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Hace quinientos años se convirtió en un viaje de Europa a America que tiene mucho
sorprendente y maravilloso. Entre otras cosas, la diversidad de interpretaciones a que dio
lugar desde el primer momento Quisiera ocuparme aquí, desde la percepción que
tenemos en su quinto centenario, de las metamorfosis que ha sufrido la historia de este
viaje a lo largo del tiempo. La cosa empezó;: ar muy pronto. La llegada de Colón a América
fue un evento impresos,: ist, ya que su objetivo era encontrar una nueva ruta hacia en las
costas orientales de Asia. La recepción inicial de la noticia estuvo influ'ida los mitos
clásicos sobre la edad de oro, estimulados por la pintura que Colo m hacía de unos
hombres que vivían en estado de inocencia. 1 Esta visión inicial se reflejaba a la bula «Inter
caetera», por la que el papa Alejandro VI concedía a los Reyes Católicos, en 1493, las
tierras que descubrieran, «con libre, PIE y absoluto poder y jurisdicción », donde se
describe los habitantes de aquellos paises como« gente que vive en paz, y, según se dice,
desnuda y que no comen carne », y que« creen que hay un Dios creador de los cielos y que
parecen suficientemente aptos para recibir la fe católica ».2 Muy pronto, sin embargo, se
liquidó esta imagen idílica del primeros momentos y fue reemplazado;: a por otra en que
el nativo era presentado como un salvaje salvaje, caracterizado sobre todo por su
canibalismo, 3 y el deísmo que le atribulado la bula de Alejandro VI se transformaba en
condenable idolatría. que había pasar?
Un informe escritt en 1575 por el padre Martín González nos hace ver que la
suerte de estas mujeres no era idílica. Sus dueños y señores «las Hacen cavar con
azadones o palas todo el día, Y después a las noches, Cuando vienen, las
Hacen hilar algodón. [...] Con los fríos y solas trabajan, y si alguna descansa la dan
de palos. Mañana Hayal presente otra manera de nuevos Trabajos que más las muelen y
matan; que en pilones o brazos cono Unos palos muelen cañas, Porque no hay
Otro artificio para éllos. [...] y en esto se gasta Mucha leña y la Hacen traera a
cuestas. Y visto por estas mujeres que los españoles las tratan tan mal, de muy aburridas y
como gente que no Tiene Tanto entendimiento, Muchas determinan matarse
a sí Propias: unas comiendo tierra, ceniza y Carbones y pedazos de ollas y platos, y
Otras no comen ni beben miedo acabar la vida más presto; Otras se van a los bosques y
desesperación con cuerdas. Y vienda esto, Algunos de los españoles las meten en Unos
cestos grandes con cuerdas Colgadas en alto. Y allí las dan que Hileno y trabajo y
duerman »Y No nos debe sorprender, pues, que estas mujeres, en vez de
correr ilusionadas los bra <;: hueso de los conquistadores -como piensan Gilberto Freyre y
sus discípulos españoles-, hubieran de ser capturadas en la for <;: a.
No se pueden cerrar los ojos al hecho de que la colonización se basó en la utilización a
gran escala de trabajo for <;: at, que en los primeros momentos se extrajo
de manera directa -lo que permite hablar de esclavitud- y más adelante, como ha
mostrado Carlos siempre Assadourian, mediados <;: ant la introducción
for <;: a de 1'indígena dentro de un circuito de mercado (trabajo asalariado y compra de
mercancías para el consumo), falseado por la tasación del trabajo y por mecanismos
compulsivos de adquisición de productos, como el reparto for <;: at de mercancías. 28 Al
fin y al cabo, con ello no hicieron los españoles otra cosa que abrir el
camino que siguen portugueses, franceses, briúnics y holandeses, hasta transformar una
gran parte del mundo extraeuropeo en una inmensa plantación que
permitía obtener a un precio lo suficientemente bajo como para transportarlos a las
metrópolis y venderlos a los consumidores europeos productos «coloniales» o
«ultramarinos» como cate, azúcar, tabaco, algodón etc., gracias a los que se desarrolló un
mercado mundial que facilitaría el crecimiento económico moderno
En torno al primer centenario del "descubrimiento", cuando la autoridad real estaba
esfuerzo <;: ant a recuperar una parte al menos de la iniciativa que se había dejado
hasta entonces en manos privadas, los mismos cronistas oficiales reconocían las
maldades de los conquistadores, con el objeto, por una parte, de exculpar la corona
y, por otra, de mostrar la necesidad de un control más estricto.
La aparición, en 1601, de la primera parte de la Historia general de los Hechos de
los castellanos en las Islas y Tierrafirme del mar Oceano de Alonso de Herrera, 2 ')
que trataba con funde;: a franqueza las crueldades de la conquista, lO originó un grave
conflicto. El conde de Puñonrostro, nieto del conquistador Pedrarias Dávila,
había pedido al rey que obligara el cronista «de que antes de que la Hystoria se poblique,
se Enmienda los Pliegos» donde hablaba de su abuelo, «Porque Pone Muchas cosas
en perxuycio de apo onrra ». Herrera se negó y justificó el que había escrito:
«Paresce miedo los papeles reales, que dende el año de mil quatrocientos noventa y dos
que se comenzó a descubrir este orden, fasta el de mili quiynientos sesenta an
muerto a manos de Nuestros castellanos, con Yerro y fuego, ámbar y Otros malos
tratamientos, quarenta millones de almas. En una entrda que fiszo el Lyscenciado
Espinosa, theniente de Pedrarias e su espyritu, y ambos el furor de Dios, como se
falla en los papeles reales, en pocos días requesón sobre quarenta mili almas. E el capitán
Gaspar de Morales, de la tierra de Pedrarias e su pariente, requesón Otros munchos
y fiszo morir aperreados diez y nueve caciques o reyes, faltando a super fe y palabra.
Pues, atento tI esto en casi trescientas leguas que Pedrarias despobló, como el están oy
día, Querán un ervidero de Xente ¿Cuántos Parte de estos quarenta millones podían
tocar a Pedrarias? »
La voluntad de afianzar el control sobre los indígenas explica también la preocupación por
evangelizarlos. Cuando Juan de Villagutierre sos tenía que los reyes
sólo habían intervenido en América por 1'afany de convertir los indígenas, se le
escapaba cuál era su concepto de conversión, que implicaba que los indios
vivieran «en cristiandad, SUjeczon, obediencia, sociedad y policía, como los DEMA
sobre vasallos, que Tienen y pusiera en los mañana reinos »
Esta complementariedad de religión y control social había sido ya intuida en su tiempo por
el padre Acosta: «Se llano que ninguna gente de las Indias Occidentales ha Sido ni se más
apta para el Evangelio que los que han estado más sujetos a sobre señores y mayor carga
han levantada, así de tributos y servicios, como de ritos y usos mortíferos ».33
Identificación del religioso y del político -del rito y el tribut- que recogerían aún en el siglo
XVIII, en los momentos finales de la colonia, Campomanes, que sostenía que los frailes
habían sido mayores que los soldados en la tarea de sujeción de los indígenas, o
Malaspina, que creía que «la autoridad de Nuestros dominios pende más bien que de otra
debido al influjo de la religión ».De hecho, los métodos utilizados para la conversión no
eran demasiado diferentes de losde la conquista militar. El ejemplo de Ios mayas lo puede
aclarar. inicialmente los
conquistadores se preocuparon muy poco de las cuestiones religiosas, y los mayas
pudieron pensar que la sola cosa que los habría que hacer era poner otra divinidad a su
panteón y añadir los ritos cristianos a su propia cultura religiosa. el
problema se presentó cuando llegaron los misioneros, que se apresuraron
aclararla Ios que el nuevo Dios y los nuevos ritos debían reemplazar;: ar los antiguos
enteramente y que ellos tenían que renunciar totalmente a su propia cultura
religiosa. Se les toleraría, hasta cierto punto, que conservaran elementos de las
viejas creencias;: es en la esfera privada -era el que los eclesiásticos llamaban
«Superstición» - pero no se les haría ninguna concesión en materia de culto público y
colectivo, que era lo que correspondía a la «idolatría» .35 Obligados a practicar en
público el culto cristiano, los mayas relegaron el de su religión tradicional a
cuevas sagradas y santuarios ocultos. 36 En 1561, cuando los franciscanos se dieron
cuenta
de esta duplicidad -lo que para ellos significaba que los mayas conversos,
sedui'ts por el diablo, habían apostatado de la fe cristiana que primero había abrazado;: at
espontaniament- respondieron con una sangrienta «pesquisa» inquisitorial en
la que se torturó más de 4.500 indios, 158 de los cuales murieron a consecuencia de los
interrogatorios. Así supieron los mayas que el cristianismo se
I'havien tomar muy seriosamentY Con sus libros santos quemados, y
aniquilados los sacerdotes Ios sus cultos, la religión de los mayas se conservó solamente
en el interior, en zonas donde los españoles no llegarían hasta el final del siglo
XVII, o en refugios seguros, donde podían escapar del control de los clérigos cristianos
sin dejar de participar de alguna manera en la vida económica de la colonia. 3 Cuando
hubieron perdido estos últimos reductos de su indepencia los mayas se esfuerzo <,: ar a
eleborar una simbiosis religiosa que resistlnaal menos hasta la «segunda conquista»
iniciada por las reformas borbónicas y completada por la independencia- como se había de
manifestar en la llamada «Guerra de castas»
Así, un hombre avance,: at y lúcido como era Aranda, escribía en 1785 al conde de
Floridablanca, jefe del gobierno español: «Nuestros verdaderos intereses son que la
España europea se refuerce en población, cultivo, artes y comercio, Porque la del
otro lado del charco Océano la hemo de mirar como precaria a años de diferencia.
Y así, Mientras la tengamos, hagamos uso de lo que nos Puedo Ayudar, para que
tomemos sustancia, pues en llegándola a perder, nos faltaría ese pedazo de tocino
para el caldo gordo. »4
Nadie parece haber pensado celebrar el tercer centenario de descubrimiento en 1792. Los
gobernantes españoles estaban preocupados entonces por cosas
mucho más acuciantes. 1, con respecto a la mayoría de los políticos de aquel tiempo,
tampoco ente ni en mucho lo que estaba pasando en América (entre otras razones
porque nunca se habían molestado en viajar a aquellas tierras). este desconcierto
lo podemos ver en el Consejo de estado de Fernando VII, en las actas del q ual se advierte
que la mayor parte de los dirigentes españoles estaba convencido,: uds, después
de haberse perdido las colonias, que reconquistarlo las había de ser fácil, porque la
inmensa mayoría de los estadounidenses soñaban en el orden social que sólo los
podía garantizar la corona española. O en 1869, en los escritos del cadí Aparisi y
Guijarro, que esperaba poder convencer a los países independientes americanos pcrque
aceptaran de convertirse en protectorados de una monarquía española
católica, tradicional y absolutista.
El paso de esta insensatez al puro delirio se produjo sobre todo con motivo
del cuarto centenario, a finales del siglo XIX. Eran los momentos en que las potencias
euro pe se estaban construyendo sus imperios coloniales y proclamaban, a fin de
justificarse, la retórica de la «misión civilizadora» que Kipling condensaría, el
1899, los versos de The white manos burden. 44 Una España que estaba a punto
de perder los últimos restos de su imperio ultramarino y que no conseguía de
sacar adelante el nuevo imperio norte-Afridi refugió en la evocación de pasadas grandezas
y celebró el «cuarto centanares» con todo tipo de festivales
recreativo-culturales. 45 En uno de estos actos, el Congreso Geográfico Hispanoportugués-
americano de 1892, donde se mezclaban las nosralgies del pasado y los
afanes colonizadores del presente, 46 Rafael Rondán afirma que los tres eventos
culminantes de la histórica de la humanidad eran: «el advenimiento de
jesucristo, la formación y caída del imperio romano y la dilatación del planeta ] por el
descubrimiento de la América, gloria esencialmente patria y que tiene tanto de épica y de
dramática, com de hispana y de sagrada».
En este nuevo contexto las denuncias sobre la crueldad de la conquista
eran
despreciadas como invenciones basadas en los delirios del padre Las
Casas y en la
mala fe de los eternos enemigos de España. En lugar de limitarse a
situar la realidad de la conquista en la lógica del imperialismo europeo
para demostrar
su similitud, los apologistas empeñaban en blanquear lo que no podía
blanquearse.