Académique Documents
Professionnel Documents
Culture Documents
(Foto: Andina)
Varias de estas interrogantes fueron abordadas en el Foro Internacional “La protección de los
derechos de refugiados y migrantes venezolanos en Perú y Colombia en el marco internacional,
interamericano y nacional”, organizado en Lima por la Organización Internacional para las
Migraciones (OIM), la Organización Internacional del Trabajo (OIT), la Agencia de Naciones
Unidas para los Refugiados (ACNUR), la Organización de Estados Americanos (OEA) y la
Fundación Panamericana para el Desarrollo (PADF), el 7 de agosto último.
Este ha sido el evento más importante que se ha realizado sobre el “éxodo venezolano” en
nuestro país. Por la naturaleza de las agencias organizadoras, el eje central de la discusión fue
cómo garantizar la protección de los derechos humanos de los inmigrantes venezolanos en la
región andina. A lo largo de la jornada se plantearon aproximaciones desde la academia, el
Sistema de Naciones Unidas y el sector público, brindando algunos alcances sobre la realidad
de los migrantes venezolanos en términos de acceso a servicios básicos que aseguren
condiciones de vida digna. Desde las instancias gubernamentales se presentó un recuento de
las medidas adoptadas por los gobiernos para enfrentar este proceso repentino e imprevisto.
Según ACNUR, son cuatro millones de venezolanos los que han migrado los dos últimos años.
La mayoría asentados en Colombia, Ecuador y Perú.
La oportunidad y pertinencia de esta discusión caía de madura. Por un lado, la relevancia del
fenómeno migratorio (más de 800,000 venezolanos arribados en los últimos dos años
constituye un precedente histórico) ha dado lugar a especulaciones sobre su impacto en la
economía local. Para un sector de la opinión pública local, los venezolanos estarían
desplazando a los peruanos de los empleos (72% en una encuesta publicada por el IOP–PUCP),
afectando en la situación económica (70% según la misma fuente). Percepciones como éstas
estarían provocando reacciones xenofóbicas contra la población venezolana, hechos que luego
son amplificados por los medios de comunicación sin un tratamiento adecuado y responsable.
Si bien faltan aproximaciones en detalle por sector y por regiones, en términos generales,
estas ponderaciones sobre el impacto de la inmigración en venezolana en la economía resultan
bastante verosímiles. Sobre todo, considerando que este fenómeno se produce en un periodo
de decrecimiento de la economía peruana, producto de nuestra excesiva dependencia de los
mercados internacionales, lo que nos hace especialmente vulnerables –por ejemplo– a la
“guerra comercial” entre Estados Unidos y China –coincidentemente, nuestros principales
mercados de exportación–. Así, en un contexto de caída del crecimiento del gigante asiático,
nuestra tasa de crecimiento se ve duramente afectada: si durante el 2005 y 2010 –conocido
como el periodo de la “bonanza económica”– el PBI aumentó en 6.48% promedio, en el
quinquenio que va del 2014 al 2018 apenas lo hizo en 3.5%. Ante la falta de diversificación de
nuestro aparato productivo, el deterioro de la balanza comercial peruana impactó
negativamente en los niveles de producción de la industria local, cayendo el empleo en
actividades no primarias, precisamente las que son intensivas en mano de obra (como la
manufactura). Lo que no se dice es que esta tendencia se venía registrando con anterioridad al
ingreso masivo de venezolanos al Perú, lo que nos ubica en otro nivel de discusión.
Así, en el marco de una economía con una demanda acotada y un escenario internacional
incierto, sin visos de solución en el corto plazo, el incremento del número de personas
buscando empleo nos posiciona ante un escenario complejo de creciente presión sobre los
mercados de trabajo. Las interrogantes están en la magnitud del impacto. ¿Cómo ha
respondido la economía y el mercado de trabajo peruano a este fenómeno repentino y
masivo? ¿Es presumible un aumento de la informalidad y del desempleo por efecto de la
inmigración venezolana? ¿O el sector informal es tan elástico que puede albergar una mayor
masa laboral sin afectar sustancialmente los niveles de ingresos? Esta es una discusión que se
venía dando “a ciegas”, en base a suposiciones y estimados generales que dificultaban analizar
el proceso mismo de la inserción laboral venezolana en nuestro país.
La mayor muestra sobre venezolanos residentes en Perú la constituye un estudio del Instituto
Nacional de Estadística e Informática (INEI), realizado entre el 26 de noviembre y 31 de
diciembre del 2018, basado en una encuesta aplicada a 9,487 venezolanos y 3,611 viviendas en
siete regiones: Arequipa, Cusco, Trujillo, Tumbes, Lima Metropolitana y Callao. Esta
investigación permitió abordar un conjunto de variables relacionadas con sus condiciones de
vida (aspectos demográficos, sociales, estatus migratorio, exposición a discriminación y
violencia, características de la vivienda, acceso a servicios básicos y equipamiento del hogar);
información que complementó la procesada por la Dirección Nacional de Migraciones,
dependiente del Ministerio del Interior, a través de las matrices de seguimiento de
desplazamiento de la inmigración venezolana en el territorio peruano.
La encuesta del INEI fue la primera en constatar algunos datos que luego fueron confirmados
por otras muestras e investigaciones. Por ejemplo, dio cuenta del mayor número de
inmigrantes venezolanos hombres (52,3%) que mujeres (47,7%); o el carácter eminentemente
juvenil de la población inmigrante (42% se ubica entre 18 y 29 años, y un 30% entre los 30 y
44). Se pudo conocer también que más de la mitad de los encuestados (55,9%) mantiene una
relación conyugal y que la mayoría de este grupo migró con sus respectivas parejas. O que
poco más de un cuarto (27.4%) de las unidades familiares lo hicieron dejando hijos en
Venezuela. El 75% de los inmigrantes venezolanos manifestó residir con familiares y un 57,3%
compartir habitación con más de dos personas. Más del 90% de los venezolanos en territorio
peruano no cuenta con un seguro de salud o con un empleo formal.
En conjunto, las cifras ofrecidas por el INEI sobre la población venezolana dan sustento
estadístico a una realidad dramática que es evidente en las calles. Ya no hablamos solo del
venezolano o venezolana que labora de mesera en el menú de la esquina, del “jalador” en la
tienda de Gamarra o del “emprendedor” de Rappi o Globo que realiza delivery. Lo que vemos
con mayor intensidad en los últimos meses es un contingente cada vez más amplio de
inmigrantes venezolanos que ejercen la mendicidad en avenidas y buses de las principales
ciudades; familias en situación claramente de pobreza y vulnerabilidad económica, sin
mayores perspectivas a la vista, cuyas necesidades más urgentes no son atendidas por ninguna
institución pública ni privada.
A los bajos ingresos se suman una serie de abusos consustanciales de la informalidad. El 47%
afirmó que no recibe su remuneración puntualmente. Poco más del 70% de los encuestados
manifestó no contar con descanso semanal remunerado. Solo el 2% reconoció contar con un
seguro de salud y ¡apenas 4 de los 1,601 encuestados está afiliado a un fondo previsional!
Pero el principal aporte de esta investigación reside en las tendencias que se estarían
perfilando en el caótico proceso de inserción laboral de los venezolanos en el Perú.
Por un lado, se registra una sobreoferta de mano de obra como consecuencia del
ingreso masivo de venezolanos al territorio peruano. Esta situación ha aumentado la
presión sobre el empleo en actividades de baja calificación, principalmente en el sector
informal. Apenas 40,000 venezolanos están registrados en la planilla electrónica del
Ministerio de Trabajo y Promoción del Empleo (MTPE). Asumiendo que la mitad de los
venezolanos en Perú trabaja, tan solo el 10% se encontraría laborando en la economía
formal. Con lo cual, resulta difícil sostener el discurso tendencioso de que los
inmigrantes venezolanos estarían desplazando a los trabajadores peruanos de sus
empleos formales; por lo menos no en una magnitud que justifique el alarmismo
tendencioso.
(Foto: Perú21)
El estudio realizado por CARE, sobre las capacidades y competencias de mujeres venezolanas
residentes en Lima, que implicó 201 entrevistas a mujeres venezolanas de entre 18 y 40 años,
dio cuenta de una serie de datos que son expresivos de esta realidad.
Por ejemplo, el 63.7% de las venezolanas encuestadas señaló contar con un empleo (la
mayoría tardó dos meses en encontrar el primero); sin embargo, 29% de estos empleos son en
el comercio ambulatorio e informal, mientras un 43% está relacionado con ventas y atención al
público (las anfitrionas en casinos y restaurantes, meseras, impulsadoras en grifos y
discotecas). Estos “trabajos” se otorgan básicamente a inmigrantes de entre 21 y 35 años, que
usualmente cuentan con estudios universitarios o técnicos. Más del 85% de estos empleos son
a tiempo completo, en jornadas que superan las ocho horas regulares. Un 36% de venezolanas
encuestadas reportó estar desempleada, siendo un rasgo común en este segmento ser
mayores de 35 años, con estudios secundarios o inferiores.
(Foto: Andina)
Es el caso del 60% de venezolanas que declaró contar con algún tipo de formación universitaria
o de formación técnica, obtenida en su país; del 27.6% que señaló tener entre 4 y 10 años de
experiencia de trabajo; o del 83% que manifestó haber estado trabajando remuneradamente
antes de venir al Perú, ya sea como trabajadoras dependientes formales (79%) o informales
(3,6%), además de las que se desempeñaban como autónomas en un negocio propio formal
(17.4%).
(Foto:
Omar Lucas)
A partir de la aplicación de 650 encuestas y de cuatro grupos focales con ciudadanos peruanos
y venezolanos en nueve distritos de Lima Metropolitana (Comas, San Martín de Porres,
Independencia, Los Olivos, La Victoria, Cercado de Lima, Chorrillos, San Juan de Miraflores y
San Juan de Lurigancho), este estudio confirmó los hallazgos alcanzados, por ejemplo, en otras
investigaciones realizadas en el mismo periodo (como la de PLADES y UARM), y a la vez
profundizó en algunos aspectos específicos de la migración venezolana.
Sobre el impacto laboral, el IDEHPUCP encuentra que el 88% de los inmigrantes venezolanos
encuestados se encuentra trabajando. Este dato confirma el carácter eminentemente
económico de la migración venezolana. El 46% trabaja en el comercio ambulatorio. Un 15%
como vendedores en tiendas o establecimientos comerciales. En menor cantidad se
registraron las siguientes ocupaciones: peluqueras (8%), conductores de mototaxi (8%) y
meseros en restaurantes (5%). También como “jaladores” (3%), empleo doméstico (2%),
construcción civil (2%), cocinero (2%), mantenimiento de vehículos (2%), servicios técnicos
(2%), entre otros. Los investigadores sugieren que el nivel educativo no es un predictor del tipo
de empleo obtenido por el inmigrante venezolano, aunque reconoce que los venezolanos sin
educación superior ocupan en mayor proporción empleos menos calificados, como la venta
ambulante (51% frente al 41%) y la conducción de mototaxis (10% versus 5%).
Por otro lado, si bien no ofrece cifras, el estudio del IDEHPUCP encuentra que para un sector
de venezolanos –hombres y mujeres– eltrabajo sexualaparece como una opción extrema a la
que se ven instados ante “la necesidad económica inmediata”, lo que “no constituye un plan
económico a largo plazo”. A ello ha contribuido la “hipersexualización” de la mujer venezolana
(p. 50), en el marco de una cultura machista predominante en muchos espacios de nuestra
sociedad.
El modelo es el problema
Vistos en conjunto, los hallazgos presentados por estas investigaciones constituyen un aporte
valioso para la comprensión de un fenómeno altamente complejo, como es la migración
internacional, en este caso de venezolanos al Perú. En esta tribuna creemos que deben ser
considerados como insumo para el diseño e implementación de políticas públicas orientadas a
garantizar, por un lado, que el impacto de la inmigración no tenga efectos negativos para la
sociedad receptora (para lo cual deben implementarse medidas específicas en el ámbito del
trabajo y la seguridad pública); y por otro, a facilitar el empleo de los inmigrantes venezolanos
en aquellas ocupaciones donde existe margen para su inserción, garantizando que sus
derechos no se vean menoscabados, evitando que sean objeto de abuso, explotación y
exclusión social.
En materia laboral, estas aproximaciones desmienten los discursos que buscan endosar a la
migración venezolana los problemas de empleo que afrontan los peruanos. Como si fueran
problemas de esta hora. Este tipo de balances no toman en cuenta que nuestros mercados de
trabajo arrastran déficits de empleo adecuado, formal y con derechos desde décadas atrás; y
que las reformas flexibilizadoras que se aplicaron desde Fujimori a la fecha, no solo no
resolvieron, sino que incidieron en su profundización.
Ciertamente, el déficit de empleo decente reportado en diversos análisis y estudios se ha visto
acentuado por la presencia de un contingente adicional de mano de obra compuesto por
venezolanos, aunque en términos cuantitativos no se haya determinado el real impacto. Pero
queda claro que la causa y origen de estos problemas (las pocas oportunidades de empleo
adecuado y productivo que genera la economía local), responde principalmente a las políticas
laborales y económicas implementadas por los últimos gobiernos, con los resultados de
informalidad y precariedad laboral que todos conocemos.
[1]Pedro Francke ha publicado los siguientes artículos: “Los efectos de la Ola Venezolana”
(http://pedrofrancke.com/2018/08/24/los-efectos-de-la-ola-venezolana/), “Inmigración: una
cosa es una cosa y otra cosa es otra cosa” (http://pedrofrancke.com/2018/10/28/inmigracion-
una-cosa-es-una-cosa-y-otra-cosa-es-otra-cosa/) y “El debate post Cade: ¿a menos empleos,
despidos más fáciles” (https://wayka.pe/el-debate-post-cade-ante-menos-empleos-despidos-
mas-faciles-por-pedro-francke/). Oscar Dancourt, por su parte, ha abordado el mismo tema en:
“Inmigración masiva, salarios reales y empleo: un modelo Keynesiano”
(http://departamento.pucp.edu.pe/economia/documento/inmigracion-masiva-salarios-reales-
y-empleo-un-modelo-keynesiano/) y “Libre inmigración y empleo: O cómo desvestir un santo
para vestir al otro” (http://www.otramirada.pe/libre-inmigración-y-empleo-o-como-desvestir-
un-santo-para-vestir-otro).
[2]Una de las primeras fue el volumen publicado por la Universidad Antonio Ruiz de Montoya,
la Fundación Adenauer Stiftung, la OIM y la BIMID, El éxodo venezolano: entre el exilio y la
emigración. Lima, 2018.
Esta entrada fue publicada en Actualidad por Trabajo Digno. Agregue a sus marcadores
el enlace permanente.