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El pensamiento permite materializar nuestros ideales dentro de los marcos de la

realidad. Esto no es porque el pensamiento haga aparecer de la nada la materia


sólo con desearlo sino porque nuestra actividad neuronal nos permite imaginar
escenarios hipotéticos basados en nuestros conocimientos teóricos y empíricos.
Imaginamos una cosa y al realizar la acción imprimimos una copia de nuestro
pensamiento en el mundo material.
En la composición del sistema nervioso la actividad neuronal es la esencia de su
estructura. El contacto con el mundo material ocurre en las terminaciones nerviosas
que son sensibles a una forma específica de manifestación de la energía física y la
materia, los órganos de los sentidos, pero los receptores de estos necesitan
convertir esa forma de manifestación en otra adecuada que le permita al sistema
nervioso enviar la información necesaria a las neuronas y así el cerebro en su
conjunto interprete lo que sucede, para ello los receptores transforman los distintos
tipos de manifestación en una forma específica: impulsos bioeléctricos que viajan
por el sistema nervioso hacia el cerebro y le permiten a las neuronas comunicarse
entre sí y con el resto del sistema, en el campo neuronal a este proceso se le llama
transducción.
Tomemos como ejemplo el mecanismo del ojo. Cuando los receptores visuales del
ojo son expuestos a la luz los pigmentos visuales de las células receptoras de la
retina modifican su estructura molecular, los conos (células fotosensibles) perciben
la luz roja, la azul y la verde, por lo que el rango de colores del espectro visual del
ojo humano se encuentra delimitado a un número finito de combinaciones; cuando
estas células son excitadas emprenden un proceso que tiene por fin transformar el
estímulo en una señal eléctrica que se comunique con el cerebro y este interprete
el color, pero cuando la intensidad de la luz aumenta la actividad de las células
fotoreceptoras también lo hace proporcionalmente, sin embargo, aunque la
intensidad de la luz aumente progresivamente la velocidad con que las células
encuentran su límite en la producción de impulsos eléctricos se encuentra en los
intervalos mínimos de tiempo que necesita la misma para producir un nuevo impulso
eléctrico después del anterior. Este número de impulsos eléctricos interpretando el
color alcanza sus valores máximos cuando la intensidad de la luz somete hasta los
límites de sus capacidades físicas a los conos para después obtener valores
estables, como cuando despertamos después de dormir: primero la luz nos
deslumbra alcanzando los valores máximos de impulsos eléctricos para después
estabilizarse y permitir adaptarnos a la luz. Es por ello que los cambios lentos de
intensidad lumínica pasan desapercibidos mientras que los bruscos son tan
notorios. Los cambios lentos en la luminosidad del día los percibimos como herencia
adaptativa a través de la sombra: nos ayuda a identificar de manera instintiva
amenazas no advertidas y a intuir el movimiento del Sol y la Tierra.
Cuando la luz choca con determinado objeto su velocidad se modifica y comienza
a viajar en forma de onda en una frecuencia particular permitiendo la manifestación
del color. Caben un par de precisiones:
En su materialidad la “radiación electromagnética” se manifiesta en una de sus
formas en la “luz visible”, es decir, la región del espectro electromagnético que el
ojo es capaz de percibir gracias a los fotones, una partícula elemental para el
fenómeno electromagnético. Cuando los fotones se desplazan de un punto a otro y
chocan con objetos concretos revelan su carácter dual: se comportan como una
partícula cuando en la interacción transfieren energía pero al mismo tiempo se
comporta como onda cuando se manifiestan los fenómenos luminosos permitiendo
percibir el color.
La radiación electromagnética es esencia en tanto permite explicar la naturaleza del
de la luz y por tanto del color, pero se considera como fenómeno cuando se le
disecciona en la actividad social de la academia, en la investigación. Se encuentra
entonces una de sus formas en la luz y su contenido en la naturaleza de los fotones,
lo primero resulta evidente y necesario para la actividad social más apremiante:
sobrevivir, pero los fotones, el contenido, pasan inadvertidos para el sentido común
(de lo consciente), no se piensa en ellos, pero al ojo no le pasan de largo, así el
contenido se pone en contacto con un objeto concreto: el ojo, y a través de sus
mecanismos neurales particulares interpreta el fenómeno concreto de la radiación
electromagnética en su forma de luz gracias a la velocidad de la onda particular de
movimiento de los fotones. Los pigmentos de los conos se excitan con la onda de
luz que llega hasta ellos y producen sendos impulsos eléctricos que se deben enviar
al cerebro mediante sinapsis a través de neurotransmisores químicos alojados en
el sistema nervioso.
Así, un fenómeno concreto transmuta en abstracción. Esta ambivalencia tiene
sentido una vez que se establece una clara distinción en su aplicación: lo abstracto
sólo es posible en el pensamiento, en la actividad neuronal humana, en lo artificial.
El pensamiento dialéctico, por antonomasia, la lógica dialéctica no se entiende en
su totalidad sino buscando sus causas materiales particulares: la actividad neuronal.

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