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Un viaje y cinco centenarios por ¡osep Fontana *

Hace quinientos años se convirtió en un viaje de Europa a America que tiene mucho
sorprendente y maravilloso. Entre otras cosas, la diversidad de interpretaciones a que dio
lugar desde el primer momento Quisiera ocuparme aquí, desde la percepción que
tenemos en su quinto centenario, de las metamorfosis que ha sufrido la historia de este
viaje a lo largo del tiempo. La cosa empezó;: ar muy pronto. La llegada de Colón a América
fue un evento impresos,: ist, ya que su objetivo era encontrar una nueva ruta hacia en las
costas orientales de Asia. La recepción inicial de la noticia estuvo influ'ida los mitos
clásicos sobre la edad de oro, estimulados por la pintura que Colo m hacía de unos
hombres que vivían en estado de inocencia. 1 Esta visión inicial se reflejaba a la bula «Inter
caetera», por la que el papa Alejandro VI concedía a los Reyes Católicos, en 1493, las
tierras que descubrieran, «con libre, PIE y absoluto poder y jurisdicción », donde se
describe los habitantes de aquellos paises como« gente que vive en paz, y, según se dice,
desnuda y que no comen carne », y que« creen que hay un Dios creador de los cielos y que
parecen suficientemente aptos para recibir la fe católica ».2 Muy pronto, sin embargo, se
liquidó esta imagen idílica del primeros momentos y fue reemplazado;: a por otra en que
el nativo era presentado como un salvaje salvaje, caracterizado sobre todo por su
canibalismo, 3 y el deísmo que le atribulado la bula de Alejandro VI se transformaba en
condenable idolatría. que había pasar?

Las expediciones de Colón tenían ura finalidad essencialt: nente económica,


similar a la de los viajes portugueses en África, y más tarde a la India, como se puede
ver en la recompensa que se ofrecía al descubridor de un dese de «Todas y cualesquier
mercaderías, siquier Sean perlas, piedras reciosas, oro, plata, especiería [...]
que se compraron, trueque, fallaron y obieren ».
Por más que los resultados del primer viaje fueron miserables y justifiquen
que se le haya calificado de «fracaso económico», 5 los reyes seguían esperan¡;: ados a
encontrar unas riquezas que los hacían bastante falta en su difícil situación financiera. 6
Por mar¡ ;: del 1493, apenas pasado el invierno, daban instrucciones a Colón porque
preparara una nueva expedición. 7 Mientras que el descubridor no parecía
tener ninguna prisa, los reyes se mostraban impacientes. Sólo el mes de mayo
tenemos sesenta y siete provisiones, cédulas, memoriales e instrucciones que se ocupan
los detalles de la expedición. 8 En julio Fernando e Isabel están nerviosos y por
agosto mandan a Colo m que se vaya tan pronto como pueda. 9 Mientras tanto, han
estado buscando dinero para preparar la Hota -unos dinero que salieron en buena
medida de la confiscación de deudas a los judíos expulsados, de dinero y joyas que
estos habían escondido o de caudales que intentaban hacer salir hacia Portugal-lO y
han dado instrucciones minuciosas sobre las provisiones que había que reunir,
preocupándose de que embarques sin «veinte hombre del campo y Otro hombre que sepa
acero [...] acequias, que no sea [n] moros », II además de« veinte lanzas »de la Santa
Hermandad a caballo y de artillería para defender la flota. Sólo a finales del mes de
Junio se toman las primeras decisiones sobre los clérigos que deben acompañar
la flota y sobre las «cosas de iglesia» que había que comprar en Sevilla. La evangelización,
como se ve, preocupaba todavía muy poco.
Así se organizó el segundo viaje, en que, según las memorias del
capilla de Los Palacios, «salvo el almirante [...] diez y siete navíos [...] y mijo y trezientos
onbres de pelea para quedar llá, prosiguiendo la posesión de la tierra, e para exercitar e
saber del oro lo cierto, e adruirirlo para el rey e la reina, quier por grado de los abitadores,
quier por fuer~a». L Com es veu, fins en aquest moment no s'enganyava ningú. El que
interessava eren els beneficis economics i, com que no hi havia especies, s'anava a cercar
1'or de les Antilles. El problema és que l' or va resultar escas i que ben aviat es va vuere
que només es podia obtenir del botí de la conquesta o, sobretot, de la utilització de la
feina d' uns indígenes indefensos: « non tienen fierro, ni acero, armas, ni son para ello»,
havia escrit inicialment Colo m, que el 1494 encara insistia que «estos indios [ ... ] se
muestran cada día muy simples e sin malicia».13 Van contribuir a estimular aquesta
perspectiva les notícies esperan<;:adores que Balboa donaria, des del 1512, d'aquella
Castilla del Oro que havia trobat a Tierra firme,I'i d' on naixeria la il·lusió que els metalls
preciosos abundaven a les Indies: «y es en tanta manera que cada día se descubren nuevas
minas, y según es la cualidad de la tierra, es cosa sin duda que son sin comparación más
las que están por descubrir que las descubiertas, y aun parece que toda la tierra está como
sembrada de estos metales, más que ninguna otra que se sepa al presente en el mundo, ni
que en lo pasado se haya escrito».15 Que aquestes mines no fossin tan riques com perque
s'animessin a treballar-les els espanyols mateixos, o perque cls resultés un bon negoci
portar-hi miners europeus assalariats, sinó que la seva rendabilitat depengués de la
utilització de treball indígena poc pagat o gens, és una qüestió que ningú no va plan tejar
aleshores i de la qual tampoc no s'ha parlat gaire després. Així va sorgir la primera
metamorfosi. La dimensió del descobriment d'unes terres paradisíaques, plenes de
meravelles, va donar pas a la de la conquesta i 1'evangelització d'uns salvatges que, de
sobte, deixaven de ser d'una mansuetud idíl·lica per esdevenir ferotges antropOfags. Per
bé que tothom tenia encara cIar que el mobil essencial dels conqueridors era l'
entiquiment. Ho dei a als primers temps Fernández de Oviedo i ho sostenia encara, al segle
XVIII, Campomanes, que creia que l' obtenció de metalls preciosos havia estat l' « único
móvil de aquellas rápidas expediciones de los primeros conquistadores españoles» i
afegia: «fabulosas parecerían sus empresas a los que no supiesen quánto puede en el
hombre al amor de eloro».16

Hacia el 1526, un libro utilizado como texto de enseñanza en la Universidad de


Salamanca, la Cosmografía Nueva de Fernán Pérez de Oliva, procIamava orgullosamente
que, «después que la fortuna se muestra propicia a los españoles, merced a las
frecuentes navegaciones y triunfales victorias, consideraron que toda aquella Parte
desconocida del orbe era muy inferior a super poder, pues en breve tiempo y con una
mínima Pérdida de hombres, recorrieron y sometieron a la vez Todas aquellas regiones
desconocidas Hasta entónces ».Y? Este tono, que pone la gloria de la conquista
ante el pretexto de la evangelización, caracteritzadt desde este momento la obra
de la mayoría de los cronistas. 1S Rany 1526 ser también el de la muerte del gran
humanista Pe re Martir de Angleria, que había recibido el descubrimiento con entusiasmo
y que ahora denunciaba y condenado la esclavización de los nativos. Por más que la
legitimidad de someter los indígenas para convertirlos va
discutirse largamente -los comuneros reivindicaban ya que se prohibiera esclavizarlos y la
Junta de Valladolid debatió esta cuestión en 1550-1551-, 19 los
indios fueron sometidos a servidumbre desde el primer momento Hay varias razones
que lo explican. La primera, que las leyes que se supone que lo prohibían
hacían 1'excepció de aquellos que hubieran sido ganados en «buena guerra». la
guerra ya se encargaban de hacerla los interesados en capturarlos y, al fin, eran ellos
mismos los que en determinaban la «bondad». Un gran conocedor de 1'esclavitud como
era Saco, escribía el siglo XIX: «Respeto a los indios, Reducir texto <br> asegurarse
que fuerón injustas cuantas [guerras] las hicieron los europeos. estos invadiéronles
sobre tierras, despojáronles de ellas; quitaron sobre esposas a los Maridos, y las hijas a
sobre padres; obligaron a todos a que trabajasen gratuitamente en provecho exclusivo
de los usurpadores; quemáronles sobre propiedades y incendiáronles sobre pueblos [...].
y Cuando estos infelices [...] se alzaban alguna vez desesperados [... J, Disparando
algunas flechas, ¿diráse que la cruda guerra ~ ue entónces las Hacia era una guerra justa y
un justo título para esclavizarlos? »- oHay que recordar, además, que la imagen que
pretende que la conquista americana
fue una prolongación de la «reconquista» peninsular -dominada directamente por la
corona y la nobleza, especialmente en sus últimas etapas- es
falsa. Estudiando la vidas y las carreras de 506 encomenderos presentes en Nueva
España entre el 1521 y el 1555, Himmerich nos da un cuadro realista del
que fue 1'inici de la dominación española de América y afirma que la conquista
la llevaron a cabo «empresarios que perseguían motivos económicos» .21
O por otro lado, si pasamos del concepto estricto de esclavitud al más amplio
que engloba todas las formas de trabajo fuente, resulta evidente que algunas
de estas se aplicaron sistemilticament en America colonial española. A
Venas; uela, por ejemplo, Arcila Farías nos dice que debido a la resistencia
opuesta por los grupos de caribeños se autoriza que se les esclaviza, lo que
servir para justificar el mantenimiento de la esclavitud hasta el 1679 -hasta que la
necesidad de conservar la población indígena llevó a controlar y mejorar su la situación
dentro del régimen de encomienda, por qual1'índígena «de esclavo pasa al
estado de siervo »

Donde la densidad de población indígena era mayor y existía previamente una


sociedad organizada, la encomienda permitía la ilusión que se dejaba subsistir
esta sociedad -la «república de los indios» - a cambio del tributo 23 (que las cosas
eran más complicadas lo muestra la necesitar de tasar el tributo, primero, y
introducir después formas diversas de vigilancia, como el corregidor de indios). A
Además, se suele presentar la utilización del trabajo funde;: at los indígenas de Ios Andes
como una simple adaptación de los meto desde los incas, pero a ~ uesta parecen <;: a
formal y de nombre no pasa de ser un expediente legitimador. 2 Lo prueba el hecho
que los españoles los implantes sin también donde no existían estos antecedentes,
como Nueva Granada, donde se hizo compatible el respeto teórico a las leyes que
prohibían hacer trabajar los indígenas en la for <;: a y la practica de obligarlos a servir
a las minas, la construcción o los obrajes, hasta que la disminución de la población
autóctona obligó a Reemplazar <;: ar-los por esclavos negros en las tareas más
agotadoras. 25

La realidad, sin embargo, es muy distinta. En la sociedad guaraní el papel económico


de las mujeres, a las que estaban reservadas las actividades agrícolas y la producción
industrial domestica, era fundamental, por lo que estos «harenes» de los
conqueridos eran sobre todo, como dijo Garavaglia, «acumulaciones de trabajo
vivo », ya que« las mujeres que conviven con 1'home blanco trabajan la tierra, hilan
el algodón, hacen de porteadores en las empresas de conquista, elaboran el azúcar y así
por el estih.

Un informe escritt en 1575 por el padre Martín González nos hace ver que la
suerte de estas mujeres no era idílica. Sus dueños y señores «las Hacen cavar con
azadones o palas todo el día, Y después a las noches, Cuando vienen, las
Hacen hilar algodón. [...] Con los fríos y solas trabajan, y si alguna descansa la dan
de palos. Mañana Hayal presente otra manera de nuevos Trabajos que más las muelen y
matan; que en pilones o brazos cono Unos palos muelen cañas, Porque no hay
Otro artificio para éllos. [...] y en esto se gasta Mucha leña y la Hacen traera a
cuestas. Y visto por estas mujeres que los españoles las tratan tan mal, de muy aburridas y
como gente que no Tiene Tanto entendimiento, Muchas determinan matarse
a sí Propias: unas comiendo tierra, ceniza y Carbones y pedazos de ollas y platos, y
Otras no comen ni beben miedo acabar la vida más presto; Otras se van a los bosques y
desesperación con cuerdas. Y vienda esto, Algunos de los españoles las meten en Unos
cestos grandes con cuerdas Colgadas en alto. Y allí las dan que Hileno y trabajo y
duerman »Y No nos debe sorprender, pues, que estas mujeres, en vez de
correr ilusionadas los bra <;: hueso de los conquistadores -como piensan Gilberto Freyre y
sus discípulos españoles-, hubieran de ser capturadas en la for <;: a.
No se pueden cerrar los ojos al hecho de que la colonización se basó en la utilización a
gran escala de trabajo for <;: at, que en los primeros momentos se extrajo
de manera directa -lo que permite hablar de esclavitud- y más adelante, como ha
mostrado Carlos siempre Assadourian, mediados <;: ant la introducción
for <;: a de 1'indígena dentro de un circuito de mercado (trabajo asalariado y compra de
mercancías para el consumo), falseado por la tasación del trabajo y por mecanismos
compulsivos de adquisición de productos, como el reparto for <;: at de mercancías. 28 Al
fin y al cabo, con ello no hicieron los españoles otra cosa que abrir el
camino que siguen portugueses, franceses, briúnics y holandeses, hasta transformar una
gran parte del mundo extraeuropeo en una inmensa plantación que
permitía obtener a un precio lo suficientemente bajo como para transportarlos a las
metrópolis y venderlos a los consumidores europeos productos «coloniales» o
«ultramarinos» como cate, azúcar, tabaco, algodón etc., gracias a los que se desarrolló un
mercado mundial que facilitaría el crecimiento económico moderno
En torno al primer centenario del "descubrimiento", cuando la autoridad real estaba
esfuerzo <;: ant a recuperar una parte al menos de la iniciativa que se había dejado
hasta entonces en manos privadas, los mismos cronistas oficiales reconocían las
maldades de los conquistadores, con el objeto, por una parte, de exculpar la corona
y, por otra, de mostrar la necesidad de un control más estricto.
La aparición, en 1601, de la primera parte de la Historia general de los Hechos de
los castellanos en las Islas y Tierrafirme del mar Oceano de Alonso de Herrera, 2 ')
que trataba con funde;: a franqueza las crueldades de la conquista, lO originó un grave
conflicto. El conde de Puñonrostro, nieto del conquistador Pedrarias Dávila,
había pedido al rey que obligara el cronista «de que antes de que la Hystoria se poblique,
se Enmienda los Pliegos» donde hablaba de su abuelo, «Porque Pone Muchas cosas
en perxuycio de apo onrra ». Herrera se negó y justificó el que había escrito:
«Paresce miedo los papeles reales, que dende el año de mil quatrocientos noventa y dos
que se comenzó a descubrir este orden, fasta el de mili quiynientos sesenta an
muerto a manos de Nuestros castellanos, con Yerro y fuego, ámbar y Otros malos
tratamientos, quarenta millones de almas. En una entrda que fiszo el Lyscenciado
Espinosa, theniente de Pedrarias e su espyritu, y ambos el furor de Dios, como se
falla en los papeles reales, en pocos días requesón sobre quarenta mili almas. E el capitán
Gaspar de Morales, de la tierra de Pedrarias e su pariente, requesón Otros munchos
y fiszo morir aperreados diez y nueve caciques o reyes, faltando a super fe y palabra.
Pues, atento tI esto en casi trescientas leguas que Pedrarias despobló, como el están oy
día, Querán un ervidero de Xente ¿Cuántos Parte de estos quarenta millones podían
tocar a Pedrarias? »

La reclamación de Puñonrostro motivó un intercambio de testigos y


de aportaciones documentales en que Herrera sostuvo la justicia de sus
afirmaciones y el derecho de 1'historiador decir la verdad, aduciendo incluso una citación
de Lipsi, que afirmaba que «niño bárbaros ni Xente nendguna cruel fYscieron
tantos estragos y crueldad como Aquellos conquistadores del Darién ». Hay que añadir
que tanto el colegio español de Bolonia como los doctores Sobrino y López de
Bolaños, en un informe firmado en Valladolid en 1610, apoyaron el cronista, lo que
demuestra que en aquellos momentos -cuando acababa de cumplirse el primer
centenario- no existía la obsesión enfermiza por la «1legenda negra».

Esta objetividad debe situarse, como hemos dicho, en el contexto de la esfon ;:


de control hecho por la corona, que podríamos ejemplificar en la tarea reformadora
del virrey Toledo en Perú. Establecer el control real significaba asegurar a los indios
una vida más justa, liberados de los abusos de Ios partriculars. Por otro lado, si
se quería demostrar que la responsabilidad de estos abusos, que eran universalmente
conocidos, caía sobre los mismos conquistadores, y no sobre los reyes y
sus consejos, había que denunciarlos. Refiriéndose a Pedrarias Dávila, Herrera
decía: "Si se salva el Gobernador de quien se trata de lo que exedió contra las santas
ynstrucciones diciembre tos Catholicos Reyes, Sus Maxestades vienen a quedar notados
de aber consentidas sobre Crueldad, quales chamán se oyeron. »

La defensa que Herrera hace de su causa termina en un canto a la independencia de


1'historiador ya su derecho a decir la verdad, porque, de otro modo, «non tendrán los
sombras qué ymitar [oo.], pues no será lyscito escrebir las buenas nin las malas obras; y
ansí seremos en España los que ignoraremos tales verdades, Porque los estranxeros esos
cuentos ». 31

La voluntad de afianzar el control sobre los indígenas explica también la preocupación por
evangelizarlos. Cuando Juan de Villagutierre sos tenía que los reyes
sólo habían intervenido en América por 1'afany de convertir los indígenas, se le
escapaba cuál era su concepto de conversión, que implicaba que los indios
vivieran «en cristiandad, SUjeczon, obediencia, sociedad y policía, como los DEMA
sobre vasallos, que Tienen y pusiera en los mañana reinos »

Esta complementariedad de religión y control social había sido ya intuida en su tiempo por
el padre Acosta: «Se llano que ninguna gente de las Indias Occidentales ha Sido ni se más
apta para el Evangelio que los que han estado más sujetos a sobre señores y mayor carga
han levantada, así de tributos y servicios, como de ritos y usos mortíferos ».33
Identificación del religioso y del político -del rito y el tribut- que recogerían aún en el siglo
XVIII, en los momentos finales de la colonia, Campomanes, que sostenía que los frailes
habían sido mayores que los soldados en la tarea de sujeción de los indígenas, o
Malaspina, que creía que «la autoridad de Nuestros dominios pende más bien que de otra
debido al influjo de la religión ».De hecho, los métodos utilizados para la conversión no
eran demasiado diferentes de losde la conquista militar. El ejemplo de Ios mayas lo puede
aclarar. inicialmente los
conquistadores se preocuparon muy poco de las cuestiones religiosas, y los mayas
pudieron pensar que la sola cosa que los habría que hacer era poner otra divinidad a su
panteón y añadir los ritos cristianos a su propia cultura religiosa. el
problema se presentó cuando llegaron los misioneros, que se apresuraron
aclararla Ios que el nuevo Dios y los nuevos ritos debían reemplazar;: ar los antiguos
enteramente y que ellos tenían que renunciar totalmente a su propia cultura
religiosa. Se les toleraría, hasta cierto punto, que conservaran elementos de las
viejas creencias;: es en la esfera privada -era el que los eclesiásticos llamaban
«Superstición» - pero no se les haría ninguna concesión en materia de culto público y
colectivo, que era lo que correspondía a la «idolatría» .35 Obligados a practicar en
público el culto cristiano, los mayas relegaron el de su religión tradicional a
cuevas sagradas y santuarios ocultos. 36 En 1561, cuando los franciscanos se dieron
cuenta
de esta duplicidad -lo que para ellos significaba que los mayas conversos,
sedui'ts por el diablo, habían apostatado de la fe cristiana que primero había abrazado;: at
espontaniament- respondieron con una sangrienta «pesquisa» inquisitorial en
la que se torturó más de 4.500 indios, 158 de los cuales murieron a consecuencia de los
interrogatorios. Así supieron los mayas que el cristianismo se
I'havien tomar muy seriosamentY Con sus libros santos quemados, y
aniquilados los sacerdotes Ios sus cultos, la religión de los mayas se conservó solamente
en el interior, en zonas donde los españoles no llegarían hasta el final del siglo
XVII, o en refugios seguros, donde podían escapar del control de los clérigos cristianos
sin dejar de participar de alguna manera en la vida económica de la colonia. 3 Cuando
hubieron perdido estos últimos reductos de su indepencia los mayas se esfuerzo <,: ar a
eleborar una simbiosis religiosa que resistlnaal menos hasta la «segunda conquista»
iniciada por las reformas borbónicas y completada por la independencia- como se había de
manifestar en la llamada «Guerra de castas»

La experiencia maya no es única. Jan de Vos, en un estudio sobre los


La candones, muestra que los dominicanos procederá de modo semejante, sin
que la doctrina del padre Las Casas, dominica y obispo de estas tierras, significara mucha
diferencia en la praxis de los frailes dentro de una conquista en que «frailes
y soldará hicieron menudo causa común ».40 Algo parecido se podría decir de la
función ejercida en los Andes por las campañas de «extirpación de las idolatrías», donde
la vigilancia y el castigo se aplicaban sobre todo a aquellos que Duviols califica de
líderes religiosos rurales que dirigían la resistencia "a la religión colonial».

En 1683, cuando se acercaba el segundo centenario del descubrimiento, y las relaciones


entre la metrópoli y las colonias pasaban un mal momento -se había perdido en buena
medida el control que la metrópoli ejercía sobre ellas, lo que
explica la disminución de los caudales que se enviaban en España-- el marcas de
Varinas se quejaba de la situación de los indios: «es tal sume infelicidad que los curas
que avían de ser super amparo [...] son sobre principales enemigos, haziéndoles las
mismas vejaciones, si son Frayles, que los correjidores, y con Mucha más demasía ». un
los problemas más graves era que los curas que los debían catequizar
ignoraban sus lenguas. Pero el remedio, según él, era muy sencillo: «El primero que a de
mandar V.M. para el alivio de estos yndios es que los yndios Pequeños que fuero naciendo
los aplican a aprender las orariones en lengua castellana,
castigándolos si empapado en otra. Que de este modo, Dentro de 20 años vendrán a
ser españoles; y con la lengua se las pega Nuestras costumbres y se olvido de
sobre ritos y ydolatrías. »4

Si queremos entender cuáles fueron los motivos reales de la política metropolitana


en América necesitamos dejar de lado las proclamaciones públicas, que todo lo presentan
como encaminado al bien de los ciudadanos, y escarbar en los textos internos donde
expone con crudeza la lógica de los administradores. Así veremos que estos
hombres, que al tiempo del primer centenario del descubrimiento -cuando escribía
Herrera- se esfuerzo <,: avance a recuperar el control de las colonias, justificándolo con
la voluntad de poner remedio a los abusos que habían cometido los conquistadores, y que
en el segundo centenario, al tiempo del marcas de Varinas, estaban empeñados en tirar
adelante este proyecto y se quejaban de las deficiencias de los que debían
llevarlo a cabo, al acercarse el tercer centenario, a finales del siglo XVIII,
Empezar;: avance a perder 1'esperan <,: a conseguirlo y se contentaban de sacar todos
los recursos posibles de aquellas tierras de más allá del océano.

Así, un hombre avance,: at y lúcido como era Aranda, escribía en 1785 al conde de
Floridablanca, jefe del gobierno español: «Nuestros verdaderos intereses son que la
España europea se refuerce en población, cultivo, artes y comercio, Porque la del
otro lado del charco Océano la hemo de mirar como precaria a años de diferencia.
Y así, Mientras la tengamos, hagamos uso de lo que nos Puedo Ayudar, para que
tomemos sustancia, pues en llegándola a perder, nos faltaría ese pedazo de tocino
para el caldo gordo. »4

Nadie parece haber pensado celebrar el tercer centenario de descubrimiento en 1792. Los
gobernantes españoles estaban preocupados entonces por cosas
mucho más acuciantes. 1, con respecto a la mayoría de los políticos de aquel tiempo,
tampoco ente ni en mucho lo que estaba pasando en América (entre otras razones
porque nunca se habían molestado en viajar a aquellas tierras). este desconcierto
lo podemos ver en el Consejo de estado de Fernando VII, en las actas del q ual se advierte
que la mayor parte de los dirigentes españoles estaba convencido,: uds, después
de haberse perdido las colonias, que reconquistarlo las había de ser fácil, porque la
inmensa mayoría de los estadounidenses soñaban en el orden social que sólo los
podía garantizar la corona española. O en 1869, en los escritos del cadí Aparisi y
Guijarro, que esperaba poder convencer a los países independientes americanos pcrque
aceptaran de convertirse en protectorados de una monarquía española
católica, tradicional y absolutista.

El paso de esta insensatez al puro delirio se produjo sobre todo con motivo
del cuarto centenario, a finales del siglo XIX. Eran los momentos en que las potencias
euro pe se estaban construyendo sus imperios coloniales y proclamaban, a fin de
justificarse, la retórica de la «misión civilizadora» que Kipling condensaría, el
1899, los versos de The white manos burden. 44 Una España que estaba a punto
de perder los últimos restos de su imperio ultramarino y que no conseguía de
sacar adelante el nuevo imperio norte-Afridi refugió en la evocación de pasadas grandezas
y celebró el «cuarto centanares» con todo tipo de festivales
recreativo-culturales. 45 En uno de estos actos, el Congreso Geográfico Hispanoportugués-
americano de 1892, donde se mezclaban las nosralgies del pasado y los
afanes colonizadores del presente, 46 Rafael Rondán afirma que los tres eventos
culminantes de la histórica de la humanidad eran: «el advenimiento de
jesucristo, la formación y caída del imperio romano y la dilatación del planeta ] por el
descubrimiento de la América, gloria esencialmente patria y que tiene tanto de épica y de
dramática, com de hispana y de sagrada».
En este nuevo contexto las denuncias sobre la crueldad de la conquista
eran
despreciadas como invenciones basadas en los delirios del padre Las
Casas y en la
mala fe de los eternos enemigos de España. En lugar de limitarse a
situar la realidad de la conquista en la lógica del imperialismo europeo
para demostrar
su similitud, los apologistas empeñaban en blanquear lo que no podía
blanquearse.

Las músicas del «cuarto centenario» van utilizarse para encubrir la


amarga
realidad de la última guerra colonial americana, en que la metrópoli
sacrificó inútilmente las vidas de soldados mal preparados y los recursos
obtenidos de un
credit inflacionario, pagado con la pérdida de capacidad adquisitiva de
los asalariados.
El fracaso generó momentos de desconcierto. En las cortes, un político
conservador
insinuó que había que colgar generales, mientras que periodistas sin
escrúpulos,
como el joven Lerroux, se hacían pagar a buen precio su silencio sobre la
manera
como algunos habían enriquecido a las colonias

Hubo también críticas más duras y más serias. Santiago Ramón y


Cajal, que había sido médico militar en Cuba, proclamaba que el
gobierno español tenía que haber abandonado Cuba antes de aceptar
una guerra en que «era
físicamente imposible que triunfásemos », y pedía una regeneración
nacional
que comenzara eliminando la autocomplacencia;: a y el patrioterismo
que el «cuarto ce ntanari» había fomentado: «Se necesita volver a
escribir la historia de España para
limpiarla de toda esas exageraciones con que se agiganta a los ojos del
niño el
valor y la virtud de super raza. Mala manera de preparar a la juventud al
engrandecimiento de super patria, se pintarle ésta como una nación de
héroes, de sabios y de
artistas insuperables. »49 En un sentido similar, y de manera aún más
radical,
se pronunció Pi y Margall: «Algunos periódicos, para consolarnos de
Nuestros
desastres, recuerdan hoy las glorias que adquirimos en la conquista de
América.
Sería mejor que las callarán. Si creyéramos en la Providencia, diriamos
que el presente siglo nos Hace purgar los crímenes que ahí entónces
cometimos. Nuestras pretendidas glorias no fuerón sino una
interminable serie de Hechos que nos
deshonran. »5

Si la celebración del «cuarto centenario» iba encaminada a Reemplazar


<;: ar
el imperio colonial que se estaba acabando de perder con un nuevo
imperio retórico
fundamentado en el concepto de «hispanidad», la del «quinto» ocurre en
momentos
en que será necesario liquidar incluso este nos fantasmal: en momentos
en que
España, como parte de la Comunidad Europea, cierra las fronteras a los
latinoamericanos y se dispone a refugiarse detrás de la gran muralla que
el mundo
desarrollado esta levantando para separarse del subdesarrollo. quizás ha
llegado el momento de arrinconar definitivamente los viejos mitos -como
<;: ant para
las metamorfosis de la conquista- y de iniciar unas nuevas relaciones
basadas en
la realidad de las necesidades y las aspiraciones de los hombres y las
mujeres que --en
una orilla cualquiera de cualquiera de las mares del planeta, nacidos de
cualquier
linaje y expresándonos en cualquier idioma que nos permita
entendernos
unos con otros-- compartimos la aspiración de un mundo con más
igualdad y más
libertad, y encontramos en ella un motivo de hermanamiento más fuerte
que los de la
ra <;: a, la lengua o la cultura.

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