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UNIVERSALIDAD DEL PECADO - RAVASI

1. Antiguo Testamento.

En la Biblia aparece la convicción de que todos los hombres pertenecen a una raza pecadora.

2464
a) Génesis 1-11.

En Gen 1-11 se describe la situación universal de pecado. Con algunas excepciones (Abel: Gn 4,41 Henoc:
Gen 5,22ss; Noé: Gn 6,9 Gn 7,1), ya desde los orígenes la humanidad se rebeló contra Dios. El diluvio,
presentado como universal, fue provocado, según la tradición J, por la maldad del hombre (Gn 6,5), mientras
que, según la tradición P, el motivo de este castigo es la corrupción general de todos los mortales (Gen
6,12s). Existe una cierta solidaridad en el mal. Toda la estirpe de los cainitas es una raza de pecadores (Gn
4,17-23). La generalización del pecado se explica como un proceso de imitación: una generación hereda el
mal de la anterior. La influencia del pecado de los primeros padres sobre su descendencia se considera
dentro del ámbito de las consecuencias del pecado, que acarrean la muerte, el trabajo fatigoso y la expulsión
del jardín, símbolo de la interrupción de la familiaridad con Dios.

2465
b) Los profetas.

El rey Salomón confiesa que no existe ningún hombre que no caiga en alguna culpa (1R 8,46). Los profetas
de Israel denuncian los pecados de todo el pueblo (Os 4,2 Is 1,4 Is 5,7 Is 30,9). El profeta Isaías se siente
solidario de la impureza del pueblo (Is 6,5). Para Miqueas no existen hombres piadosos en el país; todos
están corrompidos (Miq 7,1-7). Jeremías describe con tintas oscuras la perversidad general del país (Jr 5,1
5,28ss; Jr 9,1-8), que anida en el corazón malvado y endurecido de cada individuo (Jr 13,23 Jr 17,9).
Ezequiel considera toda la historia de Israel como una serie de infidelidades. Se dirige a Jerusalén bajo la
figura de una niña encontrada en el camino, que a pesar de la solicitud del Señor desde su juventud siempre
se mostró infiel a Dios, que había hecho alianza con ella.(Ez 16). En el capítulo 23 el mismo profeta
interpela a las dos hermanas, Jerusalén y Samaría, es decir, a los reinos de Judá y de Israel, divididos pero
hermanos, que ya desde la salida de Egipto cometieron toda clase de abominaciones. Esta misma concepción
de la historia de Israel se encuentra en Is 54. En algunas plegarias penitenciales posteriores al destierro los
portavoces de la comunidad expresan su arrepentimiento por las faltas de sus antepasados (Esd 9,6-15 Neh
l,6s; Is 63,7-64,11; Ps 78). Esta concepción se ve rubricada por la convicción de que la acción de un
individuo repercute en la vida del grupo, ya que la existencia del grupo está profundamente marcada por las
acciones de cada uno de sus miembros. Esto sucede no solamente en un momento determinado de la
historia, sino a través de todo el curso de la existencia de un pueblo. Un grupo social como la familia, la
tribu y la nación es considerado a la manera de una persona concreta, que sobrevive en el tiempo y en el
espacio debido a una especie de unidad biológica (personalidad incorporante).

2466
c) Los libros sapienciales.

Los sabios de Israel, que dirigen su atención más allá de los confines del pueblo elegido, interesados como
están por la condición humana en general, afirman la fragilidad y la impureza de todo ser humano frente a
Dios (Jb 4,17s; 15,14ss; 14,4; Pr 20,9 Qo 7,20 Ps 143,2 2Ch 6,36). Todos los hombres han cometido faltas,
aunque sólo sea pronunciando palabras imprudentes (Si 19,16). Más aún, el pecado alcanza al hombre ya
antes de su juventud, desde el primer momento de su existencia (Ps 51,7). La corrupción es un fenómeno
humano general, del que los mismos hombres piadosos no son capaces de sustraerse por completo (Ps 12,1-
5 Ps 14,1-4 Ps 140,2-6).

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2. JesúS.
En su predicación, Jesús supone que todos los hombres son pecadores, ya que dirige a todos su invitación a
la conversión (Mc 1,14s; Lc 13,3 Lc 13,5); en efecto, no hay nadie que no tenga culpa (Lc 13,2-5 Jn 8,7).
Jesús denuncia toda forma de orgullo y de autojustificación (Lc 15,25-32 Lc 18,10-14).

Aun insistiendo en el aspecto interior y personal del pecado, Jesús admite también un vínculo colectivo en el
mal a través de las generaciones, adecuándose a la mentalidad del AT y del judaismo. Las generaciones
precedentes mataron a los profetas considerándolos como seductores y traidores a la causa nacional, y por
tanto como criminales. La generación contemporánea de Jesús lleva a su cumplimiento lo que habían
emprendido los padres al matar a los profetas (Mt 23,29-36 Mt 23, Lc 11,47-51 13,34s). En la parábola de
los viñadores homicidas, el asesinato de los profetas y del hijo del propietario de la viña, realizado en varias
épocas de la historia, se atribuye a los mismos oyentes de Jesús (Mt 21,23-45). Las culpas de las
generaciones anteriores, que entregaron a la muerte a los enviados de Dios, pesan sobre el grupo alejado en
el tiempo y cuya perversidad va creciendo continuamente. No se trata simplemente de una pura vinculación
genealógica, sino de una cierta asimilación moral entre los descendientes de un mismo tronco. Esta misma
concepción es la que aflora en Ac 7,51 y en 1Th 2,15.

2468
3. San Pablo.

El autor sagrado del NT que más ha insistido en la universalidad del pecado, a fin de subrayar la necesidad
absoluta de la gracia de Cristo, es san Pablo. Su pensamiento queda expresado sobre todo en las cartas a los
Romanos y a los Efesios.

2469
a) La humanidad pecadora.

Prescindiendo de la gracia de Cristo, que actúa en el mundo ya desde los comienzos de la humanidad, el
apóstol presenta a los paganos y a los judíos de su tiempo -las dos categorías en que se dividía el mundo
antiguo desde el punto de vista religioso- como profundamente hundidos en el pecado. Se trata de una
constatación que se basa en la experiencia y en el testimonio de la Escritura. Por su nacimiento, los paganos
se encuentran en una situación de ignorancia de Dios y de su ley; por eso se los llama "ateos y sin ley" (Ga
2,15 Ep 2,1-4 Ep 2,12); están muertos por causa de sus delitos y no buscan la justicia (Rm 4,30). Los judíos
no han observado tampoco la ley (Rm 9,30), y son hijos de la cólera lo mismo que los paganos (Ep 2,3). En
Rom 1,18-3,19 el apóstol presenta un cuadro impresionante de la abyección moral en que había caído la
sociedad pagana y, con las debidas reservas, también la sociedad judía, sin el influjo benéfico de Cristo.
Todos están sometidos al pecado; no son solamente capaces de pecado ni están solamente inclinados al
mismo, sino que son auténticos pecadores, sin excluir a los judíos, que se consideraban justos (Rm 3,23). Al
aducir el ejemplo de los dos grupos, paganos yjudíos, Pablo piensa en toda la humanidad que se encuentra
fuera de la influencia de Cristo.

2470
b) El pecado de Adán.

Con una intuición genial, el apóstol relaciona el pecado personificado -es decir, la inclinación inherente a la
naturaleza humana, opuesta a Dios y que induce a los pecados personales de manera infalible al hombre
capaz de actos humanos- con la transgresión cometida por el primer hombre (Rm 5,12-21). Utilizando un
lenguaje complejo, desde las alusiones a Gen 2-3 hasta las referencias a los libros apócrifos y las
argumentaciones de tipo rabínico, Pablo admite una causalidad misteriosa y una influencia real del pecado
de Adán sobre todos los hombres que se derivan de él (Rm 5,12 1Co 15,22). Las malas inclinaciones de que
está infectada la naturaleza humana deben reducirse, como a su fuente común, al pecado del primer hombre;
por eso mismo todos los hombres se encuentran en la condición descrita para los paganos en Rom 1,18-25 y
para los judíos en Rom 2,1-24. En efecto, prescindiendo del influjo de la redención de Cristo, que actuó en
la historia incluso antes de la muerte y de la resurrección de Jesús, todos los hombres han pecado y pecan
personalmente, por lo que están privados de la salvación y están condenados a la perdición (Rm 5,12). La
rebelión del primer hombre contra Dios situó a todos los hombres en un estado tal que no sólo resulta
inalcanzable la salvación, sino que sin Cristo no es posible evitar la condenación eterna. Pero lo mismo que
es universal la causalidad pecaminosa de Adán, así también -¡y con mayor razón!- es universal y eficaz la
obra redentora de Cristo (Rm 5,15-21).

2471
c) Pecados personales.

En Rom 7,7-25, las afirmaciones del apóstol se aplican a cada hombre en particular, ya que se describe la
condición del pecador que, libre y responsable dé sus actos, no es capaz de realizar el bien y está condenado
a pecar. Tal es la situación de todos los hombres que se encuentran fuera de la influencia benéfica de la obra
salvadora de Cristo.

En Ep 2,3 el hagiógrafo afirma que tanto los judíos como los paganos, por el mismo hecho de su origen
humano, son objeto de la cólera divina. Se trata de una conclusión que el autor deduce de la universalidad
del pecado, al que se designa suficientemente como fuente de las inclinaciones pecaminosas con las que está
ahora contaminada la naturaleza humana.

2472

IV. ORIGEN DEL PECADO.

1. Antiguo Testamento.

La Biblia no ofrece respuestas uniformes a la misteriosa cuestión del origen del pecado.

2473
a) La fuerza demoníaca.

En Gen 2-3, relato sapiencial y etiológico que tiende a explicar la actual condición humana señalando sus
causas en un acontecimiento primitivo, se enseña que la miseria humana y el mal no provienen de Dios, sino
de una rebelión del hombre contra Dios ocurrida en los comienzos de la humanidad. Como causa extrínseca
que indujo al pecado se presenta también a la serpiente, identificada más tarde con la potencia del demonio
(Gn 3 Sg 2,24). En 1S la causa de la locura homicida de Saúl es un ser divino; en 1R 22,21 un espíritu divino
impulsa a los reyes de Judá y de Israel a la irremediable derrota. Los males de Jb se le atribuyen al influjo de
Satanás (Jb 1,6).

2474
b) El corazón perverso.
Los profetas descubren el origen de la malicia humana en la perversión radical del corazón. La resistencia a
la voluntad de Dios es, según el profeta Jeremías, una revelación de las profundas disposiciones antidivinas
arraigadas en el ánimo de todos los hombres, tanto judíos (Jr 13,23) como paganos (Jr 3,17 Jr 9,25).
Ezequiel habla de un corazón de piedra, sordo a todas las advertencias y rebelde a todas las enseñanzas (Ez
11,19 Ez 36,26).

2475
c) La inclinación al mal.

Los sabios de Israel con sus severos consejos (Pr 13,24 Pr 15,10 Pr 19,18 23,13s; Pr 29,17 Si7,23s; Pr 30,1
Pr 30,7-13 Pr 42,5-1 ^suponen como origen del pecado una inclinación al mal arraigada en lo más profundo
del ser del hombre, Pr a la cual es posible resistir Pr a pesar Pr de todo. En dos pasajes se habla Pr de un
designio perverso, en el sentido Pr de una tendencia al mal, que más tarde recibirá el nombre Pr de
concupiscencia (Si 15,4; 37,3). Los profetas y los sabios se muestran explícitos Pr a la hora Pr de admitir
una depravación congéni-ta Pr de la intimidad del hombre.

2476
d) El pecado de origen.

En dos textos se menciona expresamente el pecado de los primeros padres para explicar la miseria actual de
la condición humana. En Sg 2,24 se afirma que el hombre quedó privado de la incorruptibilidad, a la que
había sido destinado por Dios, por causa de la envidia del demonio. En Si 24,23 se relaciona expresamente
el origen del pecado y de la muerte con el comportamiento presuntuoso de la primera mujer.

2477
2. Evangelios sinópticos.

En los tres primeros evangelios no hay más que una vaga alusión al origen del pecado en el mundo.
Insistiendo en las disposiciones internas de las acciones humanas, Jesús considera el corazón como la causa
última del bien y del mal (Mt 7,6-13 12,34s; Mt 15,8-20 Mc 7,6-13 Lc 6,45). El que tiene el corazón malo es
un árbol malo, que no puede menos de dar frutos podridos (Mt 12,33ss; Lc 6,43ss). Para Jesús la raíz
profunda del pecado es la facultad espiritual del nombre, en donde se toman las decisiones de las acciones
exteriores (Mt 5,22 Mt 5,28). Además, Jesús no excluye la influencia de Satanás, ya que los pecadores son
hijos del maligno (Mt 5,37 13,38s; Mc 4,15).

2478
3. San Pablo.

La enseñanza de Pablo sobre el origen del pecado es la más difundida de toda la Biblia. El apóstol remite al
pecado de los primeros padres, que ejerce un influjo deletéreo en toda su descendencia (Rm 5,12-21);
considera la naturaleza caída del hombre (sárx) con su tendencia al mal; investiga el papel de la ley que da
solamente el conocimiento de la ley de Dios, pero no la fuerza para cumplirla, y no excluye la influencia del
demonio en las acciones malas que realiza el hombre.

2479
4. La literatura joanea.

Según los escritos joaneos, la raíz del pecado es de índole moral: una praxis perversa (Jn 3,I9ss), la
búsqueda de la propia gloria (Jn 5,44), la pretensión de establecer por sí mismo las modalidades de la
búsqueda de la salvación, la presunción de estar libre de pecado y de gozar ya de libertad (Jn 7-8). Se
menciona además el atractivo del mundo, con la concupiscencia de la carne y de los ojos y la soberbia de la
vida (1Jn 2,15ss).

2480
5. La tentación.

Un elemento importante en el origen del pecado es el papel que juega la tentación. No se trata de la prueba a
la que Dios puede someter al hombre para experimentar su fidelidad y su perseverancia en el bien, cuyos
clásicos ejemplos son la tentación de Abrahán (Gn 22,1-9) y la de Jb (Jb 1-2). En nuestro caso se trata del
intento realizado para hacer que el hombre se desvíe del camino recto y para inducirlo a cometer pecados.

El AT conoce la tentación que proviene del demonio. En Gen 3 la desconfianza de Dios y la rebelión contra
su voluntad son provocadas ante todo por la serpiente, en la que la tradición posterior vio el símbolo del
demonio (Sg 2,24). El modo con que el tentador procuró arrastrar a la mujer se describe de una forma
psicológicamente muy fina y sagaz. El censo de la población ordenado por David se presenta también como
una seducción del demonio.

Con mayor amplitud se describe la influencia del tentador satánico en el NT. El poder maligno puede
suscitar males físicos para inducir al pecado; se sirve de las persecuciones y de los sufrimientos morales para
provocar la apostasía (1 Tes 3,4s; 1 Pe 5,8s); este esfuerzo será más palpable en la era escatológica (Ap
20,7).

San Pablo subraya el papel de la concupiscencia, presente en lo íntimo del hombre, al comentar el
mal (Ga 5,16 Rm 7,14-25 Rm 6,12). Asimismo, algunos acontecimientos o circunstancias históricas pueden
ser no sólo un obstáculo para la fe, sino también una incitación a la infidelidad con Dios: la humilde actitud
de Cristo (Mt 26,41 Mc 14,38 Lc 22,28), la enfermedad corporal (Gal 4,13s), la oposición al evangelio por
parte de los no creyentes (1Th 3,4s). Sin embargo, Dios no permite que la tentación supere las fuerzas del
hombre (1Co 10,13 2P 2,9). Mediante la vigilancia y la oración es posible vencer los estímulos internos y
externos, que arrastran al hombre hacia el mal (Mt 26,41 Mc 14,38 Lc 22,40 Lc 22,46 Mt 6,13 Lc 11,4 Ap
3,10). ( Diccionario RAVASI 2463)

X. LA REPRESENTACIÓN MONOGENISTA DE LOS ORÍGENES DE LA HUMANIDAD.

El relato de la creación de Adán y Eva se presenta en la Biblia como mono-genista (es decir, existencia de
una sola pareja original). El modelo dominante de la cultura científica de la época era ciertamente el
monogenis-ta, que es por consiguiente la propuesta adoptada por la Biblia para desarrollar su discurso sobre
el hombre. La moderna hipótesis poligenis-ta sólo puede aceptarse en la medida en que consigue acoger los
datos de antropología teológica que nos ofrece la Biblia.

En la Biblia se utiliza a menudo el procedimiento convencional de hacer derivar de un único antepasado


(llamado epónimo) a todo un pueblo (cf, p.ej., la "tabla de los pueblos" de Gn 10). De este modo la
humanidad se derivaría del único Adán. Especialmente el NT -Pablo en particular (Rm 5,12-19)- parece estar
en favor de una sola pareja humana, por cuya culpa toda la humanidad se habría hecho pecadora. La
revelación afirma a menudo con energía la unidad del género humano, sobre todo cuando la ve rota por el
pecado. Dios ha hecho de un solo principio toda la raza de los hombres (Ac 17,26).
El epónimo Adán representa de forma simbólica la unidad de la raza humana, cuyo nombre lleva. Unidad no
sólo de naturaleza, sino también de origen, de vocación, de destino en el plano de la salvación universal.
Pero esta unidad ha sido rota por el pecado. El autor yahvista muestra en las páginas iniciales del Génesis la
primera ruptura del hombre con Dios, que dio comienzo a una ruptura progresiva de los hombres entre sí,
hasta el pecado de la "torre de Babel", que representa el primer pecado social.

La unidad humana no interesa solamente a la doctrina del pecado, sino también a la doctrina de la redención,
puesto que "como por la desobediencia de un solo hombre fueron constituidos pecadores todos, así también
por la obediencia de uno solo serán todos constituidos justos" (Rm 5,19). Después del relato de la "torre de
Babel" se narra la vocación de Abrahán. De este modo se abre la historia de Israel. Pero la unificación de
todos tendrá lugar en torno al Dios vivo reconocido por todos los hombres. El profeta Isaías (2,24) ve a
todos los pueblos en peregrinación hacia Jerusalén, centro del mundo, antítesis de Babilonia.

Será Dios mismo el que reconstruya en el futuro la unidad humana: "Yo vendré a reunir a los pueblos de
todas las lenguas, que llegarán y verán mi gloria" (Is 66,18).

El comienzo de esta reconstrucción tiene lugar el día de pentecostés, visto por Lucas en los Hechos y
por los padres como la anti-Babel (Ac 2,1-11). Juan ve su realización plena en el mundo futuro, cuando dice
en el Apocalipsis que en torno al cordero se reúne "una gran muchedumbre, que nadie podía contar, de toda
nación, raza, pueblo y lengua" (Ap 7,9-12). ( Diccionario RAVASI 2695)

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