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UNIVERSIDAD DE BUENOS AIRES

FACULTAD DE FILOSOFÍA Y LETRAS

MONOGRAFÍA: ​Los vestigios del helenismo en la moral libertina

DEPARTAMENTO: FILOSOFÍA

SEMINARIO: AMORALISMO Y DESEO EN L’HISTOIRE DE JULIETTE


DE SADE

PROFESORA: ZORRILLA NATALIA

CUATRIMESTRE: 2º

AÑO: 2018

ALUMNO: Alvarez, Mariano Agustín


DNI: 31469071
E-Mail: ​elnolo@gmail.com

1
Índice

Introducción: 3

Helenismo y libertinaje 4

El universo atomista de Leucipo y Demócrito 6

Cinismo 9

Pirronismo 11

Epicureismo 12

Estoicismo 13

Delbène y la moral sadeana 15

Bibliografía 18

2
Introducción:
Sin duda el Marqués de Sade fue un personaje que despertó pasiones, conflictos y
discordias, a causa de su provocativa puesta en escena en el mundo literario. Pero también
despertó, interpeló y puso en movimiento, al pensamiento de muchos, en el ámbito de la
filosofía. La presente monografía versará sobre esta última intervención de Sade, es decir,
sobre las propuestas y consecuencias de su pensamiento en el campo filosófico,
especialmente las que atañen al conjunto de costumbres y normas que dirigen o valoran el
comportamiento humano; sin descuidar las cuestiones metafísicas que requieran análisis en
dicha empresa. Para ello tomaremos como punto de referencia una de sus novelas más
extensas y reveladoras: L'Histoire de Juliette, ou les Prospérités du vice1.

Acotando un poco el panorama, el terreno sobre el que vamos a trabajar estará ubicado en los
albores de la filosofía occidental. Como podremos sospechar al leer la novela, el Marqués
demuestra especial admiración por el pensamiento antiguo. En numerosas oportunidades
busca acercar, aquel mundo lejano, como si buscara algo allí que no puede encontrar en su
época. Tal vez sea esa sensación de desnudez que provocan aquellas ideas, que no llevan
consigo siglos enteros de prejuicios. ¿Será que el pensamiento que le ofrecen los antiguos,
parece más cercano al estado de naturaleza al que apela en cada oportunidad que se le
presenta? No podemos negar que esta jovialidad eidética resultará atractiva a un intelecto que
busca desarmar y exponer el sistema moral de su época, porque allí es donde podrá encontrar
los indicios de su posterior corrupción.

El universo libertino en el que nos introduce la mayoría de los personajes que se cruzan en la
vida de Juliette, está regido por el azar y la necesidad de la materia en movimiento. Las
criaturas que habitan este universo son, nada más y nada menos, que la espuma que resulta de
este mar de átomos en constante colisión, organización y desorganización. Para intentar
comprender esta singular versión del cosmos, nos remontaremos al germen de su concepción,
las cosmologías de Leucipo y Demócrito. Estos filósofos, contemporáneos de Sócrates,
estructuraron su realidad con características muy similares a las utilizadas por Sade. Será

1
Sade, D. A. F. (2009). Juliette o las prosperidades del vicio, traducción de Pilar Calvo, Barcelona:
Tusquets.

3
determinante la consideración de estas cuestiones ya que serán el sustrato sobre el que se
sostendrán las bases justificatorias y fundantes de la moral libertina.

La filosofía que caracteriza al período helenístico nos ayudará a comprender cómo, la


concepción atomista de Leucipo y Demócrito, pudo influir en el comportamiento de
determinados grupos humanos. Es central para el ser humano, organizar coherentemente el
mundo que lo rodea, para así posicionarse en el lugar que le corresponde y, a partir de allí,
elevar las máximas que guiarán su comportamiento. Pondremos en diálogo las ideas de las
escuelas helenísticas con las de los personajes de la novela y veremos cómo, en uno y otro
caso, la filosofía se transforma en un modo de vida. Culminaremos el diálogo con la escuela
estoica, que, como veremos, es a partir de la cual Sade (o sus personajes, es difícil hacer la
distinción) realiza su proceso de inversión, o de extensión, veremos cuál es el caso.

Veremos en qué consiste y cuáles son las características de la moral Sadeana que encarnan sus
personajes, intentando mantener la objetividad necesaria para determinar la validez y el valor
de su trabajo. Nos encontraremos cara a cara con sus intentos de justificar el asesinato y la
tortura. Es altamente fructífero y pedagógico analizar y trabajar situaciones límite. Las
potentes impresiones que provoca la utilización de estos recursos, pone en acción y en estado
de alerta al pensamiento. Es muy fácil escandalizarse al sumergirse en el universo que nos
presenta este monstruo de la literatura y desecharlo sin más, apoyados en el sentido común y
las buenas costumbres. La propuesta de esta monografía es la de tomar el camino difícil e
intentar comprenderlo desde un estudio consciente y racional de su propuesta filosófica, sin
ignorar su contexto inmediato y su lugar en el mundo.

Helenismo y libertinaje
El período helenístico de la cultura occidental se delimita convencionalmente entre el 323 a.c.
(muerte de Alejandro Magno) y el 31 a.c. (muerte de Cleopatra VII). Los filósofos griegos de
esta época se caracterizaron por convertir a la filosofía en un modo de vida. Así como los
creyentes religiosos vivían conforme a sus creencias, aquellos pensadores y sus adeptos
desarrollaron sus modos de vida conforme a los preceptos que les dictaba la razón. Con la

4
aparición de Sócrates en la historia, la filosofía de la época parece haber cambiado de rumbo,
en relación con sus antecesores. La filosofía presocrática se caracterizó por intentar dar
explicación a los fenómenos naturales y a la realidad física en general. Se suele decir que
Sócrates fue el que “bajó” la filosofía a la tierra y centró su foco en las vivencias de los
hombres.

“Ante todo, por lo menos desde Sócrates, la opción por un modo de vida no se localiza al final
del proceso de la actividad filosófica, como una especie de apéndice accesorio, sino por el
contrario, en su origen, en una compleja interacción entre la reacción crítica a otras actitudes
existenciales, la visión global de cierta manera de vivir y de ver el mundo, y la decisión
voluntaria misma; y esta opción determina, pues, hasta cierto punto la doctrina misma y el
modo de enseñanza de esta doctrina. El discurso filosófico se origina por tanto en una
elección de vida y en una opción existencial, y no a la inversa.”2

En la actualidad, cuando un individuo se interesa en comenzar sus estudios en alguna


institución, puede considerar su elección, comparando diversas “escuelas”, según la tendencia
doctrinal que adopte cada una (suponiendo que ya analizamos otras variables, como cercanía,
si es privada o pública, si tiene una oferta horaria que le convenga, y también suponiendo que
después de toda esta selección, nos quedan opciones). Diremos que la elección estará
condicionada por la postura teórica que nos proponga la casa de estudios.

Los estudiantes de la antigüedad, nos cuenta Pierre Hadot, orientaban su selección de otra
manera. Aquellos, o la gran mayoría, elegía su casa de estudios tomando como referencia el
modo en que sus integrantes vivían. Así, volviendo su atención a la actitud con que se
enfrentaban al mundo los diferentes discípulos, optaban por una escuela u otra. Muchas de
aquellas instituciones eran celosas de sus doctrinas, sus enseñanzas más valiosas no podían
ser conocidas por cualquiera. Por ejemplo, los estudiantes de la escuela pitagórica tenían
prohibido comentar lo que allí ocurría, tanto que los iniciados, según testimonios de la época,
debían cumplir un voto de silencio de cinco años, como parte de su noviciado.

2
Hadot Pierre. (1998). Prólogo. En ¿Qué es la filosofía antigua?(13). México, D.F.: Fondo de Cultura
Económica.

5
Uno de los rasgos que tienen en común las filosofías de la época es la búsqueda de una
perfecta paz interior. Esta búsqueda de la paz está orientada al individuo, no se buscan recetas
para obtener la paz entre todos los hombres. Esta paz interior debe ser alcanzada por cada
sujeto individual y está íntimamente relacionada con la felicidad. Para poder alcanzar el
estado deseado, en muchos casos, será menester despojarse de las convenciones humanas y
vivir conforme a las leyes de la naturaleza. Transcurrir sus días en búsqueda de la felicidad
será la vida más noble que pueda llevar el hombre, y cada escuela nos ofrecerá su receta.

Un similar recorrido le ofrece Sade a Juliette durante toda su vida. Cada encuentro, cada
libertino que se cruza en su camino, le representa un aprendizaje, un nuevo modo de ver las
cosas. Se podría decir que cada uno ofrece su punto de vista, o su doctrina, también en busca
de la felicidad, pero, como veremos, por un camino diferente: el vicio. La sabiduría también
es un punto fundamental en la vida de aquellos personajes, una forma de alcanzar esa
tranquilidad del alma que parece caracterizar al hombre feliz. La ignorancia será el enemigo
común que existe entre Sade y los helenistas. Transformar los juicios de valor de su época, su
horizonte. El trabajo filosófico, en ambos casos, tiene el formato de diálogo, como en la
tradición socrática y platónica. El esquema fundamental de toda enseñanza, tanto libertino
como helenista, consiste en hacer una pregunta, o arriesgar una afirmación polémica, llamada
tesis, y discutirla en grupo. No se comentaban libros ni se tomaban apuntes. El conocimiento
se producía en el movimiento vivo y dialéctico de la puesta en discusión.

El universo atomista de Leucipo y Demócrito


La historia de la filosofía le atribuye, a estos dos filósofos, la creación de la primera teoría
atomista que se conoce. Todo lo que sabemos acerca de ellos se lo debemos a fragmentos,
citas y comentarios de filósofos y compiladores posteriores. No contamos con fuentes de
primera mano, así suele suceder con la mayor parte de las obras de los representantes del
pensamiento del mundo antiguo. No obstante, y afortunadamente, existieron y existen
personas que dedican su vida a reconstruir la sabiduría que desplegaron aquellas
personalidades tan brillantes, para que cualquier mente curiosa pueda acercarse a esos
primeros destellos de la inteligencia humana.

6
Sabemos que Demócrito nació alrededor del 460 a.c. y que su único maestro indudable fue
Leucipo. La cosmología que ambos legaron será nuestro objeto de estudio. Si bien, cada uno
expuso separadamente su teoría, nuestra distancia temporal y la dificultad que ya advertimos
en cuanto a las fuentes, no nos permite delinear las fronteras entre una y otra, por lo que las
consideraremos como una gran y única teoría.

Podemos considerar a esta teoría como una reacción a las incomodidades causadas por la
metafísica monista formulada por Parménides, que, refrescando rápidamente, postulaba un
universo saturado de un único Ser, donde el no-Ser no tenía existencia, era impensable.

“Lo que es, es inengendrado e incorruptible, total, único, inconmovible y terminado. Ni


fue ni será, sino que es ahora, completamente homogéneo, uno, continuo.”3

Sin demorarnos demasiado en las complejidades que implican una exposición del Ser
parmenídeo, enunciaremos aquellas molestas consecuencias que inquietaron a los pensadores
en cuestión. Aquellas afirmaciones acerca del ser, en primer lugar califican a la percepción
sensible como falsa o engañosa. Si todo está repleto de Ser de manera homogénea y no hay
mas nada que Ser, el movimiento es imposible; según el mismo Parménides, sólo aparente. Es
decir, la única facultad humana que puede acceder al conocimiento verdadero de la realidad es
la razón. Esta teoría deja sin explicación convincente al devenir, el movimiento, la
destrucción y la pluralidad de las cosas.

La salida que se encuentra en la teoría atomista, para explicar la ineludible y evidente


multiplicidad que nos rodea, fue la de postular la existencia del vacío (no-ser) y afirmar que el
Ser no puede ser solo uno, sino que consiste en una pluralidad de cosas, infinitas en número, y
demasiado pequeñas para ser vistas. Estas diminutas partículas de ser, llamadas átomos, se
mueven erráticamente en el vacío. Al chocar entre sí, algunos tienden a combinarse y otros a
rebotar. Se diferencian entre sí, solamente por su forma y posición, de estas diferencias
dependerá su tendencia a encastrar o a cambiar su curso. Todas las demás características

3
W.K.C. Guthrie. (1993). Parménides. En Historia de la Filosofía Griega Vol. 2(40-41). Madrid:
Gredos.

7
fueron conservadas por estos átomos. Aquellos son inengendrados e imperecederos,
inmutables, no susceptibles de aumento ni disminución, homogéneos, finitos, continuos e
indivisibles.

De esta manera, Leucipo y Demócrito, dieron lugar a una configuración del mundo tan
convincente que se convirtió en el principio explicativo de todo lo real. Con las
modificaciones correspondientes, esta teoría es la que sustenta las investigaciones científicas
actuales. Verdaderamente causan asombro los avances que se consiguieron con el solo uso de
la razón en el mundo antiguo. La filosofía de aquella época efectivamente buscaba un
principio explicativo de todo lo real cuya formulación se hiciera utilizando únicamente la luz
de la razón. Dejar atrás, los fundamentos teológicos incomprobables, era una necesidad.
Nuestro universo ya no sería el resultado de la cópula entre divinidades y comenzaríamos a
quitar el velo que cubría los misterios de nuestro destino, al menos eso se intentará a partir de
ese momento.

Esta configuración mecánica del mundo, resulta muy atractiva a los libertinos con los que se
encuentra Juliette a lo largo de la novela. Si se concibe al mundo y todo lo que en él sucede,
como el efecto de un encadenamiento de colisiones atómicas, ¿serían realmente dueños de sus
actos? ¿Son capaces estos personajes de interrumpir o desviar la necesidad que rige al
universo? ¿Pueden ser culpados por ser los mediadores causales de la naturaleza en
movimiento ?

Al inicio de la novela, Juliette es iniciada en el camino del vicio por Madame Delbène, la
superiora del convento donde fue educada. Ésta es la vocera de una de las primeras
derivaciones morales, de esta cosmología, que aparecen en la novela:

“Todos los efectos morales —prosiguió Madame Delbène— responden a causas físicas,
a las que están encadenados irresistiblemente. Es el sonido que resulta del choque del
palillo con la piel del tambor: si no hay causa física, no hay choque, y,
necesariamente, no hay efecto moral, es decir, no se produce el sonido. Ciertas
disposiciones de nuestros órganos, el fluido nervioso más o menos irritado por la
naturaleza de los átomos que respiramos... por el tipo o la cantidad de partículas

8
nitrosas contenidas en los alimentos que tomamos, por el curso de los humores, y por
otras mil causas externas, determinan a un hombre al crimen o la virtud y a ambos a
la vez, con frecuencia en un mismo día: este es el choque del palillo, el resultado del
vicio o de la virtud; cien luises robados del bolsillo de mi vecino, o dados del mío a
un desgraciado, es el efecto del choque, o el sonido. ¿Somos dueños de estos
segundos efectos, cuando los necesitan las primeras causas? ¿Puede ser tocado el
tambor sin que resulte de aquí un sonido? ¿Y podemos oponernos nosotros a este
choque cuando él mismo es el resultado de cosas tan extrañas a nosotros, y tan
dependientes de nuestra organización?”4

Es un rasgo general de estos libertinos, el sentarse a desplegar la justificación filosófica de los


actos que se acaban de cometer en la escena inmediatamente anterior. Muchas veces se los ha
criticado por realizar este movimiento. Se piensa que el modo de vida que se elige vivir, debe
ser consecuencia de la filosofía que lo fundamenta. ¿No es válido también, una vez elegido un
5
modo de vida determinado, intentar construir una filosofía que lo justifique?

El primer y fundamental paso del libertino será poner en manos de la naturaleza, al destino de
todos los seres. Los acontecimientos del universo deben responder a una causalidad ciega y
mecánica. Solo de esa manera, quitando al Dios que juzga de la escena, podrán actuar
libremente. Una vez derribados los cimientos de la moral divina, será menester construir sus
propios valores. ¿Qué herramientas nos proporciona la naturaleza para completar el trabajo?

Cinismo
La figuras más destacadas de la escuela cínica fueron Antístenes y, uno de sus discípulos,
Diógenes de Sinope. Se distinguieron por realizar una ruptura radical con el mundo de los
hombres. Rechazaban sistemáticamente todas las costumbres y normas sociales. La vida que
llevaban sus integrantes era un fiel reflejo de este rechazo. Diógenes vivía en las calles de

4
Sade, D. A. F.. (2009). Primera Parte. En Juliette o las prosperidades del vicio(10). Barcelona:
Tusquets.
5
​Esta pregunta ya fue respondida en el apartado anterior, con la ayuda de Pierre Hadot.

9
Atenas como un mendigo. Dormía dentro de una tinaja y no tenía más pertenencias que un
trapo, un cuenco y algún bastón, cosas que no extrañaría si las perdiera.

Los cínicos consideraban que la virtud consistía en llevar una vida libre y autónoma, lejos de
las necesidades inútiles, como el lujo y el estatus. El estado de naturaleza que se veía en el
comportamiento de niños y animales, era superior al de las convenciones de la civilización. El
estilo de vida cínico consistía en ejercitar el cuerpo para soportar la vida en la intemperie y
varios días sin comer ni beber. También entrenaban la mente para liberarse de los prejuicios
sociales que se adquirían desde temprana edad y que no permitían alcanzar la tranquilidad del
alma (ataraxia).

¿Podríamos llamar a Diógenes un proto-libertino? Sade, en principio, estaría de acuerdo en


llamarlo así. El cinismo mostró que las leyes y la moral humanas eran meras convenciones y
llevaron una vida acorde a esa filosofía. En una de las notas al pie de la novela, Sade alaba la
impudicia de Diógenes:

“...El hombre nació impúdico, la impudicia pertenece a la naturaleza; la civilización puede


cambiar estas leyes, pero nunca las ahoga en el alma del filósofo. Huminem planto, decía
Diógenes mientras jodía a la orilla de un camino. ¿Y por qué ocultarse cuando se planta a un
hombre más que cuando se planta una col?”6

Sin embargo, esta vida de austeridad no parece coincidir con el ideal de vida de los libertinos.
Aquellos le reprocharían a Diógenes el hecho de aceptar y resignarse a pasar largos períodos
de hambruna y necesidad, cuando podría haber conseguido esos bienes por medio del engaño
y el crimen. ¿Por qué rebajarnos a vivir como perros, si podemos vivir como reyes? Si vemos
en la naturaleza la guía de nuestro comportamiento ¿Por qué no hacer caso a nuestros
instintos, y tomar lo que necesitamos, sin importar las consecuencias? Parece ser que a la
filosofía de Diógenes le faltó un paso más para concretar los ideales libertinos.

6
​Sade, D. A. F.. (2009). Nota número 5. En Juliette o las prosperidades del vicio. Barcelona: Tusquets.

10
Pirronismo
Esta escuela lleva el nombre de su fundador, Pirrón de Elis. A pesar de no haberse consagrado
a la enseñanza, este filósofo tenía numerosos discípulos que imitaban su modo de vida. Pirrón
fue contemporáneo de Diógenes y tuvo contacto con sabios orientales. Se sabe que los griegos
tuvieron contacto con aquellos pensadores por medio de las expediciones de Alejandro.

La felicidad para los pirrónicos consistía en lograr un estado de indiferencia total hacia todo.
Los sufrimientos del hombre se deben a las convenciones con las que se oprime
constantemente. El bien y el mal son inventos de la civilización, no podemos tener certeza de
lo que es bueno o malo, peligroso o seguro, por lo tanto ellos prefieren suspender el juicio y
vivir en una perfecta indiferencia, lo que les asegura la ausencia de cualquier tipo de
sufrimiento. Es destacable la importancia que le otorgaban a las perturbaciones emocionales.
Los hombres son desdichados desde el momento en que comienzan a buscar lo que
consideran bueno y a huir de lo que consideran malo. Estos movimientos generan malestar y
preocupación, por eso su vida consistirá en buscar la ataraxia, dejándola de buscar.

El modo de vida de los pirrónicos era verdaderamente extremo. Eran capaces de caminar
hacia un precipicio y dejarse caer, por el solo hecho de no considerarlo un peligro, producto
de su indiferencia total y su negativa a emitir cualquier tipo de juicio de valor sobre lo que
ocurre en su entorno. Se cuenta que Pirrón andaba por las calles siempre acompañado por
discípulos que lo hacían evadir los obstáculos del camino.

Para poder poner en práctica esta filosofía de vida, los discípulos de Pirrón se ejercitaban por
medio del discurso interior, argumentando constantemente el fundamento de sus acciones, y
la puesta en común de los pensamientos del maestro.
En el pirronismo encontramos nuevamente el desprecio por las convenciones de la moral
social, que no ofrecen ningún fundamento razonable para considerarse buenas o malas. Pero,
también en esta ocasión, los filósofos toman una resolución cobarde, a los ojos de cualquier
libertino sadeano. El camino que ellos eligen (los pirrónicos) es el de la total indiferencia. Al
considerar que las acciones son buenas o malas, en virtud de una decisión arbitraria de los

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hombres, prefieren no juzgar en absoluto y vivir irresolutos. Los libertinos que acompañan a
Juliette durante la novela, nos demuestran que no hay por qué vivir de esa manera. Si la
sociedad es arbitraria en sus costumbres, ellos no tienen por qué imitar esa arbitrariedad. Si
hay normas universales de comportamiento, estas deben residir en la naturaleza. La
suspensión del juicio no los llevará a la felicidad, solo a la inactividad. Esa inactividad es un
insulto a la naturaleza en general y a la humanidad en particular.

Epicureismo
Epicuro fue el que comenzó a prestar especial atención al papel que juega el placer en
nuestras vidas y en la búsqueda de la felicidad. Las perturbaciones que nos llevan a la
infelicidad son las que afectan a la carne, es decir, a nuestro cuerpo como sujeto de dolor y de
placer. El primer paso para lograr ser feliz, es liberar a la carne de cualquier tipo de turbación.
Lo que moviliza al individuo, según los epicúreos, son sus propios intereses y deseos. Una
vez alcanzada la ataraxia o la imperturbabilidad de la carne, se podrá aspirar a gozar del
placer. La filosofía será la que nos brinde la clave para la obtención de un placer razonable, el
único que vale la pena, el verdadero, que es el simple placer por la existencia.

Epicuro distingue dos tipos de placeres, unos estables y equilibrados, y otros en movimiento,
“dulces y aduladores”. Los placeres estables llevan al cuerpo a un estado de equilibrio, sin
sufrimiento, consiste en no sufrir ninguna necesidad vital, como lo son el alimento, el agua o
el abrigo. Los otros placeres, los que están en movimiento, tienen como resultado una
excitación violenta y efímera. La búsqueda de estos placeres provocan dolor e insatisfacción
permanente. Se vuelven incapaces de satisfacernos completamente y con el tiempo se vuelven
sufrimientos.

Para poder discernir entre estos placeres Epicuro realizó la distinción entre tres tipos de
deseos: los naturales y necesarios, los naturales y no necesarios, y los vacíos, que no son ni
naturales ni necesarios. El método para alcanzar la ataraxia consistirá en la supresión de
aquellos deseos que no son naturales ni necesarios y limitando los que son naturales pero no
necesarios. Sus energías estaban destinadas a satisfacer los deseos que generan un sufrimiento

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real, es decir, los que, si no se satisfacen, generan un dolor físico. Estos deseos son los
naturales y necesarios (hambre, sed, abrigo, etc.), que están en sintonía con los placeres
estables y más fáciles de alcanzar.

Para sostener toda su filosofía, Epicuro se sirve, como ya anticipamos, de la teoría atomista de
Demócrito. Solo necesitó realizar una pequeña alteración para poder sacar al ser humano del
total determinismo material. Le concedió a los átomos la posibilidad de desviar su trayectoria.
Esta es otra evidencia de la formación de una filosofía en pos de un modo de vida
determinado. De esta manera, introduciendo el azar en la necesidad, pudo fundamentar la
libertad que necesitamos para ser dueños de nuestros deseos y poder desviarnos hacia el
camino correcto.

Estoicismo
Esta escuela fue fundada por Zenón de Citio a finales del siglo IV a.c. Sus integrantes creían
que el valor de una acción no se medía por sus efectos, pues el hombre no puede modificar su
destino, sino por la voluntad de hacer el bien. A diferencia de los epicúreos, los estoicos no
pueden concebir la libertad del hombre causada por el desvío espontáneo de los átomos. Todo
lo que le acontece depende de factores externos, que se encuentran, a su vez, impulsados o
limitados por el orden de la naturaleza. Lo necesario no puede calificarse como bueno o malo,
porque no puede darse de otra manera. Por ello, el bien y el mal tendrá que relacionarse
solamente con lo que esté bajo el poder de decisión del individuo.

La felicidad estoica no consistirá en el placer o interés individual. No depende de nosotros


experimentar placer o sufrimiento, eso depende de la sucesión de causas y efectos que
acontecen en el universo, respetando las leyes naturales. El sufrimiento y la angustia del
hombre se debe a que desea lo que no puede obtener y huye de lo que no puede evitar. Lo
único que está a nuestro alcance es la voluntad de hacer el bien.

La filosofía estoica ayudará a diferenciar lo que está a nuestro alcance de lo que obedece a la
necesidad y razón naturales. El mundo es un gran ser vivo que evoluciona por su propio

13
impulso y sigue sus propias leyes. El ser humano constituye este gran organismo y se
encuentra atravesado y condicionado por él. Las leyes de la naturaleza representan el orden
racional del mundo. El mundo es necesariamente, es decir, es como lo vivimos ahora y no hay
forma de que sea diferente, su perfección ya está determinada y no depende de nadie su
correcto desenvolvimiento, se produce por su potencia inmanente.

La libertad, según el estoicismo, se dará en el campo de la razón humana, que es diferente a la


razón que mueve a la naturaleza. La razón humana tiene la capacidad de dotar de sentido a los
acontecimientos que le impone el destino. Las pasiones y la moral humanas tendrán asidero
en este universo de sentido. Las perturbaciones humanas no son causadas por las cosas
externas, sino por el valor que les asignamos, o el sentido que les damos en nuestra vida.

La actitud que practicará el estoico ante los sucesos del destino será la indiferencia. Pero esta
indiferencia no es como la de las otras escuelas, sino que los lleva a la aceptación y, más, a la
alabanza de los designios del destino. Los instintos naturales del hombre deberán ser
acompañados por la elección razonada, ya que la razón es la característica específica de la
especie. Las acciones apropiadas, serán las que se correspondan con los instintos naturales del
hombre, que, a su vez, coinciden en gran parte con la conservación de toda la especie, y no
solo con la del individuo.

“Ninguna escuela tiene más bondad y dulzura, ninguna tiene más amor a los hombres, más
atención al bien común. El fin que nos asigna es ser útiles, ayudar a los demás y preocuparnos
no solo por nosotros mismos, sino por todos en general y por cada uno en particular.”7

Como se puede ver, la indiferencia estoica, no lleva a la inactividad, sino que busca, en su
accionar cotidiano, lo que consideran moralmente bueno. Pero son conscientes de que el
destino tiene la última palabra. Puede que buscando el bien terminemos provocando un gran
mal, pero eso excede nuestra capacidad de intervención en el mundo. Se ejercitarán en
ejecutar cada intervención con una previa meditación, consciente y razonada. Analizaran cada
acontecimiento lo mas objetivamente posible. Buscarán cuidadosamente que no intervenga,
en sus razonamientos, ningún juicio de valor inspirado por las convenciones sociales, los

7
Séneca, De Clementia, 11, 3, 3.

14
prejuicios y las pasiones. Intentarán ser guiados desde la perspectiva de la Razón universal,
teniendo en cuenta que son parte de un todo.

Delbène y la moral sadeana


Tal como vimos, al recorrer las diferentes escuelas helenistas, las filosofías que podríamos
emparentar con la desplegada por los personajes de L'Histoire de Juliette, serían las
correspondientes al epicureísmo y el estoicismo. Este apartado está destinado a cotejar la
relación que se puede establecer entre estas dos escuelas y la moral con la que es iniciada
Juliette, de la mano de Delbène. Los discursos de esta personaje, parecen sentar las bases
fundamentales de la moral libertina que, a lo largo de la novela, irá tomando diferentes
matices y particularidades, dependiendo del personaje que tome las riendas de la prédica.

En todas las escuelas mencionadas, reconocimos esta tendencia a buscar la felicidad del
hombre que, según ellos, consistía en un estado de total imperturbabilidad que denominaron
“ataraxia”. Tras haber descartado algunas escuelas en el camino, nos quedamos con aquellas
dos que colocan en primer plano al placer; doctrina totalmente aceptable para un libertino
sadeano. Según Epicuro, este placer consiste en la ausencia de dolor y del disfrute de esa
ausencia en la existencia misma. Es decir, el hombre puede alcanzar su felicidad, si sólo
satisface aquellos deseos que, en caso de no ser satisfechos, generan un dolor corporal. Al
resto de los deseos hay que ignorarlos, ya que son innecesarios y se puede evitar la fatiga de
complacerlos. Delbène no podría aceptar un comportamiento tal, porque no está dentro de
nuestras posibilidades, el ser felices ignorando aquello que nuestro cuerpo nos reclama. La
iniciadora de Juliette en la filosofía libertina, no podría congeniar con la moral epicúrea, no
solo por exhortarnos a ignorar los llamados del cuerpo, sino por el hecho de haber pasado por
alto la total determinación en la que nos encontramos inmersos. Como ya vimos en el
apartado sobre el atomismo, que opera fuertemente en el pensamiento de la libertina, el ser
humano se encuentra determinado por la gran maquinaria de la naturaleza. Ignorar cualquier
tipo de deseo, no puede llevarnos más que a la infelicidad. Nuestras acciones forman parte de
un enorme entramado de causas y efectos, del que no podemos escapar. Por esto mismo, tanto
la moral como la ontología epicúrea, resultan incompatibles con la filosofía que formó a
Juliette.

15
Llegados a este punto, y como bien hemos anticipado, el pensamiento estoico es el que mejor
se adecúa a las exigencias filosóficas de la moral libertina, pero, como podemos sospechar, no
puede hacerlo totalmente. El determinismo al que se encuentra sometido el ser humano, según
los estoicos, está en consonancia con lo propuesto por Delbène. Las perturbaciones que sufre
la humanidad durante su vida, no depende de factores externos, sino que es provocada por el
mismo ser que las sufre y las juzga erróneamente. Los prejuicios que atormentan al ser
humano son, en gran parte, los causantes de este sufrimiento, tomando la forma de
sentimientos antinaturales, como lo son el arrepentimiento y el remordimiento. Estos
sentimientos son causados por la imposición convencional de leyes que reflejan la cobardía
humana de no aceptar lo que desea. Estos prejuicios son los que determinan qué es lo bueno y
lo malo, algo que no es compatible con las leyes eternas y necesarias de la naturaleza. Pero
entonces, ¿en qué punto no estaría de acuerdo el estoicismo con la filosofía de Delbène?

Los estoicos, conscientes del determinismo natural al que se encontraban sometidos,


establecieron que la libertad humana se daba en el ámbito de la razón. Es decir, el hogar del
sufrimiento, de lo bueno y lo malo, se hallaba en la parte mejor y más perfecta del ser
humano, aquella que dota de sentido a todas las acciones. De esta manera, todas sus acciones
deberían estar acompañadas por una aceptación del destino y de los instintos naturales. Pero
en algún punto, la filosofía estoica perdió el rumbo y sucumbió al vértigo provocado por esta
absoluta aceptación de los designios de la naturaleza (visto desde los ojos de la moral
delebeniana) y determinó que las acciones buenas serán las que favorezcan la conservación de
la especie humana. ¿Es esto lo que moviliza a la naturaleza? ¿La conservación estable de un
estado de cosas? Delbène responderá rotundamente: no.

Hallamos entonces, el punto de separación entre estas dos doctrinas: la interpretación de los
deseos y de la finalidad de la naturaleza. Esta diferencia colocará al ser humano de un lado o
del otro del tablero. Según Delbène, nuestros deseos nunca podrían contradecir a los de la
naturaleza. Entonces, ¿cómo podemos explicar nuestro impulso de eliminar a aquél que nos
ofende? Eso atentaría en contra de la conservación de la especie humana, mas no la del curso
natural de las cosas. Para Delbène, la conciencia es el producto de nuestra formación e
inculcación de prejuicios, por parte de la comunidad social en la que nacemos. Las

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prohibiciones y limitaciones de nuestras acciones son totalmente artificiales y deben ser
descartadas de inmediato. Si todo ocurre necesariamente, atentan sólo en nuestra contra
aquellos preceptos que mortifican el pensamiento, luego de haber cometido alguna acción no
aceptada por la sociedad; por más que hayan perjudicado a la conservación de nuestra especie.

“Pero si quisiéramos convencernos de que este sistema de libertad es una quimera, y que una
fuerza más poderosa que nosotros nos empuja a todo lo que hacemos, si quisiésemos
convencernos de que todo es útil en el mundo, y que el crimen del que nos arrepentimos se ha
hecho para la naturaleza tan necesario como la guerra, la peste o el hambre con las que ella
asola periódicamente a los imperios, nos sentiríamos infinitamente más tranquilos acerca de
todas las acciones de nuestra vida, y ni siquiera concebiríamos el remordimiento...”8

El hombre es impulsado naturalmente al crimen, de lo contrario, no sentiría la necesidad de


cometerlo. Por lo tanto, los deseos de la naturaleza, si es que tiene alguno, deberán ser otros
que los propuestos por el estoicismo. Elegir el bien o el mal, no tiene ningún sentido para el
humano, la naturaleza es la que decide y aquél es el que sufre por ello con su conciencia
deformada y equívoca. Nuestra inclinación hacia un placer u otro depende de nuestra
conformación física, del ordenamiento de átomos que conforman nuestro organismo natural.
La sabiduría del hombre consistirá en dejarse llevar por sus vicios, sean los que sean, ya que
éstos son el mecanismo que utiliza la naturaleza, para transmitir su movimiento. El principio
de la vida se encuentra en nuestros impulsos eléctricos, causantes de nuestro placer y
felicidad. Entregarnos a ellos y disfrutarlos es la actitud más acorde con la naturaleza y con
nuestra felicidad.

No todos los seres humanos disfrutan de los mismos placeres, difieren entre una persona y
otra. Cada una representa un eslabón de la gran cadena de acontecimientos que es la
naturaleza. Delbène interpreta que la naturaleza goza al ser ultrajada, violada y destruida, pues
a ello le siguen los sentimientos más potentes que ella puede ofrecer. La naturaleza oscila
entre el caos y la organización material, no hay una cosa sin la otra, y no hay naturaleza sin
aquellas dos. Lo único que podría ofenderla es la quietud, por eso no podemos prolongarla

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Sade, D. A. F.. (2009). Primera Parte. En Juliette o las prosperidades del vicio(10). Barcelona:
Tusquets.

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mucho tiempo sin ser destruidos por ella.

Bibliografía

Bayle, P. (2010). Diccionario Histórico y Crítico. Selección. Introducción, traducción y notas


de F. Bahr. Buenos Aires, El Cuenco de Plata.

Hadot, Pierre. (1998). ¿Qué es la filosofía antigua?. México: Fondo de cultura económica.

W.K.C. Guthrie. (1993). Historia de la Filosofía Griega Vol. 2. Madrid: Gredos.

Kalouche, F. (2001) “Apathea, and Becoming Chaos in Juliette” en Ethics of Destruction: The
Path Towards Multiplicity: the Cynics, Sade, and Nietzsche. New York: S. U. N. Y,

Le Brun, A. (2008). ​Sade. De pronto un bloque de abismo,​ traducción de Silvio Mattoni,


Buenos Aires: Cuenco de plata.

Sade, D. A. F. (2009). ​Juliette o las prosperidades del vicio,​ traducción de Pilar Calvo,
Barcelona: Tusquets.

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