Académique Documents
Professionnel Documents
Culture Documents
Cuando ayudamos, sin darnos cuenta podemos quitar de las personas más de lo
que podríamos darles, podemos disminuir su autoestima, su sentido de valoración,
su integridad y su plenitud. Cuando ayudo, estoy muy consciente de mi propia
fuerza. Pero no servimos con nuestra fuerza, servimos con nosotros mismos.
Obtenemos algo de todas nuestras experiencias. Nuestras limitaciones sirven,
nuestras heridas sirven, incluso nuestra oscuridad puede servir. La plenitud en
nosotros sirve a la plenitud de los demás y a la plenitud de la vida. La plenitud en ti
es lo mismo que la plenitud en mí. El servicio es una relación entre iguales.
Ayudar implica una deuda. Al ayudar a alguien, te debe una. Pero servir, al igual
que la sanación, es mutuo. No hay deuda. Yo soy servido tanto como la persona a
quien sirvo. Cuando puedo ayudar, tengo un sentimiento de satisfacción. Cuando
sirvo, tengo un sentimiento de gratitud. Estas son cosas muy diferentes. Servir es
también diferente de arreglar. Al arreglar a una persona, yo la percibo como rota, y
su quiebre me obliga a actuar. Cuando arreglo, no veo la totalidad de la otra
persona ni confío en la integridad de la vida en ellos. Cuando sirvo, veo y confío
en la totalidad. Es aquello a lo que estoy respondiendo y con lo que estoy
colaborando. Hay distancia entre nosotros y cualquier cosa o persona que se
arregla.
Arreglar es una forma de juicio. Todo juicio crea distancia, una desconexión, una
experiencia de la diferencia. Al arreglar existe una desigualdad de conocimientos
que puede convertirse fácilmente en una distancia moral. No podemos servir a
distancia. Se puede servir sólo a los que estamos profundamente conectados, lo
que estamos dispuestos a tocar. Este es el mensaje básico de la Madre Teresa.
Nosotros servimos a la vida, no porque se ha roto, sino porque es sagrada.
Si ayudar es una experiencia de fuerza, arreglar es una experiencia para expertos.
Servicio, por el contrario, es una experiencia de misterio, entrega y asombro. El
que arregla tiene la ilusión de ser la causa. Un servidor sabe que él o ella está
siendo utilizado y tiene la disposición a ser utilizado al servicio de algo mayor, algo
prácticamente desconocido. Arreglar y ayudar son muy personales, particulares,
concretos y específicos.
La conclusión, por supuesto, es que podemos arreglar sin dar servicio. Y podemos
ayudar sin servir. Y podemos servir sin arreglar o ayudar. Me animo a llegar tan
lejos como para decir que arreglar y ayudar puede ser el trabajo del ego y el
servicio de la obra del alma. Estas cosas pueden parecer similares, si se mira
desde el exterior, pero la experiencia interior es diferente. El resultado es a
menudo diferente, también.
El servicio nos sirve a nosotros tanto como a los demás. Lo que nos usa nos
fortalece. Con el tiempo, arreglar y ayudar nos drenan, nos agotan. Con el tiempo
nos quemamos. El servicio es la renovación. Cuando servimos, nuestra propia
obra nos sostiene.
Por último, arreglar y ayudar son la base del curar, pero no de la sanación. En 40
años de enfermedad crónica, he sido ayudada por muchas personas y arreglada
por muchas otras que no reconocieron mi integridad. Todo ese arreglo y ayuda
me dejaron heridas en algunos aspectos importantes y fundamentales. Sólo el
servicio sana.
El concepto de empatía
Uno de los problemas que se presenta en esta área es que muchas de las
definiciones de empatía
son derivadas de la teoría terapéutica en la cual se basan (Carlozzy, Bull, Stein,
Ray y Barnes; 2002). En términos generales quienes adhieren a las teorías
humanistas presentan definiciones que cuentan con una clara influencia de
Rogers, quien define a la empatía como “sentir las emociones de otro, como si
fuera ese otro”. Los psicodinámicos acuden a Kohut, quien la considera la
experiencia de la vida interna del otro manteniendo la objetividad. Por último los
cognitivos presentan una definición en relación directa con otro concepto ya que,
según Carlozzy y sus colaboradores, este modelo psicoterapéutico define a la
empatía como un proceso que permite colaboración en la alianza terapéutica
(Carlozzy et al., 2002). De esta manera, se puede deducir que las dificultades que
se presentan a la hora de pensar en una definición conceptual unívoca
trascienden el debate sobre la empatía. El concepto queda atrapado entre los
modelos teóricos que continúan mostrándose antagónicos, defendiendo cada uno
su postura.
Los resultados de diversos estudios, por otro lado, sugieren que la empatía es un
fenómeno flexible ya que depende de una gran cantidad de factores entre los que
se encuentra el contexto; la relación interpersonal con el otro en particular y la
perspectiva que se adopta al observar al otro
Ahora, en los comienzos de la segunda década del nuevo milenio, algunas de las
preguntas que surgen en relación a la investigación de la empatía en psicoterapia
son: ¿Es importante la empatía del terapeuta?; ¿Hay beneficios para el paciente si
su terapeuta es empático?; ¿Qué significa que un terapeuta sea empático?; ¿Es
posible que una persona desarrolle en su adultez sus habilidades empáticas para
favorecer su rol como terapeuta?; ¿Se han desarrollado programas de
entrenamiento en empatía?; de ser así: ¿se han evaluado los resultados de estos
programas?. De la misma manera comienzan a aparecer preguntas sobre la
empatía del paciente: ¿Trae beneficios que el paciente desarrolle su capacidad
empática?
¿Por qué? ¿Hay manera de desarrollar la empatía del paciente? ¿Es el ámbito
psicoterapéutico el lugar adecuado para que se realicen tareas de entrenamiento
en empatía?
En este apartado se busca contestar algunos de los interrogantes planteados,
desde la perspectiva
de investigadores de esta área. Se realizará un raconto histórico sobre los
desarrollos teóricos de Rogers en relación a la importancia de la empatía en la
psicoterapia.
El aporte teórico de Carl Rogers Carl R. Rogers es uno de los psicólogos
americanos más influyentes de la primera mitad del siglo XX. Es el creador del
enfoque centrado en la persona, un desarrollo teórico que se encuentra dentro del
marco humanístico-existencial de psicoterapia. El modelo terapéutico por él
diagramado tiene como fin ayudar a la persona a desarrollarse y crecer. Desde su
teoría son tres las condiciones necesarias y suficientes para promover el cambio
dentro de la psicoterapia: la condición positiva incondicional, la congruencia y la
empatía (Rogers, 1975). La condición positiva incondicional es cuando el
terapeuta experimenta una actitud positiva y aceptadora hacia lo que el cliente es.
De esta manera, acepta los sentimientos del cliente sin juzgarlo ni criticarlo. La
autenticidad (genuineness) implica que el terapeuta sea él mismo en el
consultorio, sin máscara profesional ni fachadas personales.