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La mente no es un recipiente para ser llenado,

sino un fuego para ser encendido


(οὐ γὰρ ὡς ἀγγεῖον ὁ νοῦς ἀποπληρώσεως
ἀλλ᾿ ὑπεκκαύματος μόνον ὥσπερ ὕλη δεῖται)

Plutarco
Índice de contenidos

Introducción p. 1
Selección de textos latinos traducidos:
Secciones I a VIII del capítulo II de la obra Eukleria: Una rápida y p. 5

específica descripción de mi vida pasada desde mis tiernos años, en los que me

consagré a la piedad y me entregué a las lenguas, a las artes y a las ciencias.

Secciones I a XIV de la obra ¿Es conveniente el estudio de las letras para una p. 11

mujer cristiana?
Algunas cartas sobre el mismo asunto entre la excelentísima doncella Anna p. 21
María van Schurman y el señor André Rivet, doctor en teología: Al
ilustrísimo señor Dr. André Rivet

Carta de André Rivet a la excelentísima y eruditísima doncella p. 23


Anna María van Schurman

A la nobilísima Dorothy Moor le manda muchos saludos Anna María van p. 25


Schurman

Bibliografía consultada p. 28
Anexo con el texto latino p. 30
Introducción
A lo largo de la historia las mujeres, con frecuencia, han sido apartadas de
cualquier tipo de vida intelectual y consideradas indignas de reconocimiento alguno por
sus capacidades. A pesar de todo, conocemos ejemplos de no pocas mujeres que
supieron enfrentarse las trabas impuestas por su sociedad, que fueron un ejemplo de
dedicación y de superación para otras en su tiempo, y deben serlo para nosotras aún hoy
día. Entre ellas destaca la figura de Anna María van Schurman (1607-1678), llamada
por sus coetáneos como la Décima Musa, a la que hemos dedicado este Trabajo de Fin
de Grado.

Anna María van Schurman nació en el seno de una familia calvinista en Colonia
(Alemania), aunque pasó la mayor parte de su vida en Utrecht (Países Bajos) 1. Fue
educada en casa junto a sus dos hermanos mayores bajo la tutela de su padre, quien
siempre fue consciente de su potencial. Estudió poesía, filosofía y lenguas, llegando a
dominar el francés, el latín, el griego, el hebreo (en los cuales redactó parte de su
correspondencia), el amhárico2 (sobre el que escribió una gramática), incluso el caldeo
el
árabe o el siríaco3; además, practicó varias disciplinas artísticas, como el grabado, el
recorte de papel4 o la pintura.
Ya desde su adolescencia, comenzó a destacar despertando la curiosidad de
eruditos y de personas pertenecientes al mundo literario. Anna Roemer 5 le dedicó una
alabanza por su conocimiento del latín y del griego, además de por su caligrafía,

1 Tuvieron que marcharse de Colonia debido a la imposición del catolicismo en Alemania y al aumento
de las tensiones entre católicos y protestantes antes de la Guerra de los Treinta Años (1618-1648).
2 El amhárico es la lengua oficial de Etiopía (cf. D. Appleyard, 1995, p. 3).
3 El siríaco era un dialecto del arameo hablado por los asirios en el norte de Mesopotamia y
particularmente alrededor de la ciudad de Edesa (siglo I d.C.). Tenía una escritura propia y se escribía de
derecha a izquierda (cf. B. H. Cowper, 1863, p. 75-87).
4 Algunas de sus creaciones, de asombrosa complejidad, están expuestas en el museo de Franeker en
Holanda, (cf. J. L. Irwin, 1998, p. 6).
5 Anna Roemer Visscher (1584-1651) nació en los Países Bajos y fue instruida en
lenguas, caligrafía, dibujo, pintura, bordado y grabado en vidrio entre otros.

1
bordado, dibujo y habilidades musicales. En 1636 Gisberto Boecio 6 le pidió que
escribiera unos poemas para la inauguración de la Academia de Utrecht, los cuales leyó
desde un palco que le impedía ser vista por los estudiantes masculinos, convirtiéndose
así, aunque no oficialmente, en la primera estudiante en una universidad alemana. Cabe
destacar también que fue visitada por la reina María de Gonzaga de Polonia y por
Cristina de Suecia (1654) en Ultrecht, y que mantuvo correspondencia también con la
Princesa Isabel de Bohemia y del Palatinado 7 y con Descartes, quien incluso llegó a
visitarla en Ultrecht en 1640.

Publicó su famoso tratado, titulado Num foeminae Christianae conveniat


studium litterarum?8, en París en 1638, dedicado a André Rivet y cuya parcial
traducción se encuentra en este trabajo. Posteriormente, vio la luz también en Leiden
(1641) y en Londres (1659), junto con la correspondencia con Rivet sobre este asunto.
Al año siguiente publicaría, tanto en latín como en alemán, su obra De vitae termino, en
la que intentaba dar una respuesta al debate de si la medicina puede alargar la vida o su
fin está determinado por Dios. Más tarde, en 1648, se publicó junto a sus trabajos
anteriores su correspondencia con otros intelectuales, en latín, griego, francés o hebreo,
junto con algunos poemas compuestos por ella misma, en una obra llamada Opuscula
hebraea, graeca, latina, gallica: Prosaica & Metrica.

Se alejó de la vida intelectual entre 1650 y la mitad de 1665, tal vez para
dedicarse de lleno a sus estudios o porque, tras la muerte de su madre, tuviera que
hacerse cargo de su casa ella misma, cuidando de sus tías ancianas.

Hacia el final de su vida, en 1673, compuso su última obra, Eukleria, la cual fue
concebida tanto como biografía, como apología de la comunidad Labadista9. Debido a
las amenazas de guerra en Altona, una vez más tuvo que trasladarse a los Países Bajos,
donde fallecería en el año 1678.

6 Gisberto Boecio (1589-1676) fue un teólogo calvinista holandés profesor de Anna María van
Schurman.
7 La Princesa Isabel de Bohemia y del Palatinado (1618-1680) fue una notable filósofa y religiosa
calvinista que llegó a relacionarse con personas destacadas de la época como Descartes o Labadie.
8 Reeditado en el año 1641 y traducido al francés en el 1646.
9 Sobre la relación de Anna María van Schurman con Jean de Labadie y su movimiento, cf. J. L. Irwin,
1998, p. 8.

2
Contenido del trabajo
El presente trabajo aborda la traducción de una selección de textos extraídos de
varias de las obras escritas en latín por Anna María van Schurman a lo largo de su vida,
así como de una pequeña parte de su correspondencia, también en latín. Se trata de
textos que nunca han sido traducidos al español, aunque sí existe una traducción inglesa
a la que hemos podido recurrir para dudas muy puntuales, sobre todo ante la dificultad
de entender los caracteres griegos utilizados en la obra original. Hemos seleccionado
aquellos fragmentos que, a nuestro parecer, nos permiten entrever cómo fue su vida
erudita, muy marcada por la religión, su relación con otras personas destacadas de su
época, así como su afán por defender el acceso de la mujer a los mismos estudios y a las
disciplinas artísticas a los que se entregó apasionadamente.

El trabajo comienza con la traducción de parte del capítulo II de su última obra,


Eukleria. Hemos seleccionado pasajes en los que recuerda el comienzo de sus estudios,
tanto en lenguas como en otras materias, y su ferviente inclinación hacia Dios desde una
temprana edad. En segundo lugar, hemos incluido la traducción de sus propios
argumentos a favor de la educación de la mujer, dentro del tratado que le dio fama en
toda Europa Num foeminae Christianae conveniat studium litterarum? Para finalizar
este trabajo, se presenta la traducción de dos cartas entre Anna María van Schurman y
André Rivet, con quien mantuvo una extensa correspondencia debatiendo sobre los
argumentos de su tratado, y una dirigida a Dorothy Moore. Por tanto, hemos intentado
ordenar los textos traducidos no según fueron compuestos sino de forma que, en cierto
modo, podamos recorrer su vida en orden cronológico, conociendo primero su infancia
y los primeros años de su adolescencia, siguiendo con su obra culmen ya siendo una
adulta reconocida, y terminando con las cartas de eruditos de su círculo sobre la misma.
La edición de los textos latinos las hemos obtenido de Opuscula hebraea,
graeca, latina, gallica: Prosaica & Metrica (edición de 1650) y de Eukleria seu
Melioris Partis Electio (edición de 1673). Todos pueden consultarse en el anexo al final
de este trabajo.

3
En cuanto a la traducción española que ofrecemos, podemos decir que hemos
tratado de seguir fielmente la organización y el léxico del texto latino, si bien algunas
expresiones han tenido que ser adaptadas para que se ajusten mejor a nuestra lengua. El
latín empleado por Anna María van Schurman sigue el modelo clásico, es culto y muy
correcto, por lo que no hemos encontrado ningún tipo de dificultad ni léxica, ni
sintáctica a la hora de realizar la traducción. Quizá cabe destacar que el latín de André
Rivet nos ha resultado algo más complicado de traducir debido a la gran cantidad
oraciones subordinadas que utiliza, recordándonos a veces a los discursos de Cicerón.

Nos ha parecido interesante acompañar el texto con algunas notas concretando


información que creemos que puede ser útil para su comprensión. Cuando ha sido
necesario citar bibliografía, hemos seguido el sistema de citas Harvard-Asociación
Americana de Psicología (Harvard-APA), cuyas pautas están disponibles en la página
web de la Biblioteca de la Universidad de Sevilla. Incluimos también, por último, la
relación de la bibliografía que ha sido consultada para la realización del presente
trabajo.

Finalmente, me gustaría añadir, ya en primera persona, que este trabajo me ha


servido para conocer en profundidad la figura de Anna María van Schurman, pues a lo
largo del grado nunca he traducido textos latinos escritos por ninguna mujer, y a otros
intelectuales de la época. He tenido que esforzarme con muchos pasajes, porque no he
tenido como base ninguna traducción al español que me facilitara la comprensión del
texto latino. Y esto ha contribuido mucho a mejorar mi método de traducir el latín. He
aprendido, por último, los rudimentos de la investigación: a buscar y citar bibliografía,
hacer uso de las bibliotecas y de los recursos disponibles, tanto en la Universidad, como
por Internet.

4
 SELECCIÓN DE TEXTOS LATINOS 

EUKLERIA

CAPÍTULO II
Una rápida y específica descripción de mi vida pasada desde mis tiernos años, en los
que me consagré a la Piedad y me entregué a las Lenguas, a las Artes y a las Ciencias.

I. Ahora, vuelvo a la comparación de mi condición presente con la pasada, y


también algún breve esbozo de mi vida, en la que medida en que éste debe servir a mi
proyecto. Ciertamente no negaré que sentí en lo profundo de mi corazón desde una
tierna edad algunos pequeños fuegos innatos de piedad, los cuales a lo largo del curso
de mi vida no fue difícil ver centellear a veces y estallar en algunas llamitas. Entre otros
ejemplos me viene a la mente uno, siendo yo una jovencita de casi cuatro años; en un
momento de recolección de algunas hierbas junto a una sirvienta, a la que se le había
encomendado este trabajo, me senté en la orilla de un riachuelo, y, aconsejada por ella,
recité de memoria la respuesta a la primera pregunta del Catecismo de Heidelberg, y a
las palabras: “pues no soy mía, sino que pertenezco a mi más fiel sirviente Jesucristo”,
mi corazón se llenó de tan gran y dulce alegría y de un sentimiento tan íntimo del amor
de Cristo, que todos los años sucesivos no pudieron jamás borrar el vivo recuerdo de ese
momento.

Y por añadir a este ejemplo otro parecido, recuerdo que tenía alrededor de once
años de edad, cuando por primera vez encontré una lectura de historia de los Mártires.
Ante la contemplación del ejemplo de tantos fieles sirvientes de Cristo y testigos de su
verdad, tan ardiente era el deseo de martirio que había invadido mi ánimo, que incluso

5
deseaba fervientemente cambiar la vida más dulce por tal gloriosa muerte. Y después,
durante toda mi vida, nada me pareció más indigno del nombre cristiano, ni más
intolerable que aquella mentalidad de Erasmo, a la que se refirió en sus escritos a Eck,
cuando reconocía que él no aspiraba a la gloria del martirio (ya que trascendía la esfera
de su ambición) y que no lo aprobaría para nadie.

Además, durante todo el curso de mi vida, anhelé con sinceridad y sin engaño la
verdadera práctica de la piedad, conforme al conocimiento ya entonces adquirido. Pero
lo pobre y lo incompleto que hubiera sido uno y otro, lo indicaré luego más
detalladamente. Aquí al menos de paso debo señalar, que, a pesar de que yo por encima
del vulgo y de la común costumbre y manera de la juventud de mi clase social y
condición, le confiara siempre el primer lugar a la piedad (como principal virtud). Con
todo, aquella no había sido aceptada casi por nadie como la principal prueba de mis
alabanzas; bien porque esta suprema virtud no fuese lo bastante conocida ni lo
suficientemente admirada por otros; bien porque no consideraban nada digno de
observación y celebración salvo lo que fuera excepcional en nuestro género y valorado
por ese motivo.

Así que voy a volver a estos estudios, que me volvieron célebre y feliz según el
juicio de casi todos; y no me separaré de su estima, salvo para contar la verdad del
asunto, ni prevaricaré con esta causa mía.

II. Así pues debo retroceder un poco hasta la primera escena de mi vida, y en
esta ocasión añadiré un fiel testimonio con gratitud filial a mis padres, porque intentaran
educar a sus hijos no sólo en los estudios humanísticos, sino también en la Piedad, en la
medida en que ellos la entendían. Este asunto además era hasta tal punto serio y celoso
que, como vivíamos en el campo, se preocuparon de que fuésemos instruidos desde
nuestra infancia por un excelente tutor. Con tal éxito que, yo, una niña de tan sólo tres
años (según me fue contado luego por otros) podía leer el alemán con precisión y
también recitar de memoria una parte del Catecismo. Reconozco que he tenido cierta
aptitud para aprender también por mi parte, o más bien gracias al propio Dios, creador
de la naturaleza. Pero para que nadie piense que yo he aspirado por iniciativa o por
elección propia a cosas demasiadas elevadas y extraordinarias, tengo que indicar aquí
aquellas que supusieron el comienzo de mis estudios, aunque se trate de una ocasión

6
totalmente insignificante. Cuando tenía alrededor de once años de edad (año 161810),
sucedió que mis hermanos (de los cuales uno me superaba en casi dos años, otro en
cuatro) eran ejercitados en la lengua latina y yo en la francesa por nuestro padre. No sé
por qué suceso o, mejor dicho, por qué divina providencia, sucedió que yo algunas
veces les corregía algunas cosas que habían pasado por alto. Por lo que a mi padre le dio
que pensar que yo podía ser instruida en las mismas letras con ellos. Y cuando él me
animó a comprender esto valerosamente y vio que yo seguía vivamente su deseo
(ciertamente no por otra cosa más que por el propio deseo de complacerle y obedecerle)
me inició a partir de ese momento en los estudios de las letras.

III. Con el fin de que no me hicieran desistir al principio los espinosos puntos de
la Gramática, mostró cierta prudencia, de forma que en lugar de aquellos me propuso al
filósofo Séneca (autor por el que fui deleitada de un modo asombroso) para que lo
leyera y lo explicara, diciendo que el águila no captura las moscas11. Luego a través del
juego, me enseñó sobre todo los elementos necesarios paseando en el jardín y en otras
partes, para que así digiriera con facilidad el hastío del amargor de los rudimentos de
estos estudios. Mientras, para que el encanto de un escritor pagano no dañara mi
cristiana piedad, combiné con su lectura la de las Sagradas Escrituras, como algo
moderado.

IV. En primer lugar, tengo que reconocer como un insigne favor de Dios para mí,
el que mis padres, preocupadísimos por el decoro y por la honestidad, me infundieran
desde temprana edad un gran temor por todos los autores y todas aquellas cosas que
pudieran desviar mi espíritu de la castidad y de la pureza virginal. Y yo, durante toda mi
vida, me he abstenido constantemente de la lectura de todos los libros de esta clase,
especialmente de los poetas tanto latinos como griegos, como de alguna pestilente
poción. Apenas he leído por completo de forma seria y cuidadosamente a algún otro,
excepto a Homero y a Virgilio, los cuales me había recomendado mi padre como sin
duda los principales de todos los poetas. En cambio, los abordé no sin gran selección. Y
si algunos escritos con argumentos mundanos o perturbados, incluso de autores muy
célebres (cuyos nombres me reservo aquí por su respeto), me eran ofrecidos, o no los
leí, o sólo a saltos, los probé con la punta de los labios. Ciertamente encontrarás hoy en

10 El original en latín fecha de la siguiente manera: 1618 años después del parto de la Virgen (a partu
Virginis 1618).
11 Proverbio de origen griego traducido al latín por Erasmo en su obra Chiliades adagiorum.

7
día a pocos que se merezcan aquella alabanza que alguien atribuyó no inmerecidamente
al poeta francés Bartas12: que no le ensuciasen su corona de laurel con algún verso
licencioso, como una hoja podrida.

V. Se añade también este mérito de mi singular educación, el de que, hasta que


no tuve siete años, mis padres no me enviaran a una escuela francesa durante dos meses,
para que así recibiera un poco de la corrupción de los juegos de los niños y del contacto
con imprudentes palabras, que fácilmente se imprimen en las tiernas memorias, como
tablas en blanco. A ellos les agradó más que aprendiera en casa junto a mis hermanos de
preceptores el arte de la aritmética y de escribir, y música, tanto instrumental como
vocal, y que empleara mi tiempo libre en varios tipos de artes (hacia los que mi ingenio
me dirigía naturalmente) y que combinara los estudios más serios con este condimento
más agradable, por así decirlo. No parecía que hubiese que censurar esta instrucción,
puesto que luego también me mantendría alejada de vanas compañías, de las agotadoras
diversiones y los adornos de las niñas mundanas, excepto que, a una edad ya más
avanzada, y dotada por naturaleza para cosas mejores, complaciera en exceso a este
impulso de la naturaleza e hiciera grandes tonterías con gran intensidad. Pero realmente
apenas hay alguien que, cuando se esfuerza por complacerse a sí mismo y a los otros en
el mundo, haga uso de algo rectamente o con moderación; pero cuanto más noble y
excepcional es este regalo, tanto más fácil y nocivo es su abuso.

VI. No negaré que el talento artístico debe incluirse entre los regalos de Dios y
las propias artes, las cuales se atribuyen al propio espíritu de Dios como autor; en
Éxodo 31, por ejemplo, cuando se dice que Bezalel y Oholiab son capaces y diestros
haciendo cualquier tipo de trabajo. Pero su uso en ese momento estaba al servicio del
culto externo e infantil de los judíos, de donde tomaba su valor. Entre tanto a menudo
me he preguntado sobre el lugar que debe ocupar mi estudio de las artes y mi talento
proclive hacia una insigne variedad, el cual, incluso desde mi infancia, se mostró de
muchas formas, hasta tal punto que cuando era una chiquilla de casi seis años, sin
ningún ejemplo corté unos trazos y figuras de papelitos que estaban a mi alcance con
una tijerita, tan hábilmente que casi nadie, incluso de entre amigos adultos, se pudo
encontrar que lo intentara con similar éxito. Luego, cuatro años después, aprendí en tres
horas el arte del bordado, admirándose todos, después de que pasase unas pocas

12 Guillaume de Saluste du Bartas (1544-1590) fue un poeta francés famoso por su obra La Semaine ou
la création du monde (1578), traducida a casi todas las lenguas europeas.

8
semanas delineando florecillas con plomo español. Por no decir nada sobre las
disciplinas artísticas más nobles, a las que, tras la muerte de mi padre, sin ningún
maestro me apliqué en soledad con diversos materiales. Sin embargo, no debería
atreverme a mencionar estas cosas, para que no parezca que traspaso todas las leyes de
la modestia, salvo porque creo que en estas hubo más vanidad que verdadera razón para
la alabanza. Pues si creemos al Filósofo, nadie es merecedor de alabanzas por sus
habilidades innatas, y nadie suele alabarlas como virtud13.

VII. Ciertamente confieso que algunas veces, cuando pintaba florecillas e


insectos con acuarela (que parece un tipo de pintura más simple o inocente que los
demás), mi ánimo no estaba menos ocupado con pensamientos celestiales que mi mano
con el ejercicio terrenal; pero, a veces, también esto mismo ocupaba de tal forma toda
mi mente y mi propio corazón con nuevos descubrimientos, que no pude contemplar y
apreciar a Dios, en sí mismo o en sus criaturas, pero fácil y sólidamente; cosa que podía
demostrarme la vanidad de este arte claramente. Pero puesto que ahora para que yo
demuestre que mis juegos han tenido algo de valor para el mundo, y que se vea que yo
he abandonado algo por causa de Dios, y para que no oculte en el silencio algo de mi
antigua felicidad, conviene que ofrezca aquí uno o dos ejemplos de mi predicado arte.
Ciertamente en primer lugar, el de las tres figuras que esculpí en madera de boj con un
cuchillo común (pues no había otro tipo de instrumento, ni la ayuda o consejo de un
maestro); una (era una figura) de mi queridísima madre, otra de mí misma y una tercera
de mi único hermano14, sobre las cuales, cuando mi hermano le mostró esta última al
famosísimo pintor Honthorst15, afirmó seriamente que el precio no podía ser menor de
mil florines. El otro al que me está permitido referirme aquí es, o más bien fue, una
imagen de cera de mí misma que había pintado mirándome en un espejo, y a la que
ciertamente no había dedicado treinta años, cuantos había empleado Alberto Magno en
su estatua habladora16, sino al menos treinta días, aun cuando hubiese en aquel arte
13 Aristóteles, Ética Nicomáquea, 2.1 (1103a, 18-25).
14 Anteriormente la autora cita que comenzó su educación con sus dos hermanos, uno de los cuales murió
a temprana edad.
15 Gerard van Honthorst (1590-1656) fue un pintor de la cofradía de pintores de Ultrecht. Retrató a
Federico Enrique de Orange-Nassau y a su hijo Guillermo II, a quien tuteló André Rivet, como este
mismo cuenta en la carta aquí traducida (cf. página 24 de este trabajo).
16 Alberto Magno (1206-1280) fue un obispo y rector, además de ser considerado una autoridad en física,
geografía, astronomía, mineralogía, química y biología. Hay una estatua suya en la Universidad de
Colonia (cf. Albert the Great en Thurston, H. S. & Attwater, D. 1990, pp. 345-347).

9
muchas cosas por descubrir para mí, que no podía aprenderlas de nadie. Los ojos
imitaban a los míos no sólo en la pequeña forma, sino por el vivo brillo y la redondez de
la pupila, cuando la caja se volvía rápidamente, parecían que se volvían por sí solos. Los
cabellos de cera estaban pegados a la cabeza por sus delicadísimos extremos, de modo
que (según parecía) la adornaban así con pequeñas guirnaldas que volaban libremente.
Y lo más difícil de todas las cosas, fueron las pestañas de finísimos pelos, que como a
un vallado erecto, fortalecí con insistente trabajo. Y (por añadir una cosa sobre la
vanidad de su adorno) las piedrecitas que rodeaban su cuello tan artificiosamente
imitaban la naturaleza (por un nuevo descubrimiento mío), que con dificultad inspiraba
confianza si yo defendía lo contrario. Y no por otro motivo que, para distinguir el arte
de la naturaleza, perforé a una de éstas con una horquilla del pelo (puesto que la
insegura condesa de Nassau me lo pidió).

VIII. Pero ¿qué beneficio busco realmente con esto? A no ser que por la pérdida
de ese precioso tiempo comprara la penitencia, que después me siguió por su caída y
destrucción. Pues luego, una de mis tías maternas, mientras la examinaba con ojos
curiosos, permitió que esta se le cayera de su descuidada mano. Yo había inscrito estos
versitos en su margen:

No es mi propósito reírme del destino humano

o esculpir mi rostro en bronces.

¡He aquí mi imagen que represento con cera!

Ciertamente la entrego a un material frágil para que se pierda dentro de poco.

Había representado esta imagen de mi vida (como solemos mostrar la propia


vida) no para que desapareciera o se rompiera, sino como frágil, esto es, permaneciendo
frágil y, no obstante, por eso, permanente; de forma que, por su ruptura, como por
alguna desgracia poco grave y de improviso, no me perturbé nada. Lo que demuestra
que, en cierto modo, me había unido ridículamente a una cosa sin valor, la cual
ciertamente solo era una sombra de mí misma, como yo misma sólo soy el sueño de una
sombra, como elegantemente el Poeta describió al hombre: el hombre es un sueño de la

10
oscuridad17; en esto no difiere de la reflexión de las palabras del Salmista, con las que
compara por la vida de los mortales, con un sueño y un pensamiento, o como otros lo
traducen, comparando aquella a un Sermón.

Un problema práctico, de Anna María van Schurman:


Al reverendo e ilustrísimo teólogo, D. André Rivet.

¿Es conveniente el estudio de las letras para una mujer cristiana?

Nosotros intentaremos defender la respuesta afirmativa.

Avanzamos estas suposiciones, en primer lugar, sobre la parte del sujeto; luego
también sobre el predicado. Todos los términos del sujeto están exentos de ambigüedad,
pues cuando digo una mujer “cristiana”, entiendo por tal de profesión y del propio
asunto.

En primer lugar, las palabras del predicado son “estudio de las letras”. El
“estudio”, digo (para omitir sus otros significados), aquí se entiende como la diligencia
y la gozosa aplicación de la mente. Con la palabra “letras” nos referimos al
conocimiento de las letras y de la historia, a todas las disciplinas, no solo a las
superiores, a las que llaman facultades, sino también a las inferiores, a las que llaman
ciencias filosóficas. Excluimos a la Escritura Teológica, propiamente así llamada,
puesto que establecemos que esta es conveniente para todos los cristianos más allá de la
controversia.

En segundo lugar, aparece el término “conveniente”, es decir, ¿acaso es


ventajoso, apropiado y decoroso?

Así, tras diferenciar los términos, han de ser matizados los propios asuntos.
Algunas de entre las mujeres son ingeniosas, otras ciertamente más tontas; a su vez,
unas son pobres, otras más ricas; y finalmente, unas más entregadas a los negocios o a
las preocupaciones domésticas y otras menos. Los estudios de las letras están divididos
17 Píndaro. Frase extraída de su obra Píticas, VIII, vv. 96-97. La traducción inglesa (Irwin, L. J. 1998)
comete aquí un error al atribuírsela a Eurípides.

11
bien en universales, cuando trabajamos en todas las disciplinas al mismo tiempo; o bien
en particulares, cuando aprendemos una sola lengua o ciencia con cierta facilidad.

Tratemos sobre las limitaciones

En primer lugar, respecto al propio sujeto, que nuestra mujer esté al menos
provista de un ingenio mediocre y que no sea totalmente una inepta para aprender 18. En
segundo lugar, que sea instruida con los medios necesarios y que la limitada riqueza de
la casa no le sea en absoluto un obstáculo. Excepción que añado aquí, porque esta suerte
le toca a unas pocas, que tengan unos padres que quieran o puedan educarlas ellos
mismos19: y excepto con costes, en este país no es posible contratar los servicios de los
preceptores. En tercer lugar, sea tal que le esté permitido de vez en cuando estar libre de
una vocación general o específica y sobre todo de los ejercicios de devoción o de las
obligaciones familiares. Lo cual, si sigue fácilmente, proporcionará en parte en la
infancia inmunidad y libertad de preocupaciones y de responsabilidades: en parte, en
una edad más avanzada ya el celibato, ya el servicio de sirvientas, que también suelen
liberar a las matronas más ricas de gran parte de las ocupaciones domésticas. En cuarto
lugar, que su meta sea no una gloria vanidosa ni la ostentación; o una cierta curiosidad
sin provecho; sino que, sobre todo la meta general, la gloria de Dios y la salvación de su
alma, para que tanto ella misma llegue a ser mucho mejor y más feliz, como para que
instruya y dirija a su familia (si esta tarea le incumbiese a ella); además le sería útil
también a todo su Género, todo lo que pudiera hacerlo.

Limitaciones del predicado

Limito el estudio de las letras de tal modo que creo que todas las honorables
disciplinas o el universal conjunto de las artes y de las ciencias 4, como las llaman,

18 Nota marginal de Anna María van Schurman en el texto latino: “sobre la instrucción de las niñas, que
son enseñadas en parte entre los ricos fuera de casa, en parte en casa, que se lea Liv lib. 3, Plin. Epist 17,
lib.1, Athen. Lib 1, Plut. Lib. De Educ. liber, Gordia 1 15 de negot gest, Forner ad Cassiod”.
19 Alusión a ella misma y a sus hermanos que fueron educados por su padre.

12
convienen a una mujer Cristiana (en tanto que es un bien o adorno propio y universal de
una persona): pero de forma que según la dignidad y la naturaleza de le ciencia o del
arte, y también según la capacidad y la fortuna de la niña o de la mujer cada cosa se
aprende según su orden, lugar y tiempo y están unidas convenientemente. En primer
lugar, que se tengan en cuenta estas ciencias o artes, que tienen una conexión próxima
con la teología y con las virtudes morales, y se les proporcionen a ellas en primer lugar.
Consideramos que la gramática, la lógica y la retórica están en esta clase; sin embargo,
en cuanto a la lógica, a la que alguien nombró claramente como la llave de todas las
ciencias, está entre las principales: luego la física, la metafísica, la historia y las demás,
y el conocimiento de las lenguas, principalmente hebrea y griega: las cuales, todas,
pueden guiarnos hacia una comprensión más fácil y completa de las Sagradas Escrituras
(por no decir nada sobre otros autores). Naturalmente las demás, como las matemáticas
(a las que se refiere también la música), la poesía, la pintura y las restantes similares,
deben ser adquiridas como artes liberales, egregios adornos o un tipo de deleite.
Finalmente, no alentamos precisamente a aquellos estudios que están orientados a la
práctica de la jurisprudencia o de asuntos militares, al arte de hablar en la iglesia, en la
corte o en una escuela, pues son menos esenciales o necesarios. Entretanto, sin
embargo, de ningún modo admitimos que una mujer sea excluida de la escolástica o de
la teórica (así es lícito decirlo) de estas cosas, menos aún, por encima de otros estudios,
del conocimiento de la más noble disciplina política.

Definimos la expresión “que conviene” o que es ventajoso el estudio de las


letras, no como apropiado, o como un requisito categóricamente necesario para la
salvación eterna: ni ciertamente como un bien que crea la esencia misma de la felicidad
de esta vida, sino como una ocupación o un medio que puede contribuir a una mayor
integridad en la misma: y, además, a través de la contemplación más hermosa de las
cosas llevarnos mucho más fácilmente hacia el amor de Dios y la salvación eterna.

Por tanto, que esta sea nuestra tesis: el estudio de las letras es conveniente para
una mujer cristiana. Para consolidar lo cual, presentamos estos argumentos; en primer
lugar, hablaremos de la parte del Sujeto: luego también, del Predicado.

I. Argumento sobre el propio sujeto

13
A cualquiera que le hayan sido otorgados por naturaleza unos principios o las
facultades de los principios de todas las artes y las ciencias, le convienen todas las artes
y ciencias. Pero a las mujeres les son otorgados por naturaleza los principios o
facultades de los principios de todas las artes y las ciencias. Por tanto, a las mujeres les
convienen todas las artes y las ciencias.

Esta “proposición” está probada: puesto que le convienen los principios o


facultades de los principios, le conviene el conocimiento de las conclusiones, que se
obtienen por su naturaleza a partir de estos principios.

Esta asunción puede ser probada, tanto por lo apropiado de la forma de este
Sujeto o de la razón humana, como por los propios actos o efectos si ciertamente es
evidente que las mujeres aprenden cualquier tipo de arte y ciencia por su actividad: y
realmente ninguna actividad puede existir sin principios.

II. Argumento sobre lo apropiado del sujeto

A quien por naturaleza tiene un deseo de las ciencias y de las artes, le convienen
las artes y las ciencias: pues bien, las mujeres por naturaleza tienen un deseo de las
ciencias y de las artes. Por tanto, la razón del mayor argumento es evidente, puesto que
la Naturaleza no hace nada en vano.

El argumento menor está probado, puesto que lo que pertenece a toda la especie
humana también pertenece a individuos particulares. Pero todo hombre (como un
filósofo estableció manifiestamente en Metafísica, libro I, capítulo 220), desea saber por
naturaleza.

III. Argumento sobre o externamente

A cualquiera al que Dios haya creado con un rostro elevado y levantado hacia el
cielo, le conviene la contemplación y el conocimiento de las cosas elevadas. Pero Dios
creó a la mujer con un rostro elevado y levantado hacia el cielo. Por lo que, “mientras
que otros animales inclinados miran al suelo, él dio al hombre un rostro elevado…”21

20 Se refiere a Aristóteles.
21 Se refiere a las Metamorfosis de Ovidio (libro I versos 85 – 86).

14
IV. Argumento
A cualquiera que tiene necesidad de una sólida y continua ocupación
principalmente, le conviene el estudio de las letras. Pues bien, la mujer tiene necesidad
de una sólida e ininterrumpida ocupación. Por lo que:
La consecuencia del mayor argumento está probada: puesto que igualmente nada
dirige todos los movimientos del alma a sí misma y (como dice el gran Erasmo) 22 nada
ocupa el corazón de una niña como el estudio: en donde, como en un refugio, en
cualquier ocasión le estará permitido huir a él.
El menor está probado por esta doble razón:
1. Cualquiera que esté en mayor peligro de vanidad por la debilidad o la
inconstancia del intelecto o del temperamento y por las innumerables tentaciones del
mundo, tiene necesidad de una sólida y continua ocupación. Entonces por la debilidad de
la mujer etc., por consiguiente: de nuevo puede probarse el mayor argumento: puesto que
los contrarios se preocupan excelentemente de los contrarios: y nada se opone más
eficazmente a la vanidad que una seria y continua ocupación.
Creemos que el menor argumento está fuera de controversia, puesto que
difícilmente alguna virtud, aunque heroica, podría vencer a las Sirenas del mundo y de
la juventud, a no ser que estuviese ocupada con asuntos serios y sólidos.
2. La razón por la que la suposición o el argumento menor IV está probada:
Cualquiera que tenga abundancia de ocio, esté tiene necesidad de una sólida y
continua ocupación: entonces las mujeres, a las que la suerte les es más espléndida, sobre
todo tienen abundancia de ocio. Por lo que… de nuevo está probada la consecuencia del
mayor argumento: I. Puesto que el ocio por sí mismo es tedioso, incluso pesado; como
dijo San Nacianceno23 con razón es mejor la acción que la inacción. II. Porque que los
ocios producen vicios, pues los hombres, estando ociosos, aprenden a hacer el mal.

V. Argumento

22 Nota marginal de Anna María van Schurman en el texto latino: “en la carta a Budé, donde habla sobre
la formación de las hijas de Tomás More, Correspondencia de Erasmo (Cartas 1122 a 1251 y desde 1520
a 1521)”.
23 San Nacianceno (329-389) fue uno de los padres de Capadocia que participó en el Concilio de
Constantinopla de 381. Entró en la vida monástica, pero fue presionado para ser sacerdote y ordenado
contra su voluntad.

15
A quien le toca una vida más tranquila y libre, le conviene el estudio de las
Letras. Entonces por regla general a las mujeres les toca una vida más tranquila y libre.
Por lo que a las mujeres les conviene generalmente el estudio de las Letras.
La razón de mayor argumento es manifiesta, puesto que nada es tan favorable
para los estudios como la tranquilidad y la libertad.
Probamos el menor con este argumento: a cualquiera que, sobre todo, le toque
dedicarse a sí mismo y estar libre de preocupaciones y de asuntos públicos, corresponde
una vida más tranquila y libre: entonces a la mujer (sobre todo estando soltera) le
corresponde esta lo más libre posible, etc, por lo que:

VI. Argumento
A quien le convenga el estudio de las principales ciencias, también le conviene
el estudio de las ciencias instrumentales o auxiliares.
Entonces a la mujer cristiana le conviene el estudio de las ciencias principales y
restantes, por lo que:
la consecuencia del argumento mayor es válida, puesto que al que el fin le
conviene, también le convienen los medios legítimos con los que seamos guiados para
alcanzar este fin más fácilmente: pero las ciencias instrumentales o auxiliares son
medios legítimos, etc., por lo que…
El menor argumento se prueba dado que a la mujer cristiana le conviene el
estudio, o la asidua y seria meditación de la palabra divina, el conocimiento de Dios, y
la reflexión de su obra más hermosa, porque estas cosas conciernen por igual a todos los
cristianos. El estudio de las letras le conviene a cualquiera que deba buscar un
entretenimiento en casa consigo mismo antes que fuera con otro: entonces a una mujer
le conviene estar en casa consigo misma antes que afuera con otros etc. Por lo que…
El mayor argumento es muy veraz, puesto que los estudios poseen esta
prerrogativa, que siempre proporcionan deleite al compañero, aunque por lo demás no
se tengan otros compañeros: por esto se dice tanto el sabio proverbio griego, el auto
conocimiento es también auto experiencia.
La razón del menor argumento no es en nada más incierta; puesto que el Apóstol
quiere que las mujeres estén al cuidado de la casa (Tito 2.5). Luego, está demostrado
por la experiencia que aquellas cuyas lenguas, orejas y ojos suelen viajar más a menudo
y acechar las delicias del exterior, tienen su fe, diligencia e incluso su castidad puestas
en duda por la mayoría.

16
VII. Argumento sobre el tipo de Predicado y de la ciencia
Al que le conviene toda virtud en general, también le convienen las artes y las
ciencias: entonces a la Mujer le conviene toda virtud en general. Por lo que a la mujer
le convienen las ciencias y las artes.
El mayor argumento está a disposición de la división de la virtud, en la
intelectual y en la moral, bajo la que, sobre todo la primera, las artes y las ciencias
incluyó el Filósofo24.
El menor argumento no tiene necesidad de aprobación, ya que la virtud (como dice
Séneca) no elige ni el patrimonio, ni el género.

VIII. Argumento sobre el fin de las ciencias


Todo lo que perfecciona y adorna el intelecto del hombre, eso le conviene a la
mujer cristiana.
Entonces las ciencias y las artes perfeccionan y adornan el intelecto del hombre,
por lo que, la razón del mayor argumento es que a todas las criaturas les conviene la
última y más alta perfección de sí mismo, y para tal fin es necesario que estas se dirijan
con todas sus fuerzas25.
El menor argumento está demostrado, puesto que las ciencias y las artes son
hábitos con los que las facultades naturales del intelecto humano son perfeccionadas.

IX. Argumento
Cualesquiera las cosas que por su naturaleza contribuyen a despertarnos un
mayor amor y respeto por Dios, estas convienen a una mujer cristiana. Y las ciencias y
las artes por su naturaleza contribuyen a un mayor amor y reverencia de Dios. Por lo
que, la verdad del mayor es más clara que la luz; por lo que a todos los hombres les
conviene el perfectísimo amor de Dios y la más alta reverencia: a tal punto que nadie
puede pecar en exceso en estas circunstancias.
El menor está probado con este argumento: todo lo que nos motiva a observar y
a conocer a Dios y a la divina obra con un grado más elevado, esto contribuye a
despertarnos un mayor amor y respeto de Dios: entonces, las ciencias y las artes nos

24 Alusión a Aristóteles.
25 Nota marginal de Anna María van Schurman: “un bien añade otro bien” como dice el filósofo
Aristóteles en Tópicos (libro 3 capítulo 3): “hacer un bien mayor”.

17
motivan a apreciar y a conocer a Dios y a su divina obra con un grado más elevado. Por
lo que…
El argumento mayor de nuevo lo probamos con este argumento: cualquier cosa
que sea realmente la más hermosa, la mejor y la más perfecta, tanto más es amada, y
como más digna de reverencia o de celebración es tenida cuanto más esta es conocida:
pero Dios, y todos sus trabajos son los más hermosos, los mejores, etc. Por lo que…
El menor también puede ser probado del mismo modo, a partir de su meta o de
los efectos de las ciencias, de las cuales no hay ninguna que no contribuya a un
conocimiento más fácil y más preciso de Dios y de las obras divinas.

X. Argumento
Cualquier cosa que nos previene contra los herejes y nos descubra sus engaños,
esto le conviene a la mujer cristiana. Entonces las ciencias, etc., por lo que...
La razón del argumento mayor es evidente; puesto que nadie de entre los
cristianos debe despreciar su deber en este peligro común.
El menor argumento está probado; puesto que aquella filosofía es como una
coraza, y (si utilizo las palabras de Clemente de Alejandría 26) un vallado para la viña del
Señor o para la instrucción del Salvador: o (un símil que complació a Basilio el
Grande27) unida con el Evangelio, es parecido a las hojas que son un adorno y
protección para sus frutos. En efecto con un razonamiento correcto, una teoría falsa o
corrupta, con la que se nutren los herejes principalmente, puede ser fácilmente refutada.

XI. Argumento
Todas las cosas que enseñan prudencia con algún detrimento de la reputación o
de la modestia, estas le convienen a una mujer cristiana.
Los estudios de las letras enseñan la prudencia y sin detrimento de la reputación
etc., por lo que…
El argumento mayor está consensuado: como nadie ignora que el honor del
género femenino es muy delicado y que no necesita casi a nada más que a la prudencia.
Además, todo el mundo sabe lo difícil que es y lleno de riesgos, según se dice, el
obtener la prudencia del uso o de la propia experiencia.

26 Clemente de Alejandría (150-215/217) fue director de la escuela catequística de Alejandría.


27 San Basilio de Cesarea (330-379) fue un obispo de Cesarea y uno de los cuatro principales Padres de
la Iglesia Griega.

18
El argumento menor está probado, puesto que los escritos de los hombres
instruidos no solo crean para nosotros preceptos brillantes, sino también hermosísimos
ejemplos, y en cierta manera nos llevan de la mano a la virtud.
XII. Argumento
Cualquier cosa que conduce a la verdadera grandeza del ánimo, esto conviene a
una mujer cristiana. Pues bien, el estudio de las letras conduce a la verdadera grandeza
del ánimo, por lo que…
Demuestro el mayor argumento, puesto que cuanto cada uno está más inclinado
por su naturaleza hacia el defecto de la pusilanimidad, tanto más está necesitado de
ayuda de una virtud opuesta. Pero la mujer por naturaleza etc. Por lo que…
El menor está probado, puesto que la ciencia endereza las mentes de los hombres
y saca al fantasma de estas cosas, las cuales suelen ser temidas por el vulgo o
alcanzadas desenfrenadamente.

XIII. Argumento
Cualquier cosa que llene la mente de un hombre con eximio y honesto deseo,
esta le conviene a la mujer cristiana: entonces, el estudio de las letras con extraordinaria
y honesta voluntad etc., por lo que…
La razón del mayor argumento está probada; puesto que nada es más
conveniente para la naturaleza humana que un deleite extraordinario y honesto, que
representa una cierta similitud a la alegría divina en un hombre: lo que también dice
Aristóteles con estas palabras en Ética Nicomaquea: el deleite es algo divino
implantado en la naturaleza de los mortales.
El menor argumento está probado, puesto que no hay ningún placer (como única
excepción de la super naturalidad de los cristianos) ni nada más digno de una mente
noble, ni mayor que este, el que suele ser consecuencia del estudio de las letras. Lo que,
con ejemplos, además de con varios razonamientos, fácilmente se puede conseguir.

XIV. Argumento desde la oposición

El estudio de las letras le conviene a quien no le convienen el desconocimiento y


la ignorancia. Y a la mujer cristiana no le conviene el desconocimiento y la ignorancia,
etc., por lo que…

19
La mayor es confirmada por este argumento: cualquier cosa que por sí misma no
es tanto gran causa de un error en el intelecto, sino de un defecto en la voluntad o en la
acción, esto no le conviene a la mujer cristiana.

Y el desconocimiento o la ignorancia por sí mismos son causa de error, etc. por lo que…

La razón de la mayor de nuevo es mostrada: en primer lugar, con respecto del


error en el intelecto, puesto que la ignorancia o el desconocimiento en el intelecto (que
se dice que es el ojo del alma) no es otra cosa que ceguera y oscuridad que se presenta
como causa de todo error28. En segundo lugar, se muestra en relación con un defecto en
la voluntad o en la acción; puesto que cualquier cosa que vuelve a los hombres
soberbios, orgullosos, etc., esta es la causa de un defecto en la voluntad o en su acción.
Y la ignorancia y el desconocimiento vuelven por sí mismos a los hombres soberbio,
etc. por lo que…

La razón de la mayor es evidente.

La razón menor está probada: puesto que hasta donde cada uno apenas se conoce
así mismo, tanto más estará en paz consigo mismo y despreciará a los otros: y quien no
sabe cuánto desconoce, este pensará de sí mismo maravillosamente. Luego, (para hablar
sobre la arrogancia), nada es más intratable que la ignorancia, que Erasmo atestigua que
ha experimentado no sólo en una ocasión, y como la sentencia del extraordinario Platón
decía: el hombre que recibe una buena educación no va a llegar a ser el más divino y
civilizado que los animales. Insuficientemente o mal criado, es el más salvaje de la
tierra29. Añádase el que al haber aprendido fielmente las artes liberales, uno suaviza sus
costumbres y no permite que sean salvajes.

Finalmente es posible mostrar el peligro de la ignorancia en relación con el


vicio, desde la naturaleza del propio vicio y de la virtud. Pues, al ser requerida tan gran
precisión para todo acto de virtud, puesto que debe responder por su parte a la norma de
la recta razón, incluso la mínima falta de disciplina, que sigue espontáneamente a la
ignorancia, puede ser suficiente para una valoración completa del vicio.

28 Nota marginal de la autora en la carta original: “si la luz que hay en ti es oscuridad, ¡qué gran
oscuridad!” (Mateo 6:23).
29 Platón, Leyes (6.766c).

20
Omito aquí testimonios y ejemplos por causa de su brevedad.

Algunas cartas sobre el mismo asunto30 entre la excelentísima doncella

Anna María van Schurman

y el señor André Rivet, doctor en teología

Al ilustrísimo señor Dr. André Rivet.

Cada vez que reflexiono, venerable señor, sobre cuánto me ha unido a ti tu


bondad y con qué honor has hablado sobre mí a otros, confieso que nada me es más
placentero y que nunca me sucedió nada más feliz que de una sencilla educación
obtuviera tan abundantes frutos. Pero ya dejará de preguntarse qué razón ha llevado a
que se me concedan tantas cosas buenas, quienquiera que en ti conoce y venera estas
virtudes; puesto que en este tiempo generalmente las estrellas son errantes y fugaces, yo
giraré en torno a este firmamento incomparable de amistades. Y con todo, no soy tan
ignorante de este mundo, como para creer que no haya alguien de entre los envidiosos
que asegurará que he sido conducida hasta aquí por una vana esperanza de alardear de
mi ingenio: pero Dios es mi testigo de cuán alejadísimo de este tipo de ambición tengo
mi objetivo, por el tipo de vida que elegido.

Aunque lleve livianamente estas cosas, sobre las cuales soy consciente de que
son de otro modo, sin embargo, me alegro de que a ti nadie te haya dejado en una
posición embarazosa. Lo cierto es que, por la lealtad de tu alma hacia la mía, lo has
entendido todo tan afablemente, que a la gran esperanza que yo había concebido hasta
ahora en ti, nunca la has decepcionado. Por consiguiente, a partir de ahora, al empezar a
crecer evidentemente nuestra confianza, pienso que ya no es lícito que te oculte por más

30 Se refiere a la discusión sobre el tratado Num foeminae Christianae conveniat studium litterarum? que
mantuvieron ambos por correspondencia.

21
tiempo alguno de mis estudios, o, mejor dicho, de mis tonterías. Ahora hace un año, más
o menos, desde que alguien trató de traducir al francés (puesto que el encanto y la
elegancia de esa lengua suelen ser reconocidos por las doncellas principalmente) un
librito en el que me disponía a persuadirlas 31, aunque más por la eficacia que por las
fuerzas de una forma óptima, de hacer uso de nuestro ocio.

Ya que ciertamente no hay nada definitivo excepto el orden en sus partes, y las
imágenes y los argumentos no deben entenderse de otra forma que, como sombras y
tinieblas, aún no lo estimé digno de tu crítica, ni mucho menos ni de ninguna manera
merecedor de tanta luz. Sin embargo, desconozco por qué el camino secreto de su
Genio, ciertamente se apresura hacia ti como su guía y su futuro augur, incluso algún
día si Dios lo favoreciera, superará todos los obstáculos. Mientras tanto le rogaré con
súplicas secretas, para que Él te guarde a ti incólume junto a todos los tuyos largo
tiempo, como un ejemplo para cada uno y ornamento de todos, esto es de su Iglesia.

Adiós, brillantísimo hombre, valorado, y no me consideres la última entre tus


amigos y admiradores.

En Utrecht, XII días antes de los Idus de Enero32.

Deseosa de agradarte a ti e igualmente a todo hombre bueno,

Anna María van Schurman.

31Hasta donde se sabe, este librito nunca llegó a publicarse y no se sabe nada más de él salvo esta alusión
(cf. Pieta Van Beek, 2010, p. 33).
32 2 de enero de 1632. La traducción inglesa (Irwin, L. J. 1998) comete aquí un error al traducir XII Idus
Jan. como el 12 de enero.

22
A la excelentísima y eruditísima doncella
Anna María van Schurman,

Saluda

Doncella nobilísima:

Si he alabado tus méritos ante otros, hice lo que debía. Pues no es propio de un
corazón noble y puro, ocultar en el interior y ser admirado sólo para sí mismo, lo que si
se da a conocer ante otros, es honroso también para quien cuyas dotes son alabadas e
incluso puede ser útil para otros, ya para que con el ejemplo sean estimulados a una
honesta emulación, ya para que se unan a Dios agradecidos puesto que Él ha honrado
también a vuestro género con tal esplendor de letras y de buenas artes: como
demostración en los tiempos presentes y en los venideros, la mayoría de las mujeres no
se instruyen en tales menesteres no a causa de un déficit mental o de juicio, sino porque
no desean dedicar su inteligencia a ellos, ya bien porque no les es posible a causa de
otras y más humildes ocupaciones, ni/porque tampoco les es conveniente a muchas
elegir este tipo de vida; es suficiente si algunas, llamadas a esto por algún instinto
especial, en ocasiones sobresalen, especialmente en nuestro tiempo, en el que muchos
jóvenes hombres profesan más estudios de los que cultivan en serio, y contentos sólo
con el nombre, desprecian el propio asunto: a los cuales ciertamente, debido a tales
hechos, el que tú seas como eres, propicia que sean señalados y cubiertos de vergüenza.

Estas razones me movieron para sacar a la luz esas cosas que tu modestia a duras
penas oculta, cuanto me fue posible, lo cual también lo haré de nuevo cuando sé de la
ocasión. Añado, que miro por mí mismo en este asunto, yo que ciertamente me
vanaglorio, no inmerecidamente, de que una joven de tal ingenio, de tal piedad,
libremente pretendiese mi amistad, y de que tan afablemente me incitara esta
conversación. Me siento tan conmovido por este beneficio que, aunque desconocida de
cara, sin embargo, te seguiré con mi afecto paternal ¡ojalá algún día pueda obtener algún

23
efecto! Se dará, si Dios lo quisiera, la ocasión, de que estando yo ante ti presente, pueda
abrir mi corazón, y contemplar el rostro que adorna tu ingenio tan elegante. Añado que
considero que es tan cándido y que opina tan modestamente sobre sí misma que hasta
ahora no he oído que nadie quisiera arrebatarte esta virtud. En lo que a mí me atañe,
estimé, que tú pecabas más por falta que por exceso de autoconfianza, si no creyera que
aquella falta también conduce a la perfección.

Le reenvié a la princesa Isabel 33 tus versos en francés, los cuales, estando yo


presente, leyó y elogió, y prometió que te daría las gracias con su propia mano. Sin
embargo, la obrita que preparas en esta misma lengua, te pido que no permitas que sea
deseada por mí durante más tiempo: la leeré muy ávidamente. Y si hubiese algo en la
lengua, que para mí es la materna, extranjera para ti, sobre lo que tengas que ser
aconsejada, reconocerás mi claridad y libertad. Sin embargo, no creo que sea necesaria
mi opinión, puesto que he visto ejemplos de tu estilo que me complacieron en demasía.

No dudo de que sabrás que voy a mudarme a la Haya dentro de dos meses, a
donde me llama una nueva ocupación y en la que volveré a ser un niño, pero con un
gran niño34, al que, si puedo entregar a la patria y a la iglesia como un hombre, pensaré
que mi trabajo no está mal empleado. Ya viva allí o en otro lugar, siempre me tendrás
mientras esté vivo, como un admirador de tus virtudes, principalmente de tu eximia
piedad y de tu modestia,

En Leiden, el día de las Kalendas de Marzo35

André Rivet

33 Cf. Nota 7.
34 Se refiere al príncipe de Orange, Guillermo II, hijo de Federico Enrique de Orange-Nassau y de María
Enriqueta Estuardo, a quien iba a tutelar.
35 Uno de marzo de 1632.

24
A la nobilísima Dorothy Moor36,
le manda muchos saludos,
Anna María van Schurman.

Nobilísima señora:

Tus cartas me parecen más dulces que el néctar, a las que, puesto que me deleito
con tu correspondencia, hubiese respondido más rápido, si mi hermano, quien va a
entregártelas, no tuviese planeado desde hace tiempo ir a Inglaterra. Este te contará
detalladamente mis costumbres de vida y te revelará lo recóndito de mi alma. Sin
embargo, difícilmente me reprimo tanto como para guardar silencio sobre el
importantísimo objeto de tu carta. Así pues, preguntas cómo organizo y dispongo mis
asuntos para sobrellevar las molestias de esta vida con el mínimo descontento,
principalmente en este funesto tiempo.

Aunque le debo a tu singular modestia y humanidad el mérito, de que consideres


mi ejemplo no indigno de tu imitación; sin embargo, si un día por la gracia de Dios nos
estuviera permitido disfrutar de un único y mismo compañerismo, no dudo de que, con
tan gran unión de mentes y estudios, podríamos animarnos mutuamente para la virtud.
Tal y como es, te diré con una palabra, no lo que yo siempre he alcanzado, sino qué me
he propuesto alcanzar lo antes posible. La Osa Menor, de divina verdad, nos muestra el
camino más corto y con diferencia el más seguro; como lo dijo, de forma óptima, el

36 Dorothy Moore (1613/1617-1664) nacida en Irlanda e hija de una pareja inmigrante de York. Recibió
una educación orientada a la vida social, siendo instruida en danza, música o francés, entre otras. Luego
se dedicó al estudio de las lenguas, llegando a conocer antes de 1641 hebreo, griego, latín, francés y tal
vez etíope. En 1641 se trasladó a Holanda, donde encontraría trabajo como institutriz de la princesa María
Enriqueta Estuardo (1631-1660), quien se encontraba en el exilio en la Haya junto a su madre la reina
Enriqueta María (mujer de Carlos I) (cf. Dijk, Broomans, Meulen y Oostrum, 2004).

25
gran Conde Mirandola37: “la filosofía busca la verdad, la teología la encuentra, la
religión la posee”.

Para no desviarme más del tema, considero, no injustamente junto con el célebre
filósofo Epicteto que los asuntos de los mortales tienen dos asas; sin embargo, como él,
no considero que una es conveniente y la otra inconveniente; realmente una y otra son
muy convenientes, a condición de que sean agarradas adecuadamente y en orden.

En efecto, cualquier cosa que convenga para vivir bien y felizmente, es necesario
que se asigne a la Providencia divina, o a nuestro deber. En cuanto a lo que concierne a
lo primero, hago solo una cosa, para que, en aquellos asuntos que están fuera de nuestro
poder, haya sólo una única preocupación para mí, es decir, relegar todas las
preocupaciones a Dios, según el consejo aquel del Apóstol: deposita todas tus
preocupaciones sobre él, porque él se preocupa por ti38. Lo cierto es que es el origen de
toda nuestra inquietud es que intentemos dar vueltas en la mente con demasiada ansia a
los sucesos, que dependen solo de la voluntad del Numen más elevado.

Falta nuestro deber, cuyas partes, solo estas que caen bajo nuestro juicio, deben
ser dirigidas por nuestra diligencia y prudencia. Ciertamente nada nos desaloja de la
cima de la tranquilidad como un mal ejemplo y los falsos encantos de este siglo; sin
mencionar ya los hastíos y las molestias que suelen acompañar continuamente a la
condición de aquellos que participan en el teatro de este mundo. Sin embargo, para este
mal no encuentro remedio más fácil que el abandono de los estudios. En efecto, puesto
que hoy en día se vive con las más corruptas morales en todas partes, es difícil que
alguien despierte en otros tanto deseo de perseguir la virtud, como generalmente cede a
su propio entusiasmo aquel que se sirve de un frecuente trato con los hombres.

Aquí, apartadas las charlatanerías de este tiempo, opinamos más correctamente


sobre estas cosas, y despreciamos con seguridad aquellas que causan admiración en las
profanas mentes de los hombres. Aquí está permitido dirigir la mente hacia cosas más

37 El conde Mirandola (1463-1494), Giovanni Pico della Mirandola, fue un pensador italiano conocido
por redactar Las 900 tesis, de las cuales trece fueron consideradas herejías. En respuesta a tal
consideración, redactó una Apología en la que defendía estas tesis cuestionadas; por tal actuación fue
condenado por herejía y excomulgado. Huyó a Francia, donde fue detenido y posteriormente liberado
gracias a Carlos VIII (Priani Saisó, 2012).
38 Referencia a Pedro 5:7.

26
elevadas en un ocio conveniente de las Musas y emprender el estudio de la sabiduría sin
impedimento -sobre lo cual hay más escrito en la carta impresa que le envío-.

He añadido además mi imagen pintada para lo vivo con mi propia mano, con la
cual me doy a conocer a ti en todos los aspectos, todo lo que se pueda.

Adiós, adorno inmortal de nuestro sexo, y sigue amando a quien mucho te


quiere.

En Utrecht, VI días antes de las Kalendas de Abril39

39 Veintiséis de marzo de 1941.

27
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(traducción de G. Kynock), artículo digital disponible en:
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