pero Amber podría no apreciarlo.
—¡Están vivos! —exclamé antes de poder controlarme. Entré de golpe en
el salón comedor e informé con un susurro fuerte y emocionado—: ¡Están vivos!
—¿Quiénes? —preguntó mientras Ubie y Reyes se volvían hacia mí con
expresiones de interés.
—Todos. Todo el mundo. Incluso Meiko, pero no por mucho tiempo.
Tenemos que encontrarlos, Cook.
—¿Meiko está vivo?
—Sí, y también su madre y su hermana. A primera hora de mañana,
necesito que Amber y Quentin interroguen a ese chico mientras no estoy cerca.
Necesitamos cualquier cosa. Cualquier dato de información, incluso si no parece
importante.
—Lo tengo, cariño. ¿A quién estás llamando?
Levanté su teléfono, sin tener idea de dónde se encontraba el mío, y
busqué en sus contactos. —¿Tienes el número de Kit?
Asintió, tomó su teléfono y me lo devolvió.
—¿Tienes su nombre registrado como Agente Especial Carson, FBI?
—Sí. ¿Cómo tienes guardado su nombre?
—SAC. Pero no la llames así. Ella no aprecia la eficiencia de eso.
Presioné su número y esperé. Y esperé. Y esperé.
Después de lo que habrían sido diecisiete años en Mermelada, Kit
contestó.
—¿Señorita Davidson? —preguntó, con su voz descuidada y
desagradable.
—SAC, nunca me has llamado así.
—¿Charley? —Pude verla enderezándose. No literalmente, sino en el ojo
de mi mente. Parecía algo que ella haría—. Pensé… Cookie dijo que te habías ido.
—Así fue. Volví. ¿Sigues en Albuquerque?
—¿En dónde más estaría? ¿Sabes qué hora es?
89
—No tengo idea y no realmente. Necesito todo lo que tengas sobre Belinda
Banks. Y luego necesito que te vayas de la ciudad.
Después de un fuerte golpe y algunos sonidos de raspado, gimió y
preguntó: —¿Por qué y por qué?
—En este momento, Belinda sigue viva, y puede que haya tenido hijos con
su secuestrador.
Su voz pasó de aturdida a alerta en 1,2 segundos. —Estaré allí en veinte.
—Perfecto. Espera, ¿cómo sabes dónde estoy?
—¿Asumo que estás con tu prole?
—Sí. Pero, ¿cómo sabes dónde están?
—Davidson, he dedicado parte de mi vida a vigilarte a ti y a los tuyos.
—Oh, eso es tan dulce.
—De esa manera, sabré en dónde se encuentran cuando tenga que
arrestarlos.
Creería eso.
9
Traducido por Joselin & Dakya
Corregido por Umiangel
“No estoy segura de poder lidiar físicamente por más tiempo con esta
tontería de "levantarme de la cama".
(Meme)
Uno pensaría que, como solo teníamos catres para dormir, habríamos
utilizado las dos, un cuerpo por litera. En cambio, los dos ocupamos una, Reyes
abajo, conmigo envuelta sobre él como una muñeca de trapo y Artemis sobre mí
como una muñeca Rottie. Solo podía rezar para no babear tanto como ella.
Los brazos de Reyes nos rodearon a ambas y, a pesar de que la pata me
99 bloqueaba parcialmente las vías respiratorias, caí en un sueño que limitaba con
ser un cadáver. Fue positivamente eufórico hasta que alguien me dio un codazo
en las costillas. Tres veces.
Me desperté bruscamente y miré en la oscuridad, tratando de distinguir la
identidad de quien me molestaba. No porque se encontrara oscuro. Los difuntos
prácticamente brillaban. Sino porque era muy temprano y no había dormido en
cien años.
Literalmente. Nunca dormí en Ciudad Mermelada, lo cual sonaba peor de
lo que realmente era. Simplemente nunca se me ocurrió cerrar ojo mientras me
encontraba allí. O comer. O hacer pipí. Gracias a Dios, porque no había un trozo
de papel higiénico en todo el reino.
—¿Tía Lil? —pregunté, reacomodando la pata de Artemis y frotándome
los ojos.
—Hola, calabacita. ¿Qué está pasando?
Cuando traté de levantarme, Artemis gimió y Reyes apretó su agarre. Le
devolví la mirada para comprobar su estado de alerta.
¿Ojos cerrados? Comprobado.
¿Respirando profundamente? Comprobado.
¿Serena expresión de adormecimiento? No.
En su lugar, llevaba una sonrisa agonizantemente adorable.
—Tenemos compañía —le dije, pasando un dedo por el puente perfecto
de su nariz.
—No.
Me reí. —Eso no fue realmente una pregunta.
—No, de todos modos.
—¿Sigues con esa belleza del infierno? —preguntó tía Lil.
—Sí.
—Maldita sea. He visto a ese chico desnudo. —Meneó las cejas—. Lo tienes
que conservar.
Reyes se pasó un brazo por la cara, avergonzado, y se dio la vuelta, me
llevó con él y casi expulsó a Artemis de su trono, pero cambió su peso y lo colocó
en el otro lado de los dos.
Me desenredé del control de Reyes, que era más difícil de lo que parecía
porque luchaba por mantenerme cerca. Luego aparté a Artemis y me levanté de
un salto antes de embarcarme en una búsqueda de mi ropa interior parecida a la
de El Señor de los Anillos.
100
—¿Has visto un par de prendas íntimas? —le pregunté a la tía Lil.
—No. No me pongo esas cosas. Prefiero las cosas al natural, si sabes lo que
quiero decir. Deja pasar un poco de aire ahí abajo.
Tuve que contener otra risita. —Gracias, tía Lil, lo haré.
Tía Lillian, una tía abuela anciana, para ser exactos, murió en los años
sesenta en una comunidad hippie, vestida con un camisón floral y un bonito
juego de cuentas del amor. Su cabello azulado, combinado con su estado de
bienestar fallecido, prácticamente brillaba.
Debido a que murió antes de que yo naciera, no la conocí cuando estaba
viva, pero ella estuvo allí para mí mientras crecía. Nunca dejó de ofrecerme
consejos coloridos, o incluso demasiado sabios. Y definitivamente podría usar
algunos ahora.
—¿Qué hay con todos los demonios en tu apartamento?
—¿Fuiste a nuestro apartamento? —pregunté, alarmada—. Ah. Encontré
un par. —Me coloqué los calzoncillos de Reyes. Se deslizaban de mis caderas,
pero por el momento funcionarían. Ahora para salvar la reputación de Peligro y
Will. Comencé la búsqueda de nuevo. Si yo fuera un sujetador…
—Claro que sí.
—¿Te molestaron? ¿Los demonios? —Me encontraba preocupada por
Angel. No se había comunicado. No sabía si los demonios de la Sombra irían
detrás de un difunto o no. De cualquier manera, no debí ponerlo en riesgo.
—A mí no, calabacita. Ellos lo saben bien.
Me reí. —Estoy segura de que es así. ¿En dónde has estado, de todos
modos?
—Me tomé unas pequeñas vacaciones. Decidí visitar las iglesias en Gran
Bretaña y reunirme con este párroco con abdominales asesinos.
—¡Tía Lil! —La miré boquiabierta—. ¿Un párroco? —Renunciando a la
búsqueda del sujetador, me puse la camiseta de Reyes y me senté en la cama junto
a él. Rodeó mi cintura con un brazo y hundió su cara contra mí cadera.
—Con abdominales asesinos —repitió como si yo fuera tonta.
—Correcto. Bien entonces.
—¿Vas a llegar a la parte en donde me dices por qué tienes un montón de
demonios viviendo en tu apartamento?
—Abrimos accidentalmente una dimensión del infierno.
—Oh. Una vez abrí accidentalmente una divina dosis de LSD. Dos
palabras: nunca más. Sin embargo, no creo que debiste hacer eso.
101 —Estoy de acuerdo. ¿Sabes algo sobre cómo murió mi madre?
—Murió durante el parto. ¿Puedes culparla? ¿Dar a luz a un dios y al ángel
de la muerte de un tirón?
Aspiré suavemente cuando la verdad ligeramente disfrazada de su
declaración me atravesó. —¿Fue eso, tía Lil? ¿Fue eso lo que la mató?
—Cielos, no. Dios no te habría enviado con ella si fueras a matarla.
—¿Entonces no murió por mi culpa?
—Bueno, ahora, no dije eso. Acabo de decir que Él sabía que tu madre
podía manejarlo. A veces estas cosas simplemente suceden. El parto nunca es una
cosa segura, cariño.
Contuve mi incertidumbre y cambié de dirección. —¿Qué hay del tío Bob?
Se rio con alegría. —Siempre me ha gustado ese chico.
—Lo sé, pero ¿crees que él sabría algo sobre la muerte de mamá? ¿Crees
que pudo haber ocultado algo?
El asombro en su cara casi lo dijo todo. —Calabacita, ¿de dónde viene esto?
—Me dijeron que averiguara qué fue lo que le pasó a mamá. Eso de alguna
manera nos ayudará a cerrar esta dimensión del infierno.
Su rostro se iluminó. —Eso es emocionante, ¿no?
—Supongo.
—De acuerdo, solo quería revisar que estuvieras bien. El párroco me
espera.
Qué consejo más sabio. —¿Te vas a encontrar con él ahora?
—No hay tiempo como el presente. No me estoy volviendo más joven. Tú
tampoco. —Hizo un gesto hacia Reyes y volvió a fruncir el ceño.
—Gracias por pasar, tía Lil.
Se inclinó para que pudiera abrazarla, su fría esencia contrastaba con el
calor de Reyes. —Oh, trasero de calabacita, no estés tan deprimida. —Se enderezó
y guiñó un ojo—. Solo tienes que escuchar.
—¿Qué? —pregunté, pero había desaparecido.
Podría haberla convocado de nuevo, pero sabía que, sin lugar a dudas,
solo se volvería más críptica cuanto más habláramos. Los muertos hacían eso.
—Es todo un personaje —dijo Reyes en mi cadera.
—Sí, ella... —Me calmé cuando sentí una onda en el aire a mi alrededor.
Una disonancia—. ¿Sientes eso?
102 Dejó de respirar por un momento, y luego ambos saltamos del catre,
dejando que la pobre Artemis se las arreglará por su cuenta.
Corrí escaleras abajo, pero como le robé la ropa interior y la camiseta a
Reyes, a él le tomó unos segundos ponerse algo. Aun así, cuando llegué a la
puerta principal, él se hallaba justo sobre mis talones, descalzo, pero con
pantalones vaqueros y una camiseta negra.
El visitante solo golpeó una vez antes de que le abriéramos la puerta. Tres
hombres se encontraban de pie en el umbral de nuestra humilde morada. Tres
moteros. Más guapos cada vez que los veía, pero solo dos de ellos se encontraban
de pie. El otro estaba más desplomado sobre los otros dos, el demonio en su
interior pesaba sobre él.
—Eric —dije, sorprendida cuando Donovan y el no arcángel Michael
llevaron a su compañero amante de las motocicletas al interior—. Aquí. —Les
mostré el sofá.
Lo apoyaron en él, con las piernas colgando sobre el brazo del sofá, y luego
se giraron hacia mí.
—Charley Davidson —dijo Donovan, prestándome toda su atención, con
una sonrisa sensual en su rostro—, tan viva y respirando como yo.
Donovan, Michael y Eric fueron miembros de los Bandits, un club de
motociclistas aquí en Albuquerque. Nos conocimos a través de un pequeño
contratiempo en donde pude haber estado involucrada en irrumpir y entrar en
el asilo abandonado de Rocket, que era de su propiedad en ese momento, y sus
Rottweilers que custodiaban dicho asilo.
Después de que algunos insultos fueron lanzados en buena medida, llegué
a amar a los chicos y, lo que es más importante, a su Rottweiler, Artemis. Ella
murió poco después de conocerla. Alguien la envenenó, y Donovan insistió, con
la amenaza de violencia, por supuesto, en que descubriera quién cometió un
hecho tan despreciable.
Pero lo que no sabía era que Artemis, para mi sorpresa y alegría eterna, se
convirtió en mi guardián. Ella estuvo a mi lado a través de innumerables
confrontaciones, y Donovan nunca lo supo.
Aún más loco fue el hecho de que los chicos se convirtieron en guardianes
de Beep. Ahora formaban parte de su equipo humano, lo que planteaba la
pregunta: ¿por qué se encontraban aquí cuando deberían estar cuidando a mi
hija?
Donovan, desaliñado como siempre y realmente sexy, me dio un cálido
abrazo. —¿Cómo has estado, amor?
—Bien. —Lo apreté con fuerza y respiré el aroma de aceite de motor y
103
colonia para después del afeitado—. Mejor ahora.
Rio y dejó que Michael me diera un abrazo. Siempre pensé en Michael
como el mafioso del grupo. Un poco más pesado que los otros dos, y tenía un
andar que abarcaba todas las cosas arrogantes y una sonrisa pícara que me hacía
preguntarme exactamente qué ocurría detrás de esos azules asesinos.
Me arrodillé junto a Eric. Lo llamaba el príncipe. Alto, oscuro, con una
buena apariencia griega y un cuerpo delgado y musculoso, era la materia de los
sueños de novelas románticas.
Donovan se detuvo a mi lado. —Creemos que está infectado.
Aparté el mechón de su cabello oscuro. —Así es.
—Hijo de puta. —Se hundió en una silla—. Esto es una cosa sobrenatural,
¿verdad? ¿Tu área de especialización? Así que, puedes curarlo.
Miré a Reyes, suplicando sin decir una palabra. Tenía que haber algo que
pudiéramos hacer.
Reyes fruncía el ceño pensativamente.
—¿Qué están haciendo aquí? —pregunté, cambiando de tema mientras a
Reyes se le ocurría un plan—. Pensé que se hallaban con Beep.
Donovan hizo un gesto hacia mi marido. —Tu grillete nos iba a sacar
volando ayer, pero Eric quiso ir por su abuela. Le costó un poco más de
persuasión de lo que pensó, y para cuando empacamos con ella, él simplemente...
—Enloqueció —terminó Michael por él.
Volví al tema de la conversación. —Está fuera de combate. ¿Le diste algo?
—Rohypnol.
—¿Lo drogaste?
Una esquina de su boca se contrajo, sin pedir disculpas.
—Espera, ¿por qué tienes Rohypnol?
La otra esquina se unió.
—¿Qué es eso? —preguntó Michael, agitándose—. ¿Qué está pasando?
No podía entrar de nuevo en detalles, por lo que les di las CliffNotas y
dejé que entendiera un poco en tanto apartaba a Reyes.
—Cambiamos algo —dije, susurrando mientras nos encontrábamos
parados en un rincón—. Esto no se supone que sucedería.
—¿Qué quieres decir?
—Los vi. En el convento, vi el ejército de Beep. La inmensidad. La
104 devoción. Y vi a los jugadores principales, estos tres tipos se encontraban entre
ellos. Están destinados a ser sus guardianes.
—No significa que no sucederá.
—La última vez que intentamos sacar una de estas cosas de un humano...
—Terminó mal, lo sé. Pero ese llevaba un tiempo en su interior. Creo que
hay etapas en esto y Eric todavía está en una etapa temprana.
Eso sonaba prometedor. —Bueno. Entonces, ¿qué hacemos?
—Lo de siempre. Quizás sea lo suficientemente temprano para que
funcione esta vez.
Intenté forzar a mi corazón, también conocido como Betty White, a
ralentizar su latido errático. Si Betty entraba en pánico, yo también lo hacía. O
viceversa. De cualquier manera. —Tenemos que intentarlo. Sé que mi luz no los
matará, pero tal vez los debilitará lo suficiente como para ayudar con la
extracción.
Arqueó las cejas en acuerdo. —Vale la pena un intento.
Después de que Reyes y yo formulamos un plan, sentamos a los chicos y
les dimos la información. —Como dijimos, tiene un demonio en su interior.
Normalmente, sacar uno no es tan importante, pero ¿estos demonios? Son
diferentes.
—Diferente, ¿cómo? —preguntó Donovan.
—Fueron creados para un propósito específico con ciertas defensas
incorporadas en su ADN.
—¿Qué tipo de defensas? —preguntó, cada vez más cauteloso.
—Fueron hechos para resistir los efectos de mi luz, por ejemplo.
Michael frunció el ceño porque eso es lo que Michael hacía. —¿Tu luz?
Sorprendiéndome con su cuidadosa preocupación, Reyes se arrodilló
frente a ellos, sus poderosas piernas balanceaban fácilmente su peso. Con un tono
suave en su voz, dijo—: Podemos intentar sacarlo, pero podría matarlo. Tienen
que decidir.
Tras una larga pausa, Donovan preguntó—: ¿Qué pasará si no lo sacamos?
Reyes apretó los labios. —Eso lo matará. Eventualmente. No estamos
seguros de cuánto tiempo lleva, pero ya ha habido un puñado de muertes con
docenas más en camino si no detenemos esto.
Donovan y Michael intercambiaron miradas de preocupación. Después de
un momento, Donovan asintió. —Háganlo.
105 Reyes se puso de pie, y fue mi turno para arrodillarme frente a ellos. Puse
mis codos sobre las rodillas de Donovan y lo miré, diciéndole—: Hay algo que
nunca te dije.
Me mostró esa sonrisa sensual. —¿Quieres huir conmigo?
Negué con la cabeza, reprimiendo una sonrisa. Solo él podía convertir una
situación tan grave en una razón para coquetear. —Aparte de eso.
—Entonces estoy seguro de que tenías una buena razón.
No tenía ni idea. —Tengo una guardiana. ¿Algo así como ustedes que
cuidan a Beep? Ella me cuida.
—Está bien —dijo, su mirada brillante estudiando mi boca. Era un granuja.
Tragué y me incorporé. —Quiero que la veas.
Levantó una esquina de su boca. —Absolutamente.
—Para que eso suceda, tengo que quitar el velo que separa el plano
terrenal del sobrenatural.
—Cariño —dijo, inclinándose hasta que estuvimos nariz con nariz—,
confío en ti completamente.
—Gracias. ¿Qué hay de ti, Michael?
—Creo que me limitaré a seguir en este plano. De todos modos, nunca fui
capaz de volar.
Me reí suavemente, tomé la mano de Donovan y lo llevé más cerca del
sofá. Nos sentamos en una mesa de café improvisada.
—Avísame cuando estés listo —le dije a Reyes.
Ofreció una breve inclinación de cabeza, listo para ir, así que apreté mi
agarre de la mano de Donovan y lo llevé al reino celestial. Llenó sus pulmones
con aire inexistente, sus ojos bien abiertos, llenos de asombro y un poco de horror
a medida que escudriñaba el reino volátil.
—Este es otro plano, uno celestial. Reyes y yo podemos existir en un billón
de planos diferentes, pero nosotros existimos principalmente en el terrenal y en
este. —Sabiendo lo que iba a suceder, no pude contener el más mínimo resto de
una sonrisa—. Al igual que alguien más que conoces.
Cuando finalmente apartó la mirada y me miró, bajé la palma de la mano
hacia el suelo y la invoqué. Artemis se levantó de la tierra, su gran cabeza
empujando hacia arriba en mi mano.
Le froté las orejas, pero la primera misión de Artemis tuvo prioridad.
Gruñó ferozmente al demonio, gruñendo y chasqueando los dientes. Entonces,
como si lo hubiera sentido a su lado, se volvió y vio a Donovan.
106 Y ella atacó.
Su pequeña cola se movió a la velocidad de la luz mientras gemía y
arañaba a su antiguo dueño, tratando de obligarlo a que la acariciara.
Donovan, conmocionado hasta la médula, la miró boquiabierto un minuto
antes de finalmente alcanzarla y ponerle la mano sobre la cabeza. Ella saltó a su
regazo, haciendo que perdiera el equilibrio, pero se recuperó rápidamente.
Su júbilo nos inyectó a los tres. Incluso Reyes sonrió, algo que no hacía tan
a menudo en presencia de Donovan.
—Puedo acariciarla —dijo, asombrado—. Es real.
—Definitivamente. Me ha protegido el culo suficientes veces para que yo
sepa eso.
Enterró su cara en su pelaje, y ella ladró de emoción. Entonces, tan
repentinamente, soltó un gruñido gutural y bajo, y su tarea principal llegó al
primer plano cuando el demonio dentro de Eric comenzó a retorcerse. Como si
sintiera lo que estábamos a punto de hacer, Artemis saltó de Donovan y se agachó
hasta el suelo, con todos los músculos listos, esperando para saltar.
Reyes hizo un gesto con la cabeza.
Puse mi mano sobre el torso de Eric, calmé mis nervios y empujé mi luz
en su interior.
No le tomó mucho tiempo a Donovan ver al monstruo que estableció su
residencia dentro de uno de sus mejores amigos. Él se echó hacia atrás, y casi
suelto su mano.
Afortunadamente, me las arreglé para mantenerlo agarrado y mantener la
otra mano sobre el pecho de Eric. Sabía que, si perdía a Donovan ahora, él querría
volver a este plano. Querría ver qué le pasaba al hombre que era como un
hermano.
Al demonio no le gustaba lo que hacía. Se resistió, pateó y arañó, sin
debilitarse en lo más mínimo. Negué con la cabeza a Reyes. —No funciona.
—Entonces es a la manera antigua.
Retiré la mano y susurré—: Artemis.
Salió disparada y atacó. Hundiendo sus dientes en la cabeza del demonio,
cerró las mandíbulas y lo arrastró fuera de Eric con un gruñido feroz. Como si
fuera una muñeca de trapo, lo sacudió y lo golpeó violentamente.
Este demonio, como el último, era fuerte. Puso una mano alrededor de su
garganta y la apretó. Pero ella nos asombró a todos cuando simplemente se
desmaterializó y volvió por más. Cada vez que el demonio se ponía en contacto
107 con ella, hacía lo mismo, deslizándose a través de su agarre una y otra vez, y
luego regresaba con los caninos al ataque.
Tras unos momentos, ella fue por su cuerpo, desgarrando su estómago.
Reyes lo agarró de la cabeza y, al igual que antes, la retorció y tiró, arrancando la
cabeza.
Como un paciente mental con múltiples personalidades, Artemis cambió
de protectora peligrosa a amiga cariñosa en el tiempo que tardó en latir mi
corazón. Su rechoncha cola prácticamente vibraba cuando regresó a Donovan
con restos de un demonio sombra en la boca. Una ofrenda que solo un guardián
celestial podía apreciar.
Él se quedó aturdido, sin saber qué pensar, qué creer. Finalmente, extendió
su mano y la atrajo hacia él, acunando su cabeza, demonio sombra o no. Pero la
batalla no había sido ganada todavía. Teníamos que ver a Eric.
Le di a Donovan unos segundos más con ella, luego nos fuimos. Volvió al
plano terrenal, igual que yo. Todavía podía verla, pero él no. Se sentó en estado
de shock mientras revisaba a Eric en busca de un pulso.
Sintiendo el más leve susurro de un latido del corazón, sonreí a Reyes. —
Está vivo. Lo logró.
Dejó escapar el aliento que estuvo conteniendo. —Esperemos que todavía
esté cuerdo.
—Para empezar, no estaba tan cuerdo —dijo Michael. Ahora se encontraba
en el otro extremo de la habitación. Lejos, muy lejos de nosotros.
Casi no podía culparlo. También me mantendría tan lejos de mí como
pudiera.
Donovan se volvió hacia él, con el rostro inmóvil como una imagen de
asombro. —Siento que acabo de tomar ácido.
—Es por eso que me quedé aquí. Tomé ácido una vez. Ese es un viaje que
nunca quiero volver a realizar.
108
11
Traducido por Val_17 & Julie
Corregido por Miry
123
126
13
Traducido por MadHatter & Leidy Vasco
Corregido por Umiangel
130 Una sonrisa torcida tiró de toda su boca cuando la puerta se abrió.
—Entren —dijo la señora Clarke.
—Gracias.
Nos mostró una sala de estar luminosa, solo un poco anticuada, y, de
hecho, el buen doctor se hallaba sentado en un sillón reclinable con una manta
sobre las piernas. O bien no se encontraba feliz de vernos o no tenía un Smith &
Wesson en su regazo.
Nos presentamos mientras la señora Clarke fue por un poco de limonada.
—Entonces —dijo, mirándonos una vez más y haciendo un gesto hacia el
sofá que se situaba en diagonal a su silla reclinable—, tu madre fue paciente mía.
¿Cuántos años tienes?
Nos sentamos en el sofá, mis rodillas casi tocaban las suyas. —Veintiocho.
Usted me trajo al mundo.
—¿Del pecado? —preguntó con una profunda carcajada.
La señora Clarke gritó desde la cocina—: ¡Scott Clarke, te dije que esa
broma es ofensiva!
Él la despidió con una mano. —¿Qué puedo hacer por ti?
6
Se refiere a que ambos productos fueron fallidos de Sony y Coca Cola, respectivamente.
—Tu madre pujaba y, como dije, solo lo vi por un segundo, pero era
enorme.
Comprobado.
—Y negro.
Comprobado. La túnica que Reyes solía usar cuando se me apareció era
una enorme masa negra ondulante. Él había tenido un don para ser dramático en
su juventud. Y después. Lucía para mí como el Gran Mal hasta hace poco más de
un año, antes de que nos presentaran oficialmente.
El doctor Clarke continuó—: Y era brillante con estas escamas, garras y
dientes afilados y puntiagudos.
Anulado. Anulado. Anulado. Anulado.
—Scott —dijo la señora Clarke, regresándolo al presente con una palmada
en la mano.
Pero me quedé aturdida. Definitivamente no hablaba de mi marido.
—Como dije, una alucinación, pero se veía tan real. —Sus ojos se
humedecieron ante el recuerdo—. Especialmente cuando le desgarró la piel a tu
madre.
Dejé caer mi vaso y derribé la mesa de café cuando me levanté del sofá.
133 Luego me recuperé rápidamente y me arrodillé para recoger el vaso. Reyes se
arrodilló a mi lado para ayudar, pero su rostro había palidecido. Le golpeó tan
fuerte como a mí.
—Conseguiré una toalla —dijo la señora Clarke, corriendo a la cocina.
—Doctor Clarke, ¿ha visto cosas así antes?
—No, no así.
Me detuve y lo miré. —Pero ¿otras cosas?
Levantó un hombro evasivamente. —Cuando era niño.
Podía ver en el reino sobrenatural cuando era niño y creció fuera de él.
Había oído hablar de eso.
—Pero no puedes creer que eso fuera real, cariño —me dijo.
La señora Clarke me entregó una toalla.
Limpié la alfombra y le dije:
—Lo siento.
—No seas tonta. También me asusta con sus historias.
Reyes llevó la toalla a la cocina y me senté de nuevo, con mi cabeza
tambaleándose. —¿Sólo lo vio por un segundo?
—Sí, gracias a Dios. Pero no era real. Tu madre no tenía marcas. Me lo
imaginé todo. —Le ofreció a su esposa una débil sonrisa, pero podía sentir sus
emociones. Mentía, probablemente para beneficio de ella. Sabía que era real.
—Afortunadamente, no he visto nada igual desde entonces, excepto que
una vez Gayle consiguió una de esas máscaras de barro de Sri Lanka. El episodio
me dio un ataque al corazón. Aunque creo que ese era su plan. Matarme por el
dinero del seguro.
Ella se acercó y le dio un manotazo en el brazo, el amor en sus ojos
cristalino.
—Por qué su barro es mejor que el nuestro, nunca lo sabré.
Reyes volvió, pero se quedó de pie. Aparentemente, ese fue su sutil indicio
de que terminamos aquí. Era tan mala en toda esa cosa de la sutileza.
—¿Es por eso por lo que ordenó la autopsia? —le pregunté—. ¿Por lo que
vio?
—En realidad, tu padre insistió.
—¿De verdad? —El orgullo brotó dentro de mí. Sabía que él amaba a mi
madre. ¿Cómo podría no hacerlo? No podía imaginar por lo que pasó cuando
ella murió y lo dejó con dos hijas, una recién nacida.
—Estaba en duelo. Quería respuestas. Y él era policía.
134
—Sí, él lo era. Gracias. Y gracias por su tiempo, doctor.
Me incliné hacia delante y le di la mano.
—Señora. Clarke.
—Cuídate, cariño —dijo.
—Lo haré.
Nos apresuramos a salir. Al segundo en que se cerró la puerta, me doblé
por la cintura y tragué enormes raciones de aire fresco.
Reyes me puso una mano en la espalda y me frotó.
—Un demonio la atacó —le dije, asombrada más allá de la creencia. Nada
en este mundo podría haberme preparado para ese escenario—. Eso era lo último
que esperaba escuchar.
—Tú y yo.
Me puse de pie y me froté la cara con los dedos. —¿Cómo? ¿Por qué?
—No importa.
—Sí importa. —Me alejé para escapar de la casa de los Clarke—. ¿Un
demonio mató a mi madre?
—No lo sé. Pero no me extrañaría de él.
—¿Él? —Cuando no respondió, la comprensión dio en el blanco—.
Lucifer.
—Si tuviera que adivinar, diría que trataba de impedir que nacieras. O
matarte antes de que pudieras defenderte.
—No es de extrañar que Gemma y el tío Bob no notaran nada inusual. No
podrían haberlo hecho. Pero también te encontrabas allí. ¿No lo viste?
—Llegué justo cuando nacías. Tu luz me invocó. Tal vez tu luz lo mató
antes de que yo llegara allí.
—Esto es simplemente demasiado.
Cerró la distancia entre nosotros. —Volvamos y nos reorganizaremos.
—Está bien, pero necesito hacer una parada en el camino. Cookie envió un
mensaje de texto con la dirección de un posible asesino en serie. Tengo que ir a
echarle un vistazo.
—¿Qué pasa contigo y con los asesinos en serie?
—¿Cierto? Soy como un imán de asesinos en serie.
—No, eres un imán de todas las cosas, grandes y jodidas.
139 —También lo tenía María Tifoidea 7. He oído que también tienes una gran
tolerancia al dolor.
Me evaluó con cautela y sospecha, luego preguntó tan suavemente que
casi no lo escuché. —¿Qué eres?
Por fin. —¿Por qué preguntas?
Abrió su segunda bebida energética. —Por nada en particular.
Oh, pero ahí estaba. Muy poca gente podía ver mi luz. Bueno, ahora
podían más que hace dos días, pero, aun así. Él sabía que yo era otra cosa. Algo
no completamente humano. Más bien como él.
—Supongo que la verdadera pregunta es —continuó, tomando otro trago
antes de terminar con— ¿qué diablos es él?
Señaló a Reyes con una inclinación de cabeza.
La boca de Reyes formó una sonrisa serena, completamente
despreocupada.
7
Mary Mallon. Cocinera que, a finales del siglo XIX infectó a residentes de tifoidea al ser
portadora.
14
Traducido por Val_17 & Dakya
Corregido por Pame .R.
Thaniel afirmó que tenía que ir a trabajar. Mentía, pero quería alejarse de
gente como nosotros. Difícilmente podía culparlo. Además, tenía la única
respuesta real que necesitaba de él. No era un asesino en serie. Lo que era
exactamente todavía era un tema en discusión, pero esa era la única respuesta
que importaba en ese momento.
El sol comenzaba a ponerse, así que nos dirigimos de vuelta al cuartel
140 general, evitando la Sombra como si fuera la plaga. Mayormente porque lo era.
—Nos quedan dos días —dije cuando entramos en el estacionamiento
cerrado del almacén, y solo decir eso en voz alta causó un aumento de
aprehensión.
—Lo sé. Simplemente no puedo entender qué tiene que ver la muerte de
tu madre con cualquier cosa.
—Únete al Club de los Despistados. Cincuenta por ciento de descuento
sólo por hoy. Al menos hemos perdido a nuestra sombra.
—Estoy justo aquí —dijo Gemma.
—Tú no, cariño. La otra…
Reyes se aclaró la garganta y señaló hacia adelante.
—Hijo de puta.
El demonio Sombra todavía nos seguía. Aun flotando y siendo repulsivo.
Con suerte, se quedaría afuera. Mantendría su acecho relegado a una actividad
al aire libre.
Con todo lo que sucedía, estábamos preocupados por la moral del equipo.
Pensé en establecer sesiones de consejería para todos con Gemma, pero
probablemente ella las necesitaba más que cualquiera de nosotros. No habíamos
sido atacados.
Sin embargo, para nuestra sorpresa, el equipo parecía trabajar a través de
sus frustraciones. Entramos para encontrar una mesa llena de personas con
trabajo para hacer comiendo pizza, bebiendo cerveza y jugando strip-póker.
¡Anotación!
Entonces me di cuenta que nadie se estaba desnudando. Odiaba cuando
pasaba eso. Aun así, uno siempre debería mirar el lado positivo de la
condenación eterna si la Sombra ganaba.
Me incliné hacia Reyes. —Voy a llamar a esto mi fiesta de bienvenida.
Levantó una ceja. —Voy a llamar a esto tu proceso de bancarrota. —Su
sonrisa se volvió lobuna. Fue a unirse a las festividades ilícitas y agregó—: Espero
que trajeras dinero en efectivo.
—Espero que trajeras una linda caja para tu trasero, porque estoy a punto
de poseerlo.
Su mirada brillante capturó la mía. —En tus sueños, Davidson.
Casi me reí a carcajadas. Sólo me llamaba Davidson durante las
actividades competitivas. Tomaba esa mierda en serio. Mi tablero de Monopolio
mutilado lo demostraba.
141
Y hubo una alfombra de Twister un tiempo atrás, pero esa fue destruida
por una razón completamente diferente.
Antes de sentarme para unirme a los otros vagos, me acerqué a Gemma
para asegurarme de que se encontraba bien.
—¿Vas a jugar? —pregunté, sentándome a su lado.
—No. Sólo voy a ver.
—No es tan divertido como jugar. —Le di un codazo pero no obtuve
respuesta—. Gem, sé que estás preocupada por Wyatt.
Asintió. —No puedo ponerme en contacto con él.
—¿Qué tal si le preguntamos al tío Bob?
—Está bien. —Gemma siempre fue malhumorada al crecer, pero esta vez
lo entendía. El temor por la vida de un ser querido rara vez era un paseo por el
parque. A menos que fuera Jurassic Park. Entonces tal vez.
La mesa rectangular en la que jugaban nunca ganaría el premio a la “Mejor
Mesa Para Jugar Póker”, pero no todas las mesas buscaban ese tipo de atención.
Ese tipo de validación. Sentados alrededor del gran trozo de metal se
encontraban algunas de las mejores personas que tuve el placer de conocer.
Reyes se sentó entre Cookie y Amber. A cada lado de ellas, Ubie y Quentin,
con Meiko sentado en su regazo, mantenían sus cartas escondidas de ojos
descarriados. El resto de la mesa acomodaba a personas como Garrett, Osh, Pari,
Donovan, Michael y Eric. Todo el equipo.
Casi.
A papá le hubiera encantado esto, y no porque fuera un adicto al juego en
su juventud. No, habría apreciado este momento tanto como yo.
Saboreé la escena todo el tiempo que pude, memorizando cada rostro.
Cada sonrisa. Cada risa. Esta era una habitación llena de grandeza. Con dones y
talentos inigualables en todo el mundo. Un dios, un guerrero, un espiritualista,
un sanador, un erudito, un mago, un cuidador, un gobernante y un puñado de
guardianes.
Este era mi mundo. Esta era mi gente. Ciertamente eran las mismas
personas con las que estaba a punto de limpiar el piso, pero aun así era mi gente.
Gemma y yo caminamos detrás de Ubie, en parte para preguntarle por
Wyatt, pero sobre todo para enloquecerlo. Lo vi jugar a las cartas demasiadas
veces para dejar pasar esta oportunidad.
Me agaché hasta que estuve justo sobre su hombro y dije—: Tío Bob, ¿has
oído algo sobre Wyatt?
142 Entró en pánico y se encorvó para cubrir sus cartas, sus párpados
formando estrechas rendijas de desconfianza. El recelo era un buen aspecto para
él.
—¿Qué? —gruñó.
—Wyatt. Gemma quiere saber si has oído algo sobre él.
Se relajó, pero sólo un poco. Hombre sabio. —No. Y eso es bueno. Significa
que está bien. —Sin levantar la vista, preguntó—: ¿Estás bien, Gemma?
Ella asintió. —Bien como plástico chapado en oro.
—Ese es el espíritu —dije, dándole una palmada en la espalda—. Tío Bob,
¿esas dos reinas hacen una buena mano considerando que sólo tienes números
no coincidentes de un dígito en las otras cartas?
Apretó la mandíbula y soltó un largo y pesado suspiro antes de lanzar sus
cartas sobre la mesa. —Me retiro.
—Entonces, ¿no?
Desahogo. De eso se trataba esto. Nos enfrentamos a tanto juntos durante
el último año, nos merecíamos esto y más. Como más café. Y más galletas Oreo.
Ambos de los cuales planeaba compartir.
Mi problema con el póker era doble. Primero, tenía un ligero problema
recordando qué vencía a qué. Mi pregunta de antes a Ubie fue genuina. Claro,
sabía que mi sincronización apestaba, pero la pregunta fue totalmente legítima.
Segundo, y veía esto como una bendición y una maldición, tendía a
apostar a lo grande. Eso significaba que también perdía a lo grande. Pero, oye,
era el dinero de Reyes. Mi negocio de investigación aparentemente quebró. Hice
una nota mental para acusar a Cookie de malversación más tarde.
Amber hizo que Quentin cortara el mazo, luego escupió las reglas para la
partida, hablando un idioma desconocido (y eso que yo los conocía todos)
mientras repartía las cartas. —Texas Hold’em. Jokers wild. Apostar en diez.
No tenía idea de lo que decía. Esa chica tenía muchos lados. Lados
profundos. Lados aterradores.
Cuando terminó, hizo señas de todo lo que acababa de decir a Quentin,
quien le dio el gesto universal para rock and roll. El chico nació para jugar póker.
Él podía detectar a un mentiroso a un kilómetro de distancia. Un kilómetro y
143 medio en una noche despejada.
Meiko no se dio cuenta del hecho de que Quentin era sordo. Le hizo
pregunta tras pregunta, señalando aquí y ondeando la mano allá, lo que podría
ser la razón por la que estaba sentado, alias, flotando, en el regazo de Quentin en
lugar de cualquier otro. Q era la única persona con la capacidad de verlo que
también podía ignorarlo por completo.
Meiko también le mostró a Amber el símbolo del rock-and-roll, entonces
él y Quentin chocaron los cinco, los ojos azules de Q brillando de alegría cuando
la pequeña mano del chico se deslizó a través de la suya. Tuve la seria
premonición de que ese niño iba a ser un gran padre algún día. Y si resultaba ser
con Amber, sería mejor que fuera lejos, muy lejos en el futuro. Como una década.
O dos.
Varias horas más tarde, no había limpiado el piso con nadie ni para rozarlo
con una escoba, pero sí los había irritado a todos.
El tío Bob se encontraba a punto de matarnos a todos, gritando sobre lo
injusto que era jugar al póker con un grupo de mutantes con dones
sobrenaturales. Sentí que los insultos eran un grito de ayuda no-tan-silencioso,
pero se negó a aceptar la terapia. Donovan le ofreció droga, lo que fue muy
amable. Aunque negué con la cabeza. Él totalmente nos arrestaría a todos.
Especialmente a mí.
—Tú eres la peor de todos —dijo, apuntando un dedo en mi dirección.
No discutí. En su mayoría porque dio en el clavo. ¿Pero podría culparme
realmente? Hacer trampa era más fácil de digerir que perder.
Sin embargo, Cookie demostró ser un poco ruda. ¿Quién lo sabría? Y Osh,
bueno, decidió que era la Noche de Meterse con Charley. Podría jurar que eso fue
la semana pasada.
Se pellizcó el puente de la nariz. —¿Cómo es posible que recuerdes cada
uno de los idiomas que se hablan en la Tierra, por no mencionar una gran
cantidad de mierda de idiomas celestiales, pero no puedes recordar que un full
house supera a un flush? Y tienes tantos dichos que es imposible saber qué
significa cada uno.
Sonreí. —De donde soy, eso se llama estrategia.
—De donde soy, eso se llama un motivo para matar.
—¿Ah, sí? —Me incliné hacia delante. Le di mi mejor imitación de la Mona
Lisa. Bajé la voz y dije—: Puedo recordar que una reina de dioses supera a un
bufón de demonios en todo momento. ¿Entendiste el dicho esta vez?
Cook y yo chocamos los cinco mientras ella repartía las cartas. Al parecer,
nos turnábamos. Nadie me dijo que teníamos que barajar. De verdad era muy
mala para barajar, lo que descubrió toda la habitación cuando tardé veinte
144 minutos en hacer que las cartas formaran un rifle, para luego unir el puente.
Mucho más difícil de lo que parecía.
Jugamos hasta bien entrada la noche, hasta que todo el evento se convirtió
en Reyes y yo creando menos estrategias y flirteando más.
Cada mirada abrasadora enviaba escalofríos por mi columna. Cada vez
que él lamía sus labios, me calentaba en lugares escondidos e innombrables.
Osh nos dijo que consiguiéramos una habitación.
Garrett ofreció el uso de la suya si nos íbamos.
Y Ubie sugirió que consiguiéramos una habitación de hotel en algún lugar
lejano. Como China.
Después de algunos ruegos y súplicas de misericordia, desarrollé la clara
impresión de que trataban de deshacerse de nosotros.
Los celos eran tan impropios.
Pero sí logramos algo a lo largo del juego: un plan.
Teniendo en cuenta que teníamos un mundo que salvar, uno podría
pensar que dormir sería una buena opción en un tiempo de inactividad como
este. Un beneficio, incluso, pero no el Equipo de Beep. Infiernos, no. Nos
quedamos despiertos toda la noche, muchos de nosotros, apostando por el futuro
de nuestros hijos e intercambiando ideas sobre cómo impedir que una dimensión
del infierno se apodere del mundo. Y cuanto más participábamos, mejores fueron
las ideas.
Por ejemplo, tuve la idea de que Reyes creara otra dimensión, una no tan
infernal, y moviera a todos en la Tierra allí. Lamentablemente, se hallaba un poco
oxidado en el frente de la construcción de dimensiones. Lo cual era triste, porque
realmente quería nubes rojas, océanos púrpuras y pequeñas criaturas llamadas
latte-lites que defecaran granos de café.
Necesitaba totalmente entrar en el negocio de diseño de dimensiones.
Garrett quería destruirla con armas nucleares. A la dimensión, no mi idea.
Pari quería subir un virus informático. Ella amaba la película Día de la
Independencia. Y a Will Smith. En su mayoría Will Smith.
Quentin quería enviarla a través de un portal, como, por ejemplo, yo. Pero
enviar una dimensión del infierno a través de mí y al corazón del cielo no era una
manera de ganar amigos e influir en las personas. Especialmente las personas
celestiales. Gente piadosa, es decir, Dios.
Reyes también era un portal. La oscuridad dentro de él la llevaría
directamente al infierno de Lucifer. Pero, aunque era difícil hacerlo, todavía se
encontraba en esta dimensión. En este reino celestial. Algo así como dos ciudades
145 en el mismo condado.
El tío Bob quería llamar refuerzos. No podía entender cómo el hermano
de Reyes podía simplemente sentarse y dejar que esto sucediera. Estábamos en
la misma longitud de onda allí, y tuve que preguntarme qué pensaba el Gran
Chico. Por lo menos, podría haber enviado a sus ángeles para impedir que los
demonios poseyeran a las personas.
Cookie pensó que sería súper divertido enviar a su ex. No es que él
pudiera hacer nada para detener la dimensión del infierno o los demonios
Sombra, solo que sería súper divertido enviarlo.
La pandilla de motociclistas, Donovan, Michael y Eric, querían que
invocara a los Perros del infierno de Beep, los Doce, para que destruyeran a todos
los demonios que había en su interior, haciendo así inofensiva la dimensión. Pero
no me encontraba segura de que todos los perros del infierno en todos los antros
de todo el mundo incluso hicieran algún daño. No teníamos idea de cuántos
demonios existían. Podría haber millones por todo lo que sabíamos.
Y así fueron las ideas, una tras otra, hasta que se deterioraron y se
convirtieron en cosas como: “Tal vez podríamos atar a los demonios Sombra con
serpentina en aerosol” y “¿Qué pasa si son alérgicos a las fresas? Podríamos
alimentar a todos con las fresas infectadas.”
Sin parar hasta que Amber, Dios la bendiga, nos detuvo en seco cuando
preguntó—: ¿Por qué no puedes volver a ponerla en otro cristal?
Y eso fue en lo que me quedé pensando cuando los primeros rayos del sol
invadieron Nine Mile Hill.
—¿Cómo hiciste eso? —Le pregunté a Reyes antes de recaudarle $100
millones. Solo tres de nosotros seguíamos jugando: Reyes, Osh y yo.
Gemma se acostó horas antes.
Tras perder su casa y su motocicleta frente a Quentin en una apuesta
audaz, pero de alguna manera tonta, Garrett volvió a sus traducciones.
Amber y Quentin se quedaron dormidos sobre la mesa, obligándonos a
jugar alrededor de ellos mientras Meiko trenzaba el cabello de Amber. O lo
intentaba, ya que era incorpóreo y no podía conseguirlo.
Los moteros bebían bourbon y observaban las repeticiones de Buffy, la
Cazavampiros, diciendo que, si el mundo estaba a punto de acabarse, iban a irse
viendo a Sarah Michelle Geller patear traseros de demonios.
Y Cookie y el tío Bob se acurrucaban en un rincón oscuro, hablando en voz
baja de todo lo que iban a hacer cuando todo esto terminara. Pero,
aparentemente, no lo suficiente, porque realmente no necesitaba saber cómo eran
los masajes celestiales de Ubie y cómo Cookie quería uno todos los días durante
146 un año para hacer lo que le gustaba con ella...
—¿Cómo hice eso? —preguntó Reyes, interrumpiendo mis
pensamientos—. Bueno, primero miré mis cartas y luego no hice una apuesta de
$100 millones con un par de dos.
Me quedé sin aliento, indignada. —No tengo un par de dos. ¿Cómo sabes
que tengo un par de dos? ¿Has hecho trampa toda la noche?
—Dah —dijo, arrancando las cartas de mi mano con una sonrisa maliciosa.
Osh gimió y tiró sus cartas. —Amigo, podría haber ganado esa mano. Sería
tan rico en este momento.
—¿Con qué? Un par de tres.
Levantó un hombro, haciendo pucheros.
Endurecí mi mandíbula, elevándome. —Sin embargo, como estás
preguntando, no. Me refería a, ¿cómo pusiste una dimensión del infierno en el
cristal divino? —Originalmente, la dimensión del infierno residía en una pieza
de joyería opalescente llamada cristal divino. Cuando Reyes escapó, se hizo
añicos. Pero ¿cómo se metió en el cristal en primer lugar?
—No lo puse ahí. Lo construí dentro de él.
Fascinada, me incliné hacia adelante mientras él repartía otra mano.
—¿Cómo?
Levantó una sola ceja.
—Vamos, Reyes. ¿Cómo lo hiciste? ¿Cómo construyes una dimensión
completa, y dentro de un pedazo de vidrio, nada menos?
Dejó de hacer lo que hacía y me prestó toda su atención, aunque con el
ceño fruncido. —Es solo lo que hago.
Cuando mi boca se estiró en una delgada línea, continuó, haciendo todo
lo posible por explicar algo que era tan místico, tan mágico, que no podía llegar
a comprenderlo.
—¿Cómo respiras? ¿Cómo late tu corazón? Solo lo haces. Simplemente lo
haces, y construir una dimensión es justo lo que hice.
—Correcto. —Me enderecé en mi silla—. Está bien, pero ¿cómo?
Una sonrisa indefensa suavizó sus rasgos, su barba incipiente los
enmarcaba a la perfección. —Podría decírtelo, pero luego tendría que matarte.
—Podrías intentarlo.
—Oh, Dios mío, no esto otra vez. —Osh se hundió más abajo en su silla—
. No puedo soportarlo.
—¿De verdad? —pregunté.
147
Sin embargo, no podía dejar de pensar en lo que Amber había dicho. El
cristal divino supuestamente fue forjado por un dios, alías Reyes, y era
irrompible. Pero Reyes lo rompió. Tal vez él era el único que podía. Tal vez esa
conexión que tenía como su creador le dio cierta cantidad de control sobre él. Un
poder.
Nos miré, a los tres seres más poderosos en este plano, y supe de alguna
manera que esto dependería de nosotros. Que el resultado de todo este calvario
se reduciría a nosotros tres.
—Tengo otra idea —dije, estrechando los párpados pensativamente.
Reyes y Osh me prestaron su atención.
—Voy a ver a Pandu.
Osh frunció el ceño. —¿Pandu? ¿El niño que escribió esos libros?
Asentí. —Es un profeta. Podría haber visto algo en nuestro pasado o
incluso nuestro futuro que podría ayudar.
—¿Esto es sobre la muerte de tu madre? —preguntó Osh.
—Uno de los espectros me dijo que, para detener la dimensión, tenía que
averiguar qué le sucedió realmente.
—¿Y tú?
Reyes se puso de pie y se dirigió a la cafetera para hacer más café.
—Vamos a ir. ¿Por qué? —Se volvió hacia él—. ¿Hay algo que no nos estás
diciendo?
Osh sonrió. —No me comí su alma, si eso es lo que quieres decir.
Sin embargo, Osh había estado en este plano durante siglos.
—¿Sabes algo, Osh? —pregunté, emocionándome—. ¿Escuchaste algo?
Una mirada de simpatía se apoderó de sus rasgos. —No, dulzura. Sabía
que ibas a venir. Demonios, ¿quién no? Pero nunca he oído nada más que tu
madre murió en el parto.
—¿Sabías que iba a venir?
—Sí. Y si hubiera sabido que ibas a ser un dolor en el culo, lo habría
detenido yo mismo.
Bajé la mirada.
—Estoy bromeando, dulzura.
—No, es solo que creemos que alguien intentó detenerlo. Creemos que un
demonio la atacó mientras nacía.
148 Su expresión se endureció, y me miró durante unos treinta segundos antes
de preguntar—: ¿Por qué crees eso?
—Un humano que podía ver el reino sobrenatural cuando era niño lo vio,
pero solo por un segundo.
Osh se puso de pie, frunciendo el ceño como si intentara comprender lo
que acababa de decir. —¿Estás segura?
—No. Pero sé que algo salió horriblemente mal ese día. Sé que no se
suponía que ella muriera.
—Déjame ver lo que puedo desenterrar.
—¿Y qué vas a hacer? —interrogó Reyes.
Osh le lanzó una mirada por encima del hombro. —Volveré a ustedes.
Y se fue.
15
Traducido por Leidy Vasco & Joselin
Corregido por Pame .R.
160
16
Traducido por Val_17 & amaria.viana
Corregido por Umiangel
163 Cumplida.
Caminé menos de un metro y me di la vuelta de nuevo. —No crees que
sea un corazón real, ¿no? Él quiso decir eso metafóricamente, ¿verdad?
Su única respuesta fue un ligero encogimiento en su hombro derecho.
Genial.
Podría no ser capaz de materializarme en la necrópolis en sí, pero podía
materializarme en la entrada. Aparecí junto a una mujer mayor en un suéter rosa
con un perrito. Ella no lo notó, pero el perro se volvió loco.
Mientras lo regañaba en italiano, busqué la entrada a las tumbas. Primero
me impresionó la belleza de la zona. Los jardines del Vaticano se extendían ante
mí. Verdes exuberantes salpicados de flores vívidas me dejaron sin aliento.
Después de un corto paseo, encontré la entrada a las catacumbas. Varios
rezagados acababan de dejarlas bajo la mirada molesta de un guardia listo para
terminar el día.
La Necrópolis del Vaticano de la Via Triumphalis se encontraba
directamente debajo de los jardines. Tenían más de mil tumbas, en su mayoría
personas comunes, y se remontaban al primer siglo antes de Cristo.
Los guardias no habían cerrado la entrada todavía, ya que había algunos
rezagados más saliendo, así que me moví y me puse en dos planos a la vez,
volviéndome invisible en el terrenal.
No sabía cuánto tiempo podría permanecer desmaterializada.
Aparentemente, el hechizo de protección —el cual, una vez más, quién pensaría
que fuera posible— no me permitiría materializarme dentro de la necrópolis.
Cuanto más adentro caminaba, más resistencia sentía. Y tampoco me permitiría
desmaterializarme para salir. Sólo podía rezar para no quedar atrapada dentro
de la necrópolis toda la noche. No teníamos ese tipo de tiempo.
Acababa de pasar a los guardias cuando ya no pude luchar más. La
resistencia. Me materialicé y me apresuré a entrar antes de que un guardia me
viera.
Las cámaras funerarias eran asombrosas, las paredes talladas en piedra y
tumbas de todas las formas y tamaños llenaban las habitaciones.
Establecieron pasarelas para que los turistas vieran las excavaciones, pero
me escondí detrás de una silla de piedra, o la tumba de una persona muy
pequeña, no estaba segura de cuál era la opción correcta. Esperé para ver si
alguno de los guardias pasaba. Uno lo hizo. Esperaba que sólo estuviera
revisando para asegurarse de que todos los visitantes se hubieran ido. Si hacía
recorridos regulares, podría estar en problemas.
164
Una vez que estuvo fuera del alcance del oído, salté y me adentré aún más,
pasando por varias cámaras, algunas más elaboradas que otras, pero todas
increíbles. Las frías cavernas subterráneas podrían haberme mantenido ocupada
durante horas, pero tenía un trabajo que hacer y un hombre esperándome afuera
que enloquecería si tardaba demasiado tiempo.
No pasé por alto el hecho de que apenas me dejaba fuera de su vista desde
que regresé. Lo cual estaba bien conmigo porque en su vista era donde había
soñado estar durante docenas de años en tiempo Ciudad Mermelada. Aunque
era entrañable. Su atención. Su…
Espera un minuto. Tal vez no tenía nada que ver con que quisiera estar
cerca de mí. Tal vez fue enviado por el Vaticano para vigilarme. Si descartaba el
hecho de que él era quien más les preocupaba y que, de hecho, era el hijo de
Satanás, tenía mucho sentido. Iba a confrontarlo cuando regresara.
Mientras recorría el lugar como si fuera mi propiedad, noté el hecho de
que una de las cámaras se parecía a mi primer apartamento. Si todas las tumbas
fueran muebles, claro.
Esto no me llevaba a ninguna parte. Reyes dijo que me concentrara. Me
sentía totalmente concentrada, pero tal vez me concentraba en las cosas
equivocadas. Como conspiraciones y mi primer apartamento.
Me detuve en el refrigerador de mi apartamento, cerré los ojos y me
concentré en concentrarme. Vamos, Davidson. Puedes hacerlo. Esfuérzate en pensar y
trata de superar el hecho de que no has tomado café en, como, una hora. ¿Cómo se
suponía que debía concentrarme cuando mi varilla de cafeína se agotaba?
Tal vez debería ir a tomar un café y luego volver…
Me golpeó. Una atracción magnética, tirando de mis entrañas.
Sorprendida, levanté mis párpados y caminé hacia ella.
Lo había sentido antes. Ese mismo poder. Esa misma fuerza pulsante. Pero
no pude ubicar dónde.
Para llegar a eso, tendría que salir del pasadizo. Recé por el perdón
mientras subía la barandilla y me metía en la cámara de piedra. El imán me llevó
a lo largo de un pasillo a oscuras. Utilicé la linterna en mi teléfono y me adentré
más y más en el túnel.
Esta sección no había sido abierta al público todavía, y tal vez nunca lo
sería. Era estrecha con un techo bajo, como si estuviera destinada, tal vez, a una
sección más pobre de la población. Justo cuando pensé que no podía apretarse
más, se abría a una pequeña cámara que claramente todavía estaba siendo
excavada.
El lodo antiguo se aferraba a una pared mientras que en la otra había sido
165 removido. La pared fue limpiada para revelar cuatro tumbas abiertas, los arcos
en perfecta simetría entre sí. Y entre dos de los arcos había un enorme león
tallado. Se encontraba de frente, con la pata extendida, sus garras se alargaban
como si fuera a atacar al artista.
En medio de la habitación había un pilar de casi un metro de altura con
arcos similares alrededor de sus cuatro lados.
Arrodillándome junto a él, sostuve mi linterna en las palabras talladas en
el costado. El idioma que podría haber hablado. No quería decir que pudiera
leerlo. Probablemente fue escrito en latín, al igual que la mayoría de los
documentos oficiales de la antigua Roma. Y las palabras se encontraban escritas
en latín, las letras en cualquier cosa excepto español.
Reconocí un par de palabras. Una, tonna, significaba barril o jarra. La otra,
Livia, era un nombre, y me pregunté si pertenecía a la pequeña niña de cabello
oscuro sentada sobre el pilar. Llevaba un vestido sin mangas con una gran manta
sobre los hombros. Su cabello caía en rizos alrededor de su cabeza asegurados
con una tiara de flores. Y era absolutamente hermosa.
Esta podría ser la cripta de su familia.
—Hola —dije en voz baja, sin estar segura de qué época era o qué idioma
hablaba, pero no lo hizo. Hablar. Balanceó las piernas, saltó del pilar y lo señaló
de vuelta.
Tenía más escritura que no podía leer.
—¿Sabes lo que dice esto?
Sonrió y señaló de nuevo.
—De acuerdo. Esto tiene que ser importante, ¿verdad?
Volví a mirar y traté de averiguar lo que pude. Lo que no tenía ningún
sentido en absoluto. No hasta que encontré una palabra: Cor. Corazón.
Pandu dijo que encontrara el corazón.
Me apoyé contra el pilar milenario. No era un corazón real. Era sólo la
palabra corazón. Podía manejar la palabra. Palos y piedras podían romper mis
huesos, pero las palabras nunca me harán daño. Tan increíblemente falso como
era eso, en ese momento, lo tomé de cor.
Volteándome hacia la niña, pregunté—: ¿Alguna idea de cómo abrir esto?
Pero la pequeña Señorita Princesa Romana simplemente volvió a señalar.
Pequeña cosa mandona.
Esta sala había sido parcialmente excavada, incluyendo el pilar. Si hubiese
habido algo dentro, alguien podría haberlo encontrado ya. Por si acaso, busqué
en toda la cosa un cierre de algún tipo o un escondite. Nada que pudiera ver.
—Está bien, si fuera un arma escondida en un pilar antiguo…
166
En el momento en que entré en la cámara, la atracción magnética que había
sentido antes se multiplicó por diez. Pero cuando me senté allí, se hizo aún más
fuerte a cada minuto.
La niña dio unas palmaditas en el pilar, justo donde se encontraba la
palabra cor.
Negué con la cabeza. —No puedo romperlo. Tiene más de dos mil años.
Ella volvió a dar unas palmaditas y luego puso su mano sobre mi corazón.
Hijo de puta.
Me hallaba a punto de romper un monumento de dos mil años que podría
haber pertenecido a una niña que podría o no haber sido nombrada Livia.
El pilar era de una sola pieza, excepto por un panel incrustado que servía
de fondo para la escritura. Contuve el aliento y empujé, tratando de romperlo,
por más que me destrozara hacerlo, mientras causaba la menor cantidad de daño
posible.
En su lugar, escuché un clic. Empujé más fuerte, y el panel cayó para
revelar un cubículo. Una pared de energía me golpeó, enviando ondas de
electricidad que se arqueaban sobre mi piel y pulsaban a través de mi cuerpo.
Lo cual fue genial. No, fue súper genial. Pero lo que me hizo cerrar los ojos,
disfrutando del momento, no era el hecho de haber encontrado el corazón. Fue
el hecho de que en los últimos diez minutos me convertí en Indiana Jones.
Mi factor de genialidad se disparó por completo. No podía esperar para
decirles a todos.
Una caja descansaba dentro. Un cubo adornado de unos ocho centímetros
cuadrados. Como si fuera una entidad viviente, vibraba con poder y fuerza.
Había sentido ese poder antes. Surgió, respiró y envolvió sus tentáculos a mí
alrededor. Pero lo que recordaba no podía tener nada que ver con esa caja.
Me acerqué para alcanzarlo cuando un recuerdo me golpeó. Un recuerdo
de todas las veces cuando los personajes tenían que alcanzar dentro de un lugar
oscuro, aterrador, en las películas sólo para retirar sus manos y encontrarlas
cubiertas de arañas. O serpientes. O escarabajos punzantes.
Me preparé y envolví mis dedos alrededor de la caja, rezando para que el
panel no se disparara y me cortara la mano cuando lo levantara.
Entonces recordé que debí haber traído un contrapeso para reemplazar la
caja para que así no activara un mecanismo de ataque que condujera a mi muerte
y desmembramiento final. Ojalá en ese orden. No era como si hacerlo funcionara
para Indiana.
167 Con dedos temblorosos, levanté la caja y la saqué, dejando salir un suspiro
de alivio cuando despejé la abertura. Examiné la caja adornada. La piedra
combinaba con el entorno, un gris claro polvoso, pero era sólida. Pesada. El peso
sugeriría que era simplemente un cubo tallado sin un interior hueco. Si ese fuera
el caso, habríamos recorrido un largo camino para nada.
Pero la caja me llamó, tal como Pandu dijo que lo haría. Seguramente se
abría de alguna manera. O tal vez los escritos en el exterior significaban algo.
Esto parecía un trabajo para Garrett.
Unos segundos después de que saqué la caja del cubículo, el panel se
deslizó en su lugar. Un temblor de puro pánico se disparó por mi columna
vertebral. Me detuve y escuché, no me encontraba nerviosa ni nada, pero según
la franquicia de Indy, si algo desafortunado ocurría, sería justo ahora.
Miré a la niña. —¿Oyes algo?
Se quedó a mi lado, observando cada uno de mis movimientos, sus ojos
oscuros curiosos.
Levanté la mano y torcí un rizo alrededor de mi dedo. —¿Eres Livia?
No respondió. En cambio, se adelantó, tomó un mechón de mi cabello y lo
envolvió alrededor de sus dedos. Al menos nos comunicábamos en algún nivel.
El cabello era un lenguaje universal.
—Voy a llamarte Livia por ahora, ¿de acuerdo?
Antes de levantarme para irme, estudié la caja, intentando sujetar mi
teléfono por la luz y girar la caja de esta manera en busca de algún tipo de cierre
de liberación. Aunque no pude encontrar uno, tampoco había visto uno en el
pilar. Tal vez, como el pilar, no había un mecanismo visible en la caja.
Golpeé, empujé y jalé, probando cada lado, intentando abrir una cerradura
o deslizar una sección. Nada funcionó hasta que presioné en una esquina afilada.
Me pinchó la piel y sacó sangre. Me aparté y estreché mi mano, pero aflojé un
borde de la caja y me dejó girarla hacia un lado.
Una vez más, el poder pulsó hacia el exterior. Cerré los ojos y canté—: Por
favor, no seas un corazón. Por favor, no seas un corazón.
Entrecerré los ojos y eché un vistazo adentro. Si alguna vez había sido un
corazón, se convirtió en polvo, pero no creí que fuera eso. Tuve la sensación de
que esto era otra cosa. Parpadeando de vuelta a la realidad, di vuelta a la caja y
observé cómo un fino polvo blanco llenaba mi palma.
Esto definitivamente no era un arma. ¿Qué diablos podría hacer con esto
además de arrojarlo a los ojos de mi enemigo? Oh, espera, los demonios de la
sombra no tenían ojos.
Entonces miré más de cerca. Espolvoreado a través del polvo había
168 diminutos copos de oro. Brillaban a la luz, y con cada centelleo de metal, la
realización se afianzó.
La caja no podía contener más de una taza del polvo, y los copos eran
menos de una décima parte de eso, pero sabía lo que eran y un miedo helado se
enrolló dentro de mi pecho.
—¿Por qué Pandu quiere que tenga esto? —le pregunté a Livia cuando
devolví el polvo a la caja y cerré la tapa. Lo metí en el bolsillo de mi chaqueta.
Ella se rió.
Probé algo y le pregunté en griego antiguo—: ¿Te gustaría venir a casa
conmigo? —Porque eso no sonaba para nada espeluznante.
Livia rió de nuevo y señaló algo detrás de mí.
Me giré justo a tiempo para ver a un enorme león negro darme una patada
en la cara.
Me tropecé hacia atrás, enredándome con mis propios pies, y caí sobre mi
trasero. Sus garras de cinco centímetros fallaron por un centímetro a lo mucho.
¿Qué demonios? ¿De dónde salió un león negro? La cámara no tenía
salida, y vino de la nada. ¿Eran los leones negros incluso una cosa?
Se agachó a cuatro patas, preparándose para saltar, su enorme tamaño me
convenció de que pudo ser una entidad sobrenatural. Una que ciertamente nunca
había visto, pero comenzaba a darme cuenta de que había muchas cosas que no
había visto, especialmente considerando el hecho de que había tantas
dimensiones como estrellas en los cielos.
Poniéndome de pie, agarré a Livia y salí por el estrecho pasillo. De
ninguna manera iba a caber. Por otra parte, de ninguna manera podría haber
salido de una pared.
—¡Artemis! —grité, corriendo por el pasaje. Entonces lo recordé. Si yo no
podía materializarme aquí, tal vez ella tampoco podría.
Livia se aferró a mí, pero cada vez que el león se acercaba, soltaba una
risita y extendía su mano para acariciarlo. Quizás eran viejos amigos. Tal vez le
pertenecía y no le gustaba el hecho de que básicamente estuviera secuestrando a
su dueña, pero no quería dejarla allí. Estuvo encerrada durante siglos.
Tenía la sensación, sin embargo, y esto podría ser debido a las películas,
que la repentina e inevitable aparición del león se debía al hecho de que allané la
tumba.
Entonces me golpeó. Era el asaltante del pilar perdido. ¡Era la asaltante de
la tumba!
169 Oh, Dios mío, era tan genial. Tenía que decirle a la gente. Si muriera en
estas catacumbas, nunca sabrían lo ingeniosa que me volví en mis últimos
segundos de existencia.
Después de lograr regresar al pasadizo —gracias a Dios, porque era muy
mala con las direcciones— salté de la rejilla metálica y tomé un atajo a través de
una de las cámaras antiguas, derribando un par de rocas que formaban una
tumba mientras subía un muro de escalones de piedra.
El león rugió, sacudiendo la rejilla metálica a la que trataba de subir.
Correr con una niña pequeña en brazos y trepar con un solo brazo no ayudaba
en absoluto a la situación. Justo cuando tenía una pierna sobre la rejilla, el león
dio otro golpe.
Sus garras hicieron contacto, rasgando mi chaqueta, suéter y la carne
sensible de mi espalda. Contuve un grito, conservando mi energía para
levantarme sobre el borde, pero me ardía como el fuego. Y sus garras se
engancharon en mi chaqueta.
Me tiró de nuevo al suelo y se abalanzó para atacarme. Le di la vuelta a
Livia y la cubrí con mi cuerpo mientras el león se ensañaba.
Nunca había sido mutilada por un león. Especialmente uno del tamaño de
una casa pequeña. Pero decidí justo allí y en ese momento, mientras me
desgarraba el hombro y sujetaba mi cabeza hacia abajo, que era una experiencia
que nunca quería repetir.
Livia me abrazó. No se hallaba asustada hasta que las garras del león
atraparon su brazo. La cortaron y dejaron tres heridas por su esfuerzo. Fue
entonces cuando se asustó.
Estuvo aquí por siglos sin incidentes. Estoy aquí por cinco minutos y
traigo un infierno sobre su cabeza y todo lo demás en mi camino. Porque así es
como actuaba, al parecer.
Me acerqué más a ella mientras sollozaba en mi pecho. El león nos tiró con
fuerza en un rincón. Golpeamos la piedra con un ruido sordo, la fuerza me sacó
el aire y llenó mi visión con estrellas.
Dado que estábamos casi sometidas, el león ahora se tomó su tiempo.
Caminando hacia adelante con propósito. Su marcha lenta y constante.
Fue entonces cuando vi un pequeño túnel en la forma de una de las
tumbas: plano en la parte inferior y arqueado en la parte superior. Pero a
diferencia de los otros lugares de entierro, ésta se extendía por completo bajo el
camino de piedra en el que construyeron los pasadizos.
Pensé que era un túnel de drenaje de algún tipo. De cualquier manera, era
nuestra oportunidad.
170 Metí la mano en mi bolsillo y agarré mi spray de pimienta. Aunque era un
disparo de un millón a uno, tenía que intentarlo. Señalé al león cuando se
arrodilló frente a nosotros, listo para tragar, y se lo rocié en la cara.
Retrocedió, olfateando y resoplando, y corrí hasta el túnel. O, bueno, cojeé.
Se dio cuenta rápidamente y dio otro golpe, pero me agaché y me zambullí
en el túnel.
Nos arrastré a través de él, cuidando su brazo, y salí por el otro lado. Lo
cual se encontraba a sólo tres metros del lado original, pero esperaba que el león
no lo descubriera por un tiempo. Todavía trataba de golpear mis pies, para
enganchar sus garras y sacarnos.
Tan silenciosamente como pude, me puse de pie. La niña tenía sus brazos
en un agarre de muerte alrededor de mi cuello. Fui tan lejos como pude a través
de la cámara en la que estábamos antes de tener que volver a subir el pasadizo.
Moviéndome sigilosamente en otra tumba, miré hacia atrás. Podía ver la
espalda del león al otro lado, su trasero en el aire mientras todavía intentaba
sacarnos del túnel. Pero no tardaría mucho en darse cuenta que ya no nos
encontrábamos allí.
Una ola de mareo me inundó. Probablemente porque el león acababa de
tener mi cabeza en su boca. Mi cerebro en sus dientes. Me dio la sensación de que
trataba de compensar a cada león forzado a actuar en un circo dando un ejemplo
de lo que quería hacerle al entrenador.
Consciente de cada sonido que hacía, me acomodé en el pasadizo y
retrocedí, esperando que el león levantara la vista. Esperando que mi suerte
terminara. Naturalmente, lo hizo.
En el momento en que vi la oscuridad total de sus ojos, di media vuelta y
corrí. Se apresuró tras nosotras, tanto él como una descarga masiva de adrenalina
que me estimuló. Con los giros y giros bruscos del pasadizo y los pasajes
estrechos, el enorme cuerpo del león tuvo dificultades para atraparnos por
segunda vez.
La sangre corría en riachuelos por mi pierna derecha y empapaba la parte
trasera de mi chaqueta, pero la inyección de adrenalina pura mantenía el dolor a
raya. Limpié la sangre de mis ojos y recé que estuviéramos acercándonos a la
salida. Teníamos que hacerlo. Sin importar lo que Reyes me dijo en el pasado, en
este lugar la alternativa era la muerte. Y si no pudiera morir como dijo, una hora
con el león gruñón seguramente me hubiera hecho desear poder hacerlo.
Con cada paso que di, traté de desmaterializarme. No funcionó. Con lo
que sea que protegieron este lugar era poderoso. Casi tan poderoso como los
copos de oro que tenía en el bolsillo de mi chaqueta.
La niña sollozó de nuevo, y supe que era inminente otro atentado contra
171
nuestras vidas.
Era demasiado rápido. El león. Podía sentir su aliento en la parte trasera
de mi cuello justo cuando la salida estuvo a la vista. Se encontraba cerrada y
bloqueada, por supuesto, pero cuanto más me acercaba, menos resistencia sentía
para desmaterializar.
La niña enterró su cara en el hueco de mi cuello, y me lancé hacia adelante
justo cuando las garras del león se enganchaban en un lado de mi cabeza,
perforando mi cuero cabelludo y echando hacia atrás mi cabeza.
Pero llegamos a los bordes exteriores del refugio protegido. Me
desmaterialicé, sus garras perdieron su agarre y se deslizaron a través de mí.
Aterricé en los parques fuera de la entrada de la necrópolis y tropecé,
cayendo con la niña. El sol se hallaba a unos cinco centímetros de ponerse en el
horizonte cuando un hombre con un traje negro y corbata bloqueó la vista.
—Señora Davidson —dijo, tan casual como se podía ser—, necesito que
venga conmigo.
17
Traducido por Julie & Joselin
Corregido por Elizabeth.13
Me eché hacia atrás, sin saber si podría moverme, mucho menos acercarme
al señor Hombre de Negro. Pero tenía varios amigos que lo ayudarían si me
negaba.
No me avergüenza decir que consideré desmaterializarme solo para
molestarlos, pero realmente quería saber cómo sabía mi nombre. Casi como si me
hubiera estado esperando.
172 La cosa sobre la desmaterialización era que hacía maravillas para la piel
cuando había sido triturada por una bestia gigantesca, aunque admito que
hermosa. ¿Pero en serio? ¿Un león?
Todavía sosteniendo a Livia, me puse de pie. No tenía un hueso grácil en
mi cuerpo, pero ahora mismo me preocupaba más por sus huesos.
—¿Qué demonios? —grité, mirándolos fijamente—. ¿Qué pasa con el
maldito león?
Sí. Sabía que estaba en tierra sagrada, pero a veces una chica tenía que usar
blasfemias para hacer entender su punto de vista.
Intercambiaron miradas, y entonces uno de ellos habló por radio a su
muñeca. Todo era muy Servicio Secreto.
—¿Puedes caminar? —me preguntó el primero. De estatura media y rubio,
tenía acento extranjero, definitivamente no italiano. Sudamérica, no pude
precisar la ubicación exacta. Si tuviera que adivinar, diría que de Colombia.
—Estoy bien —dije, sacudiéndome de su agarre cuando trató de tomar mi
brazo.
—No te ves bien.
Mi ropa había sido destrozada y se hallaba empapada de mi sangre. Reyes
se iba a poner furioso.
Nos escoltaron —o a mí, ya que dudaba que supieran que llevaba a una
niña muerta desde hace siglos— a un auto en espera.
—Mira, no te ofendas, pero tengo que ir a otro sitio.
—Esto no llevará mucho tiempo, señora Davidson.
—Espero que no. Hay una ducha llamándome.
Se quedó ahí parado, con su expresión de piedra.
—Bien. —Me subí y me apoyé en el oscuro interior.
El rubio entró por el otro lado, y el resto de la manada de ratas nos siguió
en otro auto. Llegamos a un edificio de aspecto oficial y entramos, pasando por
un puesto de control de seguridad sin que nos detuvieran ni registraran.
El rubio me sentó en lo que asumí era su oficina.
—Como sabes, te hemos estado vigilando durante algún tiempo.
No pude evitar un resoplido poco delicado. —Desde que nací.
—Antes, en realidad.
—Mira, necesito volver. Alguien me está esperando, y no le gusta que lo
173 hagan esperar.
Encendió una pared de pantallas de docenas de cámaras de seguridad y
señaló una fuera de los jardines. Se enfocaba en Reyes. Caminaba de un lado a
otro como un animal enjaulado, deteniéndose de vez en cuando para mirar a la
cámara.
—Tienes que enviar a alguien y decirle que estoy bien.
El rubio sonrió. —Lo hicimos. Va de camino al hospital.
Asentí. Al menos lo sabía. —¿Son lo que creo que son?
Tenía una pila de archivos en su escritorio. Solo sabía que eran de nuestra
pandilla porque el archivo de arriba tenía el nombre Charlotte Jean Davidson en
negrita a lo largo de la etiqueta. Quería preguntarles qué tipo de letra usaban,
pero sentía que ahora no era el momento de hacer amistad con el enemigo.
—¿Quieres ropa limpia?
—Volveré a mi casa en un santiamén —le dije, recogiendo el archivo—, así
que no te preocupes.
Me dejó. Lo equilibré en una mano y estirándome alrededor de Livia, lo
hojeé, sorprendiéndome un poco de todo lo que sabían. Esto iba más allá, y la
privacidad era algo que me gustaba mucho.
El siguiente archivo de la pila era el de Reyes. Lo tomé y le froté la espalda
a Livia con la otra mano. Tenían todos los nombres de Reyes. Todos. Rey'aziel.
Rey'azikeen. Primer hijo de Lucifer. Incluso el Creador del Infierno. Pero el que más
me sorprendió fue Estrella Oscura. Así es como Pandu lo llamaba en sus libros.
Un libro para niños.
Pero no lo cuestioné. Eran chicos con demasiado tiempo libre.
Recogí otra carpeta. —Entonces, ¿qué estoy haciendo aquí? —pregunté,
conteniendo la repentina ira cuando leí el nombre. Elwyn Alexandra Loehr. Beep. Y
sí, incluso Polvo de Estrellas.
—No vimos lo que se avecinaba.
Dentro, alguien había escrito bajo su nombre: El equilibrio perfecto entre la
luz y la oscuridad. La frontera entre el cielo y el infierno.
—¿Suelen hacerlo?
—Sí. Sabemos de la próxima guerra con Lucifer y su ejército. Pero los
disturbios en su ciudad natal son, bueno, perturbadores.
Me sorprendió con las palabras “su ejército”. El término se apretó
alrededor de mi garganta como una soga. Beep también tenía un ejército, pero el
de él sería despiadado. Cruel. Me preguntaba si, cuando llegara el momento,
Beep podría hundirse a su nivel para ganar la humanidad.
174
—Hemos estado esperando mucho tiempo para que alguien encuentre la
Tonna.
La caja de piedra en mi bolsillo. Probablemente también tenían cámaras
allí abajo.
—Supongo que vas a tratar de quitármela.
—Para nada, pero nos gustaría que nos la devolvieras cuando termines.
—¿Termine con qué?
La sonrisa con la que me honró no tenía absolutamente ninguna
sinceridad.
Saqué el siguiente archivo de su escritorio y me quedé quieta. Amber Olivia
Kowalski. Intentando de nuevo no reaccionar, lo abrí. Sabían todo, desde las
premoniciones que había tenido en un carnaval escolar hasta su muerte de dos
horas y el hecho de que ahora podía ver a los difuntos.
Quentin era el siguiente. Luego Pari y Nicolette e incluso un archivo de
Garrett, que no tenía habilidades sobrenaturales en absoluto. Y la pila no paraba.
Pero ya había tenido suficiente. Levanté mi mirada hacia la suya.
—Como puedes ver, te estamos vigilando a ti y a los tuyos. Por si acaso.
—¿En caso de qué?
—Hay veces que hasta un perro amado tiene que ser sacrificado.
Y justo cuando pensaba que nos estábamos uniendo.
Levanté la barbilla y dije con mi voz más suave—: Nos miras desde tus
torres de marfil como si nos conocieras. Como si pudieras controlarnos. Como si
tuvieras dominio sobre nosotros. —Me paré y me incliné sobre el escritorio hasta
que mi nariz estuvo apenas a centímetros de la suya.
No importaba lo mucho que intentaba ocultarlo, la preocupación se
agudizó dentro de él. Probablemente porque todos los papeles que tenía sobre
nosotros, todos los archivos, ahora giraban a nuestro alrededor.
Era un truco barato, pero necesitaba llamar su atención. Sabía que todo el
asunto era filmado, lo que me parecía bien. Le daría a la arquidiócesis algo de lo
que hablar.
Luego, uno por uno, los papeles se incendiaron, cada registro que tenían
sobre nosotros reducido a cenizas en segundos. Por supuesto, no pensé ni por un
momento que esas eran las únicas copias. Casi con toda seguridad habían
transferido todo a la tecnología digital hace años, pero fue divertido verlos
quemarse de todos modos.
—Permítame asegurarle, señor Barilla —dije, esperando que esta fuera
175 realmente su oficina y que la placa de identificación a la que me refería le
perteneciera a él—, la única cosa sobre la que tienes dominio en este mundo es lo
que pones en tu café por la mañana.
Y nos fuimos.
Livia y yo nos materializamos fuera de los límites de la ciudad. Reyes se
dio vuelta, sus instintos depredadores aumentando su adrenalina.
—Al menos no estás echando espuma por la boca —dije, mirando el lado
bueno.
Pero él miró el estado de mi ropa, al igual que varios transeúntes.
—Estoy bien —dije para detener cualquier berrinche que pudiera estar
contemplando hacer, pero se me lanzó encima de inmediato. Bueno, encima de
Livia y de mí. Afortunadamente, ella se hallaba ocupada durmiendo la siesta.
Me puso un brazo alrededor del cuello y nos acercó. —¿Qué pasó?
—Amigo —dije, aún asombrada—, un león. Un león negro. En serio, ¿qué
demonios?
Pasó las manos por debajo de mi chaqueta y por encima de mi cuerpo. La
sangre se secaba y por lo tanto, mi ropa se endurecía, lo que era aún más
asqueroso que antes.
Le puse una mano en la cara. —Estoy bien, guapo.
Miró la sangre seca en mi pelo y, supuse, en mi cara, y apretó su
mandíbula. Se sentía indefenso, y no le gustaba esa sensación. ¿A quién sí? Pero
para Reyes, era como una ofensa a su masculinidad. Chicos.
—Pero de verdad necesito quitarme esta ropa.
—Veo que has acogido a otro desamparado.
—¿Podemos mantenerla? ¿Por favor, por favor, por favor, por favor, por
favor?
Intentó evitar que se le formara una sonrisa torcida en la cara. Fracasó. A
lo grande. Porque esa cosa era impresionante, si las tres chicas que pasaron junto
a nosotros eran una indicación. Dos se quedaron boquiabiertas hacia Reyes, una
conmigo.
—Tienes fans —le dije.
—Tú también.
Me encogí de hombros. —Probablemente sea mi trasero. Quiero decir, ¿me
has visto el culo?
176
177 —Sí, pero no había nada dentro —dije, mintiendo entre mis dientes recién
cepillados. No me atreví a echarle un vistazo a Reyes. Eso habría sido un indicio
claro, y ya fui lo suficientemente mala como para dar demasiadas señales sin
matarlas—. ¿Qué opinas?
—Me parece fascinante.
—Eso es lo que me gusta. Positividad frente a cierta aniquilación.
Garrett sonrió con orgullo. —¿Sabes qué?
—¿Culo de pollo?
—Podría jurar que he visto esta escritura.
Se levantó. Lo seguí mientras Reyes le contaba a la pandilla sobre el
Vaticano. Mientras le daba la noticia a Cookie de que tenían un archivo sobre su
hija, por no mencionar uno sobre sí misma.
Entramos en la habitación de Garrett. Me senté mientras él hojeaba
algunos libros hasta que encontró lo que buscaba.
—¿Cómo estás? —le pregunté.
Preocupado, dijo—: Bien. Aquí está. Es latín, obviamente.
Resoplé. —Obviamente.
—Pero no reconozco ninguna de las palabras. La escritura es extraña.
—Entonces ustedes dos deberían llevarse bien.
—Sí. Entonces, ¿qué tan antigua era la habitación en la que se encontraba?
Él totalmente me ignoraba. No podía culparlo. A veces yo misma me
ignoraba sólo para obtener un respiro de unos minutos.
—Primer siglo antes de Cristo, creo.
—Guau. ¿Cómo se abre?
Le mostré, sacando sangre nuevamente. —¿Ves? Nada. Entonces, ¿cómo
va tu vida amorosa?
Finalmente me dio toda su atención. —¿Por qué preguntas?
—Sólo curiosidad. Ya sabes, en caso de que el mundo se acabe mañana.
—Ah. —Volvió a la caja—. Estoy pensando en pedirle a Marika que se case
conmigo.
No lo vi venir. —¿Marika? ¿La mujer que te engañó para que la
embarazaras por tu ascendencia?
Levantó un hombro.
—¿Pensé que estabas con Zoe?
—No, Pari lo está.
178
—¿En serio?
—Como el asesino silencioso.
—Oh, hacen una linda pareja, ¿no crees?
Hizo la cosa inexpresiva.
—Oye, tienes a Marika. ¿Por qué estás tan gruñón?
—No lo estoy. Es solo que… quiero lo que tú y Reyes tienen.
—¿La fuerte posibilidad de una ETS?
—No, un amor que atraviesa la vida de un millón de estrellas. Todo lo que
consigo es traición y engaños.
—Oh, eso. —Deseché la idea ondeando la mano—. Si estás preocupado
por la traición, por favor, has venido al lugar correcto. Me enviaron a matar a
Reyes, ¿recuerdas? Tragarlo por completo.
—De alguna manera, no creo que le hubiera importado.
—Y él construyó una dimensión infernal sólo para mí.
—¿Qué estás diciendo?
—Que todas las relaciones son difíciles. Tal vez no sea tan complicada
como la nuestra, pero nos costó mucho llegar a donde estamos. Dale una
oportunidad. Marika te ama.
—¿Sí?
—Lo sentí cuando te miró.
—Me usó por mi conteo de esperma.
—Lo que es claramente excelente. —Cuando no respondió, dije—: He
visto relaciones increíbles basadas en cosas peores. La nuestra, por ejemplo.
—¿Tú con Reyes?
—Tú y yo. No siempre nos miramos a los ojos.
Levantó un hombro. —Supongo.
—Voy a asumir que la sacaste de Dodge.
—Sí. Ella y Zaire se encontraban en el primer avión de salida.
—Eso dice mucho allí mismo. Creo que te preocupas más por ella de lo
que crees.
—Está bien —dijo, saliendo del peligroso territorio de la sincera
honestidad y adentrándose en su zona de confort—, déjame estudiar esto un
179 poco.
—El Vaticano lo quiere de vuelta.
—Y te importa, ¿por qué?
—Oh, no me importa. De ninguna manera. Pero si lo devolvemos, déjame
declararlo para el registro, ellos mismos pueden volver a colocarlo en el pilar,
porque santo infierno. Ser atacada por un león apesta, amigo. No lo recomiendo.
Un ceño fruncido apareció en su rostro, así que me senté de nuevo.
Claramente algo le molestaba.
—Garrett, ¿qué pasa?
—Vi tu ropa, Charles.
—¿Esa? Era volver con mi ropa destrozada y sangrienta o volver con mi
traje de nacimiento.
Una ceja sexy se disparó hacia arriba.
—Ni lo pienses. —Empecé a irme, pero me di la vuelta y pregunté—:
¿Puedo ver tus abdominales? Ya sabes, ¿en caso de que el mundo se acabe
mañana?
—No. Asegúrate de que no se acabe, y te los mostraré todo lo que quieras.
—Maldición.
Me volteé para ver a Reyes de pie en la puerta. —No me mostrará sus
abdominales.
—Tampoco me los mostrará a mí. Ya se lo pregunté antes. Angel te está
buscando.
—Oh, bien. He estado preocupado por él.
Comencé a caminar hacia la puerta, pero colocó un brazo a través de ella.
—¿Qué pasó allí, holandesa?
Miré a Garrett. —Nada. Lo juro. Sólo somos amigos.
Garrett se puso detrás de mí. —Cariño, tienes que estar traumatizada.
—Oh, cariño, eres bueno, pero no tan bueno.
—Charles —dijo, su expresión animándome a compartir.
Compartir no me importaba en mi libro, así que me volví a mi esposo.
Reyes me miró fijamente durante un minuto antes de intercambiar
miradas con Garrett el Traidor y mover su brazo.
—Gracias. —Me pavoneé para buscar a mi pequeño Angel.
—¿Qué demonios pasó? —preguntó cuándo lo encontré en la habitación
de Quentin con Amber descansando en la cama.
180 Ni siquiera pensé en el hecho de que todos podrían ser amigos ahora que
Amber podía ver a los difuntos. A mi corazón le hizo bien verlos charlar. Meiko
se encontraba sentado en el regazo de Angel, mientras que Quentin le enseñaba
a Meiko a deletrear su propio nombre.
—Oye, cuida tu vocabulario.
Se estremeció. —Lo siento.
Uf. Interrogación evitada. Si tan sólo todos fueran tan fáciles. —Reyes dijo
que querías verme.
—Oh, sí. —Señaló de Meiko a Amber, quien se incorporó para que al
menos pareciera que el niño estaba sentado en su regazo.
—Hola, tía Charley —dijo Amber, con una sonrisa brillante.
Quentin siguió su ejemplo, ofreciéndome un saludo y una sonrisa que
derretirían los casquetes polares. Meiko habría saludado, pero se hallaba
ocupado formando una K con su mano. Las K eran difíciles tanto para los niños
como para los adultos —en su mayoría adultos— pero él lo entendía.
Cuando salimos de su habitación, Angel se detuvo y me apoyó contra una
pared con su dedo índice en mi pecho. Audaz.
—¿Qué pasó? No estoy bromeando.
Maldición. —Fue algo así como el libro El león, la bruja y el armario, sólo
que sin la bruja o el armario.
—¿Algo te atacó?
—Amigo —dije, usando mi palabra del día—, me utilizó como su juguete.
Me siento tan sucia ahora. Luego se sentó a cenar en mis entrañas. Pero eso no
tiene importancia. ¿Cómo te fue?
Apoyó una mano contra la pared junto a mi cabeza, su rostro de trece años,
que acababa de cambiar de bebé gordo a la juventud cuando murió, lleno de
preocupación. El pañuelo que llevaba bajo sus cejas cubría las mitades superiores
de estos ojos, pero no podía ocultar las brillantes profundidades de sus oscuros
irises.
—No entiendo. ¿Por qué simplemente no lo eliminaste?
—¿Eliminar? Manera interesante de ponerlo. No pude, en realidad. Todo
el lugar tenía algún tipo de escudo a su alrededor. Fue extraño. Incluso tenían
uno alrededor de la Ciudad del Vaticano que mantenía alejado a Reyes. Y solo a
Reyes.
—Entonces, ¿te atacó y no pudiste salir?
—Lo hizo y no pude.
Se mordió el labio, acercándose. —¿Por qué no me llamaste?
181
Dejé escapar una risa suave. —Traté de convocar a Artemis y no pude.
Sabía que tampoco funcionaría contigo.
Sacudió la cabeza.
—¿Angel? —dije cuando se acercó aún más—. Voy a abrazarte si invades
mi burbuja personal más de lo que ya lo has hecho.
Se acercó aún más, con una mirada desafiante en su rostro.
Con pocas opciones, lo envolví en mis brazos. Me envolvió de regreso,
enterrando su cara en el hueco de mi cuello. Parecía ser un lugar popular
últimamente.
Nos abrazamos durante mucho tiempo. Esto era más que solo lo de hoy.
Su abrazo contenía una gran cantidad de emociones reprimidas. Probablemente
se había preocupado por mí cuando me echaron del reino.
Pasé una mano por su cabello y lo tiré con fuerza. Levantó la cara, su boca
en mi oreja. —En caso de que muramos mañana, ¿puedo verte desnuda?
—No.
—¿Y si te dejo verme desnudo?
—Iu. —Lo empujé para apartarlo—. Tienes trece años, Angel.
Se limpió la camiseta donde lo empujé. —No, morí a los trece años. Nunca
me has tomado en serio.
—Te tomo en serio. Pero no muy a menudo.
—¡Oh! —dijo, cambiando de tema en un segundo—. Me enteré de algo.
¡Todos están locos!
Tratando de no reírme, me estiré y pasé los dedos sobre su piel color
durazno. —Es un loco, loco mundo.
—No, en serio, todos están chiflados.
—¿Quiénes, cariño?
Hizo una mueca ante el término cariñoso. —Los infectados. Están todos
chiflados.
—Sí, eso es parte del problema.
—No, me refiero a antes de que estuvieran poseídos. —Se giró y comenzó
a caminar por el pasillo—. Escuchaba a la chica del centro para el control y
prevención de enfermedades…
—Estoy segura que querías decir la doctora.
182 —… y hablaba de cómo podrían haber encontrado una conexión entre los
infectados que los hace más aceptables.
—¿Susceptibles?
Asintió.
Eso me animó. —¿Qué es? ¿Cuál es la conexión?
—Ya te dije. Están todos chiflados.
—¿Qué quieres decir?
—Dijo que han encontrado una cantidad indignante…
—¿Significante?
—… de personas que han admitido hasta el momento que tienen algún
tipo de historia de enfermedad mental, como amigos imaginarios u osos polares
o veteranos8.
En su defensa, murió antes de que cualquiera de esas palabras fuese
extremadamente común entre la multitud. —Entonces, esquizofrenia, trastorno
bipolar y la enfermedad de Alzheimer.
8
Las palabras en el inglés tienen una pronunciación similar a las enfermedades que menciona
Charley.
—Correcto. ¡Están chiflados!
—Angel, no usamos la palabra con C aquí.
—¿Coño?
—No, la otra palabra con C. Chiflados. Tienen una enfermedad mental.
Pero, espera, ¿no todos?
Se encogió de hombros. —El otro tipo dijo que, por lo que saben, el resto
podría tener una enfermedad mental y no haber sido diagnosticados
anteriormente.
—Formalmente. Vaya, Angel, ese es un excelente trabajo.
—Gracias. Ahora puedo verte des…
—No.
—Oh, quería decir, si esto realmente se basa en algo que le ocurrió a tu
madre, tal vez podrías, ya sabes… —Pateó una roca invisible—. Ayudar a tu
hermana a recordar. Quiero decir, lo has hecho antes.
Lo hice. Varias veces. —Puedo hacer eso —dije, pensativa—. Esperaba que
ella recordara más, ¿pero y si eso es realmente todo lo que vio?
—Entonces no hay daño, no hay culpa.
194
19
Traducido por Joselin & Lau’s Boice
Corregido por Pame .R.
¿El único hijo biológico de Earl Walker? Podría haber dicho que el hombre
era el tío de Satanás y me habría sorprendido menos. —No me di cuenta de que
tenía otro hijo biológico además de Kim.
—Ninguno que reclamó. —Lo dijo con una sonrisa burlona que llevó al
chico al límite.
195
La mujer finalmente consiguió su objetivo, golpeándome la espinilla con
el mango de la escoba. Dolor que no había sentido desde, bueno, esa mañana me
atravesó. Antes de que pudiera hacer algo al respecto, Reyes le había quitado la
escoba, moviéndose tan rápido que no lo vio.
Pero Hale parecía saber algo acerca de mi esposo, probablemente del
monstruo al que llamaba papá. Levantó las manos como para rendirse, pero
asintió hacia su madre. Ella agarró el brazo de Reyes, fingiendo un ataque al
corazón. En la fracción de segundo que Reyes la miró, Hale se lanzó hacia Belinda
y metió el cuchillo en su yugular.
Mientras saltábamos a su rescate, Hale corrió dentro de su casa.
La sangre brotó de ella en grandes cantidades. Se llevó las dos manos a la
garganta, con los ojos llenos de terror mientras la vida se drenaba de ella mucho
más rápido de lo que nunca imaginé posible. Con un toque, la sané de nuevo,
pero mi ira no tenía límites. Todo lo que le hizo a esta pobre muchacha y esos
adorables niños.
Hale se iba a suicidar o atrincherar en el interior, forzando un
enfrentamiento y horas de negociaciones tediosas y atención del noticiario. Pero
tal como lo veía, el hombre se iba a unir a su padre en el infierno, ya sea que
muriera hoy o no. ¿Por qué no adelantar las cosas?
—¿Holandesa? —dijo Reyes, dándose cuenta de que mi ira me había
superado.
Pero me moví antes de que él pudiera reaccionar. Encontré a Hale dentro
de la casa y lo golpeé, arrastrando una parte de él conmigo mientras pasaba por
su cuerpo corpóreo.
Saqué su alma pateando y gritando. Había cientos de personas en el
hospital, luchando por sus almas. ¿Por qué se le debía permitir a este maldito
mantener la suya?
En el momento en que su espíritu abandonó su cuerpo, el infierno lo
reclamó.
Un agujero negro se abrió debajo de él, su expresión de asombro fue toda
la satisfacción que necesitaba cuando las garras del inframundo lo sacaron del
plano terrenal y lo llevaron a ellos. Al menos Lucifer tuvo utilidad en una
ocasión.
La casa no debía incendiarse, pero lo hizo. Su cuerpo se quemó, ahorrando
a los contribuyentes cientos de miles de dólares en juicios y honorarios de
abogados.
Me rematerialicé junto a mi marido.
Reyes me agarró del brazo. —Deberías haberme dejado hacer eso.
196
—¿Por qué? —pregunté—. ¿Porque eres el oscuro? —Entrelacé mis dedos
con los suyos—. Quizás yo también soy un poco.
—Te conozco. Te arrepentirás de haber tomado una vida humana.
—Sí, bueno, no hoy.
Él y Garrett llevaron a Belinda y a Molly a un lugar seguro. Las colocaron
en los escalones del Village Hall, y las dos chicas lloraron y se abrazaron mientras
Garrett tomaba una manta y algo de agua.
Los sollozos de Belinda eran cavernosos, profundamente agonizantes. Me
arrodillé junto a ellas, no segura de ser yo quien les contara, pero necesitaban
saber.
—Belinda, Meiko está vivo.
Lentamente se volvió hacia mí, y la mirada que me lanzó rozó lo
insultante. Pensaba que estaba tan loca como su secuestrador.
—Está en coma, cariño. Su secuestrador, que no era Reyes Alexander
Farrow, por cierto, lo colocó en un contenedor de basura. Un conserje lo encontró
y llamó a la policía, pero él no se había ido. Todavía está vivo.
—Su nombre era Hale —dijo ella, claramente en estado de shock—. Hale
Walker.
—Sí. Y ahora él está muerto, y tu hijo te está esperando.
La gratitud con una dosis saludable de incredulidad se arremolinó en su
interior. —Gracias —dijo, simplemente sin estar segura de qué creer.
¿Quién podía culparla? Pasó un infierno sin que nadie estuviera allí para
salvarla.
—De nada. Voy a ver qué podemos hacer para acercarte a él.
Tío Bob se detuvo con una docena de policías y todo el departamento de
bomberos, seguido rápidamente por Kit y su pandilla.
Garrett saludó a todos con la mano, explicándole al tío Bob que necesitaba
un equipo para materiales peligrosos, que el humo era tóxico y que no sabíamos
qué usó Hale.
Su madre pateó y gritó cuando Reyes la obligó a ir al otro lado del camino,
lejos del humo.
La miré, pero hablé con el tío Bob. —Arréstala.
—¿Por cuáles cargos? —interrogó.
—Llevar la cosa de perra fría y sin corazón a un nivel completamente
nuevo.
—Bueno, no estoy seguro de que sea un delito por el que pueda ser
197 arrestada.
—¿Qué hay del hecho de que ayudó a su hijo a mantener a tres niños
encerrados en una caja durante años?
Asintió. —Eso puede servir.
Ubie llevó a la mujer a su camioneta y la colocó en la parte trasera para
que la llevaran a interrogarla.
—Todavía está allí —exclamó ella, examinando la casa en llamas en busca
de cualquier signo de su hijo en tanto los bomberos se apresuraban a contenerlo.
Nos hallábamos muy cerca del bosque para dejarlo fuera de control.
Me complació mucho decirle—: No, no lo está. Está con su padre ahora.
Su rostro se transformó en uno de sorpresa e indignación.
Quería pegarme otra vez con su escoba.
Quería que lo intentara.
Pero solo para asegurarme de que fui meticulosa en todos los detalles,
levanté mi mano y marqué su alma. Ahora se hallaba destinada a unirse a su hijo
en el momento en que su alma abandonara su cuerpo, y me sentía mejor por ello.
Tío Bob la encerró en el asiento trasero de su vehículo y se aseguró de que
un uniformado la vigilara, luego fue a ayudar donde pudo. Podía ver el
agotamiento en cada rostro. La ciudad estaba siendo destrozada, y ahora esto.
Definitivamente no ayudábamos a la situación.
Con Amber y Quentin establecimos un campamento sobre los escalones
del Village Hall de Los Ranchos a medida que los equipos de emergencia
trabajaban. Garrett y Reyes también ayudaron donde pudieron. Verlos fue lo más
divertido que había tenido en todo el día. Y Belinda y Molly se encontraban
sentadas en la parte trasera de una ambulancia mientras un paramédico las
revisaba.
Afortunadamente, no había mucha brisa, por lo que el humo se alejaba del
área residencial. Y lejos de mis dos compañeros de campamento. Cookie me
mataría si le causaba cáncer a su hija, por lo que fuera que se quemaba en ese
fuego, después de devolverla a la vida.
Kit entró en mi línea de visión. La observé mientras buscaba en el área,
solo se detuvo cuando me vio. Sacudió la cabeza en tanto caminaba. —Davidson,
uno de estos días, vas a tener que decirme cómo sigues haciendo esta mierda.
—Uno de estos días —dije, tosiendo contra una manta que me dio un
paramédico, para que se viera bien—. ¿Podemos llevar a Belinda y Molly con
Meiko? Creo que verlas, escuchar sus voces, lo ayudaría.
198
—¿O tal vez tú podrías? —preguntó, con sospecha estrechando sus
párpados.
—¿Importa si son ellas o yo?
—No. Supongo que no.
202 —Nada y todo. Tenemos que evitar que la Sombra se extienda más. Está
creciendo todos los días. Consumiendo más cada día. Y por una razón que
posiblemente no puedo explicar, necesito saber qué es lo que pasó exactamente
el día que mamá murió.
—Pero te dije lo que recordaba.
—Pienso que podría haber más.
Se levantó, y caminó hacia la ventana. —No. Si hubiera más, lo sabría.
—Gemma, eres una psiquiatra. Tú de todas las personas sabes cómo
funciona la mente. Cómo juega con nosotros. Cómo nos hace creer una cosa
cuando es lo contrario de lo que es verdad.
Se encogió de hombros y volvió a sentarse. —¿Entonces, qué, vas a hacer
la fusión de mentes Vulcana?
Me reí. —De alguna forma. Solo quería que supieras que te amo y que…
que puedes estar con mamá y papá. Puedes cruzar a través de mí.
—¿Cruzar a través de ti?
Mi barbilla se sacudió cuando el dolor se apoderó. —Lo siento, Gem. ¿La
clienta que te atacó? Estaba infectada. Ella… —Me ahogué con un sollozo,
dejando que la pérdida de mi única hermana, la emoción de esa pérdida que
había estado reteniendo tan fuerte, saliera finalmente de mí—. Ella te mató.
—¿Qué? —Se levantó y dio un paso lejos de mí sin querer creerlo.
—Piénsalo.
—No. No, estás equivocada. —Sacudió su cabeza y lo pensó—. Carolyn
llegó y… yo me caí. Me empujó, y me caí. Eso es todo. Me desmayé.
Lagrimas caían con libertad por mis mejillas, el dolor que sentía
enloquecedor. —Lo siento. Ella… moriste por múltiples heridas por arma blanca
antes de que se suicide. No fue su culpa. Fue…
Ni siquiera pude terminar la oración. La verdad. Fue mi culpa. Maté a mi
propia hermana de una forma indirecta y jodida.
El tío Bob ha estado encargándose de su muerte, la policía, los reportes
policiales, y los arreglos del funeral, mientras Reyes y yo tratábamos de averiguar
cómo cerrar lo que habíamos abierto. Cómo terminar lo que empezamos. Y no
me sentía más cerca de la solución que hace dos días.
No podía entender por qué ninguna de ellas funcionaba. Incluso con la
ayuda de Pandu y las traducciones de Garrett, nada de eso tenía sentido. La caja,
los copos de oro, el corazón, la muerte de mi madre. Nada conectaba. Nada
encajaba. Me gustaban los rompecabezas tanto como a cualquiera, pero esto se
estaba volviendo ridículo.
—¿Tu culpa? —preguntó, su voz llena de veneno.
203
Bajé la mirada.
Se dio la vuelta y me miró. —Es así, maldita sea. Le diré a mamá. —Se
levantó y empezó a caminar a través de mí.
—Espera. —Levanté ambas manos, pero ya era demasiado tarde. Había
cruzado, y miles de imágenes me golpearon a la vez. Un millón de recuerdos.
Traté de nadar a través de ellos, para llegar al que necesitaba. Pero antes
de que fuera más lejos, Gemma me hizo algo que ningún otro me había hecho.
No sabía que los que pasaban podían hacerlo. Ella retrocedió. Se movió en reversa
y salió de mi luz.
—Gemma —dije, aterrada. Insegura de que tenía permitido hacer eso.
—¿Qué demonios? —dijo bruscamente, su voz sonando enojada.
—¿Qué?
—¿Se supone que debo ser parte del ejército de Beep?
—Espera, ¿viste mis recuerdos?
—Sí, y nunca seré la misma, muchas gracias.
—Oh, Dios mío, eso es perturbador.
—Me ibas a enviar al más allá.
—¿Crees que todos ven mis recuerdos cuando cruzan?
—Se suponía que soy la sanadora.
Me recuperé rápido. —Gem, eso era antes de que liberáramos una
dimensión hostil en este plano. Hemos cambiado la historia.
—Por supuesto que lo hiciste. —Se cruzó de brazos—. Me quedaré aquí.
—Gemma, estoy convencida que la mayoría, si no es que todos los del
ejército de Beep, ya han cruzado. Creo que cuando los necesite, cuando ella te
necesite, será capaz de llamarte, igual que yo.
—Pero…
—Gem —dije gentilmente—, ve. Ve con mamá y papá… y Denise. Y buena
suerte con eso. —Resoplé tan alto que asusté a Artemis. Ella se levantó del piso,
pensando que la había llamado, gruñendo y ladrando. Froté sus orejas para
calmarla, luego la puse devuelta en la cama. Por así decirlo.
Gemma me fulminó con la mirada. —¿Estás segura?
—Sí. Tristemente, lo estoy.
—Bien. De todas formas, le diré a mamá. —Entonces caminó a través de
mí. Otra vez.
En esta vuelta, di un paseo por sus recuerdos. Concentrándome en
204 diferentes aspectos de su vida. Y jadeé ruidosamente.
—¿Besaste a Fredie James? —grité hacia el reino celestial—. ¿En la boca?
¿Cuándo yo salía con él?
Pude haber jurado que escuché una risita desde el otro lado de la
eternidad.
Y luego, cuando menos lo esperaba, estaba ahí.
La máquina expendedora. La sala de espera. El tío Bob dormido en un sofá
naranja.
Fue ahí cuando ella lo escuchó. Gemma despertó ante un extraño sonido
y levantó la mirada hacia Ubie. Él no se había despertado, así que se levantó y
caminó hacía el pasillo, sus pequeños pasos apenas se escuchaban sobre el frío
azulejo.
Enfermeras corrían hacía la sala de partos, pero eso no fue lo que llamó su
atención. Fue el enorme demonio con brillantes escamas negras y afiladísimos
dientes tan largos como sus brazos que la mantuvieron pegada a su sitio. Y que
peleaba con su madre.
La arrojó contra la pared, solo que pasó a través de esta. Ella desapareció
por un segundo antes de que el demonio atrapara sus tobillos con sus garras y la
jalara de vuelta al pasillo. La atacó con sus garras y la abrió, luz saliendo de ella,
drenándola de su fuerza vital.
Pero no era real. Solo era su espíritu. No podía morir, ¿cierto?
Nuestra madre, en un acto desesperado, gritó un nombre. Gemma no
pudo distinguirlo, pero un segundo después, apareció un ángel, enormes alas
marrones extendidas, las puntas tocando las paredes a ambos lados de él.
Era joven, alrededor de veinte años, fuerte, con cabello marrón claro y piel
color oliva. Era magnifico. Pero también llegó muy tarde.
Con un ataque de su gigantesca espada, el ángel mató al demonio. La dejó
en el corazón de la criatura en tanto mamá se arrastraba hacia Gemma. Quien se
quedó petrificada. Incapaz de comprender lo que veía.
Mamá se arrodilló y susurró en el oído de Gemma cuando una luz
cegadora se esparció desde la sala de partos y llenó el aire. Mi luz. Podía verla
desde el punto de vista de Gemma. En algún punto de su vida, Gemma pudo
verla.
La luz golpeó a nuestra madre. Puso una mano en la mejilla de Gemma, y
luego se levantó. Caminando hacia ella. Cruzó.
Y ahí estaba. La muerte de mi madre registrada a través de los ojos de mi
hermana de cuatro años. Me concentré más y recordé. Recordé lo que le dijo a
205 Gemma ese día hace más de veintiocho años.
Se inclinó más cerca de la oreja de Gemma, la realidad agonizante de lo
que atravesó. La verdad de lo que estaba por venir, devastadora. Ninguna madre
quiere dejar a sus hijos.
Y las palabras dichas no fueron más de ayuda que las demás pistas, pero
ella lo hizo, y me las dijo a mí.
—Dile —susurró—, dile a tu hermana. El corazón es a la vez la parte más
fuerte del cuerpo y la más débil. Siempre ve por el corazón. —Retrocedió y vio a
los ojos a Gemma—. Dile a Charley, dulzura. Guárdalo, y dile a tu hermana
cuando llegue el momento.
Luego se había ido.
El ángel, el que llegó demasiado tarde, caminó a la sala de parto y cayó de
rodillas. Enterró la cara en sus manos, luego miró hacia el cielo y habló en un
lenguaje celestial que Gemma no entendió. Pero yo sí.
—Déjame quedarme —rogó, lágrimas brillando en su rostro—. Te he
fallado. Le he fallado a tus hijos. —Su voz se quebró, y tuvo que darse un tiempo
para recomponerse antes de continuar. Cerró sus ojos y murmuró una vez más—
: Por favor Padre, déjame quedarme.
Un instante después, sus alas ardieron en llamas. Se arqueó en agonía
mientras eran quemadas de su cuerpo. El fuego se extendió hasta el techo, y
cenizas llenaron el aire alrededor de Gemma, flotando como brasas encendidas
en el viento.
Cuando sus alas desaparecieron, cayó en cuatro, sus hombros pesados, su
respiración trabajosa. Luchó para levantarse, cayendo dos veces antes de
lograrlo.
Luego él camino hacia ella. De nuevo habló el idioma de los ángeles
cuando le puso una mano sobre sus ojos y le ordenó que durmiera.
Gemma colapsó en sus brazos.
206
20
Traducido por Julie
Corregido por Pame .R.
Bajé a la cocina, aturdida. El último par de días había sido uno de los más
extraños en una vida que definía extraño, pero ¿esto? Esto se encontraba más allá
de la comprensión.
Me acerqué a mi tío Bob, enrosqué mi mano derecha en un puño y lo
golpeé contra su cara.
207
—¡Charley! —Cookie corrió hacia nosotros y revisó el ojo de su marido—
. ¿Qué te ha pasado? ¿Estás infectada?
Pero el tío Bob simplemente bajó la cabeza, el juego ha terminado.
—¿Robert? —dijo ella, con su tono cauteloso.
Lo miré con disgusto. —¿Eres uno de ellos?
Reyes me agarró de la cintura y me levantó del suelo cuando regresé por
más. Ubie no se defendería. Su expresión cabizbaja me decía eso.
—Mi madre lo sabía —exclamé, con la voz quebrada—. Cuando era
atacada, te llamó. Dijo tu nombre. —Pronuncié cada palabra con una vehemencia
que no sabía que tenía—. Ni a mi padre, ni a su médico, ni siquiera a Dios mismo.
Te llamó.
Sin mirarme, asintió. —Ella era vidente. Por eso la eligieron. Vio lo que yo
era años antes de que nacieras. Se enfrentó a mí. Tenía que contarle lo que se
avecinaba. Lo que venía.
—¿Y qué, exactamente, le dijiste? ¿Cuál era exactamente tu trabajo?
Levantó la barbilla. —Me enviaron para asegurarme de que llegaras a este
plano. Eso fue todo. Mi único trabajo. Se suponía que volvería después. Robert
Davidson habría muerto en un trágico accidente o simplemente habría
desaparecido, sin ser visto ni oído de nuevo.
—Entonces tuviste éxito —dije entre sollozos—. Estoy aquí. Sobreviví a
expensas de mi madre. ¿Por qué te quedaste?
—Bajé la guardia. —Su voz se volvió ronca—. Nunca debería haber
pasado de esa manera. Se suponía que tu madre no debía morir.
—¿Te parece? —cuestioné, asqueada.
Presionó los labios. —Cuando murió, no pude hacerlo. No podía irme.
Tuve que quedarme. Elegí hacerlo. Para cuidarte.
El control de Reyes se aflojó. Parecía tan aturdido como yo.
—¿Cómo es posible que no lo supiéramos? —le pregunté—. ¿Cómo es que
no lo vimos?
—Una vez que perdí mis alas, me volví tan humano como cualquier otro
en la calle.
—Todo este tiempo. Podrías habérmelo dicho. Podrías haberme explicado
muchas cosas. Estaba tan... tan perdida. Tan sola.
—Charley, tenías que descubrirlo todo por ti misma. A tu propio ritmo. Si
hubiera interferido...
208 —Mentira —dije entre dientes—. Todos estos años, fingiendo no saber lo
que era. Fingiendo no ver a los difuntos.
Amber y Quentin entraron corriendo. —¿Qué está pasando? —preguntó
Amber.
—Pregúntale a tu padre —le dije, antes de darme la vuelta y subir las
escaleras.
214
Encontré a Rocket acurrucado en una esquina otra vez. Las chicas, Blue,
Fresa y Livia, se habían ido a jugar. Pero Fresa tenía razón. Rocket no estaba
cómodo aquí. Parecía desorientado. Confundido. Inquieto.
—¿Rocket? —Me senté a su lado y puse mi mano sobre una de las suyas.
La tenía envuelta alrededor de su cabeza.
La bajó y me sonrió. —Señorita Charlotte, ¿qué está haciendo aquí?
—Vine a verte. Para preguntarte acerca de... —¿Cómo iba a decir esto sin
causarle angustia? Necesitaba ser delicada. Comprensiva. De apoyo. Y necesitaba
hacerlo en el idioma de los años cincuenta—. Vine a preguntarte sobre... sobre el
gato que te gustaba.
—¿Gato?
Demasiado. —Ya sabes, ¿tu amor? —Cuando aún parecía confundido, le
dije—: Tu novia.
Frunció el ceño, pensando. —¿Ilsa?
Santo Cielo. —Sí.
Se hundió más en sí mismo. —La alejaron de mí. Rompimos las reglas. No
rompas las reglas o te llevarán y nunca volverás.
Se formó un bulto en mi garganta. —La amabas.
No contestó.
—Rocket, lo siento mucho. ¿Sabías que tuvo un bebé?
Tiró de su mano hacia atrás. —Se la llevaron. No rompa las reglas, señorita
Charlotte. La llevarán lejos. Siempre se los llevan.
Mi pecho se abrió de golpe y el dolor se derramó. No era de extrañar que
siempre fuera tan inflexible con las reglas. Le hicieron creer que la partida de Ilsa
fue culpa suya porque rompió sus malditas reglas.
Cuando me acerqué más, apretó el balón que había formado con sus
miembros y me susurró—: No rompa las reglas.
Lo dejé allí, una cáscara del Rocket que había conocido antes. Todos
podríamos morir pronto, pero iba a hacer esto por Rocket. Y Thaniel.
Le pedí a Reyes que ayudara a Garrett con las traducciones y me dirigí a
la casa de Thaniel. El sol colgaba bajo en el horizonte, naranjas, rosas y púrpuras
como serpentinas que surcaban el cielo.
Cuando llegué a la casa de Thaniel, su camioneta se encontraba cargada.
Se estaba yendo de la ciudad, probablemente una buena idea. Llamé a la puerta
y miré dentro. Salió de una habitación lateral, una toalla alrededor de su cuello,
su cabello rubio colgando en rizos húmedos alrededor de su cabeza.
215
Se acercó para abrir la puerta, secando la masa sobre su cabeza con una
toalla.
—¿Vas a alguna parte? —le pregunté.
Como llevaba una camisa de manga corta, pude ver los nombres que había
tallado en su cuerpo. A diferencia de su abuelo, solo tallaba los nombres de pila.
Ya que tenía una cantidad muy limitada de bienes raíces, probablemente era una
buena idea.
Sus ojos grises brillaron de humor genuino, pero apartó rápidamente su
mirada. Mi luz hacía eso. —Me dijiste que me fuera de la ciudad.
Le di un par de gafas de sol que había adquirido en una tienda cuando me
detuve a comprar gasolina y un café con leche moca. Incluso las mezclas en polvo
eran celestiales cuando te enfrentabas a una eternidad sin ellas. Como lo estuve
por segunda vez en dos semanas.
—Correcto. —Entré cuando mantuvo abierta la puerta—. Y deberías, pero
me gustaría presentarte a alguien primero.
—De hecho, he llenado mi cuota de nuevos conocidos para el año, pero
puedo anotarte para enero.
Ignorándolo, seguí adelante como solía hacerlo. —No me di cuenta hasta
que hice que mi asistente te investigara, pero conozco a tu abuelo.
Había estado metiendo camisetas en una bolsa de lona. Se detuvo, pero no
se dio la vuelta.
—¿Te gustaría conocerlo?
—Mi madre me dijo que su padre biológico murió.
—Ojalá hubiera podido conocerla.
Su expresión se volvió dudosa, pero eso estaba bien. Él no me conocía.
—¿Dónde está el otro tipo? —preguntó.
—En investigación. Tratamos de averiguar cómo cerrar la dimensión.
—La que abriste.
—Sí. Gracias por recordármelo. Pero antes de que todo esto suceda, pensé
que te gustaría conocer a tu abuelo. Es muy especial para mí.
—Solía preocuparme por esa mierda. Lo superé. —Se quitó la camisa para
cambiarse a una más cálida. Los nombres que cubrían su torso no eran tan
visibles como pensé que serían. Eran cicatrices finas como papel, que apenas
estropeaban la superficie dura de un cuerpo muy bien mantenido.
¿Sabes esa cosita dentro de tu cabeza que te impide decir cosas que no
deberías? Sí, no tengo una de esas.
(Meme)
230
22
Traducido por Val_17 & Umiangel
Corregido por LarochzCR
Los dos últimos días habían pasado factura, pero perder a Rocket, Blue y
Tarta de Fresa además de Gemma y, demonios, incluso David Taft. Acababa de
recuperarlos después de más de cien años. Era mucho para poner en una chica.
Tal vez me uniría a ellos antes de lo planeado.
De cualquier manera, había vivido una vida surrealista. ¿Quién era yo
para quejarme de la perspectiva de la muerte? La mayoría de la gente nunca
231 experimentaría los amores que había visto. La angustia. La alegría abrumadora.
No. Si muriera mañana, moriría sabiendo que mi hija se encontraba en las
mejores manos. Viví los momentos más felices de miles de vidas. Y amaba a un
dios.
—Esta es una gran habitación —dijo Reyes mientras bajaba las escaleras—
. No estoy seguro de querer permanecer en ella durante horas, pero a cada uno
lo suyo.
Cuando me alcanzó, le ordené que se diera la vuelta, haciendo un círculo
con mi dedo índice. A pesar de su expresión cautelosa, hizo lo que le ordené.
Puse las manos sobre sus hombros y salté sobre su espalda.
Se hundió bajo mi peso, fingió ceder, luego se tambaleó para ponerse de
pie.
—Necesito ayuda para subir —dije, riéndome en voz alta cuando caímos
contra una pared.
Sus largos brazos se engancharon alrededor de mis piernas, y se enderezó
con facilidad.
—Creo que me fracturé la ingle.
—Será mejor que no lo hayas hecho. Vas a necesitar toda la ingle que
puedas para más tarde.
—¿Sí?
—Sí. Pensaba que podríamos ir bailando salsa. Requiere mucha acción de
cadera.
—Provocadora.
Cuando llegamos a la parte superior de las escaleras, apreté mi agarre y le
dije al oído—: Quiero ver a Beep.
—¿No pudiste decirme eso hace dos vuelos?
Estudié la perfección de su perfil. La longitud de sus pestañas. La
definición de su nariz. La plenitud de su boca. Me miró cuando sus moléculas
comenzaron a separarse. Y sonrió.
Nos materializamos en un pequeño château rodeado de árboles cubiertos
de nieve. Un fuego crepitaba desde una chimenea abierta con una alfombra de
piel delante de ella. Y sobre la alfombra yacía un querubín de unos cuatro meses.
Pateaba sus piernas, haciendo todo lo posible por rodar y alcanzar la pata de uno
de los tres perros del infierno que la custodiaban.
Uno de ellos ladeó la cabeza y la empujó hacia el centro de la alfombra.
Ella se rió, disfrutando el juego de Molesta al Perro del Infierno.
232
Los otros perros se encontraban patrullando afuera. Siempre presentes.
Siempre vigilantes.
Cuando nos materializamos, los tres que rodeaban a nuestra hija se
levantaron y emitieron un gruñido bajo. Bajaron sus cabezas y nos estudiaron.
Salté de la espalda de Reyes y me acerqué. Sus gruñidos se hicieron más
fuertes, haciendo que el pelo en la parte posterior de mi cuello se levantara.
Me arrodillé.
—Ustedes son los mejores perros guardianes de todos los tiempos —dije
mientras el que se encontraba más cerca de mí gimoteaba por la emoción y me
lanzaba una pata en la cabeza—. Sí, lo eres. —Enterró su cara contra mí cuello y
me empujó, casi derribándome cuando lo abracé.
Los otros dos menearon la cola y se lamieron las narices, emocionados de
vernos, pero negándose a dejar sus puestos. Hice las rondas, prestando atención
a los mismos perros que una vez pensamos que fueron enviados para matar a
Beep. Sin nuestro conocimiento, fueron convocados para protegerla con sus
vidas.
Y no podríamos haber pedido mejores guardianes. Doce de los seres más
mortales jamás creados mantenían una vigilia constante sobre lo más preciado
de mi vida.
Me tumbé a su lado, dándome cuenta que los Loehrs habían entrado en la
habitación. El señor Loehr llevaba una mamadera para la pequeña descarada
frente a mí y la señora Loehr un pañal y toallitas.
—Las dejé calentarse frente al fuego —dijo, refiriéndose a las toallitas.
—¿Cómo estás?
—Nunca he estado mejor. —Su mirada se desvió hacia Reyes. Su hijo. El
que le fue arrebatado. Al que le negaron el honor de criar.
A menudo me preguntaba en qué se habría convertido él si hubiese sido
criado por estas maravillosas personas. Eran la elección perfecta para nuestra
hija.
Reyes tuvo que sentir la fuerza de la adoración de la señora Loehr. Cada
vez que lo miraba, se asombraba del hombre en que se había convertido. También
el señor Loehr. El orgullo que sentía por su hijo, el amor incondicional, hizo que
mi pecho se hinchara.
Reyes se acercó y los envolvió a ambos en un abrazo, mientras me giraba
hacia el gusano meneándose frente a mí. Sus brillantes ojos cobrizos, una extraña
233 combinación de los ojos de Reyes y los míos, manteniéndose fijos en mi cara.
Alcanzó mi cabello, retorció sus dedos en un mechón y tiró, empujándolo
directamente en su boca.
Me desenredé el cabello y lo empujé detrás de mí.
—No necesitas comer mi cabello. No sabes dónde ha estado.
Ella chilló de alegría y trató de rodar más cerca, poniendo todos sus seis
kilos en la tarea. Llegó hasta su costado antes de rendirse y volver a mecerse en
su lugar.
Había visto esto, por supuesto. El amor que una madre tenía por su hijo.
Lo vi una y otra vez en aquellos que me atravesaban. Pero nunca lo entendí
realmente hasta que tuve mi propio mono araña.
Pasé la punta de mis dedos sobre su cara. Los agarró al instante y los llevó
a su boca de nuevo. Se lo permití esta vez. Me dio la oportunidad perfecta para
atacar sus áreas más vulnerables, como su cuello y los dedos de sus pies. Besé
cada centímetro expuesto. Me sentía hechizada por sus largos dedos y tobillos
rechonchos. Se rió cuando puso las manos en mis mejillas y trató de roerme la
cara con una ferocidad similar a una piraña.
Reyes se sentó en el suelo junto a nosotras. El perro del infierno más
cercano lo empujó, y él le ofreció una rápida caricia antes de volverse hacia Beep.
Tan tensas como estaban sus emociones, tan difíciles de leer como tendían a serlo,
no había nada difícil en detectar el encantamiento que sentía cada vez que la
miraba.
Los Loehrs tomaron las sillas a nuestro lado, más que dispuestos a
compartir a su nieta.
El señor Loehr frunció el ceño. —¿Cómo está la situación en Albuquerque?
Reyes no dijo nada al principio, luego respondió tan honestamente como
pudo. —Sabremos más mañana.
—¿Qué pasará mañana? —preguntó la señora Loehr.
Levanté la mirada hacia ella y dije honestamente—: La batalla.
Los Loehrs estuvieron décadas sin saber qué le había pasado a su hijo. No
iba a mantenerlos en la oscuridad sobre nada relacionado con Beep.
Recogí a Beep y se la entregué a Reyes, quien la levantó en alto. Ella se rió
con emoción, luego también hizo la cosa de la piraña con él, intentando con todas
sus fuerzas devorar su rostro. Y qué rostro era.
Sentándome, miré al señor Wong. Se encontraba de pie en un rincón, un
lugar en el que claramente le gustaba estar si su estadía de tres años en mi
apartamento era una indicación. Inclinó la cabeza a modo de saludo.
234 Él fue quien convocó a los perros del infierno, para llamarlos a nuestro
lado. Ellos obedecían cada una de sus órdenes, pero habían sido marcados con la
sangre de Beep. Nunca permitirían que algo le ocurriera, incluso si el señor Wong
les ordenara que lo hicieran. Realmente eran los guardianes perfectos.
—Si esta cosa va al sur —le dije—, ya sabes qué hacer.
Volvió a inclinar la cabeza cuando la señora Loehr se cubrió la boca con
una mano. Su ansiedad tembló dentro de mi cuerpo, astillando mis células.
—¿Y qué es eso? —preguntó Osh.
Me levanté y lo miré. Se sentó en el asiento de una ventana, con un brazo
apoyado en una rodilla mientras la otra pierna colgaba sobre un costado.
—Si no tenemos éxito, si la Sombra continúa expandiéndose, el señor
Wong la llevará a nuestra dimensión de origen.
Al no haber dicho esa parte del plan, Osh se puso rígido. Pero difícilmente
podía discutir. Si la Sombra ganaba, la Tierra no estaría a salvo.
Le lanzó una mirada furiosa a Reyes. Todavía podía sentir una parte de él
que echaba humo, su animosidad dirigida únicamente a mi marido sin importar
cuánto intentara decirle que todo el asunto fue culpa mía.
—Por supuesto —dijo hacia mí, consintiendo—. Ella es todo lo que
importa.
Cuanto más veía lo que sentía Osh por Beep, más pensaba en la profecía
sobre el guerrero, el que podría o no estar a su lado durante la batalla con Satanás.
Su feroz necesidad de protegerla me dio un mínimo de paz al contemplar todas
las formas en que esto podría salir terriblemente, horriblemente mal. No pude
evitar creer que, salvo por la muerte, ninguna cosa lo alejaría de su lado.
Por otra parte, mucho podría pasar entre ahora y entonces.
Nos despedimos, bebiendo la imagen de nuestra hija hasta que
memorizamos cada aspecto de su ser, luego lentamente, oh tan lentamente, nos
desmaterializamos de la vida de nuestra hija.
Incapaz de dormir, bajé las escaleras para hacer una taza de café. La
cafeína me ayudaría a perseguir unas pocas “zzz”. Esos perdedores eran
resbaladizos. Necesitaría toda la energía que pudiera conseguir. Mi estómago
235 albergaba mariposas del tamaño de Los Ángeles. Solo que estas tenían garras. Y
tenazas con un picor punzante.
Aun así, el olor del café ayudó.
Encendí las noticias de último minuto. Docenas más admitidos. La
Guardia Nacional patrullaba las calles. Y dos muertes más.
Llevé mi café al techo del almacén. La brisa fresca ayudó a calmar mis
nervios. Caminando hacia el borde, extendí mi mano y la pasé sobre la superficie
de la Sombra. Se onduló como el agua, la oscuridad se difuminó por un momento
antes de asentarse.
Su radio era apenas de tres kilómetros cuando llegué. Ahora, se
encontraba cerca de treinta y creciendo con cada segundo que pasaba.
Con un pensamiento, llamé a Osh. Apareció a mi lado.
—¿Has podido desmaterializarte todo el tiempo que has estado en la
Tierra?
—¿Tu no? —preguntó, con un brillo pícaro en sus ojos.
—Necesito que te mantengas al margen.
—Espero que estés bromeando.
—Ni siquiera un poco, pero tengo algunos chistes si te gustaría escuchar.
Tengo una sobre un león negro que persigue a una niña a través de una serie de
cámaras funerarias y termina matándola hasta la muerte. Oh, espera, eso no fue
una broma.
—Lucharé —dijo, con una voz tan suave que apenas la escuché.
—Osh, necesito que vigiles a Beep. Si algo nos sucede, tú eres el único que
puede... quien puede hacer lo que sea necesario para protegerla.
No quería decirle que parte de mi decisión se basó en mi única visión del
futuro. De él siendo el guerrero durante la batalla con Satanás. Del hecho de que
el resultado de dicha batalla podría depender de su participación o su falta de
ella.
—Entonces, soy tu plan de respaldo.
—Sí.
—Pensé que el señor Wong era tu plan de respaldo.
—Es mi plan de respaldo si no derrotamos la Sombra.
—¿Y yo soy tu plan de respaldo si…?
—Si tenemos éxito, pero no lo logramos antes de que se derrumbe sobre sí
misma.
236 Se metió las manos en los bolsillos y recorrió el paisaje.
—Tienes muchos planes de respaldo.
—Soy grande en la planificación. Mis planes casi nunca fallan por
completo.
Miró hacia la Sombra, ahora a solo centímetros de distancia.
—Realmente me gustaría estar allí.
Decidí golpearlo con la segunda parte del plan de respaldo B.
—Y realmente me gustaría hacerlo contigo ahora mismo.
No se inmutó. No jadeó. No se escapó con horror. Simplemente
preguntó—: ¿Y por qué es eso?
—Te lo dije. Eres mi plan de respaldo. Te necesito en óptimas condiciones.
Dio un paso detrás de mí y agarró la barandilla, apoyando una mano a
cada lado de mí. —Te das cuenta de que incluso una pequeña dosis de ti me
duraría milenios.
—Sí.
Bajó la cabeza hasta que su boca se encontraba en mi oído.
—Date vuelta.
Me pregunté si era malo que estuviera a punto de besarme con el futuro
noviecito de mi hija. Si me hacía una mala madre. Probablemente estaba mal visto
en la mayoría de los círculos.
Me giré en sus brazos y puse mi mano en su mandíbula.
Él me miró a través de sus ojos encapuchados, el increíble bronce de sus
iris brillando en la luz tenue. Un microsegundo antes de que presionara su boca
contra la mía, dijo—: No me mates.
—Sin promesas.
Su boca cubrió la mía mientras cerraba la distancia entre nosotros y sacaba
un pequeño fragmento de mi alma. Una taza de mi energía. Sus músculos se
pusieron rígidos, y entró en el equivalente a un frenesí de alimentación. No pudo
parar, mi fuerza vital como una droga y él el adicto.
Agarró mi garganta e inclinó su cabeza para profundizar el beso, tomando
enormes y eróticos tragos. Era fuerte. Un Daeva. Un demonio. Pero incluso él
solo podía tomar mucho antes de que lo matara. Estuvimos aquí antes, y no
quería repetir esa noche. Casi lo perdimos.
Empujé suavemente para quitarlo, pero luchó contra mí. Retorció sus
dedos en mi cabello. Presionando con más fuerza. Bebió más profundo. Tiró de
mi corazón, la sensación exquisita se encrespaba y se retorcía, deseando ser
237 liberada.
Con una fuerza nacida de la desesperación, lo empujé tan fuerte como
pude, arrojándolo y lo aparté de mí. Mis rodillas cedieron y me hundí en el suelo,
jadeando por aire.
Él hizo lo mismo. Cayó de rodillas y se dobló, sus músculos se tensaron
para aprovechar el poder que había consumido. Para domesticarlo. Para
controlarlo. Después de luchar durante diez minutos, haciendo todo lo posible
por conquistar a la bestia dentro de él, una calma se apoderó de él. Se reclinó
sobre sus talones, su pecho subía y bajaba a medida que extraía raciones de aire.
Me arrastré hacia él. Puse una mano sobre su hombro. Atraje su atención.
—Ahora, estás listo para asumir esto.
Cuando me miró, su rostro brillaba con sudor, soltó una sonrisa
encantadora y confiada.
—Dulzura, estoy listo para conquistar el mundo.
A pesar del hecho de que no llevaba su sombrero de copa, inclinó la
cabeza, luego desapareció, dejándome sola con mis pensamientos una vez más.
Era un lugar peligroso para mí.
Tomé otra bocanada de aire y convoqué el plan de respaldo número tres.
Mientras el color salpicaba el horizonte, me acurruqué contra mi marido.
Fingía estar durmiendo, pero lo dudaba, como yo, que atrapó incluso a una de
las criaturas esquivas llamadas “zzz”.
Dejé que mis párpados se cerraran y se moviera hacia el plano celestial.
Una vez allí, me acerqué hasta que pude sentirlos a todos, todo el ejército de Beep,
algunos en espera, otros listos para una pelea. Podía sentir a Beep durmiendo y
los Loehrs la vigilaban. Podía sentir a Cookie retorciéndose las manos
metafóricamente porque, como siempre, tenía una taza de café en una de ellas, y
Amber y Quentin oraban. Podía sentir a Donovan, Michael, Eric y Pari brindando
por los buenos momentos que tuvieron. Sus familias y sus amigos.
Podía sentir a Osh deambular, la energía que le inyecté bombeaba
adrenalina a baldes llenos. Si sobrevivía, sería incluso más poderoso que antes.
Si no lo hiciera, podría agregar su muerte a la larga lista de mis perpetuos jodidos.
Y pude sentir a Angel, mi querido Angel, esperando en las alas. A la espera
de ser convocado. Esperaría mucho tiempo. Esta no era su pelea.
238
Artemis saltó sobre la cama y luchó por meterse entre Reyes y yo. Le
gustaba ser la cuchara mediana. Me di la vuelta y Reyes la dejó entrar. Le
frotamos las orejas, el cuello y la barriga. Ella se dio la vuelta para darnos más
acceso. Era súper complaciente de esa manera.
—Necesitamos cortinas —dije, el sol entrando en la habitación a un ritmo
astronómico—. O un buen conjunto de persianas enrollables.
—Una vez que estemos dentro —comenzó Reyes, pero levanté una mano.
—Aún no. Quiero fingir que esto no está sucediendo por unos minutos
más.
Se acercó y levantó mi barbilla. Ahora, no escondí la humedad en mis ojos.
Mi único consuelo era que los suyos se encontraban igual de mojados.
—Una vez que estemos allí, los mantendré alejados de ti.
—Reyes —dije, ahogándome en un sollozo.
—Sólo tienes que llegar al centro. Encuentra el corazón.
Asentí y luché contra el temblor de mi barbilla. Ambos sabíamos lo que
estaba en juego. Incluso si lográbamos debilitar la dimensión y causar su colapso,
bien podríamos estar atrapados dentro. Entonces otra vez, al menos estaríamos
juntos.
Nos preparamos para la próxima batalla con huevos rancheros y café.
Mucho café. Me senté en la mesa mientras Reyes me preparaba un plato.
Saqué mi teléfono y llamé al tío Bob, esperaba atraparlo antes de que el
avión despegara.
—¿Está todo bien? —preguntó en lugar de un saludo.
—¿Murió David Taft? —pregunté, siguiendo su ejemplo. No dijo nada, así
que insistí con un—: ¿Tío Bob?
—Sí —dijo al fin.
Todos los músculos de mi cuerpo se debilitaron y dejé caer mi cabeza en
mi mano.
—¿Qué pasó?
—Fue asesinado a tiros en un estacionamiento en Cruces.
Podía escuchar los motores en el avión acelerando, así que hablé más
239 fuerte.
—Estuvo trabajando encubierto. ¿Se enteraron?
—No lo creemos. Creemos que se hallaba en el lugar equivocado en el
momento equivocado. Intentó detener una pelea de bar.
—Por supuesto que lo hizo. —Mi mano libre se curvó en un puño—. Sabías
que éramos amigos. ¿No pensabas decirme?
—Has tenido mucho con que lidiar, calabacita.
—¿Cómo tu repentina, pero inevitable traición?
No respondió por un largo momento, y luego dijo—: Entre otras cosas.
Charley, déjame volver. Déjame ayudarte con esto.
—No.
—Después de todo lo que hemos pasado.
—Podrías ser asesinado. No puedo hacerle eso a Cookie y Amber.
—Podrías ser asesinada, también. Te apoyaré. Siempre te he apoyado.
Una punzada de pesar se apoderó de mí. Lo ignoré.
—¿Y qué vas a hacer? ¿Cómo vas a luchar contra ellos? Confía en mí
cuando digo que tus seis tiros no te ayudarán mucho.
Otro momento de silencio se arrastró entre nosotros. —Buena suerte,
entonces —dijo al fin antes de colgar.
240
23
Traducido por Jadasa
Corregido por LarochzCR
—Estoy bastante segura de que saben lo que estamos haciendo —le dije a
Reyes un poco más tarde.
Estábamos sentados en Misery, el Jeep, no la emoción, y analizábamos a la
Sombra, la cual invadió nuestro humilde cuartel general justo en el medio del
desayuno.
241
Reyes lucía ropa negra clásica, haciendo que todos los otros dioses se
pusieran celosos. Llevaba una camiseta negra, pantalones vaqueros y botas de
trabajo del mismo color. Yo, por otro lado, opté más por un gris carbón oscuro.
Está bien, también vestía de color negro. Simplemente parecía apropiado.
Me recogí el cabello y lo trencé para mantenerlo apartado de mi rostro.
Había considerado trenzar el de Reyes.
—¿Hasta qué punto crees que llegaremos en Misery?
—No lo sé. Nos están esperando, entonces...
—Entonces, no los hagamos esperar.
Las mariposas con garras atacaron de nuevo cuando Reyes avanzó. Una
vez dentro de la Sombra, no tendríamos ninguna forma de desmaterializarnos,
ninguna forma de escapar, pero no sabía si tendríamos acceso a alguna de
nuestras otras habilidades. Como retroceder elegantemente o caminar y masticar
chicle al mismo tiempo.
Tomé la mano de Reyes, agaché la cabeza y convoqué al ejército de Beep.
Se levantaron ante nosotros. Un conjunto de difuntos tan lejos como el ojo podía
ver.
En tanto avanzábamos, la frontera entre los dos mundos que se cruzaban
a través de nosotros, solo tenía un arrepentimiento: desearía haber abrazado al
tío Bob.
Avanzamos unos cinco kilómetros antes de que nos siguieran. Uno intentó
sacarme de Misery, lo cual me causó dolor. Artemis atacó a la vez, lanzándose
por la puerta y derribando al suelo al demonio. Aterrizaron con fuerza y rodaron
en la tierra antes de que los perdiera de vista.
Pronto descubrimos que el truco era prestar atención al tráfico que se
aproximaba a medida que vigilábamos a los demonios. Atravesar dos
dimensiones a la vez no era tan fácil como podría pensarse.
Los demonios, que no están anclados en la dimensión terrenal, podían
sacarnos si chocábamos con uno, deslizándonos a través de Misery y chocando
contra uno, o ambos, de nosotros. Teníamos que mantener una vigilia constante,
pero nos estábamos acercando.
En un momento dado, un imbécil en Bentley nos salió al paso.
Le grité—: ¿Estás loco? ¿Sabes lo que cuesta ese auto?
Reyes tuvo que desviarse para evitarlo y, en cambio, aceleró a través de
un demonio. Le golpeó en el hombro izquierdo, haciendo que virara bruscamente
en el tráfico que se aproximaba. Agarré el volante mientras él luchaba contra el
242 demonio. Pero una centinela se aferró a él, envolviendo su brazo alrededor de su
cuello y lo liberó.
Llegamos a dos cuadras del edificio de apartamentos, desde donde
teníamos que ir a pie. Nos bajamos de Misery y corrimos. La centinela despejó el
camino, luchando contra los demonios.
No sabía si un demonio Sombra podría herir a un centinela. O peor,
matarlos. Lo descubrí rápidamente. Sus garras cortaron a los centinelas uno por
uno. Sus dientes desgarraron, destrozándolos hasta que todo lo que quedaba
eran pedazos desgarrados que se desintegraron y se hundieron en la tierra.
Chillé deteniéndome de golpe y observé como nuestro ejército, no, el
ejército de Beep, era asesinado por docenas de personas.
Reyes me agarró del brazo y me estiró detrás de él. Recobré mi habilidad
de caminar y lo seguí, mi corazón rompiéndose.
Cuando nos acercamos al edificio de apartamentos, atacaron en hordas,
pero la centinela los mantuvo alejados de nosotros. Bueno, lejos de mí. No
parecían tan preocupados por Reyes.
Uno saltó sobre su espalda. Envié a Artemis. Lo sacó, pero pronto otro
tomó su lugar. Él se dio la vuelta, agarró su cabeza y le rompió el cuello. Lo hizo
una y otra vez, ya que la centinela parecía estar solo preocupada por mantenerlos
alejados de mí.
Grité cuando uno de ellos cortó la espalda de Reyes. La sangre brotó tan
rápido que me mareó. Corrí para ayudar, pero él me detuvo con una mirada
asesina. Entonces, como si fuera la cosa más fácil del mundo, sacó una espada del
aire y cortó al demonio por la mitad.
No sabíamos si tendríamos otros poderes en esta dimensión. Ahora lo
sabíamos.
La esperanza surgió en mi interior. Estábamos casi en la entrada cuando
otra ola de demonios Sombra descendió del techo, cayendo sobre nosotros como
una avalancha de rocas. Uno aterrizó encima de mí, lanzándome al suelo.
Artemis intentó alejarlo, pero sus garras encontraron la tierna piel de mi
estómago y se hundieron.
Reyes intentó alcanzarme, pero luchaba contra tres.
Luego hizo algo ingenioso. Sacó su túnica. Negra y ondulante, desorientó
a los demonios que lo rodeaban, cegándolos y le permitió cortar sus columnas
vertebrales uno por uno.
Me tumbé en el suelo paralizada con el demonio Sombra encima de mí.
Sus garras se hallaban listas y esperando para arrancarme las entrañas, en tanto
243 Artemis estaba lista y esperando para arrancarle la garganta, sus enormes
mandíbulas apretaron y sostuvieron.
Con la batalla enfurecida a nuestro alrededor, nos hallábamos
completamente inmovilizadas. En un punto muerto. Cada uno esperando que el
otro retroceda, cuando una espada atravesó al demonio, cortándolo por la mitad,
teniendo cuidado con Artemis.
El demonio cayó en dos pedazos a mis costados, y levanté la mirada hacia
el atractivo rostro de... ¡Tío Bob!
Contuve el aliento. De alguna manera, era más joven. Más fuerte. Más
decidido. Se agachó para ayudar a levantarme. Antes de que pudiera decir nada,
Reyes emergió de su túnica y se unió a nosotros.
Cuando parpadeé confundida, él dijo distraídamente—: No eres la única
con un plan de respaldo.
Le hizo un gesto al tío Bob para que avanzara, y fue entonces cuando las
vi. Las alas.
—¿Cómo? —pregunté, pero Reyes ya se encontraba de nuevo peleando.
—¡Ve! —dijo, su voz aguda como el acero.
Hui otra vez, corriendo y pasando batalla tras batalla. La centinela tenía lo
suyo. Apenas. El tío Bob y Reyes despejaron un camino hacia las escaleras, pero
se atascaron. Pasarlos llevaría todo el día, y Reyes sangraba por varias heridas
profundas.
El tío Bob también tenía algunas heridas, aunque no tan severas como las
de Reyes.
De alguna manera, teníamos que superarlos y llegar a nuestro
apartamento en el tercer piso.
—Esto puede sonar muy estúpido, pero ¿qué pasa con...
—El ascensor —dijeron ambos al mismo tiempo.
Está bien, entonces no es tan estúpido.
Aún estaban en otra dimensión. No era como si pudieran cortar el cable.
Tenía esperanza.
Llegamos al ascensor y nos amontonamos en el interior, junto con la
señora Barros, una anciana que vivía en el segundo piso y no podía ver a los
demonios que la rodeaban más de lo que podía ver la gravedad que la anclaba a
este mundo.
Pero podía ver a Reyes. Lo miró boquiabierta, sin saber qué decir.
Reyes saludó asintiendo. —Señora Barros.
—Reyes, cariño, ¿todo está bien?
244
—Perfecto. ¿Cómo está Daisy?
—Oh, está mejor. Ella tiene alergias, ya sabes. Puede que necesite que
cambies el filtro de aire en mi apartamento pronto.
—Me encargaré de eso.
Las puertas se abrieron en el segundo piso y la señora Barros salió.
Lentamente. Oh, tan despacio. Antes de que las puertas pudieran cerrarse, tres
demonios Sombra entraron.
El tío Bob sacó uno al instante, pero los otros pelearon más.
Aparecieron dos centinelas, sosteniendo uno cada uno mientras el
montañés los destripaba. No es una tarea fácil en el espacio limitado de un
ascensor.
La puerta se abrió en el tercer piso a un pasillo completamente vacío. Nos
quedamos impactados ante el silencio que nos recibió.
—Esto no está bien —dijo Reyes, inclinándose.
El tío Bob siguió detrás de mí, vigilando cada rincón y cada grieta. —Estoy
de acuerdo.
Llegamos a nuestro apartamento y me di cuenta de que estábamos en el
camino correcto.
—Lo siento —les dije.
Reyes colocó su mano sobre la puerta.
—Yo también.
La fuente de energía. El centro de poder. Se encontraba cerca.
Cuando Reyes abrió la puerta, intenté ignorar la sangre que corría por su
cuerpo y empapaba el suelo a su alrededor.
Un silencio espeluznante se arrastraba del apartamento. No se oía sonido
alguno a pesar de una luz celeste cegadora destellando a nuestro alrededor.
Reyes comenzó a entrar, luego se detuvo, su expresión dura a medida que
exploraba el área. Me apresuré, luego jadeé y tropecé hacia atrás. La habitación
se hallaba llena de pared a pared con los infectados. Cada rostro se retorcía con
rabia. Pero se quedaron inmóviles, esperando órdenes.
¿Cómo peleamos contra los demonios que se encontraban en el interior de
los humanos sin lastimarlos? Solo sacar a uno de Eric casi lo mata. Había más de
cien infectados en nuestro apartamento, parados hombro con hombro,
protegiendo la luz.
245 En el centro, la luz ardía como un soplete, tan brillante que lastimaba mis
ojos.
Pero había estado en el apartamento después de que Reyes salió de la
Sombra.
—¿Cómo no vimos esto antes?
—Está usando su fuerza vital para adquirir masa —dijo el tío Bob—. Todos
los infectados. Los está utilizando. Extrayendo su energía.
—Al igual que Osh. —Les señalé. A la luz que se escapaba lentamente de
sus cuerpos y en el núcleo—. Se está alimentando de sus almas.
Reyes lo recordó. —Es por eso que cuando la mujer murió en el hospital,
nunca vimos que su alma abandonara su cuerpo.
—Lo recuerdo. ¿Estás diciendo que el demonio en su interior la devoró?
¿Le robó su energía?
—Es la única explicación.
Cuanto más tiempo permanecíamos de pie allí, más molestos se sentían
los infectados. Sus cabezas se encontraban agachadas, frunciendo el ceño
despiadadamente como si todos estuvieran controlados por una poderosa fuerza.
Reyes agitó su espada, flexionando su muñeca.
—No podemos herirles —dije, colocando una mano sobre su brazo para
detenerlo—. Aún son humanos.
—No por mucho tiempo.
—Reyes, tiene que haber otra manera.
—Tenemos que llevarte a ese núcleo, holandesa.
—Ni siquiera sabemos si funcionará. Estaríamos arriesgando más vidas en
algo que podría o no tener éxito, y si no lo has notado, mis planes no siempre
salen bien.
El tío Bob me empujó a su costado. —Está bien, entonces, plan B.
Levanté la mirada hacia él, apenas reconociendo al guapo hombre a mi
lado, sus enormes alas extrañas y surrealistas.
—¿Sí?
—Mantenerlos muy, muy ocupados.
—¿Cómo hacemos eso? —pregunté.
—Les damos algo con lo cual jugar. —Y con eso, saltó a la multitud como
un niño navegando entre el gentío en un concierto, solo que luchando. Empujó y
golpeó, intentando no causar daños permanentes.
258
Agradecimientos
Queridos Grimlets,
Guau. Eso es todo. Este es el grande. Lo que todos hemos estado
esperando. (¿O soy solo yo?) Tengo que ser sincera, escribir este libro… la última
novela de Charley Davidson…
Me hizo a llorar en más de una ocasión. La amo. Amo todo sobre ella. Amo
a Reyes, a Cookie y al tío Bob, a Garrett, a Amber y Quentin y Angel y... podría
seguir y seguir.
Pero según los rumores, todas las series deben terminar. Con el tiempo. Y
sentimos que sería divertido y apropiado que la serie de Charley termine en el
número 13.
Dicho esto, tengo algunos elogios que debo entregar.
Muchísimas gracias a mi agente, Alexandra Machinist, que se ha quedado
atascada conmigo durante muchos altibajos, y a la encantadora Monique
Patterson quien editó este libro con ánimo y entusiasmo. Las aprecio a ambas un
259 montón.
Gracias a la encantadora Lorelei King por dar una voz al mundo dentro
de mi cabeza.
Muchas gracias a mi familia, quienes me acompañaron en la montaña rusa
que es Charley Davidson y han desembarcado mejor. Después de todo, lo que no
nos mata nos hace más fuertes, ¿verdad?
Gracias a mi propio equipo de porristas, más conocido como Netters, Dana
y Trayce, e incluye a Robyn, Eve, Jowanna, Trish, Quentin, los Mercenarios, mis
Ruby Sisters, mis compañeros de LERA, los numerosos clubes de lecturas que me
han invitado a ser parte de sus vidas, y mis hermanos SMP e ICM.
Trayce y Dana, no puedo decirles cuánto aprecio sus opiniones sobre todo
lo que escribo. Estos libros no serían lo que son sin su increíble visión y
honestidad. Gracias desde el fondo de mi corazón, el cual late mucho más fácil
gracias a ustedes.
Un agradecimiento especial a Amanda Santana por su historia sobre el
“sostén” completamente verdadera, inmortalizada en estas páginas, y a Aili
Gomez y su maravilloso y creativo hijo por nombrar a nuestro niño incorpóreo
Niño Fantasma. ¡Funcionó a la perfección!
Y por último, pero no menos importante, gracias a los Grimlets en todas
partes del mundo. (Para aquellos que no lo saben, eres un auténtico Grimlet, con
carnet [metafóricamente]). Jamás habría llegado tan lejos sin el aliento de lectores
como ustedes. Han hecho que todos los momentos de angustia estirándome de
los cabellos; cada noche en la que creía que nunca llegaría a mi fecha límite; cada
sollozo arrancado de mi cuerpo cuando me hallaba igualmente segura de que
una escena que escribí con certeza terminaría con mi carrera, valieran la pena.
Gracias, merci, arigato, maholo, danke sehr, grazie, takk, spasiba, terima kasih, do
jeh, efharisto, toda... thank you.
260
Sobre la autora
Darynda Jones es una estadounidense de
novelas de suspense paranormal romántico.
Con su primera novela, Primera tumba a la
derecha (First grave on the right, 2011), ganó el
Premio Golden Heart 2009 a la Mejor Novela
Romántica Paranormal. Animada por el éxito,
decidió ponerse en manos de un agente y firmó
un contrato con una prestigiosa editorial
estadounidense. Desde su publicación en 2011,
Primera tumba a la derecha ha recibido
excelentes críticas por parte del sector y sus derechos se han vendido a varios
países. Sus respectivas continuaciónes, Segunda tumba a la izquierda (Second
grave on the left, 2011), Tercera tumba todo recto (Third grave dead ahead, 2012),
y Fourth grave beneath my feet 293 (2012), no han hecho sino confirmar su talento
como narradora de un nuevo género romántico cargado de humor, misterio y
mucha pasión. Darynda vive con su marido y sus hijos en Nuevo México.
261
Sitio web oficial: http://www.darynda.com/