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“El ganado es uno de los principales responsables de los graves problemas medioambientales de hoy
en día. Se requiere una acción urgente para hacer frente a esta situación”, asegura Henning Steinfeld,
Jefe de la Subdirección de Información Ganadera y de Análisis y Política del Sector de la FAO, y uno de
los autores del estudio.
Como señal de prosperidad, cada año la humanidad consume más carne y productos lácteos. Está
previsto que la producción mundial de carne se duplique desde los 229 millones de toneladas en
1999/2001 a 465 millones de toneladas en 2050, al tiempo que la producción lechera se incrementará
en ese período de 580 a 1 043 millones de toneladas.
Un precio elevado
El sector pecuario es el de crecimiento más rápido en el mundo en comparación con otros sectores
agrícolas. Es el medio de subsistencia para 1 300 millones de personas y supone el 40 por ciento de la
producción agrícola mundial. Para muchos campesinos pobres en los países en desarrollo, el ganado
es también una fuente de energía como fuerza de tiro y una fuente esencial de fertilizante orgánico
para las cosechas.
Pero este rápido desarrollo tiene un precio elevado para el medio ambiente, según el informe de la
FAO La sombra alargada de la ganadería-aspectos medioambientales y alternativas. “El coste
medioambiental por cada unidad de producción pecuaria tiene que reducirse a la mitad, tan sólo para
impedir que la situación empeore”, advierte el documento.
Si se incluyen las emisiones por el uso de la tierra y el cambio del uso de la tierra, el sector ganadero
es responsable del 9 por ciento del CO2 procedente de la actividades humana, pero produce un
porcentaje mucho más elevado de los gases de efecto invernadero más perjudiciales. Genera el 65 por
ciento del oxido nitroso de origen humano, que tiene 296 veces el Potencial de Calentamiento Global
(GWP, por sus siglas en inglés) del CO2. La mayor parte de este gas procede del estiércol.
Y también es responsable del 37 por ciento de todo el metano producido por la actividad humana
(23 más veces más perjudicial que el CO2), que se origina en su mayor parte en el sistema digestivo
de los rumiantes, y del 64 por ciento del amoniaco, que contribuye de forma significativa a la lluvia
ácida.
El informe de la FAO explica que la ganadería utiliza hoy en día el 30 por ciento de la superficie
terrestre del planeta, que en su mayor parte son pastizales, pero que ocupa también un 33 por ciento
de toda la superficie cultivable, destinada a producir forraje. La tala de bosques para crear pastos es
una de las principales causas de la deforestación, en especial en Latinoamérica, donde por ejemplo el
70 por ciento de los bosques que han desaparecido en el Amazonas se han dedicado a pastizales.
Tierra y agua
Los rebaños provocan al mismo tiempo daños en el suelo a gran escala, con cerca del 20 por ciento de
los pastizales degradados a causa del sobrepastoreo, la compactación y la erosión. Esta cifra es aún
mayor en las tierras áridas, en donde unas políticas erróneas y una gestión ganadera inadecuada han
contribuido al avance de la desertificación.
La actividad ganadera figura entre los sectores más perjudiciales para los cada día más escasos
recursos hídricos, contribuyendo entre otros aspectos a la contaminación del agua, la eutrofización
(proliferación de biomasa vegetal debido a la excesiva presencia de nutrientes, ndr) y la destrucción
de los arrecifes de coral. Los principales agentes contaminantes son los desechos animales, los
antibióticos y las hormonas, los productos químicos utilizados para teñir las pieles, los fertilizantes y
pesticidas que se usan para fumigar los cultivos forrajeros.
El sobrepastoreo afecta al ciclo del agua, e impide que se renueven los recursos hídricos tanto de
superficie como subterráneos. La producción de forraje obliga a desviar importantes cantidades de
agua.
Los animales para la producción de carne y leche suponen ya el 20 por ciento de toda la biomasa
animal terrestre. La presencia de ganado en grandes extensiones de tierra y la demanda de cultivos
forrajeros también contribuyen a la pérdida de biodiversidad. En la lista de 24 tipos de ecosistemas
importantes, los estudios indican que hay 15 que se encuentran amenazados por esta causa.
Soluciones
El informe, que ha sido producido con la ayuda de la Iniciativa para la Ganadería, Medio ambiente y
Desarrollo (LEAD, por sus siglas en inglés), propone de forma clara que se tengan en consideración
estos elevados costes mediombientales y sugiere una serie de medias para enderezar la situación,
entre ellas:
Degradación del suelo- Controlar los accesos y eliminar los obstáculos a la movilidad en los pastos
comunales. Utilizar métodos de conservación del suelo y el silvopastoreo, junto la exclusión controlada
del ganado en áreas delicadas y el pago por servicios medioambientales en el uso del suelo para la
ganadería para limitar su degradación.
Agua- Mejorar la eficacia de los sistemas de riego. Hacer pagar el coste total del agua e introducir
impuestos para desincentivar la concentración de la industria ganadera a gran escala junto a las
ciudades.
Estas cuestiones centran los debates en una reunión que organiza la FAO esta semana en Bangkok,
que deberá marcar las pautas para la industria ganadera a nivel mundial. El encuentro servirá también
para debatir los riesgos para la salud pública relacionados con el rápido crecimiento del sector
ganadero, ya que las enfermedades animales afectan en forma creciente a los humanos. Otro riesgo
potencial de este crecimiento veloz es el de dejar fuera del mercado a los pequeños campesinos.
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En la dieta media de los españoles, los lácteos aportan el 66% del calcio
necesario, pero existen otras fuentes: los cereales, las legumbres, las
verduras de hoja verde, las semillas y las nueces son también ricos en calcio
y la absorción del elemento es comparable a la de los derivados de la leche.
Aunque no es la primera vez que se apunta esta relación, los expertos consultados no
están de acuerdo con sus colegas suecos. Para Colomer, la recogida de datos es poco
rigurosa pues no se trata de diarios de alimentación, sino de cuestionarios
retrospectivos. Holly, que defiende una relación entre la leche y el cáncer de mama y
de próstata, afirma en lo relativo a los tumores de ovario que se trata de
"especulaciones basadas en muy pocas pruebas científicas reales". Por otro lado, la
mencionada revista publicó hace unos meses una revisión de la literatura médica que
concluía que no hay pruebas de una asociación entre la leche y cáncer de ovario.
El ser humano es único en la naturaleza por múltiples razones, destacando entre ellas el hecho de
que se trata del único mamífero que ingiere leche procedente de otro animal pasado el periodo de
lactancia. Y lo hace a pesar de saberse que la leche que produce cada mamífero es específica
para su especie y que la naturaleza la ha hecho idónea para las necesidades de su cría y no para
las de otra. Es más, la madre Naturaleza previó que los mamíferos -es decir, los animales que
maman- obtengan la leche directamente de las mamas de sus madres sin contacto con agente
externo alguno ya que se trata de una sustancia que se altera y contamina con gran facilidad. Los
humanos, sin embargo, en el convencimiento de que es sano seguir tomándola siendo ya adultos,
hemos alterado hasta las leyes de la naturaleza para poder mantenerla en condiciones adecuadas
de consumo. Y, sin embargo, son muchas las evidencias que indican que tan preciado líquido está
detrás de muchas de las dolencias que hoy nos aquejan.
Obviamente, la composición de cada leche varía en función del animal, de la raza, del alimento que
haya recibido, de su edad, del periodo de lactancia, de la época del año y del sistema de ordeño,
entre otras variables. Y si bien su principal componente es el agua su presunto interés nutritivo
radica en que además contiene grasas (ácidos grasos saturados y colesterol), proteínas (caseína,
lactoalbúminas y lactoglobulinas), hidratos de carbono (lactosa, fundamentalmente), vitaminas
(cantidades moderadas de A, D y del grupo B) y minerales (fósforo, calcio, zinc y magnesio). Las
proporciones dependen ya del tratamiento que se haya dado a la materia prima por lo que no
contiene la misma grasa la "leche entera" que la "leche descremada". Ahora bien, ¿es realmente
saludable ingerir leche y productos lácteos? Porque, no sólo son muchos los investigadores que
discrepan de esa opinión, sino que hay cada vez más estudios que cuestionan esa aseveración.
Lógicamente, no puede extrañar que cada vez más expertos alcen su voz abiertamente afirmando
que la leche y sus derivados no sólo no son alimentos adecuados para el ser humano sino que ni
siquiera constituyen una buena fuente de calcio porque una cosa es la cantidad de ese mineral
presente en ella y otra muy distinta su biodisponibilidad. Además, está por ver si la necesidad de él
que precisa el organismo es la que publicitan las empresas lácteas.
Resultan ilustrativos a ese respecto los resultados del estudio que con 78.000 mujeres de entre 34
y 59 años llevaron a cabo durante 12 años varios profesores de la Universidad de Harvard en
Estados Unidos y que fue publicado en el American Journal of Public Health en 1997. Porque sus
conclusiones desmienten la tesis de que un mayor consumo de leche u otras fuentes alimenticias
de calcio por mujeres adultas las proteja de fracturas propias de la osteoporosis como son las de
cadera o antebrazo.
Gracias a las investigaciones llevadas a cabo por el doctor John McDougall -médico nutricionista
del St Helena Hospital de Napa (California, Estados Unidos)- sabemos también que la mujeres de
la etnia bantú no toman leche pero sí calcio procedente de fuentes vegetales y, sin embargo, a
pesar de que tienen una media de 10 hijos y los amamantan durante largos periodos, no padecen
osteoporosis.
Otro ejemplo de la relación entre leche y osteoporosis lo constituye el trabajo del doctor William
Ellis, ex presidente de la Academia Americana de Osteopatía Aplicada, quien estableció que las
personas que toman de 3 a 5 vasos de leche diarios presentan los niveles más bajos de calcio en
sangre. Agregando que tomar mucha leche implica ingerir grandes cantidades de proteínas lácteas
y éstas producen un exceso de acidez que el organismo intenta compensar mediante la liberación
de minerales alcalinos.
En esa misma línea se expresa un estudio publicado en el American Journal of Clinical Nutrition
que afirma que el exceso de proteínas de la leche es uno de los factores más importantes en el
avance de la osteoporosis. En dicho estudio -publicado ya en 1983- se demostraba que hasta la
edad de 65 años las mujeres que no toman leche y son vegetarianas tienen un 18% de pérdida de
hueso mientras las omnívoras padecen una pérdida ósea del 35%.
Y estudios más recientes muestran que con una ingesta de 75 gramos diarios de proteína láctea se
pierde más calcio en la orina del que se absorbe a través de la dieta.
A todo esto hay que añadir que la relación calcio/fósforo de la leche de vaca no es adecuada para
el ser humano, pues su contenido es demasiado elevado en fósforo y por eso su ingesta acidifica
el organismo. Con las numerosas implicaciones negativas para la salud que ello implica.
LA CASEÍNA DE LA LECHE
Mencionábamos al describir la composición de la leche que una de sus proteínas principales es la
caseína. Pues bien, se sabe que el niño lactante asimila completamente las caseínas de la leche
materna... pero no las de la leche de vaca. Tales proteínas sólo se digieren parcialmente por el
efecto neutralizador de la leche sobre la acidez gástrica, indispensable para su ruptura.
¿Y qué efectos provoca esa sustancia viscosa que es la caseína animal en nuestro organismo?
Pues hay que decir que en algunas personas se adhiere a los folículos linfáticos del intestino
impidiendo la absorción de otros nutrientes (de hecho la caseína se utiliza como pegamento para
papel, madera, etc.). Además su hidrolización parcial tiene otras consecuencias. Por ejemplo,
desembarazarse de sus residuos metabólicos supone un gasto energético suplementario para el
organismo y puede provocar problemas inmunológicos. Así, en personas que presentan
deficiencias de inmunoglobulinas IgA esta proteína pasa al torrente sanguíneo y genera gran
variedad de reacciones autoinmunes (las mencionaremos más adelante al hablar de las
enfermedades relacionadas con el consumo de leche). Y si tenemos en cuenta -como se recoge en
un informe del Memorial Kettering Hospital de Nueva York (Estados Unidos)- que la deficiencia de
antígenos IgA es uno de los problemas más comunes en cuanto a deficiencias inmunitarias el
problema pasa a tener dimensiones mucho más preocupantes.
Por otra parte, la pasteurización y la homogeneización provocan que las grasas saturadas
atraviesen las paredes intestinales en forma de pequeñas partículas no digeridas, lo que
inexorablemente aumenta los niveles de colesterol y grasas saturadas en sangre. Además, el
contenido en colesterol de la leche es superior al de otros alimentos famosos por ser ricos en ese
elemento. De hecho, algunos países ya han retirado la leche de la lista de alimentos
fundamentales para la dieta porque se ha observado que los niños que acostumbran a tomar
varios vasos de leche al día tienen sus arterias en peores condiciones que los que no la toman.
Una información que, curiosamente, no parece haber llegado a Estados Unidos, pues según su
Departamento de Agricultura casi el 40% de la comida diaria que ingieren los norteamericanos
consiste en leche y/o productos lácteos. Lo cual significa que un estadounidense medio toma
diariamente sólo con los productos lácteos 161 miligramos de colesterol. Y eso es tanto como
ingerir ¡53 lonchas de tocino al día! Y luego se extrañan de que la cuarta parte de la población
norteamericana sea obesa o padezca sobrepeso.
Añadiremos finalmente un dato importante que aporta el ya mencionado doctor John McDougall:
en el afán por aumentar sus ventas la industria lechera relaciona el contenido de grasa de la
leche... con el peso. Lo que le permite decir que la de vaca contiene "sólo" un 2% de grasa por
cada 100 gramos. Y, claro, dicho así parece que estemos hablando de un producto bajo en grasa.
Sin embargo debemos entender que el 87% de la leche es agua por lo que si descartamos ésta el
porcentaje real de grasa sobre la sustancia sólida es mucho mayor. ¡Y no hablemos ya de la leche
condensada!
LA CARGA HORMONAL
Conviene saber también que la leche contiene aproximadamente 59 tipos diferentes de hormonas -
pituitarias, esteroideas, adrenales, sexuales, etc.- siendo las más importantes las hormonas del
crecimiento cuya acción, unidas a la riqueza proteica de la leche de vaca, hacen posible el rápido
crecimiento de los terneros de forma que en breve plazo llegan a doblar su peso. Y es evidente
que los humanos no tenemos precisamente esa necesidad. Además, niveles elevados de esa
hormona, unidos a otros tóxicos, se consideran hoy causa de la aparición de diversas
enfermedades degenerativas.
Hay que añadir a ese respecto que resulta kafkiano tener que reseñar que ya en 1994 la Food and
Drug Administration (FDA) -es decir, la agencia del medicamento norteamericana- aprobó que la
compañía Monsanto usara la Hormona Recombinante de Crecimiento Bovino (rBGH) -también
conocida como bovine somatotropin o rbST- para aumentar la producción de leche en las vacas
entre un 10 y un 25%. Porque según se publicó en The Ecologist en 1998 "el uso de rBGH
incrementa los niveles de otra hormona proteica -el factor de crecimiento 1 tipo insulina (IGF-1)- en
la leche de las vacas. Y dado que el IGF-1 es activo en los humanos -causando que las células se
dividan- algunos científicos piensan que una ingesta de leche tratada con altos niveles de rBGH
podría dar paso a la división y crecimiento incontrolados de células en los humanos. En otras
palabras: cáncer". De hecho, son tantos los peligros potenciales de esa hormona que su uso está
prohibido actualmente en Canadá y la Unión Europea, así como en otros países.
La profesora Jane Plant, autora del libro Your life in your hands (Tu vida en tus manos), explica en
él que el IGF-1 es además especialmente activo durante la pubertad y el embarazo. En el caso de
las niñas púberes -explica- esta hormona estimula el tejido de la mama para que crezca. Y durante
el embarazo ensancha los tejidos mamarios y los conductos de la leche materna para favorecer la
lactancia. Agregando con rotundidad: "Niveles altos de esta hormona incrementan hasta tres veces
el riesgo de padecer cáncer de mama o de próstata por parte de quienes consumen tanto la leche
como la carne de las vacas lecheras. Y en contra de la afirmación de que la pasteurización la
destruye entiendo que la caseína evita que eso ocurra y que la homogeneización facilita que la
IGF-1 alcance el torrente sanguíneo. Asimismo, los propios estrógenos que se añaden a la leche
bovina son otro de los factores que estimulan la expresión nociva de esta hormona y que,
indirectamente, acaban provocando la aparición de tumores".
TÓXICOS EN LA LECHE
Debemos añadir que la leche puede además estar contaminada por productos químicos,
hormonas, antibióticos, pesticidas, pus procedente de las mastitis -tan frecuentes en la vacas
ordeñadas permanentemente-, virus, bacterias, priones... Sin olvidar que hoy se "enriquece" tanto
la leche como los productos lácteos con aditivos, vitaminas y minerales sintéticos, semillas,
plantas, frutas, proteínas, ácidos grasos... En algunos casos, por cierto, con grasa de animales
distintos. Con lo que uno puede estar ingiriendo leche de vaca enriquecida con grasa de cerdo...
sin saberlo.
¿Y cuáles son las sustancias tóxicas que con más frecuencia puede uno encontrarse en un vaso
de leche de vaca, la más consumida? Pues son éstas:
José Ramón Llorente, autor de este texto, es presidente de la Sociedad Española de Nutrición
Ortomolecular
No son pocas las personas que ponen en duda los beneficios del
consumo de leche en la edad adulta. Yo, particularmente, opino que a
una persona sin intolerancias específicas a los lácteos no le hace mal la
ingesta de leche.
Un alimento tradicional
La leche de vaca, un alimento tradicional en muchos países, fue durante
años uno de los alimentos más cuestionados en relación con sus
beneficios y la nutrición, ya que si bien la mayoría de las personas
consideran que es una parte esencial de su dieta, estudios recientes han
demostrado que su consumo (en especial la desnatada) puede, de
hecho, ser perjudicial para la salud.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) alerta de que “un consumo
excesivo y demasiado precoz de lácteos de vaca no modificados supone
una carga excesiva para el riñón y puede aumentar el riesgo de anemia
por el bajo contenido de hierro de la leche y porque causa pérdidas
intestinales de sangre”. La controversia surge a partir de los 12 meses
porque estos mismos organismos aconsejan introducirla, pero con
matices. Y empiezan a surgir las discrepancias entre expertos sobre las
bondades o no de su consumo, y que se proyectan hasta la necesidad de
que las personas mayores la tomen o no.
Por el contrario, varios estudios han encontrado que las personas que
consumen leche con bajo contenido de grasa se sienten menos saciadas
y son más propensas a aumentar de peso, ya que tienen una mayor
necesidad de aumentar la ingesta de calorías.
Fuente: Mentira Podrida
Las personas deciden sus opciones alimentarias por diversas razones: el modelo
familiar, las ideas imperantes en su entorno, las creencias sobre salud, los
conocimientos científicos, las normas religiosas, etc. Y en las últimas décadas se ha
sumado además la presión de la industria y la publicidad a través de todos los medios
de comunicación1. Estos, además, han contribuido a difundir tanto conocimientos
científicos como modas y opiniones, y el gran público no siempre tiene la capacidad de
distinguir los primeros de las segundas.
Un último sesgo cabe señalar en este escenario: las fuentes de financiación de las
investigaciones no siempre son neutrales. Como señalaban desde la Universidad de
Harvad2, en la elaboración de la famosa pirámide nutricional americana influyeron de
forma notable los consorcios de empresas productoras de alimentos, dentro de las
cuales las dedicadas a los lácteos tienen un enorme poder.
Los niños de hoy toman menos leche. ¿Es esto cierto? ¿Es esto peligroso?
También se constata en la consulta diaria al realizar las encuestas dietéticas (con todos
los sesgos que estas pueden tener). Suelen declarar un alto consumo de lácteo la
mayoría de los niños que consultan por exceso de peso, estreñimiento, inapetencia o
hábitos “peculiares” de alimentación.
Los riesgos potenciales del consumo excesivo de leche y derivados pueden tener
relación con uno o varios de los siguientes hechos:
• Los lácteos desplazan o compiten con la ingesta de alimentos ricos en fibra tales
como frutas y verduras. Es lógico, pues si se han satisfecho con creces las necesidades
calóricas, el niño no tiene ya apetencia por tomar las cantidades recomendadas de
esos alimentos, tradicionalmente menos aceptados. Esto puede conducir a
estreñimiento. A eso se añade la formación de sales calcáreas en la luz intestinal 1.
• Además del pobre contenido en hierro de la leche, el calcio actúa como quelante del
hierro procedente de los alimentos, sobre todo en presencia de caseína, por lo que se
han descrito situaciones de ferropenia en niños de todas las edades con consumo
excesivo de lácteos6.
Se había observado que, sobre los cuatro meses de vida, los bebés amamantados
“bajaban” de percentil con respecto de las curvas de crecimiento previamente
existentes. Teniendo en cuenta que desde el punto de vista evolutivo, el patrón
debería ser el crecimiento de los bebés alimentados con lactancia materna (LM), la
Organización Mundial de la Salud (OMS) comenzó a desarrollar unos estándares de
crecimiento, en un estudio multicéntrico, con un gran número de bebés de distintas
razas, controlando al mismo tiempo que la madre no fumase, estuviera sana y tuviera
una alimentación suficiente. También se fue registrando la adquisición de
determinados hitos del neurodesarrollo8.
Las curvas de peso obtenidas fueron algo diferentes de las que estaban en uso,
realizadas en etapas en que predominaba la alimentación con fórmula artificial. Esto
hizo pensar que quizá la composición de las fórmulas estaba influyendo en la
composición corporal que favorecía una mayor ganancia de peso, pues parece que un
mayor consumo de proteínas en los primeros años de vida se asocia a aumento de la
adiposidad. Claro que no puede atribuirse solamente a las proteínas contenidas en la
leche, pero estas suponen una proporción importante en algunas etapas de la vida 5. En
este estudio, la mayor ingesta de proteínas e hidratos de carbono se relaciona con un
índice de masa corporal (IMC) significativamente mayor.
Una alta ingesta de proteína tiene efectos endocrinos, tales como mayores niveles de
insulina y de IGF-1. Por estas razones en la actualidad se han modificado las
recomendaciones acerca del contenido proteico de las formulas infantiles y también las
relacionadas con la alimentación en otras edades, en las que se hace hincapié en la
importancia de los hidrocarbonos complejos de las verduras, legumbres y cereales
integrales (celulosas y almidones).
Partiendo del hecho de que se desconoce la etiología del cólico del lactante y que es
posible que sea el resultado de varios factores contribuyentes, las causas propuestas
tienen en cuenta la edad de inicio, la tendencia a aparición en un periodo del día
concreto y a desaparecer de forma espontánea, e incluyen factores gastrointestinales,
biológicos y psicosociales10.
Algunos estudios han atribuido el llanto a una intolerancia a la lactosa, puesto que la
leche humana tiene alta concentración en lactosa. Sin embargo, los ensayos aleatorios
de tratamiento lactasa para el cólico infantil muestran resultados contradictorios 10.
Otra teoría propone que el cólico se correlaciona con la absorción incompleta de los
carbohidratos en el intestino delgado por su inmadurez, y al llegar al intestino grueso,
las bacterias colónicas los fermentan. No ha podido ser comprobado. Como tampoco
que el intestino de los bebés tenga hipermotilidad por un supuesto desequilibrio
vegetativo10.
Por el momento, entre las explicaciones más plausibles, al menos para un subgrupo de
niños con cólico, puede ser la alergia a la caseína o al suero de la leche. Las revisiones
sistemáticas de ensayos aleatorios pequeños con limitaciones metodológicas (por
ejemplo, cegamiento inadecuado) sugieren que el uso de fórmulas hidrolizadas o una
dieta hipoalergénica en las madres que amamantan pueden reducir el tiempo de llanto
en los bebés con cólico10.
Las últimas publicaciones sugieren que puede tratarse de una forma precoz de
jaqueca. Y también parece haber una mayor asociación de los cuadros de cólico con el
consumo de tabaco por la madre tanto en la gestación como posteriormente10.
Uno de los problemas es cómo medir el moco. Cómo se puede cuantificar cuánto es
“mucho moco” o “más moco” que qué o que cuándo. Ante un resfriado o un cuadro
alérgico, unas personas producen más moco que otras, o la tos es de más fácil control
o por el contrario, la tos o carraspera son más constantes.
Conflicto de intereses